Vous êtes sur la page 1sur 9

En la edad preescolar la estructura del funcionamiento

ejecutivo puede ser diferenciada en dos procesos


relacionados pero independientes: memoria de trabajo
e inhibición. Las relaciones entre los componentes
parecen cambiar en el desarrollo. La unidad
estructural de las FE en edades muy tempranas,
cambia a través del desarrollo, siendo cada vez más
multifacética, que se relaciona con la maduración e
integración de diferentes circuitos frontosubcorticales.

Funciones Ejecutivas

Concepto

Las funciones ejecutivas son habilidades cognitivas encubiertas y autodirigidas


internamente al servicio de una meta. Anatómicamente, los estudios por neuroimagen las
ubican en el lóbulo prefrontal.

Dirigen nuestra conducta (autorregulación) y nuestra actividad cognitiva y


emocional. Utilizando un símil, podríamos decir que son el cerebro del cerebro o, como
diría Goldberg (2004) citado por (Gonzales Osornio , Maria Guadaplupe y otros, 2016),
el director de la orquesta que dirige y supervisa al resto del cerebro.

Aunque son procesos independientes, las funciones ejecutivas se coordinan e


interactúan para la consecución de objetivos y hacen referencia a un amplio conjunto de
capacidades adaptativas, que nos permiten analizar qué es lo que queremos, cómo
podemos conseguirlo y cuál es el plan de actuación más adecuado para su consecución,
autoguiados por nuestras propias instrucciones (lenguaje interior) sin depender de
indicaciones externas.

Por tanto, las funciones ejecutivas nos ayudan a:

Establecer el objetivo que deseamos.

Planificar y elegir las estrategias necesarias para la consecución del objetivo.


Organizar y administrar las tareas.

Seleccionar las conductas necesarias

Ser capaces de iniciar, desarrollar y finalizar las acciones necesarias.

Resistir la interferencia del medio, evitando las distracciones por estímulos de poca
relevancia.

Inhibir las conductas automáticas.

Supervisar si se está haciendo bien o no y tomar conciencia de los errores.

Prever las consecuencias y otras situaciones inesperadas.

Cambiar los planes para rectificar los fallos.

Controlar el tiempo y alcanzar la meta en el tiempo previsto.

Las funciones ejecutivas nos diferencian de otras especies animales, que reaccionan
de manera automática a los estímulos ambientales presentes. El ser humano, por el
contrario, dispone de estas habilidades cognitivas para resolver situaciones complejas,
novedosas o no familiares, cuando las conductas habituales no nos resultan útiles o
apropiadas y no sabemos exactamente qué hacer y cómo hacer para lograr nuestro
propósito. Es entonces, cuando las funciones ejecutivas actúan y nos ayudan a elegir y
planificar la conducta más adecuada.

Nociones del desarrollo de las funciones ejecutivas

Los estudios de neuroimagen, por ejemplo, proporcionan evidencias que apoyan las
múltiples facetas de la naturaleza de las Funciones ejecutivas; también, nos muestran que
diferentes componentes de las Funciones ejecutivas están relacionados con diferentes
partes de la corteza prefrontal, por ejemplo: (a) la habilidad para mantener la información
en la memoria de trabajo ha sido relacionada con la zona lateral de la corteza prefrontal
(Narayanan, Prabhakaran, Bunge, Christoff, Fine y Gabrieli, 2005) citado por (Herrera,
2010); (b) la flexibilidad ha sido relacionado con la zona medial de la corteza prefrontal
(Crone, Wendelken, Donohue y Bunge, 2005); (c) finalmente, la habilidad de inhibición
de respuestas ha sido relacionada con la corteza orbitofrontal (Aron, Robbins y Poldrack,
2004) y con otras estructuras –evitando una postura localizacioncita– (Krämera,
Solbakkb, Funderudb, Løvstadc, Endestad y Knight, 2013) citado por (Gonzales Osornio,
2015).
No podemos olvidar que las tareas o pruebas para evaluar las Funciones ejecutivas,
en ocasiones, son «medidas impuras», es decir, con un simple indicador se pretende
evaluar un constructo, por ejemplo, la memoria de trabajo se ha evaluado
tradicionalmente con la prueba de dígitos de las escalas de Wechsler. Esto puede
conllevar a errores, ya que con un sólo indicador (por ejemplo, memoria de trabajo) no es
posible obtener evidencias suficientes del nivel de desarrollo de las Funciones ejecutivas.
Miyake et al. (2000) proponen una vía para solucionar el problema de la «impurinidad»
de las tareas, adoptando un acercamiento a las variables latentes, consistente en extraer la
varianza común a dichas tareas. El acercamiento de la variable latente minimiza el
problema de la impuridad de las tareas, y es además, especialmente útil en los estudios de
desarrollo (Nunally y Bernstein, 1994). En la Figura 2 presentamos los tres factores
latentes y los diferentes instrumentos que fueron aplicados y que han permitido la
extracción de los mismos.

Usando el análisis factorial confirmatorio, Miyake et al. (2000) examinaron la


independencia de tres componentes de las Funciones ejecutivas, siendo éstos confirmados
a través de dicho análisis: memoria de trabajo, flexibilidad y respuesta inhibitoria. Según
los propios autores se centraron en estos tres factores ya que: (i) son fácilmente
operacionalizados, (ii) pueden ser estudiados usando tareas comunes, (iii) están
implicados en el rendimiento de tareas complejas, tales como, Test de Wisconsin y Torre
de Londres.

Similares resultados fueron obtenidos por Lehto, Juujärvi, Kooistra y Pulkkinen


(2003) en una muestra de niños de 8 a 13 años. En otro estudio desarrollado por Manly,
Anderson, Nimmo, Turner, Watson y Robertson (2001) con niños de 6 a 16 años, usaron
el análisis factorial, también distinguieron tres factores: atención selectiva, control
atencional y atención focalizada. Estos factores fueron han sido comparado,
respectivamente con: inhibición, flexibilidad y actualización.

Los estudios de análisis factorial confirmatorio mencionados en líneas precedentes


sugieren que algunas funciones ejecutivas pueden ser vistas como distintos constructos
en niños que en adultos. Lehto et al. (2003, p. 75) manifestaron que el uso de conjuntos
diferentes de tareas, y la naturaleza «impura» de las medidas complica la comparación de
los resultados de los diferentes análisis factoriales a través de los diferentes grupos de
edad. Los resultados de estos estudios, también, muestran que aunque correlacionan
moderadamente entre ellos son constructos independientes (ver Fisk y Sharp, 2004):
memoria de trabajo, flexibilidad e inhibición.

Funciones Ejecutivas en Preescolares

El concepto de función ejecutiva es relativamente reciente dentro del campo de estudio


de las funciones cerebrales. Este concepto fue acuñado por Fuster (1989), pero
probablemente es el propio Luria quien lo menciona en su libro Higher Cortical Functions
in Man (1966). Luria fue el primer autor que, sin nombrar el término (el cual se atribuye
a Lezak), conceptualizó las funciones ejecutivas, refiriéndose a un grupo de funciones
reguladoras del comportamiento humano, señalando que “cada actividad humana
comienza con una intención definida, dirigida a una meta y regulada por un programa
específico que necesita de un tono cortical constante” (1-3).

Pero es a Lezak (1989) citado por (Gonzales Osornio, 2015), como ya hemos
comentado, a quien se debe el concepto de función ejecutiva del cerebro: planificación,
programación, regulación, y verificación de la conducta intencional: “las funciones
ejecutivas comprenden las capacidades mentales necesarias para formular metas,
planificar la manera de lograrla y llevar adelante ese plan de manera eficaz”. Son por
tanto las capacidades que permiten llevar a cabo una conducta eficaz, creativa y
socialmente aceptada .

Durante los primeros meses de vida, el bebé comienza a mostrar comportamientos de


autocontrol elementales, tales como inhibir conductas incompatibles con el objetivo a
alcanzar y su mantenimiento en la acción que realiza hasta su finalización;
comportamientos que se limitan a ajustar la conducta del niño/a con la situación estimular
externa siendo, en su totalidad, frágiles y variables. La revisión sobre el estudio de la
función ejecutiva y su desarrollo ontogenético indica que éste se inicia con el control y
regulación motora, hasta llegar a regular los procesos cognitivos por medio de la
introspección . Es por ello que, en edades tempranas, se encuentren perseveraciones o
estereotipos, que luego irán sustituyéndose por programas de acción conscientes y
complejos. (Herrera, 2010)

Sólo hasta el año y medio en adelante, los comportamientos de autocontrol dirigidos a


mantenerse en una tarea hasta alcanzar su meta consiguen una mayor estabilidad. A esta
edad ya es posible observar un mejor control de la inhibición para contener impulsos,
resistir la distracción y a no responder impulsivamente; todos ellos, comportamientos que
reflejan el desarrollo de la capacidad del niño/a para controlar su comportamiento en
respuesta a las exigencias ambientales, a partir del uso de su proceso de inhibición.

La memoria de trabajo aparece ya a los 8 meses, reflejándose en la capacidad de


permanencia del objeto y la capacidad para coordinar medios-fines; actividades del bebé
que requieren de dos funciones atribuidas a la memoria de trabajo, la representación del
objeto y su mantenimiento en la mente. Para Barkely(6,7), se desarrolla primero la
memoria de trabajo no verbal y, a continuación, la memoria de trabajo verbal. La
apropiación de ambas subdivisiones de la memoria de trabajo permite, a su vez, la
adquisición de la capacidad de simbolización, de representar en la mente estímulos
sensoriales y respuestas motoras y que, posteriormente, soportarán representaciones más
complejas, como la imagen de situaciones futuras e, incluso, de entidades abstractas.
Como se ha sugerido, el desarrollo de la inhibición y la memoria de trabajo posibilitan la
aparición de acciones humanas que, a su vez, posibilitan el desarrollo de nuevas
habilidades.

Es el caso de la imitación, que aparece alrededor de los nueve meses de vida como
resultado del desa rrollo de las dos tareas ejecutivas mencionadas anteriormente, permiten
al niño refinar sus movimientos voluntarios por medio de la observación y práctica de los
movimientos realizados por otros. Su autorregulación sólo comenzará a darse alrededor
de los dos años de edad, momento en el que comienza a organizar sus acciones de acuerdo
con las instrucciones verbales del adulto, pero que solamente realizará, apropiadamente,
hacia los cuatro años de edad. La mediación verbal de otros sociales y la capacidad del
niño/a para comprender esta mediación también favorece el desarrollo de la inhibición y
memoria de trabajo. Particularmente, mejora la capacidad inhibitoria, al permitirle al niño
controlar su impulsividad ante tareas sencillas.

Observamos así que, ya a edades tempranas, el lenguaje se convierte en herramienta


para formular intenciones y acciones, realizar correcciones y evaluar el significado
adaptativo de su actuar. En este punto del desarrollo, el lenguaje está dirigido hacia la
regulación del comportamiento, marcando el paso de los movimientos semivoluntarios a
los voluntarios. Hacia los seis años de edad, se observa el pleno dominio de los procesos
de inhibición motora y control de impulsos, mientras que sólo hacia los diez años se
maneja efectivamente la capacidad sostenida y selectiva de la atención, habilidades
dependientes de la capacidad inhibitoria del sujeto.
Estos resultados, en conjunto, apoyan la teoría de Barkley de que la inhibición es un
prerrequisito para el desarrollo de funciones ejecutivas más complejas, siendo esencial su
adquisición en edades tempranas. Según este autor, la memoria de trabajo será la
habilidad que asuma el mayor peso para asegurar el adecuado funcionamiento ejecutivo.

El desarrollo y apropiación de los procesos ejecutivos de la inhibición, autocontrol,


memoria de trabajo y autorregulación por medio de su mediación verbal permiten la
adquisición de nuevas habilidades ejecutivas, como la planificación logro que, a su vez,
posibilita la apropiación de nuevos comportamientos. Así, la ejecución continua de estas
cinco habilidades permite la solución de problemas sencillos hacia los seis años de edad.
Pineda en su artículo Las funciones ejecutivas y sus trastornos, nos describe
minuciosamente el desarrollo de esta función. Según dicho autor, esta unidad no es
operativa hasta que el niño no está en un margen de edad comprendido entre los cuatro y
los siete años, continuando su desarrollo hasta la juventud.

1.1.3.1 Desarrollo del FE a nivel cognitivo-comportamental

Zelazo (2003) ha postulado que las mejoras en el FE observadas durante el periodo


preescolar, se hallarían vinculadas a la capacidad emergente durante este periodo, de
utilizar sistemas jerárquicos de representaciones mentales (reglas) para regular el
comportamiento. Asimismo, estos cambios han sido correlacionados con el desarrollo de
habilidades sociales y de regulación de las emociones (Carlson & Moses, 2001; Carlson
& Wang, 2007; Zelazo & Cunningham, 2007).

Algunos estudios han evidenciado que, a los dos años de edad, los niños presentan
dificultades en el empleo de pares de reglas arbitrarias para clasificar distintos objetos
(Ej. clasificar objetos que hacen ruido vs. objetos silenciosos) (Garon, Bryson & Smith,
2008). Asimismo, los niños de dicha edad tienden a perseverar en tales tareas en el uso
de uno de los criterios de clasificación. Posteriormente, próximo a los 3 años de edad, los
infantes adquieren la capacidad de representar y utilizar pares de reglas contrastándolas
entre sí (Zelazo, Craik, & Booth, 2004). No obstante, dichos niños presentan dificultades
a la hora de tener que alternar en el uso de pares de reglas incompatibles (Zelazo, 2003).
Finalmente, entre los 4 y los 5 años de edad, la capacidad de alternar entre el uso de reglas
contradictorias mejora considerablemente.
En congruencia con lo mencionado anteriormente, Carlson (2005)citado por (Gonzales
Osornio, 2015) ha hallado que la capacidad de los niños de responder a tareas que
implican el uso de reglas abstractas o descontextualizadas mejora considerablemente
durante el transcurso de los 3 a los 5 años de edad. Asimismo, Hongwanishkul, Happaney,
Lee y Zelazo (2005) citado por (Jorge Colombo, Sebastian Lipina, 2005) han evidenciado
que la performance de los niños en tareas con tales demandas mejora durante el transcurso
de los 4 y los 5 años de edad. Finalmente, tales hallazgos están en sintonía con los
resultados de investigaciones anteriores.

Control inhibitorio

La inhibición o control inhibitorio podría definirse como la capacidad del ser humano
para inhibir o controlar las respuestas impulsivas (o automáticas), y generar respuestas
mediadas por la atención y el razonamiento. Esta habilidad cognitiva forma parte de las
Funciones Ejecutivas y contribuye a la anticipación, planificación y al establecimiento de
metas. La inhibición o control inhibitorio pone freno al comportamiento y detiene las
reacciones automáticas inapropiadas, cambiándolas por una respuesta más razonada y
más adaptada a la situación.

El Dr. Russell Barkley propuso un modelo de autoregulación del comportamiento


donde el control inhibitorio era la base para buen funcionamiento del resto de funciones
ejecutivas del cerebro. El control inhibitorio es básico para la flexibilidad mental, el
control de la impulsividad o de las interferencias, la memoria de trabajo, y la regulación
del afecto y de las emociones, etc. Un déficit en la capacidad de inhibición es el problema
principal de trastornos como el TDAH. El déficit de inhibición se puede manifestar en
tres niveles diferentes:

Nivel motor: hay un descontrol en de la conducta motora, por tanto se manifiesta con
hiperactividad. Por ejemplo, cuando un niño está en clase y no puede evitar levantarse
todo el rato porque está cansado de estar sentado.

Nivel atencional: se manifiesta con distractibilidad y dificultades de prestar atención. Por


ejemplo, cuando estamos leyendo un libro y nos distraemos porque oímos el timbre del
vecino o vemos la sombra de una paloma pasar por la ventana.
Nivel conductual: se manifiesta mediante actitudes impulsivas que no podemos inhibir.
Como por ejemplo, tocar el claxon enfurecido, cuando el semáforo se ha puesto verde y
ves que el conductor de delante no arranca automáticamente.

Pruebas de Evaluación de desempeño de las Funciones Ejecutivas

Batería Neuropsicológica para preescolares (Banpe).

El objetivo de esta prueba es evaluar el curso normal y patológico del desarrollo


neuropsicológico de diversos procesos cognitivos en la etapa preescolar, tales como:
atención, memoria, lenguaje, motricidad y funciones ejecutivas.

Brief-P Cuestionario de Evaluación Conductual de la Función Ejecutiva

BRIEF-P es una versión del BRIEF® adaptada a niños de 2 a 5 años. Permite la


evaluación de los aspectos más cotidianos, conductuales y observables de las funciones
ejecutivas. (Gioia, Espy, & Isquith, 2016)

El cuestionario puede ser respondido por los padres y por los profesores del niño,
quienes indicarán la frecuencia con que determinados comportamientos del niño resultan
problemáticos.

Estimulación de las Funciones Ejecutivas


Dentro del conjunto de terapias no farmacológicas se encuentra la denominada
Estimulación de las funciones Ejecutivas , que viene con la intención de completar un
tratamiento farmacológico o bien como prevención para un deterioro cognitivo posterior.

La base científica en la que se asienta las intervenciones no farmacológicas, es la


capacidad plástica del cerebro para adaptarse a nuevas situaciones y restablecer el
equilibrio alterado, después de una lesión.

De acuerdo a diversos estudios, se determinan los siguientes objetivos terapéuticos de


la estimulación cognitiva:

Mejorar el funcionamiento de las funciones cognitivas que presentan algún


retraso.
Rehabilitar y recuperar funciones y capacidades que han sufrido algún déficit.

Enlentecer el deterioro de ciertas funciones producidas por algún tipo de proceso


degenerativo.

Vous aimerez peut-être aussi