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Introducción
Esta presentación tiene como finalidad elaborar algunos elementos que permitan
relacionar los Acuerdos publicados sobre el punto 1 de la Agenda acordada con las
FARC-EP, denominados “Política de desarrollo agrario integral”, con las drogas y
los cultivos de uso ilícito. Esa relación es indispensable pues la solución del
problema de los cultivos de uso ilícito no es independiente de los procesos que se
adelanten relacionados con la estructura agraria nacional. En muy buena parte, la
existencia de esos cultivos se explica por el tipo de estructura agraria que el país
ha construido y mantenido.
Más que hacer una síntesis de los Acuerdos en el área agraria quiero hacer unas
reflexiones sobre las relaciones indicadas que les sirvan a Uds. para las discusiones
que van a realizar en este Foro sobre las drogas ilícitas. Haré más énfasis en los
temas de la estructura agraria en sí, dejando un poco de lado los relacionados con
aspectos sociales. En el texto que les han repartido encuentran los detalles de esos
avances en el tema agrario, y los invito a que los lean con cuidado, pues tienen
muchos elementos para considerar en este Foro.
Les recuerdo que el Acuerdo sobre el primer punto de la agenda denominado “Hacia
un nuevo campo colombiano: Reforma Rural Integral” contempla temas de acceso
y uso de la tierra, programas de desarrollo rural con enfoque territorial;
infraestructura y adecuación de tierras; desarrollo social (salud, educación, vivienda
y saneamiento básico), protección y seguridad social; estímulo a la producción
agropecuaria y a la economía campesina, familiar y comunitaria, y el sistema de
seguridad alimentaria y nutricional.
Los cultivos de la coca, y otros productos de uso ilícito, tienen relaciones diversas
con cada uno de esos temas, que pueden alcanzar diferenciaciones regionales. En
esta presentación no pretendo incursionar en los detalles que se derivan de ello, y
tampoco voy a entrar en consideraciones sobre un hecho incontrovertible: las
cadenas del negocio del narcotráfico que tienen como sustento los cultivos
mencionados, han causado enormes daños a esta sociedad y a muchas personas
en particular, y tienen relaciones estrechas con los grupos armados al margen de la
ley. Igualmente no me involucraré en la multitud de temas relacionados con las
drogas y el narcotráfico, pues en este Foro hay expertos conocedores del tema.
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Actualmente consultor del PNUD en Desarrollo Rural, Proyecto Semillero Rural. Bogotá, septiembre 24 de
2013.
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Esta consideración surge sin dudas al analizar los procesos que llevaron al
desplazamiento, la mayoría de las veces forzado por las violencias que se desataron
al interior de la frontera agropecuaria, buena parte de ellos por la rigidez de la
estructura agraria y la consideración de su inamovilidad por las políticas estatales y
las elites rurales. Obligados los campesinos expulsados por esa estructura y sus
violencias, debieron ubicarse especialmente en las periferias de la frontera
agropecuaria, en un cultivo como la coca que les permitía sobrevivir, pero que les
imponía grandes restricciones a su condición de ciudadanos.
En la óptica del desarrollo rural, aparece que las apuestas gubernamentales para
zonas cocaleras no pueden ser las mismas que para aquellas donde se desarrollan
actividades lícitas. Desarrollo rural diferenciado si la decisión es mantener a los
pobladores rurales vinculados a la coca en las zonas que actualmente ocupan. Ello
porque el Estado toma distancia con lo ilícito, y trata de aplicar normas jurídicas,
que no solamente judicializan a los actores, también restringen las oportunidades y
las capacidades de la gente que está involucrada en cultivos ilícitos, y hace que la
oferta de bienes públicos sea escasa.
Pero más que ver los impactos de los cultivos ilícitos sobre el desarrollo humano y
el desarrollo rural como impedimentos para la acción de lo público, o como una
barrera para la relación entre el Estado y las comunidades, hay que mirarlos como
una oportunidad para que se establezcan relaciones de cooperación, diálogo y
elaboración de propuestas para que los pobladores rurales puedan encontrar otras
opciones dignas de generación de empleos e ingresos, que tengan un
reconocimiento social, político y jurídico. En realidad, esto constituye un reto enorme
y complejo para el Estado y la sociedad, pues no solo toca a los cultivadores y las
redes del narcotráfico, sino a los territorios como espacios de reproducción de
relaciones sociales, económicas y políticas, que necesitan incorporarse al desarrollo
nacional en condiciones de equidad y buen trato, y que buscarían en una relación
con el Estado, alcanzar un grado de gobernabilidad aceptable.
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Hay aspectos jurídicos indispensables de señalar para las reflexiones que ustedes
van a realizar en este Foro. Menciono algunos que considero pertinentes en relación
con los Acuerdos de la Mesa de Conversaciones en la Habana. Quiero señalar que
estas consideraciones de tipo jurídico las recojo de una consulta que he realizado
al Dr. Manuel Ramos, a quien considero uno de los más consumados expertos en
derecho agrario del país. Y se refieren a temas contemplados en los Acuerdos ya
señalados:
2. El acceso bienes públicos (condición clave del desarrollo humano y rural) por
parte de las familias que están involucradas en cultivos ilícitos, depende de
la perspectiva en la cual se examine el problema. Si es la “cero tolerancia”
difícilmente es dable pensar en ello, pues no habrá de parte del Estado
ofertas para la reinserción a la economía legal y formal, o de reconversión
productiva, sino más bien de “tierra arrasada”. Pero es bueno mencionar,
como lo señala el Dr. Ramos, que el Decreto 2664/94 (reglamentario de
baldíos) estableció que se puede dar inicialmente en contrato de asignación
provisional –no el título- el terreno baldío al campesino que tenga un pequeño
cultivo ilícito, que lo incorpore en un programa de sustitución y de apoyo con
servicios rurales, para facilitarles crédito, asistencia técnica y otros servicios
de tal manera que pueda lograrse su reincorporación. Esta norma sin
embargo nunca se ha aplicado según opinan los expertos en derecho agrario.
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política hasta ahora aplicadas, es lógico que se piense en una revisión profunda de
esa normatividad prohibicionista que judicializa a los productores. Ello puede
hacerse con normas de transición al estilo de la justicia transicional para allanar y
abrir otras opciones de solución. Expedir normas transitorias que faciliten tanto el
registro de predios, la formalización de las propiedades rurales, el acceso a tierra,
a bienes públicos y demás apoyos requeridos para superar las condiciones en que
se encuentran los cultivadores frente a la ley, es una alternativa que está en el
camino de la búsqueda de opciones para solucionar el problema. Si las normas
actuales se aplican al pie de la letra, los conflictos se escalarán y se aumentará el
distanciamiento entre el Estado y las comunidades afectadas.
Veamos entonces las principales relaciones que pueden establecerse entre esos
temas y los cultivos de uso ilícito, las drogas y las cadenas del narcotráfico.
La decisión sobre cuál es la ruta a seguir está tanto en la esfera de los campesinos
como del Estado. Los primeros, dispuestos a una reconversión del uso del suelo, el
segundo a garantizar el apoyo a los programas o proyectos de desarrollo que abran
otros espacios de trabajo a los pobladores rurales, con asistencia, apoyo y
acompañamiento hasta que se generen las condiciones de estabilidad. Ello requiere
de una buena dosis de confianza y credibilidad en el otro.
Los incentivos para la reconversión productiva pueden ser de gran beneficio para
los cultivadores de coca, si se planean con un horizonte más allá del corto plazo, y
cuentan con los complementos y el acompañamiento institucional requerido.
También esa decisión tiene una implicación compleja para el Estado, como la de
reubicación de pobladores en zonas donde se permita la actividad productiva lícita,
sacándolos de esos territorios para reubicarlos en otras áreas. Esta es al tiempo
una política de población y de ordenamiento territorial, que tiene grandes
implicaciones institucionales y para los pobladores rurales. La delimitación de la
frontera es una decisión que conlleva el control de los territorios por el Estado y
regulaciones serias sobre el uso de los recursos naturales disponibles y el uso del
subsuelo. Se trata de un asunto realmente complejo pues son dos aspectos los que
entran en juego para lograr un equilibro: la distribución de la población en el territorio
al lado de la distribución de los recursos del territorio entre los pobladores.
Reflexión final
Este enunciado puesto en el debate sobre las drogas ilícitas y el cultivo de la coca,
es una guía muy seria y comprometedora para diseñar políticas con un sustento
institucional sólido para la solución de cultivos de uso ilícito. La mayoría de los
campesinos fueron impulsados a esas actividades consideradas ilícitas, por los
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Los retos del desarrollo rural en las zonas cocaleras son complejos y nada fáciles
de abordar. Pues ese cultivo es permanente, genera ingresos continuos durante
muchos años, emplea toda la mano de obra familiar (es una agricultura familiar
típica), tiene bajos costos, agrega valor al producto, y en él participan no solo los
productores, también los “raspachines”, medianos empresarios, y toda la cadena
agroindustrial y de comercialización y servicios que va atada al negocio. Es una
economía de las drogas involucrada en una disputa territorial por la cadena
productiva del narcotráfico, en la cual quienes toman las decisiones no son los
campesinos. Por ello, es preciso no caer en el simplismo de las soluciones de
sustitución de la coca por la producción de alimentos o de otros productos de ciclo
corto e incluso largo, y quedarse allí sin considerar el contexto del conflicto y de los
mercados y la acción del Estado.
El caso de las drogas y los cultivos de uso ilícito es uno de aquellos donde la relación
entre lo urbano y lo rural en el desarrollo rural es absolutamente clara. Poco podrán
hacer las políticas de desarrollo agrario integral si los consumidores urbanos de
drogas persisten en esa actividad demandando volúmenes crecientes de coca. Por
el ello el desarrollo integral debe incorporar tanto a toda la población involucrada en
los cultivos, o mejor en la economía de las drogas (cultivadores, raspachines,
vendedores de insumos, comercializadores, procesadores, transportadores, etc),
como a los consumidores. Por ello las soluciones no son fáciles. Si el consumo se
mantiene con los ritmos actuales no hay desarrollo rural que resista.