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Revista de Literatura Hispanoamericana

No. 50, Enero-Junio, 2005: 16-37


ISSN 0252-9017 ~ Dep. legal pp 197102ZU50

Tradición y renovación en el pensamiento


de Pedro Henríquez Ureña: Seis Ensayos
en busca de nuestra expresión (1928)

Eva Guerrero Guerrero


Universidad de Salamanca. España

Resumen
El artículo aborda la problemática de la expresión americana a tra-
vés de la obra Seis Ensayos en busca de nuestra expresión del ensayista
dominicano Pedro Henríquez Ureña. Se realiza un estudio de los compo-
nentes esenciales de los artículos de dicha obra y de los aspectos que de
acuerdo con el pensamiento ureñiano han sido significativos en la identi-
dad hispanoamericana. El recorrido por las claves de esta obra nos revela
los particulares aspectos del “americanismo” de Henríquez Ureña y ofre-
ce un desafío a los postulados de otros autores que se habían basado en
La decadencia de occidente de Spengler para construir a partir de ella las
nuevas bases de la cultura hispanoamericana. En este sentido, el pensa-
miento de Pedro Henríquez Ureña ofrece una propuesta estética alternati-
va en torno a la tradición y la cultura hispanoamericana.
Palabras clave: Pedro Henríquez Ureña, ensayo, tradición, identidad.

Recibido: 22-11-04 • Aceptado: 20-04-05


Tradición y renovación en el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña:
Seis Ensayos en busca de nuestra expresión (1928) 17

Tradition and Renovation in the Philosophy


of Pedro Henriquez Ureña: Six Essays in Search
of Our Own Expression (1928)

Abstract
This article touches on the problem of american expression through-
out the “Seis Ensayos en busca de nuestra expression” (Six essays in
search of our own expression), written by the dominican writer Pedro
Henríquez Ureña. A study is made of the essential components of the arti-
cles that make up the aforementioned works, and of the aspects that ac-
cording to Ureñan thought, are significant in Latin American identity. A
survey of the keys to this text reveal the particular aspects of Henrique
Ureña´s “Americanism”and offer a challenge to the postulates of other
authors that had based their works on “La Decadencia del Occidente” by
Spengler in order to construct from it their new basis for Hispano-
American culture. In this sense the thoughts of Pedro Henríquez Ureña of-
fer an aesthetic alternative to tradition and Hispano-American culture.
Key words: Pedro Henriques Ureña, essay.tradition, identity.

[…] no sólo escribimos el idioma de Castilla, sino que pertenecemos


a la Romania, la familia románica que constituye todavía una comu-
nidad, una unidad de cultura, descendiente de la que Roma organizó
bajo su potestad; pertenecemos —según la repetida frase
de Sarmiento— al Imperio Romano1.

El pensamiento de Pedro Henrí- en cuanto a sus relaciones con la tra-


quez Ureña ofreció en su momento dición. Su continuo peregrinaje por
una renovada propuesta estética para diversos países de Hispanoamérica y
abordar la concepción de la cultura su acercamiento a las distintas cultu-
hispanoamericana, principalmente ras le predispuso para una noción

1 Pedro Henríquez Ureña: “El afán europeizante”, Seis Ensayos en busca de nuestra ex-
presión, en Obra Crítica. Edición de Emma S. Speratti Piñero. Prólogo de Jorge Luis
Borges, México, FCE, 1960, pág. 250.
Eva Guerrero Guerrero
18 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 50, 2005

amplia de América, alejada tanto de perar será su proyecto. Venía de una isla
particularismos nacionales como del que no parecía constituirse en un estado
recelo hacia la tradición española, nacional, que incluso estaba dividida en
que aceptó como componente esen- dos naciones, Santo Domingo y Haití, y
cial de la buscada “expresión” ame- que además distaba mucho de ninguna ar-
ricana. Planteó en su obra el tema de monía racial o social. La “tradición” y los
la tradición de forma abierta, atenta “comienzos” eran, en esas circunstancias,
de igual modo a lo propio y a lo eu- problemáticas. Pero también sus sucesivos
ropeo. desplazamientos, a Nueva York, a Méxi-
En ese sentido, su americanismo co, en décadas de grandes transformacio-
tiene un carácter distinto al concebi- nes y trastornos políticos, hacía urgente la
do por muchos de sus contemporá- búsqueda de identidades estables y pre-
neos. Su temprana salida de Santo cursores fuertes2.
Domingo y su particular peripecia vi-
La inquietud de búsqueda de “un”
tal le proporcionó una posición privi-
americanismo se concreta sobre
legiada para acometer el desarrollo
todo en los ensayos recogidos en su
de las líneas directrices que marcarán
libro Seis Ensayos en busca de nues-
su americanismo; su exilio y su pere-
tra expresión, aparecido en 1928. Se
grinaje hacen que se consolide en él
trata de la expresión de los grandes
una clara voluntad de búsqueda de
interrogantes en torno al devenir de
referentes sólidos que pudiesen ca-
la propia cultura hispanoamericana,
racterizar la cultura hispanoamerica-
en un tramo histórico en el que se
na. Tal es, y no otro, el significado
replantean conceptos como «nacio-
profundo de su continua defensa de
nalismo» o «continentalismo», pro-
la tradición, como ha sido señalado
piciados por los acontecimientos eu-
reiteradamente por la crítica:
ropeos. Las propuestas planteadas
¿Cómo describir los comienzos de Henrí- en esta obra, establecen nuevas ba-
quez Ureña?[…] El crítico “errante” va ses metodológicas desde las que en-
luchando continuamente contra la frag- juiciar los modelos creativos y un
mentación, construyendo en sus libros to- programa único de revisión de las
talidades orgánicas que le permitirán fórmulas desgastadas con las que se
constituirse como iniciador de la “renova- había enfrentado hasta entonces el
ción” americana. Recordar, ampliar, recu- discurso literario.

2 Arcadio Díaz-Quiñones: «Pedro Henríquez Ureña: La persistencia de la tradición»,


Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, 17 (1991), págs. 21-28, la cita procede
de la pág. 23.
Tradición y renovación en el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña:
Seis Ensayos en busca de nuestra expresión (1928) 19

No sólo existe un deseo de reali- En Seis ensayos en busca de


zación de la unidad cultural, sino de nuestra expresión se agrupan traba-
reconocimiento de lo propio en el jos realizados en su mayoría en los
marco de la cultura universal. De primeros años de su estancia en la
ahí se deduce el propósito general Argentina, presididos por un claro
del libro: «[ir] en busca de los espí- propósito de aceptación de la propia
ritus fervorosos que se preocupan historia, y al tiempo representan una
por el problema espiritual de nuestra nueva etapa en el desarrollo de su
América, que padecen el ansia de pensamiento y uno de los logros
nuestra expresión pura y plena»3. más singulares en torno a la entidad
Obra de gran relevancia, en ella se literaria y expresiva hispanoameri-
abordan las cuestiones capitales que cana. En ellos se cuestiona tanto la
se habían venido debatiendo en el imitación sistemática de lo europeo
seno de la cultura hispanoamerica- como su rechazo, a lo que se une
na; al mismo tiempo, significa una una voluntad universalista de la cul-
sólida reflexión sobre el espinoso tura hispanoamericana4. Para el as-
problema de la recuperación y asun- pecto que nos interesa resultan de
ción del pasado, tema recurrente en gran utilidad los dos primeros ensa-
la mayoría de los trabajos críticos yos, ya que en ellos desarrolla de
que abordan el discurso literario his- manera más directa el tema del ame-
panoamericano y la búsqueda de su ricanismo literario. Como el mismo
pretendida expresión. Henríquez Ureña expone, se trata de

3 Obra Crítica, op. cit, pág. 325.


4 El título del libro no corresponde al autor, sino a Samuel Glausberg, su editor; la obra
se compone en realidad de nueve trabajos, los Seis ensayos, «Dos apuntes argentinos»
y un «Panorama de la otra América». Los «Seis ensayos» propiamente dichos en el or-
den en que aparecen en la obra son los siguientes: «El descontento y la promesa»
(1926), «Caminos de nuestra historia literaria» (1925), «Hacia el nuevo teatro» (1925),
y los tres englobados bajo el rótulo «Figuras», en el que se insertan: «Juan Ruiz de
Alarcón», «Enrique González Martínez» y «Alfonso Reyes». Los «Dos apuntes argen-
tinos», comprenden «El amigo argentino» (dedicado a Héctor Ripa Alberdi) y «Poesía
argentina contemporánea»(donde realiza un análisis de la gran aportación de América
a la poesía y expone la necesidad que hay para la literatura hispanoamericana de bue-
nas antologías, como la de Julio Noé para la poesía argentina (Antología de la poesía
argentina moderna, 1900-1925, edición de Julio Noé, Ed. de Nosotros, Buenos Aires,
1926); el noveno ensayo lleva por título «Veinte años de literatura en los Estados Uni-
dos», en el que ofrece un lúcido análisis del desarrollo de la literatura norteamericana
en los años que se extienden entre 1907 a 1927.
Eva Guerrero Guerrero
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trabajos que se vinculan por el as- La actividad intelectual de Pedro


pecto de la expresión americana: Henríquez Ureña en Argentina, des-
de 1924 hasta 1946, está marcada
Los Seis trabajos extensos que aquí reú-
por un pensamiento polarizado en
no […] y los dos apuntes argentinos que
torno a dos hechos fundamentales
les siguen, están unidos entre sí por el
interdependientes: por un lado la
tema fundamental del espíritu de nuestra
crisis originada tras la Primera Gue-
América: son investigaciones acerca de
rra Mundial, que hizo tambalearse
nuestra expresión, en el pasado y en el
las estructuras en las que estaba
futuro. A través de quince años el tema
asentado el pensamiento latinoame-
ha persistido, definiéndose y aclarándo-
ricano y, estrechamente vinculada a
se: la exposición íntegra se hallará en
la anterior, la difusión de una de las
«El descontento y la promesa». No pon-
obras más significativas del pensa-
go la fe de nuestra expresión genuina
miento occidental, Der Untergang
solamente en el porvenir; creo que, por
des Abendlandes (La decadencia de
muy imperfecta y pobre que juzguemos
occidente) de Oswald Spengler
nuestra literatura, en ella hemos graba-
(1880-1936)6. Esta obra ofrecía un
do, inconscientemente o a conciencia,
replanteamiento de la historia in-
nuestros perfiles espirituales. Estudian-
merso en el seno de la moderniza-
do el pasado, podremos entrever rasgos
ción de las sociedades; como toda
del futuro; podremos señalar orientacio-
morfología era hija del neokantismo
nes. Para mí hay una esencial: en el pa-
y se basa en la deducción de regula-
sado, nuestros amigos han sido la pereza
ridades que deberían enunciar pau-
y la ignorancia; en el futuro, sé que sólo
tas cíclicas para determinar hechos
el esfuerzo y la disciplina darán la obra
futuros. Contempla la coexistencia y
de expresión pura5.
la continuidad de las culturas pero

5 Pedro Henríquez Ureña, «Palabras finales», Seis ensayos ….. Obra Crítica, op. cit,
pág. 324 (Las mayúsculas pertenecen al original).
6 El original alemán constaba de dos tomos; el primero de ellos apareció en 1918 con el
título de Der Untergang des Abendlandes. Umrisse einer Morphologie der weltges-
chichte der gestalt und wirklichkeit (La decadencia de occidente. Bosquejo de una
morfología de la historia universal); el tomo II titulado Welthistorische Perspektiven
(Perspectiva del hombre y la técnica) se publicó en 1922. En este mismo año Spengler
publicó Socialismo y prusianismo, libro que anunciaba la reforma radical de la socie-
dad y en 1933 concluyó la obra Años decisivos. La traducción española de La Deca-
dencia de occidente en 4 tomos fue realizada por Manuel García Morente, Madrid,
Calpe, 1923-1932 (Existe una edición más reciente en dos tomos, Calpe, 1998).
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anuncia la crisis y posterior “deca- El aparentemente novedoso enfo-


dencia de la civilización occiden- que que este estudio proponía res-
tal”7. pecto a la Historia, generó gran po-
Henríquez Ureña fue capaz de va- lémica y dio lugar a toda una serie
lorar en su justa medida el alcance de interpretaciones, a menudo radi-
de los postulados que mantenía esta calmente opuestas desde un punto
obra, ya difundida en Hispanoaméri- de vista ideológico. La obra revolu-
ca, y en concreto en Argentina por cionó el pensamiento occidental,
Ortega y Gasset a través de la Revis- pese a que no ofrecía un plantea-
ta de Occidente, vector de propaga- miento excesivamente novedoso de
ción cultural al que habría que aña- la filosofía de la historia. Su acierto
dir los diferentes estudios que había radicó en que sintetizaba las ideolo-
hecho también en dicha revista el gías en torno a la naturaleza y a la
primer traductor de la obra al espa- historia conocidas hasta entonces,
ñol, Manuel García Morente8. conciliándolas en una síntesis tan

7 Esta noción de «decadencia» de las culturas no era algo totalmente novedoso, dicho enfo-
que se venía sucediendo desde la Antigüedad. La obra cumbre en este sentido había sido
The History of the Decline and Fall of the Roman Empire (publicada entre 1776-1788) de
Edward Gibbon (1737-1749) sobre la caída del Imperio Romano. El concepto de decaden-
cia ha sido muy utilizado por historiadores y filósofos. Pero sobre todo se agudiza con la
Primera Guerra Mundial síntoma de un mundo en crisis y en este momento le toca la quie-
bra a la civilización occidental. Por la misma época que La decadencia de Occidente de
Spengler tenemos Le Déclín de l´Europe del geógrafo Albert DEMANGEON. Con la crisis
económica de 1929 los historiadores vuelven a proyectar en el pasado el signo de deca-
dencia presente, lo que aparece reflejado en 1932 con la poco acertada traducción de la
gran obra de J. Huizinga El otoño de la Edad Media, que debería traducirse más bien por
La decadencia de la Edad Media, que resultaría más fiel al original.
8 Manuel García Morente (1886-1942) fue uno de los pensadores españoles más desta-
cados de la primera mitad del siglo XX. Lo mismo que Ortega se formó en Alemania y
en Francia. Estuvo muy influido por la filosofía de Bergson y por la Escuela neokan-
tiana de Marburgo. Fue Catedrático de Ética durante treinta años en Madrid, también
desempeñó una cátedra en la Argentina. A través de sus reseñas en La Revista de Occi-
dente se conocieron en Alemania muchos de los escritos de Ortega tal como apunta el
romanista E. R. Curtius en 1924 en comunicación epistolar a Ortega «¿Podría usted
enviarme también El tema de nuestro tiempo? La reseña de este libro por Morente en
la Revista de Occidente me ha dado ganas de leerlo», en «Epistolario entre Ortega y
Curtius», Revista de Occidente, 6 (1963), págs. 329-341. La recopilación de toda la
obra de Manuel García Morente ha sido realizada por Juan Miguel PALACIOS y Rogelio
ROVIRA (eds.), Manuel García Morente, Obras Completas, Barcelona, Anthropos, 4
vols., 1996.
Eva Guerrero Guerrero
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atractiva como falsa. Spengler expo- parámetros de la cultura occidental,


ne en el prólogo a su obra que son convirtiendo este punto de vista en
muchos los aspectos que comparte el único criterio de valoración histó-
con Goethe y Nietzsche: “[…] dos rica, lo que ha llevado a considerar a
espíritus a quienes debo casi todo las demás culturas como insignifi-
[…] De Goethe es el método, de cantes. La Historia Universal, pues,
Nietzsche, los problemas”. Spen- ya no podría considerarse como un
gler, creyente también en los “hom- todo rectilíneo, sino como la morfo-
bres extraordinarios”, en las clases logía comparativa del conjunto de
destinadas a dirigir a los pueblos a las culturas, apunta Spengler:
su grandioso destino, al igual que
Edad Antigua, Edad Media, Edad Mo-
Ortega y muchos pensadores poste-
derna. Tal es el esquema, increíblemente
riores, tomó de Nietzsche una idea
mezquino y falto de sentido […] El terri-
equivocada: el superhombre niezts-
torio de la Europa occidental constituye
cheano, aquel que ha de romper las
así como un polo inmóvil, o hablando en
cadenas de la sumisión, dueño de su
términos matemáticos, un punto particu-
destino y su pensamiento, no es el
lar de una superficie esférica—no se sabe
hombre dirigente ni el gobernante.
por qué, a no ser porque nosotros, los
Es el hombre común, el superhom-
constructores de esa imagen histórica,
bre individual que, descreyendo jus-
nos sentimos aquí en nuestra propia casa
tamente de los gobernantes, se alza
[…] Este esquema, tan corriente en la
a sí mismo con su futuro libre, ale-
Europa occidental, hace girar las grandes
jándose de los “bebedizos” que que-
culturas en torno nuestro, como si fuéra-
rían suministrarle (entre otros, gen-
mos nosotros el centro de todo el proceso
tes como Ortega y el propio Spen-
universal. Yo le llamo sistema ptolemai-
gler).
co de la historia. Y considero como el
Uno de los aspectos de La deca-
descubrimiento copernicano, en el terre-
dencia de Occidente que más influ-
no de la historia, el nuevo sistema que
yó en los intelectuales hispanoame-
este libro propone, sistema en el cual la
ricanos, fue su oposición a la divi-
Antigüedad y el Occidente aparecen jun-
sión tradicional de la historia en las
to a la India, Babilonia, China, Egipto, la
tres edades (Antigua, Media y Mo-
Cultura árabe y la Cultura mejicana, sin
derna). El historiador alemán repro-
adoptar en modo alguno una posición
cha a este esquema haber propiciado
privilegiada. Todas estas culturas son
una gran deformación histórica. En
manifestaciones y expresiones cambian-
su opinión, es responsable de la
tes de una vida que reposa en el centro;
creación de cierta definición de la
todas son orbes distintos en el devenir
historia universal de acuerdo con
universal, que pesan tanto como Grecia
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en la imagen total de la historia y la su- había creado una gran confianza en


peran con mucho en grandeza de concep- el poder espiritual que podía alcan-
ciones y en potencia ascensional9. zar una cultura como la hispano-
americana que de acuerdo con las
Este fue uno de los planteamien-
teorías de Spengler aún no había
tos que por razones obvias mejor re-
agotado su ciclo vital. Muchos de
cepción tuvieron en el pensamiento
los intelectuales de los años veinte y
hispanoamericano. Dadas estas pre-
treinta se veían comprometidos con
misas, la historia se relativiza, Spen-
ideales universalizantes de su cultu-
gler elimina el predominio de una
ra y tras múltiples lecturas relativi-
cultura sobre las demás (luego se
zadas o sesgadas de La decadencia
confirmó la apuesta de Spengler de
de Occidente la tomaron como
proponer la cultura germánica como
ejemplo para su gran fe en el porve-
más capacitada para dirigir a las
nir del continente. No es extraño,
otras, bajo la apariencia de un aleja-
pues, que los emergentes nacionalis-
miento total de las ideas darwinistas
mos latinoamericanos se fijaran en
y de la exaltación de la raza). Este
los aspectos grandilocuentes de la
planteamiento era en sí una trampa
obra, no por su visión particulariza-
demagógica, pero no se quiso, o no
dora de cada cultura sino por su de-
fue posible, caer en la cuenta de este
finición exacta de la creación de una
hecho en su momento, ya que cada
entidad nacional –valdría decir la
gobierno latinoamericano estaba
identidad americana sustanciada en
dispuesto a adoptarlo para hacerse
las identidades independientes de
con el poder y con esta justificación
cada país americano-, que daba res-
“filosófica” se sustanciaron el «ce-
puesta a ciertos afanes americanis-
sarismo» y las consiguientes dicta-
tas, más allá de los nacionalismos de
duras.
las vanguardias. Son muchos los au-
Las amargas circunstancias que
tores cuya obra está elaborada sobre
atravesaba Europa durante la Gran
categorías históricas y filosóficas
Guerra propiciaban que en América
spenglerianas (en el ámbito mexica-
Latina reinara un cierto optimismo
no, José Vasconcelos, con La raza
que hacía imaginar que, tras el fra-
cósmica (1925) o Luis Palés Matos
caso europeo, serían los países ame-
en Puerto Rico, por citar sólo dos
ricanos los que pudieran llevar a la
ejemplos).
práctica las ideas spenglerianas. Se

9 Oswlad Spengler: La decadencia de Occidente, Madrid, Calpe, 1923-1932, Vol I,


págs. 29-30 y 32-33].
Eva Guerrero Guerrero
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Sin embargo, Pedro Henríquez diga tonterías en cada página —padecen


Ureña y también Alfonso Reyes ad- de infantilismo presuntuoso—, pero di-
virtieron pronto el doble significado cen cosas de cuando en cuando […] con
que entrañaba la filosofía spengle- todo lo malo que noto en Spengler y en
riana, y si bien Henríquez Ureña le Keyserling, les encuentro interés. [Pero]
reconoce un gran esfuerzo de sínte- me parece lamentable que autores así
sis histórica, considera que el enfo- sean guías de nuestro tiempo […] Te
que ideológico resultaba claramente confieso que tengo una gran decepción
peligroso, predisponiendo a las éli- desde hace años porque veo que la huma-
tes a creerse más preparadas para nidad aprovecha muy poco los esfuerzos
hacerse con el poder por derecho y de su pasado: en cada generación se leen
por capacidad recibida por el propio autores que repiten las cosas dichas en la
desenvolvimiento de la historia uni- anterior, y la generación nueva cree que
versal. Le concede el valor de ser las acaban de inventar, porque no ha leí-
una síntesis de elementos conocidos do a los anteriores; y —lo que es peor—
a lo largo de los siglos, aunque le hay Ortegas que hacen la propaganda de
parece absurdo que en Hispanoamé- la supuesta novedad declarando que por
rica su obra se hubiera convertido en primera vez se piensan estas cosas10.
un libro de consulta obligada, sin
Lejos de las ideas de Spengler,
que se entresacaran de él los ele-
Henríquez Ureña realizó en sus Seis
mentos válidos, tal como apunta en
ensayos en busca de nuestra expre-
comunicación epistolar con Alfonso
sión una madura reflexión sobre los
Reyes:
componentes esenciales que han
No estoy enteramente de acuerdo contigo constituido la realidad americana y
sobre la cultura alemana actual: es me- los coadyuvantes históricos que le
diocre, no hay ningún pensador que no han ido dando forma. A lo largo de

10 Epistolario íntimo (1906-1946) Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, Ed. y prólo-
go de Juan Jacobo de Lara, Santo Domingo, Universidad Nacional Pedro Henríquez
Ureña, 3 tomos 1981- 1983. t. III, págs. 364-365 (5 de Febrero de 1929). Esta carta res-
pondía a otra de Reyes del del 2 de febrero de ese mismo año en la que este último,
—gran lector de Goethe— opinaba sobre la cultura alemana del momento: «La cultura
alemana actual me apesta. Todo eso que leo no me dice nada. Lo literario, me parece
pueril. Lo filosófico, vago y superficial. Son los alemanes los que hacen ahora perio-
dismo con la filosofía. Spengler y Keyserling no van más allá de cualquier Jean Finot.
Su éxito consiste en que escriben mal. Me figuro que la ciencia alemana sí me intere-
saría» (A. Reyes, Epistolario íntimo, t. III, pág. 363 (Las cursivas pertenecen al origi-
nal).
Tradición y renovación en el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña:
Seis Ensayos en busca de nuestra expresión (1928) 25

los diferentes ensayos que integran pone el dedo en la llaga y se refiere a


el libro aparece una nueva interpre- la anarquía que se está viviendo en
tación de términos como «europei- Europa en lo político, estado que se-
zación», «utopía», «nacionalismo», gún Henríquez Ureña hubiera podido
«americanismo» etc., que no necesi- aprovecharse en el caso de las letras
tan de grandilocuentes teorías ale- para retirar los ojos del viejo conti-
manas para darles forma y mucho nente y empezar a crear en sentido
menos contenido. La cultura hispa- lato sus propios patrones culturales:
noamericana adquiere una nueva
A lo largo del siglo xix, Europa nos daba
formulación que pasa por un claro
lecciones definidas. Así en política y eco-
eclecticismo y la aceptación de los
nomía, la doctrina liberal […]: nosotros
componentes definitorios de lo ame-
anotábamos los lentos avances del régimen
ricano; este aspecto es el que hace
constitucional y aguardábamos, armados
de Seis ensayos uno de los libros
de esperanza, la hora de que cristalizase
que más claves alberga en torno al
definitivamente entre nosotros […] ¿Ah-
camino necesario para construir un
ora? Cada esquina, cada rincón, son cáte-
discurso literario y cultural propia-
dras de heterodoxia. Los pueblos recelan
mente hispanoamericano.
de sus autoridades […] Como de Europa
Uno de los rasgos más destaca-
no nos viene la luz, nos quedamos a oscu-
bles de las aportaciones de Henrí-
ras y dormitamos perezosamente; en ins-
quez Ureña, es que deja atrás los
tantes de urgencia, obligados a despertar,
planteamientos suscitados por la
nos aventuramos a esclarecer nuestros pro-
doctrina positivista y que habían
blemas con nuestras escasas luces propias
dado lugar a una serie de obras que
[…] ¿Volverá Europa -hogar de la inquie-
analizaban las enfermedades del
tud- a la cómoda unidad de doctrinas ofi-
continente; ahora, bajo una orienta-
ciales como las de ayer? ¿Volveremos a ser
ción humanística, se trabaja en la
alumnos dóciles? ¿O alcanzaremos -a fa-
búsqueda de la expresión propia y se
vor del eclipse- la independencia, la orien-
aceptan los elementos que forman
tación libre? Nuestra esperanza única está
parte de la herencia y que constitu-
en aprender a pensar las cosas desde su
yen la tradición.
raíz11.
Tras la vasta desorganización vivi-
da en Europa al finalizar la Primera En Henríquez Ureña la tradición
Guerra Mundial se produce en todos es el elemento clave sobre el que se
los ámbitos una reflexión crítica res- fragua su particular sentido del ame-
pecto a los modelos que debe seguir ricanismo, que se constituye con una
Hispanoamérica. Los Seis Ensayos aceptación de pertenencia clara a la
Romania, como eje sólido irradiador
Eva Guerrero Guerrero
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de cultura12, pero que en modo al- surgido tras la crisis de la conciencia


guno elimina los rasgos inherentes a nacional blanca y criolla. Esas cues-
la realidad americana: tiones, para él, provenían en muchos
Aceptemos francamente, como casos del rechazo de la tradición y
inevitable, la situación compleja: al de una aceptación sumisa de mode-
expresarnos habrá en nosotros, jun- los foráneos; así, preguntarse por la
to a la porción sola, nuestra, hija de identidad sería poner en entredicho
nuestra vida, a veces con herencia la propia esencia y con ella la tradi-
indígena, otra porción substancial, ción y la originalidad literaria14.
aunque solo fuere el marco, que re- Uno de los aspectos centrales de
cibimos de España. Voy más lejos: Seis Ensayos es el de la imitación de
no sólo escribimos el idioma de la cultura europea, el constante de-
Castilla, sino que pertenecemos a la bate de la cultura hispanoamericana
Romania, la familia románica que entre Europa y el resorte de la pro-
constituye todavía una comunidad, pia cultura. En este punto huye de
una unidad de cultura, descendiente los extremismos y no tiene reparos
de la que Roma organizó bajo su en situar el viaje a París al lado del
potestad; pertenecemos —según la viaje ritualizado pero verdadera-
repetida frase de Sarmiento— al Im- mente iniciático de los autores ro-
perio Romano13. manos a Atenas. Lo considera un
Su americanismo no pasa por las producto del signo de cada momen-
vacuas preguntas acerca de la identi- to; y por ello no se encierra en una
dad hispanoamericana que habían fórmula estrecha de lo americano re-

11 Pedro Henríquez Ureña: «El eclipse de Europa» en La utopía de América, prólogo de


Rafael Gutiérrez Girardot, compilación y cronología de Ángel Rama y Rafael Gutié-
rrez Girardot, Caracas, Ayacucho, 1978, págs. 52-53.
12 Este es también el punto de partida que han mantenido destacados críticos de la cultura
como Arturo Ardao, quien reivindica esa aceptación de la pertenencia como punto cla-
ve de reflexión en torno a la identidad: «Toda reflexión sobre la identidad de América
Latina tendría que tener bien en cuenta su pertenencia histórico-cultural a la Romania,
a la que debe su nombre […] Por otra parte, sus sustratos y adstratos indígenas, muy
valiosos algunos de ellos, así como sus tan diversas inmigraciones, forzadas o libres,
antes o después del periodo colonial, reiteran una constante tradición de la Romania.
Desde sus más lejanos tiempos ha sido ella, una mezcla de hombres venidos de todos
los horizontes, incorporados por el lenguaje a una civilización común» (Arturo ARDAO,
Romania y América Latina, Montevideo, Universidad de la República Oriental del
Uruguay, 1991, pág. 6).
13 Pedro Henríquez Ureña: «El afán europeizante», Obra Crítica , pág. 250.
Tradición y renovación en el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña:
Seis Ensayos en busca de nuestra expresión (1928) 27

ducida a una visión paisajística o a Pertenecemos al mundo occidental: nues-


una mera tendencia indigenista. tra civilización es la europea de los con-
Aquí es donde cobra cuerpo el título quistadores, modificada desde el princi-
general del primer ensayo entre los pio en el ambiente nuevo pero rectificada
términos «descontento» -respecto a a intervalos en sentido europeizante al
los hechos de la generación anterior- contacto de Europa. Distingamos, pues,
y «promesa» -referido a las posibili- entre imitación y herencia: quien nos re-
dades de expresión que cada genera- proche el componer dramas de corte es-
ción nueva ofrece-: candinavo, o el pintar cuadros cubistas, o
el poner techos de Mansard a nuestros
Los inquietos de ahora se quejan de que
edificios, debemos detenerlo cuando se
los antepasados hayan vivido atentos a
alargue a censurarnos porque escribimos
Europa, nutriéndose de imitación, sin
romances o sonetos, o porque en nuestras
ojos para el mundo que los rodeaba: olvi-
iglesias haya esculturas de madera pinta-
dan que en cada generación se renuevan,
da, o porque nuestra casa popular sea la
desde hace cien años, el descontento y la
casa del Mediterráneo. Tenemos el dere-
promesa. Existieron, sí, existen todavía,
cho —herencia no es hurto— a movernos
los europeizantes, los que llegan a aban-
con libertad dentro de la tradición espa-
donar el español para escribir en francés,
ñola, y, cuando podamos, a superarla. To-
o, por lo menos, escribiendo en nuestro
davía más: tenemos derecho a todos los
propio idioma ajustan a moldes franceses
beneficios de la cultura occidental16.
su estilo y hasta piden a Francia sus ideas
y sus asuntos. O los hispanizantes, enfer- Por supuesto que tras estas aseve-
mos de locura gramatical, hipnotizados raciones no hay una defensa exalta-
por toda cosa de España que no haya sido da de lo europeo, ni de lo español.
trasplantada a estos suelos15. No propone Europa como modelo
constante al que debe tender la cul-
Estableció así una defensa de to-
tura hispanoamericana, sino que es
dos los aportes que puedan ser signi-
una exhortación a sentirse partícipes
ficativos de la cultura occidental, y
de la tradición, pero contribuyendo,
por encima de todo, de la española.
a partir de esa pertenencia, al desa-
Si sus contemporáneos hubieran te-
rrollo de los elementos propios:
nido en cuenta las observaciones
que en su obra se dedican a la distin- Pero sepamos precavernos contra la exa-
ción entre «herencia» e «imitación» geración; sepamos distinguir el toque de
se hubieran ahorrado muchas pági- la obra personal entre las inevitables re-
nas vertidas sobre polémicas cultu- miniscencias de obras ajenas. Sólo el tor-
rales, aclaradas por Henríquez Ure- pe hábito de confundir la originalidad
ña cuando afirma: con el alarde o la extravagancia nos lleva
Eva Guerrero Guerrero
28 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 50, 2005

a negar la significación de Rodó, preten- América, después de la emancipación po-


diendo derivarlo todo de Renán, de Gu- lítica, nos dirá que nuestros propios
yau, de Emerson, cuando el sentido de su orientadores fueron, en momento oportu-
pensamiento es a veces contrario al de no, europeizantes: Andrés Bello, que
sus supuestos inspiradores. Rubén Darío desde Londres lanzó la declaración de
leyó mucho a los españoles, a los france- nuestra independencia literaria, fue mote-
ses luego: es fácil buscar sus fuentes, tan- jado de europeizante por los proscriptos
to como buscar las de Espronceda, que argentinos veinte años después, cuando
son más. Pero sólo «el necio audaz» ne- organizaba la cultura chilena; y los más
gaba el acento personal de Espronceda; violentos censores de Bello, de regreso a
sólo el necio o el malévolo, niega el su patria, habían de emprender a su turno
acento personal del poeta que dijo: «Se tareas de europeización, para que ahora
juzgó mármol y era carne viva» […]17. se lo afeen los devotos del criollismo
puro. Apresurémonos a conceder a los
En este sentido realiza una clara
europeizantes todo lo que les pertenece,
crítica del deseo desmedido de imi-
pero nada más, y a la vez tranquilicemos
tación de lo europeo. Aún en este
al criollista. No sólo sería ilusorio el ais-
caso, no considera un pecado la mi-
lamiento -la red de comunicaciones lo
rada hacia Europa sino un comple-
impide-, sino que tenemos derecho a to-
mento de la cultura hispanoamerica-
mar de Europa todo lo que nos plazca18.
na, y nunca como único punto de re-
ferencia válido que anule la realidad Esta posición intelectual es una
autóctona: muestra de la madurez de un pensa-
miento capaz de valorar el desarro-
Todo aislamiento es ilusorio. La historia
llo de la literatura hispanoamericana
de la organización espiritual de nuestra

16 Pedro Henríquez Ureña: «Herencia e imitación», La utopía de América, pág. 53.


17 Pedro Henríquez Ureña: Ibídem, pág. 54.
18 Pedro Henríquez Ureña: «El afán europeizante», Obra Crítica, págs. 249-250. Esta in-
corporación a la modernidad esboza en una época muy temprana la misma línea de re-
flexión que mantiene entre otros el crítico uruguayo Ángel Rama; propone una historia
cultural integrada, no disociada de todos y de cada uno de los aspectos del rico mundo
cultural, de ahí que las palabras de Ángel Rama van en el mismo sentido de esa inte-
gración de elementos que proclamara el crítico dominicano en un momento en el que
el discurso hispanoamericano no había madurado, dice Ángel Rama: «La modernidad
no es renunciable y negarse a ella es suicida; lo es también renunciar a sí mismo para
aceptarla»(Transculturación narrativa en América Latina, México, Siglo XXI, 1982,
pág. 71).
Tradición y renovación en el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña:
Seis Ensayos en busca de nuestra expresión (1928) 29

y dotarla de proyección en la cultura formación operada sobre lo europeo


universal: cifraba el verdadero arte y la expre-
sión propia. Dentro de sus postula-
¿Dónde, pues, comienza el mal de la imi-
dos quedaba fuera de toda duda que
tación? Cualquier literatura se nutre de
la aceptación de la cultura española
influjos extranjeros, de imitaciones y
y de los elementos propios de la tra-
hasta de robos: no por eso será menos
dición eran claves para el fortaleci-
original. La falta de carácter, de sabor ge-
miento de la unidad.
nuino, no viene de exceso de cultura,
El hecho de compartir el mismo
como fingen creer los perezosos, ni si-
idioma que la metrópoli había sido
quiera de la franca apropiación de mode-
uno de los rasgos reiterativos de los
los extraños: hombres de originalidad
que se valió una buena parte de la
máxima saquean con descaro la labor
crítica española para negar autentici-
ajena y la transforman con breves toques
dad a la literatura hispanoamericana.
de pincel. Pero el caso es grave cuando la
Frente a esto, un reducido grupo de
transformación no se cumple, cuando la
escritores había reaccionado propo-
imitación se queda en imitación. Nuestro
niendo una vuelta a las lenguas indí-
pecado en América, no es la imitación
genas. Con estos dos extremos de
sistemática -que no daña a Catulo ni a
fondo, Henríquez Ureña, en sus re-
Virgilio, a Corneille ni a Molière-, sino la
flexiones en torno al idioma, se opo-
imitación difusa, signo de la literatura de
ne a la aparente carencia de auténti-
aficionados, de hombres que no padecen
cos rasgos distintivos que se le acha-
ansia de creación; las legiones de peque-
can a la literatura hispanoamericana
ños poetas adoptan y repiten indefinida-
por estar escrita en español. Ejerce
mente en versos incoloros “el estilo de la
aquí el papel de crítico sereno y filó-
época”, los lugares comunes del momen-
logo experto afirmando que la ex-
to19.
presión propia de América no se lo-
Dentro de esa imitación de lo eu- grará recurriendo a las lenguas indí-
ropeo Henríquez Ureña sitúa el de- genas, ya que no toda América po-
recho a emplear y tener como propia see en igual medida esa tradición, y,
esa cultura, sin dejar de reivindicar además, dentro de los que tienen
en ningún caso la transformación una mayoría indígena, son pocos los
creativa que se ha operado con esos escritores, exceptuando algunos ca-
elementos originarios de aquella sos excepcionales como el de José
procedencia europea. En esa trans- María Arguedas, que van más allá

19 Pedro Henríquez Ureña: «Herencia e imitación», La utopía de América, pág. 54.


Eva Guerrero Guerrero
30 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 50, 2005

de conocer unos cuantos vocablos congresos? Nosotros estamos organizan-


de dichas lenguas autóctonas: do un idioma para nosotros solos y de
aquí nos vendrá la libertad. Es signo de
En todas las artes se plantea el problema.
potencia espiritual de un pueblo el de
Pero en literatura es doblemente comple-
transformar el idioma heredado. El idio-
jo […] el poeta, el escritor, se expresan
ma es una riqueza como otra cualquiera a
en idioma recibido de España. Al hombre
la que hay que dar vida convirtiéndola21.
de Cataluña o de Galicia le basta escribir
su lengua vernácula para realizar la ilu- El idioma ocupa en los estudios
sión de sentirse distinto del castellano. de Pedro Henríquez Ureña una parte
Para nosotros esta ilusión es fruto vedado destacada, porque, en su opinión,
o inaccesible. ¿Volver a las lenguas indí- determina la unidad de la cultura. Su
genas? El hombre de letras, generalmen- continuada dedicación a los aspectos
te, las ignora, y la dura tarea de estudiar- filológicos y su insistencia en los
las y escribir en ellas lo llevaría a la con- rasgos distintivos del español de
secuencia final de ser entendido entre América tienen la función de cons-
muy pocos, a la reducción inmediata de truir los cimientos de un nuevo ame-
su público20. ricanismo22. Así, sostuvo siempre
que el estudio de la filología, de los
La lengua había sido uno de los
rasgos distintivos del español de
elementos centrales de «la polémica
América, podrían contribuir a la
del meridiano cultural», hasta el
comprensión de la totalidad de la
punto de que desde Martín Fierro se
cultura americana, criticando en va-
reivindicaba con más fuerza un idio-
rias ocasiones el poco rigor filológi-
ma argentino diferenciado, y junto a
co con que se realizaban los estudios
él la separación de la tradición espa-
lingüísticos en América, como le co-
ñola:
menta en comunicación epistolar a
Nuestra ilusión debe ser la de echar a Emilio Rodríguez Demorizi:
perder de tal manera el castellano que
Sobre lingüística de América hay que
venga un español y no entienda nada de
proceder con mucho cuidado, porque se
lo que digamos. No es de otra manera
han escrito muchas cosas malas. En el
que los franceses, italianos y españoles
Instituto de Filología, aquí, estamos tra-
se portaron con el latín […] ¿Por qué
tando de hacer una depuración, reimpri-
querer que nos liguemos a una tradición
miendo con anotaciones y correcciones
completamente artificiosa que solamente
los trabajos principales. Basta leer lo que
está en los discursos declaratorios de los

20 Pedro Henríquez Ureña: «El problema del idioma», Obra crítica, págs. 244-245.
Tradición y renovación en el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña:
Seis Ensayos en busca de nuestra expresión (1928) 31

dice Lenz sobre los vocabularios de re- La crítica del lenguaje no puede
gionalismos de América […] Sobre las ser separada del resto de su labor
lenguas indígenas lo mismo: el siglo XIX americanista. Fueron continuos sus
vio aparecer una multitud de libros ab- comentarios sobre la falta de rigor
surdos, en que se trataba de emparentar con que los extranjeros, y entre ellos
lenguas indias con el asirio y el hebreo o los españoles y también algunos his-
el vasco; por ejemplo, los libros de Pablo panoamericanos, hablaban del espa-
Patrón en el Perú, de Vicente Fidel López ñol de América. Fruto de esta preo-
en la Argentina […] Todavía son ejemplo cupación es su división en las cinco
de otros disparates las etimologías árabes áreas lingüísticas que componen el
de Lugones. En las Antillas tenemos, territorio americano24. Henríquez
como ejemplo de libro descuidado y Ureña desecha también el tópico
poco útil (excepto por la cantidad de ma- americanista fundado en la teoría de
teriales) el de Alfredo Zayas […]El filó- la exuberancia que se ha achacado
logo aficionado está viendo siempre rela- de manera continua a América;
ciones donde no hay más que coinciden- «exuberancia» y «énfasis» han sido
cias. La Academia Española, hasta hace los dos calificativos más repetidos al
poco, procedía según estos métodos de referirse a la literatura hispanoame-
aficionado; ya se ve que todas las precau- ricana, y, ante ello, el ensayista do-
ciones son pocas23. minicano propone acabar con ese

21 Pablo Rojas Paz: «Un llamado a la realidad. Imperialismo baldío», Martín Fierro, 42
(1927), en Carmen Alemany Bay: La polémica del meridiano intelectual de Hispanoa-
mérica (1927. Estudio y Textos, Publicaciones de la Universidad de Alicante, 1998,
pág. 68.
22 Son innumerables sus trabajos filológicos, de ellos pueden destacarse: «Observaciones
sobre el español en América. Comienzo del español en América» (1931), «Observa-
ciones sobre el español en México» (1934), «Palabras antillanas en el diccionario de la
Academia» (1934), «El supuesto andalucismo dialectal de América» (1936), «El espa-
ñol en la zona del mar Caribe»(1937), «Problemas del español en México»(1937),
«Caribe» (1938), «Historia de palabras»(1938), «La planta enigmática» (1938), «El
enigma del aje» (1938) y «Estudios sobre el español en Nuevo México» (1938). En
este sentido su labor de filólogo y su criterio riguroso aprendido durante su estancia en
el Centro de Estudios Históricos de Madrid (1920-1921), y perfeccionado en el Institu-
to de Filología de Buenos Aires tiene el profundo significado de regresar a las fuentes
y de «devolver» la tradición que es propia a la América Hispánica. Para lo relacionado
con el Instituto de Filología de Buenos Aires véase el Homenaje al Instituto de Filolo-
gía y Literaturas Hispánicas Dr. Amado Alonso en su cincuentenario, 1923-1973,
Buenos Aires, S. E., 1975. Véase en concreto el estudio de Frida Weber de Kurlat,
«Para la historia del Instituto de Filología y las literaturas hispánicas Dr. Amado Alon-
Eva Guerrero Guerrero
32 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 50, 2005

tipo de crítica impresionista y super- ignorancia, y todos los males que de ella
ficial que no responde a la verdad: se derivan, no son caracteres: son situa-
ciones. Para juzgar de nuestra fisonomía
José Ortega y Gasset, en artículo reciente
espiritual conviene dejar aparte a los es-
recomienda a los jóvenes argentinos “es-
critores que no saben revelarla en su
trangular el énfasis”, que él ve como una
esencia porque se lo impiden sus imper-
falta nacional […] América es, a los ojos
fecciones en cultura y en dominio de for-
de Europa […] la tierra exuberante, y ra-
mas expresivas. ¿Qué son muchos? Poco
zonando de acuerdo con la usual teoría
importa; no llegaremos nunca a trazar el
de que cada clima da a sus nativos rasgos
plano de nuestras letras si no hacemos
espirituales característicos (“el clima in-
previo desmonte25.
fluye en los ingenios”, decía Tirso), se
nos atribuyen caracteres de exuberancia Las aportaciones de Henríquez
en la literatura. Tales opiniones (las esco- Ureña a la clarificación de los con-
jo sólo por muy recientes) nada tienen de ceptos relacionados con la percep-
insólitas; en boca de americanos se oyen ción de la lengua y la literatura his-
también. Y, sin embargo, yo no creo en la panoamericana son enormes y de un
teoría de nuestra exuberancia […] ¿se gran calado. Afirmó también, por
nos atribuye y nos atribuimos exuberan- ejemplo, que no puede establecerse
cia y énfasis, o ignorancia y torpeza? La como criterio de clasificación litera-

so», y de la misma autora, «Pedro Henríquez Ureña en el Instituto de Filología de Bue-


nos Aires» en Julio Jaime JULIÁ (ed.), El Libro Jubilar de Pedro Henríquez Ureña,
Santo Domingo, Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), 1984, t. II,
págs. 265-271. En el Instituto de Filología de Buenos Aires Henríquez Ureña orientó a
aquellos que luego serían figuras relevantes en el ámbito filológico tales como María
Rosa y Raimundo Lida, Angel Rosenblat, Enrique Anderson Imbert, Daniel Devoto,
Juan Bautista Avalle-Arce, y Ana María Barrenechea, entre otros. También dentro del
Instituto salieron dos de sus más logrados trabajos que habían sido el fruto de muchos
años de dedicación, La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo (1936) y El
idioma español en Santo Domingo (1940).
23 Pedro Henríquez Ureña: “Carta a Emilio Rodríguez Demorizi”. En Obras Completas.
Edición de Juan Jacobo de Lara, Santo Domingo, Universidad Nacional Pedro Henrí-
quez Ureña,10 vols., 1976-1980, Vol. VIII, págs. 379-380.
24 Estas cinco áreas lingüísticas son: I. Grupo ístmico (México y América Central), II.
Grupo del mar Caribe ( las Antillas, Venezuela y Colombia), III. Grupo peruano
(Ecuador, Perú y Bolivia), IV. Grupo araucano (Chile), V. Grupo del Plata (la Argenti-
na, El Uruguay y el Paraguay) (Véase la ilustrativa carta del 21 de marzo de 1919 en la
que le expone ampliamente a Reyes la fundamentación de estas cinco áreas, Epistola-
rio íntimo, op. cit. págs. 145-149).
25 Pedro Henríquez Ureña, «América y la exuberancia», Obra Crítica, págs. 257-258.
Tradición y renovación en el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña:
Seis Ensayos en busca de nuestra expresión (1928) 33

ria la existencia por un lado de una montarlos, Henríquez Ureña estaba


América tropical, desorganizada y, mostrando una madurez intelectual
por otro, un grupo de países donde que no poseían la mayoría de sus
esa producción literaria está mejor contemporáneos, ni poseía en nin-
organizada, esa teoría de las dos gún modo la crítica española de la
Américas apoyada únicamente en la época, empeñada en defender su
realidad climatológica26. Sostuvo, perdido imperio a través de la pro-
por el contrario, que era factible es- longación de los rasgos españoles en
tablecer cierta división, pero en lo las manifestaciones de la cultura
que se refiere a la cultura y a la de- hispanoamericana. En este aspecto
sorganización política. En este senti- es destacable su ensayo dedicado a
do habla de una «América buena», la dramaturgia de Ruiz de Alarcón,
que integran aquellos países donde que, al poner de relieve los rasgos
la política favorece el desarrollo de originales de sus dramas, se convier-
la actividad cultural, y una «Améri- te en una reivindicación de la ameri-
ca mala», que forman aquellas otras canidad de la época de la colonia.
naciones donde dicha actividad su- Este fue el primer paso para rescatar
cumbe a manos de los intereses polí- el periodo colonial, una etapa que
ticos. generalmente había sido considera-
Estos y otros estereotipos forma- da como una parte de la literatura
ban parte del (des)conocimiento que española o como una tierra de nadie,
los extranjeros tenían de la literatura ignorada por los americanos, que no
hispanoamericana. Esto nos muestra se atrevían a estudiarla en profundi-
el imbricado contexto en el que sur- dad porque no la tenían como suya,
gían los Seis Ensayos y la cantidad además de considerarla poco valio-
de prejuicios históricos que estaban sa. Este aspecto es sumamente im-
operando. Al referirse a ellos y tra- portante, puesto que desde esta rei-
tar de analizarlos racionalmente y, vindicación, el periodo colonial fue
en la mayoría de las ocasiones, des- una de las fuentes de información

26 Ernesto Sábato se refiere en Apologías y rechazos a estas continuas exageraciones en


que se ha incurrido acerca de la literatura y el pensamiento hispanoamericano: «Henrí-
quez Ureña[…] parecía puesto para probar qué triviales suelen ser esas generalizacio-
nes que establecen relación entre el clima y el temperamento. Esos lugares comunes
que la mala literatura difundió, cierta filosofía pretendió fundar y que, finalmente, el
cine norteamericano explotó en forma industrial[…] Esa teoría termológica, general-
mente nacida en países de clima frío, que convierte en poco menos que charlatanes a
cualquier habitante de las regiones de mucho sol[…]» (Ernesto Sábato: Apologías y
rechazos, Barcelona, Seix Barral, 1979, pág. 58).
Eva Guerrero Guerrero
34 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 50, 2005

más importantes para los estudios el momento en que Henríquez Ure-


hispanoamericanos. La integración ña publica estos ensayos, y valora el
del periodo colonial es también la enjuiciamiento que hace el crítico
base sobre la que se erigieron su dos dominicano de los extremismos en
obras fundamentales de historiogra- los que estaba cayendo la crítica
fía, ya que tanto las Corrientes lite- para llegar a la especificidad de lo
rarias en la América Hispánica americano:
como su Historia de la cultura en la
[…] el público culto latinoamericano cul-
América Hispánica hacen un reco-
tivaba una peculiar actitud ante su propia
rrido desde la Colonia hasta las últi-
literatura. La consideraba como algo pro-
mas tendencias27.
pio y hasta valioso, pero no parecía sufi-
Seis ensayos en busca de nuestra
cientemente convencido de su valor y
expresión tuvo un éxito y difusión
menos aún del valor de su tradición; o,
escasos en su momento, porque no
por ignorancia, creía que las glorias loca-
se valoró su método de análisis de la
les sustituían la literatura universal, con-
cultura hispanoamericana, ni llegó a
siguientemente la de los países del Conti-
advertirse entonces el giro que pro-
nente y hasta la superaban; o, en fin,
ponía. Esto es debido a que el públi-
daba por sentado tácitamente que cual-
co hispanoamericano no estaba pre-
quier autor extranjero era mejor que cual-
parado para «digerir» un tipo de
quier latinoamericano […] El extremo
pensamiento que conocía la cultura
contrario de este “cosmopolitismo”, el
europea, y que precisamente por co-
nacionalismo hispano-criollo, o simple-
nocerla y aceptarla, era capaz de va-
mente hispano, o simplemente criollo, lo
lorar en su justa medida su aporta-
mismo que cierto indigenismo, no era
ción a la cultura hispanoamericana,
sustancialmente diferente de aquel: los
despojando a aquélla de una serie de
dos partían de la misma actitud ambigua,
valores míticos que la adornaban a
es decir, la de la convicción a medias del
sus ojos, merced un solapado com-
valor de la literatura latinoamericana.
plejo de inferioridad. Rafael Gutié-
Sólo que en los nacionalistas, ésta se ma-
rrez Girardot se refiere a los proble-
nifestaba de manera irritada y resignada-
mas del público latinoamericano en
mente agresiva, como una “confusión de

27 Son muchos los estudios de Henríquez Ureña dedicados a la Colonia: «Sor Juana Inés
de la Cruz» (1936), «Sobre literatura colonial en América» (1936), «El teatro de la
América española en la época colonial» (1936), «Teatro hispano indígena» (1936) «Lo
que aportó el descubrimiento del Nuevo Mundo a la visión y la literatura del Viejo
Continente», La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo (1936), «Cosas de
Indias» (1940), «Barroco de América» (1940), etc.), por sólo citar algunos de ellos.
Tradición y renovación en el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña:
Seis Ensayos en busca de nuestra expresión (1928) 35

sentimientos”. A los dos extremos dedicó cultura nacional”, sin darse cuenta de que
Henríquez Ureña precisas reflexiones en el exclusivismo de su recomendación en-
su ensayo “El descontento y la promesa” vuelve un manifiesto discrimen hacia
de sus Seis ensayos en busca de nuestra esta cultura y el afán de darle esencias y
expresión, de 192828. contenidos europeos. Trátase, evidente-
mente, de un exclusivismo para nosotros
Esto explica alguna crítica recibi-
suicida y por tanto, inaceptable […] En
da por quienes sin conocer las bases
todos sus párrafos rezuma el enfoque que
ni el planteamiento ureñianos le en-
sobre su temática ofrecieron casi todos
casillan dentro del pensamiento bur-
los intelectuales burgueses europeos de
gués adjudicándole una defensa exa-
entonces30.
cerbada de la cultura europea, cuan-
do afirman que su admiración y res- Pero, a pesar de la escasa valora-
peto por las letras castellanas era ción de la obra en este marco satura-
«un exponente típico de […] colo- do de protagonismos e intereses
nialismo intelectual»29. Jiménes- contrapuestos, posteriormente la crí-
Grullón, analiza y explica todo el tica ha coincidido en reconocer que
pensamiento de Henríquez Ureña Seis ensayos en busca de nuestra ex-
partiendo de una endeble adecua- presión constituyó «el punto de par-
ción de éste al espíritu burgués: tida de la crítica hispanoamericana
contemporánea»31. En este sentido,
Henríquez Ureña recomienda a nuestros
Luis Leal afirma que «la crítica de
pueblos esa entrega -que a las claras mar-
la literatura hispanoamericana puede
gina nuestro propio pasado- y ve en ello
dividirse en dos grandes etapas: an-
un empeño hacia “la renovación de la
tes y después de Henríquez Ure-

28 Rafael Gutiérrez Girardot: «Prólogo» a La utopía de América, op. cit. pág. XI.
29 J. I. Jiménes-Grullón: Pedro Henríquez Ureña, realidad y mito y otro ensayo, Santo
Domingo, Ed. dominicana, 1969, pág. 70. Jiménes-Grullón se refiere en este caso al
artículo de Henríquez Ureña «La cultura de las Humanidades» (1914), donde éste di-
serta acerca de las letras castellanas: «Al amor de Grecia y Roma hubo de sumarse el
de las antiguas letras castellanas: su culto, poco después reanimado, es hoy el más fe-
cundo entre nuestros estudios de erudición[…]» (Obra Crítica, pág. 33). A partir de
esta cita y sus diferentes estudios en torno a las letras españolas, Jiménes-Grullón, le
critica su «fervor por la hispanidad» (pág. 74]), hasta afirmar cuando analiza «La uto-
pía de América que «el hispanismo es, en el autor, la ideología dominante: prima sobre
el americanismo» (pág. 86).
30 J.I. Jiménes-Grullón: Ibídem, págs. 73-74.
31 José Antonio Portuondo: «Pedro Henríquez Ureña, el orientador», Revista Iberoameri-
cana, 41-42 (1956), pág. 78.
Eva Guerrero Guerrero
36 Revista de Literatura Hispanoamericana No. 50, 2005

ña»32. Y es que el particular ameri- mentos extraliterarios no se valoró


canismo del escritor parte de la con- en su momento la solidez del pensa-
ciencia de pertenencia a la familia miento del crítico dominicano, por-
románica, pero con la preponderan- que él siempre hizo prevalecer la
cia evidente de la cultura hispánica. cultura por encima de otras interpre-
Esa pertenencia es la que proporcio- taciones.
na la ansiada unidad cultural, que en La amplitud de sus inquietudes
ningún momento se propone como intelectuales le situaron fuera de los
forzada, sino como aceptación de la cauces nacionalistas y al margen de
tradición a la cual se pertenece. Por las polémicas que sacaron a la luz
ello, tal como lo venía efectuando a prejuicios históricos y demostraban
lo largo de toda su obra, en Seis en- escaso interés por la cultura españo-
sayos muestra la legitimidad de la la, negando originalidad en las pro-
tradición y con ella la de la cultura ducciones propias. Este libro se basa
clásica, participando con igual dere- tanto en el proceso como en la tota-
cho en todos los movimientos euro- lidad, y se ha convertido en una sóli-
peos y a la vez aportando a ellos los da propuesta de armonía entre lo ge-
rasgos esenciales del espíritu a tra- neral y lo particular. Una vez cons-
vés de los hallazgos de su quehacer tatada la valía de lo propio, se consi-
intelectual. gue la proyección en lo universal.
En definitiva, Seis ensayos en Las ideas contenidas en los princi-
busca de nuestra expresión surgió pales apartados que componen Seis
en un momento de gran debate inte- ensayos en busca de nuestra expre-
lectual, y en dicho debate Henríquez sión significan una renovada pro-
Ureña se encontró armado intelec- puesta de confianza en la valía de la
tualmente para no perderse en una literatura hispanoamericana, y pro-
polémica que encubría en la mayo- claman, por encima de cualquier na-
ría de los casos una ardua defensa cionalismo, la grandeza de un discur-
nacional. En este marco viciado por so propio portador de nuevos meca-
la política y por infinidad de ele- nismos de valoración de las letras y
del pensamiento hispanoamericanos.

32 Luis Leal: «Pedro Henríquez Ureña, crítico de la literatura hispanoamericana», Revista


Interamericana de Bibliografía, 3 (1977), pág. 253.

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