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06-01-2008

La abstracción real del mercado


Guido Munari
Rebelión

Introducción

Una de las tareas inherentes al materialismo histórico que no debe perderse de vista es, además
de la crítica de lo realmente existente para su superación revolucionaria, el movimiento incesante
hacia una reformulación y autocrítica de sus propios elementos conceptuales. Lo que singulariza a
la concepción materialista es su capacidad de ponerse a sí misma en recurrentes procesos de
transformación que, lejos de debilitarla, son la fuente de su existencia y combaten el
anquilosamiento teórico muchas veces producido, entre otros, por los círculos de poder en
regímenes burocráticos. Si algo puso en crisis al materialismo histórico en los últimos años, lo fue
la restauración capitalista ocurrida en los países del campo soviético, así como la avanzada
neoliberal sobre la clase trabajadora y la construcción de una subjetividad posmoderna por parte
de las fuerzas del orden: fin de la historia, de la lucha de clases, de la ideología. La llamada caída
de los grandes relatos pareciera corroborar un escenario en donde las máscaras ideológicas ya
hayan sido quitadas y los individuos marchen concientemente hacia la consecución de sus
verdaderos intereses. No estaríamos sino en una sociedad posideológica, en la cual el más
transparente pragmatismo regula las relaciones humanas. Sin embargo ¿Debe considerarse, por
ejemplo, al pragmatismo -que es en cierta medida la acción guiada por los intereses inmediatos
más allá de consideraciones ideológico-morales - como una conciencia verdadera?

En este contexto, lo que se impone es el análisis riguroso del estatuto de la


ideología, su relación con lo real material y la consideración de las diversas
mediaciones que existen entre esas dos dimensiones. Intentaremos dar cuenta, al
menos un bosquejo, de la dinámica de algunos procesos que median entre la
producción material de la vida en el capitalismo y sus resultantes formas
ideológicas, entendidas éstas como elementos reproductores de las relaciones de
producción vigentes.

En lo que atañe a esta perspectiva conceptual, creemos suficiente trabajar en un nivel básico de
concreción dialéctica para lograr el desarrollo teórico deseado, esto es, la puesta en discurso de
las categorías concernientes a una economía mercantil simple. Nos detendremos aquí sin
necesidad de encarar hacia la teoría de la plusvalía y de la valorización del capital para hacer
andar la argumentación, pese a su obvia importancia para aprehender el modo de producción
capitalista y la explotación del hombre por el hombre en su forma actual. De esta manera,
realizamos en principio una separación analítica entre las estructuras formales de una sociedad
mercantil -el objeto de estudio de este trabajo- y lo que es su potencialidad puesta en acto en el
capitalismo consolidado: la lógica de la acumulación de capital a partir de la entrada de la fuerza
de trabajo al mundo de las mercancías.

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1. La economía mercantil simple

El punto de partida es la caracterización de esta economía mercantil simple. Lo que impera es un


conjunto de productores que se desenvuelven en sus actividades de forma independiente y
aislada, y de acuerdo a una división social del trabajo, intercambian sus productos entre sí en el
mercado, constituyéndose el intercambio como vehículo de la síntesis social. "Sólo los productos
de trabajos privados autónomos, recíprocamente independientes, se enfrentan entre sí como
mercancías".1 La mercancía es, pues, la forma que asume la riqueza social en este tipo de
sociedades de apropiación privada, y el análisis inmediato de la misma nos revela su carácter
bifacético.

Por un lado, la mercancía es valor de uso, su cuerpo es portador de determinadas propiedades


que condicionan la utilidad de la misma para la satisfacción de necesidades. Por otro lado, la
mercancía posee un valor de cambio. Éste se presenta, en primer lugar, como relación
cuantitativa, la proporción en que se intercambian entre sí valores de uso diferentes. El valor de
cambio parecería ser algo contingente y puramente relativo, algo externo a la mercancía. Sin
embargo, lo que pone en evidencia la práctica del intercambio es que sea cual fuere la relación de
cambio entre dos mercancías, ésta podrá representarse siempre por una ecuación (x = y), una
ecuación que denota "que existe algo común, de la misma magnitud, en dos cosas distintas".2 En
el intercambio, es preciso abstraer los valores de uso, las propiedades corpóreas de las
mercancías, el hecho de ser productos de trabajos privados, útiles y cualitativamente diferentes. Y
tras esta operación, lo que queda en pie en las mercancías es un elemento universal que posibilita
el acto de intercambio: una misma objetividad espectral, una mera gelatina de trabajo humano
abstracto, indiferenciado (gasto de fuerza humana en sentido fisiológico). Este común
denominador de las mercancías las constituye como valores, y en tanto productos de trabajo
abstracto es que sus mutuas relaciones en el intercambio se establecen, no a partir de algo
contingente y externo a ellas (el valor de cambio o forma de manifestación del valor), sino a partir
de una sustancia inmanente, nacida del proceso de producción. Un valor de uso sólo tiene valor
porque en él está objetivada una determinada cantidad de trabajo abstracto, y esta magnitud de
valor se mide por su duración a través de fracciones temporales (horas, días, etc.). El valor de una
mercancía se establece a partir del tiempo de trabajo socialmente necesario, es decir, el requerido
para producirla "en las condiciones normales de producción vigentes en una sociedad y con el
grado social medio de destreza e intensidad de trabajo".3

2. La abstracción real

Pero lo que aquí nos interesa es poner la mirada sobre esos mecanismos intrínsecos a la relación
mercantil -y a la mercancía- que destilan de tal relación diversos procesos de abstracción. Quien
ha trabajado en profundidad sobre este punto fue el alemán Alfred Sohn-Rethel en Trabajo
intelectual y trabajo manual. Crítica de la epistemología*. (concluido en 1952 y editado por
primera vez en 1970). La idea del autor es la siguiente: en la línea de la tesis materialista según la

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cual " el ser social de los hombres determina su conciencia", puede afirmarse que antes de que el
pensamiento pudiera llegar a la pura abstracción, la abstracción ya actuaba en la efectividad
social. La abstracción puede considerarse como la matriz por excelencia de la formación
conceptual científica y filosófica, pero no es en el pensamiento donde debe buscarse su origen. Sin
duda, la afirmación de Sohn-Rethel representa otra vuelta de tuerca del materialismo histórico, y
un claro desafío a la teoría del conocimiento idealista. Para seguir abriéndonos paso en lo que
quiere decir el autor, vale acercarnos al nudo central de la problemática:

La forma de la mercancía es abstracta y la abstracción domina en todo su ámbito. El propio valor


de cambio es, antes que nada, un valor abstracto, en contraste con el valor de uso de las
mercancías. El valor de cambio sólo puede diferenciarse cuantitativamente, y esta cuantificación
sigue siendo de carácter abstracto si se la compara con la determinación cuantitativa de los
valores de uso. Marx observa, enfáticamente, que incluso el trabajo, en cuanto causa determinante
de la magnitud y de la sustancia del valor, deviene "trabajo humano abstracto".4

Esta abstracción mercancía (cuyo desarrollo más acabado se presenta en el dinero)5 debe
concebirse, no como un producto del pensamiento de los hombres, sino de sus actos. Es en la
efectividad del mercado en donde las sociedades de apropiación privada encuentran su modo de
reproducirse; es ahí donde, de manera práctica, la diferencia cualitativa de los valores de uso, el
carácter concreto de cuyos trabajos son producto y la individualidad de los diversos propietarios
caen en la necesidad irresistible de diluirse para dar paso a esa objetividad espectral a todas las
mercancías y poder producirse el intercambio. Se produce de este modo, una abstracción real:

Así como los conceptos de la ciencia natural son abstracciones-pensamiento, el concepto


económico de valor es una abstracción real. Sólo existe en el pensamiento humano pero no brota
de él. Su naturaleza es más bien social y su origen debe buscarse en la esfera espacio-temporal de
las relaciones humanas. No son los hombres quienes producen estas abstracciones, sino sus
acciones. "No lo saben, pero lo hacen" ".6

2.1. USO Y CAMBIO

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Avanzando en la argumentación, Sohn-Rethel advierte que, a efectos de análisis, su punto de
partida difiere de aquel con que parte Marx en El Capital. En vez de remitirse a la distinción valor
de uso-valor de cambio como los dos aspectos distintivos de toda mercancía, lo que interesa son
las diferentes actividades humanas a las que corresponden: las acciones de uso* y las acciones de
cambio. Uso y cambio no sólo son diferentes por definición, sino que se excluyen mutuamente en
el tiempo, pues el uso supone modificación de la cosa -constructiva en tanto producción, y
destructiva en tanto consumo- y, en contraste, la práctica de intercambio -es decir, un cambio en
términos puramente de status social de la mercancía como propiedad- requiere que la condición
física de la mercancía, su status material, permanezca inalterado y no conspire contra la igualdad
cuantitativa de los valores a intercambiar. De este modo, "el intercambio de mercancías no puede
llevarse a cabo como institución social reconocida a menos que se cumpla estrictamente el
postulado de separación entre uso y cambio".7 El intercambio de mercancías se hace por medio
de la "abstracción" del uso: no se trata de una abstracción mental, sino de una abstracción real,
"allí, en la plaza del mercado o en los escaparates, las cosas no cambian. Están como hechizadas
por una exclusiva actividad: cambiar de propietario".8

Sin embargo, aunque el intercambio expulsa al uso de las acciones de los hombres que acuden al
mercado, no lo expulsa de sus mentes,9 ellos adquieren determinada mercancía en función de una
necesidad a satisfacer posteriormente en la esfera del uso, es decir, las mentes no pueden olvidar
el propósito de la transacción. Sólo la acción es abstracta, y la abstracción de esta acción, en
consecuencia, escapa al pensamiento de quienes la realizan. En el intercambio, la acción es social,
las mentes privadas.

2.2. LAS MATEMÁTICAS

Si profundizamos en la abstracción-intercambio, nos damos cuenta de que se dan en ella dos


abstracciones entrelazadas estrechamente. La primera tiene su origen en la separación entre
intercambio y uso y ya ha sido expuesta. La segunda opera en el interior de la interacción entre
los propietarios, corresponde al propio acto del intercambio. El intercambio contiene un postulado
acerca de la igualdad entre los dos lotes de mercancías que han de ser intercambiadas. Ya vimos
que esta igualdad se logra a través de las determinaciones cuantitativas de valor, y es en el
intercambio donde se expresa de una manera práctica. Se hace una abstracción de la cantidad,
estableciéndose una esfera cuantitativa no dimensional, de una pura cantidad: la cualidad pura o
abstracta de los números cardinales, que sólo pueden ser definidos a partir de las relaciones
mayor que (>), menor que (<) o igual (=). De esta manera, el postulado de la
ecuación-intercambio establece con ello los fundamentos del razonamiento matemático libre.

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Según esta teoría, el razonamiento matemático debería haber surgido en el momento histórico en
que el intercambio de mercancías se convierte en el agente de la síntesis social, un punto
caracterizado en el tiempo por la introducción y la circulación de la moneda acuñada. Y es
interesante observar que Pitágoras, que fue el primero en usar el pensamiento matemático en su
sentido deductivo, apareció poco después de la primera difusión de monedas, aproximadamente
hacia los siglos VII y VI antes de Cristo, y actualmente se cree que él mismo participó en la
instauración de un sistema monetario en Crotona, ciudad a la que emigró desde Samos alrededor
del año 540 antes de Cristo.10 *

Para ilustrar el caso, Sohn-Rethel da un ejemplo: la comparación entre el arte de medición egipcio
y el griego. La formación social característica del antiguo Egipto -Edad de Bronce- está basada en
el cultivo de los valles de aluvión y se presenta como una construcción a dos niveles. El nivel
básico está constituido por la agricultura y la ganadería en los terrenos de aluvión y sus contornos
-"producción primaria aluvional"- Dicha economía funciona aún en base a los métodos de la
producción colectiva derivada del comunismo primitivo: el carácter comunitario de las formas de
producción todavía no había desaparecido. En el nivel superior de esta formación social, se
desarrolla una civilización basada en la apropiación del excedente extraordinariamente
incrementado por los productores primarios, una civilización en torno a la cual se utiliza una
industria secundaria para satisfacer sus exclusivas necesidades. Al servicio de esta industria
secundaria se desarrolla un vasto comercio con otros estados y comunidades para la adquisición
de materiales. Sin embargo, debe remarcarse que el intercambio comercial no ha penetrado en
los poros del orden social.

El Manual de Amés es un compendio en el que se resuelven varios problemas prácticos, como por
ejemplo, el cálculo de número de ladrillos necesarios para fabricar el dique de un canal, dadas su
longitud, altura y pendiente. Para cada problema, el manual proporciona las instrucciones que
permiten resolverlo. El manual ilustra también a los "tiradores de cuerda", quienes eran asignados
a los altos funcionarios del Faraón para la construcción de templos y pirámides, de diques y
graneros, y para parcelar la tierra cuando de nuevo se retiraban las aguas del Nilo luego de su
crecida anual. Entre los éxitos de la cuerda se cuentan la tripartición del ángulo, el aumento y
disminución del cubo e incluso en cálculo de la constante Pi, que Amés estableció en 3,164. El uso
de la geometría sólo podía aspirar a una exactitud aproximada, y "la pretensión de precisión
matemática sólo podía ser vista como una pedantería".11

El propio concepto de teorema pertenece a un nivel de abstracción demasiado elevado para este
tipo de "matemática", cuya característica principal es precisamente la ausencia de fundamento
lógico y de coherencia sistemática, fundamento y coherencia que más tarde asumirá con su
intrínseca división respecto al trabajo manual. "El trabajo intelectual no posee todavía la
autonomía intelectual que lo separa radicalmente del trabajo manual por causas que le sean
propiamente inherentes, al margen de cualquier mistificación o división de castas."12

Los griegos sustituyeron la cuerda por la regla y el compás, transformando de este modo el arte
de la medición y convirtiéndolo en algo totalmente nuevo: las matemáticas tal cual las

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entendemos hoy. La geometría de los griegos tiene un carácter puramente intelectual,
independiente de las prácticas de medición. El arte de la cuerda era una habilidad manual que
sólo podía ser practicada por quienes la habían aprendido y experimentado y sólo en aquellos
lugares en los que la medición había llegado a ser una necesidad. Tras esta habilidad no había una
demostración autónoma de su contenido geométrico. La geometría inherente a la práctica manual
no trascendía el resultado práctico obtenido, que sólo era aplicable al caso pertinente. Los griegos,
en cambio, inventaron una nueva clase de demostración geométrica. En vez de tirar la cuerda,
trazaban líneas con la regla, líneas que quedaban en la hoja y que, junto con otras líneas,
formaban figuras permanentes a partir de las cuales se podía descubrir leyes geométricas. El
contenido conceptual de la geometría "era independiente no sólo de tal o cual propósito
determinado, sino de cualquier tarea práctica. Sin embargo, para poder separar el contenido
conceptual de su aplicación, era preciso que surgiese una abstracción formal que pasó a formar
parte del pensamiento reflexivo. Creemos que esto sólo pudo ocurrir como consecuencia de la
generalización implícita en la equivalencia monetaria de los valores de las mercancías, que se llevó
a cabo con la aparición del sistema monetario"13 en la Antigua Grecia.

2.3. LA FÍSICA

Lo mismo ocurre con el tiempo y el espacio abstractos. En el uso, entendido como el metabolismo
entre el hombre y la naturaleza, el tiempo y el espacio están relacionados con los acontecimientos
naturales y las actividades materiales del hombre: maduración de cosechas, sucesión de
estaciones, nacimiento y muerte del hombre, y todo lo que le ocurre a lo largo de su vida. En
contraste, el acto de intercambio refuerza la abstracción en cuanto en él se asume que las
mercancías intercambiadas permanecen inmutables durante la transacción. "El intercambio vacía
al tiempo y al espacio de su contenido material y les confiere unos contenidos de significación
puramente humana relacionados con el status social de las personas y de las cosas. Dichos
contenidos son inventados por el propio hombre y sobre ellos debería poder ejercer un control
absoluto."14 El tiempo se convierte en tiempo no-histórico y el espacio en espacio no-geográfico.
Por otra parte, el postulado en el que se basa la efectiva transferencia de las mercancías marca
que ésta debe ser un acto físico que no altere el estado físico de las mercancías. El acto de
intercambio tiene que describirse como un movimiento abstracto en un tiempo y espacio
abstractos (homogéneos, continuos y vacíos) de unas sustancias abstractas (materialmente reales,
pero carentes de cualidades sensibles) que no sufren, por consiguiente, cambios materiales, sino
sólo una diferenciación cuantitativa (diferenciación en abstracto, no dimensional). Este esquema
lleva consigo un concepto de la naturaleza entendida como mundo material de los objetos del cual
el hombre mismo se ha retirado, una naturaleza desprovista de realidad sensorial y que sólo
admite diferencias cuantitativas. Además, sólo es comprensible para las personas familiarizadas
con el dinero y con su uso y adquisición, aquellos miembros de las sociedades de apropiación
privada cuya síntesis social pasa por el intercambio de mercancías.

Esta fisicalidad abstracta y puramente social del intercambio no existe más que en la mente

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humana, pero no tiene su origen en la mente. Nace de la actividad del intercambio y de la
necesidad del mismo que se produce con el paso del modo de producción comunitario al modo de
producción privado. Esta abstracción real es el arsenal del que el trabajo intelectual de las épocas
de intercambio de mercancías extrae sus recursos intelectuales. Fue la matriz histórica de la
filosofía griega y sigue siendo la matriz de los paradigmas conceptuales de la ciencia tal como la
entendemos hoy.15

2.4. LA FILOSOFIA

En un caso meramente accidental y aislado de intercambio entre dos partes, la abstracción


intercambio no deja rastro alguno. En una fase superior, a la que Marx llama forma general de
valor, cuando el intercambio se convierte en multilateral e incluye una gran variedad de
mercancías, una de ellas debe servir de medio de intercambio para las demás, debe servir de
equivalente general. El valor de uso de esta mercancía está ahora investido por un postulado que
le impide sufrir cualquier cambio material mientras actúa en calidad de tal. La elección para
desempeñar este papel recae sobre la mercancía, que por su duración física, divisibilidad y
movilidad, mejor se ajusta al postulado. De este modo, el postulado de inmutabilidad, aunque
procede de la naturaleza del intercambio, pronto parece ser, para todos los implicados, el
resultado del peculiar valor de uso de la mercancía en cuestión. El uso de metales preciosos como
material dinerario abona en este sentido. Sin embargo, las dificultades llegaban cuando había que
tratar con las propiedades físicas de estos metales: en cada transacción tenían que ser pesados,
cortados y fundidos, y esta era la razón de que no se ajustaran muy bien a las exigencias del
mercado, desajuste que se solucionará cuando se invente la acuñación de monedas alrededor del
año 680 a.C. en la zona jónica del Egeo. De este modo, su materia física se ha convertido de modo
visible en un mero portador de su función social. Una moneda, por tanto es algo que se ajusta a
los postulados de la abstracción intercambio y a lo que se supone estar formado por una sustancia
inmutable, "una distancia sobre la que el tiempo no tiene poder alguno y que está en
contradicción antitética con cualquiera de las materias que se pueden encontrar en la naturaleza".
16 Ninguna de las posibilidades que la naturaleza nos ofrece o que el hombre puede crear
corresponde realmente a la descripción del material de que debería estar hecho el dinero.

Todas las materias que existen, todas las cosas y criaturas de este mundo son perecederas,
pasajeras, engañosas, corruptibles, y están expuestas a los efectos del tiempo y a todas las
demás corrupciones que enumera Platón cuando las contrapone a esas entidades inmaculadas,
eternas, iguales a sí mismas y puras a las que honra con el título de "ideas"."17

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En la moneda opera una contradicción. Por una parte, es algo real, una cosa, ninguna moneda
podría ser dinero si no fuese materialmente real. Por otro lado, sin embargo, es distinta, ya que no
cambia con el paso del tiempo, no sólo en el sentido en que Platón reivindica esta permanencia,
sino en la medida en que el Estado lo garantiza al emitirla. Pero, ¿cómo puede el propietario del
dinero tener conocimiento de la existencia de una materia que no puede ser vista, sentida, ni tan
siquiera tocada? Sólo puede tener conocimiento de ella en su pensamiento. Al ser ajena a las
cualidades sensibles, esta materia de la moneda es indestructible. ¿En qué se distingue de esa
realidad a la que Platón denomina "idea"? "Nuestro amigo Platón se equivoca al desplazar esta
realidad fuera del nuestro mundo comercial y situarla en el cielo sólo porque es indestructible".18

Parménides fue el primer "pensador puro" que introdujo un concepto apropiado de la materia
abstracta del dinero, pero sin tener idea de lo que su concepto representaba. Traducido como "lo
uno, lo que es", es inalterable al paso del tiempo, ocupa todo el espacio, carece de todas las
propiedades de la percepción sensorial, es estrictamente homogéneo, uniforme e indivisible,
incapaz de devenir y de perecer, y siendo siempre igual a sí mismo. Junto con Pitágoras y
Heráclito, Parménides es uno de los primeros filósofos con los que la actividad mental del hombre
asume una forma radicalmente distinta de los antropomorfismos asociados a los modos de
producción comunitarios anteriores al tiempo de la producción de mercancías. El uso de
abstracciones formales no-empíricas que sólo pueden ser representadas por medio de conceptos
"puros" no-empíricos es lo que define el carácter del trabajo intelectual, en su total separación del
trabajo manual.

2.5. EL INCONSCIENTE DE LA FORMA MERCANCÍA

Desde una perspectiva psicoanalítica lacaniana, Slavoj Zizek señala que hay una inquietante
analogía entre el status ontológico de la Abstracción Real y el del inconciente, "esa cadena
significante que persiste en "otra escena"". "La abstracción real es el inconciente del sujeto
trascendental, el soporte del conocimiento científico objetivo-universal".19 Citando la frase de
Sohn-Rethel que dice que "La abstracción real del intercambio no es pensamiento, pero tiene la
forma de pensamiento", Zizek la compara con una de las definiciones posibles de inconciente: la
forma del pensamiento cuyo status ontológico no es el del pensamiento, Otra escena externa al
pensamiento con la cual la forma del pensamiento ya está articulada de antemano.

El propietario que participa en el acto de intercambio procede como un "solipsista práctico":


desdeña la dimensión universal y socio-sintética de su acto, reduciéndolo a un encuentro casual
de individuos atomizados en el mercado. Esta dimensión social "reprimida" de su acto emerge por
consiguiente en la forma de su contrario, como Razón universal dirigida a la observación de la
naturaleza (la red de categorías de "razón pura" como el marco conceptual de las ciencias

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naturales).20

En suma, todas las abstracciones reales que resultan del proceso de intercambio mercantil -el
vehículo de la síntesis social en economías de apropiación privada-, tales como la pura cantidad,
la sustancia abstracta, tiempo, espacio y movimiento abstractos, la noción de Idea, etc. conforman
la estructura cognoscitiva inconciente del pensamiento abstracto -la filosofía y la ciencia- y
sientan las bases definitivas para la emancipación del trabajo intelectual con respecto al trabajo
manual.

3. El fetichismo de la mercancía

Como ya vimos, los valores de uso se convierten en mercancías sólo si son productos de trabajos
privados ejercidos independientemente los unos de los otros. La división del trabajo crea la
necesidad del intercambio, a través del cual esos productos privados adquieren un carácter social:
objetividad de valor, magnitud de valor y forma de valor. En esta forma mercancía que adoptan
los productos del trabajo,

"la igualdad de los trabajos humanos adopta la forma material de la igual objetividad de valor de
los productos del trabajo; la medida del gasto de fuerza de trabajo humano por su duración, cobra
la forma de la magnitud del valor que alcanzan los productos del trabajo; por último, las relaciones
entre los productores, en las cuales se hacen efectivas las determinaciones sociales de sus
trabajos, revisten la forma de una relación social entre los productos del trabajo.21

Las mercancías asumen una objetividad espectral al entrar al mercado: a sus atributos físicos se le
suma ahora la existencia suprasensible del valor. Un siglo y medio después de haber salido a la luz
la primera edición de El Capital, seguimos diciendo que todavía no hay químico que haya
descubierto en la perla o el diamante el valor de cambio.

Estas determinaciones fantasmagóricas de la forma mercantil subliman en la mente de los


productores una representación fetichista: reflejan ante ellos el carácter social de su propio

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trabajo como caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, y refleja la relación social
que establecen los productores entre ellos y con el trabajo social global como una relación social
entre los objetos que existe al margen de los productores. Las relaciones sociales entre trabajos
privados se ponen de manifiesto "como relaciones propias de cosas entre las personas y
relaciones sociales entre las cosas.22

Básicamente, lo que ilustra el fetichismo de la mercancía es un pasaje de las mercancías desde la


esfera de la producción y el uso hacia la esfera del intercambio, pasaje que se produce en la
medida en que actúa la coacción de la abstracción real y se produce la escisión entre las dos
esferas. El carácter creativo y útil de los trabajos y la constante transformación y devenir de la
materia trastocan en la osificación de las mercancías, las cuales son hechizadas por un postulado
de inmutabilidad y de abstracción material una vez que entran al mercado*. Esta es la condición
necesaria que subyace a todo intercambio mercantil, la reducción coactiva de las diferencias
cualitativas a una misma gelatina homogénea debe operar al tiempo en que las magnitudes de
ésta última se mantienen invariables. En efecto, la prohibición del consumo rige en el mercado
como elemento constitutivo.

El carácter coactivo del valor es vislumbrado por lo siguiente: la propiedad privada de los medios
de producción crea la necesidad de erigir sobre el mundo de la producción un lugar novedoso, una
segunda naturaleza: el mercado. Esta segunda naturaleza genera una estructura formal de
fenómenos de abstracción real, que lleva implícitos, por un lado, la cosificación de lo que sucede
en el proceso vital creativo de la producción y las relaciones humanas, y por el otro, la
emancipación del trabajo intelectual vía la génesis de categorías abstractas de pensamiento.
Estas dos consecuencias no se presentan en el proceso social sino como un movimiento unitario: el
propio fetichismo es un fenómeno de pensamiento abstracto, ya que el extravío de las huellas que
retrotraerían las mercancías y sus relaciones mutuas en el mercado a su origen -la actividad vital
humana- es un fenómeno de abstracción conceptual -y agrego-, una abstracción que se da en el
pensamiento, pero que no brota del mismo sino de la estructura formal del mercado.

4. Las fuerzas productivas

4.1. LA INNOVACIÓN TÉCNICA

El propio desarrollo de las fuerzas productivas, si su dinámica vertiginosa proviene de las


necesidades intrínsecas a la ley del valor -en breve, la reproducción del capital-, su punto de apoyo
teórico-técnico se encuentra en las abstracciones de la ciencia. No se podría concebir la enorme
innovación tecnológica puesta en marcha por el capitalismo pasando por alto la aplicación del
complejo físico-matemático desde los mismos albores del actual modo de producción.
La concepción galileana del movimiento de inercia abrió el campo de aplicación de las matemáticas
al cálculo de los fenómenos naturales de movimiento.

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"Este cálculo puede considerarse científicamente exacto siempre y cuando los fenómenos puedan
ser aislados de influencias externas incontrolables y ser comprobadas empíricamente. Ello resume
las principales características del método matemático y experimental de la ciencia y al mismo
tiempo representa el mayor de los logros, desde el punto de vista epistemológico, de la revolución
científica ligada al nombre de Galileo".23

Sin embargo, hay que tener en cuenta que el movimiento galileano de inercia es un concepto no
empírico, pues se da en un espacio vacío y estrictamente rectilíneo. El espacio, vacío de aire, no
es algo que pueda percibirse en la esfera terrestre, y en el espacio exterior, donde quizás pueda
afirmarse que sí lo es, ninguno de los fenómenos observables se mueve en línea recta, sino
describiendo órbitas.

Indudablemente nos encontramos ante una contradicción ¿Cómo puede un concepto no empírico
ser una de las principales herramientas de investigación empírica de la naturaleza? En otras
palabras ¿Cómo es posible obtener un conocimiento de la naturaleza procedente de fuentes
distintas a las del trabajo manual? El principio del movimiento de inercia proviene de la estructura
del movimiento contenido en la abstracción real del intercambio de mercancías. Pues la estructura
del mismo es abstracta en la medida en que no presenta ninguna huella de cualidades
perceptibles, y se caracteriza por el movimiento lineal abstracto, a través de un espacio y un
tiempo abstractos, vacíos, continuos y homogéneos, de unas sustancias abstractas que no están
sujetas a cambio materias alguno, no siendo este movimiento susceptible de otro tratamiento que
el matemático.

El capital es un poder social que se hace cargo de la producción cuando ésta trasciende las
posibilidades tecnológica y económica, para el productor directo, de hacerse cargo de su control.

"Así como en el campo económico el poder social es el capital, en el campo de la tecnología lo es


la ciencia, o, con mayor propiedad, la operación metodológica de la mente humana en su forma
socializada, guiada por una lógica específica: las matemáticas".24

4.2. LA FUERZA DE TRABAJO

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Además de las innovaciones científico-teconológicas, la destreza del trabajador en sus actividades
productivas constituye otro factor que aporta su dinamismo al desarrollo de las fuerzas
productivas. Cuanto más hábil y disciplinada es la fuerza de trabajo en una economía o una
empresa, más estará en condiciones de acrecentar la producción de valor por unidad de tiempo.

El análisis del fetichismo de la mercancía nos brinda una clave para comprender el asunto: sólo
con el modo de producción capitalista los diferentes trabajos humanos útiles (que es una
constante transhistórica en el metabolismo entre el hombre y la naturaleza) adquieren el doble
estatuto de ser, además de útiles-concretos, mercancías intercambiables en el mercado, fuerzas
de trabajo. El carácter bifacético mercantil se extiende al trabajo mismo, constituyéndose una
dimensión abstracta de valor (el trabajo indiferenciado) al lado de su dimensión de valor de uso
concreto.

En otras palabras, el pasaje del que hablábamos en el apartado del fetichismo -un pasaje entre la
esfera del uso hacia la esfera del intercambio- se repite con virulencia con la fuerza de trabajo
misma. Si una economía de células de apropiación privada constituye -y tiene la necesidad de
constituir- al mercado para el intercambio de producciones privadas, en una palabra, para que sea
posible una síntesis social, lo que se percibe es la separación coactiva entre las dos esferas -ya
comentada más arriba-. Y si las determinaciones humanas contenidas en los productos del
trabajo, al entrar al mercado, se trastocan para los propietarios en propiedades intrínsecas a las
cosas -el fetichismo-, otro tanto ocurre con la mercancía fuerza de trabajo.

Lo que entrevemos es que el trabajo humano(o una porción del mismo), cuando entra al mercado
como artículo intercambiable, sus propias determinaciones humanas se ven borradas, su estatuto
de ser una potencia creativa de los productores desaparece. En cambio, su destino estará signado
por el hechizo de la abstracción real: una fuerza separada del trabajador -trabajador que por
demás contemplará cómo su subjetividad se diluye en el mundo artificial de la abstracción-, una
sustancia abstracta cuyo nuevo fundamento descansará en su cuantificación pura en tanto
creadora de valor, y creadora por tanto del capital como el Sujeto, al cual se verá crecientemente
sometida.

Al servicio de este sometimiento actuará el intelecto abstracto -o el trabajo intelectual


emancipado-, considerando a la fuerza de trabajo como un objeto de estudio, como un punto de
aplicación científica. Uno de los puntos esenciales del taylorismo es que los standards del ritmo de
trabajo no deben fundamentarse empíricamente a partir del trabajo realizado por los propios
trabajadores; más bien se pasa a una temporalización artificial en la que el tiempo requerido para
un trabajo se decide sin consultar al trabajador, una medición del tiempo que sólo responde a la
lógica de reproducción del capital. En palabras de Taylor, "el estudio del tiempo sólo es útil si
permite determinar exactamente cuánto debería tardar y no cuánto tarda un trabajo dado".

El trabajo se convierte en un elemento abstracto capaz de ser medible en sus movimientos y en


sus ritmos, y para eso se divide en elementos cada uno de los cuales será temporalizado
separadamente como una unidad de tiempo. El trabajo taylorizado, por consiguiente, es trabajo

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humano transformado en una entidad tecnológica, homogénea y adaptable a la maquinaria.

Las tareas intelectuales conferidas a la dirección empresarial no se consideran representaciones


de la mente del trabajador, sino derivaciones de la ciencia y de la tecnología científica. Esto se da
en cuanto se intenta obtener un estudio minucioso de las unidades de tiempo, una coerción
temporal llevada a cabo por la ciencia como expresión del trabajo intelectual al servicio de la
apropiación capitalista.

5. Conclusión: ideología y objetividad

Es importante detenerse a reflexionar sobre un término que utiliza Marx en torno al concepto de
valor: la objetividad espectral. Ésta designa, sin lugar a dudas, la sustancia y magnitud de valor
que quedan en pie una vez que la mercancía se enfrenta con sus congéneres en el terreno del
intercambio. Habíamos dicho que lo que se produce aquí es la abstracción de todas las cualidades
corpóreas de la mercancía en cuanto valor de uso, o sea, una abstracción real propia de la
estructura del mercado. Habíamos dicho también que esto ocurre sólo en el terreno de la práctica,
más allá de que los propietarios entren al mercado con la idea de la necesidad que quieren
satisfacer y por tanto del valor de uso que van a adquirir.

Por ende, la mercancía comienza a ser en el mercado una sustancia universal abstracta y una
pura cantidad de valor. Pero lejos de originarse en el pensamiento de los propietarios, el valor de
las mercancías tiene su fuente en el trabajo humano: su estatuto ontológico no es subjetivo, se
desprende de un proceso productivo. Tampoco su estatuto es empírico-objetivo, pues "en
contradicción directa con la objetividad sensorialmente grosera del cuerpo de las mercancías, ni un
solo átomo de sustancia natural forma parte de su objetividad en cuanto valores".25 El valor,
entonces, no es algo que pertenezca a la naturaleza de los productos del trabajo humano per se,
sino que adquiere existencia histórica sólo cuando estos productos van a ser intercambiados en
esa institución histórica que es el mercado. El valor, en definitiva, tampoco pertenece a la
mercancía en sí, sino que expresa una relación social entre los productores, que en el mercado
muta en una relación entre cosas. "Dicha objetividad entre valores sólo puede ponerse de
manifiesto en la relación social entre diversas mercancías".26

Ahora bien ¿cómo se relaciona esto con la cuestión del trabajo intelectual? Lo que hay que ver en
el concepto de objetividad espectral es la forma en que el mundo y los fenómenos de la
naturaleza son presentados al conocimiento en las fases históricas en las que prima una estructura
mercantil- más que nada, en el capitalismo, que es el modo de producción que desarrolla al
mercado hasta su punto máximo-. El trabajo intelectual -el propio de las clases dominantes, en
contraposición con el trabajo manual de las clases explotadas- ya encuentra sus herramientas en
las abstracciones reales que el mercado hace funcionar. Como ya dijimos, la sustancia abstracta, la
intemporalidad, la pura cantidad, el movimiento en un espacio-tiempo abstracto son estos
elementos mercantiles de los cuales se va a dotar esta forma histórica de pensar para re-presentar

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el mundo. Donde hay un mundo que se manifiesta de manera activa, como una totalidad activa y
concreta, el trabajo intelectual construye maquinarias cognitivas que capturan los fenómenos y los
tamizan a través de la abstracción, fundando una objetividad del conocimiento, un campo de
objetos: los casos revisados aquí fueron las matemáticas, la filosofía antigua, la física moderna y
el taylorismo, pero un estudio más detallado podría extender la lista.

Si las abstracciones no son propias del mundo real -o naturaleza primaria-, sí lo son del ámbito del
mercado, que es una naturaleza secundaria sociohistórica propia de las economías de apropiación
privada. Lo que sucede es que la objetividad espectral del valor mercantil es tomada por el trabajo
intelectual como matriz de conocimiento del mundo, inaugurando un nuevo tipo de objetividad
cognoscitiva -el mundo de los objetos de la ciencia, la filosofía, etc.- que difiere de la objetividad
del mundo en movimiento como totalidad en tanto lo cosifica-osifica.

Como venimos tratando de demostrar, la problemática de la ideología toma aquí un estatuto


extraordinariamente materialista. Sin duda, esta concepción se aleja del modelo de la falsa
conciencia, en tanto que la abstracción del pensamiento -como forma ideológica por excelencia- se
adecua con una realidad, la realidad material del mercado y las abstracciones reales que allí
ocurren, y por tanto es verdadera. El problema de la ideología no es un problema de adecuación
conceptual -el problema de la verdad-, "la ideología no es simplemente una "falsa conciencia", una
representación ilusoria de la realidad, es más bien esta realidad a la que ya se ha de concebir
como "ideológica"".27 En este sentido, no podemos dejar de ver unidos dos polos presuntamente
antitéticos: la ideología y el pensamiento científico-objetivo. Este fenómeno coincide con una
peculiar estructuración del pensamiento, una grilla de aprehensión cognitiva que procede y
emerge de las entrañas del mercado.

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1 Karl Marx, El Capital. El proceso de producción de capital, Siglo XXI Editores, Buenos Aires,
2004, p. 52.

2 Ibíd., p. 46.

3 Ibíd., p. 48.

* Concluido en 1952, este trabajo fue objeto de debate entre Adorno (protector de Sohn-Rethel) y
Horkheimer (quien objetaba que el texto abundaba en tintes especulativos) antes de salir a la luz
en 1970.

4 Alfred Sohn-Rethel, Trabajo intelectual y trabajo manual. Crítica de la epistemología, Ediciones


2001, Barcelona, 1980, p. 27.

5 "La clase específica de mercancías con cuya forma natural se fusiona socialmente la forma de
equivalente, deviene mercancía dineraria o funciona como dinero. Llega a ser su función social
específica, y por lo tanto su monopolio social, desempeñar dentro del mundo de las mercancías
el papel de equivalente general." en Karl Marx, El Capital.., p. 85.

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6 Alfred Sohn-Rethel, Trabajo intelectual y trabajo manual..., p. 28.

* El uso como consumo y como producción.

7 Ibíd, p. 31.

8 Ibíd, p. 32.

9 "Esta falta de sensibilidad, en la mercancía, por lo concreto que hay en el cuerpo de sus
congéneres, la suple su poseedor con sus cinco y más sentidos." Karl Marx, El Capital.., p. 104.
Las mercancías "tienen que acreditarse como valores de uso antes de poder realizarse como
valores", p. 105.

10 Alfred Sohn-Rethel, Trabajo intelectual y trabajo manual..., p. 52

* "El estadio de la producción de mercancías, con el que comienza la civilización, se distingue


desde el punto de vista económico por la introducción: 1) de la moneda metálica, y con ella del
capital en dinero, del interés y de la usura; 2) de los mercaderes, como clase intermediaria entre
los productores; 3) de la propiedad privada de la tierra y de la hipoteca, y 4) del trabajo de los
esclavos como forma dominante de la producción." F. Engels, El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado, en K. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, Tomo 3, Editorial Progreso, Moscú,
1981, p. 350.

11 Alfred Sohn-Rethel, Trabajo intelectual y trabajo manual..., p. 91

12 Ibíd., p. 92

13 Alfred Sohn-Rethel, Trabajo intelectual y trabajo manual..., pp. 101, 102.

14 Ibíd., p. 52

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15 Ibíd, p. 60.

16 Ibíd., p. 62.

17 Ibíd., p. 66.

18 Ibíd., p. 67.

19 Slavoj Zizek, ¿Cómo inventó Marx el síntoma?, en Zizek, Slavoj (comp.) Ideología, un mapa
de la cuestión, FCE, 2003, Buenos Aires, p. 335.

20 Ibíd., p. 338.

21 Karl Marx, El Capital.., p. 88.

22 Karl Marx, El Capital.., p. 89.

* No es que el fetichismo se produzca simplemente por el hecho de que el trabajo humano se


objetive en sus productos -al modo hegeliano-, esto induciría a pensar que el fetichismo es en sí
un fenómeno transhistórico. En realidad, los productos devienen objetos endemoniados sólo si se
enfrentan en el mercado.

23 Alfred Sohn-Rethel, Trabajo intelectual y trabajo manual..., p. 122.

24 Ibíd, p. 126.

25 Karl Marx, El Capital.., p. 58.

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26 Ibíd, p. 58.

27 Slavoj Zizek, ¿Cómo inventó Marx el síntoma?..., p. 338.

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