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SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE CARACAS PROFESOR: GODOY, Jesús.

SANTA ROSA DE LIMA. ALUMNO: ARGUINZONES, Allan.


ESCUELA DE FILOSOFÍA.
ASIGNATURA: SEMINARIO DE FE Y RAZÓN
CARÁCTER DEL TRABAJO: Ensayo EL HATILLO, 25 DE MARZO DE 2019.

FIDES ET RATIO

Distinguir entre razón y fe en un contexto estrictamente filosófico significa distinguir


dos modos básicos de conocimiento humano: el conocimiento producido inmanentemente,
es decir, el resultado de nuestra propia experiencia, intelecto y juicio, y el conocimiento
que hacemos de nosotros mismos sobre la base de la veracidad de otra persona. Si bien
reservamos el término “fe” para el segundo modo de conocimiento dentro del ámbito
religioso y, más particularmente, para el conocimiento de los “misterios ocultos en Dios
que, a menos que sean divinamente revelados, no se pueden conocer1” (DS 3015), con esta
encíclica podemos llamar a este segundo modo de conocimiento en todos los demás
contextos “conocimiento por creencia”.

El camino de la fe en el sentido genérico no es menos racional que el modo que consiste


en ejercitar la razón para alcanzar personalmente esa evidencia que fundamenta el
conocimiento verdadero. De hecho, lo que un ser humano sabe es una compleja
acumulación de conocimientos adquiridos personalmente y por medio de otros y, más
generalmente, de ese patrimonio común que es la cultura de la época.

Esta doble manera se aplica no sólo al sentido común sino también a la ciencia. Las
ciencias naturales tienen una dimensión social y, por lo tanto, es en gran parte
conocimiento por creencia. Sin la colaboración entre los científicos (los de la misma época
y los de períodos posteriores), no habría progreso científico, ya que cada científico se vería
obligado a pasar toda su vida repitiendo lo que otros hicieron sin hacer una nueva
contribución por su cuenta. La posibilidad de la creencia o la fe se basa en una propiedad
intrínseca de la verdad: por su propia naturaleza, todo lo que es verdadero no es privado
sino público. “La verdad se encuentra sólo en una mente que ha alcanzado un juicio bien
fundado” (Santo Tomás, Suma Teológica, 1, 16, 2); pero lo que se conoce de esta manera
es independiente de la mente individual y, por lo tanto, es comunicable a la mente de otra
persona a través del proceso de la fe.

Es así como queda claro el vínculo que trataron de dejar asentado santo Tomás de
Aquino y san Alberto Magno entre el ejercicio filosófico y la vivencia de la fe. No
obstante, el nacimiento del positivismo de Augusto Comte, la filosofía de Nietzsche, la
fenomenología trascendental de Edmundo Husserl y finalmente el materialismo dialéctico
de Marx y Engels pretendieron ser no sólo como una confrontación a finales del siglo XIX a
la fe cristiana, sino que también aspiraron presentarte como pseudo religiones que

1
DENZINGER, E. Enchiridion symbolorum.
convencieran a las mentes cultivadas de la época, dejándose obnubilar por los argumentos
bien articulados de estas posturas modernas; posturas que a fin de cuenta justificarían y
darían pie a temas como el aborto, la eutanasia, los métodos de fertilización y reproducción
asistida que, a fin de cuentas, desdibujan y distorsionan el rostro del ser humano creado a
imagen y semejanza de Dios, a raíz, convenientemente, de un peculiar interés por la lógica
del mercadeo más que por la importancia del individuo, es decir, el hombre.

En el nº 46 de esta encíclica, el papa deja ver cómo el nihilismo cobra mayor solidez ya
que se trata de una corriente de pensamiento que rechaza categóricamente cualquier
realidad religiosa o principio fundamentado en la moral, afirmando que la vida carece de
cualquier sentido. Pretende negar el sentido superior de la existencia y su capacidad de
trascender de sí misma.

Pare ello, el fundamento se haya en la praxis de un mundo cada vez más ciego a los
límites que y que se haya ensimismado en sus propios intereses como si se tratara de unas
gríngolas que no le permiten mirar a su alrededor resultando en una carencia profunda de
objetivos y esfuerzos mientras que los hombres se estancan en vivir de los efímero y los
fugaz; un poco lo que nos relata el cantante puertorriqueño Marc Anthony en su canción
Vivir mi vida:

Voy a vivir el momento,


para entender el destino.
Voy a escuchar en silencio,
para encontrar el camino.

¿Y para qué llorar? ¿pa' qué?


Si duele una pena, se olvida.
¿Y para qué sufrir? ¿pa' qué?
Si duele una pena, se olvida, la la lé…

La cultura actual está inundada de este ideal superficial gracias a que la filosofía
efectivamente ha quedado al margen (nº 47), y en la carrera de las disciplinas del
pensamiento y el saber, han tomado la delantera otras como la psicología con sus terapias y
teorías de regresión y la hipnosis; la sociología también ha cobrado fuerzas en especial por
el estudio de las nuevas sociedades que se han conformado con el pasar del tiempo y que
han roto con los paradigmas de las agrupaciones más clásicas, y finalmente la metafísica
actual que no es más que una distorsión clara y evidente de su real propósito
convirtiéndose así en una pseudo religión con tintes esotéricas en el que los astros, el
cosmos y las energías confluyen para regir el destino de los hombres que se someten a sus
prácticas adivinatorias, incluso.
En el fondo este desplazamiento al que han sometido a la filosofía, alejándola, incluso,
de la fe, ha acarreado en un obstáculo de gran peso para que el hombre desarrolle sus
plenas capacidades de tener acceso al conocimiento de la verdad, fomentando de esa
manera el temor de éste a su propio ingenio, tal y como evidenciamos, por ejemplo, con el
fenómeno de Google y cómo este gigante cibernético se hace con la información de miles
de millones de usuarios que navegan día y noche las aguas del internet. Aplicaciones como
Gmail, el motor de búsqueda preinstalado de Google en los equipos móviles Android se
alimentan constantemente de la información introducida por los usuarios que, de esta
forma crean una especie de relación bilateral en la que, a mayor cantidad de información
suministrada, mayor es la capacidad de entendimiento y predicción del servidor que, según
diversas interfaces y algoritmos, va conociéndonos para brindarnos una experiencia muy
cercana a nuestros gustos y preferencias sin que nosotros hayamos ingresado expresamente
dicha información.

Los debates al respecto de la seguridad de la información y de cuáles pueden ser las


consecuencias negativas de la innovadora inteligencia artificial son el pan nuestro de cada
día particularmente porque el hombre cada vez es más incapaz de conocer lo verdadero y
lo absoluto debido al ofuscamiento de su dignidad de su auténtica dignidad y su razón de
ser en él mismo.

El famoso filósofo y ensayista español, Daniel Innenarity en su galardonado ensayo


titulado La sociedad invisible del año 2004, expone esta realidad de la sociedad en la que
una de las premisas centrales es que las fuerzas que controlan la sociedad no están a la
vista de todos los individuos que la conforman, haciéndose ajenos al funcionamiento o
engranaje que esto conlleva y viviendo sus vidas ignorando que detrás de cada acción, por
muy cotidiana que sea ésta existe una especia de control de los factores que favorecen
dichas experiencias. En el fondo pareciera que el hombre ha dejado de buscar la verdad por
sí mismo para permitir que las grandes corporaciones de las tecnologías de la información
y la comunicación lo hagan por él, pero vaya que esto no es así tampoco. En él existe el
germen que, alimentado por la fe, puede orientar el ejercicio de la razón para escalar la
cumbre más alta del conocimiento pleno de lo verdadero.

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