Vous êtes sur la page 1sur 5

SILICON VALLEY

Cuando llegué aquí para tratar de averiguar el secreto del éxito de este lugar
que lidera el mundo en innovación tecnológica, y lo que otros países pueden
aprender de ella, una de las primeras cosas que me sorprendió es lo poco que
tiene que ver con parques científicos o tecnológicos creados por los
gobiernos, o con cualquier otro proyecto planeado desde arriba por las
autoridades nacionales o locales.
Por el contrario, pronto descubrí que el secreto de Silicon Valley está en la
gente que vive allí, y su peculiar forma de pensar.
Eso me sorprendió, porque en América Latina, varios presidentes de todos
los colores políticos están gastando fortunas construyendo gigantescos
parques científico-tecnológicos que ellos creen —o les hacen creer a sus
pueblos— van a impulsar a sus países a un lugar de primera línea en el
mundo de la innovación. Pero en la mayoría de los casos, lo que están
haciendo son proyectos inmobiliarios que no sirven para más que para
proyectar una imagen ficticia de progreso científico y tecnológico.
En Ecuador, el presidente Rafael Correa está gastando $1,040 millones para
construir una supuesta “Ciudad del Conocimiento’’ llamada Yachay en un
área remota a unas dos horas en auto de la capital, que según él es “el
proyecto más importante para el país en los últimos 100 años’’. En
Argentina, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner destina más de $30
millones al año en una feria científica-tecnológica llamada Tecnópolis, que
recientemente describió como “una ciudad de la tecnología, de la
innovación’’, que es un “símbolo de la Argentina que queremos’’.
Pero prácticamente todos los gurús de la tecnología que conocí en
SiliconValley se ríen de este tipo de proyectos, y los describen como una
monumental pérdida de dinero. De la misma manera, un estudio reciente del
Banco Interamericano de Desarrollo concluyó que los parques científicos y
tecnológicos que se están construyendo en América Latina “están lejos de
alcanzar sus metas’’.
De hecho, a pesar de tener grandes reservas de talento —volveré a este punto
más adelante— América Latina sigue siendo una de las regiones más
atrasadas del mundo en lo que hace a la innovación productiva. En una
economía global en la que el trabajo mental vale cada vez más, y el trabajo
manual cada vez menos, y en el que una compañía como Google vale más
que el producto bruto de muchos países, el atraso en innovación productiva a
escala mundial es uno de los mayores retos para el futuro de América Latina.
Fíjense en las estadísticas:
▪ En materia de patentes internacionales de nuevos inventos, Estados Unidos
registró 57,000 patentes ante la Organización Mundial de la Propiedad
Intelectual (OMPI) de las Naciones Unidas al año pasado, y Corea del Sur —
un pequeño país que hace sólo cinco décadas era más pobre que la mayoría
de los paises latinoamericanos— registró 12,400 patentes.
Comparativamente, todos los países de América Latina y el Caribe juntos
registraron cerca de 1,200 patentes, o sea, menos del diez por ciento de las
que registró Corea del Sur ante esa organizacion. (Brasil registró 660,
México 230, Chile 140, Colombia 80, Argentina 26, Panamá 18, Perú 13,
Cuba 9 y Venezuela 1).
▪ De todo el dinero del mundo que se invierte en investigación y desarrollo de
nuevos productos, sólo el 2.4 por ciento se invierte en América Latina, de
acuerdo con la Organización de Estados Iberoamericanos, con sede en
Madrid. Comparativamente, el 37.5 por ciento de la población mundial de
investigación se invierte en los Estados Unidos y Canadá, el 32.1 por ciento
en la Unión Europea, y el 25.4 por ciento en Asia, según el estudio.
▪ Las empresas privadas de América Latina lanzan al mercado 20 por ciento
menos de nuevos productos por año que sus contrapartes en otras regiones
del mundo emergente. Según un reciente estudio del Banco Mundial,
mientras que el 90 por ciento de las empresas encuestadas en Polonia
informó haber lanzado un nuevo producto en el último año, sólo el 40 por
ciento de las empresas en México hizo lo mismo ese año.
No es que América Latina tenga un déficit de personas creativas o
emprendedoras. Por el contrario, durante los cuatro años en que realicé la
investigación para mi nuevo libro Crear o Morir!: La esperanza de America
Latina y las cinco claves de la innovación, me encontré con algunos
innovadores increíblemente exitosos de todo tipo que están dejando una
huella no sólo en sus países sino en todo el mundo.
Tomemos el caso de Gastón Acurio, el chef peruano que comenzó su carrera
experimentando con las comidas del Amazonas, convirtió su restaurante
francés en uno de comida peruana, y luego inició un movimiento de chefs
peruanos que ha resultado en un boom mundial de la cocina peruana.
Hoy día, Acurio tiene más de 40 restaurantes peruanos en Nueva York,
Miami, Madrid, Bogotá, Buenos Aires y varias otras ciudades del mundo, y la
cocina peruana se ha convertido en un fenómeno económico que representa
el 9 por ciento del producto bruto del Perú. No es de extrañar que Acurio se
haya convertido en un héroe nacional en Perú, y que segun las encuestas
tenga un índice de aprobación más alto que cualquier político o figura
pública en Perú.
Acurio me dijo que hasta el dia de hoy le pide a cada uno de sus cocineros
inventar cinco nuevos platos a la semana, elegir los que más aceptación
tienen, y cambiar sus menús cada seis meses. “Hay que seguir innovando
todo el tiempo’’, me dijo.
O tomemos el caso de Luis von Ahn, el joven guatemalteco que a los 22 años
co-inventó CAPTCHA —esas pequeñas cajitas con letras distorsionadas que
uno tiene que copiar en la pantalla de la computadora para probar que uno
es humano, y no un robot tratando de enviar correos basura —, un programa
que ahora está siendo utilizado diariamente por personas en todo el mundo.
Von Ahn, ahora un profesor de ciencias de la computación de 34 años de
edad, en la Universidad Carnegie Mellon, vendió una versión posterior de su
programa llamada RE-CAPTCHA a Google a los 23 años por una suma no
revelada, que él me dijo fue “entre 10 y 100 millones de dólares’’.
Von Ahn más recientemente lanzó un sitio web para ofrecer lecciones de
idiomas gratuitas a millones de personas. Su sitio web, Duolingo, se
mantiene vendiendo traducciones a empresas como CNN, y dándoselas a sus
alumnos para que las traduzcan como parte de sus tareas.
Otro campeón de la innovación de América Latina que podria ayudar a
cambiar el mundo para mejor es Alfredo Zolezzi, un diseñador industrial
chileno que inventó un sistema de purificación de agua de bajo costo que
puede darle agua potable a muchos de los 780 millones de personas en todo
el mundo sin acceso a agua limpia.
Zolezzi, que vive en Viña del Mar, Chile, ha inventado un dispositivo simple
para convertir el agua contaminada en plasma, y la plasma en agua limpia.
Comenzó probándolo dándole agua potable gratuita a 19 familias en un
barrio pobre, y más tarde —con la ayuda de la Fundación Ashoka, que
patrocina a los innovadores sociales en todo el mundo— obtuvo la validación
de su invento por parte de la Fundación Nacional de Sanidad de Estados
Unidos. Ahora, Zolezzi está trabajando con varias empresas y fundaciones
para llevar agua limpia de forma gratuita a algunas de las zonas más pobres
del mundo.
Pero ¿por qué no hay más innovadores latinoamericanos como Acurio,
VonAhn y Zolezzi, que estén trascendiendo sus propios países y tengan un
impacto mundial, como Steve Jobs, o Bill Gates?
La mayoría de los estudios señalan que se debe a que los países de América
Latina tienen sistemas de educación de mala calidad, producen demasiados
graduados en humanidades y demasiado pocos en ciencia e ingeniería, y
porque carecen de ecosistemas favorables a las empresas que fomenten el
espíritu empresarial y la innovación. Todo eso es muy cierto, y hay muchas
estadísticas que prueban que estas problemas son muy serios.
Pero lo que he encontrado en mis viajes por América Latina es que los
mayores obstáculos a la innovación en la región son de una naturaleza
diferente. La mayor traba a la innovación es la ausencia de una cultura de
veneración a los innovadores y a los emprendedores, y la falta de tolerancia
social con el fracaso individual, que son los factores claves del éxito de
Silicon Valley.
En la mayoría de países de América Latina, hay decenas de millones de niños
que quieren ser estrellas del fútbol, pero relativamente pocos que quieren ser
el proximo Premio Nobel de Química, o un empresario exitoso. Eso ayuda a
explicar por qué hay relativamente pocos estudiantes de ciencias o
ingeniería, y por qué, mientras que Corea del Sur tiene 5,451 investigadores
científicos por millón de habitantes, América Latina tiene sólo 560
investigadores cientificos por millón de habitantes, según cifras del Banco
Mundial.
Como lo dijo el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis
Alberto Moreno, en relación con las estrellas de fútbol que ha producido
America Latina, la región tiene que enfocarse ahora en producir “el próximo
Neymar del software’’, y “el próximo Messi de la robótica’’.
Esa cultura de veneración para los innovadores se puede crear, con la ayuda
de buenas campañas mediáticas y jugosos premios para inventores
productivos y emprendedores.
Además de eso, la mayoría de los países de la región podrían estimular la
innovación mediante campañas de difusión para cambiar la percepción
social del “fracaso’’. En la mayoría de países de América Latina, los
emprendedores que fracasan se convierten en parias sociales, y draconianas
leyes de bancarrota les prohíben comenzar un nuevo negocio durante
muchos años. Esto se podría cambiar con reformas legales y campañas
públicas para difundir el mensaje de que no hay gran innovación que no esté
precedida por una cadena de fracasos.

Pero, sobre todo, los países latinoamericanos tendrían que convencer a su


gente de que el siglo XXI es el de la economía del conocimiento, en la que los
países que se basan en el trabajo mental van a prosperar mucho más que los
países que se basan en el trabajo manual, o exportaciones de productos
básicos. El lema de la región para el siglo XXI debe ser el de producir bienes
cada vez más sofisticados, o quedarse cada vez más atrás. O, para decirlo de
una manera más dramática, “Crear o morir!’’. En su recientemente publicada obra
“Crear o Morir”, Andres Oppenheimer propone como las 5 grandes claves para impulsar la
innovación en América Latina impulsar una cultura de la innovación, reorientar la educación a
ese fin, modificar las leyes que la inhiben, estimular la inversión en innovación, y por último,
globalizarla.

Luego de repasar algunos números que resultan reveladores del brutal rezago que nuestros
países presentan en el lanzamiento de nuevos productos y servicios, y el mejoramiento de
procesos, frente a países industrializados, Oppenheimer se hace las preguntas correctas para
intentar encontrar los factores que en las economías de los países industrializados apoyan la
generación constante y de alto impacto económico de la innovación.

Vous aimerez peut-être aussi