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FUNDAMENTOS GENERALES DEL PROYECTO DE

LEY GENERAL DE EDUCACIÓN

Iván Núñez Prieto


10 de abril de 2007

El Gobierno de la Presidenta Bachelet ha presentado al Congreso Nacional un proyecto


de Ley General de Educación, en adelante LGE. En él, se deroga la Ley Orgánica
Constitucional de Educación, en adelante LOCE 1 . La LGE cumplirá la Carta
Fundamental cuando dispone que una ley orgánica constitucional fije los requisitos
mínimos exigibles en la educación básica y media, que señale las normas que permitan
al Estado velar por el cumplimiento de los mismos y que, al mismo tiempo, establezca
los requisitos para el reconocimiento oficial de los establecimientos educacionales de
todo nivel. Pero al mismo tiempo, la LGE será una ley común que ordenará el sistema
educativo. Será una ley matriz o ley marco para el sistema de educación parvularia,
básica y media, de fuerte alcance innovador. Pero respecto al sistema de educación
superior mantiene en lo principal lo establecido en la LOCE. En este texto se señalan
los fundamentos generales que sustentan la propuesta.

Del acceso a la calidad y equidad en la educación

En Chile hay amplio acuerdo en que en educación estamos caminando de una etapa en
la que el acceso a la oportunidades educativas y la cobertura de las instituciones era el
principal requerimiento, a otra en que la calidad de los aprendizajes y su distribución
social son la exigencia capital. La nueva etapa es muy compleja, porque a la vez, nos
encontramos ante nuevos requerimientos de extensión de las coberturas educacionales.

La actual LOCE, fue concebida en la primera de las etapas referidas y no preveía las
exigencias de la nueva fase, ni tampoco miraba a un futuro más largo.

Hay una insatisfacción generalizada respecto a la calidad de la enseñanza y a los logros


de aprendizaje. Abordar a fondo y con la mayor rapidez posible este problema es un
exigencia social de primera prioridad en la agenda pública. Pero, el primer requisito
para elevar la calidad del conjunto de la educación nacional es resolver el grave
problema de falta de equidad, de discriminaciones y de segmentación que se expresa al
interior del sistema educativo. No bastan los innegables mejoramientos alcanzados en la
plataforma de condiciones básicas de funcionamiento de la educación parvularia, básica
y media y particularmente los esfuerzos de la reforma curricular y técnico-pedagógica
de los últimos años. Es indispensable abordar como gran tarea nacional y de Estado, el
mejoramiento de la calidad de la educación e inseparablemente, la lucha por la equidad
y contra las discriminaciones y las disparidades. La calidad del conjunto de la educación
sólo se consigue cuando esta se convierte en un derecho de todos.

El proyecto de LGE es parte de un todo más amplio

1
Fue promulgada el 10 de marzo de 1990, como Ley N° 18.962. En los años recientes ha sufrido
diversos cambios y ampliaciones y en el año 2005, se dictó su texto ampliado, refundido y sistematizado
como DFL.N°1 de Educación, actualmente vigente.
El proyecto de LGE es parte de un todo más amplio, que incluye otras reformas al
marco regulatorio y a la institucionalidad que provee la educación oficialmente
reconocida.

No ha bastado la creciente inversión de recursos públicos en educación, la reforma


curricular, las reformas técnicas, el mejoramiento de la profesión docente, la extensión
de la jornada escolar, los nuevos equipamientos de todo tipo y otras políticas. A estas
alturas del desarrollo educacional chileno, por variadas razones y necesidades, se
requieren cambios en otro ámbito. Por eso, la LGE interviene en las regulaciones
matrices, en las estructuras organizativas y en la gestión de la educación
parvularia, básica y media, especialmente en su gestión curricular.

La proposición de reformas al marco regulatorio del sistema educativo ya se inició en


Junio recién pasado , cuando se envió a la Cámara de Diputados un proyecto de
reforma constitucional dirigida a equilibrar el derecho a la educación con la libertad de
enseñanza y a asegurar el derecho a una educación de calidad.

El proyecto de LGE será proseguido por otro, destinado a modificar la alta


institucionalidad del sistema educacional, a través de la creación de una
Superintendencia de Educación, que actúe como agencia de aseguramiento de la
calidad de la educación, complementándose al respecto con el Ministerio de Educación.

Está avanzada en su tramitación parlamentaria, la Ley que establece una subvención


preferencial destinada, por una parte, a reforzar los recursos a disposición de los
establecimientos que atienden estudiantes de condiciones vulnerables y, por otra, a
estimular en ellos una gestión escolar que eleve sus logros de aprendizaje.

Junto con preparar las medidas destinadas a implementar la subvención preferencial, el


Gobierno prepara la propuesta de mecanismos para mejorar sustantivamente la
eficiencia y transparencia en la entrega de recursos a los proveedores públicos y
privados de educación parvularia, básica y media, así como la creación de un sistema
de rendición de cuentas respecto al uso de dichos recursos.

Más adelante, se presentarán iniciativas dirigidas a modificar la administración


descentralizada de la educación pública. A lo señalado, puede agregarse, la recién
promulgada Ley Nº 20.129, de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior,
que ha establecido una institucionalidad y nuevos instrumentos convergentes al mismo
propósito de mejoramiento y reforma cualitativa que inspira a las restantes iniciativas.

El reciente nombramiento de una Comisión Asesora Presidencial para la Educación


Superior, muy probablemente dará origen a cambios remodelatorios de dicho nivel, que
significarán cambios a la normativa de la LOCE que hereda, transitoriamente, el
proyecto de LGE.

De este modo, la LGE, junto con la reforma constitucional referida, serán leyes marco,
que fijarán criterios básicos y señalarán rumbos, pero que no agotan ni incluyen la
variedad de trasformaciones que se darán en la nueva fase de la reforma educacional.

FUNDAMENTOS GENERALES DEL PROYECTO


Si bien la aprobación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza se ajustó a la
normativa constitucional vigente, careció de la legitimidad que exigen cuerpos legales
de esta índole. Debe recordarse que la Ley N° 18.962 fue dictada por el legislador de
comienzos de 1990, compuesto por cuatro autoridades que no fueron electas
democráticamente. Había sido propuesta por un poder ejecutivo que la promulgó en el
penúltimo día de su mandato y, por añadidura, después que la ciudadanía
mayoritariamente había expresado su voluntad de poner término a su régimen.

En el actual estadio de nuestro desarrollo político, la ciudadanía no sólo exige calidad y


eficacia en las leyes, sino también transparencia y participación pública en el origen
de las leyes y en los debates legislativos que dan origen a normativas tan sensibles como
las que presiden campos prioritarios como la educación.

Es perfectamente entendible y legítimo que los beneficiarios principales del sistema


educativo, los estudiantes, se hayan pronunciado públicamente contra la Ley en
cuestión, por la dudosa credencial democrática de su origen. Su demanda de derogación
de la LOCE ha sido compartida por amplios sectores de la población.

Más allá de los fundamentos conceptuales y prácticos respecto a los contenidos de esta
Ley y al margen de la inviabilidad jurídica y política de la derogación radical que se ha
exigido, el Gobierno ha comprendido el gesto moral de levantarse contra un cuerpo
legal de origen espúreo. La derogación de la LOCE es también una respuesta a la
demanda estudiantil.

Hay amplio consenso respecto a que en Chile se ha cerrado la llamada transición a la


democracia. Hoy día hay condiciones para que se aborden sin temores ni atavismos los
desafíos del perfeccionamiento y actualización de nuestra democracia, no sólo en el
ámbito de las instituciones políticas, sino también en el del fortalecimiento de las bases
sociales de aquella, entre las cuales se encuentra con prioridad la educación de las
nuevas generaciones.

Reformar la educación hoy día en Chile no es sólo un imperativo instrumental. Es


también un requerimiento de la consolidación y legitimación del régimen democrático.
La Ley que preside el ordenamiento educacional tiene que ajustarse al
requerimiento moral de una gestación transparente y participativa. La Ley que
preside los procesos de socialización de las nuevas generaciones, tiene que alinearse con
los fundamentos éticos de una pedagogía democrática.

El proyecto de ley se inspira también en el reconocimiento de un hecho incontrovertible.


Han transcurrido diecisiete años de la promulgación de la LOCE. El principio jurídico
de la permanencia de las leyes, especialmente de las de rango constitucional, tiene que
respetarse a la luz de un bien mayor: el tiempo transcurrido entre 1990 y el presente,
aunque pudiera parecer breve desde el punto de vista de la continuidad de las
instituciones, contiene enormes y aceleradas transformaciones de toda índole, que
afectan particularmente a la educación.

Desde que la LOCE empezó a gestarse, hemos entrado a un nuevo siglo y con él a una
era muy diversa. Entramos plenamente a un mundo globalizado y a una economía
basada en la información y en el desarrollo del capital humano. En nuestro país se ha
iniciado una senda de modernización acelerada y, como ya se expresó, hemos pasado
del autoritarismo a un ordenamiento democrático. La inclusión y la cohesión social se
han convertido en requisitos para la continuidad y legitimación de la economía de
mercado. Los chilenos se sienten sujetos de derechos no sólo políticos sino también
sociales. La educación, como nunca, se ha convertido en un requerimiento clave de la
sociedad y en una aspiración prioritaria de las personas.

El ingreso a la sociedad del conocimiento y la presencia de las tecnologías de la


información y la comunicación están impactando de manera inédita a la educación.
Plantean un problema y un desafío: aprender a organizar y aplicar los nuevos saberes de
todo orden, que están en crecimiento exponencial. Chile está urgido a aprender
colectivamente e individualmente a dominar dichos conocimientos y tecnologías. A la
vez que un desafío, ellos constituyen una oportunidad histórica para el sistema
educativo, que pueden encontrar aquí capacidades ampliadas nunca antes disponibles.

En el mismo contexto, se han incrementado las ciencias aplicadas a la educación y el


saber pedagógico está replanteándose radicalmente. Años después de la dictación de la
LOCE, se ha construido un consenso mundial en torno a los principios de aprender a
aprender, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a convivir con los otros. En
el fondo, la LGE apunta claramente a estos propósitos que, en el cambiode siglo han
concitado el consenso uiversal.

La educación chilena ha sido objeto de cuantiosa, aunque todavía insuficiente


investigación. La medición de los aprendizajes y las evaluaciones de diversas
dimensiones, sujetos y procesos de la educación son ya son parte del acervo del país.
Este tiene una experiencia societal de 27 años de cambios espontáneos, innovaciones y
reformas en la educación, los que se han incrementado especialmente desde 1990. El
debate público sobre educación es cada vez más ampliado. Todo esto contrasta con los
conocimientos que estaban a disposición de la sociedad chilena al momento de
diseñarse la LOCE, lo que autoriza a que se intente una profunda revisión de esta
normativa.

Hay acuerdo en que estamos caminando de una etapa en la que el acceso a la


oportunidades educativas y la cobertura de las instituciones era el principal
requerimiento, a otra en que la calidad de los aprendizajes y su distribución social son la
exigencia capital, desafío que es tanto más complejo cuando se expresan nuevos
requerimientos de extensión de las coberturas. La actual LOCE, fue concebida en la
primera de las etapas referidas y no preveía las exigencias de la actual, ni tampoco
miraba a un futuro más largo.

En la década de los años 90, junto con avanzar en la ampliación de las coberturas
educacionales y de introducirse modificaciones legales y administrativas que alteraron
en algún grado el modelo institucional y económico de la educación, se emprendió,
dentro de los cánones de la Ley N° 18.962, una ambiciosa reforma del sistema escolar,
centrada en la actualización del currículo, en el fortalecimiento de la profesión docente
y en la extensión de la jornada escolar.

Más chilenos y chilenas estudian más tiempo, desde edades más tempranas a otras más
avanzadas, aprenden nuevos contenidos y otras competencias, con instrumentos
inéditos, en condiciones distintas al pasado. Hoy día la educación importa mucho más,
en las vidas personales y en la agenda pública que hace diecisiete o veinte años. Hoy
día, la educación es apreciada de modos distintos que en el pasado reciente.
Al mismo tiempo, ha aumentado la insatisfacción sobre la calidad y la equidad en la
educación y se han elevado las expectativas acerca de ella. La educación ha dejado
de ser vista como una cuestión de azar o de cuna y es ampliamente comprendida como
un derecho sentido por todos y todas.

La demanda social por educación sigue planteada como una cuestión de acceso a los
establecimientos, pero ha dado un salto para convertirse en una demanda de calidad, al
mismo tiempo que un imperativo de igualdad. Igualdad no en un sentido de que todos
reciben igual servicio sino que todos y todas tengan iguales oportunidades de acceder a
lo que la ciudadanía, las familias y los jóvenes consideran una buena educación. A este
hecho responde el referido proyecto de reforma constitucional.

Por otra parte, la LOCE se ideó en un tiempo en que era dominante la creencia que la
educación era un asunto privativo de las familias y las personas, y que el mercado y las
decisiones individuales bastaban para regularla y desarrollarla. Hoy día,
independientemente de la diversidad de regímenes de regulación y provisión, hay
amplio consenso internacional y también nacional en que la educación es un bien
público: es un asunto de capital intervención y regulación pública.

La experiencia de los últimos 27 años aconseja pasar de la lógica de desregulación


extrema, propuesta en 1980, que se fundamentaba en un rechazo a una monopolización
estatal que nunca tuvo raíces históricas, a la búsqueda de nuevos equilibrios dentro de
una lógica de regulación pública y de provisión mixta, que sí era consonante con la
tradición republicana larga y que era recuperada gradual y acumulativamente por los
gobiernos de la Concertación desde 1990. Es esta lógica la que debe encontrar adecuada
expresión en el nuevo ordenamiento jurídico de la educación chilena.

FUNDAMENTOS ESPECIFICOS DEL PROYECTO:

El proyecto de LGE propone una normativa general para regular el sistema educacional
chileno principalmente en lo que se refiere a la educación parvularia, básica y media, y
a la vez responde adecuadamente al mandato constitucional específico que le da origen.
Por ello, una alta proporción de sus disposiciones son de ley común y podrían ser
aprobadas por el Congreso por simple mayoría. Las normas de carácter orgánico
constitucional, que requieren el quórum calificado de 4/7, aunque muy importantes son
una proporción menor del articulado.

1. Una Ley General para elevar la calidad y asegurar la equidad de la


educación.

El proyecto en su conjunto se encamina a mejorar la calidad y cautelar la equidad. A


continuación y con fines de análisis, se separan las disposiciones que tienen uno u otro
propósito. Pero los fundamentos y los previsibles efectos de uno u otro tipo de
contenidos del proyecto no solo se integran sino que se potencian mutuamente. A lo
anterior, puede sumarse las normas que hacen de la LGE una propuesta de
democratización y de modernización de la educación chilena.

1.1 Para mejorar la calidad:


En este proyecto, la calidad de la educación es reconocida como uno de los principios
inspiradores del sistema educativo chileno (art. 3°, letra b), propendiendo a que todos
los alumnos alcancen los estándares de aprendizaje que se definan de acuerdo a la ley.
Cabe recalcar que este principio hace del aprendizaje el corazón del proceso educativo,
lo que traslada el eje de la calidad desde la enseñanza al logro de aprendizajes
organizados y plasmados en estándares. También cabe advertir que el principio de la
calidad incluye la aspiración que implique a todos los alumnos, independientemente de
sus condiciones y circunstancias, lo que indica un concepto no selectivo, sino
universalista e inseparable del principio de equidad.

La calidad, según el espíritu de este proyecto, no se logra espontáneamente. Según el


artículo 4°, párrafo 5, corresponde al Estado velar por la calidad, estableciendo las
condiciones necesarias para ello, verificando permanentemente su cumplimiento, según
se comentó más atrás, realizando supervisión, dando apoyo pedagógico a los
establecimientos y promoviendo el desarrollo profesional docente. Estas dos últimas
responsabilidades del Estado, ya reconocidas por la ley común, son enfatizadas y
consagradas al incluirse en una ley de este nivel.

También contribuye al mejoramiento cualitativo de la educación, el deber del Estado de


mantener y proveer información sobre la calidad y sobre la equidad del sistema y las
instituciones educativas, como lo dispone el párrafo 6 del artículo 4°.

Como se indicó antes, el artículo 6°, dentro de la generalidad de las normas propias de
una ley matriz, es rico en definir criterios modernos y probados en el ámbito de la
evaluación de aprendizajes escolares, de desempeños profesionales y de evaluación de
establecimientos. Asociada a la evaluación está otra práctica concluyente a la obtención
de calidad educativa: la información que fluya de los procesos de evaluación puesta en
manos de la comunidad educativa como un derecho, y particularmente la información
entregada a los gestores de la educación, para iluminar sus respectivas decisiones. Así,
la información se traduce en mejoramiento de la calidad.

La estipulación de deberes y responsabilidades de los actores de la comunidad


educativa: alumnos, profesionales de la educación, padres y apoderados, asistentes de la
educación y sostenedores, es también un importante mecanismo para contribuir a la
elevación de la calidad. En cada una de las definiciones de derechos que se hacen en el
artículo 9°, se encuentran conceptos que van en este sentido. Por ejemplo, entre los
deberes de los sostenedores educacionales, contenidos en el último párrafo de dicho
artículo, se incluye el deber de “otorgar una educación de calidad de conformidad a los
estándares que se establezcan nacionalmente”.

La calidad de la educación no debe reducirse a una cuestión de cantidad de


aprendizajes. La significación, pertinencia y relevancia del currículo es componente
fundamental de la calidad de la educación. En este ámbito, el proyecto se destaca por
proponer articulada y de modo mucho más amplio que la LOCE, una plataforma de
objetivos y contenidos que autorizan a sostener que con esta normativa se entra a un
nuevo ciclo reformista, más clara y explícitamente centrado en la calidad de los
aprendizajes.

En efecto, el proyecto parte por una explicitación de principios y definiciones que le


imprimen sentidos al proceso educacional, al desempeño de los actores de este
campo e incluso a las políticas públicas relacionadas y a la gestión institucional. Los
principios y fines del artículo 2°, y en especial del artículo 3°, así como los conceptos
definitorios de los niveles y las modalidades educativas son parte del enriquecimiento
conceptual que contiene el proyecto (artículos 17°, 18° y 19°). Por último y
principalmente, los contenidos de los objetivos terminales de aprendizaje propuestos, en
los artículos 27°. 28° y 29° para los distintos niveles del sistema, son expresivos del
carácter integral, actualizado y significativo de la propuesta curricular del proyecto de
ley matriz.

La educación es un proceso intensivo en personas y en interacciones entre personas. El


sistema educativo alberga a significativos actores, que tienden a funcionar como
comunidades de enseñanza y aprendizaje. La ley general de educación se hace cargo de
este hecho fundante y distintivo. Así lo reconoce el Artículo 3°, letra d), al consagrar el
principio de participación. El artículo 8° reconoce y define a la comunidad educativa
y el 9° establece los derechos y deberes de los alumnos, los padres y apoderados, los
profesionales de la educación, los asistentes de la misma y los sostenedores
educacionales

Particularmente importante es que la ley refuerce la condición profesional de la


docencia, que es un requisito decisivo en el mejoramiento de la calidad de la educación
(artículo 4°, párrafo 5°, artículo 44° letra h). No obstante que otras leyes han reconocido
este carácter, ayuda al avance cualitativo de la educación para todos, que se consagre el
profesionalismo docente en una ley de esta índole.

También es coadyuvante del mejoramiento de la calidad educacional, el reconocimiento


la educación parvularia, no sólo como un espacio de asistencia y cuidado, sino como
un proceso propiamente educacional que es requisito de mejores aprendizajes en el nivel
básico y así sucesivamente.

1.2 Para lograr mayor equidad

Uno de los aspectos centrales que contribuyen a la equidad, entre otras disposiciones del
proyecto, que se imponga al Estado, el nuevo deber de financiar un sistema gratuito
desde el primer nivel de transición de la educación parvularia, al tenor del 2°
párrafo del artículo 4° que, junto con el ya acordado precepto constitucional que
extiende esa misma obligación a la educación media –y que se concuerda en el párrafo
3° del mismo artículo- configuran legalmente un compromiso estatal de aseguramiento
gratuito del acceso a 14 años de educación formal.

A mayor abundamiento, la normativa que favorece la universalización de la educación


parvularia, entendida como estratégico punto de partida común para todos, además de
cumplir la función social de favorecer las oportunidades de las madres para acceder a
la vida pública y al trabajo en particular.

El párrafo final del referido artículo 4° impone al Estado la función de velar por la
igualdad de oportunidades y la inclusión educativa, criterio de política pública que
adoptado desde hace 17 años por los gobiernos de la Concertación, merece un
consagración en una ley matriz como esta. Se consolida y fortalece esta misión cuando a
continuación, en el mismo párrafo, se consagran las políticas compensatorias o de
discriminación positiva orientadas a reducir las desigualdades. El proyecto
enriquece el rango de las desigualdades a combatir: no las reduce a las circunstancias
económicas sino también a las sociales, étnicas y territoriales entre otras.
El reconocimiento legal y apoyo simbólico y jurídico a las modalidades educativas,
según los artículos 16° y 21°, también se encamina en el sentido de la equidad. Se trata
de opciones organizativas y curriculares de la educación regular que apuntan a los
requerimientos específicos de grupos con características personales y contextuales cuya
diversidad es atendida pero incorporándolos dentro de la educación formal y no fuera
de ella. Esta es también una potente forma de reforzar la equidad en educación.

En primer lugar, lo dispuesto en el artículo 22° sobre la atención a los alumnos con
necesidades educativas especiales, tiene a eliminar las discriminaciones respecto a
ellos, y la integración de muchos de ellos a los establecimientos regulares ayuda a
fortalecer en los restantes niños y en las comunidades un sentido de solidaridad y de
reconocimiento de la diversidad como requisito básico de la cohesión social. Por otra
parte, la educación especial, tanto o más que otras modalidades es una concreta
aplicación del principio de discriminación positiva, que la ley debe fortalecer.

El mismo sentido de equidad social tiene el reconocimiento legal de la modalidad de


educación de adultos, en el artículo 23°. Esta modalidad atiende principalmente a una
población que en su niñez o juventud careció de las oportunidades para completar sus
estudios regulares, por razones que son imputables a nuestro desarrollo histórico y que
el Chile de hoy está en la obligación de compensar.

La nueva ley general de educación obviamente recoge lo dispuesto en la LOCE en


beneficio de las estudiantes embarazadas o madres de familia adolescentes, cuya
situación especial merece también por razones de equidad, las normas de discriminación
positiva estipuladas en el artículo 10°.

Las normas propuestas sobre selección de alumnos, según el artículo 11°, establece
como norma general la aceptación de todos los postulantes a alumnos de los
establecimientos subvencionados por el Estado, entre el nivel parvulario y el 8° año de
educación básica. Cuando la demanda por ingresar a un establecimiento sobrepasa la
oferta de cupos reconocidos, la norma va en el sentido de eliminar discriminaciones
arbitrarias. Se prohibe seleccionar con criterios ilegítimos como la situación económica
y social de los padres y otros. En cambio, se aceptan criterios como la prioridad familiar
y el sorteo. Los procesos selectivos que pueden ocurrir en la educación pagada y entre
1° y 4° de educación media de los establecimientos subvencionados son regulados en
los artículos 12° y 13° , según criterios de objetividad y transparencia, además de que
garanticen el respeto a la dignidad de los alumnos y sus familias.

El tema de la selección de alumnos no era considerado en la LOCE de 1990 y fue


incluido en una reforma de 2004, que lo reguló con los requisitos de los artículos 12° y
13° del presente proyecto. Es significativo que el proyecto LGE vaya más lejos e
introduzca en esta materia los fuertes criterios del artículo 11°.

Finalmente, la propuesta de instalar objetivos terminales de aprendizaje más


exigentes, que deben ser logrados por todos y todas, es también un criterio de equidad
y de combate a la desigualdad, ya que dado el carácter obligatorio de dichos objetivos
obliga o tensiona al sistema y a los establecimientos para trabajar por su cumplimiento
universal.

1.3 Para hacer más democrática la educación


a) Ampliación de derechos

La ley general de educación que se propone, amplía los derechos de los habitantes en
relación con el sistema educativo. Además de la formulación constitucional del derecho
a la educación contenida en el artículo 19, N° 10 de la carta fundamental, se propone
constituir en esta ley nuevos derechos.

De acuerdo al principio de participación, en la letra d) del artículo 3°, los miembros


de la comunidad educativa tienen derecho a ser considerados en el proceso educativo y
en la toma de decisiones.

La ley innova al encargar al Estado el resguardo de los derechos propios de los padres y
alumnos que opten por la educación no gratuita, según lo dispuesto por el párrafo
cuarto del artículo 4°.

El artículo 9° innova al establecer un conjunto de derechos específicos en beneficio de


los alumnos, los padres de familia, los profesionales de la educación y los
sostenedores de establecimientos. Por ejemplo, el derecho de los alumnos a no ser
discriminados arbitrariamente, a que se respete su libertad de conciencia o a recibir un
trato preferencial en el caso de tener necesidades educativas especiales; el derecho de
los padres a ser escuchados e informados y a participar del proceso educativo; el
derecho de los profesionales de la educación a trabajar en un ambiente armónico y de
sana convivencia, que también se extiende a los asistentes de la educación; el derecho
de los sostenedores a establecer el proyecto educativo de su institución, o a solicitar
financiamiento del Estado.

Como ya se planteó, en el referido artículo 9°, se constituyó también un conjunto de


deberes particulares de cada uno de los tipos de integrantes de la comunidad educativa.

b) Comunidad y asociatividad

La nueva ley matriz de la educación hace su contribución al fortalecimiento de la


democracia, en un sentido participativo, y al enriquecimiento del tejido social, al
reconocer el principio de participación, en el artículo 4° letra d), y al consagrar
legalmente la noción de comunidad educativa en el artículo 8°. En el artículo 14°
establece que los establecimientos educativos deberán promover los Centros de
Alumnos, los Centros de Padres y Apoderados y los Consejos de Profesores y su
representación en un Consejo Escolar, en todos los establecimientos oficialmente
reconocidos, fórmulas asociativas que dan sustento al principio de participación.

Contribuye también al desarrollo de la asociatividad al interior de todos los


establecimientos de nivel básico y medio, el compromiso de los sostenedores de crear
un Consejo Escolar, que emana del requisito para lograr o mantener el reconocimiento
oficial establecido en la letra g) del artículo 44°.

c) Un nuevo órgano consultivo máximo: el Consejo Nacional de Educación

Un sistema educativo moderno en un régimen democrático necesita en su alta dirección


un organismo consultivo que, a la vez, permita la representación de las diversas
organizaciones nacionales interesadas directamente en la educación y una colaboración
de índole técnica e independiente del poder ejecutivo, con capacidad de
pronunciamiento calificado respecto a diversas decisiones que esta ley encarga al
gobierno y en particular al Ministerio de Educación. Por lo demás, la existencia de un
organismo de este tipo estuvo contemplado en la organización del sistema educacional
en la etapa anterior a 1973. En efecto, el DFL. N° 104, de 3 de junio de 1953, creó un
Consejo Nacional de Educación, como parte de la Superintendencia de Educación
Pública, que fue disuelto de modo inconsulto y arbitrario en 1973. En la Ley Orgánica
Constitucional de Enseñanza de 1990, se estableció el Consejo Superior de Educación.
Este último organismo, en general ha funcionado satisfactoriamente en el cuadro de la
ley que lo creó. Sin embargo, el hecho que se haya creado en una ley que regulaba
principalmente la educación superior, en desmedro de los restantes niveles del sistema y
que su composición reflejara una orientación estamental-corporativista, extraña al
desarrollo democrático del presente siglo, motiva la propuesta de sustitución por el
nuevo Consejo Nacional de Educación.

Al efecto, se crea en el artículo 50° el Consejo Nacional de Educación, organismo


autónomo con personalidad jurídica y patrimonio propio que se relacionará con el
Presidente o Presidenta de la República a través del Ministerio de Educación.

El artículo 51° define las funciones del Consejo en materia de educación parvularia
básica y media y respecto a las modalidades de educación de adultos y especial o
diferencial. Informará favorablemente o con observaciones el marco curricular de cada
uno de los niveles y modalidades indicados, así como los planes y programas para la
enseñanza básica y media y la de adultos que elabore el Ministerio de Educación.
También informará favorablemente o con observaciones el plan de evaluación de los
objetivos fundamentales de aprendizaje de la educación básica y media, así como los
estándares de calidad educacional propuestos por el Ministerio de Educación. Servirá de
única instancia en los procesos de reclamación que puedan surgir cuando el Ministerio
objete planes y programas presentados por los establecimientos. Por último, asesorará al
Ministro de Educación en las materias que este le consulte.

El artículo 52° define las funciones del Consejo Nacional de Educación en materia
de educación superior, ampliándolas y actualizándolas. Se encarga al nuevo Consejo
Nacional de Educación el pronunciamiento sobre los proyectos institucionales y la
verificación progresiva de su marcha; el licenciamiento de las instituciones de
educación superior que se creen; y servir de instancia de apelación respecto a las
decisiones de la recién creada Comisión Nacional de Acreditación. Los artículos 62° a
66°, definen y norman más detalladamente los procesos de licenciamiento, aprobación y
verificación de los proyectos institucionales de las entidades de educación superior, y el
reconocimiento de la plena autonomía que estas puedan alcanzar, procesos en los cuales
cabe destacada participación el Consejo Nacional de Educación que se propone. Se
recogen en la LGE los cambios conceptuales y de terminología que se introdujeron
recientemente en la LOCE, en virtud de la Ley N° 20.129, de 2006, sobre
Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior, en cuanto se relacionan con las
funciones del Consejo Superior de Educación.

Las responsabilidades indicadas en los artículos recién mencionados representarán una


valiosa contribución al perfeccionamiento permanente de la educación nacional al
concitar la opinión técnica e independiente de personalidades de alta experiencia y
conocimiento en los campos relacionados con la educación.

Atendiendo a las atribuciones del Consejo en relación con el conjunto del sistema
educativo formal, en todos sus niveles, el artículo 53° norma la composición del
Consejo, en términos que lo capacite como un referente amplio. Estipula que estará
formado por doce miembros: académicos, docentes o profesionales con una amplia
trayectoria en docencia y gestión, sea en el nivel universitario o educacional en general,
y con especialización en educación, en ciencia, en innovación tecnológica, en gestión y
administración o en humanidades y ciencias sociales. Se cautela así una elevada y
amplia competencia no solo o estrictamente en educación sino en una variedad de
disciplinas y experiencias conectadas o asociadas con ella.

El proyecto, en el artículo 54°, en su letra a), se refiere a quién específicamente


presidirá el nuevo Consejo. A diferencia del Consejo Superior prescrito por la LOCE,
que entregaba la presidencia al Ministro de Educación, la nueva ley estipula que sea un
académico de reconocida trayectoria designado por el Presidente de la República.

Las letras b) a j) se refieren a los restantes miembros del Consejo, especificando una
característica definitoria de cada uno y la o las entidades que participan en su
designación. De este modo participarán en la integración del Consejo Nacional, el
CONICYT; el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes; las universidades privadas
acreditadas; los institutos profesionales y centros de formación técnica acreditados; la
organización representativa de los profesionales de la educación, que designa tres
miembros provenientes respectivamente de la educación parvularia, básica y media; la
organización más representativa de los establecimientos educacionales privados; el
Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas, que designará un académico
proveniente de las universidades de la Región Metropolitana y otro de las universidades
de las demás regiones; y la Asociación Chilena de Municipalidades, además del
Secretario Ejecutivo del Consejo, que será designado por el Presidente del Consejo.

El amplio arco de instituciones que podrán designar o proponer miembros del Consejo
repara una limitación del Consejo establecido en la LOCE, cuando incluye personas
designadas por instituciones relacionadas con el quehacer de la educación
parvularia básica y media, además de instituciones que ayudan a conectar a la
educación con la investigación científica y tecnológica y con la creación y difusión de la
cultura y de las artes. Indirectamente, esta variedad de instituciones que estarán en el
origen del Consejo, contribuye a enriquecer el acervo de experiencias y saberes
requeridos en el funcionamiento de la nueva entidad, y darle una fuerte legitimidad a su
existencia y a sus decisiones.

Por otra parte, el Consejo queda afirmado en su independencia respecto a la


contingencia, al establecerse en el mismo artículo 54° que sus miembros durarán cuatro
años en sus cargos, los cuales podrán ser designados nuevamente por una sola vez.

La misma voluntad de independencia y transparencia que legitime mejor al Consejo


Nacional de Educación, la dan los artículos 58° y 59°, relativos a incompatibilidades e
inhabilidades que se aplicarán a los miembros del Consejo, que no existían respecto a
los miembros del Consejo Superior fundado en la LOCE.
+

2. Un mejor ordenamiento del proceso educativo y de la gestión institucional:

La ley general de educación avanza en el sentido de ordenar y regular mejor el proceso


educativo formal y la correspondiente institucionalidad, de acuerdo con los conceptos y
las prácticas de gestión más actualizadas y experimentadas. La ley propuesta apunta a
resolver indefiniciones y rigideces de la normativa anterior y a adecuar el sistema
educativo a los requerimientos propios del siglo XXI y de los cambios de toda índole
que está experimentando nuestro país.

La LOCE ha experimentado diversas modificaciones desde su promulgación,


principalmente en los últimos años, lo que llevó a la dictación del DFL N°1 de
Educación de 2005, que refunde, coordina y sistematiza la Ley 18.962 de 1990.

El presente proyecto incorpora, sin nuevas modificaciones, los Títulos III y IV del
referido DFL, con excepción del párrafo 2° del Título III. Dichos títulos, relativos a la
educación superior, pasan a ser Título V y VI de este proyecto. En consecuencia, la ley
que se propone alcanza el carácter de ley general de educación, al innovar
principalmente en lo relativo a educación parvularia, básica y media e incorporar en su
texto la normativa de la LOCE relativa a la educación superior.

Mejores definiciones: tipos de educación, niveles, modalidades, formaciones y


adecuaciones curriculares

La ley general de educación avanza en el sentido de definir claramente una


arquitectura conceptual y organizativa de la educación. Distingue y conceptualiza
los tipos de enseñanza formal, no formal e informal, reconociendo, en el artículo 2°, un
rango más amplio que el entendimiento tradicional del proceso y del sistema educativo.
En este sentido, recoge una realidad ya existente. No se educa sólo a través del sistema
regular. Los chilenos aprendemos también y cada vez más, en términos informales y no
formales

El proyecto, en su Título 1°, amplía la estructura de componentes del sistema,


definiendo cuatro niveles secuenciales: el parvulario, el básico, el medio y el superior
(aunque no norma a este último, que continuará regido en general por los títulos
correspondientes de la ley orgánica constitucional hasta ahora vigentes, que serán
incorporados a la presente ley general de educación). Innova al distinguir, en el artículo
21°, las modalidades de la educación regular a que se ha hecho referencia más atrás.
Innova también al establecer la posibilidad de las llamadas adecuaciones curriculares,
reguladas por el segundo párrafo del artículo 33°

Articulación del sistema, continuidad del proceso educativo y flexibilidad

Junto con adoptar el principio de educación permanente, a lo largo de toda la vida, la ley
que se propone, en su artículo 3°, propende a la articulación de la educación regular y a
facilitar que las personas puedan entrar o salir, progresando en ella, y cambiarse de
modalidad. También se instala el principio de flexibilidad, en el sentido de adecuación
del proceso a la gama de realidades contextuales y a la pluralidad de proyectos
educativos institucionales. Como se ha visto, stos principios se traducen en diversas
normas a lo largo del articulado del proyecto.

Transparencia, evaluación e información

También en el artículo 4°, letra g), el proyecto se sitúa en las políticas públicas
contemporáneas, al elevar a la categoría de principios inspiradores del sistema, la
transparencia de la información y la responsabilidad de todos los actores del sistema, no
sólo en el sentido de señalarles deberes, sino también en el de someterse a evaluación y
rendir cuenta pública respecto de sus actos y logros educativos. En diversos otros
artículos, el proyecto detalla la instalación más específica de mecanismos y procesos
que dan cumplimiento a estos principios.

Mejor gestión curricular: normas nacionales y autonomía curricular

El proyecto perfecciona la normativa que permite articular armónicamente la existencia


de regulaciones nacionales más exigentes y amplias, la autonomía de los
establecimientos y la preservación de la libertad de enseñanza.

3. Mejor cumplimiento del mandato constitucional.

Sobre la base de la experiencia acumulada en más de 17 años de desarrollo educacional


chileno y teniendo en consideración los requerimientos provenientes de las
trasformaciones en los escenarios internacional y nacional, el proyecto de LGE se
orienta en primer lugar a establecer “los requisitos mínimos que deben exigirse en la
enseñanza básica y media, y las normas objetivas que permitan al Estado velar por su
cumplimiento”, y en segundo lugar, los “requisitos para el reconocimiento oficial de los
establecimietos educacionales de todo nivel”. Con esto se da por cumplido el mandato
constitucional en el sentido que lo dicho será fijado en “una ley orgánica constitucional”
(artículo 19, N° 11 de la Constitución Política)

3.1 Requisitos mínimos a lograr en la educación parvularia, básica y media

En efecto, en su Título II, Párrafo I, el proyecto reformula los referidos requisitos. Entre
sus proposiciones más significativas está respecto a la educación parvularia, no sólo su
reconocimiento como parte del sistema educativo, sino también el enunciado de los
objetivos que debe cumplir este nivel, los que no estaban incorporados en el texto
vigente de la LOCE. Hacerlo significa no sólo reforzar el reconocimiento legal de este
estratégico nivel, sino contribuir de modo actualizado a su desarrollo curricular, en
circunstancia que la política pública hacia la infancia temprana y hacia la educación
inicial cobran especial relevancia.
El proyecto innova al definir como requisitos mínimos para los niveles de enseñanza
básica y media, sendos conjuntos de “objetivos terminales de aprendizaje”( artículos
28° y 29°), en reemplazo del concepto de “objetivos generales” y “requisitos mínimos
de egreso” para cada uno de dichos niveles, que se emplean en la LOCE. La refundición
de ambas categorías de requisitos en la sola categoría de objetivos terminales de
aprendizaje, junto con mantener la referencia al momento de conclusión de cada ciclo,
tiene la ventaja de consagrar el moderno concepto de “aprendizaje” y además, de
explicitar que los educandos deben desarrollar un conjunto de “conocimientos,
habilidades y actitudes” Es significativo que se explicite legalmente esta triple
categorización, que expresa un enfoque más rico e integral de los objetivos formativos
En particular, para cada uno de los ciclos se propone un grupo de objetivos que tiene
mayor integralidad, riqueza y pertinencia, en comparación con los vigentes. Los
nuevos objetivos – que son parte de los requisitos mínimos que estipula el mandato
constitucional- tienen tras de sí los avances en las ciencias de la educación y
particularmente de la disciplina del currículo, en el marco de los cambios y
requerimientos de todo orden que impactan sobre la educación, desde fines de los años
ochenta del siglo pasado, en que se formularon los hasta ahora vigentes “objetivos
terminales”.

Por otra parte, el proyecto ensancha notablemente el ámbito de los requisitos mínimos a
lograr, cuando entiende que los niveles de educación básica y media no sólo atienden
niños, niñas y jóvenes sino que se extienden también a personas adultas, a través de la
propuesta modalidad de educación de adultos, de acuerdo al principio de universalidad
y permanencia que subyace en la definición de educación en el N° 10 del artículo 19° de
la Constitución. Dicha modalidad ya existente, es reconocida a lo largo del proyecto y
en el artículo 31° se encarga al Ministerio de Educación establecer un marco curricular
específico para ella.

Algo similar ocurre cuando, en artículo 32°, el proyecto reconoce que existen los
alumnos con necesidades educativas especiales y que ellos necesitan ser atendidos por
una modalidad ad hoc, la educación especial, ya sea en establecimientos dedicados
exclusivamente a ellos, o en los llamados “programas de integración” instalados en
establecimientos de educación regular. Para el efecto, se faculta al Ministerio de
Educación para definir criterios y orientaciones para identificar y diagnosticar a los
correspondientes alumnos, y orientaciones de adecuación curricular en su atención
educacional.

3.2 Normas objetivas de general aplicación

Dentro de las normas objetivas de general aplicación que permitan al Estado velar por
el cumplimiento de los requisitos mínimos a exigir en los niveles de educación básica
y media, el proyecto introduce una amplia gama de innovaciones. Con ellas, el Estado,
principalmente a través de su Ministerio de Educación, regula de una manera más eficaz
el referido cumplimiento.

La más importante de las modificaciones modernizadoras de esta función del Estado es


la obligación de velar por la evaluación continua y periódica del sistema educativo
en, por lo menos, tres ámbitos: la evaluación de los logros de aprendizaje de los
alumnos, la del desempeño de los profesionales de la educación y la del funcionamiento
de las instituciones educacionales de nivel parvulario, básico y medio, al tenor del
artículo 6°. Mientras la LOCE ordenaba al Ministerio el diseño de instrumentos de
evaluación del cumplimiento de los objetivos y contenidos, básicamente en forma de
pruebas de evaluación aplicadas a los alumnos, el presente proyecto, en su artículo 35°,
propone un concepto más amplio y complejo de la evaluación educacional, al
comprender también la evaluación del desempeño institucional y del desempeño
pedagógico o profesional de los docentes. Para el caso de los establecimientos que
reciben recursos del Estado, será obligatorio someterse a dicho sistema, cuyos
instrumentos y estándares serán diseñados por el Ministerio de Educación.

3.3 Los requisitos para el reconocimiento oficial de los establecimientos

En primer lugar, el proyecto innova en cuanto a definir formalmente, en el artículo 43°,


la institución jurídica del reconocimiento oficial de los establecimientos educacionales.
De este modo se contribuye a reforzar esta significativa palanca de la regulación pública
de la educación. Este fortalecimiento se expresa también en el número de requisitos, que
se eleva de cinco vigentes en la LOCE a diez, en la LGE.

En segundo lugar, en el artículo 44º se redefinen, precisan y amplían los requisitos


para que el Estado otorgue el reconocimiento oficial. Este perfeccionamiento de los
requisitos obedece a la convicción del Gobierno que, sin perjuicio de la positiva obra
educacional que llevan a cabo la gran mayoría de los establecimientos que han obtenido
dicho reconocimiento, existe una demanda ciudadana de mejoramiento de la oferta y de
prevención de los abusos o incumplimientos en que caen o pueden caer algunos
establecimientos. Por otra parte, no podrá avanzarse suficientemente en la empresa de
mejorar la educación si no se optimiza la gestión de los establecimientos. Aunque se
profesionalice mejor la función directiva y el desempeño docente, la responsabilidad y
calidad de los sostenedores tiene primacía. De aquí la propuesta de fortalecer la figura
del sostenedor educacional, no en el sentido de asegurarle rentabilidad, sino en el
sentido de concebirlo como un agente capaz de asegurar calidad, dando estabilidad y
continuidad al proceso educativo.

Se innova en la letra a) del artículo 44°, al establecer que serán sostenedores las
entidades públicas creadas por ley y las Corporaciones y Fundaciones cuyo objeto
social único sea la educación. En este último caso, se espera conseguir mayor
solvencia y responsabilidad en el rol del sostenedor privado. En el mismo sentido actúa
el requisito de que las personas naturales asociadas a la administración de la entidad
jurídica sostenedora deberán contar con un título profesional. Esta exigencia académica
no es onerosa en un país en que los niveles educativos de la población se han elevado
significativamente y en que la tarea de ofrecer educación de calidad se ha hecho cada
vez más compleja y tecnificada.

Se fijan inhabilidades en el ámbito de la idoneidad moral. Estas exigencias apunta a


compatibilizar la tarea de ofrecer educación con el carácter formativo e integral de ésta.

Por otra parte, las infracciones cometidas por la entidad sostenedora se entenderán
aplicada a sus representantes legales, gerentes, administradores y directores, los cuales
también serán solidariamente responsables de las obligaciones civiles que se deriven de
cobros ilegales realizados por el establecimiento.

No se está vulnerando sino cualificando el derecho constitucional de los habitantes a


ejercer emprendimientos, en función del bien común. Por el contrario, se dan señales de
que la apertura y mantención de establecimientos educacionales no es un
emprendimiento cualquiera, sino uno de alto y prioritario interés público..
La letra b) del artículo 44º plantea el requisito de contar con un proyecto educativo y
de desarrollo institucional, orientado al aseguramieto de la calidad de los aprendizajes.
La explicitación formal y pública de la misión, orientaciones y estrategias propias del
establecimiento es una condición indispensable para el cumplimiento adecuado de otras
disposiciones de la ley orgánica que es materia de este proyecto. En primer lugar,
refuerza el sentido de la libertad de los padres y madres a escoger informadamente el
establecimiento para educar a sus hijos, la posibilidad de aportar participativamente a
mejorar la calidad de dicho proyecto y a posibilitar la evaluación del desempeño del
establecimiento, no sólo por razones generales de transparencia de las instituciones de
interés público sino para facilitar las decisiones familiares de escogencia de
establecimiento educacional. Por otra parte, el requisito de disponer de un proyecto de
desarrollo institucional, se justifica como un instrumento ineludible para una gestión
escolar eficaz, que redunde realmente en calidad de la formación.

La letra c), al imponer el ajuste a las bases o marcos curriculares nacionales y a


planes de estudio propios o entregados por el Ministerio de Educación, constituye una
de las condiciones ineludibles del ejercicio de la libertad de enseñanza en
establecimientos que cuenten con reconocimiento oficial del Estado. El régimen mixto
de oferta educacional histórica y constitucionalmente consagrado en el país, no sólo
consiste en la coexistencia de establecimientos públicos y privados. El régimen mixto
implica también un equilibrio y articulación entre la libertad de enseñanza y la
autonomía de los establecimientos educativos, por una parte, y la obligación estatal de
atender a aseguramiento de la calidad y la equidad de la educación y específicamente
del cumplimiento de los requisitos que conlleva la institución jurídica del
reconocimiento que otorga el Estado, por razones de bien público.

En otro plano, el régimen mixto supone también el encuadramiento obligado de la


autonomía de los establecimientos en una plataforma curricular mínima común que
incluye la fijación de objetivos nacionales de cada nivel o modalidad educativa, en
términos de conocimientos, habilidades y actitudes a lograr por todos los educandos del
sistema formal. Dicha exigencia supone la organización del quehacer de enseñanza y
aprendizaje en instrumentos como los planes y programas de estudio, universalmente
empleados en la educación moderna. Por otra parte, la subsistencia de la identidad
nacional, aún en un marco de globalización, y los requerimientos cada vez mayores de
reforzamiento de la cohesión social suponen la vigencia obligada del señalado
requisito.

La letra d) del artículo 44º incorpora regulaciones internas de los establecimientos


educacionales que ya existen en la normativa vigente y que se mejoran, refuerzan y
consolidan en esta ley orgánica.

La letra e) es una expresión más del espíritu de este proyecto, en cuanto orientarlo hacia
la elevación de la calidad educativa. El cumplir estándares nacionales de desempeño
pedagógico y administrativo, traducido en resultados evidenciables, es parte de la
moderna gestión de las instituciones de interés público, con directo efecto

La letra f) también contribuye a establecer armónicas relaciones entre los distintos


integrantes de la comunidad educativa, con mutuo respecto a sus derechos.

La letra g) obliga a los sostenedores a crear en los establecimientos educacionales de


nivel básico y medio, un Consejo Escolar ya en el primer año de funcionamiento, con
lo cual se está considerando el reforzamiento de la asociatividad y la particpación de la
comunidad como un requisito del reconocimiento oficial.

La letra h) legisla con mayor amplitud y novedad sobre la histórica noción de


idoneidad profesional del personal de los establecimientos educacionales, que ya se
encontraba en el Decreto del Presidente Manuel Bulnes que ordenaba en 1842 la
fundación de una Escuela Normal de Preceptores. Respecto a los docentes, no sólo se
exige la posesión del título de profesor o educador, sino que su reconocimiento se sujeta
a la aprobación en las evaluaciones periódicas de desempeño, como ya lo está exigiendo
la ley sólo para los docentes del sector bajo administración municipal. Se innova
además en exigir la idoneidad específica a los directores de los establecimiento, en
forma de un perfeccionamiento ad hoc. También se innova en exigir que el personal
administrativo y auxiliar, los asistentes de la educación, no sólo sean suficientes sino
que estén calificados para sus importantes funciones.

Finalmente, en las letras i) y j) del artículo 44º se detallan mejor las ya existentes
normas de ley orgánica sobre locales y equipamiento de los establecimientos
educativos reconocidos oficialmente. Un innovación adicional es que se establece como
norma general que la entidad sostenedora sea efectivamente propietaria del inmueble
en que funciona el establecimiento y sólo excepcionalmente se reconozca el
establecimiento en el caso en que el régimen sea arriendo, comoditario o un derecho
personal sobre el local, casos en el que se exigen solemnidades que den garantía plena
de la continuidad en el uso del local escolar. Se establece también un requisito de
solvencia de la entidad sostenedora, que se da por cumplida si la entidad es propietaria
del inmueble en que funcionará el establecimiento y/o se constituyen garantías reales o
personales que se especifican en el proyecto.

En suma, el conjunto de estos requisitos, ya configurados en la LOCE o creados en el


presente proyecto, responden a un interés del Estado de otorgar o mantener su
reconocimiento oficial a aquellos establecimientos que ofrezcan seguridades de una
oferta educacional de calidad y que garanticen permanencia o continuidad de dicha
oferta, salvaguardando así los intereses de los educandos y de las familias que se
involucran en el servicio ofrecido.

En los artículos 45º, 46º y 47º se perfeccionan las regulaciones sobre los
procedimientos en torno al otorgamiento del reconocimiento oficial de
establecimientos. En particular, debe destacarse la nueva norma que encarga al
Ministerio de Educación llevar un Registro público de sostenedores y un Registro
público de establecimientos educacionales con reconocimiento oficial del Estado.
Estas dos instituciones adicionales responden al requerimiento consensual de
transparencia en los asuntos públicos y de disponibilidad de información para que los
usuarios puedan tomar sus decisiones de acceso a la educación, así como la información
requerida para el ejercicio de los derechos ciudadanos en educación.

La pérdida de los requisitos exigidos para el reconocimiento oficial es también


perfeccionada en el artículo 48º, que recoge la experiencia de más de 27 años de
ejercicio de los requisitos del reconocimiento y la descentralización educacional. Se
innova al incorporar regulaciones al efecto para la educación parvularia, asignando un
rol en el procedimiento a la Junta Nacional de Jardines Infantiles. En este último caso,
las sanciones correspondientes incluyen multas expresadas en unidades tributarias y
suspensión temporal del reconocimiento hasta por el plazo de seis meses y también la
pérdida definitiva del mismo, en tanto que para los establecimientos de educación
básica y media, se puede sancionar con amonestación, con multas expresadas en
unidades de subvención educacional, y con revocación del reconocimiento oficial.

Finalmente, en el artículo 49º se estipula que los establecimientos educacionales de las


instituciones de la Defensa Nacional que impartan educación media deben regirse por
las normas de este título, en lo relativo a su reconocimiento oficial.

Otras disposiciones:

El artículo 69° deroga la LOCE. Pero antes, al artículo 68° propone trasladar a la nueva
Ley General, las disposiciones de aquella que se refieran a la educación superior,
considerando que la Ley General de Educación es una respuesta a una demanda que, en
2006, se centró fundamentalmente en cambios en la educación parvularia, básica y
media. El proceso participativo institucionalizado en el Consejo Asesor Presidencial
para la Calidad de la Educación no tuvo suficiente tiempo para ocuparse de la
problemática de la educación superior. Por ello, se mantienen provisionalmente las
normas relativas a educación superior, pero con la expectativa de someterlas a revisión a
partir de los análisis y recomendaciones de la recién nombrada Comisión Asesora
Presidencial para la Educación Superior.

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