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Katharine Burr Blodgett (1898-1979)

13 noviembre, 2018

Katharine Burr Blodgett.


Científica estadounidense, inventora del cristal no reflectante. Nació en Schenectady (Nueva York). Su padre era
George R. Blodgett (1862-1897), un prestigioso abogado que dirigía el departamento de patentes de la General
Electrics Company (en adelante GE) y que falleció un mes antes de nacer su hija, asesinado por los disparos de
un ladrón que había entrado a robar en su domicilio. Aunque la compañía ofreció una recompensa de 50 000
dólares para el arresto del culpable, nunca llegó a saberse su verdadera identidad, dado que el único detenido
y sospechoso se suicidó ahorcándose en la celda.

En reconocimiento a los servicios prestados por George Blodgett, GE se hizo cargo de la estabilidad financiera
de su familia, que se trasladó a Nueva York al poco de nacer Katharine y, más tarde (1901), se desplazaba a
Francia, donde la niña adquirió un dominio fluido del idioma francés. En 1912, los Blodgett regresaron a la Gran
Manzana. Allí, Katherine se matriculó en la Escuela Rayson, una institución privada en la que recibió la misma
educación que los chicos varones de su edad, algo inusual en aquella época. Blodgett sobresalió en física,
química y matemáticas, singularmente por la manera creativa con la que resolvía problemas complejos.

Irving Langmuir en el laboratorio de Schenectady (1934).


En 1913, con solo quince años de edad, ganó una beca para la Universidad Bryan Mawr (Pensilvania), un centro
privado femenino donde se graduó en Física (1917) y destacó, una vez más, por su destreza científica. En su
último año en Bryan Mawr, Blodgett ya había decidido convertirse en investigadora, por lo que visitó los
laboratorios que la antigua empresa de su padre tenía en Schenectady, con la esperanza de ser contratada algún
día. Allí le presentaron al químico y físico Irving Langmuir (1881-1957) para que estudiase la posibilidad de que
la joven accediera a un puesto en los laboratorios cuando terminara su formación. Langmuir, que había
trabajado con el padre de Katharine, reconoció en ella un gran talento y le aconsejó ampliar estudios,
garantizándole el puesto si así lo hacía.

Siguiendo las recomendaciones de Langmuir, Blodgett se matriculó en la Universidad de Chicago(1917). Obtuvo


allí la licenciatura en Química (1918) con un trabajo sobre las capacidades adsorbentes del carbón, publicado
en 1919 por Physical Review junto al químico Harvey B. Lemon (1885-1965). Esta investigación resultaba estar
muy al hilo del momento histórico (dado el uso masivo de gases venenosos durante la Iª Guerra Mundial) y en
ella se determinó que casi todos los gases tóxicos pueden ser adsorbidos por moléculas de carbono, un
conocimiento que salvaría muchas vidas posteriormente.

A la edad de 20 años, Blodgett se convertía en la primera mujer en trabajar en un laboratorio de GE. La coyuntura
le resultaba favorable, dada la escasez de investigadores masculinos a causa de la guerra. Pero su carrera como
investigadora fue una excepción en un mundo como el de la ciencia que daba escasísimas oportunidades a las
mujeres a causa de los costes que se incurrían al invertir en ellas, ya que podían casarse y tener hijos, lo que,
por otra parte, nunca le sucedió a Blodgett.

Blodgett entró como ayudante de Langmuir, cuyas investigaciones en la compañía (en la que estaba desde 1909)
habían girado en torno a los gases y filamentos de las bombillas eléctricas, el comportamiento de los electrones
en los tubos de rayos X y la cinética de las reacciones gaseosas. Científico decisivo para el avance de la
electrónica, Langmuir había inventado y patentado en 1913 la bombilla incandescente rellena de gas, tras
descubrir junto a su colaborador Lewis Tonk (1897-1971) que la vida de los filamentos de wolframio (o
tungsteno) aumentaba considerablemente si las lámparas contenían un gas inerte (como el nitrógeno o el
argón) en lugar del vacío (como venía siendo lo habitual), algo que cambiaría radicalmente la historia de la
iluminación eléctrica.

Asimismo, en 1913, Langmuir desarrolló el “pilotrón” (patentado al año siguiente), uno de los primeros triodos
o válvulas electrónicas. En 1916, perfeccionó la bomba difusora de mercurio, inventada tres años antes por el
físico alemán Wolfgang Gaede (1878-1945), permitiendo con ello que GE pudiera producir válvulas electrónicas
masivamente con destino a aplicaciones militares durante la Gran Guerra. Aquel mismo año, Langmuir
estableció la ecuación que lleva su nombre, por la cual se relaciona la adsorción (esto es, la capacidad de un
cuerpo sólido de retener o atraer en su superficie moléculas o iones de otro cuerpo) con la presión de un gas o
la concentración de un medio que se encuentre encima de la superficie sólida a una temperatura constante. En
1918, Langmuir ya había obtenido dos prestigiosos galardones: la Medalla Nichols de la Sociedad Americana de
Química (1915), por su estudio de las reacciones de la materia a bajas presiones, y la Medalla Hughes de la Real
Sociedad de Londres (1918), por su contribución al conocimiento de la física molecular. Además, para entonces,
su nombre aparecía consignado como inventor en 45 patentes de GE (1910-1918).

En 1917, Langmuir publicó un artículo sobre la química de las películas de aceite que a la postre sería el
responsable de que le concedieran el Premio Nobel de Química en 1932. Su interés por la química de
superficies se había iniciado durante sus experimentos con bombillas incandescentes con gas de hidrógeno
enrarecido. Langmuir había descubierto que una capa de átomos de hidrógeno de un átomo de espesor se
formaba en el interior de las lámparas, dándose cuenta de que las reacciones químicas suceden con mayor
facilidad cerca de superficies donde entran en contacto sustancias en diferentes fases, como sólidos y líquidos.
En dicho artículo, Langmuir postuló una teoría en la que las superficies se asemejan a un tablero de ajedrez
donde cada cuadrado puede estar ocupado por un solo átomo o molécula. Como consecuencia, los átomos o
moléculas que terminan uno junto al otro pueden reaccionar más fácilmente entre sí.

Blodgett se incorporó a estas investigaciones de Langmuir, trabajando juntos en técnicas para conseguir
revestimientos monomoleculares de naturaleza aceitosa, diseñados especialmente para depositarse
en monocapas de unos pocos nanómetros de espesor y recubrir así superficies acuosas, metálicas o vítreas. Para
ello, emplearon un equipo, perfeccionado por Langmuir, que medía tanto la tensión superficial de monocapas
de sustancias hidrofóbicas (aceites y grasas) y anfipáticas (jabones y detergentes) como el tamaño de las
moléculas. Este dispositivo había sido inventado en 1891 por la alemana Agnes Pockels (1862-1935), un ama de
casa y científica amateur, a partir de su experiencia con el jabón y el agua de fregar.

En 1924, Blodgett marchó a Inglaterra para estudiar el doctorado en el Laboratorio Cavendish de la Universidad
de Cambridge, dirigido por el británico-neozelandés Ernest Rutherford (1871-1937), Premio Nobel de Física
(1908) tras descubrir que la radiactividad consistía en la desintegración de los elementos. En 1926, Blodgett se
doctoraba con una tesis sobre el comportamiento de los electrones en vapor de mercurio ionizado y, con ello,
se convertía en la primera mujer que alcanzaba un doctorado en Física por Cambridge.

Este bagaje de conocimientos adquirido en la universidad inglesa permitió a Blodgett en su retorno a


Schenectady perfeccionar junto a Langmuir las bombillas con filamento de wolframio y, gracias a ello,
profundizar en el estudio de las descargas eléctricas en gases, lo que tendría como resultado importantísimo
sentar las bases de la física del plasma, el cuarto estado fundamental de la materia (además del sólido, el líquido
y el gaseoso). El plasma, que en griego significa “sustancia moldeable”, es un fluido parecido a un gas pero en
el que una determinada proporción de partículas están ionizadas (cargadas eléctricamente). No existe en la
superficie terrestre en condiciones naturales (aunque sí en las tormentas eléctricas o en las estrellas) y debe ser
generado artificialmente mediante el calentamiento de gases inertes o sometiéndolos a un fuerte campo
electromagnético, formándose en este caso estructuras como filamentos, rayos o capas dobles.

Este cuarto estado de la materia ya había sido observado en diversas investigaciones sobre los rayos catódicos
llevadas a cabo respectivamente en 1879 y 1897 por los científicos ingleses William Crookes(1832-1919)
y Joseph J. Thompson (1856-1840). Pero sería Langmuir quien desarrolló las técnicas más importantes para
investigarlo –como la sonda que medía la temperatura de sus electrones, su densidad y potencial eléctrico
(1924)– y, además, quien le puso el nombre de plasma (1928), debido a su analogía con la sangre, pues
transporta electrones de alta velocidad, iones e impurezas de la misma manera que el fluido vital transporta
glóbulos blancos, glóbulos rojos y gérmenes. Al tratarse de un potente superconductor, sus aplicaciones
prácticas pueden encontrarse en luces de neón, tubos fluorescentes, lámparas fluorescentes compactas (LCF),
pantallas de televisión, soldadura de hidrógeno atómico (inventada por el propio Langmuir en 1925) o
revestimientos de naves espaciales.

Patente estadounidense no. 2.587.282 (calibrador).


Imagen: USPTO.
Langmuir continuó junto a Tonks las investigaciones sobre el plasma, mientras que retomó con Blodgett el
estudio de los revestimientos monomoleculares de naturaleza aceitosa. En 1933, Blodgett desarrolló un sencillo
procedimiento para calibrar el espesor de una capa de película de modo extraordinariamente preciso, hasta una
millonésima de pulgada, cuando los mejores instrumentos de la época podían medir tan solo hasta una micra.
Blodgett se apercibió que las capas de ácido esteárico (una materia grasa empleada en velas, jabones y
cosméticos) tenían colores diferentes, cada color se correspondía con un lugar concreto de la capa y cada uno
de esos lugares era de un espesor distinto, por lo que existía una correlación entre color y espesor. Así pudo
añadir capas muy finas de ácido esteárico sobre una plancha de cristal controlando los cambios de color, todo
ello con una precisión inédita entonces. Años después, en 1952, Blodgett obtendría la patente no. 2.587.282
para el calibrador del grosor de revestimientos ultrafinos, aunque perfeccionado con los logros de
investigaciones posteriores, siendo cedida a GE (al igual que las otras siete que obtuvo en los EE. UU. y las dos
depositadas en Canadá).

El calibrador ofrecía tal control minucioso en la experimentación con los revestimientos que abrió enormes
posibilidades en las investigaciones de Blodgett y Langmuir. En 1934, Katharine realizó otro importante avance
al descubrir que varias de estas películas monocapa individuales podían apilarse y comprimirse una sobre otra
para hacer películas estratificadas de múltiples capas (unas 3 000). Así que ideó un método para extender los
revestimientos de uno en uno sobre metal (o también cristal), sumergiendo repetidamente una placa metálica
en agua cubierta por una capa de aceite y apilando otras más sobre la placa con una enorme precisión molecular
(900 angstroms). Para conseguir todo esto, Blodgett estuvo perfeccionado durante años el aparato de
laboratorio de Pockels que Langmuir, a su vez, había mejorado en la década anterior y que se conocería en
adelante como balanza Langmuir-Blodgett, al igual que los finísimos revestimientos conseguidos con dicha
tecnología pasarían a llamarse películas Langmuir-Blodgett. Este dispositivo permitía la deposición y el
autoensamblado de cientos de moléculas anfipáticas (con un extremo soluble en agua y otro no) en un sustrato
sólido de manera muy ordenada, precisa y fácil, posibilitando la creación de nuevos materiales con diversas
propiedades (eléctricas, ópticas o biológicas).

Blodgett

en Schenectady trabajando con la balanza (década de 1930).


Patente no. 2.220.860 (balanza).
Imagen: USPTO.
Por este instrumento, en 1940, Blodgett recibió su primera patente, emitida con no. 2.220.860 (y registrada tres
años antes). Sin embargo, la tecnología Langmuir-Blodgett permaneció relativamente olvidada entre la
comunidad científica hasta 1971, cuando el químico suizo Hans Kuhn(1919-2012) inició experimentos ópticos y
fotoeléctricos con ensamblajes de monocapas siguiendo el método de los científicos estadounidenses. En 1982,
se celebró en Durham (Gran Bretaña) la primera conferencia internacional sobre las películas Langmuir-
Blodgett. Actualmente, se utilizan en multitud de campos de la investigación: creación de
estructuras mesoscópicas compatibles con biomateriales (ADN, proteínas y polisacáridos), síntesis de
nanopartículas, formación de nanocristales y semiconductores, separación de mezclas de gases, elementos de
electrónica molecular, soportes para tintes azoicos (en los que, por ejemplo, se graba la información de los
discos DVD y CD-R), aislantes orgánicos para transistores, generación de membranas biológicas para el estudio
de sistemas vivos y reacciones farmacológicas, guías de onda o diseño de estructuras supramoleculares.

Partes de
la balanza Langmuir-Blodgett (arriba): 1. monocapa; 2. subfase de líquido; 3. canal; 4. sustrato sóldio; 5.
mecanismo inmersor; 6. tensiómetro; 7. electrobalanza; 8. barrera; 9. mecanismo de barrera; 10. sistema
reductor de vibraciones;
11. recinto. Proceso de transferencia de la monocapa sobre el sustrato tras la compresión (abajo).
Modelo
actual de balanza Langmuir-Blodgett.
Desde medidos de la década de 1930, Blodgett se centró en aplicar revestimientos de monocapas cada vez más
gruesas con el fin de disminuir el índice de reflexión de los cristales, que en los mejores casos llegaban a reflejar
un 11% de la luz incidente, lo que dificultaba la visión a través de ellos. El resultado de esta investigación
(publicado en un artículo de 1937) se plasmó en otras dos patentes estadounidenses (no. 2.220.861 y no.
2.220.862), concedidas en 1940 (y registradas asimismo en Canadá en 1942). La primera de ellas, solicitada en
1938, versaba sobre la reducción de la superficie de reflexión en cristales y otros cuerpos transparentes. Se
trataba de eliminar la reflexión de un cristal allí donde ésta fuese indeseable, pero permitiendo la transmisión
de la luz. Para conseguirlo, se recubría el cristal con una pluralidad de monocapas superpuestas hasta formar
una película transparente de 1375 angstroms y hecha en araquidato de cadmio (un ácido graso).
Izquierda:
patente no. 2.220.861 (reducción de la superficie de reflexión).
Derecha: patente no. 2.220.861 (cristal invisible). Imagen: USPTO.
La otra patente, solicitada en 1939, protegía un cristal de baja reflectancia, es decir, un cristal invisible. Consistía
en un vidrio común revestido por una película trasparente de estearato de bariocon 44 moléculas de espesor,
equivalente a un cuarto de la longitud de onda promedio de la luz visible (unos 1 388 angstroms). De este modo,
la reflexión de la capa neutralizaba la reflexión del vidrio, debido a que las depresiones y las crestas de las
respectivas ondas lumínicas eran opuestas entre sí y se cancelaban mutuamente, permitiéndose así el paso
eficiente de la luz a través del cristal sin apenas emisión de reflejos (solo un 2,5%), hasta el punto de hacerse
prácticamente invisible.
Revestimientos dobles de estearato de bario-cobre (49,5 angstroms). Los colores indican diferentes espesores.
Las posteriores aplicaciones de estos inventos serán innumerables: lentes oftálmicas, telescopios, cámaras,
parabrisas, pantallas de televisión y de ordenadores. Por ejemplo, el film Lo que el viento se llevó (1939) fue la
primera producción cinematográfica que usó en cámaras y proyectores estos cristales invisibles, asimismo
empleados en periscopios de submarinos, telémetros y cámaras áereas durante la IIª Guerra Mundial. La
invención del cristal invisible proporcionó a Blodgett una cierta popularidad mediática por el hecho poco
corriente de ser una mujer científica.

Izquierda:
noticia sobre el cristal invisible publicada en la revista Mechanix Illustrated (1939).
Derecha: Blodgett realizando una demostración del cristal invisible con sus propias gafas,
en una película divulgativa sobre química de superficies realizada por General Electrics (1939).
Durante el conflicto, Blodgett trabajó intensivamente para GE en el desarrollo de sistemas para deshelar las alas
de los aviones, máscaras antigas con filtros por adsorción (partiendo de sus propias investigaciones de juventud)
o la producción de niebla artificial mediante generadores de humo, técnica utilizada en las invasiones aliadas de
Italia (1943) y Francia (1944). Tras la guerra, en 1947, continuó colaborando con el ejército estadounidense en
el diseño de un instrumento para medir la humedad en la atmósfera superior y dirigió sus propias
investigaciones hacia la obtención de métodos de indicación eléctrica y la mejora de la conductividad de los
revestimientos.

En 1947, registró dos patentes (no. 2.493.745 y no. 2.589.983) conjuntamente con Vincent J. Schaefer(1926-
1993), químico y meteorólogo de GE que un año antes había inventado el procedimiento para crear nubes
artificiales y con el que Blodgett estuvo colaborando. Respectivamente concedidos en 1950 y 1952, estos
certificados protegían un sistema y un aparato para señalar eléctricamente los procesos de expansión mecánica
en instrumentos como los indicadores de humedad, termómetros o galgas extensométricas. La medición se
lograba atendiendo a los cambios en la resistencia eléctrica de una capa muy delgada (entre 0,01 y 0,05 mm) de
partículas conductoras de grafito, extendida sobre la parte del instrumental dilatada o contraída.

Patente
no. 2.493.745 (indicador eléctrico de expansión mecánica). Imagen: USPTO.
En 1952 y 1953, esta vez en solitario, Blodgett obtuvo sendas patentes (no. 2.597.562 y no. 2.636.832) para un
revestimiento conductor de la electricidad y para un método de formar capas semiconductoras sobre cristal u
otros artículos semejantes. El primer invento era una capa vítrea de alta resistividad y de características estables
para diversos elementos eléctricos de alta tensión como resistencias, transformadores, aislantes o dispositivos
de descarga, disipando en ellos las cargas eléctricas acumuladas y distribuyendo uniformemente el potencial.
Hasta entonces, el incremento de la conductividad (o la disminución de la resistividad) de los materiales vítreos
se conseguía aplicando sobre sus superficies sustancias metálicas altamente conductoras como sales de platino,
oro o cobre. Sin embargo, mediante estos procedimientos no se lograba un control predecible ni de la
conductividad ni de la resistividad. El nuevo método ideado por Blodgett consistía en aplicar una fina capa de
sílice sobre un cristal con un contenido mínimo de óxido de plomo del 60% y calentarlo en una atmósfera
reductora (sin oxígeno) a una temperatura constante entre 300 y 500 grados centígrados. La otra patente
empleaba un método similar, pero aplicado a dispositivos de descarga de electrones como los tubos de rayos X
y en determinadas condiciones de humedad.

Blodgett se retiró de GE en 1963, tras 45 años de carrera profesional. A partir de entonces, pudo dedicarse con
plenitud a sus aficiones favoritas: actriz en un grupo de teatro aficionado, jardinería, astronomía, coleccionismo
de antigüedades, bridge, escribir poemas humorísticos o voluntariado en organizaciones benéficas como la
Sociedad de Ayuda al Viajero, de la que fue su tesorera. Falleció en Schenectady a los 81 años de edad.

Entre 1919 y 1961, Katharine Blodgett dejó una treintena de artículos académicos en revistas como Physical
Review y Journal of the American Chemical Society, caracterizados por su claridad expositiva al alcance incluso
de los no iniciados, siendo muy alabados por el físico William D. Coolidge (1873-1975), director de los
laboratorios de GE entre 1932 y 1944, y por el propio Langmuir, quien siempre consideró a Blodgett una
excepcional experimentadora dotada con una infrecuente combinación de capacidad teórica y práctica.

Fue miembro de la Sociedad Americana de Óptica y de la Sociedad Americana de Física. Su trayectoria científica
estuvo reconocida con doctorados honorarios en ciencia concedidos por cuatro universidades de su país: Elmira
(1939), Brown (1942), Western de Arizona (1942) y Russell Sage (1944). Igualmente, recibió los siguientes
galardones y homenajes: Premio de la Asociación Americana de Mujeres Universitarias (1945), Medalla
Garvan de la Sociedad Americana de Química (1951), Día de Katharine Blodgett por el Ayuntamiento de
Schenectady (1951), Medalla al Progreso por la Sociedad Fotográfica de América (1971).
Última edición: enero de 2018

Bibliografía

 Lemon, Harvey B. y Blodgett, Katherine: Studies of the Adsorption of Gases by Charcoal. II; Physical
Review 14 (1919) 394-402
 Blodgett, Katherine: Monomolecular films of fatty acids on glass; Journal of The American Chemical
Society 56 (2) (1934) 495
 Blodgett, Katherine: Films Built by Depositing Successive Monomolecular Layers on a Solid
Surface; Journal of The American Chemical Society (1935) 57 (6), 1007-1022
 Blodgett, Katherine: Built-Up Films of Barium Stearate and Their Optical Properties; Physical Review 51
(1937) 964
 Shearer, Benjamin F. y Shearer, Barbara Smith: Notable women in the physical sciences: a biographical
dictionary; Greenwood Press, Westport (Conn.), 1997

Martha Coston (1826-1904)


Inventora y empresaria, perfeccionó las bengalas de señales marítimas patentando un sistema que permitía la
comunicación entre barcos en la oscuridad. Las diversas combinaciones de colores formaban un alfabeto
con diez números con los que comunicar una secuencia de cifras, que posteriormente era interpretada
como un mensaje predefinido.
La colaboración de expertos pirotécnicos fue imprescindible para desarrollar nuevas mezclas con colores
claramente diferenciados. Los colores finalmente elegidos fueron rojo, blanco y verde.
En 1859 la Secretaría de la Marina de los Estaos Unidos de América publicó un informe en el que decía que
era el mejor sistema de señalización hasta la fecha. Tras la guerra, y durante 50 años, este sistema de
comunicaciones se extendió por el mundo. Incluso hoy en día, muchas embarcaciones utilizan las bengalas
como aviso de emergencia. El invento de Martha Coston fue rápidamente exportado a varios países y
expuesto en las Exposiciones Universales de Filadelfia (1876), París (1878) y Chicago (1893).
Martha Coston no es tan conocida como Samuel Morse, ni sus desarrollos han tenido la misma repercusión.
Sin embargo, ella fue la primera en diseñar, fabricar y comercializar un sistema de comunicación
“inalámbrico” entre barcos o de estos con la costa.
Además de su situación familiar en la que hubo de hacerse cargo de 4 hijos pequeños por la repentina
muerte de su marido, tuvo la valentía de seguir con una empresa “peligrosa” iniciada por él y en numerosas
ocasiones tuvo que hacerse pasar por hombre para que tomaran en serio sus opiniones y proyectos.

Martha Jane Hunt Coston (1826-1904)

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Martha Coston.
Inventora y empresaria estadounidense. Nacida en Baltimore (Maryland) como Martha Jane Hunt, perdió a su padre
con el resto de su familia ya en la década de 1830. En 1840, con solo 14 años edad, se hizo novia de Benjamin F. Costo
inventor que había desarrollado un prototipo funcional de submarino capaz de navegar ocho horas bajo el agua. En 18
del Astillero de la Armada de los Estados Unidos en Washington (D.C.), lo que motivó que la pareja se casara en secre

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inventado por Benjamin Coston.
En el astillero, Benjamin fue decisivo en el perfeccionamiento del cohete explosivo inventado en 1844 por el británico
estadounidense durante la guerra contra México (1846-1848). Asimismo, Benjamin creó un nuevo tipo de cebador (c
un sistema de bengalas de señales codificado por colores para la comunicación entre barcos, algo que entonces se ha

En 1847, Benjamin dejaba su puesto en Washington a causa de unas desavenencias salariales relacionadas con el ce
puso en práctica una patente (no. 5210) que se le concedió ese mismo año a favor de un aparato para la fabricación d
empleado con mucho éxito en la iluminación comercial y doméstica (hoteles, faros, barcos de vapor, cabañas, factoría
tanto en el astillero como en la empresa de gas, provocó que Benjamin cayese gravemente enfermo y muriera, dejand
cuales también fallecerían en los dos años siguientes).

Patente e
Consciente de la importancia de las señales navales concebidas por su marido, Martha Coston decidió acabar unas inv
químicas y de unos planos donde se mostraba que cada señal iba asociada a un número y una letra. La idea a plasma
colores en una determinada combinación que expresara un código de comunicación.

Puesto que Martha carecía de formación técnica o científica, se vio obligada a tratar con expertos en química y pirotecn
en ella y, además, sufriendo no pocos fraudes. Pero las bengalas resultantes (probadas en el astillero de Washington)
y usar, las luces no duraban lo suficiente para ser detectadas de barco a barco o desde tierra, ni era sencilla la mez
resistían las condiciones del mar.

Para diferenciar los mensajes, Martha Coston consiguió recrear dos colores, el blanco y un rojo vivo, pero le falt
combinación reflejara el cromatismo de la bandera estadounidense, pero no pudo lograr que la llamarada tuviese la
embargo, en 1858, encontró el azul deseado durante una exhibición de fuegos artificiales que se celebró en Nueva
trasatlántico. Así que contactó con fabricantes neoyorquinos de pirotecnia para que le produjeran ese mismo colo
encontró al fabricante Gustavus A. Lilliendahl, que hacía un fuego artificial de color verde muy intenso, lo que
empresa, Coston Manufacturing Company (CMC), con sede en Nueva York, y más adelante denominada Coston Signa
Empleo d
1905 en Cabo Cod (Mass.).
En abril de 1859, como administradora testamentaria de su marido, Coston registraba la patente no. 23536 para un
pirotécnico iba dentro de una docena de carcasas de cartón cerradas con una cinta y una tapa, impermeabilizadas
producir una sola señal de corta duración, una sucesión de dos o una de tres. Para encender una señal, simplemente
bengala con una cerilla. Si lo que se deseaba era expresar un mensaje compuesto de una combinación de varias s
sucesión lo bastante rápida para luego dejar pasar un intervalo de aproximadamente un minuto antes de prender la s

El código de comunicación era un “alfabeto” formado por diez números (del 0 al 9) y dos letras (P y A), signos que se en
el diverso material pirotécnico. Así, por ejemplo, para significar los números uno, dos y tres se encendían respectiva
que estaban contenidas en las carcasas numeradas con tales dígitos. Los contenedores con los números del cu
combinaciones sucesivas de dos colores: blanco-rojo (4), blanco-verde (5), rojo-blanco (6), rojo-verde (7), verde-blan
tres fuegos: blanco-rojo-verde. La letra P indicaba bengalas de luz blanca prolongada cuyo significado era que se esta
expresaba el asentimiento a la señal antes mencionada a través de un fuego rojo también duradero.
Martha Coston). Imagen USPTO.
Al mismo tiempo que Coston depositaba su patente, Lilliendhal registraba otra con el no. 23529, pero cuyos derechos
las señales. Esta patente recogía la aplicación del fuego de color verde desarrollada por Lilliendhal y, asimismo, busca
lentitud en la apertura de las carcasas, el exceso de humo en la combustión o contaminaciones entre los componente
al diseño de los recipientes, todos de la misma longitud y provistos de un casquillo en el que colocar un mango para u
de las mezclas pirotécnicas, dispuestas en tres capas explosivas más una incombustible, separadas por láminas delgad

Patente e
bengalas). Imagen USPTO.
Previamente a ser patentado, a principios de 1859, el sistema de señales nocturnas se puso a prueba en el astillero d
por Isaac Toucey (1792-1869), el Secretario de Marina (1857-1861). El resultado fue tan favorable que la junta recom
mejor de los existentes e indispensable para una conducción eficiente de la flota, gracias a su buena inteligibilidad, gr
a una distancia de unos 40 kilómetros.

Por todo ello, la administración quiso adquirir la patente, aunque de manera poco honorable mediante tácticas dilato
y aprobación. En cualquier caso, en marzo de aquel año, el Departamento de Marina encargó a Coston un primer pedi
de seis mil dólares (a cuatro dólares las pequeñas y a siete las más grandes). Las señales fueron preparadas en forma d
dispararse a través de una pistola de percusión fabricada al efecto.

Acuciada económicamente ante el retraso que suponía la tramitación política de la venta de los derechos de su in
Francia, Holanda, Austria, Dinamarca, Italia y Suecia) y en agosto de 1859 partió hacia Europa con la intención de ne
estuvo residiendo entre Londres y París hasta 1861.

Ese mismo año, el estallido de la Guerra Civil en su país precipitó su vuelta a Washington. Coston presentó ante el Co
fue aprobado en agosto de 1861, no sin antes encontrarse con la dura oposición de congresistas muy poderosos, con
de propiedad sobre invenciones. Los 40 000 dólares demandados al principio por Coston fueron rebajados a 30 00
establecido en 20 000 por el Senado.

Equipo de
Mientras tanto, CMC había estado abasteciendo de bengalas a seiscientos buques de la flota nordista. Durante toda
de señales (1 200 000 cartuchos), también por la empresa de Lilliendhal, aunque siempre a precio de costo, lo que si
bien el gobierno prometió a Coston resarcirla económicamente, acabó ofreciéndola años después (en 1875) tan solo

El agravio y la injusticia del gobierno fueron aún más hirientes, pues el sistema de señales demostró unas prestacione
nordista, destacando sobre todo durante las acciones de bloqueo en el Golfo de México (1864) o en la batalla de For
de los EE. UU. adoptó también las señales, al igual que numerosas armadas extranjeras, compañías navieras y clu
Exposiciones Universales de Filadelfia (1876), París (1878) y Chicago (1893).

En 1871, Coston obtuvo otra patente (no. 115935), esta vez en su propio nombre, a favor de mejoras en su sistema de
(sin duda en referencia al código Morse de comunicación). El invento constituía una configuración completamente d
encontraba dentro de un estuche de autoencendido que estaba hecho en madera gruesa y compuesto de dos carca
gracias a un mecanismo de rosca, se producía entonces una fricción sobre una cerilla de ignición rápida que prend
adecuada fijación quedaba garantizada por un resorte metálico.
Patentes
Coston). Imagen USPTO.
Los dos hijos de Martha Coston que llegaron a la edad adulta colaboraron con su madre y ellos mismos aportaron
nocturnas desarrolladas por su progenitora. En 1877, Henry H. Coston (1844-1896), que llegó a ser capitán del Cuerp
de señales que se disparaba desde armas de fuego. Por su parte, William F. Coston (1847-1901) recibió dos patente
caja compartimento para guardar bengalas, mientras que la otra, de 1901, era para un disparador de cartuchos de
William fallecía trágicamente a consecuencia de una explosión sucedida en su laboratorio de West Brighton (un barrio
años después. En 2006, Martha Coston ingresaba en el Salón de la Fama de los Inventores Nacionales.
Patentes
Imagen USPTO.
Bibliografía
Coston, Martha J. A Signal Success. The Life and Travels of Mrs. Martha J. Coston; Lippincott Co., Filadelfia, 1886

LA MUJER QUE INVENTÓ EL LIMPIAPARABRISAS, MARY ANDERSON (1866–1953)

Mary Anderson fue una de muchas mujeres que engrosan una larga lista de inventoras de artilugios que
utilizamos diariamente. Su ingenio fue algo tan prosaico como el limpiaparabrisas, pero que facilitó la vida a
miles de conductores de trenes, tranvías y coches. Empresaria nata, Mary Anderson fue una mujer práctica que
utilizó su imaginación para diseñar un modelo de limpiaparabrisas que fue tan eficaz que pronto se incorporó a
todo vehículo a motor.

Mary Anderson nació en 1866 en el Condado de Greene, en Alabama. Tras la muerte de su padre, Mary se
trasladó a vivir con su madre y su hermana en 1889 a la floreciente ciudad de Birmingham, en el mismo estado
de Alabama. Ya entonces Mary era una mujer de negocios dispuesta a subirse al tren de la reconstrucción de la
zona, destruida durante la reciente guerra civil. Allí levantó edificios de apartamentos y poco tiempo después
se trasladó a vivir a California donde gestionó una granja de ganado y viñedos.

Mujer inquieta, en un viaje que realizó a Nueva York, experimentó con hastío la lentitud de los tranvías que
debían detenerse una y otra vez para que el conductor limpiara el parabrisas de lluvia o nieve. Así que decidió
diseñar un artilugio que consistía en unir a un brazo metálico una lámina que arrastrara el agua de la luna en
plena conducción.
Después de varios modelos que fue mejorando, Mary decidió patentar su invento en 1903. Pronto, marcas como
Ford, empezaron a incorporarlo a sus coches y poco a poco se convirtió en un elemento indispensable.

Mary Anderson vivió el resto de su vida en Birmingham.


Una idea nacida en el tráfico
Mary Anderson vivía en Alabama, Estados Unidos.
Durante el invierno de 1902 viajaba lentamente en un tranvía por Nueva York. Mary observó que, para avanzar,
el conductor se bajaba del vehículo a quitar la nieve que se acumulaba en las ventanas, y vio que otros
conductores sacaban las manos del auto para limpiar el parabrisas, pues de otro modo no podían ver el camino.
El avance era lento, y los choferes terminaban con la ropa empapada y las manos congeladas.
Mary comenzó a idear una manera más práctica para limpiar los vidrios de los autos. Experimentando con
muchos materiales, creó el prototipo del invento: una palanca que movía de un lado para otro dosvarillas con
escobillas de hule sobre el parabrisas. Esta palanca se operaba desde adentro del coche, lo que resultaba más
cómodo para el chofer.
Mary consiguió una patente por el invento del limpiaparabrisas en 1903, pero cuando trató de vender su
producto los empresarios le aseguraron que esta idea no servía, y que incluso podía ser peligrosa pues distraería
a los conductores.
Años después, las compañías automotrices se enteraron del invento y lo incorporaron en los coches, pero Mary
Anderson no recibió ni un centavo por sus aportaciones.
Bridgwood, porejemplo, diseñó el limpia parabrisas automático.
Desde 1923 todos los autos se fabrican con limpiaparabrisas. Mary Anderson vio que su idea se hizo realidad en
los automóviles a su alrededor, pero no recibió fama ni dinero por ello. Murió en 1953, a los 87 años. Apenas
en 2011 su nombre ingresó al Salón de la Fama de los Inventores en Estados Unidos

Josephine Cochrane, la viuda que inventó el lavavajillas para enfrentar a un triste destino en el siglo XIX
En 1893 presentó la máquina lavaplatos en la Exposición de Chicago para ganar el premio al mejor invento

Si la desgracia no hubiera sido el escenario principal en la vida de Josephine

Cochrane (1839-1913) muy probablemente nunca hubiera pasado a los anales de la Historia. Pero

la necesidad obligaría a la bisnieta del inventor del barco de vapor, John Fitch, a
sobreponerse a la muerte y a la deuda millonaria de su marido para crear el primer lavavajillas

moderno .

El hogar del matrimonio Cochran era el epicentro de los encuentros sociales en Illinois, y como

buena anfitriona Josephine quería dar de comer a sus invitados en la más fina de las porcelanas.

Su problema existencial comenzaba una vez finalizadas las reuniones. El disgusto era inevitable,

pues a los criados siempre se les rompía accidentalmente alguna pieza de la valiosa

vajilla china. De esta manera, pensó que sería mejor que ella misma lavara los platos. El

entusiasmo le duró poco, y harta de fregar recriminó que todavía no se hubiera inventado una

máquina que hiciera la fastidiosa tarea.

Lo cierto es que dos hombres ya habían patentado un artilugio para ese fin, claro está que

servía para estorbar, pues los platos salían igual de sucios aunque con burbujas de jabón.

Josephine no llevaría a cabo el diseño del primer lavavajillas moderno hasta fallecer su esposo,

cuando no le quedó otra alternativa que sobrevivir ante la faena económica que le había

dejado como herencia. No obstante, muchas veces las calamidades vienen acompañadas de

oportunidades , pues cuando su marido pasó a mejor vida y sin pagar las deudas le permitió

entender la desgracia como un nuevo frente, ese donde pudo forjar su voluntad y ser ella

misma: la mujer que crea .

«De este modo, de ser la esposa de un respetable comerciante y líder político, quien según

algunos de sus contemporáneos habría podido llegar a ser gobernador del Estado de Illinois, a

pesar de que parece que tenía problemas con el alcohol que le provocaban episodios de violencia,
pasó a tener que buscarse la vida como empresaria, en una sociedad donde este tipo de actitudes

por parte de una mujer no eran ni habituales ni tampoco bien vistas», escribió el

matemático Llorenç Valverde Garcia en su libro «Siete fracasos que han cambiado el

mundo: Del lavavajillas a la telefonía móvil» (UOC, 2014).

De esta manera, la vulnerabilidad social y económica no serían un impedimento para la

emancipación de la viuda, porque triunfaría con su invento en un mundo reservado para los

hombres. Y aunque no encabezó ningún movimiento por los derechos de la mujer , su

persona debería ser una fuente de inspiración para cualquier ser humano sobre cómo enfrentarse

con dignidad a la crueldad de la vida.

Los platos rotos

Paente de Cochrane - Museo virtual UAM

Cuando William Cochran vivía se desenvolvía como comerciante y dentro de la vida política, en

el Partido Demócrata . Por esta razón el matrimonio llevaba una vida social muy agitada

en Illinois.

Los Cochran eran muy estimados por todas las familias del Estado, su apellido implicaba respeto

y orgullo. Las más importantes celebraciones de la ciudad, desde bailes a pequeños comités-.
Josephine se encargaba de que su marido encontrara todo perfecto, y todas aquellas tareas que le

competían a las amas de casa.


Es cierto, que una mente tan brillante como la de Josephine era un desperdicio para limitarse a

ser nada más un elemento decorativo en aquella «vida rosa» .

Cuando Josephine perdió a su hija de dos años , la vida parecía dejar de tener mucho

sentido y por ello se enfocó quizás en un mundo más mundano -que posteriormente la salvaría-,

ese que parecía desequilibrarse al ver los platos rotos.

No se había imaginado que muy pronto dejaría de desempeñar aquel rol decorativo para convertirse en

una pionera de los electrodomésticos

En aquellos eventos sacaba su mejor vajilla de porcelana china que había pertenecido a un

antepasado suyo, y que por lo tanto no podía conseguir piezas de repuesto. Así que cuando

Josephine acudía a la cocina y veía los platos rotos, no podía enfadarse con sus criados, pues sabía

que aquella labor con unas manos torpes y enjabonadas era una misión de riesgo .

Lavavajillas Cochrane durante la Exposición de Chicago de 1893

- Museo Virtual UAM


Como cada vez los invitados iban en ascenso y la vajilla en descenso, Josephine decidió excluir a

los sirvientes de su tarea para limpiarlos ella misma pero con mucho más cuidado. La iniciativa

duró poco, y muy fastidiada exclamó: «¡Alguien debería inventar una máquina para lavar los

platos!» Pero lo que menos se imaginaba es que muy pronto dejaría de desempeñar aquel rol

decorativo de la señora de Cochrane para convertirse en una pionera de los

electrodomésticos .

¡Manos a la obra!

Antes de entregarnos a la historia mecánica de tan revolucionario artilugio es importante destacar

cómo la educación ha jugado un papel fundamental en la mentalidad de Josephine. Los

conocimientos sobre ingeniería, la imaginación y la constancia le brindaron la posibilidad de

emanciparse de un destino desgraciado, como podía esperarse de cualquier otra viuda en

la prángana económica .
«Los conocimientos sobre mecánica de Josephine eran fruto de la educación informal que

recibió de su padre y de lo que pudo aprender de su bisabuelo John Fitch, inventor del primer

barco de vapor en Estados Unidos », relata Llorenç Valverde Garcia.

Su padre era ingeniero hidráulico y la introdujo en su mundo matemático, de cálculos, lógica en

infraestructura, otorgándole una sólida formación

El primer drama en la familia de Josephine comienza con la muerte de su madre , Irene

Fitch. De esta manera, la educación para señoritas sufrió severas modificaciones. John

Garis era ingeniero hidráulico, y como no podía enseñarle punto de cruz y otras
manualidades, la introdujo en su mundo matemático, de cálculos, lógica en

infraestructura . Y sin pretenderlo le había dado a su hija la más sólida formación que podía

aspirar durante la época.

De manera extraoficial Josephine podía presumir de ser ingeniera, y aunque su posición como

mujer durante la época no le permitía desarrollarse profesionalmente -además de que la

sociedad se negaba a sí misma un camino hacia la evolución con el impedimento

del ingreso femenino en las universidades -, posteriormente encontraría su oportunidad

para honrar a su padre y facilitarle la vida a muchas personas en sus hogares.

Mientras William vivía, Josephine seguía tratando de imaginar de qué manera podían salvarse sus

platos de las torpes manos jabonosas. Se puso a investigar y descubrió que su idea ya había

sido materializada y patentada por otros dos hombres antes que ella.

Lavaplatos patente de

Joel Houghton - ABC

La primera patente databa de 1850 y pertenecía a Joel Houghton. Su artilugio consistía en

un barreño de madera con unos alambres en los cuales se colocaba la vajilla para quedar sumergida
en agua con jabón. Se cerraba la tapa y se hacía girar una manivela que agitaba el líquido.
La segunda patente era de era de L.A Alexander con fecha de 1865. Se diferenciaba de la otra porque
el estante de alambre giraba con los platos en el interior.

La primera patente databa de 1850 y pertenecía a Joel Houghton y la segunda era de L.A Alexander con

fecha de 1865

Lo cierto es que aquellos dos instrumentos habían sido un completo desastre, pues la vajilla salía

sucia . Pero la mejora no vendría hasta llegarle la hora a su esposo, cuando por fin la viuda se

pondría manos a la obra para reinventar el arte mecánico de lavar los trastes.

Partiendo de los errores ajenos, Josephine comenzó a diseñar las piezas básicas que siguen siendo

parte de los más modernos lavaplatos. Dentro de una caldera de cobre dispuso una rueda con una

serie de compartimentos con cables en los que entraran tanto como vasos, cubiertos y platos. La

rueda se movía gracias a un motor, que permitía la entrada y salida de agua con jabón. Su

invento se llamó «Lavavajillas Cochrane».

Sin embargo la visión de empresaria no nació hasta fallecer William. De quien aprendió el

espíritu comercial, fundando su propia compañía: «Garis-Cochran Dish Washing Machine»

Publicidad de «Garis-

Cochran Dish Washing Machine» - Museo Virtual UAM


Josephine organizaba visitas en su casa para dar a conocer y comercializar el artilugio. Uno

de sus clientes le recomendó vendérselo tanto a los hoteles como a los restaurantes.

«Pronto la invención de su artilugio llegó a oídos de distintos hoteles y restaurantes de la zona

que obligaron a Josephine a patentar y fabricar de manera más o menos masiva su nuevo aparato,

presentado oficialmente en la Exposición de Chicago de 1893 , donde ganó el premio al

mejor invento» relata la periodista Sandra Ferrer en su obra «Mujeres en la Historia:

Retratos de mujeres valientes».

Hedy Lamarr: la estrella de cine que inventó la tecnología precursora del wifi

Provocadora y extremadamente inteligente, la actriz vienesa fue la precursora en plena Segunda Guerra
Mundial de una de las tecnologías de comunicación más importante de nuestro tiempo: el wifi
Maite Garrido Courel - Madrid

Hedy Lamarr.

La historia de Hedy Lamarr tiene todos los ingredientes de una gran historia: el Hollywood dorado de los años
40, el régimen nazi avanzando por Europa, una increíble huida hacia los Estados Unidos desde la Alemania de
Hitler y un invento revolucionario en las telecomunicaciones, mantenido en secreto, que cambiaría el curso de
los acontecimientos.

Y como toda buena historia, nada hacía sospechar en su comienzo que una chica nacida como Hedwig Eva
Maria Kiesler en el antiguo imperio austrohúngaro, y de familia judía, acabaría siendo la primera mujer en
protagonizar un desnudo en la historia del cine y la primera persona en concebir la versión del espectro
ensanchado que daría lugar a la tecnología wifi.
La joven que de pequeña era considerada por sus maestros como superdotada, durante años se la conoció
únicamente como “la mujer más bella de la historia del cine” y durante muchos más se la recordó como
aquella que en la película checaÉxtasis (Gustav Machaty, 1933) corría desnuda por el bosque y mostraba
directamente su rostro durante un orgasmo. Algo absolutamente escandaloso para la época. El controvertido
filme llegó a ojos de un rico vendedor alemán de armas, Friedrich 'Fritz' Mandl, que proveía de municiones y
aviones de combate a sus amigos Hitler y Mussolini.

Mandl se obsesionó con Lamarr. Obligó a sus padres a darla en matrimonio, intentó destruir todas las copias
de la película –cosa que no logró– y la encerró en su mansión dejándola salir al exterior exclusivamente con él
en cenas y viajes de negocios. Hedy recordaría años más tarde aquella época como de auténtica esclavitud.

Su actividad artística, por supuesto, se interrumpió abruptamente pero aprovechó su cautiverio


para continuar sus estudios de ingeniería y para obtener de los clientes y proveedores de su marido, que
nada sospechaban, informaciones sobre tecnología armamentística de la época.

Los acontecimientos que siguen son dignos de un guión cinematográfico. Con ayuda de la asistenta, con quien
mantenía una relación sentimental, escapó desde la ventana del baño de un restaurante donde estaba un
coche esperándola para huir a París. Perseguida por los guardaespaldas de su marido, logró llegar a su destino
y continuar hacia Londres. Una vez allí vendió sus joyas y conoció, por casualidad, a uno de los magnates de
Hollywood, Louis B. Mayer, el empresario de la Metro Goldwyn Mayer. Ambos embarcaron juntos dirección a
los Estados Unidos.

Hollywood y el gran invento

En aquel viaje en barco liberador fue donde nació Hedy Lamarr, nombre dado por su protector Mayer, y
donde firmó un contrato de siete años como actriz con la compañía. Compartió guión con Charles Boyer, Clark
Gable, Lana Turner o Jimmy Stewart. De esa época de grandes películas como Sansón y Dalila (Cecil B. DeMille,
1949), es célebre su frase: “Cualquier chica puede ser glamourosa. Lo único que tienes que hacer es quedarte
quieta y parecer estúpida”.

Richard Rhodes, uno de sus biógrafos y autor de Hedy's Folly: The life and breakthrough inventions of Hedy
Lamarr, the most beautiful woman in the world, aseguraba que Hedy Lamarr odiaba las fiestas y nunca bebía.
“Su principal hobbyera inventar". Ya con el título de ingeniera en Telecomunicaciones, conoció a quien sería su
principal apoyo en la creación de un sistema secreto de comunicaciones.

El compositor George Antheil y ella idearon un sistema de detección de los torpedos teledirigidos utilizados
en la contienda. Inspirado en un principio musical, el invento funcionaba con 88 frecuencias, equivalentes a las
teclas del piano, y era capaz de hacer saltar señales de transmisión entre las frecuencias del espectro
magnético.

Registraron la patente y se la ofrecieron de forma gratuita al Ejército de los Estados Unidos, quienes no la
utilizaron por miedo a que fuera detectada por el enemigo, pero la guardaron y la mantuvieron en secreto.

Mientras, el régimen nazi continuaba su avance por Europa, y Lamarr, impotente, de nuevo ofreció su
colaboración y su inteligencia al Gobierno estadounidense para el desarrollo de investigaciones científicas en
busca de avances armamentísticos. Aunque su título de “mujer más bella” se impuso a su ingenioy para lo
que el Gobierno la demandó fue para utilizar su fama –y, por supuesto, su belleza– para convertirse en imagen
de pósteres propagandísticos y para ayudar en la venta de bonos de guerra. Aquel que comprara 25.000
dólares conseguiría un beso de la actriz: Lamarr logró vender siete millones de dólares en bonos de guerra en
una única noche.
Hedy Lamarr, exposición en el Espacio Fundación Telefónica.

Precursores del GPS y el wifi

La tecnología patentada por Lamarr y Antheil en 1940 ha demostrado ser la solución esencial para la
comunicación secreta vía radio y para compartir el número de canales de radio ocupados. Hizo posible la
transmisión de señales secretas sin poder ser interferidas y Estados Unidos lo utilizó por primera vez durante
la crisis de Cuba, después como base para el desarrollo de las técnicas de defensa antimisiles hasta que, en la
década de 1980, el sistema de espectro expandido vio sus primeras aportaciones en ingeniería civil.

Su idea, mantenida en secreto por el ejército, acabó convirtiéndose en la precursora de la tecnología que se
utiliza hoy en día en las comunicaciones inalámbricas de los teléfonos móviles, los sistemas GPS y la
tecnología wifi.

“Thank God for Hedy Lamarr”, dijo Cecil B. DeMille, director de Sansón y Dalila, al terminar el rodaje de la
película, sin saber que realmente había que agradecer mucho a Hedwig Eva Maria Kiesler por su ingenio y su
agudeza.

En 1998 la Electronic Frontier Foundation concedió a Hedy Lamarr y George Antheil el Premio Pionero
reconociendo su contribución fundamental en el desarrollo de las comunicaciones basadas en ordenadores.
George Antheil murió sin conocer su aportación a la tecnología ni ver su reconocimiento y Hedy Lamarr rehusó
a ir a recoger aquel premio. Murió dos años después en Florida.

El día de su nacimiento, el 9 de noviembre, se celebra el Día del Inventor en su honor.

Hedy Lamarr, Espacio Fundación Telefónica.

Esther Lederberg, microbióloga


18 diciembre, 2015
La microbióloga Esther Lederberg (1922-2006) nació un 18 de
diciembre.

Fue pionera en genética bacteriana. Entre sus notables contribuciones se incluye el descubrimiento
del bacteriófago lambda, la transferencia de genes entre bacterias mediante transducción, el desarrollo de la
técnica de réplica en placa y el descubrimiento del factor de fertilidad.

Su marido, Joshua Ledeberg, ganó el premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1958 por sus descubrimientos
acerca de la recombinación genética y la organización del material genético de las bacterias: durante la
recogida del galardón, no mencionó a Esther en ningún momento, a pesar de que el trabajo se había realizado
El machismo en la ciencia de mitad del siglo XX
9 mayo, 2011Manuel14 comentarios

11 Votes

Cualquier biólogo molecular conoce el apellido Lederberg, pues el mismo va unido a resultados pioneros en el
campo de la genética. Lo que pocos conocen es que tras ese apellido, en realidad hay dos personas de enorme
valía, aunque el machismo ha hecho que llegue hasta nosotros sólo el nombre del investigador masculino.
Esther Miriam Zimmer, conocida como Esther Lederberg tras su matrimonio con el biólogo molecular Joshua
Lederberg, nació en Nueva York en 1912. Sus primeros pasos como investigadora fueron en el campo de la
botánica, pero pronto se pasó a la genética, transformándose en una de las pioneras de la biología molecular.
En la Universidad de Stanford realizó aportaciones claves en este campo, como el descubrimiento del
bacteriofago lambda (uno de los organismos mejor estudiados hasta la fecha), inventar la técnica de réplica en
placa (que hoy es empleada de forma rutinaria en cualquier laboratorio de microbiología) y establecer
importantes aportaciones en el estudio de la lisogenia de los bacteriofagos (etapa vital del fago en la que éste
incorpora su material genético en el ADN bacteriano, perpetuándose junto con bacteria infectada). Todos estos
descubrimientos por sí sólo deberían valerle estar en el olimpo de los grandes científicos, pero hoy día el apellido
Lederberg lo asociamos únicamente al de su marido, Joshua Ledeberg, que ganó el premio Nobel en 1958.

«A través de la emoción uno puede llegar a apasionarse por el conocimiento científico». Clara Janés.

Ann Connelly
Puentes y escaleras para salvar vidas
Anna Connelly es una inventora norteamericana que vivía en Philadelphia.
En 1860, la ciudad de Nueva York quedó aterrorizada por un gran incendio del que no pudieron escapar las
familias que estaban dentro de los edificios afectados. Esta tragedia, de la que pocos se salvaron, obligó al
gobierno a implementar una ley para que los constructores de edificios garantizaran que la gente pudiese salir
en caso de emergencia, pero los empresarios se negaban a implementar medidas de seguridad, argumentando
que eran muy costosas.
En 1885 el gobierno abrió una convocatoria para recibir ideas que pudieran salvar a la gente, y Anna Connelly
propuso una solución al problema. Ella se percató de que durante un incendio mucha gente se veía obligada a
correr al techo, pero una vez ahí no tenían escapatoria y cuando el fuego subía, la tragedia ocurría. Los edificios
que se construían eran cada vez más altos, pero las escaleras de rescate de los coches de bomberos sólo llegaban
hasta el cuarto piso.
Anna propuso un puente de rieles de metal, de bajo costo, que podía conectar dos edificios vecinos para
favorecer la escapatoria de la gente. Su diseño incluía una campana que funcionaba como alarma para avisar a
los habitantes de ambos edificios sobre el incendio.
Como protección, Anna añadió barandales a los costados del puente para evitar que las personas se cayeran
mientras huían del incendio.
Anna Connelly registró su idea y obtuvo una patente en 1887, pero en su momento, el invento no se utilizó. Sin
embargo, después de varios años (y varios incendios) su diseño se incorporó las escaleras metálicas que se
construyeron durante las primeras décadas del siglo XX para muchos de los edificios de Estados Unidos, por lo
que Anna salvó, seguramente, muchas vidas.
En Nueva York aún se distinguen edificios con escaleras y puentes con barandales como medida de
prevención.

Escena de la película “Amor sin barreras” la pareja principal hace una memorable escena en una escalera de
incendios, con un puente parecido al de Conelly.
Se tiene muy poca información sobre Anna, y desde luego pocas fotografías.

Departamento de incendios, Nueva York en 1912. Aquí se aprecian las escaleras tan pequeñas que tenían los
carros de bomberos.

Limpiaparabrisas
A Mary Anderson se le ocurrió la idea del limpiaparabrisas cuando viajaba en un tranvía por Nueva York en un
día de nieve a principios del siglo XX.

"Anderson observó que los conductores de tranvías con frecuencia tenían que abrir sus ventanas para poder
ver en medio del clima inclemente, algunas veces incluso debían detener el tranvía y salir para limpiar la
ventana", cuenta el Salón de la Fama de los Inventores de Estados Unidos.

"Su idea consistió en una palanca dentro del vehículo que controlaba un brazo equipado con una escobilla
de goma. La palanca, con un contrapeso para mantener el brazo limpiador en contacto con la ventana,
podía mover la escobilla a través del parabrisas para así eliminar la lluvia o la nieve".
7. El juego de mesa "Monopoly"
Uno de los más famosos juegos de mesa de todos los tiempos, responsable de interminables horas de sana
diversión en familia y/o devastadoras discusiones familiares, fue inventado por Elizabeth Magie en 1904 bajo
el nombre original de "Landlord's Game". El juego de Magie era una crítica a las injusticias del capitalismo sin
control, lo que fue aún más irónico cuando, 30 años después, Charles Darrow le robó su juego y se lo vendió a
Parker Brothers. La firma finalmente localizó a Magie y le pagó 500 dólares por todos sus problemas.

8. La jeringa médica

En 1899, Letitia Geer inventó una jeringa médica que podía ser manejada con una sola mano. Recuérdate de
ella la próxima vez que tu médico te inyecte con una sola mano.

9. Refrigerado eléctrica
Florencia Parpart inventó la refrigeradora eléctrica moderna en 1914. En 1900, Parpart también recibió una
patente por una máquina de limpieza de calles bastante mejorada, la cual negoció y vendió a las ciudades en
todo Estados Unidos, porque ella era increíblemente genial.

10. El lavavajillas
El lavavajillas fue inventado por Josephine Cochrane en 1887, salvando a una gran cantidad de matrimonios
durante el último siglo y medio. Ella comercializó su invención con los propietarios de hoteles, atreviéndose a
ir a las reuniones sin la compañía de un esposo, hermano o padre que la escoltara, lo que se consideraba
escandaloso en ese entonces y, eventualmente, abrió su propia fábrica.

Rosalind Franklin, la olvidada científica detrás del descubrimiento de la estructura del ADN, uno de los más
importantes para la medicina moderna
Redacción BBC Mundo
En 1951, la joven Rosalind Franklin empezó a trabajar en lo que se convertiría en una de las investigaciones
científicas más importantes del siglo XX y que condujo a una transformación de la medicina moderna.
Tenía 30 años cuando Franklin generó una fotografía, conocida como "Foto 51", que fue clave para demostrar
por primera vez cómo debía ser la estructura del ADN, que hasta entonces era un misterio.

Pero la científica británica, que murió de cáncer de ovario en 1958 cuando tenía 37 años, nunca fue
reconocida con el premio Nobel que sus coetáneos sí recibieron, cuatro años después de su muerte.

Una fotografía que lo cambió todo

Franklin nació en 1920 en Londres en el seno de una afluente y moderna familia judía.
"A Rosalind le gustaba discutir", le dijo su hermana menor, Jenifer Glynn, a la periodista de la BBC Farhana
Haider, presentadora del programa de radio Witnessque aborda temas históricos desde la perspectiva de sus
protagonistas.

No era agresiva, de ninguna manera, pero le encantaba discutir las cosas", explicó.

"Mi madre escribió una especie de memoria sobre ella en la que destacaba que siempre fue muy lógica y muy
exacta y que desde siempre, incluso siendo muy niña, se negaba a aceptar una afirmación o una creencia para
la que no hubiera una lógica o una prueba que la demostrara como válida", dijo la menor de sus hermanas.
Franklin estudió química en la Universidad de Cambridge, trabajó en un laboratorio químico en el París de la
posguerra y en 1951 empezó a trabajar para la universidad Kings College de Londres ya como experta en
cristalografía de rayos X.
La cristalografía analiza la forma en que los cristales se difractan, o se dispersan formando patrones, sobre
platos fotográficos. Estos patrones pueden usarse para entrever las estructuras moleculares tridimensionales
del objeto de estudio.
Rosalind Franklin empezó a experimentar con la difracción de rayos X para estudiar la molécula de ADN y al
poco tiempo creó la icónica "Foto 51" junto a Raymond Gosling, un estudiante de doctorado que colaboraba
con su departamento.
Pero además de la fotografía, la experta registró en sus cuadernos de laboratorio mediciones y observaciones
precisas que serían decisivas para el avance de la ciencia.

Detalló, por ejemplo, las distancias relativas de los distintos elementos repetitivos en una molécula de ADN.
También anotó detalles que sugerían que la molécula de ADN constaba de dos partes iguales y
complementarias.
Trabajando independientemente Franklin hizo un progreso increíble en el estudio del ADN, pero se sentía cada
vez más incómoda y aislada socialmente en el laboratorio de King's College en el que trabajaba.

Brillante y áspera

La joven científica nunca congenió bien con Maurice Wilkins, otro investigador de la molécula del ADN del
mismo departamento que ya trabajaba allí cuando ella llegó como experta en cristalografía.

Sus personalidades eran opuestas y, en lugar de trabajar juntos, hicieron sus investigaciones por separado en
medio de cierta hostilidad mutua.

Según le dijo Jenifer Glynn a la BBC, el periodo en la Universidad de King's Cross fue muy duro para su
hermana mayor.

"Como familia, yo creo que estábamos más al tanto de su infelicidad que de la importancia de su trabajo",
dijo.
Según Glynn, Franklin se quejaba por ejemplo de que no le permitían acceder a la sala común de café y
descanso del departamento por ser mujer.
"Puede parecer algo trivial pero es más importante de lo que parece, porque aquí es donde se reunían los
colegas investigadores y donde debatían temas de trabajo de una manera más informal. Y a ella la excluyeron
de todo eso", dijo la hermana de la científica.

Por otro lado, si bien Franklin era una científica brillante, podía exhibir un carácter áspero cuando la
enfadaban.

"Sus modales eran bruscos y a veces de confrontamiento", describió su amiga Norma Sutherland.
Por eso cuando Jim Watson, otro investigador de la Universidad de Cambridge que también estudiaba la
estructura del ADN, irrumpió en su laboratorio durante una visita al King's College y le hizo un comentario
crítico sobre su trabajo, Franklin lo despachó con abierta hostilidad.

¿Robo de información?
Lo que Franklin no supo en esa ocasión es que su rival de departamento, Maurice Wilkins, compartiría con
Watson a escondidas los resultados de su investigación.

"Para entonces Rosalind ya había decidido irse de King's College y nosotros estábamos contentos de que
hubiera encontrado otro lugar donde podría ser más feliz", recuerda su hermana.
Fue así como la "Foto 51" y los cálculos de la joven científica se convirtieron en la pieza clave del
rompecabezas que le faltaba a Watson y a su compañero investigador Francis Crick para formular su hipótesis
sobre cómo debía ser la estructura del ADN.
Así, gracias al trabajo de Franklin y a sus propias aportaciones, los dos científicos de la universidad de
Cambridge construyeron el primer modelo correcto de la molécula de ADN, con una doble hélice.
Las conclusiones de Crick y Watson fueron publicadas en la revista Nature en 1953, en un estudio que se
convirtió en un punto de referencia para la ciencia porque alteró para siempre la lógica de la biología.

En ese número especial sobre el ADN también se publicaron dos estudios más relacionados: uno de Maurice
Wilkins con dos colegas más, y otro de Franklin y Gosling, el estudiante que la ayudó a sacar la "Foto 51".

Pero para cuando salió la revista, en abril de 1953, Franklin ya había dejado la universidad King's College y su
investigación sobre la molécula del ADN para empezar a trabajar en la universidad Birbeck de Londres.

El Nobel que nunca recibió y un legado que nunca buscó

Franklin murió de cáncer cinco años después, a los 37, sin llegar a saber hasta qué punto el trabajo de Crick y
Watson había dependido de su investigación.

En 1962, Watson, Crick y Wilkins recibieron el premio Nobel de Medicina por su investigación sobre la
molécula del ADN.

"Ni Watson ni Crick mencionaron a Franklin en sus discursos de aceptación", dijo la hermana de la científica,
aunque "Wilkins sí lo hizo muy brevemente", admite.
En el libro de memorias que Watson publicó después bajo el título "La Doble Hélice", el científico hizo
descripciones francas de su actitud negativa hacia Franklin, a quien tendía a desestimar y apodaba
condescendientemente "Rosie", un nombre que ella nunca utilizó.

Watson admitió que cuando vio la foto de Franklin sin su permiso, "se me abrió la boca y se me aceleró el
pulso". La "Foto 51" era la más clara que el científico había visto hasta entonces y le dio una pista clave sobre
la doble hélice.

Las reglas del premio Nobel no permiten hacer reconocimientos póstumos.


De haber seguido con vida, el comité de los Nobel debería haber reconocido también la contribución de
Rosalind Franklin a la ciencia, dado que estaba al mismo nivel que el de sus colegas.

Pero es difícil especular sobre lo que podría haber sucedido dadas las actitudes sexistas que aún existen en la
ciencia como en el resto de nuestra sociedad, y más aún hace unos 60 años.
En cualquier caso, según su hermana, el legado de la científica ha sido totalmente inesperado. "Ella se ha
convertido, y yo odio la expresión, en un icono feminista, pero nunca lo fue", le dijo a la BBC.
shirley ann jackson

El Dr. Shirley Ann Jackson, un físico y famoso inventor negro teórico, se ha acreditado con la fabricación de
muchos avances en la ciencia. Ella primero desarrolló un interés en la ciencia y las matemáticas durante su
infancia y llevó a cabo experimentos y estudios, como los de los hábitos alimenticios de las abejas. Ella siguió este
interés para el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), donde recibió una licenciatura y doctorado, todos
en el campo de la física. Al hacerlo se convirtió en la primera mujer afroamericana en obtener un doctorado del
MIT.

Jackson llevó a cabo experimentos exitosos en la física teórica y utilizó su conocimiento de la física para fomentar
los avances en la investigación de las telecomunicaciones, mientras trabajaba en los Laboratorios Bell. El Dr.
Jackson realizó avance la investigación científica básica que permitía que otros para inventar el fax portátil,
teléfono de marcación por tonos, las células solares, cables de fibra óptica y la tecnología detrás de identificador
de llamadas y llamada en espera.

ADA BYRON
1815-1852

Ada Augusta Byron, también llamada Lady Lovelace, fue uno de los personajes más interesantes de la historia de
la computación.
Nació en Londres, el 10 de diciembre de 1815. Fue hija del famoso poeta romántico Lord Byron y de la
matemática Annabella Milbanke.
Sus padres se separaron cuando ella tenía sólo un año de edad y Ada quedó a cargo de su madre, encargándose
ésta de su crianza y educación. Rodeada de un ambiente erudito, desde muy pequeña tuvo excelentes
profesores de matemáticas, astronomía, literatura y música.
Fue siempre una niña muy enfermiza y transcurrió largos períodos de su niñez tendida en la cama por causa de
diferentes enfermedades de diagnóstico dudoso. A los 14 años quedó paralítica de las piernas lo cual hizo de ella
una niña que, en lugar de jugar, dedicara largas horas al estudio y la lectura. La adolescente Ada se sintió muy
pronto fascinada por la ciencia, lo que le llevó a estudiarla, a idear, a investigar y a frecuentar sus ambientes.
Con 17 años Ada conoció a Mary Sormerville que la animó en sus estudios matemáticos. En 1833 con ocasión de
una conferencia sobre la Máquina Analítica, entra en contacto con Charles Babbage. La admiración mutua que se
despertó en aquel encuentro sería el marco de una colaboración estrecha y sincera.
La correspondencia cruzada entre Babbage y Ada está surtida de reflexiones científicas, de proyectos, de
amistad, de disputas y de ternura.
En 1835 se casó con William King con quien en muy poco tiempo tuvo tres hijos lo que hizo que Ada no tuviera
tiempo suficiente para sus estudios pero cuando su tercer hijo tenía muy pocos meses le escribió a Babbage
suplicándole que le consiguiera un maestro que pudiera darle clases en su casa .
Babbage realizó una conferencia sobre sus trabajos en un seminario de Turín (Italia) en 1840, y un matemático
italiano llamado Menabrea escribió un articulo en francés sobre la misma. Ada tradujo este artículo y cuando se
lo enseñó a Babbage éste le sugirió que añadiera sus propias ideas. El resultado fue que las notas que añadió Ada
triplicaban el espacio del artículo original. En dichas notas, que fueron publicadas en 1843, ella predijo que la
máquina de Babbage podría ser usada tanto para un uso práctico como científico.
Ada sugirió a Babbage escribir un "plan" para que la máquina calculase números de Bernuilli, este "plan" es
considerado el primer "programa de ordenador", y por ello se considera a Ada el primer programador de la
historia. Su máquina analítica mecánica permitía calcular cualquier función algebraica y almacenar números; el
programa se introducía en la máquina mediante tarjetas.
Una de sus geniales ideas fue la de que un cálculo grande podía contener muchas repeticiones en la misma
secuencia de instrucciones, y ella notó que usando un salto condicional sería posible preparar solamente un
juego de tarjetas para las instrucciones recurrentes.
En 1843 era ya una matemática reconocida aunque seguía firmando sus artículos con sus iniciales por temor a
que por el hecho de ser escritos por una mujer fueran rechazados.
Tímidamente, entre los resquicios de la burguesía victoriana, Ada luchó por el reconocimiento de su labor
científica.
La labor de Ada no fue reconocida hasta que finalmente John von Neumann y Alan M. Turing, matemáticos
fundamentales en el desarrollo de la moderna computadora electrónica digital, crearon el lenguaje llamado Ada.
Es un lenguaje de propósito general entre cuyas principales características destaca la posibilidad de realizar
programación concurrente, manejar excepciones, definir tipos de datos abstractos, etc. Este lenguaje es muy
utilizado en la industria aeroespacial, militar y nuclear. Muchos de los lenguajes de programación aparecidos con
posterioridad a Ada se han visto influidos por este heredando algunas de las cualidades integradas desde un
principio en el ingenioso desarrollo de Jean Ichbiah y sus colaboradores.
A los 29 años Ada Byron enfermó gravemente y para siempre. Después de muchos años de sufrimiento murió a
los 37 años el 23 de noviembre de 1852.
Como Ada siempre había pedido, su cuerpo fue enterrado junto al de su padre a quien nunca conoció.
En la década de los 80 el Departamento de Defensa de los Estados Unidos de América desarrolló un lenguaje de
programación en honor a la condesa, al cual nombró ADA.

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