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En Chile hay amplio acuerdo en que en educación estamos caminando de una etapa en
la que el acceso a la oportunidades educativas y la cobertura de las instituciones era el
principal requerimiento, a otra en que la calidad de los aprendizajes y su distribución
social son la exigencia capital. La nueva etapa es muy compleja, porque a la vez, nos
encontramos ante nuevos requerimientos de extensión de las coberturas educacionales.
La actual LOCE, fue concebida en la primera de las etapas referidas y no preveía las
exigencias de la nueva fase, ni tampoco miraba a un futuro más largo.
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Fue promulgada el 10 de marzo de 1990, como Ley N° 18.962. En los años recientes ha sufrido
diversos cambios y ampliaciones y en el año 2005, se dictó su texto ampliado, refundido y sistematizado
como DFL.N°1 de Educación, actualmente vigente.
El proyecto de LGE es parte de un todo más amplio, que incluye otras reformas al
marco regulatorio y a la institucionalidad que provee la educación oficialmente
reconocida.
De este modo, la LGE, junto con la reforma constitucional referida, serán leyes marco,
que fijarán criterios básicos y señalarán rumbos, pero que no agotan ni incluyen la
variedad de trasformaciones que se darán en la nueva fase de la reforma educacional.
Más allá de los fundamentos conceptuales y prácticos respecto a los contenidos de esta
Ley y al margen de la inviabilidad jurídica y política de la derogación radical que se ha
exigido, el Gobierno ha comprendido el gesto moral de levantarse contra un cuerpo
legal de origen espúreo. La derogación de la LOCE es también una respuesta a la
demanda estudiantil.
Desde que la LOCE empezó a gestarse, hemos entrado a un nuevo siglo y con él a una
era muy diversa. Entramos plenamente a un mundo globalizado y a una economía
basada en la información y en el desarrollo del capital humano. En nuestro país se ha
iniciado una senda de modernización acelerada y, como ya se expresó, hemos pasado
del autoritarismo a un ordenamiento democrático. La inclusión y la cohesión social se
han convertido en requisitos para la continuidad y legitimación de la economía de
mercado. Los chilenos se sienten sujetos de derechos no sólo políticos sino también
sociales. La educación, como nunca, se ha convertido en un requerimiento clave de la
sociedad y en una aspiración prioritaria de las personas.
En la década de los años 90, junto con avanzar en la ampliación de las coberturas
educacionales y de introducirse modificaciones legales y administrativas que alteraron
en algún grado el modelo institucional y económico de la educación, se emprendió,
dentro de los cánones de la Ley N° 18.962, una ambiciosa reforma del sistema escolar,
centrada en la actualización del currículo, en el fortalecimiento de la profesión docente
y en la extensión de la jornada escolar.
Más chilenos y chilenas estudian más tiempo, desde edades más tempranas a otras más
avanzadas, aprenden nuevos contenidos y otras competencias, con instrumentos
inéditos, en condiciones distintas al pasado. Hoy día la educación importa mucho más,
en las vidas personales y en la agenda pública que hace diecisiete o veinte años. Hoy
día, la educación es apreciada de modos distintos que en el pasado reciente.
Al mismo tiempo, ha aumentado la insatisfacción sobre la calidad y la equidad en la
educación y se han elevado las expectativas acerca de ella. La educación ha dejado
de ser vista como una cuestión de azar o de cuna y es ampliamente comprendida como
un derecho sentido por todos y todas.
La demanda social por educación sigue planteada como una cuestión de acceso a los
establecimientos, pero ha dado un salto para convertirse en una demanda de calidad, al
mismo tiempo que un imperativo de igualdad. Igualdad no en un sentido de que todos
reciben igual servicio sino que todos y todas tengan iguales oportunidades de acceder a
lo que la ciudadanía, las familias y los jóvenes consideran una buena educación. A este
hecho responde el referido proyecto de reforma constitucional.
Por otra parte, la LOCE se ideó en un tiempo en que era dominante la creencia que la
educación era un asunto privativo de las familias y las personas, y que el mercado y las
decisiones individuales bastaban para regularla y desarrollarla. Hoy día,
independientemente de la diversidad de regímenes de regulación y provisión, hay
amplio consenso internacional y también nacional en que la educación es un bien
público: es un asunto de capital intervención y regulación pública.
El proyecto de LGE propone una normativa general para regular el sistema educacional
chileno principalmente en lo que se refiere a la educación parvularia, básica y media, y
a la vez responde adecuadamente al mandato constitucional específico que le da origen.
Por ello, una alta proporción de sus disposiciones son de ley común y podrían ser
aprobadas por el Congreso por simple mayoría. Las normas de carácter orgánico
constitucional, que requieren el quórum calificado de 4/7, aunque muy importantes son
una proporción menor del articulado.
Como se indicó antes, el artículo 6°, dentro de la generalidad de las normas propias de
una ley matriz, es rico en definir criterios modernos y probados en el ámbito de la
evaluación de aprendizajes escolares, de desempeños profesionales y de evaluación de
establecimientos. Asociada a la evaluación está otra práctica concluyente a la obtención
de calidad educativa: la información que fluya de los procesos de evaluación puesta en
manos de la comunidad educativa como un derecho, y particularmente la información
entregada a los gestores de la educación, para iluminar sus respectivas decisiones. Así,
la información se traduce en mejoramiento de la calidad.
Uno de los aspectos centrales que contribuyen a la equidad, entre otras disposiciones del
proyecto, que se imponga al Estado, el nuevo deber de financiar un sistema gratuito
desde el primer nivel de transición de la educación parvularia, al tenor del 2°
párrafo del artículo 4° que, junto con el ya acordado precepto constitucional que
extiende esa misma obligación a la educación media –y que se concuerda en el párrafo
3° del mismo artículo- configuran legalmente un compromiso estatal de aseguramiento
gratuito del acceso a 14 años de educación formal.
El párrafo final del referido artículo 4° impone al Estado la función de velar por la
igualdad de oportunidades y la inclusión educativa, criterio de política pública que
adoptado desde hace 17 años por los gobiernos de la Concertación, merece un
consagración en una ley matriz como esta. Se consolida y fortalece esta misión cuando a
continuación, en el mismo párrafo, se consagran las políticas compensatorias o de
discriminación positiva orientadas a reducir las desigualdades. El proyecto
enriquece el rango de las desigualdades a combatir: no las reduce a las circunstancias
económicas sino también a las sociales, étnicas y territoriales entre otras.
El reconocimiento legal y apoyo simbólico y jurídico a las modalidades educativas,
según los artículos 16° y 21°, también se encamina en el sentido de la equidad. Se trata
de opciones organizativas y curriculares de la educación regular que apuntan a los
requerimientos específicos de grupos con características personales y contextuales cuya
diversidad es atendida pero incorporándolos dentro de la educación formal y no fuera
de ella. Esta es también una potente forma de reforzar la equidad en educación.
En primer lugar, lo dispuesto en el artículo 22° sobre la atención a los alumnos con
necesidades educativas especiales, tiene a eliminar las discriminaciones respecto a
ellos, y la integración de muchos de ellos a los establecimientos regulares ayuda a
fortalecer en los restantes niños y en las comunidades un sentido de solidaridad y de
reconocimiento de la diversidad como requisito básico de la cohesión social. Por otra
parte, la educación especial, tanto o más que otras modalidades es una concreta
aplicación del principio de discriminación positiva, que la ley debe fortalecer.
Las normas propuestas sobre selección de alumnos, según el artículo 11°, establece
como norma general la aceptación de todos los postulantes a alumnos de los
establecimientos subvencionados por el Estado, entre el nivel parvulario y el 8° año de
educación básica. Cuando la demanda por ingresar a un establecimiento sobrepasa la
oferta de cupos reconocidos, la norma va en el sentido de eliminar discriminaciones
arbitrarias. Se prohibe seleccionar con criterios ilegítimos como la situación económica
y social de los padres y otros. En cambio, se aceptan criterios como la prioridad familiar
y el sorteo. Los procesos selectivos que pueden ocurrir en la educación pagada y entre
1° y 4° de educación media de los establecimientos subvencionados son regulados en
los artículos 12° y 13° , según criterios de objetividad y transparencia, además de que
garanticen el respeto a la dignidad de los alumnos y sus familias.
La ley general de educación que se propone, amplía los derechos de los habitantes en
relación con el sistema educativo. Además de la formulación constitucional del derecho
a la educación contenida en el artículo 19, N° 10 de la carta fundamental, se propone
constituir en esta ley nuevos derechos.
La ley innova al encargar al Estado el resguardo de los derechos propios de los padres y
alumnos que opten por la educación no gratuita, según lo dispuesto por el párrafo
cuarto del artículo 4°.
b) Comunidad y asociatividad
El artículo 51° define las funciones del Consejo en materia de educación parvularia
básica y media y respecto a las modalidades de educación de adultos y especial o
diferencial. Informará favorablemente o con observaciones el marco curricular de cada
uno de los niveles y modalidades indicados, así como los planes y programas para la
enseñanza básica y media y la de adultos que elabore el Ministerio de Educación.
También informará favorablemente o con observaciones el plan de evaluación de los
objetivos fundamentales de aprendizaje de la educación básica y media, así como los
estándares de calidad educacional propuestos por el Ministerio de Educación. Servirá de
única instancia en los procesos de reclamación que puedan surgir cuando el Ministerio
objete planes y programas presentados por los establecimientos. Por último, asesorará al
Ministro de Educación en las materias que este le consulte.
El artículo 52° define las funciones del Consejo Nacional de Educación en materia
de educación superior, ampliándolas y actualizándolas. Se encarga al nuevo Consejo
Nacional de Educación el pronunciamiento sobre los proyectos institucionales y la
verificación progresiva de su marcha; el licenciamiento de las instituciones de
educación superior que se creen; y servir de instancia de apelación respecto a las
decisiones de la recién creada Comisión Nacional de Acreditación. Los artículos 62° a
66°, definen y norman más detalladamente los procesos de licenciamiento, aprobación y
verificación de los proyectos institucionales de las entidades de educación superior, y el
reconocimiento de la plena autonomía que estas puedan alcanzar, procesos en los cuales
cabe destacada participación el Consejo Nacional de Educación que se propone. Se
recogen en la LGE los cambios conceptuales y de terminología que se introdujeron
recientemente en la LOCE, en virtud de la Ley N° 20.129, de 2006, sobre
Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior, en cuanto se relacionan con las
funciones del Consejo Superior de Educación.
Atendiendo a las atribuciones del Consejo en relación con el conjunto del sistema
educativo formal, en todos sus niveles, el artículo 53° norma la composición del
Consejo, en términos que lo capacite como un referente amplio. Estipula que estará
formado por doce miembros: académicos, docentes o profesionales con una amplia
trayectoria en docencia y gestión, sea en el nivel universitario o educacional en general,
y con especialización en educación, en ciencia, en innovación tecnológica, en gestión y
administración o en humanidades y ciencias sociales. Se cautela así una elevada y
amplia competencia no solo o estrictamente en educación sino en una variedad de
disciplinas y experiencias conectadas o asociadas con ella.
Las letras b) a j) se refieren a los restantes miembros del Consejo, especificando una
característica definitoria de cada uno y la o las entidades que participan en su
designación. De este modo participarán en la integración del Consejo Nacional, el
CONICYT; el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes; las universidades privadas
acreditadas; los institutos profesionales y centros de formación técnica acreditados; la
organización representativa de los profesionales de la educación, que designa tres
miembros provenientes respectivamente de la educación parvularia, básica y media; la
organización más representativa de los establecimientos educacionales privados; el
Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas, que designará un académico
proveniente de las universidades de la Región Metropolitana y otro de las universidades
de las demás regiones; y la Asociación Chilena de Municipalidades, además del
Secretario Ejecutivo del Consejo, que será designado por el Presidente del Consejo.
El amplio arco de instituciones que podrán designar o proponer miembros del Consejo
repara una limitación del Consejo establecido en la LOCE, cuando incluye personas
designadas por instituciones relacionadas con el quehacer de la educación
parvularia básica y media, además de instituciones que ayudan a conectar a la
educación con la investigación científica y tecnológica y con la creación y difusión de la
cultura y de las artes. Indirectamente, esta variedad de instituciones que estarán en el
origen del Consejo, contribuye a enriquecer el acervo de experiencias y saberes
requeridos en el funcionamiento de la nueva entidad, y darle una fuerte legitimidad a su
existencia y a sus decisiones.
El presente proyecto incorpora, sin nuevas modificaciones, los Títulos III y IV del
referido DFL, con excepción del párrafo 2° del Título III. Dichos títulos, relativos a la
educación superior, pasan a ser Título V y VI de este proyecto. En consecuencia, la ley
que se propone alcanza el carácter de ley general de educación, al innovar
principalmente en lo relativo a educación parvularia, básica y media e incorporar en su
texto la normativa de la LOCE relativa a la educación superior.
Junto con adoptar el principio de educación permanente, a lo largo de toda la vida, la ley
que se propone, en su artículo 3°, propende a la articulación de la educación regular y a
facilitar que las personas puedan entrar o salir, progresando en ella, y cambiarse de
modalidad. También se instala el principio de flexibilidad, en el sentido de adecuación
del proceso a la gama de realidades contextuales y a la pluralidad de proyectos
educativos institucionales. Como se ha visto, stos principios se traducen en diversas
normas a lo largo del articulado del proyecto.
También en el artículo 4°, letra g), el proyecto se sitúa en las políticas públicas
contemporáneas, al elevar a la categoría de principios inspiradores del sistema, la
transparencia de la información y la responsabilidad de todos los actores del sistema, no
sólo en el sentido de señalarles deberes, sino también en el de someterse a evaluación y
rendir cuenta pública respecto de sus actos y logros educativos. En diversos otros
artículos, el proyecto detalla la instalación más específica de mecanismos y procesos
que dan cumplimiento a estos principios.
En efecto, en su Título II, Párrafo I, el proyecto reformula los referidos requisitos. Entre
sus proposiciones más significativas está respecto a la educación parvularia, no sólo su
reconocimiento como parte del sistema educativo, sino también el enunciado de los
objetivos que debe cumplir este nivel, los que no estaban incorporados en el texto
vigente de la LOCE. Hacerlo significa no sólo reforzar el reconocimiento legal de este
estratégico nivel, sino contribuir de modo actualizado a su desarrollo curricular, en
circunstancia que la política pública hacia la infancia temprana y hacia la educación
inicial cobran especial relevancia.
El proyecto innova al definir como requisitos mínimos para los niveles de enseñanza
básica y media, sendos conjuntos de “objetivos terminales de aprendizaje”( artículos
28° y 29°), en reemplazo del concepto de “objetivos generales” y “requisitos mínimos
de egreso” para cada uno de dichos niveles, que se emplean en la LOCE. La refundición
de ambas categorías de requisitos en la sola categoría de objetivos terminales de
aprendizaje, junto con mantener la referencia al momento de conclusión de cada ciclo,
tiene la ventaja de consagrar el moderno concepto de “aprendizaje” y además, de
explicitar que los educandos deben desarrollar un conjunto de “conocimientos,
habilidades y actitudes” Es significativo que se explicite legalmente esta triple
categorización, que expresa un enfoque más rico e integral de los objetivos formativos
En particular, para cada uno de los ciclos se propone un grupo de objetivos que tiene
mayor integralidad, riqueza y pertinencia, en comparación con los vigentes. Los
nuevos objetivos – que son parte de los requisitos mínimos que estipula el mandato
constitucional- tienen tras de sí los avances en las ciencias de la educación y
particularmente de la disciplina del currículo, en el marco de los cambios y
requerimientos de todo orden que impactan sobre la educación, desde fines de los años
ochenta del siglo pasado, en que se formularon los hasta ahora vigentes “objetivos
terminales”.
Por otra parte, el proyecto ensancha notablemente el ámbito de los requisitos mínimos a
lograr, cuando entiende que los niveles de educación básica y media no sólo atienden
niños, niñas y jóvenes sino que se extienden también a personas adultas, a través de la
propuesta modalidad de educación de adultos, de acuerdo al principio de universalidad
y permanencia que subyace en la definición de educación en el N° 10 del artículo 19° de
la Constitución. Dicha modalidad ya existente, es reconocida a lo largo del proyecto y
en el artículo 31° se encarga al Ministerio de Educación establecer un marco curricular
específico para ella.
Algo similar ocurre cuando, en artículo 32°, el proyecto reconoce que existen los
alumnos con necesidades educativas especiales y que ellos necesitan ser atendidos por
una modalidad ad hoc, la educación especial, ya sea en establecimientos dedicados
exclusivamente a ellos, o en los llamados “programas de integración” instalados en
establecimientos de educación regular. Para el efecto, se faculta al Ministerio de
Educación para definir criterios y orientaciones para identificar y diagnosticar a los
correspondientes alumnos, y orientaciones de adecuación curricular en su atención
educacional.
Dentro de las normas objetivas de general aplicación que permitan al Estado velar por
el cumplimiento de los requisitos mínimos a exigir en los niveles de educación básica
y media, el proyecto introduce una amplia gama de innovaciones. Con ellas, el Estado,
principalmente a través de su Ministerio de Educación, regula de una manera más eficaz
el referido cumplimiento.
Se innova en la letra a) del artículo 44°, al establecer que serán sostenedores las
entidades públicas creadas por ley y las Corporaciones y Fundaciones cuyo objeto
social único sea la educación. En este último caso, se espera conseguir mayor
solvencia y responsabilidad en el rol del sostenedor privado. En el mismo sentido actúa
el requisito de que las personas naturales asociadas a la administración de la entidad
jurídica sostenedora deberán contar con un título profesional. Esta exigencia académica
no es onerosa en un país en que los niveles educativos de la población se han elevado
significativamente y en que la tarea de ofrecer educación de calidad se ha hecho cada
vez más compleja y tecnificada.
Por otra parte, las infracciones cometidas por la entidad sostenedora se entenderán
aplicada a sus representantes legales, gerentes, administradores y directores, los cuales
también serán solidariamente responsables de las obligaciones civiles que se deriven de
cobros ilegales realizados por el establecimiento.
La letra e) es una expresión más del espíritu de este proyecto, en cuanto orientarlo hacia
la elevación de la calidad educativa. El cumplir estándares nacionales de desempeño
pedagógico y administrativo, traducido en resultados evidenciables, es parte de la
moderna gestión de las instituciones de interés público, con directo efecto
Finalmente, en las letras i) y j) del artículo 44º se detallan mejor las ya existentes
normas de ley orgánica sobre locales y equipamiento de los establecimientos
educativos reconocidos oficialmente. Un innovación adicional es que se establece como
norma general que la entidad sostenedora sea efectivamente propietaria del inmueble
en que funciona el establecimiento y sólo excepcionalmente se reconozca el
establecimiento en el caso en que el régimen sea arriendo, comoditario o un derecho
personal sobre el local, casos en el que se exigen solemnidades que den garantía plena
de la continuidad en el uso del local escolar. Se establece también un requisito de
solvencia de la entidad sostenedora, que se da por cumplida si la entidad es propietaria
del inmueble en que funcionará el establecimiento y/o se constituyen garantías reales o
personales que se especifican en el proyecto.
En los artículos 45º, 46º y 47º se perfeccionan las regulaciones sobre los
procedimientos en torno al otorgamiento del reconocimiento oficial de
establecimientos. En particular, debe destacarse la nueva norma que encarga al
Ministerio de Educación llevar un Registro público de sostenedores y un Registro
público de establecimientos educacionales con reconocimiento oficial del Estado.
Estas dos instituciones adicionales responden al requerimiento consensual de
transparencia en los asuntos públicos y de disponibilidad de información para que los
usuarios puedan tomar sus decisiones de acceso a la educación, así como la información
requerida para el ejercicio de los derechos ciudadanos en educación.
Otras disposiciones:
El artículo 69° deroga la LOCE. Pero antes, al artículo 68° propone trasladar a la nueva
Ley General, las disposiciones de aquella que se refieran a la educación superior,
considerando que la Ley General de Educación es una respuesta a una demanda que, en
2006, se centró fundamentalmente en cambios en la educación parvularia, básica y
media. El proceso participativo institucionalizado en el Consejo Asesor Presidencial
para la Calidad de la Educación no tuvo suficiente tiempo para ocuparse de la
problemática de la educación superior. Por ello, se mantienen provisionalmente las
normas relativas a educación superior, pero con la expectativa de someterlas a revisión a
partir de los análisis y recomendaciones de la recién nombrada Comisión Asesora
Presidencial para la Educación Superior.