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LECCIÓN N° 1

LA ÉTICA EN LA ACTIVIDAD PROFESIONAL


Juan Diego Uribe Londoño

Esta es una reflexión introductoria al curso de ética profesional que ha de servir de


puente entre la anterior argumentación sobre las generalidades de la ética y lo que
ahora se propone en ética profesional, para aclarar la pertinencia de la ética en la
actividad de la profesión, objetivo de este curso.

Siguiendo a Adela Cortina decimos aquí que la ética en general es un saber filosófico
que se apuntala en la racionalidad humana, para dirigir las acciones cotidianas hacia
el bien. Cada persona busca siempre hacer bien lo que hace, tomar buenas
decisiones, no equivocarse de camino, elegir siempre lo mejor, buscar el menor daño
posible, de hecho, evitar el daño pero en todos casos hacer que lo que se hace sea
consecuente con la vida personal y en sociedad.

Haciendo un recuento apretado de los fundamentos éticos hay que recordar que la
ética se ocupa de una reflexión sobre el bien alrededor de la libertad humana. Por
eso la ética es un asunto netamente humano y por eso es posible la ética, por la
libertad. Sin libertad no es posible apersonarse de las consecuencias de los actos. Así
entonces, es torpe condenar a prisión a un burro que se encabrita con los juegos de
un niño y asesta a éste una patada mortal, o al niño porque mató de un escopetazo a
su vecinito cuando jugaban con el arma que encontró en la casa. En este último caso
la imputación ética recaerá sobre el papá por irresponsable, pero nunca sobre el niño
o sobre el burro en el primer escenario. Burro el ignorante que condena al borrico a
prisión.

Otro componente fundamental de la ética es la felicidad. Nos compete a todos; cada


uno busca con sus actos afianzar la felicidad, entendida esta de muchas formas por
supuesto. Para algunos la felicidad consiste en hacerse millonario y lo desean como el
sediento el agua; otros la persiguen a través de la acumulación de bienes, títulos,
vacas, buses, acciones empresariales, etc. Algotros más sin embargo van por la vida
con una actitud más espiritual entendiendo que la felicidad es un sentimiento en

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consonancia con las buenas acciones personales (las virtudes): si preparo bien el
examen y me va bien consigo superar el semestre con el promedio deseado, para
conseguir llegar al final y graduarme con un promedio excelente y luego acceder a un
MBA. Eso produce un estado interior de satisfacción especial que no se mide por la
marca del carro o su valor de cambio, o por el monto de dinero en la cuenta bancaria o
el número de acciones que se posee en una compañía.

De allí que en buena medida el drama existencial de nuestro tiempo sea que el
hombre tenga el mayor número de posibilidades nunca soñadas por la humanidad –
gracias a la ciencia aplicada- para hacer que la vida sea más fácil, más placentera,
duradera y de mejor calidad; pero al mismo tiempo que esta sea la época donde hay
más angustia, tensión, sinsentido, soledad y desesperanza. Muchos son los que en
una alocada carrera por el éxito sólo tienen dinero en abundancia, en familias
destrozadas, incomunicadas, llenas de recelos y envidias en medio de luchas
permanentes por el que más poder alcance; viven en la abundancia económica una
pobreza interior en sus vidas personales, hasta que lamentablemente en muchas
oportunidades todo parece resolverse en el extremo de una soga de la que pende el
desdichado como respuesta a su frustración.

Eso de la felicidad es, en general, el problema de cada uno todos los días. Sin
embargo al profesional se le complica aún más el asunto debido a que su actividad
personal se ve atravesada siempre por su formación profesional universitaria, por la
especificidad de sus conocimientos. Así entonces una persona que conduce un
autobús tiene unas responsabilidades públicas muy precisas en relación con las vida
de los pasajeros y transeúntes; debe llevarlos a su destino puntualmente con
seguridad, para ello deberá cumplir horarios establecidos, conducir respetando las
normas del tránsito, cobrar lo convenido, etc. La sociedad demanda del conductor de
bus eso y no responsabilidades que superen su quehacer. Otra cosa muy distinta
espera la sociedad del gerente del Banco de la República o del presidente del Grupo
SURA, quienes además de cumplir a cabalidad con las normas legales, como todo
ciudadano, deben dar ejemplo de pulcritud e impecabilidad en el manejo profesional.

Cuando un narcotraficante le roba el ganado de su hacienda al vecino, es por


supuesto un delito condenable desde todo punto de vista, pero si uno sabe que su

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vecino es un narcotraficante, sabe que es un delincuente y que obrará de la misma
forma siempre ya robando el ganado o corriendo los linderos o extorsionando a los
vecinos. Es decir, el delincuente usará todas las formas delincuenciales posibles para
conseguir sus objetivos. Pero el impacto moral en la sociedad no es el mismo que
cuando un profesional, educado en las mejores universidades del mundo, habiendo
nacido en medio de la abundancia económica y rodeado de personas comprometidas
con la responsabilidad social de una nación, le roba un millón de dólares a la campaña
presidencial de su amigo porque al fin y al cabo ese dinero proviene de un
narcotraficante. Los dos son delincuentes, pero el impacto moral es diferente.

Salta a la vista que el impacto social de lo hecho es magnificado por las condiciones
particulares del sujeto que lo ejecuta. En la vida de todo profesional pasa igual. La
responsabilidad pública del profesional desborda su sola condición de ciudadano para
convertirse en una persona con autoridad moral e intelectual sobre un campo
específico del conocimiento con el que impacta a toda la comunidad nacional (a veces
internacional).

Por tanto la acción personal, el problema existencial personal del profesional,


desborda la propia y situada naturaleza del sujeto y salta maximizada al ámbito de lo
público, lugar de la profesionalidad, ámbito que hace posible que una persona se
incruste en el concierto social a través de una actividad especializada para servir a
través de su vida e impactar las de los demás.

De la misma forma como la acción profesional de un individuo transforma el contexto


social, termina transformando la vida personal. Lo personal individual y lo personal
profesional son ambas caras de la misma moneda. Si un hombre lleva una vida
desordenada de espaldas a la realidad social, irrespetando las leyes, desconociendo
el sentido de pluralidad necesario para la justicia, siendo innoble con la condición
humana, no puede por tanto ser un buen profesional. Un buen gerente, destacado por
el liderazgo y las buenas relaciones interpersonales en la empresa, considerado por
todos como una persona respetuosa del otro, de la sociedad, que paga puntualmente
sus impuestos y que no comete fraude, trampa ni usa el atajo indebido para conseguir
los objetivos, no puede ser al tiempo un mal padre, un hombre huraño, dictatorial,
egoísta, mentiroso, descuidado con el sostenimiento del hogar ni con su vida social.

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Nadie esperará de un crápula en su vida personal que sea un líder profesional en una
sociedad bien constituida.

Algunos profesionales mezquinos a veces saben camuflar y ocultan con habilidad una
vida doble aparentando ser empresarios transparentes e impolutos, pero la naturaleza
que todo lo equilibra hace que en su momento ese corrupto castillo de naipes se
derrumbe para dejar al descubierto el desafuero. No me estoy refiriendo aquí al caso
de Interbolsa y al abuso de confianza con los inversionistas que en ella confiaron sus
patrimonios financieros, ni a la empresa contratista de los primos Nulle y sus buenos
amigos el ex alcalde capitalino Moreno y su hermano el senador; ni a Mauricio Galofre,
Germán Olano, Miguel Ángel Moralesrussi, algunos del IDU o a un tal Emilio Tápias,
entre otros cientos de angelitos que se ocupan en su vida profesional de contribuir con
el mejoramiento de la infraestructura física del Estado colombiano. Ni más faltaba
referirme a tan nobles y altruistas ideales. Al fin y al cabo Miguel Nulle decía en alguna
entrevista televisiva, saliendo de algún tribunal de justicia, que “la corrupción en
Colombia, como en cualquier país del mundo, es inherente a la naturaleza humana” 1.

Va haciendo carrera el discurso ético en la actividad profesional en las organizaciones


empresariales. Cada vez es más frecuente encontrar que las empresas y los
profesionales vayan estableciendo que uno de los pilares más importantes en las
organizaciones profesionales es el tema de la ética; el comportamiento ético en la
administración de las organizaciones y en las decisiones profesionales de los que las
conforma. La ética en la vida profesional, la ética en el interior de las empresas, la
ética a nivel personal, establece un referente diferenciador entre las personas u
organizaciones.

Desde esa realidad es que se plantea este curso de ética profesional. La intención es
que el estudiante se apropie de los discursos y argumentos de la ética profesional
aplicados a la vida laboral en consonancia con la profesión, para que su vida sea
plena, exitosa y digna de vivirse.

1
http://www.colombia.com/actualidad/politica/sdi/7061/la-corrupcion-es-inherente-a-la-naturaleza-
humana-miguel-nule. Consulta en línea.

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