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B) SITIOS ARQUEOLÓGICOS:
6) Toquepala (Tacna): 7630 años: Estudiado por: Miomir Bojovich y Emilio Gonzales.
Características:
B. TELARMACHAY
Los Primeros Pastores Andinos
En el periodo Lítico los cazadores fueron desarrollando sus estrategias de cacería hasta
convertirse en cazadores especializados y selectivos que construían campamentos
estacionales.
Hace 7 000 años los grupos que habitaban las alturas de Junín iniciaron la crianza de
camélidos andinos (alpacas y llamas) como se evidencia en los restos del HOMBRE DE
TELARMACHAY (Tarma, Junín) descubiertos y estudiados por Danielee Lavallée. La
reconocida arqueóloga sostiene que en el hábitat natural de los camélidos, la puna, una
creciente familiaridad con dóciles camélidos silvestres facilitó la crianza de los primeros
rebaños en el periodo ARCAICO TEMPRANO. El inicio de la crianza de rebaños no
significó un rápido abandono de la cacería. El paso a una economía de pastoreo fue
progresivo y debió repetirse en otras regiones; por ejemplo Ayacucho, donde Richard Mac
Neish estudió los restos del HOMBRE DE JAYWAMACHAY.
La ganadería de camélidos es uno de los rasgos fundamentales de la cultura andina y su
desarrollo aseguró eficientes rebaños de carga, buenas provisiones de carne, lana, estiércol
para combustible y huesos para elaborar instrumentos.
A. HUACA PRIETA:
Los inicios del tejido peruano Los tejedores más antiguos del Perú vivieron en el
periodo ARCAICO TARDÍO. Ellos fueron los HOMBRES DE HUACA PRIETA,
aldeanos agricultores, pescadores y marisqueros que habitaron en la desembocadura del río
Chicama (La Libertad) unos 2500 a.C.
Huaca Prieta fue descubierta en 1946 por Junius Bird quien halló el famoso tejido de
algodón que tenía la representación de un cóndor sagrado con una serpiente enroscada en
su vientre. Otros asentamientos precerámicos que desarrollaron el tejido son: Los
Gavilanes (Ancash), La Galgada (Ancash), Áspero (Lima) y Caral (Lima).
B. KOTOSH:
C. CARAL:
La primera ciudad del Perú. Hace 5 000 años se forjaba en el Valle de Supe (Norte de
Lima) una de las ciudades más antiguas del mundo y la más antigua de América. Su
construcción fue dirigida por una élite sacerdotal que dirigía una sociedad agrícola que se
complementaba con la producción artesanal y el comercio interregional.
• La aparición de la cerámica
• La difusión del cultivo del maíz
• El desarrollo de la metalurgia y de la textilería
• La difusión de técnicas hidráulicas para el riego que permitieron generar excedentes
productivos y el aumento de la población.
• El desarrollo del estado teocrático
1.5.1. PERIODIFICACIÓN DEL FORMATIVO ANDINO
a) El Formativo Inicial.
También llamado periodo inicial, corresponde a los sitios arqueológicos que evidencian
la presencia de cerámica y son anteriores al desarrollo de la cultura Chavín. Así tenemos:
Moxeque y Sechín en Ancash, Kunturhuasi y Pacopampa en Cajamarca, Cupisnique en La
Libertad, Garagay en Lima, etc.
b) El Formativo Medio.
LA DIFUSIÓN DEL MAÍZ: Sobre el origen del maíz se han tejido una serie de hipótesis
puesto que el cultivo de esta gramínea representa un hito en la escala alimenticia de las
altas culturas andinas. Las variedades más remotas de maíz silvestre se remontan hasta los
6000 a.C. Pero hace 4 700 años, tres tipos de maíz que no tienen relación con las
variedades cultivadas en el área mesoamericana ya eran cultivados sistemáticamente en la
costa de Huarmey durante el período Arcaico. En el Formativo Inicial, la difusión del maíz
serviría para mejorar los mecanismos de control y prestigio de las autoridades y también
para sofisticar los cultos con el empleo de bebidas sagradas como la chicha.
LA TEXTILERÍA: En lo que respecta a la textilería (debes entender como tal a los tejidos
elaborados con telares, el empleo de huesos y ruecas) destaca su importancia para la
definición de la posición social de los grandes señores, para las actividades religiosas
principalmente en los ritos funerarios y para el intercambio comercial.
Descubierto por Julio César Tello Rojas. Aquí se han hallado importantes muestras de
cerámica y de cultivos como papa, yuca, camote, maní, etc.
2. Cerro Sechín
Entre la unión de los ríos Sechín y Moxeque, en el valle de Casma, Áncash. Fue
descubierta por Julio C. Tello en la década de los 30. Consta de tres plataformas, patios
subterráneos y 400 esculturas monolíticas rectangulares que forman un cuerpo único con
claras atribuciones mágico-religiosas.
3. Kunturhuasi
En el Cerro La Copa, San Pablo - Cajamarca. Estudiado por el sabio Tello y el japonés
Yoshio Onuki. Presenta tres plataformas superpuestas rodeadas por monolitos
antropomorfos. En las excavaciones se han hallado muestra de cerámica y en una de sus
tumbas presenta coronas, pectorales y orejeras, cabecitas serpentiformes realizadas en oro.
4. Pacopampa
Los estudios arqueológicos demuestran que las características territoriales eran distintas
a las del Perú actual. La existencia de bosques en la costa y la sierra habrían reducido
considerablemente las áreas ocupadas por las comunidades, pero también habría hecho casi
obligatorias las relaciones socio económicas para los intercambios de recursos. Ello
produjo la irradiación de patrones culturales y artísticos más o menos homogéneos que
predominaron hasta el año 200 a.C. aproximadamente.
1. CULTURA CHAVÍN
2) Larco Hoyle: Síntesis e integración de pueblos y culturas locales del formativo inicial
(cultura receptiva)
DESCUBRIDOR.- Julio C. Tello (1919), quien la consideró como la primera gran cultura
del Perú (cultura Matriz del Perú).
CRONOLOGÍA.- Se desarrolló alrededor del año 1200 a.C. hasta los 300 a.C. a este
periodo se le ha denominado I Horizonte cultural, por ser Chavín una cultura Pamperuana
(Primera Síntesis Cultural).
EXPANSIÓN.- Chavín, se caracterizó por ser un movimiento eminentemente religioso
expandiendo e imponiendo sus patrones culturales y religiosos sobre otros pueblos. Así
pues Chavín se expandió:
SOCIEDAD. Chavín, constituye la primera forma de Estado que aparece en los andes
centrales (aquí, parece surgir el estado, los centros urbanos y las clases sociales).
- En la costa: Adobe
- En la Sierra: Piedra Las formas de sus construcciones, sobre todo de sus edificaciones y centros
religiosos fueron las pirámides truncas y las edificaciones en forma de “U”.
ESCULTURA.
RELIGIÓN.- Se cree que la deidad principal, estaba representada por la triología divina
que fueron: el jaguar, cóndor y la serpiente. Aunque algunos cronistas españoles, (como
Cieza de León) sostienen que el rayo fue el dios principal de la época.
2. CULTURA PARACAS
SITUACIÓN GEOGRÁFICA: Se desarrolló junto a una península de arena roja, a 18
Km. al sur de Pisco (Paracas - Ica). En la costa sur. El nombre cultural procede del Idioma
Kauki o Akaro (Gente de Frente Grande).
- Forma globular.
- Policroma con dos picos y asa puente.
TEXTILERÍA.- Considerados como los más grandes tejedores del mundo antiguo,
confeccionaron mantos empleando algodón, lanas de auquénidos y plumas; se utilizó
también tintes vegetales y animales.
3. CULTURA MOCHICA
La cultura Mochica (200 d.C.-800 d.C) se desarrolló en el período Intermedio Temprano
o Primer Desarrollo Regional (200 d.C.-600 d.C.) del Antiguo Perú. Se desarrolló en la
costa norte y se caracterizó por su avanzada ingeniería hidráulica, su arquitectura
monumental y su rico desarrolló artístico, especialmente en los campos de la orfebrería y la
cerámica.
DESCUBRIDOR: Fue descubierta por el arqueólogo alemán Federico Max Uhle en1901.
ORFEBRERÍA: Sobresalen las joyas del Señor de Sipán (Lambayeque), descubierto por
Walter Alva en 1987. También las de la Señora de Cao (La Libertad), hallada por Régulo
Franco en 2006.
Así, al decir de otros estudiosos, los Chuqila u hombres con barba, es la denominación
con que se identifica al hombre de la cordillera o de las altas estepas altiplánicas (Portugal
1981: 84). Serían los cazadores de wanakus salvajes (Waisbard 1975: 255). El Cronista
Juan de Matienzo, tal vez es el único, que da referencias concretas sobre los mismos
cuando dice: “En ésta provincia de Chucuito, hay dos géneros de indios que dicen ser
inútiles para cosas de trabajo ni provecho, que son lo Uru y los Chuquilas éstos son
cazadores; y los hay pocos, y los que son no entienden sino de matar ganado bravo, y en
Idolatrar. Son hechiceros, que como jamás ven españoles, antes andan donde están sus
Wakas” (Matienzo ] 1967: 276). Igualmente, encontramos otra referencia sobre los
mismos, en el trabajo de Charles Stanish, quién aludiendo al documento del visitador
español Garci Diez, señala: “ que su “cuidadosa” lectura provee de una comprensión
acerca de las poblaciones diferentes de los Aymara, tales como los Uru, Pukina, Quechua
y Choquela, y varios otros grupos en la Región” (Stanish 1997: 6).
La denominación de este grupo se origina del nombre que le han dado a su lengua.
Desconociéndose esencialmente el tipo de pertenencia étnica. Al respecto, el lingüista
boliviano Manuel Ballivián en su introducción a la obra de Daniel G.Brington:
observaciones sobre la lengua puquina del Perú, sostiene que “todo lo que se sabe del
puquina nos autoriza a creer, con demasiada probabilidad de certidumbre, que esta ha sido
una de las lenguas maternas, originarias de los grupos étnicos inmigrados desde el corazón
asiático” (Brington 1909). Así, en este orden de origen lingüista, igualmente se conoce la
versión del estudioso J. Alberto Cuentas, quien afirma que la lengua puquina pertenece a
los changos (Cuentas 1968; 42) que se sabe que eran un grupo de pescadores (norte de
Chile y al sur de Perú) que vivían en las costas del pacifico. Como se puede apreciar hay
discrepancias de opiniones, que es necesario evaluarlas y confrontarlas con otros estudios.
Respecta a los antecedentes históricos de la etnia puquina, se puede decir que ellos
pudieron anteceder y/o aparecer simultáneamente con los pukara, en condiciones de grupo
sedentario, con ciertos componentes de desarrollo frente a los anteriores grupos, dado que
practicaban la domesticación de auquénidos así como la producción agrícola de papas y
quinua entre otros.
Se conoce que fue un gran grupo de horda y con mejor organización, que al parecer,
supo superponerse al de otros grupos asentados con anterioridad. De esto, mejor análisis
no podemos encontrar que en los que hace la arquitecta boliviana Teresa Gisbert, que
basándose en los trabajos del historiador peruano Waldemar Espinoza, comenta:
“Espinoza, basado en el documento de charcas de 1604, delimita el área puquina que se
extiende según este autor sobre el kollao, más al sur del departamento de Cuzco, Arequipa,
todo el de Moquegua y el Norte de Tarapacá. La zona coincide con el área nuclear de
influencia política y militar de tiwanaco, llegando a la conclusión de que los puquina
fueron los actores de la cultura Tiwanaco y los aimaras sus destructores. Espinoza, basado
en Huamán Poma, indica que el antiguo y verdadero nombre del lago titicaca era “lago
poquina” después se llamo Chucuito y tardíamente titicaca, tomando este nombre de la
isla” (Gisbert 1987; 136).
Hasta aquí resulta inaudita la trayectoria de sometimiento que tuvieron que soportar los
Uru y, aún insólito, la vejación que el Inka Sinchi Roka les infringió al imponerles como
tributo una canuto de piojos, con la supuesta finalidad de que estén limpios y se mantengan
ocupados, cuando en el fondo no sería más que el símbolo de sometimiento que los Uru
tenían que pagar en forma cumplida ya que los Inkas no podían someterlos y asimilarlos.
Que decir de los bárbaros españoles, que sin tomar en cuenta la condición de los Uru,
igualmente les imponían los tributos y no sólo eso, igualmente los sometieron al sistema de
las Mitas para esclavizarlos, disponiendo su traslado a las minas de Potosí, o que trabajen
en las tierras de los encomenderos. Por ello, los Uru supieron que, esto último, al menos
tenían que parar y protagonizaron una rebelión (1632-1634) contra los españoles que no
tuvo mucha incidencia para cambiar su situación, dado que nunca tuvieron jerarca que los
condujese, porque ellos vivían en forma libre y carentes de algún tipo de organización
social; sin embargo, todo indica que en la época de la administración Inka en el altiplano,
los Uru eran temidos al igual que los pukina y aymara, porque no se les permitía participar
de sus actos y cultos propiciatorios. Se sabe también, que los Inkas tenían cierto desprecio
a los Uru, ya que los cazaban como animales en el lago y se los llevaban en sus marchas
hacia el Cuzco (dejando buenos contingentes en Pukará), las costas de Arequipa y
Tarapacá donde se han podido detectar sus huellas
Sin embargo, no faltan las Hipótesis "coherentes" que les atribuyen una cierta
cronologización entre los 500 a 1700 años d.C., y aún hay versiones que relacionan su
procedencia a partir de la salida legendaria de Manco Capac y Mama Ocllo ( 1021 ), y
no falta la versión que los Uru habrían sido traídos del Pacífico (Arica – Sama), por el
jerarca <Tacuilla> (Cuentas 1968: 30) -En época anterior, los Uru habrían huido
precisamente hacia las costas del pacífico, perseguidos por las huestes del rey <Condor
Makuri> (Waisbard 1975: 256) -, en fin ya habrán otros estudios que puedan clarificar este
panorama, mientras tanto nos acogemos a los planteamientos del etnólogo francés Jehan
Vellard, quien en forma casi concluyente opina que, “Estos indios peruano-bolivianos
serían petrificaciones vivientes”, siendo un hecho que los definiría como un islote racial de
carácter arcaico (Waisbard 1975: 253-257). Lógicamente, que nosotros sabemos que son
otros tipos de Uru los que actualmente podemos encontrar.
Kaluyo se encuentra ubicado a la altura del Km. 110 de la carretera que se dirige al Cusco.
Fue dada a conocer a partir de 1949, por el arqueólogo puneño, Manuel Chavez Ballon
(Ayca 1992;40) (Loayza 1972; 153). El grupo Kaluyo, se encuentra tipificada como una
sociedad de tipo aldeana, con yacimiento-tipo en forma aglutinada, construidas
precisamente de piedra.
Desde épocas tempranas, los kaluyo habrían emprendido la talla de la piedra, así lo
podemos reconocer en la versión del investigador Palao, cuando dice “Durante esta fase
realizaron el tallado de esculturas o monolitos que representaban figuras humanas con los
brazos sobre el torax; el pez suche, batracios y serpientes acompañados de círculos o con
cabeza en ambos extremos. Estos monolitos muestran tallados en sus cuatro costados o por
lo menos en dos” (Palao 1995; 23).
Esta es la fase donde se hacen más notorios los avances culturales tanto en la lítica,
cerámica, agricultura, domesticación de auquénidos, entre otros. Tratándose de una fase
Pre-Pukara (Mujica 1987), que presenta mayores riquezas y siendo tratada por el
investigador Palao, es que nos remitimos a su trabajo sobre la descripción de esta fase:
“A partir del año 800 a.c. la cerámica se muestra mas consistente, habiendo agregado
feldespato y mica dorada laminada, tiene acabados mas finos y cuidadosos; su factura
sigue siendo irregular. El diseño inciso es mas delgado y superficial delineando los
motivos que han de pintar. Así en la decoración presenta varios estilos”, tales como
cusipata pintado, cusipata inciso, cusipata engobe rojo y cusipata mica llano.
Las lito-esculturas son realizados sobre bloques de caras planas a manera de lapidas,
que por sus dimensiones y diseños también han sido denominadas estelas. En ellos se
representan animales como: serpientes, batracios y peces; figuras curvilíneas, espiraladas y
zigzagueantes, que dan la impresión de curso de agua y rayos; también acompañan figuras
geométricas en dámero y escalonados. En ellos se puede admirar criterios estéticos muy
elaborados basados en la simetría.
Las construcciones de plataformas escalonadas con patios hundidos fueron remodeladas y
ampliadas durante esta fase, que habría durado hasta el año 200 a.C. En sus diversos
centros aldeanos del área circunlacustre la cerámica presenta similitud, así como las lito-
esculturas.
1
Todavía no existe acuerdo entre los especialistas con respecto al momento de inicio y tiempo de duración
del periodo formativo, planteándose distintas consideraciones y sub-periodos. Por ejemplo, para el
arqueólogo Federico Kauffman el formativo temprano tuvo su inicio en el 2000 A.C. y se extendió hasta el
300 D.C.; para el antropólogo Luis Lumbreras el formativo tendría su inicio hacia los 2000 A.C. hasta los
100 D.C., y otras posiciones que plantean el comienzo desde los 2500 A.C. hasta el 1000 D.C. (Sondereguer-
Punta 1999; 153).
podido observar el uso de otra lengua en la denominación de sus elementos culturales; así
por ejemplo: la Fase inicial de Pukara la denominan Kaluyo, que es un sustantivo
compuesto que deviene de dos raíces (Puquina o Aymara) donde K’ala... significa piedra y
uyo ...Cerco o canchón. En otro caso, a la principal construcción arquitectónica de Pukara
la denominan K’alasaya y nuevamente descomponiendo en sus raíces tenemos... Kala ...
significa piedra y Saya ... significa descanso, que equivale decir donde descansa la piedra.
Téngase presente también que el principal templete arquitectónico de Tiwanaku se
denomina Kalasasaya.
El primer investigador que llego a esta zona y realizo interesantes hallazgos fue el
doctor Luis E. Valcárcel (1929), quien a través de un informe arqueológico dio a conocer
la existencia de varios elementos líticos como: la pilastra de la lluvia, el gato lacustre, un
sapo, dos pumas y los monolitos del degollador y devorador.
d) Pukara...vestigios arqueológicos
Fue en pukara donde se realizó el más importante proceso formativo, revelando un
notable desarrollo tanto en la arquitectura, escultura, lítica y la cerámica. En el contexto
científico, el sitio arqueológico de pukara, corresponde al formativo tardío, 300 años A.C.
(Lumbreras 1990; 175) (Sondereguer – Punta 1999; 111); Kauffman Doig, por su parte,
vincula pukará al período tiwanaku temprano (Carrasco 1989; 130).
Pukara en su época, fue un inmenso centro urbano-ceremonial. El conjunto
arqueológico de lo que fue su centro ceremonial y administrativo se extiende en un radio
de 8 Km2, de los cuales, un espacio de 4 kmts. Está constituido por un núcleo de 4
complejos de templetes, recostados por sus lados norte y oeste al Peñón del Puma Mítico
(Puka Urqu), y un área considerable de edificios aún no determinados.
En el entorno de la plaza central, se levantan las bases de nueve recintos que rematan
en Semicírculo, que recuerdan a los templos Chavinoides en forma de U ( Kauffman 1983;
288), entendiéndose idealmente, que en las plazas semi-hundidas laterales, habrían otros
recintos dispuestos de la misma manera. Cada una de ellos se ubica con el frente oriental
abierto; en los muros laterales sin vanos aparecen, en cada recinto, piedras talladas a
manera de altares, en forma de “T” (Cáceres 1989; 58). El recinto mas estudiado, consiste
de una plaza semi-hundida, delimitado por lozas blancas cuadradas de forma rectangular;
al medio de cada uno de los lados se encuentra una cámara subterránea adozada a los
muros, donde se habrían ubicado ofrendas, ò para fines funerarios (Palao 1995; 38). Cerca
de la esquina Nor-Este se tiene una cámara subterránea cubierta por una piedra de forma
circular y horadada en el medio, allí se depositarían las ofrendas durante las ceremonias. El
acceso principal, está ubicada en el lado oriental y cerca de la sur. Entre el templete central
y el del norte, se tiene un patio enlajado de planta rectangular, que se comunica por
galerías subterráneas con el central y con la plataforma inferior, por una galería en
dirección hacia el este. Siendo posiblemente el ambiente de la jerarquía religiosa que
oficiaría en las ceremonias.
Su fachada (lado este) alcanza 300 metros de largo por 200 de ancho; desde la base
hasta la plataforma superior tiene una elevación de 32 metros aproximadamente, y una
profundidad de 150 metros. El acceso principal hacia la plataforma superior, tenía lugar
por el lado este y algo al sur, que a través de una escalinata monumental de tres tramos que
conduce a una portada de doble Jamba que se hallaba en la parte superior; Pero, ahora se
halla bloqueada por los muros de una capilla que fue construida en el siglo XVII, sobre un
sector de la misma estructura de la pirámide de kalasaya. Sobre ese mismo lado este, se
halla otra escalinata secundaria que partiendo de una rampa se eleva cubriendo tres tramos
que en forma quebrada se dirige hacia la derecha, llegando a la penúltima plataforma, para
acceder a la terraza superior. La misma, que Fue descubierta y limpiada en 1978 por Elías
Mujica y otros arqueólogos miembros del proyecto Arqueológico del INC-CUZCO (Plan
Copesco), que cumplió con un programa de varios años de investigaciones a partir de
1975. En este sector se ubican canales de drenaje y estructuras enteradas de la fase
cusipata. Se han encontrado esculturas de piedras decoradas con pintura roja, ubicados en
hornacinas y cistas funerarias de incalculable valor arqueológico.
Su altura con relación al nivel del mar es de 3885 metros, y posee un clima frígido
(10° C promedio anual) y algo ventoso, característico de esa región del altiplano. Se trata
de un paraje ondulado, mayormente de tierra rojiza, apenas si existe vegetación. Este árido
paraje no es el más adecuado para el florecimiento de grandes culturas del pasado, pero
todo hace suponer que no siempre fue así, ni que la cordillera tuvo siempre la altura de
ahora. Y ahí puede radicar parte del enigma de Tiwanaku, que debió surgir en tiempos en
que la climatología fuese más benigna. Los ciclópeos restos arqueológicos que pueblan el
paraje, por supuesto, nada dicen. Son los arqueólogos los que interpretan los signos de
acuerdo con lo que pretenden ver allí. Sabemos que Tiwanaku fue mucho más de lo que
queda ahora, y no podemos tener idea de todo lo que fue destruido en sus diferentes
épocas; que incluyen los hechos desastrosos de ahora, que inconscientemente se han
depredado los restos arqueológicos con las que fue construido el templo cristiano y el
actual poblado de Tiwanaku.
a) Tiwanaku... Antecedentes
Un primer hecho está relacionado con el desconocimiento de la verdadera
denominación que habría identificado a esta cultura. El nombre actual de TIAHUANACO,
curiosamente deviene de un hecho anecdótico y circunstancial que encontramos descrito
por el cronista Garcilazo de la Vega, en sus “comentarios reales“dice: “cuando el Inca
Mayta Capak visitó aquella región, le enviaron un chasqui, del cual admirando el inca del
viaje tan rápido que hizo y comparándolo con el veloz huanaco, lo halagó diciéndole
“Tiay huanacu””. Esto, sin duda alguna, no se refiere en ningún caso al nombre del
poblado en el cual se encontraba el inca. Ya que en la crónica “historia del nuevo mundo”
de Bernabé Cobo encontramos una referencia respecto al nombre que llevaba: “El nombre
que tuvo este pueblo antes que fuese señoreado por los incas, era Taypi Kala, tomado de
la lengua aymara que es materna de sus naturales y quiere decir: la piedra del medio”.
Pero por alguna razón que se desconoce, el más acucioso cronista como Cieza de
Leon si se refiere al poblado, cuando consigna la siguiente descripción: “Tiaguanaco no es
pueblo muy grande, pero es mentado por los grandes edificios que tiene, que cierto son
cosa notable y para ver...!” (Cieza 1553] 1973; 234 Cap. CV), Mas adelante continua el
mismo y dice: “Yo pregunte a los naturales si estos edificios se habían hecho en tiempo de
los incas y rieron se dé esta pregunta, afirmando que antes de ellos reinasen estaban
hechos, más que ellos no podían decir ni afirmar quien los hizo, mas de que oyeron a sus
pasados que en una noche amaneció hecho lo que allí se veía”. sea cual fuere la situación,
la denominación Tiahuanaco no nos da ninguna referencia de la nación o pueblo a que
representan y los que habrían construido la tan semejante obra ciclópea, y con toda razón el
arquitecto boliviano Javier Escalante afirma lo siguiente “en cuanto al nombre con el que
es conocido, lamentablemente lleva “prestado” del quechua. Sobre este aspecto se ha dicho
mucho y son diversos los autores que han intentado entender su significado” (Escalante
1993; 96). Como se ve, no solo es cuestión de nombre, es un hecho que comienza por la
denominación, pero que esencialmente incide en la representación etno-histórica de
Tiwanaku.
Esta no es una posibilidad sin fundamento. Pues, al no existir en Tiwanaku los restos
de los numerosos pueblos constructores de la metrópoli bien pudieron existir y ser parte de
la ciudadela sumergida, conocida ancestralmente como “Wiñaymaka”.
Todos los pueblos lacustres dentro de sus tradiciones, han venido señalando al lago
como fuente de sus orígenes, tal vez no se refieran a un mito, si no hechos que hayan
acontecido muchísimo tiempo atrás, de lo cual ya han perdido la memoria. Hasta no hace
mucho, era difícil aceptar las versiones del diluvio, hoy sabemos que ellos fueron posibles
gracias a los cambios climatológicos que sufrió nuestro planeta y de lo cual una parte le
toca a nuestro altiplano. Varios restos arqueológicos observados en diferentes zonas del
lago, constituyen la base probatoria de lo que venimos exponiendo en esta parte. Así, se
conocen en la región China taraco, en los márgenes del lago en aguas Bolivianas, restos
arqueológicos, semejantes a los de Tiwanaku y a 6 km de de estos al Nor-este, en aguas
peruanas en el golfo de Guilli Marka que se encuentra entre Guaqui y Desaguadero, se
notan ruinas de grandes dimensiones y 16 km de estas al sur este se hallan en las márgenes
del lago en Yunguyo un muro de más de un metro y medio de ancho, cuya longitud se
extiende de sur a norte se pierde en el fondo de la aguas, así mismo, a una distancia de 28
km al Nor- este se notan otros restos arqueológicos en las márgenes de Taraco, en aguas
peruanas, así como fuera del lago y bajo algunos metros de profundidad de tierra (Cano
1941; 8), esperando los respectivos estudios.
d) Tiwanaku... Síntesis
En el vocabulario de Ludovico Bertonio se encuentra Thia que significa lugar o parte muy lejano, y
guanaco que significa seco. El mismo frayle dice que Tiy significa caverna, Huaña significa seco y Ko es
un signo de participio; de ahí que sería: “El sitio de viviendas o cuevas sub terráneas desecadas”.
historia, sociedad y estilo civilizatorio. Es necesario precisar que a partir de la fusión de
elementos culturales procedentes del territorio altiplánico Peruano-Boliviano, en la zona de
Wari se origina el primer Gran imperio Andino (Crónica de América 1991: 75, Tomo I ),
donde la imposición de la deidad lumínica de la puerta del Sol de Tiwanaku es
acompañada por la antigua iconografía de Chavín.
Este proceso, sin embargo, junto a la invasión foránea vendría a constituir la fase
final de la primigenia dinastía <Pirhua>,, porque siglos después los Inkas tomando las
sugerencias de su antecesor Tiwanaku-Wari, comenzaron a conformar con las naciones
presentes en la región andina 3 un estado confederado conocido como el Tawantinsuyu; lo
que pasó a constituir el segundo y mayor imperio andino, que abarcaba desde Quito
Ecuador, hasta el Tucumán de la Argentina, pero después con la invasión europea en el
continente americano, a partir del siglo XVI, se fracturó en forma drástica la continuidad
cultural, política, ideológica e histórica que durante más de cuarenta milenios de evolución
autónoma ha transitado el nativo americano (Sondereguer – Punta 1999).
Este error se inicia después de que se realizaron los concilios de 1552, apareciendo
por primera vez en los escritos de Polo de Ondegardo en 1559, seguido por Vallesteros en
las “Ordenanzas del Perú” en el año de 1575 y posteriormente en varias obras de gramática
y doctrina cristiana. Este hecho con el tiempo, ha consagrado el uso impropio de tal
denominación para reconocer etnia y lengua, resultando insólito y contraproducente para la
historia de las naciones originarias del altiplano. Ejemplos de éstas, podemos considerar
3
Las nacionalidades andinas presentes durante la consolidación Tawantinsuyana, empezando desde los
Andes septentrionales (Ecuador Colombia) se tiene a los Chipchas y Karas (culturas circundantes), los
quichuas ecuatorianos, los quechuas de los andes centrales, los Chachapoyas, Huancas, Chankas, Chimus,
Chinchas, Antis, Pukaras, Pukinas, Aymaras, Chipchas. En los Andes Meridionales estan los Atacamas,
Calchaquíes, Omahuacas, Diaguitas, Huarpas, Mapuches y, a través de los Araucanos, la cultura peruana
irradia hasta la pampa Argentina y la tierra del fuego .
algunas: “según el cronista Ramos Gavilán, Khapac Yupanqui, hizo trasladar a Juli y a los
contornos del lago a un gran número de indios Aymara.
Esta colonia entró en contacto con los primitivos pobladores de ésta región,
mezclaron sus lenguas y formaron la de los Lupaka, con lo cual consiguieron entenderse
con sus vecino los Pakaje, Kolla, etc.” (Ramos 1976). El Lingüista Guardia Mayorga
participa de la misma opinión, aclarando que los “Ayamaraes mezclaron sus lenguas y
formaron la de los Lupaka con la cual consiguieron entenderse con los vecinos, los
Lupaka, los Chakra, y Kananga” (Mayorga 1980). El Jesuita Ludovico Bertonio en el
prólogo de su obra de Gramática de 1603 dice: “Hay muchas naciones de indios Aymaraes
como son los Kanchis, Khanas, Kollas, Kollahuas, Lupakas, Pakajes, Karankas, Charkas y
otros, los cuales así como son diferentes en nombres, así lo son también en las lenguas”
(Bertonio 1612}1984: XLIII).
El boliviano Federico Diez de Medina dice: “se prueba que los kolla aymara fueron
quienes –antes y después de los Cataclismos ocurridos durante los tiempos glaciales-
Señorearon en la extensa meseta del ande y que hablaban el idioma de sus abuelos, el
Aymara” (Querejasu 1983:51). El sacerdote Domingo Llanque dice: “el pueblo kolla,
conocido hoy con el nombre de Aymara, vive en la cuenca del Titicaca entre el Perú y
Bolivia” (Llanque 1990:19).
El espacio altiplánico, con el lago Titicaca en su centro (Taypi), estaba cruzada por
una división social basada en la tetrapartición, que permitía establecer cuatro suyos: dos
suyos mayores que establecían la distribución espacial a nivel macro regional, y dos suyos
menores para la distribución micro regional: el URQUSUYO (aymara) o HANANSAYA
(quechua) señalaban dentro de ésta división la parcialidad de arriba; UMASUYO (aymara)
y el URINSAYA (quechua) señala la parcialidad de abajo, conformaciones éstas donde los
diferentes reynos y señoríos se hallaban asentados desde tiempo pretéritos, integrados por
una misma tradición cultural, organización social, económica y política; según Boysse-
Cassagne(1973), estaban establecidos en la siguiente forma:
URQUSUYO UMASUYO
- Canchis - Canchis
- Canas - Canas
- Kollas (Kullas) - Kollas
- Lupakas - Pakaxe
- Pakaxe - Soras
- Carangas - Charcas
- Quillacas - Chuis
- Caracaras - Chichas
Todos estos pueblos se distinguían longitudinalmente a ambos lados del eje
acuático, río Azángaro-Titicaca; río Desaguadero-lago Poopó; lago Coipasa. Algunos de
los pueblos como se puede observar, gozan de la dualidad del espacio: son Urco y Uma,
otros corresponden solo a uno de los sectores. Los de Urcusuyo (lado agreste, montañoso),
simbolizado como lo masculino, habitaban en la parte serrana del altiplano soportando
todos los rigores del frío y la sequedad constante (apropiada para los camélidos), y
mientras los de Umasuyo (mas allá de la cordillera real donde los valles son verdes y
húmedos) el lado fértil, acuoso simbolizado con lo femenino, por habitar en la parte
oriental de las riveras de las aguas del Titicaca y los llanos amazónicos de mejor
productividad agrícola, disputaban de una variedad de ambientes o nichos ecológicos.
Teresa Gisbert (Ibidem 148), también tiene sus puntos de vista: “aparentemente los
Urcusuyos son los aymaras conquistadores y los Umasuyos muy ligados a los pukina, los
antiguos pueblos conquistados con fuerte mezcla de Uros. La misma autora menciona al
cronista Lizárraga que dice: “los llamados pukinas, que viven en la mayor parte del camino
de Umasuyo, que es la otra parte de la laguna (…) desde el pueblo de Ayaviri, que dijimos
ser el primero del Collao, tomando sobre la mano izquierda, comienza el camino y sigue la
provincia llamada Umasuyo, que corre por la otra parte de la laguna de Chucuito; esta
provincia está muy poblada y por la mayor parte son pukinas” (Lizarraga 1969). Continúa
Gisbert afirmando: “cada uno de los pueblos altiplánicos situados a uno y a otro lado de la
cuenca interior lacustre controlaban, según el esquema de Murra, tierras a ambos lados de
la alta puna, situadas en las tierras bajas de la costa y en los valles mesotermos”.
Así al decir de Bertonio (Ibidem 1984), sus valles los llevaban a la Maqha Yunka
(Yungas de abajo o de adentro) hacia las vertientes amazónicas. Allí tenían asentamientos
con cocales en lugares como “Chicanoma” (Khoripata) y Capinota (Capiñota?). Por el otro
lado avanzan también hasta los Alaxyunka (de arriba) hacia las vertientes del pacífico en
los actuales departamentos de Tacna y Moquegua. Complementa al conocimiento de esta
situación la descripción de Gisbert: “este esquema cuatripartito sobre un eje acuático
longitudinal que divide dos a dos tierras altas y tierras bajas respectivamente, es insertado,
después de la conquista incaica, en un eje cuatripartito entorno a un punto central, y así
Uma y Urku forma el Kollasuyo, mientras que los dos sectores bajos Alax y Manqha
forman parte, respectivamente del Contisuyo y el Antisuyo. Es así como el espacio aymara
queda disgregado políticamente después de la invasión Cusqueña, aunque económicamente
los sectores Alax y Manqha siguieron dependiendo de los centros Urco y Uma de la Puna.
A su vez, cada señorío se dividía en Hanansaya y Urinsaya.
Por otra parte, sin tomar la cuestión espacial, tenemos el criterio de Waldemar
Espinoza Soriano, quien considera que: “a veces cada grupo llegó a constituirse en un solo
reyno, pero en otras cada grupo dio lugar a la formación de varios reynos autóctonos”
(Espinoza 1972:148). En este sentido los kollas y aymaras fueron dos grupos étnicos
diferentes, pero con la misma lengua; y de acuerdo a las relaciones de los curacas de
charcas (1582), de Miranda (1583) y de Capoche (1585) se puede conocer dice el autor
“cuáles fueron los reynos kollas y cuáles los aymaras”. Para comprender mejor a ese
criterio Espinoza elabora un cuadro de estos grupos de la siguiente manera:
- Hatunkolla - Pakaxe
- Cana - Lupaka
- Canchi - Llakxa
- Kolla - Karakara
- Chumpipila - Killaka
- Cabana - Karanka
- Caruma - Lipiz
- Tarata - Karawuku
En realidad son muchos grupos, que por el hecho de no ser validados por los
estudios competentes, merecen poca atención (por no decir ninguna), cuando de hecho en
ellos podrían estar las pautas para resolver los famosos “misterios etnohistóricos”. Téngase
presente, que la concepción dual del espacio, estaban concebidos en base a las
características fisiográficas del escenario andino, lo cual estaba orientado hacia una
división ecológica puna-valle, a lo largo del eje: nor-oeste y sur-este. Precisamente allí
donde no se ha puesto las miradas, allí puede estar esperando las respuestas.
b) El reino Qolla
c) El señorío Pacaxe
La configuración Etnohistórica que se puede delinear preliminarmente en esta
oportunidad, la presentamos tomando en cuenta las escasas referencias bibliográficas,
adecuandolas a este trabajo.
Para los tiempos post Tiahuanaco se hablaba de un señorio cuya capital la ubican en
la localidad de Caquiaviri (Paredes 1931: 33). En las diversas prospecciones
arqueologicas que se han realizado para su respectivo estudio, abarcan los límites de la
actual provincia Pacajes. Sus límites que datan de creación política (29-3-1859), consigna
la provincia Ingavi. En este territorio existen sitios de industria lítica quiza conectada con
grupos de cazadores, como el Callapa, cerca al río Desaguadero (Portugal 1975:114-119).
HANANSAYA URINSAYA
- Alchayata - Ancaca
- Antoyo - Ancolari
- Camata - Anchi
- Capinota (Bolivia) - Colala
- Collacache - Carragua
- Congaché - Cochira
- Cota - Consata
- Cotana - Cosini
- Cupi (Alfareros) - Cota
- Chocopa - Cotaui
- Cuchiraya - Cupi (Alfareros)
- Chillopampa - Chocapa
- Chasque - Charca
- Checa - Chayosaqui
- Chicanoma (Yungas de la coca) - Cholluyo
- Chunchulaca - Choyota
- Guarico - Checa
- Larecaja (Bolivia) - Chiconoma
- Hanchi - Chimoche
- Moquegua (Otra región) - Chuquiabo (Bolivia)
- Hancacama - Guaripo
- Parina - Larecaja (Bolivia)
- Quina (Arequipa) - Luquina
- Quillacona (Chiguata) - Moquegua (Otra región)
- Quijota - Nuñomarka
- Sama - Ocara
- Suchire - Otama
- Sumacaya (Plateros) - Pallalla
- Gamacoche - Pampacasi
- Tacasa - Pacani
- Titilaca - Quilca
- Pukara - Quillocoma
- Chimba (Arequipa) - Quipeta
- Caracollo (Tambo-Ilo) - Socapa
- Suchiri
- Sumacaya (Plateros)
- Tarata (Tacna)
- Tiquina (Bolivia)
- Tiracoma
- Titata
- Titilaca
- Vilacota
- Visachata
- Impayo
- Chayata
Durante la visita de Garci Diez comenta Gisbert (1987: 140). Los jefes de los
Lupakas éran Martín Cari para la parcialidad de Hanansaya y Martín Cusi para la
parcialidad de Urinsaya, jóvenes que habian sucedido a Pedro Cutimbo, viejo centenario,
quien en forma exepcional y extradinastica había gobernado solo, desde tiempos de
Huayna Capac a quién acompañó a la conquista de Tomebamba en el Ecuador, llevando
Lupakas como guerreros, los Incas siempre escogieron gente del Altiplano para sus
conquistas. La historia de los “Reyes Lupakas” con anterioridad a Cutimbo y Martín Cusi
es díficil de rastrear. Este último era nieto de Apo Khari y no tiene relación de sangre con
Cutimbo, quién parece ser un cacique impuesto por los Incas a despecho de la dinastía
local Khari. Apo Khari pertenecería a una generación anterior a Cutimbo y era
descendiente de aquel Khari que, según Cieza, pactó con el Inca viracocha en su lucha
contra Zapana, señor de Hatunkolla a quien venció y mató (Cieza 1553} 1880: 161). En
esta lucha con el señor de los Kollas, intervinieron muchos caciques “Aymaras” de la zona
sur, así los Guarachi de Machaca, en Pacaxes, se ufanan de que sus antecesores “Pasaron a
cuchillo a los de Hatunkolla” (Urioste 1978: 133). En este marco, es oportuno – aunque en
un cuadro tentativo – Exponer el esquema dinastico que proponen Saignes-Loza (1984), de
la dinastía Hatun Lupaka (tomado de Gisbert) y, es como sigue:
MALLKUS EN EL GOBIERNO SUCESOS CONTEMPORANEOS PROX.
LUPAKA
Qhari II.- Pacta con el Inca viracocha. - Los Quillacas de Guarachi matan a la gente de
Vence a Zapana en Hatuncolla. Hatunkolla que controlaba Machaca. Se
establece alli la dinastía Guarachi. Chuchicapac
gobierna en Hatunkolla (Sarmiento de Gamboa)
desde Cusco hasta chichas. Es vencido por
Pachacutec.
Qhari III.- Apo Khari gobernador del
Inca desde Cusco hasta Chile (Garci - Conquista Incaica.
Diez) gobierna con Tupac Inca
Yupanqui y Huayna Capac.
- Conquista española.
Qhari IV.- Prudencio Khari hijo de Apo
Khari tiene un hermano llamado Pacasa
que es el primer Khari que recibe el
bautismo. Pedro Cutimbo (1556-1565)
gobierna a los Lupakas (Hanan y Urin)
por minoría de edad de Bernardino hijo
de Prudencio. Con anterioridad había
acompañado al Inca en sus Campañas. - Visita de Garci Diez de San Miguel.
Qhari V.- Martín Khari (1567-1586)
hijo de Pacasa, Cogobierna a los
Lupakas junto a Martín Cusi.
Qhari VII.- Bartolomé Khari (1619- - Pleito entre Bartolomé Khari y los corregidores de
1680) último cacique de la familia Khari, Chucuito.
gobierna alternando con un interinato de
Chura. Después de él nuevos caciques
son nombrados por las autoridades
españolas
El estudio de Saignes-Loza sobre la dinastía Hatun Lupaka y sus sucesores llega
hasta la decada de 1680. Estudio seguramente basados en Cieza de León y Sarmiento de
Gamboa, que añaden el primer Khari aymara invasor, y el Khari vencedor de Zapana,
señor de los Kollas.
El control político del señorio Lupaka, se divide entre dos líderes diferentes,
reflejando la visión dual del territorio Lupaka, en dos grupos que vamos a llamar
“MOITIES”. Una división Moity, era conocida en aymara, como ALASAA y la otra como
el sector MAASAA. Dentro del reyno Lupaka a principios del siglo XV, sabemos que el
líder Alasaa era Khari y que el líder Maasaa se llamaba Cusi. El mayor estatus y
privilegios obviamente le eran otorgados por cierto al lider Khari y aparentemente
controlaba un territorio más extenso que el líder Cusi. Pero Ambos eran reconocidos como
jefes supremos.
El poder residía en el linaje de reyes y señores. Los Khari y los Zapana fueron dos
dinastías reynantes contemporaneas antes que los Incas. Constituían los extremos de un
solo concepto: Zapana, la unidad, y Khari la división, cuyos titulos se transmitian de
generación en generación, a tal punto que los primogénitos nacian y morian con el mismo
título de la familia ancestral. Pero históricamente estos términos pasan a representar
meramente la denominación de los gobernantes. Así, los crónistas que pasaron por este
reyno no conocieron al Khari primigenio, sí no al Khari sucesor de la dinastía. Es sólo a la
quinta generación, después de su conquista de la isla Titicaca y la realización del Pacto de
paz con los Incas, que estos jefes Lupakas de Chucuito pasan a ser conocidos por la
colonia.
La base económica del señorio Lupaka, se medía principalmente por la gran riqueza
en la ganadería de auquénidos (llamas, alpacas, Huanacos, etc.) cuidadosamente criados
para la obtención de lana, y usados en grandes caravanas de intercambio. Como habían
hecho los Tiwanakotas y talvéz como habían hecho grupos aun más antiguos del lago, los
Lupakas intercambiavan papa, sal y productos de altura por bienes desecados tanto
costeros como ballunos. El Trueque o intercambio no era el único método que los señores
aymaras usaban para asegurarse el acceso a bienes complementarios. Se sabe por
documentación histórica que los Lupaka desarrollaron un sistema de administración
espacial por pisos ecológicos denominado “Control Vertical” (J. Murra 1975) y
“Simbiosis interzonal” estudiadas simultaneamente por Ramiro Condarco (1970). Este
sistema económico consistió en el control de otros territorios fuera del nucleo principal de
dominio, que por la diversidad geográfica aseguraban la obtención de productos de Puna,
valle y tierras cálidas, conducidos por los denominados Mitimaes o Mitmas.
El Perú comprende tres grandes regiones naturales: la costa, los andes o la sierra y
la floresta amazónica. Al interior de ellas existe sorprendentes zonas ecológicas; y el
manejo inteligente de esta diversidad permitió a los antiguos pobladores peruanos alcanzar
grados superiores de cultura con desarrollo social, econ´pomico y político. El medio
geográfico que rodea a la ciudad metrópoli de Wari, corresponde a una formación
volcánica terciaria cuaternaria que dio origen a los diferentes espacios geográficos como el
valle de Huamanga, donde encontramos quebradas secas de corte transversal, las mismas
que se originan sobre los 3,500 m.s.n.m. en las alturas de Quinua y bajan cortando el
antiguo fondo lacustre integrado por el área de Pacaicasa en las inmediaciones de Wari.
Las precipitaciones pluviales es de diciembre a marzo, la temperatura promedio anual de es
18°C, la máxima es de 32°C y la mínima es de 6°C, cielo nublado parcial en las
temporadas de lluvia y despejado en las temporadas secas (Pérez, 1999:18).
La ciudad de Wari presenta un clima templado (2500 a 3000 m.s.n.m.), con una
vegetación de Estepa Espinoso montano bajo; donde predomina, la tuna, molle, tara,
sancay y la planta pati (carica augusti harms), que ha sido traido de los valles cálidos de la
ceja de la selva (Prov. La Mar – Ayacucho y la cuenca de la región de Huancavelica); y
una fauna variada donde sobrevivien los zorros, zorrinos, vizcacha, alcones, cernícalo,
murciélagos, lagartijas, etc. Entre los animales domésticos existen vacunos, ovino, caprino,
procinos, caballos, burros, etc.
En los años de 1553, el cronista Cieza de León por vez Primera recoge información
de los indígenas que habitaban en esta región “el mayor río tiene por nombre Viñaque, a
donde están unos grandes muy antiquísimo edificios, por cierto, según están gastados y
reunidos, deben de haber pasado por ellos muchas edades, preguntando a los indios
comarcanos quién hizo aquella antigualla, respnden que otras gentes bárbadas y
blancas como nosotros, las cuales, mucho tiempo antes que los incas reinasen, dicen
que vinieron a estas partes e hicieron allí su morada. Y de esto y de otros edificios
antiguos que hay en este reino que parece que no son la traza de ellos como los que los
incas hicieron o mandaron a hacer. Por que este edificio era cuadrado y los de los incas,
largos y angostos” (Pedro Cieza de León 1973:207).
Los trabajos con carácter científica se iniciaronen el año de 1931 – 1942, con la
exploración de Julio César Tello, en 1946 por John Rowe, DonaldCollier y Gordon Willey;
en 1947 por Richard Schaedel, en 1950 por Wedell C. Bennett, desde 1960 a 1964 por Luis
Guillermo Lumbreras, en 1970 por Garry Vescelios, entre 1975 y 1977 por Mario
Benavides, entre 1973 y 1981 por William Isbell, entre 1978 y 1979 por Abelardo
Sandoval, en 1980 y 1982 por los investigadores Enrique Bragayrac y Enrique Gonzales,
en 1997 CTAR – Ayacucho en convenio con la UNSCH a cargo de Ismael Pérez, en 2003
INC – Ayacucho, en 2005 MINCETUR – PROVIAS RURAL en convenio con la INC –
Lima, entre otros. Aquí un cuadro cronológico elaborado por Enrique Gozales Carré
(Historia Prehispánica de Ayacucho, 2007) nos permite ver el desarrollo de los pueblos
dentro del territorio ayacuchano:
1.8.2. Evolucion y cronología en Ayacucho.
En el siglo XVI, cuando los españoles emprendieron la conquista del Perú, tuvieron
entre sus poderosos aliados a los pueblos Huanca, del actual valle del Mantaro, sin cuya
colaboración la empresa no habría logrado tan sorprendente éxito. Los jefes Jauja, desde
noviembre de 1532, iniciaron una serie de negociaciones, buscando un rápido
acercamiento a las fuerzas españolas. Enviaron a Cajamarca oro, diversos presentes y
servidores, no como parte del rescate de Atahualpa sino como obsequio a Pizarro, y tal
adhesión fortaleció notablemente la posición española en el Perú. La causa: "los indios de
Xauxa -escribió Diego Trujillo- eran enemigos de Ataohualpa".
Existen diversas noticias históricas y documentales sobre las poblaciones del antiguo
valle de Angoyacu, que los Incas conquistaron y añadieron al Tahuantinsuyu en el siglo
XV. Entre las principales, deben mencionarse las de Pedro de Cieza de León (1550),
Miguel de Estete (1534), Juan Martínez Kengifo (1584), Felipe Guamán Poma de Ayala
(1609), Juan Santa Cruz Pachacuti (1619), Hernando de Santillán (1563), Andrés de Vega
(1582). Corresponde, sin embargo, al Inca Garcüaso de la Vega una de las más cabales
síntesis de la historia social y legendaria de esta etnia. Escribe en sus Coméntanos Reales
(1609):
"...la provincia llamada Sausa, que los españoles... llaman Xauxa... tenía más de
treinta mil vecinos, todos debajo de un nombre y de una misma generación y apellido
que es Huanca. Précianse descender de un hombre y de una mujer que dicen que
salieron de una fuente; fueron belicosos; a los que prendían en las guerras desollaban;
unos pellejos henchían de ceniza y los ponían en un templo, por trofeos de sus hazañas; y
otros pellejos ponían en sus tambores diciendo que sus enemigos se acobardaban viendo
que eran de los suyos y huían en oyéndolos. Tenían sus pueblos, aunque pequeños, muy
fortalecidos, a manera de fortalezas que entre ellos usaban; porque con ser todos de una
nación, tenían bandos y pendencias sobre las tierras de labor y sobre los términos de
cada pueblo.
En su gentilidad, antes de ser conquistados por los Incas, adoraban por dios la
figura de un perro, y así lo tenían en sus templos por ídolo, y comían la carne de los
perros sabrosísimamente, que se perdían por ella. Sospéchase que adoraban al perro por
lo mucho que les sabía la carne; en suma, era la mayor fiesta que celebraban el convite
de un perro, y, para mayor ostentación de la devoción que tenían a los perros hacían de
sus cabezas - una manera de bocinas que tocaban en sus fiestas y bailes por música
muy suave a sus oídos; y en la guerra los tocaban para terror y asombro de sus
enemigos... Todas estas abusiones y crueldades les quitaron los Incas, aunque para
memoria de su antigüedad les permitieron que, como eran las bocinas de cabezas de
perros, los fuesen de allí adelante de cabezas de corzos, gamos o venados... y por la
afición o pasión con que esta nación comía los perros, les dijeron un sobrenombre que
vive hasta hoy, que nombrando el nombre Huanca, añaden "come perros". También
tuvieron un ídolo en figura de hombre; hablaba el demonio en él, mandaba lo que
quería y respondía a lo que le preguntaban, con el cual se quedaron los Huancas
después de ser conquistados, porque era oráculo hablador y no contradecía la idolatría
de los Incas, y desecharon el perro porque no consintieron adorar figuras de animales".
"A los quince capítulos, dijeron que antes del Inca, traían guerras unos con otros
por adquirir más tierras, y no salían de este valle a pelear, sino era, dentro del valle, los
de una banda del río que por él pasa con los indios de la otra; y que peleaban con unas
porras que hadan poniendo unas piedras horadadas en unos palos, y hondas, una
manera de fisgas, atando cuernos de venados en unos cordeles, y unos broquelejos de
madera y unos ayllos, que llaman, que son unos tres cordeles atados al cabo de unas
piezas de plomo y otras cosas, que arrojados se envolvía en las piernas de los
contrarios".62
Según Garcilaso, los Huancas fueron conquistados por el Inca Cápac Yupanqui, quien
mandó dividirlos en tres parcialidades: Sausa, Marcauillca y Llacsapalanca, ordenando que
se diferenciasen entre ellos por el color de su tocado.
El valle del Mantaro es una entidad geográfica y cultural que define la sierra central
del Perú. El río Mantaro es uno de los afluentes más importantes del Apurímac-Ucayali, no
sólo por el volumen de sus aguas sino también por el valor económico de su producción y
densidad demográfica que concentra en su valle.
El río Mantaro tiene una longitud aproximada de 724 km. nace en la Cordillera
Occidental, en nevados al este del departamento de Pasco, cuyas aguas se concentran en la
laguna de Acacocha, a 4000 m.s.n.m. de esta laguna desciende hacia el SE hasta abrirse
paso, a través de la Cordillera Oriental, por el abra de Izcuchaca. Luego sigue al Norte
hasta unirse con el río Apurímac, constituyéndose en uno de los afluentes del Amazonas.
Las dos curvas o meandros del Mantaro a que se aluden en el párrafo anterior fueron
conocidos y trazados desde el siglo XVII. En los mapas de entonces el Mantaro aparece en
su sector interandino de alta meseta con el nombre de "río Xauxa". Sin embargo, en 1791,
en el mapa del padre Manuel Sobreviela, donde también se destacan las dos curvas,
aparecen los nombres de Xauxa para la parte interandina y "Mantaro" para el sector de la
selva alta. El nombre de Xauxa es reemplazado por el de Mantaro para todo el río en el
plano de los ríos Apurímac y Tambo, trazado por Rafael Baluarte, en 1901. Al confluir el
Mantaro con el Apurímac, este último cambia de denominación y se llama río Ene.
Conviene anotar que el área geográfica del Mantaro en sus primeros 300 km. de
recorrido, entre la laguna de Junín, en el departamento de Pasco y la provincia de Huanta,
en el departamento de Ayacucho, puede dividírse en dos sectores, de los cuales el
comprendido entre Pasco y Jauja ofrece un paisaje agreste y frío, con pobre vegetación de
ichu, en general, limitado para el fácil desarrollo de la vida; luego, desde este punto hasta
Huanta, al ampliar su cauce, se convierte en un fértil valle templado, conformando una
microrregión cultural cuyo límite inicial está señalado por un pequeño estrechamiento
denominado Quellococha y el final, al sur de Huancavelica, está marcado por la naciente
del río Ichu y contrafuertes de la cordillera andina.
En el valle con alta densidad demográfica, las nuevas formas de vida coloniales
dieron origen a una serie de pequeñas poblaciones cuyo nombre se compuso
generalmente de un santo o una festividad del calendario católico y de la denominación
autóctona del asentamiento. Así, nacieron a lo largo del valle, y a partir de Jauja, los
pueblos de San Miguel de Huaripampa, la Natividad de Apata, La Asunción de
Matahuasi, San Jerónimo de Tunan, Santo Domingo de Sicaya, La Concepción de Achi,
La Ascensión de Mito, San Francisco de Orcotuna, Santa Ana de Síncos, Todos los
Santos de los Chongos, abreviados actualmente a: Huaripampa, Mito, San Jerónimo,
Orcotuna, Sicaya, Chongos, Acostambo, La Mejorada. El propio pueblo de Huancayo se
llamó, originalmente, La Trinidad de Huancayo mientras que Jauja fue, hasta los
primeros días de su etapa republicana, Santa Fe de Xauxa.
En la primera década del presente siglo, Paul Berthon (1911) y Emilio Gutiérrez de
Quintanilla (1913) describieron e ilustraron algunas esculturas líticas, objetos y ruinas
existentes en la vecindad de Jauja. Sin embargo, entre las investigaciones arqueológicas
iniciales deben mencionarse las de Federico Gálvez Durand, Alfred L. Kroeber, Lila
Morris O'Neale, Carlos Gutiérrez Noriega, Gladys Nomland, Hans Horkheimer, Harry
Tschopick, Ricardo Tello Devoto y Julio Espejo Núñez, quienes aportaron noticias y datos
de interés para la región e intentaron la primera caracterización del Reino Huanca a partir
de sus restos materiales.
Las primeras descripciones de la cerámica arqueológica del valle del Mantaro (Jauja-
Huancayo) datan de 1957, aun cuando Alfred L. Kroeber mencionara e ilustrara, ya en
1944, el Estilo Rojo sobre Claro, de San Blas, Junín; y Federico Gálvez Durand,
reconociera un "Estilo Mantaro" en sus colecciones de cerámica reunida a fines de la
década de 1930.
Los primeros estilos representativos de cerámica del valle del Mantaro (Huancayo-
Jauja) datan del Periodo Intermedio Temprano (0 - 400 d.C) y corresponden a los estilos
Usupuquio y Huacrapuquio, caracterizados por su decoración geométrica, pintada de color
rojo-púrpura o azul-púrpura sobre el fondo anaranjado de las vasijas, tipo que continuó en
uso a lo largo de todo el Horizonte Medio.
A fines del Horizonte Medio o comienzos del Periodo Intermedio Tardío, el estilo
Huacrapuquio cambió, gradualmente, a los estilos Mantaro de Base Clara, Mantaro Negro
sobre Blanco o Matapuquio, cuya decoración pintada incluye motivos geométricos lineales
de color púrpura azulado o marrón grisáceo sobre el fondo natural de las vasijas anaranjado
"claro, beige o crema.
El otro estilo de cerámica que aparece durante este Periodo es el Cántaro de Base
Roja o Arhuaturo Rojo, denominado también: Patán Qoto, Negro y Blanco sobre Rojo,
Callavalluri, Huanca, y sobre el cual llamaron la atención Rowe, en 1944, y Horkheimer,
en 1951. El estilo incluye vasijas con diseños geométricos pintados de color negro,
blanco, o blanco y negro sobre un fondo engobado de color rojo. Además, decoración
plástica, modelada en el cuello o el gollete, generalmente en forma de caras y tiras
aplicadas estampadas con cañas.
El desarrollo del estilo Mantaro de Base Roja es menos preciso que el del Mantaro de
Base Clara, existiendo diferencias sustantivas entre ambos, tanto en motivos decorativos
como en la forma de sus vasijas. Mientras el estilo Mantaro de Base Clara sugiere, a través
del estilo Matapuquio, relaciones genéticas con los estilos Huarpa Blanco sobre Negro
(Ayacucho), Coras (Acobamba) y Chancay Blanco sobre Negro (Costa central), la aparición
del estilo Mantaro de Base Roja resulta singular y no fue aparentemente resultado de la
adopción de un estilo de cerámica de otra área. La frecuencia del estilo Mantaro de Base
Roja es consistentemente baja, menos de 5% alrededor de Jauja, lo que sugiere que su centro
de origen estuvo probablemente en Huancayo, donde muestra una alta frecuencia.
"... que oyó decir que el primero de los Incas que conquistó y señoreó estas tierras
fue Topa Inga Yupangui y que éste era hijo de Pachacutec Inga Yupanqui y que el dicho
Pachacutec Inga, estaba en el Cusco porque era viejo y envió desde allá a Capac
Yupanqui, su hijo mayor y hermano de Topa Inga Yupanqui a conquistar hasta Vilcas y
que no pasase de allí; y porque había pasado adelante, envió a otro hijo Topa Inga a que
le matase por aquella desobediencia, el cual le mató y pasó adelante a conquistar y
señorear toda esta tierra hasta Quito...Que oyó decir a su padre y abuelo, que cuando vino
el dicho Inga a conquistar y señorear esta tierra se paró en un cerro, en este
repartimiento, con la gente que traía, que serían diez mil indios de guerra, que en su
lengua se llama huno.
Y que allí se fue su bisabuelo del testigo, que se llamaba Apu Guala, el cual le dio
la obediencia y le mochó. Y que había llevado consigo diez indios soldados, porque él era
uno de los Sinchiconas de este valle; y había dicho a los indios, que le respetaban por ser
su Sinchicona, que se estuvieran escondidos, porque él quería ver si el Inga le quería hacer
algún mal tratamiento o le mataba, y que así oyó decir a lo que dicho tiene, que el dicho
su bisabuelo llegó a hablar al dicho Inga y a sujetársele, y que los demás indios que
llevaba consigo y el dicho Topa Inga, oyó decir este testigo, que había dado al dicho su
bisabuelo unas camisetas y mantas galanas y unos vasos en que bebían que llaman entre
ellos aquilla".
Sin embargo, después de la conquista Inca entre los Huanca se observaron muy
pocas innovaciones tecnológicas. Amplios sectores de la economía y artesanía
permanecieron inmodificados y, salvo la imposición del almacenamiento a favor del
Estado en las grandes cólicas, los mayores cambios registrados incluyen: a. la construcción
del camino Inca; b. la conversión del "reino" en huamani o provincia; c. la organización
del valle en guaranga y pachaca; d. la división de los ayllos en parcialidades; e. la
construcción de un tambo a orillas del río Shulcas; f. la organización de Hananguanca en
guaranga; g. La guaranga de Jatun-Chongos fue convertida en residencia del Tocricot; h.
La guaranga de Huancayo, con 900 tributarios, fue dividida en nueve pachacas; i. La
imposición del culto al Sol y la edificación de templos dedicados al mismo; j. la aparición
en la tecnología metalúrgica, de los diseños incisos, el uso del molde y las aleaciones de
bronce, destacándose entre los objetos fabricados, discos de plata y cobre, tupu, agujas de
cobre y bronce con ojo doblado, cinceles, tumi y láminas de metal; k. finalmente, como
respuesta indígena local a las demandas productivas del Estado, se produjo la introducción
de azadas de piedra y grandes mazos para romper piedras.
Entre Jos productos agrícolas, las muestras incluyen: maíz (Zea mays), tarhui
(Lupinus mutabilis), quinua (Chenopodium quinoa) y tubérculos andinos: papa (Solanum
tuberosum) y oca (Oxalis tuberosa).
Sobre los Chancas existen diversas noticias históricas y documentales, así como
algunos esfuerzos iniciales para su identificación arqueológica. Sin embargo, en este
último aspecto poco es lo que se ha logrado, lo que pone en evidencia la carencia de un
método que permita la hermenéutica adecuada de los documentos sin incurrir en sofismas
ni abstracciones o llegar, simplemente, a una suma contradictoria de suposiciones.
"Debajo de este apellido Chanca se encierran otras muchas naciones como son:
Hancohuallu, Utunsulla, Uromarca, Uillca y otras, las cuales se jactan descender de
diversos padres, unas de una fuente, otras de una laguna, otras de un collado muy altos y
cada nación tenía por dios a lo que tenía por padre, y le ofrecía sacrificios. Los antepasados
de aquellas naciones vinieron de lejanas tierras y conquistaron muchas provincias, hasta
llegar donde entonces estaban, que es la provincia de Antahuailla, la cual ganaron por
fuerza de armas, y echaron sus antiguos moradores fuera de ella y arrinconaron y
estrecharon a los indios Quechuas en sus provincias, ganándoles muchas tierras; suje-
táronles a que les diesen tributo, tratábanlos con tiranía; hicieron otras cosas famosas de
que hoy se precian sus descendientes".
Compulsando la cita de Garcilaso con las diferentes noticias recogidas por otras
fuentes documentales quedan en evidencia dos hechos: primero, la diversidad de sus
componentes étnicos, que le aseguran el carácter de confederación propalado por los
cronistas y, segundo, la gran extensión de su territorio.
Entre las principales aldeas pertenecientes a este Periodo, sobre los cuales se
hubo de estructurar la organización política Inca, deben mencionarse: Huayllirca, en la
provincia de Lircay; Ricrapata, Coras, Allpas y Urumay, en la provincia de Acobamba;
San Cristóbal (Moya), Calapuchaca (Huanca-Huanca) y Sullmay en la provincia de
Huancavelica. Además, existen otras menores como Ranrapata o ChacasYachacmarca
y Maucallacta, en el distrito de Acoria. Provincia de Huancavelica, que adquirieron
importancia sólo durante el Horizonte Tardío.
En esta época en Acobamba aparece un nuevo tipo de entierro: los nichos de
tipo panel o “ventanillas”, excavadas en las paredes verticales de los tufos volcánicos que
emergen en la zona. Su presencia puede estimarse como originada por la permanencia de
antiguos grupos de poblaciones de la sierra norte, del departamento de Cajamarca, quizá
anteriores a la dominación Inca. Cabe recordar aquí la prestancia que adquirió la alfarería
del estilo Cajamarca III, durante el Horizonte Medio 2A.
Un estilo ligeramente más tardío, pero que convive en gran parte con éste, se
prolonga hasta la época siguiente, es el que Ramiro Matos denominaba Coras,
caracterizado por sus vasijas de manufactura tosca, bañadas con un grueso engobe de color
blanco cremoso y decoradas con diseños geométricos abigarrados, que combinan líneas
irregulares de colores rojo, Sepia y negro.
b) Ayacucho
Del 2000 a.C y los primeros años de nuestra era, datan los estilos alfareros
Wichqana, Quichqapata, Chupas y Rancha, asociados con centros ceremoniales. Las primeras
manifestaciones regionales, correspondientes a la cultura Huarpa, se fechan en los primeros
500 años d.C. Le siguen las manifestaciones Conchopata, que marcan el comienzo del
Horizonte Medio. Por entonces se produjo un gran desarrollo agrícola, cuyo centro fue
probablemente la región de Ñahuimpuquio, al sur de la ciudad de Ayacucho. Ñahuimpuquio,
según algunos autores, fue un centro administrativo importante desde el cual se organizaba y
controlaba la producción agropecuaria de la región.
Los Incas, después de su triunfo sobre los Chancas, tomaron como centro
administrativo a Vilcashuamán, donde edificaron diversas estructuras públicas én el más puro
estilo cusqueño.
c) Apurímac
Sobre las poblaciones pre-Inca que habitaron el área, Julio C. Tello ha señalado
que dentro de las naciones de los Andes del Ucayali, la nación Chanca que dominaba la
cuenca del río Pampas estaba constituida por cinco subnaciones menores: Atunsulla, que
ocupaba las márgenes del Alto Pampas; Tikiwa y Tankiwa, en las márgenes del Bajo
Pampas; Antamarca y Sora, en las cuencas del Apacara y del Pampachiri o Sora,
principales tributarios del Pampas. Por su parte, hacia 1870, en las Posesiones geográficas
de tas tribus que componían el antiguo Perú, Sir Clements R. Markham, apoyándose en
las fuentes históricas, sostenía que Andahuaylas fue el habitat original de la nación
Quechua que, al ser vencida por los Chanca, dejaron sus posesiones de Pampo, Pincus y
Huancar, y se replegaron hacia la quebrada de Pachachaca.
"En esta provincia hubo dos sinches ladrones, crueles y tiranos, llamados Uscovilca y
Ancovilca, que viniendo robando desde los términos de Guamanga, habían venido asentar al valle de
Andahuayllas y allí habían hecho dos parcialidades, Uscovilca que era el mayor y el más principal
instituyó su tierra y llamóla Hananchanca y Ancovilca hizo de la otra parcialidad llamándola
Urinchanca".
"Es gente rica y muy belicosa. Esta nación se llama Chanca, jáctanse descender
de un león y así lo tenían y adoraban por dios, y en sus grandes fiestas, antes y después de ser
conquistados por los reyes Incas, sacaban dos docenas de indios de la misma manera que pintan a
Hércules, cubiertos con el pellejo de león, y la cabeza del indio metida en la cabeza del león. Yo los vi
así en la fiesta del Santísimo Sacramento del Cusco".
Glosando esta cita, Luis E. Valcárcel afirma: "Estos chancas tenían por
progenitor a un felino y lo representaban en sus escudos y con su piel se vestían en sus fiestas
solemnes".
a) Los Asto
Las construcciones constan de una sola pieza con entrada única. Su diámetro
interior varía de 3 m a 6 m, siendo el promedio de 3,50 m a 4 m. Los muros de edificación
son del tipo pirca seca, opus emplectum, con relleno de cascajo. El espesor de las paredes
varía entre 50 cm y 60 cm. Aun cuando ninguno de los sitios ha mantenido la altura
original de sus paredes, ésta no habría sobrepasado los 2 m. Se desconoce el tipo de
cubierta y no se han encontrado evidencias que sugieran cuál fue. La puerta es estrecha, de
70 cm a 80 cm de ancho, con umbral de piedra. En las paredes no se encuentran huellas de
ventanas u hornacinas. El piso interior es de tierra apisonada, y en algunos hay evidencias
de fogones.
Una constatación final surgida de los análisis de polen indica que la frontera
agrícola en esta área ha sufrido un retroceso en los últimos 500 años, como consecuencia
de las modificaciones climáticas. En este aspecto, es interesante comprobar que el cultivo
del maíz alcanzaba entonces alturas mayores que la actual.
Si bien los movimientos de los ayar y la gesta de Manco Cápac se relacionan con
los inicios y el estabñleciomiento del grupo inca en el Cusco, el de la guerra contra los
chancasb se refiere a los comienzos de la grandeza inca, ambos mitos narran etapas bien
definidas en el desenvolvimiento del Estado. El primero señala sus irígenmes y sus
esfuerzos poara hacerse de un ligar en el valle, el segundo, la forma cómo rompieron el
círcilo de poderosos vecinos y cambiaron a su favor el equilibrio existente hasta entonces
entre las macroetnias.
También es obvio que el poderío incaico no se forjó solo, una serie de factores
positivos se aunaron para facilitar su engrandecimiento, a la par que una élite de hombres
capaces supieron aprovechar de las circunstancias para la creación del Tahuantinsuyo.
Cuando se trata de las conquistas incaicas debemos aclarar que, según las
evidencias arqueológicas onocidas a la fecha, su expansión databa de poco más de unn
siglo antes de la llegada de los europeos.
Esta ñusta había sido concubina de Pizarro de quien tuvo un hijo llamado
Francisco, como su padre. Después de la muerte del Marqués se cdasó con Juan de
Betanzos, experto quechuista e intérprete oficial en el Cusco. Es natural suponer que tiuvo
largas conversaciones con los parientes de su mujer, y que fueron ellos sus informantes
cuando en Virrey Antonio de Mendoza le ordenó escribir una relación que terminó en
1551.. Su obra permaneció inédita, y parte de ella se ha perdido, es probable que Sarmiento
de Gamboa, cuando redactaba su propia crónica, consultase el manuscrito de Betannzos.
Esta aclaración es necesaria para explicar por qué usamos de preferencia los datos de este
cronista, piues interesa examinar parte de un posible cantar inca.
Las chancas de acuerdo con sus mitos, señalaban cono su pacarina o lugar de
origen a la laguna de Choclococha. El nombre de Choclococha surgió, según Murúa
(1942, lib. 4, cap. VII), cuando en una batalla entablada entre los huancas y los huamanes
quedaron derrotados los huancas, quienes en su precipitada huida hecharon sus cargas de
maíz a la laguna, llamada antiguamente Acha. En el verano siguiente un excesivo calor
secó la laguna, y las semillas germinaron produciendo tiernos choclos. Desde entonces la
laguna se conoció con el nombre de Choclococha, tal como se le conoce actualmente. El
lugar está cercano al pueblo de Castrovirreyna, a una altura de 4,950 m.s.n.m.
Otra leyenda relacionada con la misma laguna, es mencoionada por Arriaga (1968).
Según él, durante la procesión de Corpus los indígenas llevaban en unas andas “dos
corderos de la tierra” que sacrificaban a las dos lagunas: Chclococha y Urcococha,
diciendo que las llamas tuvieron allí su origen.
Al igual que los incas, el grupo chanca comprendía varion ayllus divididos también
en dos bandos: hanan y hurin. Los pertenecientes a la mitad de arriba decían que su jefe
mítico era Uscovilca, mientras que los del bando de abajo consideraban a Ancovilca como
su antepasado, y ambos personajes, como ídolos, en forma de piedras o guanca eran
llevados a sus guerras (Sarmiento de Gamboa, 1943, cap. 26).
Antes de mencionar los diversos ayllus que componían la etnía de los chancas
veremos el significado del apelativo. El diccionario de Bertonio (1956) contiene la palabra
cchancca, hilo de lana. Gonzales Holguin (1952) en su diccionario quechua menciona:
chanca zzzapa, bambolearse, andar temblando; chancani o zzanzzani, ir saltando; chanca
pierna. Según Recaredo Pérez Palma (1938), chanca es la parte del cuerpo en que se unen
las extremidades y el sexo.
¿Serían los propios chancas quienes se llamaran con esa cvoz, o sería un apodo
dado por los quechuas de Andahuuaylas o por los cusqueños por su forma de caminar?.
Los chancas de Andahuaylas parecían ser parientes cercanos de los demás grupos que
habitaban en la actual provincia de Ayacucho. Garcilaso (1943, lib, 4 cap. XV) que
comprendía el grupo de los chancas, según él eran: los hanco-huallus, los utunsullas y los
urumarcas, habitantes del valle del rio Pampas; los vilcas, de la meseta que está sobre la
orilla izquierda del mismo río; los pocras, de los valles que circundan la actual ciudad de
Ayacucho; los iquichanos, de las montañas al norte de Huanta; los morochucos de
Cangallo y, por último, los tacmanes y los quiñuallas que vivian entre Abancay y la
cordillera nevada.
La leyenda narra que estando solo y muy acongojado por la situación, el virtuoso
joven Cusi Yupanqui se quedó dormido, y en sueños se le apareció la imagen del dios
Viracocha quien le profetizó su próxima victoria (esta parte del mito tiene un marcado
sabor europeo, pues la tradición andina mandaría ofrecer cuantiosos sacrificios a una huaca
para así obtener de ella un oráculo). Al día siguiente después de este sueño, aparecieron los
chancas sobre el cerro Carmenca y bajaron en atropellados escuadrones dando voces y
alaridos (ver Hernandez y Otros, 1987)
Según Cieza, los defensores de la ciudad habían cavado grandes fosos recubiertos
de ramas y tierra donde, en su apresurada carrera, fueron cayendo los chancas. Sarmiento
de Gamboa (1943, cap. 27) habla de la ayuda proporcionada por la Curaca Chañan Curi
Coca, perteneciente a los ayllus de Choco y Cachona, quien al frente de su ejército rechazó
el ataque enemigo.
Mientras tanto Cusi Yupanqui y los siete jefes “hermanos” lograron detener la
embestida chanca y, aprovechando la situacion, el joven príncipe se lanzo hacia sus
enemigos para apoderarse del ídolo o guanca que representaba a Uscuvilca, y de su
unancha o estandarte. Los chancas, viéndose sin su mallqui se dieron a la fuga y no se
detuvieron hasta llegar a Ichupampa. Los sinchi o curacas vecinos que aguardaban el
resultado de la batalla apostados en las alturas cercanas al Cusco, abandonaron sus puestos
para unirse a las victoriosas fuerzas cusqueñas y perseguir a sus enemigos.
Para Sarmiento de Gamboa (1943, cap.28), el segundo encuentro contra los chancas
tuvo lugar en Ichupampa, esta vez los efectivos cusqueños fueron engrosados por los
ejércitos de los curacas vecinos deseosos de plegarse a los victoriosos incas. En el
encuentro perecieron los dos jefes chancas y la desordenada desbandada de sus huestes
permitió a los incas reunir un cuantioso botín, suceso de gran trascendencia para el
desarrollo del encumbramiento cusqueño, como lo veremos más adelante.
Dada la situación, Cusi Yupanqui ordenó que sus efectivos se dividieran en dos
partes, una se quedaría con él, y otra seguiría a la gente de Viracocha para averiguar si se
trataba de una emboscada oi si marchaban al Cusco con el fin de iniciar algún movimiento
contra Cusi. Mientras tanto Viracocha aguardaba a Yupanqui en un aposento con los
sometidos jefes chancas tendidos en el piso, pero Cusi temerosos de una traición entró a la
callana rodeado de sus hombres bien armados. Al insistir Viracocha en que fuese Urco
quien asumiera el triunfo Yupanqui decidió recoger el botín y retornar al Cusco. En el
camino fue atacado por la gente de Viracocha cuando pasaba por un desfiladero pero,
advertido, la emboscada fracasó. Y el joven hizo su triunfal ingreso al Cusco.
4
Waldemar Espinoza sostiene que es el fruto de un largo y fecundo proceso cultural, cuyos antecedentes
remotos arrancaron aproximadamente hacía dieciocho mil años antes de Jesucristo.
o reconstruir el etado poderoso que gobernaron sus antepasados de Taipicala, estado
destruido por los aymaras”.
LOS WALLA: Al parecer son los más antiguos habitantes del <Cuzco>, vivían en
los terrenos del Aynapata en las faldas del cerro, al oriente de <Cuzco>, camino a Charcas.
Su aldea principal se llamaba Pachatusán. Su jefe (Sinchi ) a la llegada de los incas, era
<Sinchi Apo Cagua>.
Se conoce, también, a través de las fuentes escritas que, existió un reino que se opuso
fuertemente a la etnia de los Inkas, hasta, por lo menos, antes del establecimiento del gran
Tawantisuyu, hecho por Pachakutiq. El estilo de cerámica que practicaron estos ha sido
denominada <killke>. Nos referimos a los:
<AYARMACA> y <PINAGUA>: Primero partamos de que algunos las consideran
dos reynos diferentes, pero, entre otros Espinoza, considera que es una sola: <Ayarmaca>
5
Waldemar Espinoza Soriano, sostiene que esta etnia migrante, serían los sobrevivientes de TAYPIQALA
(ahora llamada Tiwanaku). Etnia que fue destruida y perseguida por los aymaras, venidos Tucumán y
Coquimbo, que invadieron sus territorios ubicados en la altiplanicie lacustre. Esta etnia estaría compuesta por
la élite sacerdotal sobreviviente, que correspondía al Urintaypiqala, puesto que la élite del Anantaypiqala
habría sido aniquilada. Quien dirigía este grupo migrante se llamaba <Apo tambo> (Espinoza 1997: 36-46).
(Anan) comprendía desde <Quiquijana>, por el sur, hasta <jaquijaguana> (pampas de
Anta) y <Ollantaitambo>. A su jefe se le denominaba genéricamente <Tocay Cápac>.
El orden e ocupación del paraje, futuro <Cusco> habría sido, primero los Walla,
seguido de los Sawasera, posteriomente los Antasaya y luego los Ayaruchu. No es posible
determinar en qué momento los <Poque> y los <Lare> ocuparon este espacio (Espinoza
1997)
<Acamama>, la que sería la futura capital del Tawantinsuyu, estaba dividida en
cuatro sectores, los mismo que reflejan, de por sí, un ancestral entendimiento
cmsmovisional de dualidad y complementaria (Espinoza 1997) (Rostworoskyb1997):
1. <Quinticancha> (Picaflor)
2. <Chumbicancha> (Tejedores)
3. <Sairecancha> (¿Tabaco?)
4. <Yarumbuycancha> (¿?)
Hay una coincidencia entre los historiadores en la denominación de los cuatro
sectores, pero sólo coinciden en el significado de tres de ellos, para el cuarto sectores no es
posible encontrar un significado entre estos estudiosos. Rostworosky sostiene que era una
sector donde se mezclan gentes de diverso origen étnico, principalmente quechuas y
aymaras (Rostoworosky 1992b: 25).
A cada gobernante Inka le correspondía una Panaka6. A éstas se les asignaba tierras,
y todo aquello que en vida era del Inka gobernante. Así tenemos a continuación la relación
de Inkas y las Panakas que generaron (Espinoza 1997: 47 - 104 ) (Rostworosky 1992b:38):
INKA PANAKA
Hurincusco
<Manco Capac> <Chima Panaka>
<Sinchi Roca> <Raura Panaka>
<Lloque Yupanqui> <Aguanin Panaka>
<Maita Capac> <Usca maita Panaka>
<Capac Yupanqui> <Apo maita Panaka>
Hanancusco
<Inca Roca> <uicaquirao Panaka>
<Yahuar Huacac> <Aucalli Panaka>
<Viracocha> <Socso Panaka>
<Pachacutec> <Hatun Ayllu Panaka>
6
PANAKA: “Se formaba con los descendientes de ambos sexos de un Inka reinante, y excluía al que asumía
el poder. (...) tenía por obligación conserva la momia del gobernante fallecido y guardarel recuerdo de su
vida y hazañas a través de cantares... “(Rostowosky 1992b: 35-36).
<Tupac Yupanqui> <Capac Ayllu Panaka >
<Huayna Capac> <Tumebamba Panaka>
Es necesario tener en cuenta que, la momia del primer Inka, <Manco Capac>, según
Espinoza (1997), fue enviada al templo de la isla Titikaka, así como la de su esposa
<Mama Ocllo>, que fue enviada al templo de la isla Coatí del Mamaquta o Pukinaqucha
(hoy Lago Titikaka).
I.- La élite: La familia real tenía un origen divino, hijos del Sol7. A este esquema
correspondían:
a) El Inka o Sapainka. Tenía el mismo rango el Sacerdote del Sol (Inka del Urin) y la
Coya.
b).- Las Panakas o Ayllus reales, integrado por los descendientes de los soberanos, dentro
de los cuales se seleccionaba a los mandos militares, administrativos.
1.- Los Inkas de privilegio. Dado, principalmente, por Pachakutiq, a la nobleza de las
etnias aliadas al Tawantinsuyu en sus guerras; los que desempeñaban también cargos.
I.- El sacerdocio El Inka del urin era el gran sacerdote. En general el grupo sacerdotal,
encargado del cultocsolar, componía una casta específica.
II.- Inkas simbólicos El Inka (de sangre) elevaba a Inkas simbólicos a los curacas o
jefes de las etnias aliadas, y etnias, que le permitieron sostener sus largas guerra de
expansión. Quedaron permitidos de celebrar el WARCHIKUY; incluso algunos ayllus,
como Inkas simbólicos, fueron señalados para cumplir funciones en la organización
política y administrativa del estado
III.- Artesanos Entre éstos había, al parecer, categorías y status. Los expertos y más
antiguos, frente a los novatos, los que servía al Inka, frente a los que trabajaban por su
cuenta, los orfebres y plateros, frente a los alfareros, ojoteros, etc.
IV.- Mercaderes Eran los que operaban y controlaban, principalmente, el comercio del
MULLU y de las CARACOLAS COLORADAS. Estaban exonerados del ayni, minqa y
mitas, aunque pagaban tributos a sus curacas y al estado, pero en especies. Por su
condición de viajeros y conocedores de lenguas eran usados como agentes, y hasta espías.
7
En la mitología de la zona de Pachacamaq se dice que el sol hizo caer tres huevos: uno de oro, uno de plata
y el uno de cobre; de los cuales nacieron los habitantes en el siguiente orden: del huevo de oro nacieron los
nobles (curacas), del huevo de plata nacieron las mujeres de la nobleza, y del huevo de cobre los Atún Runa.
V.- Los Hatun Runas Eran los habitantes que componían los ayllus. Eran de vida
eminentemente rural. Constituía la mano de obra indispensable, a través de turnos, la que
era recompensada. Dentro de esa categoría también había diferencias.
VI. El Ejército Por sus servicios recibían tierras del Inka y que, progresivamente, iban
obteniendo influencia.
VII.- Los Yanakuna y los Yanayacu Personas que tenían la condición de SERVILES
en beneficio de los grupos de élite. La conformaban los prisioneros de guerra, los que
heredaron esta condición, los que fueron nados por el Inka a guerreros y otros.
Desempeñaban trabajos de toda índole pero en lo esencialserviles en las labores
domésticas, pastoriles y agrarias. Al igual que el resto, al interior de estos también había
categorizaciones; por estar aislados de sus ayllus de procedencia, no se les repartía tierras y
se casaban entgre yanas.
Las familias de los ayllus eran agrupas siguiendo el sistema decimal. Así, quedan
agrupados según el caso: 100 familias denominada pachaka, cuyos cabeza de familia se
llamaba <purej> y su jefe <pachaca-curaca>. Los ayllus de 500 familias se denominaban
<pichca-waranaka>, y su jefe <pichcawaranaka - curaca>; las unidades de 1 000 familias
WARANKA y su jefe <Waranka-curaca>; y la de 10 000 familias <huno>, y su jefe
<huno-curaca>.
1. Del estado
2. Del Inka (Sapainka), como patrimonio suyo.
3. De las Panakas o ayllus de la realeza cusqueña.
4. De los ayllus. De tipo colectiva.
5. Del culto, a cargo de los sacerdotes.
6. De la nobleza regional y local (curacas).
b).- Lotes en usufructo a cargo de Pinas, pero únicamente en los aledaños a cocales del
estado u del sapainka.
Dios ordenador, cuya función principal fue la de indicar o señalar el rol y las
funciones que debían cumplir los hombres, animales y vegetales, en la Tierra. Según la
ancestral tradición Puquina creó a Willka8y a Killa, que son sus hijos.
8
En el Aymara más antiguo. Su traducción el Sol. Podemos encontrar su empleo en mucho nombres del valle
Sagrado, por ejemplo: <Vilcanota> que debería ser Willkanuta, es decir el rio solar o el río del Sol. En el
que quechua se le denomina Inti, forma con la cual a trascendido y llegado hasta nosotros, perdiéndose su
forma original Willka.
controlaba y gobernaba a los volcanes y los aluviones. Según el mito Tunupa tuvo dos
ayudantes o enviados, o quizá sólo uno: Tarapacá y ¿Taguapaca?.
Inti Según el estudio de especialistas es el Dios privativo de la etnia Inka, del que se
consideraban descendientes. Se le consideraba como fertilizador de la Tierra y por ser
eterno. A las etnias que lo tenía por dios principal se les ha denominado como culturas
Solares. La imagen que representaba al Inti en los templos de <Cusco> se llamaba
P’unchaw, que estaba confeccionada completamente en Oro. Se dice que tenía la forma de
un niño con la parafernalia parecida a la de los señores Inka.
Killa Diosa, algunos estudiosos la denominan como hermana de Inti. Era considerada
como la señora el Mar, de los Vientos, del parto de las mujeres.
Achachila o Wamaní o Hirka Deidad que mora en los cerros o montes más altos. Es una
entidad controladora de los fenómenos meteorológicos. Es considerado también el
protector de un determinado grupo o etnia.
Paqarina Cada grupo étnico tenía y conocía el lugar de su origen al que denominaban
Paqarina, la misma que podía ser un cerro, un puquio, manantiales, lagunas, cráteres,
cuevas, huecos en árboles. Pero todas estas Paqarina de los diferentes grupos o etnias, en la
totalidad del espacio andino, se creían que estaban comunicadas con la Paqarina Mayor, la
del Lago Mamaquta o Pukinaqucha (llamada Titikaka por los españoles) (Espinoza 1997:
462).
La estructura de sus pachas está diseñada de tal manera que presenta el siguiente detalle:
El Hanan pacha o espacio de arriba, en la cual moran las divinidades más importantes. Es
el espacio y tiempo infinito.
El Ukhu pacha o espacio de abajo, en el que moran otros dioses, que no necesariamente
están ligados a lo negativo, ni mucho menos diabólico 9. Es el espacio y tiempo infinito; y,
a su vez, básicamente físico.
El Kay pacha o espacio de aquí, en el que mora el hombre, done debe realizarse todas las
cosas para estar en bien con los dioses.
El Auki pacha o el gran regente que unifica los otros espacios haciendo de ellos una
unidad. Es el espacio y tiempo infinito, y, básicamente, energético y espiritual.
Como se puede ver, continúa la composición cuatripartita, su composición de
complementariedad y dualidad
9
Veamos este relato para entender algo de esta concepción “Qun, Deidad del fuego, desordenado, travieso y
descuidado, destruía los sembríos y mataba a los animales que criaba la humanidad; Wiraqucha, deidad
suprema, se compadece de su humanidad y determina que Qun sea capturado y confinado a los
profundidades de la tierra, como castigo al daño que hacía a su gente. Cuando Qun es capturado, es necesario
que alguien se encargue de su custodia, alguien que le dé tranquilidad y seguridad a Wiraqucha en esa
responsabilidad; por ello recurre a SUPAYA o SUPAY (descrito como anciano de faz muy arrugada y
temible, apoyado en un bastón de corteza de árbol), quien es encargado para tal función. Desde ese momento,
el hombre andino, le rinde reverencias y ofrendas a SUPAY por su gran responsabilidad de evitar que la
humanidad sufra desgracias por culpa de Qun”.
10
Este etnocidio a conducido a la desaparición de muchísimos grupos étnicos que sólo existen en los
registros escritos y la tradición oral (acaso ésta ya extinta), es más, en nuestro tiempo, ya no es posible hablar
de etnias puras, al menos en nuestro riquísimo espacio andino altiplánico.
antigua, para evitar sea “extirpada” completamente, que al final deviene en un sincretismo
sumamente importante que da fe de la resistencia ancestral andina.
No es insulso recalcar aquí que, la comprensión que debió de darse entre los
originarios del Ande y los europeos, no fue fácil, ni actualmente los es; debido a que tanto
uno y otro correspondían a mundos diferentes, ajenos y opuestos
Ahora, veamos como el pueblo andino ha ido conservando sus orígenes religiosos,
encubriéndolos con máscaras de la religiosidad occidental, resistiéndose a que desaparezca
su presencia ancestral.
11
Producto, no solo de la guerra territorial, sino, con mayor incidencia, de la guerra en nombre, unos de su
Dios Musulmanes y, otros, de su Dios Católico.
12
No olvidemos que España no tenía riquezas ni recursos, para solventar y hacer frente a las guerras de
reconquista, por lo tanto no tenía con qué pagar a sus soldados. La solución que encontraron fue de que sus
tropas se quedaran con la s riquezas que lograran obtener de los moros que fueran echados de su territorio; y
todo ese robo y expoliación lo hacía en nombre de los Reyes de España. Esta práctica es la que llega a
nuestro Ande.
Para esto partamos de un primer dato de mucha importancia en la historia. Los
ayllus y pueblos andinos, así como de otras demarcaciones sociopolíticas pre-hispánicas, a
la llegada e invasión española fueron desarticulados y destruidas, a través de su
adjudicación a encomenderos. Estos, a parte de los frailes y religiosos llegados, se
encargaron, a toda costa, de reprimir y hacer olvidar a sus dioses a los antiguos andinos, y
que se convirtieran al cristianismo, siendo los “extirpadores de idolatría” los
principalmente encargados de hacer este trabajo, no sólo de perseguir y asesinar a los
responsables de dirigir el culto ancestral, sino también de destruir los centros ceremoniales,
wakas y esculturas sagradas13, y la institución más macabra de represión, tortura y muerte:
“La Santa Inquisición”. Ello obligó a que los maestros encargados de dirigir el culto
tuvieran que esconderse, y negar, frente a la pregunta de los invasores, su real función y
origen. Iniciándose una resistencia silenciosa.
En cuanto a las invocaciones, rezos y cánticos que hacen con nombres de santos (a)
y dios occidental, estos originariamente fueron de deidades andinas: Wiraqucha fue
reemplazado por Tayta Dios, la invocación a los apus por nombres de santos. Esto último
debido a que fueron reemplazados los nombres de los apus tuterales por nombres de santos
católicos; es decir, los nombres de nuestros cerros tuterales recibió nombres de santos
Católicos; al suceder esto, los maestros de otras generaciones, más jóvenes, comenzaron a
invocar a los apus a partir de su nueva denominación ya católica.
13
En la actualidad muchas variantes del cristianismo están haciendo que sus fieles convertidos, vayan y
destruyan los restos arqueológico, que no dejen piedra sobre piedra alguna, con el mismo argumento de los
invasores españoles del siglo XVI, que son obras del demonio, sin interesarles que son una riqueza histórica
y testigos mudos de la grandeza de nuestro pasado, contribuyendo a borrar nuestra memoria histórica.
14
Rostworosky 1970) sostiene que eran los mercaderes de la cultura Chincha los responsables de este tráfico
comercial, desde la costa hacia otros territorios.
La Festividad de la Virgen de Copacabana tiene su origen en una antigua deidad
andina llamada. A este respecto el Cronista Ramos Gavilán nos dice (1988 [1621]:191) que
entre los ídolo hallados, en el asiento de Copacabana, que era el más representativo y
principal, se hallaba la Waka de Copacabana, describiéndolo como un ídolo de piedra
azul muy vistosa y consistía en un rostro humano “destroncado de pies y manos”, con
cuerpo en forma de pez. Según Ramos Gavilán era el más representativo y adorado de los
“Yunguyos”, y estaba ubicad”sensualidades”.
En oposición a esta Waka estaba el <Copacati>, que era considera segunda Waka
de los Yunguyo, descrita como una piedra con “figura feísima” y un ensortijado de
serpientes en la cabeza, ubicada en un cerro alto del mismo nombre (Ibid: 196). Así, la
Waka de Copacabana esta situada a orillas del lago, siendo la deidad de las aguas de abajo,
mientras <Copacati> era la deidad de las aguas de arriba, simbolizando las lluvias
(Rostworosky 1983).
Otro aspecto de nuestra cultura ancestral que se resiste a morir es nuestra medicina.
Ni la ciencia moderna, actual ha podido desplazarla, muy a pesar de la campaña de
desprestigio y ataque, ha sido posible su desaparición; al contrario, ha dado muestras de su
eficacia, allí donde la medicina moderna es completamente incapaz. Quizá, la alarma está
en que algunas plantas y animales e insectos que se empleaban en las curaciones, ya no se
usan actualmente, perdiéndose ese conocimiento, sólo los legendarios “kallaguayos”
mantienen el registro de miles de estas planta, animales e insectos. Ya para nosotros es de
difícil acceso a esa sabiduría, producto del progresivo hermetismo y recelo de éstos.
17[3]
José Antonio Maravall, Estado moderno y mentalidad social, siglos XV y XVII, (Madrid: Alianza, 1986), n,
p. 27.
18[4]
James Lockhart y Stuart Schwartz, Early Latin America, (Cambridge: Cambridge University Press, 1983),
p. 7.
a la propiedad y a la herencia, así como a importantes derechos consuetudinarios y
formales. Según las Siete Partidas y las Leyes de Toro, que establecieron las grandes
coordenadas legales que rigieron durante siglos la sociedad ibérica, hombres y mujeres
tenían iguales derechos al patrimonio familiar por lo menos en principio 19[5]. Aunque hubo
ocasiones, como en el caso de los mayorazgos, donde se definieron privilegios masculinos
en detrimento de la condición femenina. Además, las mujeres tuvieron una acción limitada
en el ámbito público y la tutela masculina fue preeminente en la configuración de su
interacción social. En cuanto a las opciones matrimoniales femeninas, en general, estaban
orientadas por las voluntades paternas 20[6]. Incluso entre las personas de más modesta
condición, los intereses maternales tenían preeminencia sobre consideraciones afectivas o
estéticas21[7].
Los conquistadores españoles eran tributarios de una tradición en la que el estatus
de la naturaleza femenina era discutible. Las autoridades religiosas habían argumentado la
inferioridad de las mujeres. Esta concepción la encontramos a lo largo de toda la tradición
occidental22[8]. Estas ideas son recogidas en el siglo XV y condensadas en el Manual para
los Inquisidores Malleus Maleficarum: las mujeres eran moral y mentalmente inferiores a
los nombres23[9]. Estas eran particularmente proclives al mal y débiles frente a las
tentaciones, lo que las hacía fáciles vehículos e las obras del demonio. Estas características
las ubicaban necesariamente bajo la, tutela masculina -padre, esposo o sacerdote-
adscribiéndoles así un rango de menores.
En este contexto, el matrimonio fue respetado como institución Y sacramento, y
las relaciones sexuales al margen del matrimonio fueron consideradas una falta grave a lo
largo de los últimos siglos de la España medieval. La Iglesia, por lo pronto, las tipificó
como pecado, y en lo jurídico y civil también fueron susceptibles de condenas y sanciones.
La legislación de la época está especialmente afanada por controlar las distintas moda-
lidades de relaciones extra conyugales existentes 24[10]. No obstante, el concubinato y el
adulterio fueron fenómenos extensamente difundidos en las ciudades españolas durante los
siglos XVI y XVII. El clero, aristocracia, los grupos dominantes en general estaban lejos
de ser estrictos en lo que a materia de observación sexual se trataba, y mostraron una
19[5]
Charles Boxer, Women in Iberian Expansion Overseas. 1514-1815, (New York: Oxford University Press,
1975), p. 52.
20[6]
Lockhart y Schwartz, Early Latin America; Martín, Daugh ters; Mariló Vigil, La vida de las mujeres en los
siglos XVI y XVII,
25[11]
Bennassar, The Spanish Character, p. 201.
26[12]
Otra manifestación de la flexibilidad, por lo menos de Ias instancias civiles, fue la difusión de la
barraganía. La barraganía legitimaba moral y jurídicamente la convivencia entre solteros; el vinculo estaba
basado en la amistad y en la fidelidad. En un contrato firmado ante un escribano público, se regulaba el
régimen económico, el destino de los hijos y de la herencia, así como ciertas normas para la protección de las
mujeres. Pero el vínculo no suponía derechos y obligaciones iguales para los hombres y las mujeres. La
mujer estaba sometida a la potestad del hombre. En las escrituras de barraganía del siglo XV el hombre
manifestaba que "ha tenido y tiene a la muger", mientras ella afirmaba estar "bajo su mano y a su querer y
mandamiento", Córdoba de la Llave, "Las relaciones"
27[13]
Ibid., p. 611.
28[14]
Ver el capítulo V de este trabajo.
29[15]
En lo que va de la investigación biográfica de los conquistadores, es virtualmente imposible conocer con
relativa certeza la extensión del origen ilegítimo de éstos. En la obra de Lockhart sobre los hombres
españoles que participaron en la captura de Atahualpa en Cajamarca podemos encontrar datos interesantes..
En la mayor parte de los casos, más de la mitad, no aparece información alguna sobre los Padres de los
"hombres de Cajamarca". Se desprende que aproximadamente un tercio de dichos conquistadores sabían
quiénes eran sus padres. Sólo sabemos que once de éstos eran positivamente legítimos y cuatro no
legítimos. De los treinta y tres restantes si bien aparecen señalados los nombres. de ambos padres no
aparece mención alguna sobre si los padres eran casados o no. En siete casos de los presentes en la
captura del inca sólo aparece el nombre del padre, mientras que hay un solo caso en el que sólo se menciona
el nombre de la madre. Pedro Alconchel por ejemplo, hace dos testamentos y en ningún caso revela la
identidad de sus padres. De otro lado, Juan de Salinas y Miguel Ruiz figuran con padres conocidos, pero no
es posible saber si fueron .legítimos o no. James Lockhart, Los de Cajamarca. Un estudio social y biográfico
de los primeros con'quisfadores del Perú, 2 vols. (Lima: Ed. Milla Batres, 1986).
30[16]
En ciertas regiones, como en Piura por ejemplo, las capullanas detentaron un poder significativo. Hay
más testimonios sobre la existencia de curacas mujeres. Ver María Rostworowski, La mujer en la época pre-
hispánica, (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1986), p. 7. Pero, como señala 1. Silverblatt, queda por
averiguar el alcance del poder de las jefas mujeres en sus propios ayllus, y las formas en que se transmitían
dichos cargos. Irene Silverblatt, Luna, sol y brujas. Género y clase en los Andes prehispánicos y coloniales,
(Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas, 1990). pp. 13-14, 112-114.
esto que interesa ubicar aquí: el intercambio de mujeres a propósito de las alianzas
matrimoniales. Este fenómeno, que es casi una ley sociológica, es muy importante para
delimitar la distribución de derechos de acuerdo a los géneros y por lo tanto, las formas de
subordinación y dependencia entre los cónyuges 31[17]. La apropiación de las mujeres era
una fuente de autoridad y de prestigio. Significaba haber recibido reconocimiento de un
poderoso32[18]. Asimismo, el estatus de las mujeres dadas en intercambio estaba definido,
al menos en parte, por el rango del hombre que realizaba la entrega
El inca solía disponer de mujeres que otorgaba a otros señores importantes, ya fuese
para honrarlos o en señal de su poder. La entrega de mujeres, en este caso, expresaba la
supremacía del inca y la aceptación del don significaba la aceptación del vasallaje al señor
quechua. Se creaba una alianza política sellada por el intercambio de mujeres. Al mismo
tiempo, con esta práctica se insinuaba una diferenciación de derechos entre hombres y
mujeres. Los hombres tenían derechos sobre las mujeres que éstas no ejercían sobre
aquellos, ni sobre ellas mismas. Esto no quiere decir que las mujeres no pudieran recibir
mujeres como regalo y, por lo tanto, gozar de reconocimiento. A las mujeres nobles
también les regalaban objetos y personas, éstas últimas se convertían en servidores.
Huayna Cápac, por ejemplo, le otorgó a una de sus esposas, la curaca de Contarhuacho,
señora de Tocas y Huaylas, numerosos servidores, entre ellos trescientas mujeres 33[19]. Si
bien el intercambio de mujeres supone derechos desiguales para hombres y mujeres, los
criterios de reciprocidad entre los géneros proveían a las mujeres de derechos dentro de su
nuevo grupo de pertenencia.
Asimismo, el intercambio de mujeres implica alianza reciproca entre grupos.
Además, los derechos de transmisión paralela aseguraban a las mujeres el acceso a los
medios de subsistencia de la sociedad y el control de sus propias instituciones políticas y
religiosas34[20].
El intercambio de mujeres en la sociedad inca, de otro lado, se daba dentro de un
código de control sexual claramente pautado. El castigo del adulterio parece haber sido
drástico y las pautas de relaciones entre [os géneros eran bastante rígidas. Guamán Poma
comentaba a principios del siglo XVII "jamás se a hallado mujer perdida ni se a casado
perdida ni averse hallado adúltera. A la donzella y al donzel qúebrantado le matavan y le
colgaban bibo por una peña, ací mismo al adúltero y adúltera; es la justicia grave" 35[21].
A diferencia de lo que sucedía en España en el siglo XV a propósito del adulterio y
de la ilegitimidad, estos fenómenos parecen insulares en los grupos étnicos nativos que se
encontraban bajo el poder del Inca. Se trataba de sociedades orientadas a la producción
31[17]
Gayle Rubin,"The Traffic in Women: Notes on the Political Economy of Sex", Toward an Anthropology of
Women, edited by Rayna Reiter, (New York and London: Monthly Review Press, 1975), 157-210. Ver pp.
172-177.
32[18]
Rostworowski, La mujer, p. 8.
33[19]
Maria Rostworowski Doña Francisca Pizarro. Una ilustre mestiza, 1534-1598, (Lima: Instituto de Estudios
Peruanos, 1989), p. 16
34[20]
Aun no queda claro qué tan simétricamente en relación a los hombres. Hombres y mujeres realizaban un
trabajo complementario, y estaban obligados unos con otros. La interacción entre las fuerzas femeninas y
masculinas era esencial para la reproducción de la existencia social. Pero sostener que las relaciones
igualitarias entre los géneros se derivan de lo complementario no es tan convincente: la complementariedad y
las jerarquias no son necesariamente excluyentes. Para una muestra ver el trabajo de Marisol de la Cadena,
"'Las mujeres son más indias': Etnicidad y género en una comunidad del Cusco," Revista Andina 1, (9),
(1991): 4-35.
35[21]
Felipe Guamán Poma de Ayala,. Nueva corónica y buen gobierno, (México: Siglo Veintiuno, 1980), 1, p.
192.
agrícola, con un incipiente desarrollo de centros urbanos y una restringida actividad
mercantil. El sistema de organización social se basaba fundamentalmente en unidades
articuladas internamente a través de lazos de parentescos muy puntuales y definidos. Como
en la mayoría de sociedades de este tipo, los patrones matrimoniales debían observar
pautas relativamente estrictas a fin de que el acceso a la propiedad, patrilocal, matrifocal y
bilateral, común o individual, y los procesos productivos pudieran tener resultados
óptimos36[22].
La invasión española supuso para la mayoría de las mujeres nativas un cambio
radical. En cuanto a las mujeres nobles, la tradición hispana les permitió mantener el
acceso a [a propiedad de las tierras. Pero este acceso privado a las tierras que, en muchas
ocasiones se habían destinado a los cultos femeninos autónomos, fue también limitado.
Forma[mente se interrumpía una tradición local por la que [as mujeres heredaban lo que la
línea antecesora femenina había poseído, y sobre la cual, aparentemente, tenían derecho
absoluto37[23]. Ciertamente, las mujeres de la nobleza nativa pasaron de un sistema
patriarcal a otro, pero en el caso hispano el prestigio de éstas, según [as investigaciones
realizadas hasta ahora, se vio recortado38[24].
El reducido número de mujeres españolas, 39[25] el impulso sexual y la atracción que
conquistadores y mujeres nativas podían sentir mutuamente, trajo consigo el
establecimiento de relaciones consensuales más o menos duraderas. A esto se agregó el
afán de poder y el impulso hacia lo nuevo que caracterizaba a los hombres
fundamentalmente jóvenes que protagonizaban la conquista40[26]. Si es posible hablar en
términos de lo estrictamente físico en relación a las actitudes de los españoles hacia las
mujeres nativas, el exotismo de las mujeres indígenas, la belleza que los españoles
pudieron encontrar en ellas, no cabe duda, despertaron su deseo. Hay ciertos testimonios
que así lo expresan. Décadas antes Colón apuntaba en su diario de viaje: "Hay muy lindos
cuerpos de mujeres"41[27] Y sin embargo, el color diferente de piel fue asociado
tempranamente con cualidades estéticas. La piel menos blanca, oscura, fue identificada con
lo menos bello. El comentario de Garcilaso sobre Cusi Huarcay, mujer de Sayri Túpac, su
pariente, así lo expresa: "era hermossísima muger, y fuéralo mucho más si el color trigueño
36[22]
Hay testimonios de contemporáneos, como el de Guamán Poma que refuerzan esta impresión. El
desasosiego del cronista frente al comportamiento de mujeres indígenas se ubica dentro de lo que fue su
percepción del "mundo al reués". Las pautas de emparejamiento de su pueblo y de los otros nativos se
habían pervertido con la presencia de los hombres blancos, curas, corregidores y encomenderos. Estos he-
chos habían transgredido las fronteras de su espacio, usando labora! y sexualmente a las mujeres nativas,
engendrando "mestizillos", poniendo en juego la continuidad de su raza. Para él, las mujeres indias no son
victimas de esta situación, son protagonistas voluntarias. Prefieren amancebarse con españoles o con
cualquiera, antes de seguir siendo mujer de indio mitayo. Ibid
37[23]
Las autoridades coloniales desconocieron el derecho que las mujeres nativas tenían para ejercer
funciones de poder y de heredar cargos de curacazgos. Según los españoles, las mujeres sólo podían
acceder al curacazgo de sus padres en la medida que no existiera un heredero masculino. Pero las mujeres
insistieron en preservar el derecho matrilineal de transmisión de sus bienes, eligiendo, en ciertas ocasiones, a
sus hermanas y sobrinas como sus herederas, Silverblatt, Luna, sol y brujas, p. 88.
38[24]
Rostworowski. La mujer; Silverblatt, Luna, sol y brujas, ver capítulos VI y VIII.
39[25]
Las mujeres españolas estuvieron presentes a lo largo de todo el proceso de conquista del Perú. De
acuerdo a la lista de Pasajeros de Indias, se calcula que durante ese primer periodo viajó una mujer por cada
diez hombres. Pero la alta mortalidad de la población masculina española hizo variar tal proporción a una
mujer por cada ocho hombres. James Lockhart, Spanish Perú 1532-1560. A Colonial Society, (Madison:
University of Wisconsin Press, 1968), p. 150.
40[26]
José Durand, La transformación social del conquistador, (Lima: Nuevos Rumbos, 1958), p. 28.
41[27]
Tzvetan Todorov, La conquista de América. La cuestión del otro (México: Siglo Veintiuno, 1987) p. 44
no le quitara parte de su hermosura" 42[28]
Un aspecto importante que ayuda a entender la tendencia de los hombres
españoles a las relaciones consensuales con las mujeres nativas y su resistencia al
matrimonio es la importancia de un valor como el honor. En la sociedad hispana de la
época el honor era un principio discriminador de estratos y de comportamientos y
distribuía el reconocimiento de privilegios 43[29]. La honra y la fama definían las
coordenadas de las actitudes de los españoles. Su código se sustentaba en las Siete
Partidas. La reputación de un hombre se adquiría por virtud de su rango, sus hechos y su
valor. Era una motivación fundamental para la acción personal y conllevaba la pertenencia
a una posición social. Suponía la trascendencia de lo individual, con el costo de la propia
vida en caso de necesidad. Los pobres reclamaban un honor basado en la virtud, y las
mujeres, según la versión masculina, en el recato sexual 44[30]. Dentro del código de honor
las mujeres eran consideradas como patrimonio de sus maridos, de donde se desprendía un
doble patrón moral que tenía vastas implicancias sociales y personales 45[31]. La apropia-
ción física y de los servicios personales de las mujeres estaba también legitimada por una
concepción del honor.
La perspectiva de la conquista, del triunfo y de la gloria, exacerbó un valor como la
honra. Según Américo Castro para esa época se desarrolló un ansia de "señorío de la
persona en una forma desconocida hasta entonces"46[32] . Por más plebeyo que fuera un
soldado español, la gloria y la legitimidad obtenida en la guerra en Indias lo colocaban en
la mejor de las posiciones para satisfacer ese tipo de aspiraciones personales. Un
matrimonio con una mujer india, aunque noble, no proporcionaba al hombre español el
prestigio que podía lograr con una mujer española de más o menos alcurnia. La honra
estaba asociada a la condición de cristiano viejo, y ésta, a su vez suponía la limpieza de
sangre47[33]. Los indios eran de estirpe idólatra, recién "convertidos". Este rasgo podía
ensombrecer cualquier árbol genealógico que aspirara un serio reconocimiento en la
sociedad hispana.
En décadas anteriores a la unificación de los reinos ibéricos, la coexistencia de
diversos grupos culturales y étnicos en la península había sido relativamente pacífica y
armónica. La consolidación del Estado y la monarquía centralizada, tuvo como correlato,
entre otras cosas, la xenofobia. La persecución de moros y judíos había supuesto una
redefinición de las reglas de juego que regían la coexistencia de dichos grupos 48[34]. Esto
trajo consigo la exacerbación de los sentimientos discriminatorios y la implantación de los
prejuicios raciales, que actuaron de manera especial en el contexto colonial americano.
Pero es importante enmarcar este dato dentro del código de honor del hombre español. Este
estaba muy ligado al comportamiento sexual femenino y particularmente a la virginidad de
las mujeres. más allá del significado real que para la sociedad nativa pudo haber tenido la
virginidad de las mujeres, los españoles parecen haber percibido que la 'virginidad no era
algo que importara mucho entre los lndios 49[35] Esto pudo constituir una amenaza para la
42[28]
Garcilaso de la Vega, Comentarios, Segunda parte, Libro octavo, p. 814.
43[29]
Maravall, Estado moderno, 11, pp. 11-17.
44[30]
Bennassar, The Spanish Character, pp. 215-219. 31 Vigil, La vida de las mujeres, p. 140.
45[31]
Vigil, La vida de las mujeres, p. 140
46[32]
Durand, La transformación p. 50.
47[33]
Ibid., p. 36.
48[34]
Antonio José Saraiva, Inquisicao e cristaos novos, (Lisboa: Impresa Universitaria. Ed. Estampa, 1985), p.
132.
49[35]
Silverblatt, Luna, sol y brujas, p. 74.
honra del hombre español, lo que terminaba desanimándolo frente a una opción
matrimonial con mujeres nativas.
De acuerdo a Garcilaso, los conquistadores españoles mostraron una conducta
"templada" frente a las mujeres españolas en lo referido a sus apetitos sexuales. Al parecer,
se trataba de una cuestión de honor. No podían hacer uso sexual de las mujeres, hijas,
esposas o madres de los de su mismo grupo. La actitud de los españoles hacia las mujeres
estaba definida no por lo que ellas significaran en sí, sino por sus relaciones con sus padres
y maridos; una identidad definida por sus vínculos con los hombres. Respetarlas era una
forma de honrar a sus allegados masculinos. "Fueron igualmente abstinentes y templados,
así en comer y beber como en refrenar la sensualidad, especialmente con mujeres de
Castilla, porque les parecía que no podían tratar de esto sin perjudicar a sus vecinos cuyas
hijas o mugeres eran"50[36]. Sentimientos como este pudieron configurar las relaciones de
género entre los españoles. Pero hay otras evidencias que matizan la conducta de los
conquistadores. La descripción que hace el mismo cronista de Gonzalo Pizarro citada por
Lockhart así lo hace: "dábase demasiadamente a las mujeres, así a indias como de
Castilla"51[37]. Los amoríos ilícitos de Melchor Verdugo, "hombre de Cajamarca" con la
hija casada de su compañero Francisco Fuentes, revelan también el margen de la
trasgresión del código de honor, en cuanto a las formas de relacionarse con las mujeres del
propio grupo52[38].
A este tipo de motivos se agregaron otras fuerzas que moldearon las relaciones
entre hombres y mujeres en esa época. En principio, las alianzas de los conquistadores con
las mujeres de la nobleza nativa facilitaban el ejercicio de poder sobre la población
aborigen. Quizás el caso más expresivo es el de la relación entre Francisco Pizarro e Inés
Huaylas Yupanqui. Quispe Sisa, su nombre original, fue entregada por su hermano,
Atahualpa, a Francisco Pizarro. Están juntos en Cajamarca, Jauja, Cuzco y Lima
sucesivamente. Por los relatos de los contemporáneos sabemos que Francisco Pizarro hizo
un compromiso formal y público con Quispe Sisa; la presentó a sus amigos como su mujer,
en una suerte de esponsales: "veis aquí a mi mujer"53[39]. Durante la sublevación de Manco
Inca (1536-1537), Contarhuacho mujer principal del señorío de Huaylas y emparentada
con Quispe Sisa, (posiblemente su madre) envía 1,000 indígenas de sus dominios 54[40].
Ayuda significativa sin duda, para vencer el cerco indígena de Lima. Luego, entre 1636 y
1637 la pareja se separa.
Pero no todo respondía al manejo de los españoles para ganar la guerra. La actitud
de la población indígena también actuó en esta dirección. Hay testimonios que hacen
pensar en la existencia de un sentimiento de beneplácito indígena frente a las uniones de
sus mujeres con los conquistadores. Garcilaso comenta en ese sentido: "que en aquellos
principios, viendo los indios alguna india parida de español, toda la parentela se juntaba a
respetar y servir al español como a su ídolo, porque había emparentado con ellos. Y así
fueron estos tales de mucho socorro en la conquista de las Indias" 55[41]
50[36]
Garcilaso de la Vega, Comentarios, Segunda parte, Libro tercero, p. 270.
51[37]
Lockhart, Los de Cajamarca, 1, p. 195.
52[38]
Ibid., II, p. 50.
53[39]
Raúl Porras Barrenechea, Pizarra, (Lima: Ediciones Pizarro, 1 1968), p. 38.
54[40]
Rostworowski, Doña Francisca, p. 25.
55[41]
Garcilaso de la Vega, Comentarios, Segunda Parte, libro segundo, p. 115. Hemming también piensa que
las mujeres indias aceptaron ser las concubinas de los conquistadores. John Hemming, The Conquest ,of the
Incas, (Nueva York: Harcourt Brace Jovanovich, 1970), p. 180.
Según Bartolomé de las Casas "las desdichadas mancebas, y sus familias eran
engañados por los españoles que las tomaban según su voluntad. Los nativos pensaban que
sus hijas eran tomadas por mujeres legítimas"56[42]. En todo caso, disponer de la vida de
las mujeres fue una práctica que tuvo continuidad entre los conquistadores. Casar a las
madres de los hijos con miembros del grupo social o de la clientela masculina fue una
costumbre de los españoles de la época. El propio padre de los Pizarro, el capitán Gonzalo
Pizarro, arregló el matrimonio de Francisca Gonzáles, madre de Francisco, humilde criada
de un monasterio seducida por éste, con un tal Martín57[43]
Convergen en este punto dos tradiciones patriarcales bien distintas. Atahualpa
entregaría a Quispe Sisa, hija de Huayna Cápac, a Francisco Pizarro, probablemente como
manifestación de su deseo de establecer una alianza o de mostrar su poder. Después de
unos años y de haber tenido con ella dos hijos, el conquistador arregla el matrimonio de
Quispe Sisa, convertida en Inés Huaylas Yupanqui, con Francisco de Ampuero 58[44], un
subalterno miembro de su clientela, otorgándole a éste la encomienda de ChacIla 59[45].
Hacia 1539 Francisco Pizarro establecía una segunda relación de concubinato con una
mujer de la élite nativa, Angelina Yupanqui. Cuando Pizarro muere, Angelina pasa a ser la
esposa de Juan de Betanzos en matrimonio resuelto por Gonzalo Pizarro 60[46].
La propia madre de Garcilaso, la Palla Isabel Chimpu Ocllo, luego de su relación
con el padre de éste, se casa previo arreglo entre los hombres, con Juan del Pedroche.
Aurelio Miró Quesada supone en su prólogo que la dote que llevó Chimpu Ocllo fue
otorgada por el propio capitán, padre de Garcilaso61[47]. Leonor CuricuilIor había sido la
esposa de Quilaco, especie de embajador de Pizarro. Pero durante los años de la conquista
pasó a ser la mujer de Hernando de Soto62[48]. Almagro también obtuvo una concubina
india noble, Marca Chimbo, hija de Huayna Cápac y su hermana. Luego de un tiempo de
convivencia, Marca Chimbo se casó con un español, Juan Balsa 63[49]. El caso de Tocto
Chimbu resulta muy ilustrativo. Ella era mujer de Atahualpa e hija de Huayna Cápac. Fue
entregada a Hernando de Soto, uno de los principales caudillos, por el inca sucesor 64[50]. Al
observar las actitudes de los españoles hacia sus concubinas en general se tiene la
impresión de que los amantes se comportan a la manera de padres: dotan a sus concubinas
para casarlas, les escogen maridos, les donan legados. Es como si el papel del patriarca se
desdoblara: el amante y el padre protector, sin negar naturalmente, la perversión inherente
en esta transacción, en la que las mujeres en cualquiera de las dos variables resulta un
objeto sin opción propia.
Hubo mujeres de, la propia élite que se negaron a ser parte del engranaje de poder
entre los gobernantes nativos y los españoles, y entre los españoles mismos. La actitud de
la Coya Azarpay, según Hemming, una de las hermanas de Atahualpa, expresa esa
resistencia. Según Pedro Pizarro, un español Navarro, cercano a Francisco Pizarro, le pidió
a éste que le diera a Azarpay como mujer. Pero Azarpay huye a Cajamarca. Allí es tomada
56[42]
Citado por Durand, La transformación, p. 37.
57[43]
Porras, Pizarro, p. 13. También casó a Maria Alonso, madre de Francisca, con un Alonso de Soto.
58[44]
Lockhart, Los de Cajamarca, 1, p. 164.
59[45]
Rostworowski, Doña Francisca, p. 18.
60[46]
Lockhart, Los de Cajamarca, I, p. 165.
61[47]
Garcilaso de la Vega, Comentarios, LXVIII.
62[48]
Hemming, The Conquest, p. 181.
63[49]
lbid.
64[50]
Lockhart, Los de Cajamarca, I, p. 206.
prisionera y llevada al lado de Pizarro65[51].
65[51]
Hemming, The Conquest, p. 225. 52Ibid., pp. 182-183.
66[52]
Ibid., pp. 182-183
67[53]
En lo que se refiere a este periodo. de la conquista, son las relaciones de los españoles con las mujeres
de la élite nativa las que han dejado huellas menos borrosas. Las coyas, las ñustas y las pallas ocupan los
relatos de los cronistas en cuanto a concubinas de los Conquistadores. Por ello resulta un riesgo especular
sobre las actitudes de éstos hacia las "mujeres del común" en este periodo particular. Para décadas
posteriores, sobre todo para fines de siglo, se cuenta con la irreemplazable crónica de Felipe Guamán Poma
de Ayala, en donde abunda información sobre las relaciones entre los hombres españoles y las mujeres de
los ayllus andinos.
68[54]
Lockhart, Los de Cajamarca, 1, p. 64; José Antonio Del Busto, "Una huérfana mestiza: la hija de Juan
Pizarro n, Revista Histórica, T. XXVIII, (1965): 103-106.
69[55]
Rostworowski, Doña Francisca, p. 63.
70[56]
Lockhart, Los de Cajamarca" I, pp. 148-167.
71[57]
Garcilaso de la Vega, Comentarios, p. LXV.
72[58]
Lockhart, Los de Cajamarca, n, p. 156.
73[59]
Ibid., p. 48
mujer cañari que formaba parte de su red de dependientes74[60].
Juan García también convivía con una indígena peruana a su servicio 75[61].Por
último, Miguel Ruiz, él mismo hijo de una relación entre un español y su esclava,
estableció un vínculo bastante consistente con una de las sirvientas nicaragüenses que
acompañaban a los conquistadores76[62]. El nacimiento de los hijos de las relaciones con-
sensuales entre las mujeres de la élite nativa y los conquistadores españoles fue por lo
menos, en algunas ocasiones, recibido con júbilo tanto por los españoles como por la
población nativa. Así fue en el caso del nacimiento de Francisca Pizarra, nacida de la unión
de Francisco Pizarro y de Inés Huaylas Yupanqui en Jauja, en 1534 77[63].
La descendencia de esta pareja temporal no quedó en manos de la madre; esta fue
separada de sus hijos, pasando los dos niños mestizos, Francisca y Gonzalo, al poder de
Francisco Martín de Alcántara -medio hermano del conquistador- y de su esposa doña Inés
Muñoz.78[64]. Con ellos, los niños fueron educados en el más puro estilo hispano79[65]. De
la relación entre el conquistador y Angelina Yupanqui nacieron otros dos niños mestizos e
ilegítimos. A diferencia de los dos anteriores, Francisco y Juan no fueron legitimados. Es
probable que este hecho permitiera la mantención de ciertos vínculos entre éstos y su
madre Angelina: Francisco permaneció en el Cusco al lado de doña Angelina hasta que
tuvo once años más o menos, luego va a España. Pero los cuatro llegaron a estar por un
tiempo bajo la tutoría de su tío Gonzalo Pizarro, convirtiéndose en bien ubicados miembros
de la comunidad hispana. Los dos hijos mestizos legitimados de Gonzalo Pizarro también
fueron a España80[66]. Sebastián Benalcázar, legitima a tres hijos naturales presumiblemente
mestizos. Luego, con su hijo ya adulto en España, arregla el matrimonio de éste con doña
María de Herrera81[67]. El primogénito llegó a ser teniente gobernador de Popayán y fundó
una familia ilustre que se mantuvo durante varias generaciones. Vemos cómo el
reconocimiento paterno traía consigo el distanciamiento de la matriz cultural materna, pero
una buena posición en la sociedad hispana. Así, la legitimación del padre significó el
despojo de las mujeres indígenas de su descendencia ilegítima.
El afán de mantener a los hijos mestizos ilegítimos alejados del universo cultural
nativo no fue privativo de los conquistadores como individuos. Esta actitud se expresó
también en la creación de instituciones como el recogimiento para niñas mestizas de Santa
Clara en el Cusco en 1551 82[68]. Allí fueron recluidas doncellas como Beatriz Coya.
Incluso en Lima llegó a fundarse una pequeña pero significativa institución similar, San
Juan de la Penitencia, aunque de mucho menor trascendencia que la anterior, puesto que
desapareció luego de dos décadas. Su existencia perdió sentido rápidamente. La condición
de estas mujeres en la Ciudad de los Reyes perdió gravitación como grupo.
El destino de los ilegítimos no fue trazado únicamente por la voluntad de los
conquistadores. El interés de la Corona española también entró a tallar en la vida de los
mestizos ilegítimos. La Gasca, el pacificador, quiso entregarle a Francisquito, hijo de
74[60]
Ibid., p. 46.
75[61]
Ibid., p. 181.
76[62]
Ibid., p. 224.
77[63]
Hemming, The Conquest, p. 180.
78[64]
Lockhart, Los de Cajamarca, I. p. 165.
79[65]
Rostworowski, Doña Francisca, p. 31.
80[66]
Lockhart, Los de Cajamarca, I, p. 191.
81[67]
Ibid., p, 140.
82[68]
Nancy Van Deusen. "Los primeros recogimientos para doncellas mestizas en Lima y Cusco, 1550-1580,"
A/lpanchis, 35 -36, 1, (1990): 249-291.
Francisco Pizarro, la encomienda de Yucay perteneciente a su padre junto con las
plantaciones de coca de Avisca; recomendaba que fuera legitimado como su hermana.
Podía estar al cuidado de su madre Angelina. Pero la Corona sólo aceptó que Francisquito
recibiera los ingresos provenientes de esas propiedades. Aclaraba, sin embargo, que éstas
debían regresar al poder de la Corona luego de la muerte de éste. Tanto Isabel, hija de Juan
Pizarro como Inés a su vez de Gonzalo, recibirían cada una 6,000 ducados provenientes de
lo que usufructuaba su primo Francisco. Francisquito, hijo de Gonzalo, potencial rebelde,
por decisión del rey, debía ir con su hermana y su prima a España 83[69].
Además de la legitimación, estaba la posibilidad de reconocimiento. Esta
modalidad no habilitaba a los ilegítimos para heredar encomiendas o encabezar mayo-
razgos, pero suponía la protección del padre. La negativa a un reconocimiento formal de
los hijos ilegítimos en ocasiones fue reemplazada por el nombramiento de tutores
españoles que se encargaran del futuro de sus hijos. Francisco de Vargas, también de los
hidalgos presentes en la toma de Cajamarca, encomendó a su hija mestiza, nacida de la
relación con su sirvienta indígena, a Jerónimo de Aliaga 84[70]. De la relación consensual
entre Leonor Curicuillor y Hemando de Soto nació una hija, Leonor de Soto, que se casó
luego con un notario real García Carrillo 85[71]. Sin embargo, la actitud de Soto no fue la
misma con la hija mestiza que tuvo con Tocto Chimbo, que no la menciona en su
testamento; pero la deja al cuidado de un tutor que él mismo seleccionó 86[72].Juan Pizarro,
que se niega a reconocer a su hija con una sirvienta india suya, le otorga 2,000 ducados
como dote matrimonial, y le pide a su medio hermano Hemando que la case 87[73]. El temor
a posteriores reclamos hereditarios inhibió el reconocimiento de los ilegítimos que los
convertían en naturales. Hubo muchas formas de expresar la preocupación por los hijos
tenidos con mujeres de condición social inferior y de tranquilizar la conciencia.
Las actitudes de los hombres hacia su descendencia ilegítima también tuvieron que
ver con su estado conyugal. Hubo hombres solteros como Melchor Verdugo, que no se
hicieron problemas con legitimar a sus hijos mestizos, haciéndolos aptos para heredar sus
mercedes88[74]. Pero los matrimonios posteriores tendieron a sacarlos de la competencia
hereditaria. Incluso cuando no existieran hijos legítimos, las esposas españolas se
convertían en herederas de encomiendas y demás patrimonio.
La ausencia de herederos legítimos indujo al reconocimiento de los mestizos
ilegítimos. Diego Maldonado, que se encontraba entre los hidalgos que participaron en la
captura de Atahualpa, ante la ausencia de herederos legítimos, y a pesar de su matrimonio,
se animó a legitimar a dos hijos tenidos con una mujer de la nobleza nativa 89[75]. En esta
oportunidad, la legitimación supuso hacerse cargo del futuro de los hijos: asegurar
herencias, dotes, y casamientos.
El caso de Sebastián de Torres, que tuvo dos hijos mestizos, Fernando e Isabel,
aparentemente reconocidos, también revela un patrón instaurado en esos días 90[76]. No se
conoce la procedencia social de la madre, excepto que era india. Pero Torres se casó luego
83[69]
Hemming, The Conquest, p. 353.
84[70]
Lockhart, Los de Cajamarca, II, p. 48.
85[71]
Hemming, The Conquest, p. 181.
86[72]
Lockhart, Los de Cajamarca, I, p. 206.
87[73]
Hemming, The Conquest, p. 182.
88[74]
Lockhart, Los de Cajamarca, II, p. 50.
89[75]
Ibid., pp. 20-21.
90[76]
Ibid., p. 43.
en el Perú con una española "doña". Su hija mestiza, Francisca, como parece haber
sucedido con aquellos mestizos cuyos padres optaban por incorporarlos a la sociedad
hispana, vivió en la casa paterna, alejada de su parentela india. La experiencia de Francisca
nos revela una forma de inserción de los mestizos ilegítimos en el mundo social hispano:
vivió con la viuda de su padre, doña Francisca Jiménez en condición servil91[77]. Este sino
de subordinación identificaría en décadas posteriores a una buena cantidad de ilegítimos.
Hacia 1544, Alonso de Mesa, que en Cajamarca tenía dieciocho años, se resistía a
ceñirse a los valores tradicionales de la sociedad caballeresca de la época 92[78]. Mesa no
sólo vivía acompañado en su casa del Cusco por sus diferentes hijos ilegítimos, sino que
allí reunió al mismo tiempo a sus respectivas madres indígenas, que llegado un momento
alcanzaron el número de seis. Tuvo un hijo en cada una de ellas 93[79]. Esta experiencia
remite aun patrón andino: la poligamia. Esta funcionaba como privilegio de curacas locales
y de miembros de la nobleza inca. En 1552, Mesa todavía estaba soltero, aunque luego
eligió por esposa a una mujer de la nobleza nativa, doña Catalina Huaco Ocllo; con la que
por lo menos tuvo un hijo legítimo, Don Florencio Hernández de Mesa. Este fue el único
de los "Hombres de Cajamarca" que llegó a casarse con una mujer indígena 94[80].
Mesa tenía una esclava negra con la que tuvo a Francisquito, al cual Mesa se
rehusaba a reconocer. Este último es un patrón que se inauguró en esos días, y que se
asentó en los siglos siguientes: el reconocimiento de los hijos ilegítimos y bastardos por
los padres estuvo muy influido por la procedencia, social de la madre. La mayoría de las
veces los hombres se negaron a reconocer a sus hijos habidos en mujeres esclavas.
En el caso de los hijos, los españoles en su condición de hombres libres no
reconocerían a sus descendientes esclavos. Esto resultaba algo en esencia inconcebible en
la sociedad hispana y colonial. Los esclavos, como propiedad de alguien no podían
heredar; el heredero resultaba siendo el propietario del esclavo. Este hecho desalentaba el
reconocimiento de los hijos tenidos con mujeres esclavas, excepto si la posibilidad de
manumitir a los niños esclavos era algo viable. De acuerdo a cada caso, los españoles
hicieron esfuerzos en conseguir la libertad de sus hijos esclavos. Este horizonte, sin duda,
alentó a las mujeres esclavas a establecer relaciones sexuales con los hombres libres.
La turbulencia de los primeros años de la conquista permitió a los españoles
adquirir ventajas a través de la convivencia temporal con las mujeres de la élite nativa. De
todas formas no faltaron las uniones de españoles en situaciones desventajosas que
buscaron contraer matrimonio con mujeres nativas con cierto estatus con el fin de acceder
91[77]
Ibid., p. 44.
92[78]
En la relación de hijos de Alonso de Mesa figuran algunos más: Baltazar Hernández de Mesa, natural en
Maria Segura; Alonso Hernández de Mesa en Luisa' de Balboa; Bernardo de Mesa y Alonso de Mesa, este
último mestizo. Ibid., II, pp. 26-28.
93[79]
No siempre es fácil establecer las filiaciones que nos permitan determinar si los hijos mestizos e
ilegítimos fueron hijos de uno sola mujer o de varias. El caso de Martín de Florencia, artesano presente en
Cajamarca, es un ejemplo. En su testamento reconoce a tres hijos mestizos: Luis, Pedro e Isabelica, habidos
en "sus" mujeres indígenas Isabel y Tocto. Esto ocurre con muchos de los casos a los que tenemos acceso.
Es también difícil ubicar este tipo de experiencias en el tiempo. Miguel Cornejo, por ejemplo, se casó en el
Perú y llegó a tener una familia numerosa de la cual eran parte cuatro hijos concebidos dentro del
matrimonio; pero también aparece como padre de tres hijos naturales. No sabemos si los tres hijos naturales
nacieron antes o durante su matrimonio. Es de presumir que en el caso de los hijos naturales y legitimados se
trate de nacimientos ocurridos antes de las uniones conyugales legalizadas.' De no ser así, la bastardía
habría complicado el reconocimiento de estos hijos y su ubicación en la estructura familiar. Esos datos
provienen de Lockhart, Los de Cajamarca.
94[80]
Esto no deja de sugerir una relación entre la afición de Mesa por las mujeres indígenas y los gestos
filantrópicos hacia los indios que aparecieron en su testamento. Lockhart, Los de Cajamarca, II, p. 28.
a posiciones de prestigio social de las cuales en principio se veían marginados 95[81].
Los arreglos matrimoniales de la época se realizaron tanto entre españoles e indias
como con españolas. Las alianzas del primer tipo no fueron muy comunes, pero algunas
fueron favorables al acceso a los bienes que los grupos de poder local, aunque sometidos,
podían ofrecer 96[85]. La mayoría de los matrimonios que se realizaron en aquella época
tuvieron como finalidad obtener encomiendas, y conseguir o conservar puestos
burocráticos. Muchos españoles se casaron con españolas para tener acceso al tributo
indígena a través de las encomiendas y repartimientos97[86]. Por otro lado, las alianzas
matrimoniales en este contexto inédito, permitieron a muchos españoles de posiciones
francamente subordinadas ascender rápidamente en la escala de jerarquías. Un hombre
como Pedro de Alconchel, artesano de oscuro origen, gracias a su participación en
Cajamarca, logra emparentarse a través del matrimonio con los círculos más
aristocráticos98[87]. Entre los plebeyos más bajos que participaron en este acontecimiento
estuvo García Martín, que hace un buen matrimonio en Indias con doña Leonor de
Valenzuela. Su hijo legítimo logra heredar su encomienda 99[88].
Las mujeres españolas solteras que llegaban al Perú estaban interesadas en casarse
con los nuevos ricos.
"estando todos los conquistadores sentados en una gran sala mirando un sarao que
había, las damas miraban la fiesta desde una puerta que tomaba la sala a la larga.
Estaban detrás de una antepuerta, por la honestidad y por estar encubiertas. Una de ellas
dijo a las otras: "Dicen que nos hemos de casar con estos conquistadores". Dijo otra:
"¿Con estos viejos podridos nos habíamos de casar? Cásese quién quisiere, que yo, por
cierto, no pienso casar con ninguno dellos. Dólos al Diablo; parece que escaparon del
infierno, según están estropeados: unos cojos y otros mancos, otros sin orejas, otros con
un ojo, otros con media cara, y el mejor librado la tiene cruzada una y dos y más veces".
Dijo la primera: "No hemos de casar con ellos por su gentileza, sino por heredar los
indios que tienen, que, según están viejos y cansados, se han de morir presto, y entonces
podemos escoger el mozo que quisiéramos, en lugar del viejo, como suele trocar una
caldera vieja y rota por otra sana y nueva".100[89]
Evidentemente, en esta minuciosa trascripción de Garcilaso se proyecta el
resentimiento a propósito de las deslealtades de los conquistadores hacia sus concubinas
indias. Es por estas mujeres, que sienten y actúan así, parece decir el cronista, por las que
los españoles cambian a sus mancebas nativas. De todas formas, es importante reconocer el
sentimiento existente entre las mujeres españolas a propósito de sus uniones matrimoniales
con los españoles que conquistaban los dominios incaicos.
Las raras uniones legítimas entre españoles y mujeres provenientes de la nobleza
nativa tuvieron propósitos semejantes. Los arreglos matrimoniales fueron una prácica
considerablemente difundida y la trama de estas alianzas estuvo orientada hacia la
consolidación del poder. La experiencia de Beatriz Clara Coya es una nítida expresión de
ello. Manco Inca, el rebelde de Vilcabamba, había tenido tres hijos: Sayri Tupac, Tupac
95[81]
Daisy Rípodas, El matrimonio en Indias. Realidad social y regulación jurídica, (Buenos Aires: Conicet,
1977), p.10.
96[85]
Garcilaso de la Vega, Comentarios, Segunda parte, Libro segundo, p. 115.
97[86]
Durand, La transformación, p. 38.
98[87]
Lockhart, Los de Cajamarca, I, p. 170.
99[88]
Ibid., p. 217.
100[89]
Garcilaso de la Vega, Comentarios, Segunda Parte, Libro segundo, p. 115.
Amaru y Cusi Huarcay Coya, que al bautizarse recibió el nombre castellano de María
.Manrique. De la unión conyugal de Sayri Túpac y su hermana, la Coya Cusi Huarcay
nació doña Beatriz Clara Coya101[90]. Los españoles se sintieron con derecho a disponer del
destino de estas mujeres. Cuando Sayri Túpac muere y doña María queda viuda, Francisco
de Toledo la obliga a casarse con don Juan Fernández Coronel, "soldado español sin
abolengo y sin fortuna"102[91]. Igualmente, arregló la boda de doña Beatriz con Martín
García de Loyola, descendiente de la antigua y legendaria nobleza de Vizcaya. No deja de
ser una tentación imaginar a Beatriz como un trofeo otorgado a García de Loyola en la
medida que éste fue el captor del propio Túpac Amaru, el hermano de su padre.
Con alianzas matrimoniales de esta clase, los españoles tenían un acceso fluido a
los repartimientos de indios más significativos: doña Beatriz era la heredera de un
importante y rico mayorazgo. Pero al mismo, tiempo, la disposición de estas uniones
permitía a las autoridades metropolitanas controlar el establecimiento de las élites locales y
su posterior fortalecimiento que constituían una amenaza real al poder centralizado de la
Corona española. Hay que recordar la férrea oposición protagonizada por García de Castro
frente a la posibilidad de un matrimonio entre doña Beatriz y Cristóbal Maldonado, señor
poderoso del Cusco, con un proyecto de poder mestizo en ciernes, y que luego participaría
al lado de los indios rebeldes103[92].
Las escasas uniones de mujeres españolas con miembros de la nobleza local
normalmente pasaron por el matrimonio formal. Doña Luisa de Medina se casó con Don
Martín, un indígena cabalmente hispanizado: comparte el rescate de Atahualpa, recibe de
Pizarro una encomienda, aprende fluido español, se convierte al cristianismo y abandona
su indumentaria nativa104[93]. Llega a viajar a España. El otro caso conocido es el de María
de Esquivel y Carlos lnca105[94]. El hecho que las mujeres españolas no se casaran con
indios, ni siquiera de los grupos dominantes locales, también nos refiere a la precariedad de
su estatus de género. El valor de las mujeres les era asignado por las relaciones que éstas
pudieran establecer. Ciertamente, aquí tuvo un papel importante la cuestión demográfica:
el número de mujeres españolas siempre fue bastante menor que el de los españoles. Esto
facilitó enormemente que las mujeres españolas consiguieran establecer relaciones con sus
pares peninsulares. Pero esta situación no necesariamente significó relaciones monógamas
y estables.
El comportamiento del encomendero Lucas Martínez Vegazo ilustra cómo el
sistema de las encomiendas orientó la naturaleza de las relaciones entre géneros en esta
época temprana. Martínez Vegaso llegó al Perú con Pizarro en su tercer viaje; estuvo
durante toda su vida en el ojo del huracán: ganó, perdió y recuperó su encomienda.
Mientras tanto, vivió con su criada, una morisca esclava. Al principio, esta mujer, Beatriz,
era copropiedad del dicho encomendero: "Poseían los socios tres caballos -uno rucio y dos
castaños finos- un negro zapatero llamado Diego y una morisca de nombre Beatriz.
Contaban además con las casas y tierras del Cusco"106[95]. Lucas Martínez tuvo una hija
con su esclava Beatriz, cuyo nombre no se ha podido averiguar, pero que vivía con su
101[90]
Ella Dumbar, 'El testamento inédito de doña Beatriz Clara Coya de Loyola, hija del Inca Sayri Túpac,"
Fénix, Revista de la Biblioteca Nacional, 7 (1950): 111-122.
102[91]
Ibid., p. 110.
103[92]
Héctor López Martínez, Rebeliones de mestizos y otros temas quinientistas, (Lima: P.L. Villanueva,
1972), p. 26.
104[93]
Hemming, The conquest, p. 281.
105[94]
Ibid., p. 341.
106[95]
Trelles, Lucas Martínez Vegazo, p. 37.
madre en Arequipa hacia 1565. El vínculo entre el encomendero y su esclava parece haber
sido largo y relativamente permanente. Este se encargaba de por lo menos, enviarle ropa de
Castilla y otros "encargos" para Beatriz y su hija 107[96]. Cabe mencionar que Lucas le había
entregado la libertad a Beatriz, además de haberle "dado" el apellido. Por último, Martínez,
literalmente en su lecho de muerte, contrae matrimonio con María Dávalos, llegando a un
acuerdo con su futura suegra: acepta 16,000 pesos como dote, a cambio de su encomienda
que heredaría su joven y flamante esposa, la cual se convertiría en encomendera 108[97]. En
el caso de Lucas no hay acuerdo, Lockhart dice que éste casa a su concubina, mientras que
Trelles en su notable estudio sobre este personaje no menciona el hecho.
La historia de Alonso de Toro también es reveladora109[98]. De Toro, que en
Cajamarca sólo contaba con veinte años, había mostrado según Lockhart una particular
dureza e impetuosidad en los asuntos públicos. Al parecer, en su vida íntima de Toro se
comportaba más o menos igual. Ni su matrimonio por el honor de su linaje lo hizo
abandonar a su amante de años, una mujer de la nobleza india. De Toro organizó su vida
familiar en el más puro estilo señorial. El patrón de la familia extendida y patriarcal,
incluía al padre de la esposa el que también, junto con otros miembros y criados, vivían
bajo el mismo techo del linaje recién fundado. Pero de Toro no sólo no pudo romper el
vínculo con su amante de años, sino que vivió con ella en la casa familiar. Según Lockhart
la permanencia de la mujer indígena allí fue aceptada por la esposa de de Toro, Francisca
de Zúñiga, pero el abuso llegó a un límite, y luego de seis años de Toro fue asesinado por
su suegro. Una situación como esta supone, como sucede en las sociedades donde se
arraiga la familia patriarcal, la preeminencia de la ley del "pater" en contraste con una
escasa ingerencia de otras instituciones de poder sobre la familia. La esposa debe
someterse a la voluntad del marido, que en este caso implicó la convivencia en la misma
casa con la amante de éste. Este hecho manifiesta un caso extremo de la predominancia del
poder privado frente al poder público, característica propia de coyunturas como aquella.
Si bien los primeros años del régimen colonial están marcados por arreglos
matrimoniales y relaciones de amancebamiento, hubo uniones conyugales en las que no
mediaron intereses económicos. Es el caso de Jerónimo de Aliaga. Hizo una carrera
brillante en el Perú como bur en el escenario mismo de la conquista, influyendo
fuertemente en las actitudes de los conquistadores hacia las mujeres próximas y hacia los
hijos tenidos en éstas.
El honor estaba relacionado con valores relativos a la virtud sexual femenina, a la
tradición de cristianos viejos, y a la pureza de sangre. A los ojos de los españoles, ninguno
de estos rasgos formaban parte de la identidad de las mujeres nativas con las que
entablaron vínculos sexuales y amorosos. Los provisionales vínculos de concubinato
fueron suficientes para acceder a los recursos que los conquistadores necesitaban para
consolidar su poder.
De otro lado, en la expansión inca el intercambio de mujeres se había convertido en
un mecanismo clave para las alianzas interétnicas que formaban parte del juego imperial.
El sistema de intercambio de mujeres propio del sistema de poder inca, aseguró a los
españoles, por lo menos en los momentos iniciales, el acceso a las mujeres de la nobleza
nativa. En realidad lo que los españoles tenían como horizonte de realización personal era
107[96]
Ibid., p. 122.
108[97]
Ibid., p. 135.
109[98]
Lockhart, Los de Cajamarca, II, pp. 155-158.
un buen matrimonio con una mujer española. La mayoría de éstos mantuvieron sus
relaciones con mujeres nativas hasta que apareciera una opción que pudiera aumentar su
prestigio.
La guerra de conquista y el contacto con la población femenina nativa
constituyeron nuevos referentes para la evolución de la moral caballeresca. Los hombres
españoles optaron por vivir amancebados con mujeres de diversa procedencia étnica,
especialmente con sus criadas indígenas y con sus esclavas de ascendencia africana. Por un
lado se continúa así la tradición ibérica de la servidumbre, y se recrea el patrón patriarcal,
la cabeza masculina y la red de criados. Recordemos que la condición de criados suponía
vínculos de jerarquía y, sobre todo, de dependencia. Por otro lado, al provenir las mujeres
de grupos étnicos sometidos, de territorios conquistados, se inaugura una nueva forma de
relación sexual. En este contexto se fue acuñando un patrón de relación sexual en el cual se
tendía a identificar fuertemente a amantes con criadas. A este vínculo se agregaba el
componente étnico que jerarquizaba, a su vez, lo masculino y lo femenino.
La ilegitimidad fue una de las manifestaciones de esa desigualdad, que a su vez
alimentaba y acentuaba el sistema de jerarquías propio de la sociedad colonial. Esta forma
de vínculo trajo como resultado el nacimiento de niños mestizos e ilegítimos. La
inestabilidad del contexto hizo que no existieran pautas firmes a través de las cuales ubicar
a los descendientes de estas uniones.
El carácter patrimonial del Estado español expresado en la precariedad de la vida
pública de las instituciones de la época, agudizada por las circunstancias de la guerra, le
dieron a las voluntades masculinas un margen de acción considerablemente dilatado. Las
opciones personales fueron desde la legitimación de su descendencia ante la Corona
española, hasta la negligencia absoluta. En medio estuvo el reconocimiento formal paterno
que convirtió a los ilegítimos en naturales, y mecanismos tales como la adjudicación de
dinero, dotes en el caso de las mujeres, nombramiento de tutores y responsabilidades
directas asignadas a terceros a propósito de la educación y crianza de los niños. Además,
factores de orden personal tales como el estado conyugal de los conquistadores, la
presencia de hijos legítimos, la procedencia social y étnica de sus concubinas, la
intervención de la Corona, y los intereses personales de los españoles influyeron también
en las actitudes de éstos frente a su prole mestiza.
Si bien esta dinámica estuvo marcada por intereses individuales, la Corona también
intervino en este proceso. Las guerras civiles entre los españoles, así como la sublevación
indígena y mestiza, llevaron a las autoridades metropolitanas, a través de disposiciones
particulares, a controlar el futuro de la descendencia mestiza de los conquistadores que
podía ser amenazante.
Todas estas posibilidades estuvieron acompañadas, en mayor o menor grado, de la
incorporación de las hijas e hijos mestizos e ilegítimos a las estructuras familiares
hispanas, y consiguientemente fueron alejados de la cultura materna nativa. En esta
dinámica se perfila la tendencia que va convirtiendo la condición ilegítima en condición de
jerarquización, con un componente servil.
El colonialismo, especialmente porque supone el fortalecimiento de las jerarquías
sociales, tiende a jerarquizar también las relaciones entre hombres y mujeres y,
consiguientemente, a deteriorar la condición de las mujeres. El mundo colonial desde sus
inicios estuvo cuajado de relaciones de dependencia. La gente tenía criados o era criado de
alguien. La verticalidad en las relaciones sociales afectó particularmente las relaciones
entre los hombres y las mujeres. Las coordenadas del ejercicio del poder sobre la población
indígena y esclava fueron definiendo la relación entre los géneros y, consecuentemente, la
identidad femenina. Las relaciones entre hombres y mujeres se tiñeron de los rasgos
propios de las relaciones sociales predominantes, generándose así una particular forma de
jerarquización entre los géneros.
Otra treta empleada por los curacas, quienes cada vez más participaban en la economía
mercantil de la Colonia, fue la de convertir las tierras bajo su control en monocultivos para
el mercado interno peruano. Al abusar de su papel como voceros oficiales de sus
comunidades, los curacas se convirtieron, de hecho, en hacendados. En este proceso, los
miembros femeninos de los ayllus fueron, a menudo, los más expuestos a la pérdida de los
derechos al riego ya la tierra. En 1737 los miembros de la comunidad de San Pedro de
Tacna iniciaron un juicio en contra de su curaca por haberles expropiado sus tierras
ilegalmente. Ellos sostenían que les estaba obligando a dejar las propiedades comunales
para facilitar la creación de una hacienda privada productora de ají. En fe de lo cual, testigo
tras testigo declaró que el blanco principal del curaca eran las mujeres campesinas (BN:
C3967).
Aunque los españoles formalizaron el papel del curaca como intermediario entre la
sociedad hispana y el campesinado indígena, ellos no fueron fieles a las estructuras pre-
hispánicas que permitían ocupar posiciones de liderazgo en el ayllu tanto a hombres como
a mujeres. Teóricamente, el régimen colonial confirmó los mecanismos anteriores a la
conquista, mediante los cuales los curacazgos eran transmitidos (Rostworowski 1961). En
la práctica, sin embargo, la administración colonial no reconoció las jerarquías
precolombinas de autoridad que delegaban importantes funciones gubernativas y políticas
1. Véanse Stern (1982),'y Spalaing' (1984) para unas excelentes historias locales de las respuestas nativas al
colonialismo.
a la mujer. Ni fue tampoco sensible a otras formas de sucesión, matrilinealmente cifradas,
a cargos de liderazgo local. En consecuencia, las oportunidades que alguna vez estuvieron
a disposición de la mujer para ejercerla autoridad dentro del ayllu fueron debilitándose de
más en más a medida que los mecanismos tradicionales que determinaban su selección
daban paso a las costumbres hispanas.
Uno de los más claros ejemplos de este proceso proviene de la costa norte peruana.
Allí, las formas de sucesión pre-colombina fueron erosionadas muy temprano en el período
colonial (Rostworowski 1961), Los primeros españoles que llegaron al Perú escribieron
que unas mujeres, conocidas como capullanas, gobernaban los grupos étnicos de la costa
norte peruana (Anónimo 1906: 160). Es muy probable que las capullanas sucedieran en el
cargo matrilinealmente, porque cuando Francisca Canapaynina, una descendiente de la
nobleza costeña, solicitó el curacazgo de Nariguala, ella reunió testimonios que probaban
cómo las mujeres podían gobernar antes de la conquista española. Sin embargo, para 1613
los testimonios son ya bastante oscuros en lo que se refiere a cómo accedían las mujeres al
poder. Al apoyar las pretensiones de Doña Francisca, algunos testigos aseguraban, en
términos muy generales, que "corre la suscesión por ellas de la mesma manera que por los
varones". Otros, también partidarios suyos, afirmaban que las mujeres podían gobernar;
pero éstos emplearon un argumento distinto. Por tradición, dijeron, una descendiente
femenina podía acceder al cargo si un curaca no dejaba heredero masculino (Rostworowski
1961: 29). En esta forma, para 1613 los partidarios de Doña Francisca, estaban, en
realidad, citando las formas hispanas de la herencia para justificar la legitimidad de su
retensión. Las estructuras pre colombinas ya estaban perdiendo su fuerza.
Es más, para 1625 Doña Francisca ya no era llamada la curaca de Nariguala, Más
bien su esposo, Don Juan Temoche, fue inscrito como "cacique y gobernador" de este ayllu
(Rostworowski 1961: 34). En otras palabras, Temoche había comenzado a ejercer el
control del curacazgo que originalmente había pertenecido' a su esposa; como mujer
casada, Doña Franciscano podía seguir gobernando su ayllu en forma autónoma. Las
tradiciones indígenas estaban derrumbándose en formas que perjudicaban las viejas
prerrogativas de la mujer para asumir cargos con una autoridad autónoma.
Lo que le horrorizaba no era solamente el hecho de que las mujeres pudieran ser
confesoras en los ritos nativos. Todavía más importante era que, al ocultar sus actividades
"heréticas" enviando personas a confesarse con los clérigos católicos, los sacerdotes y las
sacerdotisas nativos podían preservar la práctica de los ritos indígenas -ritos que
incorporaban conceptos del pecado, la culpa y la responsabilidad radicalmente distintos de
los del dogma católico. Para su consternación, Pérez halló que la religión católica era
tenida por sus feligreses indígenas como una farsa, pudiendo ellos emplear la nueva
religión como un velo con el cual ocultar su idolatría y su herejía.
Nótese que el proceso confesional dirigido por las sacerdotisas nativas aún
guardaba formas precolombinas de la organización"'religiosa. Pérez sabía muy bien que
estas confesiones heterodoxas estaban estructuradas según divisiones del género: ". . . las:
Indias enseñan a orras [sic] a se confesar por estos ñudos y señales. . ." (1631: 111). El
manual de Pérez Bocanegra fue escrito para ayudar á. los sacerdotes en su campaña contra
los indios que osaran continuar con las prácticas religiosas de sus antepasados paganos. En
consecuencia, los hermanos y hermanas mayores fueron objeto del ataque del clero
católico; a juzgar por el manual de Pérez, la campaña subsiguiente fue especialmente dura
en su lucha contra las idólatras femeninas (1631: 111).
En los siglos dieciséis y diecisiete, las mujeres se vieron doblemente amenazadas.
Ellas eran perseguidas por la Iglesia y por las autoridades administrativas y religiosas
indígenas que se habían aliado con el régimen colonial. Estos funcionarios locales, cuyo
poder provenía de su alianza con las autoridades hispanas, no se sentían ya comprometidos
por las obligaciones mutuas ni por las reglas normativas que regían las relaciones sociales
andinas tradicionales; ellos amenazaban a las mujeres y abusaban de ellas en formas. que
resultaban ilegítimas según los códigos sociales y morales precolombinos. Por otra parte,
las instituciones políticas y religiosas locales impuestas por los españoles, negaban a la
mujer un acceso directo a los canales oficiales de autoridad que regulaban la vida
comunitaria. Dijo Lucía Suyo Carhua, acusada por los extirpadores de idolatrías de ser una
hechicera y una sacerdotisa de la herejía: "'. . . ya beys que oy es tiempo al rebés, porque
estamos perseguidos (AAL: Leg. 2, Exp. XIV, f. 2v) 111[2
111[2]
Lucía dice "el tiempo está al revés", pero en quechua ella probablemente habrá empleado la palabra
pacha, que denota tanto el tiempo como el espacio (espacio-tiempo). Ella está expresando metafóricamente
el colapso del orden social y físico andino, así como el de los mecanismos sociales a través de los cuales ese
orden era mantenido.
2.2. EL PERÍODO REPUBLICANO
El resultado final no fue tan alentador. El dinero generado por el guano fue destinado
a rubros casi improductivos: crecimiento de la burocracia, campañas militares, abolición
del tributo indígena y de la esclavitud, pago de la deuda interna y saneamiento de la deuda
externa. Solo la construcción de los ferrocarriles y algunas inversiones en la agricultura
costeña (caña de azúcar y algodón para la exportación) escaparon a este desperdicio
financiero.
Hacia 1870 las reservas del guano se habían prácticamente agotado y el Perú no
estaba preparado para este colapso, cargado como estaba con la deuda externa más grande
de América Latina (37 millones de libras esterlinas). Fue entonces que el país pasó, como
tantas veces en su historia, de millonario a mendigo, sin nada que exhibir en términos de
un progreso económico. El Perú no había podido convertirse en un país moderno con
instituciones civiles sólidas.
La razón de este fracaso ha sido explicada por la falta de una clase dirigente. Tanto
los militares como los civiles surgidos bajo esta bonanza no pudieron elaborar un proyecto
nacional coherente. Dirigieron su mirada hacia el extranjero, apostaron por el libre
comercio y compraron todo lo que venía de Europa arruinando la escasa producción o
“industria” local. Con muy pocas excepciones se convirtieron en un grupo rentista sin
vocación por la industria.
Quizás la guerra estaba perdida desde que el Perú quedó en franca desventaja militar
frente a Chile cuando en 1874 el presidente Manuel Pardo, por medidas de austeridad
debido a la crisis económica, autorizó la reducción de los efectivos del ejército y la
marina, y no llevó adelante la construcción de un par de buques blindados contratados por
su antecesor José Balta.
Pero la derrota no sólo se debió a la débil condición militar sino también, como lo
escribió alguna vez Jorge Basadre, al desorden político, a la falta de integración social y al
despilfarro económico del siglo XIX que convirtieron tan vulnerable a un país con grandes
posibilidades de desarrollo. Las causas del conflicto armado entre Perú, Bolivia y Chile
fueron básicamente económicas: el control del salitre. Se trataba de un nitrato que se
exportaba como fertilizante y como insumo para explosivos. De un lado estuvo Chile
intentando apoderarse del rico territorio salitrero en el desierto de Atacama que en el
derecho internacional no le pertenecía; y del otro, Perú y Bolivia, intentando,
dramáticamente, de defenderlo.
Pero esta situación no fue circunstancial. El control territorial del Atacama estuvo,
desde los inicios de la explotación salitrera, en manos de empresarios chilenos y capitales
británicos. La distancia geográfica, la anarquía política y la endémica crisis económica
hicieron que el control peruano y boliviano sobre su riqueza salitrera fuese poco efectiva o
incluso inexistente en el caso de Bolivia.
Iniciado formalmente el conflicto el Perú tuvo su primer revés en el mar. En los
combates de Iquique y Angamos se perdieron a los dos únicos acorazados que teníamos
para defender 4.800 kilómetros de litoral: la fragata Independencia y el monitor Huáscar.
También perdimos a Miguel Grau, el máximo héroe nacional. Una vez controladas las
rutas marinas las fuerzas chilenas se apoderaron de las provincias del sur, incluyendo
Tarapacá, muy rica en salitre.
Siguiendo a Basadre, este período se inicia con el segundo militarismo pues los
militares vuelven a ocupar dominar la política, ahora en un momento dramático. Estos
caudillos son los vencidos, pero son los únicos que tienen la fuerza suficiente para tomar el
poder ante la situación tan vulnerable en que quedó el resto de la población por el desastre
ante Chile. El país seguía dividido. Los "hombres de Montán", secundaban a Iglesias, y
"los de kepí rojo" al héroe de la Breña, el general Cáceres. Ambos bandos eran
irreconciliables. El problema había surgido por las condiciones estipuladas en el Tratado
de Ancón.
Este militarismo comprende los gobiernos de Iglesias (1883-86), Cáceres (1886-90)
y Remigio Morales Bermúdez (1890-94). Llega a su fin en 1895 cuando los civiles, ya
reorganizados y cansados del militarismo, expulsan del poder a Cáceres que lo ocupaba
ilegalmente por segunda vez. Ese año, tras una sangrienta guerra civil que culminó en las
calles del centro de Lima, Nicolás de Piérola asume la presidencia. En este difícil período
el Perú tenía que recuperarse de la terrible derrota moral y material. Si antes de 1879 el
país estaba ya quebrado imaginemos ahora la situación. Había que empezar de la nada. Los
años dorados y “felices” del guano habían pasado, era necesario replantear el modelo
económico y llevar un manejo del poco dinero disponible con criterios más austeros.
Pero un nuevo modelo no podía iniciarse sin resolver el espinoso problema de la
deuda externa que ascendía, con los intereses acumulados, a 51 millones de libras
esterlinas. Cáceres tuvo que hacerle frente y lo “solucionó” al firmar con los acreedores el
polémico Contrato Grace, en 1889. Recién desde ese momento se pudo dar el marco
adecuado para fomentar la inversión, tanto nativa como extranjera.
Todo sin embargo era un espejismo. En 1981 el crecimiento del PBI fue de 3,1% pero en
1982 cayó a menos del 1% y en 1983 se desplomó un 12%. El descalabro se debió a
razones externas y a los efectos devastadores del Fenómeno del Niño que provocaron
inundaciones en la costa norte y sequías en la sierra sur. El manejo económico ahora se
hizo con criterios de emergencia. Se tuvo que volver a negociar la deuda externa y el
régimen entró en un escenario de ingobernabilidad.
La situación se agravó, además, por el surgimiento del terrorismo. Sendero Luminoso,
movimiento maoísta surgido en los años 70, inició su guerra contra el estado desde la sierra
de Ayacucho proponiendo una utopía igualitaria. Asaltaba pueblos, asesinaba autoridades y
mantenía un absoluto secreto acerca de su estructura interna. Tras lamentables titubeos,
Belaunde ordenó una ofensiva militar que dejó una peligrosa huella de represión brutal.
Sendero, por el contrario, no se amilanó y se extendió por otras provincias hasta Lima.
A pesar que en 1984 hubo un repunte en el crecimiento económico la inflación se reavivó.
En 1985 llegó a un 130%. Belaunde, siempre respetuoso del orden constitucional,
nuevamente demostraba poco éxito en gestión gubernamental. Con el terrorismo y la crisis
económica a cuestas, y sin haber corregido los vicios legados por el gobierno militar, el
camino estaba allanado al Apra. Alan García, un líder joven con grandes habilidades
retóricas, se presentaba como el gran salvador de la nación. En 1985 obtuvo el 46% de los
votos y la izquierda, unida por vez primera, alcanzó el 22%. El Apra se hizo con el control
del Parlamento lo que le permitió a García tener un amplia base política. En castigo,
Acción Popular casi desapareció del mapa electoral.
García terminó defraudando todas las expectativas. En un inicio su populismo lo empujó a
elevar los salarios, recortar algunos impuestos y los tipos de interés, congelar los precios,
ofrecer crédito agrícola y devaluar la moneda. Al aumentar la demanda su equipo
económico esperaba reactivar la industria. Esto no sucedió. García no se dio cuenta que se
enfrentaba a una economía mundial demasiado hostil. Para colmo desafió a los acreedores
extranjeros al incumplir con los pagos de la deuda. El Fondo Monetario Internacional
expulsó al país del mundo financiero. Internamente el déficit comercial, acentuado por el
auge del consumo, agotó las escasas divisas.
Hacia 1987 el país se iba en picada. García intentó nacionalizar la banca y multiplicó su
descrédito. Sendero seguía en auge y la represión del gobierno también. Las matanzas en la
sierra y los apagones en Lima demostraban la fuerza creciente del terrorismo, ahora
alimentado por la acción de otro movimiento subversivo, el MRTA. La población estaba
agotada: más de 20 mil muertos y pérdidas materiales difíciles de calcular. Como si esto
fuera poco el PBI se desplomó, la hiperinflación alcanzaba el 3.000% y los escándalos de
corrupción saltaban a la luz. El país se encontraba en bancarrota, la más grave del
continente. La pobreza y la frustración colectiva eran elocuentes. Nunca la población había
asistido a tanta irresponsabilidad desde la gestión pública.
Los buenos resultados económicos entre 2001 y 2005 tuvieron, sin embargo, su
punto débil en la parte distributiva y de empleo, de manera mucho más clara a la que se dio
en la década anterior. Este es el principal problema del modelo neoliberal: la
macroeconómica va bien, sin embargo la micro de la mayoría de peruanos no ha tenido las
mismas tasas de crecimiento y estabilidad, o también conocido como el “crecimiento sin
chorreo”. Se tiene la sensación, hasta cierto punto, de que la estabilidad macroeconómica
se ha logrado a costa de la pobreza, o en el mejor de los casos que dicha estabilidad no es
incluyente a todos y favorece sólo ciertos sectores productivos y sociales.