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San Diego, 04 de dic 2017

305D2 (2017CR3) UJAP DERECHO


PROCESAL CIVIL I
1.1: Definir al Derecho Procesal.

Teoría General del Proceso:


Introducción:
La Teoría General del Proceso es una disciplina jurídica con un
dominio exactamente fijado y con un régimen jurídico determinado que
establece los principios básicos para estudiar todas las ramas de Derecho
Procesal, abarcando los aspectos siguientes:
Fija las normas y requisitos para hacer efectivo el derecho
positivo.
La función jurisdiccional y los funcionarios del Estado que la
ejercen.
Las personas que están sometidas a la jurisdicción. La
sistematización del estudio del derecho procesal a través de la
Teoría General del Proceso pretende que las normas procesales
no queden como un conjunto de reglas esotéricas estructuradas
para obstaculizar la correcta aplicación de las normas del derecho
sustantivo y aspira que se cumplan con los postulados
fundamentales de la vigencia del Estado de derecho: seguridad
jurídica y paz social ante la percepción colectiva de existir justicia.
Los principios propiciados y aglutinados ordenadamente por la
doctrina de la Teoría General del Proceso y válidos para todas las ramas del
Derecho Procesal, están íntimamente relacionados con el orden público
procesal.
El orden público procesal está conformado por un conjunto de
valoraciones éticas, sociales, económicas y políticas, en un tiempo y
espacio geográfico determinado, que al compenetrarse con el
ordenamiento procesal, éste considera de obligatorio cumplimiento.

DERECHO PROCESAL:
Para Rengel Romberg, puede definirse al “Derecho Procesal Civil
como aquella rama de la ciencia jurídica que tiene por objeto el estudio
de las conductas que intervienen en el proceso civil para la emanación
de una sentencia.”
El José Ángel Balzán define el “Derecho Procesal Civil es la ciencia
que estudia el conjunto de normas que regulan el proceso”…

Abg. Jesús Veroes Casadiego


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Podemos decir que es el conjunto de normas que se refieren a los
requisitos y maneras de acudir ante el órgano jurisdiccional.
Devis Echandia lo define como:
“La rama del derecho que estudia el conjunto de normas y
principios que regulan la función jurisdiccional del Estado y por tanto,
fija el procedimiento que se ha de seguir para obtener la actuación del
derecho positivo y que determinan las personas que deben someterse
a la jurisdicción del Estado y los funcionarios encargados de ejercerla.”
Ésta es una definición descriptiva porque:
Presenta al Derecho Procesal como un derecho instru­mental.
Considera a la jurisdicción como una función del Estado.
Se refiere a los funcionarios encargados de ejercer esa función.
Menciona el procedimiento.
Se refiere a las personas sometidas a la jurisdicción.

El Derecho tiene, entre sus principales finalidades, la ordenación de la


vida social: el Derecho nos dice cómo deben desenvolverse nuestras
relaciones sociales y cuáles son las consecuencias que se derivan cuando
el Derecho es incumplido o cuando surge un conflicto. Es en este punto
donde entra en juego el Derecho Procesal, en la situaciones de conflicto,
ya sea intersubjetivo (cuando se presenta entre sujetos particulares en
materias de Derecho disponible: Civil o Mercantil), ya sea un conflicto de
Derecho público (cuando están implicados derechos o intereses públicos,
es decir, en materias no disponibles: Administrativo o Penal).
Existen diversos sistemas de resolución de conflictos:
AUTOTUTELA: Imposición de la solución por parte del sujeto más
fuerte. Consiste en “tomarse la justicia por propia mano”. Por
ejemplo, los duelos en la Edad Media o la guerra.
AUTOCOMPOSICIÓN: Acuerdo entre las partes en conflicto o
resignación de una de ellas. Se permite en Derecho Privado y en el
caso de delitos privados (allanamiento, desistimiento, renuncia),
nunca en el caso de delitos públicos o semipúblicos. Otra modalidad
consiste en la intervención de un tercero ajeno al conflicto que no
impone la solución, sino que la sugiere y trata de que las partes
lleguen a un acuerdo (ej: mediación del Secretario General de la ONU
en conflictos internacionales).
HETEROCOMPOSICIÓN: Consiste en la intervención de un tercero
que se coloca supra partes, no inter partes (a diferencia de lo que
sucede en los casos de mediación), de modo que no sugiere la

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resolución, sino que la impone. Es el caso del arbitraje (admisible sólo
en materias de Derecho Privado) y el proceso. Cuando el conflicto
tiene su origen en la realización de un hecho delictivo, sólo cabe
acudir al proceso como vía de resolución de dicho conflicto,
entrando en juego en este caso el Derecho Procesal.

El Derecho Procesal es una rama del Ordenamiento Jurídico que rige


la actuación de los órganos jurisdiccionales y de las partes en el seno del
proceso con el fin de la aplicación del Derecho sustantivo al caso concreto
cuya resolución se solicita. O, de forma más breve, como señala CORTÉS
DOMÍNGUEZ, el “Derecho Procesal es el conjunto de normas que regula
los requisitos y los efectos del proceso, y está formado por normas
procedimentales (que regulan el procedimiento) y por normas
orgánicas (que regulan la creación y el funcionamiento de los órganos
judiciales).”

El contenido del Derecho Procesal lo podemos agrupar en varios


aspectos:

Una parte institucional que comprende las normas sobre la


formación y funcionamiento de los órganos judiciales, su
jurisdicción y competencia.
Un aspecto que agrupa lo relativo a las partes en el proceso
regulando su capacidad, legitimación, asistencia y
representación.
Un aspecto real que se refiere a las acciones o más bien
pretensiones, cuestiones previas, pruebas y a los actos
procesales.
Un aspecto práctico referente a los trámites y diligencias que
deben seguirse en cada tipo de juicio y su correspondiente
ejecución dentro de los lapsos procesales.
Un carácter parajudicial referente a los actos de jurisdicción
voluntaria y a los casos de arbitraje.

Las ramas del Derecho Procesal


Principalmente, el Derecho Procesal se ha dividido en dos ramas: el
Derecho Procesal Civil y el Derecho Procesal Penal. Pero, de acuerdo con
la naturaleza de la norma jurídica que se pretende hacer valer ante el
órgano jurisdiccional podemos también estar en presencia de:

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Un Derecho Procesal Administrativo que establece los requisitos
y maneras para la aplicación, impugnación o revocatoria de los
actos administrativos de efectos generales o particulares, cuyo
principal instrumento adjetivo es la Ley Orgánica de
Procedimientos Administrativos promulgada el 10 de julio de
1981.
Del Derecho Procesal Tributario que establece los requisitos y
trámites para hacer efectivos los tributos de los contribuyentes
frente al Fisco Nacional, Estatal y Municipal; y además para
impugnar los actos de la Administración en materia tributaria.
Está regido por el Código Orgánico Tributario, las Leyes
Orgánicas de Contra10ría, de Procedimientos Administrativos y
de Hacienda Pública Nacional; y por las leyes de los estados y
por las ordenanzas municipales.
Un Derecho Procesal Militar para determinar la aplicación de las
penas y sanciones a las personas que están en los supuestos
previstos en las leyes militares, y además organizador de la
administración de justicia en materia penal-militar, regido
principalmente por el Código de Justicia Militar y el Reglamento
de Castigos Disciplinarios Nº 6. En países desarrollados como
Francia el Derecho Procesal Militar sólo se aplica en caso de
guerra.
Un Derecho Procesal Agrario que tiene por objeto dirimir los
asuntos contenciosos que se susciten con motivo de las leyes
que regulan la propiedad de los predios rurales, las actividades
de la agroindustria, los recursos naturales renovables en los
fundas y las estipulaciones de los contratos agrarios, tal como
10 prevé la Ley de Reforma Agraria y la Ley Orgánica de
Tribunales y Procedimientos Agrarios.
Román Duque Corredor denomina su libro Derecho
Procesal Agrario… porque el hecho que existan tribunales
especializados, una competencia por razón de la materia y
procedimiento especial permite hablar de un Derecho Procesal
Especial, aunque no tenga una suficiencia propia frente al
proceso común como sucede con el Proceso Penal.
Un Derecho Procesal Laboral que establece los requisitos para
hacer valer los derechos y deberes derivados de las relaciones
entre los trabajadores y sus patronos, regido en Venezuela por

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la Ley Orgánica del Trabajo del 20 de diciembre de 1990, y por
la Ley Orgánica Procesal del Trabajo.
Un Derecho Procesal Constitucional que establece los
procedimientos para hacer efectivos los derechos y garantías
constitucionales, de acuerdo a la Constitución ya la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales.
Además, un Derecho Constitucional Procesal como referencia a
las categorías procesales elevadas a normas constitucionales
para reforzarlas y en concreto relacionadas con el debido
proceso: Derecho a la justicia, tutela judicial efectiva, igualdad
de oportunidades, plazo razonable, juez natural, etc. Como bien
señala Morello, después de la Segunda Guerra Mundial se ha
intensificado la Constitucionalización del litigio.
Con las distintas ramas procesales se supera la tesis de quienes
prefieren hablar más bien de un procedimiento en vez de derecho procesal,
verbigracia: procedimiento laboral o procedimiento agrario, porque aún no
han adquirido las características para considerarlos como ramas
autónomas del derecho procesal.
La distinción más importante y tradicional es la de Derecho Procesal
Civil, Penal, Laboral y Administrativo.
¿Qué es en realidad el Derecho Procesal?
Es el estudio de las normas procesales que vinculan a las partes: actor,
demandado y al Juez con el Estado, e indican la conducta de éstos dentro
del proceso para la actuación de la voluntad de la Ley.
Para Palacios (1968: p.13)
“La disciplina que tradicionalmente se conoce bajo la
denominación de Derecho Procesal, estudia por una parte el conjunto
de actividades que tienen lugar cuando se somete a la decisión de un
tribunal judicial o arbitral la solución de determinada clase de
conflictos suscitados entre dos o más personas (partes), o cuando se
requiere la intervención de un tribunal judicial para que constituya,
integre o acuerde eficacia a determinada relación o situación jurídica”.
Para Humberto Cuenca (1965: p.27)
“El derecho procesal es la ciencia que estudia el conjunto de
normas que regulan el proceso. Desde que desapareció la justicia
privada, salvo del derecho de autodefensa, el Estado asumió la
obligación ofrecer protección jurídica a los particulares para resolver
sus conflictos. Por tanto, esta ciencia estudia las condiciones de

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actuación de la ley para la realización del derecho. Cuando el estudio
del ordenamiento se reduce a las normas que regulan el derecho civil,
entonces se denomina derecho procesal civil y éste es el objeto de
nuestro estudio. El derecho procesal civil ha sido fuente de los demás
derechos procesales, su ordenamiento ha servido de modelo, para
seguirlo o diferenciarlo, en la reacción de las demás ramas del
derecho”.
Para mí, pienso que “Desde el punto de vista científico es la parte del
Derecho que estudia la naturaleza, el desenvolvimiento y el objeto del
proceso. Desde el punto de vista legal es un conjunto de normas y
principios de mandato judicial que regulan el proceso”

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FUENTES DEL DERECHO PROCESAL CIVIL:
LAS FUENTES DEL DERECHO

Las fuentes del derecho

Es una expresión de gran ambigüedad porque se emplea para designar


distintas situaciones; así para HANS KELSEN en su teoría pura del derecho,
sirve para expresar:

· La razón de valides de las normas; en este sentido la norma superior


es fuente de la inmediata inferior.
· La forma de creación de la norma; así el acto legislativo es fuente de
la ley y el acto de sentenciar lo es de la sentencia.
· La forma de manifestación de la forma, la constitución, la ley, los
decretos, serían en este sentido fuentes del derecho.
· El conjunto de pautas compuesto por valoraciones, principios morales
y doctrinas que determinan la voluntad del legislador, contribuyendo a dar
contenido a la norma jurídica.
A veces legislaciones como la argentina se refiere al segundo sentido, para
determinar cuáles serán considerados tales y así rechazan la costumbre que
allá es objeta como fuente del derecho civil y admitido en materia
comercial.

Concepto

Fuentes es, en el lenguaje común, el manantial de donde brota el agua de


la tierra.

Se puede afirmar que fuente del derecho es todo lo que motiva, o donde se
origina el derecho.

Definición

Las fuentes del derecho procesal son:

Las reglas o cánones de que puede valerse el juez en el proceso para valorar
la significación jurídica de las conductas procesales que debe juzgar y
fundar la fuerza de convicción que la de tener la resolución que dicte.

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Podemos concluir que la expresión fuentes del derecho tiene tres
significaciones:
1) Como fuentes formales: para expresar los procesos de
creación de las normas jurídicas procesales.
2) Como fuentes materiales: para expresar los factores y
elementos que determinan el contenido de tales normas.
3) Como fuentes históricas: para referirse a los documentos
contentivos de los antecedentes o inspiración del texto de una
ley. Por ejemplo, el código de procedimientos judicial de 1836
o código de Aranda se inspiró en un documento presentado al
congreso que se denominó bases para la reforma del código
de procedimientos.

Clases

Las fuentes del derecho procesal las podemos clasificar en primarias o


vinculantes y en secundarias o no vinculantes.

Las primarias o vinculantes

La constitución nacional.
Los tratados públicos suscritos por Venezuela.
Las leyes procesales, principalmente el código de
procedimiento civil, el código orgánico procesal penal.
La ley orgánica procesal del trabajo del 13 de agosto de 2003: y otras leyes
tales como la ley de propiedad horizontal, la ley de tránsito y transporte
terrestre del año 2003, el código de justicia militar del 05 de junio de 1967,
y cualquier otra ley contentiva de disposiciones procesales, bien sea civil
como la ley de venta con reserva de dominio, administrativa como la ley
orgánica de procedimientos administrativos de fecha 1º de julio de 1981,
fiscal como el código orgánico tributario notificado parcialmente por la ley
de fecha 11 de septiembre de 1992, inquilinaria como la ley de
arrendamientos inmobiliarios del 1º de enero del 2000, o laboral como la
ley orgánica del trabajo vigente desde el 19 de junio de 1997.

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Las fuentes secundarias o no vinculantes

Son aquellas fuentes del derecho procesal que no obligan al juez. Dentro
de este grupo de fuentes tenemos la costumbre, la jurisprudencia y la
doctrina.

Como se podrá observar el criterio para clasificar entre nosotros a las


fuentes del derecho procesal es atendido al mecanismo de creación de las
normas jurídicas o sea al significado de fuentes formal.

La constitución

Dentro de la pirámide de las leyes elaboradas por Kelsen, podemos colocar


a la constitución bolivariana de la república de Venezuela también como la
primera estructura del ordenamiento procesal. En la constitución nacional
están contenidas las garantías constitucionales del proceso civil, penal,
administrativo y de cualquier rama procesal: representan los principios
procesales fundamentales, consagrados principalmente en los capítulos I Y
III del título III referentes a las garantías y a los derechos civiles.

Los principios fundamentales son aquellos que en la constitución


contienen normas procesales que por ser de rango constitucional son de
obligatorio cumplimiento. Se trata de normas de aplicación directa e
inmediata en la cual está interesado el orden público. Conforman el debido
proceso en cuya concreción el juez debe tener en cuenta los parámetros
señalados en el derecho constitucional procesal. Entre otros, igualdad ante
la ley, derecho a la defensa y a ser oído, presunción de inocencia, juez
natural, libre confesión, principio de la legalidad, cosa juzgada y tutela
judicial efectiva.

Derechos procesales constitucionales, entre otros:

Estos son principios fundamentales:

A.- La igualdad de las partes


Ante la ley no existe distingo de razas, religión o condición social
(artículo 21 C.R.B.V.)

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Esto significa procesalmente, como la expresa Alsina, en una situación
similar, las partes tienen los mismos derechos y obligaciones.

B.- Derecho a la defensa


En cualquier rama del derecho procesal, el derecho a la defensa tiene
implicaciones o ramificaciones que se evidencian en relación a:
· Las pruebas.
· Los recursos.
· Lapso razonable para actuar.
· Motivación de la sentencia porque una sentencia que no explique sus
motivos coloca a la parte en indefensión para saber porque la condenaron.
Motivar la sentencia es el análisis que el juez hace de los hechos probados
y las razones que le permitieron llegar a la decisión, con las pruebas
concatenadas y apreciadas conforme al método legal. Implica explicar en
forma sencilla como llego el juez al juicio de valor para condenar o
absolver.

C.- Derecho de acción en justicia


Otro principio es la garantía constitucional que reconoce el derecho de
acción en justicia para que todo ciudadano pueda hacer las peticiones que
considere ante cualquier autoridad. En esto consiste el derecho de petición
consagrado en el artículo 51 de la constitución.

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La Jurisdicción.
Tal como lo han afirmado diversos expositores de la ciencia del
derecho procesal, la jurisdicción hoy día representa una noción
fundamental. Y, además, se ha venido asociando a las nociones de acción y
de proceso. Calamandrei, citado por Rengel Romberg, afirma que la
jurisdicción, asociada con la noción de acción y de proceso, forman lo que
él llama “el trinomio sistemático fundamental” del derecho procesal. De
similar forma lo expresa Podetti al hablar de “la trilogía estructural del
proceso civil”
Pero, a pesar de que la doctrina es casi unánime al establecer un
criterio sobre el contenido de la noción de jurisdicción, partiendo de esta
trilogía, otros autores como Alcalá Zamora y Castillo, también citado por
Rengel Romberg afirma:
... no puede decirse que se haya logrado todavía una elaboración científica
de las tres nociones. Lo que ha llevado a Niceto Alcalá Zamora y Castillo, al
caracterizar el estado actual de las investigaciones acerca de tales
conceptos, a calificar de “trípode desvencijado” a la mencionada trilogía.
Así nos dice –Alcalá Zamora-, jugando con los verbos ser y estar, podríamos
afirmar que del proceso sabemos dónde está, pero no lo que es (si una
relación o una situación jurídica, etc.); de la jurisdicción sabemos lo que es,
pero no dónde está (si en el derecho procesal o en el Constitucional) y de
la acción no sabemos ni lo que es (pugna entre las teorías abstractas y
concretas) ni dónde está (si en el campo del derecho material o en el del
procesal).
A pesar de este laberinto de incertidumbre en el que el afán
investigativo, a veces, hace incurrir a los expositores científicos, es
importante y necesario seguir el orden prioritario en el estudio de derecho
procesal, es decir, jurisdicción, acción y proceso; no obstante que
Chiovenda arranca su estudio científico del derecho procesal, a partir de la
noción de acción, por su parte Carnelutti lo hace a partir de la noción de
proceso. Lo cierto es que el proceso adquiere resonancia en el orden
jurídico a partir de la tutela jurisdiccional que ejerce el Estado, a fin de que
los particulares puedan acudir ante ella para resolver sus controversias.
Nacimiento de la Jurisdicción
La doctrina está acorde en que la jurisdicción tiene sus orígenes
con el nacimiento del Estado y de la civilización. En épocas anteriores las
controversias surgidas entre personas particulares eran dirimidas a través del
uso de la fuerza bruta, es decir, mediante el ejercicio de la autodefensa, en
cuyo caso, la razón la va a tener quien posea la fuerza y la utilice contra su

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adversario y cada cual perseguía su derecho haciendo uso de sus propios
medios e incluso con la ayuda de amigos o parientes.
El inconveniente de dejar a la autodefensa el ejercicio del derecho
implica necesariamente un criterio de valor, puesto que la voluntad y el
derecho del más fuerte se impondrían sobre la justicia, siendo éste siempre
quien tendría la razón.
Por esta razón, a medida que la sociedad se iba organizando, se
fue confiando a un tercero o árbitro, en este caso la autoridad pública, la
aplicación de la justicia, limitando gradualmente el uso de la autodefensa,
para atribuir la administración de la justicia a la autoridad pública. En
atención a esto, la prohibición de autodefensa tiene como piedra angular a
la acción y a la jurisdicción, ya que el los derechos individuales se hallan
protegidos por el poder y la autoridad del Estado. Así que, si el Estado, por
una parte, tiene la función exclusiva de administrar justicia mediante la
jurisdicción, de otro lado, los particulares tienen la facultad de pedirle al
Estado la protección y amparo de sus derechos, a través del ejercicio de la
acción.
Ciertamente, el camino recorrido hasta el surgimiento de la
jurisdicción ha sido lento; En un principio la autoridad estatal confió a un
tercero (árbitro) la tarea de dirimir las controversias entre los particulares,
debiendo éstos someterse a sus decisiones mediante un contrato o por la
fuerza del Estado, con la finalidad de limitar el uso de la fuerza privada, pero
luego se pasa al arbitraje obligatorio en virtud de la autoridad del Estado
quien los obliga a someterse a dicho arbitraje, donde la obligatoriedad de
acatar las decisiones también la va a imponer él.
De tal manera que la jurisdicción nace propiamente en el
momento en que el Estado deja de recurrir a árbitros privados y asume él,
mediante jueces y tribunales públicos la función de administrar justicia.
Ya la antigua Roma, se puede apreciar el antecedente mediante
disposiciones como es el caso de una “Lex Julia privata” que prohibía a los
particulares hacerse justicia por su propia mano, condenándoles, incluso a
la infamia en caso de que incurrieran en tal desacato. De igual manera, un
decreto de Marco Aurelio prohibió al acreedor apropiarse mediante la fuerza
de la cosa debida y así sucesivamente, otros emperadores como Dioclesiano
fueron limitando más la autodefensa.
En casi todos los estados del orden internacional y por supuesto,
en Venezuela, contamos con normas como el ordinal 31 del Artículo 156 de
la Constitución Nacional, establece como competencia del Poder Público
nacional, la administración Nacional de justicia, el Ministerio Público y la

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Defensoría del Pueblo y el Código Penal, en el capítulo relativo a los delitos
contra la administración de justicia, tipifica en el Artículo 271 como delito a
la autodefensa e impone la correspondiente pena a quienes infrinjan esta
disposición.
Naturaleza Jurídica de la Jurisdicción
La doctrina ha hecho esfuerzos por ubicar a la jurisdicción en el
campo al que realmente pertenece, esto es, determinar si efectivamente se
ubica en el campo reservado al derecho constitucional o dentro del derecho
procesal.
En efecto, el orden constitucional atribuye la administración de
justicia al Poder Nacional, el cual a su vez, dentro de la concepción tripartita
del Poder Público, se halla dividido en Legislativo, Ejecutivo Judicial. La
Jurisdicción es ejercida por el Tribunal Supremo de Justicia y por los demás
tribunales ordinarios y especiales que establezca la Ley, lo cual determina
que la jurisdicción es adjunta al poder del Estado, es decir, la soberanía
vinculada a función de justicia.
El conflicto doctrinario relativo a si la jurisdicción pertenece al
campo del derecho constitucional o, si por el contrario, forma parte de la
rama del derecho procesal tiene su punto de partida en las investigaciones
iniciales realizadas por los tratadistas franceses, quienes estudian y analizan
las diferencias entre jurisdicción, administración y legislación, bajo la óptica
del derecho constitucional. Y esto ocurre debido a que el enfoque hecho
por los expositores franceses fue realizado tiempos antes de que los
procesalistas se avocaran a la investigación de este asunto.
La doctrina da por conocido que la constitución establece los
principios jurídicos que crea los órganos supremos del Estado, al igual que
la organización, funciones y atribuciones de los mismos y la ubicación de
cada uno de ellos en relación al Poder Público. Por esto, el control de
aquellos órganos que ejercen los tres poderes, las atribuciones y funciones
de cada uno de ellos, evidentemente son materia regulada por el derecho
público.
En atención a lo antes expuesto, sería impropio considerar que los
diversos aspectos de la jurisdicción, estén comprendidos dentro del objeto
propio del derecho constitucional, ya que esto, necesariamente atentaría
contra la autonomía científica de cada una de estas disciplinas,
pretendiendo diluir el derecho procesal dentro del derecho constitucional.
Ante la independencia científica que hoy han alcanzado todas las ramas del
Derecho Público, es incongruente sostener que la organización
administrativa o el establecimiento de los principios generales de que se vale

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el poder público para generar y activar el funcionamiento de la jurisdicción,
sean elementos suficientes para alterar la intrínseca naturaleza procesal que
le confiere independencia y autonomía a laJurisdicción
Según Rengel Romberg[5]
El criterio distintivo según una reciente interpretación, en la diferencia entre
la función y la actuación. La jurisdicción pertenece al ámbito de la
Constitución, sólo en cuanto función, como atribución de una función
pública. En cambio, actuar jurisdiccionalmente, es llevar a cabo actos
proyectivos procesales. La función inquiere por la competencia del órgano,
mientras la proyectividad lo hace por la trascendencia del acto en el
proceso. En su aspecto de actos proyectivos, la jurisdicción es claramente
procesal
¿Qué es la Jurisdicción?
La gran mayoría de los expositores procesalistas coinciden que
existe una estrecha relación entre la jurisdicción y la sentencia, partiendo
del criterio de función que caracteriza a la jurisdicción, por ser ésta una
función y la sentencia un acto derivado de la función jurisdiccional, ya que
sin la tutela jurídica que el Estado presta a los particulares a través de la
jurisdicción, sería imposible que se diera la sentencia, por ser ésta el acto
final de toda esa serie de actos derivados de la tutela jurídica que brinda la
actividad jurisdiccional.
No obstante la relación existente entre la jurisdicción y la
sentencia, el concepto de aquella no puede quedar reducido a un mero acto
del proceso, como lo es la sentencia.
El concepto de jurisdicción debe ubicarse en el objeto de la misma y
además, atender a la naturaleza substancial de esa función que la
caracteriza, debiendo eliminarse de su concepto cualquier elemento
distractor que impida establecer y determinar la categoría conceptual de lo
que es y representa la jurisdicción, no sólo como función inherente a la
acción y al acto final del proceso (sentencia), sino desde el punto de vista
de su esencia misma. Es bastante obvio que la jurisdicción, vista bajo la
óptica funcional que se apega a la tutela jurídica del Estado hacia los
particulares, es esencialmente de naturaleza constitucional, pero esa misma
función de la jurisdicción tiene como objeto central, llevar a cabo los actos
proyectivos procesales, vale decir, en función del desarrollo y ejecución del
proceso mismo. Esta dicotomía funcional, ha provocado que la doctrina
haya ubicado una doble situación en la función jurisdiccional. Pero no
obstante, a los fines de precisar su concepto, la doctrina es acorde en que
el concepto de jurisdicción debe atenerse a la función que mayor

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trascendencia tenga en el orden jurídico social, es decir, aquella que más
relevancia y proyección alcance en el orden jurídico, lo cual ha llevado a
concluir que el campo de mayor incidencia de la función jurisdiccional es
en el proceso, por el hecho de llevar a cabo actos proyectivos procesales,
determinando así, su naturaleza procesal, en vez de constitucional.
Partiendo del principio de que en un Estado organizado, la división
clásica del poder público, determina tres funciones de carácter general: la
función Legislativa en el proceso de creación y formación de la Ley, la
administrativa o ejecutiva, en procurar el alcance y logro de todos los fines
del Estado y la judicial, en la solución de los conflictos y controversias que
puedan suscitarse entre los asociados entre sí o entre éstos con el estado.
Pero es el caso que la función jurisdiccional no sólo se atiene a resolver los
problemas y controversias suscitados entre partes (personas particulares),
ya que esta importante función del Estado penetra todas las esferas en la
diversa actividad política, jurídica, económica y social; en la esfera de las
controversias entre partes, la jurisdicción orienta y determina el proceso, en
el orden jurídico estricto, la jurisdicción ejerce a través de el Tribunal
Supremo de Justicia una función de control en el ámbito de la creación y
formación de la Ley, como también ocurre en el caso del control de la
constitucionalidad del derecho objetivo, establecido en el Artículo 20 del
Código de Procedimiento Civil Venezolano. Esto necesariamente le confiere
a la jurisdicción un emplazamiento bastante dilatado desde el punto de vista
de su función, puesto que, tanto se aplica al orden del proceso en la solución
de las controversias de los particulares, como al orden político; como
ejemplo tenemos: Cuando se aplica al control de la constitucionalidad o en
resguardo de la soberanía del Estado, al conferirle el correspondiente
exequátur a disposiciones emanadas de autoridades extranjeras.
Como se puede apreciar, el perfil de la función jurisdiccional tiene un
carácter global, por lo tanto sería inútil pretender definirla tomando en
cuenta la doble función que representa, aun cuando hay que reconocer que
la naturaleza de ésta, desde el punto de vista ontológico, es funcional..
Vista de esta manera la situación y en este mismo orden de ideas,
es posible definir la jurisdicción dentro del sistema de legalidad imperante
en el Estado de derecho como: La función del Estado encaminada a crear,
por el órgano correspondiente, una norma jurídica individualizada y
concreta, impretermitible para interpretar la voluntad de la Ley al aplicar el
derecho, ya sea al dirimir controversias entre los particulares o en la solución
de conflictos de leyes.

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Del anterior concepto se desprende que la jurisdicción es ante
todo, una función. Pero además, es una potestad o conjunto de deberes y
facultades que tiene el Juez.
Otra conclusión que se puede extraer del anterior concepto
consiste en que, de una parte se presenta la potestad del Juez, pero de otro
lado está el deber de administrar e impartir justicia a quien la requiera, tal
como lo exige el Artículo 19 del Código de Procedimiento Civil.
Constituye una función propia del Estado la cual debe ser
administrada conforme a lo establecido por el Artículo 242 del Código de
Procedimiento Civil “en nombre de la República y por autoridad de la Ley”.
El fin último de la función jurisdiccional consiste en crear,
individualizada y concreta y esto lo hace interpretando en la norma que es
de carácter general y abstracto, la valoración y el significado jurídico de las
conductas particulares.
El Juez, al concebir esa norma individualizada y concreta, no lo
hace de manera discrecional, arbitraria, como ocurría en épocas primitivas.
En el Estado moderno donde impera el principio de legalidad, el Juez al crear
la norma concreta e individual se atiene a normas establecidas para tal fin;
de un lado interpreta la norma jurídica material, es decir, aplica el derecho
objetivo sustancial para dirimir la controversia, y por otra parte, cumple una
serie de disposiciones legales para admitir, sustanciar y llegar finalmente a
las conclusiones que van a servir de base a esa norma jurídica individual y
concreta. Esto tiene como resultante que el sistema de legalidad que hoy
conduce toda la actividad del Estado, le exige al Juez y a los demás órganos
del estado, que se adapten a las disposiciones previamente establecidas por
el legislador, por ser éstas aquellas que confieren a las conductas su
valoración jurídica.
El principio de legalidad, es entonces, la solución portadora del valor de la
seguridad jurídica. Pero, el caso es que el legislador no logra completamente
colmar todas las exigencias derivadas de las conductas particulares, ni logra
prever las infinitas contingencias que bordean el proceso, es en este preciso
momento cuando el juzgador debe hacer un poco de árbitro para llenar el
vacío de la Ley o así, asegurar la primacía de la Justicia como supremo valor
jurídico.
La doctrina ha venido sosteniendo que al Juez no le es permitido
crear el derecho con su sentencia, por ser la jurisdicción meramente
declarativa de derecho, más no generadora de nuevas disposiciones legales.
Esta misma doctrina al referirse a la norma jurídica, plantea una distinción

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entre la voluntad abstracta y la voluntad concreta de la Ley, derivada de la
abstracta, siendo aclarada en el fallo y dinamizada en la ejecución.
Para Chiovenda[6], la jurisdicción es “la función del Estado que
tiene por fin la actuación de la voluntad concreta de la Ley, mediante la
substitución de órganos públicos (jueces) a la actividad de los particulares o
de otros órganos públicos, afirmando la existencia de la voluntad de la Ley
u ordenando su ejecución”.
Hoy esta doctrina ha sido superada en tanto que, ante la carencia
previsiva del Legislador, el Juez ha de interpretar la voluntad de éste, es
decir, buscar en el nivel de abstracción de la norma jurídica, su alcance y
contenido e incluso en aquellos casos donde el legislador no previó un
procedimiento específico, debe, necesariamente, aplicar procedimiento
análogos y, en extremo, generar las disposiciones procedimentales
necesarias, a cuyos efectos vale citar como ejemplo el caso concreto del
Artículo 291 del Código de Comercia, el cual se refiere a las irregularidades
administrativas en las sociedades mercantiles. Tal disposición jurídica sólo
establece ante la denuncia propuesta por los socios agraviados, el Juez, una
vez admitida la denuncia, emplazará a los administradores y comisarios;
oídos éstos, vistos los hechos y las pruebas aportadas ordenará la
convocatoria de la Asamblea para que sea ésta quien determine lo que, en
definitiva deba hacerse. En este procedimiento no está pautado un
procedimiento especial, ante lo cual, el Juez debe echar mano de toda su
potestad discrecional para ordenar el proceso.
Quizá una de las características más relevantes en la comprensión
de lo que es jurisdicción, está determinada por la facultad que ésta tiene
para asegurar, mediante la fuerza si fuere necesario, la ejecución del fallo.
Conceptos anteriores a la doctrina actualmente dominante establecían que
la jurisdicción terminaba con la actividad juzgadora del Juez, esto es, con la
sentencia definitiva. Hoy sabemos que la parte trascendental del proceso
está, justamente donde se materializa el derecho, una vez que el juez
produce la norma jurídica concreta e individual que dirime el conflicto de
intereses que surgió entre las partes y determina lo que es el derecho en el
caso concreto. Hasta este punto, es probable que el mandato del Juez
quede ilusorio y se frustre al no ser observado, caso de que el obligado no
adapte su conducta al precepto concreto establecido en el dispositivo del
fallo.
Si la jurisdicción no tuviera la potestad de hacer ejecutar sus
decisiones, todos los fines del derecho y de la jurisdicción misma se
frustrarían por no tener efecto alguno; de tal suerte que, la ejecución forzosa

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de la sentencia, que es subsiguiente a la condena, es lo que hace posible
que el mandato concreto e individualizado del Juez, pueda materializarse
en el mundo sensible de manera operativa y práctica, aun en contra de la
voluntad del ejecutado.
El proceso de ejecución de la sentencia ha sido acogido por la
generalidad de las legislaciones del orbe, como en el caso de nuestro país,
el Código de Procedimiento Civil dedica el Capítulo IV del Libro segundo al
procedimiento de ejecución de sentencia, debiendo el mismo Juez que
conoció en la distancia del conflicto, de acuerdo al Artículo 523, eiusdem,
ejecutar su propio fallo. De igual forma, el referido capítulo de la ley adjetiva
dispone de todos los mecanismos legales, mediante un procedimiento
especificado para que la jurisdicción logre materializar el derecho deducido
en el fallo.
Desde el Siglo XIII, el procedimiento romanista de la actio iudicati,
fue suplida por el “Officium iudicis”, según el cual, el Juez reúne toda la
actividad que el Juez debía cumplir de acuerdo a su oficio, desde recibir la
demanda, admitirla, sustanciar el proceso, dirimir y ejecutar el fallo.
La Jurisdicción Voluntaria
El vocablo “Jurisdicción Voluntaria”, es referido a aquellas
situaciones que han de dirimirse ante el órgano jurisdiccional sin que haya
de plantearse el contradictorio, es decir, sometidas a la actividad
jurisdiccional por la parte interesada, prescindiendo de un contendor o de
cualquier otra persona que tenga un interés actual en el asunto. La
jurisdicción voluntaria representa un concepto opuesto a la jurisdicción
contenciosa, o sea, la que se ha venido analizando anteriormente; si en ésta
se aprecia un conflicto suscitado entre dos o más partes, en la jurisdicción
voluntaria el asunto conflictivo es, en principio, pertinente a una sola parte
interesada, valga decir, no se plantea controversia alguna. Algunas opiniones
doctrinarias, por cierto superadas, afirman que la jurisdicción voluntaria ni
siquiera tenía carácter jurisdiccional, por cuanto en ella no se declara el
derecho.
La doctrina define a la jurisdicción voluntaria como aquella en la
cual no se plantea una controversia entre partes, puesto que no requiere
una dualidad de éstas, ya que sólo se trata de actuaciones ante los jueces en
cumplimiento de la solemnidad requerida por ciertos actos o
pronunciamientos de ciertas resoluciones que los tribunales deben dictar.
Incluso este concepto de jurisdicción voluntaria ha sido extendido hasta la
jurisdicción prorrogada donde las partes, de acuerdo con su voluntad,
modifican la normal competencia.

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La doctrina también establece entre los caracteres distintivos de
la jurisdicción voluntaria, que ésta tiene un marcado carácter constitutivo,
por crear situaciones jurídicas nuevas y propender al desarrollo de
relaciones existentes; en tanto que la jurisdicción contenciosa tiene como
finalidad resolver situaciones jurídicas preexistentes. Esto, no obstante el
carácter constitutivo de la jurisdicción voluntaria, implica que en la
jurisdicción contenciosa no se aprecien situaciones jurídicas constitutivas
de derecho, lo que ocurre es que con mayor frecuencia se aprecia en la
voluntaria. Lo cierto es, que el rango característico en la jurisdicción
voluntaria es la ausencia de una dualidad de partes actuando en controversia
ante la jurisdicción que deba dirimir su conflicto.
Es importante destacar que la jurisdicción voluntaria coincide con
la contenciosa en las siguientes características:
Se inician gracias al principio dispositivo, es decir, a petición del interesado.
a) Se plantean ante un juez competente.
b) Su ejecución requiere ser llevado a cabo mediante un procedimiento
legalmente estatuido.
c) El Juez debe emitir un juicio en torno a situaciones de hecho.
d) La decisión emanada del juez tiene siempre carácter jurídico.
e) La decisión judicial siempre estará referida a un interés privado.
f) El Juez, necesariamente no debe tener interés en el asunto que va a
resolver.
g) Esa resolución del Juez siempre va a producir sus efectos en el orden
jurídico o patrimonial de las partes.
En tanto que difieren la una de la otra en cuanto a:
a) En la jurisdicción contenciosa siempre se va a componer un litigio, en
tanto que en la voluntaria no existe litigio, sino sólo un negocio jurídico.
b) En la contenciosa por tener este carácter, siempre se va a encontrar
un conflicto entre partes que fungen como legítimos contradictores, en
tanto que en la voluntaria no hay partes contrincantes por el hecho de no
existir litigio, sólo hay interesados o participantes.
c) En la contenciosa la decisión del Juez tiene los efectos de la cosa
juzgada, en tanto que en la voluntaria tal decisión sólo tiene los efectos de
una presunción que admite prueba en contrario.
La Jurisdicción de Equidad
Esta forma de jurisdicción es la que caracteriza los orígenes del
derecho en las épocas primitivas, donde se formulaba el derecho para cada
caso en particular. Hoy en la materia de los Estados impera el sistema de
legalidad, distinguiéndose de manera particular, la jurisdicción de equidad,

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como en el caso nuestro, Artículo 13 del Código de Procedimiento Civil, en
el cual se admite como válida la jurisdicción de equidad.
Lo relevante en la jurisdicción de equidad consiste en que,
mientras en la jurisdicción contenciosa o voluntaria, el juez para crear los
condicionamientos concretos que le den significación jurídica a quienes
actúan en el proceso, en la de equidad, el juez para crear tales
condicionamientos de las conductas en conflicto, no requiere atenerse a
condicionamientos superiores preestablecidos, sino que, basta con resolver
el conflicto de voluntades ateniéndose a su conciencia, es decir, al leal saber
y entender del Juez.
No obstante la decisión del juez de equidad no es arbitraria o
caprichosa. La jurisdicción de equidad existe de manera objetiva en la
conciencia general, en el conocimiento común de las cosas o como dice
Savigny “vive en la conciencia común del pueblo”
De tal suerte, que el Juez que toma su decisión con arreglo a la
equidad, cierto es que no requiere fundamentar su decisión en una norma
jurídica preestablecida, pero, no obstante debe hacerlo con fundamento en
los criterios generales de la equidad imperantes en la conciencia de la
colectividad donde juzga, de tal forma que su decisión no sea el producto
del capricho, sino de la fuerza de convicción que le impone la conciencia
colectiva. Todo se reduce a que el juez obrando en sede de jurisdicción de
equidad tiene un ámbito espacio-temporal al que debe ceñirse, todo en
cuanto a la objetividad del deber ser que palpita en la conciencia del pueblo
en el momento de ser aplicada.
Es importante destacar que, así como el juez de equidad está en el deber de
observar al decidir los conflictos de intereses, de acuerdo a la conciencia
colectiva, dentro de los límites de los criterios de equidad imperantes; de
igual manera, el Juez de equidad debe observar rigurosamente las
disposiciones procesales objetivas pertinentes al desarrollo del proceso y los
principios del derecho procesal en cuanto al establecimiento de los hechos
y apreciación de las pruebas; aquel mandato que le ordena tener por norte
de sus actos la verdad y de procurarla dentro de los límites de su oficio. De
igual manera deberá acatar todas aquellas disposiciones procesales relativas
a la elaboración de la sentencia, el deber de motivarlas y de darles la
correspondiente fundamentación.
En el derecho actual, como es el caso de nuestro país, de manera
excepcional se contempla como fuente de regulación de conflictos, la
jurisdicción de equidad.

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Vale destacar que la misma Ley orienta la actividad juzgadora del
Juez hacia la equidad, como es el caso del derecho de accesión en caso de
bienes muebles, donde el legislador sustantivo manda a decidir conforme a
los principios de equidad.
Tomando la concepción de Stein[7], “Lo que el Juez, basándose
en basándose en el conocimiento de las circunstancias de la vida, considere
como contenido normal, típico, obtenido por inducción a partir de
numerosas observaciones, eso será Derecho”
Otro aspecto relevante en torno a la jurisdicción es lo constituye
su carácter inderogable, estatuido en el Artículo 2 del Código de
Procedimiento Civil. Establece el legislador patrio que la jurisdicción no
puede ser derogada por jueces extranjeros ni por árbitros que resuelvan en
el exterior sobre bienes inmuebles ubicados en Venezuela, o sobre aquellas
materias que interesen al Orden Público o a las buenas costumbres. Afirma
de igual manera, que en los demás casos deberán aplicarse los tratados y
convenciones internacionales suscritas por Venezuela.
Tales afirmaciones tienen su razón en el hecho de que la
jurisdicción es una función pública, es decir, del estado y por tanto es parte
de la soberanía en relación a la justicia y se extiende tanto como la soberanía
y termina allí, donde comienza la de otro Estado. Por esta razón los jueces
de cualquier Estado no son competentes para interferir en las controversias
de los demás Estados, lo quehacer impretermitible que cada Estado delimite
su jurisdicción frente a los demás.
La excepción a este principio es frecuente en caso de
cooperación financiera entre estados signatarios de un convenio.
Venezuela, por ejemplo, cuando actúa como Estado Prestamista, se ha
reservado el ejercicio de la jurisdicción para intervenir en los asuntos
atinentes a los contratos celebrados con entes extranjeros, como en el caso
de los contratos de cooperación financiera suscritos en 1976, entre
Venezuela como prestamista, con Costa Rica, Perú, Jamaica y Santo
Domingo. Esto ocurre con bastante frecuencia a nivel internacional, sin
menoscabo de la soberanía de los prestatarios, sino en salvaguardar sus
derechos e intereses.

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