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SE VENDE BARATO PAÍS CON VISTA AL MAR

CON 17 MILLONES DE CLIENTES CAUTIVOS


(revista Somos Nº7, Santiago, Marzo 2011)

Alejandro Celis Hiriart


Psicólogo transpersonal, místico y comunicador
Twitter: @alecelish
www.transformacion.cl

El Protocolo de Kyoto, ratificado por 128 naciones –EEUU se excluyó-, entró en


vigencia en el 2005 para combatir los fenómenos ambientales más nocivos para
el planeta. El acuerdo compromete a reducir para el 2012 (a niveles de 1990) las
emisiones de gases de efecto invernadero. Como dije en la edición anterior,
Chile es el 2º en el mundo en ir en la dirección opuesta (aumentarlos). “Luego
de todo lo que hemos hablado como sociedad del cambio climático ( ) del efecto
invernadero y la conveniencia de utilizar energías no contaminantes, parece que
nuestras autoridades no han aprendido nada. Son (ellos) quienes ratificaron el
protocolo de Kyoto y además diseñaron una estrategia nacional de cambio climático,
para en los últimos dos años aprobar autorizaciones con el fin de instalar diversas
termoeléctricas en los más diversos rincones de nuestro país, y siempre ( ) en lugares
contiguos a sectores populares”. (Díaz Aravena, C, 2009,
http://www.atinachile.cl/content/view/639986/Chile-desobedece-el-
Protocolo-de-Kyoto.htm).

En este momento, 13 proyectos termoeléctricos –tecnología a carbón para


producir electricidad, extremadamente contaminante como ya se vio en las
plantas de Tocopilla, Mejillones y Huasco - están aprobados y construyéndose
en Chile, a los que se suman 10 en operación
(http://www.youtube.com/watch?v=tu5_7SIVAMA) y 5 más en evaluación.
Para colmo, con casi todos los timbres aprobatorios se encuentra la explotación
de una gigantesca mina de carbón (“Proyecto Mina Invierno”) a tajo abierto –un
hoyo de 500 hectáreas y de 180 metros de profundidad, que funcionaría día y
noche por 12 años- en Isla Riesco, a 120 Km. de Punta Arenas.

Más de la mitad de esta isla es parte de la Reserva Nacional Alacalufe; allí viven
66 especies de aves, gran población de huemules y, en el mar adyacente -Parque
Marino Francisco Coloane-, cuatro tipos de delfines, pingüinos, lobos, elefantes
marinos y ballenas jorobadas. Este carbón está destinado mayormente a las
plantas termoeléctricas. La mina es una de cuatro que pretende operar la
Minera Isla Riesco, de propiedad de los grupos von Appen y Angelini –éste
último conocido infractor ecológico con Celco y el santuario del Río Cruces
(http://www.elciudadano.cl/). Esta sola mina implica arrasar con 400
hectáreas de bosque nativo; además, como ya se vio en el Valle de Puchuncaví -
un vergel antes de la instalación de la refinería Ventanas-, la continua nube de
carboncillo que despedía ésta, afecta muy seriamente la salud de los humanos,
especies marinas, aves, animales, bosques y suelos
(http://www.youtube.com/watch?v=KI2xDPKtYQg).
Otra noticia que últimamente eleva el espíritu y la fe en la raza humana son los
proyectos de plantas nucleares de Suez Energy (la misma de Barrancones) y los
Luksic. No aprendemos de la experiencia ajena…. el tema de los desechos
nucleares –radioactivos por una cantidad indefinida de años- no ha tenido
solución desde los inicios del uso de esa energía. A menos que las cosas hayan
cambiado, los residuos –cerca de los cuales una persona no puede soportar con
vida más de 20 segundos- se mantienen radioactivos por cientos de años. Han
sido lanzados al mar, enterrados en la tierra… alejando el problema pero no
eliminándolo. Además –contrariamente a lo que siempre afirman los dueños de
estos monstruos- han habido 99 accidentes nucleares (56 de ellos en los EEUU),
definidos como “un evento que ha tenido consecuencias significativas para la gente, el
medio ambiente o las instalaciones de la planta”. El mayor ejemplo es, claro,
Chernobyl en 1986, donde murieron 56 personas directamente y se causaron
alrededor de 4,000 casos adicionales y fatales de cáncer, se debieron evacuar
300,000 personas y se dispersó por toda Europa una cantidad enorme de
material radioactivo -500 veces mayor que el liberado por la bomba de
Hiroshima en 1945-. Desde ese accidente, han ocurrido otros 57… ¿se imagina
usted el “sshilean guey” a cargo de plantas nucleares? ¿Cuántos accidentes
tendríamos aquí?

Han ocurrido serios accidentes de radiación en Costa Rica, Zaragoza, Goiania


(Brasil, 1987), Marruecos, Ciudad de Méjico, Tailandia, Mayapuri (India, 2010).
Entre 1948 y 1951, en la Unión Soviética se produjo un vertido en un río, lo que
provocó la evacuación de más de 7.000 personas. En septiembre de 1957 la
planta rusa de Mayak sufrió la explosión de un contenedor, lo que provocó la
evacuación de 11.000 personas y centenares de muertos, siendo el segundo
accidente más grave de la historia de la URSS tras Chernobyl. En abril de 1973,
en Hanford Site (EEUU) un tanque dejó escapar residuos líquidos altamente
radiactivos; en 1993 se produjeron dos fugas radiactivas en los depósitos de
Tomsk (en abril) y de nuevo Mayak (en julio). En 1961, una explosión en Idaho
Falls, EEUU; en 1977, liberación radioactiva en Checoslovaquia; en 1979, el peor
accidente en EEUU, conocido como "Three Mile Island”: derretimiento parcial
del núcleo de una planta. Las consecuencias en la salud de las personas –
reportada por los residentes del lugar- fueron 1000 veces peores que la
estimación de fuentes oficiales: en el condado donde se halla la planta, la tasa
de muertes de niños de menos de un año en 1979 –comparada con la de 1978-
subió en un 28%, y la de niños de menos de un mes, en 54%.

Otros accidentes que en conjunto implicaron muertes, dispersión de


radioactividad y destrucción ocurrieron en Alabama (EEUU, 1984); en la misma
planta nuevamente en 1985; en Athens, Plymouth (Massachusetts, EEUU, 1986);
Alemania (1986); Delta (Pennsylvania, EEUU, 1987); Lycoming (New York,
EEUU, 1987); Lusby (Maryland, EEUU, 1989); Calvert Cliffs (EEUU, 1989);
Greifswald (Alemania Oriental, 1989); Waterford (Connecticut, EEUU. 1996);
Crystal River (Florida, EEUU, 1996); Ibaraki (Japón, 1999); Oak Harbor (Ohio,
EEUU, 2002) y Fukui (Japón, 2004).

Pero, ¿qué le importa esto a la codicia humana?

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