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Introducción

El feminicidio es una categoría que debe abordarse como la forma más extrema e irreparable de
violencia directa hacia las mujeres. Es un problema social, económico, político, cultural y
también del Estado. El feminicidio se está posicionando como una categoría de análisis que
conduce a evidenciar la especificidad de los asesinatos a las mujeres por razones de género.
Dichos crímenes responden a un clima social de discriminación y violencia contra la mujer, que
se sostiene en una sociedad que aún tolera el lenguaje violento hacia todo lo femenino y una
cultura donde históricamente se desarrollan prácticas sociales que atentan contra la libertad, la
salud, la integridad y finalmente contra la vida de las mujeres.

La violencia ejercida contra la mujer es un problema que obedece a estructuras jerárquicas


patriarcales que reproducen una cultura donde las mujeres son vistas como objetos desechables
y maltratarles. Prueba de ello es que las múltiples violaciones a los derechos de las mujeres se
desarrollan tanto en tiempos de paz como en tiempos de conflicto armado; respondiendo a
diferentes contextos, pero a imaginarios culturales similares que limitan y atentan contra la
libertad femenina y el desarrollo de sus capacidades. Con ello se evidencia que las mujeres se
enfrentan a la discriminación del Estado, de sus familias y de la comunidad en general.

El feminicidio es un crimen que debe ser atendido por el Estado. No tiene actores ni coyunturas
únicas, ni tampoco existe un perfil único de víctimas; en consecuencia, cualquier mujer puede
ser agredida hasta ocasionarle la muerte. Por otra parte, los autores de los crímenes no
responden a una particularidad; es decir, que pueden ser realizados por personas conocidas o
vinculados con las víctimas (familiar, sentimental o amicalmente), así como del entorno laboral
o de estudios; además de ex convivientes o ex cónyuges, o desconocidos.

Nuestro país no es ajeno a los casos de feminicidio. El feminicidio en el Perú se caracteriza por
presentar un antecedente de violencia familiar o violencia entre la pareja. Muchas de ellas
acudieron en busca de apoyo a diferentes instituciones del Estado, pero no recibieron respuesta
adecuada, rápida y eficaz a pesar de tener las potestades para actuar. Esto nos confirma que el
Estado aún no es capaz de proteger apropiadamente a las mujeres, ya que el sistema judicial no
responde con eficacia a sus demandas, exponiéndolas a las represalias de sus agresores quienes
luego provocan su muerte. Ello evidencia también que el hogar –identificado por muchas
mujeres como seguro– en realidad no lo es, dado que éste es uno de los principales espacios
donde las mujeres son victimadas por sus agresores.

Perspectiva General

La violencia contra la mujer


La violencia contra las mujeres es la mayor atrocidad cometida contra los derechos humanos en
nuestros tiempos. Desde que nacen hasta que mueren, tanto en tiempo de paz como en la
guerra, las mujeres se enfrentan a la discriminación y la violencia del Estado, la comunidad y la
familia. Cada año, millones de niñas y mujeres sufren violaciones y abusos sexuales a manos de
familiares, hombres ajenos a la familia, agentes de seguridad o combatientes armados. Algunas
formas de violencia, como los embarazos y los abortos forzados, la “quema de novias” y los
abusos relacionados con la dote, son específicas de las mujeres. Otras, como la violencia en el
ámbito familiar —conocida también como violencia doméstica—, tienen entre sus víctimas a un
número desproporcionado de mujeres. Durante los conflictos armados, la violencia contra las
mujeres suele usarse como arma de guerra para deshumanizarlas o para perseguir a la
comunidad a la que pertenecen.

La violencia contra las mujeres no es exclusiva de ningún sistema político o económico; se da en


todas las sociedades del mundo y sin distinción de posición económica, raza o cultura. Las
estructuras de poder de la sociedad que la perpetúan se caracterizan por su profundo arraigo y
su intransigencia. En todo el mundo, la violencia o las amenazas de violencia impiden a las
mujeres ejercitar sus derechos humanos y disfrutar de ellos2.

Por tanto, la violencia contra la mujer es un problema mundial, histórico y estructural. A lo largo
de la historia se ha podido constatar que la mujer cumple un rol determinado socialmente; es
decir, que se ha ido construyendo una realidad donde lo femenino es inferior a lo masculino.
Además, la violencia contra la mujer se inscribe en el plano de los significantes colectivos, por lo
que se han desarrollado y sedimentado en los imaginarios sociales prácticas discriminatorias
que violentan la integridad física y psicológica de las mujeres. Aunque las culturas –por su
dinamismo– cambian, la violencia ejercida contra la mujer por razón de su género se mantiene
como un persistente y grave problema mundial que afecta diariamente a millones de mujeres
en el mundo.

En consecuencia, este problema no puede ser asumido de manera aislada como situaciones que
se desencadenan únicamente entre determinadas personas, culturas o comunidades.
Lamentablemente, constituye una grave violación a los derechos humanos, al punto que
sobrepasa las fronteras, los niveles económicos y sociales y las creencias religiosas; todo ello
conduce a que la mujer no sea asumida como sujeta de derechos, por lo que colectivamente se
va legitimando y tolerando la violencia ejercida hacia ella.

Las estadísticas de violencia contra las mujeres ponen al descubierto la existencia de una
tragedia de dimensiones mundiales desde el punto de vista de los derechos humanos. Los
siguientes datos dan cuenta de la magnitud del problema:

- Al menos una de cada tres mujeres ha sido golpeada, obligada a mantener relaciones sexuales
o sometida a algún otro tipo de abusos en su vida, según un estudio basado en 50 encuestas de
todo el mundo. Por lo general, el autor de los abusos es un familiar o un conocido.

- Según informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 70% de las mujeres que son
víctimas de asesinato mueren a manos de su compañero (pareja).

- Más de 60 millones de mujeres “faltan” hoy en el mundo a consecuencia de prácticas como el


aborto selectivo en función del sexo y el infanticidio femenino, según cálculos de Amartya Sen,
premio Nobel de Economía de 19985.
Violencia contra la Mujer por razones de género
El género es una construcción cultural e histórica, que nos da cuenta de la simbolización cultural
de la diferenciación anatómica que se va reproduciendo a través de las prácticas, ideas, discursos
y representaciones sociales que condicionan la conducta objetiva y subjetiva de las personas en
función a su sexo. Por lo tanto, se descarta que los hombres y mujeres sean producto de una
realidad natural; por el contrario, somos producto de una interpretación histórica y cultural.

En este sentido, Pierre Bourdieu señala que:

“…el orden social está tan profundamente arraigado que no requiere justificación; se impone a
sí mismo como auto evidente y es tomado como “natural”. Este orden está inscrito en las
estructuras de la organización social y en las estructuras cognitivas de la mente”.

La violencia contra la mujer por razones de género obedece a una lógica jerarquizada entre los
sexos, la cual es instaurada dentro de la cultura y la sociedad y es trasmitida mediante discursos
y representaciones; la constituyen todos aquellos comportamientos y acciones que violenten,
dañen o perjudiquen la integridad de las mujeres, obedeciendo estas acciones a una
racionalidad que discrimina a la mujer.

En ese sentido, la perspectiva de “género” se constituye como un eje transversal incluso dentro
de los instrumentos jurídicos a nivel nacional e internacional, como veremos a continuación.

El sistema de protección universal de los Derechos Humanos a través del artículo 1 de la


Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer define la violencia contra las
mujeres como:

“Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener
como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las
amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen
en la vida pública como en la vida privada”.

Asimismo, el artículo 1 de la Convención para la Eliminación de todas las formas de


discriminación contra la Mujer (CEDAW) señala que:

“…la expresión "discriminación contra la mujer" denotará toda distinción, exclusión o restricción
basada en el sexo que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento,
goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad
del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas
política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”.

Por su parte, el Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos a través del
artículo 1 de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia
contra la Mujer (Convención de Belem do Pará) señala:

“…debe entenderse por violencia contra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su
género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el
ámbito público como en el privado”.
Adicionalmente, el Comité de la CEDAW en su Recomendación N° 19, afirma que:

“…la violencia contra la mujer, que menoscaba o anula el goce de sus derechos humanos y a sus
libertades fundamentales en virtud del derecho internacional o de los diversos convenios de
derechos humanos, constituye discriminación, como la define el artículo 1 de la Convención”.

Finalmente, la violencia contra las mujeres por razones de género puede ser de diversos tipos9
y, en principio, se pueden agrupar hasta en cuatro grandes rubros: violencia física, sexual,
psicológica (o emocional) y privaciones económicas o de otra índole.

Tipos de violencia contra la mujer


Los tipos de violencia física por motivos de género de los cuales son víctimas las mujeres
comprenden desde bofetadas, puñetazos, estrangulación y patadas hasta golpes con bastones,
porras o látigos, uso del fuego o de ácidos para causar dolor y daños de larga duración e incluso
el homicidio.

En cuanto a la violencia sexual, ésta puede focalizarse inicialmente en las violaciones. Las
definiciones de esta conducta varían de una jurisdicción a otra. Sin embargo, durante el último
decenio se ha producido un importante desarrollo en el derecho internacional en lo relativo a la
definición y comprensión de la violación. Como señalaba la entonces relatora especial sobre la
violencia contra la mujer, Radhika Coomaraswamy:

“Existen (…) disposiciones que prohíben explícitamente [en el Estatuto de Roma de la Corte
Penal Internacional] todos los tipos de violencia sexual contra la mujer en tiempo de guerra”.

En el artículo 8 del Estatuto se hace la misma afirmación en relación con los crímenes de guerra
durante conflictos internacionales y durante conflictos internos. Además, la definición de
tortura recogida en el artículo 7 es lo bastante amplia para incluir los actos de violencia sexual
perpetrados por particulares. La relatora especial señala que otros casos, originados en los
Tribunales Penales Internacionales para Ruanda y la ex Yugoslavia, han brindado importantes
resoluciones.

Al respecto, Amnistía Internacional y otras organizaciones no gubernamentales (ONG) han


sostenido también que la violación cometida o tolerada por un funcionario del Estado es una
forma o método de tortura que causa sufrimientos graves y ataca la identidad y la integridad de
la mujer. La violación cometida por agentes no estatales también puede constituir tortura.
Asimismo, las mujeres padecen la violencia psicológica o emocional, consistente en las
amenazas, los comentarios degradantes, el lenguaje sexista y el comportamiento humillante.
Estos son componentes frecuentes de la conducta violenta hacia las mujeres que pueden tener
consecuencias para su bienestar psíquico o emocional. Toda violencia física o sexual repercute
también sobre el estado mental de la víctima.

Finalmente, las mujeres frecuentemente están sometidas a privaciones económicas o de otro


tipo. Millones de mujeres en todo el mundo dependen de los varones, que les dan apoyo
económico y seguridad. Por lo tanto, los hombres pueden tener un impacto directo sobre el
bienestar de la mujer, proporcionando o reteniendo los medios para la obtención de alimento,
vestimenta y otras necesidades diarias.
Pero el impacto puede ser aún más profundo. En algunas culturas, cuando el hombre se divorcia
de su esposa, ésta puede quedar sin recursos y estigmatizada. Si él muere, pueden obligarla a
casarse con el hermano de su esposo (“heredar la esposa”) o puede quedar expuesta a la
explotación o el abuso de otros miembros de la familia o clan de su esposo. Como señaló el
Equipo de Tareas del Secretario General de las Naciones Unidas sobre Mujeres, Niñas y el
VIH/Sida en África meridional:

“Sin el derecho ejecutable de poseer o heredar tierras y propiedades, las mujeres y niñas hacen
frente a la indigencia al morir sus esposos, compañeros o padres, al tiempo que la pobreza las
expone a mayor explotación sexual y a más violencia”.

Situación de violencia contra la mujer en el Perú


Como se ha referido, la violencia contra la mujer contempla varios planos que confluyen –la
violencia física, sexual y psicológica–, las cuales pueden desarrollarse en la esfera pública y en la
esfera privada. El feminicidio es la consecuencia irreparable del ejercicio de dicha violencia.

La violencia contra la mujer, así como su magnitud nos revela que éste es un problema social
que responde a la permanencia de una cultura con estructuras jerárquicas patriarcales, donde
la mujer es vista como un objeto desechable y maltratable; prueba de ello es que las múltiples
situaciones y acciones que vulneran los derechos humanos de las mujeres se pueden dar tanto
en tiempos de paz como en tiempos de conflicto armado. Se trata de contextos diferentes que
responden a un imaginario cultural similar que limita y arremete contra el ejercicio pleno de las
libertades y derechos de la mujer; enfrentándose así no solo a la violencia y discriminación de
sus familias y su comunidad sino también del Estado.

El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) reveló que, en el Perú, el 68,2% de las
mujeres han sufrido violencia física, sexual o psicológica en el 2016. Pese a lo elevado del
porcentaje, dicha cifra es menor en dos puntos respecto al 2015 y seis puntos menor en los
últimos 5 años, lo que revela una tendencia a la disminución. En el año 2016 el 68% de mujeres
fueron violentadas por su pareja o esposo y la violencia psicológica es la que más afecta.

El Ministerio de la Mujer informó que en el año 2016 fueron 60,589 víctimas y en el año 2017
hubo 81,009 víctimas de maltrato físico, psicológico y sexual.

En el 2018 en el país se registró más de 65 000 casos de víctimas que han acudido al Centro de
Emergencia Mujer a pedir ayuda judicial, psicológica o social. Esto es un indicativo de la violencia
de género y los problemas de salud mental en el país.

Feminicidio
La forma más extrema de violencia contra la mujer

Origen del término

El término femicide registra esporádicos antecedentes de uso en el idioma inglés desde


comienzos del siglo XIX, pero comenzó a difundirse desde que Diana Russell (Nacida en Ciudad
del Cabo, Sudáfrica; activista y escritora feminista) lo utilizara en 1976 ante el Tribunal
Internacional de los Crímenes contra la Mujer, y sobre todo desde que instalara el concepto con
sendas publicaciones realizadas en 1990 y 1992 (Feminicide. The politics of women killing –
1992).

Marcela Lagarde –teórica feminista, antropóloga y diputada mexicana– ha realizado profundos


estudios sobre las muertes de mujeres en Ciudad Juárez, llegando conceptuar el término:

“El feminicidio es el genocidio contra las mujeres y sucede cuando las condiciones históricas
generan prácticas sociales que permiten atentados contra la integridad, la salud, las libertades
y la vida de las mujeres. En el feminicidio concurren en tiempo y espacio, daños contra mujeres
realizados por conocidos y desconocidos, por violentos, violadores y asesinos individuales y
grupales, ocasionales o profesionales, que conducen a la muerte cruel de algunas de las
víctimas”.

El problema es multidimensional, por lo tanto, hacemos una aproximación al feminicidio


identificándolo como el crimen directamente ejercido contra la vida de las mujeres por su
condición de mujer. Desde el movimiento de mujeres, es un término que está buscando un lugar
en el discurso criminalístico; a su vez, pretende visualizar una situación de violencia sistemática
y silenciada durante muchos siglos por la indiferencia y tolerancia social. El feminicidio es una
categoría que debe abordarse como la forma más extrema e irreparable de violencia directa
hacia las mujeres y como una alternativa a la neutralidad del término homicidio, visibilizando un
trasfondo no reconocido: la misoginia en la muerte diaria de mujeres. Es un problema social,
económico, político y cultural; es un problema de Estado y de la sociedad en su conjunto.

De lo anterior se colige que: el feminicidio es el crimen contra las mujeres por razones de
género. Es un acto que no responde a una coyuntura ni actores específicos, pues se desarrolla
tanto en tiempos de paz como en tiempos de conflicto armado y las mujeres víctimas no poseen
un perfil único de rango de edad ni de condición socioeconómica. Sin embargo, existe mayor
incidencia de la violencia en mujeres en edad reproductiva. Los autores de los crímenes tampoco
responden a una especificidad ya que estos actos pueden ser realizados por personas con
quienes la víctima mantiene un vínculo afectivo, amical o social, como por ejemplo familiares,
parejas, enamorados, novios, convivientes, cónyuges, exconvivientes, excónyuges o amigos.
También es realizado por personas conocidas, como vecinos, compañeros de trabajo y de
estudio; de igual forma que por desconocidos para la víctima. Asimismo, puede ser perpetrado
de manera individual o colectiva, e incluso por mafias organizadas.

Sin embargo, estos crímenes sí responden a un clima social y cultural específico, donde aún
prevalece el machismo, entendido como el comportamiento colectivo sostenido en un sistema
social organizado de manera desigual y donde el poder es ejercido por el hombre. Esta es la
razón por la cual se normaliza y tolera la violencia contra la mujer. Ello nos sitúa en un panorama
social descompuesto y de severas perturbaciones sociales, pues las mujeres no están siendo
asumidas como semejantes ni como personas sujetas a derechos y libertades en igualdad de
condiciones. Los feminicidios responden a racionalidades colectivas en donde el rol de la mujer
en la sociedad continúa siendo adscrito al ámbito doméstico, lo femenino ha sido devaluado y
la sexualidad de la mujer es espacio de dominio y lugar del ejercicio del poder “masculino”. Por
lo tanto, los feminicidios son expresiones de una estructura simbólica colectiva profunda que se
manifiesta en la cotidianeidad de la vida de las mujeres, en el discurso de los medios de
comunicación, en el lenguaje utilizado por muchas autoridades que atienden casos de violencia,
en los argumentos que esgrime el agresor para justificar sus crímenes y en la poca voluntad
política para abordar el problema dentro de las prioridades del Estado.
Usar el término feminicidio para señalar los crímenes a mujeres por razones de género nos
permite evidenciar la magnitud de la violencia contra la mujer y presentarla como un grave y
creciente problema social que urge atender. Además, nos permite especificar las causas
estructurales e históricas a las que responden este tipo de delitos alejándonos de
generalizaciones que tienden a estereotipar y crear mitos alrededor del comportamiento
femenino, devaluándolo y justificando el crimen tácitamente; pues los autores no son personas
con perturbaciones mentales, sino personas socializadas cuya acción responde no a “emociones
violentas” sino a conductas desarrolladas en un contexto de discriminación y violencia contra la
mujer.

El feminicidio en el Perú

Si bien el femicidio existe desde hace muchos años atrás, antes que esta se haga un tema muy
relevante y de mucho debatir en nuestro país; desde el 2016, año en que se introdujo al Perú el
movimiento feminista, NI UNA MENOS (surgido en Argentina en 2015). El observatorio de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que recoge información de 23
países, informó que el Perú ocupaba el octavo puesto entre las naciones con mayor número de
feminicidios, hubo 124 casos de feminicidios y 258 tentativas durante el año, según la
estadística del Ministerio Público.

En el 2017, se registraron 116 casos de femicidios confirmados. En el 2018, se registraron 149


casos de feminicidios y en lo que, va del año 2019, están confirmados 22 casos de femicidios
en los primeros dos meses en distintos puntos del país (obviamente, la cifra irá en crecimiento
al pasar con las semanas y meses).

Si bien el Estado peruano ha desarrollado normas y estrategias para garantizar la atención y


protección a las víctimas, éstas a su vez presentan serias deficiencias y vacíos. En tal sentido, se
exige al Estado una debida diligencia para tratar los casos de feminicidio como materia
específica, para hacerlo visible y lograr sanciones efectivas para los agresores.

El feminicidio es un término que intenta inscribirse en el discurso criminalístico para evidenciar


acciones humanas cuyos móviles responden a una racionalidad colectiva que discrimina y valora
a la mujer como objeto de “uso” y “abuso”; y no como sujeto semejante y digno de ejercer sus
derechos.

En nuestra legislación penal existen una serie de tipos penales en los cuales se contempla y
caracteriza los atentados contra la vida de las personas; en este sentido, los casos de feminicidios
podrían inscribirse en los siguientes tipos:

HOMICIDIO SIMPLE (Art. 106 del Código Penal). - Se configura este delito cuando alguien mata
a otra persona, tiene por tanto que existir dolo o intención por parte del agresor de causar la
muerte de la víctima. Tiene una pena privativa de libertad no menor de seis ni mayor de 20 años.

PARRICIDIO (Art. 107º del CP).- Se configura cuando el agresor sabe que está matando a su
ascendiente, descendiente, natural o adoptivo, o su cónyuge o concubino. Se sanciona con pena
privativa de libertad no menor de quince años.

HOMICIO CALIFICADO-ASESINATO (Art. 108 del CP).- Es aquel homicidio que se da dentro de
cualquiera de las siguientes circunstancias:

1. Por ferocidad, por lucro o por placer.


2. Para facilitar u ocultar otro delito.

3. Con gran crueldad o alevosía, lo que implica actuar sobre seguro para producir un daño.

4. Por fuego, explosión, veneno o por cualquier otro medio capaz de poner en peligro la vida o
salud de otras personas.

Todas tienen una pena privativa de libertad no menor de 15 años.

HOMICIDIO POR EMOCIÓN VIOLENTA (Art. 109 del CP).- En este caso, el que mata lo hace
porque se encuentra bajo el imperio de una emoción violenta que las circunstancias hacen
excusable. Tiene una pena privativa de libertad, no menor de tres ni mayor de cinco años. Existe
una agravante que se da cuando concurre el parricidio, teniendo entonces pena privativa de
libertad no menor de cinco ni mayor de 10 años.

HOMICIDIO CULPOSO (Art. 111 del CP).- Es aquel homicidio en el cual no existe intención de
matar; sin embargo, por culpa o negligencia se ocasiona la muerte de una persona. Tiene una
pena privativa de libertad no mayor de dos años o con prestación de servicio comunitario. Existe
una agravante cuando son varias las víctimas del mismo hecho o cuando el delito es resultado
de la inobservancia de reglas técnicas de profesión, de ocupación o industria; en este caso, la
pena privativa de libertad será no menor de dos años ni mayor de seis años e inhabilitación para
el ejercicio de la profesión.

Conclusión

El feminicidio responde a una situación de violencia y discriminación.

El concepto feminicidio se ha construido para nombrar correctamente la especificidad de un


crimen. Es parte de un contexto de discriminación contra la mujer porque –como afirma la
CEDAW– ocurre cuando el agresor intenta menoscabar los derechos y las libertades de la mujer,
atacándola en el momento en que pierde la sensación de dominio sobre ella.

El previo contexto de discriminación es una forma de violencia, tal como se establece en la


Recomendación N° 19 del Comité de la CEDAW, ya que inhibe la capacidad de las mujeres para
gozar de sus derechos y libertades en igualdad de condiciones que el hombre.

Asimismo, la Convención de Belem do Pará divide la violencia contra la mujer en tres planos: la
violencia que se da dentro del ámbito familiar, la que tiene lugar en la comunidad y la que es
realizada o tolerada por el Estado.

De igual manera, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sostiene que: “Para


identificar un trato discriminatorio, es necesario comprobar una diferencia en el trato entre
personas que se encuentran en situaciones suficientemente análogas o comparables”. En tal
sentido, los patrones de comportamiento que se encuentran en el asesinato común responden
a un clima de anomia social generalizado; pero no puede decirse lo mismo de los casos de
feminicidios, cuyo móviles y características responden a un clima de diferenciación. En estos
casos hubo una previa tensión en la negociación de decisiones, violencia sexual, un pasado
previo de violencia doméstica o de parte de la pareja; así como un ensañamiento con la víctima,
una muerte en la cual se deja ver la necesidad de dominio masculino.
El feminicidio puede desarrollarse en los tres ámbitos; tanto dentro del ámbito familiar, como
en el de la comunidad como en el perpetrado por el Estado o tolerado mediante la poca atención
a políticas que erradiquen la discriminación contra la mujer y los obstáculos que permanecen en
las legislaciones nacionales (atenuante de homicidio: crimen por emoción violenta) que
dificultan la debida diligencia del Estado y mantiene estereotipos que tienden a devaluar los
comportamientos femeninos.

Las afirmaciones vertidas por los agresores muestran claramente que existe una pretensión de
autoridad y dominio sobre las decisiones de las mujeres y sobre sus vidas; dicha autoridad, al
verse contravenida, genera una reacción violenta en su intención de autoafirmarse.

Por lo tanto, estamos ante un caso de violación permanente a los derechos humanos de un
grupo poblacional y social: las mujeres. Los alcances de los feminicidios se inscriben a nivel
colectivo y generan un ambiente de inseguridad social, lo cual es reforzado por la desprotección
estatal, limitando el desarrollo de las capacidades y ejercicio de las libertades y derechos de la
mujer. Este atentado muestra el real contexto de violencia y discriminación hacia la mujer;
convirtiéndose en uno de los principales problemas sociales que tenemos que enfrentar, pues
es evidente que las construcciones sociales de nuestra sociedad toleran la violencia basada en
la discriminación de género.

El Estado peruano ha ratificado la CEDAW, donde se exhorta (artículo 2) a que los Estados partes
tomen medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer practicada por
cualesquiera personas, organizaciones o empresas. Y la Convención de Belem do Pará, donde
los Estados partes se comprometen a condenar toda forma de violencia contra la mujer y
acuerdan desarrollar políticas para evitar, castigar y erradicar esta violencia.

Por lo tanto, es fundamental señalar que las organizaciones del Estado y de la sociedad civil
deben promover estrategias para prevenir y resolver casos de feminicidio en el país, pues son
crímenes perpetrados cotidianamente contra las mujeres. El Estado debe actuar con la debida
diligencia, es decir que se debe exigir a las autoridades la investigación exhaustiva de los hechos
y la aplicación de justicia a los responsables; como parte de sus compromisos internacionales
con la defensa de los derechos humanos de todas las personas.

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