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UNA SUBJETIVIDAD

QUE SE INVENTA
Diálogo demora recepción

Marcelo Percia
LUGAR EDITORIAL

Buenos Aires, 1994

Este material se utiliza con fines


exclusivamente didácticos
ÍNDICE
Prólogo .................................................................................................................................................7

Uno. De narrativas e invenciones ......................................................................................................11

Dos. De lo grupal y el cálculo subjetivo ............................................................................................23

Tres. Del diálogo y la demora ............................................................................................................33

Cuatro. De la inconclusión, la polifonía y el dialogismo..................................................................55

Cinco. Del diálogo y la recepción ......................................................................................................71

Seis. De la condición plural de la subjetividad ................................................................................81

Siete. De la parodia y la dialogización ..............................................................................................99

Ocho. De la recepción y la no recepción amorosa ..........................................................................111

Nueve. De la envidia como recepción que hace sufrir ...................................................................125

Diez de las instituciones, los grupos y los docentes ........................................................................129

Once de las instituciones, la salud y las acciones comunitarias ....................................................141

Epílogo...............................................................................................................................................157

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TRES. DEL DIÁLOGO Y LA DEMORA

1. Andar en la inconformidad.

Propongo pensar problemas del decir y el escuchar. Y andar en la inconformidad. Y preguntar qué hay
detrás de las frases hechas. Menciono algunas que uso con frecuencia: “El diálogo en situación grupal necesita
de una demora”. “Dialogar es hallarse uno al escucharse en el propio decir”. “Hablar con otro es darse cuenta de
algo que se sabe si se escucha en las propias palabras”. Pero ¿qué significa demora? ¿Qué es dialogar? ¿Si hay
un decir propio es porque hay un decir no propio? ¿Cómo distinguir palabras propias de palabras ajenas? Lo
declarado no siempre es claro. En ocasiones, las sentencias me impiden escuchar algo que ignoro.

2. Una subjetividad que se inventa.

Interroga condiciones del diálogo. Y menciona problemas del decir y el escuchar; de la palabra y el
dialogar; de la demora y el estar en el decir; del silencio y de la soledad; y del lugar del semejante en el hablar.

3. Poblada de referencias.

La noción de diálogo está poblada de referencias. Y es inabarcable. El uso que le doy se corresponde con
la intención de afirmar la importancia del semejante en la producción del saber sobre sí. Ese saber resulta de un
trabajo dialógico entre hablantes que desean escucharse, unos en otros. Pensar es estar escuchante de quienes
hablan en uno.

4. En muchos pensamientos.

Interioridad, mismidad, identidad, son algunas de las nociones que aspiran abarcar la invención de la
subjetividad. Pero esos proyectos unificantes fracasan. Así lo aprendemos en Freud. Y pronto entendemos que
esa misma cuestión se tensiona en muchos pensamientos.

5. Las preguntas.

Me propongo pensar: ¿Qué quiere decir que cada uno se encuentre en sus palabras? ¿Significa que
estamos perdidos? ¿Extranjeros en las palabras? ¿Y que vivimos aturdidos por las voces que hablan a nuestro
alrededor? ¿Y que confundimos lo que nos pasa? ¿Y que en cada uno hay un hablar propio, oculto, cifrado, que
espera ser escuchado?

6. Como lágrimas de los ojos.

Se cree que cada uno habita en el borde exterior y que tiene un largo camino, hasta llegar a su sede
interior. Un manantial íntimo, secreto y profundo en donde atesora lo más propio. Y se cree que las palabras son
la llave maestra para el descenso (o el ascenso) hacia el propio, el más propio ser. Y que el prodigio del hablar
verdadero en el que me escucho venir no necesita de otros semejantes a mí, igualmente confundidos, sino del
escuchar como función ofrecida. Pero la senda de estas creencias (sede interior, llave maestra, especialista en
escuchar, hablar verdadero) traza un camino estrecho para el paso de otras preguntas.

7. Ahondar.

Dice: Desde el fondo de mi alma. Y se pregunta: ¿El alma tiene fondo? ¿Un piso inferior y profundo
donde el ser hace pie?

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8. Bajar los humos.

Muchas veces digo yo. Pero no como la afirmación de que soy dueño de mis palabras. Tampoco como
alarde. Yo es un desafío. A veces, una súplica. Un llamado a que un semejante me quiera, me contradiga, me
desmienta o se deje insultar. Algo que me arranque del vacío desesperante de mi pronombre.

9. Arropados.

Me afirmo en la idea de que la subjetividad tiene una existencia dialógica; porque sin reponer la teoría de
la interioridad, fija límites y contornos para calcular algún sujeto.

10. Sostenerme en una figura.

Dicen que la introducción de figuras topológicas en el pensamiento psicoanalítico por Lacan –en los
años sesenta– es un intento de hallar gráficos (a veces sólo dibujos) para mostrar ideas difíciles de metaforizar.
Por medio de la banda de Moebius, por mencionar un caso, se pretende ilustrar la existencia de un sujeto sin
hacerlo pasar por un estar interior o exterior. Por mi parte (también) busco, con la idea de existencia dialógica
sostenerme en una figura.

11. Propiedad de lo propio.

No pienso lo propio como lo más genuino y verdadero. Una naturaleza auténtica. Una pertenencia
natural. Que la vida social nos arrebata, Y cubre con ropajes ajenos y falsos. Y confunde con extrañezas. No
pienso lo propio como algo dado que hay que recuperar. Y no pienso la apropiación como el retorno de uno a sí
mismo. Tampoco como autoafirmación.

12. Posibilidad de demora.

Una perspectiva dialógica de la subjetividad pone en cuestión las relaciones de propiedad. Lo propio no
es algo extraviado, perdido, olvidado o escondido. Lo propio es un modo de apropiación. Es dar con algo
enredado en el diálogo con otro. Lo propio no es una posesión sino una demora. Que se apropia quiere decir que
se demora al pasar por algo. Lo propio es un modo de recepción.

13. El hallar produce lo encontrado.

Que cada uno se encuentra en sus propias palabras, no significa que se halle tal como se busca sino que
aprende a buscarse tal como se encuentra en el decir que se le hace propio.

14. Auténtico, como un stradivarius auténtico.

Busca hallar un valor definitivo y pleno. Una autoridad interior en su vida. A sus incoherencias, sin
sentidos y argumentos en contradicción, quiere oponer algo inequívoco. Cierto y verdadero. ¿Cómo ser fiel a sí
mismo? Busca reconocer, en medio del murmullo que frecuenta, una voz propia. Pero los problemas comienzan
con las palabras hallar, encontrar y reconocer. Porque estas voces trasportan una quimera: la esperanza de que
lo que busca tenga garantizada alguna existencia. Auténtico es un calificativo que, estando desde el principio,
llega después. Lo propio es apropiación, desapropiación e inapropiación. Y lo auténtico es tanto lo que es, como
lo posible de inventar. Lo que no es pudiendo ser.

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15. Las palabras.

Cada lengua afirma su mundo, Afirma un mundo de esa lengua. Gramática de la existencia. Condición
de la subjetividad. Porque la subjetividad se afirma en las palabras. Y en los modos de decir que tiene cada
lengua.

16. La vida de la palabra.

Hay un saber en las palabras. Pero no hay saber en cualquier palabra. Hay palabras vacías. Palabras de
nadie. Y hay un modo de hablar sin demorarse el que habla en lo que dice. Ese hablar tiene un sujeto que está sin
estar. Un sujeto extraviado en el sonar del habla. Dar con la propia palabra no significa llevar a la boca uno de
los sesenta mil términos que registra nuestro diccionario. La palabra tiene vida. La vida de la palabra es su sonar
en el decir. Palabra propia. Demora en la palabra. Estar en el decir es escucharse siendo la voz de esa palabra.

17. La cosa por decir.

Estar en silencio no es callar. El que calla no dice lo que escucha en su pensamiento. Estar en silencio es
estar escuchante. Y hacer recepción de un llamado. Si callar es una reticencia del que sabe algo y no lo dice,
estar en silencio es entrar en un bullicioso decir todavía inaudible. El silencio es un modo del decir que demanda
que alguien se demore en escuchar.

18. Paradoja de la soledad.

En un artículo de 1958, Winnicott1 escribe que la capacidad para estar solo se basa en una paradoja: estar
a solas cuando otra persona se halla presente. Entiende esta capacidad como un signo de madurez emocional y
cree que se fundamenta en la experiencia de bienestar infantil de estar a solas en presencia de alguien. Me
interesa destacar dos cuestiones. La idea de soledad en presencia de otro. Y la percepción de que la soledad pone
en juego la relación de cada uno con su bien y mal estar.

19. Estar solo.

Distingo entre estar solo y estar en soledad. Y sugiero que en ambos casos se puede estar con otros.
Porque la soledad no se define por la presencia o la ausencia de otros sino por la actitud de escuchar. Entonces,
voy a hablar de un estar solo no escuchante y de un estar en soledad escuchante. Pienso en una soledad dialógica.
Y advierto un modo de estar solo que aleja a los otros porque quiere apagar el bullicioso mundo de voces que no
dan descanso a una abrumada y perezosa conciencia.
Estar solo es permanecer sin compañía o estar acompañado. Es estar retraído o volcado a hablar sin
pausa. Es estar aislado o rodeado de gente. Pero antes que todo, es rehusarse a escuchar. Estar ausente en uno
mismo. Ignorarse. Andar indiferente. Es un estado de desapego íntimo que hace que uno esté muy lejos aun en
los momentos de máxima proximidad con otros.

20. Estar en soledad.

Estar en soledad es estar. Demorarse en estar. Estar escuchante. Un estar que hace venir las voces que se
disputan el pronombre yo. Un estar que pone a la conciencia en el límite de su integración. Es lo que Bajtín
reconoce a propósito de la idea de una subjetividad dialógica en Dostoievski. Entiende que para el novelista ruso
la interioridad es un campo de batalla. Y la conciencia el testigo de ese combate. Una confrontación que la
desgarra. Fuerzas espirituales que luchan en su interior (un interior que no es interior porque está en las palabras
y en el decir). Una conciencia que teme estallar. Y no sabe (no puede) escuchar la simultaneidad de voces que la
habitan. Una conciencia que no quiere resignar la ilusión de una forma integrada. Una conciencia que ve
superpuesta, contradictoria e imposible la convivencia de lo distinto en ella. Una conciencia (sobresaltada) que

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Agradezco a Edgardo Gili y a Jorge Rodríguez esta demora en Winnicott.

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sufre por lo contradictorio, por lo inefable, por lo indecidible. Y cierra los ojos y se tapa los oídos. Y, aún así, no
se desprende de las miradas y de las voces que quiere suprimir.

21. Estar escuchante.

Estar en soledad es estar presente en el decir. Y estar presente es escucharse. En las voces que hablan en
el pensamiento. Es la soledad que concierne al amor y a la solidaridad. Dos formas de una ilusión compartida
que evitan que alguien que está realmente solo esté totalmente solo. Pero es también la soledad que concierne a
los desesperados. Es la plenitud que antecede al acto suicida. Porque muchas veces esa morada es un infierno.
Aunque se halle algún goce en ese páramo.
En esta soledad se encuentra el bienestar y el malestar. Es una demora que escucha en el silencio. Que
escucha el decir soportable de las voces articuladas y el bullicio insoportable de las voces inarticuladas. Soledad
que se demora. Demorado quiere decir estando en el estar. Despierto en las palabras. Soledad, en este sentido, no
significa estar solo sino estar escuchante.

22. Extensión de la paradoja.

Si la paradoja del solitario es estar en soledad en presencia de alguien, la paradoja de lo grupal es estar
con otros para hallarse cada uno estando en soledad.

23. El otro participa participado.

El otro no es alcanzado como otro. El otro se nos escapa. Esa presencia extraña se nos escurre. Y cuando
llegamos al encuentro, no es seguro que sea el otro a quien hallemos en el que hallamos. Porque sólo alcanzamos
una imagen, un gesto, un recuerdo, un cuerpo, un silencio, un misterio. Y, en el mejor de los casos, un acuerdo de
coincidencia.
El otro es participado. El otro participa de algo que no está únicamente en él. El otro es amado, es
odiado, es idealizado, es imaginado, es proyectado. El amor, el odio, el ideal, la imaginación, el proyecto van
hasta el otro para participarlo. Y esta invitación se adelanta a que él mismo llegue como otro no participado. En
este sentido, el otro es un invitado. A quien no se deja venir tal como es. Y se lo espera llegar tal como se lo
llama.

24. ¡Decímelo de otro modo!

No te alcanzo. Y tu vida se me escapa. Y te siento extraña. Y no te tengo cuando te tengo en mis brazos.
Y digo tu nombre. Y guardo tus gestos. Y llego a tu cuerpo. Y respiro tu silencio. Y no te entiendo. Y me parece
que te entiendo. Y sos mi invitada. Y creo que estás a gusto con lo que creo que te gusta.

25. Una cosa y la otra.

Mi amigo dice que el otro es la ocasión de una esperanza, una ayuda necesitada y ofrecida. Y es una
molestia, una incomodidad, un gesto inoportuno que hace caer esa misma esperanza.

26. Diálogo.

El que habla no tiene al otro interiorizado, absorbido, encarcelado o raptado en los confines de su
pensamiento sino que lo encuentra poblando su decir como voces familiares y extrañas. Esa multitud que lo
visita en el desierto se llama diálogo.

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27. Anticipación.

La anticipación es un componente de la vinculación dialógica que pone en zozobra a los hablantes. El


que habla trata de llegar antes que el otro. Y mientras cree arrebatarle su pensamiento se encuentra diciendo algo
que no tenía previsto al empezar. A veces, ese simple error de cálculo posibilita que se conozca en su decir.

28. Bajtiniana.

Se lee en Bajtín: La anticipación posee un peculiar rasgo estructural: tiende a un falso infinito.

29. Anticipo de recepción.

El destinatario interviene en la producción del decir porque siempre se habla bajo el influjo de la palabra
ajena anticipada. Estar con otro es, en cierto modo, adelantarse a él. Escuchar por adelantado aquello que se está
por decir.

30. ¡No me interrumpas!

El temor a la interrupción pone en marcha la anticipación. La interrupción no sólo es (como se suele


pensar) impaciencia o ansiedad del interlocutor. El diálogo está afectado por la interrupción. La interrupción es
una condición del decir. Estoy con otro y quiero hablarle. La interrupción es posible e interviene en mi hablar
como apresuramiento por decir más.

31. Demora.

Demorarse es estar involucrado en el decir. Ir el que habla en lo que se dice. La demora indica la estancia
del hablante en el hablar.

32. Demora II.

Demora no es tardanza, reticencia, lentitud ni pereza en hablar. Tampoco se define por la extensión del
tiempo, por el alargue de una espera, sino por la intensidad del estar. Demora es el retorno del hablante en su
decir y estar el que habla en lo que le pasa al decir. Lo opuesto de demora es –en este caso– huida.

33. Demora III.

Demorarse no es llegar tarde a la cita. Tampoco dilatar la cosa ni hacer más largo el instante. Demorarse
es estar intensamente en lo que se hace. En la demora el ser está testigo de su existencia. Y, a veces, halla lo que
no desea encontrar.

34. Permanecer despiertos.

Un hombre se despierta, por la mañana, en su lecho. Apenas levantado, ya está nuevamente dormido,
abandonándose a todos los automatismos que hacen a su cuerpo vestirse, salir, caminar, ocuparse, actuar según
las reglas cotidianas, comer, parlotear, leer un diario; porque es, en general, sólo el cuerpo quien se encarga de
ello y, al hacerlo, duerme. El fragmento pertenece a René Daumal. Y leo dormido. Y transcribo dormido. A
veces, estar despierto, totalmente despierto, es insoportable. Y sin estar dormido del todo, ando despierto. Un
poco despierto. Lo suficiente. Lo tolerable. Escuchante parcial. Merodeando el cuerpo. Una sensación. Un
pequeño dolor en el vientre. Y los combates sin palabras. Y los gritos interrumpidos. Ahogados. Y los gestos de
ternura sin oportunidad.

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35. La interrogación es una variedad de la espera, Sartre.

Estar en actitud de demora no es equivalente a estar en actitud de espera. El que espera se pregunta por
lo que vendrá. Estar en espera es estar al acecho de lo que va a ocurrir. Estar en demora es estar en lo que ocurre.
Mientras la expresión hace tiempo en la espera indica dejar que el tiempo pase porque se quiere alcanzar antes lo
que todavía no llega, en la demora, el tiempo es condición de posibilidad para que un sujeto se pueda interrogar.

36. Desapego.

Esperar es aguardar algo que aún no llega. Que espero quiere decir que anticipo la llegada de lo que
vendrá. Mientras espero tengo esperanza. Y tener una esperanza es proyectar algo que me falta como tenido en el
porvenir. Mientras estar en demora es estar en el presente. Es morar la incertidumbre, la confusión, la
inseguridad.

37. Presente.

Dice mi amigo: Hay diferentes modos de vivir. Vivir sin entrar y vivir entrante. Y cuando entra disfruta y
padece sus modos de estar presente. Entonces, se pregunta: ¿Por qué vivo sin entrar, como si me reservara para
otro momento? La idea de que lo mejor vendrá después le suena a engaño.

38. ¿Qué piensa que haremos?

Presento un fragmento que relata Héctor Tizón: En la botica del pueblo, adonde he ido a comprar unos
ungüentos, encuentro a una vieja que suele proveer mi casa y otras de carne de chivo. Dice que ya no la traerá,
porque se la quitan los gendarmes. “¿ Qué hacen con ella?” pregunto. “Se la comen ellos”, dice, como si
hablara de un fenómeno natural. “Usted que sabe de remedios –pregunto al boticario–, ¿qué piensa que
haremos?” El hombre se encoge de hombros y dice que nada. Luego dice: “Uno nace como puede, crece,
trabaja, ama un poco, porque el mundo sin amor es un mundo muerto, se casa, envejece y muere como sea. Eso
es todo”.
La fatalidad es el nombre de la suerte desgraciada. Un modo de estar sin obrar. Un estar pendiente del
favor que no llega. La resignación es, también, espera. Espera de nada.

39. Morada en el infierno.

Cada uno fabrica su propio infierno. Y vive su pesadilla. Y trama secretas relaciones con el sufrimiento.
Y esa gente, que espera el suero o un milagro que salve a sus hijos, vive en el infierno.

40. Arenga.

¡Que cada ciudadano pueda morar en sus propias palabras para hallar su verdad en el decir!

41. Enigmas de la historia.

El lenguaje puede ser poseído por todos. Las palabras están disponibles para todos. Y, sin embargo, cada
vez son más las voces que viven pobres y deshabitadas.

42. Derecho a las palabras.

Tal como se vive en estas tierras, un adulto con buena educación puede emplear hasta siete mil palabras
del idioma castellano. Pero los que sólo concluyen la escuela primaria, en las zonas pobres del conurbano
bonarense, apenas conocen unas mil. Mientras tanto, los que no terminan la escuela andan por el mundo con
menos de quinientas palabras.

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43. Pasajero.

Hacerse pasajero no es simularse breve, accidental o momentáneo, sino saber pasar por la propia
experiencia.

44. Pasante.

Hace una distinción. Dice: Una cosa es pasar por algo sin estar y otra es estar pasajero. Pasar sin estar es
estar desatento. En fuga y desamorado. Andar pasajero es andar en vinculación. Y dejar cuerpo y alma en cada
acto. Entregar todo. Recibir todo. En el segundo anterior de una despedida, tal vez, definitiva.

45. Pensamiento y demora.

Pensar es poner entre paréntesis. Hacer un corte. Reprimir. Olvidar. Negar. Hacer posible un mundo
posible, junto a otro mundo imposible porque es todos los pensamientos.

46. Estares de la indemora.

La urgencia es un modo de la indemora. Estar urgido es estar en expectación y en pánico. Y andar a


ciegas. Sin testigo, Y sin un sujeto que responda por ese acto. (No siento miedo, vivo en el terror, no hablo, aúlla
la fiera.) En la urgencia no se puede hablar porque hablar es obrar uno mismo en el tiempo de las palabras. En el
tiempo que la voz necesita para alcanzar alguna recepción. La urgencia es una indemora que necesita de la
invención de tiempo.

47. Paradoja de la urgencia.

El problema de la urgencia es que cuando estoy urgido no puedo estar. La urgencia es el impulso de una
salida desesperada cuando no se encuentra salida. ¿Siempre hay una salida? En la urgencia la paradoja es que la
salida es una demora que es una salida siendo la entrada en aquello de lo que se quiere salir.

48. Sobran y faltan al mismo tiempo.

Ningún discurso alcanza cuando la vida nos muestra de golpe su existencia indescifrable. Y faltan las
palabras. Y sobran.

49. Encuentro.

Dice mi amigo: se encuentran cuando se demoran. Cuando quieren estar juntos. Si no se cruzan, se pasan
o andan en paralelo.

50. Intensidad.

Intensidad no es exageración de un sentimiento. Una emoción fingida. Aumentada. Intensidad es


momentánea plenitud en el estar. Intensidad es la persistencia de un sentimiento que va desde el corazón al
pensamiento, y del pensamiento al argumento, y del argumento al argumento. Pero que en este tránsito se
arranca la piel para volver a empezar desde el corazón y desde la garganta.

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51. Preguntar es estar en lo que se ignora.

Recreo una anécdota2 para ilustrar una idea sobre el acoso dialógico y la demora que necesita el
escuchar.
Un grupo de extranjeros visita al Buda en la antigua capital del Japón. El templo es uno de los edificios
de madera más importantes del mundo. Bajo la cúpula está el trono del Buda sentado. Y su cabeza casi toca el
techo. Los turistas son acompañados por un monje que habla inglés perfectamente. De pronto, alguien hace esta
pregunta: “El Buda es de madera ¿no?”. Y el monje le contesta: “Sí señor, de madera”. Pero el imprudente habla
de más. Dice sin querer lo que no sabe escuchar. Porque decir de madera es sugerir la respuesta. Y obliga al
monje a elegir entre aceptar su sugerencia o contradecirla. Y contradecir a un semejante es para un budista igual
que dar una bofetada a un hombre que sueña. Entonces, el hombre hace una pausa. El olvido trabaja en el
silencio. Y vuelve a dirigirse al monje en esta forma: “¿De qué está hecha la gran imagen del Buda?”. Y el monje
responde: “El Buda está hecho de bronce, señor”.

52. ¡No es lo mismo pasar por lo dicho que estar en el decir!

Encuentro en el Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand la ocasión de decir que el amor anda en las
palabras. Y que ese andar no pasa de largo. No viene con apuro. Cuando habla el amor, el amante se demora en
las palabras.
Es la época de Richelieu. Agitaciones y contiendas civiles sacuden a Francia. Cyrano tiene una enorme
nariz. Una exageración en el rostro. Feo y deforme se hace poeta. Está enamorado de su prima. Una hermosa
mujer que se llama Roxana. La joven sabe que Cyrano la ama. Y disfruta con la timidez del muchacho tanto
como él con la discreción de la dama. Ambos intuyen que hay grandeza en la distancia. En el aplazamiento y en
la promesa. Descubren el amor en un decir inconfesado.
Y como lo imposible necesita de una ficción para realizarse, inventan un encuentro. La figura de un
joven apuesto les trae lo que no tienen: proximidad, contacto, cercanía. El muchacho se llama Christian, es poco
reflexivo y torpe con las palabras. Anhela alcanzar con sus brazos el cuerpo de la joven y se apresura, da pasos
en falso, hace el ridículo. Confunde poseer el amor de la muchacha con darle alcance con sus manos. No imagina
cuánto el alma de esa mujer necesita del abrigo de las palabras.
Roxana demanda palabras de amor y como Christian no puede demorar su ser en ese decir, es Cyrano
quien escribe por él las cartas de las que Roxana se enamora. En la escena del balcón, Roxana escucha
deslumbrada cómo Christian le habla de amor. Pero no es el hermoso joven el que habla sino Cyrano, que
escondido arde en esas palabras susurradas con su propia voz. Christian es el que habla ante los ojos de Roxana
y ella ama ese decir porque encuentra el amor en esas palabras. El joven Christian es el paso de un diálogo, al
que asiste como un extraño. Es Cyrano el que va en el decir y es Cyrano el que penetra en el corazón de Roxana
con aquello que Christian ignora: que la morada de ese amor está en las palabras.

53. Diálogo.

“¿Hay alguien aquí?”, pregunta Narciso sin ver a nadie. “¡Aquí!”, responde una voz lejana. “Ven”
propone Narciso. “¡Ven!” repite la joven. “¿Por qué te ocultas de mí?”. “Te ocultas de mí”, contesta la
muchacha. “Juntémonos aquí”. “¡... Aquí!”, repite la dulce Eco. Pero cuando ella se acerca, él la rechaza. “¿No
pensarás que puedo amarte?”, se defiende Narciso. Y Eco repite “...puedo amarte!”. “Quieran los dioses que yo
muera antes a que tú goces de mí!”. Y la muchacha le devuelve suave esas palabras “¡ ...que tú goces de mí!”.
Narciso se retira y Eco persiste en hablar hasta que se apaga su voz.

54. Eco.

2
Recupero, para pensar de otro modo, un suceso que Borges relata en un reportaje realizado por José Miguel Ullán y
publicado en el suplemento semanal de Diario 16, Nº. 10, 16 de junio de 1985, Madrid, España.

10
La palabra eco designa un reflejo sonoro. Y también el drama 3 de una mujer que se consume por decir
sin poder hablar. Los dioses castigan el amor. Y a la muchacha. Pero lo que en realidad no le perdonan es la
alegría que ella vive al hablar por su cuenta. Los dioses le temen por su hermosura y por sus palabras. Intuyen
que el peor castigo para la joven es tener que reverberar una voz sin estar en el decir. Por eso la condenan a
repetir como tonta palabras de otros.
Pero esta misma circunstancia enseña a Eco el misterio del habla. Comprende que el secreto del decir no
está en la repetición de las palabras sino en el resonar de la voz. Que la resonancia es el alma del decir. Y que lo
más propio es la inflexión que la hace ser ella misma en cada palabra. Privada de hablar, Eco aprende a estar en
el decir.
El automatismo de tener que repetir la voz de cualquier persona aproxima a Eco hasta el centro del
malestar del habla. Comprende que hay un hablar falto de sentido. Un andar ajeno en el decir. Y que reflejar una
voz impropia no es hablar. Como no es un hablar el de las cotorras que repiten palabras, frases y canciones; y
son capaces del prodigio del falso decir.
Carente de voz no permanece muda. No anda tonta y sin rumbo. Vive desgarrada. Se duele por lo que no
tiene. Y se inicia en el arte de hablar en la voz de otro. Y en las palabras ajenas. Eco habla con la voz de Narciso.
Pero no aburre con el reflejo agónico de lo mismo. Hace quiebres e inflexiones. Traza desvíos e intensidades.
Derrama silencio aquí y allá. Y encuentra el modo de morar ella misma en otra voz para hacerse escuchar.

55. Vocablos.

¿Por qué la misma palabra en labios ajenos es otra palabra?

56. Los usos de eco.

Que algo hace eco en mí, quiere decir que encuentro en sus palabras aquello que buscaba yo mismo
decir. Hacerme eco de algo dicho por otro es encontrarme yo mismo siendo la ocasión de ser la resonancia de un
decir que buscaba en quién reflejarse. Que algo tiene eco, quiere decir que puso en resonancia de cada uno un
decir que alcanzó a todos. Y el drama de Eco es la obstinación de estar en el decir, la insistencia de hallar en las
palabras su propio vibrar. Todo lo contrario de reflejar, repetir o hablar por hablar. Encontrarse uno en su propio
decir es, a veces, decir lo propio con palabras de otro.

57. Narciso.

Narciso la rechaza. Aunque ella se hace oír, el muchacho no comprende de qué le habla. Al principio
Narciso escucha su propia voz y ese llamado, aunque le viene con un temblor que desconoce, lo entretiene. Pero
no espera nada de la joven. Se siente molesto por ser la causa de ese anhelo desesperante con que ella llega hasta
él. La rechaza porque no la entiende.

58. La soledad es la ocasión de estar junto a ese extraño que es uno mismo.

Me gusta como él quiere a sus hijos. Pero me sublevo cuando entra en e1 juego de esa mujer. Con ella
es un hombre débil y complaciente. Lo único que pido es que definan un horario. No quiero estar pendiente todo
el domingo de a qué hora van a venir. Pero no me entiende... O ¿la que no entiende soy yo? Dice que es mejor
que vengan solos porque así tenemos más tiempo para estar juntos. Que me quiere y que sólo piensa en hacerme
feliz... Quizá sea mala, egoísta... ¡Qué me importa la vida de ellos! Quiero que me dejen en paz... ¿Tan terrible
es lo que pido? ¿Por qué tengo que aceptar que esa mujer llame a mí casa a cualquier hora y que ni siquiera
me salude? Si él no puede poner límites, los pondré yo... ¿Exagero? Otra vez la chiquilina celosa que no quiere
compartir nada. A la que nunca le alcanza todo lo que él hace por mí... Pero yo me pregunto ¿qué hace por mí?
No se pone de acuerdo. Está sola con una extraña. Cuando se escucha en sus palabras encuentra que en
su decir suenan muchas voces. Está dolida, parece enojada y se siente culpable. Estar tan cerca de sí la confunde.
3
Se ha dicho que la historia de las mujeres es, en cierto modo, la de su acceso a la palabra. En las fuentes consultadas, Eco
es algo tonta, impulsiva y rencorosa. Por eso, escribo el texto sin mucha fidelidad con Ovidio, Robert Graves o Pierre
Grimal; trato de escuchar y a la joven obstinada en hablar por su cuenta.

11
La lejanía es más honda cuando más completa parece la proximidad. Habla sin completar sus pensamientos.
Algo la detiene. Y en ese instante es asaltada por otro hablar. Como si otra voz se intercalara en su decir. Habla,
se enoja, duda de lo que siente. Cambia de tono. Es una y muchas las voces con las que habla. Tiene miedo de
estar equivocada y, justamente por eso, no puede estar en paz en su decir. Se culpa, se disculpa. Y conoce que ese
círculo no tiene salida. Vive en un encierro. Quiere impedir que otra mujer tenga autoridad en su casa. Pero se
detiene. Se encuentra sospechosa. Y se acusa de ser egoísta, de no querer a esos chicos, de ser posesiva. Esa voz
hace que ella misma esté torsionada en su decir. Y hasta su propio dolor la hace sufrir porque lleva añadida esta
sospecha. No le es fácil demorarse en la soledad porque se encuentra siendo una extraña.

59. Indemora momentánea.

Tiene la intuición de que en silencio asiste al estallido indecible de su cuerpo turbado. No quiere y quiere
detener el impulso devastador. En silencio es plena y vulnerable. Su alma desea huir de ese cuerpo, en el que
desea quedarse. Migrar por un instante.

60. Demora inoportuna.

Seguir adelante con el embarazo interrumpido hace quince años es lo que ella más quiere. Está
arrepentida. Lamenta su participación en ese recuerdo. Arrepentirse es querer que lo ya ocurrido no hubiera
ocurrido. Borrar ese instante fatal, inoportuno, casi innecesario. Anular todas sus consecuencias. Limpiar su
vida. No desea ese recuerdo. Y, sin embargo, su pensamiento obsesionado la vuelve a llevar, una y otra vez, a
una cita que no se cancela.

61. La quiere contenta.

El hombre se siente mal. Y dice que es porque ella no está bien. Y explica todo lo que ella debería hacer
en lugar de hacer todo lo que ella hace. Y, mientras habla, percibe que sufre y se apresura por hablar más y sigue
diciéndole todo lo que cree que ella necesita para no estar mal. Porque el amor que le tiene hace que la quiera
contenta. Y no puede verla sufrir. Ni sentir que está triste. Y, si no fuera que parece ridículo, le diría que la quiere
como una madre. Pero, aclaremos, siendo él como una madre que lo único que desea es suprimir el dolor de esa
mujer. Pero se detiene y no se lo dice. Y hace una pausa y retoma lo que sí le dijo para agregar otras cosas que
tampoco ella hace. Y así habla y habla sin parar, hasta que la mujer se cansa y le dice que la deje tranquila.
Escucharse en el decir no es lo mismo que hablar (conversar, discutir). Escucharse en el decir es hallar lo
inaudible en el propio decir. Escuchar es participar del llenado de cada palabra. Pero el hombre se apresura;
habla y habla sin parar. No se escucha. Es un hablante volcado. Habla para vaciarse él mismo en esas palabras.
Hablar así parece una coartada para no encontrarse con lo que no quiere escuchar.

62. Tratamiento de una indemora.

Antes de tiempo. Solitario en la cita, remedia la eyaculación precoz con un método sencillo: No piensa
mientras hace el amor en que hace el amor. Y no siente, mientras penetra en su cuerpo tibio y suave, que penetra
en ese cuerpo que tanto desea.

63. Sólo tiene tiempo de hablar cuando duerme (recurso freudiano).

Hay un diálogo íntimo, nocturno, imprescindible que se llama sueño. Es un diálogo secreto en el que el
durmiente escucha hablar a su propio soñante. El sueño es una demora. El soñante se demora en lo que el
durmiente transporta sin conocer. El sueño es el morar involuntario del durmiente. Y el soñante es quien habla
con los habitantes de esa morada. Si la demora en el dormir se llama sueño, la demora en la vigilia se llama
recuerdo, fantasía o pensamiento.

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64. Lo inefable.

Tiene treinta años. Y se siente chiquito. Dice que su cuerpo está encogido. Y que de noche se pierde en la
cama. Se compara con los otros. Y se mira en los espejos con terror. Y dice que en la calle no lo ven. Cinco años
después, asustado por sentimientos tan intensos, un día pregunto: “¿A veces, no te parece que son emociones
muy fuertes para un cuerpo tan pequeño?”. “Es cierto –me responde de inmediato–, la casa es chica pero el
corazón es grande. Y eso uno no sabe reconocerlo.”

65. En la mentira, su morada4.

Fidel es un mentiroso. Y anda diciendo, de la boca para afuera, que estuvo en donde nunca estuvo. Y que
alguien célebre le dijo lo que no le dijo. Fidel miente, pero no prepara sus mentiras, ni anticipa lo que va a decir.
Mentir es un acto que se le escapa. Diría que es asaltado. Tomado por el impulso de decir lo que ya se encuentra
diciendo. Sus mentiras hablan siempre de lo mismo: ser protagonista, ser causa, ser fundamento, ser testigo, ser
el que más, ser el de la idea, ser el que estuvo. Y no sabría decir si goza de la momentánea satisfacción de mirar
su presencia brillando en donde no está. O si goza del amargo sabor de saberse ausente en donde dice estar.
Hasta diría que Fidel no miente del todo para sí. Que cada una de sus mentiras es un sacrificio amoroso.
Y que se traiciona para atraer, agradar y complacer. Diría que se falsifica para agasajar a otro. Fidel dedica su
mentira. Ofrece a la persona que lo escucha lo que supone quiere escuchar. Y arranca una mirada poniéndose él
donde el otro desearía estar. Por eso, en todo mentiroso hay un ladrón que roba a otro ladrón.
El mentiroso piensa que no será descubierto. Pero corre el riesgo. Igual todo en él le suena falso. Y
cautivado por sus palabras no se da cuenta que el otro se da cuenta que no estuvo en donde dice que estuvo.
Cuando cae la mentira viene el desprecio. Y, si ese momento llega, Fidel no se resiste. Apela a un modo de
hablar en el que se parodia vencido. Y es un chanta. Y él mismo no tiene respeto por su palabra. Exagera.
Cualquier cosa antes que quedarse mudo. No puede escucharse en el silencio. Y sale a buscarse en otra mentira.
Que miente quiere decir que se pone algo que sabe que existe para lucir lo que no tiene como si lo tuviera. Y si
se da cuenta (que el otro se da cuenta) de que anda desnudo, miente más. Y río del humor de Fidel. Y admiro su
modo de hacer la sanata. Y reconozco que sabe estar en un decir genuino. Sincero a pesar de alterar la verdad de
lo dicho. Y pienso que halla en la mentira su morada.

66. Tuve problemas en mi trabajo.

Juan no vino a las dos últimas sesiones. Tuve problemas en mi trabajo. A mí me parece que no viniste
por otra cosa. Sí, lo que viste la última vez fue importante. ¿Qué? La dramatización de la casa de tu mamá. No,
esa no fue la última, después vino a otra. Juan respira. Para mí vos faltaste para no conectarte con cosas tuyas
que no querés oír. Sí... claro... puede ser... pero tuve problemas en mi trabajo. Creo que no viniste por lo que te
dije –yo siempre la misma bruta– que sos aburrido, que das muchas vueltas antes de decir cada cosa. Juan hace
silencio... pero tuve –dice– problemas en mi trabajo. ¿Sabés qué?... Yo pienso que te asustaste porque somos
cinco mujeres. Juan sonríe... pero tuve problemas en mi trabajo. Lo primero que pensé cuando no te vi fue: cómo
le cuesta comprometerse a este tipo. Me cuesta, sí... pero... tuve problemas en mi trabajo. En eso, alguien
pregunta ¿alguno más tuvo ganas de no venir? Juan insiste: yo tuve problemas en mi trabajo.

67. El retorno de lo dicho como algo ajeno.

No soy feliz. Valoro todo lo que tengo. Pero no soy feliz. Necesito trabajar... ¡Pero, si vos trabajás!... ¡Sí!
Trabajo, trabajo muchísimo. Pero dependo de mi socio. El consigue el trabajo y yo lo hago. .. Cuando imagino
que me separo de él, me veo desamparada... Pero así cada vez me siento peor. Hasta dudo de su ética. No
apruebo lo que hace... No está bien que yo siga a su lado. El otro día me dijo: “dime con quién andas y te diré
quién eres...”. Ellos la escuchan y, cuando no aguantan más, reaccionan. Casi todos coinciden en que debe
terminar con esa sociedad. Pero ella parece no entender de qué le hablan. Siente que la presionan a tomar una

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Recuerdo el personaje que compuso Fidel Pintos. El texto que aquí se lee alude a su parodia del mentiroso.

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decisión. Y, en lo más íntimo, piensa que esta gente exagera. Y sin embargo, ellos dicen lo que ella misma les
hizo escuchar. Ella escucha venir desde afuera, como algo ajeno, lo que los otros escuchan en su decir.
Estar con otros ayuda a entender la importancia que tiene la palabra ajena; pero ya no como algo que
dicen los otros de mí sino como la ocasión de escuchar (dicho por otro) algo que es una voz apenas audible en
mi decir. Lo más ajeno, a veces, es algo propio que me viene dicho por otro.

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