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Sobre lo que está escrito que el día y la hora, ni el Hijo ni los ángeles lo saben
[cf. Mt. 13, 32], muy rectamente sintió vuestra santidad que ha de refe-
rirse con toda certeza, no al mismo Hijo en cuanto es cabeza, sino en
cuanto a su cuerpo que somos nosotros... Dice también Agustín... que
puede entenderse del mismo Hijo, pues Dios omnipotente habla a veces
a estilo humano… De ahí que se diga que sólo el Padre lo sabe, porque
el Hijo consustancial con Él, por su naturaleza que es superior a los
ángeles, tiene el saber lo que los ángeles ignoran. De ahí que se puede
dar un sentido más sutil al pasaje; es decir, que el Unigénito encarnado
y hecho por nosotros hombre perfecto, ciertamente en la naturaleza
humana sabe el día y la hora del juicio; sin embargo, no lo sabe por la
naturaleza humana. Así, pues, lo que en ella sabe, no lo sabe por ella,
porque Dios hecho hombre, el día y hora del juicio lo sabe por el poder
de su divinidad... Así, pues, la ciencia que no tuvo por la naturaleza
de la humanidad, por la que fue criatura como los ángeles, ésta negó
tenerla como no la tienen los ángeles que son criaturas. En conclusión,
el día y la hora del juicio la saben Dios y el hombre; pero por la razón
de que el hombre es Dios. Pero es cosa bien manifiesta que quien no sea
nestoriano, no puede en modo alguno ser agnoeta… En el principio era
el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios... todo fue hecho por
Él [Ioh. 1, 1 y 3]. Si todo, sin género de duda también el día y la hora del
juicio. Ahora bien, ¿quién habrá tan necio que se atreva a decir que el
Verbo del Padre hizo lo que ignora? Escrito está también: Sabiendo Jesús
que el Padre se lo puso todo en sus manos [Ioh. 13, 3]. Si todo, ciertamente
también el día y la hora del juicio. ¿Quién será, pues, tan necio que diga
que recibió el Hijo en sus manos lo que ignora?
1
SAN GREGORIO MAGNO, Carta Sicut aqua frigida a Eulogio, patriarca de Alejandría, agosto de 600.
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El Papa Juan Pablo II, en su Encíclica Novo millenio ineunte, mantiene esta
doctrina fundamental, explicando claramente el sentido de las afirmacio-
nes bíblicas tan discutidas teológicamente en la actualidad. Dice el Papa:
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Los medievales tenían una visión del gran tema del conocimiento de Cristo
muy distinta de la nuestra. En efecto, para ellos el problema fundamental, era
el de saber por qué Cristo podría tener una ciencia humana, limitada, siendo
que ya poseía una ciencia infinita al ser el Verbo de Dios. Eso es lo que obser-
vamos en la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino. Más aún, el mismo
Aquinate evolucionó en su pensamiento, en el sentido de acercarse cada vez
más a la afirmación clara de una verdadera ciencia o conocimiento de Cristo
idéntico al nuestro, que él denominaba ciencia experimental. En efecto, los
medievales partían de la fe indiscutible en la divinidad de Cristo.3
2
JOHANNES PAULUS II, Novo millenio ineunte, 25-27.
3
Cfr. SANCTUS THOMAS AQUINAS, Summa Theologiae, III, q.9 a.1.
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4
Cfr. BARTOLOMÉ XIBERTA, o. carm., El Yo de Jesucristo: un conflicto entre dos cristologías, Barcelona
1954, p. 10.
5
Ibidem, p. 12.
6
Ibidem, pp. 12-13.
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Frente a este problema Xiberta propone una clara solución, que supone
una teología realizada con el auxilio de una verdadera metafísica:
7
Cfr. MARTIN JUGIE, Theologia Dogmatica christianorum orientalium, tomus II, theologia dogmaticae
graeco-russorum expositio, Parisiis 1933, pp. 698-699: De quibusdam sententiis lutheranis a theologis
russis saeculis XVIII et XIX edoctis.
8
BARTOLOMÉ XIBERTA, o. carm., El Yo de Jesucristo: un conflicto entre dos cristologías, Barcelona 1954, p. 14.
9
Ibidem, pp. 15-16.
10
Ibidem, p. 160.
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11
Ibidem, p. 154.
12
BARTOLOMÉ XIBERTA, o. carm., La tradición y su problemática actual, Barcelona 1964, pp. 98-99.
13
BARTOLOMÉ XIBERTA, o. carm., Introductio in Sacram Theologiam, Burgos 1949, p. 172.
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alguna manera conteniéndolas a todas (ad ea etiam quae de Deo ratione humana
investigari possunt, necessarium fuit hominem instrui revelatione divina).14
Sobre la base de esta concepción es posible llegar a una verdadera defi-
nición de teología como la da Xiberta en su Introducción a la teología:
14
SANCTUS THOMAS AQUINAS, Summa Theologiae, I, q.1, a.1.
15
Ibidem, p. 173.
16
BARTOLOMÉ XIBERTA, o. carm., Tractatus de Verbo Incarnato, Matriti 1954, p. 413.
17
Cfr. SANCTUS THOMAS AQUINAS, Summa Theologiae, III, q.9-12.
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