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no meramente sociales y sus correlatos mentales, sino trunbién ne aquí validez y realidad es la cultura.

La verdadera naturaleza
siempre un saber de los f-tmdamentos y leyes f-tmdamentales del originaria y la sustancia del individuo es el espúitu del extrafí.a­
mundo natural y espiritual. Este saber puede ser una religión, una miento del ser natural. Esta enajenación es, por consiguiente, tan­
filosofía o un sistema de las ciencias. Puede relacionru-se de ma­ to fin como ser allí del individuo; y es, al mismo tiempo, el medio
nera explicativa, clitica, condenat01ia, afirmativa, etc., con el mtm­ o el tránsito ta11to de la sustancia pensada a la realidad, como a la
do social «real». Entre diferentes fon.nas de estos sistemas cogiú­ inversa, de1a_individualidad detenninada a la esencialidad» (290).
tivos pueden apru·ecer de nuevo oposiciones y relaciones cliticas, Esta cultura pertenece a la naturaleza del hombre, que, origina­
con10 sucede en la época mode1na en la oposición que se prof-tm­ rirunente, es tanto un ser de la naturaleza como de la cultura.
diza en sí entre la religión y la ciencia. Estas oposiciones se refle­ Ya esto es un gfro inequívoco contra Rousseau y contra la
jan a su vez en las mentalidades y en la conciencia individual. tradición cúúca de la oposición naturaleza-cultura.73 El hombre
Pueden escindir a ésta hasta la «esquizofrenia» o llevarla a un tiene que cultivru·se, coordüiru· sus funciones corporales con su
conflicto -también a esto llama Hegel «extrru1runiento». voluntad pru·a poder vivir y sobrevivi1: Y, de esa manera, se integra
Esta es la «otra forma del extrru1amiento, que consiste ca­ h1conscientemente a los modelos sociales de comportamiento.
balmente en tener la conciencia en dos mundos distintos, abar­ Ahora bien, Hegel diferencia dos maneras fundrunentales en
cando ambos» (283). A la forma especial de la oposición, que las que el h1dividuo se forma y se cultiva, y en las que los modelos
consiste en tener su «identidad» en el mundo espiritual como en de comportamiento y las instituciones cobran vida en los indivi­
un mundo
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aún no «presente», es decir; a la «evasión del mundo duos: la riqueza y el poder del. Estado. También podiia decirse:
real», la llama Hegel «fe». Diferencia la fe de la religión como economía o sociedad de la ganancia y Estado. Después de la fruni­
«autoconciencia de la esencia absoluta tal y como es en y para lia tenemos ahora reunidos con la sociedad civil y el Estado las
sí» (íden1). Este es evidentemente el propio y verdadero concep­ partes constitutivas esenciales de la eticidad en la propia filosofía
to de Hegel de la religión como autoconocimiento en el hombre social de Hegel. Hegel subdivide la eticidad en su Filosofía del De­
del orden: real presente del mundo. Que este concepto pueda recho, desde 1817, en familia, sociedad civil y Estado.74 Pero la
mostrarse como telas inmanente de la lústoria de la religión, es «dqueza» comprende en la Fenomenología también la sociedad
algo que el capúulo de la religión debe mostra1: feudal preburguesa. La disolución de las diferencias entre la ga­
nancia privada y el «servicio público» del noble en la figura del
a. La culttu-a y su reino de la realidad vasallo real es, pru·a Hegel, una ele las razones del denumbamien­
to de Ancien Réginie en Europa, particulrun1.ente en Francia.
Que el concepto de la «cultura» sea central no para el mun­ Ambos, riqueza y poder del Estado son, en un doble sentido,
do antiguo -piénsese en el significado de la Paideia en la cultu­ «cultura»: «El poder del Estado es, lo mismo que la sustancia sim­
ra giiega (cf. Jaeger)- sino para la cultura cristiana, es algo que ple, la obra universal -la cosa absoluta núsma en que se enuncia
segtu-amente sorprende. La enajenación de los intereses nattu-a­ a los individuos su esencia y que en su singulruidad solo es, sün­
les y el sometimiento al Estado aparecía ya como un momento plemente, conciencia de su universalidad» (293)- es decir, en el
en la caracterización de Hegel del mundo ético de los griegos. Estado el individuo se realiza como un ser capaz de vivfr en comu­
Pero este momento queda subordinado a la «ari:nonía dichosa» nidad y de tm uso público de su razón. Pero se realiza precisrunen­
de los intereses privados y públicos. Falta también al mtmdo te por el hecho de que se somete a la voluntad universal, obedece
gdego el pensamiento de tma consumación y reconciliación fu­ las leyes y, de ser necesario, pospone su bienestru· pdvado. Por el
turas del mundo espiritual con el individuo.
Para Hegel, «cultura» designa, por tm lado, un doble proceso 73. Cf. Rousseau, Desigualdad; también Siep, Anthmpologie.
de «socialización» del individuo y de la realización de órdenes 74. Para el desarrollo de la sociedad civil en los esclitos de Jena, cf. H01ts­
esphituales, por otro. «Aquello media11.te lo cual el h1.dividuo tie- mann, Über die Rolle.

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contarlo, lo universal, como riqueza, es «el resultado en constante además de los procesos de la invisible hand, el fomento cons­
devenir del trabajo y de la acción de todos, del mismo modo que se ciente del bienestru.· común rn.ediante organizaciones de estamen­
disuelve de nuevo en el goce de todos. Es cierto que en el goce la tos profesionales y mediante las medidas a�ministrativas de P?­
individualidad devienepara sí o como individualidad singular, pero lítica económica y social. En el Estado, a la mversa, es necesano
este goce mismo es resultado de la acción universal, a la vez que velar tanto por la existencia material del individuo como por sus
hace surgir el trabajo universal y el goce de todos» (195). derechos y su realización ética en los deberes públicos.
Hegel sigue aquí la concepción de la «wealth of nations», tal Todo esto falta a la sociedad europea prerrevolucionaria, y
como fue acuñada por la llamada clásicamente economía na­ tampoco se hace expresamente visible en la Revolución. El de­
cional, de Adam S:ínith, y otros autores del siglo XVIII.75 Al mis­ sarrollo de la sociedad prerrevolucionaria no solo es, empero,
mo tiempo, Hegel aplica esta concepción a una interpretación una disolución de las instituciones, sino también de los criterios
de la sociedad premodema. Poder del Estado y riqueza tienen éticos de lo bueno y lo malo, de lo noble y lo vulgar. De hecho,
no solo una relación diferente con los individuos, sino también esta confusión aparecerá posteriormente en los casos de la mo­
una estructura categ01ial diferente: el poder del Estado es pri­ ral de la apariencia de la nobleza y la burguesía, que Rousseau y
meramente fin en sí, inmutable, subsistente en sí y válido. La Diderot criticaran. 76
riqueza tiene la estn1ctura del ser-para-otro, es real solo en el
movimiento de la producción y del cambio, tiene el significado b. La fe y la pura intelección
de medio para otros fines de los individuos y de la comunidad.
Pero como suele suceder en la Fenomenología, los intentos de La segunda parte de la «cultura» tiene que ver con los proce­
separación enn·e tales categorías resultan infructuosos, revelan sos correspondientes en la esfera de la «concepción del mundo>'..
una estructura del transformarse-uno-en-on·o y, conforme a ello, La primera forma del comportamiento individual con las expli­
se disuelven los lúnites de los respectivos órdenes sociales. Esto se caciones del mundo y los órdenes éticos (ambos son inseparables
muestra históricamente en la disolución de la sociedad ru.istocrá­ en el mito y la religión) es el reconocimiento inmediato del ord�n
tica medieval y de la modernidad temprana, en la que la esfera de sobrenatural revelado en la fe religiosa. La seg1mda, en cambio,
la producción estaba confinada en lo esencial al oik.os o a la rela� es la pretensión de conocer un tal orden mediante la propia inte­
ción personal del vasallaje de los productores serviles con sus pro­ _
lección o al menos verificarlo. Ambas formas de comportamiento
tectores nobles. La relación estatal era, en cambio, desinteresada, pueden referir el orden espiritual de manera diferente al mundo
en la que el «vasallo» encontraba la propia identidad, precisamente, real: o en una retirada del mundo a la esfera de lo verdadero y del
en el sacrificio para el rey (el país). servicio ascético en él --como en la época monacal medieval. O
Esta separación se disolvió en la medida en que los intereses en el intento de ajustar el mundo real al orden espiritual --como
privados se vincularon con el servicio del Estado, mediante la en la pretensión eclesial de dirigir los asuntos mundanos.
compra de títulos nobiliarios, los beneficios personales asocia­ También aquí muestra Hegel de nuevo procesos recíprocos de
dos a ello, el nacimiento de los territorios estatales, el aumento contagio y entrelazamiento: la fe desarrolla una teología propia,
de los impuestos a la propiedad privada de la corona, etc. Estos una justificación intelectual, que se dirige a la razón y la intelec­
desarrollos no son nada contingentes, sino que muestran la se­ ción. Mediante ello da espacio en sí a una exigencia de justificación,
paración insostenible,: abstracta, de los dos órdenes éticos. Se­ que en la Reforma, como rechazo de la autoridad y como aspira­
gún la Filosofía del Derecho de Hegel ambas «formas de integra­ ción a un examen y un conocimiento auténticos de la verdad y de
ción» deben contener cada una en sí a la otra y asumir sus ta­ la salvación, se vuelve contra la fe ingenua, la «pura conciencia
reas. En la sociedad civil tiene que institucionalizarse también,
7 6. Para la confrontación de Hegel con Diderot, especialmente en relación
75. Cf. Smith, La riqueza ele las naciones. con la novela traducida por Goethe, El sobrino de Rameau, véase Price.

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quieta del espúitu» (316). La intelección, por su parte, experimen­ neoescepticismo, que produce una certeza singular respectiva
ta ella misma tma inversión de la certeza prin1errunente intuitiva, solo en la demostración de la utilidad de todas las cosas e insti­
subjetiva, de la verdad y la salvación, que se separa del mundo y tuciones Así se contraponen de nuevo, en forma no mediada,
deja subsistir los órdenes éticos (los «dos reinos» de Lutero). Se certeza individual y substancia espiritual.
convierte así en la exigencia de que toda conciencia encuentre en
todo contenido su autoconciencia. «Esta ptffa intelección es, por a. La lucha de la Ilustración contra la superstición
tanto, el espúitu que glita a todas las conciencias: sed para vosotras
mismas lo que todas sois en vosotras mismas: racionales» (317). En la lucha de la Ilustración conn-a la superstición se mues­
u-a que el «rival», la fe, no es esencialmente diferente de la verdad
II. La Ilustración de la ilustración. Este rival tiene diferentes figuras: es, por un
lado, la conciencia de las masas engañada por el sacerdocio y los
De esta manera se llega al mundo y al espíritu de la ilustra­ déspotas apoyados en éste; es, por otro, esta misma engañadora
ción, en la que, de acuerdo con Hegel, se desan-olla, pero tam­ «conciencia del sacerdocio». La primera debe ser de una esencia
bién se supera, la oposición entre la fe y la intelección o la reli­ semejante a la conciencia del ilustrado, pues, de otro modo, no
gión y la ciencia. podría llegar a la verdadera intelección mediante el mero ablir
Este desarrollo tiene dos partes, la primera es la lucha de la de los ojos. La conciencia de las masas es sana «en sí», es capaz
Ilustración contra la superstición,77 es decir, con la fe vista precisa­ de la pura intelección y tampoco se contrapone a ésta si se la
mente desde su perspectiva contrruia. En esta lucha se muestra libera del dominio y el engaño de los sacerdotes y déspotas.
que la ilustración no se puede diferenciar de su adversario. El re­ La Ilustración es igual a la conciencia del sacerdote o de los
sultado es, primerrunente, que la fe se convierte en simple anhelo teólogos en la medida en que ella misma malinterpreta la fe en
o en religión del sentimiento. Por esta vía deviene ella igual a la la fonna cosificada que cdtica en la «superstición». La Ilustra­
Ilustración. Pues ésta desenmascara todas las certezas inmediatas ción no reconoce que las representaciones de la fe son una fo1'­
y reduce en el deísmo todas las cosas a productos de una esencia ma imperfecta de la verdad, que el absoluto es un pensamiento
suprema inconcebible, que no interviene en el curso del mundo. que se finitiza, se concreta a sí mismo. Ella no entiende lo que la
Pero tras este «triunfo» de la Ilustración, ella se desintegra conciencia religiosa ( «desventurada) ha expedmentado ya, se­
en sí en contrapuestos. En el segundo apartado describe Hegel gún la Fen.0111.enología. Ella torna los símbolos por cosas objeti­
las diferentes facciones de la IlustJ.-ación, sobre todo la oposición vas y al Dios entendido como espíritu [lo torna] corno una «cosa
entre materialismo y deísmo, lo mismo .que el pensamiento de la efímera». «Comente contra la fe la injusticia de aprehender su
utilidad como síntesis suya. Con ello, sin embargo, se echa a objeto de tal modo que es el suyo. Por eso dice de la fe que su
perder la pretensión de la Ilustración, el ser un sistema fundado esencia absoluta es un trozo de piedra o un pedazo de madera
en la razón pura (intelección): ella se convierte en una especie de que tiene ojos y no ve, o también una masa de pan que, habiendo
brotado de la tierra y habiendo sido elaborado por el hombre, es
77. Para la crítica de la Ilustración a la religión, es probable que Hegel haya
restituido a aquélla» (326).
tenido a la vista preferentemente los escritos teóricos de d'Holbach (Das Ella malinterpreta el sentido de la fe de contemplar todo lo
entschleierte Christentum y System der Natur; cf., para ello la obs. de la edición finito sub specie aeternitatis y de unificarse a sí misma con lo
PhG (1988), 604). Versiones ampliamente extendidas de la crítica a los sacet'­ infinito. Ella separa y cosifica el absoluto mismo y la conciencia
dotes se encuentran en las novelas de Voltaire y Diderot (cf. por ejemplo, de finita, lo inmutable y las cosas mutables, etc. La propia, «ver­
Voltaire, Cartas de Amabed y Cándido o el optimismo; cf. de Diclerot, La religio­
sa y El sobrino de Ranzeau). En la literatura alemana podría pensarse en Wie­ dadera», teoría de la Ilustración es, ciertamente, una especie de
land (por ejemplo en su novela Die Abderiten). Para la recepción de la Ilustra­ «idealización», en tanto reconduce las cosas a leyes y el mw1do a
ción francesa en este capítulo, cf. Hyppolite, Genese, 413 ss. un creador divino que no es susceptible de mayor determina-

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ción. Pero ella misma no es consciente de esta «verdad». Ésta pero en el fondo son también indiferenciables. Pues el Dios deís­
misma se toma en algo «cosificado» en las diferentes versiones ta separado del mundo es, frente a la conciencia, algo «que es
de la Ilustración y se escinde en oposiciones fijas. externo y, por tanto, como lo mismo que es llamado pura mate­
El resultado de la lucha en la que la Ilustración, por un lado, ria» (340). Pero, con su concepto de materia, el materialismo
malinterpreta a su adversario y, por otro, pierde la diferencia con abstrae de todas las propiedades sensibles y de esta manera con­
él, es resumida por Hegel en principio del lado de la fe (final del vierte la materia en «lo simple carente de predicados, la esencia
apartado a). La fe, que se abre a los argumentos de la razón y a los de la conciencia pura». En cuanto tal, ella no se puede diferen­
criterios de la intelección individual, pierde con ello el contenido ciar del «pensamiento puro».
de sus representaciones, que no se sostienen ante la clitica cientí­ Pero la Ilustración es también actividad real, diferenciadora
fica. «La fe ha perdido, con ello, el contenido que llevaba su ele­ y productora de intelecciones particulares. Así resultan unifica­
mento y cae en un sordo tejer del espíritu en él mismo. Ha sido dos el pensamiento puro y la materialidad. Esta es la tercera
expulsada de su reino, o este reino ha sido saqueado, puesto que la versión de la Ilustración, el pensamiento de la utilidad, en el
conciencia despierta en sí ha arrebatado toda diferencia y toda que, para Hegel, «la pura intelección consuma su realización»
expansión dentro de aquél, reivindicando todas sus partes y resti­ (341).79 Lo útil es «un en sí subsistente o una cosa», pero, al mis­
tuyéndolas a la tierra como propiedad suya[... ] Por cuanto que la mo tiempo, «n1omento puro» o «absolutrunente para un otro».
fe carece de contenido y no puede permanecer en este vacío o por En el principio de utilidad como pensamiento de la explicación
cuanto que, más allá de lo finito, que es el contenido único, en­ del mundo (teleología subjetiva) y de la configuración del mun­
cuentra solamente el vacío, la fe es un puro anhelo... De hecho la fe do (establecimiento del mundo como útil para el individuo y la
ha devenido aquí lo mismo que la Ilustración, a saber, la concien­ sociedad), se realiza para Hegel incluso la unidad de ambos.
cia de la relación entre lo finito que es en sí y lo absoluto carente de mundos: del mundo como pensamiento puro y de la realidad
predicados, desconocido e incognoscible; solo que la segunda es la como dada al individuo y sabida: «Lo útil es el objeto en tanto
Ilustración satisfecha y la primera, la fe, la Ilustración insatisfecha» que lo penetra la autoconciencia y en cuanto encuentra en él la
(337). En otras palabras: la religión del sentimiento depurada de ce11eza singular de sí mismo, su disfrute (se ser para sí); la auto­
la teología supersticiosa y el deísmo abstracto de la Ilustración ya conciencia lo ve a fondo de este modo, y esta intelección contie­
no se diferencian. Solo que la Ilustración se encuentra así «satisfe­ ne la verdadera esencia del objeto (la de ser algo penetrable o un
cha» en sus intenciones. Pero este «triunfo» sobre la fe se revela ser para otro) [... ] la autoconciencia tiene también de un modo
como mera apariencia, como lo muestra el siguiente apruiado. inmediato la certeza universal de sí misma, su pura conciencia,
en este comportamiento, en el que, por tanto, se conjugan tanto
b. La verdad de la Ilustración la verdad como la presencia y la realidad. Ambos mundos son
reconciliados y el cielo ha descendido sobre la tierra y se ha tras­
Hegel discute la versión deísta y materialista de la Ilustra­ plantado a ella» (342-343).
ción como una especie de desmoronamiento del partido victo­ En la última pruie del espíritu extrañado se mostrará que
rioso en fracciones: «Una Ilustración llama esencia absoluta a esta unidad solo se puede realizar mediante el proceso de nega­
aquel absoluto carente de predicados que es más allá de la con­ ción de la individualidad o su reducción a lo socialmente útil.
ciencia -real, en el pensamiento de que se pruiía -la otra lo lla­ Este es el objeto del apartado «La libertad absoluta y el terror»,
ma materia» (339).78 Ambas partes se contradicen µmtuamente, en el que Hegel se confronta con la Revolución francesa.

78. Es obvio pensar, en el caso del «partido» materialista, en Helvétius y 79. También aquí podría estar Helvétius en primer plano (cf. PhG (1988),
d'Holbach, también quizá en Diderot. Para el deísmo proponen los editores de 607 s.). Sin embargo, la idea de la utilidad estaba muy extendida también en la
PhG (1988) a Robinet (Von der Natur), también podlia pensarse en Voltaire. Ilustración popular alemana (cf. por ejemplo Campe, Robinson der Jiingere).

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III. La libertad absoluta y el terror y de la histoda es de la opinión de que la conciencia de la libertad
de los pueblos es irresistible (cf. Enciclopedia (1830), § 482). En
En la teoría general de la utilidad, la Ilustración había hecho ello se muestra para él, que la substancia de la histoda es esphi­
completamente transparente el mundo y lo había refeddo al hom­ tual y que lo esphitual se realiza necesadamente, no es una mera
bre, el ser racional consciente de sí. Pero la utilidad es todavía idea (en el sentido coniente del ténnino) o tma exigencia.
«predicado del objeto, no es sujeto ella misma; es dech� no es Las revoluciones modernas en Inglaterra (1688), Estados
todavía su realidad imnediata y única» (343). A una concepción Unidos (1776) y Francia (1798) muestran para Hegel esta reali­
tal se llega solo en la teoría del derecho y del Estado de Rous­ zación de los detechos del individuo como una fuerza in-esisti­
seau y de la Revolución francesa, las cuales surgieron de la Ilus­ ble de la histolia. Ellas realizan los derechos individuales de de­
tración. Solo ahora la realidad es comprendida como el obrar de fensa y, ele manera creciente, también los de cooperación en una
la voluntad general. Pero la voluntad general no es otra cosa que forma cada vez más radical. La Revolución francesa, en tanto
el obrar conjtmto de las voluntades singulares. El individuo es que «Ilustración practicada» exige el obrar inmediato de la vo­
«consciente de su pura personalidad y en ello de toda realidad luntad individual, no solo su derecho a «intelección». Para esta
espiritual, y toda realidad es solamente espiritual; el mundo es, realidad, ella destmye -al modo como la Ilustración disolvía el
para la conciencia, simplemente su voluntad, y ésta es voltmtad orden del mundo en la pura utilidad y la abstracción del étre
universal. Y no es, ciertamente, el pensamiento vacío de la vo­ suprénie (345)- la configuración de la sociedad, la división del
luntad que se pone en el asentimiento tácito o por representa­ pode1� el orden de los estamentos ( «masas del trabajo») y, final-
ción, sino la voluntad realmente universal, la voluntad de todos 1nente, también, familia, sociedad y Estado como las «esencias
los ilidividuos como tales» (344). reales» del «mundo real de la cultura» (346).
Hegel se ocupa abiertamente de la teoría de Rousseau de la Pero, carente así ele articulación y de configuración, la vo­
Constitución dh-ecta mediante todos los ciudadanos, sin esperar luntad general no puede llegar a ser la «obra», 1ú la singular
por süpuesto que Rousseau conceda solo a los ciudadanos plenos reencontrarse en ella. Lo mismo vale para la acción: la voluntad
estoiderechos (hasta cinco clases de ciudadanos), 80 y que estos general solo puede obrar mediante los hechos de los singulares
consistan solamente en la votación de proyectos de ley del gobiei"'­ que la «ejecutan». Pero, por esta vía, la acción se ton1a de nuevo
no.81 Contra todas las teorías de un hipotético contrato (también exclusiva, «reshinge» la participación de los otros y no expresa·
en Kant), no se trata de la «representación de la obediencia a la voluntad general (cf. 346).
leyes dadas por sí mismas», sino de la «realidad de dar ella misma La wúficación imnediata de la volw1tad general y la voluntad
la ley», pues donde el sí mismo es solamente «representado, no es h1dividual es imposible, como ya lo era la síntesis individual de la
real» (346). La conciencia de dar como si11gular inmediatamente ley del corazón. La voltmtad general tiene que ser libre de los h1te­
las leyes del mundo social, es una conciencia ilimitada de la libe1"'­ reses particulares y las opiniones individuales y, sin embargo, ser
tad. Tal libertad absoluta es in-esistible, ella «asciende la trono del la expresión inmediata ele la voluntad individual. Si estos no están
mundo sin que ni11gún pode1� cualquiera que él sea, pueda opo­ hnpregnados por el hábito y las formas de pensar y comportarse
nerle resistencia» (344). Hegel no solo alude al tdtmfo de la Revo­ de la los gmpos e instituciones, y no se hallan wúdos con el bienes­
lución y de Napoleón. También en su propia filosofía del derecho tar común, entonces se dará una lucha ele intereses o un domhúo
de la voltmtad general sobre las si11gulares. En la Revolución fran­
80. Cf. su observación en el libro I, cap. 6. del Contrato social, en relación a cesa se hnpuso la últhna tendencia. La voltmtad general se separó,
sus conceptos de «citoyen» y «bourgeois». sobre todo en la fase jacobina, en «ext1"emos absu-actos», a sáber,
81. CL Contrato Social. Libro VI, cap. 2. Como lo muestra la «dedicatoria» en la «shnple :liia universalidad hillexible y en la discreta y dura
del «Segundo Discurso» y las «Cartas desde la montaña», la concepción de
Rousseau de la democracia directa sigue su propia interpretación de la Cons­ ligidez absoluta y en la meticulosa puntualidad de la autoconcien­
titución de Ginebra. cia real» (347) Tras la «cancelación de la orgaiúzación real» es el sí

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mismo singular el «único objeto» que se mantiene aún frente a la Hegel concibe a Napoleón como el restaurador de una tal so­
voluntad general, alejada hace tiempo de la voluntad real. ciedad ruiiculada, en la que los estamentos profesionales se inte­
Hegel, ciertamente, interpreta de manera bastante especula­ gran en un sistema jrnidico orgánico. Napoleón es tanto el ejecu­
tiva el surgimiento del totalitarismo jacobino y, finalmente, del tor del orden jurídico abstracto del Cacle Napoleón, como el fun­
terror de las ejecuciones, pero, no obstante, lo hace con mucha dador de una constituciones «orgánicas», estamentarias y
penetración en las estmcturas del dominio totalitario, como las divisorias del pode1� como sucedió precisamente en 1806 en los
que se han repetido en los totalitarismos del siglo XX, sean de Estados italianos del norte.82 Las batallas y triunfos napoleónicos,
índole fascista, comunista o militarista. La desarticulacíón de que pe1iurbaron a Hegel cuando culminaba la Fenomenología,83
las organizaciones sociales, la opresión de los partidos, las sos­ no eran contingentes, sino . asimismo desarrollos necesruios del
pechas sobre los disidentes, etc., todo ello es desarrollado de ma­ espíritu libre. Tras la caída de Napoleón, que Hegel interpreta filo­
nera clarividente. Un ejemplo: «El caer sospechoso ocupa aqtú, sóficamente en sus escritos posteriores, cae también su orden ju­
por tanto, el lugar o tiene el significado y el resultado de ser cul­ rídico y político bajo el concepto de lo abstracto, por cuanto que
pable y la reacción exterior contra esta realidad, que reside en el él no pudo reconciliar las culturas y religiones concretas de los
simple interior de la intención, consiste en la seca cancelación pueblos sometidos con la constitución jrnidica racional, lo cual se
de este sí mismo que es, al cual, por lo demás, no se le puede hace perceptible para Hegel desde la guerra en España (1808).
suprimir más que su ser mismo» (348). Hegel, sin embargo, no Sin embargo, con su resumen del desarrollo político y jtffídi­
expone estos sucesos en forma histórica o de manera científico­ co de la libertad del espíritu en la Fenomenología, Hegel es cui­
política, sino que los reconduce a su trasfondo categorial. dadoso y breve. Y no publicó sus reflexiones contemporáneas de
El propio giro napoleónico de la Revolución francesa debe la Filosofía Real de 1805/06 (cf. JSE ID) sobre la constitución
entenderse «categorialmente». La negación de lo universal abs­ racional de la monarqwa constitucional. El desarrollo del espí­
tracto se dirige contra la autoconciencia libre, que es el princi­ ritu en la Fenomenología continúa en el ten:eno de la moralidad.
pio de ella. Éste es igualdad consigo mismo, pensamiento y vo­ Hegel ve el desarrollo de la filosofía y la literatura alemanas de
ltmtad puros. Pero, en Hegel, una negación que se refiere a sí su época como el desarrollo continuo de la integración de la
misma es, siempre, el principio de una autodiferenciación. En la libertad individual y universal.
voluntad general ella conduce a una nueva «organización de las ¿Cómo se muestra el tránsito? Hegel enlaza de nuevo con la
masas espirituales» (348). Esta organización y disciplina es, una experiencia del terror: «Para la conciencia, la unidad inmediata
vez más, la obra del temor a la muerte, pero un temor colectivo. de sí con la voluntad universal, su exigencia de saberse como
Los individuos «que sienten el pavor de su señor absoluto, de la este punto determinado en la voluntad universal, se convie1ie en
muerte, se resignan de nuevo a la negación y a las diferencias, se la experiencia sencillamente contrapuesta. Lo que para ella des­
distribuyei::i entre las masas y retoman a una obra dividida y li­ aparece aqw es el ser abstracto o la inmediatez del punto cru·en­
mitada, que retoma con ello a su realidad sustancial» (348). Que te de sustanda, y esta inmediatez desaparecida es la voluntad
los individuos solo pueden participar a través de un obrar «res­ universal misma como la que ahora se sabe... , en tanto que es
tringido» en un orden político duradero y justo, es una clara puro saber o pura voluntad». (350). El individuo se sabe a sí
alusión a la teoría del Estado del estado platónico (República), mismo, pero no inmediatamente, sino a través de la subordina­
en la que la justicia se entiende como un hacer lo suyo en la ción de sus opiniones y deseos privados, como uno con la volun­
pertenencia a estamentos particulares. Pero Hegel expone otra tad universal: «la volúntad universal es su puro saber y querer, y la
concepción de los estamentos y, sobre todo, una elee<;::ión Hbre conciencia es voluntad universal como este puro saber y querer»
del estamento profesional, para el cual el singular se puede cua­
lificar. Semejante concreción «neoplatónica» supera y completa 82. Cf. Rosenzweig, Staat, Vol. I, 1 93 ss.
las teorías abstractas de la voluntad de la Ilustración. 83. Cf. la carta a Schelling del 1 de mayo de 1 807, Briefe I, 1 6 1 s.

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(350). Este puro saber y querer del individuo es el querer moral. espíritu partía de que la moralidad representa la verdadera rea­
La «libertad absoluta» pasa «de la realidad que se destruye a sí lidad y de que las demás «realidades» aparentes deben recondu­
misma a otra región del espílitu autoconsciente... Ha nacido la cirse a aquella.
nueva figura del espúitu moral» (350). La nueva región es una nue­ Esto se pone de manifiesto de manera diferente en Kant,
va dimensión, pero una dimensión que se desarrolla en una re­ Fichte y los románticos. En Kant, sobre todo en la doctdna del
gión geográfica distinta, en la filosofía y el arte alemanes. bien sup1:emo, según la cual una conciencia moral consistente
en sí tiene qtie partir de que en el fondo n9 existe contradicción
entre el orden de la natw·aleza y el orden moral, sino una con­
C. lEl espíritu cierto de sí mismo. La moralidad cordancia. Los justos no pueden sufi.ir definitivamente y para
siempre. Pero, dado que el hombre no puede demostrar esta con­
En las dos pdmeras partes del capítulo sobre la moralidad cordai1cia teóricamente ni producirla prácticamente, tiene que
Hegel se confronta sobre todo con la doctrina de los postulados suponer un ser moral y al mismo tiempo todopoderoso y entera­
de Kant y su siguiente desaiTollo en Fichte, en la última paii:e mente bondadoso, que gai·antice la c01Tespondencia de morali­
con la temia de la conciencia moral y de la «genialidad» moral dad (virtud) y felicidad. Tiene que supone1� además, que el alma
en Fichte, Jacobi, Novalis y otros románticos. En este contexto se puede perfeccionar en su aspiración a la dignidad de ser feliz
se trata de la relación de moralidad y realidad-realidad de la na­ en una forma que va más allá de la existencia temporal. Este es
turaleza, de la sensibilidad y del obrar singular individual. En el el postulado moral de la inmortalidad del alma.
capítulo sobre la conciencia moral se agrega a ello la relación de Esta doctrina de Dios como garante de la concordancia de
individualidad y universalidad-la universalidad de las reglas y moralidad (dignidad de la felicidad) y bienaventuranza -corno el
leyes morales, pero también de la conciencia moral universal en bien supremo pensable pai·a nosotros, pero que también ha de
una comunidad. exigirse moralmente- se encuentra en todas las tres cliticas de
Kant. En la tercera, la Cr{tica del Juicio, Kant añadió argumentos
a. La concepción. nwral del inundo adicionales a partir de la consideración de la naturaleza como un
todo conforme a fin de seres organizados ellos mismos confom1e
Por concepción moral del mw1do Hegel entiende, histórica­ a fin-w1a conformidad a fin que podernos concebir solo por cau­
mente, la filosofía y literatura alemanas postkantianas (sobre sa de un entendimiento planificador y al mismo tiempo creadoi:84
todo la romántica), sistemáticamente, la interpretación del mun­ En su temprai10 escrito sobre la recensión de Anesidemo -es
do social y natural a pai·tir de principios de la conciencia moral decir, en su rechazo de la crítica escéptica de Gottlob Emst Schulze
autónoma. La interpretación del mundo natw·al a partir de pdn­ a la filosofía trascendental (cf. Anesidernos)-, Fichte continuó el
cipios de la moralidad ha tenido lugai· para Hegel, ftmdamental­ desarrollo de la doctdna kai1tiana de los postulados, con el pro­
mente, en la doctdna de los postulados de Kant: la explicación pósito de poder suministrar una fundainentación tanto de la filo­
de las ce1i:ezas de la conciencia moral hace necesaiia una con­ sofía teódca como práctica a pai·tir de la idea de un yo autónomo.
cepción detenninada del orden natural y de su creador original. La conciencia hw11ai1a se explica a paii:ir de una aspiración a
Moralidad y bienaventuranza, el «en y para sí moral» y el natural asemejarse a un ser puramente racional y, al mismo tiempo, om­
tienen que coincidir . en el fondo -aun cuando no en nuestras nipotente, que produce el mundo en su pensainiento. Este ase­
expedencias «del más acá» (352). mejarse se busca en el camino de la autodeterminación racional
La diferencia entre la confrontación de Hegel con la morali­ y, al 1nismo tiempo, de la reflexión soBre la propia actividad. Pero
dad kantiana en el capítulo de la razón y la del capítulo del espí­ con esta reflexión se halla muda la distinción en activo y pasivo,
ritu reside en el hecho de que la razón partía de la posibilidad de
la realización de las leyes racionales morales, mientras que el 84. Cf. KU.

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racional y sensible: el yo se «abre» a influencias externas, y se 1. Debemos aspirar a la moralidad, no a la felicidad. Pero el
«encuentra», y al mismo tiempo, en representaciones y deseos bien supremo, el fin último de la aspiración en general, es una
particulares sensibles. Según Fichte, el alcanzar la autodetern1i­ concordancia de virtud, moralidad y dignidad de la felicidad por
nación moral pura -y sobre todo de la creación divina del no­ un lado y de felicidad, realización empírica, por otro. ¿Puede
yo-- superaría nuestra conciencia, que es posible solo mediante aspirarse a la dignidad de la felicidad, sin aspirar a la felicidad?
la distinción del yo del no-yo, de lo no-racional inhibidor. 2. La naturaleza no premia automáticamente al virtuoso. Sin
Fichte refuerza de esta manera el dilema que se encontraba embargo, se debe combatir tanto la sensibilidad contraria a la
ya en la doctrina kantiana de los postulados: la moralidad per­ moral, como esperar una felicidad definitiva. De verdad o defini:­
fecta es, por un lado, la meta de la aspiración y el fundamento de tivamente, la naturaleza debe concordar con la moralidad, es
explicación de la conciencia teórica, que solo puede aprehender decir, premiar al virtuoso. La verdadera naturaleza no puede ser
lo dado como inhibición de su espontaneidad y ésta solo como un estado futuro, pues Dios está fuera de todo tiempo. Pero si la
aspiración a la superación de la pasividad o la sensibilidad. Por naturaleza es «ya ahora» confonne a la moralidad, entonces no
otro lado, la moralidad completa no es en absoluto representa­ podemos modificarla con nuestro obrar, es dech� no podemos
ble en la conciencia receptiva y temporal, el alcanzarla disolve­ combatir la sensibilidad en nosotros y los efectos «irracionales»
ría la conciencia. Esta es, según Hegel, la contradicción en que de la naturaleza fuera de nosotros.85
se enreda la concepción moral del mundo. Su primera proposi­ 3. Debemos aspirar a la perfección moral. Pero alcanzarla
ción o tesis fundamental reza que hay una autoconciencia mo­ nos es imposible en vista de nuestra doble constitución sensible­
ral y que a ésta conduce toda experiencia de la realidad. Mas la racional. Según Kant, podemos ser influenciados constantemente
intelección de lo impensable de una moralidad perfecta condu­ por estímulos sensibles, ni siquiera podemos saber con seguri­
ce a la contra-proposición: «no hay ninguna autoconciencia real dad si alguna vez obramos moralmente en forma «pura». Pero
moralmente perfecta; y, como lo moral, en general, solo es, en debemos obrar en todo momento moralmente y, al mismo tiem­
tanto que es perfecto, pues el deber es el puro en sí sin mezcla po, nos debemos perfeccionar moralmente de manera infinita.
alguna», la antítesis dice «que no hay ninguna realidad moral» La moralidad definitiva, la que nos hace dignos de la felicidad,
(359). La conciencia moral puede salvarse de este conflicto solo es la libertad de toda sensibilidad. Pero no podemos entender
en la medida en que suponga la «unidad del deber y la realidad» realmente tal estado; según Fichte, el mismo sobrepasa funda­
como un «más allá» que, sin embargo, «debe ser real» (359). mentalmente incluso las posibilidades de un conciencia finita. 86
Pero, en el fondo, esto es una «falsa» conciencia o bien una posi­ Debemos, por tanto, aspirar a algo que no podemos alcanzar.
ción de la «deformación». 4. Como ya se dijo, la «realidad» de la moral pura debe, al
mismo tiempo, encontrarse en todo acto moral y en un más allá
inalcanzable. De manera análoga, la realidad de la concordancia
b. La deformación de moral y naturaleza debe ser, al mismo tiempo, un más allá de
nuestra existencia temporal y, sin embargo, subsistir siempre.
En esta apartado continúa Hegel su confrontación con la 5. Finalmente, la idea de un crecimiento moral es, para Hegel,
doctrina de los postulados de Kant y con su perfeccionamiento a inconsistente. Si «el fin moral es el deber puro» (364), la idea de la
través de Fichte. En lugar de seguir el texto en sus detalles, pue­ moralidad gradual o de la cantidad (el concepto «superficial» de
de ser clarificador resumir a manera de tesis las contradicciones la «magnitud») de moral es impensable (364). Pero si no podemos
que Hegel ve en la doctrina kantiana de los postulados de la in­
mortalidad del alma y el bien supremo de una concordancia
85. En El Destino del Hombre Fichte habla de la «última resistencia» de
de moralidad y bienaventuranza, garantizada por un ser omni­ una naturaleza aún no domesticada (267).
potente y bondadoso. 86. Cf. 364: «Superación... de la conciencia misma».

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