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Acto de fundación-Lacan-1964
La Escuela es un organismo en el cual debe llevarse a cabo un trabajo
Siguiendo a Freud, que restaure el filo cortante de la verdad
Que vuelva a conducir la praxis original que instituyó bajo el nombre de psicoanálisis al deber que le
corresponde, denunciando las desviaciones mediante una crítica asidua (les habla a los posfreudianos
de IPA), degradando su empleo (su empleo, entiendo que se refiere a que no sea explotado, que no
sea consumido, que no sea usado, que no se ubique en el lugar de la producción en la estructura de
los discursos lugar desde el cual siempre tiene que producir algo y quedará agotado, sino que la Es-
cuela haga uso del miembro para que el psicoanálisis pueda subsistir, lo que la Escuela escucha de
un miembro es el deseo, el por qué, su relación a la Escuela), romper con los estándares afirmados
La escuela y el cartel deben llevar a cabo un movimiento de reconquista del campo del psicoanálisis
(les vuelve a hablar a IPA) indisoluble de una formación (no es ingenuo que diga aquí “formación”,
entiendo que se refiere a la formación personal del psicoanalista en tanto emprenda el camino de
descubrimiento de su propio saber, para separase de la formación en una escuela educativa que está
en relación con el conocimiento. Y bueno, las otras tres patas: control, teoría y relación o adhesión a
la Escuela, la cual solo se hará por medio del cartel)
Pueden participar todos los que puedan contribuir en poner a prueba lo bien fundada de esta forma-
ción. La invitación no está hecha restrictivamente para médicos (como ocurría en IPA). No necesita
una lista numerosa, solo trabajadores dedicados al servicio del porvenir del psicoanálisis
La escuela se sostiene del principio de elaboración sostenida que se lleva a cabo en pequeños grupos
llamados carteles. Este grupo se compone de: mínimo tres, máximo cinco, lo justo es cuatro, más una
encargada de (“más una” y dice nada más, no le pone título, no dice “más una profesora” dice “más
una”, que estará encargada de…) la salida que hay que reservar al trabajo de cada cual (función “más
una”, entiendo, preserva el rasgo singular del sujeto en el grupo evitando diluirse, orienta el trabajo
para el esclarecimiento del rasgo causante propuesto de antemano para cada cual)
Después de un cierto tiempo (no dice dos años, ¿por qué se naturalizó dos años?) permutan, rotan (se
podría articular este principio de rotación con el cartel como un acontecimiento en el cual el resto
queda fuera, precisamente por eso se rota, para que no se sepa hasta dónde se llega, pues si se hace
grupo queremos salir sabiendo todos lo mismo)
El “más uno” es director (acá creo que se puede articular con el S.s.S.) pero no ejerce poder, tampoco
le servirá para aumentar su graduación en la escala de títulos, no implica una jerarquía cabeza abajo,
sino una organización circular
Tres secciones:
1) sección de psicoanálisis puro: en la Escuela el practicante en formación podrá contar con el psi-
coanálisis didáctico y la supervisión calificada
2) Sección de psicoanálisis aplicado: terapéutica y clínica ¿para médicos?
3) Sección de inventario del Campo Freudiano: control y crítica de las publicaciones que dicen ser
psicoanalíticas. Controlar que nuestra praxis reciba su estatuto en la ciencia, o sea, queden claras
sus reglas respecto de la ciencia (aquí ya define lo que es un psicoanálisis, no es una ciencia, es
una praxis). Aportarle algo a las ciencias con las que el psicoanálisis se articula y se sirve de
algunos conceptos forjados en ellas. (último párrafo de esta sección habla sobre la ciencia, pero
es inentendible).
LACAN, J. (1967). Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. Recu-
perado el 5/3/2019 de http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=el_pase&SubSec=articu-
los&File=articulos/lacan_proposicion.html
Resumen mío:
Hasta el seminario 15, que es el acto analítico en 1967-68, Lacan hace un desarrollo sobre la lógica
de cómo termina un análisis, con el atravesamiento del fantasma. El amor y la transferencia son los
conceptos pivote sobre los que asienta todo este desarrollo. El punto cúlmine de este desarrollo es la
Proposición del 9 de octubre de 1967. Después, se da cuenta que con esto no alcanza, sino que hace
falta llegar a desinvestir de goce el fantasma, hace falta dejar de amar tanto el fantasma, porque to-
davía no está la parte de que se haga cargo, no creer más en este, lo que será un pasaje a un nuevo
programa de goce, situado en el cuerpo, en lo real. Habla de la transferencia, de la posición del psi-
coanalista, y del pase. Habla de la posición del analista primero ubicándose en el sitio que permita
mostrar el objeto del psicoanalizante, lo que sería el inicio de la partida, para luego, en un segundo
momento, separación, es decir, ya no representar el significado del ser del sujeto para que este quede
con su objeto, lo que sería el final. Ambos momentos, inicio y final, deben tener la misma estrategia.
Y termina dando las tres funciones esenciales del psicoanálisis: participar del Edipo por el lugar pri-
vilegiado que ha adquirido en las sociedades como un Nombre del Padre, cuestionarlo mientras so-
portamos las críticas y tercera función, rescatar el real que se escapa en los movimientos identifica-
torios de masa que universalizan al sujeto y producen segregación universal, como IPA, la ciencia, el
nazismo, y los interesados de USA. Ante estos movimientos el psicoanálisis se sensibiliza y propone
su función desde la Escuela. LA función última del psicoanálisis en la sociedad debe ser la de segregar
lo particular, aislar el significado que atraviesa la causa de cada sujeto, impidiendo que se pierda en
las identificaciones que constituyen a la sociedad.
Texto:
Lacan se está preguntando cuáles son las reglas para autorizar desde la Escuela a un psicoanalista que
está en formación. Dice que una condición indispensable es la iniciativa autónoma del practicante,
porque una vez que se ha iniciado, ya no hay vuelta atrás. La Escuela va a dar garantía de formación
suficiente a esa iniciativa. Tal iniciativa va a constituir el ambiente de experiencia del practicante. En
verdad, la enseñanza de la Escuela, dice Lacan, “no tiene más fin que el de aportar a esa experiencia
[la del practicante en formación] la corrección, a esa comunidad la disciplina desde donde se pro-
mueve, por ejemplo, la cuestión teórica de situar el psicoanálisis con respecto a la ciencia” (p. 1).
Esta garantía de formación suficiente es la que muestran los A.M.E. A los A.E. les corresponde el
trabajo de someter a una crítica permanente la autorización de los mejores.
Designa a la Escuela como un caso, en la medida en que toma una posición. Recuerda que, la Escuela,
inauguró como un agrupamiento que decidió deliberadamente quedar excluido de la IPA. Pero a nadie
se obligó, pues cada uno decidió si quería permitir o prohibir la enseñanza de Lacan. IPA suspendió
su enseñanza, entonces la Escuela toma una posición respecto de IPA que está en relación con la
Escuela como excluida, como no admitida. Se prefirió esto, antes de ver a la enseñanza de Lacan
desaparecer, o antes de separarse de ella. Los que se re agruparon para la fundación de esta Escuela
atestiguan el valor de seguir sosteniendo la enseñanza de Lacan. Decir la enseñanza de Lacan, como
Lacan mismo decía “esta es Mi enseñanza”, no es menor, pues se define como sin rival, es decir, no
se define en contra de.
Aclara que su posición de jefe de Escuela es un resultado de una relación entre analistas, una ense-
ñanza que le fue confinada en un grupo, pero no algo que haya buscado para conseguir el brillo para
sí mismo. Tampoco lo hizo para subrayar los desvíos en que cayeron los posfreudianos, en especial,
la señorita Ana Freud. Más bien, dice Lacan, su posición fue la del “reservado”, y esta posición se
expresa muy bien en el texto que guardó para publicar en sus Escritos, escrito con una sátira adrede
y términos elegidos para la crítica, de las sociedades psicoanalíticas en ejercicio. Ese texto se debe
tener como prefacio al esfuerzo que nos convoca. Me preservé, dice Lacan, esperé, incluso tuve que
ceder en hacer pasar la enseñanza por la cuestión educativa, hasta que lo tuve que hacer valer.
Lacan indica que, la raíz de la experiencia del campo del psicoanálisis es la única base posible para
dar motivo a una Escuela. Y esa raíz debe ser hallada en la experiencia psicoanalítica misma, por lo
tanto, acordamos que la condición de la Escuela es el psicoanálisis didáctico. Las sociedades psicoa-
nalíticas en ejercicio, no pueden sostenerse sino en la base que aporta lo real de la experiencia psi-
coanalítica. No es esto lo que vemos en estas sociedades. No sabemos si Freud las hubiese querido
de otra manera. Lo cierto es que, su base, si quieren ser psicoanalíticas, es sostenerse en lo real de la
experiencia misma del psicoanálisis, y por eso, en su condición de didáctico.
Si no se interroga a ese real, dice Lacan, va a conducir a su propio desconocimiento, y hasta produce
su negación sistemática. Se vuelve una retroalimentación que desvía la extensión del psicoanálisis en
su finalidad social. La única manera de corregir esto es volver a la intensión, es decir, a lo interno del
psicoanálisis. La sociedad psicoanalítica que no interrogue ese real que está en su motor, tendrá una
idea confusa sobre la intersubjetividad, pues no hay transferencia que no esté en relación con lo real.
Lacan dice que, en sus Escritos, prefiere no emplear el término intersubjetividad, porque le remite al
universitario que busca aferrarse a palabras que le parecen levitatorias (o sea, palabras sin apoyo),
por no captar su conexión allí donde sirven. Sin embargo, los universitarios favorecen la idea de que
la praxis analítica está destinada a abrir a la comprensión nuestra relación con el enfermo. Ellos no
pierden tanto el norte cuando quieren ganarse el pan, dice Lacan.
Nuestra relación con el enfermo se trata de la transferencia. Esta no se concibe sino a partir del tér-
mino del sujeto supuesto saber. El saber que se supone se basa en otras redes que las de la ciencia. El
lugar donde se aloja el psicoanalista es precisamente este, el que redobla la antigüedad del status
médico en tanto la transferencia se basa en un saber que se supone, por fuera de las redes de la ciencia.
Esto significa que el psicoanálisis depende de aquel que debe ser llamado psicoanalizante: Freud el
primero en la ocasión, demostrando que pueden concentrar en el Sujeto Supuesto Saber la totalidad
de la experiencia. El psicoanalista resulta de la sustitución del psicoanalizante original en su lugar. El
psicoanalista se determina de manera diferente, que el médico, en relación con el Sujeto Supuesto
Saber. Es necesario formalizar y explicar este término. Aunque el sujeto es supuesto por otro sujeto,
Lacan aclara que no hay que confundirlo con la intersubjetividad. No nos referimos al sujeto psico-
lógico, que es precisamente lo que el inconsciente pone en cuestión. Según Descartes, podrían con-
vivir dos consciencias. Hegel vuelve las cosas a su lugar con la famosa exclusión de la coexistencia
de las conciencias. Hay un sujeto trascendental que es incompatible con la posición de otro sujeto.
Hegel ubica la destrucción del otro como efecto de esta exclusión de coexistencia de consciencias.
Se destruye al viviente que soporta la conciencia, pero no al sujeto transcendental.
“Pero tal vez, planteando al sujeto como lo que un significante representa para otro significante, po-
dremos volver más manipulable la noción de sujeto supuesto: el sujeto está allí bien supuesto, muy
precisamente bajo la barra misma trazada bajo el algoritmo de la implicación significante. O sea:
S--------S’
_____________
S…
El sujeto es el significado de la pura relación significante. ¿Y al saber, dónde asirlo? El saber no es
menos supuesto, acabamos de advertirlo, que el sujeto”. Es decir que, tanto el sujeto como el saber
son del orden de lo supuesto, dicho de otra manera, lo supuesto es el sujeto de saber.
En este sentido, no se imponen dos sujetos por la suposición de uno, sino únicamente un significante,
que representa ante otro significante cualquiera, “la suposición de un saber como adyacente a un
significado, o sea un saber tomado en su significación”. Lo que hace la función psicoanalítica a través
de la transferencia es introducir este significante en la relación artificial, es decir, produce, inventa el
significante allí donde había un enigma.
“Se trata de extraer de aquí la posición, así definida, del psicoanalista”. Se pone en el lugar de x de la
significación. El psicoanalizante se encuentra con ese significante supuesto, leído por la transferencia,
que representa al sujeto de saber. Pero el psicoanalista no puede “deslizarse dentro de este significado,
aun cuando su partenaire lo vista con él (que en modo alguno es lo corriente), dentro de este signifi-
cado al que se le imputa el saber”. Es como si primero el psicoanalista se hace pareja con el psicoa-
nalizante, para mostrarle su objeto del fantasma, para, en un segundo momento, correrse. Pero no
puede deslizarse en el significado porque el psicoanalizante nada quiere saber sobre su saber. Por lo
que, si el psicoanalista encarna el significado como tal será infructuoso. Lacan destaca con esto la
ignorancia en que el analista permanece.
El único sujeto en cuestión es el del psicoanalizante para quien hay que saber. Pero hay una diferencia
entre saber textual y saber referencial. “Una cadena significante: tal es la forma radical del saber
llamado textual. Y lo que el sujeto de la transferencia se supone que sabe es, sin que el psicoanalizante
lo sepa aún, un texto, si el inconsciente es efectivamente lo que sabemos: estructurado como un len-
guaje”. Pero ese saber no es suficiente. “Digamos que el saber referencial, el que se vincula al refe-
rente, que como saben ustedes completa el ternario cuyos otros dos términos son significante y sig-
nificado, dicho de otro modo, que lo connota en la denotación, no está ausente, desde luego, del saber
analítico, pero concierne ante todo a los efectos del lenguaje, el sujeto en primer lugar, y lo que
podemos designar con el término amplio de estructuras lógicas”. Es decir que, el psicoanalista, apunta
a producir el saber referencial. Con la cantidad de objetos que existen no se puede decir que el psi-
coanalista sepa gran cosa dice Lacan. Está diciendo que no puede saber sobre el significado del sujeto
pues se trata de algo singular. La cuestión es no lo que él sabe, sino la función de lo que sabe en
psicoanálisis. Tiene que precaverse de la investidura que recibe del sujeto supuesto saber. O sea, el
sujeto inviste constantemente su fantasma, porque ama demasiado su fantasma, el psicoanalista no
debe quedar en juego allí. Y hace el algoritmo de la transferencia.
S——-(S’,S”...
s...(S’,S”,S’”...S”)
“Todo lo que sabe nada tiene que ver con el saber textual que el sujeto supuesto saber le significa: el
inconsciente que implica la empresa del psicoanalizante”. O sea , que sepa sobre su fantasma no es
suficiente, señalar de qué goza no es suficiente , sino que será necesario que lo des invista, para dejar
de repetirlo, lo debe agotar. “Simplemente el significante que determina a un cierto sujeto, tiene que
ser retenido por él por lo que significa: el significado del texto que él no sabe”. Por eso está la reco-
mendación de Freud para el psicoanalista de excluir todo lo que sabe cada vez que aborda un nuevo
caso.
El analista debe ubicarse en el nivel del s (significado) de la pura significación del saber. O sea, del
sujeto al que todavía sólo lo determina un deslizamiento de deseo, de hacerse deseo del Otro, en la
pura forma que se aísla como deseo de saber. Hacerse deseo del Otro lo entiendo como mostrarle al
paciente su agalma, su objeto a, ese detalle precioso que tiene.
(En el seminario 7 Lacan habla de la transferencia en relación con la Cosa, das ding, aquello que no
puede ser capturado por el simbólico. Das ding es lo real , el goce. El sujeto busca en el campo del
otro algo que siempre se le escapa. Y es el objeto a.
En el seminario 8 presenta el término sujeto supuesto saber. Habla de la transferencia recurriendo al
banquete de Platón. Alcibíades llega al final de la reunión y compara a Sócrates con un sileno (un
sileno cuando se abre tiene estatuas adentro) para decir que Sócrates ignora todo y nada sabe. Es el
Otro del discurso, como dice Miller en Extimidad. El analista como Sujeto supuesto saber contiene
un agalma , que es el objeto precioso por el cual el psicoanalizante se enlaza al psicoanalista , y no
por la vía del conocimiento).
Siendo el significante lo que se articula en el Banquete como àyatua (en lengua euskera, significa
daga) el problema del analista es representable, es decir, no sabemos el significado sino que lo repre-
sentamos. Por eso Lacan dice que Sócrates soporta el discurso de Alcibíades que le dice que nada
sabe. Si el psicoanalista envuelve ese significado , será una envoltura vacía , que Lacan compara con
una daga para el psicoanalista. El lugar del no saber es central. El no saber no es de modestia , dice
Lacan, es la producción “en reserva” de la estructura del único saber oportuno.
Luego hace un desarrollo en relación con el cero, que no es lo nulo. La verdad, no entendí.
La admisión en la Escuela gira en torno a este saber, aquel que es excluido de la ciencia. Incluye los
libros que se publicarán en colección, en los que centralmente se intentará exponer cómo se empalman
inmediatamente los problemas en extensión del psicoanálisis a la sociedad, con aquellos centrales a
la intensión, es decir, al real que lo atraviesa. “Es así como hay que volver a abordar la relación del
psicoanalizante con el psicoanalista, y, como en los tratados de ajedrez, pasar del comienzo al final
de la partida”. Lacan, como Freud, comparan el psicoanálisis con un juego de ajedrez, donde por la
transferencia el analista decide qué estrategia adoptar en la partida, con la particularidad que esa
estrategia debe ser la misma en la entrada y para la salida, porque le muestra el objeto del que está
hecho el sujeto para al final correrse y dejar al sujeto con su propio objeto. “Que en el final de la
partida se encuentre la clave del paso de una de las dos funciones a la otra, esto es algo exigido por
la práctica del psicoanálisis didáctico”. ¿Qué se consigue al final? El saber sobre el psicoanalizante.
“¿Qué es lo que al final del análisis llega a darse a saber? En su deseo, el psicoanalizante puede saber
lo que él es. Pura falta en tanto que (- (-Q), es por medio de la castración, cualquiera que sea su sexo,
que encuentra el lugar en la relación llamada genital. Puro objeto en tanto que ( a ) él obtura la hiancia
(béance) esencial que se abre en el acto sexual, por funciones que calificaremos de pregenitales”.
“Pero observen allí ustedes mismos lo que sucede con lo que denominé más arriba el psicoanalizante.
Si digo que él es causa de su división, es en cuanto se ha convertido en el significante que supone el
sujeto del saber. Sólo él no sabe que él es el äyaapa del proceso analítico (¿cómo, cuando es Alcibía-
des, no reconocerlo?), ni a qué otro significante desconocido (y cuán nulo por lo general) su signifi-
cación de sujeto se dirige”.
Es decir, el psicoanalista se reduce a un significante cualquiera para mostrarle al sujeto su división,
para que caiga el ser de significado, para mostrarle el significante que alude al significado que cae
entre el psicoanalizante y el psicoanalista. “Su significación de sujeto no rebasa el advenimiento del
deseo, fin aparente del psicoanálisis, sino que allí sigue siendo la diferencia del significante al signi-
ficado lo que caerá (bajo la forma del (-Q) o del objeto (a) ) entre él y el psicoanalista, en la medida
en que éste va a reducirse al significante cualquiera”. “Por eso digo que es en ese (-Q) o ese (a) donde
aparece su ser. El ser del áyalpa, del sujeto supuesto saber, completa el proceso del psicoanalizante,
en una destitución subjetiva”. “[…] el psicoanalista, y a medida que más se haya avanzado hacia el
final de la partida, está en posición de resto […]”.
A veces los pacientes hablan pero dicen nada. A esto lo conecto con esto de Lacan: “En la destitución
subjetiva, el eclipse del saber va a esa reaparición en lo real, con la que alguien a veces os entretiene”.
Y vienen dos frases inentendibles: “Aquel que ha reconstruido su realidad de la hendidura del impú-
ber, reduce a su psicoanalista al punto proyectivo de la mirada. Aquel que, niño, se encontró en el
representante representativo de su propia sumersión a través del papel de periódico con que se res-
guardaba el muladar de los pensamientos paternos, devuelve al psicoanalista el efecto de umbral
donde él se vuelca en su propia deyección. El psicoanálisis muestra en su fin una ingenuidad de la
que cabe preguntarse si podemos darle el rango de garantía en el paso al deseo de ser psicoanalista.
Aquí corresponde retomar, pues, el sujeto supuesto saber del lado del psicoanalista. ¿Qué puede pen-
sar este último ante lo que cae del ser del psicoanalizante, cuando habiendo llegado a saber éste un
pedazo de ese sujeto, ya no tiene ningunas ganas de levantar su opción?”.
Al final de un psicoanálisis, Lacan dice que, el psicoanalizante le diría al psicoanalista: "Que él sepa
como que es de él lo que yo no sabía del ser del saber, y que ahora tiene por efecto que lo que yo no
sabía está de él borrado”. Eso muestra la destitución subjetiva en esa caída donde se enmascaraba el
ser del deseo que viene ahora a restituirse al único borde, el del ser del saber. “Por lo que el psicoa-
nalista dejó obtener al psicoanalizante del sujeto-supuesto-saber, a él le corresponde perder allí el
äyapa”. El analista queda rebajado para ser bisagra, que articula deseo y fantasma, de lo cual se revela
que, la captura es un des-ser. En la destitución del sujeto adviene el deseo que ocupa el lugar del des-
ser. El psicoanalista produce un movimiento de separación. Aquí se puede engendrar en el psicoana-
lizante el deseo del psicoanalista. Uno es pantalla para el otro. El psicoanalista es pantalla para que
el psicoanalizante mire su deseo de saber. El psicoanalista no emite un pase sobre su testimonio que
lo constituye sino que él es ese pase. “[…] y mi proposición será que sea más bien ante alguien que
aún esté en el movimiento original como se experimente que ha advenido efectivamente el deseo del
psicoanalista”.
Lacan dice apliquemos S(A barrado) a AE. Si tachamos A queda E. Queda la Escuela. Queda la
Epreuve (prueba). El A barrado es la relación con los psicoanalistas. La E es la relación con su aná-
lisis. La Escuela aloja la prueba que un psicoanalizante puede dar sobre la revelación de su sujeto
barrado. Es el modo de acceso del psicoanalista a una garantía colectiva. Lo que no implica decir que
tomar al psicoanálisis en extensión , es decir intereses sociales , investigación , ideología , no sea
necesario para la crítica de las sociedades en tanto ellas soportan esa garantía fuera de nuestro ámbito.
Crea entonces este órgano de funcionamiento. Tres puntos de referencia esenciales para esto, que se
reparten en los tres registros RSI.
El primero de esos puntos de referencia es la participación del saber analítico en ese mito privilegiado
que es el Edipo. El psicoanálisis debe apegarse a las familias de la sociedad para interrogar la función
de la sexualidad. El Edipo aparece como el punto de referencia del pensamiento normativo del psi-
coanálisis, sin el cual la teoría del psicoanálisis quedaría como equivalente a la estructura del delrio
de Schreber, es decir, sin el Nombre del Padre. Como verán, el Nombre del Padre es tan importante
que da derecho a dar un seminario que no me permitieron darlo. ¿Por qué? Porque las identificaciones
quieren reducir el análisis a su terminación, y es esto mismo lo que Freud indicó como la constitución
de las sociedades. La identificación debe ser estudiada en sus modelos Iglesia y Ejército, según el
sujeto supuesto saber. Tales estructuras modelos se edifican como defensas ante el cuestionamiento
del Edipo: se prefiere el padre muerto, se prefiere mantener el Edipo. “[…] el Padre ideal, es decir,
el Padre muerto, condiciona los límites en los que en lo sucesivo permanecerá el proceso analítico”.
Si sostenemos Edipo no tenemos análisis.
Lacan ubica a IPA como en ese campo de extraterritorialidad del psicoanálisis que se ocupa de la
universalización del sujeto. Lo compara con la segregación que produce la ciencia, y del mismo modo
lo ha hecho también el nazismo. Aquellos que están en posición de segregar se identifican a una
ideología que opera como Nombre del Padre dice Lacan. Ante todo esto, el psicoanálisis protege al
psicoanalizante. “El análisis aparece así protegiendo a sus partidarios, por una reducción de los de-
beres implicados en el deseo del analista”. Este es el segundo punto de referencia, el cuestionamiento
del uso social del Edipo, o sea de las identificaciones.
Dejar afuera la conversación con el Edipo resulta en una exclusión cada vez más profunda de lo real,
lo cual tiene consecuencias en la teoría y en la práctica. Lacan compara esto con el campo de concen-
tración y con el avance de la ciencia, en tanto ambos movimientos tienen por objeto la universaliza-
ción del sujeto. “Se trata del advenimiento, correlativo a la universalización del sujeto procedente de
la ciencia, del fenómeno fundamental cuya erupción puso en evidencia el campo de concentración”.
El nazismo fue el precursor del avance de la ciencia, y por ende de la universalización del sujeto por
orden de la identificación que aplasta lo real. “Quién no ve que el nazismo sólo tuvo aquí el valor de
un reactivo precursor”. El psicoanálisis se muestra sensible ante esto, rescatando al sujeto con su real.
“El ascenso de un mundo organizado sobre todas las formas de segregación, a esto se mostró aún más
sensible el psicoanálisis, no dejando a ninguno de sus miembros reconocidos en los campos de exter-
minio”.
Así el psicoanálisis segrega lo particular, mientras que otras asociaciones, como IPA y como la cien-
cia, segregan lo universal. Este es el tercer punto de referencia, el rescate de lo real. “Pues bien: tal
es el resorte de la segregación particular en que él mismo se sostiene, en tanto que la I.P.A. se presenta
en esa extraterritorialidad científica que hemos acentuado, y que hace de ella algo muy diferente de
las asociaciones análogas en título de otras profesiones”. De este modo, “El análisis aparece así pro-
tegiendo a sus partidarios, por una reducción de los deberes implicados en el deseo del analista”. Solo
de esta forma, un psicoanálisis puede tener lugar. Solo a condición de plantear antes este panorama
social en el que vivimos. “Aquí queremos marcar el horizonte complejo, en el sentido propio del
término, sin el cual no se podría configurar la situación del psicoanálisis”. “Es imposible liberarse de
la segregación constitutiva en esta etnia con las consideraciones de Marx, y mucho menos con las de
Sartre”.
Estas tres funciones capitales del psicoanálisis se hallan reunidas todas juntas en la existencia del
movimiento judío. Por esto asombra la importancia de su presencia. El psicoanálisis no hace otra cosa
que aportar el remedio para quebrar la rutina “que es en la actualidad el constituyente predominante
de la práctica del psicoanalista”, rutina apreciada, gustada por los interesados en USA. Esta rutina
constituye uno de los principios del reclutamiento. “Nuestra pobre Escuela puede ser el comienzo de
una renovación de la experiencia”. Se propone como tal. (Los EEUU venden armas libremente, y esto
es porque no están atravesados por el psicoanálisis, tienen un rechazo al psicoanálisis, no quieren
saber. Tienen la armonía).
Y para concluir indica cómo será el funcionamiento administrativo y la designación de los cargos. Al
funcionamiento de Escuela lo compara con el grado de su teorización:
“Aplicaremos este funcionamiento a nuestro grafo a fin de poner de manifiesto su sentido. Basta con
sustituir:
- A.E. a S(Abarrado)
- psicoanalizantes del jurado de confirmación ($^D
- A.M.E. a S (A)
- psicoanalizantes cualquiera que venga, a A
3º encuentro
Freud estudia medicina porque era el ideal de la ciencia, como que con eso iba a salvar a su familia.
Pero él mismo un subversivo, yendo por otro camino.
El discurso psicoanalítico surge como subversión a la época victoriana.
La lógica de Lacan hay que contraponerla a la psicología de las masas. El ideal satura la falta. No
puede eliminarse de las instituciones. Las tendencias a agruparse están en todas las instituciones, por
más psicoanalíticas que sean, no va de suyo que no se edifiquen sobre un ideal. Tampoco el CIEC
mismo está exento de esto. Tienden a agruparse. De todos modos, las instituciones que Lacan propone
tienen la condición de que sus autoridades vayan rotando para que no se centralice en uno el saber.
El cartel y el pase son en la Escuela lo más heterogéneo, lo menos homogéneo.
Lo colectivo es el sujeto individual de lo social.
4º encuentro
Ver Radio Lacan. En la web. Nada va de suyo. No todo debe encajar naturalmente. Nada está asegu-
rado. Hay que provocarlo, hay que hacerlo marchar. No se inicia automáticamente. No es la ciencia
que garantiza resultados por sus altos niveles de comprobación estadística. Que se llame cartel no
asegura que sea una experiencia de cartel. Por ejemplo, el analista le pide al paciente que le funda-
mente por qué lo ha elegido, o por qué ha decidido venir, que formule la pregunta, al menos en los
primeros encuentros.
Sobre el horror de saber. Lacan dice en su Nota a los Italianos sobre aquello que el analista debería
llegar a circunscribir: "la causa de su horror, del suyo propio, separado del de todos, su horror de
saber". J. Lacan ubica esa relación entre el analista como desperdicio de la humanidad -lo inhumano-
ubicando lo que no se pude colectivizar de cada uno y lo que llama el "clamor de la humanidad" -lo
colectivizable-
Scilicet fue, entre otras cosas, un intento de mostrar cómo la relación de cada quien al saber es el
producto de una elaboración colectiva, podemos entonces decir: Tu puedes saber pero no sin los
otros. Eso es el trabajo de la Escuela, y comienza por el cartel.
En el trabajo analítico es igual. Freud en Recordar, repetir, reelaborar dice que el paciente con el
analista llegan, juntos, a descubrir las pulsiones que alimentan las resistencias y a elaborarlas. El
paciente lo descubre y lo elabora, pero es con el analista. La elaboración es un trabajo sobre lo que
resiste, que no es el yo sino, el goce. La elaboración, es por cierto, una elaboración de saber, y permite
tocar ese real que resiste al saber. “Correlativamente en Lacan, es eso mismo lo que define la ética
del psicoanálisis como del bien- decir. Empujar el discurso hasta sus últimas consecuencias, llegar
con el decir hasta lo que lo fundamenta, llegar con el decir hasta el eso era. Hasta el punto donde
situar lo que no entra en el saber, lo que no se puede escribir” (p. 2).
“La ciencia trae la novedad de que hay un saber en lo real, que responde a leyes fisico-matemáticas.
Y que manipulando, elaborando, se podría decir, ese saber, la ciencia determina lo real. […] El psi-
coanálisis trae la novedad de que en el saber hay un agujero y que todo se ordena alrededor de eso.
[…] Si hay algo nuevo que el Psicoanálisis trae al saber es que hay algo que no se puede escribir. Y
Lacan -también en la Nota a los Italianos- ubica la aspiración científica del psicoanálisis -por donde
éste se igualaría a la ciencia- en los mismos términos: "acceder con el saber a lo real y determinarlo”.
Pero, y hay aquí una nueva novedad: ese saber que el psicoanálisis produce no está listo, no está
preparado, no se trata de un saber que hay que aprender, no se trata de descubrirlo, se trata de inven-
tarlo” (p. 2).
Lacan en El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada dice: “si bien en esta carrera tras la
verdad no se está sino solo, si bien no se es todos cuando se toca lo verdadero, ninguno sin embargo
lo toca sino por los otros”. Esto es lo que Lacan llama lógica colectiva. El acceso a la verdad es
singular pero es con los otros.
“La lógica colectiva que Lacan plantea hay que contraponerla a lo que llamamos la psicología de las
masas. El lazo colectivo estructuralmente situado respecto del Ideal que satura la falta, puede encon-
trar su variante en una lógica colectiva que se sitúa respecto de la falta en el Otro. Respecto del
agujero en el saber” (p. 3). La lógica colectiva es referencia a la tensión entre lo que ingresa en el
lazo social y lo que no es colectivizable de cada quien. El cartel y el pase se sostienen en esta lógica.
Esta lógica es la que hace avanzar el psicoanálisis. El cartel es un lugar donde ceder goce a favor de
un lazo colectivo, ceder goce para obtener algo, algo que es un saber sobre la causa singular. El cartel
va a contramano de las estructuras burocráticas e identificatorias de la institución. Desde ahí surge su
cualidad provocativa.
5º encuentro , 12-4-19
La biopolítica es el control de los cuerpos, la regulación de los cuerpos. Muy difícil pensar la ciencia
hoy sin su relación con el mercado. Lo que hoy no genera dinero se cae. Incluso en la ciencia misma.
Lo que no genera dinero, lo que no capta y no es moda, desaparece. Los cuerpos para el psicoanálisis
es goce. Decir cuerpo y goce es casi lo mismo en psicoanálisis de la última enseñanza, se toma a
partir del seminario 20. Los objetos tecnológicos no son cuerpo. Son homogéneos. Los neurocientis-
tas utilizan los significantes del psicoanálisis para captar poder, atracción. Entrevista a Miller en pá-
gina 12 donde dice que es fácil tener poder, utilizando los significantes de moda. Para mi tesis el
Reverso de la biopolítica, ahí tmb puedo encontrar lo del ser hablante. Y el argumento que dio Miller
para el último congreso, que tmb habla sobre el parletre, cuerpo hablante argumento Miller para con-
greso.