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En relación a este tema quizá sea interesante pensar el tema de la pasión, y la

dominación. La pasión entendida como ejercicio vital del deseo hacia el otro y práctica
sexual, y la dominación, como satisfacción sexual egoísta a partir del otro. En esta
perspectiva es necesario aseverar que; la pasión y su práctica es asimétrica. Es decir, el
ejercicio sexual de uno sobre el otro siempre será distinto; apetencias distintas, uniones,
movimientos, tiempos, ciclos… fantasías. La complementaridad precisamente afirma el
reconocimiento de estas maneras distintas de vivir el acto sexual, pero bajo la vocación
de correspondencia, de reciprocidad. Esto es, el intercambio honesto de prácticas
sexuales que pueden, incluso, llegar a la contradicción. Ahora bien, es necesario
afirmar que en esta posible manera particular de la práctica sexual pueden darse “actos
sexuales de dominación”. Es decir, posiciones y movimientos que sitúen, a uno, en
posición de poder, sobre el otro, que permanece en posición de indefensión. A uno
activo y director de la práctica específica, y al otro, como agente pasivo, receptor de la
práctica. Obviamente, esto no es connatural al hombre o mujer, ambos pueden ocupar
posiciones de dominación o indefensión en distintos momentos. En relación a esto es
importante remarcar la diferencia con lo que puede llamarse la dominación en el acto
sexual; que no es otra cosa, como se dijo líneas arriba: la afirmación del ejercicio sexual
egoísta, por tanto, la práctica de objetivación del otro. En otros términos, los “actos
sexuales de dominación” son diferencias específicas practicadas en un proceso de
complementaridad sexual, y la dominación en el acto sexual, es el ejercicio de
cosificación del otro, varón o mujer, como medio de satisfacción placentera. Para ser
directos, y quizá un poco duros, el dominador (él/ella) se masturba con el otro.

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