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REDACCIÓN
Magdalena Cámpora
Diego Ribeira
Luis Ángel Della Giovanna
Raúl Lavalle
Editor responsable: Raúl Lavalle
Dirección de correspondencia:
Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina
tel. 4811-6998
raullavalle@fibertel.com.ar
nº 32 – 2019
1
ÍNDICE
2
“INSPIRACIÓN” DE LUIS ALPOSTA,
UNO DE LOS MEJORES POEMAS DEL MUNDO
3
Pero entre los pocos finalistas de tan importante certamen figuró
Luis Alposta, con el antes mencionado “Inspiración.” Te pido me
perdones, querido lector, si me adjudico una parte muy pequeña de la
distinción de nuestro amigo. En efecto, no bien lo vi en los MOSAICOS
PORTEÑOS, hice algo parecido a lo de Julio César: leí, gusté y
seleccioné. Quiero entonces compartir contigo la alegría de Alposta y la
mía propia.
Raúl Lavalle
4
EL ESCAQUE DEL TIEMPO Y SUS LOCURAS
MAXIMILIANO HÜNICKEN
5
A diferencia de Leibniz, lo intrigan las metáforas dionisíacas y
apolíneas de cómo serán los micromundos de cada escaque en esa
totalidad universal. El arte del niño es el olvido del tiempo y la
fascinación por un nuevo instante auspiciador. Mientras Leibniz juega
con los cálculos hacia un tiempo infinitesimal, Nietzsche juega con los
creadores hacia un tiempo que responde al eterno retorno de lo mismo,
pero que avizora un ahistórico momento de fantasía en la felicidad del
inventar.
MAXIMILIANO HÜNICKEN
6
IF I CAN STOP1
EMILY DICKINSON
1
Agradezco a Claudia Moliné su traducción de este poema. Según datos de la Red, se
halla en Complete poems (ed. 1924) y es el nº VI de la Part One.
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LA MAGNOLIA
1
El autor (1875-1934), destacado poeta peruano, con estos versos me hizo acordar de
las numerosas camelias que vi hace poco, en un viaje que hice por parte de Portugal y
de España. Sé que camelias y magnolias no son lo mismo, pero es bueno leer tan bello
soneto. [Manuel Pereiro]
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ACERCA DE ALGUNAS IDEAS METAFÍSICAS
DE EDGAR ALLAN POE
JONATHAN GEORGALIS
9
Las abstracciones pueden ser una diversión y un ejercicio, pero no se
adueñan del espíritu. Por último, mientras permanezcamos sobre la Tierra, la
filosofía, estoy persuadido de ello, nos mandará siempre en vano que
consideremos las cualidades como cosas. La voluntad puede asentir; el alma, el
intelecto, nunca. Repito, pues, que he sentido tan sólo a medias, y nunca he
creído intelectualmente. Pero en una época reciente hubo en mí cierta mayor
profundidad de pensamiento hasta hacerle adquirir tan extraña semejanza con
la aquiescencia de la razón, que fue difícil distinguir entre los dos. Tengo
motivos para atribuir la huella de ese efecto a la influencia mesmérica. No
podría explicar mejor mi idea que por la hipótesis de que la exaltación
mesmérica me hace ser capaz de percibir un sistema de razonamiento que en mi
existencia anormal me convence, pero que, por una plena concordancia con el
fenómeno mesmérico, no se extiende, excepto por su efecto, hasta mi existencia
normal. En el estado hipnótico, el razonamiento y su conclusión (la causa y su
efecto) están presentes simultáneamente1.
Siendo estos algunos de los medios ofrecidos por el sueño
hipnótico, emerge la posibilidad de utilizar esos recursos para el
conocimiento relativo a las realidades primeras. El comienzo es Dios,
eso ya lo sabemos. La sana filosofía enseña que antes del movimiento
está el pensamiento, y que antes del pensamiento se encuentra Dios.
¿Pero cuál es la naturaleza de ese Dios que se expresa mediante el
pensamiento y cuya providencia gobierna, desde el principio al final, el
curso del universo entero?
1
Op. cit., p. 181.
2
Op. cit., p. 183.
10
Todo lo que existe supone la existencia de un soporte. Dios no es
inmaterial, ya que él mismo es ese soporte. Luego debe ser material.
Pero la materia, como todo lo demás, nos ofrece un caso donde se aplica
la universal ley de las gradaciones. Existen formas de materialidad más
densas y otras más tenues. Desde las manifestaciones más groseras
ofrecidas por nuestros sentidos mundanos, nos elevamos gradualmente,
nos espiritualizamos, hacia el origen mismo de toda otra determinación,
el substrato fundamental y único, una physis viva y original, que él
denomina “materia imparticulada”:
P.— ¿Puede usted darme una idea más precisa de lo que es para usted
el término materia imparticulada?
V.— Las materias que los hombres conocen escapan a los sentidos
poco a poco. Tenemos, por ejemplo, un metal, un trozo de madera, una gota de
agua, la atmósfera, el gas, el calórico, la electricidad, el éter luminoso. Ahora
llamamos materia a todas esas cosas y abarcamos toda materia en una
definición general; pero, a despecho de eso, no hay dos ideas más
esencialmente diferentes que la que asignamos al metal y la que asignamos al
éter luminoso. Cuando nos fijamos en este último, sentimos una tendencia casi
irresistible a clasificarle con el espíritu o con la nada. La única consideración
que nos contiene es nuestra concepción de su constitución atómica, y aun aquí,
tenemos necesidad de pedir a nuestra noción de un átomo, como algo
poseyendo, en una infinita exigüidad, solidez, tangibilidad, peso. Suprimida la
idea de la constitución atómica, no seremos capaces mucho tiempo de
considerar el éter como una entidad, o, al menos, como materia. A falta de una
palabra mejor, podríamos llamarle espíritu. Demos ahora un paso más allá del
luminoso éter; concibamos una materia mucho más rara que el éter, como el
éter es mucho más raro que el metal, y llegaremos al fin (a despecho de todos
los dogmas escolásticos) a una masa única, a una materia imparticulada. Pues
aunque podamos admitir una infinita pequeñez en los átomos mismos, la
infinitud de la pequeñez en los espacios entre ellos es un absurdo. Habrá un
punto, habrá un grado de rareza, en donde, si los átomos son bastante
numerosos, los interespacios deberán desaparecer, y la masa, juntarse. Pero
habiendo quedado ahora apartada la consideración de la constitución atómica,
la naturaleza de la masa se desliza inevitablemente dentro de lo que
concebimos como espíritu1.
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luminosas y perfectas. La diferencia entre espíritu y materia, términos
usados en el curso del diálogo por Poe, debe ser, no obstante el rechazo
de la distinción ofrecida anteriormente, precisada, dado que en esos
términos se comprende generalmente la naturaleza de lo humano, que
busca esclarecerse:
V.— Sí, para evitar una confusión. Cuando digo “espíritu”, quiero
decir materia imparticulada o suprema; por “materia” entiendo todo lo demás.
P.— Ha dicho usted que “para las nuevas individualidades la materia es
necesaria”.
V.— Sí, pues existiendo el espíritu incorpóreo, es simplemente Dios.
Para crear seres individuales, pensantes, era necesario encarnar porciones del
espíritu divino. Por eso el hombre está individualizado. Despojado de la
vestidura corporal, sería Dios. Ahora el movimiento especial de las porciones
encarnadas de la materia imparticulada es el pensamiento del hombre, como el
movimiento conjunto es el de Dios1.
La materia, a semejanza de los filósofos escolásticos, hace las
veces de principio de individuación en la concepción de Poe. El núcleo
de lo humano, desprovisto de toda materialidad, coincidiría con la
divinidad. Pero hasta ese grado de despojamiento es imposible llegar. El
motivo es que no puede haber una causa sin consecuencia. Y la creación,
en su regreso completo y homogéneo a la divinidad original, se perdería
en un retorno sin enriquecimiento. La acción del pensamiento,
manifestado en la creación de las individualidades y el universo, no
alcanzaría de ese modo ningún resultado. Existe entonces, un pequeño
límite, que siempre separará al hombre de la pureza de Dios, un velo
tenue, que los luminosos rayos de la divinidad pueden traspasar,
transfigurando la esencia de la humanidad.
El hombre, por lo tanto, se compone de un núcleo de naturaleza
semejante a la de Dios, y de diversas capas de materia más o menos
densa. El hombre no puede desprenderse, finalmente, del cuerpo, porque
hacerlo sería desprenderse de su individualidad. ¿Pero acaso no nos
muestra la muerte esa disgregación de los elementos materiales? ¿Qué
significa, entonces, la liberación del espíritu de la prisión material? ¿Es
la muerte el fin de todo?
P.— No comprendo. ¿Dice usted que el hombre no podrá desprenderse
nunca del cuerpo?
V.— He dicho que no podrá estar nunca sin cuerpo.
P.— Explíquese.
V.— Hay dos cuerpos: el rudimentario y el cabal, correspondientes a
las dos condiciones de la oruga y de la mariposa. Lo que llamamos “muerte” no
es sino la metamorfosis dolorosa. Nuestra encarnación actual es progresiva,
preparatoria, temporal. Nuestra encarnación futura es perfecta, suprema,
inmortal. La vida final es el objetivo supremo.
1
Op. cit., p. 186.
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P.— Pero tenemos una noción palpable de la metamorfosis de la oruga.
V.— “Nosotros”, ciertamente, pero no la oruga. La materia de que está
compuesto nuestro cuerpo rudimentario está al alcance de los órganos de ese
cuerpo, o, más claro, nuestros órganos rudimentarios son apropiados a la
materia de que está formado el cuerpo rudimentario, pero no a la de que está
formado el supremo. El cuerpo supremo escapa por eso a nuestros sentidos
rudimentarios, y percibimos sólo la envoltura que cae, en el declinar de la
forma interior, no la forma interior misma; pero esta forma interior, lo mismo
que la envoltura, es apreciable para los que han adquirido ya la vida final1.
JONATHAN GEORGALIS
1
Op. cit., p. 187.
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SOBRE DOS POEMAS DE HOUELLEBECQ
JEAN VILLON
14
EL PACTO
SAMIRA BANDALI DE SUSMANN1
1
La autora es iraní. Reside en Argentina y, como se ve, se expresa perfectamente en
español. Estamos muy contentos con su visita literaria en este número. [R.L.]
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Unas propusieron dejarlo en la planta hasta que se secara. La
mayoría decidió arrancarlo y repartirlo entre las ochenta de nuestra
celda. No recuerdo quién lo arrancó.
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PRIMERA ADVERTENCIA
1
Agradecemos a este poeta y filósofo argentino su permiso para publicar aquí estos
versos de su poemario Palabra sin gesticulación (Buenos Aires, Vinciguerra, 2018, pp.
20-21). Varias cosas podríamos subrayar de este profundo poema. Solo anoto unas
pocas. Una, el uso de un neologismo moderado (“lejanizan”), que no hiere los oídos del
lector. Otra, nuestra vida como un riel, del cual no es fácil salir (si mi interpretación es
buena). La última, una como confianza en la inteligencia (al menos, la inteligencia
personal), que puede buscar otros caminos. Repito, es mi humilde (tal vez equivocada)
lectura. [R.L.]
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CURRICULUM
1
Escritor argentino actual. Agradezco su permiso para publicar este soneto de Un cielo
a ras de mis declives (Buenos Aires, PROSA, 2019, p. 33). Este soneto no es un
curriculum laboris sino, bellamente esbozado, un verdadero currículo vital. [R.L.]
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LA LLUVIA MANSA
1
El autor es escritor uruguayo actual. Un amigo común me dice que ha ejercido la
docencia, lo cual tal vez se perciba en el cuidado preciosismo de su pluma. ¿Cómo no
pensar, al leer estos alejandrinos, en el inefable Rubén? Agradecemos su permiso de
reproducir aquí este texto, que ya ha sido publicado en su patria. [R.L.]
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LIBROS Y OTRAS COSAS
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Pero mi afición futbolera no se detuvo allí. Vi en efecto que
algunas naranjas no estaban tan altas. Don Fulgencio habría estado de
parabienes conmigo, pues me acerqué, pegué un saltito –pésimo émulo
de Joe Jordan– y cabeceé el maradoniano pequeño esférico que estaba
más a mano. Un motociclista en Harley-Davidson, que andaba justo
deteniéndose por allí, se bajó de su moderno rocinante: “Usted sí que
tiene alma de niño”, me dijo. Sin duda, sabias palabras.
Seguí después y, para desgracia de San Isidro, di con un montón
de basura al lado de un tacho. Mi curiosidad siempre me mueve a la
pesca de alguna antigüedad… y dos fueron las que encontré. Vamos por
la primera, la de la foto de abajo.
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En fin, querido amigo lector, mis paseos por San Isidro me traen
gratos momentos. Este me hizo volver a la infancia… la cual creo que
nunca abandoné.
R.L.
La vereda invernal
Comienzo con esta foto:
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Algunos peatones, poco afectos a los carteles de “prohibido pisar
el césped”, han hecho una vereda en este espacio verde de Puerto
Madero, en la Ciudad de Buenos Aires. La mala acción de estos hombres
tuvo un efecto todavía peor, pues me movió a escribir esta copla:
Vereda que tantas veces
me has llevado hasta mi dueña,
tú sigues estando aquí…
el tiempo borró la huella
de mis amores tan tiernos:
¡pudiera volver a verla!
Es disculpable mi falta, porque soy riojano y porque la calle
Caminito está algo cerca de esa vereda invernal.
SAÚL GONZÁLEZ
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Es mucho mayor la deuda, en este aspecto, que tengo con él, pues
por su intermedio conocí a bastantes personas del mundo de la cultura.
No obstante, días pasados me vino a la memoria que a través de mi
modesto intermedio Bernardino también gozó de buena amistad cultural.
Me vienen los nombres desordenadamente: Carlos María Romero Sosa,
Luis Martínez Cuitiño y Héctor Fernández Méndez Calzada (con este
profesor tenía jugosísimas conversaciones sobre historia del arte) forman
la tríada que recuerdo. Hubo seguramente alguno más. En fin, tengo
nostalgia de esos días.
R.L.
“La biblioteca”
Cubriendo los estantes de la gran biblioteca,
me hablan calladamente los libros familiares
que devanan en una maravillosa rueca
ideas infinitas, anhelos seculares.
Santos, poetas, sabios, hicieron estas obras;
enormes pensadores, poetas prodigiosos,
en horas de esperanza, de alegría o zozobras,
alzaron, línea a línea, estos templos suntuosos.
Prolijos, incansables, mi alma los imagina
frente al oculto océano del pensamiento fuerte,
con el ansia profunda de hacer obra divina
que cruce las edades y que venza la muerte.
¡Oh maestros insignes, quién pudiera en el frágil
vaso, donde una gota hay del néctar sagrado,
forjar también de nuevo el libro recio y ágil
que pueda sin rubores estar a vuestro lado!
Poco y nada puedo comentar yo, tan pobretón poeta, sobre estos
versos de Arturo Marasso. Te cuento nada más, amigo lector, que los he
enviado a mis amigos.
Radulfus
Justicia
SAÚL GONZÁLEZ
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Copla al ciego de Granada
Hace muchos años que visité Granada. Quizá por eso no
recordaba una cosa que tiene cierta fama. En un periódico llamado
Granada hoy firma una nota José Luis Delgado, en diciembre 2011. Cito
lo siguiente: “Los versos grabados en el muro al pie de la Torre de la
Vela hicieron famoso a su autor, el poeta mejicano nacido en 1863,
Francisco de Asís de Icaza: Dale limosna mujer / que no hay en la vida
nada / como la pena de ser / ciego en Granada. Aunque él ya era muy
conocido como diplomático, miembro de la Academia Mexicana de la
Lengua, de la Real Academia de la Historia en España y Premio
Nacional de Literatura en 1925. Sin embargo muy poco sabemos de ese
ciego, si es que existió, que le inspiró tan entrañables versos y tan
emblemáticos para los granadinos. Ser ciego en Granada es ciertamente
la mayor de las desgracias, aunque andan por ahí algunos que aun
gozando de buena vista, apenas ven nada. Y no hay peor ciego… ¡Santa
Lucía los ampare!” (https://www.granadahoy.com/granada/ciego-Puerta-
Justicia_0_541745898.html) Se me ocurrió, caro lector, hacer a modo
mío los versos. Esta es mi coplilla.
Dale limosna, mi bien,
y la luz de tu mirada,
que nada hay peor en el mundo
que ser un ciego en Granada. [Juan Sevilla]
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