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ENVEJECIMIENTO NORMAL

DEMENCIAS

La demencia se define como “un síndrome adquirido producido por una causa orgánica capaz
de provocar un deterioro persistente de las funciones mentales superiores que deriva en una
incapacidad funcional tanto en el ámbito social como laboral, en personas que no padecen
alteraciones del nivel de conciencia”.

La demencia es un síndrome clínico caracterizado por un deterioro adquirido que afecta a más
de un dominio cognitivo, que representa un declinar respecto a un nivel previo y que es lo
bastante grave para afectar al funcionamiento personal y social. En la mayoría de los casos se
añaden síntomas conductuales y psicológicos.

ALZHEIMER

Definición

Se considera que la enfermedad de Alzheimer (EA) está relacionada con la pérdida progresiva
de neuronas en la corteza cerebral y en núcleos más profundos del encéfalo. Se asocia a
lesiones en estos tejidos a nivel microscópico y también presenta cambios en el
funcionamiento químico de las neuronas.

Dentro de las lesiones microscópicas típicas de la enfermedad y que dan en diagnóstico en el


estudio postmorten existen:

— Ovillos neurofibrilares: se trata de acúmulos de filamentos dentro de la neurona que


impiden el buen funcionamiento de la misma. Un componente de los ovillos es la proteína tau
anormalmente fosforilada y que es uno de los puntos de partida de las investigaciones de la
etiología de la enfermedad, e incluso de posibles tratamientos futuros.

— Placas amiloides o neuríticas o seniles: observadas por Alzheimer en su caso original, están
formadas por un núcleo de sustancia amiloide fuera de las neuronas y rodeada de dendridas
distróficas. Esta sustancia está formada por la llamada proteína amiloide Ab, también en el ojo
del huracán de las investigaciones de la enfermedad. Alrededor de estas sustancias suele
haber una reacción de tipo inflamatorio.

Primeros síntomas

La forma de aparición clásica de la enfermedad consiste en una alteración de la memoria para


hechos recientes. El sujeto olvida cosas de la vida cotidiana de forma progresiva y comienza a
sufrir las consecuencias que estos olvidos ocasionan. Olvidan citas, dónde guardaron las gafas
o si un hijo les dejó un recado. En esta fase, el resto de las «memorias» están intactas y lo que
existe es una gran dificultad para aprender cosas nuevas. La pérdida de memoria es el síntoma
fundamental de la enfermedad. Es precoz, es intenso e incapacitante.

El siguiente síntoma en aparecer es la alteración del lenguaje expresivo. Los pacientes


comienzan con dificultades para encontrar las palabras adecuadas. Cuando esto ocurre, salvan
la situación utilizando muletillas: «Dame eso» o «alcánzame ese chisme». O dan un rodeo: «No
encuentro eso que sirve para…, sí, eso negro cuadrado». De la misma manera, dejan las frases
sin terminar por dificultad para nominar o porque pierden el hilo de la conversación u
olvidaron lo que querían decir.
Un síntoma también temprano es la falta de concentración, la pérdida de la atención ante
pequeñas distracciones. De todas formas, este síntoma es muy común en muchas
enfermedades psiquiátricas.

La orientación en tiempo y espacio también se altera. Bien por falta de interés, por
aislamiento, por alteración de la memoria, etc. La falta de reconocimiento de dónde uno está
ante los cambios de entorno, el no recordar si subimos al tercer piso o seguimos en la planta
baja o si sigue en el poder el mismo presidente o Franco no murió todavía. Este síntoma es
preocupante para muchas personas, pero para otras no lo es tanto, por su estilo de vida o por
su formación.

Algo que ocasiona mucha dependencia y un gran trastorno en la vida cotidiana es la pérdida de
la capacidad para realizar actividades complejas: cocinar, vestirse, escribir... Se llaman
apraxias. Son las pérdidas en la planificación y la secuenciación de estos actos aprendidos casi
de forma inconsciente. Aunque olvidar cómo vestirse sucede en fases avanzadas de la
enfermedad, otras actividades, como la planificación de una clase de francés, se detectarían
precozmente en la profesora de 65 años de la que hablábamos antes.

Ya hemos enumerado los síntomas llamados cognitivos de la enfermedad, y tienen mucho que
ver con la alteración de la corteza cerebral del paciente. Otros síntomas «no cognitivos» son
los psicológicos o conductuales, y pueden aparecen en fases precoces. El más frecuente es el
cambio de personalidad. La familia nota un cambio en la actitud, en los intereses y en la forma
de relacionarse con los demás. Esto es la consecuencia de muchos síntomas anteriores y a
veces también de la alteración del ánimo. Lo cierto es que, aunque sutilmente, la familia nota
que no es el mismo y no saben cómo explicarlo. En ocasiones, este cambio de personalidad es
más disruptivo y, por ejemplo, personas que eran muy respetuosas se hacen indiscretas o
soeces en el trato. Una manifestación que se da en más de la mitad de los pacientes es la
presencia de un ánimo depresivo, una tristeza profunda, un desinterés generalizado o una
irritabilidad injustificada o desproporcionada que surge del malestar y la tristeza. Estos cuadros
depresivos pueden ser la antesala de una demencia establecida o también la consecuencia de
las múltiples frustraciones que origina la enfermedad. Los trastornos psicóticos merecen una
mención especial porque alarman al entorno familiar y son origen de un gran estrés.

Fases del Alzheimer

Es ya clásico describir tres fases en la EA. Aquí añadiremos una:

La primera fase es el comienzo de los síntomas descritos en el apartado anterior. Suele durar
entre 2 y 3 años. Se caracteriza por la aparición de problemas de memoria y de orientación.
Pueden aparecer las primeras pérdidas en la calle o las confusiones en los domicilios cuando se
sale de vacaciones. Los trastornos de conducta no son muy frecuentes, pero sí los del ánimo.
Desde el punto de vista funcional pueden perder la independencia para realizar actividades
avanzadas de la vida diaria, como viajar solos o hacer la declaración de la renta.

La segunda fase está caracterizada por el empeoramiento de los síntomas de la primera fase y
la aparición de apraxias incapacitantes como la del vestido. Los síntomas conductuales son
más floridos y puede aparecer incontinencia y problemas de alimentación. Suele durar entre 2
y 4 años.

La tercera fase está determinada por la inmovilidad progresiva, la pobreza de vocabulario... Los
trastornos psicológicos han desaparecido pero pueden surgir otros, como el negativismo o los
gritos compulsivos. En esta fase pueden aparecer o recrudecerse síntomas neurológicos como
el parkinsonismo o las crisis epilépticas.

La fase terminal de la enfermedad viene determinada por la inmovilidad total, el mutismo y las
alteraciones de la deglución que ocasionan múltiples problemas nutricionales y respiratorios
que pueden llevar a la muerte.

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