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Introducción
Asimilando las definiciones aquí expuestas y otras que han quedado ausentes, nos
atrevemos a decir que la persona es en definitiva un ser dotado de características
Biológicas, Psicológicas, Sociales y Espirituales. Es un ser único e irrepetible, que de
manera individual posee principios y valores que le hacen ser lo que es: la dignidad, la
libertad, la autonomía, la intimidad y la apertura.
Estas concepciones tienen que ser clarificadas con precisión, pues son la base de
toda actuación en referencia al ser humano, del trato que se tenga con él. Además son
muy importantes porque forman parte del fundamento de todo juicio ético y moral que se
pueda hacer en relación al ser humano a partir del momento de su concepción. Es claro
mencionar además que la dignidad es el fundamento de todo tipo de derecho humano
conocido y reconocido por la sociedad. Con razón se dice que no hay derechos si no hay
dignidad, pues esta es la razón de ser de aquella. Y ella no implica ser consciente o no, lo
importante es pertenecer a la especie humana. Aquí reside el principio de toda autoridad
e institución social, para garantizar la justa aplicación equitativa de las Leyes, donde
todos puedan ejercer sus Derecho y Obligaciones sin infravalorar su dignidad.
Por otro lado, no se debe dejar de hablar de los atentados que se hacen al ser
humano, en circunstancias especiales de dependencia, mediante la manipulación del
término persona. Es una pena ver y escuchar, incluso a profesionales, alterar esta verdad
tan cierta y tan científica, mencionando que sólo debe ser llamado persona: aquél
Individuo que pertenece a la especie humana, ya nacido. Y la pregunta sale al paso
¿y los fetos? ¿no son personas? ¿Sino son personas, qué son? El tema se agrava
cuando nos adentramos a analizar el fuero civil. En algunos países se concibe, que sólo
deben ser considerados personas aquellos fetos nacidos que tuvieran figura humana y
Vivían veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno. La respuesta a
esta fatal concepción tiene que ser rápida y contundente partiendo del sentido común,
pues no cabe duda que se trata de invenciones puramente superficiales, que tienen como
única finalidad la justificación de sus maldades por ellos provocadas.
2. La Dignidad
Hoy en día resulta muy familiar utilizar el término “dignidad”, ya sea de forma
coloquial o de forma sistemática en un estudio determinado. A menudo escuchamos decir
que una actitud es digna o indigna, que alguien se comportó de forma digna ante una
situación adversa o que un pueblo o nación es vista de forma digna o indigna. En muchas
ocasiones caemos en la debilidad de pasar por alto el sentido profundo y trascendental
de estas frases, que a todas luces nos enuncian una actitud consciente y deliberada. Y lo
que es peor, en otras circunstancias confundimos ciegamente la dignidad, con el arreglo
corporal, con la riqueza, el prestigio, etc.
El concepto de dignidad tiene sus inicios aproximadamente a partir del siglo III a.
C. dentro de un contexto griego y romano. Debemos tener presente, por otro lado, que
su uso y aplicación no tienen el mismo inicio. En la posterioridad, el concepto fue tomado
por la sociedad Judea-cristiana y más tarde por personajes que trataron de sistematizar
el término, como lo hará el reconocido filósofo de Königsberg, mediante su
argumentación racionalista.
Un poco más tarde tomó presencia la visión religiosa, con una connotación
particular. Su pensamiento reside en la interpretación bíblica, considerando que el ser
humano es un ser creado a imagen y semejanza de Dios, elevado a la categoría de hijo
de Dios, y heredero de un alma inmortal y de un espíritu superior al de toda criatura
terrena.3
En la actualidad con la aparición de las diferentes ciencias que tiene como objeto
de estudio al mismo hombre, entre las que se encuentra la bioética, tienen el gravísimo
deber de investigar y precisar desde dónde se está asumiendo la dignidad humana para
hace una recta valoración ética-moral. Se tiene que evaluar cuando se puede estar
afectando, violando o quebrantando. Por ejemplo, es deber suyo analizar si desde las
creencias religiosas o culturales, se puede hacer un imperativo sobre la noción de
dignidad humana para todas las culturas y que, justamente, el concepto de dignidad no
sólo sea objetivo sino que abarque a todas las personas.
Pinker (2008) sustenta que para algunos entendidos, entre ellos científicos, el
término sigue teniendo todavía gran misteriosidad porque falta exponerla en su totalidad.
Por eso el afirma que tal concepto continúa en el caos.4
La palabra dignidad deriva de la voz latina dignitas-atis, que es una abstracción del
adjetivo decnus o dignus, derivado a su vez del sánscrito dec y del verbo decet y sus
derivados (decus, decor). Significa excelencia, realce, decoro, gravedad. Para otros
autores la palabra dignidad esta relacionada intrínsecamente con los términos poder y
superioridad, 5 por lo tanto su definición tiene que tener referencia a ellas. Por su parte el
Diccionario de la Lengua Española define el término, como: la gravedad y el decoro de
las personas en la manera de comportarse, asimilando la dignidad a la acción y al
comportamiento práctico personal, así como al rol social que se ocupa. En esta línea
también significa «cargo o empleo honorífico y de autoridad».
De manera general podemos afirmar que la dignidad, es un valor que tiene todo
ser humano por el hecho se ser persona. Por tanto es atribuida a todo ser vivo que
pertenezca a la especie humana. Y se dice que es intrínseco, porque es connatural a uno
mismo. Es decir, somos dignos, por el hecho de pertenecer a la especie humana, sin
estar condicionados por nada más. En esta misma línea de pensamiento, Andoro (2002)
formula que la dignidad es el valor único e incondicional que reconocemos en la
existencia de todo individuo, independientemente de cualquier ‘cualidad accesoria´ que
pudiera corresponderle como: edad, raza, sexo, religión, etc.6
De todo esto podemos afirmar que el ser humano, en ningún momento de su vida
y bajo ninguna circunstancia debe ser utilizado como medio o como instrumento de algo o
de alguien. Su constitución natural hacen de el un sujeto capaz de ser fin en sí mismo.
En bioética, esta dignidad se concreta en el principio de respeto y de autonomía del
sujeto que es protegida por la mayoría de convenios internacionales que resguardan a las
personas ante posibles abusos, como el del aborto o el de la experimentación en ensayos
clínicos, por tratar algunos.
Pocos como Kant han reflexionado sobre la libertad y la dignidad humana. Pero,
¿dónde radica para la ética de Kant la dignidad de la persona? En el valor que ella, en su
actuar libre, se da a sí misma, en su autonomía, por la que el hombre se eleva sobre lo
natural. Por otro lado afirma también que tiene que ponerse en el alma el puro
fundamento motor moral, mediante el cual el hombre siente su propia dignidad.7
Pero, la pregunta es ¿qué pasa con los fetos o los que no tienen autonomía
propia, como los dementes? ¿Son o no son dignos?
Por otro lado el filósofo alemán entiende que la dignidad se manifiesta en el trato
que se debe tener con los semejantes. Por eso argumenta: obra de tal modo que te
relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre
como fin, nunca sólo como medio”.7 No es de extrañar que las criticas hayan salido al
paso. En parte Kant tiene razón en tanto afirma que el ser humano es fin, pero tal
afirmación no debe tener como sustento al imperativo categórico del deber ser, basado
en la autonomía sino en el mismo ser esencial de la persona misma. Es decir en su
misma naturaleza, de ahí que no importe para ser digno el ser consciente o no; el tener
dinero o no; pues toda persona con tal de pertenecer a la especie humana es digna de
por sí.
La iglesia a través del mismo Concilio Vaticano II, manifiesta que la grandeza del
hombre se encuentra en el dominio sobre los otros seres vivos como manifestación de
glorificación divina, reafirmando además la idea de la superioridad del hombre por encima
de las cosas corporales, por la capacidad de interiorización y reconocimiento de un alma
espiritual e inmortal.10
A la luz de estos datos de fe, adquiere mayor énfasis y queda más reforzado el
respeto que según la razón se le debe al individuo humano: por eso no hay
contraposición entre la afirmación de la dignidad de la vida humana y el reconocimiento
de su carácter sagrado. «Los diversos modos con que Dios cuida del mundo y del
hombre, no sólo no se excluyen entre sí, sino que se sostienen y se compenetran
recíprocamente. Todos tienen su origen y confluyen en el eterno designio sabio y
amoroso con el que Dios predestina a los hombres “a reproducir la imagen de su Hijo”
(Rm 8, 29)».Juan Pablo II, Carta Encíclica VS17
El “yo inhabitado por el Sujeto Absoluto”, nos sigue diciendo F. Rielo, contiene los
factores determinantes de unidad mucho antes de las primeras experiencias fácticas que
acuden a nuestro recuerdo. Debemos tener presente que nuestro “yo genetizado” es
antes que nuestra efectiva capacidad del recuerdo, de nuestros sentimientos, de nuestros
afectos y, cómo no, de nuestra cultura, de nuestra educación, de nuestras formas de
pensar y de actuar, de nuestros conocimientos científicos.11
El valor de la vida humana no deriva de aquello que un sujeto hace o realiza, sino
simplemente de su existencia con su ser constituido en relación con el Sujeto Absoluto.
En consecuencia, sea joven o adulto, sano o enfermo, embrión o neonato, genio o idiota,
el valor de todo ser humano es totalmente independiente de la cualidad de sus
prestaciones y de su vida. Lo que verdaderamente cuenta es su ser en relación con el
Sujeto Absoluto.
Cada uno de nosotros existe como persona porque su ser está en relación con el
misterio trascendente del Ser. Si bien es verdad que cada uno se humaniza en el
momento en que es acogido en una red de relaciones interhumanas, es también verdad
que la acogida por parte del otro no constituye a la persona en su ser ni en su valor. El
otro no me atribuye ser y valor, sino que lo reconoce, porque mi ser y mi valor están
constituidos por mi relación con la alteridad que fundamenta, con el Sujeto Absoluto.
Más allá de cualquier cualidad o defecto, los seres humanos tienen, sin excepción,
la misma dignidad. Esta dignidad les viene no de aquellos aspectos biológicos,
psicológicos o sociales que precisamente diferencian unos seres humanos de otros, sino
de aquello que les es común y constitutivo, su filiación con el Sujeto Absoluto.
La dignidad ontológica se refiere al ser. Decir que la persona tiene una dignidad
ontológica es afirmar que goza de una dignidad y, por lo tanto, es merecedora de un
respeto y de una consideración. La dignidad de la persona humana, desde este punto de
vista, radica en su ser y no en su obrar. Puede actuar de una forma indigna, pero, a pesar
de ello, no pierde la dignidad ontológica que se refiere a su ser. Hablando
ontológicamente somos dignos por el mero hecho de ser persona. Poseemos una
dignidad absoluta.
Por otro lado la diferencia entre la dignidad ontológica y la moral es que la primera
no se pierde nunca, en cambio la segunda si hay posibilidad de perderla por algún acto
malo y también hay posibilidad de volverla a recuperar, después de una decisión
consciente y deliberada.
En efecto, la realidad del ser humano, a través de toda su vida, antes y después
del nacimiento, no permite que se le atribuya ni un cambio de naturaleza ni una gradación
de valor moral, pues muestra una plena cualificación antropológica y ética. El embrión
humano, por lo tanto, tiene desde el principio la dignidad propia de la persona.
Los conocimientos adquiridos en los últimos años han abierto nuevas perspectivas
para la medicina regenerativa y para el tratamiento de las enfermedades de origen
genético. En particular, ha suscitado un gran interés la investigación sobre las células
troncales embrionarias en relación a las posibles aplicaciones terapéuticas futuras. Sin
embargo éstas no han demostrado hasta hoy ningún resultado efectivo, a diferencia de
la investigación sobre las células troncales adultas. Ya que algunos han creído que las
metas terapéuticas eventualmente alcanzables a través de las células troncales
embrionarias podían justificar distintas formas de manipulación y destrucción de
embriones humanos, han surgido una serie de cuestiones en el ámbito de la terapia
génica, la clonación y la utilización de células troncales, sobre las que es necesario un
atento discernimiento moral.
No debemos perder de vista que la dignidad es el timón que orienta el trato que se
debe temer con toda persona humana. Dentro del campo de la Bioética pareciera que no
tiene ningún sentido analizar o revisar el concepto de dignidad humana, pues su lugar en
este ámbito es suficientemente reconocido. Este es precisamente el gran error de
algunos estudiosos, al dar por supuesto, un tema tan delicado e importante como el de la
dignidad. Es claro que la dignidad humana tiene que estar por encima de toda
prescripción científica o médica. La dignidad siempre tiene que verse como criterio
fundamental de todo trato humano: “Ninguna investigación relativa al genoma humano, ni
ninguna de sus aplicaciones, podrá prevalecer sobre el respeto […] de la dignidad
humana”.6
No hay duda que son muchos los logros alcanzados por estos tratados, y
esperamos que no sean los últimos, sino que conforme progrese la ciencia, también
estén presentes estos pronunciamiento para defender este valor incondicional hasta
lograr entender lo que afirma Carl Sagan: la vida no le pertenece al ser humano sino que
el ser humano es quien pertenece a la vida, participa de ella y se hace responsable de
sus actos.4
Además es innegable que la dignidad, como atribución innata y común a todos los
seres humanos, estructura la construcción teórica de los Derechos Humanos. Sin la
referencia a la dignidad humana éstos serían impensables como derechos universales e
inalienables. Este concepto, considerado inicialmente como carácter innato, para bien de
todos, ha pasado a ser una concepción de reconocimiento colectivo de una herencia
histórica de civilización”5 Así lo afirmó también Jürgen Habermas, para quien "la dignidad
humana (...) constituye la 'fuente' moral de la que todos los derechos fundamentales
derivan su sustento''20 Es conveniente que la dignidad es el fundamento ontológico del
que no se puede prescindir por ningún motivo, por ser consustancial a la persona.
5. Conclusión
Está claro que la dignidad es uno de los temas más fundamentales cuando se trata
de hablar de la persona, hasta el punto de afirmar que es totalmente necesario el tenerla
en cuenta a la hora de definirá el concepto de persona.
El término “dignidad” es un atributo o condición propia del ser humano. Es un valor
intrínseco que forma parte del ser constitutivo de ser persona. Además es algo connatural
a la persona.
Hoy en día la dignidad sigue siendo un tema de grandes debates, mucho más
cuando se trata de analizar a la persona en algunas de sus dimensiones como: su salud
corporal y espiritual, se desarrollo perfectible, y todo aquello que tenga que ver con su
vida en sí misma.
Por otro lado, no está demás hacer mención, como ya lo hemos venido haciendo
en el desarrollo del tema, que la Bioética, es una de las disciplinas que necesita tener
bien en claro, en qué consiste la dignidad humana. Cuál es su razón de ser en relación a
la persona humana, para actuar siempre con objetividad. Y de esta manera evitar caer en
el error y maltrato a la persona humana, como ya lo vienen haciendo las llamadas
corrientes bioéticas. Las cuales están inmersas en un pensamiento puramente subjetivo y
relativista que sólo pretenden justificar, a como de lugar, sus egoísmos llenos de
superficialidad.
Y es responsabilidad de todos entender esta gran verdad, mas aún en este mundo
donde el materialismo y el relativismo inducen hacer cosas inhumanas. Este es el camino
para entender a ciencia cierta, que la persona no es medio, sino fin. Que no es un objeto,
sino, un ser vivo con una connotación trascendental. Que no es cualquier ser vivo, sino
un hijo de Dios. Tratar también de ayudarnos de la propuesta que os brinda la bioética
personalista, que con un carácter universal, nos muestra una visión más completa de la
dignidad humana y sus correspondientes derechos.
Y desde este trabajo, reiteramos una vez más, de la urgencia de ampliar las
perspectivas sobre los conceptos de dignidad y de persona, de tal manera que puedan
generarse, en la práctica, acciones de mayor respeto y consideración, tanto para sí
mismo como para los otros seres vivos sean considerados racionales o no.
1. Yepes R., Fundamentos de Antropología, 2da edición Pamplona, Editorial EUNSA; 1977.
2. Ramírez E. Pedagogía de los derechos humanos: retorno a la defensa y promoción de la
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7. Kant, I, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, España Calpe, Madrid; 1995,
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9. Gracia D., Ética y Vida: Estudios de Bioética, No. 3, Editorial El BUHO, Santa Fe de
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10. Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral, Gaundium et Spes: sobre la iglesia en el
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11. Rielo F. Mis meditaciones desde el modelo genético Madrid: Fernando Rielo; 2001.
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13. Academia Pontificia para la Vida, La dignidad de la procreación humana y las tecnologías
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16. G. W. E Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Editorial Alianza,
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18. Lagos C., “Los términos “dignidad” y “persona”, Su uso moral y jurídico, Enfoque
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19. Balandro R, La dignidad del anciano en el derecho internacional privada; 2006
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