BIOLÓGICA (Extracto tomado del Libo “Memoria de mis maestros” de Manur)
El ario viene de Dios. Ario, en lengua ancestral, significa: “Renacido en la dureza
del espíritu“. Sólo a través de la dureza de espíritu reconquista el ario su condición de ser divino. Pues la dureza del espíritu es la pureza de la sangre; y una y otra son la rectitud del carácter. De Dios los Arios heredaron el espíritu; de los Karna, la Carne. El espíritu de los arios yace en la sangre, por eso su sangre es azul. Los Karna no tienen espíritu y por eso su sangre no es azul. Esa es la gran diferencia entre uno y otro. No tienen espíritu los Karna porque no tienen una sangre adecuada para la recepción del alma que no es de este mundo. O mejor dicho, la falta de espíritu en los karna hace que su sangre no sea adecuada. El etion viene de Dios. El etion es el espíritu. Quienes poseen etion lo poseen porque son hijos de Dios, porque son el pueblo de Dios. El etion circula por la sangre, más específicamente por las arterias. Así lo enseñaron los maestros del pasado. Su centro es la pineal. El etion es la parte de los arios que más se asemeja al alma, y, por eso, el etion pone en contacto al alma con este mundo. Más la calidad del etion dependerá de la calidad de la sangre, ya que en la sangre halla el etion su residencia. Los antiguos enseñaban que el alma imprime en la sangre del padre de un individuo su sello. Pero no era éste un padre individual, sino un ancestro. Si la sangre del ancestro es una buena sangre, una sangre azul, y por tanto, por las arterias del individuo se desplaza el etion, el alma de ese individuo se acoplará de manera perfecta con su carne. Pero si su sangre no tiene un buen ancestro, y, por tanto, el etion se halla atrofiado en las arterias de este individuo, el acoplamiento con el alma acontecerá, pero ya será de manera impropia e imperfecta. En otras palabras: todo reside en la sangre. Pondré fuera de mi enseñanza, en lo que sigue, al hijo del Karna. Entiéndase que él no tiene espíritu, mucho menos alma. No compete, por tanto, a él, las enseñanzas que estoy presta a dar. Únicamente a los arios podría importar lo que voy a exponer seguidamente. Debe entenderse, de entrada, que hay una raza del espíritu y una raza biológica. Esta es nuestra doctrina de las razas. La raza del espíritu depende de la raza biológica, pero no es únicamente una raza biológica. Si la raza biológica es divina, si el ancestro es un buen ancestro, si la sangre que se hereda es sangre de los dioses, entonces la raza del espíritu podrá realizarse de manera perfecta en esta raza biológica. Pero si la raza biológica no es la adecuada, sea porque se halla muy contaminada, sea porque se haya corrompida, entonces la raza del espíritu se realizará de manera imperfecta, e incluso puede suceder que no se realice. Sobre la raza biológica cabe destacar que las hay de cuatro tipos. El primer y segundo tipo lo son de Dios, el tercero del Karna, el cuarto del estiércol del Karna. El cuarto no es propiamente tal una raza, por lo que le consideraremos una antiraza. El tercer tipo, la raza del hijo del Karna, aunque raza, no posee espíritu, por lo que no compete en él que se acople ninguna raza espiritual. Únicamente las dos primeras razas pueden acoplar a la raza del espíritu, pues únicamente las dos primeras razas, por ser razas que vienen de Dios, poseen etion. Pero mientras la raza del primer tipo es un fiel reflejo de la raza de los arios, la raza del segundo tipo no. No quiere decir esto que la raza del segundo tipo no sea una raza aria igualmente, pues la calidad de ario no la da el biologicismo, sino la raza del espíritu. Únicamente significa que la raza del segundo tipo no será un fiel reflejo del ario antiguo y que acoplará mal o muy mal al alma que semeja el etion. La primera consecuencia de esto es la fealdad física; pero más importante que la fealdad física es la segunda consecuencia, la fealdad del alma. Este punto, quizá, haya que explicarlo mejor. Por fealdad física no se entiende únicamente un individuo de aspecto disarmónico, sea esto en el rostro o en el cuerpo. La fealdad física es también propensión a la enfermedad física, a la corrupción del cuerpo, a la adquisición de males curables o incurables; en una palabra, a padecer de fallas en los órganos o a no desarrollar con ellos toda su potencialidad. Un riñón o un pulmón que no cumple sus funciones, o un corazón anómalo que ocasiona problemas a la salud, todo ello puede ser comprendido como parte del concepto de fealdad física. Sin acabar, por cierto, en estas pocas consideraciones. Peor aun que la fealdad física es la fealdad del alma. Esta es la segunda consecuencia que se deriva del cruce de sangre, la mixtura de razas. La fealdad del alma se expresa mayormente en el desorden mental, en la falta de control de sí mismo. Pero también en dolencias como la pereza, la vaguedad, la falta de determinación y carácter, la debilidad por los placeres mundanos, la desidia, la ausencia de voluntad, la rebeldía, la insolencia, la cobardía, la incapacidad para seguir instrucciones o acatar órdenes, lo mismo que para ejercer el liderazgo, etc. El alma fea todo lo afea. El alma fea gusta del desorden y del caos, se siente cómoda en esa ciénaga. Un ejemplo claro del alma fea son los productos del arte en el presente, tanto en la música, como en la escultura, la pintura o la arquitectura. Nuestras ciudades, por ejemplo, son feas, porque han sido proyectadas por un alma fea, así también sucede con nuestro arte Y con nuestra literatura. No creo necesario ahondar mayormente este punto, pues entiendo que con lo que he escrito se comprende a cabalidad lo que significo con estas dos consecuencias. El segundo tipo biológico, la segunda raza, es una raza aria corrompida. Todos los arios del presente participamos del segundo tipo biológico, todos los arios de la actualidad formamos parte de la segunda raza por mi descrita acá. La raza del primer tipo, de la que ya escribiremos más adelante, es un ideal a alcanzar, un ideal que, con todo, quiso materializar en este plano el Reich que acaba de ser derrotado por las fuerzas de la oscuridad. Ese Reich renacerá, porque así estaba escrito, incluso antes que el Reich adviniera al mundo, cuando Ehur–Arhag desposó a Alemania y reprodujo acá las Bodas de allá –Bodas en Khanaarg88. Por lo que compete a la raza del segundo tipo, al ario corrompido, cabe hacer en él una distinción: Dentro del segundo tipo biológico se precisa hacer una subdivisión entre los arios del segundo tipo que están más cerca del primer tipo biológico, y los que están más lejos de este tipo –lo que no los acerca, por cierto, al tercer tipo biológico. Entre los primeros, por cierto, nos hallamos nosotros, los alemanes, y junto con nosotros todos quienes responden al tipo normando; entre los segundos podemos contar a quienes responden al tipo mediterráneo. Hallarse más cerca del primer tipo biológico significa tener una mejor sangre, esto es, una sangre mejor adecuada para el acoplamiento del alma, y ser, por tanto, un mejor representante de la raza aria, que es, en último término, una raza de las estrellas. Hallarse más lejos del primer tipo biológico significa tener una sangre no tan adecuada, y en algunos casos, incluso, inadecuada, para recepcionar el alma que viene del otro plano de la realidad. Ello hace que los arios no normandos minimicen en ellos el poder de su raza astral (de su alma) pues su etion se hallará atrofiado por la contaminación que suponen, en su raza biológica, todas las otras razas biológicas que pesan en él. No quiere decir esto que no logre, o que no pueda lograr nunca, activar el etion de su espíritu para sintonizar mejor su raza astral, sino únicamente, que los rasgos de su raza astral no podrán expresarse, la mayor parte del tiempo, con la misma fuerza, belleza y genialidad, que en el ario de tipo normando o alemán. Pero esto es lo esencial: la raza verdadera, en realidad, es siempre una raza astral. Y la importancia de la pureza de la sangre reside en la calidad del acoplamiento de esta raza astral en la raza biológica del sujeto individualmente considerado.