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El valle de Zainuco, a 16 kilómetros de Primeros Pinos, y la tumba de los ocho fusilados el 30 de mayo de 1916 marcada po
una cruz.
Mario Cippitelli
cippitellim@lmneuquen.com.ar
Neuquén.- Los ocho cadáveres fueron hallados una semana después del fusilamiento. La mayoría tenía
ojos abiertos y opacos, con una expresión de terror. Algunos estaban atados con las manos a la espalda
otros tenían los brazos en posición de defensa, como un último movimiento para evitar lo inevitable. Tod
lucían andrajosos, manchados con barro de sangre y tierra. Habían quedado a la intemperie en el desola
paraje de Zainuco y serían los protagonistas de una de las masacres más resonantes de la historia de
Neuquén, de la que mañana se cumplen 100 años.
Una semana antes, los infelices habían estado estudiando la posibilidad de una fuga, junto con otro grup
que tuvo mejor suerte que ellos porque todos los que lo integraban siguieron vivos. Sobrevivir era la clav
Estaban hartos del hacinamiento que sufrían en la prisión federal de Neuquén, más conocida como U9.
Si bien la cárcel era relativamente nueva, no reunía las condiciones para albergar a semejante cantidad
presos. Los últimos que había enviado el gobierno nacional, desde La Pampa, habían agravado las
condiciones inhumanas en las que vivían los casi 200 reclusos provenientes de distintas partes del país.
El escape fue tema de conversación durante un centenar de veces y la mayoría estaba de acuerdo.
Restaba esperar el momento exacto para llevar adelante el plan.
El 23 de mayo de 1916, el sargento encargado de ordenar el aseo se negó a llevarlo a cabo. La protesta
un pequeño grupo se propagó por todo el penal hasta que terminó en un motín.
Aprovechando que la prisión no tenía una fuerte custodia, atacaron al puesto de guardia, mataron a uno
los centinelas, hirieron a otro y en cuestión de minutos redujeron al personal. Posteriormente tomaron el
depósito de municiones, se alzaron con armas y 86 presos llegaron al arenal que rodeaba el presidio. No
todos se animaron a sumarse a la fuga.
Neuquén, por aquel entonces, era un pequeño pueblo de no más de 2500 habitantes que comenzaba a d
sus primeros pasos, luego de haberse convertido en la capital de la provincia, diez años atrás. El núcleo
casas que conformaban la ciudad no tenía más de una veintena de manzanas. La prisión, igual que el
cementerio, estaba alejada, perdida en la inmensidad de la barda.
Luego de un frustrado golpe a la Jefatura de Policía para buscar armas y caballos, la masa de evadidos
fue desgranando en pequeños grupos que tomaron direcciones opuestas. Algunos intentaron seguir hast
el sur, pero fueron atrapados en Río Negro. Igual suerte corrieron los que intentaron la huida hacia el no
en pequeñas localidades donde los esperaban piquetes policiales y vecinos armados que habían sido
alertados. Otros fueron entregándose con el paso de las horas.
El grupo más importante, de 18 personas y encabezado por Martín Bresler y Sixto Ruiz Díaz, tomó el
camino del oeste dejando tras su paso rastros de sangre en saqueos, robos y crímenes, como el del
ingeniero Adolfo Plottier y el de otro evadido que se negó a seguir con la fuga.
Antes de llegar a El Chocón, Bresler decidió seguir solo hacia San Martín de los Andes. El resto intentarí
llegar a Chile cruzando la Pampa de Lonco Luán.
El 30 de mayo, luego de haber pasado la noche en un rancho en el paraje Zainuco, los evadidos fueron
despertados a balazos por una pequeña partida policial que los venía siguiendo de Neuquén y que luego
fue reforzada por el comisario Adalberto Staub, a cargo del operativo, con cuarenta hombres más.
El tiroteo fue intenso hasta que Ruiz Díaz, que había quedado como cabecilla del grupo, cayó muerto de
balazo en la cabeza.
Casi sin municiones, exhaustos y con su líder caído, los 15 presos decidieron que lo mejor sería entrega
A partir de ese momento, sobrevino un desenlace tan trágico como las mismas características que tuvo e
escape y se convertiría en un uno de los hechos más sangrientos de la historia policial neuquina.
Ese mismo día, la versión policial indicó que siete de los reclusos fueron enviados a Zapala y que los och
restantes, cuando eran llevados a una laguna para hidratarse y asearse, intentaron quitarles las armas a
policías y fueron baleados en el enfrentamiento.
Sin embargo, una semana después, Félix San Martín, un vecino que tenía un campo en cercanías al para
relató que encontró los cadáveres de los evadidos con signos de haber sido fusilados. Todos los cuerpos
tenían un disparo en la cabeza. El relato de San Martín echaba por tierra la versión de Staub y reflejaba
había sido una matanza a sangre fría.
La nueva versión fue publicada por el periodista Abel Chaneton en el diario de Neuquén, aunque siempre
fue negada por el gobernador Eduardo Elordi y la cúpula policial de entonces.
Los ocho cadáveres fueron enterrados en una fosa común en el mismo lugar donde fueron encontrados
Félix San Martín y un grupo de puesteros de la zona.
Una solitaria cruz que se mantuvo con el paso del tiempo es el único mojón que recuerda aquel violento
episodio.
Sólo una cruz en la inmensidad del faldeo. Una señal para abrir la puerta de la historia.
parte superior del tórax, es también muy singular". "El que no tenía
las manos crispadas sobre el rostro, como queriendo alejar la visión
pavorosa de la muerte inminente, las había cruzado sobre el pecho
a manera de escudo en el supremo esfuerzo de la defensa". Félix
San Martín. Vecino que encontró los cadáveres
Martín Bresler, de nacionalidad sudafricana y el único de los evadidos que encontró la libertad, logró cruz
a Chile pese a la intensa persecución policial. Se dice que para sobrevivir en la zona del Collón Curá ma
su caballo y se metió en el vientre para no morir congelado.
De Chile, Bresler viajó a los Estados Unidos, donde fue reclutado por el Ejército y enviado a pelear en la
Primera Guerra Mundial, donde sobrevivió. Decidió volver a San Martín de los Andes, pero en la frontera
fue detenido. Tenía sus facultades mentales alteradas y por ello fue enviado a un manicomio de Buenos
Aires donde estuvo 20 años internado. Murió en 1942.
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