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El universo es indiferente a

nuestras tragedias
Alejandro Gaviria no puede hablar sin repetir la palabra complejidad, sin citar
frases de sus escritores predilectos ni recitar poemas que ha ido memorizando en
sus lecturas. En esta entrevista habla de la arrogancia del ser humano, de las
enseñanzas que deja el cáncer, y de por qué las cosas pasan porque pasan.

"Yo tiendo a pensar que en nuestra vida el azar juega un papel muy importante", dice. Foto:
ESTEBAN VEGA LA-ROTTA

Una sucesión de hechos irrepetibles

Yo tiendo a pensar que en nuestra vida el azar juega un papel muy importante. Hay
una frase que me gusta repetir y que leí hace mucho tiempo cuando estaba
terminando mi carrera en la universidad, en Medellín, en un libro del escritor italiano
Antonio Tabucci. Era la historia de una persona que estudia la carrera que nunca
quiso y termina siendo juez y condenando a su amigo. Y al final del cuento, que se
llama Pequeños equívocos sin importancia, dice el personaje: “La vida se encarga
de esclerotizar las cosas”. Esa frase siempre me quedó en la mente y es una forma
de entender que la vida son azares, que se van de alguna manera perpetuando,
esclerotizando, y así me ha gustado entender mi vida, como una sucesión de hechos
irrepetibles. Voy a usar una metáfora que ha sido utilizada muchas veces y que a
algunos de los millenials no la van a entender: Devolvemos el casete y le ponemos
play y nuestra vida sería totalmente diferente. Eso parece complejo y trágico, pero
también tiene un componente poético bonito y es que aparentemente las vidas de
todos son interesantes porque de alguna manera tienen probabilidad cero, pero
pasan. Entonces estamos hechos no solo de azares, sino de historias irrepetibles.
Así me ha gustado imaginarme la vida. Puede que muchas de las cosas me pasaron
por algunos elementos que estaban ahí y de alguna manera determinaron una
trayectoria pero creo que también jugó el azar.

Las cosas pasan porque pasan

Esta visión del mundo no solo la he tenido desde chiquito sino que la he alimentado
con muchas de mis lecturas sobre biología por ejemplo, yo creo que la evolución de
las especies y la vida biológica es una condensación de azares, la evolución de la
tecnología y de las instituciones está hecha de eso, de cosas que pasan porque
pasan, no creo en el destino, mucho menos en la divina providencia, no creo que
las cosas pasan por una razón, creo que en la vida las cosas pasan porque pasan.

La vida es injusta
En discursos que me ha tocado dar he repetido una frase. Digo: señoras y señores,
todos los que estamos aquí tenemos más de 20 o 25 años y hemos vivido lo
suficiente para entender que a la gente buena le pasan cosas malas y a la gente
mala le pasan cosas buenas. Esto es, la vida es injusta y de alguna manera hay una
tensión entre la indiferencia del universo y la razón humana, que tiende a creer que
el mundo está moralmente ordenado. Desafortunadamente no, y debemos vivir con
ese sentido trágico de la vida. El cáncer lo hace a uno reflexionar sobre eso. Me
acuerdo de leer una frase de Christopher Hitchens, que se hacía la pregunta que se
hacen todos los pacientes de cáncer en algún momento: ¿por qué yo? Y decía
Christopher Hitchens y ¿por qué no?. A alguien le tiene que dar, en esta lotería de
la vida, alguien tiene que sacar la balota negra y me tocó a mí. Ante eso toca un
poco de ecuanimidad y resignación en el buen sentido. El universo es indiferente a
nuestros deseos, a nuestras tragedias y a nuestras tristezas y así lo entiendo yo. La
religión en el fondo ha sido una respuesta a eso, a creer que en algún momento va
a haber un juez que nos va a llamar a cuentas y el mundo se va a ordenar
moralmente. Pero eso es una ilusión. Si creo en algún dios es en el de Espinoza,
esto es que dios es el universo. Hay otra frase que he utilizado mucho, que viene de
un poema bonito de uno de los heterónimos de Fernando Pessoa. Alexander Search,
se llama el tipo que dice que cuando critiquemos la religión, la critiquemos diciendo
que trata de ordenar moralmente el universo, cuando es imposible nos debemos
siempre acordar que la pobre humanidad gime en la oscuridad. Es difícil aceptar eso,
que la vida es injusta para mucha gente, pero así lo es.

Vea aquí el especial completo

La fe en la enfermedad

Era difícil en mi caso usar la religión de una manera tan utilitaria. En el fondo creí
que no podía ignorar lo que había aprendido, esa trayectoria vital, la convicción de
que en el fondo la muerte es para siempre y la vida era esto. “Solo trajimos el tiempo
de estar vivos” dice el poeta venezolano Eugenio Montejo. Yo me aferré a otras
cosas: a la poesía, esa única religión que le va quedando a los hombres, dice otro
poeta venezolano, al amor y a las historias. No sentí rabia, en el fondo sentí
agradecimiento porque a pesar de todo he sido privilegiado, he contado con el amor
de la familia, con el aprecio de los amigos, he hecho muchas cosas que otros no han
podido hacer, he visitado los cinco continentes, los 32 departamentos, tuve la
oportunidad de estudiar en el exterior, he leído mucho libros, he conocido muchas
historias, he visto muchas películas, he probado muchos sabores. En el fondo eso
es la vida. Estoy sonando a Paulo Coelho, pero bueno, me perdonarán. La gente se
burla de Paulo Coelho pero yo ya no, en el fondo todo es autoayuda y todo lo que
le sirva a la gente está bien.

“La vida es mejor complicarla”


Los libros me han enseñado mucho, me gustan como compañía, puestos en la
biblioteca aunque tengo muchos allí no leídos como promesas de un conocimiento.
Me hacen feliz solo por estar allí, pero la vida también está en el mundo y a veces
después de leer dos o tres horas ya no quiero más. He tenido en mi trayectoria vital
profesores que me han enseñado mucho, quiero recordar uno: Ignacio Álvarez, mi
profesor de filosofía en bachillerato en Medellín. Recuerdo un momento en quinto
de bachillerato en esa clase de filosofía en la que estábamos estudiando a los
presocráticos, esos filósofos que trataron por primera vez de utilizar la razón humana
para entender un poco la extrañeza de todo. Y alguien levantó la mano y dijo bueno
y ¿para qué complicarse la vida? El profesor de manera un poco solemne se levantó
y dijo: “Muchachos lo bueno de la vida es complicarla. En el fondo pasa esto:
pensemos en quiénes admiramos y son aquellos que se han complicado la vida. Yo
creo que tenía algo de razón esa frase, siempre me pareció interesante porque a mí
nunca me gustó esa invitación de la religión católica contra al hedonismo y a ver el
sufrimiento como una especie de purificación espiritual. Me parecía aburridora pero
en el fondo no era eso, no se trataba de negar el hedonismo, pero sí de buscar
formas de vivir más allá de cierta felicidad fácil.

Somos un punto

Hoy somos capaces de medir el universo y entender nuestra insignificancia. Tal vez
la frase que más se ha repetido de mi libro es la de que somos un punto y es la
respuesta que yo le daba de memoria a mi hijo. A mí me gusta repetirla: 400.000
millones de estrellas en la vía láctea, 800.000 millones de galaxias, 4.000 millones
de vueltas al sol. Nosotros somos este puntico que le da vueltas al sol y que a veces
nos llenamos de arrogancia. Yo creo que la conciencia permanente de nuestra
insignificancia cósmica es algo que le falta a la vida colectiva, es algo que debería
ser una enseñanza permanente en la política, como si uno pudiera poner un cartel
a la entrada de los congresos y escenarios políticos: recuerden que somos un punto.
Esa frase bonita que se ha dicho de Carl Sagan cuando vio un punto azul pálido
cuando salía el Voyager del sistema solar. No la voy a repetir, está en Google. Hay
un poema que me gusta mucho, que tiene que ver con esto del hombre pensando
o imaginando el universo. Y es una frase que dice “de todos los animales, de todas
las bestias, somos los únicos que hemos mirado hacia arriba y hemos visto la
estrellas. El poema se llama ‘No han visto las estrellas‘. Solo nosotros,
disfrutémoslas, las puso dios para nosotros.

Las ideas importan

Ray Bradbury es buen poeta. “Me lanzo al vacío y dejo que en la caída me crezcan
las alas”. En el fondo la vida es eso. A mí me ha tocado reinventarme muchas veces
y esperar que en esa caída me crezcan las alas. La fórmula de la reinvención no la
tengo. No sé si he tenido éxito, de pronto me he lanzado al vacío y me he estrellado
un poco. He tenido una biografía accidentada oblicua. Empecé siendo ingeniero civil
sin mucha convicción, después quise ser macroeconomista y no pude. Tal vez
fracasé en ese intento y me fui yendo a la economía social y eso me llevó a las
reflexiones más humanistas, me contactó con la literatura, fui funcionario por seis
años en un ministerio difícil. Ahí me di cuenta de algo que no está completamente
valorado en la vida pública y es que las ideas importan en todo caso, que
conceptualizar los problemas, que presentar la complejidad, que ir al congreso
preparado con algo que parecería carreta, pero que en fondo era una forma de
presentarles a quienes piensan nuestra sociedad, a quienes están encargados de
tomar decisiones, toda la complejidad, esto no es fácil. En el ministerio se burlaban
de mí mis compañeros porque decían “usted no puede hablar sin completar la
palabra complejidad”. Así soy. Los arreglos sociales son difíciles, los cambios sociales
complicados y no me gusta la sobre simplificación del mundo que acompaña hoy los
debate políticos. La política tiende a eso. En el fondo es difícil porque hay una
impaciencia social que yo no entiendo completamente. Y hay demanda por las
soluciones fáciles, pero las soluciones fáciles en la gran mayoría de casos son
ilusorias.

La mezcla de tres mundos

Ahora me estoy acercando a unos temas con los que solo había tenido un contacto
tangencial que son la reflexión sobre el medioambiente, los objetivos de desarrollo
sostenible, sobre la urgencia de hacer compatibles el desarrollo social y el
crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental. Ahí me estoy reinventando
nuevamente, me ha gustado el tema, me gusta esa curva de aprendizaje que cuando
uno empieza un tema y sabe tan poquito sobre él, que cualquier cosa que aprenda
siente que es mucho. Me invitan a ferias, a discursos de grados y trato de ser
generoso con mi tiempo. Vivo de aquí para allá, echando carreta. Hoy en día
combino tres mundos: uno de conferencias económicas, que ha sido mi mundo de
siempre. El otro es este tema de ahora de desarrollo sostenible, y el otro es con el
libro y con reflexiones que me conectan con la literatura.

Siquiera tenemos las palabras

Acabo de escribir otro libro que se lanzará en la feria de libro y que se llama Siquiera
tenemos las palabras, que es una forma de compartir mis lecturas y mi biblioteca,
yo tomo a 12 autores y trato de extraer reflexiones generales sobre dos desafíos de
la humanidad: uno, la pérdida de confianza en instituciones democráticas y los
desafíos ambientales. Tengo a mis escritores favoritos: Jorge Luis Borges, Joaquín
Machado de Asís, George Orwell, Aldous Huxley , Josef Brodsky, entre otros

El título de ese libro viene de una anécdota interesante. En esas conferencias me


invitaron a feria de libro de Cali, llegué al aeropuerto y escuché que llamaban a un
pasajero: Roberto algo. Llegamos a Cali y el señor que me recogía llegó tarde y
estaba ofuscado. Vi que tenía dos letreros. En uno decía Alejandro Gaviria y en otro
Roberto pero no capté el apellido. Me monté en el carro y el señor se fue a buscar
a la otra persona y luego dijo “no llegó” y tiró los carteles muy ofuscado. Llegamos
al hotel y el organizador dijo no apareció la otra persona. Pues la otra persona era
Roberto Burgos Cantor, que había muerto hace una semana. Tenía razones de sobra
para no estar allí. A él nunca lo sacaron de la lista de los pasajeros. Yo conté esa
historia en redes sociales y el poeta Federico Diaz-Granados me escribió un correo
electrónico muy bonito diciendo fue muy difícil para mí borrar a Roberto Burgos,
amigo de toda la vida, de mi WhatsApp. Yo le contesté “la vida es dura”. Diaz-
Granados me dijo “así es, pero me gustó mucho su historia porque es un consuelo.
Y el segundo correo de nuestra conversación lo terminó así: “Alejandro, siquiera
tenemos las palabras”. Me pareció bonito. Son las palabras como refugio, como
consuelo como resistencia ante la indiferencia del universo.

“Haz de tu vida un festín”

Me gusta repetir la poesía. Antes de mi enfermedad, por una conversación que tuve
con mi hija, un impulso casi raro, irracional, casi senil porque uno no se hace tatuaja
a los cuarenta, me hice un tatuaje muy bonito que es una celebración de la vida del
poeta caribeño Derek Walcott y es un poema que se llama El amor después del amor
en el que conversa consigo mismo. Después encontré que ese poema había sido
traducido por dos personas que admiro mucho que son Alex Jadad, epidemiólogo
que vive en Canadá, y Héctor Abad y habían tratado de traducir el poema de Walcott
en El Malpensante. “Amarás al extraño que fuiste para ti, dale vino, dale pan,
devuélvele el corazón al corazón, a ese extraño que te ha amado toda tu vida , al
que ignoraste por otro y que te conocía de memoria”. Y termina con esa frase:
“siéntate, haz de tu vida un festín”. Lo que a veces se nos olvida, celebrar la vida.
La frase está tatuada en inglés: “feast on your life”. Después cuando termine mi
tratamiento, estaba una vez viendo videos en YouTube y me encontré con un
discurso famoso que es el de Steve Jobs en la universidad de Stanford. Lo dio en un
momento especial, había tenido cáncer de páncreas y estaba en un momento de
optimismo que después resultó infundado. Y repite esa frase: nuestro tiempo es
limitado, aprovechémoslo. Y me lo puse también. Mi hijo me dice que los tatuajes
deben ser impares, entonces necesito el tercero pero para eso necesito permiso de
mi esposa.

La felicidad no existe

En una entrevista el intelectual Andrés Holguín dijo: “la felicidad no existe, existen
los momentos felices”. Cuando alguien me pregunta si soy feliz siempre repito esa
frase, es una forma de salir al paso. Pero sí me siento tranquilo, en el fondo la
felicidad no es el objetivo primordial del ser humano, En otros días me dijo Deirdre
McClosky que a lo que debemos aspirar es a sobrellevar, a salir adelante. Tengo otra
ventaja y es que después del ministerio y de la enfermedad siento que ya no tengo
grandes ambiciones de casi nada, no hay aspiraciones profesionales. El cáncer me
cambio. Uno ve la vida con incertidumbre porque esta enfermedad es traicionera, a
veces pienso que vamos día a día saliendo adelante. No puedo decir que sea
completamente feliz pero si soy razonablemente feliz, afortunado y privilegiado y
agradecido.

Somos la generación más afortunada

Yo he sido crítico de las noticias. En algún discurso de los tantos que he dado he
dicho que los noticieros de hoy son versiones audiovisuales de El Espacio: sangre en
la portada, soft porno en la contraportada. Qué pereza. He sido crítico de eso, de
que la única narrativa posible sea la del fracaso. La realidad social tiene matices y
hay historias de éxito relativo, parcial en nuestro país. Es una tendencia global
porque lo que más vende es la narrativa del fracaso. Esta crisis global es de confianza
no solo se desconfía de los políticos, de las instituciones democráticas, de los medios
de comunicación, de la ciencia, de la medicina. El surgimiento en el mundo de los
movimientos antivacunas es una cosa terrible. Y en esas crisis de confianza las
malas noticias alimentan esto, pero encuentran una audiencia grandísima mientras
las buenas noticias son notas de pie de página. En el fondo somos la generación
más afortunada de la humanidad .Hay un poema que traigo a cuenta de la poeta
polaca que le habla al mundo moderno, Slowa Simbroska. Es sobre la la corta vida
de nuestros antepasados, que muestra cómo somos de privilegiados porque
podemos vivir muchos años, pero termina diciendo: “La vida siempre será muy corta
para agregar algo”. Vivimos más, pero siempre faltará algo para hacer.

La complejidad del cáncer

Este libro tenía el titulo El cáncer es como la vida, y es también como una
oportunidad biológica. El cáncer es oportunista, es recursivo, al cáncer le tapan una
salida y encuentra otra y es complejo. Cuando estaba enfermo tenía un defecto y es
que leía muchas noticias sobre el cáncer y encontraba cosas alucinantes como que
el tratamiento de quimioterapia interactúa con el microbioma. Yo me preguntaba
quién va a comprender esta complejidad. Entendí que en mi tratamiento yo tenía
una sola bala y si no funcionaba, las alternativas terapéuticas eran menores y no
había forma de saber si iba a funcionar o no. Enfrentarse a esa complejidad biológica
y a esa suerte no es fácil. Esta enfermedad no es impedimento para seguir viviendo,
toca aprovechar día a día, buscar resquicios de esperanza que están abiertos a los
pacientes. A mí me sirvió caminar y hacer ejercicio yo tenía esa forma secular de
rezar que eran los poemas, otros pueden tener la religión, conversar, hablar con la
familia, yo escribí este libro que no pretende aleccionar a los otros sino servir como
un testimonio modesto. La muerte todo lo acaba pero que justifica lo vivido,. La
muerte nos define como seres humanos. Si los años fueran infinitos eso vendría
acompañado de un sufrimiento insoportable. Es la finitud, con lo que tiene de
trágico, pero le da significado a todo lo vivido.

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