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LA ECOLOGÍA PROFUNDA
Salvar la Tierra
(artículo publicado en revista Uno Mismo Nº 172, Abril 2004)
Alejandro Celis H.
¿Demasiado bueno para ser cierto? El tiempo y los aspectos legales lo dirán. En todo
caso, quien duda a ultranza de las intenciones de otros no hace otra cosa que dudar
de sí mismo, como si nadie -ni siquiera ellos- fueran capaces de realizar actos de
auténtica bondad. Sospechoso que sea gente de derecha o del PDC quienes tanto
dudan de las intenciones de Tompkins: parecen, entonces, dudar de sí mismos y de
sus propias intenciones. Entre las muchas cosas que se han dicho de éste último,
ciudadano norteamericano a quien espero que al menos las generaciones posteriores
le reconozcan su aporte, es que es un ideólogo de la "ecología profunda" -expresión
que se usa con sospecha, como si fuera sinónimo de alguna oscura secta-.
Aún después del acuerdo firmado con el Presidente Lagos para que Pumalín se
transformase en un Parque, han seguido los embates de los sectores que se oponen.
En un recorrido inicial por internet destinado a entender de qué se habla al referirse a
la "ecología profunda", descubrí que -sin saberlo- por años me he suscrito
enteramente a sus principios.
Principios Básicos
La Ecología Profunda, dice Andrea Munizaga en su entrevista a John Seed -uno de los
principales ideólogos del movimiento-, "nació en 1972 cuando Arne Naess, profesor de la
Universidad de Oslo, introdujo por primera vez el término en la literatura medioambiental,
para diferenciarla del resto de las corrientes ambientalistas. Al contrario de éstas, la Ecología
Profunda se atreve a cuestionar las bases estructurales de nuestro bullado "progreso". La
crisis del medio ambiente es concebida como una manifestación física de problemas sociales y
culturales propios del tipo de desarrollo histórico en que está embarcada la humanidad".
Esas bases estructurales guardan relación con un estilo de vida tan profundamente
arraigado, tan "familiar" para todos nosotros que es muy difícil cuestionarlo sin
producir extrañeza o acusaciones de extremismo de los más variados tipos. Voy a
utilizar un artículo muy aclaratorio del chileno Mogens Gallardo para exponer estos
principios básicos, y luego los voy a comentar.
TABLA RESUMEN
El tótem de la Tecnología
El punto es, sin embargo, otro, como señala Jerry Mander, autor de En Ausencia de lo
Sagrado: "...para que una sociedad pueda considerarse siquiera mínimamente exitosa, debiera
permitir que sus miembros se mantengan en buen estado de salud, vivan en tranquilidad y se
sientan contentos. Todas las personas deberían tener una alimentación adecuada, un lugar
donde vivir, además de un sentido de ser partícipes de un objetivo social compartido. Todos
deberían tener acceso a la sabiduría colectiva y a los conocimientos de la sociedad; asimismo,
tener la expectativa de que la vida será espiritual y emocionalmente plena para ellos mismos y
las futuras generaciones, lo cual a su vez implica una consciencia, un cuidado y respeto por los
sistemas de mantención de vida en la Tierra".
Desde esa perspectiva, ¿podemos acaso decir que nuestra sociedad ha tenido éxito?
Creo que la respuesta es un rotundo no. La perspectiva futura y las promesas siempre
son extremadamente optimistas: la sociedad perfecta se halla a la vuelta de la
esquina. Unos pocos avances tecnológicos más y habremos solucionado los grandes
problemas: la pobreza, la cesantía y las enfermedades. Pero el problema es que
muchos que creyeron en esa promesa en los años 40 ya murieron esperando. Y,
¿acaso algún país ha solucionado esos problemas? Los EEUU -los principales
vendedores de esa pomada- tienen tremendos problemas de delincuencia y de
violencia en general -le recomiendo encarecidamente la película Bowling for
Columbine-, miles de ciudadanos no tienen hogar, la educación y la salud son un
negocio descarado y vergonzoso y su política exterior se basa en la intervención, la
invasión, el bombardeo y, en general, el matonaje (corríjame si piensa que me
equivoco).
El paradigma del "crecimiento económico" -el Producto Nacional Bruto y todos esos
índices, en los cuales la tecnología juega un rol fundamental- se basa en la creencia de
que, después de la defensa, la meta principal de un gobierno es crear las condiciones
que aumentarán la producción de diversas formas de bienestar material, y que esto
logrará satisfacer las necesidades de los ciudadanos. Para ello, se anhela un desarrollo
cada vez mayor de la tecnología, pues "ésta dará solución a los problemas" -y ya
vimos que ése es un espejismo que no da el resultado esperado-.
Está cada vez más claro que las condiciones en que se vive en la capital son
destructivas para el cuerpo, las emociones, la mente y el espíritu. ¿Qué sentido tiene
esto, entonces?¿Cómo pueden entenderse, por ejemplo, las dificultades que ha tenido
con las autoridades ese grupo de ciudadanos que desea vivir con más espacio y más
libres de contaminación en la Comunidad Ecológica? ¿No es acaso obvio que el
habitante de la gran ciudad -en nuestro caso, Santiago- es visto por prácticamente
todo el resto de la población como un ser neurótico, insensible, contaminante,
acelerado, ruidoso y, en último término insoportable? ¿En qué planeta vive el señor
Ravinet, ministro de la vivienda? ¿En el de los desubicados o en el de los simples
oportunistas y ladrones?
Parte del problema es que cada país sólo tiene consciencia, por lo general, de sus
propios mezquinos e infantiles intereses... Inglaterra sigue pegada en su época
colonial, disputándole el Peñón de Gibraltar a España y las Malvinas a la Argentina;
los EEUU invaden el país que les da la gana inventando excusas cada vez más
grotescas y, casi sin excepción, la mirada a los "otros" países es desconfiada y recelosa.
Por supuesto, esta actitud produce un círculo vicioso que termina justificándola.
Como vimos en el cuadro confeccionado por Mogens Gallardo, la propuesta de la
ecología profunda no es la tendencia hacia la globalización que vemos en nuestros
días, sino el respeto por las tradiciones minoritarias. Algo de eso hemos visto en Chile
en los últimos años, a pesar de que sin duda falta mucho para devolver de veras el
espacio que los indígenas tuvieron aquí, muchísimo antes que nosotros; y no me
refiero necesariamente a territorio, sino a un espacio validado en la convivencia de
estas tierras. Estas culturas tenían una visión y un sentido en la vida en esta Tierra
que nosotros perdimos hace mucho tiempo, y en algunos ámbitos eso se está
volviendo a apreciar. La globalización ha aniquilado idiomas, nos tiene a todos los
chilenos usando las palabras que se usan en la TV -seriales dobladas por
centroamericanos- y, en general, uniforma todos los extraordinario matices de los
seres humanos. Puede que el tío Sam quiera que todos lo imiten -transformándose en
unas caricaturas de yanquis, que comen McDonalds y aplauden a Bush- pero sin
duda que no nos quieren integrándonos a ellos. Si no lo cree, pregúntele a los
mexicanos. Y lo último que deseo para mi país o para el mundo es que se transformen
más aún en una sucursal yanqui.
Cuando Andrea Munizaga le pregunta a John Seed, "¿Qué tan radical es la visión de la
Ecología Profunda?", éste responde: "Creo que es tan radical como cuando Cópernico y
Galileo sugirieron que la tierra no era el centro del universo. Así como antes la gente creía que
el sol giraba alrededor de la tierra, hoy la gente cree que la vida gira alrededor de la
humanidad. Nosotros pensamos que el mundo gira alrededor de la vida. El movimiento es
tremendamente radical porque cuestiona los fundamentos judeocristianos de la sociedad
completa. El mismo marxismo, aunque se negó a creer que el mundo fue creado por un hombre
de barba blanca hace 6 mil años como escenario propicio para el drama humano, siguió siendo
parte de la ética judeocristiana que cree que el ser humano es la corona de la creación y la
medida de todos los seres. Es tan esencial al marxismo como al cristianismo la idea de que el
mundo está dividido en dos: en seres humanos y en recursos para los seres humanos".
John Seed declara haber "oído llorar al bosque cuando lo talaban"; este tipo de
declaración -si bien hace dudar de la sanidad mental de esta persona- ya no es única,
y no es otra cosa que la manifestación de algo que afirman de diferentes formas
absolutamente todas las religiones de que tengo noticia: todo tiene un Origen Único,
Dios está en Todo, no sólo en los seres humanos. Todo lo que contemplamos en la
naturaleza tiene la belleza que tiene porque es manifestación de la misma Fuente de
la que venimos. Los indígenas de todo el mundo -y todos los místicos, como San
Francisco de Asís, por ejemplo- han entendido perfectamente esto.
Entre otras cosas, creo que debemos volver a una noción que nos puede resultar muy
difícil en nuestra situación actual: un auténtico equilibrio entre los humanos y la
tierra, la flora y la fauna. Por motivos complejos, en algún momento perdimos eso y
nos creímos los dueños de todo: podíamos instalarnos donde quisiéramos y usar todo
lo que nos diera la gana -árboles, minerales, tierra, animales- y como nos diera la
gana. Horadar la tierra, desviar ríos, talar bosques, exterminar animales "molestos"...
Yo veo eso aquí donde vivo, en una parcela: los nuevos dueños llegan, arrasan con
toda la vegetación autóctona, cazan conejos y zorros y plantan un jardincito que es
copia fiel de La Dehesa o de cualquier bobo jardín gringo. Cero respeto por lo que
está aquí, por el entorno natural tal como está. Y eso, dentro de nuestra mentalidad
occidental, se lo hicimos a todas las culturas indígenas autóctonas...
En un plano más pequeño, eso también pasa en la ciudad: alguien se cambia de casa,
y lo primero que hace es botar cualquier planta que supere el metro de altura: todo
planito y verdecito. Para lograr el equilibrio del que hablo, creo que tarde o temprano
tendremos que incorporar este concepto, y también estudiar con verdadera seriedad
una planificación familiar radical, sin mirarle la cara a la Iglesia Católica esta vez. El
aumento de la población ha sido sindicado por todos los científicos sinceros como el
enemigo número uno de la ecología planetaria. Y si no nos encargamos nosotros de
controlar eso, pues serán las pestes, los terremotos, las hambrunas... pero la situación
es insostenible tal como está.
Para terminar, otra frase afortunada de John Seed: "No podemos salir de esto sólo
pensando. Debemos involucrar niveles más profundos, debemos hacer transformaciones en
nosotros y en nuestras instituciones. No es suficiente tener ideas ecológicas, sino
transformarse en un ser ecológico".
Bibliografía Recomendada:
Devall, Bill & Sessions, George (1985) Deep Ecology: Living as if Nature Matters.
Layton, UT: Peregrine Smith Books.
Keating, M. (1993) Cumbre para la Tierra: programa para el Cambio. El Programa 21 y los
demás acuerdos de Río de Janeiro en versión simplificada. El Centro para nuestro futuro
común, Ginebra, Suiza.
Munizaga, Andrea (1996) John Seed: el hombre que escuchó llorar al bosque. Revista Uno
Mismo Nº80, Santiago de Chile, Agosto.
Naess, Arne. The Shallow and the Deep, long-range ecology movements: A summary.
Inquiry 16 (Oslo, 1973), pp. 95-100.