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María Antonieta Valeria Rivas Mercado Castellanos

Ciudad de México, 28 de abril de 1900 - París, 11 de febrero de 1931. Mejor conocida como
Antonieta Rivas Mercado, fue una actriz, mecenas, escritora, promotora cultural, defensora de
los derechos de la mujer y activista política, y se convirtió en un icono en la cultura universal
del siglo XX. Fue hija de Matilde Castellanos Haaf y del arquitecto Antonio Rivas Mercado,
autor de "El Ángel de la Independencia" y de otros monumentos y edificios históricos del
porfiriato.

Infancia

Nació en la Ciudad de México el 28 de abril de 1900, en la casa de sus padres en la calle de


Héroes 45. Su nombre completo era María Antonieta Valeria Rivas Castellanos y fue la
segunda hija del matrimonio conformado por el arquitecto Antonio Rivas Mercado (1853) y de
Matilde Cristina Castellanos Haff (1869). Desde muy pequeña Antonieta recibió la mejor
educación para una mujer en esa época y practicó la danza. A los ocho años viajó a Francia
con su padre y tuvo la oportunidad de dedicarse de forma profesional al ballet en la Ópera de
París, pero su padre rehusó puesto que no quería dejar a su hija sola en París. Antonieta
aprendió a hablar inglés, francés, alemán, italiano y griego.

Siendo una niña, estalló la Revolución Mexicana y tuvo que enfrentar la dura situación de
quedarse a cargo de la casa de su familia ya que su madre había partido a Europa para seguir
a un amante.

Antonieta fundó el Teatro Ulises y formó el patronato para la Orquesta Sinfónica de México
bajo la dirección de Carlos Chávez. Además, se convirtió en mecenas (aquella persona que,
por contar con los recursos económicos suficientes, toma bajo su protección a un artista o
científico para permitirle realizar su tarea y beneficiarse con ella de algún modo más o menos
directo) de personajes como Andrés Henestrosa, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Gilberto
Owen, Celestino Gorostiza, María Tereza Montoya, Roberto Montenegro, Julio Castellanos,
Lupe Medina de Ortega, Clementina Otero, Carlos Luquín, Jiménez Rueda y el pintor Manuel
Rodríguez Lozano, que fue su amor platónico.

Matrimonio y divorcio
El 27 de julio de 1918, a los dieciocho años, se casó con Albert Edward Blair (1890), un inglés
que desde los 10 años residía en los Estados Unidos. Blair tiene inclinaciones conservadoras
y participa en la Revolución Mexicana por ser amigo de los Madero. El 9 de septiembre de
1919 nació el hijo de ambos, Donald Antonio. A fines de 1921, el matrimonio vivió en un Rancho
de los Madero en San Pedro de las Colonias, Coahuila en donde Antonieta llevaba una vida
campestre. El matrimonio no funcionaba, por lo que Antonieta regresó a su casa paterna en
donde aún vivían sus hermanos Amelia y Mario. En un principio, su marido la busca pero
posteriormente se separan ya que Albert participaba en la vida política y desaprobaba la
amistad de Antonieta con Diego Rivera, pintor mexicano muy conocido. De octubre de 1923 a
julio de 1926, Antonieta y su hijo viajaron a Europa invitados por Antonio Rivas Mercado. A su
regreso, se iniciaron los problemas por la separación matrimonial, ya que Antonieta tuvo que
luchar por la custodia de su hijo, lo cual la desgasta enormemente.

Antonieta tuvo un papel destacado en la candidatura presidencial de José Vasconcelos


Calderón, de quien fue compañera sentimental en los años de 1928 y 1929. Al ser derrotado
Vasconcelos (por un escandaloso fraude electoral en su contra), Rivas Mercado se exilió
sucesivamente en la ciudad de Nueva York y en París, en donde trabajó como escritora y
periodista.

Suicidio y legado

En 1929 conoció a José Vasconcelos, el apasionado filósofo y educador que se había lanzado
como candidato presidencial en contra del recién nacido partido oficial y que exigía la
instauración de aquel orden democrático soñado por Francisco I. Madero. Entonces se entregó
con devoción y vehemencia a la cruzada vasconcelista y se vinculó afectivamente a su líder.

Antes de las elecciones en las que Vasconcelos sería derrotado por la aplanadora del partido
oficial, Antonieta, enferma, tuvo que salir del país. Más de un año luchó contra las afecciones
que habían puesto fin a su infatigable actividad, lo que sumado a la larga serie de desventuras
que la había afligido, a la derrota de su querido José y a los desencantos que complicaban su
relación con él, se quitó la vida disparándose al corazón con la pistola del propio Vasconcelos,
con quien había estado la noche anterior.

El suicidio de Rivas Mercado en la catedral de Notre Dame inundó los periódicos parisinos.
Permaneció sepultada en un cementerio de Francia hasta que finalizó la concesión de su
tumba; como nadie se ocupó de su osamenta, fue enviada a la fosa común. Por su parte,
Vasconcelos rechazó la pistola que la policía francesa quería regresarle.

No solo puso su fortuna a disposición del mujeriego candidato, sino también su corazón. La
joven, millonaria, culta y liberal, lo acompañó en la campaña. Entre mítines, comidas y
entrevistas la relación se consolidó. Vasconcelos fue discreto y Serafina, su esposa, se
encontraba en Estados Unidos. Después de la persecución que emprendió Abelardo
Rodríguez a los vasconcelistas Antonieta se fue a Nueva York. Ahí le llegó la noticia del enorme
fraude electoral que había ocurrido. Después de una breve estancia en México, Antonieta
decidió viajar a París. Ahí se encontró con Vasconcelos.

En la noche anterior a su suicidio, Antonieta le había preguntado en el cuarto del hotel: “Dime
si en verdad me necesitas...”. Él, sin saber el sentido profundo que tenía la pregunta, se limitó
a responderle: “Ningún alma necesita de otra. Nadie, ni hombre ni mujer necesita más que a
Dios; cada uno tiene su destino comprometido con el creador”. En ese momento, el corazón
de Antonieta se dispuso a recorrer el camino que no tiene regreso. Si no era indispensable,
¿Qué sentido tenía la vida? A la mañana siguiente, Antonieta se dirigió a la catedral de Notre
Dame, que en esos momentos se encontraba casi sola.

Se sentó en el extremo izquierdo de una banca frente a la imagen de Jesús crucificado. Abrió
su bolso de mano y sacó la pistola de Vasconcelos, que había tomado sin que éste se diera
cuenta. Colocó el cañón sobre su corazón y disparó. La detonación se escuchó en todo el
santuario. El cuerpo sin vida de Antonieta se desplomó sobre la banca. La noticia del suicidio
apareció en los encabezados de todos los periódicos de París. La Iglesia católica tuvo que
realizar una ceremonia especial para limpiar el recinto sagrado del sacrilegio. El cuerpo de
Antonieta fue enterrado en el cementerio de Thiai. En 1936, cuando caducó la concesión de
su tumba, sus restos fueron llevados a la fosa común.

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