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Yo te bautizo, en el nombre del padre, el hijo y la Unión Europea… ¿Macedonia del Norte?

Andrés Malamud plantea en su último libro, El oficio más antiguo del mundo, algunas cuestiones
para pensar los estados en la actualidad. Una de las que plantea es el uso del monopolio de la
fuerza por parte del estado, junto a la resolución de disputas y problemas mediante
procedimientos jurídicos, con un tercero neutral que oficie de árbitro. Ahora bien, entre estados
ya no funciona así, no hay monopolio de la fuerza ni tampoco suele haber juez, por lo que se
recurre a la construcción de regímenes internacionales –sin embargo, estos no suelen abarcar
al día de hoy, de manera completa, aspectos de la seguridad-. Otro punto sobre el que habla es
sobre el aspecto soberano de los estados o, mejor dicho, la pérdida de la soberanía estatal ante
potencias que buscan protegerse preventivamente. Lo que lleva a plantear la posibilidad de un
estado soberano debilitado ante el aspecto intervencionista de los más fuertes, del mercado
global y de aquellos que realmente toman decisiones en aspectos internacionales –o, mejor
dicho, en todo-. El último punto para reflexionar es el concepto que se toma de ‘estados
pequeños’, su presencia hoy día en la geopolítica mundial. Es de esta manera que se piensa al
estado promedio, en cuanto a extensión, a aquel que equilibra la tensión entre beneficios de la
escala y factores y costos de heterogeneidad. Así es que se reflexiona sobre los riesgos de
grandes territorios, pero también la debilidad y dependencia de los pequeños, ya sea del influjo
de mercados y políticas externas en general, así como del problema para su propia defensa.

El por qué de tomar estas líneas de lecturas es lo ocurrido el reciente fin de semana en
el sur de los Balcanes con el referéndum macedonio. Tras la decisión tomada por el gobierno del
país en junio de llamar a las urnas para decidir por el nombre oficial con que pasaría a
denominarse su patria (Macedonia del Norte), llegó finalmente la fecha y fueron a votar. Ahora
bien, más allá que muchos se hacen eco del éxito del ‘si’ por la aceptación del nuevo nombre,
se debe tener en cuenta que en el referéndum sólo ha participado un poco más del 36% de la
población de Macedonia. A pesar de no cumplir con aspectos básicos para su aceptación (como
el hecho que debe participar de un referéndum al menos el 50% de los votantes) la decisión del
presidente Zaev es aceptar esto como ‘la voluntad del pueblo votante’. En medio de estas turbias
decisiones, se puede vislumbrar la sombra de otros estados como Grecia, Alemania y EEUU.

Antes de pensar los aspectos del estado que se detallan anteriormente, retomemos a
Malamud (quien retoma a Stephen Krasner) para hablar de soberanía estatal: la soberanía
domestica –lo que refiere al estado y su influencia dentro de las fronteras-; la soberanía
interdependiente –el control del flujo entre las fronteras de bienes, servicios y personas-; la
soberanía legal internacional –el reconocimiento jurídico que posee un estado bajo las leyes
internacionales-; y la soberanía westfaliana –o sea, la exclusión de actores externos en las
políticas domésticas-.Todos estos factores se ven un tanto comprometidos en el tema de
Macedonia. Puntualmente veamos cómo se atenta particularmente contra su soberanía legal
internacional como con su soberanía westfaliana en esta disputa por el nombre. El no
reconocimiento de su denominación ‘República de Macedonia’ por parte del gobierno griego y
en organismos internacionales es una forma de desestabilizar o, mejor dicho, debilitar el aspecto
soberano macedonio (Si pensamos que la denominación del país, en documentos
internacionales, ha sido por años la de FYROM o Antigua República Yugoslava de Macedonia -a
lo que el gobierno macedonio presentó siempre sus críticas por no querer verse ligada al
gobierno yugoslavo de Milošević- es más fácil comprender el maltrato que ha sufrido como
nación desde su independencia y reconocimiento). Además, es difícil pensar en una soberanía
acorde al tratado de Westfalia cuando Alemania y EEUU tienen suma injerencia en el proceso
del referéndum.

Si pensamos el primer aspecto mencionado, el monopolio por la fuerza por parte del
estado, las palabras del primer ministro macedonio, Zoran Zaev, son esclarecedoras: ‘las
decisiones las toman quienes votan, la votación es definitiva y la decisión de los ciudadanos no
puede ser ignorada ‘. De esta manera, pide a la oposición que acepte el resultado, que no busque
interferir en su posterior aplicación y que se lo reconozca públicamente como, se puede decir,
la voluntad del pueblo. Ahora bien, más allá que el ‘sí’ haya sido votado por el 91% de los
votantes, cifra que parece avasallante, pero no se tiene en cuenta la escasa participación del
electorado al respecto. Por lo tanto, Zaev no puede ignorar la decisión de ‘algunos’ ciudadanos.
Toma este 36% de aceptación como un todo, lo impone y para esto se vale del apoyo
internacional. Porque el primer ministro griego Tsipras fue uno de los primeros en salir a felicitar
la determinación macedonia de seguir adelante con el acuerdo para zanjar diferencias entre los
estados (históricamente los gobernantes griegos se manifestaron contra la denominación
‘Macedonia’ por considerarlo un territorio histórico de su país, así como criticaron otros
símbolos nacionales de Macedonia como el Sol de Vergina). Porque Angela Merkel viajó a
principios de septiembre para ultimar detalles de la votación, para oficiar de juez neutral y así
colaborar con ambas naciones, en particular con Macedonia, quien así lograría su posibilidad de
admisión en la Unión Europea y la OTAN, hecho que, en palabras de la dirigente alemana,
significaría estabilizar los Balcanes.

Esto último hace cierto ruido a nuestros oídos. La estabilización de los Balcanes es,
básicamente, sumarlos a la política occidental en lo que sea posible. Aquí vemos que el celo
puesto por Alemania también está en los planes de EEUU. El Secretario de Defensa Jim Mattis
también visitó Skopje previo al referéndum para dejar en claro el apoyo estadounidense por el
‘sí’, por la nueva denominación y así tratar de dejar atrás las diferencias entre Macedonia y
Grecia y, además, lograr la inserción de Macedonia en organismo internacionales. Claro que
poco se sabe de la crítica por parte de Rusia, quien declaró que este referéndum y su aceptación
es una forma de conseguir mayores aliados estratégicos dentro de la OTAN en la creciente
tensión con Rusia, desplegando tropas en sus fronteras y quitándole apoyo de países que
siempre tuvieron cercanía con ellos. No olvidemos que en julio existieron serios cruces
diplomáticos ante la crisis en Montenegro y la movilización de tropas de ese país a Lituania y
Polonia. Todo esto lleva a pensar en la pérdida de la soberanía estatal, en la presión y los
intereses de las superpotencias en asuntos domésticos de otras naciones y en su carácter
intervencionista para asegurar sus intereses. EEUU y también Alemania están asegurándose la
zona de los Balcanes, poco le importan las voces de los macedonios sino los resultados. Zaev
sigue este juego, impone un resultado falaz como decisión popular y ciudadana y así les da el
gusto a los gigantes extranjeros. Pero esto, ¿beneficia al país a futuro?

Para hablar de beneficios futuros en el país se puede pensar en el tercer punto que se
plantea al principio de este artículo, la categoría de estados pequeños, ya que el tamaño de su
mercado y los beneficios de la escala van de la mano a sus relaciones con mercados mayores.
Aquí se vuelve relevante la Unión Europea y la ‘posibilidad’ que representa para su economía. Y
también para su defensa. Macedonia puede aportar tropas en caso que se dé su ingreso a la
OTAN y, a su vez, se asegura resolver los inconvenientes con sus vecinos del sur. No hay que
olvidar las relaciones históricas de negocios que tuvo Macedonia y Grecia, como la segunda en
general se vio beneficiada por esto. Sin embargo, con la crisis política del 2012 y la devaluación
en el país helénico, los macedonio cruzaban la frontera para adquirir productos mucho más
baratos.

El otro aspecto de los estados pequeños es el costo de una heterogeneidad, cosa bien
marcada en Macedonia, con población de origen búlgara, serbia, albano-kosovar y demás. Todo
esto, más la posición oficial frente a la opinión del pueblo, muestra una falta de
homogeneización que dio como resultado un desinterés, una no participación en la votación, un
voto bronca, que fue aprovechada por la postura oficial del primer ministro. La oposición deja
en claro esto, ya que ahora el tema entra en el parlamento para ser tratado y votado para su
aprobación. Se necesita dos tercios de la cámara que lo apoyen, pero Zoran Zaev no cuenta con
el apoyo de los conservadores, encabezados por Hristijan Mickoski. A pesar de apoyar la entrada
en la Unión Europea, el cuadro opositor se niega a abandonar la identidad macedonia, a ceder
a presiones extranjeras para la elección de su nombre, cosa que se dejó en claro desde que se
planteó el referéndum.

Aun no es claro qué va a ser del futuro de Macedonia –nombrémosla así por ahora-. Ha
sido llamada de tantas formas (Antigua República Yugoslava de Macedonia, República de
Macedonia-Skopje, República Independiente de Macedonia, República de Nueva Macedonia,
República del Norte de Macedonia, etc) que esto parece uno más de estos intentos. Nombre
puesto por los padres, sin decisión de los hijos macedonios. Con la voz de unos pocos se cree
que se escucha la opinión de todos, aunque se puede ver que son otras naciones las que hablan
en sus oídos para que ellos solamente repitan: Macedonia del Norte.

(El último fin de semana tuvo lugar el referéndum para designar a la República de Macedonia
como Macedonia del Norte. El resultado, festejado por el primer ministro, arroja un amplio
apoyo por el sí, pero con una escasa convocatoria a las urnas

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