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El trabajo es toda actividad que realiza el hombre. El trabajo humano no sólo procede de la persona, sino que está
esencialmente ordenado y finalizado a ella. Independientemente de su contenido objetivo, el trabajo debe ser
orientado hacia el sujeto que lo realiza, porque el fin del trabajo, de cualquier trabajo, es siempre el hombre. Es
posible afirmar que «el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo».
El curso de la historia está marcado por las profundas transformaciones y por las grandes conquistas del trabajo,
pero también por la explotación y las ofensas a la dignidad de los trabajadores. La revolución industrial lanzó a la
Iglesia un gran desafío, al que el Magisterio social respondió afirmando PRINCIPIOS DE VALIDEZ UNIVERSAL Y DE
PERENNE ACTUALIDAD, en defensa del hombre que trabaja y de sus derechos. Rerum novarun surge para destacar
la importancia del derecho de propiedad, del principio de colaboración entre las clases, de los derechos de los
débiles y de los pobres, de las obligaciones de los trabajadores y de los que proporcionan trabajo, del derecho de
asociación.
El trabajo es el fundamento sobre el que se forma la vida familiar, la cual es un derecho natural y una vocación del
hombre. El trabajo asegura al hombre los medios de subsistencia y garantiza el proceso educativo de los hijos. A lo
largo de la historia los trabajos han ido variando como así los medios y condiciones necesarios. Por eso el trabajo
nunca debe perder la dignidad y centralidad de la persona humana, respetando la libertad y la democracia de los
pueblos. El trabajo permite una participación solidaria que promueve cambios locales, regionales y universales que
permite un desarrollo posible.
El trabajo humano tiene una DOBLE DIMENSIÓN: objetiva y subjetiva. En SENTIDO OBJETIVO: es el conjunto de
actividades, recursos, instrumentos y técnicas de las que el hombre se sirve para producir, para dominar la tierra,
según las palabras del Libro del Génesis. Permite a la persona humana la subsistencia y la de su familia. En SENTIDO
SUBJETIVO es el obrar del hombre en cuanto ser dinámico, capaz de realizar distintas acciones que pertenecen al
proceso del trabajo y que corresponden a su vocación personal. Le permite su realización como sujeto central del
trabajo sin confundirlo con los medios de producción, todo lo cual socialmente permite fomentar el desarrollo
personal y social de una persona.
La dignidad tiene directa relación con factores sociales, personales y laborales que alcanza a toda la persona y que
permite el desarrollo de su potencialidad que se refleja en todos los ámbitos en los cuales interactúa. Los derechos
de los trabajadores, como todos los demás derechos, se basan en la naturaleza de la persona humana y en su
trascendente dignidad. El Magisterio social de la Iglesia ha considerado correcto enunciar una lista de algunos
derechos: el derecho a una justa remuneración, al descanso, a ambientes de trabajo y a procesos productivos que
no comporten perjuicio a la salud física de los trabajadores y no dañen su integridad moral; entre otros.
El salario justo es aquel salario que permite a la persona cubrir sus necesidades básicas tales como alimento, salud,
vivienda, vestimenta y tener una vida digna. La remuneración es el instrumento más importante para practicar la
justicia en las relaciones laborales. El « salario justo es el fruto legítimo del trabajo» y comete grave injusticia quien
lo niega o no lo da a su debido tiempo y en justa proporción al trabajo desempeñado. El salario es el instrumento
que permite al trabajar acceder a los bienes de la tierra: la remuneración del trabajo debe ser tal que permita al
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hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual. Además no basta el acuerdo de
partes sino que debe evitar privilegios entre los trabajadores, mantener una adecuada proporción entre salarios y
bienes, permitir el acceso a los servicios públicos, evitar la competencia desleal.
a) DESEMPLEO: cuando hay personas que son capaces para trabajar pero que no consiguen un empleo. El
problema del desempleo no es solo social y económico sino también personal y psicológico y mucho más
cuando aparecen situaciones de empleo no registrado o de subempleo donde se vulneran los derechos de
las personas que no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas y que establecen socialmente una idea de
distintas clases de personas según su acceso a los bienes.
b) SINDICATOS: El Magisterio reconoce el papel fundamental desarrollado por los sindicatos de los
trabajadores, cuya razón de ser consiste en el derecho de trabajadores a formar asociaciones o uniones para
defender los intereses vitales de los hombres empleados en las distintas profesiones. Su función esencial
radica en luchar por la justicia de las relaciones laborales y por los derechos de los trabajadores, y además
funciones de carácter educativo, recreativo y de salud con sus trabajadores.
c) HUELGA: Mientras existan soluciones pacíficas como el diálogo y la negociación no sería lícita en tanto el
reclamo sea justo y haya existido previamente una instancia conciliadora. En otras palabras, la DSI reconoce
la legitimidad de la huelga cuando constituye un recurso inevitable, después de haber constatado la
ineficacia de todas las demás modalidades para superar los conflictos.
El Creador confía al hombre, coronación de toda la obra de la creación, el cuidado de la tierra. De aquí surgen
obligaciones muy concretas para cada persona relativas a la ecología. Su cumplimiento supone la apertura a una
perspectiva espiritual y ética, que supere las actitudes y los estilos de vida conducidos por el egoísmo que llevan al
agotamiento de los recursos naturales. El séptimo mandamiento exige el respeto de la integridad de la creación. Los
animales, como las plantas están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y
futura. El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto a las
exigencias morales. La naturaleza es un don entregado por el Creador a la comunidad humana, confiada a la
inteligencia y a la responsabilidad moral del hombre.
Es un hecho conocido que en algunas regiones existe evidente desproporción entre la extensión de tierras
cultivables y el número de habitantes; en otras, entre las riquezas del suelo y los instrumentos disponibles para el
cultivo; por consiguiente, es preciso que haya una cooperación internacional para procurar un más fácil intercambio
de bienes, capitales y personas. Es cada vez mayor la LIMITACIÓN DE LOS RECURSOS NATURALES, algunos de los
cuales no son renovables: usarlos como si fueran inagotables pone seriamente en peligro su futura disponibilidad.
También es importante tener en cuenta las consecuencias de un cierto tipo de desarrollo sobre la calidad de vida en
las zonas industrializadas. Todos sabemos que el resultado directo de la industrialización es la CONTAMINACIÓN DEL
AMBIENTE, con graves consecuencias para la salud de la población.
El hombre, llamado a cultivar y custodiar el jardín del mundo tiene una RESPONSABILIDAD ESPECÍFICA SOBRE EL
AMBIENTE, sobre la creación que Dios puso al servicio de su vida: no sólo respecto al presente, sino también a las
generaciones futuras. A los responsables de las empresas les corresponde ante la sociedad la responsabilidad
económica y ecológica de sus operaciones: están obligados a considerar el bien de las personas y no solamente el
aumento de las ganancias. Con la promoción de la dignidad humana se relaciona el derecho a un medio ambiente
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sano. Un conjunto de normas internacionales, regionales y nacionales sobre el medio ambiente está dando forma
jurídica gradualmente a este derecho: sin embargo, por sí solas, las medidas jurídicas no son suficientes.
IV: TECNOLOGÍA
El desarrollo de la industria y de los diversos sectores relacionados con ella, hasta las más modernas tecnologías de
la electrónica, indica el papel de primerísima importancia que adquiere, en la interacción entre el sujeto y objeto del
trabajo, precisamente esa aliada del trabajo, creada por el cerebro humano, que es la técnica (conjunto de
instrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo) Ella le facilita el trabajo, lo perfecciona, lo acelera y lo
multiplica. Pero también la técnica puede transformarse de aliada en adversaria del hombre, como cuando la
mecanización del trabajo "suplanta" al hombre.
V: ECCLESIA IN AMÉRICA
Ecclesia in America es la exhortación apostólica escrita por el Papa San Juan Pablo II , publicado el 22 de enero de
1999. Trata sobre gases nocivos, incendios forestales, deforestación, hambre, destrucción de la selva amazónica,
miseria en los países de América latina, etc. Postila que los graves problemas ecológicos de nuestros tiempos exigen
un cambio de mentalidad que conlleven nuevos estilos de vida más solidarios para el desarrollo sostenible.
Muchas veces no nos damos cuenta de que muchas veces el habitat natural constituye una garantía de vida sana que
es alterada con fenómenos como la urbanización (que genera no solo grandes ciudades, sino importantes cordones
denominados villas miseria) donde sobresale como característica la pobreza, la falta de educación, la falta de higiene
sanitaria, todo lo cual acarrea muchos males: la sociedad no puede dar respuesta a un crecimiento demográfico
desmedido. Pero la doctrina también busca soluciones, reconociendo la necesidad de una nueva gestión de recursos,
la responsabilidad de cada Estado en el cuidado de la ecología, el afianzar que cada persona sienta una necesidad
moral de ser solidarios revisando su estilo de vida, que en definitiva es una responsabilidad de todos.
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UNIDAD 9: EL HOMBRE Y LA ECONOMÍA
Entre las múltiples implicaciones del bien común, adquiere inmediato relieve el principio del destino universal de los
bienes: Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia,
los bienes creados deben llegar a todos EN FORMA EQUITATIVA. Dios ha dado la tierra a todo el género humano
para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. Aquí se encuentra la raíz
primera del destino universal de los bienes de la tierra. El PRINCIPIO DEL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES está
en la base del derecho universal al uso de los bienes: el principio del uso común de los bienes, es el primer principio
de todo el ordenamiento ético–social y principio peculiar de la doctrina social cristiana.
Destino y uso universal NO SIGNIFICAN QUE TODO ESTÉ A DISPOSICIÓN DE CADA UNO O DE TODOS, ni tampoco
que la misma cosa sirva o pertenezca a cada uno o a todos. Si bien es verdad que todos los hombres nacen con el
derecho al uso de los bienes, para asegurar un ejercicio justo y ordenado, son necesarias intervenciones normativas
y un ordenamiento jurídico que determine y especifique tal ejercicio.
Dios dio la Tierra en común al género humano, es decir, no asignó a nadie la parte que debía poseer, dejando la
delimitación de las posesiones privadas a los individuos y a las instituciones de los pueblos, y aunque se hallen
repartidas no dejan de servir a la común utilidad de todos. Es un derecho fundamental del hombre que surge de su
naturaleza, cuyo fundamento es la condición humana de ser racional y libre.
La propiedad privada y las otras formas de dominio privado de los bienes aseguran a cada cual una zona
absolutamente necesaria para la autonomía personal y familiar. La propiedad privada es un elemento esencial de
una política económica auténticamente social y democrática y es garantía de un recto orden social. La doctrina social
postula que la propiedad de los bienes SEA ACCESIBLE A TODOS POR IGUAL de manera que todos se conviertan, al
menos en cierta medida, en propietarios, y excluye el recurso a formas de posesión indivisa para todos.
La enseñanza social de la Iglesia postula que el hombre no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee
como EXCLUSIVAMENTE SUYAS, sino también como comunes, en el sentido de que no le benefician a él solamente,
sino también a los demás.
La Iglesia rechaza toda ideología totalitaria atea, ya sea el comunismo como el capitalismo, o la primacía absoluta de
la ley de mercado. Es preciso promover una regulación razonable del mercado y de las iniciativas económicas, y una
justa jerarquía de valores y con vistas al bien común. El cristianismo debe pensar un sistema económico que esté
orientado a la persona humana en su dimensión individual y social, debe predominar la justicia social.
El LIBERALISMO, considera al individuo como fundamento y fin de las relaciones morales y políticas.
Considera que el móvil del accionar es el lucro. Pablo VI, en el “popularum proggresio” menciona
determinados puntos que se oponen a la propiedad privada.
El NEOLIBERALISMO, cree en la ventaja del espíritu del lucro y defiende a la propiedad privada como base
del sistema. Acepta las desigualdades humanas. La DSI dice que este sistema atenta contra la dignidad
humana, niega la dimensión trascendente del hombre, no acepta negarse, re usa a la solidaridad social,
desconoce la función social de la propiedad y de la economía, acentúa la división de la sociedad y concentra
el poder económico en las manos de unos pocos.
El MARXISMO, concepción materialista, desconoce los derechos del hombre. Propone una sociedad
comunista donde se suprima totalmente la propiedad privada de los medios de producción. Niega a Dios y
anexa el paraíso a la tierra. Propone la lucha de clases aunque esta no es aceptada por el evangelio.
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III: MORALIDAD, JUSTICIA Y ORDEN ECONÓMICO
Pío XI, en la “Quadragesimo Anno” plantea que hay una relación entre economía y moral, necesaria, intrínseca y
recíproca. Así como en el ámbito moral se debe tener en cuenta las razones y las exigencias de la economía, el
campo económico debe estar alerta a las instancias morales, respetando la dignidad y vocación de la persona, así
como el bien de toda la sociedad. Si el funcionamiento económico de un sistema productivo pone en peligro la
dignidad humana del trabajador, este orden económico es injusto.
VI: NEGOCIOS
Quien produce una cosa, lo hace para que otros puedan disfrutar de la misma, después de haber pagado el justo
precio, establecido de común acuerdo en una negociación previa. El principal recurso del hombre es, junto con la
tierra, el hombre mismo, que descubre las potencialidades productivas de la tierra y las modalidades para satisfacer
las necesidades al resto de la población.
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manos el destino del hombre. Todas las ideologías del siglo XX se pensaron así mismas a partir de una concepción del
poder orientado en que a través del poder del Estado nosotros tenemos la tarea de darle un significado a la
sociedad.
Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo encubierto. La autoridad política es
responsable ante el pueblo, quienes lo controlaban mediante elecciones de los gobernantes, sustituyendo los que no
actúen bien. Una de las deformaciones del sistema es la corrupción. Cuando el poder democrático pretende avanzar
sobre aquello que no le es propio, se convierte en un poder contrario del hombre, y por lo tanto contrario a Dios.
V: PRINCIPIO DE SOLIDARIDAD.
La solidaridad busca el bien común. Las nuevas relaciones de interdependencia entre hombres y pueblos, que son,
formas de solidaridad, deben transformarse en relaciones que tiendan hacia una verdadera y propia solidaridad
ético-social. La solidaridad se presenta bajo dos aspectos complementarios, como PRINCIPIO SOCIAL y como VIRTUD
MORAL: como principio ordena las instituciones, superando las estructuras del pecado y transformándolas en
estructuras de solidaridad a través de las leyes. Como virtud moral es la determinación firme y exuberante de
empeñarse por el bien común.
Dado que el trabajo en su aspecto subjetivo es siempre una acción personal, se sigue necesariamente que en
él PARTICIPA EL HOMBRE COMPLETO, SU CUERPO Y SU ESPÍRITU. Al hombre entero se dirige también la Palabra del
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Dios, el mensaje evangélico de la salvación, en el que encontramos muchos contenidos dedicados al trabajo
humano. Hace falta el esfuerzo interior del espíritu humano, guiado por la fe, la esperanza y la caridad, con el fin de
dar al trabajo del hombre concreto, con la ayuda de estos contenidos, aquel significado que el trabajo tiene ante los
ojos de Dios. La Iglesia reconoce como un deber suyo la formación de una espiritualidad del trabajo, que ayude a
todos los hombres a acercarse a través de él a Dios, a participar en sus planes salvíficos respecto al hombre y al
mundo, y a profundizar en sus vidas la amistad con Cristo.
El hombre, creado a imagen de Dios, mediante su trabajo PARTICIPA EN LA OBRA DEL CREADOR, y según la medida
de sus propias posibilidades, continúa desarrollándola y la completa, avanzando cada vez más en el descubrimiento
de los recursos y de los valores encerrados en todo lo creado. La conciencia de que el trabajo humano es una
participación en la obra de Dios, debe llegar incluso a los quehaceres más ordinarios. Porque los hombres y mujeres
que, realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que
con su trabajo desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que
se cumplan los designios de Dios en la historia. Hace falta, por lo tanto, que esta ESPIRITUALIDAD CRISTIANA DEL
TRABAJO llegue a ser patrimonio común de todos.
Aunque en sus palabras no encontremos un preciso mandato de trabajar, la elocuencia de la vida de Cristo es
inequívoca: pertenece al “mundo del trabajo”, tiene RECONOCIMIENTO Y RESPETO POR EL TRABAJO HUMANO:
él mira con amor el trabajo, sus diversas manifestaciones, viendo en cada una de ellas un aspecto particular de la
semejanza del hombre con Dios, Creador y Padre. Es por ello que en los libros del Antiguo Testamento no faltan
múltiples referencias al trabajo humano, a las diversas profesiones ejercidas por el hombre: la de médico,
farmacéutico, artesano, artista, alfarero, agricultor, músico, pastor, entre muchas otras.
El sudor y la fatiga, que el trabajo necesariamente lleva en la actualidad ofrecen a cada hombre, la posibilidad de
PARTICIPAR EN EL AMOR a la obra que Cristo ha venido a realizar. Esta obra de salvación se ha realizado a través del
sufrimiento y de la muerte de cruz.
En el trabajo humano el cristiano descubre una PEQUEÑA PARTE DE LA CRUZ DE CRISTO y la acepta con el mismo
espíritu de redención, con el cual Cristo ha aceptado su cruz por nosotros. En el trabajo, gracias a la luz que penetra
dentro de nosotros POR LA RESURRECCIÓN DE CRISTO, encontramos siempre un tenue resplandor de la vida nueva,
del nuevo bien, casi como un anuncio de los “nuevos cielos y otra tierra nueva”, los cuales precisamente mediante la
fatiga del trabajo son participados por el hombre y por el mundo. A través del cansancio y jamás sin él. Esto confirma
lo indispensable de la cruz en la espiritualidad del trabajo humano; y además, se descubre en esta cruz y fatiga, un
bien nuevo que comienza con el mismo trabajo: con el trabajo entendido en profundidad y bajo todos sus aspectos,
y jamás sin él.
San José, "hombre justo", pasó gran parte de su vida trabajando como carpintero en Nazaret, y proveyó con su
esfuerzo y trabajo a las necesidades de Jesús y María. Una existencia tan singular y digna de admiración, que llevó a
la Iglesia a proponerla como modelo ejemplar para todos los trabajadores del mundo. Todos los trabajadores están
invitados hoy a mirar el ejemplo de este hombre justo.
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UNIDAD XII: LA COMUNIDAD INTERNACIONAL
I: LA FAMILIA HUMANA
Según la Revelación bíblica, Dios ha creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Este vínculo del hombre
con su Creador funda su dignidad y sus derechos humanos inalienables. La Revelación insiste, en efecto, igualmente,
en la UNIDAD DE LA FAMILIA HUMANA: todos los hombres creados tienen en Dios un mismo origen. Cualquiera sea,
en el curso de la historia, su dispersión geográfica o la acentuación de sus diferencias, están siempre destinados a
formar una sola familia, según el plan de Dios establecido al principio.
La enseñanza de León XIII en la Rerum Novarum conserva su validez: el consentimiento de las partes, si están en
situaciones demasiado desiguales, no basta para garantizar la justicia del contrario; y la regla del libre
consentimiento queda subordinada a las exigencias del derecho natural. El libre intercambio SÓLO ES EQUITATIVO si
está sometido a las exigencias de la justicia social. Sin abolir el mercado de concurrencia, hay que mantenerlo
DENTRO DE LOS LÍMITES QUE LO HACEN JUSTO Y MORAL, y, por tanto, HUMANO. La justicia social exige que el
comercio internacional, para ser humano y moral, restablezca entre las partes al menos una cierta igualdad de
oportunidades.
La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, sino que con
toda exactitud y propiedad se llama OBRA DE LA JUSTICIA. Esta paz en la tierra no se puede lograr si no se asegura el
BIEN DE LAS PERSONAS y la COMUNICACIÓN ESPONTÁNEA entre los hombres. Es necesario RESPETAR a los demás
hombres y pueblos, así como su dignidad, y el apasionado ejercicio de la FRATERNIDAD para construir la paz. La paz
es también fruto del amor, que sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar. La paz sobre la tierra, nacida del
amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo.
Las injusticias, las desigualdades excesivas económicas y sociales, la envidia, la desconfianza y el orgullo, que existen
entre los hombres y las naciones, amenazan la paz y causan las GUERRAS. Existe la obligación moral de desobedecer
aquellas decisiones que ordenan genocidios.
IV: ARMAS
El progreso científico y tecnológico, que debiera contribuir al bienestar del hombre, se transforma en instrumento de
guerra: ciencia y técnica son utilizadas para producir ARMAS CADA VEZ MÁS PERFECCIONADAS Y DESTRUCTIVAS.
Podemos observar con gran dolor, cómo en las naciones económicamente más desarrolladas se han estado
fabricando, y se fabrican todavía, ENORMES ARMAMENTOS. La Iglesia deplora la carrera de armamentos y pide una
progresiva reducción mutua y comprobable, así como mayores precauciones contra los posibles errores en el uso de
las armas nucleares. También reclama para cada nación el respeto a su independencia, libertad y legítima seguridad.
La unidad de la familia humana que agrupa a seres que poseen una misma dignidad natural, IMPLICA UN BIEN
COMÚN UNIVERSAL: este requiere una ORGANIZACIÓN DE LA COMUNIDAD DE NACIONES capaz de proveer a las
diferentes necesidades de los hombres (alimentación, salud, educación) pero también de acompañar en sus
sufrimientos a los refugiados dispersos por todo el mundo y de ayudar a los emigrantes y a sus familias.
La autoridad pública mundial ha de garantizar principalmente que los DERECHOS DE LA PERSONA HUMANA SE
RECONOZCAN y se aumenten en realidad. Esta protección de los derechos del hombre se puede realizar también
creando en todo el mundo un ambiente dentro del cual los gobernantes de los distintos países puedan cumplir sus
funciones con mayor facilidad.
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VI: ORGANIZACIONES TRANSNACIONALES E INTERNACIONALES
La Iglesia favorece el camino hacia una AUTÉNTICA COMUNIDAD INTERNACIONAL, que ha asumido una dirección
precisa mediante la institución de la ONU en 1945. La doctrina social considera positivo el papel de las
Organizaciones internacionales: el Magisterio recomienda que la acción de los ORGANISMOS INTERNACIONALES
responda a las necesidades humanas en la vida social y en los ambientes relevantes para la convivencia pacífica y
ordenada de las Naciones y de los pueblos. El Magisterio subraya que la interdependencia entre los hombres y entre
las Naciones adquiere una dimensión moral y determina las relaciones del mundo actual en el ámbito económico,
cultural, político y religioso. En este contexto es de desear una revisión de las Organizaciones internacionales; puesto
que su razón única debe ser el bien común, con el objetivo de conseguir un grado superior de ordenamiento
internacional.
VII: EMIGRACIÓN
El paterno amor con que Dios nos mueve a amar a todos los hombres nos hace sentir UNA PROFUNDA AFLICCIÓN
ante el infortunio de quienes se ven expulsados de su patria por motivos políticos: la multitud de estos exiliados se
ve acompañada constantemente por muchos dolores. El fenómeno continúa también hoy y afecta a numerosas
familias de diversas naciones. La Iglesia es consciente de los problemas provocados por esta situación y se esfuerza
en desarrollar una VERDADERA ATENCIÓN PASTORAL entre dichos hombres, para FAVORECER SU ASENTAMIENTO
en el territorio y para SUSCITAR UNA ACTITUD DE ACOGIDA por parte de las poblaciones locales.
El derecho al desarrollo debe tenerse en cuenta en las cuestiones vinculadas a la CRISIS DEUDORA de muchos
países. Esta crisis tiene en su origen diversas causas complejas, TANTO DE CARÁCTER INTERNACIONAL (fluctuación
de los cambios, especulación financiera) como INTERNAS A LOS PAÍSES ENDEUDADOS (corrupción, mala gestión del
dinero público). Los MAYORES SUFRIMIENTOS recaen sobre la POBLACIÓN DE LOS PAÍSES ENDEUDADOS Y POBRES,
que no tiene culpa alguna. La comunidad internacional no puede desentenderse de semejante situación: incluso
reconociendo que la deuda adquirida debe ser saldada, es necesario encontrar los caminos para no comprometer el
derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso.
Dos obstáculos que se oponen a la formación de un mundo más justo y más estructurado dentro de una solidaridad
universal son precisamente el NACIONALISMO y el RACISMO. El nacionalismo aísla los pueblos en contra de lo que es
su verdadero bien. Es también un obstáculo el gran menosprecio de los derechos imprescindibles de la persona
humana, a aquellos individuos y familias que se ven injustamente sometidos a un régimen de excepción por razón de
su raza o de su color. La Iglesia se propone dedicar una especial atención a aquellas etnias que todavía hoy son
objeto de discriminaciones injustas.
X: LA ECONOMÍA GLOBAL
En virtud del proceso de globalización las naciones se empiezan a necesitar más las unas de las otras. El
subdesarrollo parece una situación imposible de eliminar, casi una condena fatal. El derecho al desarrollo se funda
en los siguientes principios: unidad de origen y destino común de la familia humana, igualdad entre todas las
personas y comunidad, destino universal de los bienes de la tierra y la solidaridad. La doctrina social induce a formas
de cooperación capaces de INCENTIVAR EL ACCESO AL MERCADO INTERNACIONAL de los países marcados por la
pobreza y el subdesarrollo, puesto que el mayor problema es conseguir un acceso equitativo al mercado
internacional. La cooperación es la vía en la que la Comunidad Internacional en su conjunto debe comprometerse y
recorrer.