Febrero es un mes netamente belgraniano, en el que tres fechas resultan muy
significativas. El 18 de febrero de 1812, por solicitud de Manuel Belgrano, el Triunvirato resolvió que “sea la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de color blanco y azul celeste”. Pocos días después, el 27 de febrero, Belgrano enarboló por primera vez nuestra bandera, en Rosario. Y un año después, el 20 de febrero de 1813, el general derrotó al ejército realista en la Batalla de Salta. Aprovecho esta oportunidad para destacar la actividad que viene desarrollando en nuestra provincia la Comisión de Damas Belgranianas, Filial Catamarca, en la persona de su presidenta, la profesora Gladys Pandolfi Hausberger de Moreno. La Comisión, de la que me siento muy cercano, trabaja a favor del conocimiento y de la difusión de la vida y obra de Manuel Belgrano, con el objetivo claro de que ese conocimiento repercuta en beneficio de nuestra sociedad. Y en esa línea de pensamiento, aspiro a que esta contribución sirva para enriquecer el conocimiento que tenemos de la vida de nuestro general. Existe en la vida de Manuel Belgrano un tema que ha dado origen a cientos de páginas y que seguirá siendo motivo de estudios, análisis, conjeturas, dudas, etc. Me refiero a la descendencia de nuestro General. Este tema debe ser abordado con respeto, pues corresponde a la esfera íntima de la vida de un prócer, que nos interesa porque muchos de los comportamientos de Manuel Belgrano, significativos para nuestra patria, son mejor comprendidos cuando conocemos su vida privada, sus amores, sus dolores, sus frustraciones, sus esperanzas, sus odios. Al tema de los hijos naturales de Belgrano se han referido varios estudiosos, como Ventura Murga e Isaías García Enciso, entre otros. En esta oportunidad, quiero abordar un tema poco difundido en los estudios genealógicos sobre el creador de la Bandera: la vinculación de la sangre de los Belgrano con la sangre de antiguos linajes catamarqueños. Puntualmente, me explayaré en la 1 Magíster en Historia Regional Argentina. Licenciado en Historia. Profesor Adjunto en las cátedras “Historia de Catamarca” e “Historia del Noroeste Argentino” (Departamento Historia – Facultad de Humanidades – UNCa.). Investigador del Centro de Investigaciones Históricas del Noroeste Argentino (UNCa.). Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca. Presidente del Centro de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Catamarca. ascendencia catamarqueña de la hija de nuestro General, llamada Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano. Esta niña había nacido en Tucumán en 1819. Su madre, que se llamaba María de los Dolores Helguero, era nieta materna del maestre de campo Antonio Liendo, vinculado a la sociedad tucumana, y de Francisca Gertrudis Carrizo de Andrada, apellido que resulta conocido entre quienes indagamos en el pasado colonial catamarqueño. Esta señora, que al casar con Antonio Liendo recibió una dote de más de $3400, era hija del maestre de campo Juan Clemente Carrizo de Andrada, vecino del partido de Belén y descendiente directo de Nicolás Carrizo, natural de Salamanca (España) y gobernador del Tucumán en la segunda mitad del siglo XVI. Un tío de Juan Clemente, el capitán Laurencio Carrizo de Andrada, integró el primer cabildo conformado por Fernando de Mendoza Mate de Luna, en junio de 1683. La madre de Francisca Gertrudis se llamaba Margarita de Guzmán y pertenecía al linaje de los Guzmán Pacheco, que fue estudiado por los reconocidos genealogistas Prudencio Bustos Argañaráz y Elsa Andrada de Bosch. Gaspar de Guzmán Pacheco, abuelo de Margarita, también formó parte del cabildo de 1683, cuando se fundó la ciudad de San Fernando. Su descendencia perdura hoy en Catamarca. Por línea de los Guzmán, la hija de Belgrano descendía de una hermana de Juan Pérez de Zurita, que fundó la ciudad de Londres en 1558, y de un sobrino de Juan Núñez de Prado, fundador de la ciudad de Barco en 1550. De nuestras investigaciones surge que Juan Clemente Carrizo de Andrada, el tatarabuelo catamarqueño de Manuela Belgrano, enfermó gravemente a los seis años de haberse casado. Su esposa, Margarita de Guzmán, que residía en Londres, Belén, erigió la capilla de la localidad y en su testamento nombró Patrono de la misma a su yerno Antonio Liendo, bisabuelo materno de Manuela Belgrano. No olvidemos, en este relato, la mención a la localidad catamarqueña de Londres, pues tendrá que ver en la vida de la hija de Belgrano. El 1 de febrero de 1819, el general Belgrano partió rumbo al Litoral, obedeciendo órdenes del gobierno. Entre esa fecha y el 4 de mayo del mismo año, en que nació la hija de Belgrano, los padres de Dolores Helguero, para cubrir las apariencias, obligaron a su hija a contraer matrimonio con un catamarqueño llamado Manuel Rivas, que vivía en Londres, Belén. Siempre quise saber qué vínculo tenía Manuel Rivas con Dolores Helguero, pues me intrigaba conocer las razones por las que los padres de ella pensaron en él al momento de obligarla a contraer matrimonio. Hace unos años, mientras trabajaba en la organización de documentación en el Archivo del Obispado de Catamarca, llegó a mis manos la respuesta. Ubiqué expedientes matrimoniales de señoritas de apellido Rivas, oriundas de Londres, Belén, cuya madre se llamaba nada menos que Dolores Helguero. Eran, lógicamente, hermanas maternas de la hija del general Manuel Belgrano!!! Los expedientes matrimoniales que menciono me brindaron una información tan rica, que inmediatamente pude ubicar a este Manuel Rivas en la genealogía familiar. Era hijo de Juan José Rivas de Lara y de Juliana Teodora Liendo. Ya he mencionado el apellido Liendo. La madre de Manuel Rivas era hermana de la madre de Dolores Helguero, de lo que resulta claramente que los forzados esposos eran primos hermanos. Ese era el vínculo que los unía. Hasta el momento, hemos registrado el nacimiento de cinco hijas del matrimonio Rivas–Helguero, llamadas Raulda, Griselda, Susana, Felisa y Modesta. De estas cinco niñas, por lo menos tres contrajeron matrimonio con señores pertenecientes a la familia Rivas, es decir, con sus propios parientes. Estos casamientos al interior del grupo familiar constituyen una estrategia común de los estratos sociales altos, y no se los debe interpretar con el criterio, errado por cierto, de que estaban totalmente prohibidos. Pero tan apresurado casamiento no tenía fundamento sólido para llegar a buen puerto. Un día, repiten los estudiosos, Manuel Rivas abandonó a su esposa Dolores Helguero y a sus hijas, y se radicó en Bolivia. Sobre este punto, el Ing. Aldo Leguizamón Oviedo, sobrino bisnieto Manuel Rivas, me comentó que su pariente no abandonó a su esposa ni se radicó en Bolivia. Habría que profundizar la investigación de este tema, pues varios autores mencionan el alejamiento de Rivas de Londres. Hasta donde conocemos, Dolores Helguero y sus hijas permanecieron en la localidad de Londres, Belén. En cambio, Manuela Mónica Belgrano quedó residiendo en Tucumán y de allí se alejó más tarde para convivir con sus tíos y primos Belgrano, en Buenos Aires. Fundamenta Isaías García Enciso que la niña fue anotada y nombrada con el apellido Rivas, pues había nacido luego del casamiento de su madre con Manuel Rivas, como hemos explicado. Luego de un interesante juicio canónico para acreditar su filiación, la hija del General pudo llevar legalmente el apellido Belgrano. Al mismo tiempo, las hijas de Dolores Helguero y Manuel Rivas intentaron apropiarse de algunos bienes que su media hermana Manuela tenía en Tucumán como herencia de su padre. Mucho se ha escrito para explicar la razón por la que Belgrano no reconoció en su testamento a su hija Manuela Mónica. García Enciso, que tan bien estudió el tema de los hijos de Belgrano, ensaya una explicación. Afirma que "por ese entonces, los hijos naturales y adulterinos eran muy frecuentes, a tal punto que un tercio de los niños blancos bautizados revistaban en esa condición. Tanto en el caso de Manuela Mónica como en el de Pedro Rosas y Belgrano (el hijo mayor del General), el problema era aún más serio, pues una de las madres al menos era casada, transformándose en hijos adulterinos. Seguramente, salvaguardar a la madre y preservar el buen nombre de la hija, llevaron a Belgrano a adoptar este temperamento". Es interesante traer aquí las palabras que María Esther de Miguel pone en boca de Belgrano, en una conversación novelada y ficticia con su hermano Domingo, un mes antes de su muerte. Dice el prócer a su hermano: "¿Sabes?... A veces pienso que debería haberme casado con Dolores. Pero yo estaba tan enfermo, tan pobre, tan vencido... Cuando quise acordar, su familia se me adelantó con ese catamarqueño...". A través de estas breves referencias sobre la ascendencia materna de Manuela Mónica Belgrano, hemos observado cómo su origen y su sangre se hunden en algunas de las familias más arraigadas de Catamarca, como los Guzmán Pacheco y los Carrizo de Andrada. En su árbol genealógico encontramos fundadores de ciudades y cabildantes del tiempo colonial, considerados los “padres de la República”, según los documentos de la época. Se ha demostrado que esa antigua sangre catamarqueña de los “padres de la República” corría por las venas de uno de los vástagos de ese otro Padre de la Patria, el general Manuel Belgrano.
El Aprendizaje de Saberes Pedagógicos y La Conformación de Un Repertorio Didáctico Durante Las Prácticas de Enseñanza (Conflicto de Codificación Unicode)