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N° 6

Thomas Kuhn
LA ESTRUCTURA DE LAS REVOLUCIONES CIENTÍFICAS
F.C.E., Madrid. 1975
(Posdata 1969)

EPISTEMOLOGÍA SOCIAL DE LA CIENCIA. EL PARADIGMA CIENTÍFICO

T.S.KUHN, físico e historiador de la ciencia norteamericana, ha pasado a ser con su obra


«La estructura de las revoluciones científicas (editado por primera vez en 1962) uno de los
autores más discutidos por lógicos y epistemológicos de la ciencia. Su teoría ha sido
contrapuesta en diversos congresos internacionales a la concepción falsacionista de Popper.
Frente a una concepción acumulativa de la ciencia (p.e.. Popper), Kuhn sostiene que el
progreso histórico de la ciencia no se logra añadiendo ulteriores descubrimientos y teorías a
las de la época anterior, de tal manera que amplían o generalizan éstos. La ciencia avanza;
más bien, en zig-zag. Su evolución (semejante a la biología) presenta momentos de
discontinuidad, callejones sin salida o verdaderas revoluciones, en las que a la luz de un
nuevo descubrimiento o de 1a nueva teoría parece desplomarse el edificio de la ciencia hasta
entonces vigente (ciencia normal) y reedificarse desde sus cimientos en un nuevo estilo
(cambio de paradigma o matriz disciplinar y paso a la “ciencia extraordinaria”).
La aceptación de este nuevo estilo de hacer ciencia o nueva matriz disciplinar o
paradigma es un proceso complejo donde juegan un rol importante muchos factores psico-
sociales y no solamente la fuerza de los argumentos y los intentos fracasados de refutación
(racionalismo crítico). La ciencia no es, por tanto, tan racional y objetiva como se presentaba,
al menos, se destruye el mito de una estricta racionalidad lógico- empírica.
Obras en castellano: La estructura de las revoluciones científicas. I.C.E., Madrid.1975;
Segundos pensamientos sobre paradigma,. Tecnos, Madrid. 1978; La revolución
copernicana, Ariel. Barcelona, 1980; La teoría del cuerpo negro y la discontinuidad
cuántica, 1894-1912. Alianza, Madrid, 1980.

EL PARADIGMA CIENTÍFICO: El término «paradigma» ha sido sumamente


controvertido. Kuhn, en una postdata de 1969, recoge algunas de las críticas que le han sido
hechas. y esto le sirve para precisar más lo que entiende por paradigma. Al final. tratará de
justificar el concepto expresado, aunque el término no sea feliz y él mismo propondrá
sustituirlo por “ matriz disciplinar”.
Pero aparte de la discusión terminológica, lo importante es captar el giro que introduce
Kuhn en la lógica de la ciencia (excesivamente dicotomizada en “Contexto de
descubrimiento” y contexto de justificación marginando el primero) al atender a elementos
psico-sociales como la estructura de la comunidad científica.. Asistimos a un desplazamiento
desde la praxis científica, centrada en el esfuerzo por conocer a la dimensi6n sociol6gica de
esa praxis científica, y su influjo en la teorizaci6n científica, en cuanto realizada en la
comunidad científica internacional o de la especialidad correspondiente La perspectiva
abierta por Kuhn propicia no s6lo una concepci6n distinta a la popperiana de progreso
científico, racionalidad científica, etc. sino también la reflexi6n sobre la finalidad de las
ciencias, las responsabilidades de la praxis científica y abre el camino hacia lo que se ha
denominado una epistemología social de la ciencia.

EL PARADIGMA CIENTÍFICO1

1
T. S. KUHN, La estructura de las revoluciones científicas,. F.C.E., Madrid. 1975 (Posdata 1969) 268-278

1
Varias de las dificultades claves de mi texto original se reúnen en tomo al concepto de
paradigma y mi polémica se inicia con ellas. Al mismo tiempo, en la subdivisión que sigue,
sugiero la conveniencia de desmadejar ese concepto a partir de la noción de una comunidad
científica. indicar cómo esto puede ser posible, y discutir algunas de las consecuencias
significativas de la separación analítica resultante. En seguida considero lo que ocurre cuando
los paradigmas se descubren examinando la conducta de una comunidad científica
previamente determinada. Tal procedimiento revela rápidamente que en mucho del libro, el
término se usa en dos sentidos diferentes. Por una parte, pasa por la completa constelación de
creencias, valores, técnicas, y así sucesivamente, compartidos por los miembros de una
comunidad dada. Por la otra, denota una especie de elemento en tal constelación las
soluciones-enigmas concretas las que empleadas como modelos o ejemplos, puede reemplazar
a reglas explícitas como base para la solución de los enigmas restantes de la ciencia normal
(...)

Paradigmas y estructura comunitaria

El término «paradigma» se introduce al principio de las páginas precedentes y su


manera de ingresar es intrínsecamente circular. Un paradigma es lo que los miembros de una
comunidad científica comparten, y, recíprocamente, una comunidad científica consiste en
hombres que comparten un paradigma. No todas las circularidades son viciosas (al final de
esta posdata defenderé un argumento de estructura similar), pero esto es una fuente de
dificultades reales. Las comunidades científicas pueden y deben ser aisladas sin previo acceso
a los paradigmas; entonces éstos pueden ser descubiertos escudriñando la conducta de los
miembros de una comunidad dada. Si este libro se estuviera reelaborando, daría lugar a que se
iniciara una discusión sobre la estructura comunitaria de la ciencia, un tópico que
recientemente ha llegado a ser un tema significante en la investigación sociológica y al que
también los historiadores de la ciencia están empezando a tomar con seriedad. Los resultados
preliminares, todavía muchos de ellos sin publicar, sugieren que las técnicas empíricas
requeridas para su exploración no son triviales, que algunas se hallan al alcance de la mano y
otras con seguridad serán desarrolladas. Científicos más prácticos responden al instante a
problemas sobre sus afiliaciones comunitarias, presuponiendo que la responsabilidad por las
variadas especialidades corrientes está distribuida, al menos aproximadamente, entre grupos
de una membrecía determinada. En consecuencia, aquí asumiré que pueden ser encontrados
medios más sistemáticos para su identificación. En lugar de presentar los resultados de la
investigación preliminar, permítaseme articular someramente la noción intuitiva de
comunidad que aparece frecuentemente en los primeros capítulos de este libro. Ésta es una
noción ahora ampliamente compartida por científicos, sociólogos y cierto número de
historiadores de la ciencia.
Bajo esta perspectiva, una comunidad científica está formada por practicantes de una
especialidad científica. Han pasado por una iniciación profesional y una educación similar en
un grado que no tiene comparación con la de la mayor parte de otros campos. En este proceso,
han absorbido la misma literatura técnica y desentrañado muchas de sus mismas lecciones.
Por regla general, las fronteras de esta literatura-tipo marcan los límites de un tema científico
y, ordinariamente, cada comunidad posee un tema que le es propio. Existen escuelas en las
ciencias, las comunidades, es decir escuelas que aprovechan el mismo material científico
desde puntos de vista incompatibles, pero aquí es más difícil encontrarlos que en otros
campos; están siempre en competencia y ésta es, generalmente, de poca duración. Como
consecuencia, los miembros de una comunidad científica se ven así mismos y son vistos por
otros, como hombres singularmente responsables en la prosecución de un conjunto de
objetivos compartidos, incluyendo la preparación de sus sucesores. Dentro de tales grupos, la
comunicación es relativamente completa y los juicios profesionales, relativamente unánimes.
Debido a que la atención de diferentes comunidades científicas está por otra parte, enfocada
sobre temas diferentes, la comunicación profesional a través de líneas de grupos es, a veces,
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ardua y frecuentemente conduce a equivocaciones, que si continúan pueden acarrear
desacuerdos significativos e inimaginables con anterioridad.
Por supuesto, existen, en este sentido, comunidades a muchos niveles. La más global es la
comunidad de todos los científicos "naturales”. Con sólo un nivel ligeramente más bajo, los
principales grupos de profesionales científicos son comunidades: físicos, químicos,
astrónomos, zoólogos y semejantes. Para estas agrupaciones mayores, la comunidad entre los
miembros se establece fácilmente excepto en las zonas marginales. Sujetos de calificación
máxima, miembros de sociedades profesionales y lectores de publicaciones periódicas son,
ordinariamente más que suficientes. Con técnica similar se podrá también aislar subgrupos
mayores: físicos del estado sólido y de alta energía, químicos orgánicos, y acaso, entre ellos,
químicos en proteínas, radioastrónomos, etc. Es solamente en el siguiente nivel más bajo
donde surgen los problemas empíricos. ¿Cómo para tomar un ejemplo contemporáneo pudo
uno haber aislado el grupo analizado antes de su aclamación pública? Para este propósito se
debería haber valido de la asistencia a conferencias especiales, a la distribución de
manuscritos bosquejados o a pruebas de galera antes de la publicación, y sobre todo, a las
redes de comunicación formal e informal, incluyendo aquellas descubiertas en la
correspondencia y en los eslabonamientos entre citas. Entiendo que esta tarea puede y debe
ser realizada al menos para el escenario contemporáneo y tomando del historial sus partes más
recientes. Típicamente tal vez se puedan producir comunidades de cien miembros, a veces
significativamente pocos. Por regla general, los científicos individualmente tomados pueden
pertenecer a varios de esos grupos simultáneamente o en sucesión, particularmente los más
aptos
Las comunidades de esta clase son las unidades que este libro ha presentado como las
unidades autorizadas y productoras del conocimiento científico. Los paradigmas son algunas
veces compartidos por los miembros de tales grupos. Sin una mención a la naturaleza de estos
elementos compartidos, muchos aspectos de la ciencia descritos en las páginas anteriores
difícilmente pueden ser entendidos, sin embargo, sí pueden serlo, aún cuando en mi texto
original no estén presentados en forma independiente. Por esto es importante, antes de acudir
directamente a los paradigmas, hacer notar una serie de problemas que requieren una especial
referencia a la estructura de la comunidad.
Probablemente lo más notable de esto sea lo que yo previamente he llamado la transición
del periodo pre- al post-paradigma en el desarrollo de un campo científico. (Esta transición
está esbozada en la Sección II de este libro.) Antes de que esto suceda, diversas escuelas
compiten por el dominio de un determinado campo. Después, a raíz de alguna realización
científica notable, el número de escuelas se reduce enormemente, de ordinario a una,
iniciándose un modo más eficiente de práctica científica. Esto es generalmente esotérico y
orientado a la resolución de enigmas, y puede realizarse como tarea de un grupo, sólo cuando
sus miembros den por supuestos los fundamentos del campo.
La naturaleza de esa transición a la madurez merece una más amplia discusión que la
dada en este libro, particularmente por aquellos interesados en el desarrollo de las ciencias
sociales contemporáneas. A este propósito, puede ayudar el señalar que la transición no
necesita -ahora considero que no debe- estar asociada con la primera adquisición de un
paradigma. Los miembros de todas las comunidades científicas, incluyendo las escuelas del
periodo «(pre-paradigmático», comparten los tipos de elementos que colectivamente he
designado con el nombre de «un paradigma». Los cambios que se efectúan con la transición a
la madurez no se deben a la presencia de un paradigma sino más bien a su naturaleza. Sólo
después del cambio, es posible investigar la solución de un enigma normal. Muchos de los
atributos de una ciencia desarrollada, que anteriormente he asociado con la adquisición de un
paradigma, serán, por tanto, discutidos ahora como consecuencias de la adquisición de la
clase de paradigmas que identifica los enigmas en pugna, aporta guías para su solución y
garantiza que el practicante verdaderamente inteligente alcance éxito. Sólo aquellos que han
tenido el valor de observar que su propio campo (o escuela) tiene paradigmas, están
capacitados para sentir que algo importante se sacrifica mediante el cambio.
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Un segundo problema de importancia mayor, por lo menos para los historiadores, se
refiere a la identificación biunívoca, implícita en este libro, de las comunidades científicas,
con temas concernientes al estudio científico. A menudo he dado a entender que al decir
«óptica fisíca», electricidad y calor, estos nombres deben designar comunidades científicas
porque designan materias por investigar. La única alternativa que mi libro parece permitir es
que todos esos temas tengan cabida en la comunidad de física. Sin embargo, identificaciones
de esa clase no pueden resistir, en general, un examen, como repetidamente lo han señalado
mis colegas en historia. Por ejemplo, no había comunidades de físicos antes de la mitad del
siglo diecinueve, y en aquel entonces estaban formadas por la fusión de partes de dos
comunidades previamente separadas: matemáticas y filosofía natural ( Physique
expérimentale). Lo que hoy es materia para una sola y amplia comunidad, en el pasado ha
sido diversamente distribuida entre distintas comunidades. Otros temas más circunscritos, por
ejemplo los del calor y la teoría de la materia, han existido por largos periodos sin llegar a ser
de incumbencia especial de una sola comunidad científica. Tanto las revoluciones como la
ciencia normal son, no obstante, actividades basadas-en-comunidad. Para descubrirlas y
analizarlas se debe, en primer lugar, aclarar los cambios que sufre la estructura de la
comunidad de las ciencias en todo el tiempo. Un paradigma gobierna, desde el principio, no
un asunto sino más bien un grupo de practicantes. Ningún estudio del paradigma-directo o del
paradigma-fragmento investigado debe principiar mediante la ubicación del grupo o grupos
responsables.
Cuando se enfoca de este modo el análisis del desarrollo científico, varias de las
dificultades que han sido los centros de atención de la critica, se desvanecen fácilmente.
Ciertos comentaristas, por ejemplo, usan la teoría de la materia para sugerir que exagero en
extremo la unanimidad de los científicos en su fidelidad aun paradigma. Hasta hace
relativamente poco, hacen notar, estas teorías han sido tema de debate y de desacuerdos
continuos. Estoy conforme con la descripción pero creo que no es un ejemplo en contrario. Al
menos hasta cerca de 1920, las teorías sobre la materia no eran de incumbencia especial o el
propósito de alguna comunidad científica. En lugar de eso, eran herramientas para un gran
número de grupos de especialistas. Algunas veces, miembros de comunidades diferentes
escogían instrumental diferente y criticaban la elección hecha por otros... Pero lo que es aún
más importante, una teoría sobre la mate ría no es la clase de tópico en que necesariamente
deban coincidir los miembros de una parti- cular comunidad. Lo que se requiere para
concordar depende de lo que haga esta comunidad. La química de la primera mitad del siglo
XIX nos proporciona un ejemplo que viene al caso. Aun cuando varias herramientas
fundamentales de la comunidad -proporción constante, proporción múltiple y pesos
compuestos- han devenido, como resultado de la teoría atómica de Dalton, en propiedad
común, para los químicos, después del evento, resultó completamente posible basar su trabajo
en estos instrumentos y discordar, en ocasiones vehementemente, en tomo a la existencia de
los átomos.
Algunas otras dificultades y malentendidos, creo, pueden ser disipados por la misma
vía; en parte. a causa de los ejemplos que elijo, y en parte a causa de mi vaguedad sobre la
naturaleza y dimensiones de las comunidades relevantes, unos cuantos lectores de este libro
han concluido que mi interés se refiere principal o exclusivamente a las grandes revoluciones,
tales como aquellas asociadas con Copérnico, Newton, Darwin o Einstein. Sin embargo, una
delineación más clara de la estructura de una comunidad ayudaría a fortalecer la impresión,
bastante diferente que he tratado de crear. Una revolución es, para mí, un tipo especial de
cambio que entraña un determinado tipo de reestructuración de los acuerdos de grupo. Pero
no es necesario que sea un gran cambio, ni se requiere que parezca revolucionario a aquellos
que están fuera de una particular comunidad, consistente, tal vez, de menos de 25 personas. Es
precisamente debido a que este tipo de cambio -poco reconocido o discutido en la literatura de
la filosofía de la ciencia- aparece tan regularmente en esta pequeña escala, por lo que dicho
cambio revolucionario, como opuesto al mero acumulativo, necesita ser entendido.

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Una última alteración estrechamente relacionada con la anterior, puede ayudar a
facilitar ese entendido. Varios críticos han dudado si las crisis preceden a las revoluciones
(cautela común que algunas veces cae en el error) tan invariablemente como he supuesto en
mi texto original. Sin embargo, en mi argumento nada importante depende de la existencia de
las crisis como un prerrequisito absoluto para las revoluciones; necesitan sólo ser el usual
preludio las que habiliten, es decir, un mecanismo autocorrector que asegure que la rigidez de
la ciencia normal no se desliza incontrovertible: las revoluciones pueden ser inducidas
también por otros medios aun cuando pienso que ello no es frecuente. Por añadidura, señalaría
yo ahora lo que la ausencia de una discusión adecuada sobre la estructura de la comunidad ha
velado: las crisis no necesitan ser generadas por el trabajo de la comunidad que las
experimenta, el que algunas veces sobrelleva como resultado una revolución. Nuevos
instrumentos como el microscopio electrónico o nuevas leyes como las de Maxwell, pueden
desarrollarse en una especialidad y su asimilación crear otras crisis.

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