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Sentido de la vida

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Este artículo trata sobre la cuestión filosófica. Para la película de Monty Python, véase El
sentido de la vida.

¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? (óleo de Paul Gauguin, 1897)

El sentido de la vida constituye una cuestión filosófica sobre el objetivo y el significado de


la vida, o de la existencia más en general. Este concepto se puede expresar a través de
una variedad de preguntas, tales como ¿Por qué estamos aquí? o ¿Qué es la vida?. Ha
sido objeto de un gran estudio filosófico, científico, psicológico, teológico, e
incluso literario a lo largo de la historia. Esta cuestión ha recibido un gran número de
respuestas desde diferentes puntos de vista, junto con los orígenes culturales e
ideológicos de cada civilización.

Concepto
El sentido de la vida está profundamente mezclado con las concepciones filosóficas y
religiosas de la existencia, la conciencia y la felicidad, y afecta a muchas otras cuestiones
tales como el significado simbólico, la ontología, el valor, el propósito, la ética, el bien y el
mal, el libre albedrío, las concepciones de Dios, la existencia de Dios, el alma y el más
allá. También desde el Humanismo y la literatura son amplias las aportaciones y
reflexiones sobre estas cuestiones, pero dejando de lado la visión religiosa de las mismas.
Las contribuciones científicas son más indirectas; mediante la descripción de los hechos
empíricos sobre el universo, la ciencia ofrece un contexto y establece los parámetros para
las conversaciones sobre temas relacionados. Una alternativa centrada en el ser humano
en sí mismo, alejada de las concepciones religiosas o más globales, es la pregunta «¿Cuál
es el significado de mi vida?». El valor de la cuestión relativa a la finalidad de la vida puede
coincidir con la consecución de la realidad última, o un sentimiento de unidad, o una
sensación de lo sagrado. Aunque aquí volvemos al campo religioso. Sin embargo, esta
reflexión ético-filosófica-religiosa puede llevar a la realización de la inutilidad misma de la
vida o al menos de la reflexión sobre el sentido de ésta. Un buen ejemplo de este tipo de
respuestas las encontramos entre los autores pertenecientes al Nihilismo, corriente que
toma como base la negación de uno o más de los supuestos sentidos de la vida.

Distintas formulaciones
Hamlet con el cráneo de Yorick.

Las preguntas sobre el significado de la vida se han expresado de muchas formas,


incluyendo las siguientes:

 ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Quiénes somos?1234567


 ¿Por qué estamos aquí? ¿Para qué estamos aquí?789101112
 ¿Cuál es el origen de la vida?13
 ¿Cuál es la naturaleza de la vida? ¿Cuál es la naturaleza de la realidad?131415
 ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Cuál es la propósito de nuestra vida?47141617
 ¿Cuál es el significado de la vida? - véase también
 ¿Qué es lo significativo y valioso en la vida?18
 ¿Cuál es el valor de la vida?19
 ¿Cuál es la razón para vivir? ¿Para qué estamos viviendo?1220
Estas preguntas han resultado en un amplio rango de argumentos y respuestas
parcialmente competentes, de teorías científicas, explicaciones filosóficas, teológicas y
espirituales.

Perspectivas filosóficas occidentales


Filosofía griega antigua

Platón y Aristóteles en La escuela de Atenas fresco, de Rafaél. Platón está señalando hacia el cielo,
y Aristóteles gesticula al mundo.
Platonismo
Platón fue uno de los primeros y más influyentes filósofos, especialmente por idealismo,
que creería en un sentido común de la vida. En su Teoría de las Formas, lo común no
existe físicamente, como los objetos, sino como formas celestiales. En La
República, Sócrates describe, en una de sus intervenciones, una idea de bien.
Para el Platonismo, el sentido de la vida se halla en la consecución de una forma superior
de conocimiento, la cual es la idea (forma) del bien, de la cual todo lo bueno y lo justo
obtiene utilidad y valor.
Aristotelismo
Aristóteles, aprendiz de Platón, fue otro filósofo temprano e influyente, el cual argumentaba
que el conocimiento ético no es conocimiento certero (como la metafísica y
la epistemología), sino que es un conocimiento general. Dado que no es una disciplina
teórica, una persona ha de estudiar y ponerlo en práctica para ser bueno, y entonces la
persona pasaría a ser virtuosa; afirmaba que no era meramente el estudio de lo que la
virtud es, sino que habría de ser virtuoso mediante actividades virtuosas. Para este fin,
Aristóteles estableció lo que para él era virtuoso:
Todas las artes, todas las indagaciones metódicas del espíritu, lo mismo que todos nuestros actos y
todas nuestras determinaciones morales, tienen al parecer siempre por mira algún bien que
deseamos conseguir; y por esta razón ha sido exactamente definido el bien, cuando se ha dicho,
que es el objeto de todas nuestras aspiraciones.
Ética a Nicómaco. Libro primero. I.

Sin embargo, si el acto A tiene como finalidad B, y B, a su vez tiene como finalidad C, C
habría de tener también un objetivo, de modo que continuaría el patrón hasta que algo
detuviera la regresión infinita. La solución de Aristóteles era el Bien Supremo, que sería
deseable por sí, siendo él su propia meta. El Bien Supremo no sería deseable con el
objetivo de obtener otro bien, siendo todos los bienes deseables a causa suya. Esto
implica conseguir la Eudaemonia, traducido como felicidad, bienestar y excelencia.

Sentido de la vida y Salud Mental

Artículo publicado en la revista Acontecimiento. Revista de


pensamiento personalista y comunitario del Instituto Emmanuel
Mounier, Número 74, 2005/1, Año XXI, p. 47-49

El sentido de la vida es lo que le da significado y ayuda a encontrar


un soporte interno a la existencia. Sin dicho soporte interno es
más probable que la psique se vuelva más frágil y, por
consiguiente, tenga más probabilidades de enfermar. Esto no
quiere decir que la enfermedad psíquica se origine exclusivamente en la ausencia de sentido
vital, sino que tal vez éste sea un factor importante para explicar, entender y prevenir la
enfermedad mental, e incluso podría darnos pautas de cara al tratamiento psicoterapéutico.

Dicho significado puede referirse a la vida en general pero siempre en cada situación concreta
que a uno le toca vivir con su personalidad y sus propios recursos. Este deseo de significado es
una necesidad específica no reducible a otras necesidades y está presente en mayor o menor
grado en todos los seres humanos (Frankl, 1999). Además dicho significado también puede
servir de apoyo a la hora de afrontar situaciones adversas.
El valor de la vida

Por Rolando De Paz Barrientos


Publicado el 3 de abril de 20 16 a las 0:04h

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Nada debe valorarse más que la vida humana, de la misma manera que no hay
justificación para que un ser humano se considere superior a otro. Sin embargo,
nos encontramos inmersos en un sistema deshumanizante que otorga valor a
las personas por el dinero, posesiones o logros. Esto nos crea la necesidad de
redescubrir el valor del ser humano.

Tenemos un valor incalculable; no somos el resultado de la evolución, de un


accidente cósmico o una forma de vida biológica elevada que por casualidad
adquirió conciencia. Fuimos creados como seres racionales, con moralidad,
voluntad y discernimiento, únicos sobre la tierra con cuerpo, alma y espíritu,
capaces de obrar para bien. Somos obra de un creador que con sabiduría e
inteligencia nos hizo con un propósito, que no consiste en acumular posesiones
o riqueza, sino en que tengamos como prioridad el cuidado y desarrollo
integral de todo ser humano desde el momento de su concepción, utilizando
para ello todos los recursos disponibles.

La racionalidad y moralidad nos da la capacidad de obrar para el bien, no solo


para sí mismo, sino también para los demás. ¿Qué ha ocurrido entonces que
hemos desvalorizado la vida, perdiendo la sensibilidad ante la necesidad y el
dolor ajeno? Los grandes desafíos que tenemos en nuestro país, como la
desnutrición infantil, carencia de atención en salud primaria y preventiva, el
hambre y la miseria, el analfabetismo, la violencia que produce muerte y dolor
a millares de familias o la desintegración familiar, exigen de cada uno de
nosotros una respuesta concreta, comenzando con los gobernantes, puesto que
han sido puestos en autoridad para servir, para buscar el bien común, no el
beneficio propio.

Con frecuencia argumentamos que somos un país pobre, dependiente y


limitado para enfrentar estos desafíos. Sin embargo, somos un país rico en
recursos y potencial humano, con capacidad de generar oportunidades para el
desarrollo integral de todos sus habitantes. El verdadero problema radica en
que no estamos valorando la vida en la dimensión correcta, nos hemos vuelto
indiferentes ante el drama de nuestros semejantes. Esto se evidencia, por un
lado, en la forma como se administran y distribuyen los recursos públicos (actos
de corrupción o en la priorización de cosas que no buscan satisfacer las
necesidades primarias de la población) y por el otro, en la negativa o evasiva de
cumplir a cabalidad la responsabilidad de pagar impuestos. Tanto lo uno como
lo otro es inmoral y condenable.

La valoración del ser humano es un desafío ético para todos los que formamos
parte de la sociedad. La riqueza y las posesiones son instrumentos que deben
servir para el beneficio de los demás, no para fines egoístas.

Evaluemos nuestro actuar, cumpliendo de manera justa y honesta con el rol que
nos corresponda y en cuanto tengamos la oportunidad y la posibilidad
ayudemos al necesitado, recordando que aquel que sabe hacer el bien y no lo
hace, le cuenta como pecado, porque pudiendo hacer algo por sus semejantes y
no lo hizo, se hace parte del problema, no de la solución. Solo con Dios es
posible construir una sociedad distinta.

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