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Argumento de la obra yawar fiesta

La novela relata una de las costumbres más tradicionales de las


comunidades indígenas del Perú: la “corrida india”, que se celebra
todos los años el 28 de julio, aniversario de la fundación de
la República del Perú. La corrida india es un evento espectacular
donde un toro debe enfrentarse, en un pampón, a unos cien o
doscientos indios a manera de toreros o capeadores espontáneos, y
del cual son parte otros elementos como la música de
los wakawak`ras, (trompetas de cuerno de toro), cánticos populares
(huaynos), el consumo de aguardiente, el uso de dinamita para matar
al toro, e incluso la muerte de muchos indios, despanzurrados por el
cornúpeta. Esta tradición se ve amenazada por una orden
proveniente de la capital, que la prohíbe pues la considera una
práctica “bárbara”. Ante la negativa de los indios para acatar la
orden, las autoridades buscarán la manera de permitir las corridas
pero “decentemente”: contratan un torero profesional que lidiará a
la manera “española”. Con ello quitan la esencia misma de la fiesta,
pero esta finalmente se realiza, imponiendo los indios su tradición
ante los ojos de los principales del pueblo. Cabe señalar que en este
relato de Arguedas no se menciona al cóndor atado al lomo del toro,
que actualmente es la variante más conocida del yawar fiesta.
Argumento de todas las sangres
La novela se inicia con el suicidio de don Andrés Aragón de Peralta,
jefe de la familia más poderosa de la villa de San Pedro de
Lahuaymarca, en la sierra del Perú. Su muerte anuncia el fin del
sistema feudal que hasta entonces ha predominado en la región. Don
Andrés deja dos hijos: don Fermín y don Bruno, enemigos y rivales,
quienes en vida del padre se habían ya repartido sus inmensas
propiedades.
El conflicto principal gira en torno a la explotación de la mina
Apar’cora, descubierta por don Fermín en sus tierras. Don Fermín,
prototipo del capitalista nacional, quiere explotar la mina y traer el
progreso a la región, a lo que se opone su hermano don Bruno,
latifundista tradicional y fanático católico, que no quiere que sus
colonos o siervos indios se contaminen de la modernidad, que según
su juicio corrompe a las personas.
Con la llegada de un consorcio internacional –la Wisther-Bozart– se
inicia la disputa por el control de la mina de plata. Don Fermín no
puede competir ante la gigante transnacional y se ve obligado a
venderle la mina, que desde entonces adopta el nombre de Compañía
Minera Aparcora. Ante la necesidad de abundante agua para el trabajo
de la mina, la compañía muestra interés por las tierras del pueblo y de
las comunidades campesinas aledañas, obligando a que se los
vendan a precios irrisorios; para ello cuenta con la complicidad de las
autoridades corruptas. La compañía actúa como una fuerza
desintegradora que hace de todo para conseguir el máximo lucro, sin
importarle los perjuicios que causa a los pobladores. Se inicia
entonces un proceso de convulsión que lleva a la movilización del
campesinado liderado por Rendón Willka, un comunero indio que ha
vivido en la capital del país donde ha aprendido mucho. Bajo sus
órdenes estallan levantamientos que son reprimidos sangrientamente
por las fuerzas gobiernistas pero que son el anuncio de la rebelión
final.
Argumento de los ríos profundos
La novela narra el proceso de maduración de Ernesto, un muchacho
de 13 años quien debe enfrentar a las injusticias del mundo adulto del
que empieza a formar parte y en el que debe elegir un camino. El
relato empieza en el Cuzco, ciudad a la que arriban Ernesto y su
padre, Gabriel, un abogado itinerante, en busca de un pariente rico
denominado El Viejo, con el propósito de solicitarle trabajo y amparo.
Pero no tienen éxito. Entonces reemprenden sus andanzas a lo largo
de muchas ciudades y pueblos del sur peruano. En Abancay, Ernesto
es matriculado como interno en un colegio religioso mientras su padre
continúa sus viajes en busca de trabajo. Ernesto tendrá entonces que
convivir con los alumnos del internado que son un microcosmos de la
sociedad peruana y donde priman normas crueles y violentas. Más
adelante, ya fuera de los límites del colegio, el amotinamiento de un
grupo de chicheras exigiendo el reparto de la sal, y la entrada en masa
de los colonos o campesinos indios a la ciudad que venían a pedir una
misa para las víctimas de la epidemia de tifo, originará en Ernesto una
profunda toma de conciencia: elegirá los valores de la liberación en
vez de la seguridad económica. Con ello culmina una fase de su
proceso de aprendizaje. La novela finaliza cuando Ernesto abandona
Abancay y se dirige a una hacienda de propiedad de «El Viejo»,
situada en el valle del Apurímac, a la espera del retorno de su padre.
Argumento del zorro de
arriba y el zorro de abajo
En esta obra, aparece como manifestaciones repelentes, representando lo más
sucio de la sociedad chimbotanas. Las confecciones del narrador, que están allí
expresadas con toda lucidez, la ternura y la desazón de la que un hombre en el
límite de su existencia es capaz, son presentadas como las del autor mismo, cuya
muerte termina convirtiéndose en testimonio final y que atraviesa el principio y fin
de la novela.
Los personajes de la novela están sometidos a una doble amenaza: Por un lado,
el ingreso avasallador de la modernidad que se instala en un tranquilo y pacífico
puerto pesquero bajo la especie de una enorme industria que atrae a los
pobladores del Ande y los obliga a participar en nuevo sistema productivo (la
pesca marítima y la industria de la harina de pescado) que implica no sólo un
violento y traumático cambio de valores, sino también un proceso acelerado de
adaptación que en muchos casos es asumido como un reto en medio de las
confusas reglas de sobrevivencia que impone el capitalismo dependiente. De otro
lado, el suicidio de Arguedas. Si los personajes podían morir devorados por la
maquinaria de un sistema social impuesto por distancias no demasiado visibles,
también podían morir si no seguían siendo escritos. La continuidad vital de los
personajes tenía que ser garantizada de algún modo, aun a despecho de la
muerte física del autor. En el “¿Último diario?”, cuando la decisión del suicidio
está tomada, el narrador-personaje lamenta que su muerte no le permita seguir
registrando los sucesos que conforman su materia narrativa: “…muchos hervores
quedarán enterrados”, es decir, no narrados.
Desde que es enunciado en la primera línea, el suicidio queda convertido también
en “literatura”. De este modo, su muerte pertenecerá, con el mismo derecho que
su vida, a la ficción novelística a la que le da sentido; por eso proyecta imaginariamente la
vida posible a sus personajes.

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