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MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos queridos hermanos a la casa de Dios. Después de las grandes


solemnidades que hemos celebrado los domingos anteriores, nos reunimos
nuevamente para retomar el correlativo de los domingos del tiempo ordinario.
Arribamos ya al número 12 en el que la liturgia nos entrega un mensaje de
esperanza y nos invita a no tener miedo, pues si estamos con Jesús, él está de
nuestro lado hasta el final de los tiempos.
Disponemos todo nuestro ser, y de pie cantamos el canto de entrada para
comenzar esta santa Misa...

MONICIONES A LAS LECTURAS.


Opción 2: Moniciones para cada lectura
Primera lectura (Jeremías 20, 10-13)
En medio de la persecución, Jeremías manifiesta su confianza en Dios. Se
mantiene firme y sigue siendo fiel a su vocación profética, sin perder la esperanza
en la ayuda de Dios.

Salmo responsorial (Salmo 68)


El salmo 68 manifiesta la angustia del justo en medio de la hostilidad y clama el
auxilio de Dios. Unámonos a esa plegaria del salmista respondiendo:

Segunda lectura (Romanos 5, 12-15)


San Pablo en su carta a los Romanos, nos hace hoy una comparación entre Adán
y Jesús. Si por el primero entró el pecado, por el segundo entró la salvación y
gracias a ello hemos recibido la reconciliación y la vida.

Evangelio (Mateo 10, 26-33)


En su discurso misionero, Jesús, en el Evangelio de San Mateo, ahora nos anima
a no tener miedo en las persecuciones, porque él estará siempre de nuestra parte,
si nosotros estamos con él. Nada ni nadie puede matarnos el alma ni la libertad
interior.
Preparémonos con el canto del aleluya, para recibir con gozo el mensaje de
Jesús.

ORACIÓN DE LOS FIELES


Monición al Ofertorio
Acerquemos llenos de fe y confianza en el Señor, estos dones de pan y vino, que
serán alimento que nos une a Jesús en su sacrificio redentor

Monición a la Comunión
En la comunión Jesús nos da la seguridad y fortaleza que necesitamos y nos
ayuda a vivir cimentados en el amor a Él y al prójimo. Agradecidos nos acercamos
a recibirlo

Monición a la Salida
No olvidemos que junto a Cristo podemos superar todos nuestros miedos.
Vayamos y seamos sus testigos en este mundo a pesar de las dificultades.
Día litúrgico: Domingo XII (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 10,26-33): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
Apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres. Pues no hay nada encubierto que
no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo
en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo
desde los terrados.

»Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed
más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.
¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra
sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos
de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más
que muchos pajarillos.

»Porque todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me
declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue
ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos».
«No temáis a los que matan el cuerpo»
P. Antoni POU OSB Monje de Montserrat
(Montserrat, Barcelona, España)

Hoy, después de elegir a los doce, Jesús los envía a predicar y los instruye. Les
advierte acerca de la persecución que posiblemente sufrirán y les aconseja
cuál debe ser su actitud: «No temáis a los que matan el cuerpo, pero no
pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición
alma y cuerpo en la gehenna» (Mt 10,28). El relato de este domingo desarrolla
el tema de la persecución por Cristo con un estilo que recuerda la última
Bienaventuranza del Sermón de la Montaña (cf. Mt 5,11).

El discurso de Jesús es paradójico: por un lado dice dos veces “no temáis”, y
nos presenta un Padre providente que tiene solicitud incluso por los pajarillos
del campo; pero por otra parte, no nos dice que este Padre nos ahorre las
contrariedades, más bien lo contrario: si somos seguidores suyos, muy
posiblemente tendremos la misma suerte que Él y los demás profetas. ¿Cómo
entender esto, pues? La protección de Dios es su capacidad de dar vida a
nuestra persona (nuestra alma), y proporcionarle felicidad incluso en las
tribulaciones y persecuciones. Él es quien puede darnos la alegría de su Reino
que proviene de una vida profunda, experimentable ya ahora y que es prenda
de vida eterna: «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo
también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,32).

Confiar en que Dios estará junto a nosotros en los momentos difíciles nos da
valentía para anunciar las palabras de Jesús a plena luz, y nos da la energía
capaz de obrar el bien, para que por medio de nuestras obras la gente pueda
dar gloria al Padre celestial. Nos enseña san Anselmo: «Hacedlo todo por Dios
y por aquella feliz y eterna vida que nuestro Salvador se digna concederos en
el cielo».
¿Qué significan los Colores Litúrgicos y
cuándo se usan?
La diversidad de colores en las vestiduras sagradas
deben estar marcados también en nuestro corazón

La diversidad de colores en las


vestiduras sagradas pretende
expresar con más eficacia, aun
exteriormente, tanto el carácter
propio de los misterios de la fe que
se celebran, como el sentido
progresivo de la vida cristiana en el
transcurso del año litúrgico. Así los
cristianos oran con sentimientos diversos evocados
también por los colores de las vestiduras litúrgicas.

BLANCO:
Se usa en tiempo pascual, tiempo de navidad, fiestas
del Señor, de la Virgen, de los ángeles, y de los santos
no mártires. Es el color del gozo pascual, de la luz y de
la vida.
Expresa alegría y pureza.

ROJO:
Se usa el domingo de Ramos, el Viernes Santo,
Pentecostés, fiesta de los apóstoles y santos mártires.
Significa el don del Espíritu Santo que nos hace capaces
de testimoniar la propia fe aún hasta derramar la
sangre en el martirio. Es el color de la sangre y del
fuego.
VERDE:
Se usa en el tiempo ordinario (período que va desde el
Bautismo del Señor hasta Cuaresma y de Pentecostés
a Adviento). Expresa la juventud de la Iglesia, el
resurgir de una vida nueva.
Se usa en los oficios y Misas del «ciclo anual».

MORADO:
Indica la esperanza, el ansia de encontrar a Jesús, el
espíritu de penitencia; por eso se usa en adviento,
cuaresma y liturgia de difuntos.
Es signo de penitencia y austeridad.

MENOS USADOS:

DORADO o PLATEADO:
Subraya la importancia de las grandes fiestas. En los
días más solemnes pueden emplearse ornamentos más
nobles, aunque no sean del color del día

ROSA:
Subraya el gozo por la cercanía del Salvador el Tercer
Domingo de Adviento, e indica una pausa en el rigor
penitencial el Cuarto Domingo de Cuaresma. Es
símbolo de alegría, pero de una alegría efímera.

AZUL:
Indica las fiestas marianas, sobre la Inmaculada
Concepción.
NEGRO:
Expresión de duelo.

TODOS ESTOS COLORES DEBEN ESTAR


MARCADOS TAMBIÉN EN NUESTRO CORAZÓN:
 Debemos vivir con el vestido blanco de la pureza, de
la inocencia. Reconquistar la pureza con nuestra vida
santa.
 Debemos vivir con el vestido rojo del amor
apasionado a Cristo, hasta el punto de estar dispuesto
a dar nuestra vida por Cristo, como los mártires.
 Debemos vivir el color verde de la esperanza teologal,
en estos momentos duros de nuestro mundo,
tendiendo siempre la mirada hacia la eternidad.
 Debemos vivir el vestido morado o violeta, pues la
penitencia, la humildad y la modestia deben ser
alimento y actitudes de nuestra vida cristiana.
 Debemos vivir el vestido rosa, solo de vez en cuando,
pues toda alegría humana es efímera y pasajera.
 Debemos vivir con el vestido azul mirando
continuamente el cielo, aunque tengamos los pies en
la tierra.

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