El DOLOR ha sido y sigue siendo el “gran rompecabezas” de la Medicina en todas las
épocas y civilizaciones. Los griegos HIPÓCRATES y GALENO observaron que enfermedad y dolor eran causados por un desequilibrio de los “cuatro humores”, aire, fuego, tierra y agua, algo que 3.000 años antes los chinos fundamentaron en el libro Nei Ching (2600 a.C.), base de la aplicación de la acupuntura. En la cultura islámica AVICENA, el “príncipe de los médicos”, reconocía 15 tipos distintos de dolor provocados por cambios humorales. Con el devenir de los años ha quedado establecido el importantísimo papel de sistema nervioso en la génesis y mantenimiento del dolor. En medicina biológica, debemos a PISCHINGER el conocimiento del “sistema básico” y de la regulación basal y todos los profesionales del campo de la medicina saben de la importancia del equilibrio neuroendocrino y del sistema inmune en el mantenimiento de la salud. Actualmente el tratamiento del dolor crónico es un reto para el paciente, el médico, la familia y la sociedad. Incluso voces muy autorizadas hablan de grandes deficiencias en el manejo del paciente con dolor, bien por falta de planificación de la enseñanza o por otros y variados mo tivos. Incluso hay quien llega a decir que la complicada naturaleza del dolor crónico hace imposible el éxito del tratamiento por un solo médico por lo que son necesarias unidades multidisciplinares para el “tratamiento integral” por “muchos profesionales”, cada uno con su visión y su enseñanza, en la falsa creencia de que mediante la suma de las partes se puede entender “el todo”. Bajo este prisma, la administración de fármacos con sus variados efectos adversos y contraindicaciones es “la solución al problema”. Visiones parcelarias y el axioma a mayor dolor mayor dosis, es la pauta general. ¿Podemos hablar entonces de FRACASO de la medicina en el tratamiento del dolor al igual que de las “enfermedades crónicas”? La respuesta es SI. La MEDICINA BIOLÓGICA da un giro de 180º a esta visión parcelaria y aunque en ocasiones –las menos- son imprescindibles los fármacos, su base está en la estimulación y potenciación de las propias fuerzas autocurativas sin inhibir ninguna de las funciones orgánicas, mediante diversas terapias no agresivas y sin efectos secundarios. Contrariamente a la opinión generalizada en la medicina alopática, no son precisas unidades multidisciplinares, sino profesionales que reconozcan al ser en su globalidad y en su relación con el entorno, aconsejen en unos casos y apliquen en otros la solución adecuada a cada paciente, es decir, se impliquen en el paciente, ser humano producto del cosmos, de cuyas energías se nutre y a la vez transforma. Solo se precisa de algo simple. Algo que algunos ya ni recuerdan. No es otra cosa que el tiempo dedicado a escuchar a cada paciente y que no es otro que el que cada paciente precise, ya que como dice el Dr. Payán de la Roche el enfermo aborda el consultorio del médico con unas carga de expectativas, problemas, dolores, temores, conocimientos y experiencias que configura en sus quejas teniendo en cuenta sus propias creencias y simbologías y engloba en su enfermedad su TOTALIDAD, esto es con sus desarmonías, dificultades en sus relaciones interpersonales o laborales, frustraciones, sensaciones y sentimientos que expresa a través de su modo de enfermar. Recordemos que “no hay enfermedades, sino enfermos y modos diversos de enfermar” y que medicina solo hay una : La que consigue llevar al enfermo al estado de salud.