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Según la teoría jurídica la ley es una regla general de conducta cuando es elaborada por los
representantes de la comunidad entera en vista al bien común; así mismo cuando se
establece no para regular la conducta de una persona determinada, sino la de todos los
ciudadanos o de categorías de ellos: los trabajadores, los comerciantes, los empleados
públicos, etc.
La aplicación uniforme de la ley es una idea que implica sólo la noción comúnmente conocida
de sanción a todo el que la haya infringido, sino también se entiende que se aplica cuando se
cumple con las obligaciones individuales que de ella emanan. Tomemos un ejemplo que nos
interesa: el artículo 407 del Código Penal establece: “El que intencionalmente haya dado
muerte a alguna persona será penado con presidio de doce a dieciocho años”. De este
artículo, que es muy ilustrativo de la manera de expresarse del Código Penal, se infiere que
existe una regla general que prohíbe dar muerte intencionalmente a otra persona (homicidio)
y que establece la pena de presidio de doce a dieciocho años para aquellos que infrinjan la
regla. Se aplica la ley cuando no se da muerte intencionalmente a otra persona o cuando se
castiga al infractor en los términos que establece la ley. Es esta última acepción la que interesa
en la investigación.
La regla es general en la medida en que se dirige a todos los ciudadanos, pero su destino es
regular la conducta individual.
El que exista una misma ley para regular la conducta de todos los ciudadanos, ricos y pobres,
negros y blancos, es la garantía de que el Estado no tiene ningún tipo de preferencias hacia La 5°
pregunta
individuos o grupos determinados; por ejemplo: los ricos y blancos. Es de hacer notar que
hasta el siglo XVIII existían en Europa regulaciones y aun tribunales distintos para los
diferentes grupos sociales. La desigualdad entre los hombres ha sido aceptada durante la
mayor parte de la historia humana, como un hecho inalterable. “Solamente en los tiempos
modernos y particularmente de las revoluciones norteamericanas y francesa, la clase social –
concebida como la representación concreta del principio de desigualdad- se ha convertido en
objeto de estudio científico y al mismo tiempo de condena general desde el punto de vista de
las nuevas doctrinas sociales”. Desde el siglo XVIII y especialmente durante el siglo XIX, se
rechazó todo régimen de privilegios, considerándose a la igualdad ante la ley como una gran
conquista social.
La visión opuesta a la anterior señala que la igualdad jurídica en una sociedad desigualitaria,
no hace sino profundizar esa desigualdad. Así Anatole France, en una frase muy célebre señala
que la ley que prohíbe al rico lo mismo que al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar en
las calles y robar el pan, no afecta de manera igual a ricos y pobres. A este tipo de visión
corresponden algunos trabajos de un interés especial en la sociedad venezolana, que
muestran cómo determinados tipos de leyes de apariencia general están en realidad dirigidos
a un solo sector de la población.
Así, nuestro punto no será dilucidar si determinadas leyes son hechas para reprimir o
controlar determinados grupos sociales, sino en vista de una ley de aplicabilidad lo más
general posible. Estudiar el proceso y los resultados de su aplicación concreta. En la
investigación se sostiene y comprueba empíricamente la existencia de desigualdades en la
aplicación de la ley penal, las cuales creemos producto directo de las desigualdades socio-
económicas existentes entre los miembros de la sociedad. Así lo que entendemos someter a
prueba es la noción misma de la generalidad en la aplicación de la ley penal, utilizando como
variable fundamental la clase social.
Así como la creación de la ley penal está reservada al Poder Legislativo, la aplicación de la ley,
como garantía de la libertad de los ciudadanos, está reservada al Poder Judicial, es decir, a
personas especializadas en la aplicación de la ley que después de un proceso, de una etapa
de conocimiento y discusión pública del asunto, aplica la ley.
Con frecuencia se critica la enorme tardana de los procesos y se aboga por mayor celeridad
judicial. Sin embargo, esta celeridad no puede ser inmediatez. La aplicación de otras leyes
puede tener ese carácter. Por ejemplo: la regla que autoriza es estacionamiento temporal de
vehículos en zonas determinadas, mediante el pago al Municipio (zona de parquímetros). Un
funcionario verificará si el conductor ha cumplido su obligación de introducir la moneda
correspondiente y si no lo ha hecho, o si se ha excedido en el tiempo autorizado, aplicará la
sanción que consiste en una multa. Un sencillo mecanismo de relojería determinará si hay o
no infracción. La aplicación de la ley penal no puede tener la inmediatez del ejemplo de los
parquímetros. Para aplicar la ley penal se requiere de un procedimiento más o menos largo,
en el cual se precisará en primer lugar el delito y, por último, se dictará una decisión. A su vez
esta decisión se somete al conocimiento de otros jueces, de jerarquía superior que corregirán
eventuales errores o parcialización de la primera decisión. El proceso penal es, pues, esencial
a la aplicación de la ley penal, y por esto dedicaremos más adelante un capítulo a esta materia.
El producto del proceso es la aplicación de la ley que, en el caso de la ley penal, consiste en la
condena o absolución del reo o proceso. En una visión bastante común, esa tarea de
aplicación de la ley es mostrada como mecánica o puramente lógica. La sentencia es vista
como un silogismo, en el cual la regla general (por ejemplo, la regla del artículo 407 del Código
Penal) constituye la premisa mayor, el hecho verificado, la premisa menor, y la imposición de
la pena o absolución, la conclusión. Esa visión simplificadora de la aplicación de la ley es
criticada y mayormente rechaza hoy. En primer lugar, la expresión de la ley o ley penal debe
ser precisada en el sentido de que ésta no constituye una o pocas reglas de fácil compresión
que pueden ser aplicadas mecánicamente. Lo que generalmente se llama ley penal o derecho
penal es un conjunto considerablemente complejo, de normas, principios conceptos que se
entrecruzan entre sí y cuyos conocimientos son una especialidad dentro del derecho.
Prácticamente, en un proceso, nunca se plantea la aplicación de una regla, sino la de varios
conjuntos de reglas, y una de las tareas del juez será la de escoger las reglas que va a aplicar.
En segundo lugar, la determinación del hecho es también muy compleja, pues toda acción
humana está rodeada de un conjunto de circunstancias cuya relevancia para el caso tiene que
ser apreciada por el juez; en parte en vista al conjunto de reglas que tiene aplicar. Así estos
dos niveles: escogencia e interpretación de la regla y determinación de los hechos, se dan
muy unidos. Veamos un ejemplo: en un caso de enjuiciamiento por homicidio el problema a
discutir puede ser el de la salud mental del indiciado, “pues si se trata de un demente o de
alguien que sufrió temporalmente para el momento de la comisión del hecho una
enfermedad mental, debe excluirse la responsabilidad penal. O puede ser un problema de
legítima defensa o puede discutirse la intencionalidad del acto, pues tratarse de un accidente.
O bien puede discutirse las reglas sobre pruebas y si lo probado en el expediente puede
conducir o no a considerar homicida a indiciado. Puede también haber circunstancias
atenuantes o agravantes. Ningún caso concreto es sencillo y diáfano. Siempre hay muchas
circunstancias que ponen en juego la posibilidad de aplicación de un número muy
considerable de reglas y conceptos. La escogencia de cuál es el problema a discutir resulta
tanto del producto de las investigaciones policiales, como de los cargos fiscales, la acusación
privada y la defensa. De allí la importancia de la defensa que vamos a estudiar luego con más
detenimiento.
Una vez precisado el problema, la escogencia de cuáles reglas se van a aplicar y cuáles a
descartar resulta tanto del análisis de las características del caso concreto como del alcance
y sentido que se da a cada una de las reglas, teniendo en cuenta el conjunto. Como puede
suponerse, ésta es una tarea que requiere considerable pericia y entrenamiento.
En resumen, la ley penal es general, lo que significa igual para todos, pero la aplicación es
necesariamente tan compleja, que factores sociales pueden hacerse importantes y
determinar su modo y carácter. En este estudio se plantea que un factor social la
estratificación, resultad particularmente relevante y por esto nos referimos a ella en seguida
de una manera general.
Esa consecuencia de estudios previos que puedan guiarnos a este respecto nos lleva a realizar
un enfoque más modesto para nuestro estudio. Así, partimos de algo que es evidente para
cualquier observador: vivimos en una sociedad desigualitaria, en el sentido de que existen en
Venezuela grandes diferencias de ingreso, de estatus, de prestigio por ocupaciones y de
categoría de clases va a tratar de reflejar una clasificación general de los individuos en la
sociedad que no pretende en absoluto definirlos en relación con nuestro tipo de estructura
social. Así se tratará de lo que se ha llamado una categoría estadística, útil para ciertos análisis
y nada, más ambicioso que esto.
En Venezuela la distinción común más corriente parece costar de tres clases, pues se habla
siempre de una ‘clase media’. Sin embargo, los datos de que disponemos aconsejan más bien
una distinción en dos clases. Así en materia de distribución de ingreso, que es un indicador
especialmente significativo en un país con propiedad privada de los medios de producción, se
puede hablar de dos grandes clases estadísticas. En Venezuela solo el 19% de la población
tiene ingresos entre una y dos veces el ingreso nacional per cápita, por el contrario, ese grupo
representa en noruega el 39% y en Estados Unidos el 31%. En cambio, el 68% recibe ingresos
inferiores a la mediana. A su vez existe una diferencia muy grande en los ingresos de grupos
intermedios, pues mientras el 30% inferior a la mediana recibe el 11.2% del ingreso nacional,
el 30% superior recibe el 27.8%. en resumen, atendiendo a la distribución del ingreso, se
puede hablar de una clase baja en la cual puede ser clasificada 2/3 de la población y una clase
alta. Naturalmente existe un continuum, pero nuestro punto es que estadísticamente las
personas que reciben ingresos verdaderamente medios no constituyen un grupo
estadísticamente numeroso. La llamada comúnmente “clase media”, formada por quienes
ejercen profesiones liberales o tienen ingresos equivalentes, constituye en realidad parte de
los grupos de altos ingresos. En nuestra clasificación esa supuesta “clase media” forma parte
de nuestra “clase alta”.
Por ‘ultimo, señalaremos los datos de que disponíamos para determinar la clasificación social
eran exclusivamente los contenidos en el expediente y no permitían una discriminación muy
fina. Como en nuestro sistema jurídico no se juzga la persona en cuanto tal sino un acto
determinado de esa persona, por ejemplo, en nuestro caso, el de dar muerte a otra persona,
una biografía completa del procesado no es ni relevante para su enjuiciamiento, ni aparece,
en consecuencia, en el expediente. Por otro lado, era imposible para nosotros localizar cada
uno de los miembros de la muestra y trazar una biografía personal de cada uno de ellos que
permitiera una clasificación muy fina. En el expediente sólo aparecen datos muy generales
cuyo objetivo es, sobre todo, la identificación del indiciado. En ocasiones hay datos
suplementarios, pero también más o menos referenciales, en los informes psiquiátricos que
con frecuencia se producen en el curso del proceso. Por esa escasez de datos era preferible
una clasificación lo más sencilla posible.
Los datos que aparecen en el expediente y que hemos considerado relevantes para la
clasificación de los procesados desde nuestro punto de vista son: ocupación, lugar de
residencia, nivel de instrucción y, para los casos en que aparecía “situación económica”. La
ocupación y el lugar de residencia nos parecen indicadores importantes no sólo porque son
fuentes principales de prestigio social, sino porque revelan también, en líneas generales, el
ingreso. El nivel d instrucción nos parece revelador además del prestigio social e ingreso, de
la posición social de la familia, pues es bien sabido que generalmente son las familias de más
alto estatus social y con ingresos suficientes para una vida cómoda, la que proveen a sus hijos
de un mayor grado de escolarización. La situación económica nos apareció un dato poco
confiable pues el expediente se limita a considerarla “buena”, “regular o “mala”, sin
fundamentar el aserto. Sin embargo, pudimos apreciar en todos los casos en los que la
situación económica de un sujeto era descrita como “mala” o “regular”, los demás indicadores
nos permitían clasificar al sujeto en la clase baja (por ejemplo, un policía, residente en el
barrio Guaicaipuro de Los Magallanes y con tercer grado de educación primaria, tiene según
el expediente una “situación económica regular”). Este sujeto es clasificado por nosotros
como “clase baja”. Usamos como indicadores de clase:
1)Ocupación:
2)Nivel de instrucción:
b) Baja: barrios. Estas zonas consisten generalmente en: a. zonas que han nacido por invasión
de terrenos y no han respetado los permisos oficiales requeridos para la edificación de
viviendas. B. Las unidades habitacionales son de baja calidad en ocasiones legalmente
inhabitables y se comercian en un circuito económico secundario no sancionado por el
derecho formal.
Es de hacer notar que esta clasificación de zonas residenciales presenta un carácter muy
general. Las categorías presentadas no intentan agotar la discusión en torno a las semejanzas
y diferencias existentes en las distintas zonas.
4) Situación Económica:
Para la clase alta se tomó en cuenta la especificación que en el expediente se señala como
“buena”. Para conformar los datos de clase baja en cuenta las especificaciones que la
señalaban como “regular” y “mala”.
La defensa de una persona sometida a los tribunales esta necesariamente en manos de los
abogados. Como sabemos, la abogacía es una profesión liberal y la utilización de abogados
tiene un costo económico considerable. En este sentido las hipótesis de este trabajo sostienen
que el resultado del juicio penal va a depender básicamente de la variable calidad de la
defensa de que disponga el procesado y que los reos de clase alta tienen acceso a una defensa
de mayor calidad que los de clase baja. Esta segunda hipótesis es la que nos interesa explicar
enseguida:
En primer lugar, las personas de clase baja tienes muy pocos contactos y encuentran escasas
vías de acceso que los lleven a entrar en relación con abogados. Los abogados pertenecen a
aquellos estratos sociales que hemos llamado clase alta, y por, su educación, ingresos y en
general posición social, es poco probable que existan relaciones de amistad, o parentesco
entre abogados y personas de clase baja. En todo caso la persona de clase baja que necesita
de los servicios de un abogado y lo visite se sentirá ante este como ante una persona que por
su manera de vestir y hablar –entre otros elementos extraña a el-. Consideramos también,
que el costo de los servicios de un abogado es alto. De esta manera, para personas de clase
baja, el recurso a un abogado es visto como fuera del alcance de sus posibilidades. Esto va a
inhibir la búsqueda que pueda hacerse de un abogado privado.
En segundo lugar, para las personas de clase baja que logran entrar en contacto con abogados
privados, hay que señalar que el abogado puede rechazar prestar sus servicios, bien sea
porque perciban que no podrá hacer efectivo sus honorarios, bien porque estime que tal tipo
de clientes puedes desprestigiar su carrera. Los abogados más conocidos y de mayor
experiencia pueden escoger los casos y los clientes. Por esto es de presumir que se
interesaran poco en los posibles clientes de clase baja. De esta manera puede señalarse que
los abogados tenderán a rechazar los clientes de clase baja y que esta tendencia será
directamente proporcional a su experiencia y prestigio adquirid. Por último, cabe indicar que
ante una persona de clase baja que logre la defensa de una bogado privado, aún de uno de
alguna experiencia y prestigio, este abogado no usará todos los recursos posibles para la
defensa. La razón fundamental es que el tiempo que invertirá se verá inadecuadamente
recompensado por los honorarios. Por el contrario, debe pensarse que los reos de clase alta
podrán escoger el o los abogados de su preferencia y podrán exigir de tales abogados una
defensa diferente y hábil. Por su parte, los abogados que defiendan tal tipo de cliente pondrán
todo su empeño en lograr una defensa hábil y eficaz.
Cometarios Finales
En las páginas anteriores hemos demostrado la existencia real de diferencias en el
tratamiento de las personas procesadas por el delito de homicidio, pertenecientes a las dos
clases sociales en estudio.
Estas diferencias se hacen finalmente patentes en la duración del juicio penal y en la calidad
de las decisiones que a través de él se obtienen.
Como hemos visto, los lapsos legalmente estipulados en el Código de Enjuiciamiento Criminal,
dentro de los cuáles debe llevarse a cabo cada acto procesal, no se cumple (considerados en
promedio) en ninguno de los procesos penales estudiados. Por esta razón, la duración del
juicio penal que, expertos consultados, debería ser de un año aproximadamente, alcanza un
promedio de 4,8 años. Dentro de estos retardos e incumplimientos existen, sin embargo,
grandes diferencias entre una clase y otra: haciendo una comparación entre los casos de clase
baja y sus diferentes lapsos procesales, encontraos que los retrasos producidos son bastante
similares en cuanto al tiempo invertido, lo cual hace suponer que este tipo de procesos se
desenvuelven dentro de la rutina tribunal; entre los distintos casos y lapsos procesales
pertenecientes a la clase alta se percibe, por el contrario, grandes diferencias en cuanto al
tiempo invertido en su solución. Estas irregularidades hacen presumir que, a diferencia de los
casos de clase baja, los de clase alta se desenvuelven a través de intensas presiones que
tienden a romper con la rutina tribunalicia. Estas presiones abren la posibilidad de una rápida
solución del proceso; en caso de retrasarse significativamente, lo hace debido a las continuas
exigencias de las partes, especialmente de la defensa en cada una de las instancias.
Con respecto a la calidad de las decisiones pronunciadas en el transcurso del proceso penal,
mencionamos sólo las sentencias definitivas pronunciadas al final del proceso. Estas
sentencias, se pronuncian con un carácter absolutorio en el 60,4% de los casos pertenecientes
a la clase alta y condenatorio para la totalidad de los casos de clase baja, siendo el promedio
de años de condena de 5.1 años para la clase alta y de 17.0 para los de clase baja. Por lo tanto,
se comprueban las hipótesis formuladas en esta investigación.
Una vez señaladas las diferencias fundamentales encontradas entre las dos clases de estudio,
se hace ineludible una expresión interpretativa de los factores que las producen.
Los resultados procesales obtenidos, especialmente los que se refieren a los incumplimientos
legales y procedimentales son, en general, la consecuencia directa de la peculiar
burocratización de nuestro aparato judicial. El aparato judicial venezolano presenta todas las
características de una verdadera burocracia: se rige bajo sobre la base de normas estatuidas
con arreglo a fines concretos y a través de un a jerarquía administrativa claramente
establecida, posee un cuerpo de funcionarios técnicamente capacitados con competencias
delimitadas, los cuales son remunerados por las funciones que cumplen sobre la base de
sueldos fijo preestablecidos, no existe posibilidad de apropiación de los cargos asignados y
se ejercen a tiempo completo. Esta burocracia solo presenta como rasgo distintivo, en lo que
se refiere a la jerarquía administrativa, la relativa independencia de sus órganos: cada juez
decide autónomamente, sin recibir órdenes de los jueces que le son superiores. Estos pueden
conocer del caso posteriormente y resolverlo a su juicio este rasgo no es, sin embargo,
relevante para nuestro propósito inmediato. Lo importante es que una de las disfunciones
más frecuentes de las organizaciones burocráticas es el fenómeno conocido de
´´desplazamiento de metas´´. Se trata del desplazamiento de la finalidad primordial de la
organización, por un valor instrumental. En el caso del aparato de impartir injusticia, el
desplazamiento, de la finalidad esencial de impartir justicia, por el valor instrumental de
juzgar a las personas sometidas a juicio en el tribunal. Un observador imparcial del
movimiento tribunalicio podría captar fácilmente que los procesados no son tratados como
personas, con motivaciones y problemas particulares, sino como entes sometidos a una
rutina. Este fenómeno de desplazamiento de metas es, sin embargo, la disfunción específica
que presentan las organizaciones burocráticas nacidas en los países “desarrollados”.
La rutina discriminatoria se pone de manifiesto, entonces, si pensáramos que:
a. Sólo miembros de la clase alta, debido a factores estructurales tales como la posesión de
poder económico, político y social, tiene la posibilidad de poner en marcha, a través de la
contratación de abogados prestigiosos y de alta calidad profesional, los mecanismos de
influencia que pueden ser decisivos para movilizar el aparato judicial, y
b. Que los valores de racionalidad, eficiencia e impersonalismo son débiles dentro del
aparato judicial. De esta manera se podría captar las amplias posibilidades existentes en la
unidad cliente de clase alta-abogado de prestigio, de influir por vías muy diversas en el
resultado del juicio penal. Estas posibilidades pueden calificarse de manera muy general, de
corrupción de funcionarios y se sintetizan en la utilización de presiones políticas, o a través
de dádivas, sobornos, propinas, etc., a funcionarios judiciales de diversa índole, incluyendo
jueces.