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Conflictos de intereses en Ciencias Sociales

Este es el típico conflicto que se da en medicina, pero ¿es posible que ocurra algo similar
en ciencias sociales? Sí que ocurre, aunque el investigador cuenta que “el orden es
frecuentemente a la inversa, buscas unos resultados porque son más lucrativos a la larga”.
En psicología el conflicto de intereses más habitual es buscar que un estudio concluya
“que somos dueños de nuestro futuro” y que “si nos esforzamos conseguiremos cualquier
cosa”. De este modo el investigador tendrá por delante un futuro muy lucrativo vendiendo
libros de autoayuda o dando charlas porque “hay una serie de mensajes que se venden
muy bien”.

Además, un investigador puede tener un conflicto de intereses en ciencias sociales cuando


pasa a ser activista. “Cuando uno de los muchos aspectos que conforman tu sistema de
creencias pasa a ser el principal o el único que mueve tu forma de actuar puede interferir
en tus investigaciones”, relata Arrondo. Uno de los ejemplos es la relación que se
estableció entre terapias alternativas, vacunas y autismo. “Los pocos artículos que
defendieron esto eran de personas muy involucradas emocionalmente”.

Otro problema que puede aparecer es que un científico se identifique con un tipo de
intervención. Un metanálisis reciente en psicología concluía que si uno “practica una
terapia o tiene afinidad por ella como profesional, los resultados de su estudio tenderán a
favorecerla” señala Gonzalo Arrondo. De la misma manera, si alguien “odia” esa terapia
o “no le convence” los resultados del estudio tenderán a ser negativos. Y por último, al
igual que en las ciencias empíricas, en las Ciencias Sociales puede haber financiación
detrás de un estudio que puede llegar a modificar los resultados del mismo.

El investigador Luis Echarte.

Una diferencia entre la investigación en ciencias sociales y en ciencias experimentales es


que las primeras, al estar relacionadas con las personas, son más complejas y es más fácil
que surjan conflictos de interés. Luis Echarte, profesor de la Facultad de Medicina,
colaborador del Grupo ‘Mente-cerebro’ del Instituto Cultura y Sociedad y miembro del
Comité de Ética de la Universidad de Navarra, considera que “a veces se piensa que la
metodología en las ciencias experimentales es más difícil, pero suele ser al contrario”.
Asegura que es más fácil acotar las formas de observación y manipulación de un
experimento con sangre que con menores o con pacientes enfermos. “Cuando tratas de
intervenir en la conducta de alguien, los elementos que complican el experimento son
mucho mayores”.

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