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Canto. El Profeta.
No temas arriesgarte
porque contigo Yo estaré.
No temas anunciarme
porque en tu boca yo hablaré.
Te encargo hoy mi pueblo
para arrancar y derribar,
para edificar,
construirás y plantarás.
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GUIA: Jesucristo, Sacerdote, altar y Víctima de la Nueva Alianza, que le entregaste a los apóstoles el don
del sacerdocio y el sacrificio redentor de la Eucaristía; mira a esta comunidad que necesita de tu
redención, del ministerio sacerdotal para que tu Palabra siga resonando en nuestras vidas; para que tu
consuelo, tu perdón y tu fortaleza siga haciendo de nosotros hombres nuevos; para que tu Cuerpo y tu
Sangre, ofrecidas en la Eucaristía nos haga vivir y crecer en Comunión fraterna; para que tu Caridad
infinita se haga presente en medio de tu pueblo a través del ministerio de los sacerdotes. “Danos
Pastores, según tu corazón”
Sugerencia para la reflexión: El Señor nos invita a abrir nuestros ojos, a ver que hoy también hay una
gran muchedumbre que está como ovejas sin pastor. Una muchedumbre que camina sin rumbo, sin
sentido, sin un pastor que los guíe por el camino que los llevará a la verdadera felicidad; una
muchedumbre que busca la felicidad en cosas que no llenan los deseos de su corazón. El Señor nos invita
a acercarnos a la muchedumbre y a darnos cuenta de sus necesidades. La muchedumbre tiene hambre,
hambre de algo que llene sus corazones, hambre de Dios. Y el Señor nos dice constantemente: “Denles
ustedes de comer”. Jesús siempre nos pregunta qué tenemos para dar, para saciar el hambre de la gente.
Jesús no nos pide que demos más de lo que tenemos para dar. Pero Él quiere que eso que tenemos para
dar, los dones que Él mismo nos dio, lo pongamos al servicio de esa hambre. Frente a la muchedumbre
hambrienta puede parecernos que no nos alcanza con lo poco que tenemos para dar, que si contamos
sólo con nuestros “cinco panes y dos peces” vamos a despedir a la muchedumbre sin haberlos saciado.
Pero Jesús nos invita a ponernos en sus manos. Es en Jesús y desde Jesús que podremos dar de comer y
saciar a tanta gente Señor, envía tu Espíritu al corazón de los sacerdotes, para que, como Tu, que te das
en la Eucaristía para saciar el hambre de todos los hombres, sepan darse, sepan, con sus vidas, ser Pan
para los hombres.
Oramos en silencio por unos minutos y luego meditamos lo que dice el Santo cura de Ars sobre la
Oración.
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La oración según el Santo Cura de Ars
Consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto,
nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro. El hombre tiene
un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.
La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios
experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que lo embriaga, se siente como rodeado de una
luz admirable. En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo,
que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre criatura; es una
felicidad que supera nuestra comprensión.
Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con
él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada. Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la
oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, hace
que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se
derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la
nieve ante el sol.
Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni
se percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis
colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios,
y creedme, que el tiempo se me hacía corto.
Hay personas que se sumergen totalmente en la oración como los peces en el agua, porque están
totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas!
San Francisco de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban con del mismo modo que hablamos
entre nosotros.
Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la Iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir!
Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay
algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: "Sólo dos palabras, para deshacerme de ti..."
Muchas veces pienso que cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se
lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.
Conviene hacer silencio para poner en práctica la enseñanza del santo Cura de Ars, sobre la oración, y así entrar en unión
íntima con el Señor.
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no has buscado ni a sabios ni a ricos.
Tan sólo quieres que yo te siga.
Oración de fieles
Celebrante. Señor Jesús, que mostrando a tus discípulos los campos llenos de mieses, les mandaste orar
pidiendo al dueño de la mies que envíe obreros a su heredad; escucha benigno nuestras súplicas y
concédenos santos sacerdotes. Nos unimos diciendo:
1. Por la Iglesia de Dios, para que ore siempre como Cristo nos enseñó, rogando por trabajadores para
su mies. Oremos.
2. Por los sacerdotes, para que encuentren siempre tiempo dedicado a la oración, Oremos.
3. Por los cristianos del mundo, para que, con la oración, den seguridad y fortaleza a los sacerdotes que
atraviesan por horas de dificultad. Oremos.
4. Para que sean muchos los que respondan a la llamada a la vida de consagración. Oremos.
5. Para que los sacerdotes y consagrados anuncien con entusiasmo el Evangelio de Jesús en el mundo.
Oremos.
6. Para que siempre haya corazones jóvenes que estén dispuestos a seguir la llamada de Dios y dedicar
su vida, como Jesús, los profetas y los apóstoles, al servicio de sus hermanos los hombres, siendo
testigos de esperanza. Oremos.
7. Para que todos nosotros, comunidad cristiana, tomemos conciencia de que la vocación es fruto de la
gracia y oremos insistentemente al Señor pidiendo la abundancia de vocaciones que la Iglesia
necesita, recordando hoy, especialmente, las vocaciones a la vida sacerdotal. Oremos.
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8. Por nuestras comunidades parroquiales, grupos cristianos y centros educativos, para que entre sus
miembros se planteen la vocación sacerdotal como una necesidad de la Iglesia y como un signo de
madurez en la fe, que les lleve a poner su vida al servicio del Evangelio. Oremos.
9. Por los que se forman en nuestros seminarios, para que abran su corazón, sin reservas, a la llamada
de Jesús. Oremos.
10. Por las familias cristianas, para que sean hogar donde puedan nacer futuras vocaciones para el
servicio de la Iglesia. Oremos.
Celebrante. Señor Jesucristo, concédenos lo que te pedimos: muchas vocaciones y santos sacerdotes;
alienta la generosidad de los jóvenes, aviva la conciencia y la responsabilidad de todos, haciéndonos
comprender que la Iglesia vive por tus ministros y que no podemos hacer obra mejor que ayudarla a
tenerlos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Recemos ahora todos acompañando con el silencio, esta oración del Santo Cura de Ars, patrono de los
sacerdotes párrocos, pidiendo por todos los sacerdotes del mundo para que, a ejemplo de este santo,
entreguen su vida al Amor como ofrenda por todos los hombres que el Señor puso bajo su cuidado:
“Te amo, mi Dios. Mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, infinitamente
amoroso Dios, y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti Te amo, mi Dios, y mi único temor
es ir al infierno porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor. Mi Dios, si mi lengua no puede
decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro. Dame
la gracia de sufrir mientras que te amo, y de amarte mientras que sufro, y el día que me muera no solo
amarte, sino sentir que te amo. Te suplico que mientras más cerca esté de mi hora final, aumentes y
perfecciones mi amor por ti. Amén.”