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Pugnas y controversias en torno al fuero

militar en el Congreso Constituyente de 1830

Frank Rodríguez1

Resumen
El privilegio asociado al fuero militar se convirtió sobre todo a
partir de la emancipación en un elemento atentatorio o en todos
casos contradictorio con el republicanismo moderno fundamentado
entre otras cosas en la igualdad de todos los ciudadanos ante la
ley, lo que se materializó en nuestras primeras cartas magnas en
la eliminación del sistema de castas o cualquier tipo de privilegio
corporativo o de clase social. En tal sentido, el objetivo del presente
artículo es analizar las pugnas y controversias que se producen en el
contexto del proceso constituyente que se desarrolla en Venezuela
en 1830 tras la disolución de la Gran Colombia, haciendo énfasis en
los argumentos presentados a favor o en contra del fuero militar,
pero también en las fórmulas jurídicas que se propusieron y que
finalmente se aprobaron con el propósito de abolir o en todo caso
restringir el fuero militar en nuestro país.

Palabras clave: Relaciones civiles y militares, fuero militar,


disolución Gran Colombia.

1
Licenciado en Historia por la Universidad Central de Venezuela, Magister Scientarium en Ciencias Políticas
de la Universidad Simón Bolívar, Doctorando en Historia por la Universidad Católica Andrés Bello. Profesor
a Tiempo completo de la UPEL - Instituto Pedagógico de Miranda “Siso Martínez” (IPmsm) frankrod2000@
yahoo.com

Recibido: Abril 2013 Aceptado: Mayo 2013

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Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso Constituyente de 1830
Prof. Frank Rodríguez
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Struggles and controversies around the


military jurisdiction in the Constituent
Congress of 1830
Abstract
The privilege associated to the military jurisdiction became
mainly from the emancipation an element that attempt or all cases
contradictory with the modern republicanism based among others
things on the equality of all the citizens before the law, which
materialized in ours first great letters in the chaste elimination of
the system of or any type of corporative privilege or social class.
In such sense, the objective of the present article is to analyze
the struggles and controversies that take place in the context of
the constituent process that is developed in Venezuela in 1830
after the dissolution of the Gran Colombia, doing emphasis in the
arguments presented/displayed to favor or against the military
jurisdiction, but also you formulate in them legal that seted out
and that finally was approved in order to abolish or in any case to
restrict the military jurisdiction in our country.

Key words: Civilian and military relations, military jurisdiction,


dissolution the Gran Colombia.

Introducción

En términos generales, las pugnas y controversias que se produ-


jeron en torno al fuero militar en el marco de la constituyente
que se produce en 1830 en Venezuela tras la disolución de la Gran
Colombia, se insertan en el contexto de las conflictivas relaciones
entre el mundo civil y militar que caracterizaron al siglo XIX Hispa-
noamericano. En este sentido, el privilegio asociado al fuero militar
se convirtió sobre todo a partir de la emancipación en un elemento
atentatorio o en todos casos contradictorio con el republicanismo

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moderno fundamentado entre otras cosas en la igualdad de todos


los ciudadanos ante la ley, lo que se materializó en nuestras primeras
cartas magnas en la eliminación del sistema de castas o cualquier
tipo de privilegio corporativo o de clase social.

Con relación a la reacción de las élites latinoamericanas frente a


los militares durante y tras el proceso de emancipación, podemos
afirmar que no era del todo nueva. Como lo han documentado varios
estudiosos del tema, entre ellos Allan J, Kuethe2 y Juan Marchena
Fernández3, esta aversión comenzó a manifestarse desde el mismo
momento en que la Corona española bajo la dinastía de los Borbo-
nes, implementó una sustancial reforma militar que prontamente
se tradujo en un importante proceso de movilidad social, toda vez
que al hacer su ingreso a las filas, muchos individuos originarios de
diversos grupos sociales, no sólo lograron insertarse en las estruc-
turas de los cuerpos armados, sino que también lo hicieron en las
de la propia sociedad colonial gracias a que la posesión de los grados
militares los hacía acreedores al reconocimiento, el prestigio y el
disfrute de los privilegios sociales y jurídicos que les proporcionaban
tanto el fuero militar como el status de grupo social y corporativo
privilegiado.

En función de lo antes descrito, el objetivo del presente artículo,


es analizar las pugnas y controversias que se producen en el con-
texto del proceso constituyente que se desarrolla en Venezuela en
1830, haciendo énfasis en los argumentos presentados a favor o
en contra de fuero militar, pero también en las formulas jurídicas
que se propusieron y que finalmente se aprobaron con el propósito
de abolir o en todo caso restringir el fuero militar en nuestro país.

2
Allan. J. Kuethe. Reforma militar y sociedad en la Nueva Granada: 1773-1808. Bogotá, Banco de la Re-
pública, 1993.
3
Juan Marchena Fernández. Ejércitos y Milicias en el mundo colonial americano. Madrid, Editorial Mafre,
1992.

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I. Antecedentes y estructura del fuero privilegiado del ejército


en la Legislación española

El fuero fue una institución de larga tradición en la legislación hispa-


na, remontándose o siendo la fuente más importante del Derecho Alto
Medieval Español. En principio los Fueros consistieron en conjuntos
de normas, derechos y privilegios reguladores de la vida municipal,
otorgados por el rey, el señor de la localidad o el propio municipio.
Posteriormente, se da el nombre de fuero a todo derecho, aunque
no surja del tribunal, sino del rey, por lo que fuero pasa, así, a ser
sinónimo de derecho, privilegio, y exención.

De acuerdo con Joaquín Escriche, en tiempos modernos el fuero in-


cluía jurisdicciones privilegiadas, entre las cuales se incluían aquellas
del ejército, del clero, de las corporaciones de comerciantes y de la
industria minera; cada una de las cuales poseía sus propios tribunales,
los que operaban fuera de la jerarquía de los tribunales ordinarios.4

El fuero privilegiado, en su forma más general fue llamado fuero de


guerra, definido en forma diferente por dos estatutos reales pro-
mulgados respectivamente en 1551 y 1587. El primero concedió
jurisdicción militar tanto en las causas civiles como en las crimi-
nales para los oficiales y soldados de las compañías de guardias de
los Reinos de Castilla, Navarra y Granada. El segundo extendió el
mismo privilegio para todos los militares de mar y tierra. Durante
los dos siglos siguientes, con motivo del desarrollo del ejército y la
necesidad de delinear con mayor precisión la relación entre éste y
los otros elementos de la sociedad, se fue ampliando el alcance de la
concesión original mediante disposiciones reales, usos y costumbres
e interpretación de los tribunales.

En opinión de Lyle McAllister, durante el reinado de Carlos III el


fuero de guerra constituyó un gran conjunto desordenado de dispo-
siciones que formaban varias ramas. Las divisiones básicas fueron el

4
Joaquín Escriche y Martín. Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia. Tomo I, p. 822.

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fuero militar y el fuero político. El primero concernía principalmente al


personal militar y el segundo a los funcionarios civiles del ejército y
la armada. El fuero militar estaba a su vez dividido en el fuero militar
privilegiado —gozado por cuerpos especiales tales como la artillería,
ingenieros, y la milicia provincial— y el fuero militar ordinario, el
cual fue concedido a la mayor parte del ejército.5

En términos de su amplitud, el fuero de guerra variaba de acuerdo


con el componente del ejército y la clase de personal afectado. En
algunos casos el mismo se extendía tanto a las materias criminales
como civiles, en este último caso se hablaba de íntegro o completo. En
los casos donde estaba limitado a los asuntos criminales era denomi-
nado fuero criminal. También, podía ser pasivo o activo, o mixto. Se
trataba del fuero pasivo cuando el militar sólo podía ser demandado
en un tribunal de jurisdicción particular. El fuero activo consistía en
que las personas que gozaban de él podían demandar a personas de
otro fuero en sus propios tribunales. El fuero activo, sin embargo,
era la excepción mientras que el pasivo era la regla.6

Varios fueros subsidiarios se derivaron del fuero de guerra, tal como


ocurrió con el fuero militar ordinario del ejército regular y el fuero
militar privilegiado de la milicia. De acuerdo con McAllister, los
elementos esenciales del fuero militar ordinario fueron codificados
en 1768 en dos volúmenes bajo el título de Ordenanzas de S.M. para
el Régimen, Disciplina, Subordinación y Servicios de sus Ejércitos.7 En
dichas ordenanzas, el goce de la jurisdicción militar tanto en las
causas civiles como en las criminales fue dispuesto no sólo para
los militares regulares, sino también para sus esposas e hijos de-
pendientes de ellos, sus viudas e hijos mientras dependieran de sus
madres, sus sirvientes domésticos y a ciertos funcionarios civiles
de la Secretaría de Guerra.

5
Lyle Mc Alister. El fuero militar en la Nueva España (1764-1800).p. 24
6
Idem.
7
Idem.

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En cuanto a los privilegios de la milicia española, tenemos que eran


diversos y estaban relacionados con la clase a que pertenecían. En el
caso de las provinciales, la definición de su fuero era la Ordenanza
de Milicias Provinciales de España expedida en 1734, reformada
en varias ocasiones hasta que en 1767 se dio una Real Declaración
sobre puntos esenciales de la Ordenanza de Milicias Provinciales de
España.8 De acuerdo con las disposiciones de esta segunda Ordenan-
za, cuando un régimen provincial estaba inactivo, los oficiales y sus
esposas gozaban del fuero militar completo; pero para la tropa era
sólo concedido el fuero criminal. Cuando la tropa era movilizada,
tanto los oficiales como los soldados con sus esposas y dependientes,
tenían el fuero completo.9

II. El fuero militar en la historia hispanoamericana. Contexto


general

En términos generales, el desarrollo y ampliación del fuero militar


en Hispanoamérica está asociado a la expansión que experimentó el
ejército colonial como consecuencia de las reformas desarrolladas por
los últimos Borbones en el siglo XVIII. En este sentido, como señala
Lyle McAlister, los resultados de la Guerra de los Siete Años llevaron
al clímax los esfuerzos de los Borbones Españoles para reformar la
administración de su imperio.10 La Corona española y sus asesores
franceses llegaron a la conclusión de que esto era posible solamente
mediante un replanteamiento del antiguo sistema colonial; lo cual
era además congruente con el programa de reformas administrativas
de Carlos III (1759-1788). Dicho programa se inició con las visitas de
José de Gálvez a Nueva España y Perú respectivamente, la expulsión
de los Jesuitas de América, la introducción del sistema de intenden-
cias, el establecimiento del libre comercio dentro del imperio, así como
de importantes esfuerzos por desarrollar la industria.

8
Novísima Recopilación, Libro VI, Título IV, Leyes 7-10.
9
Declaración Real de Milicias Provinciales, Título VII, artículos 12, 26-27, 29, 37-39, y Título VIII, artículo 16
citado en Gerardo Santiago Suárez. Las Milicias. Instituciones militares Hispanoamericanas, pp.222-230.
10
Lyle Mc Alister. Ob. cit., p. 24.

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Desde el punto de vista militar, las derrotas que sufrió España durante
la Guerra de Siete Años destacaron la insuficiencia de sus estableci-
mientos militares ultramarinos. Para enfrentarse a dicho problema,
se formó en Madrid una comisión secreta para organizar la defensa
imperial, la cual a principios de 1764, presentó un plan. Una de las
recomendaciones más importantes fue la creación de ejércitos colo-
niales. Los núcleos de estas fuerzas estarían constituidos por tropas
regulares de dos clases: unidades fijas, es decir, creadas y estacionadas
permanentemente en las colonias, y unidades españolas que deberían
alternarse en América; sin embargo, como destaca McAllister, consi-
deraciones de tipo económica hicieron insostenibles este último de
unidades regulares en Indias, para todas las necesidades de defensa,
la masa se integraría con una milicia colonial aumentada en fuerza,
organizada y disciplinada, como las provinciales de Castilla.11

Así desde 1763 el experimento reformista se puso en marcha en


Cuba con el establecimiento de un ejército permanente gracias a las
recomendaciones que en este sentido habían dado tanto el Conde de
Ricla, enviado a la Corona en calidad de capitán general de Cuba, como
el mariscal de campo O’Reilly, nombrado como inspector general del
ejército de la isla, así como con la ampliación y apertura del comercio,
el aumento de la recaudación de impuestos y la reestructuración de
la administración pública que desembocó en la separación de sus
cargos a muchos criollos.

En 1765 la medida se extendió al virreinato de la Nueva España bajo


el liderazgo del general José Gálvez, quien buscó transformarlo en un
conglomerado de comandancias generales e intendencias, nombrando
funcionarios pagados por el Estado a través de las cuales esperaba
aumentar la recaudación de impuestos al gravar actividades como el
servicio de correos, los estancos de pólvora y el tabaco. Igualmente,
sometió a los oidores mediante la concesión de fueros y redujo la ju-
risdicción de la Audiencia. Allí, el programa reformador continuó en
el Perú de la mano de Antonio Areche, en Quito con José de García de
11
Ibídem, pp. 19-20.

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León, y en Nueva Granada con Juan Francisco Gutiérrez de Piñares


a finales de la década de 1770.

El caso de la Nueva Granada, como documenta Juan Carlos Chaparro


Rodríguez, la medida se instrumentó con dificultades. En este senti-
do, eventos como la “Rebelión Comunera”, pusieron de manifiesto la
profunda creencia que existía en sectores de la sociedad colombiana
acerca de que las leyes injustas eran consideradas inválidas y que en
consecuencia el corpus mysticum politicum tenía el derecho intrín-
seco a alguna especie de aprobación popular a impuestos nuevos
y a cualquier ley, y también reveló que el proceso de centralización
imperial iba, desde todo punta de vista, en contra de una tradición
de organización política y socialmente consensuada y establecida por
diversos sectores de las colonias, en las cuales fundaba y sustentaba
su propia legitimidad.12

No obstante, como destaca Lyle MacAllister, a pesar de las dificultades


las medidas implementadas por los Borbones produjeron una expan-
sión del ejército colonial y en especial de las misiones provinciales
las cuales en el caso de la Nueva España pasaron de 9, 244 soldados
a 16, 755 soldados en 15 años.13 Asimismo, según datos aportados
por Jorge Domínguez, entre 1752 y 1782, la capitanía de Chile, vio
crecer su ejército regular en más de un 50%, mientras que en Méxi-
co aumentó de 3.032 hombres que disponía en 1758 a 10.620 para
1810. En cuanto a Cuba donde como se señaló previamente se puso
en marcha el proyecto reformista, llegó a contar con una fuerza de
15.000 hombres luego de haber tenido un pie de fuerza de 3.591
combatientes en 1770. En lo que respecta a los cuerpos de milicias se
contabiliza para los tres países mencionados un aumento de 29.639,
30.685 y 8.076, milicianos, respectivamente, hacia finales del siglo
XVIII y comienzos del siglo XIX.14

12
Juan Carlos Chaparro Rodríguez. Las relaciones político-militares en el marco de la transición política en
Colombia 1810-1838, p. 51.
13
Lyle Mc Allister, Ob cit, p. 21.
14
Jorge I. Domínguez. Insurrección o lealtad: la desintegración del imperio español en América. p. 93

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En el caso de la Capitanía General de Venezuela, en opinión de Gerardo


Santiago Suárez, “para finales del siglo XVIII, se pueden distinguir
como en toda Hispanoamérica, dos tipos básicos de tropas: las mi-
licias y las llamadas tropas de líneas; encontrándose ambas bajo las
órdenes del Capitán General, aunque entre éste y los Gobernadores,
y el Intendente del Ejercito y Real Hacienda existía una guerra decla-
rada en términos de jurisdicción, manejo de erario y eficacia de sus
propias actuaciones”.15

De acuerdo con Gerardo Santiago Suárez, desde mediados de la cen-


turia, el sector pardo de la población tuvo una activa y prominente
presencia en las filas milicianas. En 1760 por real orden de 5 de
diciembre, el soberano expresa amplia “satisfacción del proceder de
los naturales y vecinos” de la provincia y resuelve, en consecuencia,
“que se formen de ellos…compañías de milicias…y que a todas las que
se sean se guarde el fuero militar, no sólo a oficiales sino también a
los sargentos, cabos y soldados…que se presentaren con uniformes
y armas; las cuales tanto en paz como en guerra han de gozar sin dis-
tinciones, de las mismas preeminencias que gozan las demás tropas
que sirven al sueldo”.16

En opinión del mismo Gerardo Santiago Suárez, la concesión en


tan inusitada forma, más que una gracia constituyó un premio a las
clases populares por su decidida actuación en la provincia a finales
de la primera mitad del siglo XVIII, con motivo de la insurrección
encabezada por Juan Francisco de León, movimiento que puso en
pie de guerra a miles de hombres: blancos, mulatos, indios, negros y
mestizos en general, que integran una hueste racialmente heterogé-
nea17, circunstancia que no dejó de generar malestar y preocupación
en ciertos sectores de la sociedad colonia venezolana.

15
Gerardo Santiago Suárez citado en Domingo, Irwin, e Ingrid, Micett. Caudillos, militares y poder. Una historia
del pretorianismo en Venezuela. p. 32.
16
Gerardo Santiago Suárez. Las Milicias. Instituciones militares Hispanoamericanas.pp.213-214.
17
Ibídem, p. 214.

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Lo más importante siguiendo el análisis de Lyle McAllister, es que


unas de las influencias más perturbadoras, introducida en la sociedad
americana por las reformas de Carlos III, fue la de los privilegios del
ejército reorganizado y extendido; destacando entre éstos el fuero
privilegiado, el cual concedió el derecho para disfrutar una jurisdic-
ción independiente de la ordinaria. Dichos fueros o jurisdicciones
privilegiados eran la expresión jurídica de una sociedad en la cual el
Estado era considerado no como una comunidad de ciudadanos que
disfrutaban derechos y obligaciones iguales, sino como una estructura
de clases con funciones únicas y peculiares.18

III. Las relaciones civiles-militares en el marco de los procesos


independentista y postindependentista (1810-1830)

Tal como apunta Juan Carlos Chaparro Rodríguez, “en virtud del
‘súbito y vertiginoso’ ascenso y del singular posicionamiento social
e institucional que los uniformados alcanzaron en el marco de la
gesta de independencia, las tradicionales elites hispanoamericanas
vieron en dicho fenómeno una verdadera amenaza para sus intereses
sociales, políticos, económicos y burocráticos”, ya que además de
constituirse en hacedores de guerra”, los militares también se posi-
cionaron como uno de los pilares fundamentales sobre los cuales se
empezó a erigir el nuevo orden político, institucional y estatal, gracias
al papel cumplido en los campos de batalla, al liderazgo que en todo
sentido habían constituido y a la legitimidad y el apoyo social que
recibían públicamente”.19

No obstante, como señala el mismo autor, “aunque en la mayoría de


sus discursos la élite expresaba su aversión no directamente a los
militares, sino a su espíritu militarista y a la brutalidad que la solda-
desca desenfrenada había desencadenado en la sociedad colombiana,
especialmente desde que a mediados de la década de 1820 y durante

18
Lyle Mc Alister, Ob cit, p.22.
19
Juan Carlos Chaparro Rodríguez. Las relaciones político-militares en el marco de la transición política en
Colombia 1810-1838. p. 17.

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los años subsiguientes se desataron sublevaciones, insubordinacio-


nes y levantamientos militares en varios lugares de la república, su
permanente petición respecto de la necesidad de disminuir sustan-
cialmente al Ejército, e incluso, abolirlo y reemplazarlo si acaso por
una Guardia Civil”.20 En este sentido, dichas insurrecciones sirvieron
en su conjunto para que los políticos reafirmaran y radicalizaran su
postura frente a los uniformados, enfatizando la necesidad de fijar
claramente los límites que debían tener los militares en el desa-
rrollo de sus funciones, y especialmente, para determinar “el lugar
subordinado que éstos debían mantener con respecto a las leyes, las
instituciones y las autoridades”.21

En el caso venezolano, como refiere Chaparro Rodríguez, si bien es


cierto que un principio nuestros militares demostraron sumisión,
lealtad y fidelidad a las leyes establecidas para regular el nuevo or-
den político e institucional, con el paso de los años fueron haciendo
expresa su desavenencia frente a diversas cuestiones contempladas
en la Constitución de 1821 y en la legislación ordinaria que se había
promulgado, pero fundamentalmente, frente a buena parte de las
órdenes que desde la capital se emitían por consideraciones contra-
rias al interés de los venezolanos, por no decir que al suyo propio.
Ocurriendo que la tensa relación entre neogranadinos y venezolanos
sólo llegó a tener como barrera de contención al mismo Bolívar.22

A. Las relaciones civiles-militares (1810-1819)

Desde el mismo momento que se inicia el proceso de emancipación,


se comenzaran a notar las tensiones entre el sector civil y militar en
el marco de la ruptura del nexo colonial y la formación de los nuevos
estados en Hispanoamericana. En el caso venezolano, el 25 de abril
de 1810, se presentó públicamente la organización de la “Suprema
Junta que gobierna a estas provincias de Venezuela en el real nombre

20
Ibídem, p. 28.
21
Idem.
22
Idem.

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del señor don Fernando VII”.23 En ésta, Lino de Clemente asume la


Secretaría de Guerra y Marina. En el mismo documento se menciona
a las autoridades militares, información que recoge José de Austria
en su clásico libro Bosquejo de la historia militar de Venezuela, de la
siguiente manera:

“(...) y por último, se puso a cargo del coronel don Fernando


Toro el Gobierno Militar, y en calidad de su secretario (...)
Ramón García de Sena. Para la llamada Junta de Guerra y
Defensa de las Provincias Fernando Toro, de los comandan-
tes generales Don Nicolás de Castro y Don Juan Pablo Ayala,
de los coroneles de artillería e ingenieros Don José de Salce-
do y Don Juan Pérez, de los comandantes del escuadrón de
caballería Don Antonio Solórzano, y del Batallón veterano
Don José Antonio Urbina, y se nombró de Secretario al capi-
tán don José Sata y Bussi.24
En el mismo texto de Austria se documenta un interesante caso en
el que ya se aprecian presiones del sector militar sobre la Suprema
Junta:

Ocurrió por este tiempo un hecho que llamó mucho la aten-


ción del Gobierno y de los amantes de la libertad racional. El
gobernador militar, don Fernando Toro, presentó a la Jun-
ta, por la Secretaría de Guerra, una petición firmada por
él mismo y los oficiales, por clases, de los cuerpos acuarte-
lados en la ciudad, solicitando la expulsión del presidente,
don José de Llamozas, de los vocales don José Félix Sosa,
don Nicolás Anzola y don Fernando Key Muñoz (…) unos
se le imputaba adhesión a la Regencia y a otros corrupción
en el desempeño de sus empleos. (…) Separados aquellos

23
Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el Siglo XIX. (Textos para su estudio). 1810-1830, Doc. No1, Vol.
1, p. 5
24
José de Austria. Bosquejo de la historia militar de Venezuela. Vol. 1, p. 98.

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miembros, se les mandó formar causa; más al fin, declaró la


misma Junta que eran inculpables y que debían ser restitui-
dos a sus puestos.25
Lo más relevante del episodio descrito por Austria, es que evidencia
las graves diferencias que surgen entre las autoridades civiles y el
sector militar en el marco del movimiento emancipador venezolano.
En opinión de Domingo Irwin, este evento “de seguro influyó en el
ánimo del patriciado criollo para asegurar mecanismos institucionales
de control civil sobre la organización militar, y muy particularmente
sobre sus oficiales y jefes. El patriciado civil temía el potencial político
de los pretorianos, de los hombres de armas; de allí las disposiciones
constitucionales de la efímera Carta Magna Federal de 1811 sobre
la organización militar, así como el énfasis dado a las milicias como
medio idóneo de defensa”.26

Siguiendo con el análisis, “para el 18 de mayo de 1810 se organiza


la ‘fuerza constitucional del edificio militar’, (…) produciéndose
cambios de oficialidad en el batallón Veterano de Caracas; Batallón
de Milicias de Blancos de Caracas; se crean dos escuadrones de
caballería, uno en los Valles de Aragua y el otro en Valencia, y se
restituyeron las Comandancias de Pardos en Caracas, Aragua y Va-
lencia. En mayo de 1810, la Junta Gubernativa de Caracas ordena su
primera movilización. Además como parte de este proceso se crean
una Academia Militar y una Escuela Náutica desde finales de 1810,
aunque debe enfatizarse que la vida de éstas fue efímera debido
al colapso de la calificada por Bolívar como República Aérea”.27 En
este sentido, como señala Domingo Irwin, “para 1812 no existía
efectivamente una organización militar republicana; cuando más,
guerrillas aisladas era todo lo quedaba del liberal aparato guerrero,
montado por los Patricios del 19 de abril de y 5 julio. El triunfo de
Monteverde significó un descalabro total en términos militares

25
Ibídem, pp. 99-100.
26
Domingo, Irwin, y Ingrid, Micett. Caudillos, militares y poder. Una historia del pretorianismo en Venezuela.
p. 35.

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para la causa de la República. Pero con la derrota del movimiento


republicano de 1810-1812 se derrumba no sólo el Ejército Patriota
sino también la legalidad y emerge en el siglo XIX venezolano el
personalismo como sustituto de la institucionalidad”.28

No será sino hasta finales de 1817 cuando se comienza a organizar


efectivamente un nuevo y eficiente aparato militar republicano, y esta
vez desde una porción periférica de la Capitanía General firmemente
en manos del sector patriota. El 24 de septiembre de 1817 crea Bolívar
un Estado Mayor General, el 10 de octubre de ese año edita la “Ley de
Repartición de Bienes Nacionales como recompensa a los oficiales a los
oficiales y Soldados. Se organiza un gobierno provisional que admite
al Libertador como “Jefe Supremo de la República” con un Consejo
de Estado y luego con un Consejo de Gobierno.29 Si bien el esfuerzo
republicano por vencer fracasa en 1818 ante las fuerzas de Morillo, a
diferencia de las ocasiones anteriores el aparato militar republicano
no se desmorona, no se desarticula. Como señala Domingo Irwin, la
derrota militar de 1818 es convertida por el Libertador en un triunfo
político ya que al convocar el Congreso de Angostura, logra reafirmar
su condición de líder del movimiento republicano y volver, al menos
en el papel, a la legalidad institucional. En síntesis, durante los años
comprendido entre 1817-1819, el movimiento republicano logra un
nivel de organización real como nunca antes, desde el inicio mismo
de la Revolución.30

B. Las tensiones entre los sectores civil y militar (1819-1830)

La campaña de la Nueva Granada en 1819 marca un hito fundamen-


tal en la organización militar republicana. La oficialidad que había

27
Sobre el proceso de reorganización de la estructura militar durante la transición a la República en Venezuela
ver los documentos N°2, 3 y 5 compilados en Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el Siglo XIX. (Textos
para su estudio). 1810-1830. pp. 7-41.
28
Domingo, Irwin, Ob cit, pp. 39-40.
29
Ver los documentos N° 256, 258, 261 y 264 en Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el Siglo XIX. (Textos
para su estudio). 1810-1830. pp. 293-294, 295-297, 318-320 y 324-325.
30
Domingo, Irwin, Ob cit, p. 47.

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sobrevivido a los agitados años desde la pérdida de la Primera Re-


pública conocerá, al fin, triunfos permanentes. La joven oficialidad
y tropa reclutada y entrenada desde 1817 adquiere la experiencia de
combate que los convertirá en veteranos. Batallas como Pantano de
Vargas y Boyacá, marcan el inicio de una serie de grandes triunfos
militares patriotas.

Como describe Domingo Irwin, en el proceso de reorganizar la es-


tructura militar republicana durante los años 1818-1819, un aspecto
interesante de análisis es el reiterado esfuerzo del Libertador por
diferenciar claramente las áreas de influencia y competencia entre los
militares y las autoridades civiles. Así desde Angostura, el 3 de julio
de 1818 decreta lo siguiente sobre “Atribuciones de los Gobernadores
Políticos y Militares”:

Art. 1° Los gobernadores políticos de provincia no ejercerán


otras funciones que las de Tribunal de primera instancia con-
forme al Decreto de 6 de octubre de 1817.
Art.2° La alta policía y la policía municipal de las provincias
corresponderá en adelante a los gobernadores comandantes
generales de las mismas. (…)
Como jefes de la policía de la provincia, los gobernadores co-
mandantes generales serán presidentes de las municipalida-
des, convocarán y presidirán las asambleas de los padres de
familia, recibirán sus sufragios y los de los electores confor-
me al reglamento de 6 de octubre de 1817 sobre la creación
de la Municipalidad. (...)
Art.4° Los gobernadores o comandantes militares de pla-
za, ciudad, villa o pueblo ejercerán dentro de ellas la policía
como tenientes del gobernador comandante general de la
provincia.
Art.5° Quedan derogadas, sin valor ni efecto alguno, cuantas
leyes, decretos o reglamentos atribuyan a los gobernadores

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Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso Constituyente de 1830
Prof. Frank Rodríguez
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políticos de provincia el ejercicio de la policía en la parte en


que se oponga a algunos de los antecedentes artículos.31
A juicio de Domingo Irwin, “este documento demuestra la existencia
de tensiones entre las autoridades civiles y militares, hasta el grado
que se decide fijar claramente los limites de poder de cada uno dentro
de las particulares condiciones de una República que buscaba orga-
nizarse, inmersa en un agudo conflicto bélico”. No era El Libertador
partidario de la subordinación del poder civil ante la jerarquía militar,
como tampoco favorecía la fusión de las funciones civiles y militares
en la burocracia republicana.32 En este sentido, ante el Congreso de
Angostura, en febrero de 1819, señala: “Muchos reveses hemos su-
frido por estar reunidos el Poder militar y el civil (...) yo me atrevo a
rogar a los representantes del pueblo se dignen admitir la respetuosa
renuncia que hago a la presidencia...” 33

La actitud de Bolívar presente en la cita anterior era una respuesta


ante una realidad evidente en el sector republicano: el choque o con-
flicto de interés entre las autoridades civiles y los jefes militares en
campaña. Era evidente, pues, la necesidad de que dicho conflicto de
intereses no actuase en perjuicio del éxito del movimiento republicano
liberal; de allí la decisión de delimitar bien los campos de competencia
entre las autoridades civiles y militares. Por ello, luego del triunfo
de Boyacá, emite un “Decreto que señala Límites entre Autoridades
Políticas y Las Militares”:

Art.1 Los gobernadores comandantes generales de provin-


cias ejercerán,no sólo el mando de las armas en el distrito
que esté a su cargo, sino que será de su especial resorte la alta
policía y todas las funciones gubernativas.

31
Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el Siglo XIX. (Textos para su estudio). 1810-1830. Vol. 2, Doc. N°
284, pp. 382-383.
32
Domingo Irwin, Ob cit, p. 49.
33
Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el Siglo XIX. (Textos para su estudio). 1810-1830. Vol. 3, Doc. N°
310, pp. 27-28.

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Art. 2 Los gobernadores políticos de provincia, tendrán sólo


a su cargo la parte contenciosa, serán jueces de primera ins-
tancia y jefes de la baja policía.
Art. 3 Toca a los Comandantes generales la presidencia del
Cabildo o Municipalidad.
Art 4 Este decreto tendrá fuerza de ley en las provincias li-
bres de la Nueva Granada, mientras que, convocada la repre-
sentación nacional, se establece el sistema de gobierno que
los pueblos crean más conveniente.34
El esfuerzo del Libertador por delimitar taxativamente los campos
de competencia entre las autoridades civiles y militares, se materia-
lizará en el nombramiento en la vicepresidencia de Venezuela de un
civil neogranadino: Francisco Antonio Zea. Hecho que evidencia la
subordinación de la organización militar ante las autoridades civiles
en lo referente a la gerencia política de la sociedad. Sin embargo,
dicha medida se vio frustrada toda vez que durante ausencia de An-
gostura del Libertador debido a la campaña de la Nueva Granada, Zea
es obligado a renunciar por parte de los generales Santiago Mariño,
Juan Bautista Arismendi quienes se hacen ilegítima e ilegalmente
del gobierno. Al regresar Bolívar triunfante de la Nueva Granada, se
soluciona en principio la conflictiva situación institucional. En estas
circunstancias se crea la República de Colombia en la que se inten-
tan imbricar los pueblos de Venezuela y la Nueva Granada por Ley
Fundamental, el 17 de diciembre de 1819, donde entre los firmantes
se encuentra el reincorporado a las actividades públicas Francisco
Antonio Zea.

Tal como sostiene Domingo Irwin, la importancia del episodio antes


señalado, radica en que revela el papel cada vez más protagónico
del sector castrense patriota en los asuntos públicos de gobierno
durante el proceso independentista. Evidenciaba como las necesi-
dades bélicas y de una organización eficiente del aparato militar
34
Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el Siglo XIX. (Textos para su estudio). 1810-1830. Vol. 2, Doc. N°
346, pp. 98-99.

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Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso Constituyente de 1830
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libertador se proyectaban peligrosamente sobre la estabilidad


institucional republicana. En este sentido, a juicio de Irwin, estas
circunstancias de seguro influyeron en los legisladores que forjan
la Constitución de Colombia de 1821 o de Cúcuta, donde se dejará
de privilegiar al sector castrense para efectos del voto, el cual había
sido instrumentado en la Constitución de 1819.35

Con relación a las tensiones experimentadas entre las autoridades


civiles y militares en Venezuela en la década de 1820, tenemos que
las mismas se intentaron solventar en los distintos departamentos
en que se dividió la antigua Capitanía General de Venezuela a través
de la creación del Jefe Civil y Militar, es decir la fusión de la auto-
ridad civil y militar personificada ésta en un hombre de uniforme.
Quien asume inicialmente dicho cargo facultado por el Congreso el
14 de octubre de 1821 es el General de División Carlos Soublette. En
opinión de Irwin, “el resultado inmediato de esta situación es que
el prestigio guerrero se vincula con la jefatura local y provincial en
detrimento de la auténtica autoridad civil. En consecuencia quienes
ven así su poder de hecho reafirmado son los caudillos republicanos.
Particularmente favorecido por esta situación es el llanero y general
en jefe José Antonio Páez, especialmente después de los sucesos del
movimiento conocido como La Cosiata”.36

En cuanto al episodio de La Cosiata su importancia radica en que una


vez más revela la situación crítica relativa a las áreas de influencia
y competencia entre las autoridades civiles y militares, lo cual se
materializó en el conflicto entre el Intendente del Departamento de
Venezuela Juan de Escalona y el Comandante General José Antonio
Páez, quien tras su destitución por parte del gobierno central de

35
Medida que a juicio de Domingo Irwin, más que responder a una actitud populista, buscaba vincular al sector
militar en la reconstrucción institucional de la república. Domingo Irwin. “El voto militar en Venezuela: Una
visión histórica de conjunto”. p.2. También sobre el tema del voto militar ver: Germán Guía Caripe. “El voto
militar de 1819: Instituido durante las vicisitudes de la Guerra de Independencia”. Caracas, Conhisremi,
Revista Universitaria de Investigación y Diálogo Académico, Volumen 4, Número 1, 2008.
36
Domingo Irwin. “El voto militar en Venezuela: Una visión histórica de conjunto”. p. 5.

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Bogotá, se convirtió en la figura central capaz de ser el jefe de una


reacción anticolombiana y antibolivariana.

De acuerdo con Juan Carlos Chaparro Rodríguez, “uno de los ele-


mentos más importantes que sobresalen en el marco de este proceso
es aquel que tiene que ver con el desconocimiento del ordenamiento
jurídico y constitucional legalmente aprobado en 1821. En este
sentido, al presentar juramento ante la municipalidad de Valencia,
comprometiéndose a cumplir y defender los pactos allí firmados,
y al hacer pública su decisión de someterse sólo ante la autoridad
de Bolívar, el general Páez intentaba cimentar la legitimidad de sus
acciones en el respaldo de sus seguidores y no su sometimiento al
orden jurídico establecido”.37 Por su parte y en un tono similar,
Domingo Irwin, señala que “el movimiento separatista finalmente
fracasa en 1827, luego de meses en los cuales había tomado cada
vez más fuerza; pero es el Libertador quien personalmente domina
el movimiento separatista venezolano; no son las instituciones, ni
las leyes y procedimientos legales que los extinguen por tres años,
las intenciones venezolanas de fraccionar la Unión Colombiana”.38
En definitiva, los esfuerzos por mantener la existencia de la Unión
Colombiana fracasan. El 2 de enero de 1830 comenzaron, en Bogotá
las sesiones preparatorias del Congreso Constituyente que había
convocado el Libertador el año anterior, pero once días después, el
13 de enero, Páez convocó por decreto la realización de elecciones
para un Congreso constituyente venezolano, en Valencia, que debía
instalarse el 30 de abril, lo cual sólo ocurrió el 6 de mayo de 1830.
IV. Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Con-
greso constituyente de 1830

El congreso constituyente se instaló en Valencia el 6 de mayo de 1830,


con la asistencia de 33 diputados de los 48 que se habían elegido en
37
Juan Carlos Chaparro Rodríguez. Las relaciones político-militares en el marco de la transición política en
Colombia 1810-1838. pp. 165-166.
38
Domingo, Irwin, y Ingrid, Micett. Caudillos, militares y poder. Una historia del pretorianismo en Venezuela.
p. 63.

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Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso Constituyente de 1830
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representación de las provincias de Cumaná, Barcelona, Margarita,


Caracas, Carabobo, Coro, Mérida, Barinas, Apure y Guayana. Entre
los diputados más destacados figuran Ángel Quintero, Diego Bautista,
Andrés Narvarte, Santos Michelena, Diego Bautista Urbaneja, José
María Vargas y Alejo Fortique. El primer presidente de la Asamblea
fue Francisco Javier Yanes, cargo que luego ejercieron Miguel Peña
y Carlos Soublette.

Aunque en el congreso constituyente de 1830, se debatió y legisló


sobre las bases jurídicas de la República de Venezuela, uno de los
temas más controversiales fue el tema del fuero militar, el cual puso
en evidencia las tensiones entre las dos principales fuerzas socio-
políticas que emergen de las guerras de independencia: el patriciado
civil y los caudillos militares.

A. El debate sobre el fuero militar en la constituyente de 1830

Una primera aproximación al clima que rodeó el debate sobre el fuero


militar en el congreso constituyente de Valencia, se puede establecer
a partir de los planteamientos hechos en una publicación titulada
Revista de Colombia y Venezuela, Unificada y Separada con sus males y
remedios, dedicada al Congreso Constituyente de 183039, que aparece
en mayo de 1830 y en la que se analizan los orígenes del problema
militar en nuestro país, en los siguientes términos:

La guerra de independencia llevada desde Venezuela hasta


Bolivia, formó tres repúblicas y dejó en problema su libertad.
La permanencia de un ejército hizo millares de guerreros, las
victorias les dieron influjo; y el poder de los militares, fue
consecuencia necesaria de la guerra que hemos prolongado
por veinte años. Los gefes [sic] de departamento de provin-
cia, de cantón, las oficinas de hacienda, la cámara, el sena-

39
La Revista de Colombia y Venezuela, Unificada y Separada con sus males y remedios, dedicada al Con-
greso Constituyente de 1830 fue el órgano de divulgación de La Sociedad Republicana de Caracas.

408
Revista Mañongo
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do, el altar mismo, fue ocupado por los hombres de guerra,


y toda la administración se hizo militar; y dividiendo los ge-
nerales entre sí los honores, las glorias y la riqueza, se adju-
dicaron también el poder civil que uncieron a la fuerza. Este
ha sido un orden natural de los acontecimientos, resultado
preciso de la revolución (…)40
Tal como se puede apreciar las palabras del editor de la Revista de Co-
lombia y Venezuela, Domingo Briceño y Briceño41, expresan la rivalidad
que se produce entre políticos y militares en razón de la participación
que los uniformados estaban teniendo desde la década de los 20 en los
cargos que los civiles consideraban de su propiedad. En este contexto
es importante tener presente como lo hace el historiador colombia-
no Juan Carlos Chaparro Rodríguez, que el Ejército Libertador en
cuyas filas llegaron a movilizarse cerca de treinta mil hombres, llegó
a configurarse en un agente catalizador de los procesos políticos y
sociales gestados en la naciente república.42 Siguiendo con el análisis
del problema militar por parte de Briceño y Briceño, tenemos que a
su juicio tras la finalización de la guerra de independencia:

(…) el ejército debió disolverse, no hay excusa; y este el cargo


formidable contra el Libertador de tres repúblicas. El solda-
do debió volver a su hogar, el oficial conservar su honor y
retener el grado y emolumento a que se hizo acreedor por sus
servicios; pero desde entonces debió cesar la fuerza perma-
nente y de línea y sustituirle la milicia nacional (...)43
Es oportuno señalar que el problema del pie de fuerza del ejército no
escapó a los temas sobre los que legisló el Congreso Constituyente
40
Revista de Colombia y Venezuela, Unificada y Separada con sus males y remedios, dedicada al Congreso
Constituyente de 1830. p. 5.
41
Domingo Briceño y Briceño aparece en la portada de la revista con el seudónimo “D. de Tierra Firme”.
42
Juan Carlos Chaparro Rodríguez. Las relaciones político-militares en el marco de la transición política en
Colombia 1810-1838.p. 154.
43
Revista de Colombia y Venezuela, Unificada y Separada con sus males y remedios, dedicada al Congreso
Constituyente de 1830. p. 5.

409
Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso Constituyente de 1830
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de Valencia, que entre sus primeras medidas procedió a licenciar a


los oficiales que carecían de un destino militar inmediato. Asimismo,
prohibió el ingreso al territorio venezolano de todos aquellos militares
que considerara como un peligro potencial para la causa separatista
venezolana.44

Con relación a la responsabilidad de El Libertador en los privilegios


otorgados a los militares, comenta Briceño y Briceño:

Si el general Bolívar, a quien el destino elevó sobre sus con-


militones, a quien los pueblos confiaron su primer magistra-
tura, a quien la fama discernió el poder del influjo, y la im-
portancia sobre estas tres bellas comarcas [Colombia, Perú y
Bolivia] de América del Sur, hubiera cuidado de restringir la
fuerza permanente, y empeñándose de buena fe en dar es-
tabilidad al poder civil, él hubiera echado los fundamentos
indestructibles de un gobierno libre y vigoroso, y Colombia
sin disputar mucho en la forma se habría constituido en im-
perio o república, si sus pasos hubieran marcado la justicia
y la franqueza por base de su conducta; pero no lo hizo, y el
general Bolívar sólo es culpable de nuestros desastres. Por un
error de cálculo, de este hombre desgraciado [Bolívar], creyó
que nada podía establecerse en Colombia sino por las bayo-
netas, y solo ha contado por hombres importantes a los que
brillaban por estrellas y galones, muy buenos sin duda para
adquirir, inútiles para conservar..45

También a efectos de resaltar el clima de opinión abiertamente con-


trario a la participación de los militares en los asuntos públicos con el
que se inician las sesiones del congreso constituyente, se puede citar

44
Domingo, Irwin, y Ingrid, Micett. Caudillos, militares y poder. Una historia del pretorianismo en Venezuela.
p. 66.
45
Revista de Colombia y Venezuela, Unificada y Separada con sus males y remedios, dedicada al Congreso
Constituyente de 1830. p. 6.

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un anónimo recibido por dicho organismo, fechado en Barinas el 28


de mayo de 1830, en el que se pide: “se quite el poder a los inmorales
y orgullosos y se separe el mando militar del civil”, ya que según sus
proponentes:

No queremos que nos manden hombres que consentidos en


su poder y en su orgullo, han abusado de la autoridad para
vejar y cometer arbitrariedades, ni hombres ignorantes y
fuertes o adustos que han tenido oprimidos los pueblos que
por desgracia han gobernado, ni hombres, en fin, contra
quienes han sudado las prensas representándolos tales como
son, para que no se les destine a mandar hombres libres suje-
tos sólo al imperio de la ley y no al capricho.
También desearíamos que el mando militar no estuviese uni-
do al civil, esta es una de las fuentes del despotismo.
A vosotros nos dirigimos, honorables Representantes, su-
plicándoles que pronto, pronto, póngase remedio al mal que
nos abruma en la Administración Civil y que no es posible
soportar por más tiempo.46

Quizás como respuesta al anónimo arriba mencionado y como una


manera de limpiar la imagen del sector militar ante la opinión publi-
ca, varios oficiales de las Brigadas de Anzoátegui y Junín, elevaron
ante el Congreso Constituyente, un comunicado fechado el 25 de
junio de 1830, en el que expresan lo siguiente:

Representantes legítimos del pueblo! Vivid seguros que


nuestras intenciones y esfuerzos se dirigirán siempre al
bien de la Patria. Las armas que ella depositó en nuestras
manos, son para sostener vuestras sagradas resoluciones:
ellas contienen el gérmen fecundo de nuestra felicidad, y él
se desarrollará, o nosotros dejaremos de existir.
46
Actas del Congreso Constituyente de 1830, p. 399.

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Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso Constituyente de 1830
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Ilustres depositarios de la confianza nacional! No lleguéis


jamás ni remotamente a considerar en nosotros los pretoria-
nos de César, los gendarmes del tirano de la Europa, ni los es-
clavos armados del moderno Julio; semejante injusticia sería
incompatible con vuestros nobles y generosos sentimientos.
Ciudadanos de Venezuela, idólatras de su libertad, sólo ella
nos interesa, para después a su sombra saborear en el seno
de la paz sus preciosos frutos, seguros de que, colocados en-
tre ellos por vuestra sabiduría, encontrarán los servidores de
la Patria la recompensa legítima de sus largas fatigas e im-
portantes servicios.47
En el seno del congreso constituyente, el discurso más contundente
a favor de la abolición del fuero militar lo desarrolló el diputado Juan
de Dios Picón, el 10 de julio de 1830, en ocasión de la aprobación
en la sesión del día 2 de julio del artículo 2 de las garantías para el
Gobierno provisorio. En este sentido, comienza el constituyentista
su argumentación de la siguiente manera:

El fuero privilegiado, señor, es como un velo denso que cubre


la hermosa imagen de la Libertad, sin dejarla ver en todo su
esplendor. Es como una enfermedad, que paraliza sus movi-
mientos y entorpece la marcha rápida y majestuosa que de-
bería llevar. Es semejante a una ola impetuosa, que batiendo
una muralla, la rinde y al fin la vence. Estando fundado el
gobierno republicano sobre la igualdad legal, y sobre la jus-
ticia y la razón, no sé cómo pueda conciliarse y convenir con
una institución cuyo origen y objeto son despóticos, que es
el gusano roedor de los principales liberales, que destruye la
igualdad y anula todos los derechos.48

47
Ibídem, p. 419.
48
“Discurso del diputado Juan de Dios Picón sobre la necesidad de abolir todo fuero privilegiado”. 10 de julio
de 1830. En Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el Siglo XIX. (Textos para su estudio). 1810-1830.
Vol., 6, Doc. 755, p.19

412
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En la exposición del diputado Juan de Dios Picón, se aprecia más


allá de las figuras retóricas presentes en el mismo, como el fuero
privilegiado contradice y amenaza los derechos inherentes al régi-
men republicano. Dicha argumentación la desarrolla Picón en los
siguientes términos:

El fuero privilegiado ataca la libertad, porque inspira cierto


orgullo y superioridad, que les hace creerá los unos que son
superiores a los demás, que todo se les debe y que todo debe
ceder a su voluntad; a los otros, cierta abstracción y aleja-
miento de la sociedad. Los unos aspiran a la dominación;
los otros no aspiran a dominar, con tal que no sean domi-
nados. Envanece a los privilegiados y humilla a los ciudada-
nos. De aquí nace esa tendencia continua contra la libertad,
esa división funesta que nos tiene separados, que debilita y
enerva los lazos y demás vínculos sociales que son tan nece-
sarios para conservar la buena armonía en una República.49

En términos generales, discursos y propuestas como la del diputado


Juan de Dios Picón sobre el fuero militar, no dejaron de producir
reacciones en los hombres de armas. Así, al poco tiempo de la parti-
cipación del diputado por el estado Mérida, los militares dirigieron
el 26 de julio de 1830 una representación al congreso en la que se-
ñalaban lo siguiente:

¿Habrá, pues, alguno que desconozca la espontánea co-


operación de los individuos permanentes y auxiliares que
componen el Ejército de Venezuela, para conseguir su in-
dependencia y libertad? ¿Podrá dudar la nación, a la vista
de nuestro comportamiento, que tenemos un interés deci-
dido por sostener su irrevocable resolución de no depender
de ninguna dominación extraña, ni del influjo personal de

49
Idem.

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Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso Constituyente de 1830
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ningún poderoso? No creemos que haya un venezolano ca-


paz de dudar de nuestra consagración a la causa pública.50
Por otra parte, destacan los miembros del ejército en el mismo docu-
mento, que de haber seguido participando en los asuntos públicos,
el Congreso Constituyente hubiera meditado más profundamente el
artículo 33 del “Decreto de Garantías a los Venezolanos”, que “des-
afuera” a todo militar que no esté en rigoroso [sic] servicio, y que: “(…)
sancionó la extinción del fuero a tantos compañeros retirados dignos
de mejor suerte”.51 Asimismo, el peligro que veían ciertos sectores del
ejército, era que si por rigoroso servicio se entendía el acto del servicio
militar, como estar de centinela, de guardia, patrulla o formación;
hasta la fuerza permanente estaría “desaforada”.52

En consecuencia, ante lo que consideran como medidas que afectan


al sector militar, concluyen los hombres en armas su manifiesto
afirmando que: “No es el militar de peor condición que el eclesiástico
y el civil. También nosotros tenemos derecho de defender nuestros
estatutos”.53 Por último, y en un tono desafiante a las autoridades
civiles, se terminan preguntando lo siguiente: “¿Quieren, acaso que
al despojarnos de un derecho tan innato a nuestra clase, como es el
fuero, estemos impasibles y mudos?”54

En las circunstancias antes descritas, lo más relevante fue la actitud


del sector civil, que en una respuesta al manifiesto de los militares,
dirige el 18 de agosto de 1830, un comunicado al ejecutivo en el
que se presentan los siguientes considerandos en lo que el congreso
constituyente ratifica su postura ante la expresión riguroso servicio,
contenido en el artículo 33 del Decreto de Garantías a los Venezolanos:

50
“Representación dirigida al Congreso por varios jefes y oficiales sobre el Fuero Militar. Breve exposición
de varios Jefes y Oficiales del Ejército de Venezuela”. En Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el Siglo
XIX. (Textos para su estudio). 1810-1830. Vol., 6, Doc. 758, p. 33.
51
Ídem.
52
Ibídem, pp. 33-34.
53
Ibíd., p. 34.
54
Ídem.

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1° Que es una atribución natural del Congreso resolver las


dudas que promuevan que se promuevan sobre la inteligen-
cia de las leyes.
2° Que el Ejecutivo, en su nota anuncia entenderse por servi-
cio activo, aquel en que están las tropas acuarteladas, y todo
oficial destinado y con ejercicio en el Estado Mayor, o en los
cuerpos y puntos militares, en guarnición, en marcha o en
campaña.55

Finalmente, en septiembre de 1830, se aprueba una nueva Cons-


titución que tal como sugiere Allan Brewer Carías, consolidó la
República autónoma de Venezuela.56 A pesar de las presiones del
sector militar, los constituyentes incluyeron una serie de artículos
relativos a la organización Fuerza Armada pero sobretodo orienta-
dos a la demarcación entre la competencia civil y militar, como se
expresa por ejemplo en el Artículo 177 correspondiente al Título
24 “De los gobernadores, de provincia y jefes de cantón”, en el que
taxativamente se señala: “La autoridad militar nunca estará unida
a la civil”.57 Asimismo, en el Título 25 relativo a la Fuerza Armada,
se incluye el artículo 180, claramente orientando al control civil
sobre dicho cuerpo: “La Fuerza Armada es esencialmente obediente,
y jamás puede deliberar”.58

En cuanto al fuero militar, se sanciona el artículo 219 en el que se


declara lo siguiente:

Ningún venezolano deberá sujetarse a las leyes militares ni


sufrir castigo prevenido en ellas, excepto los que estuvieren
en actual servicio en el ejército permanente, y marina, y los

55
Las Fuerzas Armadas de Venezuela en el Siglo XIX. (Textos para su estudio). 1810-1830. Vol., 6, Doc.
756, p. 46.
56
Allan Brewer Carías. Historia constitucional de Venezuela. p. 341.
57
Constitución de 1830. p. 58.
58
Ibídem, p. 59.

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Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso Constituyente de 1830
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de las milicias que se hallaren en actual servicio, esto es,


que estén acuartelados y sean pagados por el estado.59
Es importante destacar que si bien la constitución se sancionó
en septiembre de 1830, los ecos del artículo 219 no dejaron de
sentirse en el sector militar, quienes en octubre del mismo año
manifiestan su disgusto a través de un documento que someten a
consideración del congreso constituyente, y en el que en su punto
n° 2 se señala:

Manifestarle el disgusto de los militares por haber declarado


el Congreso que los individuos del ejército y las milicias que
no se hallen en actual servicio no gozan del fuero de guerra,
por lo cual el Poder Ejecutivo espera que éste cuerpo adop-
te los medios que puedan conciliar los principios de nuestra
causa y su rigurosa defensa.60
Sin duda que más allá del descontento que pudo haber generado
el artículo 219 en los hombres en armas, lo que más llama la aten-
ción es que como un último recurso, los mismos canalizaron sus
demandas a través de la figura del gran caudillo José Antonio Páez.
Al mismo tiempo, destaca la firmeza de la comisión del congreso
encargada de estudiar el caso, que le ratifica al Poder Ejecutivo lo
siguiente:

(...) la comisión es de dictamen que el Congreso no debe de-


clarar el fuero de guerra a los militares que no se hallen en
actual servicio, bien sea que pertenezcan al ejército o a las
milicias, y sólo se atreve a decir que si el Poder Ejecutivo en-
cuentra alguna otra medida que pueda calmar el disgusto que
han manifestado algunos por la disposición del artículo 219
de la Constitución, y que dependa del Congreso sin riesgo de

59
Ibídem, p. 66.
60
Actas del Congreso Constituyente de 1830, Tomo IV, p. 282.

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quebrantar ésta, la proponga para tomarla inmediatamente


en consideración.61
En definitiva, aunque para 1830 se impone la institucionalidad en
torno a los avances en materia del control civil sobre la fuerza armada
presentes en la constitución de 1830, el sector armado no renunciará
a sus privilegios ni a su injerencia en los asuntos políticos, hecho
que se materializará en el episodio conocido como Revolución de las
Reformas.

Conclusiones

Como una primera aproximación al complejo tema de las relaciones


civiles-militares en la historia de América y Venezuela, podemos afir-
mar que la pugna en torno al privilegio asociado al fuero militar se
convirtió o fue percibido sobre todo a partir de la emancipación, en un
elemento atentatorio o en todos casos contradictorio con el republi-
canismo moderno fundamentado entre otras cosas en la igualdad de
todos los ciudadanos ante la ley. En este sentido, como demostramos
en esta investigación desde el sector civil se formularon propuestas
orientadas a la abolición de los privilegios del sector militar.

Asimismo, como hemos documentado en este trabajo, la aversión


hacia los hombres en armas comenzó a manifestarse desde el mismo
momento en que la Corona española bajo la dinastía de los Borbones,
implementó una sustancial reforma militar que prontamente se tra-
dujo en un importante proceso de movilidad social, toda vez que al
hacer su ingreso a las filas, muchos individuos originarios de diversos
grupos sociales, no sólo lograron insertarse en las estructuras de los
cuerpos armados, sino que también lo hicieron en las de la propia
sociedad colonial gracias a que la posesión de los grados militares los
hacía acreedores al reconocimiento, el prestigio y el disfrute de los
privilegios sociales y jurídicos que les proporcionaban tanto el fuero
militar como el status de grupo social y corporativo privilegiado.

61
Idem.

417
Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso Constituyente de 1830
Prof. Frank Rodríguez
PP 389-418

En función de lo antes expuesto, podemos señalar que el espíritu que


predominó durante el proceso constituyente de 1830 y que luego se
expresó en la Constitución de 1830, fue el intento de ejercer el control
civil sobre la fuerza armada a través de medidas como la separación
de la autoridad civil de la militar, y la declaratoria de la fuerza armada
como cuerpo obediente y no deliberante. En cuanto al tema del fuero
militar, a pesar de lo que se ha esgrimido en la historiografía vene-
zolana, la discusión giró fundamentalmente en torno a la expresión
riguroso servicio, contenido en el artículo 33 del “Decreto de Garan-
tías a los Venezolanos”, en que se contemplaba que el fuero militar
sólo amparaba a los oficiales activos. En otras palabras, en el seno
del congreso constituyente no se planteó como tal la supresión del
fuero militar sino su aplicación a los militares activos. Lo que como
demostramos no dejó de generar malestar en la fuerza armada por
afectar a los oficiales en situación de retiro.

Por último, quisiéramos concluir ratificando lo que señalamos en la


última parte de la idea anterior, es decir, aunque en 1830 se impuso
la institucionalidad en torno a los avances en materia del control civil
sobre la fuerza armada establecidos en la constitución de 1830, el
tiempo demostró que el sector armado no renunció a sus privilegios ni
a su injerencia en los asuntos políticos, hecho que se materializó en lo
inmediato en el episodio conocido como Revolución de las Reformas.

418

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