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“LA DIGNIDAD, PRINCIPIO DEL VALOR DE LA PERSONA HUMANA”

Por Alex Abelardo Carrero Gonzales

Introducción

En la actualidad, no es tan difícil darse cuenta, del impresionante avance que


están logrando los campos de la biotecnología, la genética y la biomedicina. Además no
es de extrañar que junto a estos adelantos científicos, los problemas éticos y morales
estén siempre presentes en el actuar de los trabajos de toda índole.

Algunos de estos adelantos atentan directamente al se sagrado y digno de la


persona humana, como por ejemplo: los abortos, manifestado en sus diferentes
modalidades; el patentamiento genético; la clonación; la eutanasia, etc. Actividades
desarrolladas con intereses puramente egoístas.

En este sentido, la evidencia de actuaciones, indignas y devastadoras, no son


sino, consecuencia de la manipulación del concepto objetivo que se hace del término
persona y de otros ligados a ellos como el de dignidad, moralidad, etc. mediante la
incursión de falsas filosofías, puramente subjetivas y relativas. Estos modos de pensar
son muy extremista, hasta el punto de pretender modificar los conceptos más básicos en
relación a la persona humana, tales como: persona, dignidad, libertad, actuar médico,
consentimiento informado, etc. Hoy en día estas concepciones son conocidas como
corrientes bioéticas.

Por ello es necesario aclarar que el presente ensayo, no se va a limitar a exponer


el lado negativo del actuar científico y medico que impera en la actualidad, pues también
hay que reconocer, que gran parte de estos adelantos científicos son muy provechosos
para la autorrealización de las personas que lo necesitan, permitiéndoles buena salud y
una vida digna. El objetivo principal de este ensayo es exponer la importancia del valor de
la dignidad humana dentro del actuar bioético o médico.

Abordaremos en primer lugar la definición de persona humana y sus diferentes


matices; luego pasaremos a exponer el valor de la dignidad, para finalmente sustentar la
intrínseca relación de dependencia que guardan la dignidad humana y la actividad
bioética.
1. La persona humana

En nuestra realidad, trátese del ámbito social o académico, el término persona ha


ido calando gran importancia como apelativo propio del ser humano. Es usado para
manifestar lo que la ser humano es en esencia: así ya lo han manifestado algunas
ciencias particulares como, el derecho, la biología, etc. Además es uno de los términos
más propios para descifrar parte de la misteriosidad real del ser humano, pues apunta al
núcleo más específico de cada ser individual.1

Siguiendo los lineamientos de Ricardo Yepes, citado en el párrafo anterior, el


término persona etimológicamente proviene de la palabra griega prósopon "máscara" del
actor en el teatro griego clásico. Pero cuando decimos persona humana, el término
persona adquiere una nueva connotación, vemos: por un lado, persona equivaldría a
decir "personaje". Y por otro lado "Humano", significaría tierra o lodo, del Latín "Humus",
además de la referencia que se hace de que el primer humano fue hecho con arcilla.

A partir de este análisis, se produjeron muchas definiciones del término persona,


encontrándose como uno de los más acertados el presentado por Boecio. Él definía a la
persona como: Sustancia individual de naturaleza racional. Por su lado Leonardo polo la
definía como: Un espíritu en el tiempo. Si bien estas definiciones dicen mucho, sería
infantil creer que dicen todo lo que la persona humana es. La persona aparte de su
connotación sustancial, espiritual y racional también se muestra como: un ser dotado de
voluntad, de dignidad, de sentimientos, derechos y deberes. El ser humana, es el único
ser capaz de trascender la materia corporal, es un ser perfectible que encierra dentro de
sí un potencialidad inagotable de proyección. Por su parte la libertad humana se muestra
con sed de trascendencia que se manifiesta en la praxis. Esta trascendencia, manifiesta
que la persona no pertenece a nadie más que a ella misma”. De ahí la concepción actual
de la eminente dignidad de la persona humana.2

Asimilando las definiciones aquí expuestas y otras que han quedado ausentes, nos
atrevemos a decir que la persona es en definitiva un ser dotado de características
Biológicas, Psicológicas, Sociales y Espirituales. Es un ser único e irrepetible, que de
manera individual posee principios y valores que le hacen ser lo que es: la dignidad, la
libertad, la autonomía, la intimidad y la apertura.

Estas concepciones tienen que ser clarificadas con precisión, pues son la base de
toda actuación en referencia al ser humano, del trato que se tenga con él. Además son
muy importantes porque forman parte del fundamento de todo juicio ético y moral que se
pueda hacer en relación al ser humano a partir del momento de su concepción. Es claro
mencionar además que la dignidad es el fundamento de todo tipo de derecho humano
conocido y reconocido por la sociedad. Con razón se dice que no hay derechos si no hay
dignidad, pues esta es la razón de ser de aquella. Y ella no implica ser consciente o no, lo
importante es pertenecer a la especie humana. Aquí reside el principio de toda autoridad
e institución social, para garantizar la justa aplicación equitativa de las Leyes, donde
todos puedan ejercer sus Derecho y Obligaciones sin infravalorar su dignidad.

Por otro lado, no se debe dejar de hablar de los atentados que se hacen al ser
humano, en circunstancias especiales de dependencia, mediante la manipulación del
término persona. Es una pena ver y escuchar, incluso a profesionales, alterar esta verdad
tan cierta y tan científica, mencionando que sólo debe ser llamado persona: aquél
Individuo que pertenece a la especie humana, ya nacido. Y la pregunta sale al paso
¿y los fetos? ¿no son personas? ¿Sino son personas, qué son? El tema se agrava
cuando nos adentramos a analizar el fuero civil. En algunos países se concibe, que sólo
deben ser considerados personas aquellos fetos nacidos que tuvieran figura humana y
Vivían veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno. La respuesta a
esta fatal concepción tiene que ser rápida y contundente partiendo del sentido común,
pues no cabe duda que se trata de invenciones puramente superficiales, que tienen como
única finalidad la justificación de sus maldades por ellos provocadas.

No está demás reafirmar que la persona es tal, desde el mismo momento de su


concepción, desde que el espermatozoide se une al óvulo, y no después, como afirman
algunos.

2. La Dignidad

Después de analizar con brevedad el concepto de persona, vamos en este


apartado a tratar de abordar otro de los temas más significativos en referencia al ser
humano, la dignidad.

Hoy en día resulta muy familiar utilizar el término “dignidad”, ya sea de forma
coloquial o de forma sistemática en un estudio determinado. A menudo escuchamos decir
que una actitud es digna o indigna, que alguien se comportó de forma digna ante una
situación adversa o que un pueblo o nación es vista de forma digna o indigna. En muchas
ocasiones caemos en la debilidad de pasar por alto el sentido profundo y trascendental
de estas frases, que a todas luces nos enuncian una actitud consciente y deliberada. Y lo
que es peor, en otras circunstancias confundimos ciegamente la dignidad, con el arreglo
corporal, con la riqueza, el prestigio, etc.

Origen del término

El concepto de dignidad tiene sus inicios aproximadamente a partir del siglo III a.
C. dentro de un contexto griego y romano. Debemos tener presente, por otro lado, que
su uso y aplicación no tienen el mismo inicio. En la posterioridad, el concepto fue tomado
por la sociedad Judea-cristiana y más tarde por personajes que trataron de sistematizar
el término, como lo hará el reconocido filósofo de Königsberg, mediante su
argumentación racionalista.

Uno de los primeros acercamientos del concepto dignidad en referencia a las


personas humanas se puede ubicar en el pensamiento que desarrolló Aristóteles,
diferenciando la idea del alma racional, de la animal y vegetal. Por su parte el
pensamiento medieval, con el pensamiento cristiano a la cabeza, se encargará de
enaltecer, con categoría, el carácter ontológico de la dignidad humana, la cual considera
que el ser humano contiene una unicidad sustancial dada por Dios.

En la antigua Roma pre imperial, la dignidad se manifestaba unida a la política,


concibiéndose como un valor de conquista puramente individual. Concebían que la
dignidad conquistada, tenía que defenderse y lucirse con jerárquica, además de tener la
posibilidad de rebajarla, perderla o restituirla. Por otro lado esta connotación daba,
derecho a un poder temporal y un deber moral. Esta realidad manifestaba, que los
oprimidos y los esclavos estaban destinados a vivir de forma indigna, mientras no
cambien su condición sumisa. En este tiempo Tulio Cicerón, político y filósofo romano
(106–43 a.C.) Argumentaba que la vida digna debe apoyarse en el dominio de sí mismo,
en el abandono de toda liviandad y de todo actuar impulsivo; y que la delimitación de la
naturaleza humana plantea, que cuando cada hombre se reconoce a sí mismo, ve algo
divino, y de ahí su semejanza con los dioses y su dignidad. Mostrándose así en uno de
los precursores de los planteamientos de fundamentación de la dignidad humana.

Un poco más tarde tomó presencia la visión religiosa, con una connotación
particular. Su pensamiento reside en la interpretación bíblica, considerando que el ser
humano es un ser creado a imagen y semejanza de Dios, elevado a la categoría de hijo
de Dios, y heredero de un alma inmortal y de un espíritu superior al de toda criatura
terrena.3

Según la visión religiosa, esta filiación divina de carácter enteramente divino,


absoluto y trascendental, es lo que hace extraordinaria a la persona humana. Esto es lo
que le da superioridad sobre todo ser vivo, evidenciado en la cualidad intrínseca de la
dignidad. Por otro lado, los teólogos católicos interpretan que esta superioridad humana
sobre todo lo creado, significa un acto de responsabilidad sobre todo lo demás.

Es claro que la tradición religiosa desarrolló su concepción sobre la dignidad a


partir del concepto Imago Dei (imagen de Dios), sobre cuya base elaboró los rasgos
universales y distintivos de la persona humana.

Junto a este concepto religioso, también se encontró el pensamiento filosófico que,


en gran manera, contribuyó a desarrollar esa visión universal del hombre como
merecedor del respeto de sí mismo y de los demás. Gracias a esta forma de pensar, las
ciencias sociales actuales reconocen que la actitud de respeto hacia la persona humana
tiene por base la misma dignidad connatural al hombre, en la cual se originan los
derechos humanos. No obstante, en ellas sigue siendo objeto de debate cuestiones de
fondo tales como: ¿Qué debemos entender por dignidad? ¿En qué se fundamenta su
valor? ¿Cómo se expresa jurídicamente la dignidad?

Algunos siglos más tarde, cuando el pensamiento sistemático empieza a tener


como circunstancia la ilustración, aparece el pensador de Königsberg (Kant) para dar un
nuevo enfoque al tema de la dignidad, desde el punto de vista racionalista. Este filósofo
alemán sustenta, sustenta que la dignidad interior de la persona humana es dada por la
capacidad racional de la autonomía; en otras palabras, por la capacidad de autodominio
que uno tiene sobre sí mismo. Para Kant, el ser humano tiene la tarea de salir de su
minoría de edad y llegar a pensar por sí mismo, lo que implica tener el valor de servirse
de la propia razón, pensamiento puramente racionalista. Kant centra su interés en
demostrar que los individuos sean los creadores de sus propias leyes. Hasta el punto de
considerar que los adultos normales sean auto gobernantes en materia moral»4

De esta manera podemos darnos cuenta que la concepción de la dignidad siempre


ha estado de la mano del pensamiento teísta y racionalista.

En la actualidad con la aparición de las diferentes ciencias que tiene como objeto
de estudio al mismo hombre, entre las que se encuentra la bioética, tienen el gravísimo
deber de investigar y precisar desde dónde se está asumiendo la dignidad humana para
hace una recta valoración ética-moral. Se tiene que evaluar cuando se puede estar
afectando, violando o quebrantando. Por ejemplo, es deber suyo analizar si desde las
creencias religiosas o culturales, se puede hacer un imperativo sobre la noción de
dignidad humana para todas las culturas y que, justamente, el concepto de dignidad no
sólo sea objetivo sino que abarque a todas las personas.

Pinker (2008) sustenta que para algunos entendidos, entre ellos científicos, el
término sigue teniendo todavía gran misteriosidad porque falta exponerla en su totalidad.
Por eso el afirma que tal concepto continúa en el caos.4

¿Cuál es la definición terminológica del término dignidad?

La palabra dignidad deriva de la voz latina dignitas-atis, que es una abstracción del
adjetivo decnus o dignus, derivado a su vez del sánscrito dec y del verbo decet y sus
derivados (decus, decor). Significa excelencia, realce, decoro, gravedad. Para otros
autores la palabra dignidad esta relacionada intrínsecamente con los términos poder y
superioridad, 5 por lo tanto su definición tiene que tener referencia a ellas. Por su parte el
Diccionario de la Lengua Española define el término, como: la gravedad y el decoro de
las personas en la manera de comportarse, asimilando la dignidad a la acción y al
comportamiento práctico personal, así como al rol social que se ocupa. En esta línea
también significa «cargo o empleo honorífico y de autoridad».

¿A qué se refiere cuando decimos, el valor intrínseco de la dignidad?

De manera general podemos afirmar que la dignidad, es un valor que tiene todo
ser humano por el hecho se ser persona. Por tanto es atribuida a todo ser vivo que
pertenezca a la especie humana. Y se dice que es intrínseco, porque es connatural a uno
mismo. Es decir, somos dignos, por el hecho de pertenecer a la especie humana, sin
estar condicionados por nada más. En esta misma línea de pensamiento, Andoro (2002)
formula que la dignidad es el valor único e incondicional que reconocemos en la
existencia de todo individuo, independientemente de cualquier ‘cualidad accesoria´ que
pudiera corresponderle como: edad, raza, sexo, religión, etc.6

No cabe duda que se trata de un valor intrínseco y personal que le corresponde al


ser humano en razón de su esencia. Él término dignidad hace referencia directa, a lo que
es estimado o considerado por sí mismo, a la persona en si misma, que no necesita de
otra criatura para tener el valor ontológico que por sí misma tiene. Esta dignidad, atribuida
a todo ser humano, se convierte en al fundamento para dejar de lado todo tipo de
injusticias con aquellos que no pueden valerse por sí mismas, trátese por ejemplo de una
persona en los inicios de su vida o al fin de esta, u de otras circunstancias similares. Esta
es la razón por la cual no puede instrumentalizarse y menos aún cosificarse a la persona
humana. Nos puede ayudar a entender esta verdad, la frase acuñada por Kant: obra de
tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier
otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio.6

Con independencia de las acepciones y matices, el concepto “dignidad” hace


alusión a una realidad que trasciende los actos del hombre para referirse a una cualidad
intrínseca de la naturaleza humana que es la que lo hace acreedor de un respeto
especial. El concepto en cuestión expresa el valor fundamental de la moralidad en el que
se sostiene el respeto a la persona humana. Por supuesto, debe tratarse de un valor muy
consistente para poder servir de fundamento a todas las áreas de moralidad en que
pueda estar inmerso el ser humano.

De todo esto podemos afirmar que el ser humano, en ningún momento de su vida
y bajo ninguna circunstancia debe ser utilizado como medio o como instrumento de algo o
de alguien. Su constitución natural hacen de el un sujeto capaz de ser fin en sí mismo.
En bioética, esta dignidad se concreta en el principio de respeto y de autonomía del
sujeto que es protegida por la mayoría de convenios internacionales que resguardan a las
personas ante posibles abusos, como el del aborto o el de la experimentación en ensayos
clínicos, por tratar algunos.

La dignidad, como principio de perfección humana

La dignidad es una excelencia que permite al sujeto manifestarse como autónomo,


poseyendo dentro de sí mismo un valor propio superior, que lo ubica por encima de todas
sus vicisitudes. Podemos afirmar de forma metafísica que el hombre en sentido propio no
es digno sino que tiene dignidad porque lo ha recibido. Y como es lógico, todo lo que es
participado es limitado. Este razonamiento nos permite afirmar que el único ser digno en
esencia es Dios y con Él, el hombre en cuanto participa de su ser creatural.
La dignidad, da al ser humano el derecho fundamental de realizar su finalidad, su
destino. Alcanzar su propia esencia significa que el ser humano tiene la potestad de
perfeccionar su propio ser en los órdenes que lo constituyen: intelectual o volitivo.

El hombre es un ser perfectible con derecho a realizar su finalidad, su destino, a


trazar sus propias metas y alcanzarlas. La palabra "destino" hay que entenderla aquí
como el punto de llegada de toda la acción humana. Es decir su felicidad parcial aquí en
la tierra y para siempre en la eternidad.

Argumento kantiano de la dignidad

El pensamiento filosófico de Kant siempre será un referente obligatorio a la hora de


interpretar el tema de la dignidad. Para Kant, la autonomía es el fundamento de la
dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional. Por ello considera que la
dignidad es la propiedad intrínseca de un ser racional que no obedece otra ley que
aquella que él se da a sí mismo. Muestra con vigor su postura totalmente racionalista,
que en fin de cuentas es débil pues no tiene un fundamento sólido. Él concibe que la
autonomía confiere a los seres racionales un valor en sí, interno, en tanto que los
independiza del accionar de las leyes naturales. Afirma además que es este hecho el que
valoriza en términos absolutos al ser racional, porque le confiere ser sujeto de la
legislación misma y no un mero objeto. En alguna oportunidad mencionó, en referencia a
la dignidad lo siguiente: que aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo
equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio, no admite nada
equivalente, eso tiene dignidad”.7

Pocos como Kant han reflexionado sobre la libertad y la dignidad humana. Pero,
¿dónde radica para la ética de Kant la dignidad de la persona? En el valor que ella, en su
actuar libre, se da a sí misma, en su autonomía, por la que el hombre se eleva sobre lo
natural. Por otro lado afirma también que tiene que ponerse en el alma el puro
fundamento motor moral, mediante el cual el hombre siente su propia dignidad.7

Pero, la pregunta es ¿qué pasa con los fetos o los que no tienen autonomía
propia, como los dementes? ¿Son o no son dignos?

Kant, se caracteriza por encarnar el pensamiento que se proliferó en la ilustración,


movimiento que fue impulsado por su pensamiento. Es en este pensamiento de
dependencia donde concibe a la autonomía como el fundamento de la dignidad de la
naturaleza humana y de toda naturaleza raciona. La pregunta que sale al paso después
de percibir esta afirmación sería: ¿y dónde quedan las personas que no se muestran
como autónomas: un feto, una persona en estado vegetativo? ¿Tienen o no tiene
dignidad?, respuesta que lo iremos percibiendo según vayamos fundamentando todos
los aspectos de la dignidad.

Por otro lado el filósofo alemán entiende que la dignidad se manifiesta en el trato
que se debe tener con los semejantes. Por eso argumenta: obra de tal modo que te
relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre
como fin, nunca sólo como medio”.7 No es de extrañar que las criticas hayan salido al
paso. En parte Kant tiene razón en tanto afirma que el ser humano es fin, pero tal
afirmación no debe tener como sustento al imperativo categórico del deber ser, basado
en la autonomía sino en el mismo ser esencial de la persona misma. Es decir en su
misma naturaleza, de ahí que no importe para ser digno el ser consciente o no; el tener
dinero o no; pues toda persona con tal de pertenecer a la especie humana es digna de
por sí.

Analizando el mismo pasaje de la obra de Kant, Diego Gracia también afirma:


“Sería imposible tratar a los hombres sólo como fines. Todos somos también somos
medios para los demás. Lo que es inmoral es que se nos trate sólo como medios, sin
tener en cuenta nuestra condición de seres dotados de dignidad”.9

En definitiva Kant, no muestra los verdaderos fundamentos del porqué la persona


es digna. Su fundamentación en la autonomía, no es clara ni contundente para manifestar
la verdadera realidad digna del ser humano.10 Kant se ve atrapado por su distinción,
realizada en la Crítica de la razón pura, entre el fenómeno (lo aparencial y cognoscible) y
el noúmeno (que, aunque Kant afirma como existente, sostiene que nos es
incognoscible); esta distinción es la que está en la base de la ética de Kant que estamos
analizando. Kant no puede afirmar que la persona sea un fin en sí, pues esto se refiere a
su noúmeno, a lo óntico, al ser de la persona, sobre la que despliega un tupido velo; por
eso sólo puede postular que debe ser tratado como un fin en sí. Este posicionamiento
gnoseológico y metafísico subyace a toda la propuesta ética kantiana y debería
sostenerse sólo en el caso de que se acepten los presupuestos epistemológicos del
idealismo trascendental.

Es evidente que el camino de autonomía moral, en la que pretendió fundamentar la


dignidad de la persona, ha fracasado si es que nos situamos desde la perspectiva de los
que todavía no son autónomos. De aquí deducimos que el hombre no es persona porque
es autónomo sino que sino que al contrario: es libre autónomo, responsable por ser
persona. Entender esto es clave para no caer en malinterpretaciones.

La dignidad desde la teología

Se puede afirmar que fuera del pensamiento cristiano es imposible considerar la


dignidad humana como una categoría absoluta. En la tradición judeocristiana, el
fallecimiento tenía una importancia primordial. La muerte no era el término de la vida, sino
el inicio de ella la inicia. También en estas creencias, los sufrimientos desempeñan un
papel importante.12

Es común afirmar en el seno católico que la dignidad encuentra su razón de ser en


el lazo de filiación divina. Por eso también se habla que en la dignidad de la procreación
humana, se expresa el nivel más alto del amor creador de Dios y se realiza del modo más
pleno la comunión interpersonal de los esposos.13

La iglesia a través del mismo Concilio Vaticano II, manifiesta que la grandeza del
hombre se encuentra en el dominio sobre los otros seres vivos como manifestación de
glorificación divina, reafirmando además la idea de la superioridad del hombre por encima
de las cosas corporales, por la capacidad de interiorización y reconocimiento de un alma
espiritual e inmortal.10

Además la Iglesia tiene la convicción de que la fe no sólo acoge y respeta lo que


es humano, sino que también lo purifica, lo eleva y lo perfecciona. Sin perder de vista que
la hay una libertad religiosa.8 Dios, después de haber creado al hombre a su imagen y
semejanza (cf. Gn 1,26), ha calificado su criatura como «muy buena» (Gn 1,31), para
más tarde asumirla en el Hijo (cf. Jn 1,14). El Hijo de Dios, en el misterio de la
Encarnación, confirmó la dignidad del cuerpo y del alma que constituyen el ser humano.
Cristo no desdeñó la corporeidad humana, sino que reveló plenamente su sentido y valor:
«En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo
encarnado». Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral GS.10

A la luz de estos datos de fe, adquiere mayor énfasis y queda más reforzado el
respeto que según la razón se le debe al individuo humano: por eso no hay
contraposición entre la afirmación de la dignidad de la vida humana y el reconocimiento
de su carácter sagrado. «Los diversos modos con que Dios cuida del mundo y del
hombre, no sólo no se excluyen entre sí, sino que se sostienen y se compenetran
recíprocamente. Todos tienen su origen y confluyen en el eterno designio sabio y
amoroso con el que Dios predestina a los hombres “a reproducir la imagen de su Hijo”
(Rm 8, 29)».Juan Pablo II, Carta Encíclica VS17

El ser humano ha hecho un gigantesco esfuerzo intelectual a través de su historia


para encontrar una definición de sí mismo capaz de dar sentido, dirección y significado a
su dolor, sufrimiento y muerte. Esta ha sido una constante histórica en toda religión y en
todo credo. Muchas han sido las definiciones filosóficas acerca del ser humano. Lo cierto
es que ni una sola ni todas juntas definen con precisión al ser humano, todas dejan fuera
un inmenso campo de valores sin definir.

Debemos tener presente que la dimensión trascendental del ser humano es el


punto de apoyo de su dignidad. Y como es conocido, el ser humano no se ha dado esta
trascendencia así mismo, sino que la ha recibido en su misma creación. La “inhabitación”
de este alguien (Dios) en el la persona humana le hace ser un sujeto abierto al Absoluto
y, por consecuencia, abierto a los demás. Es esta presencia del Sujeto Absoluto en el
espíritu de todo ser humano lo que constituye la conciencia, el poder del ser humano, la
razón de ser de toda su dignidad.

La persona humana es infinitamente más que el contenido de la información


genética de sus 30.000 genes, el hombre es más que materia, también es espíritu y su
espíritu es lo que le da trascendencia y misteriosidad. No existe el ser persona
clausurada en sí misma. Esta es la razón por la cual ninguna definición aspectual del ser
humano puede ser punto de apoyo para la dignidad humana, porque todos estos
estratos, parte constitutiva del ser humano, son distintos e incluso antitéticos entre unos
seres humanos y otros.

El “yo inhabitado por el Sujeto Absoluto”, nos sigue diciendo F. Rielo, contiene los
factores determinantes de unidad mucho antes de las primeras experiencias fácticas que
acuden a nuestro recuerdo. Debemos tener presente que nuestro “yo genetizado” es
antes que nuestra efectiva capacidad del recuerdo, de nuestros sentimientos, de nuestros
afectos y, cómo no, de nuestra cultura, de nuestra educación, de nuestras formas de
pensar y de actuar, de nuestros conocimientos científicos.11

Las funciones psicosomáticas, sus contenidos de experiencias acumuladas, su


objetivación en la historia y en la cultura están sometidas al proceso del conocimiento,
cuya experiencia se obtiene a la par del desarrollo y madurez de sus funciones
biológicas, sicológicas y sociales, en las que a su vez intervienen las circunstancias
educacionales y ambientales.

El “yo” no surge con la experiencia ni con el razonamiento ni con el lenguaje ni con


la cultura; al contrario, es esto lo que en el proceso viador surge de un yo sicosomatizado
que, genetizado por la presencia del Sujeto Absoluto, está capacitado para ello, dentro de
un límite formal abierto al límite trascendental.

El valor de la vida humana no deriva de aquello que un sujeto hace o realiza, sino
simplemente de su existencia con su ser constituido en relación con el Sujeto Absoluto.
En consecuencia, sea joven o adulto, sano o enfermo, embrión o neonato, genio o idiota,
el valor de todo ser humano es totalmente independiente de la cualidad de sus
prestaciones y de su vida. Lo que verdaderamente cuenta es su ser en relación con el
Sujeto Absoluto.

Cada uno de nosotros existe como persona porque su ser está en relación con el
misterio trascendente del Ser. Si bien es verdad que cada uno se humaniza en el
momento en que es acogido en una red de relaciones interhumanas, es también verdad
que la acogida por parte del otro no constituye a la persona en su ser ni en su valor. El
otro no me atribuye ser y valor, sino que lo reconoce, porque mi ser y mi valor están
constituidos por mi relación con la alteridad que fundamenta, con el Sujeto Absoluto.

Más allá de cualquier cualidad o defecto, los seres humanos tienen, sin excepción,
la misma dignidad. Esta dignidad les viene no de aquellos aspectos biológicos,
psicológicos o sociales que precisamente diferencian unos seres humanos de otros, sino
de aquello que les es común y constitutivo, su filiación con el Sujeto Absoluto.

3. Dignidad ontológica y dignidad moral

¿En qué consiste la dignidad ontológica?

La dignidad ontológica se refiere al ser. Decir que la persona tiene una dignidad
ontológica es afirmar que goza de una dignidad y, por lo tanto, es merecedora de un
respeto y de una consideración. La dignidad de la persona humana, desde este punto de
vista, radica en su ser y no en su obrar. Puede actuar de una forma indigna, pero, a pesar
de ello, no pierde la dignidad ontológica que se refiere a su ser. Hablando
ontológicamente somos dignos por el mero hecho de ser persona. Poseemos una
dignidad absoluta.

Es el valor más alto en el orden de la naturaleza. Podemos decir que la persona es


digna a priori, incluso aunque los demás no reconozcan, en un acto de indignidad moral,
su dignidad ontológica e incluso aunque la nieguen. La dignidad ontológica de la persona
le es intrínseca por su propia naturaleza. Por tanto, la dignidad humana óntica no puede
ser objeto de consenso -y tampoco de disenso-, pues es lo que se presupone como pilar
básico entre personas libres que buscan acuerdos. De aquí se sigue que ningún Estado,
ninguna sociedad, puedan establecer nada que sea contrario a la dignidad de la persona.

¿En qué consiste la dignidad moral?

Junto a la dignidad arraigada al ser existe una dignidad arraigada al obrar. La


dignidad del obrar es la dignidad ética y se refiere a la naturaleza de nuestros actos. Hay
actos que dignifican al ser humano, mientras que hay actos que lo convierten en un ser
indigno.

No debe identificarse ni confundirse con la dignidad ontológica. La primera se


relaciona con el obrar; la segunda, en cambio, se relaciona con el ser. Hay seres que, por
su forma de obrar y de participar en el seno de la comunidad, se hacen dignos de una
dignidad moral, mientras que los hay que, por su forma de vivir, son indignos desde un
punto de vista moral. Sin embargo, ambos, por el mero hecho de ser personas, tienen
una dignidad ontológica.

Por otro lado la diferencia entre la dignidad ontológica y la moral es que la primera
no se pierde nunca, en cambio la segunda si hay posibilidad de perderla por algún acto
malo y también hay posibilidad de volverla a recuperar, después de una decisión
consciente y deliberada.

4. La dignidad, fundamento del actuar bioético.

El cuerpo de todo ser humano, desde los primeros momentos de su existencia, no


se puede reducir a un conjunto de células, como de cualquier otro ser vivo. El cuerpo
embrionario se desarrolla progresivamente mediante un diseño y un fin natural bien
definido.
Es oportuno aquí recordar el criterio ético fundamental expresado en la
Instrucción DV para valorar las cuestiones morales en relación a las intervenciones sobre
el embrión humano: «El fruto de la generación humana desde el primer momento de su
existencia, es decir, desde la constitución del cigoto, exige el respeto incondicionado, que
es moralmente debido al ser humano en su totalidad corporal y espiritual. El ser humano
debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por
eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona,
principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida». 14

En efecto, la realidad del ser humano, a través de toda su vida, antes y después
del nacimiento, no permite que se le atribuya ni un cambio de naturaleza ni una gradación
de valor moral, pues muestra una plena cualificación antropológica y ética. El embrión
humano, por lo tanto, tiene desde el principio la dignidad propia de la persona.

Los conocimientos adquiridos en los últimos años han abierto nuevas perspectivas
para la medicina regenerativa y para el tratamiento de las enfermedades de origen
genético. En particular, ha suscitado un gran interés la investigación sobre las células
troncales embrionarias en relación a las posibles aplicaciones terapéuticas futuras. Sin
embargo éstas no han demostrado hasta hoy ningún resultado efectivo, a diferencia de
la investigación sobre las células troncales adultas. Ya que algunos han creído que las
metas terapéuticas eventualmente alcanzables a través de las células troncales
embrionarias podían justificar distintas formas de manipulación y destrucción de
embriones humanos, han surgido una serie de cuestiones en el ámbito de la terapia
génica, la clonación y la utilización de células troncales, sobre las que es necesario un
atento discernimiento moral.

Reconocimiento de la dignidad como valor fundamentar

Es reconfortante ver que muchas legislaciones de ámbito nacional e internacional,


además de importantes escritores y analistas, acogen a este término como un concepto y
principio clave con respecto a la vida humana. Considerado por algunos como el derecho
inderogable por excelencia.4 La dignidad es el principio de todo derecho, la causa por el
cual la persona se muestra como sujeto de libertad, derechos y deberes: La dignidad es
la condición esencial para la construcción de los derechos humanos. 6
En este caminar Ronald Dworkin afirma que quien tome en serio los Derechos
Humanos no puede dejar de lado «la vaga pero poderosa idea de la dignidad humana»
(1977)4. Por su parte, Roberto Andorno, afirma que el concepto de dignidad humana es
afirmada dentro del campo que configura la bioética como un principio fundamental,
especialmente por los nuevos desarrollos técnico-científicos que ponen en juego los
elementos constitutivos de la existencia humana. Y es para felicitar que en algunos
textos, como la Declaración sobre el Genoma Humano de la UNESCO, conciban a la
dignidad humana como un concepto clave.4

La dignidad humana en la legislación internacional referida a la Bioética.

No debemos perder de vista que la dignidad es el timón que orienta el trato que se
debe temer con toda persona humana. Dentro del campo de la Bioética pareciera que no
tiene ningún sentido analizar o revisar el concepto de dignidad humana, pues su lugar en
este ámbito es suficientemente reconocido. Este es precisamente el gran error de
algunos estudiosos, al dar por supuesto, un tema tan delicado e importante como el de la
dignidad. Es claro que la dignidad humana tiene que estar por encima de toda
prescripción científica o médica. La dignidad siempre tiene que verse como criterio
fundamental de todo trato humano: “Ninguna investigación relativa al genoma humano, ni
ninguna de sus aplicaciones, podrá prevalecer sobre el respeto […] de la dignidad
humana”.6

Dentro del contexto internacional El referente legal más evidente y conocido de la


noción de dignidad humana está localizado en el primer considerando del preámbulo de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) el cual afirma que la dignidad
intrínseca de la familia humana, junto con los derechos iguales e inalienables, son la base
reconocida de la libertad, la justicia y la paz. A partir de esta declaración de los Derechos
Humanos la noción de dignidad ha tenido un papel de fundamento para posteriores
declaraciones como en la Declaración Americana sobre los Derechos y Deberes del
Hombre, aprobada en la Novena Conferencia Internacional Americana en Bogotá, en
1948.

Un segundo documento internacional, basado en la Carta de las Naciones Unidas,


es la Convención internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación
racial proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año de 1963.
Indicando que la discriminación es un atentado contra la dignidad humana.

El 20 de noviembre de 1989 en la Asamblea General de las Naciones Unidas,


también se adopta la Convención sobre los Derechos del Niño. Este documento marcará
luego una dinámica de trabajo y acción importante en el desarrollo de los Derechos
Humanos. En él, se reconoce la dignidad intrínseca y los derechos iguales e inalienables
de todos los miembros de la familia humana.

Años mas tarde los protocolos internacionales no se hacían esperar, para


manifestar la grandeza e importancia de la dignidad de la persona humana. Veamos:

En 1998 aparece el Protocolo Adicional al Convenio anterior, por el que se prohíbe


la clonación de seres humanos, y ratificado por instrumento en al año 2000. Dos
particularidades se presentan en este documento adicional: por un lado, el carácter
prohibitivo de una actividad biotecnológica molecular como la clonación de seres
humanos por el riesgo de una instrumentalización del ser humano y para proteger la
dignidad y la identidad humana; y por otro lado, y presenta una afirmación controversial
con respecto al abuso de la biología y la medicina al realizar dicha práctica.

Con la Declaración Universal sobre el genoma humano y los derechos humanos,


aprobada por la Conferencia General de la UNESCO en 1997 se hizo una conexión
interesante entre ciencia y ética, pues relaciona directamente genoma humano con
dignidad humana. Dignidad y genoma humano se fusionan consecuentemente cuando el
genoma humano es definido como base de unidad fundamental humana con una
dignidad intrínseca. Esto quiere decir, que tocar o manipular el genoma implica tocar o
manipular la dignidad humana. Esto daría pie a pensar que puede haber una relación
directa entre ética y biología, desconociendo el problema real de los intereses de la
ingeniería genética y la biomedicina molecular humana. Finalmente, en la Declaración
Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO, aprobada en el 2005, se
considera importante resaltar tres aspectos, con la misma lógica de los anteriores
documentos:

En primer lugar, la presencia de la noción dignidad humana de manera reiterativa


en todo el texto que permite afirmar el lugar capital de fundamento que sigue sosteniendo
este concepto. En segundo lugar, la exigencia de respeto de la dignidad humana, por
cuanto contiene una carga simbólica y moral fuerte. Y en tercer lugar, la exigencia del
respeto de la dignidad humana junto con el respeto de los derechos humanos y las
libertades fundamentales, como objetivos de esta Declaración.

Así como estas promulgaciones, hubieron otras, también de carácter internacional,


que ayudaron a defender este valor tan fundamental de las persona humana con todo el
rigor posible. Veamos en conclusión qué han permitido tales tratados:

 En primer lugar podemos presenciar una defensa reiterada de la dignidad


humana fundamento o base de los derechos humanos.

 En segundo lugar notamos el reconocimiento se le da a la noción de


dignidad humana en el plano internacional.

 Y en último lugar notamos el trato que se hace de otros valores junto a la


dignidad como: la libertad fundamental, el respeto a los derechos humanos
en sí mismos y la responsabilidad por las generaciones futuras.

No hay duda que son muchos los logros alcanzados por estos tratados, y
esperamos que no sean los últimos, sino que conforme progrese la ciencia, también
estén presentes estos pronunciamiento para defender este valor incondicional hasta
lograr entender lo que afirma Carl Sagan: la vida no le pertenece al ser humano sino que
el ser humano es quien pertenece a la vida, participa de ella y se hace responsable de
sus actos.4

Además es innegable que la dignidad, como atribución innata y común a todos los
seres humanos, estructura la construcción teórica de los Derechos Humanos. Sin la
referencia a la dignidad humana éstos serían impensables como derechos universales e
inalienables. Este concepto, considerado inicialmente como carácter innato, para bien de
todos, ha pasado a ser una concepción de reconocimiento colectivo de una herencia
histórica de civilización”5 Así lo afirmó también Jürgen Habermas, para quien "la dignidad
humana (...) constituye la 'fuente' moral de la que todos los derechos fundamentales
derivan su sustento''20 Es conveniente que la dignidad es el fundamento ontológico del
que no se puede prescindir por ningún motivo, por ser consustancial a la persona.

5. Conclusión

Está claro que la dignidad es uno de los temas más fundamentales cuando se trata
de hablar de la persona, hasta el punto de afirmar que es totalmente necesario el tenerla
en cuenta a la hora de definirá el concepto de persona.
El término “dignidad” es un atributo o condición propia del ser humano. Es un valor
intrínseco que forma parte del ser constitutivo de ser persona. Además es algo connatural
a la persona.

Algunos comentan que la dignidad se puede perder, recuperar o degradar. Al


respecto hay que mencionar que la persona tiene como dos formas de manifestar su
dignidad, una por medio de sus acciones y otra por su misma esencia humana en cuanto
tal. A la primera se suele llamar dignidad moral y es verdad que se puede perder,
degradar y volver a recuperar; en cambio, la segunda hace referencia a la dignidad
ontológica, que es la que no se pierde ni se degrada nunca, porque forma parte de
nuestro ser no de nuestro actuar.

Hoy en día la dignidad sigue siendo un tema de grandes debates, mucho más
cuando se trata de analizar a la persona en algunas de sus dimensiones como: su salud
corporal y espiritual, se desarrollo perfectible, y todo aquello que tenga que ver con su
vida en sí misma.

Por otro lado, no está demás hacer mención, como ya lo hemos venido haciendo
en el desarrollo del tema, que la Bioética, es una de las disciplinas que necesita tener
bien en claro, en qué consiste la dignidad humana. Cuál es su razón de ser en relación a
la persona humana, para actuar siempre con objetividad. Y de esta manera evitar caer en
el error y maltrato a la persona humana, como ya lo vienen haciendo las llamadas
corrientes bioéticas. Las cuales están inmersas en un pensamiento puramente subjetivo y
relativista que sólo pretenden justificar, a como de lugar, sus egoísmos llenos de
superficialidad.

Es evidente que la dignidad es uno de los principios fundamentales y primarios que


deben guiar el actuar bioético, en todas sus expresiones. Esta connotación de la dignidad
de la persona humana, forma parte esencial del quehacer científico de la disciplina
bioética. Por otro lado, la dignidad es para la bioética, como su timón que guía y conduce
todos sus propósitos y objetivos, con la única intensión de servir de beneficio en el
desarrollo y perfección del mismo hombre.

Y es responsabilidad de todos entender esta gran verdad, mas aún en este mundo
donde el materialismo y el relativismo inducen hacer cosas inhumanas. Este es el camino
para entender a ciencia cierta, que la persona no es medio, sino fin. Que no es un objeto,
sino, un ser vivo con una connotación trascendental. Que no es cualquier ser vivo, sino
un hijo de Dios. Tratar también de ayudarnos de la propuesta que os brinda la bioética
personalista, que con un carácter universal, nos muestra una visión más completa de la
dignidad humana y sus correspondientes derechos.

Y desde este trabajo, reiteramos una vez más, de la urgencia de ampliar las
perspectivas sobre los conceptos de dignidad y de persona, de tal manera que puedan
generarse, en la práctica, acciones de mayor respeto y consideración, tanto para sí
mismo como para los otros seres vivos sean considerados racionales o no.

Tenemos el compromiso moral de fomentar, dentro de los contextos laborales, una


cultura a favor del respeto a la dignidad de la persona y sus consecuentes derechos.
Bibliografía

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