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EL NUEVO ORDEN MUNDIAL SATÁNICO

EL NUEVO ORDEN MUNDIAL


SATÁNICO
CONSPIRACIONES

Lunes 04 de Marzo, 2019

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Los creadores del actual sistema económico neoliberal tomaron sus dogmas de los mismos
ideólogos que inspiran a los modernos satanistas. ¿Vivimos bajo el yugo de Satán?

El sistema económico imperante actualmente en nuestro planeta es el sueño de cualquier satanista. Sus bases
ideológicas, objetivos y funcionamiento están estrechamente ligadas a la visión de la realidad que defienden
los seguidores de las tesis de Anton LaVey y Michael A. Aquino, fundadores de la Iglesia de Satán y el
Templo de Seth respectivamente, las dos organizaciones satánicas más poderosas e influyentes del planeta.
Sin embargo, no piense el lector que dicha vinculación entre el neoliberalismo – la corriente económica y
política capitalista que domina nuestras vidas desde las últimas décadas del siglo XX hasta hoy en día – y el
movimiento satánico tiene que ver con una conspiración perpetrada por unos tipos multimillonarios,
integrantes de una sociedad secreta de adoradores del príncipe de las tinieblas, que se reúnen para practicar
rituales de magia negra y esclavizar a los habitantes del planeta.

La relación entre ambas concepciones del mundo –en apariencia tan distintas– es mucho más realista,
profunda y trascendente que las teorías conspirativas respecto a poderosas sociedades secretas ocultistas
moviendo los hilos del mundo desde las sombras. Esta historia, como suele ser habitual, no tiene un punto de
partida, sino varios que finalmente terminan confluyendo.

Pero como es necesario empezar de algún modo, podemos hacerlo por una fecha tan concreta como la
madrugada del 30 de abril al 1 de mayo de 1966, precisamente cuando los pueblos germánicos celebraban la
noche de Walpurgis, el único momento del año en el que se rasgaba el velo que separa el mundo de los
espíritus y de otras entidades no humanas y nuestra realidad tridimensional.

En el centro y norte de Europa se conoce como la «noche de las brujas», por eso los primeros evangelizadores
de esa zona eligieron el 1 de mayo como el Día de Todos los Santos.

EL MUNDO PERTENECE AL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS

Pero regresemos a esas horas nocturnas de 1966, cuando Anton Szandor LaVey y un pequeño grupo de sus
seguidores fundan mediante un ritual celebrado en un pequeño local de San Francisco la Iglesia de Satán.

Su líder, Anton LaVey – fallecido en 1997 –, era un personaje peculiar. Domador de fieras en un circo, artista
ambulante, músico e incluso fotógrafo del Departamento de Homicidios de San Francisco fueron algunos de
los empleos que desempeñó para ganarse la vida.
Al mismo tiempo, se preocupó de estudiar ciertas corrientes mágicas y las obras de ocultistas como el
archiconocido Aleister Crowley (1875- 1947), el más popular y polémico mago negro de la era moderna. Sin
embargo, décadas después LaVey terminó confesando que no se había basado en ningún ocultista o creencia
mágica para asentar las bases ideológicas de su Iglesia, sino principalmente en Friedrich Nietzsche, el filósofo
alemán que proclamó ufano que Dios estaba muerto y su asesino era el ser humano, y la pensadora y escritora
Ayn Rand, fundadora de un movimiento que bautizó como Objetivismo y líder de una secta que defendía el
más puro individualismo y el capitalismo más salvaje.

Algunos de los economistas que «fabricaron» el neoliberalismo que ahora ahoga a millones de personas, eran
miembros de su secta o rendidos admiradores de su obra. LaVey llegó a afirmar que solo empleó el disfraz
del satanismo para ofrecer al gran público la filosofía de Ayn Rand, deudora de un darwinismo social –la
supervivencia del más fuerte en un mundo de brutal competencia– sin demasiados miramientos morales.

Como hemos apuntado, los cimientos de la Iglesia de Satán debemos de buscarlos, en primer lugar, en la obra
de Friedrich Nietzsche, concretamente en uno de sus libros más conocidos: El Anticristo, publicado en 1886.
En el siglo XX, la filosofía de Nietzsche se convirtió en el arma ideológica tanto de los movimientos fascistas
como de los revolucionarios anarquistas. Muchos de los fundadores del nazismo eran rendidos admiradores
de Nietzsche, al igual que los muchachos de las revueltas de mayo de 1968 en Francia.

LA FILOSOFÍA DE LOS PODEROSOS

En El Anticristo encontramos algunas de las afirmaciones que posteriormente harían suyas tanto Anton
LaVey como Ayn Rand. Dicho libro desprende un rechazo atroz hacia el cristianismo:
Nietzsche admiraba a los ganadores, fuertes y poderosos, y consideraba que los desheredados no se merecían
la atención que les prestaba el cristianismo: «Todo individuo, como poseedor de un alma inmortal, ocupa el
mismo nivel jerárquico que los demás. (…) El cristianismo debe su victoria a esa adulación deplorable de la
vanidad personal. Merced a ella, ha convencido a que le sigan fielmente a todos los fracasados, a todos los
individuos que albergan sentimientos de rebeldía, a todos los que no han conseguido lo que se proponían, a
toda la escoria y la hez de la humanidad. (…) El cristianismo ha difundido de la manera más intensa el veneno
de esa doctrina que afirma que todos tenemos los mismos derechos. (…) El cristianismo es una rebelión de
todo lo que se arrastra por el suelo contra todo lo que tiene altura. El evangelio de los viles, envilece».

También rechazaba con vehemencia el culto a cualquier Dios y consideraba el amor uno de los mayores
errores humanos: «Para que sea posible el amor a Dios, éste ha de ser personal; para que se dé rienda incluso
a los instintos más bajos, Dios ha de ser joven. Para satisfacer el ardor femenino, hay que presentar, en primer
término, un santo hermoso; para el masculino, una hermosa doncella: la Virgen María (…) La obligación de
ser casto favorece la vehemencia y la intensidad del instinto religioso y hace que el culto sea más ardoroso,
más exaltado y más vivo (…) El amor es el estado en el que el hombre se encuentra más propenso a ver las
cosas como no son».

En cuanto a los sentimientos de compasión y misericordia, defendía que únicamente constituían una pérdida
de energía vital: «Al cristianismo se le ha llamado la religión de la misericordia o de la compasión. Ahora
bien, la compasión se opone totalmente a los efectos glorificantes que elevan la energía del sentimiento vital:
genera un efecto depresor. Perdemos fuerza cuando nos compadecemos de alguien. Con la compasión
aumentamos y multiplicamos todavía más la pérdida de la fuerza que, ya de por sí, confiere el dolor a la vida.
El padecer se vuelve contagioso a causa del compadecer y, en determinadas ocasiones, puede producir la
pérdida total de la vida y de la energía vital, lo cual resulta absolutamente desproporcionado en relación con
la nimiedad de la causa: la muerte de Jesucristo».

Nietzsche afirmaba que la ciencia ya había acabado con los sacerdotes y los dioses y abominaba de Jesús de
Nazaret, al que describió como «un anarquista que incitaba al pueblo sencillo, a los marginados que había en
el seno del judaísmo, a oponerse contra el orden establecido, con un lenguaje que, de ser cierto, incluso hoy
lo hubieran hecho merecedor de que lo deportasen a Siberia; era un criminal político».

Teniendo en cuenta el pensamiento de Nietzsche, a nadie puede sorprender que Anton LaVey se definiera
como ateo. Los auténticos satanistas no creen en la existencia de Dios, pero tampoco del Diablo. En realidad,
la Iglesia de Satán es una filosofía que defiende la esencia animal, carnal y material del ser humano. El Diablo
para ellos no es más que la representación arquetípica de la verdadera naturaleza humana.

La Iglesia de LaVey pretende liberar a sus miembros del sentimiento de culpa que ha impuesto la Iglesia
católica. Los satanistas creen en la libertad sexual del individuo. Creen que el cielo y el infierno son aquí y
ahora, y que el más allá es una patraña creada por las religiones. Por lo tanto, no se sienten culpables por
odiar a sus enemigos, pues eso debería ser lo normal. Un satanista nunca pone la otra mejilla, como brama la
filosofía cristiana, no tiene complejos en sentirse gratificado por su triunfo en la vida y disfruta sin complejos
del dinero, el sexo, la lujuria y el poder.

«¡MUERTE A LOS DÉBILES!»

Las promesas cristianas de una vida en el más allá están bien para quienes no llevan una existencia
satisfactoria, pero para aquellos que han experimentado todos los placeres de la vida terrenal, el miedo a morir
es totalmente comprensible, defendía LaVey. El cristianismo es la religión del conformismo, del sufrimiento
en la vida terrenal; siempre con la excusa de un paraíso esperándonos a nuestra muerte.

Esa es la gran mentira, creen los satanistas. Por tanto, el deber de todo humano es crear su propio paraíso en
la Tierra, porque no existe más realidad que la material.

LaVey odiaba a los comunistas y socialistas porque, según él, estas ideologías parten de la filosofía cristiana
que pretende igualar a los seres humanos. Para el líder de la Iglesia de Satán, los hombres no son iguales.
Existen personas que por sus capacidades, inteligencia y tesón se merecen llegar a lo más alto, dirigir al resto
de la sociedad; y otros solo pueden pertenecer a la manada, a la masa. Un satanista siempre aspira a liderar a
la manada.

«¡Muerte a los débiles, salud para los fuertes!», clamaba LaVey en su Biblia Satánica. Los miembros de la
Iglesia de Satán no creen en utopías. El mundo que nos ha tocado en suerte vivir es cruel, competitivo e
injusto; siempre ha sido así y siempre lo será por una razón sencilla: los seres humanos, no lo podemos evitar,
somos animales con instintos competitivos, crueles y destructivos.
Para los satanistas la vida es una lucha en la que solo triunfan los más aptos, por eso no creen en la compasión
ni en el amor universal, sino en la fortaleza del espíritu y en amar únicamente a aquellos que se merecen
nuestro amor, odiando sin complejos a los que se ganan nuestro odio. Repudian a los pobres y desamparados
y bendicen a los valientes y a los triunfadores. La Iglesia de Satán exige a sus seguidores que se amen a sí
mismos por encima de todo y que desarrollen su ego e importancia personal. La fecha más importante para
un satanista siempre debe ser el día de su nacimiento.

CAPITALISMO RADICAL Y SATANISMO

En La Biblia Satánica, obra cumbre de LaVey y libro de cabecera de cualquier seguidor del «sendero de la
mano izquierda», leemos que el objetivo de todo satanista consiste en manipular a las masas. Recomienda a
cualquiera de los suyos que «permanezca orgullosamente en sus lugares secretos de la Tierra y manipule a
las masas atontadas a través de su propio poder satánico, hasta el día en que pueda manifestarse en todo su
esplendor, proclamando: ‘¡Soy un satanista, inclinaos, porque soy la personificación más alta de la vida
humana!’».

LaVey defendía que los seres humanos hemos inventado todas las religiones porque tenemos ego e instintos;
y como nos negamos a aceptarlos, hemos tenido que exteriorizarlos en una gran invención espiritual que
llamamos Dios o dioses. La realidad es que Dios puede hacer todo lo que a los humanos les está vedado:
matar personas; mostrar un carácter vengativo; controlar la voluntad de los hombres; imponer reglas,
erigiéndose en líder absoluto; etc.

La conclusión es que proyectamos en la figura inalcanzable de Dios todo aquello que quisiéramos hacer. En
definitiva, adoramos a la naturaleza carnal de todo ser humano, ni más ni menos. LaVey explicaba la figura
del Diablo cristiano en un sentido parecido. Éste también es la personificación más clara de la naturaleza
animal de los humanos. Es habitual que nos lo encontremos representado con claros atributos animales: cola,
cuernos, pezuñas. Antes de que el cristianismo manipulara su figura, el Maligno simbolizaba nuestro lado
carnal y era conocido por los nombres de Pan o Dioniso.

En la Grecia clásica, Pan representaba la abundancia, la fertilidad y la fecundidad, es decir, todo aquello
contra lo que carga sus tintas el cristianismo. Todo aquel que haya leído La Biblia Satánica no tendrá dudas
de que la visión que preconiza la obra se parece demasiado a la ideología del capitalismo salvaje o
neoliberalismo que actualmente impera en el mundo.

Entonces, cabe preguntarse: ¿Qué conexiones existen entre ambas filosofías? Demasiadas, porque LaVey,
como apuntó él mismo, creó su movimiento para popularizar las tesis de Nietzsche y Ayn Rand. Y esta última
también se basó en el pensamiento de Nietzsche para «armar» su teoría del Objetivismo, que a la postre
constituyó la base ideológica que tomaron los fundadores del neoliberalismo para instaurar un orden mundial
político y económico que en pleno siglo XXI es el dominante.

Ayn Rand se definía como una auténtica libertaria que colocaba la libertad individual por encima de cualquier
otro aspecto. Por eso defendía la producción, distribución y consumo de cualquier tipo de pornografía y de
droga, la más absoluta promiscuidad sexual, el matrimonio homosexual y el derecho de toda persona a
defender públicamente cualquier filosofía o ideología política.

LA REVOLUCIÓN SILENCIOSA

En 1943 publicó una novela que le otorgó cierta fama. Se titula El manantial, y en la misma se muestra que
el egoísmo es el valor supremo que debe guiar cualquier decisión personal. Por contra, el altruismo es un
mal que finalmente acaba destruyendo las creaciones y los impulsos de progreso de los más aptos.

Rand presenta al estado como la mayor forma de control de la libertad individual. Para ella es el modo en que
los «seres inferiores» saquean y se aprovechan de los esfuerzos de los «seres superiores». Únicamente el
capitalismo radical respeta la dignidad humana, porque cada uno se hace responsable de sus actos, triunfos y
fracasos. La novela de Rand se adaptó al cine en una película – protagonizada por Gary Cooper y Patricia
Neal – que consiguió un relativo éxito de taquilla.

Desde ese instante, la escritora obtuvo el apoyo de poderosos empresarios y políticos liberales que vieron en
su ideología una potente arma que enarbolar contra el comunismo, el socialismo e incluso la
socialdemocracia, que se convirtió en la forma política dominante en Occidente tras el fin de la II Guerra
Mundial. Una vez acabada la Gran Guerra, el mundo se dividió en dos grandes polos: el comunista y el
capitalista. Para evitar que en Europa Occidental y EE UU se fraguase una revolución comunista como
consecuencia de la miseria y la falta de oportunidades, los propietarios y directivos de las grandes
multinacionales se empeñaron en lograr un acuerdo con los sindicatos y las grandes organizaciones
internacionales de trabajadores, que entonces contaban con un enorme poder.
A cambio de mayores cotas de bienestar económico y social para las clases trabajadoras –incluida la
posibilidad de ascenso social para los hijos de los obreros–, las organizaciones sindicales internacionales
renunciaron a la revolución y se integraron en el sistema capitalista.

A pesar de los innumerables intentos de la URSS y sus servicios secretos para generar un conflicto social en
Europa Occidental, nunca lo consiguieron, porque nadie hace la revolución cuando posee vivienda, un trabajo
estable, educación y sanidad gratuita y universal, vacaciones pagadas durante un mes, una pensión de
jubilación y, sobre todo, la esperanza de que tus hijos vivirán mejor que tú.

Este gran acuerdo estuvo representado en la política europea por los partidos socialdemócratas: antiguos
movimientos obreristas y socialistas que se sometieron a las reglas de juego de las democracias liberales,
incluida la aceptación del sistema capitalista de libre mercado.

A cambio, las clases trabajadoras disfrutaban de una enorme protección del estado ante los desmanes del
capital. Sin embargo, Ayn Rand y un marginal grupo de economistas consideraban que la constante injerencia
e influencia de los estados en las vidas de los individuos marginaba a los emprendedores y suponía un lastre
para el beneficio personal y la obtención de logros individuales.
GUERRA CONTRA LAS MASAS

Después de interminables jornadas de trabajo y el empleo de drogas para resistir tal esfuerzo físico y mental,
en 1957 Rand publicó una monumental novela titulada La Rebelión del Atlas. La trama transcurre en EE UU,
cuyo Gobierno legitima políticas económicas que perjudican a los empresarios y emprendedores – los
auténticos generadores de riqueza –, para repartir los beneficios industriales entre las clases holgazanas y
carentes del más mínimo espíritu emprendedor.

A la larga, esta política económica genera un deterioro de la sociedad que se hace patente en la falta de
alimentos, revueltas sociales, huelgas y el cierre de las fábricas y las industrias. La clase trabajadora se
presenta en La Rebelión del Atlas como hordas de vagos y estúpidos sin el más mínimo impulso vital y
criterio personal. El héroe y protagonista de la novela es John Galt, filósofo y científico que se refugia en las
Montañas Rocosas junto a un grupo de empresarios y políticos de ideología capitalista. Ellos organizan la
resistencia contra las masas de desarrapados obreros saqueadores.

Por vez primera, los héroes no eran los defensores de los pobres, sino los ricos empresarios presentados como
los auténticos generadores de riqueza. La Rebelión del Atlas tampoco es una oda a la solidaridad y al
altruismo, sino a todo lo contrario: al egoísmo personal y al individualismo. En una conferencia, la propia
escritora resumió la tesis de su novela:

Rand nunca volvió a escribir otra novela, porque consideró que era su obra cumbre y, por lo tanto, nunca
podría superarla. A partir de su publicación, se dedicó a definir y exponer públicamente su filosofía, que
bautizó como objetivismo: la búsqueda del beneficio personal y la auténtica libertad individual por encima
de todo. La autodenominada filósofa escribió:
LA REBELIÓN DE LAS ÉLITES

La Rebelión del Atlas coincidió en el tiempo con una corriente económica a favor de un mercado totalmente
libre, sin ninguna injerencia del estado. El centro de esta tesis, entonces absolutamente marginal, estaba en la
Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Chicago, con los economistas Milton Friedman y
Friedrich von Hayek a la cabeza.

Su fundamentalista credo era que el mercado se regulaba por sí mismo, expulsando del sistema a aquellos no
aptos o suficientemente preparados, valientes o inteligentes. En un magnífico artículo sobre la figura de Rand
(lagranepoca.blogspot.com.es), su autor, José Fernández-Cruz Sequera, escribe: «La Escuela de Chicago
recogió el credo de Rand sobre la función curativa del caos y la crisis, tal y como refleja en su Rebelión del
Atlas.

En la novela, el bloqueo completo de la sociedad y el más terrible caos conducen a John Galt y a su élite a la
oportunidad de salvar a la sociedad. Milton Friedman sostenía las mismas ideas sobre el caos, las crisis y ‘la
tiranía del status quo’. A su modo de ver es crucial actuar cuando la crisis empieza a golpear, porque las
circunstancias permiten imponer sin demora los cambios necesarios para que la sociedad no vuelva a su
antiguo inmovilismo».

A medida que la URSS dejaba de constituir un rival para Occidente y los sindicatos, los partidos
socialdemócratas –los antiguos partidos socialistas– y las antaño poderosas organizaciones internacionales
de clase ya formaban parte del sistema capitalista, las élites económicas perdieron al miedo a que se
produjeran procesos revolucionarios en la Vieja Europa.

Por tanto, decidieron romper el pacto que los había obligado a redistribuir sus beneficios empresariales entre
las clases trabajadoras. A principios de los 70 se hizo evidente que los líderes financieros y empresariales –
en complicidad con políticos comprados y adocenados–, paso a paso, comenzaban a poner en marcha un
proceso de desregulación y liberalización de la economía, recortando en gastos sociales y sueldos y acabando
con cualquier atisbo de protección social.

Como «fundamento científico» de sus planes neoliberales tomaron las tesis de los economistas de la Escuela
de Chicago, que entonces eran contemplados por la inmensa mayoría de sus colegas como unos radicales
absolutamente marginales.

«¡SOIS INFERIORES!»

Los grandes centros del poder empresarial y económico comenzaron a promocionar las teorías de estos
economistas, hasta el punto de que en 1976 Milton Friedman, uno de los líderes de la Escuela de Chicago,
recibió el Premio Nobel de Economía. De este modo, la filosofía vital de Ayn Rand y las teorías económicas
neoliberales de la Escuela de Chicago se convirtieron en el sustrato de la revolución del capitalismo global
diseñada por los más poderosos grupos financieros y empresariales del planeta.

«La Rebelión del Atlas –escribe José Fernández-Cruz Sequera– se ha convertido en la Biblia de los
especuladores de Wall Street, de los accionistas amantes de la usura, de los vendedores de hipotecas basura
y de los CEOs de Silicon Valley con salarios anuales de varios millones de dólares. En resumen, Rand se ha
convertido en un icono mítico de los especuladores de EE UU. La admiración que suscita se basa
principalmente en que sus ideas son vistas como una declaración de autoestima, basada en los valores y las
virtudes de la empresa privada y del individualismo».

Otro economista, Ludwig von Mises, también defensor a ultranza del capitalismo radical y promocionado por
las élites económicas al olimpo del mundo académico, se jactaba de ser amigo personal de Ayn Rand, sobre
la que escribió la siguiente descripción laudatoria:
«Usted tiene el coraje de decirle al mundo lo que ningún político se atreve a decir: que sois inferiores y que
cualquier progreso en vuestras vidas que consideráis normal, se lo debéis a hombres que son mucho mejores
que vosotros».

Rand opinaba que los sentimientos altruistas –como el amor– o las creencias religiosas debían ser desterrados.
«No puede existir amor sin causa; amar es evaluar», aseguraba. Respecto a las religiones, consideraba que
eran «filosofías primitivas» que tendrían que sustituirse por el «culto al hombre», es decir, la deificación del
más absoluto de los materialismos.

Parece claro que La Biblia Satánica de LaVey está impregnada de las tesis de Rand. El propio LaVey se dejó
de circunloquios cuando confesó abiertamente que «mi religión es la filosofía de Ayn Rand con ceremonial
y rituales añadidos». Si éste no se quedó en la mera teoría y acabó fundando la Iglesia de Satán, Rand tampoco.

Ella y su amante ocasional, Nathaniel Branden – psicólogo que después sería uno de los máximos difusores
de la tesis psicologista del pensamiento positivo –, crearon un instituto para difundir las tesis de Rand. Aquello
terminó convirtiéndose en una comuna en la que experimentar las radicales tesis del Objetivismo.

Numerosos jóvenes economistas, embelesados por la filosofía materialista de Rand, se convirtieron en sus
admiradores, generando un culto a la personalidad alrededor de la pensadora. La desinhibición sexual
marcaba las relaciones entre los miembros de la organización, que al final acabaron enfrentados a causa,
principalmente, de líos amorosos y sexuales.

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