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“Así, es sobre todo durante el siglo XIII cuando teólogos y filósofos naturales

especialmente vinculados a la Universidad de París, como Guillermo de Auvernia,


Alberto Magno o Tomás de Aquino–, empiezan a distinguir entre dos tipos de magia de
tradición escrita: una, a veces llamada magia natural, es compatible con la religión y las
ciencias, mientras que la otra, normalmente denominada nigromancia –y en la actualidad
magia ritual, ceremonial o destinativa–, es contraria a ellas, pues va dirigida al dominio
de los espíritus –que los escolásticos consideran siempre demonios– con el objetivo de
servirse de su poder.” (Magia, superstición y brujería en la edad media. Sebastià Giralt.
2011. p.16/72)
“Garrosa (1987) Rojas se burla del personaje y toma a broma la magia, como revela el
conjuro, culto y latinizante, lleno de referencias mitológicas. La actuación de la anciana
se presenta con sarcasmo. Se descarta, pues, cualquier efectividad de la philocaptio.”
(Grandes y pequeños de la literatura medieval y renacentista. Salamanca. 2016.
Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas. MMXVI. p. 435)
“Celestina entraría en una tercera categoría, que no sería, en principio, catalogable ni
como latría ni como dulía, pues abarca los casos en que el nigromante o la nigromantesa
invocan al diablo sin muestras expresas de adoración. Sin embargo, esto equivale en
definitiva al culto de latría y, por lo tanto, implica una conducta herética:”. p. 444
“Paralelamente, se insiste en que el conjuro pronunciado por la vieja es un producto
arcaico y meramente literario, ya que se basa fundamentalmente, aunque seguramente
de forma mediata, en un pasaje de la Farsalia de Lucano, lo que revelaría que Rojas no
pretende plasmar la hechicería de su época, sino solo rendir un tributo a la Antigüedad,
sin mayor trascendencia.” p.436
“Así, Vinet, siguiendo una sutil distinción de Santo Tomás57, expone que el diablo no
puede producir la necesidad de pecar, pero sí la necesidad de cometer alguna acción
que sea pecado, y esto último lo haría obnubilando la razón, que es la que gobierna el
libre albedrío, influyendo en la imaginación y el apetito sensitivo.” p. 452
“Celestina, a la luz de los contenidos de estos capítulos, rinde culto a Satán y se convierte
en su puerta de entrada, de modo que los rituales de la vieja hechicera abren una grieta
por la que aquel se cuela entre los humanos para tentar con más facilidad a Melibea y
llevar a la perdición a todos cuantos participan de esta trama.” p. 454
“Esta deuda en absoluto reduce la magia a un mero adorno, a un recurso teatral o a un
simple homenaje a la Antigüedad. La hechicería se literaturiza, sí, pero conserva al
mismo tiempo toda su eficacia y toda su autenticidad. Además, no se olvide que la
patrística, desde el De Idololatria de Tertuliano y en particular por mano de san Agustín,
degradó todas las deidades paganas a la categoría de demonios, por lo que el hecho de
que evocar a Plutón implica invocar al diablo y no representa la pervivencia de ninguna
religión pagana, como cree Lima140.” p. 471
“Se ha de advertir, con todo, que la invocación de Ericto en la Farsalia149, y su
recreación en el Laberinto de Fortuna150, sirven para el propósito original de la
necromancia, averiguar el futuro, mientras que en el caso de Celestina se emplea, como
en el ritual precitado, para obtener la obediencia del demonio –«vengas sin tardanza a
obedecer mi voluntad»151– y para encerrarlo en el hilado, de acuerdo con la actuaciónde
los nigromantes de nuevo cuño que, […]” p. 475
“Considerar a Rojas un escéptico en este ambiente de creencia generalizada en el poder
del demonio y en su cotidiana intervención en la vida de los mortales, así como en la
efectividad que su mediación presta a la magia, incluida la amatoria, supone caer en un
flagrante anacronismo.” p. 475

“Y la razón que tuvo para inventar el cuento del primer acto encontrado, no pudo
ser otra que el escrúpulo, bastante natural, de no cargar él solo con la paternidad de
una obra mucho más digna de admiración bajo el aspecto literario que por el buen
ejemplo ético, salvas las intenciones de sus autores. Este mismo recelo y escrúpulo
le movió á envolver su nombre en el laberinto de los acrósticos y á llenar de
reflexiones morales el prólogo y la carta, queriendo con esto curarse en salud y
prevenir todo escándalo.” P. 21 (xxi – xxii)

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