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Las reglas del método sociológico

EMILE OURKHEIM

Introducción

Hasta ahora los sociólogos se han preocupado poco de caracterizar y definir el método
que aplican al estudio de los hechos sociales. Asi sucede que, en toda la obra de
SPENCER , el problema metodológico no ocupa ningún lugar, porque la Introducción a la
Science Sociale, cuyo titulo podría engañarnos, está consagrada a demostrar las
dificultades y la posibilidad de la sociología, no a exponer los procedimientos de que debe
servirse. Es cierto que Mill se ha ocupado bastante ampliamente de la cuestión;(*) pero no
ha hecho más que pasar por la criba de su dialéctica lo que Comte había dicho sobre ella,
sin añadir a la misma nada verdaderamente personal. Un capítulo del Course de
Philosophie Positive, he aquí poco más o menos el único estudio original e importante que
poseemos sobre la materia. (**)
Por otra parte, esta despreocupación aparente no tiene nada que deba sorprendernos.
En Efecto, los grandes sociólogos cuyos nombres acabamos de recordar apenas si salen
de generalidades sobre la naturaleza de las sociedades, sobre las relaciones del reino
social y del reino biológico, sobre la marcha general del progreso; incluso la voluminosa
sociología de SPENCER no tiene apenas otro objeto que mostrar cómo se aplica la ley de
la evolución universal a las sociedades. Ahora bien, para tratar estas cuestiones filosóficas
no son necesarios procedimientos especiales y complejos. Basta con pesar los méritos
comparados de la deducción y de la inducción y hacer una encuesta sumaria sobre las
fuentes más generales de que dispone la investigación sociológica. Pero quedaban sin
determinar tas precauciones que deben tomarse en la observación de los hechos, la forma
en que deben plantearse los principales problemas, el sentido en que debe dirigirse la
investigación, las prácticas especiales que pueden permitirle alcanzar sus fines, las reglas
que deben presidir el manejo de las pruebas.
Un dichoso conjunto de circunstancias, en primer lugar, es justo decirlo, la iniciativa que
ha creado en nuestro favor un curso regular de sociología en ta Facultad de Letras de
Burdeos, ha permitido consagrarnos pronto al estudio de la ciencia social y hacer de la
misma el objeto de nuestras ocupaciones profesionales, y así hemos podido salir de estas
cuestiones demasiado generales y abordar un cierto número de problemas particulares.
Nos hemos visto obligados por la fuerza misma de las cosas a hacer un método más
definido, en nuestra opinión, más exactamente adaptado a la materia particular de los
fenómenos sociales. Son estos resultados de nuestra práctica los que quisiéramos
exponer aquí en su conjunto y someter a discusión. Sin duda, están implícitamente
contenidos en el libro que hemos publicado recientemente sobre La Division du travail
social. Pero nos parece que es interesante separarlos, formularlos aparte, acompañando a
los mismos sus pruebas e ilustrándolos con ejemplos tomados prestados bien de esta
obra, bien de trabajos todavía inéditos. Así se podrá juzgar mejor la orientación que
quisiéramos intentar dar a los estudios de sociología .

(*) Systéme de Logique, l. VI cap. VII-XII


(**) V 2° págs. 294-336 Ver el maravilloso estudio sobre Comte realizado por Maritain en
Filosofía Moral, Madrid, Morata, 1966, págs 343-404 (N . del T.)

Cap. 1: "Qué es un hecho social"


Antes de indagar el método que conviene al estudio de los hechos sociales, es
preciso saber a qué hechos se da este nombre.
La cuestión es tanto más necesaria, en cuanto se emplea aquel calificativo sin mucha
precisión; se le emplea corrientemente para designar a casi todos los fenómenos que
ocurren en el interior de la sociedad, por poco que a una cierta generalidad unan algún
interés social. Pero, partiendo de esta base, apenas si podríamos encontrar ningún hecho

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humano que no pudiera ser calificado de social. Todo individuo bebe, duerme, come,
razona, y la sociedad tiene un gran interés en que estas funciones se cumplan
regularmente. Si estos hechos fueran, pues, sociales, la sociología no tendría objeto
propio, y su dominio se confundiría con el de la biología y el de la psicología.
Pero, en realidad, en toda sociedad existe un grupo determinado de fenómenos que se
distinguen por caracteres bien definidos de aquellos que estudian las demás ciencias de la
Naturaleza.
Cuando yo cumplo mi deber de hermano, de esposo o de ciudadano, cuando
ejecuto las obligaciones a que me he comprometido, cumplo deberes definidos, con
independencia de mí mismo y de mis actos, en el derecho y en las costumbres. Aún en los
casos en que están acordes con mis sentimientos propios, y sienta interiormente su
realidad, ésta no deja de ser objetiva, pues no soy yo quien los ha inventado, sino que los
he recibido por la educación. ¡Cuántas veces sucede que ignoramos el detalle de las
obligaciones que nos incumben, y para conocerlas tenemos necesidad de consultar el
Código y sus intérpretes autorizados! De la misma manera, al nacer el creyente ha
encontrado completamente formadas sus creencias y prácticas; si existían antes que él, es
que tienen vida independiente. El sistema de signos de que me sirvo para expresar mi
pensamiento, el sistema de monedas que uso para pagar mis deudas, los instrumentos de
crédito que utilizo en mis relaciones comerciales, ras prácticas seguidas de mi profesión,
etc., funcionan con independencia del empleo que hago de ellos. Que se tomen uno tras
otros los miembros que integran la sociedad, y lo que precede podrá afirmarse de todos
ellos.
He aquí, pues, maneras de obrar, de pensar y de sentir, que presentan la importante
propiedad de existir con independencia de las conciencias individuales.
Y estos tipos de conducta o de pensar no sólo son exteriores al Individuo, sino que están
dotados de una fuerza imperativa y coercitiva, por la cual se le imponen, quieran o no. Sin
duda, cuando me conformo con ellos de buen grado, como esta coacción no existe o pesa
poco, es inútil; pero no por esto deja de constituir un carácter intrinseco de estos hechos y
la prueba la tenemos en que se afirma, a partir del momento en que intentamos resistir. Si
yo trato de violar las reglas del derecho, reaccionan contra mí para impedir mi acto si
todavía hay tiempo, o para anularlo y restablecerlo en su forma normal si se ha realizado y
es reparable, o para hacérmelo expiar si no puede ser reparado de otra manera. ¿Se trata
de máximas puramente morales? La conciencia pública impide todo acto que la ofenda,
por la vigilancia que ejerce sobre la conducta de los ciudadanos y las penas especiales de
que dispone. En otros casos la coacción es menos violenta, pero existe. Si yo no me
someto a las convenciones del mundo, si al vestirme no tengo en cuenta las costumbres
seguidas en mi país y en mi clase, la risa que provoco, el aislamiento en que se me tiene,
producen, aunque de una manera más atenuada, los mismos efectos que una pena
propiamente tal. Además, no por ser la coacción indirecta, es menos eficaz. Yo no tengo
obligación de hablar en francés con mis compatriotas, ni de emplear las monedas legales;
pero me es imposible hacer otra cosa. Si intentara escapar a esta necesidad mi tentativa
fracasaría miserablemente. Industrial, nada me impide trabajar con procedimientos y
métodos del siglo pasado; pero si lo hago me arruinaré sin remedio. Aun cuando pueda
liberarme de estas reglas y violarlas con éxito, no lo haré sin lucha. Aun cuando pueda
vencerlas definitivamente, siempre hacen sentir lo suficiente su fuerza coactiva por la
resistencia que oponen. Ningún innovador, por feliz que haya sido en su empresa, puede
vanagloriarse de no haber encontrado obstáculos de este género.
He aquí, pues, un orden de hechos que presentan caracteres muy especiales: consisten
en maneras de obrar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y que están dotadas de
un poder coactivo, por el cual se le imponen. Por consiguiente, no pueden confundirse con
los fenómenos orgánicos, pues consisten en representaciones y en acciones; ni con los
fenómenos psíquicos, que sólo tienen vida en la conciencia individual y por ella.
Constituyen, pues, una especie nueva, a que se ha de dar y reservar la calificación de
(sociales). Esta calificación les conviene, pues no teniendo al individuo por sustrato, es

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evidente que no pueden tener otro que la sociedad, ya a la política en su integridad, ya a
algunos de los grupos parciales que contiene, confesiones religiosas, escuelas políticas,
literarias, corporaciones profesionales, etc. Además, podemos afirmar que sólo conviene a
ellos, pues la palabra social, sólo tiene un sentido definido a condición de designar
únicamente fenómenos que no entran en ninguna de las categorías de hechos
constituidos y calificados. Constituyen, pues. el dominio propio de la sociología. Es verdad
que la palabra coacción, con la cual los definimos, corre riesgo de asustar a los partidarios
entusiastas de un individualismo absoluto. Como estos creen que el individuo es
perfectamente autónomo, consideran que se aminora su valor, siempre que se intenta
hacerlo depender de algo que no sea él mismo. Más siendo hoy ya incontestable que la
mayoría de nuestras ideas y tendencias no son elaboradas por nosotros, sino que
provienen del exterior, es evidente que sólo pueden penetrar en nosotros, por medio de la
imposición: esto es cuanto significa nuestra definición. Además, es cosa sabida que toda
coacción social no es necesariamente exclusiva de la personalidad individual.(1)
Sin embargo, como los ejemplos que acabamos de citar (reglas jurídicas, morales,
dogmas religiosos, sistemas financieros, etc.), consisten todos en creencias y en prácticas
constituidas, de lo que antecede podría deducirse que el hecho social ha de ir
acompat'lado forzosamente de una organización definida. Pero existen otros hechos que,
sin presentar estas formas cristalizadas, tienen la misma objetividad y el mismo
ascendiente sobre el individuo. Nos referimos a lo que se ha llamado corrientes sociales.
Por ejemplo: en una asamblea, los grandes movimientos de entusiasmo, de indignación,
de piedad, que se producen, no se originan en ninguna conciencia particular. Vienen a
cada uno de nosotros del exterior, y son capaces de arrastrarnos aun contra nuestro
deseo. Sin duda, puede suceder que si me abandono a ellos sin reserva, yo no sienta la
presión que ejercen sobre mí. Pero aparece desde el momento en que intente resistirlos.
Que un Individuo trate de oponerse a una de estas manifestaciones colectivas, y los
sentimientos que niega, se vuelven en su contra. Ahora bien, si esta fuerza de coerción
externa se afirma con tal claridad en los casos de resistencia, es que existe, aunque
inconsciente, en los casos contrarios. Entonces somos víctimas de una ilusión que nos
hace creer que hemos elaborado por nosotros mismos lo que se nos impone desde fuera.
Pero si la complacencia con que creemos esto, desfigura el impulso sufrido, no lo suprime
. El aire tampoco deja de ser pesado, porque no sintamos su peso. Aun cuando hayamos,
por nuestra parte, colaborado a la emoción común, la impresión que hemos sentido es
muy diferente de la que hubiéramos experimentado de estar solos. Una vez terminada la
reunión, y cesado de obrar sobre nosotros aquellas influencias sociales, al encontrarnos
solos con nosotros mismos, los sentimientos por los que hemos pasado nos hacen el
efecto de algo extrano en lo cual no nos reconocemos. Entonces comprendemos que los
hemos sufrido mucho más de lo que en ellos hemos colaborado. Hasta pueden inspirarnos
horror, por lo contrarios que son a nuestra naturaleza. Y de esta manera, individuos
generalmente inofensivos, reunidos en manada, pueden dejarse arrastrar por actos de
verdadera atrocidad. Ahora bien; cuanto hemos dicho de estas explosiones pasajeras, se
aplica igualmente a estos movimientos de opinión, más duraderos, que se producen sin
cesar a nuestro alrededor, ya en el conjunto de la sociedad, ya en círculos más limitados,
sobre materias religiosas, políticas, literarias, artísticas, etc.
De otra parte, para confirmar con una experiencia característica esta definición del hecho
social, basta observar la manera como son educados los niños. Cuando se miran los
hechos tales como son y como siempre han sido, salta a los ojos que toda educación
consiste en un esfuerzo continuo para imponer a los niños maneras de ver, de sentir y de
obrar, a las cuales no habrían llegado espontáneamente. Desde los primeros momentos
de su vida les obligamos a comer, a beber, a dormir en horas regulares, a la limpieza, al
sosiego, a la obediencia; más tarde les hacemos fuerza para que tengan en cuenta a los
demás, para que respeten los usos, conveniencias; les coaccionamos para que trabajen,
etcétera. Si con el tiempo dejan de sentir esta coacción, es que poco a poco origina
hábitos y tendencias internas que la hacen inútil, pero que sólo la reemplazan porque

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derivan de ella. Es verdad que, según Spencer, una educación racional debería reprobar
tales procedimientos y dejar en completa libertad al nii'lo; pero como esta teoría
pedagógica no ha sido practicada por ningún pueblo conocido, sólo constituye un
desideratum personal, no un hecho que pueda oponerse a los hechos que preceden. Lo
que hace a estos últimos particularmente instructivos, es el tener la educación
precisamente por objeto el constituir al ser social; en ella se puede ver, como en resumen,
la manera como en la historia se ha constituido este ser. Esta presión de todos los
momentos que sufre el nii'lo es la presión misma del medio social que tiende a moldearlo a
su imagen y del cual los padres y los maestros no son más que los representantes y los
intermediarios.
No es su generalidad Jo que puede servirnos para caracterizar los fenómenos sociales. Un
pensamiento que se encuentre en todas las conciencias particulares, un movimiento que
repitan todos los individuos, no son, por esto, hechos sociales. Si para definirlos se
contenta el sociólogo con este carácter, es que, equivocadamente, los confunde con lo
que podriamos llamar sus encarnaciones individuales. Lo que los constituye son las
creencias, las tendencias, las prácticas del grupo tomado colectivamente; en cuanto a las
formas que revisten los estados colectivos al refractarse en los individuos, son cosas de
otra especie. Lo que demuestra categóricamente esta dualidad de naturaleza es que estos
dos órdenes de hechos se presentan muchas veces disasociados. En efecto: algunas de
estas maneras de obrar y de pensar adquieren, por la repetición, una especie de
consistencia que, por decirlo así, los precipita y los aísla de los hechos particulares que los
reflejan. De esta manera afectan un cuerpo y una forma sensible que les es propio, y
constituyen una realidad sui géneris muy distinta de los hechos Individuales que las
manifiestan. El hábito colectivo no existe sólo en estado de inmanencia en los actos
sucesivos que determina, sino que, por un privilegio sin par en el reino biológico, se
expresa una vez para siempre en una fórmula que se repite de boca en boca, se transmite
por la educación y hasta se fija por escrito. Tal es el origen de las reglas jurídicas,
morales, de los aforismos y dichos populares, de los artículos de fe, en donde las sectas
religiosas y politicas condensan sus creencias, de los códigos de fo bello que erigen las
escuelas literarias. Ninguna de ellas se encuentran por completo en las aplicaciones que
hacen las particulares, pues hasta pueden existir sin ser actualmente aplicadas.
Sin duda esta disociación no se presenta siempre con la misma claridad. Pero basta con
que exista de una manera incontestable en los importantes y numerosos casos que
acabamos de recordar, para demostrar que el hecho social es distinto de sus
repercusiones individuales. Además, aun cuando no se presente inmediatamente a la
observación, puédase ésta realizar mediante ciertos artificios de método: hasta es
necesario proceder a esta operación si se quiere separar el hecho social de toda
mezcolanza, para observarlo de esta manera en estado de pureza. Y de esta manera,
existen ciertas corrientes de opinión que nos empujan con una desigual intensidad, según
los tiempos y los países, una, por ejemplo, hacia el matrimonio, otra, al suicidio o a una
natalidad más o menos fuerte. Y todo esto son evidentemente hechos sociales. A la
primera impresión parecen inseparables de las formas que toman en los casos
particulares; pero la estadística nos proporciona medios para aislarlos. En efecto; no sin
exactitud están figurados por el tanto por ciento de la natalidad, de los matrimonios, de los
suicidios, es decir, por el número que se obtiene dividiendo el total medio anual de los
matrimonios, de los nacimientos, de las muertes voluntarias por los hombres en edad de
casarse, de procrear, de suicidarse.(2) Y esto porque como cada una de estas cifras
comprende todos los casos particulares indistintamente, las circunstancias individuales
que pueden tener cierta influencia en la producción del fenómeno se neutralizan
mutuamente y, por consiguiente, no contribuyen a su determinación. Lo que expresan es
un determinado estado del alma colectiva.
He aquí lo que son tos fenómenos sociales una vez que se los ha desembarazado de todo
elemento extraño. En cuanto a sus manifestaciones privadas, podemos afirmar que tienen
algo de social, pues reproducen en parte un modelo colectivo; pero cada una de ellas

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depende también, y en mucho, de la constitución orgánico-psíquica del individuo, de las
circunstancias particulares en que está colocado. Estas manifestaciones no son, pues,
fenómenos propiamente sociológicos. Pertenecen a la vez a dos reinos: se las podría
llamar socio-psíquicas. Interesan al sociólogo, sin constituir la materia inmediata de la
sociología. En el interior del organismo se encuentran también fenómenos de naturaleza
mixta que estudian las ciencias mixtas, como la química biológica.
Pero, se dirá: un fenómeno sólo puede ser colectivo a condición de ser común a todos los
miembros de la sociedad o, por lo menos, a la mayoría de ellos, y, por consiguiente, si es
general. Sin duda, pero si es general, se debe a que es colectivo (es decir, más o menos
obligatorio), bien lejos de ser colectivo porque es general. Es un estado del grupo que se
repite en los individuos porque se les impone. Existe en cada parte porque está en todo,
lejos de que esté en el todo porque está en las partes. Esto es lo que es especialmente
evidente de estas creencias y de estas prácticas, que las generaciones anteriores nos han
transmitido completamente formadas; las recibimos y las adoptamos, porque siendo a la
vez una obra colectiva y una obra secular, están investidas de una autoridad particular que
la educación nos ha enseñado a reconocer y a respetar. ahora bien; hay que notar que la
inmensa mayoría de los fenómenos sociales llegan a nosotros por este camino. Aun
cuando el hecho social sea debido en parte a nuestra colaboración directa, no por esto
cambia de naturaleza. Un sentimiento colectivo que se manifiesta en una asamblea, no
expresa solamente lo que había de común entre todos los sentimientos individuales, sino
que representa algo completamente distinto, como ya hemos demostrado. Es una
resultante de la vida común, un producto de las acciones y reacciones que se desarrollan
entre las conciencias individuales; si resuena en cada una de ellas, es en virtud de la
energía especial que debe precisamente a su origen colectivo. Si todos los corazones
vibran al unísono, no es a consecuencia de una concordancia espontánea y
preestablecida, sino porque una misma fuerza los mueve en el mismo sentido. Cada uno
es arrastrado por todos.
Llegamos, pues, a representarnos de una manera precisa el dominio de la sociología. Este
dominio comprende solamente un grupo determinado de fenómenos. Un hecho social se
reconoce en el poder de coerción externa que ejerce o es susceptible de ejercer sobre los
individuos; y la presencia de este poder se reconoce a su vez, ya por la existencia de
alguna sanción determinada, ya por la resistencia que el hecho opone a toda empresa
individual que tienda a violarla. Sin embargo también se lo puede definir por la difusión que
presenta en el interior del grupo, con tal que, teniendo en cuenta las precedentes
observaciones, se tenga cuidado de ai'ladir, como segunda especial característica, que
existe con independencia de las formas individuales que toma al confundirse. En algunos
casos, este último criterio hasta es de una aplicación más sencilla que el anterior. En
efecto; la coacción es fácil de constatar cuando se traduce al exterior por alguna reacción
directa de la sociedad, como sucede, por ejemplo, con el derecho, con la moral, con las
creencias, con los usos y hasta con las modas.
Pero cuando esta coacción es indirecta, como, por ejemplo, la que ejerce una
organización económica, no se percibe siempre con la necesaria claridad. La generalidad,
combinada con la objetividad, pueden entonces ser más fáciles de establecer. De otra
parte, esta segunda definición no es más que la primera en una forma distinta; pues si una
manera de obrar, que tiene vida fuera de las conciencias individuales se generaliza, sólo
puede hacerlo imponiéndose. (3)
Sin embargo, se nos podría argüir: ¿es esta definición completa? En efecto; los hechos
que nos han servido de base son todos maneras de hacer; son de orden fisiológico. Ahora
bien; existen también maneras de ser colectivas; es decir hechos sociales de orden
anatómico y morfológico. La sociología no puede desinteresarse de lo que concierne al
sustracto de la vida colectiva. Y sin embargo, el número y naturaleza de las partes
elementales de que está compuesta la sociedad, la manera de estar dispuestas; el grado
de coalescencia que han alcanzado, la distribución de la población por el territorio, el
número y naturaleza de las vías de comunicación, la forma de las habitaciones, etcétera,

n ·1s
no parecen al primer examen poder reducirse a maneras de obrar, o de sentir, o de
pensar.
Pero estos diversos fenómenos presentan, desde luego, la misma caracteristica que nos
ha servido para definir a los demás. Estas maneras de ser se imponen al individuo de la
misma suerte que la maneras de hacer de que hemos hablado. En efecto; cuando se
quiere conocer el modo como están combinadas estas divisiones, la fusión más o menos
completa que existe entre ellas, no se puede obtener ningún resultado mediante una
inspección material o por inspecciones geográficas; y esto porque aquellas divisiones son
morales, aun cuando tengan alguna base en la naturaleza física.
Esta organización solamente puede estudiarse con el auxilio del derecho público, pues es
este derecho el que la determina, de la misma manera que determina nuestras relaciones
domésticas y cívicas. Ella es pues, igualmente obligatoria. Si la población se amontona en
nuestras ciudades en lugar de distribuirse por el campo, es sei'ial de que existe una
corriente de opinión, un impulso colectivo, que impone a los individuos esta concentración.
La libertad que tenemos para elegir nuestros vestidos, no es superior a la que tenemos
para escoger la forma de nuestras casas; tan obligatoria es una cosa como la otra. Las
vfas de comunicación determinan de una manera imperiosa el sentido de las emigraciones
interiores y de los cambios, y hasta la intensidad de estos cambios y emigraciones, etc.
Por consiguiente, todo lo más, a la lista de los fenómenos que hemos enumerado, como
presentando el signo distintivo del hecho social, podríamos añadir una categoría más; pero
como esta enumeración no podría ser rigurosamente exhaustiva, la adición no será
indispensable.
Y ni siquiera sería útil, pues estas maneras de ser no son más que maneras de hacer
consolidadas. La estructura política de una sociedad no es más que la manera cómo los
distintos segmentos que la componen han tomado la costumbre de vivir entre sí. Si sus
relaciones son tradicionalmente estrechas, los segmentos tienden a confundirse; en el
caso contrario, a distinguirse. El tipo de habitación que se nos impone, no es más que el
resultado de la manera como se han acostumbrado a construir las casas, los que viven a
nuestro alrededor, y en parte, las generaciones anteriores. Las vías de comunicación no
son más que el cauce que se ha abierto a sí misma -al marchar en el mismo sentido- la
corriente regular de los cambios y de las emigraciones, etc. Sin duda, si los fenómenos de
orden morfológico fueran los únicos que presentasen esta fijeza, se podría creer que
constituyen una especie aparte. Pero una regla jurídica es una coordinación tan
permanente como un tipo de arquitectura, y sin embargo, es un hecho fisiológico. Una
simple máxima moral es, a buen seguro, más maleable, pero presenta formas más rígidas
que una sencilla costumbre profesional o que una moda. Existen, pues, toda una gama de
matices que, sin solución de continuidad enlazan los hechos de estructura más
caracterizada con estas corrientes libres de la vida social que todavía no se han moldeado
definitivamente. Entre ellos no existen más que diferencias en el grado de consolidación
que presentan. Unos y otras no son otra cosa que la vida más o menos cristalizada. Sin
duda, puede existir algún interés para reservar el nombre de morfológicos a los hechos
sociales que hagan referencia al sustracto social, pero en este caso no se ha de perder de
vista que son de la misma naturaleza que los demás. Nuestra definición comprenderá todo
lo definido, si decimos: Hecho social es toda manera de hacer, fijada o no, susceptible de
ejercer sobre el individuo una coacción exterior; o bien: Que es general en el conjunto de
una sociedad, conservando una existencia propia, independiente de sus manifestaciones
individuales.(4)
NOTAS
1. Los suicidios se producen con distinta frecuencia según la edad que se tenga y según la
época en que se viva.
2. Pero un estado individual no deja de ser individual por el hecho de que rebote en otros.
Además cabe preguntarse si la palabra imitación es realmente la adecuada para designar
una propagación debida a una influencia coercitiva. Esta expresión se utiliza para
denominar, de forma imprecisa, fenómenos muy diversos y que seria preciso diferencias.

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3. Por lo dicho se comprende la distancia que media entre esta definición del hecho social
y aquella otra que sirve de base al ingeníoso sístema de Tarde. En primer lugar, debemos
declarar que nuestras investigaciones no nos han hecho descubrir, en ninguna parte,
aquella influencia preponderante que Tarde atribuye a la imitación, en la génesis de los
hechos colectivos. Además, de la definición precedente -que no es una teoría, sino un
simple resumen de los datos inmediatos de la observación-, parece resultar que la
imitación no sólo no expresa siempre, sino que no expresa nunca lo que hay de esencial y
de caracteristico en el hecho social. Sin duda, todo hecho social es ilimitado, y como
acabamos de ver, tiene una tendencia a generalizarse; pero esto es porque es social es
decir, obligatorio. Su fuerza de expansión no es la causa, sino la consecuencia de su
carácter sociológico. Si los hechos sociales fueran los únicos en producir esta
consecuencia, la imitación podría servír si no para explicarlos, por lo menos para definirlos.
Pero un estado individual que se repite no deja por esto de ser individual. Además habría
necesidad de aclarar si la palabra imitación es la más conveniente para desígnar una
propagación debida a una influencia coercitiva. Bajo esta única expresión se confunden
fenómenos muy diferentes, que seria preciso distinguir.
4. Este estrecho parentesco entre la vida y la estructura, del órgano y de la función, puede
establecerse fácilmente en la sociologia, porque entre estos dos términos extremos, existe
toda una serie de intennediarios. Inmediatamente observables que muestran su lazo de
unión. La biología no posee este recurso. Pero hay derecho para creer que las
inducciones sobre este punto de la primera de estas ciencias, son aplicables a la otra, y
que tanto en los organismos como en las sociedades, sólo existe entre estos dos órdenes
de hecho, díferencias de grado.

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..

CAPÍTULO 11
REGLAS RELATIVAS A LA OBSERVAC IÓN
DE LOS HECHOS SOCIALES

La regla primera y más fundamental es considerar los hechos


sociales como cosas.

En e l momento en que un orden nuevo de fenómenos deviene


objeto de la ciencia. éstos se encuentran represe ntados ya en el es·
yJ!_itu. no sólo por imágenes sensibles. sino por una especie de
conceptos formados toscamente. Antes de los primeros rudimen-
tos de la físi ca y la química. los hombres tenían ya sobre los fenó-
menos físico-químicos nociones que iban más allá de la pura per-
cepción: tales son. p. ej .. las que e ncontramos mezcladas en todas
las religiones. Es que. en efecto. la reflexión es anterior a la cien-
cia. que no hace más que servirse de aquélla con más método. El
--
hombre no puede vivir en medio de las cosas sin hacerse ideas so-- ··
bre las mismas de acuerdo con las cuales regula su conducta.. Sólo
que. por el hec ho·de que estas nociones están más cerca de noso-
tros y más a nuestro alcance que las realidades a que correspon-
den. te ndemos naturalmente a sustituir las últimas por las prime-
ras y a hacer de ellas la materia propia de nuestras especulacio-
nes. En lugar de observar las cosas. de describirlas. de comparar-
las. nos contentamos con tomar conciencia de nuestras ideas. de
analizarlas. de combinarlas. Er lugar de una ciencia de realidades.
no hacemos más que un análisis ideológico. Sin duda. este análisis
no excluye necesariame nte toda observación. Es posible apelar a
los hechos para confirm ar estas nociones o las conclusiones extraí-
das de e llas. Pero los hechos no inte rvienen entonces más que de
un modo secundario. en calidad de eje mplos o de pruebas confir-
matorias: no son e l objeto de la ciencia. Ésta va de las ideas a las
cosas. no de las cosas a las ideas.
Está claro que este método no podría dar resultados objetivos. ridos y realizados, intenta ejecutar inmediatamente otros nuevos
En efecto. estas nociones. o conceptos. como se les quiera llamar. más conformes con los fines perseguidos por los hombres. Cuan-
no son los sustitutos legítimos de las cosas. Producto de la expe- do se cree saber en qué consiste la esencia de la materia, nos po-
riencia vulgar. tienen ante todo por objeto poner nuestras acciones nemos en seguida a la búsqueda de la piedra filosofal. Este colo-
en armonía con el mundo que nos rodea: están formados por la carse el arte sobre la ciencia. que impide a ésta desarrollarse. es,
práctica y para ella. Ahora bien. una representación puede hallar- por otra parte, facilitado por las mismas circunstancias que deter-
se en estado de desempeñar útilmente este papel aun siendo teóri- minan el despertar de la reflexión científica, porque como no nace
camente falsa. COPÉRNICO ha disipado. al cabo de varios siglos. las más que para satisfacer necesidades vitales, se encuentra por des-
ilusiones de nuestros sentidos referentes a los movimientos de los gracia orientada hacia la práctica. Las necesidades que está llama-
astros: y sin embargo. regulamos todavía la distribución de nuestro da a aliviar son siempre apremiantes y, en consecuencia, la urgen
tiempo de una manera corriente ·p or estas ilusiones. Para que una a obtener su fin; no reclaman explicaciones. sino remedios.
idea suscite debidamente los movimientos que reclama la natura- Esta manera de proceder es tan conforme con la pendiente na-
leza de una cosa. no es necesario que exprese fielmente esta natu- tural de nuestro espíritu que se la encuentra incluso en el origen
raleza. sino que basta con que nos haga sentir lo que tiene la cosa de las ciencias físicas. Es la que diferencia la alquimia de la quími-
de útil o de desventajosa. cómo nos puede servir y cómo nos pue- ca, la astrología de la astronomía. BACON caracteriza por ella el
de contrariar. Todavía las nociones así formadas no· presentan esta método que seguían los sabios de su tiempo y que él combatió.
exactitud práctica más que de una manera aproximada y sola- Las nociones de que acabamos de hablar son estas nociones vulgares
mente en la generalidad de los casos. iCu~ntas veces son ellas tan 1
0 pre'?o~iones que señala en la base de todas las ciencias donde
2
peligrosas como inadecuadas! No es. por tanto. elaborándolas de 3
ellas toman el lugar de los hechos. Son estos ido/a una especie de
cualquier manera como se logrará alguna vez descubrir las leyes fantasmas que nos desfiguran 'el verdadero asj)ecto de las cosas y
de la realidad. Son. por el contrario. como un velo que se interpo· que no obstante tomamos nosotros por las cosas mismas. Y es por-
ne entre las cosas y nosotros y que nos las disfrazan tanto mejor que tal medio imaginario no ofrece al espíritu ninguna resistencia, por
cuanto creemos que son más transparentes. lo que éste, no sintiéndose satisfecho con nada, se entrega a ambicio-
Tal ciencia sólo puede ser una ciencia frustrada y además care- nes sin límite y cree posible construir o. mejor. reconstruir el mundo
ce de materia de la que pueda alimentarse. Tan pronto como exis- con sus solas fuerzas y a medida de sus deseos.
te desaparece. por así decirlo. y se transforma en arte. En efecto. Si así ocurre en las ciencias naturales. con mayor razón debería
se considera que estas nociones contienen todo- lo · que hay de ocurrir lo mismo en la sociología. Los hombres no han esperado el
esencial en lo real. puesto que se las confunde con lo real. Desde adve nimiento de la ciencia social para formarse ideas sobre el de-
luego. parece que poseen todo lo que es preciso para ponernos en recho, la moral. la familia. el Estado, la sociedad misma; porque
estado no solamente de comprender lo que es. sino de prescribir no podían pasarse sin ellos para poder vivir. Ahora bien, es sobre
lo que debe ser y los medios de realizarlo. Porque lo bueno es todo en sociología donde estas prenociones, utilizando la expre-
aquello que es conforme a la naturaleza de las cosas: lo contrario sión de BACON, se encuentran en estado de dominar a los espíritus
a ellas es malo y los medios para alcanzar lo uno y huir de lo otro y sustituir a las cosas. En efecto, los hechos sociales no se realizan
se derivan de esta misma naturaleza. Si. por c~msiguiente. la tene- más que por los hombres, son producto de la actividad humana.
mos de inmediato. el estudio de la realidad presente no tiene ya Por tanto, no parece n ser otra cosa que la puesta en práctica de
interés práctico y como es el interés la razórt de ser de tal estudio. ideas, innatas o no, que llevamos dentro de nosotros, su aplicación
éste se encuentra en adelante sin un fin en absoluto. La reflexión a las diversas circunstancias que acompañan a las relaciones de
es así inducida a separarse de lo que es el objeto mismo de la cien-
cia. a conocer el presente y el pasado para lanzarse de un solo sal· l. Novum orgonum. l. 26.
2. lbíd.. l. 17.
to al porvenir. En lugar de intentar comprender los hechos adqui· 3. lbíd .. l. 36.

36 20 37
lo? hombres entre sí. La organización de la familia, del contrato, progreso de la humanidad en el tiem¡:}o. Parte de la idea de que
· de -¡a represión, del Estado, de la sociedad aparecen así como un hay una evolución continua del género humano que consiste en
simple desarrollo de las ideas que tenemos sobre la sociedad, el una relación siempre más completa de la naturaleza humana, y el
Estado, la justicia, etc. Por consiguiente, parece que estos hechos y problema que trata consiste en encontrar el orden de esta evolu-
sus análogos no tienen realidad más que en y por las ideas que ción. Ahora bien, suponiendo que esta evolución exista, su reali-
son su germen y que se convierten desde ese momento en la ma- dad no puede ser establecida más que una vez hecha la ciencia; no
teria propia de la sociología. se puede, por tanto, hacer de ella el objeto mismo de la investiga-
Lo que acaba de comprobar esta manera de ver es que, desbor- ción más que si se la plantea como una concepción del espíritu, no
dando por todos los lados el detalle de la vida social a la concien- como una cosa. Y, en efecto, se trata hasta tal punto de una re-
cia, ésta no tiene una percepción de ella bastante fuerte para sen- presentación completamente subjetiva que, en realidad, este pro-
tir su realidad. No teniendo en nosotros asideros bastante próxi- greso de la humanidad no existe. Lo que existe, lo único que se da
mos ni suficientemente sólidos, todo ello nos produce con facilidad a la observación. son sociedades particulares. que nacen. se desa-
el efecto de no asirse a nada y de flotar en el vacío, una materia rrollan y mueren independientemente las unas de las otras. Si to-
semi-irreal y plástica de un modo indefinido. He ahí por qué tan- davía las más recientes fueran una continuación de las que les han
tos pensddores no han visto en los arreglos sociales más que com- precedido, cada tipo superior se consideraría como la simple repe-
binaciones artificiales, más o menos arbitrarias. Pero si se nos es- tición del tipo inmediatamente inferior con alguna cosa añadida;
capan los detalles, las formas particulares, nosotros nos represen- se podría entonces poner todas. las unas a continuación de las
tamos por lo menos los aspectos más generales de la existencia otras, por así decirlo, confundiendo a las que se encuentran en el
colectiva de un modo aproximado y tosco, y son precisamente es- mismo estado de desarrollo, y la serie formada de este modo sería
tas representaciones esquemáticas y sumarias las que constituyen considerada como representativa de la humanidad. Pero los he-
las prenociones de que nos servimos para los usos corrientes de la chos no se presentan con esta extraordinaria simplicidad. Un pue-
vida. No podemos, por tanto, pensar en poner en duda su existen- blo que reemplaza a otro no es sencillamente una prolongación de
cia, puesto que la percibimos al mismo tiempo que la nuestra. No este último con algunos caracteres nuevos; es otro, tiene más pro-
solamente están ellas en nosotros, sino que. como son un produc- piedades, tiene por lo menos otras propiedades; constituye una in-
to de experiencias repetidas, tienen, debido a la repetición y el há- dividualidad nueva, y todas estas individualidades distintas, siendo
bito que de ello resulta, una especie de ascendiente y autoridad . heterogéneas, no pueden fundirse en una misma serie continua, ni,
Las sentimos oponerse cuando intentamos liberarnos de ellas. sobre todo, en una serie única. Porque la secuencia de sociedades no
Ahora bien, no podemos no considerar como real lo que se opone podría ser representada por una línea geométrica; se parece más bien
a nosotros. Todo contribuye, por consiguiente, a hacernos ver en a un árbol cuyas ramas se extienden en sentidos divergentes. En resu-
ellas la verdadera realidad social. men, COMTE ha tomado para el desarrollo histórico la noción que te-
nía de él y que no difiere mucho de la que se hace el vulgo. Vista de
En efecto, hasta ahora la sociología ha tratado más o menos ex- lejos. en efecto, la historia toma en verdad este aspecto serial y sim-
clusivamente no de cosas sino de conceptos. Es verdad que COM- ple. No nos damos cuenta de que los individuos se suceden unos a
TE ha proclamado que los fenómenos sociales son hechos natura- otros y marchan todos en la misma dirección porque son de una mis-
les sometidos a leyes naturales. Con ello ha reconocido implícita- ma naturaleza, pues. por otra parte. no se concibe que la evolución
mente su carácter de cosas; porque no hay más que cosas en la social sea otra cosa que el desarrollo de alguna idea humana y pare-
naturaleza. Pero cuando, saliendo de estas generalidades filosófi- ce muy natural definirla por la idea que se hacen de ella los hombres.
cas, inte nta aplicar su principio y hacer surgir de él la ciencia que Ahora bien. actuando así. no sólo se permanece en la ideología, sino
contenía, son las ideas lo que toma como objetos de estudio. En que se da a la sociología como objeto un concepto que no tiene nada
efecto, lo que constituye la materia principal de su sociología es el de propiamente sociológico.

38 21 39
SPENCER descarta este concepto, pero es para reemplazarlo por
otro que no está formado de otra manera. El hace de las socieda- núa siendo el mismo. Además, aunque presume .de proceder em-
des, y no de Ja humanidad, el objeto de Ja ciencia; sólo que da de píricamente, resulta que como los hechos acumulados en su socio-
las primeras una definición que hace desvanecer la cosa de que logía se emplean para ilustrar análisis de n_?Cione~ más que para
describir y explicar cosas, parece que no solo estan presentes en
habla para poner en su lugar la prenoción que él _tiene. Plan~ea,
calidad de argumentos. En realidad, todo lo que hay de esencial
en efecto, como proposición evidente, que cuna soc1eda~ no existe
en su doctrina puede deducirse inmediatamente de su definición
más que cuando a la yuxtaposición se une la cooperac1on•, y_que
es sólo de esta manera como la unión de individuos se convierte de Ja sociedad y de las diferentes formas de cooperación. Porque
en una sociedad propiamente dicha.4 Después, partiendo de este si tenemos que elegir sólo entre una cooperación impuesta tiráni-
camente y una colaboración libré y espontánea, es evidente que
principio de que la coo"peración es la esencia de la vida social, divi-
esta última es el ideal hacia el que Ja humanidad tiende y debe
de las sociedades en dos clases según la naturaleza de la coopera·
ción que domina en ellas. cHay -dice- una coop~ración espo~tá· tender.
No es sólo en la base de la ciencia donde se encuentran estas
nea que se efectúa sin premeditación durante la bus~ueda de_f1~es
nociones vulgares, sino que se las vuelve a encontrar a cada ins-
de carácter privado; hay también una cooperacion cons~1tu1~a
conscientemente que supone la existencia· de fines de interes pu- tante en la trama de los razonamientos. En el estado actual de co-
nocimientos, no sabemos con certeza qué es el Estado, la sobe-
blico netamente reconocidos .•5 A las primeras les da el nombre de
sociedades industriales; a las segundas, el de militares, Y se puede ranía, la libertad política, la democracia, el socialismo, el comunis-
decir de esta distinción que es la idea matriz de su sociología. mo, etc.; por consiguiente, el método querría que se prohibiera
todo uso de estos conceptos hasta que no fuesen científicamente
Pero esta definición enuncia como cosa lo que no es más que
una manera de ver del espíritu. Se presenta, en efecto, como la constituidos. Y sin embargo, las palabras que los expresan apare-
cen sin cesar en las discusiones de los sociólogos. Se las emplea
expresión de un hecho inmediatament~ visible, y basta la obse:v~­
corrientemente y con aplomo como si correspondieran a cosas
ción para comprobarla, puesto que esta formulada desde el pnnc1-
bien conocidas y definidas, mientras que no revelan en nosotros
pio de la ciencia como un axioma. Y sin embargo, es imposible _s~­
ber mediante una simple inspección si realmente es la cooperac10~ más que nociones confusas, mezclas indistintas de impresiones va-
el todo de la vida social. Tal afirmación no es científicamente legi- gas, de prejuicios y de pasiones. Nos reímos hoy día de los singula-
tima más que si se ha comenzado a pasar revista a todas las mani- res razonamientos que los médicos de la Edad Media formulaban
con las nociones de calor, frío, humedad, etc., y no nos damos
festaciones de Ja vida colectiva y si se ha hecho ver que todas ellas
son formas diversas de cooperación. Por tanto, una vez más es cuenta de que nosotros continuamos aplicando ese mismo método
a un orden de fenómenos menos adecuado que ningún otro debi-
una cierta manera de concebir la realidad social la que sustituye a
do a su extrema complejidad.
esta realidad.6 Lo que se define así no es la sociedad, sino la idea
En las ramas especiales de la sociología es todavía más acusado
que de ella se hace SPENCER. Y si éste no tiene ningún escrúpulo
este carácter ideológico.
en proceder así, es que para él también la sociedad no es ni puede
ser más que la realización de una idea, a saber, la misma idea de Éste es especialmente el caso de la moral. Es lícito decir, en
cooperación por la cual la define.7 Sería fácil mostrar que, en cada efecto, que no hay un solo sistema e n que no sea representada
como el desarrollo simple de una idea inicial que la contendría por
uno de los problemas particulares que aborda, su método conti-
completo en potencia. Los unos creen que esta idea la encuentra
el hombre hecha del todo desde su nacimiento; los otros, por el
4. Socio/. Tr. fr. 111. 331. 332. contrario, creen que se forma más o menos lentamente en el cur-
5. Socio/.. 111. 332. 2 § 4l
6. Concepción. por otra parte. controvertible. (V. Diuisio n du trauail socia./ 11 . . . . . so de la historia. Pero tanto para unos como para otros, para los
7. • La cooperación no podría existir sin sociedad. y es el fin para el cual existe una soc1e· empiristas como para los racionalistas, ella es todo lo que hay de
dad•. (Prindpes de Socio/.. 111. 332.)
verdaderamente real en moral. Por lo que se refi~re a las reglas
40
22.' 41
jurídicas y morales, no tendrían, por así decirlo, existencia por sí ma más complejo ni menos susceptible de ser resuelto de buenas
mismas, no serían más que esta noción fundamental aplicada a las a primeras. Por consiguiente, nada nos asegura por adelantado
circunstancias particulares de la vida y diversificada según los ca- que haya una esfera de actividad social en la que el deseo de ri-
sos. Desde luego, el objeto de la moral no podría ser este sistema quezas desempeñe realmente este papel preponderante. Por tan-
de preceptos sin realidad, sino la idea de la que dimanan y de la to, la materia de la economía política, así comprendida, está hecha
que ellos no son otra cosa que aplicaciones variadas. Además, to- no de realidades que se puedan mostrar con el dedo, sino de sim-
das las cuestiones que se plantea de ordinario la ética no se rela- ples posibilidades, de puras concepciones del espíritu; es decir, de
~Jonan con cosas, sino con ideas; lo que se trata de saber es en hechos que el economista percibe relacionándose con el fin consi-
qué consiste la idea del derecho, la idea de la moral, no cuál es la derado y tales como él los concibe. ¿se pone, p. ej., a estudiar lo
naturaleza de la moral y del derecho considerados en sí mismos. que él llama producción? En primer lugar, cree poder enumerar
Los moralistas no han 1l~gado todavía a esta concepción muy sim- los principales agentes que contribuyen a la misma y poder estu-
ple de que, como nuestra representación de las cosas sensibles diarlos. Es, por tanto, que no ha reconocido su existencia obser-
procede de estas mismas cosas y las expresa más o menos exacta- vando las condiciones de que dependía la cosa que estudia; por-
mente, nuestra representación de la moral viene del espectáculo que de lo contrario hubiese comenzado por exponer las experien-
mismo de las reglas que funcionan bajo nuestros ojos y las esboza cias de las que ha extraído esta conclusión. Si desde el principio de
esquemáticamente; que, por consiguiente, son estas reglas y no la la investigación, y en algunas palabras, procede a esta clasifica-
visión sumaria que.de e1las tenemos las que forman la materia de ción, es que la ha obtenido mediante un simple análisis lógico.
la ciencia, lo mismo que la física tiene por objeto los cuerpos tal Parte de la idea de producción, descomponiéndola, encuentra que
como existen, no la idea que se ha hecho de ellos el vulgo. Y de implica lógicamente las ideas de fuerzas naturales, de trabajo, de
ello resulta que se toma por base de la moral lo que no es más instrumento o de capital y trata a continuación de la misma mane-
que su cima, es decir, la forma en que se prolonga en la concien- ra estas ideas derivadas.9
cia individual y donde resuena. Y no es solamente en los proble- La más fundamental de todas las teorías económicas, la del va-
mas más generales de la ciencia donde este método se sigue; con- lor, está construida evidentemente según este método. Si el valor
tinúa siendo el mismo en las cuestiones especiales. De las ideas se estudiase en sí como debe serlo una realidad, se vería en primer
esenciales que el moralista estudia al principio, pasa a las ideas se- lugar al economista indicar en qué se puede reconocer a la cosa
cundarias de familia, patria. responsabilidad, caridad, justicia; pero designada con este nombre, después clasificarla en especies, inves-
su reflexión se centra siempre en las ideas. tigar por medio de inducciones metódicas en función de qué cau-
Y es lo mismo en la economía política. Tiene por objeto, según sas varían, comparar, en fin, estos diversos resultados para des-
Stuart MILL, los hechos sociales que se producen principal o ex- prender de ellos una regla general. Por tanto, la teoría no podría
clusivamente con el fin de adquirir riquezasª. Pero para que los venir más que cuando la ciencia hubiese avanzado bastante. En
hechos así definidos puedan ser asignados, en cuanto cosas, a la lugar de esto, la encontramos al principio. Es que, para elaborarla,
observación del sabio, sería preciso, por lo menos, que fuera posi- el economista se contenta con concentrarse en sí mismo, tomar
ble indicar con qué signo son reconocibles los que satisfacen esta conciencia de la idea que se hace él del valor, es decir, de un obje-
condición. Ahora bien, en los comienzos de la ciencia, no tenemos to susce ptible de cambiarse; el economista ve que ella implica la
el derecho de afirmar que existen y estamos muy lejos de saber idea de lo útil , de lo raro, etc., y construye su definición con estos
cuáles son. En efecto, en todo orden de investigaciones, solamente productos de su análisis. Sin duda, la confirma mediante algunos
cuando la explicación de los hechos está bastante avanzada es po- ejemplos. Pero cuando se piensa en los innumerables hechos de
sible establecer que tienen un fin y cuál es este fin . No hay proble-
9. Este carácter resulta de las mismas expresiones empleadas por los economistas. Se trata
continuamente de una c uestión de ideas. idea de la utilidad. del a horro. de la inversión. del ga s·
8. Systeme d e Loglq ué. 111. pág. 496. to. (V. G n>E: Principes d 'écono mie politique. lib. 111. cap. l. § l: cap. 11. § ~ :cap. 111. § l.)

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que semejante teoría debe dar cuenta. lcómo se va a conceder el que parece, o debe parecer natural. hayan de ser utilizados para
menor valor demostrativo a los hechos, necesariamente muy ra· alcanzar tal hipotético fin; pero no debe dárseles este nombre si
ros, que son citados tan sólo según el azar de la sugestión? por ley natural se entiende toda manera de ser de la naturaleza
Además, en economía política como en moral, la parte de la in· comprobada inductivamente. No son, en suma. otra cosa que con-
vestigación científica es muy restringida; la parte del arte es pre- sejos de prudencia práctica y, si ha sido posible presentarlos de un
ponderante. En moral, la parte teórica está reducida a algunas dis· modo más o menos especioso como expresión misma de la reali-
cusiones sobre la idea del deber. del bien y del derecho. Pero estas dad. es que con motivo o sin él se ha creído posible suponer que
especulaciones abstractas no constituyen una ciencia. hablando estos consejos eran seguidos efectivamente por la generalidad de
con exactitud, puesto que no tienen por objeto determinar lo que los hombres y en la generalidad de los casos.
es en realidad la regla suprema de la moralidad, sino lo que debe
ser. Igualmente, lo que ocupa mayor lugar en las investigaciones Y sin embargo los fenómenos sociales son cosas y se les debe
de los economistas es el saber, p. ej., si la sociedad debe ser orga· tratar como tales. Para demostrar esta proposición no es necesario
nizada de acuerdo con las concepciones de los individualistas o filosofar sobre su naturaleza, ni discutir las analogías que presen·
con las de los socialistas; si és mejor que el Estado intervenga en tan con los fenómenos de los reinos inferiores. Basta comprobar
las relaciones industriales y comerciales o que las deje enteramen· que son el único datum ofrecido al sociólogo. En efecto, se entien·
te a la iniciativa privada; si el sistema monetario debe ser el mono· de por cosa todo lo que es dado, todo lo. que se. ofrec~, (), ~-~~
inetalismo o el bimetalismo, etc. las leyes propiamente dichas son bien, todo lo que se impone a la .<?bserva~\ó,n. _1r~~ar los fenóme·
en ella poco numerosas; incluso las que suelen llamarse así no ños "como cosas· es tia.tarlos en calidad de data que cons~jtµye,n ºel
merecen este calificativo, no son más que máximas de acción, pre· p~nto de pa.rtida él~_ la ~i~r:icia. los fenómenos sociales presentan
ceptos prácticos disfrazados. Así está, p. ej., la famosa ley de la indiscutiblemente este carácter. lo que se nos da no es la idea que
oferta y la demanda. No ha sido nunca establecida inductivamente los hombres se hacen del valor, porque ella es inaccesible; son los
como expresión de la realidad económica. Jamás ninguna expe· valores que cambian realmente en el curso de las relaciones eco·
riencia, ninguna comparación metódica se ha instituido para esta- nómicas. No es tal o cual concepción del ideal moral; es el conjun-
blecer que, en realidad, las relaciones económicas actúan según to de reglas que determinan efectivamente la conducta. No es la
esta ley. Todo lo que se ha podido hacer, y todo lo que se ha he- idea de la utilidad o de la riqueza; es todo el detalle de la organiza-
cho, es demostrar dialécticamente que los individuos deben proce- ción económica. Es posible que la vida social no sea más que el
der de ese modo si entienden bien sus intereses, que toda otra ma- desarrollo de estas nociones; pero suponiendo que así sea, estas
nera de obrar les sería perjudicial y que implicaría por parte de los nociones no son dadas de inmediato. Por consiguie nte, no son al-
que se prestasen a ella una verdadera aberración lógica. Es racio· canzables directamente, sino sólo a través de la realidad de fenó-
nal que las industrias más productivas sean las más investigadas. menos que las expresan. No sabemos a priori qué ideas se en-
que los poseedores de los productos más solicitados y más raros cuentran en el origen de las diversas corrientes entre las cuales se
los vendan al precio más alto. Pero esta necesidad completamente reparten la vida social ni si las hay; solamente después de haberlas
lógica no se parece en nada a la que presentan las verdaderas remontado hasta sus fuentes sabremos de dónde provienen.
leyes de la naturaleza. Éstas expresan las relaciones según las cua· Nos es preciso considerar, pues, los fenómenos sociales en sí
les se encadenan realmente los hechos, no la forma en que sería mismos, separados de los sujetos conscientes que se los represen-
bueno que se encadenaran. tan; es preciso estudiarlos desde fuera como cosas exteriores; por·
lo que decimos de esta ley se puede repetir de todas las que la -que es así como se presentan a nosotros. Si esta exterioridad no es
escuela económica ortodoxa califica de naturales y que, por otra más que aparente, la ilusión se disipará a medida que la ciencia
parte, no son apenas sino casos particulares de la precedente. Son avance y se verá, por así decirlo, lo exterior entrar en el interior.
naturales, si se quiere, en el sentido de que enuncian los medios Pero no es lícito prejuzgar la solución, y aun cua~do finalm~.nte
24~ .
44 45
no tengan todos los caracteres intrísecos de la cosa, se les debe mismo son demasiado raros, excesivamente maleables y huidizos,
tratar al p_rincipio como si los tuvieran. Esta regla se aplica, por para que puedan imponerse a las nociones respectivas que el há-
ello, a la realidad social entera, sin que haya motivo para hacer bito ha fijado en nosotros y dictarles su ley. Por tanto, cuando és-
ninguna excepción. Incluso los fenómenos que más parecían con- tos no están sometidos a algún otro control, no hay nada que les
sistir en arreglos artificiales deben considerarse desde este punto haga de contrapeso; en consecuencia, ocupan el lugar de los he·
de vista. El carácter convencional de una práctica o de una institu- . chos y constituyen la materia de la ciencia. Tampoco LOCKE ni
ción no se debe Jamás suponer. Si, por otra parte, nos está permi··· ' CONDILLAC han considerado objetivamente los fenómenos psíqui-
tido invocar nuestra experiencia personal, creemos poder asegurar cos. No es la sensación lo que estudian, sino una cierta idea de la
que procediendo de esta manera se tendrá muchas veces la satis- sensación. Por ello, aunque hayan preparado el advenimiento de
facción de ver los hechos más arbitrarios, en apariencia, presentar la psicología científica, ésta no ha nacido realmente sino mucho
enseguida, a una observación más atenta, caracteres de constancia más tarde, cuando se hubo llegado a la concepción de que los es-
y de regularidad, síntoma de objetividad. tados de conciencia pueden y deben ser considerados desde el ex-
Por lo demás, y de una manera general, lo que se ha dicho an- ~ terior, no desde el punto de vista de la conciencia que los percibe.
tes sobre los caracteres distintivos del hecho social basta para ase- Tal es la gran revolución que se ha realizado en esta clase de estu-
gurarnos respecto de la naturaleza de esta objetividad y para pro- dios. Todos los procedimientos particulares, todos los métodos
bar que no es ilusoria. En efecto, se reconoce principalmente una ¡ nuevos con que se ha enriquecido esta ciencia no son otra cosa
cosa por el signo de que no puede ser modificada por un simple que medios diversos para realizar más completamente esta idea
decreto de la voluntad. No es que sea refractaria a toda modifica- fundamental. Es este mismo progreso el que todavía tiene que ha-
ción. Pero para producir un cambio en ella, no basta con quererlo, cer la sociología . Es preciso que pase del estado subjetivo, que to·
es preciso además un esfuerzo más o menos laborioso, debido a la davía no ha superado, a la fase objetiva.
resistencia que nos opone y que, por otra parte, no puede siempre Por otra parte,. este paso es menos difícil de dar en sociología
ser vencida. Ahora bien, hemos visto que los hechos sociales tie- . que en psicología. En efecto, los hechos psíquicos se dan natural·
nen esta propiedad. Lejos de ser un producto de nuestra voluntad, mente como estados del sujeto, del que no parecen separables. In-
la determinan desde el exterior; son como moldes en los que tene- teriores por definición, parece que no son tratables como exterio-
mos que fundir nuestras acciones. Muchas veces es tan grande- · res más que violentando su naturaleza. Es preciso no sólo un es-
esta necesidad que no podemos refmirla. Pero aun cuando logre- fuerzo de abstracción, sino toda una serie de procedimientos y ar-
mos triunfar, la oposición que encontramos basta para advertirnos tificios para llegar a considerarlos de esta clase. Por el contrario,
que estamos en presencia de una cosa que no depende de noso- los hechos sociales tienen de un modo más natural e inmediato to·
tros. Por consiguiente, al considerar los fenómenos sociales como dos los caracteres de la cosa. El derecho existe en los códigos, los
cosas, no haremos más que obrar de acuerdó con su naturaleza. movimientos de la vida cotidiana se inscriben en las cifras de la es-
En definitiva, la reforma que se trata de introducir en sociología tadística, en los monumentos históricos, las modas en los trajes,
es totalmente idéntica a la que ha transformado la psicología en los gustos en las obras de arte. En virtud de su misma naturaleza,
los últimos treinta años. De la misma manera que COMTE y SPEN· tienden a constituirse fuera de las concie ncias individuales, puesto
CER declaran que los hechos sociales son hechos de la naturaleza que las dominan. Por tanto, para verlos bajo su aspecto de cosas,
sin ~ratarlos ·por ello como cosas, las diferentes escuelas empírica~ no es necesario torturarles ingeniosamente. Desde este punto de
hab1an reconocido, hacía mucho tiempo, el carácter natural de los vista, la sociología tiene sobre la psicología una seria ventaja que
fenómenos psicológicos, mientras continuaban aplicándoles un no ha sido percibida hasta ahora y que debe acelerar su desarrollo.
método puramente ideológico. En efecto, los empiristas, no menos Acaso los hechos sean más difíciles de interpretar porque son más
que sus adversarios, obraban exclusivamente por introspección.· complejos, pero fáciles de alcanzar. La psicología, por el contrario,
Ahora bien, los hechos que no se observan más que sobre uno no sólo encuentra dificultades para elaborarlos, sino para captar-

2S ' 47
los. Por consiguiente, es lícito creer que, a partir del día en que sea tigaciones, bie n en el curso de sus demostraciones, se prohíba re-
reconocido y practicado unánimente este principio del método so· sueltamente el empleo de aquellos conceptos que se han formado
ciológico, s~ verá progresar a la sociología con una rapide z que no fuera de la ciencia y para necesidades que no tiene n nada de cien-
haría sospechar la actual lentitud de su desarrollo y reconquistar tíficas. Es preciso que se libere de estas falsas pruebas que domi·
incluso el avance que la psicología debe únicamente al hecho de nan el espíritu del vulgo, que sacuda de una vez para siempre el
ser anterior en el tiempo.10 yugo de estas categorías a las que un prolongado hábito acaba,
muchas veces, por volver tiránicas. Si alguna vez la necesidad le
obliga a recurrir a ellas, al menos que lo haga tenie ndo conciencia
de su escaso valor, a fin de no llamarlas a represe ntar en la doctri·
11
na un papel del que no son dignas.
Lo que hace a esta liberación particularmente difícil en sociolo-
Pero la experiencia de nuestros predecesores nos ha mostrado gía es que el sentimiento se pone muchas veces de su parte. Nos
que para asegurar la realización práctica de la verdad que acaba apasionamos, en efecto, por nuestras creencias políticas y religio·
de establecerse, no basta con dar una demostración teórica de ella, sas, por nuestras prácticas morales de un modo muy distinto que
ni siquiera con penetrarse de ella. El espíritu se siente tan natural- por las cosas del mundo físico; en consecuencia, este carácter pa·
mente inclinado a desconocerla, que se volverá a caer inevitable- sional se comunica a la manera en que concebimos y nos explica-
mente en los antiguos procedimientos si no se le somete a una dis· mos las primeras. Las ideas que nos hacemos de ellas nos subyu-
ciplina rigurosa, cuyas reglas principales, corolarios de la prece- gan, lo mismo que sus objetos, y adquieren así una autoridad tal
dente, vamos a formular. que no soportan la contradicción. Toda opinión que se les oponga
l.ª El primero de estos corolarios es que: es preciso descartar es considerada como enemiga. lQue una proposición no está de
sistemáticamente todas las nociones previas. No es necesaria una acuerdo con la idea que se tiene del patriotismo o de la dignidad
demostración especial de esta regla; se desprende de todo lo que individual? Queda entonces repudiada sean cuales fueren las
hemos dicho anteriormente. Por otra parte, es la base y funda- pruebas en que se basa. No es lícito admitir que sea cierta; se le
mento de todo método científico. La duda metódica de DESCAR· opone una delicada negativa y la pasión, para justificarse, no tarda
TES no es, en el fondo, otra ·cosa que una aplicación de la misma. en sugerir razones que se encuentran fácilmente decisivas. Estas
Si en el momento en que va a fundar la ciencia DESCARTES se im· nociones pueden incluso tener tal prestigio que no toleran ni si·
pone la ley de poner en duda todas las ideas que haya recibido an- quiera el e xamen científico. El solo hecho de someterlas, así como
teriormente, es que no quiere emplear más que conceptos elabo- a los fenóme nos que expresan, a un frío análisis, altera a ciertos
rados científicamente, es decir, construidos según el método que él espíritus. Cualquiera que se dedique a estudiar la moral desde el
instituye; todos los que tengan otro origen deben por ello ser re- exterior, y como una realidad exterior, parece a estos seres delica·
chazados, provisionalmente al menos. Ya hemos visto que la teo· dos carente de sentido moral, de la misma manera que el vivisec-
ría de los ido/a de BACON no tiene otro se ntido. Las dos grandes cionista le parece al vulgo falto de la sensibilidad común. Muy le-
doctrinas que con tanta frecuencia han sido opuestas entre sí con· jos de admitir que estos sentimientos dependen de la ciencia, es a
cuerdan en este punto esencial. Es preciso, por tanto, que el sació· ellos a los que se cree que debemos dirigirnos para hacer la cien-
logo, bien en el momento en que determina el obje to de sus inves- cia de las cosas con la que se relacionan ... iDesgracia -escribe un
elocue nte historiador de las religiones- , desgracia la del sabio que
10. Es cierto que la m ayor complejidad de los hechos sociales hace q ue su ciencia sea más
aborda las cosas de Dios sin tener en el fondo de su conciencia, en
difícil. Pe ro, e n compensación. precisamente porque la sociología es la última q ue ha llegado, lo más recóndito de su ser, donde duerme el alma de los anteceso·
se encue ntra en condiciones de aprovecha rse de los progresos realizados' por las ciencias infe· res, un santuario desconocido del que se eleva por instantes un
rio res y de instruirse e n su escuela . Esta utilización de las experiencias realizadas no puede por
menos de acelerar su desarrollo. perfume de incienso, un verso de salmo, un grito do)~·roso o triun·

48
fal que de niño ha lanzado al cielo en persecución de sus herma- Toda investigación científica se centra en un grupo determinado
nos y que le vuelve a poner en súbita comunicación con los profe- de .fenómenos que responden a una misma definición. La primera
tas de otros tiempos!>. u tarea del sociólogo debe ser por ello definir las cosas de que él tra-
No podríamos alzarnos nunca con demasiada fuerza contra esta ta a fin de que se sepa -y lo sepa él también- cuál es el proble-
doctrina mística que -como todo misticismo- no es en el fondo ma. Es ésta la condición primera y más indispensable de toda
más que un empirismo disfrazado, que niega toda ciencia. Los prueba; una teoría, en efecto, sólo es controlable cuando se sabe
sentimientos cuyo objeto está constituido por las cosas sociales no reconocer los hechos de que ella debe dar cuenta. Además, puesto
poseen ningún privilegio sobre los demás, porque no tienen otro que por esta definición inicial se constituye el objeto mismo de la
origen. Se han formado, ellos también, históricamente; son pro- ciencia, éste será, o no será, una cosa, según la forma en que se
ducto de la experiencia humana, pero de una experiencia confusa haga esta definición.
y desorganizada. No se deben a no ~ qué anticipación trascen- Para que sea objetiva, es preciso evidentemente que no exprese
dental de la realidad, sino que son la resultante de toda clase de los fenómenos en función de una idea del espíritu, sino de las pro-
impresiones y de emociones acumuladas sin ningún orden, al azar piedades que le son inherentes. Es preciso que los caracterice por
de las circunstancias, sin una interpretación metódica. Muy lejos un elemento integrante de su naturaleza, no por su conformidad
de traernos claridades superiores a las claridades racionales, están con una noción más o menos ideal. Ahora bien, en el momento en
hechos exclusivamente de estados fuertes, es cierto, pero turbios. que la investigación va tan sólo a comenzar, cuando los hechos no
Concederles semejante preponderancia es dar la supremacía a las han sido sometidos todavía a ninguna elaboración, los únicos ca-
facultades inferiores de la inteligencia sobre las más elevadas, es racteres suyos que se pueden alcanzar son aquellos que se hallan
condenarse a una logomaquia más o menos oratoria . Una ciencia bastante exteriores para ser visibles inmediatamente. Los que es-
hecha de esta manera no puede satisfacer más que a los espíritus tán situados más profundamente son sin duda más esenciales; su
que prefieren pensar más con su sensibilidad que con su entendi- valor explicativo es más alto, pero son desconocidos en esta fase
miento, que prefieren las síntesis inmediatas y confusas de la sen- . de la ciencia y no se pueden anticipar más que si se sustituye la
sación a los análisis luminosos y llenos de paciencia de la razón. El realidad por alguna concepción del espíritu. Es por ello entre los
sentimiento es el objeto de la ciencia, no el criterio de la verdad ',¡ primeros donde se debe buscar la materia de esta definición fun-
científica. Por otra parte, no hay ciencia que, en sus comienzos, no ' damental. Por otra parte, está claro que esta definición deberá
haya tropezado con resistencias análogas. Hubo un tiempo en que ' f comprender, sin excepción ni distinción alguna, todos los fenóme-
los sentimientos relativos a las cosas del mundo físico, al tener ~ nos que presentar. estos mismos caracteres;. porque nosotros no
ellos mismos un carácter religioso o moral, se oponían con no me- ' tenemos ninguna razón ni medio de elegir entre ellos. Entonces
nos fuerza al establecimiento de las ciencias físicas. Se puede en- l estas propiedades son todo lo que sabemos de lo real; por consi-
tonces creer que, perseguido de ciencia en ciencia, terminará este guiente, deben determinar preferentemente la manera en que se
prejuicio por desaparecer de la sociología, su último retiro, para deben agrupar los hechos. No poseemos ningún otro criterio que
dejar el terreno libre al sabio. pueda suspender, aunque sea parcialmente, los efectos del prece-
dente. De aquí se deriva la siguiente regla: no tomar jamás por ob-
2.0 Pero la regla precedente es completamente negativa. Ense- j~to de las investigaciones más que un grupo de fenómenos pre-
ña al sociólogo a escapar del imperio c:te las nociones vulgares, _viamente definidos por ciertos caracteres exteriores que les son
para volver su atención hacia los hechos; pero no dice la forma en comunes e incluir en la misma investigación a todos los que res-
que debe captar estos últimos para hacer de ellos un estudio obje- pondan a esta definición. Comprobamos, p. ej., la existencia de un
tivo. cierto número de actos que presentan, todos ellos, este carácter
exterior, y que una vez realizados determinan por parte de la so-
11. DARMESTETEJ<, J .: Les prophetes d'lsrael, pág. 9. ciedad esta reacción particular que se denomina pena. Hacemos

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de ellos un grupo sui generis, al cual imponemos una rúbrica co- Gracias a él somos informados ·de que existe en alguna parte un
mún; llamamos delito a todo acto castigado y hacemos del delito conjunto de fenómenos que son reunidos bajo una misma deno-
así definido el objeto de una ciencia especial, la criminología. De la minación y que, por consiguiente, deben tener probablemente ca-
misma manera, observamos en el interior de todas las sociedades racteres comunes; incluso, como no existe jamás sin haber tenido
conocidas la existencia de una sociedad parcial, reconocible por el algún contacto con los fenómenos, nos indica a veces, a grandes
signo exterior de que está formada de individuos consanguíneos, rasgos. en qué dirección deben ser investigados. Pero como está
en su mayor parte, y que están unidos entre sí por vínculos jurídi- burdamente formado, es muy natural que no coincida exactamen-
cos. Hacemos con los hechos que con ella se relacionan un grupo te con el concepto científico, instituido con motivo del repetido
especial al que damos un nombre particular; son los fenómenos concepto vulgar.12
de la vida doméstica. Llamamos familia a todo agregado de este Por muy evidente e importante que sea esta regla, no es apenas
género y hacemos de la familia así definida el objeto de una inves- observada en sociología. Precisamente porque se trata en ella de
tigación especial que no ha recibido todavía una denominación de- cosas de las que hablamos sin cesar, como la familia, la propiedad,
terminada en la terminología sociológica. Cuando más tarde se el delito, etc., le parece muchas veces inútil al sociólogo dar una
pase de la familia en general a los. diferentes tipos familiares, se definición previa, rigurosa. Estamos acostumbrados de tal modo a
aplicará la misma regla. Cuando se aborde, p. ej., el estudio del servirnos de estas palabras, que vuelven en todo momento duran-
..
clan, o de la familia matriarcal, o de la familia patriarcal, se empe-
zará por definirlas de acuerdo con el mismo método. El objeto de
• te las conversaciones y parece inútil precisar el sentido en que las
tomamos. Nos referimos simplemente a la noción común. Ahora
cada problema, general o particular, debe ser considerado de con- bÍen, ésta es muchas veces ambigua. Esta ambigüedad hace que se
formidad con el mismo principio. . reúnan bajo un mismo nombre y en una misma explicación cosas
Procediendo de esta manera, el sociólogo, desde los primeros muy diferentes en realidad. De ahí provienen confusiones inexpli-
pasos, pone pie inmediatamente en la realidad. En efecto, la forma cables. Así, existen dos clases de uniones monogámicas: unas de
en que los hechos son clasificados no depende de él, de la forma- hecho, otras de derecho. En las primeras el marido no tiene más
ción particular de su espíritu, sino de la naturaleza c!e las cosas. El que una mujer aunque jurídicamente pueda tener varias; en las
signo que les hace figurar en tal o cual categoría puede ser mos· segundas, le está legalmente prohibido ser polígamo. La monoga-
trado a todo el mundo, reconocido por todos, y las afirmaciones mia de hecho se encuentra en muchas especies animales y en cier-
de .un observador son controlables por los demás. Es verdad que tas sociedades inferiores, no en estado esporádico, sino con la mis-
la noción así constituida no siempre encaja o incluso no se adapta ma generalidad que si estuviese impuesta por la ley. Cuando la
generalmente a la noción común. Es evidente, por ejemplo, que población está dispersa sobre una vasta superficie, la trama social
para el sentido común los hechos del pensamiento libre o los aten- es muy floja y, en consecuencia. los individuos viven los unos ais-
tados a la etiqueta, tan regular y severamente castigados en mu- lados de los otros. Desde luego, cada hombre intenta procurarse
chas sociedades, no son considerados como delitos ni siquiera en una mujer y una sola, porque en este estado de aislamiento le es
lo que respecta a estas sociedades. De la misma manera, un clan difícil tener varias. La monogamia obligatoria, por el contrarío,
no es una familia en la acepción usual de la palabra. Pero no im- sólo se observa en las sociedades más elevadas. Estas dos especies
porta, porque no se trata simplemente de descubrir un medio que
nos permita encontrar con seguridad los hechos a los que s~ apli- 12. En la práctica se parte siempre del concepto vulgar y de la palabra vulgar. Se investiga
can las palabras del idioma corriente y las ideas que representan. si. entre las cosas que denota confusamente esta palabra. hay algunas que presenten caracte·
res exte riores comunes. Si las hay y si el concepto formado por la agrupación de los hechos así
Lo que se necesita es constituir con todas las piezas conceptos reunidos coincide. si no totalme nte. lo que es raro. sí al menos en su mayor parte. con el con ·
nuevos, apropiados a fas necesidades de la ciencia y expresados cepto vulgar. se podrá continuar designando el primero con la misma palabra que el segun do
y conservando e n la cien~ia la expresión empleada en el le nguaje corriente. Pe ro si la separa·
con ayuda de una terminolc)gía especial. No es, en modo alguno, ción es demasiado considerable. si la noción común confunde una plura lidad de nociones dis·
que el concepto vulgar sea inútil para el sabio; sirve de indicador. tintas. se impone la creación de té rminos nuevos y especiales.

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de sociedades conyugales tienen, por tanto, una significación muy · saber, los que ofenden la parte media e inmutable del sentido mo-
diferente, y sin embargo, sirve la misma palabra para designarlas; . ral. En cuanto a los sentimientos morales que han desaparecido a
porque se dice corrientemente que ciertos animales son monóga- ;' lo largo de la evolución," no le parecen fundados en la naturaleza
mos, aunque no haya en ellos nada que se asemeje a una obliga- } de las cosas más que por la sencilla razón de que no han logrado
ción jurídica. Ahora bien, SPENCER, al abordar el estudio del matri- J mantenerse; en consecuencia, los actos que han sido reputados
monio, emplea la palabra monogamia, sin definirla, en su sentido - ~ como criminales porque los violaban, cree que han debido esta de-
usual y equívoco. Resulta de ello que la evolución del matrimonio ·\ nominación tan sólo a circunstancias accidentales más o menos
le parece que presenta una anomalía incomprensible, puesto que j patológicas. Pero es en virtud de un concepto completamente per-
cree observar la forma superior de la unión sexual desde las pri- -' sonal de la moralidad como procede a esta eliminación. Parte de
meras fases del desarrollo histórico, mientras que esta unión pare- la idea de que la evolución moral, tomada en su misma fuente o
ce más bien desaparecer en el período intermedio para reaparecer en sus inmediaciones, arrastra toda clase de escorias e impurezas
en seguida. Y de todo ello concluye que no hay relación regular que ella elimina progresiva e inmediatamente y que hoy sólo ha
entre el progreso social en general y el avance progresivo hacia un logrado desembarazarse de todos los elementos adventicios que
tipo perfecto de vida familiar. Una definición oportuna hubiese primitivamente turbaban su curso. Pero este principio no es ni un
evitado este error.13 { axioma evidente, ni una verdad demostrada; no es más que una
En otros ca~os se tiene mucho cuidado de definir el objeto sobre ... hipótesis a la que nada justifica. Las partes variables del sentido
el que va a recaer la investigación; pero en lugar de comprender 't moral no están menos fundadas en la naturaleza de las cosas que
en la definición y agrupar bajo la misma rúbrica todos los fenóme- ' las partes inmutables; las variaciones por las que han pasado las
nos que tienen las mismas propiedades exteriores, se hace entre primeras testimonian solamente que son las cosas las que han va-
ellos una selección. Se eligen algunos, una especie de élite, que se riado. En zoología, las formas especiales de las especies inferiores
consideran como los únicos que tienen derecho a poseer estos ca- no son consideradas menos naturales que las que se repiten en to-
racteres. En cuanto a los otros, se estima que han usurpado estos. dos los grados de la escala animal. De la misma manera, los actos
signos distintivos y no se les tiene en cuenta. Pero es fácil prever .. llamados delitos por las sociedades primitivas, y que han perdido
que de esta manera no se puede obtener más que una noción sub- esta denominación, son realmente criminales con relación a esas
jetiva y truncada. En efecto, esta eliminación no se puede hacer sociedades, lo mismo que lo son aquellos que continuamos repri-
más que de acuerdo con una idea preconcebida, puesto que en el miendo hoy día. Los primeros corresponde n a las condiciones
comienzo de la ciencia ninguna investigación ha podido establecer cambiantes de la vida social, los últimos, a las condiciones cons-
1
todavía la realidad de esta usurpación, en el supuesto de que sea tantes; pero no son los unos más artificiales que los otros.
posible. Los fenómenos elegidos sólo han sido conservados porque Hay más, aunque estos actos hubieran revestido indebidamente
eran, más que los otros, conformes con la concepción ideal que el carácter criminológico, no debería separárseles radicalmente de
uno se hacía de esta clase de realidad. Por ejemplo, GAROFALO, al los otros; porque las formas mórbidas de un fenómeno no son de
comienzo de su Criminologie, demuestra muy bien que el punto otra naturaleza que las normales y, por consiguiente, es necesario
de partida de esta ciencia debe ser «la noción sociológica del deli- observar tanto las primeras como las últimas para determinar esta
to».14 Sólo que, para constituir esta noción, no compara indistinta- naturaleza. La enfermedad no se opone a la salud; son dos varie-
mente todos los actos que en los diferentes tipos sociales han sido dades del mismo género que se iluminan mutua me nte. Es ésta
reprimidos con penas regulares, sino solamente algunos de ellos, a una regla reconocida hace tiempo y practicada en biología y en
psicología, y que el sociólogo no está menos obligado a respetar. A
13. Es esta misma ausencia de de finición la que ha hecho decir a veces que la democracia menos que se admita que un mismo fenómeno pueda ser debido
se e ncontraba igualmente al comie nzo y al fin de la historia. La ve rdad es que la democracia ya a una causa, ya a otra -es decir, a menos de negar el principio
primitiva y la de hoy son muy difere ntes entre sí.
14. C riminologie. pág. 2. de causalidad- , las causas que imprimen a un acto, a unque de

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reponderancia sobre los atributos fundamentales, no es, median-
una manera anormal, el signo distintivo del delito, no podrían dife- ie una inversión del orden lógico, hacer reposar ·las cosas sobre la
rir en especie de las que producen normalmente el mismo efecto; cúspide y no sobre la base? Así ocurre que, cuando se define el
se distinguen solamente en grado o también porque no actúan delito por la pena, se expone uno casi inevitablemente a ser acusa-
dentro del mismo conjunto de circunstancias. El delito anormal es do de querer derivar el delito de la pena o, siguiendo una cita muy
entonces todavía un delito y debe, en consecuencia, entrar en la onocida, a ver en el cadalso la fuente de la vergüenza, no en el
definición del delito. Entonces, lqué ocurre?, pues _g ue GAROFALO ~cto expiado. Pero el reproche re posa en una confusión. Puesto
to ma por el género lo que no es otra cosa que la especie o incluso ue la definición cuya regla acabamos de dar está colocada al co-
una simple variedad. Los hechos a los que se aplica su fórmula de ~ienzo de la ciencia, no podría tener por objeto expresar la esen-
criminalidad sólo representan una ínfima minoría entre los que de- cia de la realidad; debe sólo ponernos en condiciones de llegar a
bería comprender; porque no es aplicable a los delitos religiosos, ni ella posteriormente. Tiene como única función hacernos toma r
a los delitos contra la etiqueta, el ceremonial, la tradición, etc., los contacto con las cosas, y como éstas no pueden ser captadas por
cuales, si bien han desaparecido de nuestros Códigos modernos, el espíritu sino desde fuera, es por sus exteriores como los expre-
llenan, por el contrario, todo e l derecho penal de las sociedades sa. Pero con eso él no los aclara; suministra únicamente el primer
anteriores. punto de apoyo necesario para nuestras explicaciones. Desde lue-
Es esta misma falta de método lo que hace que ciertos observa- go, no es Ja pena la que hace al delito, pero es por ella como se
dores nieguen a los salvajes toda clase de moralidad.15 Parten de nos revela exteriormente y, por consiguiente, es de ella de donde
la idea de que nuestra moral es la moral; ahora bien, es evidente te nemos que partir si quere mos llegar a comprenderlo.
que es desconocida de los pueblos primitivos o que no existe en La objeción no estaría fundada más que si estos caracteres ex-
ellos más que en estado rudimentario. Pero esta d efinición es arbi- teriores fueran al mismo tiempo accidentales, es decir, si no estu-
traria. Apliquemos nuestra regla y todo cambia. Para decidir si un viesen vinculados a las propiedades fundamentales. En efecto, e n
precepto es moral o no, debemos examinar si prese nta o no el sig- estas condiciones la ciencia, después de haberlos señalado, no ten-
no exterior de la moralidad; este signo consiste en una sanción re- dría ningún medio de ir más lejos; no podría descender más abajo
presiva difusa, es decir, en una condena de la opinión pública que en la realidad, puesto que no habría ninguna relación entre la su-
vengue toda violación del precepto. Todas las veces que estemos perficie y el fondo. Pero a menos que el principio de causalidad n?
en presencia de un hecho que presente este carácter, no podre- sea más que u'n a vana palabra, cuando unos caracteres determi-
mos, con justicia, negarle la calificación de moral; porque ésta es nados se encuentran de una manera idé ntica y sin ninguna excep·
la prueba de que tal hecho es de la misma naturaleza que los de- ción en todos los fenómenos d e un cierto orden, se puede te ner la
más hechos morales. Ahora bien, reglas de este género no sola· seguridad de q ue ellos se relacionan estrechamente co~ la natura·
mente se encuentran en las. sociedades inferiores, sino que son leza de estos últimos y que son solidarios de ellos. S1 un grupo
más numerosas que en las sociedades civilizadas. Una multitud de dado de actos presenta igualmente esta particularidad de que va
actos que actualmente quedan abandonados a la libre apreciación ligada a ellos una sanción penal, es que existe un vínculo íntimo
del individuo e ran entonces impuestos obligatoriamente. Así ve· entre la pena y los atributos constitutivos de estos actos. Por con·
mos a qué errores conduce el no definir o el definir mal.* siguiente, por superficiales que sean, estas propiedades muestra,n
Pero se dirá, lel definir los fenómenos por sü s caracteres a pa- perfectamente a l sabio, siempre que hayan sido observad~s meto·
rentes no es atribuir a las propiedades superficiales una especie de dicame nte, el camino que debe seguir para penetrar mas e n e l
fondo de las cosas, son el anillo primero e indispensable de la ca-
15. Lussoc:K. V.: Les Origines d e la ciuilisatio n. ca p . VIII. Se dice de un modo toda vía más dena que la ciencia desenrollará a continuación en el curso de sus
general y no me nos falso q ue las religiones antiguas son amorales o inmora les. La verdad es explicaciones.
que tienen su moral peculiar.
' A este respecto será muy ilustra tiva la lectura de l e xcele nte trabajo de MAUNOWSKI. La Puesto que es por medio de la se nsación como nos es dado el
uida sexual de los saluajes. Madrid. Mora ta . 1975. (N. del T.)
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exterior de las cosas, podemos decir, en resumen: Ja ciencia, para nuestras impresiones lo que depende del exterior de lo que les lle-
ser objetiva, debe partir no de conceptos que se han formado sin ga desde nosotros. Ahora bien, la vida social, en tanto en cuanto
ella, sino de la sensación. Es de los datos sensibles de los que debe no ha conseguido aislarse de los acontecimientos particulares que
tomar prestados los elementos de sus definiciones iniciales. Y en Ja encarnan para constituirse aparte, posee cabalmente esta pro-
efecto, basta representarse en qué consiste la tarea de la ciencia piedad, porque, como estos acontecimientos no tienen siempre, en
para comprender que no puede proceder de otra manera. Ella tie- todo momento, la misma fisonomía, y como es inseparable de
ne necesidad de conceptos que expresen adecuadamente las cosas ellos, Je comunican su movilidad. Consiste entonces en corrientes
tales como son, no tales como le conviene concebir a la práctica. libres que están perpetuamente en vías de transformación y que la
Ahora bien, los que están constituidos al margen de su acción no mirada del observador no consigue fijar. Es decir, que es éste el
responden a esta condición. Es preciso, por tanto, que cree nuevos lado por donde el sabio puede abordar el estudio de la realidad so-
conceptos y para ello que, descartando las nociones comunes y las cial. Pero sabemos que presenta la particularidad de que, sin.dejar
palabras que las expresan, vuelva hacia la sensación, materia pri- de ser ella misma, es susceptible de cristalizarse. Fuera de los actos
ma necesaria de todos los conceptos. Es de la sensación de donde individuales que suscitan, las costumbres colectivas se expresan
se desprenden las ideas generales, verdaderas o falsas, científicas o bajo formas definidas, reglas jurídicas, morales, dichos populares,
no. El punto de partida de la ciencia o conocimiento especulativo hechos de estructura social, etc. Como estas formas existen de una
no podría ser otro que el del conocimiento vulgar o práctico. Es manera permanente, como no cambian con las diversas aplicacio-
solamente más allá, es decir, en la forma en que es elaborada des- nes que se hace de ellas, constituyen un objeto fijo, una marca
pués esta materia común, donde empiezan las divergencias. constante que está siempre al alcance del observador y que no
deja lugar a las impresiones subjetivas y a las observaciones perso-
3. 0 Pero la sensación es fácilmente subjetiva. También es pre- nales. Una regla de derecho es lo que es y no hay dos maneras
ceptivo en las ciencias naturales descartar los datos sensibles que distintas de percibirla. Puesto que, por otra parte, estas prácticas
sean demasiado personales para el observador para retener exclu- no son más que la vida social consolidada, es legítimo, salvo indi-
sivamente los que presentan un grado suficiente de objetividad. Es caciones en sentido contrario, 16 estudiar la última a través de las
así como el médico sustituye las vagas impresiones que producen primeras.
la temperatura o la electricidad por la representación visual de las Por consiguiente, cuando el sociólogo emprende la exploración
oscilaciones del termómetro o del electrómetro. El sociólogo debe d.e. - un orden cualquiera de hechos sociales, debe esforzarse por
observar las mismas precauciones. Los caracteres exteriores en considerarlos desde el plano en que se presentan aislados de sus
función de los cuales define el objeto de sus investigaciones deben manifestaciones individuales. De acuerdo cori este principio es
ser lo más objetivos posible. ·c omo hemos estudi~'ldo la solidaridad social, sus diversas formas y
Se puede afirmar en principio que los hechos sociales son tanto su evolución a través del sistema de normas jurídicas que las ex-
más susceptibles de ser representados objetivamente cuanto más presan.17 De la misma manera, si se intenta distinguir y clasificar
desprendidos están de los hechos individuales que los manifiestan. los diferentes tipos familiares según las descripciones literarias que
En efecto, una sensación es tanto más objetiva cuanto mayor fi - nos dan de ellos los viajeros, y a veces los historiadores, se expone
jeza tiene el objeto a que ella se refiere; porque la condición de uno a confundir las especies más diversas, a unir los tipos más le-
toda objetividad es la existencia de un punto de referencia. cons- janos. Si, por el contrario, se toma como base de esta clasificación
tante e idéntico. al cual se pueda referir la representación y que la constitución jurídica de la familia y, de un modo más especial, el
permita e liminar todo lo que tiene ésta de variable y subjetivo. Si
los mismos puntos de referencia que se nos dan son variables, si 16. Sería preciso. p . ej .. te ne r motivos para creer que en un momento dado el derecho no
expresa ya el estado verdadero de las relaciones sociales para que esta sustitución no fu ese le·
son continuamente diversos con relación a sí mismos, toda medida gítima.
común es defectuosa y no tenemos ningún medio de distinguir en 17. V. Oiuision du trauoi/ social. l. l.

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derecho de sucesión, se tendrá un criterio objetivo que. sin ser in- f.
falible, evitará muchos errores·. l8 ¿se quieren clasificar las diferen- li
tes clases _de delitos? Entonces nos esforzaremos por reconstituir
las maneras de vivir, las costumbres profesionales de los diferentes
mundos del delito y se encontrarán tantos tipos criminológicos
como formas diferentes presente esta organización. Para conocer
las costumbres, las creencias populares, se recurrirá a los prover-
bios, a los dichos que las expresan. Sin duda alguna, procediendo
así. se deja provisionalmente fuera de la ciencia la materia concre-
ta de la vida colectiva y, sin embargo, por cambiante que ella sea,
no tenemos derecho a postular a priori su ininteligibilidad. Pero si
se quiere seguir una vía metódica, es preciso establecer los prime-
ros cimientos de la ciencia sobre terreno firme, no sobre arena mo-
vediza. Es preciso abordar el reino social por los lugares en que
ofrece más facilidades a la investigación científica. Sólo después de
esto será posible seguir más adelante en la investigación y, por
medio de trabajos progresivos de acercamiento, encerrar poco a
poco esta realidad huidiza que el espíritu humano acaso no podrá
jamás captar completamente.

18. Cf. nuestra lntroduction a lo Sociologie de lo /ami/le. en Annoles de lo Faculté des Let·
tres de Bordeoux. año 1889.

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