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Matthew Ippel
Corrientes Éticas
6 julio 2017
Introducción
A la raíz de mi trabajo anterior, ‘Just Do It’: el ethos neoliberal, donde abarco del lema
‘Just Do It’ de Nike para subrayar que pretende ir más allá de un ideal individualista,
muestro que este lema parte de un ethos neoliberal que ha entrado nuestro modo de vivir
y estar en el mundo. Así como Nike promueve un modo distinto de vida, el proyecto
neoliberal hace lo mismo, produciendo “toda una manera de ser y pensar” con un “estilo
general de pensamiento, análisis e imaginación” (Foucault, 2007, p. 253-4). Por
consiguiente, produce un determinado tipo de individuo.
Michel Foucault (2007) toma neoliberalismo como el tema de sus clases de 1978 y 1979
en Collège de France, tituladas Nacimiento de la Biopolítica. Plantea el neoliberalismo
como una transformación del liberalismo, que se ha extendido a la existencia humana en
todas sus esferas. Para muchos, especialmente desde la postura sociológica, se define el
neoliberalismo por su concepción económica de la sociedad y la política. Suele ser visto
como un mal. Más reciente en la misma línea, T. Biebricher (2015) sostiene que el
neoliberalismo no es una “corriente intelectual homogénea” que sólo tiene que ver con la
economía política (p. 255). Biebricher (2015) define la teoría neoliberal como un “cuerpo
reactivo de pensamiento que responde a una crisis percibida a través de una combinación
de renovación y revisión de ciertos elementos de la agenda liberal clásica” (p. 257). Por
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Foucault (2007) describe como este nuevo arte de gobernabilidad prioriza la economía
como el principio fundamental. El neoliberalismo se caracteriza por el hecho de que el
Estado no debe intervenir en la economía, a partir del Estado socio-democrático. En este
sentido, un Estado que gobierna menos es un mejor gobierno y permite el buen
funcionamiento del mismo por medio del mercado. En los dos modelos neoliberales
principales – el ordoliberalismo y el neoliberalismo norteamericano – el mercado toma
lugar primordial en el funcionamiento del Estado en donde todo lo demás se gira
alrededor. El neoliberalismo es "un modo distintivo de racionalidad, de producción de
sujetos, una 'conducta de conducta,' y una estrategia de valuación" (Brown, 2015, p. 21).
Y es aquí donde Foucault, a quien le interesa lo minúsculo, lo que parece irrelevante para
algunos, desempeña un rol importante y necesario para “rescatar y destacar” aquello que
va más allá de lo que pretende ser.
proyecto compartido, sino que más bien están sujetos a un proyecto diseñado por técnicos.
El neoliberalismo aplica “el análisis economicista a una serie de objetos, de ámbitos de
comportamientos o de conductas, que no eran comportamientos o conductas de mercado”
(Foucault, 2007, p. 305-6). Es decir, individuos, empresas, instituciones y gobiernos son
todos entendidos, y aún más, gobernados por esta lógica neoliberal. Por consiguiente, el
proyecto neoliberal consiste en una reformulación de la subjetividad en tanto que los
individuos, las instituciones y los estados mismos son considerados como empresas.
Foucault destaca que el proyecto neoliberal constituye una nueva forma de subjetividad,
la del homo oeconomicus quien es y funciona como una empresa que busca ampliarse,
extenderse y apreciarse. El ser humano se convierte en una empresa, en un “emprendedor
de sí mismo” (Foucault, 2007, p. 264). Este homo oeconomicus ya no se caracteriza por
el intercambio, sino por la competencia. Como “emprendedor de sí mismo” el sujeto
neoliberal opera bajo la lógica de una empresa, es decir, de competencia. Esta lógica de
competencia es la misma lógica del juego, de la guerra y del mercado. Las relaciones
entre individuos bajo esta lógica son entendidas por ganar o perder. Por lo tanto,
relaciones constituidas por ganar o perder generan individualismo y competencia.
La teoría del capital humano ocupa suma importancia en este modelo neoliberal
señalando un nuevo sujeto humano que se caracteriza por ser capital en vez de su
humanidad, su labor o su ciudadanía. Esta sociedad neoliberal se constituye a través
empresas que necesitan “comportarse de tal manera para maximizar su valor capital en el
presente y realzar su valor futuro” (Brown, 2015, p. 22). Todos los actores son su propia
empresa, administradores de sí mismos. En otras palabras, son emprendedores,
concebidos como capitales. Su objetivo es “invertir” en su “capital humano” de modo tal
que el individuo pretende “produc[ir] simplemente su propia satisfacción” (Foucault,
2007, p. 265). El sujeto neoliberal emplea un cálculo utilitario y una racionalidad
instrumental para aumentar y utilizar su capital humano. Más de buscar sus propios
beneficios y usar sus capacidades, talentos, educación, etc., para aumentar sus propios
beneficios, el sujeto como capital humano busca invertir en sí mismo, haciéndose cargo
de su propio destino y asegurando que sus conductas lo llevan a apreciarse. Sin embargo,
esta racionalidad no es una invención del propio sujeto, sino que es parte del modelo
neoliberal que impone esta lógica por encima de cada estado, institución e individuo.
Una consecuencia de concebir el ser humano como capital humano es que a él se encarga
la responsabilidad de sí mismo. El sujeto neoliberal es responsable por sí mismo. No es
la responsabilidad del Estado de garantizar sus derechos a la educación, salud, empleo,
etc. Más bien, lo que antes era la responsabilidad del Estado pasa a las manos de las
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empresas privadas que pueden satisfacer mejor esas necesidades de uno. Biebricher
(2015) menciona la “soberanía del consumidor” como una sustitución neoliberal de la
democracia que hace que los individuos asuman la responsabilidad de sus vidas (p. 261).
El individuo se encarga básicamente de tener seguro médico, del hecho de que está
empleado o desempleado, de tener recursos suficientes ahora y en adelante, etc. En una
sociedad gobernada por la “soberanía del consumidor”, lo que importa es el individuo en
relación al mercado y, por eso, el individuo buscará invertir en aquello que aumentará y
apreciará su capital humano.
Asimismo, la responsabilidad por sí mismo que tiene el sujeto neoliberal consiste en tener
la responsabilidad por su éxito y fracaso, felicidad, placer, gozo, etc. Éstos forman parte
de la lógica del capital humano. El ser humano se convierte en capital humano donde
cada uno es dueño de su propio esfuerzo y trabajo. Aunque esta persona trabaja en tal
lugar se trata de alguien que es emprendedor que tiene como su capital su propio esfuerzo,
energía y propia capacitación. Este emprendedor no es aquel que junta su dinero para
hacer una fábrica. Más bien, es aquel que va capitalizándose y va siendo dueño de su
propia fuerza de trabajo. El emprendedor se crea a sí mismo. Y, por lo tanto, es dueño de
su propio placer y goce.
La crítica que hace Brown es muy similar a lo que manifiesta Charles Taylor (1992) en
La ética de la autenticidad donde discute tres malestares paradójicos en la modernidad
que tiene que ver con el neoliberalismo (aunque no usa explícitamente la palabra
“neoliberalismo”): el individualismo, la razón instrumental y el desinterés político.
Mientras que Brown critica el neoliberalismo por sus efectos destructivos en la sociedad,
el estado y el individuo, Taylor pretende ir más allá de la crítica, proponiendo un rescate
de la ‘esencia’ del ideal de la autenticidad que es desfigurada y mal concebida en los tres
malestares en la modernidad. Estos tres malestares contienen elementos creativos e
iluminantes, y al mismo tiempo elementos destructivos y superficiales; de la misma forma
que Foucault ilustra el neoliberalismo. Taylor propone hacer un juicio acerca de la
modernidad, viendo sus ‘luces’ y sus ‘sombras’, de lo que es noble y lo que es
autodestructivo y carente de profundidad, intentando rescatar esta ‘esencia’ de la
autenticidad. Una lectura superficial del neoliberalismo determinaría todo como negativo.
No obstante, Foucault presenta el neoliberalismo como realmente es: ambiguo y
paradójico. En este sentido, Taylor nos ayuda a rescatar lo esencial de la autenticidad del
individuo.
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Sugiero que Rainer Forst, filósofo de la Escuela de Frankfurt, puede profundizar el trabajo
de Taylor, presentando una crítica del sujeto como maximizador del capital humano,
formulado por el proyecto neoliberal, y ofreciendo una pretensión de reconocimiento
implícita en su crítica. Mientras que Forst no critica explícitamente el sujeto neoliberal,
su propuesta del sujeto con el derecho a la justificación ofrece otro modo de concebir y
tratar el ser humano, que contradice claramente el sujeto concebido capital humano.
En The Right to Justification, Forst (2012) define los seres humanos como “justifying
beings,” aquellos que dan razones a otros para justificar sus creencias, argumentos y
acciones (p. 1). Todos, sin excluir a nadie, participan intersubjetivamente en dar y recibir
razones que pueden ser justificados frente al otro. Hablamos del ser humano como alguien
que es caracterizado por su dignidad y que merece ser tratado de manera digna. Forst diría
que al fondo de la dignidad del ser humano es que el ser humano es un sujeto con el
derecho a la justificación. Además, Forst argumenta que el derecho a la justificación que
pertenece a cada ser humano es el fundamento para la justicia moral tanto política.
Forst enfatiza que las razones “establecen el fundamento sobre lo que personas morales
pueden… tomar responsabilidad mutua por su conducta” y que deben ser razones
“compartidas” como indicaba C. Korsgaard (Forst, 2012, p. 21). Estas razones
“compartidas” emergen en esta práctica o procedimiento discursivo de justificación que
es general y recíproca. Estas razones son “action-justifying or normative” (Forst, 2012,
p. 23). Tienen una característica intersubjetiva, la cual significa que no son razones
propiamente de una persona en particular. Son razones que compartimos con otros,
validas en el ámbito intersubjetivo, no en el individual. En esta dinámica, cada persona
se le debe permitir la justificación de sus acciones con razones que los demás no pueden
rechazar razonablemente. Los que participan en este procedimiento son personas morales,
“razonables [y] autónomas” que forman parte de una “comunidad de personas morales
que hace del respeto al derecho fundamental a la justificación la base de su acción” (Forst,
2012, p. 22). Si uno no presupone que el otro no tiene la capacidad de dar y recibir razones
para dar legitimidad a acciones, lo considera “una forma de mal respeto” (Forst, 2012, p.
27). Este mal respeto sería tratar al otro con menos dignidad humana, quitándole su
derecho a la justificación. En suma, sería una injusticia.
En otro libro, Justification and Critique, Forst (2014) plantea una teoría de justicia que
considera la justicia como un asunto “relacional” y basada en las razones que nos ayudan
a determinar lo que nos debemos unos a otros (p. 24). La justicia se fundamenta en la
concepción del ser humano quien no es dominado por alguna estructura o dominio
arbitrario, sino que, considerado como un sujeto con el derecho a la justificación,
determina los principios y acciones junto con otros que se pueden justificar entre ellos.
Esta justicia es “fundamental” porque “asegura todos los ciudadanos un estatus efectivo
‘como iguales’, como ciudadanos con oportunidades de participar y ejercer influencia”
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(Forst, 2014, p. 36). Por consiguiente, Forst destaca que el ser humano se caracteriza por
la intersubjetividad y por la racionalidad. Primero, la intersubjetividad quiere decir que
la justificación ocurre en diálogo con otros, donde aplican los principios de la
deliberación, el mutuo respeto, la no-dominación y la participación discursiva. En el caso
del capital humano, el sujeto se desarrolla por sí mismo. Se hace cargo de su propia vida,
sin presuponer el diálogo con otros. Por eso, el neoliberalismo aplasta esa realidad
deliberativa y democrática cuando el ser humano es concebido como capital humano que
busca apreciarse, realizándose, su vida y su historia. El sujeto como capital humano se
caracteriza por una dominación sutil, determinado por su productividad y la valoración y
apreciación de sí mismo. Segundo, está la racionalidad (defendida por Forst) que consiste
en las razones que no pueden ser rechazadas razonablemente. Esta racionalidad considera
a cada ser humano como un centro de razones que puede compartir sus razones. Sin
embargo, el neoliberalismo impone un cálculo o una racionalidad del mercado. En base
a esta racionalidad económica, el sujeto neoliberal delibera los costos y beneficios de sus
acciones potenciales, toma sus decisiones y es básicamente responsable por sus propias
decisiones (Brown, 2003, p. 43).
Asimismo, al respeto a quién mantiene la autoridad para determinar cuáles razones pesan
más que otras o si algunas razones ya no cuentan, Forst sostiene que no hay ninguna
autoridad que pesa más a priori que la razón en sí. Es la razón misma que va revisando,
criticando, desarrollando la moralidad por medio de esta justificación intersubjetiva. Por
lo tanto, estas razones justificables no son fijas y pueden ser revisadas y criticadas por las
personas morales. En este punto, Forst muestra un carácter enriquecedor del horizonte
intersubjetivo donde el uso de razones de los individuos les permite reconocer el otro
como otro sujeto de razones y por medio del proceso de justificación pueden ir
examinando y buscando consenso a través de las razones no rechazadas razonablemente.
La concepción del ser humano como sujeto con el derecho a la justificación no encaja en
el proyecto neoliberal. En el ejercicio de justificación, todos los argumentos a favor y en
contra de tal acción o principio deben ser presentados, cuestionados y reflexionados en
base a las razones de cada individuo sin dar prioridad a una persona o un grupo por encima
de los demás. La obstaculización de algunos argumentos o puntos de vista sería una grave
violación. Por eso, es precisamente ahí donde se encuentra una oposición entre el sujeto
con el derecho a la justificación y el sujeto como capital humano porque el modelo
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neoliberal favorece a los expertos económicos, es decir, técnicos, para implementar una
racionalidad económica que determina cómo gobernar y de qué manera, con qué políticas
y prácticas. Estos técnicos no son elegidos ni por un voto popular ni por ningún proceso
democrático, sino que por el hecho de “la autoridad de la ciencia” (Biebricher, 2015, p.
258). Biebricher (2015) concluye que ésta es una restricción a la democracia que es, sin
duda, autoritaria y anti-democrática (p. 258). Por consiguiente, los individuos bajo el
modelo neoliberal no son considerados como ejes de razones que pueden dar y recibir
razones intersubjetivamente para tal acción o tal norma. Además, son carentes de razones
válidas o sólo poseen razones “inferiores” o “menores” en comparación a los altos
funcionarios, los gobernadores y técnicos. Funcionan bajo la lógica del mercado,
concibiéndolos en términos de competencia, es decir, de relaciones de ganar o perder, las
cuales son apuestas a las relaciones de dar y recibir que caracterizan la lógica del derecho
a la justificación.
En conclusión, en esta sociedad neoliberal sería una gran equivocación suponer que el
sujeto es producido de tal manera que sólo puede expresarse o concebirse a través de ser
capital humano y un emprendedor de sí mismo. El derecho a la justificación que plantea
Forst puede aún profundizar la tarea de crítica y recuperación que hace Taylor en tanto
que los seres humanos como "justifying beings" se caracterizan por la intersubjetividad,
es decir, que la justificación ocurre en diálogo con otros (por lo tanto, no por uno mismo
o por dominación arbitraria que se encuentran en el neoliberalismo) y por la racionalidad,
es decir, por las razones que no pueden ser rechazadas razonablemente (por consiguiente,
no es la racionalidad instrumental ni económica que caracteriza el sujeto neoliberal).
Mientras que en el proyecto neoliberal los ciudadanos son desinteresados políticamente,
el sujeto que propone Forst es aquel que es un partícipe activo en el discurso deliberativo,
político. Por lo tanto, esto tiene implicaciones sociales y políticas, donde el sujeto no es
distante ni desinteresado. Implícita en su crítica, Forst plantea una pretensión al
reconocimiento que se encuentra en el sujeto con el derecho a la justificación quien
funciona como un eje de razones, interactuando y dialogando intersubjetivamente con
otros seres humanos por medio del intercambio de razones que no pueden ser rechazadas.
Esta justificación por medio de razones les permite determinar ciertas acciones y normas
políticas y morales y, en fin, utilizarlas para la construcción de la estructura básica de la
sociedad.
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Bibliografía