José Natanson Natalia Zuazo Martín Rodríguez Pablo Touzon

Juan Tokatlian Georges Lefeuvre Frédéric Lordon Serge Halimi

el dipló, una voz clara en medio del ruido Capital Intelectual S.A.

0000223181
Paraguay 1535 (1061)
abril 2019 Buenos Aires, Argentina
Publicación mensual
Año XX, Nº 238

522005
Precio del ejemplar: $110
En Uruguay: 100 pesos

9 771514
www.eldiplo.org

Aunque útil como táctica electoral, la polarización

impide generar una base amplia de apoyos para
recuperar un camino de desarrollo.

CÓMO
¿CÓMO
SALIR DE
Dossier

LA GRIETA?

El lado oscuro de las redes sociales

Escriben: Las plataformas como Facebook prometen derribar muros y reconstruir los lazos sociales
Eric Klinenberg en un mundo más horizontal y dialogante. Sin embargo, su avance genera un aislamiento
Marie Bergström creciente y una tendencia a la privatización de la vida y las relaciones afectivas.
2|
Devorados por la grieta
por José Natanson
L
a grieta tiene una historia y un contexto;
también tiene una definición. ¿Tiene sa-
lida?
Veamos.
•••
Por la naturaleza desequilibrada de su estructura
productiva, la economía argentina no produce de
manera genuina –es decir mediante exportacio-
nes– los dólares que necesita para funcionar. Así,
tras un cierto período de crecimiento, las necesida-
des de divisas de la industria, el turismo y la energía
superan los superávits del campo, dando origen a
la temida restricción externa. Esto frena el creci-
miento, dispara la devaluación y estimula la infla-
ción (y el conflicto social). Países con mejores do-
taciones de recursos naturales (Chile y su cobre)
o con patrones de consumo más modestos (Brasil
y su desigualdad) logran evitar este estilo de desa-
rrollo entrecortado, esta sucesión de stops and goes
que caracteriza a la economía argentina.
El resultado es la dificultad para consensuar un
modelo de desarrollo, un conjunto mínimo de po-
líticas que, más allá del sesgo que le imprima cada
gobierno, logren preservarse en el tiempo: en con-
traste con el liberalismo chileno y el desarrollismo
brasilero, nuestro país arrastra una puja irresuelta
entre la tradición liberal y la nacional-popular. Y
aunque quizás resulte exagerada la idea de una con-
tinuidad perfecta de un solo conflicto cuyo origen
se remonta al nacimiento mismo de las Provincias
Unidas del Río de la Plata y que luego fue adquirien-
do diferentes nombres (unitarios vs. federales, libe-
rales vs. conservadores, peronistas vs gorilas), co-
mo declinaciones testarudas de una única disputa,
un repaso a vuelo rasante por nuestra historia con-
firma esta evolución dicotómica y conflictiva, en la
que el cambio se tramita por sucesivas rupturas. No
hay un hilo invisible de la Revolución de Mayo a In-
tratables, pero sí un choque recurrente de proyectos
y una ostensible dificultad para sostener colectiva-
mente los cambios. Esa es la historia de la grieta.
El contexto, que excede a la Argentina, es el de la
reconfiguración del ecosistema mediático. Duran-
te la etapa de la televisión y la radio de masas, cuan-
do la comunicación audiovisual se limitaba a cua-
tro o cinco canales de aire y un puñado de emisoras
AM, programadores y editorialistas se veían obli-
gados a asumir posiciones ideológicas más amplias
–o más moderadas– para interpelar a universos ex-
tendidos. La aparición de la FM, su posterior trans-
formación de estaciones musicales en pequeñas
AM, más tarde la llegada del cable y por último la
aparición de los portales web multiplicó los emiso-
res y produjo una fragmentación de las audiencias
(1). Con cinco canales de noticias 24 horas y ocho
diarios de circulación nacional para sus escasos 44
millones de habitantes, Argentina es un ejemplo
perfecto de la necesidad de los medios de disputar
el mercado en un contexto de hipersegmentación
del público, creando así grupos de audiencias más
chicos que a su vez componen mundos ideológicos
alejados entre sí.
Desde su masificación hace unos diez años, las
redes sociales marcaron el paso de la hiperseg-
mentación a la hiperpersonalización, reforzando
este sesgo. Como explica Natalia Zuazo (2), las re-
des son, en esencia, empresas de publicidad cuya
rentabilidad depende de que pasemos dentro de
ellas la mayor cantidad de tiempo posible, lo que las
lleva a ofrecernos información que nos haga sentir
“cognitivamente cómodos”, es decir información
con la que estemos de acuerdo. Aplicando la lógica
predictiva, el algoritmo nos encasilla y nos radica-
liza, sumergiéndonos en un mundo en el que todos
piensan como nosotros.
•••
¿Qué es la grieta? La grieta es una forma de gobernar la
Argentina desde una minoría intensa. Es un estilo de
ejercicio del poder, un modelo de gobernanza. Como
sostienen Martín Rodríguez y Pablo Touzon, los dos
analistas que mejor han trabajado el tema (3), su origen
puede rastrearse al posconflicto del campo, cuando un
kirchnerismo súbitamente reducido en sus apoyos,
golpeado por la Resolución 125 y la derrota electoral, lo-
gró reconstruir su legitimidad a partir de una sucesión
de audaces reformas en clave progresista: estatización
de las AFJP, Ley de Matrimonio Igualitario, Asignación
Universal por Hijo, Bicentenario. Más que una radicali-
zación, estas iniciativas permitieron incorporar a otros
sectores, sumar temas y novedades, hasta final-
mente recuperar la “capacidad hegemónica” perdida.
Esta etapa, breve y casi podríamos decir positiva
de la grieta, fue dando lugar a un largo período en
el que la polarización se fue tornando cada vez más
inviable. El kirchnerismo perdió todos los comicios
posteriores a la reelección de Cristina, en tanto el
macrismo encontró en la grieta la forma de impo-
ner su programa regresivo de reforma socioeconó-
mica: su estrategia apunta a ganar el ballottage para
luego replegarse nuevamente a su núcleo minorita-
rio de votantes antiperonistas. Así, convertida en fi-
losofía de Estado, la grieta le permite a un gobierno
minoritario retener el poder, e incluso ganar elec-
ciones, pero no alcanza para emprender reformas
profundas y sostenibles, sean de izquierda o de de-
recha: las dificultades de Cristina para concretar
sus últimas iniciativas (democratización de la jus-
ticia, implementación de la Ley de Medios, memo-
Edición 238 | abril 2019
rándum con Irán) y del macrismo (reforma laboral,
tributaria, previsional) así lo demuestran. La grieta
es una apuesta a conservar el poder a cambio de pa-
ralizar la gestión: implica, en definitiva, resignar la
voluntad de cambio.
•••
La judicialización de la política acentúa la polariza-
ción. En efecto, la intromisión de los tribunales en
cuestiones antes reservadas a los políticos, el oscu-
ro protagonismo de los servicios de inteligencia y la
multiplicación de ex funcionarios presos hacen que
la disputa por el poder ya no sea sólo una disputa por
el poder: los políticos se juegan también su presti-
gio y su libertad, con el lógico resultado de que es-
tén dispuestos a hacer más cosas que antes para re-
tenerlo (resulta curioso que los dirigentes macris-
tas que festejan este fenómeno no perciban que en
cualquier momento se les puede volver en contra).
En este contexto, la política adquiere un plus de dra-
matismo que ensancha la grieta.
Un vistazo a los medios de comunicación, las no-
ches excitadas del cable y las redes parecería indi-
car que la atmósfera política sigue dominada por la
polarización. Las encuestas muestran un panora-
ma congelado: las últimas hablan de un oficialismo
que viene achicándose conforme se profundizan la
recesión y el deterioro social pero que aún conserva
el apoyo de un 25% de la sociedad, y un kirchneris-
mo que en las últimas semanas ha logrado sumar
voluntades y reducir sus niveles de rechazo pero
que todavía está muy lejos de representar a una ma-
yoría: el techo de Cristina como la principal obra
pública del gobierno.
¿Podrán el macrismo o el kirchnerismo sacarnos
de la grieta? El gobierno claramente lo ha descar-
tado, tal como confirma su estrategia de compen-
sar la total ausencia de avances materiales con un
giro punitivista y un discurso antiperonista cada
vez más tosco. Grieta o nada. Cristina, en cambio,
lo intenta con una serie de gestos de reconciliación,
apertura y unidad, aunque su entorno no siempre
la ayude y aunque al menos un sector de quienes
desconfían de ella difícilmente aceptarán sin más
esta versión edulcorada de su liderazgo.
A Roberto Lavagna, por último, le alcanzó con
una foto en sandalias y dos almuerzos para gene-
rar una expectativa que no se veía desde la aven-
tura de Sergio Massa en 2013. Más allá de la valo-
ración que cada uno pueda hacerse de su figura,
Lavagna reúne algunas cualidades que podrían
convertirlo en “el hombre de la hora”, con la acla-
ración de que en Argentina la hora puede durar
dos minutos: gestionó la economía en el peor mo-
mento de la crisis, es peronista pero parece radical
 |3

Staff
Di­rec­tor: José Natanson

Re­dac­ción
Pablo Stancanelli (editor)
Creusa Muñoz (editora)
Luciana Garbarino
Laura Oszust
Nuria Sol Vega (pasante)

Se­cre­ta­ria

El Atlas del
Pa­tri­cia Or­fi­la
se­cre­ta­ria@el­di­plo.org

Co­rrec­ción

Peronismo
Alfredo Cortés
Emmanuel Toledo

Diagramación
Cristina Melo

Co­la­bo­ra­do­res lo­ca­les
Carlos Alfieri
Nazaret Castro
Alfredo M. López Rita
Leandro Mora Alfonsín
Josefina Payró
Martín Rodríguez
Josefina Sartora
Bárbara Schijman
Juan Gabriel Tokatlian

y mantiene el nivel de interlocución con
sindicatos y empresarios necesario como
para encarar el dichoso “pacto social”.
Lavagna es un Duhalde más viejo que no
necesita proclamar que no aspirará a la
reelección y que por lo tanto podría li-
derar una gestión ordenadora, de transi-
ción, que abra el espacio para un nuevo
liderazgo. El problema es que ninguna
encuesta le asigna una intención de voto cercana
a la de Macri o Cristina: Lavagna es muchas cosas
pero no es todavía una demanda social.
•••
Hay dos formas de establecer políticas que trascien-
dan a un gobierno y se conviertan en activos sociales
permanentes. La primera es la imposición por par-
te de una fuerza hegemónica de una decisión que
al comienzo es resistida por la oposición pero que
finalmente, como resultado del apoyo social que
concita, es adoptada como política de Estado. Seña-
lemos como ejemplos la resolución pacífica de los
diferendos limítrofes con los países vecinos duran-
te el alfonsinismo, la gestión privada de los servicios
públicos durante el menemismo y la administra-
ción estatal de los fondos de pensión durante el kir-
chnerismo (salvo tal vez las low cost, resulta difícil
pensar en alguna decisión de estas características
adoptada por el macrismo). La segunda vía, la “vía
Moncloa”, es un pacto amplio que incluya a más de
A
Pablo Touzon
Marta Vassallo
Natalia Zuazo más de 70 años de su irrupción en la vida
pública argentina, el peronismo sigue
Editorial Ilustradores siendo el eje de nuestra política. Venera-
Gustavo Cimadoro do y denostado por igual, objeto, como
Sike decía Tomás Eloy Martínez, de infinitos fanatis-
mos, el peronismo concentra las energías progre-
Tra­duc­to­res
sistas y reaccionarias de una sociedad que no logra
Julia Bucci
superar sus divergencias ni suturar sus heridas.
Victoria Cozzo
En el decisivo año electoral, Le Monde diplo-
Georgina Fraser
matique, edición Cono Sur, lanza El Atlas del pero-
Teresa Garufi
nismo. Historia de una pasión argentina, que estará
Aldo Giacometti
Florencia Giménez Zapiola
disponible en kioscos y librerías a comienzos del
Víctor Goldstein
mes próximo. Tras el éxito de los atlas elaborados
Patricia Minarrieta
por la edición madre en París, que el Dipló viene
Bárbara Poey Sowerby traduciendo y publicando en Argentina desde ha-
Gustavo Recalde ce dos décadas, en los últimos años comenzamos a
María Julia Zaparart editar nuestros propios atlas: al primero, El Atlas
Carlos Alberto Zito de la Argentina, fue lanzado en 2016, y a él le siguie-
ron El Atlas de la revolución rusa y El Atlas de la re-
Diseño original volución de las mujeres. A fin de año publicaremos
Javier Vera Ocampo El Atlas de la educación argentina, que estamos
confeccionando conjuntamente con la Universi-
Publicidad dad Nacional Pedagógica.
Maia Sona Elaborados por nuestra redacción junto a un
publicidad@eldiplo.org equipo de infógrafos, diseñadores, especialistas
contacto@eldiplo.org en estadísticas y periodistas, los atlas de el Dipló
combinan el rigor y la solidez de los intelectua-
ww­w.el­di­plo.org les más destacados en las diversas disciplinas con
un lenguaje accesible y un despliegue visual úni-
co. Por su naturaleza mestiza, alejada tanto de los
Fotocromos e impresión: CARIVEZ S.A. Mom 2846/2852, Ciudad Autónoma de
Buenos Aires. Le Monde diplomatique es una publicación de Capital Intelectual

un partido. También hay ejemplos: el rechazo a las
asonadas carapintadas y el respaldo a la democracia
durante el alfonsinismo, el Pacto de Olivos durante
el menemismo, los acuerdos parlamentarios para
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salir de la crisis durante el duhaldismo y la AUH du-
rante el kirchnerismo.
La cantidad y la magnitud de los problemas que
le esperan al ganador de las presidenciales, que
reproducción de todos los artículos, en cualquier formato o soporte, salvo
acuerdo previo con Capital Intelectual S.A. © Le Monde diplomatique y Capital
En esta línea se inscribe el Atlas del peronismo,
Intelectual S.A.
Distribución en Cap. Fed. y Gran Bs. As.:
que incluye un amplio despliegue de imágenes,
Vaccaro Hermanos y representantes de Editoriales S.A. Entre Ríos 919, 1º piso. mapas, gráficos, infografías y cronologías. Cuenta
con artículos de Juan Carlos Torre, Carolina Ba-
Tel. 4305 3854, C.A.B.A., Argentina.

heredará un país empobrecido, sumido en la rece- La circulación de rry, Alejandro Horowicz, Miguel Bonasso, Paula
sión y con una deuda explosiva, hacen pensar en Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, del mes
Abal Medina, Ezequiel Adamovsky y Mario Ra-
la necesidad de un acuerdo que contenga a diver- de marzo de 2019 fue poport, entre otros.
sos sectores económicos, políticos y sociales. La La elección del tema responde a una doble in-
de 25.700 ejemplares.

polarización, ya lo dijimos, puede ser una estrate-
gia eficaz para retener el poder pero no para mo-
dificar la realidad, tarea a la que el nuevo gobier-
no deberá abocarse sin dilaciones, antes de que la
grieta nos despedace a todos. g
1. Jorge Fontevecchia, “La polarización”,
www.perfil.com/noticias/columnistas/la-polarizacion.phtml
2. Ver nota en páginas 6 y 7.
3. Su libro sobre el tema, La grieta desnuda. El macrismo y su
época, será publicado en mayo por Capital Intelectual.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
tuición. Por un lado, el peronismo vuelve a ocupar
Capital Intelectual S.A. el centro de la escena política en el contexto de un
gobierno debilitado por el deterioro socioeconó-
mico. Una vez más, en él se cifra parte de la expec-
Le Monde diplomatique (París)
tativa de un cambio. Pero además, en una mirada
de largo plazo, creemos que volver sobre el pero-
Fundador: Hubert Beuve-Méry
Presidente del Directorio y
nismo implica repensar la Argentina del siglo XX
Director de la Redacción: Serge Halimi hasta hoy; y que releer sus orígenes, sus razones,
Jefe de Redacción: Benoît Bréville sus antagonismos, sus mutaciones –en fin, sus
1-3 rue Stephen-Pichon, 75013 París amores y odios– es necesario para entender dónde
Tél.: (331) 53 94 96 21
Fax: (331) 53 94 96 26
estamos y proyectar el futuro. g
Mail: secretariat@monde-diplomatique.fr
Internet: www.monde-diplomatique.fr © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 4| Edición 238 | abril 2019
Dossier
¿Cómo salir
de la grieta?

El fin de los equilibrios macroeconómicos y del crecimiento sostenido que se produjo en

2008 dio inicio a una década perdida. Su marca es la restricción externa, un problema
que ni el kirchnerismo ni el macrismo lograron resolver. El resultado es una economía
que crece poco, no genera empleo privado registrado y no logra bajar la inflación.
La economía de la grieta

La verdadera
década perdida
por Leandro Mora Alfonsín*

E
Protesta contra las políticas económicas del gobierno de Mauricio Macri, Buenos Aires, 10-1-19 (Ronaldo Schemidt/AFP)

l recorrido de la economía argentina
de la última década, la que va aproxi-
madamente de 2008/2009 hasta la
actualidad, está marcado por una acu-
mulación de tensiones estructurales
que fueron dilapidando oportunida-
des, dejando problemas irresueltos y emparchando el
barco mientras se prenden fuego los mapas de nave-
gación. Una década con dos gobiernos distintos pero
con diagnósticos igualmente errados sobre aspectos
fundamentales de la economía, que en muchas opor-
tunidades se explican como un intento de refractar el
reflejo del otro, como un duelo de cantitos entre hin-
chadas en un partido que termina cero a cero.
La grieta, como modelo de interpelación para la
acumulación política, puede ser exitosa para ganar
elecciones, para llenar de sentido las trincheras, pa-
ra cargar en el otro la suma de todos los miedos. Pero
falla a la hora de abordar los problemas estructurales
de la economía argentina. La clave de su éxito per-
suasivo encierra su dificultad para ir más allá: puede
señalar por qué el otro es un riesgo, pero no construir
respuestas a los problemas de base. La lógica bipolar
de la grieta construye las diferencias entre uno y otro
bando como un conjunto cerrado, cierra la agenda
de cada grupo y limita la identificación de aspectos
troncales más tediosos y de largo plazo. Pensar la su-
peración de este esquema requiere entender el cora-
zón de nuestros problemas económicos.
Anteojeras
En una de sus primeras entrevistas como vicepre-
sidenta, Gabriela Michetti resumió la filosofía eco-
nómica del macrismo. Sostuvo que había llegado el
momento de “generar riqueza”, dado que concen-
trarse en “distribuirla” era caer en una forma popu-
lista de gobernar. Este concepto, rival de “los núme-
ros deben cerrar con la gente adentro” del kirchne-
rismo, expresa una forma de entender el crecimien-
to como un fenómeno de la oferta. En palabras del
ex viceministro de Economía Sebastián Galiani, el
crecimiento sostenible debe ser liderado por las in-
versiones y las exportaciones.
Por supuesto, nadie puede estar en desacuerdo
con la idea de que la política económica estimule las
inversiones, semilla de todo proceso productivo. Pe-
ro el estímulo primordial de toda inversión es la ren-
tabilidad esperada; nadie adelanta fondos si cree que
no va a obtener un beneficio, nadie invierte si no es-
tá seguro de que va a vender. Las inversiones pueden
ser fomentadas por un entorno de negocios amigable,
menos burocracia y mayor seguridad jurídica. Pero
sin consumo las reformas y políticas micro de estímu-
lo a la oferta terminan resultando inocuas. Si la macro

no funciona, la micro no se luce. La premisa de “gene-
rar riqueza” cae en saco roto si elegimos entre oferta y
demanda de forma mutuamente excluyente. De igual
forma, la concentración de esfuerzos en el incremen-
to del consumo, si no es acompañada por una política
de expansión de la oferta que permita atender la ex-
pansión de la demanda (crédito productivo, tasas de
interés real negativas a niveles razonables y conver-
gencia al equilibrio de los precios relativos) tiende a
chocar contra las restricciones presupuestarias.
El reflejo económico de la estrategia política de la
grieta es la dificultad del macrismo para enfocarse
en la demanda y del kirchnerismo para estimular la
oferta. Pero hay un hilo que une a ambos gobiernos:
un diagnóstico fallido respecto de la restricción ex-
terna. Como se sabe, la restricción externa es la difi-
cultad de una economía para generar las divisas (dó-
lares) necesarias para afrontar las necesidades de
importaciones para el consumo, la inversión, la re-
misión, el pago de deuda y el atesoramiento. Cuando
las necesidades de divisas crecen y las fuentes de las
mismas no lo hacen en la misma cuantía, emergen
las presiones sobre el tipo de cambio. La devaluación
impacta sobre precios y costos, genera un estanca-
miento o caída de la inversión, congela la creación de
empleo y, en definitiva, frena el crecimiento.
No se trata de un fenómeno nuevo; la historia ar-
gentina se caracteriza por episodios recurrentes de
restricción externa. Pero el vigente período, iniciado
durante el kirchnerismo, luego de una etapa récord
de producción y crecimiento, deja un sabor a oportu-
nidad perdida, sobre todo si se revisan las estrategias
pendulares elegidas para enfrentarlo, que oscilaron
entre el cepo cambiario y el rechazo a la búsqueda de
financiamiento externo durante el kirchnerismo, y el
endeudamiento récord sin ningún tipo de control de
capitales durante el macrismo.
La década perdida
La visión cambiemita sobre la generación de riqueza,
aunque incompleta, pudo ser aceptada tras el agota-
miento del modelo kirchnerista, que en su última eta-
pa había registrado bajos niveles de crecimiento (1,5%
en el período 2011-2015, lejos del 14,3% de 2007-2011
y por supuesto del 28,2% del 2004-2007). En efecto,
la segunda presidencia de Cristina estuvo caracteriza
por la persistencia de la inflación en niveles promedio
del 25%, el atraso de precios relativos clave, el inicio
de la crisis en Brasil (principal socio comercial y des-
tino de las exportaciones de mayor valor agregado) y la
combinación de tasas reales negativas con cepo cam-
biario (símbolo de la sintonía fina que nunca llegó, el
kirchnerismo dejó el poder con casi 28.000 millones
de dólares de déficit de cuenta corriente entre 2013 y
2015, un mercado de cambios paralelo y remisiones de
divisas contenidas). La tardía estrategia de recompo-
sición del frente financiero externo (acuerdos con el
Club de París y el CIADI y juego de la gallina con los
holdouts) endureció la macroeconomía y exhibió las li-
mitaciones de un proceso que pudo ser transformador
de la estructura productiva pero que se quedó a mitad
de camino, nunca consiguió perforar el piso de pobre-
za estructural que se fue configurando desde media-
dos de los 70 y decidió enamorarse de su propia retóri-
ca para no desencantar a los votantes.
Llegado 2016, el programa económico de Cambie-
mos, enmarcado en el corpus ideológico antipopulis-
ta, apuntaba a corregir una micro desajustada y re-
lanzar la macro con el entusiasmo que el nuevo signo
político despertaría en los inversores del mundo. Este
optimismo ingenuo y una mirada sobreponderadora
de las cuentas fiscales como condición exclusiva del
crecimiento marcaron el comienzo de la gestión. La
salida del cepo y el posterior acuerdo con el grueso de
los holdouts (buitres y no buitres) permitió un proceso
de “vuelta al mundo”: entre 2016 y 2018, el sector pú-
blico nacional asumió compromisos en moneda ex-
tranjera por 188.000 millones de dólares (de los cuales
57.000 corresponden al acuerdo con el FMI, que po-
dría ampliarse en 10.000 millones más). El mundo nos
daba la bienvenida prestándonos a tasas competitivas,
lo que permitía financiar una estrategia económica
basada en un plan antiinflacionario de metas de infla-
ción, ajuste de las tarifas de los servicios públicos y un
programa de reducción del déficit fiscal que incluía la
reducción o eliminación de algunos impuestos (reten-
ciones a ciertos productos agroindustriales y minería,
que luego se restituyeron). El primer año del macris-
mo, 2016, quedó marcado por la fuerte devaluación y
su traslado a precios, lo que generó una inflación de
37% a pesar de la dura política de tasas del Banco Cen-
tral y la caída del salario real. El PIB cayó 2,3 %.
En 2017 se registró una cierta recuperación que ali-
mentó el relato de los “brotes verdes” pero que no al-
canzó a compensar el retroceso del año anterior. La
primavera cambiemita puede situarse entre agosto y
noviembre de ese año. Ciertos indicadores mostra-
ban interesantes mejoras en comparación con los del
año pasado pero aún se situaban por debajo de 2015,
el gradualismo fiscal se financiaba con récords de to-
ma de deuda y los ágapes en aeropuertos celebraban
el futuro de los vuelos directos low cost a Londres. En
este marco, el éxito del oficialismo en las elecciones
de 2017 selló la sensación de que “el cambio había lle-
gado para quedarse”. Y esto, a su vez, habilitó las in-
ternas en la conducción económica, que terminaron
de dirimirse en la célebre conferencia de prensa del
28 de diciembre, en la que se anunció una flexibiliza-
ción de las metas de inflación. Durante todo ese año se
había logrado una progresiva desaceleración de la in-
flación, en base a la política de metas y el uso de las Le-
bac como instrumento financiero para desincentivar
la dolarización: una tasa de interés en pesos que gana-
ba competitividad real ante la inflación descendente.
Por supuesto, la continuidad de esta frágil tranqui-
lidad dependía de que no se produjera un shock que
tirara del hilo de esa rueda de confianza y volviera a
las Lebac una preocupación. Eso fue lo que empezó
a romperse aquel 28 de diciembre. En conferencia de
prensa, Marcos Peña, Federico Sturzenegger y Nico-
lás Dujovne anunciaron modificaciones en las me-
tas de inflación. Esto podía ser leído como un since-
ramiento del ritmo de evolución de las variables que
estimulara la confianza, como apostaba Peña, o como
un relajamiento de la política monetaria, un “levan-
tar el pie del acelerador” del objetivo desinflaciona-
rio, como interpretó el mercado. Efectivamente, con
el cambio de metas el Banco Central relajó su política
de tasas. La reacción del mercado fue la dolarización
de carteras, lo que llevó el tipo de cambio a un nue-
vo piso en torno a los 20,5 pesos. Así, enero de 2018 se
inició con un nuevo nivel de dólar y, en paralelo, una
nueva tanda de ajustes tarifarios. Ambos elementos
afectaron el ritmo de desinflación, principal objetivo
económico del gobierno hasta ese momento.
Luego, lo conocido: pasaron cosas. Tras meses de
ser anticipado e incorporado en escenarios y proyec-
ciones de consultoras de todo el mundo, a fines de
abril, la Reserva Federal subió la tasa de los bonos del
tesoro de Estados Unidos a diez años, referencia de
la tasa de interés internacional. En criollo, esto im-
plica un encarecimiento del dólar. Como la deuda se
encareció, las monedas de los países emergentes se
depreciaron para acompañar este movimiento y ga-
nar competitividad. Argentina dio respuestas tarta-
mudas al cambio de condiciones internacionales y el
mercado se cobró los errores. Esta fue la ficha de do-
minó que al caer disparó una corrida cambiaria que
duró casi siete meses.
La primera lección de todo esto es que la confian-
za de los mercados en las economías en desarrollo se
limita a las ganancias de corto plazo. Casi 200.000
millones de deuda después, el mundo nos recuerda
que, más allá de las cálidas bienvenidas, el financia-
miento externo no sólo supone una carga por los pa-
gos que se comprometen sino también por las condi-
ciones de la oferta, que pueden ser cambiantes. Una
alta dependencia del financiamiento externo im-
plica menos capacidad para amortiguar los shocks.
Tiempo después, en conferencia de prensa, Mau-
ricio Macri sostuvo que no estaba en los planes de
nadie que la tasa internacional subiera. Tal vez esta
cándida y amable visión del mundo sea la razón por
la cual Argentina haya sido el único país, entre sus
vecinos y comparables, que resintió duramente el
cambio de las condiciones internacionales.
|5
El 2018 fue el año de la crisis. Con un tipo de cam-
bio que saltó a los 40 pesos, y que al cierre de esta
edición arañaba los 45, y una inflación de 48%, el go-
bierno apeló a una rústica política monetaria basada
en el control de agregados que, con el visto bueno del
FMI, opera como estrategia de control de daños. Es-
te modelo descansa en tasas de interés de entre 12 y
20 puntos por encima de la inflación que endurecen
el mercado financiero local y se muestran cada vez
menos efectivas para controlar el dólar, pero muy
eficientes para engrosar los balances de los bancos.
Con la economía contrayéndose 2,5%, la industria
cayendo al 5%, el salario real perdiendo alrededor de
11% y la desocupación acercándose a los dos dígitos,
la perspectiva económica luce oscura.
Salir del ciclo
Así como el 2008 fue un año bisagra para el kirch-
nerismo –el año del conflicto del campo y de la pri-
mera desaceleración económica desde su llegada al
poder–, 2018 puede ser
considerado la bisagra
de Cambiemos. Inde-
Argentina dio pendientemente del re-
sultado de las elecciones
respuestas de octubre, algunos con-
tratos básicos que el ac-
tartamudas tual gobierno firmó con
su electorado ya se han
al cambio de roto: no hay pobreza ce-
condiciones ro ni tendencia a ella en la
cuenta de que uno de ca-
internacionales da tres argentinos es po-
bre, no hay perspectiva
y el mercado se posible de veinte años de
crecimiento en el marco
cobró errores. de dos años recesivos so-
bre tres gobernados, no
hay revolución de la obra pública bajo el mantra del
déficit cero y el acuerdo con el FMI, no hay reduc-
ción sencilla de la inflación en los errores no forza-
dos de la crisis cambiaria que nos llevó a la inflación
más alta desde 1992, y no hay lluvia de inversiones
en un país donde la caída de los ingresos aplasta el
consumo y estrangula la rentabilidad. Hay un frente
financiero cerrado a base de deuda hasta diciembre
de 2019 y dientes apretados para aguantar el tango
que bailan el riesgo país y las encuestas electorales.
La cuenta de la cena vendrá después y si no se ha-
ce antes de buscar la billetera, los platos van a rom-
perse. Argentina es frágil ante factores exógenos que
compliquen nuestro frente financiero y cambiario.
Esa será la herencia, junto a vencimientos por más
de 35.000 millones de dólares en 2022 y 2023.
La década de la grieta se caracteriza por un conge-
lamiento de la creación de empleo privado registra-
do, una caída en la creación de empresas, una indus-
tria que está lejos de los niveles de 2011 y un nivel de
exportaciones 26% inferior al récord de 2011 (61.000
millones contra 82.000 millones), una economía más
chica, un tercio de la población pobre (y en crecimien-
to) y una política que, encerrada en sus dogmas, no lee
diagnósticos ni encuentra soluciones. Las crisis ar-
gentinas van acumulando como sedimento grupos de
perdedores del sistema que no vuelven a recuperarse;
realidades, historias y problemas estructurales arras-
trados del Rodrigazo a la dictadura, de la dictadura a la
hiperinflación y de la hiperinflación al 2001.
Evitar que los ciclos se repitan en la próxima dé-
cada resulta imprescindible, porque nada indica
que llegará acompañada de un Consenso de Wash-
ington que habilitará inversiones como las de los 90
ni de términos de intercambio prometedores como
los de la primera década de los 2000. Es momento
de trazar una estrategia política y económica que
piense en los equilibrios entre oferta y demanda y
pueda encarar un frente externo que se avizora res-
trictivo y duro. Salir de la lógica de la grieta puede
tener costos, pero permanecer en ella nos conduce
indefectiblemente al abismo . g
*Economista (UBA). Docente de la UBA, UCES y UNGS (@lmoraalfonsin).
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 6| Edición 238 | abril 2019
Dossier
¿Cómo salir
de la grieta?

La arquitectura y la economía hiperconcentrada de las plataformas, sumada a los

efectos psicológicos de la conversación en las redes, polarizan el debate público.
Esta tendencia casi natural a ensanchar la grieta puede, sin embargo, moderarse
con una estrategia política.

Las redes sociales profundizan la grieta

La conversación imposible
por Natalia Zuazo*

S
Manifestación frente al Congreso para pedir el desafuero de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Buenos Aires, 21-8-18 (Eitan Abramovich/AFP)

i la grieta está en la sociedad, llevarla a
las redes sociales sólo asegura conver-
tirla en un cráter. Las instrucciones
son sencillas. Hay que abrir Twitter,
ir a la columna de la izquierda, bus-
car los trending topics (los temas más
conversados del día) y allí estará la respuesta. La
plataforma de mensajes en 280 caracteres, con 11
millones de usuarios en la Argentina, se encarga de
devolver la composición. De un lado, los que pien-
san algo sobre ese tema. Del otro, los que piensan lo
contrario. En el medio –donde se debate algo más–,
algunas pinceladas dispersas que pasan desaper-
cibidas para medios y titulares. Por cada tema que
aparece, Twitter (la red social más politizada y la
que crece en volumen de mensajes durante los años
electorales) funciona como un cuarto cerrado con
dos grandes ventiladores que se encargan de expul-
sar el diálogo hacia uno y otro extremo.
Una década después de la explosión de las redes
sociales, el mito liberal del consenso democrático
–si algo de él quedaba– pierde lugar en los medios
digitales (los mismos que, algunos años atrás, pro-
ponían nuevas formas para comunicarnos). Pero
en un contexto de plataformas convertidas en mo-
nopolios de la información y donde el diálogo es-
casea no todos los actores políticos se sienten afec-
tados: algunos incluso festejan este nuevo estilo y
basan sus estrategias en la polarización, en tanto
que aquellos que aún creen en una democracia con
posibilidades de deliberación hoy enfrentan una
tarea difícil: hacer política con las nuevas tecnolo-
gías sin profundizar más la grieta.
Diez años atrás, planear la comunicación de una
campaña electoral requería elegir a un consultor
político, a un equipo de encuestadores, tener un
buen jefe de prensa, dominar la imagen en los me-
dios y construir un discurso sólido. Había televi-
sión, radios, diarios y un mapa de lugares a visitar.
Con la aparición de las redes sociales y los medios
digitales, esto ya no es suficiente. El asesor de cam-
paña puede marcar un rumbo, las encuestas pue-
den mostrar una parte del mapa de preferencias y
el encargado de medios conseguir la nota en el pro-
grama de la noche que todos miran. Pero la con-
versación no terminará allí. En las redes también
se encuesta sobre lo que se dice y, más importante
aún, se puede entender lo que no se dice, a través de
preferencias, de “me gusta”, de compartidos e in-
teracciones. La entrevista del prime time no sólo es
televisada, sino comentada en tiempo real, conver-
tida en hashtag, en meme, en editados de YouTube
y en notas compartidas por otros que la transfor-
man en algo que no fue lo que quiso ser.
El consultor político ya no basta. El éxito po-
lítico hoy requiere del dominio de una estrategia
tecnológica. Pero esa pericia es casi artesanal: se

trata de liderar recursos humanos formados en las
matemáticas, el cine, las ciencias sociales y la pla-
nificación exhaustiva del tiempo para mantener el
control de cada palabra que se publica. La parado-
ja es que ese trabajo hiper profesionalizado de una
campaña digital lucha contra un enemigo que pa-
rece irracional: la polarización de las redes en esta
fase de grandes plataformas digitales que contro-
lan el discurso público.
Si los años kirchneristas tuvieron en 678 su pro-
grama insignia, ese que a la hora de la cena mos-
traba “lo que los medios hegemónicos ocultan”, In-
tratables funciona como el programa de la época
macrista. Su idea de “hablar de política” es la de un
eterno retorno: la conclusión de que todos los go-
biernos son iguales en hacernos padecer la vida co-
tidiana. El nombre de los invitados puede cambiar,
pero el programa siempre terminará en ese man-
tra. Por momentos, abrir las redes sociales puede
llevarnos por el mismo camino. Deslizar el dedo
por la ruedita de actualizar podrá darnos informa-
ción nueva cada vez, durante todo el día. Le pedire-
mos al feed que nos muestre más noticias y siempre
habrá algo disponible. Todo lo que leeremos estará
de acuerdo con nosotros. Cerraremos la aplicación
sin muchas ideas nuevas, pero con la sensación de
habernos informado. Eso sí, nos iremos a dormir
con algo más de bronca.
El chip implantado
Las redes sociales crecieron masivamente a partir
de 2009. En la historia de las democracias, son un
chip implantado muy tardíamente, incluso cuan-
do el propio sistema atraviesa una fase profunda
de mutación. En medio de ese camino, y en para-
lelo a un traspaso de los lectores de medios tradi-
cionales a digitales, las redes se convirtieron en un
espacio central del debate público. En la Argenti-
na, además de los 11 millones de Twitter (70% de
penetración entre los usuarios conectados), Fa-
cebook cuenta con 33 millones de cuentas activas
que pasan 90 minutos por día mirando y compar-
tiendo contenido. Hay otros 17 millones de conec-
tados en Instagram, que en los últimos dos años se
volvió fundamental para los candidatos, especial-
mente para llegar a los votantes jóvenes. Además
de medios para comunicar acciones de gobierno o
de campaña, las redes cuentan con una capacidad
analítica y constituyen plataformas sofisticadas de
publicidad que hacen que ningún equipo de comu-
nicación –gobierno u oposición, con aportes gran-
des o pequeños, pro mercado o de izquierda– pue-
da prescindir de ellas.
Sin embargo, junto con su potencia publicitaria
y su gran penetración en el politizado electorado
argentino, las redes traen un factor estructural ba-
jo el brazo, que, si no es considerado con cuidado,
puede volverse en contra. Su arquitectura técnico-
comercial-psicológica tiende a transformar cual-
quier tema en un debate de extremos.
En 2011, dos años después del gran despegue de
Facebook, el activista y escritor Eli Pariser publi-
có el libro El filtro burbuja (1). Allí comenzó a ad-
vertir sobre el nuevo efecto de gatekeeper o “guar-
dianes de información” de las redes sociales: lejos
de distribuir el poder en manos de los ciudadanos,
se estaban transformando en las ordenadoras de lo
que vemos y lo que no. Con visión histórica, Pari-
ser alertaba que, así como en el siglo XX y el XXI
habíamos entendido la falta de objetividad de los
medios tradicionales, el sesgo de sus líneas edito-
riales y coberturas, hoy debemos estar atentos a las
formas de jerarquizar el mundo de los algoritmos.
Parisier advertía sobre un nuevo fenómeno,
que hoy está ya del todo desarrollado: la hiper-
personalización en los contenidos que vemos en
las redes, que hace que cada ciudadano esté en-
cerrado en su burbuja informativa. La lógica de
las redes busca el rédito económico (que pasemos
más tiempo en las plataformas) y para eso apun-
ta a darnos lo que queremos (noticias con las que
estemos de acuerdo, no importa si son verdad o
si contribuyen a que nos informemos mejor). Con
nuestras preferencias, el algoritmo aplica la lógi-
ca predictiva y nos va encasillando y llevando a
extremos (también políticos). Al filtrar todo por
nosotros, incluido lo que escribimos, buscamos y
opinamos, nos coloca en burbujas.
Tanto Pariser como otros autores reconocen
que tendemos a movernos en mundos “cognitiva-
mente cómodos”, es decir, que buscamos consu-
mir e informarnos a través de los medios o perso-
nas que piensan como nosotros, y al mismo tiempo
ignoramos lo que nos molesta, aun cuando pueda
ser información importante para tomar decisiones
(tal vez no queremos ver cómo una empresa con-
tamina un río y produce cáncer en los habitantes,
pero debemos hacerlo). Sin embargo, advierte que
las burbujas introducen dinámicas de mayor sole-
dad porque, al contrario de lo que ocurría cuando
mirábamos televisión, no sabemos lo que ven los
otros. Nuestro mundo se restringe a la pantalla de
nuestro celular. Dentro de esa intimidad, protegi-
dos por nuestra clave, sólo nosotros sabemos qué
consumimos. No tenemos obligación de comen-
tarlo con otros. Si somos lectores de números de
desocupación, buscadores de hogares para perros
o terraplanistas, esa es nuestra elección. Si saben
que eso nos gusta y nos estimulan con el contenido
adecuado, allí estaremos dándole clic.
Para la política, entonces, la gran cuestión es
con qué responsabilidad se utiliza ese recurso tec-
nológico para representar las divisiones, profundi-
zar la grieta o abrir un cráter. Las campañas en las
redes corren el riesgo de expulsar las conversacio-
nes hacia dos extremos que nunca se toquen.
La ola polar
Como en una comunidad de ayudas mutuas, la polí-
tica y los medios tradicionales activan temas que lue-
go adoptan dinámicas de mayor o menor circulación
en las redes, cambian de dirección o se ven frenados
por otros temas que los superan orgánica o publici-
tariamente. La tecnología hace una parte del trabajo:
tiene un efecto macro, le da mayor importancia a los
usuarios con más seguidores e interacción en las re-
des o a los que invierten más recursos en publicidad.
Pero los usuarios también imprimen un efecto “mi-
cro” cada vez que, según sus preferencias y emocio-
nes, deciden apoyar un comentario con un corazón o
compartir una noticia y así hacerla circular. Los jefes
de campaña, entonces, pueden tener una estrategia,
pero no tienen todo el control.
Desde 2015, el politólogo Ernesto Calvo y la co-
municadora Natalia Aruguete vienen estudiando
las dinámicas de las redes sociales argentinas a par-
tir de distintos temas de la agenda noticiosa. Calvo
comenzó su indagación con el caso Nisman en 2015
(2), y luego ambos siguieron con los tarifazos de
2016, la desaparición y asesinato de Santiago Mal-
donado en 2017 y el debate por la legalización del
aborto en 2018. Para sus análisis descargaron y ana-
lizaron tuits sobre cada tema e indagaron cómo en
cada conversación se generaron distintas comuni-
dades. La conclusión es que las redes sociales pro-
mueven comportamientos de “barrios cerrados”,
es decir que sobre el mismo tema los usuarios con
posiciones afines dialogan entre sí, junto con “au-
toridades” que lideran esos temas, que pueden ser
políticos, periodistas o personalidades influyentes
construidas en las mismas redes.
Los estudios demuestran que en muy pocos ca-
sos las conversaciones “cruzan al otro country”,
logran conectar a personas que no estaban previa-
mente de acuerdo. La polarización se acrecienta
cuando hay división respecto de las causas del pro-
blema. Por ejemplo, cuando los autores analizaron
las conversaciones referentes al tarifazo encon-
traron dos grupos bien definidos en función de a
quién le atribuían la responsabilidad. Mientras que
los opositores (kircheristas) culpaban al gobierno
de una suba desmedida de las tarifas en un tiempo
muy corto, los oficialistas (macristas) cargaban el
problema sobre la irresponsabilidad del gobierno
anterior en no haber generado un esquema tarifa-
rio más sustentable en el tiempo.
|7
Una polarización similar ocurrió durante agosto
y septiembre de 2017, los primeros meses del caso
Maldonado, mientras el joven permanecía desapa-
recido. La conversación de una parte de las redes
sociales replicaba los mensajes de los organismos
de derechos humanos y las denuncias de desapari-
ción forzada. La otra parte, vinculada al oficialismo,
acusaba de utilizar el caso electoralmente, dada la
cercanía de las elecciones legislativas. Ambas con-
versaciones, sin embargo, redujeron abruptamente
su volumen cuando el cuerpo sin vida de Maldona-
do fue encontrado en el
Río Chubut el 17 de octu-
La lógica de las bre de 2017. “La confron-
tación previa ya no tenía
redes apunta a razón de continuar se-
gún ese encuadre, y por
darnos noticias con lo tanto decayó”, expli-
can Aruguete y Calvo.
las que estamos Pero a veces hay lugar
de acuerdo, no para la excepción. Du-
rante 2018, Aruguete
importa si son y Calvo siguieron las
conversaciones duran-
verdad o no . te los debates por la
ley de despenalización
del aborto. El tema ve-
nía presentando otras características durante las
movilizaciones en contra de la violencia contra
las mujeres con el movimiento #Niunamenos. Pa-
recía más difícil polarizar. “Los discursos tendían
a ser más homogéneos porque nadie se iba a ex-
poner a decir que estaba bien matar a las muje-
res”, dicen Aruguete y Calvo. El tema se presentó
en las redes sociales con otra característica que
ayudó a moderar la polarización: quienes lo im-
pulsaron fueron miles de cuentas “plebeyas”, de
mujeres anónimas, organizadas durante meses
de militancia, con argumentos en favor del abor-
to presentados con datos de salud pública, que les
permitían salir de las respuestas polarizantes (3).
Es decir, con una estrategia que logró desarmar,
por un lado, la activación impulsiva, y por otro
lado, cambiar los temas por ideas y sostenerlos
en el tiempo. Con #AbortoLegalYa, las redes ar-
gentinas lograron lo que nunca había pasado: las
puertas de los barrios cerrados se abrieron y se
generaron diálogos entre las burbujas.
La grieta y el bosque
El año electoral augura un periodo de fuerte pola-
rización. De un lado, Cambiemos encuentra en la
multiplicación de mensajes extremos una fortale-
za de su discurso en las redes. Los meses de cam-
paña generan mayor volumen de conversaciones y
una necesidad de polarizarlo todo: las redes odian
a “Corea del Centro” –de hecho, el término nación
en la tuitósfera argentina–, esas opiniones que no
son ni blanco ni negro, y las castigan.
A la oposición, entonces, quizás le toque explo-
rar otro enfoque. Con unidad o con candidatos que
busquen llegar desde una interna, quien enfrente
a un oficialismo que maneja disciplinadamente la
comunicación en las redes sociales deberá navegar
ese río por márgenes menos profundos pero más si-
nuosos. Deberá entender que la tecnología está pa-
ra hacer más visible lo que todavía no se ve y no sólo
para insistir con lo que los otros quieren que vea-
mos. Quizás no tenga que hablar de la crisis, que es
de lo que se habla en las redes, sino de otra tema, de
otros temas. Ante lo duro, lo suave. Ante la grieta,
un panorama más boscoso, de creatividad y osadía.
Tal vez allí los trolls no sepan cómo moverse y final-
mente terminemos hablando de otra cosa. g
1. Eli Pariser, El filtro burbuja, Taurus, 2017.
2. Ernesto Calvo, Anatomía política de Twitter.
Tuiteando #Nisman, Capital Intelectual, 2015.
3. Natalia Aruguete y Eresnto Calvo, “Aborto legal, la anti-
red”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, agosto 2018.
*Periodista y politóloga. Directora de Salto Agencia.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 8| Edición 238 | abril 2019
Dossier
¿Cómo salir
de la grieta?

La grieta es tanto la estrategia electoral del macrismo, que encontró en ella la forma de
ganar elecciones y gobernar desde una minoría, como el signo de una época: la etapa del
poscrecimiento y la estanflación, de la eterna repetición de los mismos problemas, las mismas
discusiones. Aquí un fragmento del libro que Capital Intelectual publicará en mayo.

Anticipo de La grieta desnuda, el libro de Martín Rodríguez y Pablo Touzon

La grieta desnuda
por Martín Rodríguez* y Pablo Touzon**

¿
Buenos Aires (Kaloian/Instagram: @KaloianFotograma)

Es esta grieta una prolongación de la
misma que según la divulgación históri-
ca atraviesa la Historia Nacional (unita-
rios-federales, radicales-conservadores,
peronistas-antiperonistas)? La respues-
ta, quizás, sea doble. Sí lo es, en el senti-
do que la actual oposición entre kirchneristas y ma-
cristas remite, simbólicamente, a esa misma “línea”
histórica. Y no lo es, porque la grieta cada vez es
más una cuestión simbólica, un artefacto cultural,
en lugar de la realidad empírica de la confrontación
entre dos visiones y proyectos para la Argentina.
Hasta 2008, el kirchnerismo fue centralmente
unificador y consensual. Haciendo pie en las rei-
vindicaciones políticas de la clase media estra-
gada económicamente por el corralito y política-
mente por el menemismo y la Alianza, el Néstor
Kirchner de la poscrisis se dedicó esencialmente
a reparar. Y a hacer realidad mediante diferentes
herramientas (la transversalidad, la concertación
plural, etc.) la alianza entre peronismo y progre-
sismo, la traducción política del “piquete y cace-
rola”. Un “país normal” conducido por izquierda
por el Partido del Orden, en el que sólo quedaban
afuera los Cecilia Pando, las versiones extremas y
caricaturales de la “reacción” argentina. La res-
puesta de Kirchner frente a las movilizaciones
convocadas por Juan Carlos Blumberg y la agen-
da de “la inseguridad” (única versión con movili-
zación callejera de oposición a la agenda del kir-
chnerismo) es en este sentido característica. Con-
cesiva y contenedora a la vez, el esquema político
de diferenciación en las ideas pero contención en
la política de esta “protesta social” es una pieza
ejemplar de sutileza política, que neutralizó en la
práctica su crecimiento político.
El conflicto con el campo, al cuestionar directa-
mente los fundamentals del modelo político y su mo-
delo distributivo, funcionó como una gran precue-
la de la actual grieta, su lejano big bang. Involucró a
todos los sectores productivos del país (producto-
res, sindicatos) en una discusión sobre el núcleo de
lo que constituía el modelo argentino en los 2000 de
boom de commodities + redistribución estatal de sus
beneficios: el gran debate nacional sobre los usos del
crecimiento. En definitiva, una pelea política que te-
nía sentido, en el marco de una economía aún en ex-
pansión, entre sectores igualmente empoderados. El
conflicto funcionando como un dinamizador social y
no como una sustitución semiótica de la improducti-
vidad política. La etapa productiva de la grieta.
La opción de emergencia de recostarse sobre “la
base”, vistas la mala gestión gubernamental del con-
flicto y del resultado “no positivo”, parecía obligato-
ria. Pero es posible observar en este punto que, luego
de la derrota electoral de 2009, cuando Néstor Kir-
chner perdió en la provincia de Buenos Aires, el kir-
chnerismo salió a jugar ampliando el campo de bata-
lla con temas y agenda de consenso. Temas naciona-
les. La Asignación Universal por Hijo, la estatización

de los fondos de pensión, inclusive algunos aspectos
de la Ley de Medios galvanizaron el campo propio
más que el rival. La recuperación política se dio por
afuera de la minoría intensa. Hasta llegar al 54%.
•••
Luego fue tomando forma una nueva forma de
grieta, distinta sustancialmente de la anterior, aun
cuando es estéticamente similar. Es la grieta como
forma de gobierno. La “grieta de Estado”. Y la úni-
ca política con continuidad perfecta existente en la
Argentina hasta la actualidad.
No casualmente, esta coincide con el período del
fin definitivo del crecimiento a tasas chinas, de los su-
perávits gemelos, la inflación controlada y todos los
greatest hits de los 2000, ante la ausencia de una agen-
da económica y social consistente en reemplazo del
viejo modelo. La nueva Argentina del poscrecimiento
y de la estanflación crónica hará sistema perfecto con
este esquema de gobernabilidad “polarizada”, como
si existiese entre ambas una relación de necesariedad.
Una inflación verbal que aumenta a medida que des-
ciende la calidad de vida en el resto de los indicadores
de la vida real de los argentinos. El modelo político del
lustro perdido de 2012-2016. La incapacidad de las eli-
tes argentinas, de izquierdas y derechas, de construir
algún proyecto de futuro. La grieta improductiva.
¿Qué piensa un funcionario internacional cuan-
do ve llegar a un argentino? En los últimos diez años
nuestro país se vio obligado a recurrir a diversas fuen-
tes de financiamiento para compensar la caída de sus
exportaciones. Como apuntó con claridad el econo-
mista Leandro Mora Alfonsín: “el vigente período de
restricción externa iniciado en 2011/12, tras romper
récords históricos de producción y crecimiento, deja
un sabor en el paladar a oportunidad perdida difícil
de tapar con el gusto a látex de globos de colores” (1).
Con la remera del Che o la de Milton Friedman,
con patio militante o equipo homogeneizado, la Ar-
gentina agotó todas las instancias mundiales para
paliar su falta de dólares: Venezuela, el nacional ce-
po, el SWAP con China, Rusia, los “mercados” libres
y finalmente el viejo y conocido Fondo Monetario
Internacional. La pirotecnia de la guerra entre cris-
tinistas y macristas tapa esta línea de continuidad:
el precario consenso de una Argentina que juega un
yenga interminable con sus problemas estructura-
les. La crisis toma entonces una forma diferente al
tradicional trípode nacional de mega devaluación-
ajuste-represión. Se eterniza en un ciclo que hace
difícil verle el contorno. Es como las guerras moder-
nas, que no se declaran al principio ni tampoco se sa-
be bien cuando terminan. ¿Hay crisis en Argentina?
¿Hay guerra en Afganistán? Es ya, tal vez, una forma
de vida: microajuste infinito y depresión.
•••
El macrismo supo ser en la oposición un beneficiario
directo de este modelo. Construido por el kirchne-
rismo como su antagonista excluyente, el armado de
Cambiemos tuvo una estrategia simple y ganadora:
construir un dique por el cual la sociedad expresa-
ría la voluntad de cambio en la segunda vuelta. “El
Partido del Ballotage”, lo llamó el periodista Ignacio
Zuleta, haciendo foco en este dato central. De algu-
na forma, esta ingeniería electoral es la traducción
institucional del modelo de la grieta. No hacen fal-
ta alianzas con otros sectores ni grandes coaliciones
mas allá de las mínimas que permitan despejar la
cancha para llegar a la segunda vuelta. Luego, el ba-
llotage hace el resto. Como esos equipos de Menotti
que tiraban sistemáticamente el offside, abusando al
límite del reglamento y de la táctica.
La paradoja del oficialismo hoy es que este esque-
ma de gobierno de minorías intensas, polarización
y ballotages pareciera funcionar mucho mejor elec-
toralmente para las oposiciones que para los gobier-
nos. Las derrotas del kirchnerismo en 2009, 2013 y
2015 así parecerían demostrarlo. Además, claro, de
la imposibilidad de establecer bajo este modelo un
programa serio y coherente de salida gradual del es-
tancamiento, que necesita de alguna forma del vitu-
perado “pacto social” para salir adelante. Y sin em-
bargo, la “grieta total”, que parece ser la elección po-
lítica del macrismo para este 2019, comporta riesgos
más profundos que los electorales, que en la versión
cristinista se encontraban más matizados. Y más im-
portantes que el resultado de una elección.
Polarizar la sociedad para ganar una elección, tal
la táctica del gobierno. Podrá pensarse que es hipó-
crita, pero en la Argentina del 32% de pobres apostar
todo a la división final es mucho más peligroso para
el Newman que para el Nacional Buenos Aires. El pe-
ronismo y la izquierda contaron siempre, incluso en
el marco de programas de ajuste real del salario, con
cierto “blindaje” cultural en relación a sus orígenes e
intereses de clase, además de organizaciones socia-
les y sindicales que en el peor de los casos funciona-
ban como vallas de contención políticas del conflicto
social. En cambio, la homogeneidad sociológica del
PRO –“el gobierno de los ricos”– no cuenta con dicha
protección, y corre el severo riesgo de superponer la
fractura política que promueve por sobre la fractu-
ra social argentina que lo antecede. Una gran zanja
económica además de política, agravada por un cre-
ciente populismo punitorio y por la pérdida del tabú
en lo que refiere a la represión de la protesta social.
Manejar este escenario supone además una lógi-
ca de la intensidad que convive mal con otro aspec-
to del ethos macrista: la “desdramatización”, esa otra
promesa incumplida de campaña. La batalla cultu-
ral que alimenta la grieta debe vivirse integralmente,
conlleva interpretar hasta un córner con las catego-
rías del kirchnerismo-antikirchnerismo. Exige una
movilización perpetua, una calle enardecida, un tui-
terismo yihadista. No es de 9 a 19 hs., ni convive con
las reglas laborales corporativas ni con los horarios
de oficina. Es un viaje de ida, diría la publicidad no-
ventista, resistir con aguante.
•••
Más allá de la agenda electoral, la cuestión estraté-
gica se impone. ¿Qué viene después de esta década
perdida, la de la restricción externa? ¿Cómo y con
qué modelo político se vuelve a crecer? No parece
ser algo que un hipotético “estallido” pueda esta vez
resolver solo, en ese gran reseteo cruel que son las
crisis argentinas. Existe hoy un agravante hacia el fu-
turo: los estallidos de 1989 y 2001 se dieron antes del
amanecer de dos versiones del mundo favorables a la
Argentina, o que al menos aseguraban alguna moda-
lidad de lluvia de dólares a la economía; las privatiza-
ciones y la inversión extranjera directa del Consenso
de Washington, y el boom de commodities de los años
2000. Ambos esquemas permitieron tener dólares.
Pero la política se encuentra hoy ante la necesidad de
ser mucho más virtuosa e inteligente frente al estalli-
do de una crisis en un mundo como el actual, sin co-
|9
nejos en la galera que sacar. La opción del FMI es, se
sabe, siempre la última estación. El ejemplo de Brasil
asoma en el horizonte, incluso porque un escenario
de atomización política, crisis económica y presi-
dentes del 3% de popularidad no parece sostenible
en la jacobina sociedad argentina.
El liderazgo político nacional hace años que sobre-
rrepresenta a sus bases, eliminando así la posibilidad
de construir un proyecto colectivo a futuro. Más que
conducirlas, es conducido por ellas. El sueño cumpli-
do del Partido de la Red, que pretendía simplemente
funcionar como un reflejo de la sociedad. Un Hechizo
de tiempo, la película en la que Bill Murray despertaba
siempre en el mismo día, del estancamiento y la crisis.
Podría pensarse que al no traicionar a sus minorías in-
tensas, la política traicio-
na el más original manda-
to de gobernar. La grieta
Al no traicionar como subsidio a la medio-
cridad política, como ata-
a sus minorías jo ante la falta de ideas.
intensas, la política •••
¿Qué es el macrismo? El
traiciona el más macrismo es la asunción
original mandato pública del declive argen-
tino, su consagración co-
de gobernar. mo una vía inevitable: el
orden político más “na-
tural” de la democracia
de la desigualdad, el Par-
tido del Orden que esta-
ba esperando. El “realismo macrista” es el ethos de un
tiempo mucho más preocupado por la viabilidad y el
orden antes que por la justicia. Un orden sin progre-
sismo, un liberalismo sin revolución educativa ni re-
fundación institucional. Marxistas de derecha, creen
en la inexorabilidad del sentido de la Historia. Su “si
se puede” es en realidad un “No se puede”.
Más que refundacional, lo del PRO es un final. El
fin de la Argentina como proyecto singular, su fu-
sión definitiva en América Latina. La Patria Gran-
de por otros medios. La ideología y práctica del de-
clinismo. La renuncia a la creatividad y a cualquier
utopía, el fin de la frontera: el desierto argentino
que no existe más, o que si existe permutó de la es-
tepa patagónica a la desolación de ese Conurbano
peronista, compuesto del paisaje humano y urbano
de la Argentina posindustrial, que sólo habrá que
“gestionar” como a una volátil Franja de Gaza.
En ese ejercicio, el macrismo subestima la tre-
menda potencia que tiene la sociedad que gobierna,
y de la cual hizo su propio fetiche de campaña. Una
sociedad que aún sin medios materiales e inmersa en
una estanflación espiritual se las arregla para ser, por
ejemplo, el epicentro del movimiento de mujeres en
Iberoamérica. Que todavía sostiene las más altas ta-
sas de sindicalización de América Latina. Que libra
una solitaria lucha cuerpo a cuerpo contra la deca-
dencia. Y que compensa con creatividad lo que le fal-
ta en materialidad; el optimismo de la voluntad que
se oculta bajo el pesimismo de la inteligencia. g
1. Leandro Mora Alfonsín, “Es por Abajo”,
http://www.panamarevista.com/es-por-abajo/
*Periodista.
** Politólogo.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
10 |
El avance de sectores de derecha en América Latina y la ausencia
de voces progresistas con capacidad de incidencia en Washington,
estrecharon los lazos conservadores de la superpotencia con los
países de la región. Argentina, a pesar de los graves resultados
económicos y sociales del gobierno de Macri, no fue la excepción.
Apoyo estadounidense por soberanía limitada
El “gran” trueque
argentino
por Juan Gabriel Tokatlian*
A
l evaluar la centralidad de
Washington en las relaciones
entre Estados Unidos y Ar-
gentina nos remitimos usual-
mente al Ejecutivo –la Casa
Blanca, los distintos Departamentos, etc.–,
al Congreso –los comités y la legislación–,
y a los bancos multilaterales –el Fondo Mo-
netario Internacional (FMI), en particu-
lar–. Lo usual es analizar pronunciamien-
tos, decisiones, medidas, estrategias, leyes
e iniciativas provenientes de ese trípode de
actores cuya incidencia e impacto en el te-
rreno internacional se considera crucial.
En la presente coyuntura todos ellos están
claramente alineados en el apoyo al gobier-
no del presidente Mauricio Macri.
Una realidad paralela
No se conocen informes medianamente
cautelosos o ligeramente controversiales
del FMI a pesar de su fracaso previo en la
relación con Argentina, que se pudo com-
probar tanto con la fenomenal crisis de
2001-2002, como con los pobres indicado-
res actuales en materia de inflación, desca-
labro de la economía real y deterioro social.
Según el comunicado de prensa de la enti-
dad que data del 19 de diciembre de 2018, y
en palabras del Primer Subgerente Gene-
ral del FMI, David Liptom: “Hay indicios
de que el programa de reforma económi-
ca rediseñado por las autoridades argenti-
nas, incluyendo el nuevo marco de política
monetaria, está dando resultados. El peso
se ha estabilizado y, a pesar de que conti-
núa siendo elevada, la inflación ha empe-
zado a bajar, a medida que se desvanecen
los efectos de la depreciación del peso… El
continuo compromiso con un crecimiento
cero de la base monetaria y con un tipo de
cambio determinado por el mercado afian-
zará más la credibilidad del marco de po-
lítica monetaria, reanclará las expectativas
de inflación y reforzará la resiliencia de la
economía ante shocks externos… La imple-
mentación continua y firme del plan de es-
tabilización será esencial para tranquilizar
a los inversores nacionales e internacio-
nales, afianzar el regreso de Argentina a la
estabilidad macroeconómica y mejorar el
nivel de vida de todos los argentinos de ma-
nera duradera”. El optimismo presente del
Fondo se asemeja al del inicio del gobier-
no de Macri cuando se anunciaba la pronta
llegada de una ‘lluvia de inversiones’”.
Desde el Congreso se pueden destacar
resoluciones del último bienio que reafir-
man la asociación entre los dos países y re-
conocen las reformas económicas impul-
sadas por Cambiemos (Resolución 54 de la
Cámara de Representantes, del 23 de ene-
Anahí Roitman, Los senderos de la ficción 4, 2006
ro de 2017 y resolución 18 del Senado, de la
misma fecha), también las que respaldan
las investigaciones del atentado a la Emba-
jada de Israel de 1992 (Resolución 201 de la
Cámara de Representantes, del 16 de mar-
zo de 2017) y reivindican el coraje del fiscal
Alberto Nisman (Resolución 354 del Sena-
do, del 7 de diciembre de 2017 y la Resolu-
ción 704 de la Cámara de Representantes,
del 18 de enero de 2018). A su vez, en ene-
ro de 2018 y bajo iniciativa de los represen-
tantes Michael T. McCaul (republicano de
Texas) y Eliot Engel (demócrata de Nue-
va York) se creó el denominado Congres-
sional Argentina Caucus con el propósito
de reforzar los lazos entre legisladores de
ambos países. De acuerdo con una nota de
Clarín del 10 de enero de 2018 (1), McCaul
aseveró: “Argentina se ha convertido en lí-
der de América Latina”. El control de la Cá-
mara de Representantes en manos del Par-
tido Demócrata no alterará el compromiso
legislativo actual con la gestión de Cambie-
mos y está poco interesada en ampliar con-
tactos con la oposición al gobierno.
En el Ejecutivo ha sido evidente el papel
fundamental de la administración del pre-
sidente Donald Trump en relación al acuer-
do del FMI con Argentina. Ello fue más elo-
cuente a raíz del fracaso del primer acuerdo
con el organismo firmado en junio de 2018
y el establecimiento de un segundo acuerdo
en septiembre. En efecto, el 4 de septiembre
la Casa Blanca difundió el siguiente mensa-
je del mandatario estadounidense: “Esta
mañana dialogué con el presidente de Ar-
gentina, Mauricio Macri, y reafirmé el fuer-
te apoyo de Estados Unidos hacia Argenti-
na durante este momento de prueba para el
país. Argentina es un socio estratégico his-
tórico de Estados Unidos y un importante
aliado extra OTAN. El presidente Macri es-
Edición 238 | abril 2019
tá realizando un trabajo excelente frente a
esta situación económica y financiera muy
difícil. Confío en el liderazgo del presiden-
te Macri, y aliento y apoyo fuertemente su
compromiso con el FMI para fortalecer la
política monetaria y fiscal de Argentina a
fin de enfrentar los actuales desafíos eco-
nómicos del país”. En aquellas resolucio-
nes legislativas del Senado y de la Cámara
de Representantes de enero de 2017 se hi-
zo referencia a la condición de aliado extra
OTAN que se le concedió al país en 1998 y
que, a pesar de las tensiones entre Estados
Unidos y Argentina en distintos temas y du-
rante los doce años de mandato de Néstor
Kirchner y Cristina Fernández de Kirch-
ner, no fue retirada por Washington ni Bue-
nos Aires renunció a ella.
En aquella misma coyuntura cabe des-
tacar, en especial, un texto raramente co-
mentado en el país: el Integrated Country
Strategy para Argentina (2), de septiembre
de 2018, elaborado por el Departamento de
Estado estadounidense. Se trata de un tipo
de escrito que sirve de guía para los funcio-
narios en Washington y para los jefes de
misión de Estados Unidos en los países de
destino; en este caso respecto a Argentina.
Es difícil encontrar otro documento públi-
co reciente tan elogioso –aunque con lla-
mativos errores fácticos– del gobierno de
Macri, casi al extremo poco frecuente entre
funcionarios profesionales de casi insinuar
un impulso a su reelección cuando subraya
que el objetivo es trazar un programa para
apoyar y asegurar las reformas oficiales en
curso. La mezcla de preocupación y adver-
tencia es precisa: “Si la economía argentina
se estanca, los candidatos de la oposición
en la elección de 2019 pueden atraer a los
votantes con políticas económicas populis-
tas y miopes que se desvían de las severas
y necesarias reformas para una Argentina
económicamente estable en el largo plazo.”
A su turno, el interés creciente por Argen-
tina se inscribe, asimismo, en dos aspectos
del área de Defensa. Como lo señaló el nue-
vo comandante del Comando Sur, el Almi-
rante Craig Faller, en su testimonio ante un
comité del Senado lo clave es reducir la pre-
sencia de China en el país y continuar con
la revitalización de las relaciones entre mi-
litares de Estados Unidos y Argentina (3).
Para el Ejecutivo la permanencia de Macri
en el gobierno es importante por distintos
motivos: Washington sabe que en el país y
la región el giro a la derecha le permite re-
cuperar influencia en el área y sostener su
pretensión hegemónica.
En síntesis, y en términos generales, el
Ejecutivo, el Legislativo y la banca multila-
teral en Washington no sólo han sido bas-
tante francos en su apoyo al gobierno de
Macri, sino que es suficientemente claro
que sus preferencias coinciden respecto a la
reelección del mandatario.
La influencia de los think tanks
Sin embargo, hay otros actores no esta-
tales en la capital de Estados Unidos que
no son objeto habitual de estudio entre
nosotros, aunque algunos periodistas co-
mo Roman Lejtman, Jorge Elías y Santia-
go del Carril hayan explorado el tema. Se
trata de los denominados think tanks que,
desde Washington, inciden en moldear la
percepción de Argentina en el mundo de
los negocios, en el ámbito de los decisores
públicos, en los medios de comunicación
y en el terreno del cabildeo (lobby). Según
James McGann, un reconocido especia-
lista en el tema, “los think tanks son las or-
ganizaciones que generan investigación
orientada a la política, el análisis y aseso-
ramiento sobre cuestiones nacionales e
internacionales, y que permiten al público
tomar decisiones informadas sobre cues-
tiones de política”. El término se utilizó
en la Segunda Guerra Mundial para indi-

car los sitios donde los estrategas milita-
res discutían y consensuaban los planes
de guerra. Hoy son percibidos como “fá-
bricas de ideas” orientados a influir en la
actividad política y a incidir sobre agentes
sociales poderosos.
En esencia, procuran desarrollar y de-
finir una agenda que sea social y política-
mente aceptable en cuanto a cómo pensar
la economía, la política, la diplomacia y la
defensa, entre otros. En Estados Unidos
han ido desplazando a las universidades en
cuanto a su impacto en la agenda guberna-
mental. A grandes rasgos, la Academia se
concentra en cuestiones científicamente
relevantes; los think tanks en cuestiones de
relevancia en materia de política pública. La
Academia posee mayor autonomía relativa;
los think tanks obedecen más a los provee-
dores de fondos. La Academia se interesa
más en las causas; los think tanks en las con-
secuencias. En Estados Unidos se gestaron
con el tiempo tres tipos de think tanks. Están
los que efectúan investigaciones originales
sobre temas significativos y con metodolo-
gías rigurosas; están los que llevan a cabo
trabajos específicamente solicitados por
y para el gobierno; y están los que intentan
fomentar posiciones políticas concretas de
acuerdo a determinados postulados ideoló-
gicos. Por ejemplo, y otra vez para el caso de
Estados Unidos, la Brookings Institution es
un think tank del primer tipo; la RAND Cor-
poration una del segundo tipo; y la Heritage
Foundation una del tercer tipo.
Los think tanks que se han interesado
en tiempos recientes en Argentina son,
mayoritariamente, del tercer tipo. Supe-
rando incluso los años del menemismo, el
gobierno de Cambiemos tiene ahí admi-
radores y defensores por doquier: las vo-
ces opositoras o progresistas apenas si son
convocadas y escuchadas; máxime en la
actual coyuntura política en Estados Uni-
dos. Los ejemplos son elocuentes.
Ya en diciembre de 2015, el conocido
“halcón” y ex subsecretario de Estado para
Asuntos del Hemisferio Occidental, Roger
Noriega, felicitaba a Argentina por “su ruta a
la recuperación”. Lo hacía desde el neocon-
servador American Enterprise Institute
(AEI) fundado en 1938 y cuyo propósito se
centra en reivindicar el gobierno limitado,
promover la empresa privada, defender la
libertad individual y procurar una defensa
efectiva. A comienzos de 2016 el progloba-
lización y libre comercio Peterson Institute
for International Economics (PIIE) creado
en 1981, a través de su investigadora Monica
de Bolle, daba la bienvenida al gobierno de
Macri señalando que Argentina era “el foco
brillante en América Latina”.
A su vez, el Argentina Project del cen-
trista Wilson Center (WC), creado en 2017,
constituye un caso emblemático pues los
eventos, los invitados argentinos, los parti-
cipantes estadounidenses, los especialistas
con acceso a los medios reflejan, por lo ge-
neral, una mirada complaciente con la ges-
tión oficial en Buenos Aires. Por ejemplo, en
noviembre de 2017 disertó en el marco del
Argentina Project el ministro de Transpor-
te, Guillermo Dietrich; en abril de 2018 lo
hizo el entonces ministro de Trabajo, Jor-
ge Triaca; en ese mismo mes lo hizo el en-
tonces secretario de Política Económica,
Sebastián Galiani; en mayo lo hizo el sena-
dor Esteban Bullrich; y en febrero de 2019
lo hizo el gobernador de Mendoza, Alfredo
Cornejo. Los no plenamente oficialistas que
asistieron a eventos recientes de ese proyec-
to han sido Sergio Massa en octubre de 2018
y José Luis Espert en febrero de 2019.
Paralelamente, los asistentes a los en-
cuentros del Argentina-US Strategic Forum
establecido en 2017 en el Center for Strate-
gic & International Studies (CSIS) fundado
en 1962, así como sus comentarios escritos
son bastante progubernamentales: han si-
do escasísimas las opiniones que desento-
nan en algo con la imagen de una Argentina
remozada y floreciente. A su turno, el con-
servador Atlantic Council (AC), establecido
en 1961 e inicialmente asociado a la OTAN,
galardonó en 2018 a Mauricio Macri con el
premio Global Citizen. Adicionalmente, las
notas en los últimos dos años sobre Argen-
tina de Shannon K. O’Neil, vicepresidenta
del bipartidista y proestablishment Coun-
cil on Foreign Relations (CFR) fundado en
1921 y de James Roberts, investigador del
Heritage Foundation (HF), ponderan in-
variablemente al gobierno de Cambiemos
y reprueban repetidamente al peronismo.
Mientras tanto, Steve Hanke, investigador
del libertario Cato Institute (CI) creado en
1974, reclama la dolarización en Argentina.
Cabe destacar que la AEI, el PIIE, el WC, el
CSIS, el AC, el CFR, el HF y el CI están entre
los quince think tanks con mayor influencia
en Estados Unidos.
Adicionalmente, desde la ultraconserva-
dora Foundation for the Defense of Demo-
cracies, que cuenta con contactos mediá-
ticos y políticos en Argentina, se exige una
mano más dura contra el terrorismo pre-
suntamente latente y camuflado en la Triple
Frontera. Desde el blog Democracy Speaks
del International Republican Institute se
menciona el “retorno al mundo” por parte
del gobierno de Mauricio Macri (4), así co-
mo otras notas positivas desde la llegada al
gobierno de la coalición Cambiemos.
En realidad, existe un cuadrilátero –y
no un trípode– de actores en la capital esta-
dounidense que respaldan activamente al
gobierno de Mauricio Macri y promueven,
de distinto modo, su reelección. Esto está fa-
cilitado por la presencia de un enfoque ideo-
| 11
lógico compartido entre actores domésticos
influyentes en torno al gobierno argentino y
aquellos localizados en Washington y po-
seedores de múltiples atributos de poder,
al tiempo que un conjunto de personas en
Estados Unidos viabilizan y visibilizan un
puente entre el mundo de la consultoría, el
lobby, los negocios y las políticas guberna-
mentales a favor de intereses convergentes
en los dos países. Ello, a su vez, revela algo
que es evidente en el caso argentino y el de
otros países de América Latina: el avance
de los sectores de derecha en el continente
y la ausencia de voces progresistas creíbles
y con capacidad de incidencia en Washing-
ton. Los think tanks refuerzan así los víncu-
los políticos, empresariales, mediáticos y
militares convencionales entre las dos na-
ciones, mientras las voces disidentes, críti-
cas o alternativas apenas si son audibles. En
ese contexto, la preferencia obvia en Wash-
ington y Buenos Aires es a favor del statu
quo a pesar de los graves resultados socia-
les y económicos del cuatrienio macrista:
muchos agentes estatales y no estatales han
invertido —y no sólo recursos materiales—
allá y acá para preservarlo. La elección pre-
sidencial de 2019 lo pondrá a prueba. ¿Y que
pasará si con el correr de los días Macri no
pudiera asegurar su reelección? g
1. www.clarin.com/politica/unidos-lanzan-
grupo-parlamentario-fortalecer-relacion-
argentina_0_rkfneuQEG.html
2. www.state.gov/documents/organization/284663.pdf
3. https://www.armed-services.senate.gov/
imo/media/doc/Faller_02-07-19.pdf
4. https://www.democracyspeaks.org/blog/
argentina%E2%80%99s-%E2%80%9Creturn-
world%E2%80%9D-will-be-based-good-governance
*Profesor Plenario del Departamento de Ciencia Política
y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
12 |
En un país desgarrado por la violencia, la Comisión Internacional
creada en 2007 para luchar contra la corrupción y la impunidad
acaba de ser disuelta por el gobierno de James Ernesto Morales
Cabrera. A pocos meses de las elecciones presidenciales, Guatemala
vuelve a quedar sumida en los oscuros mecanismos electorales.
El poder como estructura criminal mafiosa
Guatemala organiza
la impunidad
por Clément Detry*
Movilización contra la decisión del presidente Morales de terminar el mandato de la CICIG, Guatemala, 12-1-19 (Luis Echeverría/Reuters)
E
n la noche del 17 de febrero de
2007, tres diputados salvadore-
ños del Parlamento Centroame-
ricano (Parlacen) se dirigían a la
ciudad de Guatemala en una lu-
josa 4×4 con dos grandes bolsos deportivos
escondidos en un compartimiento secre-
to. Tan pronto como cruzaron la frontera
entre ambos países, Eduardo d’Aubuisson,
William Pichinte, José Ramón González y
su chofer fueron arrestados por una unidad
policial cerca de la aldea de El Jocotillo. A la
mañana siguiente, los restos aún humeantes
de los cuatro hombres fueron extraídos del
vehículo carbonizado. Las autopsias revela-
ron innumerables heridas de bala. Más tar-
de se descubrió que los tres parlamentarios
transportaban veinte kilogramos de cocaína
y cinco millones de dólares en efectivo. Sus
asesinos, cuatro policías, fueron detenidos
tres días después y asesinados de inmediato
tras su detención preventiva. Víctor Rivera,
un alto funcionario del Ministerio del Inte-
rior sospechado de haber ordenado la opera-
ción, también murió en los meses siguientes.
Un asunto como éste podría haber pa-
sado desapercibido en Guatemala, un país
asolado por la violencia y la corrupción,
donde nueve ex presidentes enfrentan car-
gos, juicios o sentencias de prisión. No fue
el caso, sin embargo, gracias a la creación en
2007, mediante un acuerdo entre el Estado y
las Naciones Unidas (ONU), de la Comisión
Internacional contra la Impunidad en Gua-
temala (CICIG) . Su objetivo: “Apoyar, forta-
lecer y asistir a las instituciones [...] encarga-
das de la investigación y persecución penal
de los delitos presuntamente cometidos por
los Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandesti-
nos de Seguridad [CIACS]” (1). La debilidad
institucional del país, devastado por treinta
y seis años de conflicto armado (1960-1996),
favorece la impunidad tanto de los abusos
del pasado como de la actual delincuencia.
La captura del Estado
En el caso del Parlacen, la CICIG investigó
durante ocho años para asegurarse de que
la justicia guatemalteca dispusiera de la
información necesaria para procesar a los
autores de las nueve ejecuciones extraju-
diciales. Pero éste es sólo uno de los prime-
ros casos abiertos, de un total de noventa en
once años. En una entrevista acordada a la
BBC (2), el jurista y diplomático colombia-
no Iván Velásquez Gómez, comisionado de
la CICIG, informó sobre 300 condenas a al-
tos dirigentes políticos y del mundo empre-
sarial que participaron en los CIACS.
Ahora bien, la Comisión tendrá que
abandonar el país. El gobierno del presi-
dente James Ernesto Morales Cabrera,
electo en 2015, ordenó su partida antes de
que finalice el mandato de la organización,
el próximo septiembre. Esta medida no im-
pedirá que se continúe investigando el fi-
nanciamiento de su campaña de 2015, pero
limitará su impacto dados los escasos me-
dios de investigación del Tribunal Supre-
mo Electoral (TSE). Sin embargo, el escla-
recimiento de este caso habría cambiado la
situación en el marco de la campaña para
las elecciones –presidencial y parlamenta-
rias– del próximo 16 de junio, ya que habría
puesto de manifiesto uno de los principales
defectos que han hecho posible la captu-
ra del Estado guatemalteco en los últimos
años: el financiamiento electoral ilegal.
“Los CIACS de los que hablábamos en
los años posteriores al conflicto armado eran
grupos de ex militares que sembraban el te-
Edición 238 | abril 2019
rror para evitar el establecimiento de una jus-
ticia transicional efectiva para las víctimas de
crímenes de guerra”, explica el politólogo y
ex ministro de Relaciones Exteriores (2002-
2004) Edgar Gutiérrez. Cuando el proceso
de transición democrática los amenazaba,
respondían con ejecuciones –a menudo de
líderes de organizaciones que militaban pa-
ra asegurar que el retorno a la democracia no
sumiera al país en la amnesia–. Este fue el ca-
so, por ejemplo, del obispo Juan José Gerar-
di Conedera, director del Proyecto Interdio-
cesano para la Recuperación de la Memoria
Histórica (ReMHi), asesinado en 1998.
“No obstante, los funcionarios cercanos
al primer presidente de la transición (1996-
2000), Álvaro Arzú, no sólo liquidaron a
los movimientos de defensa de derechos
humanos. Actuaban impulsados por una
ambición mayor: controlar el Estado y la
economía –continúa Gutiérrez–. Durante
estos años la mayoría de los oficiales de in-
teligencia de la dictadura militar se convir-
tieron en infiltrados del crimen organizado
en las cercanías o en el seno del Estado”.
En sus conclusiones sobre el caso Parla-
cen, la CICIG señala que los crímenes fue-
ron planeados y cometidos por un “comple-
jo clandestino integrado por las fuerzas del
orden y del sistema penitenciario”. Entre los
beneficiarios de esta organización se encuen-
tran varios altos responsables de la seguridad,
ahora en prisión o huyendo: el ex jefe de la po-
licía criminal Víctor Hugo Soto Diéguez, el
ex ministro del Interior Carlos Vielmann, el
ex comisionado de la Policía Nacional Civil
(PNC) Edwin Sperissen y el ex diputado pro-
vincial de Jutiapa Manuel de Jesús Castillo.
La investigación que realizó el politólo-
go y consultor internacional Luis Jorge Ga-
ray Salamanca acerca de Colombia destaca
el concepto de “captura del Estado a corto
plazo” (3). El investigador y autor de una
historia sobre Guatemala, Ian H. Tisdale
la aplica al fenómeno de la mutación ma-
fiosa de los CIACS: “La función ha cambia-
do –de la ejecución política a la ejecución
de competidores en un filón ilegal– pero el
método sigue siendo idéntico” (4).
En los años 90 se hizo evidente que la
corrupción había pasado a desempeñar
un papel estructural dentro del Estado, lo
que hizo que en el Departamento de Esta-
do estadounidense se temiera una “ruptu-
ra de la estabilidad democrática” (5) en un
contexto de aumento del tráfico de drogas
en el país. En 2002, el subsecretario de Es-
tado estadounidense Otto J. Reich denun-
ció una colusión entre “algunos respon-
sables del narcotráfico” y “los niveles más
altos del Estado” guatemalteco (6). Pocos
observadores eran lo suficientemente pe-
simistas como para prever un deterioro de
la situación... hasta el caso “La Línea”, que
estalló en 2015 y provocó manifestaciones
de una amplitud sin precedentes, así como
el encarcelamiento del presidente en ejer-
cicio, Otto Pérez Molina (2012-2015).
El dispositivo entonces descubierto
consiste en un esquema de fraude adua-
nero que, puesto en práctica por el Par-
tido Patriota (PP) de Pérez Molina mu-
cho antes de que llegara al poder, finan-
ció sus campañas electorales de 2007 y
2011. “La Línea” –que hizo perder a los
contribuyentes guatemaltecos 280.000
euros semanales– ilustra la facilidad con
la que las estructuras militares-mafiosas
cercanas al narcotráfico se organizan
en fuerzas políticas y se apoderan de las
más altas funciones del Estado. El esce-
nario político de la transición democrá-
tica de Guatemala había brindado al ge-
neral Pérez Molina la oportunidad ideal
para invertir el capital que había acumu-
lado durante sus jóvenes años. Primero
dirigió los grupos de contrainsurgencia
La Cofradía y El Sindicato, que de he-
cho controlaban la mayoría de las adua-

nas del país en la década de 1970; luego
fue miembro asociado de la “red More-
no”, que lleva el nombre del ex militar
y narcotraficante salvadoreño Alfredo
Moreno Molina, quien en los años 90
falsificaba los documentos de impues-
tos aduaneros a gran escala. Una vez en
el poder, la red de contribuyentes clan-
destinos del PP no sólo habría monopo-
lizado 450 licitaciones públicas, sino que
también, y sobre todo, habría determina-
do las prioridades de varias administra-
ciones importantes –como el Ministerio
de Comunicaciones, Infraestructura y
Vivienda de Alejandro Sinibaldi (2012-
2014)–. De este modo pudo establecer los
programas, proyectos y vencimientos fi-
nancieros que permitirían optimizar la
distribución del dinero público a las em-
presas asociadas a él. Una forma ideal de
aumentar el número de retrocomisiones
destinadas a la red de Pérez Molina, la vi-
cepresidenta Roxana Baldetti y otros.
De ahí la reapertura, en 2016, de la inves-
tigación en torno al antiguo binomio presi-
dencial en el caso “Captación del Estado”,
bajo el impulso del tándem formado por
Velásquez Gómez y Thelma Aldana, ex fis-
cal y candidata presidencial de ese año. “De
esto dedujimos que ya no se trataba tanto
de un gobierno cuyos miembros cometían
actos aislados de corrupción sino de una
estructura criminal mafiosa que había ad-
quirido el control del Estado a través de las
urnas [...] y cuyos principales líderes eran
Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti”, se-
gún puede leerse en el sitio web de CICIG.
Alineamiento con Washington
Sin embargo, la CICIG reconoce que su efi-
cacia judicial no es suficiente para impedir
el retorno del submundo militar-mafioso en
elecciones disputadas por una vasta conste-
lación de partidos-franquicias, formaciones
políticas a menudo efímeras, con un conteni-
do ideológico débil y un financiamiento cues-
tionable. Un informe publicado en 2015 (7)
muestra que más de la mitad de los desembol-
sos durante las campañas electorales de 2011
y 2015 provenían de contribuciones ilegales
de oligopolios históricos (cemento, azúcar,
pollo frito) o de organizaciones criminales.
En 2015, en el caso de la campaña del
Frente de Convergencia Nacional (FCN-
La mayoría de
los oficiales de
inteligencia de la
dictadura militar
se convirtieron
en infiltrados del
crimen organizado.
Nación), el partido de Morales, una en-
cuesta conjunta del TSE y la CICIG repor-
tó montos no declarados de alrededor de
900.000 dólares. No es una sorpresa ya que
según un informe de 2012 de la organiza-
ción no gubernamental Acción Ciudadana,
las campañas electorales guatemaltecas es-
tán entre las más caras de América Latina
(8). Al dividir la cantidad total gastada por
todos los partidos por el número de votan-
tes, sus analistas calcularon un promedio de
unos 10 dólares por votante para la campaña
de 2011 –en comparación con los 12 dólares
de Estados Unidos o los 25 dólares de Méxi-
co, la segunda potencia económica de la re-
gión latinoamericana, donde la compra ma-
siva de votos es presentada por el diario El
País como un “secreto de polichinela” (9)–.
¿El activismo judicial de la CICIG ha-
bría provocado una reacción explosiva en
forma de un “pacto de corruptos” de to-
dos aquellos a los que amenaza con la ex-
pulsión? Es probable. Pero también pesa-
ron otros factores. Después de todo, Pé-
rez Molina no era menos poderoso que su
sucesor Morales. Sin duda el mandato de
la CICIG ya habría terminado si la admi-
nistración del presidente de Estados Uni-
dos, Barack Obama, principal apoyo po-
lítico externo y contribuyente financiero
a la Comisión de las Naciones Unidas, no
hubiera intervenido para exigir su reno-
vación. Pero Donald Trump no se opuso
a la idea de sacrificar a la CICIG a cambio
de la alineación geopolítica de Guatema-
la. Quedan pocas dudas sobre las motiva-
ciones que llevaron al gobierno de Mora-
les a trasladar su embajada en Israel de
Tel Aviv a Jerusalén, o a reafirmar su com-
promiso diplomático y comercial con Tai-
wán, en detrimento de Pekín.
En octubre de 2018, una investigación
del portal de noticias Nómada reveló que
un grupo de personalidades políticas y
empresarios cercanos al presidente Mo-
rales había pagado a una sociedad lobis-
ta con sede en Washington (10). Objetivo:
que Trump no condene las medidas adop-
tadas contra la CICIG. Y que tolere la pro-
hibición contra Velázquez de permanecer
en ese país, donde desde septiembre pasa-
do tiene que presidir la Comisión en Nueva
York. Una medida que el secretario gene-
| 13
ral de la ONU, Antonio Guterres, conside-
ra contraria al mandato que obliga a ambas
partes hasta el 1° de septiembre de 2019 (11).
Y que la Corte de Constitucionalidad de
Guatemala ha rebatido, sin que por ello el
gobierno acepte dar marcha atrás. g
1. “Acuerdo entre la Organización de las Naciones
unidas y el gobierno de Guatemala relativo al
establecimiento de una Comisión Internacional Contra
la Impunidad en Guatemala (CICIG)”, www.cicig.org
2. Gerardo Lissardy, “Iván Velásquez, comisionado de
la CICIG: en Guatemala ‘hay una ruptura del Estado de
derecho’”, BBC News Mundo, Nueva York, 23-1-19.
3. Luis Jorge Garay Salamanca, Eduardo Salcedo-
Albarán, Isaac de León-Beltrán y Bernardo
Guerrero, “La captura y reconfiguración
cooptada del Estado en Colombia”, Fundación
Método, Fundación Avina y Transparencia por
Colombia, Bogotá, septiembre de 2008.
4. Ian Hadley Tisdale, “The three headed beast: a look
into the evolution of the Guatemalan captura de Estado,
and the anticorruption efforts of the CICIG”, Universidad
de Arizona, novembre de 2018, www.academia.edu
5. Otto J. Reich, “Threats to democratic in the Dominican
Republic and Guatemala”, audición en el Comité
para las Relaciones Internacionales del Congreso,
Washington, DC, 10-10-02, https://2001-2009.state.gov
6. Ibid.
7. “El financiamiento de la política en
Guatemala”, CICIG, Guatemala, 16-7-15.
8. “¿Cuánto costó la campaña electoral? Analisis del
gasto y la rendición de cuentas de los partidos políticos
en el proceso electoral del 2011 en Guatemala”,
Acción Ciudadana, Guatemala, febrero de 2012.
9. Sindy Nanclares, “La compra de votos, un secreto
a voces en México”, El País, Madrid, 1-7-18.
10. Jody García, “Jimmy, Baldizón y estos mega-
empresarios organizaron el lobby contra Todd y la
CICIG (parte 1) ”, Nómada, 11-10-18, https://nomada.gt
11. “Iván Velásquez decidirá nueva organización de
la CICIG, según la ONU”, EFE, México, 9-1-19.
*Periodista, México.
Traducción: Teresa Garufi
14 |
Leer un periódico impreso por la familia Irving en una casa construida
por los Irving, degustando los productos cultivados en sus granjas y
transportados en sus camiones que circulan con su petróleo: esta es
la vida diaria de muchos habitantes de New Brunswick, una provincia
del este de Canadá sujeta a un real feudalismo económico.
La familia Irving o el feudalismo en Canadá
¡Bienvenido a “Irvingnia”!
por Alain Deneault*
E
n su sede social de la pro-
vincia de New Brunswick, la
familia Irving reina como si
fuera una dinastía. A lo largo
de las décadas ha construido
un monopolio tanto vertical como ho-
rizontal que, en la mayoría de los casos,
le permite prescindir de proveedores
y socios, según un modelo económico
opuesto al de una multinacional: no ex-
tiende sus tentáculos a escala mundial,
sino que explota todo lo que se puede
dentro de un área bien definida.
Su refinería de Saint-John, la más
grande de Canadá, alimenta el sistema
de distribución Irving, que sirve a todo
el noreste de América del Norte, desde
Terranova hasta Nueva Inglaterra. La
empresa familiar suministra combusti-
ble a su enorme flota de camiones que
transporta alimentos cosechados en
sus granjas, periódicos impresos por
ella o paquetes procesados por su ser-
vicio de entrega –cuando estos produc-
tos no se distribuyen a través de su red
ferroviaria o su flota de barcos–.
La familia Irving también posee vas-
tas propiedades forestales donde cor-
tan madera que luego procesan en uno
de sus muchos aserraderos industria-
les y fábricas de papel. Así, su filial Kent
Homes puede disponer con facilidad de
materiales de construcción para sus ca-
sas –la madera, pero también el acero
y el hormigón que también producen–.
Un astillero, plantas de embalaje, una
red de autobuses interurbanos, conce-
sionarias de automóviles, una cadena
de restaurantes, un equipo de hockey,
una marca propia de ferreterías y otra
de farmacias: la lista de propiedades fa-
miliares parece no tener fin.
Fuera del campo industrial y comer-
cial, los Irving controlan la vida políti-
ca como monarcas extraoficiales. Sus
pretensiones filantrópicas no ocultan
su injerencia en los asuntos públicos,
a nivel federal, pero en particular en
New Brunswick y en el resto del Cana-
dá Atlántico, donde hacen las veces de
gobierno alternativo. Aquí, pocos com-
plejos deportivos, museos, centros de
investigación universitaria –por ejem-
plo sobre energía, silvicultura o desa-
rrollo sustentable– no enarbolan los
colores de Irving.
La exposición de la marca ha supera-
do el punto de saturación: se ha llegado
Gustavo Cimadoro (cima-cima-doro.tumblr.com)
a confundir con el nombre de la propia
provincia. ¡Bienvenido a “Irvingnia”!
Comunicación contaminada
La dinastía controla todos los periódi-
cos en idioma inglés que se publican.
Sólo se le escapa el diario en francés
L’Acadie Nouvelle, pero de todas mane-
ras se imprime allí. Los Irving también
han adquirido muchas estaciones loca-
les de radio y televisión, por no hablar
de las prensas universitarias de New
Brunswick. Los conflictos de intereses
que se derivan de esta situación pare-
cen caricaturescos: los medios de co-
municación del grupo reflejan en esen-
cia las posiciones de la familia Irving
en todos los ámbitos de la vida social
e industrial en los que se encuentra
implicada (1). Así, cuando en el otoño
boreal de 2018 se produjo una explo-
sión en el emplazamiento de la refine-
ría Saint John que oficialmente hirió
a cuatro personas, un médico expresó
sus dudas sobre la exactitud de las de-
claraciones de la empresa e, indirecta-
mente, sobre la imparcialidad del tra-
tamiento de la información por sus me-
dios de comunicación (2).
Edición 238 | abril 2019
Sin embargo, los casos de denuncia
siguen siendo insólitos. Profesores,
funcionarios y diputados temen repre-
salias y muchos han sido objeto de dis-
tintas formas de intimidación. En la ca-
pital, Fredericton, el despido de la res-
ponsable de Salud Pública del Estado,
Eilish Cleary, causó revuelo. Ocurrió
en 2015, cuando estaba investigando
el uso del glifosato por las compañías
forestales de los Irving. Rod Cumber-
land, biólogo anteriormente emplea-
do por el Ministerio de Energía y Re-
cursos Naturales, y Tom Beckley, pro-
fesor de Silvicultura en la Universidad
de New Brunswick, también sufrieron
fuertes presiones cuando analizaron el
impacto de esos pesticidas en la fauna
regional o la gestión opaca de los bos-
ques por parte de los legisladores (3).
Un Estado enceguecido
Hoy el imperio familiar tiene más de un
siglo. Aprovechando el retroceso de las
actividades coloniales tradicionales en
el este canadiense de finales del siglo
XIX y principios del XX, Kenneth Colin
Irving, un austero protestante nacido en
1899, invirtió en el sector petrolero para
controlar su distribución, a la manera de
los Rockefeller, pero a pequeña escala.
Luego se dedicó a los ámbitos de la ma-
dera, el acero y la distribución masiva,
erigiéndose como negociador despia-
dado y avanzando sus peones en política
con habilidad, antes de que sus tres hi-
jos lo relevaran. La familia Irving, prin-
cipal empleador en el este de Canadá y
motor de su actividad industrial, ha lo-
grado mantener cautiva a la población.
Allí ninguna medida antimonopolio
puede contener sus apetitos. Se ubica
entre los cinco principales propietarios
de bienes raíces de América del Norte.
Las casi 200 empresas que controla lo
dotan de un capital de cerca de 6.600
millones de euros. Como las estructuras
del grupo no cotizan en Bolsa, se dispo-
ne de poca información sobre ellas.
En nombre de la sacrosanta creación
de puestos de trabajo, el conglomerado se
beneficia de innumerables exenciones fis-
cales. También recibe subvenciones, por
ejemplo, a través del desvío del “Progra-
ma de compra de energía renovable para
grandes industrias”, una medida que hace
que, para producir energía, la compañía
pública de electricidad compre a precios
exorbitantes aserrín y astillas de árboles
de aserraderos industriales.
La provincia de New Brunswick tam-
bién cedió a los Irving, directa o indi-
rectamente, la responsabilidad de ges-
tionar el formidable patrimonio fores-
tal del sector público y redujo cons-
tantemente sus exigencias. Publicado
en 2014, el último “Manual de Gestión
Forestal” desarrollado por el gobierno
provincial reduce el tamaño de las zo-
nas de amortiguamiento entre los bos-
ques y los sitios habitables, autoriza más
talas totales (4), aumenta el volumen de
producción esperado y la proporción de
áreas protegidas pasa del 31% al 22% (5).
Entre estas áreas protegidas se encuen-
tra, por supuesto, el campamento de
pesca privado de los Irving. De hecho, la
legislación es una verdadera zona fran-
ca para estos últimos: los requisitos del
Ministerio Provincial de Recursos Na-
turales sólo pueden modificarse con la
aprobación de la propia empresa (6).
La compañía ejerce una presión si-
milar en el estado vecino de Maine, en
Estados Unidos, donde también disfru-
ta de un régimen de excepción. Con el
apoyo de las autoridades canadienses,
ha utilizado todo su peso para derrotar
tanto un referéndum sobre la prohibi-

ción del talado total como un proyecto
de ley sobre rendición de cuentas. En la
actualidad el grupo examina las reser-
vas de oro y cobre de Bald Mountain,
en el condado de Aroostook, y algunos
se preguntan si Maine no está a punto
de convertirse en la “nueva colonia de
los Irving” (7). Los ecologistas temen
que la explotación del sitio pueda ge-
nerar ácido sulfúrico y liberar arsénico
del suelo. En respuesta, uno de los hijos
de Irving, James, entona la cantinela de
“mejores prácticas” y “altos estánda-
res” que guiarían a su compañía (8).
Para convencerse, basta con mirar
la forma en que este imperio elude im-
puestos. En los años 60, fue una de las
primeras en trasladar la gestión de sus
activos a paraísos fiscales, utilizando
métodos contables ya habituales. Eso
le ha permitido aplicar la práctica abu-
siva de la facturación intragrupo; por
ejemplo, la subsidiaria de las Bermu-
das compra petróleo crudo para luego
revenderlo a un precio exorbitante a su
entidad canadiense, con el fin de regis-
trar la mayor cantidad de capital posi-
ble en ese paraíso fiscal.
Durante casi sesenta años, los legis-
ladores y tribunales canadienses han
facilitado estos procedimientos, lo que
permitió que los Irving evitaran con-
tribuir al presupuesto del Estado (9).
De hecho, el patriarca disfrutaba tan-
to de los paraísos fiscales que termi-
nó por convertirse en residente de las
Bermudas. Como único accionista de
su conglomerado, lo gestionaba a dis-
tancia a través de sus tres hijos, quie-
nes en Canadá eran oficialmente sus
simples gestores.
Revista de libros
Yuval Noah Harari
La tiranía de los algoritmos
Robert Kuttner
Una crisis financiera que fracasó
Michel Houellebecq | Nancy Fraser
Trump y más allá
Yuval Noah Harari
Libertad versus algoritmos
Alma Guillermoprieto
Roma, de Alfonso Cuarón
Edgardo Scott
El tríptico de Luis Gusmán
Suscripciones en www.rdelibros.com
Experto internacional en corrupción
política, Don Bowser descubre atóni-
to que hay menos transparencia y con-
sultas públicas en New Brunswick que
en Kurdistán, Guatemala o Sierra Leo-
na, a pesar de los colosales fondos pú-
blicos involucrados en la explotación
de los recursos naturales (10). Mientras
los activistas del hemisferio sur luchan
por arrojar luz sobre los pagos realiza-
dos por las empresas extractivas a sus
gobiernos, los ciudadanos de una pro-
vincia que es miembro de la Federación
La exposición
de la marca ha
superado el punto
de saturación: se ha
llegado a confundir
con el nombre de la
propia provincia.
Canadiense no pueden conocer los im-
puestos, tasas y regalías que paga (o no)
la principal empresa que opera en su te-
rritorio, ni medir el alcance del apoyo
público que recibe. “No creo que la po-
lítica y los negocios puedan mezclarse.
New Brunswick es demasiado pequeña
para la política” (11), declaraba con ci-
nismo Kenneth Colin Irving en los años
70 para justificar su falta de participa-
ción directa en esta área.
Entre los primeros ministros de New
Brunswick, sólo Louis Robichaud, que
ocupó el cargo de 1960 a 1970, estaba
preocupado por la desproporciona-
da influencia de la familia Irving –aun-
que la había ayudado a llegar al poder,
al igual que sus predecesores y suceso-
res (12)–. El periodista Michel Cormier,
biógrafo de Robichaud, escribió: “Qui-
zás se podía ganar una elección sin el
apoyo tácito de Irving, pero era difícil
aspirar al poder si él decidía oponerse
abiertamente” (13). A veces el patriar-
ca, erigiéndose en gobernador general
frente a parlamentarios aterrorizados,
los amenazaba con “cerrar” el Estado
provincial (14), como si toda una pobla-
ción pudiera someterse a un lock-out.
Hoy en día, el primer ministro de
New Brunswick, Blaine Higgs, a la ca-
beza de un gobierno minoritario, es un
ex ejecutivo del grupo Irving que tra-
bajó en el sector petrolero durante más
de 30 años. Desde que asumió en 2010,
milita por la integración del mercado
de la madera y los minerales en el es-
te canadiense y el noreste de Estados
Unidos, así como por la construcción
de un oleoducto a través de Canadá
desde el Estado petrolero de Alberta
hasta la refinería de los Irving. Ilustra
un problema recurrente en las provin-
cias marítimas canadienses: los funcio-
narios electos a menudo actúan como
lobistas, descuidando su rol de repre-
sentantes del pueblo. g
1. Julian H. Walker, “The once and future New
Brunswick free press”, Journal of New Brunswick
Studies, vol. 1, enero de 2010, y Bruce Livesey, “The
Irvings’ media monopoly and its consequences”,
| 15
National Observer, 6-7-16, www.nationalobserver.com
2. “Explosion à Saint-Jean : plus de blessés
qu’annoncé”, Radio-Canada Acadie, 11-
10-18, https://ici.radio-canada.ca
3. “Congédiement d’Eilish Cleary: le Conseil des
Canadiens porte plainte”, Radio-Canada Acadie,
17-5-2016, y Bruce Livesey, “How the Irvings
intimidate their critics”, National Observer, 27-6-16.
4. También llamada “tala total”, esta práctica
consiste en talar todos los árboles de una parcela.
5. “Manuel d’aménagement forestier pour les
terres de la Couronne du Nouveau-Brunswick”,
Ministerio de Recursos Naturales, Gobierno
de New Brunswick, -Fredericton, 31-7-14.
6. Charles Thériault, “Notre forêt est-elle vraiment
la nôtre ?”, http://notreforetest-ellelanotre.com
7. Lance Tapley, “Maine : Irving’s new colony ?”, Maine
Center for Public Interest Reporting, Augusta, 16-9-15.
8. Bruce Livesey, “The Irvings’ invasion of
Maine”, National Observer, 21-7-16.
9. Alain Deneault, Paradis fiscaux : la filière
canadienne. Barbade, Caïmans, Bahamas, Nouvelle-
Écosse, Ontario…, Écosociété, Montreal, 2014,
y Diane Francis, Who Owns Canada Now ? Old
Money, New Money and The Future of Canadian
Business, HarperCollins Canadá, Toronto, 2009.
10. Entrevista acordada a Charles Thériault,
Notre forêt est-elle vraiment la nôtre ?, op. cit.
11. Peter Newman, L’Establishment
canadien. Ceux qui détiennent le pouvoir, Les
Éditions de l’Homme, Montreal, 1979.
12. Herménégilde Chiasson, Robichaud, Oficina
Nacional del Film en Canadá, Montreal, 1989.
13. Michel Cormier, Louis J. Robichaud.
Une révolution si peu tranquille, Éditions
de la Francophonie, Moncton, 2004.
14. Diane Francis, Le Monopole. 32 familles et
conglomérats contrôlent le tiers des richesses
canadiennes, Les Éditions de l’Homme, 1986.
*Miembro del Colegio Internacional de Filosofía,
autor de los libros De quoi Total est-elle la Somme?,
Rue de l’Échiquier-Écosociété, París-Montreal,
2017, y La Médiocratie, Lux, Montreal, 2015.
Traducción : Teresa Garufi
#19
16 |
Mientras se incrementa el poder económico y político de China,
el temor de Estados Unidos a perder su liderazgo mundial se
intensifica. Pero las medidas geopolíticas y económicas que aplica
para evitarlo son ineficaces y podrían perjudicar profundamente los
intereses y el bienestar de sus propios ciudadanos.
Cómo pueden evitar la guerra Washington y Pekín
El destino manifiesto
de China
por Kishore Mahbubani*
Fábrica en el Área de Desarrollo Económico de Laoting, provincia de Hebei, China, 10-8-18 (Yang Shiyao/Xinhua)
D
entro de 15 años, la econo-
mía china superará a la esta-
dounidense y se convertirá
en la más poderosa del mun-
do. Mientras ese momen-
to se aproxima, en Washington prevale-
ce el consenso: China puede perjudicar
profundamente los intereses y el bienes-
tar de los estadounidenses. El general Jo-
seph Dunford, jefe del Estado Mayor del
Ejército, afirmó sin ambages que es muy
probable que Pekín represente “la ma-
yor amenaza” en 2025 (audiencia frente
al Senado, el 26 de septiembre de 2017).
En la Estrategia de Defensa Nacional de
2018, se menciona a China y a Rusia co-
mo “potencias revisionistas”, que buscan
“moldear un mundo compatible con su
modelo autoritario mediante el derecho
de veto sobre las decisiones económicas,
diplomáticas y de seguridad de otras na-
ciones” (1). El director del Federal Bureau
of Investigation (FBI) Christopher Wray
afirmó que “la amenaza china no sólo con-
cierne a cuestiones estratégicas y pangu-
bernamentales, sino que pesa sobre toda
la sociedad. Creo que vamos a necesitar
una respuesta a escala del conjunto de la
sociedad”. Esta idea está tan extendida
que, cuando el presidente Donald Trump
lanzó su guerra comercial contra Pekín,
en enero de 2018, tuvo el apoyo de perso-
nalidades moderadas, como el senador
demócrata Chuck Schumer.
Dos preocupaciones nutren esta in-
quietud. La primera es de orden econó-
mico: China habría debilitado a Estados
Unidos al recurrir a prácticas comerciales
desleales, exigir transferencias de tecno-
logía, violar el derecho a la propiedad in-
telectual e imponer barreras no tarifarias
que dificultan el acceso a sus mercados.
La segunda es de orden político: su desa-
rrollo económico no estaría acompaña-
do de las reformas democráticas liberales
que habían anticipado los gobiernos occi-
dentales, en especial Washington. Pekín
se estaría mostrando demasiado agresivo
en sus relaciones con las otras naciones.
En un libro intitulado Destined for war (2),
el politólogo Graham Allison, convencido
de estos análisis, formuló la deprimente
conclusión de que un conflicto armado en-
tre ambos países parece más que probable.
Sin embargo, China no posee una
fuerza militar destinada a amenazar o
invadir Estados Unidos, no intenta inter-
venir en la política interior estadouni-
dense ni lleva adelante ninguna campa-
ña para destruir la economía estadouni-
dense. A pesar de las numerosas voces
que se expresan sobre el peligro chino,
Estados Unidos debería poder encontrar
Edición 238 | abril 2019
una manera pacífica de tratar con el país
que va a convertirse en primera potencia
económica, incluso geopolítica, dentro
de una década. Y debería poder hacerlo
defendiendo sus propios intereses, aun-
que eso contraríe los de Pekín.
Ahora bien, para ello tienen que em-
pezar por cuestionar una antigua creen-
cia sobre el sistema político chino. Des-
de la caída de la Unión Soviética, los di-
rigentes estadounidenses están conven-
cidos de que el Partido Comunista Chino
(PCC) va a seguir al Partido Comunista
Soviético (PCUS) a la tumba. De lado a
lado del espectro político, todos acepta-
ron, más o menos explícitamente, la te-
sis propuesta por Francis Fukuyama en
1992: “No sólo somos testigos del fin de
la Guerra Fría, [...] sino del fin de la His-
toria como tal: es decir, el punto final de
la evolución ideológica de la humanidad
y la universalización de la democracia li-
beral occidental como forma final de go-
bernanza humana” (3).
Cuando, en marzo de 2000, William
Clinton explicó por qué apoyaba la adhe-
sión de Pekín a la Organización Mundial
del Comercio (OMC), aseguró que la li-
beralización política seguiría al aspecto
económico como la cola de la serpien-
te sigue a la cabeza. Luego, argumentó
frente a sus homólogos: “Si creen en un
futuro más abierto y libre para el pueblo
chino, tienen que aprobar este acuerdo”.
Su sucesor, George W. Bush, compartía
la misma convicción. En la Estrategia de
Defensa Nacional 2002, afirmó que “con
el tiempo, China se dará cuenta de que
las libertades sociales y políticas son las
únicas fuentes de grandeza de una na-
ción”. Hillary Clinton se mostró aun más
explícita. En su opinión, al prolongar el
reinado del PCC, los chinos intentan, “en
vano, entorpecer el curso de los aconte-
cimientos. No lo lograrán, pero intenta-
rán retrasarlo lo más posible”.
Cabe preguntarse sobre la confianza
de los decisores estadounidenses, quie-
nes creen tener fundamentos para prodi-
gar sus recomendaciones políticas a Pe-
kín. Si bien es cierto que ningún imperio
acumuló tanto poder económico, políti-
co y militar como Estados Unidos, su De-
claración de Independencia (1776) se re-
monta a menos de 250 años atrás. La his-
toria de China comenzó mucho tiempo
antes. A lo largo de miles de años, su po-
blación aprendió que nunca sufriría tan-
to como con un gobierno central débil y
dividido, como sucedió, por ejemplo, du-
rante el siglo que siguió a la Guerra del
Opio (1842), cuando el país quedó arra-
sado por las invasiones extranjeras, las
guerras civiles, las hambrunas y cantidad
de otros males. Ahora bien, desde 1978,
China logró sacar a cientos de millones
de personas de la pobreza y creó la mayor
clase media del mundo. Tal como Gra-
ham Allison escribió en un editorial del
China Daily, un periódico estatal chino,
“se podría afirmar que, en 40 años, hu-
bo un crecimiento milagroso, una mejo-
ría del bienestar humano más rápida que
durante los 4.000 años de historia del
país”. Todo esto sucedió con el PCC en el
poder. Además, los chinos no han perdi-
do de vista que el colapso del PCUS había
provocado un descenso de la esperanza
de vida, un alza de la mortalidad infantil
y la caída de los ingresos en Rusia.
Para los estadounidenses, la lucha en-
tre su propio sistema político y el de Chi-
na se reduce a la confrontación entre una
democracia, en la que el pueblo puede ele-
gir libremente su gobierno, expresarse co-
mo desea y practicar la religión que elija,
y una autocracia, en la que se ve privado
de dichas libertades. Sin embargo, para
los observadores menos militantes, la di-

visión se presenta bajo otra óptica: una
plutocracia estadounidense –en la que las
decisiones políticas terminan favorecien-
do a los ricos en detrimento de las masas–
que se opone a una meritocracia china, en
la que las decisiones políticas, en manos
de los responsables que el Partido elige en
base a sus competencias, permitieron re-
ducir la pobreza de manera espectacular.
En los últimos 30 años, el ingreso prome-
dio de un trabajador estadounidense se
estancó: entre 1979 y 2013, el salario real
promedio por hora sólo aumentó un 6%,
es decir, menos de 0,2% por año (4).
Moderación estratégica
Esto no quiere decir que el sistema políti-
co chino deba sostenerse en su forma ac-
tual. Las violaciones a los derechos huma-
nos y, en particular, la detención de miles
de uigures (5), siguen siendo un problema
de envergadura. Son numerosas las voces
que se alzan en el país para pedir refor-
mas. Entre ellas, la del profesor Xu Jilin
(6), quien reserva sus críticas más acer-
bas para sus colegas del mundo universi-
tario. Sobre todo, les reprocha su excesi-
vo interés en el Estado nación y la prácti-
ca de señalar las diferencias culturales e
históricas fundamentales respecto de los
modelos políticos occidentales. Xu Jilin
sostiene que esta insistencia en las parti-
cularidades marca una ruptura con la cul-
tura china tradicional que, como ilustra la
noción histórica de tianxia, era un siste-
ma universal y abierto. Asimismo, critica
el rechazo radical de algunos de sus pares
“nacionalistas extremistas” por “todo lo
creado por los occidentales” y afirma, por
el contrario, que China siempre tuvo éxito
porque tenía una actitud abierta.
No obstante, incluso un progresista co-
mo Xu no pediría que su país reproduje-
ra el sistema político estadounidense. Por
el contrario, piensa que debería “ahondar
en sus propias tradiciones culturales” pa-
ra promover un “nuevo tianxia”. En el in-
terior, “los han y las numerosas minorías
nacionales gozarían de una igualdad to-
tal en el plano jurídico y en su estatus, las
especificidades culturales de las distintas
nacionalidades tendrían que ser respeta-
das y estar protegidas”. En el nivel diplo-
mático, las relaciones con los otros países
“tendrían que definirse en base a los prin-
cipios del respeto de la independencia so-
berana del otro, la igualdad de tratamien-
to y la coexistencia pacífica”.
El sistema político chino tendría que
evolucionar al mismo tiempo que la si-
tuación económica y social. Y lo cierto es
que, en muchos aspectos, ya se transfor-
mó considerablemente cuando se abrió.
En 1980, ningún habitante del país esta-
ba autorizado a viajar a ultramar como
turista; el año pasado, casi 134 millones
de personas viajaron al exterior y volvie-
ron a sus hogares por propia voluntad.
En el mismo sentido, miles de jóvenes
brillantes pudieron probar la libertad de
los campus estadounidenses. Y, aun así,
ocho de cada diez estudiantes eligieron
volver a sus casas en 2017.
Ahora bien, queda una pregunta sin
responder: si la situación es tan buena,
¿por qué Xi Jinping impone una discipli-
na más estricta a los comunistas y por qué
pone fin al límite de mandatos presiden-
ciales? (7). A su predecesor, Hu Jintao,
se le puede atribuir el crédito de un cre-
cimiento espectacular. Sin embargo, su
mandato también estuvo marcado por un
recrudecimiento de la corrupción y el fac-
cionalismo, sobre todo por parte de Bo Xi-
lai, dirigente de Chongqing (30,5 millones
de habitantes), y Zhou Yongkang, ex jefe
todopoderoso de la Seguridad Interior. Xi
está persuadido de que estas tendencias
podrían deslegitimar al PCC y detener la
revitalización del país. Para hacer frente a
estos tremendos desafíos, cree necesario
restaurar un poder central fuerte. A pesar
de (¿o gracias a?) esto, sigue siendo extre-
madamente popular.
En Occidente, muchos se preocupa-
ron por su enorme poder y lo interpre-
taron como el anuncio de un conflicto
armado. Sin embargo, esta evolución en
la cúpula del país no modificó a grandes
rasgos la estrategia geopolítica de largo
plazo de China, que siempre evitó las
guerras inútiles. Al contrario de Esta-
Dentro de 15
años, la economía
china superará a la
estadounidense y
se convertirá en la
más poderosa del
mundo.
dos Unidos, que tiene la suerte de tener
vecinos pacíficos –Canadá y México–,
China mantiene relaciones difíciles con
varios países poderosos y muy naciona-
listas, como India, Japón, Corea del Sur
y Vietnam. Entre los cinco miembros
permanentes del Consejo de Seguridad
de la Organización de las Naciones Uni-
das (ONU), es el único país que no efec-
tuó ningún disparo en sus fronteras en
30 años, desde su corta batalla naval con
Vietnam, en 1988. Inversamente, inclu-
so durante la administración –reputada
pacifista– del presidente Barack Obama,
el ejército estadounidense lanzó 26.000
bombas en siete países en un solo año.
Está claro que los chinos dominan el arte
de la moderación estratégica.
Por supuesto, a veces estuvieron cer-
ca de ir a la guerra; como con Japón, por
las islas Senkaku (8). También se habló
de la posibilidad de un conflicto en el
mar de China Meridional, por el que ca-
da año transita cerca de una quinta parte
del transporte marítimo mundial. En un
contexto en el que la soberanía en algunas
porciones de esas aguas estaba cuestiona-
da, los chinos convirtieron arrecifes aisla-
dos y bajos submarinos en instalaciones
militares. Sin embargo, al contrario de lo
que dejan creer los análisis occidentales,
Pekín, cuya posición en la región es inne-
gablemente más firme en el plano político,
no se volvió más agresivo en el ámbito mi-
litar. Incluso cuando podría expulsar con
facilidad a pequeños rivales como Mala-
sia, Filipinas y Vietnam, no lo ha hecho.
El relato rutinario de la “agresión chi-
na” en esta zona suele evitar mencionar
que Estados Unidos perdió más de una
oportunidad de mitigar las tensiones.
Stapleton Roy, ex embajador en China,
nos confesó que, durante una conferen-
cia de prensa compartida con el presi-
dente Obama, el 25 de septiembre de
2015, Xi había hecho unas propuestas
sobre el mar de China Meridional que
incluían la aprobación de declaraciones
sostenidas por los diez miembros de la
Asociación de Naciones del Sudeste Asiá-
tico (ASEAN). Además, había agrega-
do que no había intención de militarizar
las islas Spratly, donde estaban realizan-
do obras gigantescas. La administración
Obama no hizo ningún esfuerzo por dar
curso a esta propuesta conciliadora, sino
que, por el contrario, intensificó los pa-
trullajes de la marina. Como respuesta,
China aceleró la construcción de instala-
ciones defensivas en las islas.
En cuanto a las cuestiones económi-
cas, estas exigen tanto tacto como los
asuntos militares y diplomáticos. No es
el camino que ha elegido Trump. A pesar
de sus justificaciones discutibles, la gue-
rra comercial que emprendió contra Pe-
kín le valió un amplio apoyo popular. Un
fenómeno que probablemente evidencia
un error chino: no haber tenido en cuen-
ta las críticas crecientes que suscitaban
algunas prácticas desleales. Sin embar-
go, ¿estas explican por sí solas la actitud
de Trump? Tanto China como otros paí-
ses cuestionan esta mirada cada vez más.
Washington intenta socavar la ambición
china de convertirse en líder tecnoló-
gico. Como lo señaló Martin Feldstein,
ex presidente del Comité de Consejeros
Económicos de Ronald Reagan, Estados
Unidos está en todo su derecho de aplicar
políticas que apunten a impedir el robo
de su tecnología, pero eso no los autoriza
a entorpecer el Plan Nacional Estratégi-
co “Made in China 2025”. Se trata de un
plan diseñado para desarrollar industrias
de punta como autos eléctricos, robótica
avanzada e inteligencia artificial.
Para mantener su supremacía en las
industrias de alta tecnología como la ae-
roespacial y la robótica, Estados Unidos no
puede contentarse con imponer barreras
aduaneras a sus socios. Tiene que invertir
en educación superior e investigación y de-
sarrollo; dicho de otro modo: debe elaborar
su propia estrategia económica a largo pla-
zo para responder a la de China.
Tanto en el plano político como en el
retórico, el poder chino da cuenta de una
mirada clara del futuro de su economía y
de su población. Programas como “Made
in China 2025” o las “nuevas rutas de la se-
da” (Belt and Road Initiative, BRI), con sus
proyectos de infraestructura, demuestran
su intención de convertirse en un actor
protagónico de las nuevas industrias. Ade-
más, los dirigentes insisten en el hecho de
que su país no puede seguir persiguiendo
el crecimiento ignorando el costo social:
desigualdad y contaminación ambiental.
En 2017, Xi reconoció la necesidad de re-
solver la tensión “entre un desarrollo des-
equilibrado e inadaptado y la necesidad
creciente de una vida mejor para los ciu-
dadanos” (9). Nadie sabe si el poder sabrá
dar una respuesta a esta cuestión, pero al
menos tomó conciencia. Nada le impide a
Estados Unidos hacerlo también.
Una supremacía ineluctable
Sin embargo, para elaborar una estrate-
gia a largo plazo, Estados Unidos debe
resolver una contradicción fundamental
en sus propios principios. Sus economis-
tas más agudos estiman que las políticas
industriales implementadas bajo direc-
ción estatal no funcionan, y alegan por
un capitalismo de libre mercado. Si es-
ta creencia tiene algún fundamento, en-
tonces el principal negociador comercial
de Trump, Robert Lighthizer, no debe-
ría alarmarse por los esfuerzos de Pekín
para mejorar su capacidad tecnológica.
Tendría que instalarse cómodamente,
esperar que esta iniciativa industr ial se
desplomara por su propio peso y sabo-
rear el espectáculo del fracaso chino.
Si, por el contrario, Lighthizer cree
que el plan 2025 puede resultar exito-
so, debería abogar para que sus conciu-
dadanos reexaminaran sus postulados
ideológicos. De este modo, podrían ela-
borar una estrategia equivalente para
el largo plazo. Por otra parte, Alemania,
sin dudas la primera potencia industrial
mundial, también dispone de su hoja de
ruta, bautizada Industry 4.0.
Ironía del destino: la colaboración
más ventajosa para los estadounidenses
sería la que podrían establecer con Chi-
| 17
na. Esta no pide más que poder desplegar
sus reservas de tres billones de dólares
para invertir aun más en Estados Uni-
dos, que podría considerar participar de
la BRI, para satisfacción de los países in-
volucrados en el proyecto y preocupados
por moderar la preponderancia china.
En definitiva, las posibilidades de acción
son numerosas. Así como Boeing y Gene-
ral Electric aprovecharon la explosión
del mercado de la aviación chino, empre-
sas como Caterpillar y Bechtel podrían
beneficiarse con obras de construcción
a gran escala en esos países. Por el mo-
mento, sin embargo, la aversión ideológi-
ca de Estados Unidos por el intervencio-
nismo estatal en la economía vuelve esos
escenarios imposibles.
Era lógico que Estados Unidos dis-
pusiera del presupuesto de defensa más
importante del mundo cuando su poder
económico relegaba todas las otras na-
ciones a un segundo plano. Ahora bien,
¿sería lógico que la segunda economía
mundial siguiera teniendo el primer pre-
supuesto mundial en defensa? Aferrar-
se a esta supremacía, ¿no constituye un
regalo estratégico para China? Este país
aprendió una importante lección con el
desmoronamiento del bloque soviético:
el crecimiento económico está antes que
los gastos en armas. En esas condiciones,
Pekín no puede más que alegrarse al ver
a Washington despilfarrar su dinero en
gastos militares inútiles.
Si Estados Unidos modificara su mi-
rada sobre China, descubriría que es po-
sible elaborar una estrategia para fre-
narla y hacer avanzar sus propios intere-
ses. Clinton puso en palabras la filosofía
que subyace a esta estrategia en un dis-
curso pronunciado en la Universidad de
Yale, en 2003, en el que explicaba que la
única manera de contener a la próxima
superpotencia era crear reglas multila-
terales y socios que la limitaran.
Bajo el gobierno de Xi, China sigue
favorable al fortalecimiento de la arqui-
tectura multilateral mundial creada por
Estados Unidos, incluido el Fondo Mo-
netario Internacional (FMI), el Banco
Mundial, las Naciones Unidas y la OMC.
Pekín suministró más fuerzas para el
mantenimiento de la paz que los otros
cuatro miembros permanentes del Con-
sejo de Seguridad. En los foros multila-
terales, se presentarán nuevas ocasiones
de cooperación. Para aprovecharlas, los
dirigentes estadounidenses deben acep-
tar una realidad: el regreso de China (e
India) es ineluctable. g
1. “Summary of the National Defense Strategy of
the United States 2018”, Ministerio de Defensa,
Washington DC, https://dod.defense.gov.
2. Graham Allison, Destined for war: Can
America and China Escape Thucydides’s Trap?,
Houghton Mifflin Harcourt, Boston, 2017.
3. Francis Fukuyama, El fin de la Historia y el
último hombre, Planeta, Barcelona, 1994.
4. Lawrence Mishel, Elise Gould y Josh Bivens,
“Wage stagnation in nine charts”, Economic Policy
Institute, Washington, 6-1-15, www.epi.org.
5. Véase Remi Castets, “Sinkiang, cualquiera
puede ser sospechoso”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, Buenos Aires, marzo de 2019.
6. Véase Xu Jilin, Rethinking China’s Rise: A Liberal
Critique, Cambridge University Press, 2018.
7. Hasta marzo de 2018, un Presidente de la
República no podía cumplir más de dos mandatos.
8. Véase Richard McGregor, Asia’s Reckoning:
China, Japan, and the Fate of US Power in the
Pacific Century, Viking, Nueva York, 2017.
9. Discurso en el XIX Congreso del PCC,
Xinhua, 18-10-17.
*Ex embajador de Singapur en Naciones Unidas, profe-
sor de Políticas Públicas en la Universidad de Singapur,
autor de L’Occident (s’)est-il perdu?, Fayard, París, 2019.
Este artículo es un fragmento de un texto publicado en
Harper’s, en febrero de 2019.
Traducción: Georgina Fraser
18 |
En guerra desde hace casi veinte años en Afganistán, EE.UU. y sus aliados
retirarán sus tropas. Por lo menos, es lo que prometió el presidente
Trump. Decenas de miles de muertos más tarde, una solución diplomática
del conflicto podría perfilarse. Increíble giro de la historia, que lleva a los
rusos como a los estadounidenses a tenderle la mano a los talibanes.
Estados Unidos y Rusia negocian con los talibanes
Los tres días que cambiaron
la historia afgana
por Georges Lefeuvre*
E
l 20 de diciembre de 2018, The
New York Times y The Wall
Street Journal anunciaron la
decisión del presidente Donald
Trump de retirar 7.000 solda-
dos de Afganistán, en medio de la retirada
de tropas de Siria anunciada el día anterior.
Ese mismo día, el secretario de Defensa es-
tadounidense James Mattis presentaba
su renuncia. Horas más tarde, el gobierno
afgano y los diplomáticos en funciones en
Kabul se despertaron estupefactos; algunos
temían el caos. La decisión fue tanto más in-
esperada cuanto que en 2017 el presidente
estadounidense había aceptado –con reti-
cencia, es verdad– aumentar la presencia
militar con 4.000 hombres más. A pesar de
las críticas, mantuvo su decisión, que jus-
tificó a su modo en el canal CBS (23 de di-
ciembre): “Veremos qué sucederá con los
talibanes. Quieren la paz, están cansados;
pienso que todo el mundo está cansado.
Debemos abandonar estas guerras sin fin y
traer a nuestros muchachos a casa”.
En tres días, el cambio de opinión al que
Mattis intentó en vano oponerse modificó
completamente la situación sobre la parti-
cipación estadounidense en la coalición in-
ternacional de treinta y ocho países (1) con-
tra los talibanes, así como el contenido mis-
mo del diálogo iniciado con éstos en Doha
en el verano. Reforzó además la estrategia
Miembro de las fuerzas de seguridad afganas, Kabul, 29-11-18 (Noorullah Shirzada/AFP)
de Vladimir Putin, quien, desde 2016, había
lanzado un proceso simultáneo con los ta-
libanes, menos peligrosos a sus ojos que el
Estado Islámico (EI), y los había integrado
en las discusiones como una fuerza política
ineludible para negociar con algunos repre-
sentantes de la sociedad afgana.
Unos meses antes, en septiembre de
2018, Trump había elegido a Zalmay Kha-
lilzad como representante especial para la
reconciliación en Afganistán, con el fin de
reimpulsar el diálogo iniciado con los tali-
banes en julio. Muy conocido en la escena
regional, Khalilzad es un estadounidense
de origen pastún de la tribu Noorzai. Di-
rector de una rama del think tank esta-
dounidense Research and Development
Corporation (RAND) a fines de los años
90, había negociado con los talibanes, por
entonces en el poder, la seguridad del pro-
yecto de gasoducto Turkmenistán-Afga-
nistán-Pakistán-India (TAPI). Desde el
comienzo de la intervención estadouni-
dense, en 2001, representó a la Casa Blan-
ca en Afganistán como enviado especial,
luego como embajador.
El negociador había sido bien elegido;
pero, ¿qué tenía para negociar? A lo largo
de los primeros encuentros, de julio a di-
ciembre, los talibanes aceptaron discutir
el intercambio de prisioneros, la elimina-
ción de nombres de la lista negra del te-
rrorismo, pero nada más en la medida en
que los estadounidenses no les presenta-
ran un plan de retirada total de sus tropas.
Es a esta exigencia que Trump parece ha-
ber cedido parcialmente, como una mues-
tra de buena voluntad, y para poner rápi-
damente un punto final.
Evidentemente, los talibanes sintieron
la fisura. “Como todo el mundo”, según
sus propias palabras, Trump está “cansa-
do”, mientras los combatientes del Emira-
to Islámico de Afganistán (los talibanes)
no dejaron de ganar terreno. Las cifras
exactas son difíciles de determinar, pero
según fuentes cruzadas, la más optimista
de las cuales proviene del US Special Ins-
pector General for Afghanistan Recons-
truction (SIGAR) (2), y la más pesimista,
del sitio Long War Journal (3), los taliba-
nes controlan al menos 50 distritos de 407
y disputan poco más de 200 en posición de
fuerza, así dejan apenas el 38% del territo-
rio bajo el pleno control de la administra-
ción del Estado. Sin embargo, en 2018, se
batieron todos los récords de bombardeos
aéreos desde la partida del grueso de las
tropas de la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN), en diciembre de
2014: se lanzaron 7.362 proyectiles aéreos,
según el US Air Forces Central Command,
contra 4.361 el año anterior y 947 en 2015
(4). El cansancio estadounidense es pal-
Edición 238 | abril 2019
pable. Entre octubre de 2001 y octubre de
2018 murieron 2.401 militares, y el costo
de la guerra asciende a 900.000 millones
de dólares, es decir, más que el Plan Mar-
shall. El ejército estadounidense pasó ya
más de 6.000 días en Afganistán, lo que re-
presenta más que sus intervenciones acu-
muladas en las dos guerras mundiales y en
la guerra de Corea.
La moral del ejército nacional afgano
también está muy baja. Durante el Foro
de Davos, en enero pasado, el presidente
Ashraf Ghani dejó escapar una cifra hasta
entonces clasificada como secreto militar:
45.000 miembros de las fuerzas de seguri-
dad afganas fueron asesinados desde que
tomaron el relevo de la OTAN, a fines de
2014; un aumento exponencial, ya que el
total de asesinados desde 2001 alcanza los
58.596, según el Watson Institute (5). Sin
embargo, los talibanes nada dicen sobre
la cuestión de la retirada estadounidense,
que exigen sea completa. Más aun cuando,
a esta altura, nadie sabe lo que Trump pre-
tende, en la práctica, con el anuncio de la
retirada de 7.000 soldados.
Así, la cuarta sesión de Doha, a fines de
enero de 2019, se inició en medio de una re-
lativa nebulosa y concluyó con meras de-
claraciones de buena voluntad con el fin
de seguir discutiendo sobre cuatro temas:
un alto el fuego, una retirada negociada, un
compromiso según el cual Afganistán nun-
ca servirá de base terrorista que amenace
a Estados Unidos, e instar a los talibanes
a entablar un diálogo con el gobierno de
Ghani. Khalilzad sigue confiado, debido a
la personalidad del nuevo jefe negociador
de los talibanes, el mulá Abdul Ghani Ba-
radar, cofundador del movimiento junto al
mulá Mohammed Omar. Pastún Durrani
de la tribu Popalzai –una tribu más acos-
tumbrada que otras a las relaciones inter-
nacionales y de la que también proviene el
ex presidente Hamid Karzai–, Baradar es
partidario desde hace mucho tiempo de
las negociaciones. Había sido detenido en
Karachi en 2010 y liberado en octubre de
2018 a pedido de los estadounidenses. Sin
embargo, la quinta sesión de conversacio-
nes se inició el 24 de febrero en la misma
nebulosa. Habría que esperar hasta el 28
para que se conociera el plan de retirada,
revelado por la prensa estadounidense (6).
Proyecto nacional de reconquista
El Pentágono propuso retirar rápidamen-
te la mitad de sus 14.000 soldados; los que
permanezcan se dedicarían exclusivamen-
te a las acciones de contraterrorismo por
un período de tres a cinco años, mientras
que los 8.000 militares de los demás países
de la coalición sólo se ocuparían de formar
y dirigir al ejército afgano. Pero nadie sabe
si el Pentágono negoció su plan previamen-
te con sus aliados. Al gobierno afgano, por
su parte, le preocupa saber si la asistencia
anual de 5.200 millones de dólares otorga-
da por los estadounidenses se verá reduci-
da, e incluso abandonada, en cuyo caso “el
régimen actual no sobrevivirá”, advierte el
investigador Michael Semple (7).
Desde luego, los talibanes rechazaron
ese plan rotundamente. Exigen la retira-
da total de todas las fuerzas extranjeras en
un plazo técnico razonable de seis a ocho
meses. Esta quinta sesión, que se extendió
una semana, mantuvo el suspenso hasta
el 12 de marzo para no llegar... a ninguna
conclusión tangible. Khalilzad se limitó a
tuitear lacónicamente que había habido
algunos avances y un “borrador de acuer-
do sobre las dos cuestiones del contrate-
rrorismo y la retirada”. En cambio, el vo-
cero de los talibanes, Zabihullah Mujahid,
declaró en el sitio oficial Voice of Jihad
que sólo “se habían discutido las cuestio-
nes de la retirada total de todas las fuerzas
extranjeras, el cuándo y el cómo, así como

la garantía de no atentar contra nadie des-
de suelo afgano; sin resultado”. Y precisó
que no existía “ningún acuerdo sobre un
alto el fuego ni sobre negociaciones con la
administración de Kabul” (8).
En efecto, todo lo demás depende de la
retirada, y, al no obtenerla, las discusiones
parecen, según testimonios confiables, es-
tancadas en la retórica talibana. La prime-
ra exigencia, bastante simple, es una cues-
tión de orden: primero la retirada, lue-
go se hablará entre afganos de un alto el
fuego y la legitimidad del régimen actual.
En cambio, al declararse los talibanes dis-
puestos a cortar los lazos con grupos que
podrían amenazar a Estados Unidos, la
cuestión más espinosa recae sobre la defi-
nición de la etiqueta “terrorista”.
El problema no atañe al EI, al que los ta-
libanes combaten, sino a Al-Qaeda, con la
cual mantienen estrechas relaciones. En
efecto, el jefe supremo de Al-Qaeda, el mu-
lá Ayman Al-Zawahiri, juró fidelidad al je-
fe de los talibanes, “comendador de los cre-
yentes”, el mulá Haibatullah Akhundzada.
En el triunvirato que rodea a este último, se
encuentra Seraj Haqqani. La red Haqqani
funciona con redes exógenas de Al-Qaeda,
ya sea directamente, o a través del Tehrik-e-
Taliban Pakistan (TTP, Movimiento Tali-
bán de Pakistán), cuyos militantes se re-
plegaron en Afganistán desde que el ejér-
cito paquistaní los expulsó de Waziristán,
en el noroeste del país. Las desconexiones
son pues difíciles de realizar. Ahora bien,
el propio secretario de Estado estadouni-
dense Michael Pompeo calificó a los tali-
banes de “terroristas”. Finalmente, según
argumentan algunos militantes de base,
Al-Qaeda no atenta contra la seguridad de
Estados Unidos desde hace diecisiete años.
Este último argumento puede hacer
sonreír, o rechinar los dientes. Pero los ne-
gociadores talibanes están preocupados
por no contrariar a su base, mientras que
la ofensiva de primavera ya comenzó, más
temprano que de costumbre, en medio de
los encuentros de Doha. Los ataques a dos
importantes bases militares de las provin-
cias de Helmand y Badghis, el 28 de febre-
ro y el 11 de marzo, causaron alrededor de
cincuenta muertos y unos cuarenta pri-
sioneros. Los talibanes están decididos a
Afganistán se
encuentra en el
corazón de las
ambiciones chinas
de las “nuevas
rutas de la seda”.
mostrar su eficacia militar, mientras que
los estadounidenses, apurados por salir
de este infierno, se encuentran entre la es-
pada y la pared. No tienen demasiado para
intercambiar, y menos aún para imponer,
que no dependa de su retirada. En estas
condiciones, toda concesión desmedida
no sería comprendida por la base comba-
tiente talibán y sería un factor de debilita-
miento, cuando no de fractura.
Sin embargo, los talibanes no tienen la
pretensión de conquistar militarmente la
totalidad del territorio –el ejército afgano,
incluso debilitado por sus pérdidas, está
efectivamente allí, mientras que no existía
en 1994, cuando habían hecho su primera
aparición, en plena guerra civil–. En todo
caso, fue lo que dijeron en la última con-
ferencia de Moscú, el 4 y 5 de febrero últi-
mos. Los intercambios tuvieron allí mayor
importancia que durante la confrontación
bilateral de Doha, que no versó tanto so-
bre las negociaciones de paz como sobre
las condiciones previas a dichas negocia-
ciones; y, mientras esas condiciones no se
reúnan, los talibanes ganan terreno.
Entre las dos sesiones del proceso de
Doha, y a la espera de una conclusión que
se demora, Putin incrementa su ventaja.
En cuanto a los estadounidenses, al no ha-
ber ganado esta guerra, les gustaría al me-
nos no perderla totalmente. Y ya que se in-
volucraron militarmente en el terreno, el
enemigo con el cual es necesario negociar
para una salida honorable, son evidente-
mente los talibanes. Para Rusia, las repúbli-
cas de Asia Central, China e incluso Irán, el
enemigo mortal es el EI, al punto tal que se
asiste a una guerra de cifras. Zamir Kabu-
lov, enviado especial de Putin a Kabul, ha-
blaba de 20.000 a 30.000 militantes del EI
en Afganistán, mientras que en octubre de
2016 un informe de expertos del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas estima-
ba que habían pasado de 3.500 a 1.600 (9),
una reducción debida probablemente a la
reestructuración del movimiento talibán
en torno al nuevo jefe Akhundzada. La si-
tuación ha cambiado desde entonces, pero
no es tanto el número lo que importa como
la movilidad de las pequeñas células.
Desde el punto de vista de Putin, los ta-
libanes tienen un programa nacional de re-
conquista, mientras que el EI tiene un pro-
grama de terrorismo mundializado que
Un extraordinario recorrido por la historia de
la deuda externa argentina en las últimas
cuatro décadas, imprescindible para
entender sus mecanismos endiablados y el
modo en que ésta impide construir una
Argentina más libre e igualitaria.
| 19
podría desestabilizar a los países de su te-
rritorio –en Asia Central, en Chechenia–,
así como a China. De ahí el acercamiento
operado en 2016, tal como lo explicaba in-
sistentemente Kabulov: “Los talibanes se
convirtieron en una fuerza política ineludi-
ble, abandonaron la idea de la yihad global”
(agencia Anadolu) (10); o incluso: “Estoy
en contacto con los talibanes en el marco
de mi misión diplomática” (BBC, 4-12-16).
Rápidamente, las conferencias de Mos-
cú se desarrollaron en un marco multila-
teral. Reunieron a los países capaces de
compartir el mismo análisis como Rusia,
Afganistán, Pakistán, Irán y China, el 29 de
diciembre de 2016; las repúblicas de Asia
Central se les sumaron el 15 de febrero de
2017. El 14 de abril siguiente, Estados Uni-
dos fue finalmente invitado, pero no res-
pondió. En cambio, Trump eligió ese día
para lanzar la “madre de todas las bom-
bas”, la famosa GBU-43 de diez toneladas,
sobre Achin, en la provincia de Nangarhar
(en el este de Afganistán). ¿Otra coinciden-
cia? El 9 de noviembre de 2018, mientras
Washington relanzaba el diálogo bilate-
ral con los talibanes, sin otro interlocutor,
Moscú organizaba un primer encuentro
bipartito entre una delegación de taliba-
nes provenientes de Doha y el Alto Con-
sejo para la Paz, que es una emanación del
gobierno afgano stricto sensu, pero cuyas
funciones son meramente consultivas.
Si bien existe simultaneidad entre am-
bos procesos, Putin anotó un tanto. Pero,
como buen jugador de ajedrez, estará aún
dos movimientos adelante tras el anuncio
sorpresivo de una retirada parcial de las
fuerzas estadounidenses. El 4 y 5 de febre-
ro de 2019, mientras que los encuentros de
Doha se estancaban entre dos sesiones, d
20 |
d el presidente ruso no invitó a nadie for-
malmente, pero organizó a través de la diás-
pora afgana de Moscú una conferencia, aun
más inesperada, entre la misma delegación
talibana y una delegación afgana integrada
por los principales opositores al presidente
Ghani: el hermano y los ex compañeros del
comandante Ahmad Shah Masud. A los que
se sumaron el jefe del partido chiita Hezbe
Wahdat (Partido de la Unidad Islámica),
Muhammad Mohaqiq, y cuatro pastunes
“históricos”: un ex miembro del partido
monárquico Maaz; el hijo de Sibghatullah
Mojaddedi, jefe de Estado interino en 1992;
el ex embajador talibán en Pakistán; y Mo-
hammad Hanif Atmar, candidato a la elec-
ción presidencial contra el actual presiden-
te Ghani, de quien fue asesor de seguridad
hasta agosto de 2018. Todo dirigido por el
ex presidente Hamid Karzai.
La humillación del gobierno actual
fue tanto más grande cuanto que, esa vez,
el Alto Consejo para la Paz no fue invi-
tado. El presidente habló de “traición”
y recordó a todos sus interlocutores que
nada podía conducir a resultados sin la
participación del gobierno legítimo. To-
do sucedía como si Putin anticipara la re-
tirada estadounidense, un debilitamien-
to del ejército afgano, avances territoria-
les talibanes y un hundimiento, incluso la
caída del régimen actual.
Sin embargo, prudentemente, la confe-
rencia de Moscú estableció puentes. El ex
presidente Karzai dio cuenta a su sucesor,
Ghani, de la misión que llevó a cabo en Mos-
cú y sostuvo la idea de crear una comisión
intraafgana de negociación. El 4 de marzo,
durante una visita en el Golfo, el ministro de
Relaciones Exteriores ruso, Serguei Lavrov,
aprovechó su encuentro con el emir de Qa-
tar, Hamad ben Khalifa Al-Thani, para
asegurar que, de ser necesario, estaría dis-
puesto a facilitar el diálogo de Doha. Por su
parte, el ministro de Relaciones Exteriores
uzbeko Abdulaziz Kamilov también viajó
a Doha al día siguiente para saludar al jefe
negociador talibán, Baradar, rezar con él y
asegurarle su deseo de invertir en la econo-
mía afgana. En el camino de regreso, se de-
tuvo en Kabul para decirle más o menos lo
mismo al presidente Ghani.
Pero, cualesquiera sean los recaudos to-
mados –a veces torpemente–, el régimen
de Kabul tiene buenas razones para sen-
tirse dejado de lado. La respuesta de Ghani
fue entonces convocar a una gran asamblea
consultiva, la Loya Jirga, que se reunirá a
partir del 27 de abril y formará una comi-
sión representativa de todas las corrientes
de la sociedad afgana, susceptible de con-
vertirse en un interlocutor aceptable pa-
ra los talibanes. Algunas declaraciones de
la delegación talibana en Moscú permiten
pensar que eso no está fuera de alcance.
En efecto, la última conferencia fue ob-
jeto de un comunicado conjunto del que se
desprende, en medio de vagas generalida-
des, que “el diálogo intraafgano continua-
rá sobre bases regulares” y que “se adopta-
rán reformas sistemáticas tras la retirada
completa de las fuerzas extranjeras [...] y la
firma de un acuerdo de paz [...] respetando
los principios del Islam [...], donde todas
las etnias afganas desempeñarán su papel”.
El texto afirma también que “se garantiza-
rán a las mujeres los derechos sociales, eco-
nómicos, políticos y educativos, conforme
a los principios del Islam” (11). Cabe seña-
lar que las dos mujeres de la delegación,
Fawzia Koofi, vicepresidenta de la Asam-
blea Nacional afgana, y Hawa Nooristani,
miembro del Alto Consejo para la Paz, se
dirigieron libremente a la delegación tali-
bana. Y que el jefe de la delegación de Do-
ha, Mohammad Abbas Stanikzai, aseguró:
“No queremos el monopolio del poder, y
no tenemos ninguna intención de tomar la
totalidad de Afganistán por la fuerza mili-
tar; una dominación semejante no contri-
buiría a la paz” (12).
Un dilema permanente
Jugando así la carta de los talibanes, Putin
no busca en realidad otra cosa que lo que
buscaban antes que él los británicos y, más
tarde, los paquistaníes: favorecer el esta-
blecimiento de un régimen obligado, con-
trolar así Afganistán y convertirlo en un
Estado tapón para protegerse de las insu-
rrecciones y el terror. En este caso, se trata
de contener, y luego de eliminar, al EI, que
a los ojos de Rusia es una amenaza impor-
tante, permanente y en su zona de influen-
cia. Invitando a los talibanes a encontrarse
con una delegación de la oposición afgana,
la mayoría de cuyos miembros son ex inte-
grantes de la Alianza del Norte que había
tomado el poder a fines de 2001, el presi-
dente ruso quiso evitar que repitieran los
errores de 1996, cuando se habían distan-
ciado de todas las poblaciones no pastu-
Cronología
17 de julio de 1973. Golpe de Estado del
general Mohammed Daud Khan, que pone
fin a la monarquía y establece la República.
27 de abril de 1978. Golpe de Estado de Nur
Muhammad Taraki y su Partido Democráti-
co Popular de Afganistán (PDPA), que instau-
ra la República Democrática de Afganistán.
14 de septiembre de 1979. El primer mi-
nistro Hafizullah Amin asesina al presiden-
te Taraki y ocupa su lugar. Comienza una
guerra que durará diez años entre las tro-
pas soviéticas y los muyahidines, apoya-
dos por Estados Unidos.
24 y 25 de diciembre de 1979. Interven-
ción del ejército soviético que ocupa el país.
Amin es reemplazado por Babrak Karmal.
30 de septiembre de 1987. Mohammad
Najibullah (PDPA) es elegido presidente
de la República.
14 de abril de 1988. Acuerdo en Ginebra
entre Mijail Gorbachov y el gobierno afga-
no sobre la retirada de las tropas soviéti-
cas, efectivizada el 15 de febrero de 1989.
Comienza una guerra civil entre las tropas
gubernamentales y los muyahidines.
Abril de 1992. Caída del régimen. Guerra ci-
vil entre facciones muyahidines.
26 y 27 de septiembre de 1996. Los taliba-
nes fundan el Emirato Islámico de Afganis-
tán, una dictadura basada en una estricta
aplicación de la sharia.
9 de septiembre de 2001. El comandante
de la Alianza del Norte, Ahmad Shah Ma-
sud, en lucha contra las talibanes, es asesi-
nado por dos miembros de Al-Qaeda. Tras
los atentados del 11 de septiembre, Esta-
dos Unidos lanza una ofensiva contra los
talibanes (operación “Libertad Inmutable”).
Diciembre de 2001. Acuerdo firmado en
Bonn (5 de diciembre). Hamid Karzai, un
ex colaborador de la Central Intelligence
Agency (CIA), se convierte en presiden-
te interino. Se establece una Fuerza In-
ternacional de Asistencia y Seguridad
(ISAF), comandada por la Organización
del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
4 de enero de 2004. Adopción de la nue-
va Constitución de Afganistán, que ins-
taura una república islámica encabeza-
da por Karzai, elegido presidente.
22 de junio de 2011. Comienza la reti-
rada de las tropas francesas de la OTAN,
efectivizada a fines de 2014.
5 de abril de 2014. El ex economista del Ban-
co Mundial Ashraf Ghani es elegido presiden-
te. Los combates y atentados continúan.
Febrero de 2016. Apertura de un proceso
de paz multipartito en Moscú.
Febrero de 2018. Apertura del diálogo entre
Estados Unidos y los talibanes en Doha. g
nes del norte y se habían aislado en la es-
cena internacional. El ex hombre fuerte de
la Alianza del Norte, Atta Muhammad Nur,
no dice otra cosa. Es necesario, declaraba
en Al-Jazeera, “encontrar el camino de la
paz” formando primero un gobierno inte-
rino que incluiría a los talibanes y organi-
zaría elecciones transparentes (13).
Un nuevo “gran juego” se desarrollaba
en Afganistán. Recientemente elegido pre-
sidente, Ghani se dirigía así a la conferen-
cia de Londres, el 4 de diciembre de 2014:
“O nos convertimos en la convergencia de
la integración en Asia, cuando las rutas en-
tren a nuestro país y salgan para conectar
Asia Central, Asia del Sur, del Oeste y del
Este, o nos convertimos en un callejón sin
salida y la historia nos olvidará”. Éste es el
dilema permanente de este país, siempre
situado en el punto de encuentro de impe-
rios más poderosos que él, se trate de los
imperios medievales, los imperios colonia-
les ruso y británico o los dos bloques que se
enfrentaron tras la invasión soviética de
1979, y actualmente de las grandes poten-
cias económicas, antiguas y emergentes.
Afganistán posee recursos mineros con-
siderables, como el cobre, el cobalto, el oro
y el preciado litio. Según una estimación
de 2011 del Instituto de Estudios Geológi-
cos de Estados Unidos, la provincia de Hel-
mand, en el sur, contendría más de un mi-
llón de toneladas de tierras raras. La mina
de cobre de Mes Aynak, en el sur de Kabul,
sería la segunda más importante del mun-
do, y estudios recientes muestran que las
reservas de gas del norte, cercanas a los ya-
cimientos de Turkmenistán, son veinte ve-
ces mayores a las estimaciones soviéticas
del período de ocupación (1979-1989). A lo
que se suman los yacimientos de petróleo
de Herat en el oeste, de Helmand en el sur y
de Paktya en el este. El conjunto representa
una reserva estimada en 5.000 millones de
barriles; un enorme recurso, ya que el país
consume apenas 2 millones por año.
Es esto lo que fomenta la avidez. Por
otra parte, Afganistán se encuentra en el
corazón de las ambiciones chinas de las
“nuevas rutas de la seda”. Proyectos de
gasoductos, rutas y rieles están en proce-
so de desarrollo; algunos, como el TAPI,
desde hace más de veinte años, pero tie-
nen dificultades para desarrollarse de-
bido a la inseguridad crónica. Se entien-
den pues las preocupaciones de los países
integrados al proceso de paz de Moscú.
Todos, con excepción de Turkmenistán,
pertenecen a la Organización de Coope-
ración de Shanghái (OCS), donde Irán
posee el estatuto de miembro observador.
Desde luego, persiste una competencia
en el seno de la OCS entre China, que cuen-
ta con inmensos recursos para la inversión, y
la Federación de Rusia, más pobre, pero que
conserva una fuerte influencia en las repú-
blicas de la ex URSS. Sin hablar de India y
Pakistán, que se convirtieron en miembros
en junio de 2017, pero que siguieron enfren-
tándose militarmente en febrero pasado. Lo
que no es un obstáculo: el conjunto repre-
senta el 45% de la población mundial, el 22%
del producto interno bruto (PIB) solamente,
pero más del 30% de las reservas mundiales
conocidas de hidrocarburos, y agrupa a cua-
tro potencias nucleares. Esta fuerza de atrac-
ción aumenta aun la sensación de que Occi-
dente perdió el control, se trate de Estados
Unidos bajo la presidencia imprevisible de
Trump, del Reino Unido empantanado en el
Brexit o de Europa, en dificultades, cuya voz
política no se escucha.
Fractura secular
Si se produjera una retirada de las fuerzas
estadounidenses, nadie sabe aún cuál se-
ría su alcance, su método y su cronología.
Se espera que una acción brutal y mal cal-
culada de Trump no precipite a Afganistán
Edición 238 | abril 2019
en un nuevo caos que favorezca un retorno
demasiado fácil de los talibanes. La pren-
sa india ya está preocupada por el riesgo de
que se pierdan allí todos los logros, mien-
tras que Pakistán se adapta bastante bien al
proceso de Doha, sin desdeñar sin embar-
go el de Moscú, mucho más avanzado, pero
que hace la apuesta peligrosa, digna de una
partida de póker, de eludir el régimen de
Ghani. Irán desea el fracaso político de los
estadounidenses, pero sin duda al precio
del retorno de la inestabilidad a sus puer-
tas. China tiene intereses en Afganistán,
Asia Central y Pakistán, país del que segui-
rá siendo amiga inquebrantable en caso de
conflicto con India –el Corredor Económi-
co China-Pakistán se encuentra en proceso
de realización. Los intereses económicos y
estratégicos de los países implicados en es-
te nuevo “gran juego” lejos están de con-
verger. Lo que explica sin duda por qué,
tras diecisiete años de conflicto, a las con-
ferencias internacionales y regionales aún
les cuesta encontrar el camino de la paz.
¿Cómo se llegó a esto? ¿Cómo es posi-
ble que esta guerra interminable permita
el probable retorno de los talibanes, a los
que Kabul, Washington y Moscú suplican
actualmente que acepten una negociación
de paz? Basta conocer la antropología po-
lítica de los talibanes y observar el mapa
de sus plazas fuertes, en el cinturón pas-
tún afgano-paquistaní, para comprender
que existe allí una fractura secular, nunca
cerrada, en la cual proliferaron las bacte-
rias del terrorismo internacional (14). Es
imperioso que Kabul e Islamabad, vícti-
mas de la misma herencia envenenada de
la historia colonial, se sienten a la misma
mesa para hablar de ello, incluyendo a las
poblaciones transfronterizas en el proceso
de una resolución. g
1. Principales países de la coalición, además de Estados
Unidos (por número de militares involucrados):
Alemania (1.300), Reino Unido (1.100), Italia (895),
Georgia (870), Rumania (733), Turquía (593),
República Checa (357), Polonia (303), Australia (300),
Mongolia (233). Fuente: “Resolute Support Mission
(RSM): Key facts and figures”, OTAN, www.nato.int
2. “Quarterly report for the US Congress”, Special Inspector
General for Afghanistan Reconstruction (SIGAR),
Arlington (Estados Unidos), 30-1-19, www.sigar.mil
3. Bill Roggio y Alexandra Gutowski, “Mapping
Taliban control in Afghanistan”, Long War
Journal, www.longwarjournal.org
4. “Combined Forces Air Component Commander
2013-2018”, US Air Force Central Command,
Washington, 31-12-18, www.afcent.af.mil
5. Neta C. Crawford, “Human cost of the
Post-9/11 Wars: Lethality and the need for
transparency”, Watson Institute, Providence
(Estados Unidos), noviembre de 2018.
6. Cf. Thomas Gibbons-Neff y Julian E. Barnes, “Under
peace plan, US military would exit Afghanistan
within five years”, The New York Times, 28-2-19.
7. “Is there hope for peace in Afghanistan?”,
Al-Jazeera, 18-1-19, www.aljazeera.com
8. “Remarks by spokesman of Islamic Emirate
regarding conclusion of latest round of talks”, Voice
of Jihad, 12-3-19, www.alemarah-english.org
9. “Letter dated 4 October 2016 from the Chair
of the Security Council Committee established
pursuant to resolution 1988 (2011) addressed to
the President of the Security Council”, Consejo de
Seguridad de la ONU, 5-10-16, http://undocs.org
10. “Exclusive interview with Russian diplomat Zamir
Kabulov”, Anadolu, 31-12-16, http:// aa.com.tr
11. Syed Zabiullah Langari, “Joint declaration issued after
Moscow talks”, Tolo News, 6-2-19, www.tolonews.com
12. Secunder Kermani y Sami Yousafzai, “Taliban
‘not seeking to seize all of Afghanistan’”,
BBC News, 6-2-19, www.bbc.com
13. “Taliban, Afghan opposition hold
Moscow talks without government”, Al-
Jazeera, 5-2-19, www.aljazeera.com
14. Véase “Afganistán–Pakistán, el malentendido”,
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur,
Buenos Aires, octubre de 2010.
*Antropólogo, ex asesor de la Unión Europea en
Pakistán, investigador Asociado del Instituto de
Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS).
Traducción: Gustavo Recalde
 Rogelio Polesello, El gran cacique, 1991 (gentileza Museo Nacional de Bellas Artes)
Dossier

Redes sociales,
vínculos
privatizados
Al igual que al inicio de la revolución digital, los gigantes
de la tecnología –como Facebook– siguen prometiendo
un paraíso por venir: derribar los muros, reconstruir
los lazos sociales. Por el contrario, lo que se constata
con su avance es más aislamiento y una creciente priva-
tización de la vida y de las relaciones afectivas.

Facebook contra los espacios públicos por  Eric  Klinenberg  22

El amor en los tiempos de las aplicaciones por Marie Bergström 24
22 | Edición 238 | abril 2019

Dossier
Redes sociales,
vínculos
privatizados

Rogelio Polesello, sin título, 1969 (gentileza Museo Nacional de Bellas Artes)

Los hechos desmienten las buenas intenciones que expresa Mark Zuckerberg, director de
Facebook, de querer reconstruir los lazos sociales para frenar el avance del autoritarismo.
Lejos de invertir en espacios que fomenten la sociabilidad de la comunidad, la empresa
concentra sus recursos en la suntuosidad de los espacios para sus ejecutivos.
La ilusión de las comunidades online

Facebook contra
los espacios públicos
por Eric Klinenberg*

E
n febrero de 2017, Mark Zuckerberg,
fundador y director de Facebook, re-
dactó una larga carta abierta dirigida
a su “comunidad”, es decir, a los cer-
ca de 2.000 millones de usuarios de
su red social. “¿Estamos construyen-
do el mundo que queremos?”, comenzaba el texto.
La respuesta se daba por sentada. Para Zuc-
kerberg, el progreso de la humanidad tiene lugar
cuando se logran derribar las divisiones sociales y
geográficas para formar comunidades morales ca-
da vez más extensas. “La historia muestra cómo
aprendimos a reunirnos en grupos cada vez más
amplios: tribus, ciudades, países. En cada etapa,
construimos infraestructuras sociales (comuni-
dades, medios de comunicación, Estados) que nos
permitieron tener los medios para llevar a cabo
proyectos que no podríamos realizar solos”.
Como director ejecutivo (CEO) de una mul-
tinacional de beneficios récord y crecimiento
insolente, Zuckerberg suele mostrarse pruden-
te cuando se aventura en el terreno político. Sin
embargo, durante la campaña presidencial esta-
dounidense de 2016, no dudó en denunciar “las
aterradoras voces que exhortan a construir mu-
ros”. En enero de 2017, criticó el decreto de Do-
nald Trump que prohibía la entrada a Estados
Unidos de los ciudadanos provenientes de Esta-
dos de mayoría musulmana en nombre de la lu-
cha antiterrorista. “Tenemos que dejar nuestras
puertas abiertas a los refugiados y a las personas
que necesitan ayuda. Es lo que nos hace quienes
somos”, declaró. Su carta, publicada en un con-
texto de polémica abierta con el presidente de
Estados Unidos, traducía la nueva misión que ha-
bía establecido para Facebook: reconstruir la so-
ciedad en estos tiempos turbulentos en los que
crece la amenaza del autoritarismo.
También escribió: “Lo más importante que
podemos hacer con Facebook es desarrollar in-
fraestructuras sociales que le den a la gente el
poder de construir una comunidad mundial ade-
cuada para todos”. Para lograrlo, Zuckerberg
piensa inspirarse en el papel que durante largo
tiempo cumplieron algunos grupos (iglesias, sin-
dicatos, clubes deportivos, asociaciones, etc.),
que “nos brindan razones de ser y esperanza, la
validación moral de nuestra pertenencia a algo
más grande; el consuelo de saber que no estamos
solos y que una comunidad nos cuida; la orien-
tación y el desarrollo personales; una red de se-
guridad; valores, normas y responsabilidades
culturales; encuentros, ritos de sociabilidad, un
modo de conocer gente y, finalmente, una mane-

ra de pasar el tiempo”. Frente al “extraordinario
declive” de las estructuras heredadas de los años
70, Zuckerberg vislumbra una solución: las “co-
munidades online” como una “luz de esperanza”.
Beneficios para pocos
Entonces, la nueva misión de Facebook consis-
tiría en “desarrollar una infraestructura social
para nuestra comunidad: para darnos apoyo,
asegurar nuestra seguridad, informarnos, por el
compromiso cívico y la inclusión de todos”. Gra-
cias a la inteligencia artificial, la empresa podrá
“ayudar a nuestra comunidad a identificar los
problemas antes de que surjan”. Por otra parte,
Facebook ya construyó “una infraestructura que
permite difundir la alerta Amber en caso de se-
cuestro infantil en Estados Unidos […] e incluso
el dispositivo Safety Check, destinado a informar
a nuestros amigos que estamos sanos y salvos” en
caso de atentado o catástrofe natural.
El joven CEO ve a Facebook como una herra-
mienta capaz de inyectar dinamismo a la demo-
cracia: debe ayudar a las personas a votar, expre-
sarse y organizarse. A grandes rasgos, podría pro-
veer a los ciudadanos de todo el mundo nuevos
medios para participar en la “gobernanza” colec-
tiva, obtener más transparencia y así favorecer un
compromiso renovado que tienda al bien común.
Detrás de este palabrerío grandilocuente, se es-
conde una mirada acotada de la infraestructura
social. La prioridad de las multinacionales de Si-
licon Valley no es animar a la gente a aventurarse
en el universo de los encuentros cara a cara, sino
persuadirlos de quedarse frente a la pantalla. Aho-
ra bien, establecer lazos susceptibles de transfor-
marse en relaciones de confianza y reconstruir la
sociedad requiere interactuar en lugares concre-
tos y no sólo intercambiar toques (apóstrofes vir-
tuales) y “me gusta” con “amigos” online.
A pesar de su obsesión por los lazos desmate-
rializados y la ingeniería de software, las empresas
como Facebook, Google y Apple saben perfecta-
mente cuál es el valor de las verdaderas infraes-
tructuras sociales, esos espacios que moldean
nuestras relaciones. Lo demuestran sus suntuosos
campus de California, que disponen de jardines
verdes, bares de jugos, restaurantes gastronómi-
cos, pistas de atletismo, gimnasios ultramodernos,
peluquerías, guarderías, teatros, bibliotecas y ca-
fés. Se trata, en definitiva, de numerosos lugares
de sociabilidad real, no virtual, tanto en el interior
como en el exterior. Sin embargo, estas infraes-
tructuras son privadas y están reservadas para el
placer y la comodidad de los ejecutivos, que acce-
den a ellas mediante tarjetas con códigos de co-
lor. Los empleados temporales y los subcontrata-
dos, quienes se encargan de la cocina y la limpieza,
quedan excluidos, así como también los vecinos
del barrio y los visitantes. Con esos fabulosos ser-
vicios a disposición, los expertos en algoritmos y
marketing no tienen ninguna necesidad de usar los
servicios de los comercios aledaños que, en conse-
cuencia, comienzan a declinar. En otros tiempos,
las ciudades resultaban mucho más beneficiadas
por la presencia de una gran empresa…
En Menlo Park, donde Facebook estableció su
sede, los habitantes se preguntan por qué su ciudad
debería aprobar la expansión de la multinacional si
no obtiene, como contrapartida, recursos para re-
novar las escuelas, los parques y las canchas depor-
tivas en ruinas. Para la población local, vivir en las
cercanías de Facebook significa encontrarse todos
los días atascados en un embotellamiento, por lo
general detrás del micro que lleva a los empleados
de su casa a la empresa. Son estos micros privados,
más que el famoso logo azul, los que se convirtie-
ron en el símbolo de los estragos causados por los
gigantes del mundo digital en la bahía de San Fran-
cisco: estos crean infraestructuras sociales priva-
das, que favorecen la prosperidad de las empresas
en detrimento del equipamiento público, el cual
necesita una renovación urgente.
No es raro ver a las eminencias de Silicon Va-
lley esforzarse por persuadir al público de que no
actúan en interés de la empresa, sino en pos de un
mundo más calmo, justo y humano, en un inten-
to por disimular esta situación; en definitiva, los
patrones de los sectores petrolero, financiero y
automotriz han repetido el mismo mensaje du-
rante décadas. Sin embargo, ya todos conocen la
cantinela: ¿quién podría creer que los servicios
propuestos por Facebook tienen como único ob-
jetivo el bien de la humanidad?
Está claro que los mejores algoritmos y los
grupos de Facebook no alcanzan para resolver
los problemas contemporáneos: el aislamiento, la
polarización, la desigualdad creciente en el ám-
bito de la salud y la educación, el cambio climáti-
co, etc. A pesar –o quizás precisamente a causa–
del tiempo que pasamos frente a las pantallas, ne-
cesitamos lugares colectivos donde la gente pue-
da descubrirse y crear lazos.
La interacción real amenazada
Ni Zuckerberg ni sus colegas de Silicon Valley
son personalmente responsables por el esta-
do deplorable de las infraestructuras sociales
que existen en Estados Unidos. Sin embargo, en
otras épocas, los empresarios acaudalados so-
lían preocuparse por construir lugares que be-
neficiaran a todos sin esperar que generaran in-
gresos. Así, a partir de 1883, el magnate del ace-
ro Andrew Carnegie financió la construcción
de 2.811 bibliotecas –1.679 en Estados Unidos–,
aunque no por ello dejó de lado las prácticas de
represión sindical y su combate contra las políti-
cas de reducción de la desigualdad. Los millona-
rios del mundo digital, motivados por su narci-
sismo y orgullo desmesurado, prefieren orientar
su generosidad a proyectos que buscan colonizar
el espacio o alcanzar la inmortalidad. Son pocos
los que han apoyado bibliotecas, instituciones
que, sin embargo, resultan primordiales ya que
promueven la alfabetización y proveen acceso
gratuito a internet.
Las bibliotecas son lugares donde personas
comunes, de distintos orígenes, con pasiones e
intereses diversos se encuentran. Así, insuflan
vida a la cultura democrática. Desde hace algu-
nas décadas los dirigentes políticos, guiados por
la lógica del mercado, afirman que se han vuelto
obsoletas: en su opinión, sería mejor invertir en
las nuevas tecnologías. En la mayoría de las re-
giones, las bibliotecas sufren una cruel escasez
de recursos y están alojadas en edificios vetustos.
A pesar de que las personas las frecuentan cada
vez más, han debido reducir sus horarios y recor-
tar los días de apertura. El número de puestos de
Usuarios activos en el mundo
Datos de enero de 2019. En millones de personas.
Facebook
2.271
millones
de usuarios
Youtube
1.900
millones
Instagram
de usuarios
1.000
millones
de usuarios
Facebook en números
Sede. 1 Hacker Way, Menlo Park, California
Creación. 4 de febrero de 2004.
Empleados. 30.275 (a junio de 2018)
Cambridge Analytica
En abril de 2018 Mark Zuckerberg fue interpelado
por el Congreso de Estados Unidos por el robo de
datos personales por parte de Cambridge Analytica.
Fuentes: Kepios Analysis y Facebook
(https://es.newsroom.fb.com/company-info/)
| 23
bibliotecarioS no ha dejado de disminuir, así co-
mo también los presupuestos para la compra de
nuevos libros, periódicos y películas.
En San José, muy cerca de las oficinas de Fa-
cebook, Google y Apple, el presupuesto de la bi-
blioteca municipal es tan reducido que sus res-
ponsables no prestan libros a los usuarios que
deben más de diez dólares de multa por retraso.
Cuando el monto alcanza los cincuenta dólares,
el establecimiento delega el asunto a una agencia
de cobro de deudas. Hasta hace poco, la mayoría
de las bibliotecas abría de lunes a lunes. Hoy, son
muchas las que cierran el domingo, el día de vi-
sita preferido de los in-
migrantes, los obreros y
En otras épocas, las familias.
En el mismo sentido,
los empresarios las librerías, ya sean
pequeñas o grandes,
acaudalados solían s i e m p re f u e ro n m á s
q u e s i m p l e s c o m e r-
preocuparse por cios. Durante siglos,
construir lugares han sido puntos de en-
cuentro, donde se pue-
que beneficiaran de charlar con otros
amantes de bellas his-
a todos. torias y nuevas ideas,
pero también con libre-
ros felices de ayudar a
los clientes a encontrar
los libros que los delei-
tarán. Con frecuencia proponen actividades pa-
ra los niños y las familias, organizan grupos de
lectura para adultos, presentaciones y firmas de
libros con los autores y se implican en todo tipo
de aspectos de la vida pública.
Es cierto que existen maneras menos costo-
sas y más eficaces de comprar libros (y todo lo
demás, en definitiva), pero el recurso creciente a
los sitios de venta online necesariamente impli-
ca la desaparición de las librerías. Así, a fines de
2016, frente a un aumento exorbitante del precio
del alquiler, la cadena Barnes & Noble anunció el
cierre de su local de Baychester, en el Bronx, en
Nueva York. El lugar fue ocupado por una firma
de liquidación de stock de productos de lujo. Así,
un millón y medio de personas se vieron privadas
de una infraestructura social que había existido
por generaciones.
Para los barrios donde no hay supermercados,
existen Amazon y FreshDirect. Para los que no
tienen almacenes, dos ex empleados de Google
crearon los puestos Bodega en 2017: se trata de
distribuidores automáticos surtidos en función
de la demanda local y que permiten a los clien-
tes comprar desde su smartphone. “Al final, los
espacios centralizados para hacer las compras ya
no serán necesarios porque habrá cien mil Bode-
gas repartidas por todas partes, de tal manera que
siempre va a haber una a menos de treinta metros
de su casa” (1), imaginaba uno de los fundadores
de la empresa, Paul McDonald. Esta ocurrencia
suscitó la ira de los comerciantes, que vieron a su
sector amenazado de “disrupción”. También des-
pertó una reacción hostil en todo el país, ya que a
la mayoría de la gente le gusta tener cerca de su
casa un pequeño negocio atendido por seres hu-
manos con quienes pueden interactuar o, si están
apurados, intercambiar una sonrisa cuando les
dan el vuelto. La mala publicidad obligó a los dos
fundadores a cambiar el nombre de su empresa
por Stockwell.
Mientras que nuestras permanentes interac-
ciones con las pantallas amenazan con eclipsar
los momentos que compartimos con otras per-
sonas efectivamente reales, hay comunidades en
todo el mundo que están denunciando los límites
de la vida online. Y que redescubren el gusto por
los lugares públicos, donde aún existe la posibili-
dad del encuentro. g
1. Elizabeth Segran, “Two ex-Googlers want to make
bodegas and mom-and-pop corner stores obsolete”,
Fast Company, 13-09-17, vww.fastcompany.com.
*Sociólogo en la Universidad de Nueva York, autor de Palaces
For the People: How Social Infrastructure Can Help Fight Inequa-
lity, Polarization, and the Decline of Civic Life, Penguin Random
House, Nueva York, 2018, del que este texto está adaptado.
Traducción: Georgina Fraser
24 |
Dossier
Redes sociales,
vínculos
privatizados
Rogelio Polesello, El balance, 1958-65 (gentileza Museo Nacional de Bellas Artes)
Aunque es un fenómeno reciente, son cada vez más las per-
sonas en el mundo que se encuentran a través de aplicacio-
nes digitales especializadas en ponerlas en contacto. Una
tendencia que termina exacerbando la sociabilidad en círcu-
los más cerrados y las relaciones sexuales ocasionales.
Citas en la era digital
Amor online
por Marie Bergström*
L
a aplicación más reciente se llama
Dating. Lanzada por la empresa Fa-
cebook en 2018, se agregó a una lar-
ga lista de aplicaciones especializa-
das en poner en contacto a gente en
busca de citas amorosas o sexuales. “Facebook:
cómo funcionará su servicio de citas”. (Le Mon-
de, 2-5-18); “¡Por fin salió Dating!” (20 minutes,
22-9-18): los medios siguieron su lanzamien-
to como si se tratara de una novela, como lo ha-
cen cada vez que aparece un nuevo servicio de
este tipo. Después de los sitios pioneros como
Match, Meetic o AdopteUnMec, hoy por hoy son
las aplicaciones móviles geolocalizadas como
Grindr, Tinder, Happn o Bumble, las que ocu-
pan un lugar preponderante.
La capitalización de lo intangible
Estas plataformas, surgidas en Estados Unidos
a mediados de los años 90, se extendieron rápi-
damente a otros países, entre ellos Francia. Los
primeros sitios destinados a un público francés
fueron Netclub.fr (1997) y Amoureux.com (1998),
seguidos rápidamente por otros: un estudio rea-
lizado en 2008 contaba no menos de 1.045 ser-
vicios francófonos de citas online. El incremento
de la oferta da cuenta de su éxito. Una encuesta
llevada a cabo en 2013 estimaba que el 18% de las
personas de entre 18 y 65 años ya había utilizado
uno de esos sitios, es decir, aproximadamente un
tercio de las personas solteras, divorciadas y viu-
das (1). Desde entonces, esas cifras han aumen-
tado seguramente con la popularidad creciente
de las aplicaciones móviles. La misma encuesta
muestra que, entre las personas (de entre 26 y
65 años) que conocieron a su pareja entre 2005
y 2013, un poco menos del 9% lo hicieron a tra-
vés de un sitio especializado en citas. Esto ubica
a dichos servicios en el ranking de los espacios
de encuentro, después de los lugares de estudio
y de trabajo (24%), las fiestas con amigos (15%),
los lugares públicos (13%) y el domicilio (9%).
Si bien no se ha convertido en la forma predo-
minante para encontrar pareja, el recurso a esas
plataformas es actualmente una manera corrien-
te de establecer vínculos.
El surgimiento de esos sitios provocó fuer-
tes reacciones. Fueron acusados de alentar el
“zapping relacional” (2) e incluso de alimen-
tar una “fobia al compromiso” (3). Expuestos a
una oferta importante de potenciales parejas,
los usuarios serían incitados a adoptar una ac-
titud consumista y constantemente tentados de
buscar algo “mejor” en lugar de construir una
relación. Las páginas de citas habrían dado ori-
gen así a un verdadero mercado sexual y afec-
tivo. Esas críticas no sorprenderán a los histo-
riadores. A fines del siglo XIX, la aparición de
agencias y de anuncios matrimoniales ya había
suscitado las mismas inquietudes. Los analistas
Edición 238 | abril 2019
de la época se interrogaban sobre “la legalidad
tanto como la moralidad del ‘proxenetismo por
una buena causa’” (4). Le Chasseur français pu-
blicó su primer aviso matrimonial en 1892. Esa
publicación mensual dirigida a un público rural
se volvería luego uno de los primeros periódi-
cos en haber dado un espacio a los solteros en
busca del alma gemela. Sin embargo, el despres-
tigio sobre ese nuevo modo de conocer gente lo
condenó a la marginalidad. Aún a mediados de
los años 80, menos del 1% de los franceses había
conocido a su pareja por esa vía, y una gran ma-
yoría de las personas excluía totalmente la posi-
bilidad de utilizarla (5).
Dichos servicios representan actualmente
un mercado floreciente. Como en muchos otros
mercados en desarrollo, los nuevos actores fue-
ron rápidamente absorvidos por los grupos do-
minantes. Es el caso de Meetic y de Tinder, am-
bos propiedad de Match, a su vez en manos de
un gran conglomerado de empresas, Interactive
Corp (IAC), que concentra una amplia cartera de
marcas supuestamente competidoras. Cotizado
en bolsa, este grupo registró en 2018 un volumen
de negocios de cerca de 800 millones de euros,
de los cuales 400 millones corresponden única-
mente a la filial Match, con un aumento del 36%
respecto del año anterior.
Los nuevos ingresantes al mercado adoptaron
los estándares erigidos por los pioneros, sin re-
novarlos realmente. Se puede observar, por ejem-
plo, una gran similitud entre las aplicaciones mó-
viles: la mayoría muestra en grande la foto de los
perfiles que el usuario desliza hacia la izquier-
da (para descartarlos) o hacia la derecha (para
solicitar ponerse en contacto). Un “match” o un
“crush” le indican que el interés es recíproco.
Este mercado se caracteriza finalmente por
una fuerte segmentación, con una división de
nichos tales como los “seniors”, los “VIP” (en-
tiéndase los ricos), los negros o los judíos. Este
fenómeno ilustraría, según se dice, una voluntad
endogámica y un desarrollo del “comunitaris-
mo”. En realidad, responde sobre todo a estra-
tegias empresariales comprobadas, que consis-
ten en atacar a los actores dominantes por una
competencia lateral (ocupando segmentos del
mercado) y ya no frontal (apuntando al públi-
co en general). Como explica el responsable de
un sitio estadounidense, “es una cuestión eco-
nómica, hay que verlo desde el punto de vista
de los empresarios: te va mejor si te focalizás”.
El resultado es una proliferación de servicios, a
veces curiosos (para “geeks”, para “ecologistas”,
para simpatizantes de izquierda o de derecha…),
de los cuales la mayoría están destinados a des-
aparecer. Solamente una minoría, mediante la
capitalización de lógicas homógamas preexis-
tentes, alberga un público numeroso; es el caso
de los sitios confesionales o de los que apuntan
a las clases altas.
Continuidades y cambios
El éxito de estos servicios marca la entrada es-
trepitosa de actores privados en la vida afec-
tiva. Pero este capitalismo vivido como omni-
presente, con artimañas cada vez más grandes,
¿modifica nuestras prácticas? No es tan segu-
ro. Mientras que los consultores informáticos
proponen criterios de selección a veces muy de-
finidos, lo cual podría reforzar la homogamia,
y pese a la aparente fusión social en Internet,
que podría, al contrario, atenuar esa tendencia,
las parejas que se forman online son, en iguales
condiciones, tan homógamas como las forma-
das de otro modo. En otras palabras, se observa
en ellas la misma probabilidad de salir con una
persona de mismo estatus social (6). Por lo tan-
to, las lógicas clásicas de formación de parejas
no han sido subvertidas.
Otro signo de estabilidad: la norma conyu-
gal continúa siendo fuerte, pese a la alerta de la
prensa que titula, por ejemplo: “Cómo los sitios
de citas mataron el amor” (Huffington Post Que-
bec, 13-1-15). Los jóvenes siguen viendo en la pa-
reja un ideal de vida, aunque las primeras unio-
nes se establezcan a edades más tardías que en el
pasado. Y, si las separaciones se han hecho más
corrientes, también es común que la gente vuel-

va a ponerse en pareja. El amor no ha muerto:
son las experiencias afectivas las que se volvie-
ron más discontinuas. Hoy en día es común ha-
ber tenido dos relaciones amorosas o más a los
25 años: el 36% de las mujeres y el 29% de los
hombres nacidos entre 1978 y 1982 se encuen-
tran en esa situación, mientras que se trataba de
una experiencia muy minoritaria en la genera-
ción de los años 50 (6% y 9%) (7).
La novedad reside en otra parte. La atención
que se presta a los aspectos más espectaculares de
las páginas y de las aplicaciones –como la cantidad
de inscriptos, la estandarización de los perfiles o
las modalidades de selección– lleva a pasar por al-
to una característica mucho más significativa: su
insularidad. Las citas por Internet tienen lugar
por fuera y a espaldas de los círculos de sociabili-
dad. En este sentido, operan una ruptura. Las re-
laciones íntimas se entablan tradicionalmente en
espacios de vida tales como los lugares de traba-
jo, de estudio, de salidas y de esparcimiento. Con
los sitios y las aplicaciones de citas, la búsqueda de
pareja se vuelve un asunto privado, que se realiza
discretamente frente al smartphone, fuera del al-
cance de las miradas circundantes.
La privatización de las citas es un factor im-
portante, aunque pocas veces mencionado, del
éxito de los sitios y de las aplicaciones. Principal-
mente, entre los más jóvenes, para quienes estos
servicios permiten flirtear, experimentar y enta-
blar vínculos lejos de la mirada de sus pares y de
sus padres. A diferencia de las que se producen
en contextos de sociabilidad, como las salidas o
el estudio, las citas por Internet no traen “proble-
mas”. Es así como Alix, 21 años, estudiante, ex-
plica que no quiere “salir con alguien de la facul-
tad porque no tiene ganas de cruzárselo todos los
días si las cosas van mal”: “Por eso prefiero real-
mente conocer a alguien exterior a todo”, dice.
Las consecuencias son importantes, particu-
larmente en el ámbito de la sexualidad. Las rela-
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Neofacismo
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| 25
ciones iniciadas de ese modo se vuelven sexua- jos de encarnar un nuevo “baile digital”, las citas
les más rápidamente que las que comienzan en online acentúan ese movimiento. g
otros contextos, y son a menudo de corta dura-
ción. La discreción facilita, en efecto, el acceso a 1. “Étude des parcours individuels et conjugaux”(EPIC),
la sexualidad, especialmente no conyugal. En la INED-Insee, 2013-2014, https://epic.site.ined.fr
medida en que el control social externo es menor 2. Pascal Lardellier, Le Cœur Net. Célibats et amours sur le
Web, Belin, col. “Nouveaux
y que las relaciones tienen menos implicancias,
mondes”, París, 2004.
las personas se aventuran más fácilmente. Esto
3. Véase por ejemplo Jean-
es principalmente cierto para las mujeres, cuya
sexualidad sigue siendo objeto de un control más
Se observa una Claude Kaufmann, Sex@mour,
Armand Colin, París, 2010.
fuerte que en el caso de los hombres.
Esta disociación entre los círculos de ami-
migración de 4. Claire-Lise Gaillard,
“Agence matrimoniale”, en
gos y profesionales, por una parte, y las parejas las prácticas de Louis Faivre d’Arcier (bajo la
sexuales, por otra, presenta también un atrac- dir. de), Mariages, Éditions
tivo para personas de mayor edad, pero por ra- sociabilidad de los Olivetan, Lyon, 2017.
5. Michel Bozon y François
zones algo distintas. Con la edad, las ocasiones
de conocer a alguien disminuyen. No sólo el en- lugares públicos Héran, “La découverte du
conjoint, II. Les scènes de
torno se vuelve pobre de solteros (la mayoría ya
están en pareja), sino que la sociabilidad se con- hacia espacios rencontre dans l’espace social”,
Population, Vol. 43, N° 1, París,
centra en círculos más cerrados: las salidas ce-
den el lugar a las cenas con amigos. Como ex-
privados y círculos enero-febrero de 1988.
6. La única excepción atañe
plica Bruno, 44 años, soldador, “cuando se tiene
cierta edad, una vida profesional […], no siem-
más estrechos. a las uniones que se forman
en los lugares de trabajo o
pre es fácil conocer a alguien una vez que se ago- estudio, que, comparadas
taron las chances en los círculos de amigos”. Así con las que resultan
pues, los sitios favorecen sobre todo la posibili- de los sitios de citas, tienen más chances de reunir a dos
personas con profesiones o niveles educativos similares.
dad de volver a ponerse en pareja: las relaciones
7. Wilfried Rault y Arnaud Régnier-Loilier, “La
amorosas que se inician por ese medio son ma-
première vie en couple. Évolutions récentes”,
yoritariamente segundas uniones. Population & Sociétés, N° 521, París, abril de 2015.
Aunque reciente, este modo de conocer gente 8. Michel Bozon y Wilfried Rault, “De la sexualité au
se inscribe en una larga historia. Desde la segun- couple. L’espace des rencontres amoureuses pendant
da mitad del siglo XX, se observa una migración la jeunesse”, Population, Vol. 67, N° 3, 2012.
de las prácticas de sociabilidad de los lugares pú- 9. Olivier Schwartz, Le Monde privé des ouvriers.
blicos hacia espacios privados y círculos más es- Hommes et femmes du Nord, Presses universitaires
trechos. Los bailes de antaño, por ejemplo, fue- de France, col. “Quadrige”, París, 1990.
ron reemplazados por fiestas en casa de particu- 10. Sonia Livingstone, Young People and New Media. Childhood
and the Changing Media Environment, Sage, Londres, 2002.
lares (8). La misma tendencia ha sido presentada
respecto de las clases populares (9) y se observa
también entre los jóvenes, de todas las clases so- *Encargada de Investigación en el Instituto Nacional de Estudios
Demográficos. Autora de Les Nouvelles Lois de l’amour. Sexualité,
ciales, con el paso tendencial de una “cultura de couple et rencontres au temps du numérique, La Découverte, 2019.
la calle” a una “cultura de la habitación” (10). Le- Traducción: Victoria Cozzo
Durante el mes de abril,
quienes se suscriban a Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, tanto a la edición impresa como a
la online, o al archivo online, recibirán un libro
Historia cítica del FMI ¿El futuro es feminista?
Oscar Ugarteche Florencia Angilletta, Mercedes
D’Alessandro y Mariana Mariasch
DURANTE
EL MES DE
ABRIL
P R O M O C I Ó N VÁ L I DA S Ó LO PA R A R E S I D E N T E S E N A R G E N T I N A
26 |
Antes que hablar de los problemas comunes de la Unión Europea, las
elecciones europeas yuxtaponen 27 escrutinios donde los electores
se pronuncian sobre sus gobiernos locales. Sin embargo, el margen
de maniobra de cada Estado es muy acotado a causa de los tratados
europeos. ¿Qué puede proponer la izquierda para superar esta situación?
Una estrategia para la izquierda
¿Es posible una
Europa democrática?
por Frédéric Lordon*
U
n fantasma recorre la iz-
quierda: Europa. Se le apa-
recerá a los “chalecos ama-
rillos” desde el momento
en que estos se interroguen
concretamente acerca de las políticas al-
ternativas; de hecho eso ya está ocurrien-
do. Sucede que toda idea de hacer “otra
cosa” está consagrada a chocar contra el
muro de los tratados. Aflojar las políticas
de austeridad que destruyen los servicios
públicos, acabar con la anomalía democrá-
tica de un Banco Central independiente sin
ninguna legitimidad política, deshacer las
estructuras que constituyen el dominio de
las finanzas tanto sobre las empresas como
sobre los gobiernos, terminar con la com-
petencia realmente falseada (por el dum-
ping social y ambiental) o con las desloca-
lizaciones desbocadas, reconquistar la po-
sibilidad de las ayudas estatales: todo esto,
que necesariamente tiene que ver con una
política de justicia social, se ha vuelto for-
malmente imposible por los tratados.
“¡Entonces rehagamos los tratados!”.
Después de “la Europa social”, “el euro
democrático” es la ilusión de reempla-
zo que permite a la “izquierda inconse-
cuente” seguir difiriendo el momento de
enfrentar el problema europeo. De Yanis
Varoufakis (1) a Benoît Hamon, pasando
por Raphaël Glucksmann, todo el mundo
quiere “rehacer los tratados”. Digámoslo
sin más demora: no van a rehacer nada.
Los tratados no son un “error” más que
para aquellos que consideran que una
comunidad política no puede ser tan retor-
cida como para prohibirse a sí misma deci-
dir en materia de moneda, de presupuesto,
de deuda o de circulación de los capitales,
es decir, como para amputarse volunta-
riamente políticas que pesan de la manera
más cruel sobre la situación material de las
poblaciones. Pero los tratados son perfec-
tamente funcionales para el pequeño nú-
mero de otros que, por el contrario, persi-
guen el proyecto apenas oculto de sacra-
lizar cierto tipo de políticas económicas,
favorables a cierto tipo de intereses. Y por
añadidura, dejan todo atado al esfuerzo
neurótico especial de un país que desde ha-
ce más de medio siglo se cuenta a sí mismo
que la ortodoxia monetaria y presupuesta-
ria es su única muralla contra el nazismo…
En consecuencia, así es como se pre-
senta el impasse europeo:
1. Sustraer, como lo hacen los trata-
dos, los contenidos sustanciales de algu-
nas de las más importantes políticas pú-
blicas de las deliberaciones de una asam-
blea ordinaria para sacralizarlas en tra-
tados que no responden más que a pro-
cedimientos de revisión extraordinarios
es una anomalía que descalifica radical-
mente toda pretensión democrática.
2. Sólo una revisión de los tratados ap-
ta para instituir un verdadero parlamento,
al que le sería devuelta la totalidad de los
campos de decisión actualmente fuera de
alcance de toda nueva deliberación sobe-
rana, está a la altura del proyecto de hacer
democrática a Europa.
3. Desgraciadamente, en el actual es-
tado de las cosas, semejante revisión se-
rá objeto de por lo menos un rechazo ca-
tegórico seguro: el de Alemania. Ocurre
que Alemania, precisamente, condicionó
su participación en el euro a la sacraliza-
ción de su ortodoxia en los tratados. Si
Caetano De Almeida, Anvers, 2000 (fragmento)
fuera puesta en minoría en este aspecto,
preferiría la integridad de sus principios
a la pertenencia a la Unión.
Ese es el dilema con el cual la “izquier-
da europea democrática” tendrá que vér-
selas: democratizar (realmente) el euro
supone rehacer los tratados, pero rehacer
los tratados provocará sin lugar a dudas la
partida de Alemania… y la rotura del euro.
Por supuesto, cuando lo real es demasia-
do duro de enfrentar, siempre está la solu-
ción del refugio en el fantasma o el arrullo
del “euro democrático”.
Un gran arco de fuerzas
Para aquellos que aceptan ver la contradic-
ción, y escogen las políticas progresistas
contra el fetichismo del euro, el problema,
sin embargo, no es menos agudo. Así, pa-
Edición 238 | abril 2019
ra Stefano Palombarini (2), la perspectiva
de salida del euro no puede encararse en
el marco del bloque electoral de izquierda
actualmente constituido, algunas de cu-
yas fracciones sólo ante el enunciado de
esa idea gritan “repliegue nacional”. Des-
de cierto punto de vista, tiene razón. Desde
2010 el debate en la izquierda sobre el eu-
ro mostró suficientemente qué divisiones
lo atravesaban. Y es en verdad ese reflejo
epidérmico lo que testimonia la persisten-
te quimera del “otro euro” a la que el desas-
tre griego no bastó para torcerle el cuello, y
cuya expresión más patética son los vaga-
bundeos obstinados en busca del “Parla-
mento del euro”. Si, por otra parte, hay un
solo obstáculo que se haya opuesto al retiro
de Hamon a favor de Jean-Luc Mélenchon
después de la primera vuelta de la elección
presidencial de 2017, haciéndole preferir la
humillación a una victoria de la izquierda,
es realmente la cuestión europea.
Ahora bien, realmente existe toda una
fracción de la opinión de izquierda que,
desaprobando a veces con vehemencia
los contenidos particulares de las políti-
cas europeas, y las coerciones que de ello
resultan sobre la conducción de las polí-
ticas nacionales, no deja de encabritarse
ante la idea general, sin embargo conse-
cuente, de romper con el euro. Estos ha-
rán repetidas tribunas contra la “Europa
austeritaria”, pero apenas les propongan
salir responderán “¡en absoluto!”. Mien-
tras este atolladero permanezca sin reso-
lución, la izquierda no accederá al poder.
Ocurre que siempre tendrá que vérse-
las con la clase ilustrada, que es el lugar
neurálgico de esta situación. Creyéndo-
se la punta avanzada de la racionalidad
en la sociedad, esta clase es de hecho su
punto de incoherencia por antonoma-
sia: porque realmente es ella la que, más
que cualquier otra, es presa de los esta-
dos afectivos de miedo, sublimados en
humanismo europeo y en posturas inter-
nacionalistas abstractas que le permiten,
cree, ocupar una elevada posición moral,
cualquiera sea el costo económico y so-
cial (para los otros). Es realmente ella, sin
embargo, la que no termina de buscar en
el “euro democrático” y su “parlamento”
una resolución fantasmática a sus contra-
dicciones íntimas. Y por lo tanto es con
ella, como lo observa Palombarini, con
quien, para su desgracia, debe contar una
estrategia política de izquierda.
Entonces, ¿cómo sostener un arco de
fuerzas que vaya desde los sectores popula-
res –que por su parte experimentan de pri-
mera mano los estragos de las políticas euro-
peas, y por eso no son tan víctimas de los es-
crúpulos preciosistas del europeísmo– hasta
la burguesía ilustrada de izquierda, a quien
su hipersensibilidad hace que toda idea de
romper con Europa se convierta en un mo-
tivo de crisis histérica? Está absolutamente
fuera de toda duda que a los primeros habrá
que darles la salida del euro, porque viven la
cosa en lo concreto. Es a la segunda a la que
hay que reservar un tratamiento especial, es
decir, encontrar algo para concederle.
¿En qué consistiría entonces la contri-
bución del internacionalismo real a la reso-
lución del dilema europeo para la izquier-
da? En no dejar a la clase ilustrada huérfa-
na de Europa y en darle una perspectiva
histórica europea de recambio. Es decir, en
convencerla de que dejar su objeto transi-
cional, el euro, no la priva de todo, todavía
le permite creer en lo que le gusta creer, y
en lo cual desde cierto punto de vista tiene
razón en creer, a saber: a modo general, el
esfuerzo de descentrar los pueblos nacio-
nales, de acercarlos tanto como sea posi-
ble, comenzando lógicamente a escala eu-
ropea. Pero tampoco de cualquier manera,
ni a cualquier precio, vale decir, dejando ha-
cer correr sin consideración alguna ese de-
 | 27

seo internacionalista fundado en las peores
proposiciones del economicismo neolibe-
ral: el internacionalismo de la moneda, del
comercio y de las finanzas.
Sin abandonar el esfuerzo por conven-
cerla de que no habrá “otro euro”, de que
el “euro democrático” no va a existir, en-
tonces hay que decirle a la clase ilustra-
da que, en buena parte, en efecto, tiene el
destino de una hegemonía de izquierda
en sus manos, que no tiene que renun-
ciar al europeísmo genérico que tanto le
preocupa. Y por lo tanto hay que hacer-
le una nueva proposición en esta mate-
ria. Una proposición lo suficientemente
fuerte como para reemplazar la promesa
caída del euro a la cual la burguesía de iz-
quierda sigue aferrándose porque tiene
demasiado miedo al vacío. La promesa de
una suerte de “nuevo proyecto europeo”
al que es necesario darle la consistencia
de una perspectiva histórica.
en eso se juega decisivamente el propio
interés político de tener a esos sectores
con ella. Su hostilidad, perfectamente
fundada, digámoslo, ¿no habrá sido su
herida desgarradora desde el tratado de
Maastricht? Si, por lo tanto, esa nueva
Europa, liberada del euro, quiere reacti-
var algún lazo con esos sectores debe te-
ner interés en dirigirse directamente a
ellos, y ante todo en el lenguaje que será el
suyo: aquel, concreto, de la intervención
financiera. No hay medio más sencillo pa-
ra Europa de volverse deseable que reem-
Es posible acercar
a los pueblos
europeos por
caminos muy
se le otorguen. Debe evaluárselos simple-
mente según una meta cuantitativa glo-
bal, que indique una trayectoria de medio
término hacia un objetivo presupuestario
del 3% y luego, ¿por qué no?, del 5% del
Producto Interno Bruto (PIB) europeo,
en vez del ridículo 1% de hoy.
No es que haya que partir de la nada
y que ninguna de esas cosas no exista
ya: Erasmus (3),  Fondo Europeo de De-
sarrollo Regional (Feder) (4), etc. Pero
hay que extender considerablemente su
campo, también sus direcciones, en par-
ticular hacia destinatarios hasta ahora
por completo abandonados, dar a todas
esas acciones una amplitud inédita, en-
samblarlas en un discurso con alcance
histórico y, para darle mejor crédito, pla-
near nuevas expresiones institucionales
visibles. Expresiones necesarias, por lo
demás, porque será preciso que una ins-
tancia decida acerca de los ámbitos, los
volviéndoles todo cuanto hasta ahora les
prohibió. Y sobre todo el derecho demo-
crático fundamental de experimentar, de
ensayar, de intentar otra cosa. Una vez
quitada la camisa de fuerza del euro todo
vuelve a ser posible, por supuesto según
la autodeterminación soberana de cada
cuerpo político. Y puesto que se trata de
pensar una estrategia para la izquierda:
abordaje de las finanzas de mercado, so-
cialización de los bancos, reducción a la
obediencia del poder accionario, propie-
dad social de los medios de producción…
Es muy posible explicar a los más in-
quietos que, si persistir en la senda del
euro será la tumba de toda esperanza de
izquierda, la idea de una comunidad po-
lítica europea no requiere salir del paisa-
je, que incluso esa idea podría ser salvada.
Con tal de que se consienta en ofrecerle
sus condiciones de posibilidad histórica
como coronamiento de un largo proceso

Por un “nuevo proyecto europeo”

Ocurre que es posible acercar a los pue-
blos europeos por caminos muy distin-
tos a los de la economía. Estudios uni-
versitarios y, por qué no, escolares, artís-
ticos, investigaciones, semilleros siste-
máticos de traducciones cruzadas, his-
toriografías desnacionalizadas, todo es
bueno para ser intensamente “europei-
zado”, y así “europeizante”.
Sin embargo, no estamos obligados a
permanecer en el registro de las interven-
ciones dirigidas a la “Europa de la cultu-
ra”, de la que se sabe bien qué clases so-
ciales son sus principales beneficiarias.
En realidad, Europa tiene un fabuloso pa-
sivo por liquidar ante los sectores popu-
lares. Debería tener un gran interés en re-
cordarlo, no en nombre de una economía
del perdón o de la redención, sino porque
distintos a los de
la economía.
plazar a los Estados desfallecientes que,
por otra parte, están en esta situación por
causa de la moneda única: vastos progra-
mas de rehabilitación de los suburbios,
planes de integración digital, fondos de
reindustrialización, financiamiento de
redes de educación popular, apoyo a las
redes asociativas, lo que falta no son ideas
en las que Europa volvería seriamente a
hacerse una “imagen de marca”.
Y como no son ideas lo que falta, tam-
poco debe faltar los medios. A decir ver-
dad, es aquí donde se juega la diferencia
entre palabras en el aire y la consistencia
de un proyecto político cuya ambición se
medirá exactamente en los recursos que
volúmenes y la distribución de las in-
tervenciones. ¿Qué puede ser si no una
asamblea? Para el caso, cualquier otra co-
sa que el inhallable “Parlamento del eu-
ro”, falsa apariencia democrática consa-
grada a encubrir la irremediable falta de
democracia de la unión monetaria.
En el punto al que hemos llegado, se
puede empezar a esperar que hasta la
burguesía ilustrada, que se cree primera
en inteligencia cuando la mayoría de las
veces es de una ceguera política que con-
funde, pueda comprender que es urgen-
te salvar a Europa de sí misma, y que esto
sólo se hará a costa de un cambio radical.
No, sin embargo, por alguna “transfor-
mación” de la moneda única, congénita-
mente y por largo tiempo todavía ordoli-
beral, sino, precisamente, por su mismo
abandono. Europa no volverá a conquis-
tar los favores de los pueblos más que de-
de acercamiento, pero esta vez realmente
“cada vez más estrecho”, entre los pueblos
del continente, al que el “nuevo proyecto
europeo”, desintoxicado del veneno libe-
ral de la actual Unión, finalmente dará su
tiempo, sus medios y su oportunidad. g
1. Véase Yanis Varufakis, “Hacia una ‘Primavera europea’”,
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, marzo 2019.
2. “Face à Macron, la gauche ou le populisme ?”, el blog de
Stefano Palombarini, 10 -7-17, https://blogs.mediapart.fr
3. N. de la T.: Erasmus es el programa de la UE de apoyo a
la educación, formación, juventud y deporte en Europa.
4. N. de la T.: Un instrumento financiero de la
Comisión Europea cuya finalidad es la ayuda
para el desarrollo económico de las regiones
deprimidas de la Unión Europea.
*Economista y filósofo. Director de investigación en el Centro
Nacional para la Investigación Científica (CNRS), autor de La
Condition anarchique, París, Seuil, 2018.
Traducción: Víctor Goldstein

EVA GIBERTI
Presenta su nuevo libro en lucha contra los
prejuicios, los mitos y los mandatos patriarcales
que ordenan y oprimen la vida de las mujeres.

Conocé más sobre su investigación

y análisis de otras problemáticas:

Incesto Abuso sexual, La familia, Vulnerabilidad,

paterno / filial contra niñas, niños a pesar de todo desvalimiento
y adolescentes y maltrato infantil

Disponibles en librerías y en Noveduc.com

28 |
Hasta ayer cada escrutinio español parecía confirmar el auge de
Podemos. Pero hoy son pocos los que esperan una escalada de
este partido en las elecciones del 28 de abril. ¿Cómo se explica
el repliegue de una formación que hizo tanto por devolver la
esperanza a los progresistas europeos?
La estrategia populista en cuestión
España vota,
Podemos duda
por José Antonio García Simón y Jaime Vindel*  Para la segunda gran corriente, en el
H
ace cinco años emergieron
con la ambición de subir al
asalto del cielo (y de Espa-
ña). Podemos parecía rege-
nerar la manera en que se
hablaba y en que se hacía política en Eu-
ropa. Cinco años después, nadie cree ya
en la victoria relámpago ayer prometida,
y el partido parece amenazado de nor-
malización en el seno de un paisaje polí-
tico que rechazaba en bloque. ¿No cons-
tituye su repliegue actual más que una fa-
se, común a todas las luchas de este tipo,
o refleja la exacerbación de las tensiones
que presidieron su nacimiento?
El 17 de enero de 2014, cuando Pode-
mos irrumpió en la escena política espa-
ñola, sus fundadores buscaban sostener
las exigencias de “democracia real” del
Alfredo Hlito, Cinco efigies con zócalo, 1986 (gentileza Galería Jorge Mara La Ruche)
movimiento de los “indignados”, que
ocupó las plazas de las ciudades del país
en mayo de 2011 (1). Sus reivindicacio-
nes desplegaron un amplio espectro de
eslóganes y de proposiciones, con un
denominador común: el cuestionamien-
to del orden político (y, en menor medi-
da, económico) surgido de la transición
de la dictadura franquista (1936-1977) a
la democracia liberal. A grandes rasgos,
esa impugnación se organizaba alrede-
dor de dos proyectos distintos: por un
lado, un impulso que apuntaba a regene-
rar el sistema; por el otro, una ambición
más amplia de transformación social.
Reformar o transformar: “La tensión
entre esas dos opciones se reflejó lue-
go en los debates en el interior del par-
tido”, subraya Brais Fernández, politó-
logo, secretario de Redacción de Viento
Sur y miembro de Anticapitalistas, una
organización trotskista que fue uno de
los núcleos fundadores de Podemos.
Para la primera corriente de los “in-
dignados”, “la prioridad era renovar el
personal político”, puntualiza Fernán-
dez. En cierta medida, las movilizacio-
nes callejeras revelaron el despecho de
las clases medias una vez que fueron ba-
rridas sus ambiciones de ascenso social
por la crisis de 2008. En el poder, el Par-
tido Socialista Obrero Español (PSOE),
principal soporte del imaginario pro-
gresista en la España de la postransi-
ción, optó por la austeridad. Una elec-
ción simbolizada por la modificación, el
23 de agosto de 2011, del artículo 135 de
la Constitución para “garantizar la es-
Edición 238 | abril 2019
tabilidad presupuestaria”. Entiéndase:
erigir el reembolso de la deuda pública
como prioridad absoluta.
El PSOE pagó las consecuencias de
esa política al perder las elecciones le-
gislativas del mes de noviembre del
mismo año. La nueva mayoría parla-
mentaria y el gobierno de Mariano Ra-
joy (Partido Popular, derecha) aumen-
taron un poco más los recortes en los
gastos sociales. A los ojos de los “indig-
nados”, a todas luces, la democracia es-
pañola funcionaba mal.
Rostros jóvenes, estilo nuevo
Conducido por Pablo Iglesias e Iñigo
Errejón, dos universitarios, Podemos
capitalizó ese malestar. Rápidamente
se convirtió en la elección favorita de
los votantes de entre 25 y 35 años, cita-
dinos que contaban con estudios supe-
riores. Para muchos, constituyó la en-
carnación de la nueva política a la que
aspiraban, con sus rostros jóvenes y su
estilo irreverente.
seno de los “indignados”, de carácter
más radical, la movilización se carac-
terizaba por sus espacios de socializa-
ción política (las asambleas, las carpas,
los encuentros, etc.) y por una amplitud
que hacía posible la emergencia de una
crítica más profunda del sistema políti-
co y económico español.
Aquí, el rechazo de la clase política
adoptó la forma de una voluntad de au-
tonomizarse a través de la formación de
comunidades y de espacios de delibera-
ción, la promoción de una democracia
digital, la ambición de poder revocar a
los representantes, etc. La creación de
asambleas de barrio era una manera de
poner en práctica esas aspiraciones y
–¿por qué no?– de sentar las bases de
una nueva sociedad. Los partidarios de
esta corriente rechazaron la distinción
entre la esfera política y la económica,
porque estaban convencidos de su con-
sanguinidad.
Podemos intentó reunir esas fuerzas
dispersas. Los círculos de simpatizan-
tes, por ejemplo, apuntaron a recupe-
rar el espíritu inicial de las asambleas
de barrio de los “indignados”, las que,
en 2014, ya mostraban signos de agota-
miento. En el momento de su creación,
esos espacios tuvieron la función de
suministrar un arraigo territorial y un
entorno propicio para la formación de
cuadros políticos. Pero los círculos fue-
ran infiltrados por Anticapitalistas, la
dirección de Podemos finalmente pre-
firió quitarles todo poder efectivo. Ese
proceso de concentración del poder lle-
gó a su término en febrero de 2017, en la
Segunda Asamblea Ciudadana del par-
tido, que consolidó una suerte de cen-
tralismo democrático donde los círcu-
los tuvieron poco peso en los principa-
les órganos de decisión.
La máquina de guerra puesta en mar-
cha para aprovechar la ocasión ofreci-
da por las elecciones generales de 2015
dio prioridad a la participación en lí-
nea en diversas plataformas de voto, de
debate y de elaboración de programas,
como Appgree o Reddit. El carisma de
Iglesias, capaz de movilizar el amperí-
metro de los sondeos de audiencia, vino
a completar una concepción mediática
de la democracia.
Según la estrategia populista teo-
rizada por Ernesto Laclau y Chantal
Mouffe (2), Podemos tradujo su crítica
de la oligarquía económica y de la cla-
se política en la forma de un antagonis-
mo entre “la gente” y “la casta”, con la
esperanza de barrer el eje tradicional
izquierda-derecha. La denuncia de la

crisis financiera y de la corrupción del
establishment político-económico se
convirtió en el argumento central de la
impugnación de aquello que los ideólo-
gos de Podemos llamaron el “régimen
del 78”, en referencia a la Constitución
adoptada en 1978 tras el fin del fran-
quismo. Esa eliminación de la división
izquierda-derecha, sin embargo, fraca-
só. En 2015, el ascenso en los sondeos
de Ciudadanos –que el presidente del
banco Sabadell, Josep Oliu, presentó
muy rápidamente como un “Podemos
de derecha” (3)– reconfiguró el tablero
político en cuatro fuerzas agrupadas al-
rededor de dos ejes: izquierda-derecha
(PSOE-Podemos contra PP-Ciudada-
nos) y nueva-vieja política (Podemos-
Ciudadanos contra PSOE-PP).
La estrategia populista, elaborada
por Errejón y largo tiempo sostenida
por Iglesias, tuvo resonancia en la po-
blación: alimentó la crítica al inmovi-
lismo de la izquierda tradicional, a me-
nudo incapaz de comprender el movi-
miento de los “indignados” y conside-
rada demasiado hermética. En las elec-
ciones generales de noviembre de 2011,
Izquierda Unida –en la que el Partido
Comunista Español (PCE) constitu-
ye uno de los núcleos duros– no supo
traducir la eclosión del movimiento de
los “indignados” en fuerza electoral: su
candidato Cayo Lara cosechó el 7% de
los sufragios, lejos del récord histórico
de Julio Anguita en 1996 con 10,5%.
Pero esta línea condujo a la dirección
de Podemos a cometer errores, que pre-
pararían sus sinsabores posteriores. Al
considerar demasiado fácilmente como
“elitistas” a los militantes políticos for-
mados, supuestamente molestos de su
experiencia, trabó el establecimiento
de una organización democrática, tan-
to a nivel de la circulación de las infor-
maciones y la toma de decisiones como
en lo que concierne a la representación
de las diversas tendencias. En la prác-
tica, la postura populista se caracteri-
zó por una gran desconfianza respecto
de las bases militantes; implícitamente
abogó por la conversión de los cuadros
en simples correas de transmisión de
las decisiones de una dirección caris-
mática, con una actitud cercana al ce-
sarismo, tendiendo a remitir todos los
debates a referendos en línea.
La convergencia entre Errejón e Igle-
sias funcionó hasta las elecciones gene-
rales de junio de 2016. Pasando por alto
las reticencias del primero, el segundo
decidió entonces hacer alianza con Iz-
quierda Unida. La renovación de este
partido, bajo la tutela de Alberto Garzón,
alentó a aquellos que esperaban destro-
nar al PSOE como principal fuerza de iz-
quierda gracias a la constitución del blo-
que parlamentario Unidos Podemos.
Alianzas demasiado amplias
Esa alianza ambicionaba reactivar la
estrategia “eurocomunista”, cuyo arte-
sano a comienzos de los años 70 fue el
Partido Comunista Italiano (PCI). En
varias oportunidades Iglesias afirmó
que era necesario un “nuevo compromi-
so histórico”, una alusión a la doctrina
defendida en esa época por el secretario
General del PCI, Enrico Berlinguer, que
intentaba garantizar la estabilidad ins-
titucional de Italia mediante acuerdos
con la Democracia Cristiana (4). Se tra-
taría de gravitar sobre la acción guber-
namental del PSOE, encarando la posi-
bilidad de un gobierno de coalición, al
tiempo que se preparaba para apoderar-
se del Estado. Así, la lógica de la coali-
ción, en Iglesias, trajo aparejada la pro-
fundización de una visión clasista, que
rehabilita la idea de que la sociedad se
divide en clases sociales con intereses
divergentes. Esta nueva estrategia par-
tía de la idea de que la coyuntura favora-
ble de 2011 estaría cerrada: la población
se acostumbró a la crisis económica y
sólo un nuevo período de recesión des-
pertaría su ira. De manera que Podemos
terminó por tomar el espacio ayer ocu-
pado por Izquierda Unida, incorporan-
do algunos de sus cuadros, así como ex
miembros de las Juventudes comunis-
tas (donde se formó Iglesias) como Ire-
La corriente
clasista de Iglesias
marcó una ruptura
respecto de la
línea populista
de Errejón.
ne Montero, portavoz del bloque parla-
mentario Unidos Podemos.
La corriente clasista de Iglesias mar-
có una ruptura respecto de la línea po-
pulista de Errejón. Según este último,
ese repliegue “izquierdista” se tradujo
por un debilitamiento de Podemos, en
una sociedad donde la relación entre el
voto y la clase social es débil.
En vez de profundizar trincheras
que protegían las fidelidades ideoló-
gicas, y teniendo en cuenta el hecho
de que Podemos no goza de un arrai-
go territorial suficiente para cimentar
una base social por medio del militan-
tismo, Errejón libró batalla en el cam-
po de los significantes políticos; dicho
de otro modo, palabras que estructuran
el debate: el concepto de patria, la idea
misma de España, monopolizadas por
la derecha y en general rechazadas por
la izquierda en virtud de su asociación
con el franquismo. Como explica Jorge
Moruno, sociólogo, cofundador de Po-
demos y miembro de la corriente “erre-
jonista”, “se trata de creer y de afirmar
otra visión de país, otra posibilidad de
encuentro entre los pueblos de Espa-
ña”. En suma, el reconocimiento de la
naturaleza plurinacional de España.
¿Cuál es el objetivo de Errejón? Di-
rigirse a capas heteróclitas de la pobla-
ción: los sectores precarizados de la
clase media (independientes y profe-
siones liberales); los partidarios de una
nueva política, que él califica de “ama-
ble”, por oposición a la “rudeza” de las
posiciones de Iglesias (lo que incluye a
las franjas que se inclinan más bien por
el liberalismo de Ciudadanos); y decep-
cionados del PSOE (el cual conserva el
apoyo de algunos trabajadores no califi-
cados y desempleados) (5).
Pero el contexto no es ya el de 2014.
En la escena nacional, el “momento po-
pulista” de la ola desencadenada por los
“indignados” conoció una fase de replie-
gue y en adelante osciló entre el olvido y
el deslizamiento reaccionario. Desliza-
miento confirmado por la aparición, du-
rante las elecciones regionales en Anda-
lucía, de Vox (11% de los sufragios en di-
ciembre pasado), un partido de extrema
derecha que une rehabilitación del fran-
quismo y oposición a “la ideología de gé-
nero”, en un contexto de escalada del fe-
minismo en el curso de los últimos años.
Pero la estrategia populista no es aje-
na a la falta de arraigo popular de Po-
demos. La importancia concedida por
Errejón a la experticia lo conduce a sub-
estimar el papel de los movimientos so-
ciales. “¿Hasta qué punto piensa usted
que los movimientos populares pueden
ayudarlo a gobernar?”, le preguntaba un
periodista en 2014. Respuesta: “Para ser
franco, muy poco, porque están enreda-
dos en una cultura de la resistencia que
les permite no tener que plantearse la
cuestión de lo que habría que hacer” (6).
Más que un arraigo social, él busca un
entendimiento con los emprendedores
que también denuncian la “oligarquía
económica”. Un proyecto que suscita un
interrogante: ¿hasta dónde puede con-
ducir semejante juego de alianzas una
vez en el poder? (7).
Desde el punto de vista de la elabora-
ción de las candidaturas, esto se tradu-
ce por una sobrerrepresentación de los
profesionales de la política. Por ejemplo,
es lo que ocurre en el seno de la platafor-
ma Más Madrid, creada con miras a las
elecciones regionales de mayo próximo.
La estructura une el destino de Errejón
con el de Manuela Carmena, la inten-
denta de la capital, abogada comprome-
tida en política desde los años 70. Ella
ratifica la implosión de Podemos que re-
sulta del rechazo del primero a someter-
se al control estricto que quiso imponer-
le la dirección del partido. Último rebo-
te de una pulseada que dura desde hace
tres años: Más Madrid y Podemos, por
lo tanto, concurrirán… por separado. En
cierto modo, Errejón fue víctima de la
estructura piramidal de la que él mismo
fue uno de los principales artesanos en
la primera Asamblea Ciudadana de Po-
demos, en octubre de 2014.
Los sinsabores de Podemos no se ex-
plican únicamente por las luchas intes-
tinas que lo desgarraron. La irrupción
de Vox se desprende del cataclismo que
provocó la cuestión catalana en la es-
cena política española. Algunos días
después de la celebración del referen-
do sobre la independencia de Cataluña,
en octubre de 2017 –celebración man-
cillada por una brutal represión po-
licial–, la intervención televisada del
rey Felipe VI, que hizo recaer toda la
responsabilidad de la crisis en los inde-
pendentistas catalanes, marginó a las
fuerzas que, como Podemos, se habían
mostrado favorables a la celebración de
un referendo. La aparición repentina
de banderas españolas en los balcones
de las ciudades de España presagió el
retorno del bastón conservador.
Escalada de derecha
La amplitud de los escándalos, sin em-
bargo, impide que la derecha permanez-
ca en el poder: el PP aparece entonces
mezclado con un vasto caso de corrup-
ción. En junio de 2018 Rajoy fue obligado
a dimitir luego de una moción de censu-
ra presentada por el secretario General
del PSOE, Pedro Sánchez, con el aval del
Partido Nacionalista Vasco (PNV), de di-
versos partidos catalanes y de Podemos.
El breve gobierno socialista, no obstante,
fracasó en encontrar una solución con-
sensual a la crisis territorial y se mostró
tímido sobre las cuestiones sociales de-
fendidas por Unidos Podemos (incluso si
anunció un alza del 22% del salario míni-
mo en diciembre último).
En esta coyuntura, “pablistas” y
“errejonistas” intentaron conjugar las
variables sociales y nacionales de la cri-
sis catalana, mientras que las formacio-
nes de derecha (PP, Ciudadanos, Vox)
se dedicaron a aislarlos. La estrategia
clasista subraya la transversalidad te-
rritorial de las clases trabajadoras. La
estrategia populista promueve una
identificación entre el pueblo, el Esta-
| 29
do y la nación que pueda desembocar
en una renovación de los pactos cons-
titucionales de 1978. A despecho de la
oposición de los conservadores, estos
habían reconocido los derechos socia-
les de la población e impedido la recen-
tralización de las competencias trans-
feridas a las comunidades autónomas.
El resto del mundo también cambió
desde el nacimiento de Podemos. En esa
época, sus dirigentes expresaban de bue-
na gana su admiración por el proceso bo-
livariano en Venezuela. El caos político y
económico que reina en ese país consti-
tuye ahora una carga para Iglesias y Erre-
jón, incluso cuando ambos se distancia-
ron del gobierno de Nicolás Maduro.
Más determinante todavía: el desen-
lace del conflicto entre Bruselas y Ate-
nas en 2015. La capitulación de Syriza
frente a las exhortaciones de sus “aso-
ciados” europeos hizo las veces de ad-
vertencia: la perspectiva de un polo de
resistencia al neoliberalismo en el sur
de Europa se aleja. Un sentimiento re-
forzado por los progresos de las fuerzas
reaccionarias en Europa del Este y en
Estados Unidos.
Este panorama internacional alienta
la escalada de la extrema derecha –has-
ta entonces poco visible en la escena po-
lítica española–, la radicalización de las
otras formaciones conservadoras (PP,
Ciudadanos), y minimiza el margen de
maniobra de Podemos para hacer rena-
cer las esperanzas de cambio que presi-
dieron su creación.
La experiencia acumulada desde 2015
–gracias a la gestión de ciudades tales co-
mo Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz,
La Coruña, Zaragoza (8)– invita a una
doble lectura. Ella facilitó la adquisición
de saberes indispensables a quien aspira
a tener responsabilidades instituciona-
les; pero al mismo tiempo opera una nor-
malización de partidos que presumían
ser “diferentes”. Y si conservar el control
sobre esas intendencias permite gravitar
en el nivel local, eso no basta para ampu-
tar los privilegios de las elites.
Las fuerzas situadas a la izquierda
del PSOE –Podemos, Izquierda Unida,
En Comú Podem (que reúne a Podemos
y otras organizaciones de Cataluña),
Más Madrid, etc.–, todavía gozan de
una importante simpatía popular. Las
citas de los dos meses siguientes –elec-
ciones generales el 28 de abril y eleccio-
nes europeas, regionales y municipales
el 26 de mayo– determinarán a media-
no plazo la suerte de Podemos y la po-
sibilidad de que las reivindicaciones de
los “indignados” desemboquen en rea-
lizaciones políticas. g
1. Véase Raúl Guillén, “Alchimistes de la Puerta del
Sol”, Le Monde diplomatique, París, julio de 2011.
2. Véase Razmig Keucheyan y Renaud
Lambert, “Las teorías de Laclau, inspiración
de Podemos”, Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, Buenos Aires, septiembre de 2015.
3. “Josep Oliu propone crear ‘una especie de Podemos
de derechas’”, El Periódico, Barcelona, 25-6-14.
4. Pablo Iglesias, “Un nuevo compromiso
histórico”, El País, Madrid, 9-12-15.
5. Irene Castro, “El PSOE, el partido al
que más votan los desempleados”,
El Diario, 22-6-16, www.eldiario.es
6. Entrevista concedida a Pablo Rivas, “Estamos
orgullosos de que la oligarquía española
tenga miedo”, Diagonal, Madrid, 7-11-14.
7. Véase Serge Halimi, “Un peuple en construction”,
Le Monde diplomatique, París, diciembre de 2018.
8. Véase Pauline Perrenot y Vladimir Slonska-
Malvaud, “¿Cambiar el mundo desde un
municipio?”, Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, Buenos Aires, febrero de 2017.
*Escritor y profesor en la Universidad Complutense
(Madrid).
Traducción: Víctor Goldstein
30 |
El éxito económico de Etiopía de los últimos años, tan alabado por el
Banco Mundial, descansa principalmente en la expansión de la agricultura,
de la construcción y los servicios. Pero en su afán de seguir creciendo,
el país liquida todo para atraer a los inversores extranjeros: agua y
electricidad, y arriendos diez veces inferiores a los precios del mercado.
Un desarrollo no sustentable
El revés del milagro
económico etíope
por Christelle Gérand*, enviada especial
E
n los alrededores del lago Abi-
jatta, en Etiopía, el suelo resta-
lla bajo los pasos del caminante
como si estuviera tapizado de
chips. Resulta imposible acer-
carse demasiado a los centenares de flamen-
cos rosados sin correr el riesgo de sentir fi-
surarse la tierra y dejar surgir el agua. ¡Y con
razón! Esta extensión blanqueada por la sal
pertenecía antaño al lago, cuyo tamaño dis-
minuyó a la mitad en treinta años. Entre 1973
y 2006 su superficie se fundió, pasó de 197 a
88 kilómetros cuadrados, según las imáge-
nes satelitales recogidas por el investigador
Debelle Jebessa Wako (1). Entre 1970 y 1989,
la profundidad de las aguas cayó de trece a
siete metros (2). Los peces desaparecieron,
sucumbieron a una tasa de salinidad que au-
mentó a medida que disminuía la cantidad
de agua. Los otros lagos de la parte central
del valle del Grand Rift (Ziway, Shalla y Lan-
gano) enfrentan la misma amenaza.
El origen del problema: el “desarrollo a
la etíope”, el revés del “milagro económico”
puesto por las nubes por los economistas do-
minantes (3). El “crecimiento de dos dígitos”
durante diez años (de 2005 a 2015) tan alaba-
do por el Banco Mundial descansa principal-
mente en “la expansión de la agricultura, de
la construcción y los servicios” (4). País sin
salida al mar, Etiopía liquida todo para atraer
a los inversores extranjeros: agua y electrici-
dad casi gratuitas, y arriendos diez veces in-
feriores a los precios del mercado, sobre to-
do en lo textil. Los grandes perdedores son
las poblaciones rurales y el medio ambiente.
No lejos del lago Abijatta, a 200 kilóme-
tros al sur de la capital, Adís Abeba, la ciudad
de Ziway florece, alentada por el dinamismo
del sector primario. El grupo francés Castel,
segundo productor de cerveza y gaseosas
en África (5), estableció allí plantaciones de
viñedos. La multinacional holandesa Afri-
flora Sher construyó la granja de rosas más
grande del mundo y emplea a 1.500 trabaja-
dores a los que paga 74 euros por mes. Estas
dos sociedades extraen gratuitamente agua
del río Bulbula, que se vierte en el lago Abi-
jatta. Los agricultores locales, por su parte,
instalan bombas de agua con total ilegalidad
–de 5.000 a 6.000 según estimaciones dis-
ponibles–, y terminan extrayendo más que
las empresas.
Desde 1970, con la creación del parque
nacional de Abijatta-Shalla, la napa de agua
está, sin embargo, oficialmente protegida.
Esta zona de 887 kilómetros cuadrados,
que comprende dos lagos (Abijatta y Sha-
lla), era antaño un bosque de acacias. Allí vi-
ven 70.000 personas; sus campos se ubican
en la zona protegida, donde hacen pacer a
su ganado. Algunos habitantes completan
sus ingresos cortando árboles para conver-
tirlos en carbón, que venden al borde de la
ruta principal. Esta práctica es pasible de
cinco años de prisión, pero no está muy con-
trolada. Los dos vehículos de los centinelas
no bastan para efectuar patrullas eficaces.
También vienen saqueadores a llenar ca-
miones de arena que luego revenden a em-
presas de construcción. El director del par-
que, Banki Budamo, parece desconsolado:
“Hace dos años mataron a un guardia cuan-
do intentó parar uno de esos robos. Otros
siete fueron seriamente heridos”.
Para luchar contra esas degradaciones,
los 63 guardias experimentan nuevos méto-
dos. “Tratamos de ser diplomáticos y sensi-
bilizar a los habitantes”, explica una de ellas,
la Sra. Amane Gemachu. Al verla jugar con
los jóvenes pueblerinos y discutir con los
ancianos, la joven de uniforme parece estar
hecha para ese trabajo. Cuando fue contra-
tada, hace cinco años, el lago era “un kilóme-
tro más ancho”. Ella cuestiona a la Abijatta-
Shalla Soda Ash Share Company (Assasc),
una empresa que fabrica bicarbonato de so-
da y que extrae directamente agua del lago
Abijatta. A su juicio, los productos que vierte
la compañía, de la que el gobierno etíope es
propietario en un 45%, también serían res-
ponsables de la desaparición de los peces.
Berhane Amedie, director General de As-
sasc, refuta categóricamente esa acusación:
“¡No utilizamos ningún producto químico!”,
afirma sin titubeos.
Nos recibe en su imponente oficina en
la sede de la sociedad en Adís Abeba, donde
también invitó a Worku Shirefaw. Este inge-
niero supervisa la construcción de una nueva
fábrica, que esta vez bombeará el agua del la-
go Shalla. “La fábrica de Abijatta es una ins-
talación piloto. La idea siempre fue construir
otra, con una capacidad más importante. El
lago Shalla es mucho más profundo, por lo
tanto menos sujeto a la evaporación” . La em-
presa ambiciona hacer pasar la producción
de las 3.000 toneladas actuales a 200.000, y
luego hasta un millón de toneladas. Amedie
pone de manifiesto un argumento de peso:
“Esperamos ganar 150 millones de dólares
por año”. El bicarbonato de soda sirve para
la producción de botellas de vidrio y de pro-
ductos de limpieza, sobre todo para las cur-
tiembres locales. El tamaño de la nueva fábri-
ca también permitiría exportar, en particular
hacia Asia, y “traer dólares”.
Etiopía importa cinco veces más de lo
que exporta (15.590 millones de dólares
contra 3.230 millones en 2017) (6) y care-
ce de divisas extranjeras. La obtención de
un préstamo en dólares puede requerir un
año, durante el cual las empresas no pue-
den importar los materiales o las máquinas
necesarias para su actividad. Así que toda
inversión que se vuelca a la exportación es
favorecida por el poder. Por eso el informe
ordenado por el gobierno, según el cual el
proyecto de extensión de la fábrica “no es
recomendable desde un punto de vista am-
biental” (7), no impresiona mucho a Shire-
faw. El ingeniero anuncia incluso que “los
trabajos comenzarán en un año, y la pro-
ducción de aquí a cuatro o cinco años”.
Otro sector ávido de agua y alentado
por los planes quinquenales “de desarro-
llo y transformación” es la horticultura. La
primera granja de rosas fue implantada en
2000, y Etiopía rápidamente se convirtió en
el segundo exportador de esa flor en África,
después de Kenia. “En 2005 el gobierno vi-
no a buscarnos a Kenia –recuerda Michel
van den Bogaard, director Financiero de
Afriflora Sher–. Teníamos buena reputa-
ción”. La popularidad de la multinacional
holandesa le venía sobre todo de sus acti-
vidades filantrópicas. En Ziway, por ejem-
plo, financió un hospital, una escuela, un
colegio y un liceo, a cuyo personal le paga.
“Cuando llegamos bombeábamos agua del
lago Ziway, pero desde entonces redujimos
nuestro consumo a la mitad gracias a un sis-
tema de goteo administrado por computa-
dora, al reciclaje de las aguas utilizadas y a la
recuperación del agua de lluvia –asegura–.
Llueve tanto en Etiopía como en Holanda,
¡pero aquí todo cae en tres meses!”.
Una liquidación descontrolada
Dos millones de personas dependen del
lago Ziway, el único de la cuenca que es-
tá constituido de agua dulce. Pero su ni-
vel decrece inexorablemente. La bióloga
Kathleen Reaugh-Flower teme que el la-
go se vuelva endorreico, es decir, que ya
no se vuelque en el río Bulbula, el cual se
derrama en el lago Abijatta. Cerca de Ha-
rar, a 500 kilómetros al este de la capital, el
cultivo comercial del khat, la droga local
favorita, exportada al Cuerno de África y
a la península Arábiga, la fábrica de cerve-
za Harar y el sobrepastoreo ya condujeron
al resecamiento total de una napa en 2011.
Ahora los cactus crecen en lo que fue una
extensión de agua de 16 kilómetros: el la-
go Alemaya. La calidad de las aguas tam-
bién se degrada, engendrando un aumento
de los costos de tratamiento. “A este ritmo,
el agua dejará de ser potable en una déca-
da –se preocupa Amdemichael Mulugeta,
el director de la organización no guberna-
mental (ONG) Wetlands International en
Etiopía– y el lago desaparecerá dentro de
cincuenta a setenta años. Antes, la ciudad
de Ziway utilizaba el agua del lago. Ahora,
la depuración sería demasiado compleja
para las capacidades locales, y sobre todo
demasiado costosa. Debido a eso, el agua es
bombeada a 46 kilómetros de la ciudad…”.
Edición 238 | abril 2019
Empeñado en su obsesión de atraer a
los inversores extranjeros, el gobierno li-
quida las tierras en detrimento de los gran-
jeros locales. Entre 2016 y 2018 manifesta-
ciones masivas obligaron a la dimisión del
primer ministro Hailemariam Desalegn.
Durante largo tiempo el régimen autorita-
rio etíope aprovechó cierta complacencia
por parte de los observadores internacio-
nales, que se entusiasmaban con el creci-
miento económico. Los ataques a los de-
rechos humanos y los bajos desempeños
sociales eran pasados por alto, sobre todo
la tasa de pobreza, muy elevada, pero siste-
máticamente subevaluada: la agencia gu-
bernamental de estadísticas la calcula so-
bre la base de 19,7 birrs por día (alrededor
de 0,60 euros), cuando el umbral de extre-
ma pobreza definido por el Banco Mundial
es fijado en 1,90 dólares por día…
En funciones desde abril de 2018 (8), el
nuevo primer ministro Abiy Ahmed frenó
simbólicamente el sistema de favoritismo
construido por el gobierno anterior. Por
ejemplo, anuló cantidad de pedidos públi-
cos atribuidos a la sociedad Metals and En-
gineering Corporation (Metec), un conglo-
merado de 98 empresas dirigido por el ejér-
cito, 26 de cuyos dirigentes son perseguidos
en la actualidad por corrupción.
Para los lagos de la región de Ziway, el
cambio arranca con suavidad. “Antes rara-
mente éramos autorizados a visitar los luga-
res, en particular las granjas hortícolas, cu-
yos dirigentes no dejaban de repetirnos que
conocían a fulano o a mengano. Ahora deben
sentarse a la mesa de negociaciones”, cuen-
ta Mulugeta. International Wetlands super-
visa un estudio destinado a determinar la
cantidad de agua del río Bulbula, de donde
se puede extraer agua sin perjudicar el ni-
vel del lago Abijatta. Una vez fijada esa cifra
máxima, la ONG plantea asignar cierta por-
ción a cada actor de la cuenca. Luego la idea
sería hacer pagar el agua. Para no penalizar a
los pequeños agricultores locales, de recur-
sos muy limitados, International Wetlands
intenta al mismo tiempo mejorar sus técni-
cas de cultivo. Este proyecto piloto sobre 200
hectáreas es financiado por el Ministerio ho-
landés de Relaciones Exteriores, como para
compensar los estragos de las granjas hortí-
colas. Por su parte, Afriflora Sher disminuye
su consumo de pesticidas utilizando insec-
tos especialmente traídos de Europa y apli-
cados con ayuda de una espátula en las ma-
tas contaminadas para devorar a las arañas
rojas que atacan las hojas de las rosas. Para
los antílopes y los lobos de Abisinia ya es de-
masiado tarde: ya no se encuentra ninguno
en el parque. En cuanto a los pájaros migra-
torios, se detienen en otra parte. g
1. Debelle Jebessa Wako, “Settlement expansion and
natural resource management problems in the Abijatta-
Shalla lakes national park”, Walia, Nº 26, Adís Abeba, 2009.
2. Dagnachew Legesse et al., “A review of the current
status and an outline of a future management plan for
lakes Abijatta and Ziway”, Oromia Environmental
Protection Office, Adís Abeba, 2005.
3. Cf. “Ethiopia: A growth miracle”,
Deloitte, Johannesburgo, 2014.
4. “Ethiopia’s great run: The growth acceleration
and how to pace it. 2004-2014”, Banco
Mundial, Washington, febrero de 2016.
5. Véase Olivier Blamangin, “Castel, l’empire
qui fait trinquer l’Afrique”, Le Monde
diplomatique, París, octubre de 2018.
6. “The world factbook”, Central Intelligence
Agency, www.cia.gov
7. Kathleen Reaugh Flower, “Abijatta-Shalla lakes national
park: Assessment of factors driving environmental
change for management decision-making”, The
Sustainable Development of the Protected Area
System of Ethiopia Program and the Ethiopian
Wildlife Conservation Authority, Adís Abeba, 2011.
8. Véase Gérard Prunier, “El trasfondo de una
reconciliación”, Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, Buenos Aires, noviembre de 2018.
*Periodista.
Traducción: Víctor Goldstein
 | 31

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32 |
Tras veinte años en el poder, el presidente de Argelia, Abdelaziz
Bouteflika, confirmó que abandona la carrera presidencial y no
buscará su quinto mandato. En un contexto signado por grandes
manifestaciones y huelgas, mayormente protagonizadas por
jóvenes, el poder del clan Bouteflika parece tambalear.
Fuerte crisis política e institucional en Argelia
El “que se vayan
todos” argelino
por Akram Belkaïd y Lakhdar Benchiba*
Protesta de estudiantes argelinos contra el presidente Abdelaziz Bouteflika, Argel, 5-3-19 (Billal Bensalem/Nurphoto/AFP)
D
esde el 22 de febrero, Ar-
gelia vive de manera recu-
rrente manifestaciones po-
pulares de gran amplitud
en contra del poder. El mo-
vimiento es histórico: nunca, desde la
independencia, el país había sido presa
de semejante rechazo, a la vez pacífico
y repartido en el conjunto del territorio,
incluso en las ciudades del sur.
Cada viernes, primer día del fin de se-
mana, se forman cortejos de cientos de
miles de personas en las calles, de todas
las edades, pero, en particular, se desta-
ca la juventud, que hasta aquí, no había
manifestado ningún interés en la políti-
ca. Los demás días, el ímpetu se mantie-
ne con sentadas y marchas de diferentes
conjuntos profesionales (abogados, in-
vestigadores, universitarios, periodis-
tas, jubilados de la función pública, etc.).
La consigna, unánime, es en primer lu-
gar el rechazo de la permanencia en el
poder del presidente Abdelaziz Boute-
flika, cuyo cuarto mandato llega a su fin
el 28 de abril. Pero los manifestantes,
que desfilan al grito de “Silmiya” (“[Ma-
nifestación] pacífica”), también arreme-
ten contra su entorno, principalmente,
contra sus dos hermanos, Saïd y Nacer
Bouteflika. Exigen el fin del régimen y
el advenimiento de una segunda repú-
blica, algunos reclaman una Asamblea
Constituyente. Enfrente, las fuerzas del
orden adoptaron durante las primeras
semanas una actitud conciliadora, los
policías y gendarmes llegaron incluso a
fraternizar con las multitudes.
En cuanto a Abdelaziz Bouteflika,
se mantiene en silencio. Impotente y
afásico, el inquilino de la residencia del
Estado en Zeralda no se expresa en pú-
blico desde el 2013, y las confidencias
de varios dirigentes respaldan la tesis
de su incapacidad para dirigir (1). A su
regreso de Suiza, a donde había ido a
principios de febrero para realizarse
“estudios de rutina”, se dirigió a los ar-
gelinos a través de una serie de cartas
en las que se comprometía a no presen-
tarse a un quinto mandato, pero anula-
ba el escrutinio presidencial del 18 de
abril. Una anulación que prolonga de
facto y por un período indeterminado,
su cuarto mandato, a la espera de la or-
ganización de una “conferencia nacio-
nal inclusiva”. Una cita vaga en la que
la “sociedad civil” sometida al régimen
está, desde ahora, convocada a “hacer
propuestas” (2). Los argelinos, que co-
Edición 238 | abril 2018
nocen la gravedad del estado de salud
del Presidente, se hacen preguntas.
¿Quién, entre bastidores, decide y ac-
túa en su lugar? ¿Quién redacta las car-
tas dirigidas a su pueblo? ¿Quién nom-
bra o despide a sus primeros ministros?
¿Quién tuvo verdaderamente la idea de
esta conferencia nacional?
Estas preguntas remiten a la identi-
dad de los llamados “decisores”. Este
término fue empleado por primera vez
por Mohammed Boudiaf en su retorno
del exilio, el 16 de enero de 1992. El país
atravesaba entonces una grave crisis po-
lítica tras la renuncia, impuesta por el
ejército, del presidente Chadli Bendje-
did y la anulación, por el Alto Consejo
de Seguridad (HCS), de las elecciones
legislativas, cuya primera vuelta había
culminado con la victoria del Frente Is-
lámico de Salvación (FIS) (3). “Hablé
con los decisores y acepté responder al
llamado de Argelia”, declaró la figura
histórica del Frente de Liberación Na-
cional (FLN) para justificar su ascenso
a la cabeza del Alto Comité de Estado
(HCE), una instancia provisoria desti-
nada a paliar el vacío constitucional que
había dejado la partida del presidente
Chadli. Boudiaf, que iba a ser asesinado
menos de seis meses más tarde por un
oficial miembro de su guardia personal,
se abstuvo, sin embargo, de revelar quié-
nes eran esos “decisores” que lo habían
convencido, justo a él, el opositor empe-
dernido, de otorgar legitimidad históri-
ca a un régimen que había sido vilipen-
diado durante mucho tiempo antes de
abandonar la política (4).
Convencidos de que el presidente
del HCE servía de escudo, la gran ma-
yoría de los argelinos no se sorprendió
de esta prudencia. En abril de 1992, el
propio Boudiaf les confesó a algunos
periodistas que no conocía a “todos los
decisores”. Posteriormente, se evoca-
ron los nombres de los generales Larbi
Belkheir, Khaled Nezzar, Mohamed Me-
diène –alias “Toufik”– y Mohamed La-
mari, pero, todavía hoy, nadie sabe cómo
ni por qué proceso de negociaciones in-
ternas, los “eneristas” decidieron poner
fin a la “primavera argelina”, es decir, a
la transición democrática nacida tras
las revueltas sanguinarias de octubre de
1988. En aquella época, tras haber abier-
to el fuego contra cientos de jóvenes ma-
nifestantes –un balance extraoficial dio
cuenta de 600 muertos–, el poder arge-
lino había procedido a varias reformas,
entre las cuales se encontraba la auto-
rización de multipartidismo y la libera-
ción de la prensa escrita (5).
Aunque la naturaleza de los eventos
es diferente, la crisis actual está mar-
cada por la misma opacidad. “¿Quiénes
mueven los hilos de la marioneta Boute-
flika?”, preguntaba una pancarta que se
destacaba en el cortejo argelino del vier-
nes 15 de marzo. “¿Por qué los decisores
se esconden?”, preguntaba otra. Estos
interrogantes no son nuevos; surgieron
hace varios años. Para encontrar una
respuesta, hay que recordar la manera
en que Bouteflika consolidó su poder en
el seno del régimen.
Construcción de poder
Houari Boumediene, presidente entre
1965 y 1978, detentaba lo esencial del
poder junto a sus pares del Consejo de
la Revolución, que había destituido al
presidente Ahmed Ben Bella en junio de
1965. La estructura de decisión evolu-
cionó bajo el mandato de Chadli Bend-
jedid (1979-1992) para articularse en
torno a tres polos: el Estado Mayor del
Ejército Nacional Popular (ANP), los
servicios de seguridad –entre los cuales

se encuentra la Seguridad Militar (SM)–
y la presidencia, con sus consejeros eco-
nómicos y de seguridad. Estas tres enti-
dades, rivales, pero siempre conscientes
de la necesidad vital de no poner en pe-
ligro la estabilidad del régimen, presen-
taban sus informes, comentarios o re-
comendaciones sobre temas sensibles.
Bendjedid, que tenía la última palabra,
privilegiaba el consenso: si dos polos re-
comendaban una opción, era esa la que
el gobierno elegía e implementaba. Este
fue el caso, por ejemplo, en 1983, cuando
los “servicios” del Estado Mayor se opu-
sieron a un tímido proyecto de reformas
políticas presentado por la presidencia,
porque los dos primeros polos no que-
rían que el FLN perdiera su estatus de
partido único. Contrariamente a lo que
se pensaba, no era el FLN el que dirigía
Argelia desde 1962, aunque este partido
detentaba, junto a la Armada, la legiti-
midad histórica producto del combate
por la independencia, nunca constituyó
un cuarto polo de decisión. Sus caciques
ya no tenían peso sobre los servicios o el
Estado Mayor, mientras que la presiden-
cia controlaba su sector político.
En 1999, en vísperas de la primera
elección de Bouteflika, el ejército y los
servicios de seguridad ya tenían, desde
hacía tiempo, influencia sobre la presi-
dencia. Tras haber separado a Bendje-
did en 1992, también provocaron la re-
nuncia del presidente Liamine Zeroual
(1995–1999), que en 1997 se había nega-
do a apoyar el arreglo entre los servicios
y el Ejército Islámico de Salvación (AIS),
el brazo armado del FIS. Una vez elegido
e instalado en el palacio de El Mouradia,
en las alturas de Argelia, Bouteflika se
ocupó rápidamente de devolverle el po-
der al polo de la presidencia, aclamando,
con frecuencia de manera teatral, que
nunca sería un “presidente de cartón”.
Esta afirmación mostraba dos ambi-
ciones. Por un lado, el presidente no que-
ría favorecer una nueva “primavera ar-
gelina”. Para él, el objetivo era restaurar
la pureza original del sistema, cuando
el personal del ejército, de los servicios
de seguridad y del Estado se encontra-
ban bajo las órdenes de un jefe indiscu-
tido: Boumediene, que murió en 1978, y
a quien no logró suceder. Este rechazo
a cualquier tipo de apertura respondía
también a una cuestión de cultura polí-
tica. El ex jefe de la diplomacia argelina
(1963–1979) pertenece a una generación
para la cual el poder debe ejercerse sin
ningún obstáculo. Sus escasos discursos
sobre la democracia tampoco conven-
cieron, incluso cuando declaró, el 8 de
mayo de 2012 en Sétif, que la generación
revolucionaria se había “terminado” y
que era tiempo de que “pasara el rele-
vo”. Estas declaraciones no le impidie-
ron presentarse para un cuarto mandato
ni seguir bloqueando el campo político.
Más tarde, Bouteflika se negó a ser un
simple títere del ejército. A pesar de la
pretendida omnipotencia del ANP, esta
tarea no era imposible. En realidad, los
militares, incluidos los de los servicios,
siempre tuvieron la intención de respe-
tar una mínima legalidad formal. Y, en
este registro, la firma del presidente –la
que permite nombrar, despedir o jubilar
a cualquier alto dirigente, incluso mili-
tar– es un arma fuerte, a la que Boute-
flika recurrió con mucha frecuencia du-
rante los últimos veinte años.
De este modo, sus tres primeros
mandatos (1999–2014) estuvieron
marcados por la transformación y el
refuerzo del polo presidencial en de-
trimento de los otros dos. Fortalecido
por su pretendido talento diplomático,
prometió a los militares y a los servi-
cios de seguridad normalizar la ima-
gen internacional de Argelia y alejar
las amenazas de procedimientos judi-
ciales ligados a sus acciones durante la
“década negra” (1991–2000): desapari-
ciones forzadas, implicación del ejér-
cito en las masacres de poblaciones ci-
viles, etc. Presumía, tanto en el ámbi-
to interno como en el externo, de ser
el hombre que había “reinstaurado la
paz” –que fue negociada mucho antes
de su elección–, no dejó de recordarles
a los militares lo que le debían y lo que
Los argelinos, que
conocen la gravedad
del estado de salud
del Presidente,
se preguntan: ¿quién
decide y actúa
en su lugar?
podrían perder con su hipotética par-
tida. Así, cuando tomaba la decisión de
jubilar o empujar a la renuncia a algún
general, como lo hizo en 2004 con un
“enerista” del calibre de Lamari, en
aquel entonces jefe del Estado Mayor
y arquitecto de la lucha contra los gru-
pos armados, los demás “generales de-
cisores” fueron incapaces de oponer-
se o de imponer compensaciones, co-
mo la nominación de sus hombres en la
presidencia o en el gobierno.
Gran estratega, Bouteflika también
se dedicó a explotar la rivalidad entre el
Estado Mayor –el polo de los “militares
uniformados”– y los servicios de segu-
ridad –el de los “militares de civil”–. La
crisis de los años 90 reforzó el control
del Departamento de Inteligencia y de
Seguridad (DRS, heredero de la Segu-
ridad Militar) en el campo político y el
Presidente decidió instaurar, en 2002,
una alianza a largo plazo con el gene-
ral Ahmed Gaïd Salah, que hoy tiene 79
años, jefe de Estado Mayor desde 2004
y viceministro de Defensa desde 2013.
El “soldado más viejo en actividad en
el mundo”, como se lo llama irónica-
mente, encarna desde entonces la ven-
ganza de los “militares uniformados”
sobre sus homólogos de los servicios.
Las múltiples destituciones en la alta
jerarquía del ejército, todas decididas
por la presidencia, reforzaron su posi-
ción y lo convirtieron en uno de los pila-
res del sistema de Bouteflika. “El gene-
ral Ahmed Gaïd Salah le debe mucho a
Abdelaziz Bouteflika. Debía jubilarse a
comienzos de 2000 en el marco de la re-
novación de la dirección del ejército. El
Presidente le ofreció una prolongación
de carrera a un nivel de mando inespe-
rado. Evidentemente, este es el motivo
por el cual el jefe de Estado Mayor apo-
yó el proyecto del quinto mandato”, nos
confiesa un oficial superior que conti-
núa en actividad.
Así, la presidencia se dedicó a poner
en vereda a los servicios de seguridad,
pero no fue sencillo. El DRS se mantu-
vo al margen durante un tiempo, pero
recuperó su influencia a partir de 2010,
con la explotación de múltiples casos
de corrupción que implicaban a figu-
ras cercanas al Presidente. Este fue el
caso, por ejemplo, cuando decapitó a
gran parte de la dirigencia de la compa-
ñía pública petrolera Sonatrach, cues-
tionando públicamente al ministro de
Energía y Minas, Chakib Khelil, delfín
putativo del Presidente.
El clan
En enero de 2013, el ataque al sitio de
extracción de gas In Amenas por un gru-
po yihadista, los “firmantes por la san-
gre”, le brindó a Bouteflika y a los mi-
litares uniformados la oportunidad de
frenar los avances del DRS. Esta toma de
rehenes, gran fracaso de la Inteligencia,
abrió el camino para la restructuración
de los servicios y la exclusión, en sep-
tiembre de 2015, del omnipotente gene-
ral Mediène. La Dirección de los Servi-
cios de Seguridad (DSS) sucedió al DRS
y, como signo de cambio, fue vinculada
a la presidencia. Por su parte, el Estado
Mayor retomó una parte de las prerro-
gativas del ex DRS. En la primavera de
2013, Bouteflika estaba a punto de ganar
su apuesta de no ser un presidente “de
cartón”. Pero su salud le impidió lograr
este objetivo. Víctima de un accidente
cerebrovascular el 27 de abril del mis-
mo año, fue incapaz de llevar adelante la
campaña para su cuarto mandato.
Desde esa fecha, la realidad del poder
argelino es todavía más opaca. Pero se
pueden observar algunas transformacio-
nes en el seno del polo de la presidencia.
Desde el comienzo de su primer man-
dato, cuando se empeñaba en reducir la
influencia de los militares, el Presidente
argelino nombró a sus hombres, con fre-
cuencia originarios del Oeste de Argelia,
en altos puestos de las instituciones ci-
viles (Consejo Constitucional, Corte de
Cuentas, etc.). Desarrolló una estrategia
para que las instancias representativas
(Parlamento, sindicatos, patronatos) le
sean fieles, a costa de una embestida de
elogios y zalamería dignos de una mo-
narquía del Golfo. Esto desembocó en un
culto a la personalidad inédito en la his-
toria de la Argelia independiente, el Pre-
sidente, con sus retratos omnipresentes,
era sistemáticamente llamado “fakhma-
touhou” (“su excelencia”).
Para anclar mejor su poder, Boute-
flika también se rodeó de sus allegados,
principalmente, de sus hermanos, como
Saïd, universitario de 61 años. No se tra-
taba de simples consejeros, sino de per-
sonas sin atribuciones precisas de total
confianza del rais. Estos allegados in-
tervienen directamente en su nombre
ante los Ministros, pero también ante
los walis (prefectos), e incluso ante los
embajadores occidentales con puestos
en Argel. Numerosos ministros le deben
sus carteras a Saïd Bouteflika y no pue-
den negarle nada. En cuanto a la figura
de Primer Ministro, suele ser un fiel eje-
cutor de las instrucciones del clan pre-
sidencial o, como fue el caso de Ahmed
Ouyahia, una suerte de enlace entre los
tres polos del poder. Independiente-
mente de su perfil, ningún Primer Mi-
nistro de la era Bouteflika pudo gozar de
un margen de maniobras con respecto al
Presidente o, desde el 2013, a su clan.
Pero hay una novedad: en el seno
de este mismo clan presidencial, se es-
tá gestando un nuevo polo. Se trata de
hombres de negocios cercanos a Saïd
Bouteflika, entre los que se encuentran
emprendedores modestos a comien-
zos del 2000, cuyas fortunas aumenta-
ron considerablemente al ritmo de los
contratos de infraestructura otorgados
por el Estado. El dinero de los hidro-
carburos ayudó –Argelia acumuló más
de 100.000 millones de dólares en in-
gresos entre 2000 y 2015–, y fue redis-
tribuido para alimentar un capitalismo
de connivencia. Ali Haddad, presidente
del Foro de Jefes de Empresas (FCE), la
principal organización patronal, simbo-
| 33
liza esta emergencia de “oligarcas” po-
líticamente influyentes. Durante el ve-
rano de 2017, lograron, por ejemplo, la
llegada del primer ministro Abdelmad-
jid Tebboune, quien apenas era nombra-
do, debido a su voluntad de reducir los
sobres en divisas extranjeras asignados
a los importadores privados. Y este mis-
mo clan, insiste sobre la necesidad de re-
lanzar el programa de privatizaciones,
incluso en el sector de la energía.
Desde el pasado 22 de febrero, fecha
de la primera gran manifestación popu-
lar contra el quinto mandato, la evidencia
de una administración del poder salta a la
vista. Bouteflika es un monarca enfermo y
ausente, pero su firma sigue siendo nece-
saria. Sus dos principales soportes, el clan
presidencial y el Jefe del Estado Mayor,
mantienen el mito de un funcionamien-
to normal de las instituciones. Despro-
visto de “legitimidad revolucionaria”, al
no haber participado en la guerra de la in-
dependencia –hace unos sesenta años…–,
Saïd Bouteflika sabe que no tiene ningu-
na oportunidad de suceder a su hermano
sin provocar la indignación del pueblo. En
cuanto a Ahmed Gaïd Salah, su edad y su
calidad de militar en actividad se presen-
tan como obstáculos para su posible can-
didatura. En síntesis, el sistema Boute-
flika está en punto muerto, por no haber
encontrado una solución de reemplazo
que genere consenso.
Sin embargo, el movimiento popular
del 22 de febrero instaló ahora con fuer-
za la cuestión de un cambio de régimen
que iría más allá de la partida del clan
presidencial. El eslogan “Yatnahaw ga’”
(“Que se vayan todos”) hace furor. Las
manifestaciones demostraron que los
partidos de la alianza presidencial, en-
tre los cuales se encuentra el FLN, los
oligarcas y las “organizaciones de masa”
sometidos al régimen eran incapaces de
impedir que el pueblo tomara las calles,
ni siquiera recurriendo a infiltrados pa-
gos para perturbar las marchas –un mé-
todo que ya había sido probado en Egip-
to y en Siria en 2011–.
Una vez más, las llaves están en ma-
nos de los militares y los servicios de
seguridad, que en cualquier momento
pueden decidir utilizar sus armas contra
los manifestantes. Tras haber estimado
que las manifestaciones eran “el resulta-
do de algunas partes interesadas en ha-
cer que Argelia vuelva a los años difíci-
les” (6 de marzo), el general Gaïd Salah
cambió de tono. El 10 de marzo, declara-
ba: “Argelia es afortunada de tener este
pueblo y el ejército es afortunado de te-
ner este pueblo”. Los militares, unifor-
mados o de civil, ¿aceptarán un cambio
político de fondo que los lleve a renun-
ciar a cooptar el poder? “El ejército tiene
miedo de tener que rendir cuentas y de
perder sus beneficios económicos, y te-
me tener que mantenerse bajo el domi-
nio de los civiles”, nos explica el oficial
superior ya citado. Mientras que el pue-
blo, que se creía resignado, demuestra
una impresionante madurez, el ejército
argelino debería llevar a cabo su propia
revolución y salir del campo político. g
1. Véase Akram Belkaïd, “La fragilidad del
poder en el Magreb”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, diciembre de 2018.
2. Conferencia del primer ministro
Noureddine Bedoui, Argel, 14-03-19.
3. Abed Charef, Algérie. Le grand dérapage,
L’Aube, La Tour-d’Aigues, 1994.
4. Mohamed Boudiaf, Où va l’Algérie? Notre
révolution, Éditions Librairie de l’Étoile, París, 1964.
5. Véase Ignacio Ramonet, “L’Algérie sous le choc”,
Le Monde diplomatique, noviembre de 1988.
*Periodista, Argel.
Traducción: María Julia Zaparart
34 |
Desde 2012, Australia recurre a la subcontratación de terceros países
para que se ocupen de gestionar una parte de sus solicitantes de asilo.
Esta política que viola normas internacionales, vulnera derechos humanos
y reduce a los refugiados a una moneda de cambio, constituye un
peligroso antecedente para las medidas migratorias del resto del mundo.
El endurecimiento migratorio como política de disuasión
Australia exporta
sus refugiados
por Lena Bjurström*, enviada especial
U
n pequeño restaurante en
una callecita del sur de Nom
Pen, una barra, algunas me-
sas y olor a falafel. Mideast
Feast ofrece especialidades
sirias y libanesas. Una rareza en una ca-
pital ciertamente cosmopolita, pero en
la que los inmigrantes de Medio Oriente
no son mayoría. Abdullah Zalghanah, su
propietario, no sabía nada de Camboya
hasta que cayó en ese país como un pa-
racaidista. Su historia es la de un exiliado
que se mueve de un país a otro a merced
de la política de asilo australiana.
Zalghanah es sirio. Hace ocho años
era panadero y se dedicaba a la gastro-
nomía en Daraa, donde vivía con su es-
posa y sus cuatro hijos. Después, vino la
guerra, las bombas, los combates en las
calles. Y, como muchos otros, huyó de su
ciudad, que se había convertido en un
campo de batalla, al Líbano. Dejó a su
familia allí para comenzar a buscar un
país donde pudiera vivir en paz. “No veía
ningún futuro para mis hijos en el Líba-
no, con las milicias de Bashar Al-Assad
persiguiendo a los refugiados, la situa-
ción económica y las consecuencias de la
guerra”, afirma. En 2012, comenzó así un
Protesta en defensa de los refugiados, Sídney, 3-11-17 (Saeed Khan/AFP)
largo periplo que lo llevaría al otro lado
del mundo, impulsado por la esperanza
de llegar a Australia, un país “apacible”,
donde le dijeron que “se podía rehacer
una vida en sólo seis meses”.
“En la comunidad siria, se decía que Aus-
tralia era mejor opción que Europa. Y yo te-
nía un hermano allá, que se había ido antes
de la guerra”, explica. Lo pusieron en con-
tacto con pasafronteras, que lo mandaron a
Indonesia, donde tomó un barco con otras
71 personas. Una simple barca a motor, pa-
ra una travesía de más de 400 kilómetros
hasta Christmas Island, territorio austra-
liano perdido en medio del Océano Índico.
“El viaje fue terrible. Al cabo de un día, uno
de los dos motores dejó de funcionar. Más
de una vez pensé que nos íbamos a morir”.
Cuatro días y una noche de angustia, has-
ta que los pasafronteras de Indonesia los
abandonaron en esa playa donde fueron re-
cibidos por guardias australianos y llevados
a un centro de detención para extranjeros.
En aquel verano de 2013, más de 2.000 per-
sonas se encontraban en ese centro: solici-
tantes de asilo que habían intentado alcan-
zar ilegalmente las costas australianas, a la
espera de ser transferidos a uno de los cam-
pos de detención en la isla-Estado de Naurú
o en Papúa Nueva Guinea. Ninguno de ellos
llegó a Australia. Porque, algunos meses an-
tes, Canberra había reactivado y endureci-
do su política radical de rechazo de los boat
people fuera de su territorio –lo que se lla-
mó “solución del Pacífico”–.
Políticas restrictivas encubiertas
Esta política, que se inició a comienzos de
2000, se basa en acuerdos con sus dos ve-
cinos pobres. A cambio de una compensa-
ción financiera (estimada en 42 millones
de euros para Naurú y al menos 625.000
euros para Papúa Nueva Guinea), estos
Estados aceptan recibir solicitantes de
asilo que llegan de manera clandestina.
Mientras se examinan sus expedientes,
permanecen detenidos en campos llama-
dos offshore o extraterritoriales, construi-
dos con el financiamiento de Canberra y
administrados por sociedades privadas
contratadas por el gobierno. Oficialmen-
te, se trata de desalentar cualquier intento
de llegar a las costas por barco para luchar
contra las redes de pasafronteras.
Según las organizaciones de derechos
humanos, Australia se atiene al derecho in-
ternacional, esencialmente al principio de
“no rechazo” del refugiado que figura en la
Edición 238 | abril 2019
Convención de Ginebra de la cual es signa-
taria (1). Pero esquiva su deber de recibir y
protegerlos. Y su método hace escuela en
el seno de la Unión Europea, que instauró
políticas de “externalización de las fronte-
ras”, como el acuerdo con Turquía.
En Australia, los conservadores que
concibieron esta estrategia de subcontra-
tación notan una neta disminución de las
llegadas clandestinas: menos de 150 por
año entre 2002 y 2008, contra entre 2.000 y
5.500 por año entre 1999 y 2001 (2). Según
ellos, esto prueba la eficacia de su política
de disuasión que, sin embargo, no deja de
ser costosa. En 2007, un informe de Oxfam
estimó su costo total –desde las intercep-
ciones de barcos hasta los gastos de gestión
de los campos– en cerca de 632 millones de
euros en seis años (3) para hacerse cargo de
1.700 personas. Tras una lluvia de críticas,
la “solución del Pacífico” fue suspendida
en 2008 por el gobierno laborista que por
entonces llegaba al poder. Los campos de
Naurú y de la isla de Manus (Papúa Nueva
Guinea) fueron vaciados… para ser reabier-
tos cuatro años más tarde.
En respuesta a un nuevo pico de llega-
das clandestinas y de naufragios mortales
(entre 5.000 y 6.000 por año entre 2010 y
2012) (4), el gobierno laborista reactivó los
acuerdos de cooperación con los dos Esta-
dos y endureció la política de asilo. Aunque
Australia sigue recibiendo a varios miles de
solicitantes de asilo que llegan legalmente
a su suelo (5), aplica actualmente una to-
lerancia cero con respecto a los clandesti-
nos. “Ningún solicitante de asilo que llegue
a Australia por barco será jamás autorizado
a instalarse en el territorio en calidad de re-
fugiado”, declara el primer ministro Kevin
Rudd (BBC, 9-7-13). Poco importa la legiti-
midad del pedido de protección o las difi-
cultades encontradas para formularlo. Un
sirio que presenta un pedido de asilo para
Europa o Australia desde un país vecino al
que ha podido huir, como Turquía o el Líba-
no, se expone a un rechazo bajo el pretexto
de que el pedido se emite desde un país “se-
guro”. Obtener una visa temporal tampo-
co es sencillo. En cuanto a los clandestinos
que caen en las redes de esta política, ten-
drán que elegir entre un vuelo de regreso a
su país de origen o un traslado a los campos
offshore –por un tiempo indeterminado–.
Aunque el acuerdo firmado con Papúa
Nueva Guinea prevé, en teoría, una insta-
lación permanente de los refugiados en el
territorio, en los hechos, “las autoridades
no les otorgan un estatus legal”, denuncia
un informe de Amnesty International (6).
Naurú rechaza oficialmente cualquier tipo
de instalación permanente. En el mejor de
los casos, los refugiados reciben una visa
por cinco años, luego por diez, pagada por
las autoridades australianas. “Los campos
offshore, que inicialmente eran lugares de
paso, se convirtieron de este modo en cen-
tros de detención permanente, sin otra sa-
lida más que el regreso al país de origen”,
nos explica Ian Rintoul, portavoz de la Re-
fugee Action Coalition, una organización
no gubernamental (ONG) australiana.
El fracaso de la medida
Cuando Zalghanah fue transferido a
Naurú, en abril de 2014, aproximadamen-
te 1.200 personas vivían allí. “Dormíamos
de a cuarenta en grandes carpas sucias, sin
ningún tipo de intimidad. Sólo había diez
baños y diez duchas sin puerta. No éramos
criminales, pero ese campo era una cárcel.”
Más allá de las condiciones de vida insos-
tenibles, era su situación poco clara y sin
salida lo que lo destruía. “Todos tomába-
mos antidepresivos y somníferos para po-
der dormir. La atmósfera era cada vez peor,
estallaban peleas constantemente, pero,
sobre todo, había suicidios. Me acuerdo de
un hombre que se tragó una caja de pasti-
 | 35

llas, otro que se inmoló…”. Zalghanah per-
dió la cuenta, pero los desaparecidos si-
guen poblando sus pesadillas. A pesar de
las restricciones de acceso impuestas por
las autoridades, varias investigaciones su-
cesivas denuncian las condiciones de vida
de los detenidos. El Alto Comisionado de
las Naciones Unidas para los Refugiados
(ACNUR), cuya delegación llegó a Naurú a
fines de 2013, evoca una “detención siste-
mática y arbitraria” que contradice el de-
recho internacional y critica la ausencia de
soluciones a largo plazo para las personas
que se mantienen en la incertidumbre (7).
A partir del verano de 2014, la campa-
ña “Fronteras soberanas”, operación mili-
tar de expulsión de los navíos clandestinos
hacia su punto de partida, limitó las nuevas
llegadas. Pero se volvió urgente encontrar
una solución para los casi 3.000 refugia-
dos hacinados en Manus y Naurú. Nueva
Zelanda propuso recibir a 150 de ellos por
año, pero Australia declinó la oferta, al es-
timar que esta perspectiva, demasiado
atractiva, no haría más que alentar la oferta
de los pasafronteras. Canberra piensa en-
contrar la salvación en la externalización.
El 26 de septiembre de 2014, Scott
Morrison, por entonces ministro de In-
migración, anunció la firma de un acuer-
do inédito con Camboya. Negociado en
secreto por los ejecutivos de ambos países,
prevé la instalación en el territorio cambo-
yano de una parte de los refugiados instala-
dos en Naurú, por los que Nom Pen recibiría
a cambio 25 millones de euros como “ayuda
al desarrollo”. El viaje, el recibimiento y la
instalación de los refugiados también están
a cargo de Australia, que prevé consagrar
un presupuesto global de 15 millones de dó-
lares, sin mayores precisiones.
“Uno de los países más ricos del mun-
do convenció a uno de los más pobres de
recibir a los refugiados que no quería”,
resumía la revista estadounidense Fo-
reign Policy (8), mientras que Antonio
Guterres, el actual secretario General de
la Organización de las Naciones Unidas,
en aquel entonces máximo representante
del ACNUR, criticaba la “inquietante de-
rogación de las normas internacionales”
(9). En efecto, el acuerdo es único en su
género y, aunque no viola explícitamente
el derecho internacional, “no deja de afec-
tar la integridad del sistema de división de
las responsabilidades en lo concerniente a
los refugiados”, afirma Madeline Gleeson,
abogada e investigadora de la Universidad
de Nueva Gales del Sur (10). Pero Canbe-
rra lo ve como una puerta de salida para
una política que se volvió insostenible.
“Con este acuerdo, Australia espera ha-
ber encontrado por fin la pieza que le fal-
taba a su política de asilo offshore: una so-
lución a largo plazo”, subraya la investiga-
dora. Pero, aunque el acuerdo es vago en
cuanto a las futuras condiciones de vida
de los refugiados trasladados, al menos es
claro en un punto: deben decidir el trasla-
do de manera voluntaria. Sin embargo, los
prisioneros de Naurú no recibieron la no-
ticia con entusiasmo. Mientras que los mi-
nistros del Interior de Australia y Cambo-
En respuesta a
un nuevo pico
de llegadas
clandestinas y de
naufragios mortales,
el gobierno laborista
endureció la política
de asilo.
ya descorchaban champagne en Nom Pen,
una nueva ola de protestas agitaba los cam-
pos entre fines de septiembre y principios
de octubre de 2014 (11). A principios de
2015, cuando llegaron las primeras delega-
ciones de Camboya, no se presentó ningún
voluntario. “Durante los meses siguientes,
nos informaron sobre presiones ejercidas
a los refugiados, chantajes y falsas prome-
sas”, dice Rintoul. Fue en vano: sólo siete de
ellos aceptaron ser enviados a Camboya.
Zalghanah se encontraba entre ellos. En
2016, aceptó ser relocalizado en Nom Pen,
a condición de que Australia repatriara
también al resto de su familia que se había
quedado en el Líbano. “Al principio, decían
que el acercamiento familiar era impo-
sible. Pero, al cabo de un año, terminaron
por decirme que mi familia llegaría en tres
o cuatro meses”, cuenta. Al llegar a la capi-
tal de Camboya en noviembre de 2016, fue
recibido por la misión local de la Organiza-
ción Internacional de Migraciones (OIM).
Lo guiaron y le brindaron alojamiento du-
rante tres meses, al cabo de los cuales pu-
do lanzar un proyecto de restaurante gra-
cias a un subsidio de Australia. Pero, más
de un año después de su llegada, el acerca-
miento familiar estaba en punto muerto.
Zalghanah temía que se hubieran olvidado
de él, que lo hubieran dejado entre los vie-
jos papeles de un acuerdo fallido. Porque el
acuerdo entre Camboya y Australia termi-
naba oficialmente a fines del otoño de 2018.
Su fracaso fue tan rotundo que no fue re-
novado. De los siete refugiados que fueron
transferidos, cuatro ya dejaron el país.
“Desde el principio, este acuerdo no
fue más que una broma. El gobierno esta-
ba desesperado por encontrar una salida a
su política de asilo offshore. En definitiva,
pagó más de 40 millones de dólares para
deslocalizar a siete personas. Es algo real-
mente absurdo”, denuncia Rintoul. Otras
tentativas de negociación similares con
otros países, entre los cuales se encuentra
Kirguistán, nunca llegaron a buen puerto.
Queda una salida posible: el acuerdo al
que se llegó con Estados Unidos durante
los últimos meses de la presidencia de Ba-
rack Obama, según el cual Washington re-
cibiría hasta 1.200 refugiados de los cam-
pos offshore. Los términos del acuerdo, fir-
mado en septiembre de 2016, no se hicie-
ron públicos. Pero, el mismo mes, Canbe-
rra anunciaba su intención de recibir a un
número indefinido de solicitantes de asilo
sudamericanos provenientes de campos
administrados por Estados Unidos. Algo
que alimentó los rumores de “intercambio
de refugiados”, a pesar de las desmentidas
del gobierno australiano (12).
Contra toda expectativa, la elección de
Donald Trump no significó el fin del arre-
glo. Aunque el presidente estadounidense
lo calificó como “estúpido”, se comprome-
tió a respetarlo, pero sin esperar las cifras
de su predecesor. Desde el otoño de 2016,
445 refugiados relegados en Naurú y Ma-
nus obtuvieron asilo de Estados Unidos.
Washington habría rechazado a cerca de
200 personas más, entre las cuales había
muchos iraníes. No se anunció ningún tipo
de nuevo procedimiento de traslado hacia
Estados Unidos.
Un alto costo
Según un informe del Parlamento austra-
liano, entre 2012 y 2017 la política de de-
tención extraterritorial de los solicitantes
de asilo le habría costado al Estado cerca
de 5.000 millones de dólares, sin contar
el presupuesto de “ayuda al desarrollo”
previsto en los acuerdos regionales. Una
suma abultada para la detención de 3.127
refugiados y solicitantes de asilo, en total,
desde 2012. Mil cuatrocientos de ellos se
encontrarían aún bloqueados en Manus y
Naurú. Aunque los campos siguen funcio-
nando, las islas continúan siendo prisio-
nes para estos hombres, mujeres y niños
que disponen de hecho de una libertad de
circulación relativa. Expulsada el pasa-
do mes de octubre por las autoridades de
Naurú tras haber pasado once meses junto
a los refugiados, la ONG Médicos Sin Fron-
teras describe una población “al límite de
la desesperación” y denuncia “una canti-
dad alarmante de intentos de suicidio y ca-
sos de automutilación” (13). En diciembre
de 2018, 1.200 refugiados y solicitantes de
asilo, apoyados por la asociación National
Justice Project, lanzaron un procedimien-
to judicial contra el Estado australiano,
acusado ante la Corte Suprema de deten-
ciones arbitrarias, persecuciones, tortura y
crímenes contra la humanidad.
Por su parte, Zalghanah se considera un
sobreviviente. El pasado mes de enero, tras
dos años de espera, de múltiples testimo-
nios en la prensa australiana y varias ame-
nazas de huelga de hambre, su familia por
fin llegó a Camboya. Por primera vez en
más de siete años, pudo abrazar a sus hijos.
Y, aunque estos años de errancia y deten-
ciones lo siguen atormentando, puede em-
pezar a vivir de nuevo. g
1. La Convención de Ginebra de 1951 sobre los
refugiados, obliga a los Estados a examinar los
pedidos de protección de toda persona que se
encuentre sobre su territorio o que se presente en
sus fronteras. El principio de no rechazo prohíbe
expulsar o rechazar a un refugiado o solicitante de
asilo en las fronteras de los territorios en los que
su vida se encuentre amenazada (artículo 33).
2. “Boats arrivals in Australia since 1976”, Parlamento
de Australia, Canberra, www.aph.gov.au
3. Kazimierz Bem, Nina Field, Nic Maclellan, Sarah
Meyer y Tony Morris, “A price too high: the cost of
Australia’s approach to asylum seekers”, A just Australia
– Oxfam Australia, agosto de 2007, www.oxfam.or.nz
4. “Boats arrivals in Australia since 1976”, op. cit.
5. Entre 2012 y 2013, 19.998 refugiados y beneficiarios de
visas humanitarias; 13.759 al año siguiente. “Australia’s
humanitarian program: a quick guide to the statistics
since 1947”, Parlamento de Australia, 17-1-17.
6. “Punishment not protection: Australia’s treatment
of refugees and asylum seekers in Papua New Guinea”,
Amnesty International, Londres, febrero de 2018.
7. “UNHCR monitoring visit to the Republic of
Nauru”, Oficina Regional de la Agencia de Naciones
Unidas para los Refugiados, Canberra, 26-11-13.
8. Justine Drennan, “ … And stay out! Australia
signs a deal to unload refugees onto Cambodia”,
Foreign Policy, Washington, 26-9-14.
9. “UNHCR statement on Australia-Cambodia
agreement on refugee relocation”, Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados, 26-9-14, www.unhcr.org
10. Madeline Gleeson, “The Australia-Cambodia
refugee relocation agreement is unique, but
does little to improve protection”, Migration
Policy Institute, Washington, 21-9-16.
11. Kevin Ponniah, “Refugees on Nauru ‘escape
compound’”, The Phnom Penh Post, 10-10-14.
12. “Australia-United States resettlement
arrangement”, Andrew and Renata Kaldor Centre
for International Refugee Law, Université de
Nouvelle-Galles du Sud (UNSW), Sídney, 28-1-18.
13. “Ce n’est pas MSF qui doit quitter Nauru, ce sont
les réfugiés”, Médicos Sin Fronteras, París, 11-10-18.
*Periodista.
Traducción : Julia Zaparart

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Axel Kicillof explicaciones convincentes de la carne
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de un mundo en crisis Niels P. Petersson Michel Foucault
María Esperanza Casullo
36 |
Las respuestas fisiológicas que generan los placebos se intensifican
con los efectos contextuales, que las terapias alternativas saben
administrar en su favor. Pese a su falta de validez científica, su uso
crece en buena medida a causa de un sistema médico saturado,
despersonalizado y sospechado de connivencia con las empresas.
Lo que una sustancia neutra revela de la medicina
El uso razonado
del placebo
por Richard Monvoisin y Nicolas Pinsault*
U
na destacada publicación
científica relataba en 2017
la desventura de un joven
de 26 años que, habiendo
sufrido una baja de presión
muy severa, ingresó a la guardia sudan-
do y tembloroso. El paciente explicó que,
tras una pelea con su novia, había ingeri-
do 29 comprimidos de antidepresivos. Le
habían suministrado esa medicación en
el marco de un ensayo clínico de nuevas
moléculas que debía durar dos meses. Su
estado era crítico aún después de que le
inyectaran seis litros de solución salina.
Le anunciaron entonces que había teni-
do una “sobredosis de placebo”, puesto
que la sustancia ingerida era totalmente
neutra. En menos de un cuarto de hora el
chico volvió totalmente en sí y su presión
sanguínea se normalizó (1).
Si bien no todos los efectos contextua-
les tienen esa magnitud, en muchos ca-
sos acompañan la recuperación. Así, un
cuarto de los pacientes que sufren dis-
función eréctil presentan una mejora
considerable de sus síntomas en cuanto
absorben una sustancia neutra pensando
que se trata de Viagra. En ciertos casos
de artrosis de rodilla, una cirugía clási-
ca y un placebo de cirugía conducen a la
misma reducción del dolor. La calidad de
vida de pacientes con mal de Parkinson
ha mejorado con un implante cerebral de
células fetales… ficticio. Incluso los be-
bés son sensibles a la estimulación pla-
cebo, así como la mayoría de los animales
domésticos y de cría.
Por el contrario, el contexto de admi-
nistración de una sustancia puede tener
consecuencias negativas: el efecto no-
cebo, del cual en un momento fue víc-
tima aquel chico que mencionamos al
comienzo que intentaba suicidarse. En
1983, por ejemplo, el British Stomach
Sike (www.elsike.com)
Cancer Group propuso a 411 pacientes
un nuevo tratamiento de quimioterapia,
precisándoles que era probable que tu-
viesen náuseas y pérdida de cabello. Más
del 30% de ellos perdieron efectivamente
el cabello y el 56% dijo haber tenido vó-
mitos ¡cuando el tratamiento aún no ha-
bía comenzado! Solamente se les había
administrado un placebo.
No es magia
En la búsqueda de una explicación a ese
fenómeno, el primer reflejo sería acu-
dir a un lugar común de la contracultura
New Age: la mente puede curar el cuerpo,
incluso lo puede todo; para curarse, só-
lo basta con desearlo. Para quien tiene la
desgracia de estar enfermo y de no curar-
se, este mandato culpabilizador supone,
erróneamente, que la enfermedad deno-
taría una falta de voluntad. Nos quedamos
entonces medianamente más tranquilos:
Edición 238 | abril 2019
no, uno no se cura por “efecto placebo”.
Los efectos contextuales no son un fluido
mágico. Sin embargo, sí modifican nues-
tra fisiología al reducir o agravar los sínto-
mas: dolor, fatiga, niveles de control de la
situación. En eso, y solamente en eso, ac-
túan sobre nuestro estado general.
Varios elementos contribuyen a es-
te resultado. El primero es el condicio-
namiento clásico: una vez que se expe-
rimenta la asociación entre un estímu-
lo, como la absorción de un comprimido
analgésico, y la disminución del dolor,
por ejemplo, se puede provocar en el pa-
ciente la misma asociación, incluso me-
diante un comprimido placebo. La neu-
roimaginería permite verificarlo: la toma
de un placebo moviliza las mismas zonas
cerebrales que la administración de mor-
fina y estimula la producción de endorfi-
nas, esas hormonas humanas secretadas
por el hipotálamo y tan eficaces contra el
dolor como los opioides de síntesis.
El segundo ingrediente se relaciona
con el “efecto espera”. El paciente, más
sugestionable cuando está preocupado,
tiende a cumplir con el objetivo del tra-
tamiento sintiendo al menos una parte
de los resultados que espera o que teme.
La información y el marco en el cual se
le proporciona forman parte del proceso
terapéutico. Aun así, sería necesario que
todos respondiéramos al placebo, lo cual
no es el caso. Pero, a diferencia de lo que
pretenden ciertos mitos persistentes, no
existen evidencias acerca de ningún per-
fil determinado, ya sea con criterios in-
telectuales, culturales, étnicos o psicopa-
tológicos. Sin embargo, entre los indivi-
duos que responden al placebo y los que
no, se han observado diferencias sobre
distintos genes en parte responsables de
la producción de sustancias muy activas
a nivel fisiológico: dopamina, serotonina,
endocannabinoides u opioides.
A menudo se atribuyen al placebo vir-
tudes que no posee. En efecto, durante
mucho tiempo los científicos catalogaron
de este modo diversos fenómenos vincu-
lados más bien a sesgos metodológicos
corrientes: efectos puramente estadísti-
cos o efectos de anticipación –cuando los
pacientes buscan, por ejemplo, compla-
cer a su terapeuta–. Además, tras recurrir
a un tratamiento en el punto crítico de
una manifestación patológica, sigue una
mejoría que no se debe al tratamiento en
sí, sino al hecho de volver a un estado an-
terior: la “regresión a la media”.
Los auténticos efectos contextuales
que amplifican la respuesta fisiológica
empiezan a ser bien conocidos: elemen-
tos singulares, de escasa oferta y precios
elevados, impacto del marketing. Un
comprimido rojo estimula más que uno
azul; una inyección intradérmica pro-
duce un mayor efecto que la aplicación
de una crema; un nombre latinizado tie-
ne un aura científica más importante.
Por mucho que se lo lamente, el delan-
tal blanco goza de autoridad: un médico
que parece estar seguro de sí mismo au-
menta el efecto placebo.
Primera consecuencia notable: los efec-
tos contextuales juegan de lleno en las me-
dicinas llamadas alternativas o no con-
vencionales. Estas prácticas, cuya eficacia
específica ha sido rara vez demostrada,
visten oropeles que maximizan la estimu-
lación simbólica. Los terapeutas se toman
el tiempo de conversar, de personalizar su
enfoque y presentan sus métodos, e incluso
sus diplomas, con ostentación. Saben hacer
uso de léxicos oníricos o halagar a sus clien-
tes por haber abandonado los tratamientos
convencionales para tomar el camino del
esoterismo. Por último, el costo, no rein-
tegrado por la Seguridad Social, favore-
ce un proceso de compromiso para que el

tratamiento funcione. Se agrega a ello la
sobrerrepresentación de sintomatologías
difusas, que permiten que sea bastante fá-
cil sentirse mejor, y el sesgo de cohortes
compuestas en su mayoría por pacientes
que sufren enfermedades curables espon-
táneamente. De este modo, la regresión a
la media mantendrá una ilusión de efica-
cia capaz de seducir a todos los públicos,
incluidos aquellos al tanto de sus mecanis-
mos. El hechizo funciona de maravilla. La
popularidad de las terapias no convencio-
nales es del mismo tipo que la de la comi-
da chatarra: es tentador ceder a ella, puesto
que nuestro cerebro recibe descarga de sa-
tisfacción inmediata. He aquí la definición
medieval del placebo: la seducción.
Sin embargo, si bien el efecto place-
bo acompaña a todos los actos terapéuti-
cos, más aun cuando tienen la reputación
de ser eficaces, la medicina científica lo
aprovecha poco. Por ejemplo, mientras se
concibe fácilmente el uso del placebo pa-
ra ciertas terapias (glóbulos homeopáti-
cos, agujas de acupuntura retráctiles), pa-
ra otras en la práctica resulta impensable:
¿cómo crear la ilusión de un estiramiento,
de un masaje o de una talasoterapia? Por
otra parte, aunque los tratamientos tengan
una eficacia específica demostrada, el en-
torno médico genera efectos contextuales
negativos: desarraigo familiar, reducción
de la interacción y de la atención al mínimo
indispensable, dificultad para sacar turnos,
arrogancia proverbial de los eminentes
doctores, por no mencionar la falta de op-
ciones que se le da al paciente. Por último,
las relaciones de interés entre empresarios
y agencias públicas y varios escándalos sa-
nitarios han erosionado la confianza en
el discurso científico. Por lo tanto, no sor-
prende que la medicina hospitalaria sea un
formidable motor de efecto nocebo.
Por su parte, los consultorios priva-
dos de salud, que captan los tratamien-
tos rentables y las patologías poco com-
plejas, ofrecen una atención con un halo
de espiritualismo folklórico y atraen a
los parroquianos mediante la reputación
de atención “natural” y de bajo nivel de
complicaciones (puesto que los casos
graves son transferidos al sector públi-
co). El placebo pone de manifiesto el va-
cío contextual de la medicina científica,
ciertamente bien equilibrada y basada
en evidencias, pero más insípida que pan
de guerra y tan atractiva como suposito-
rio administrado a la fuerza.
La cuestión ética
Además de esas cuestiones políticas, el
efecto placebo plantea varias cuestio-
nes éticas. En primer lugar, ¿es moral
realizar pruebas de cualquier tipo de
terapia con placebos? Privar de trata-
miento a la mitad de los pacientes que
sufren de patologías graves contraviene
la ética más elemental. No obstante, se-
gún la asociación Public Eye, cerca del
40% de las pruebas de medicamentos
se realizan en los países del Sur, lo que
da lugar a incumplimientos graves de
la ética, como la falta de consentimien-
to libre e informado de los pacientes, y
la imposibilidad para ellos de recibir
el mejor tratamiento probado. Existen
En ciertos casos de
artrosis de rodilla,
una cirugía clásica
y un placebo de
cirugía conducen a
la misma reducción
del dolor.
numerosos casos: Trovan en Nigeria,
Ivermectine y Tenofovir en Camerún…
Los textos que rigen la práctica te-
rapéutica son claros al respecto: deben
proponerse únicamente los tratamien-
tos que representen la mejor evaluación.
Por consiguiente, la orden o la utiliza-
ción de un placebo equivaldrían a una
práctica charlatanesca. Pero veamos es-
to un poco más de cerca: aun sin recurrir
a placebos, los terapeutas son placebos.
Pueden producir efectos positivos me-
diante la palabra, el aliento y las buenas
maneras. Asimismo, el placebo, por su
efecto no específico –sobre la angustia,
por ejemplo– es finalmente un verdade-
ro medicamento. Por lo tanto, recurrir a
él cuando no hay otra solución disponi-
ble no contraviene los principios deon-
tológicos, sobre todo si se informa al pa-
ciente. Porque, contra todo pronóstico,
el hecho de saber que se está tomando
un placebo no anula sus efectos, como lo
han demostrado estudios recientes.
Si se consideran las consecuencias de
una acción como base para el juicio mo-
ral, recetar un placebo se vuelve justo pa-
ra el paciente tanto como para el médico.
En Estados Unidos, cerca de la mitad de
los especialistas en reumatología y en me-
dicina interna afirmaban en 2008 que re-
cetaban tratamientos placebo sin decirlo,
y el 62% de ellos consideraba esta prácti-
ca como éticamente aceptable (2). Se tra-
ta de una plena falta de consentimiento
informado del paciente. Pero ¿qué hacer
para maximizar los efectos contextuales
sin mentir (demasiado)? Algunos propo-
nen, para minimizar el nocebo, solicitar el
consentimiento informado de los pacien-
tes para estar autorizados a no hablarles
de los efectos adversos. Salvo que tal pe-
dido podría preocupar excesivamente a
personas ansiosas y afectar la relación de
confianza con ellas. Por no mencionar el
hecho de que, en la era de Internet, abun-
dan las fuentes divergentes, no obstante
sus sesgos de muestreo.
Una solución podría satisfacer al mis-
mo tiempo a los pacientes que adhieren
a la medicina basada en la evidencia y a
los que confían en las medicinas alter-
nativas. Dicha solución se sitúa en tres
planos distintos. El primero sería la in-
troducción a partir de la escuela prima-
ria, o en los primeros años de secundaria,
de conceptos básicos relativos a las en-
fermedades curables espontáneamente,
a los efectos contextuales, a las regresio-
nes a la media, etc. Sería una oportuni-
dad para que los futuros adultos reflexio-
nen acerca del mandato moderno de en-
contrar soluciones terapéuticas perso-
nalizadas –sin perjuicio de que sean, en
parte, ficticias– para una gama de enfer-
medades que, esencialmente, tienen su
origen en el sufrimiento social y que des-
aparecen con el tiempo.
La segunda sugerencia atañe a los pro-
fesionales de la salud, que podrían diri-
girse a los pacientes de esta manera: “El
tratamiento que le voy a dar presenta ries-
gos de efectos secundarios, tanto benéfi-
cos como negativos. Las investigaciones
muestran que, si yo le digo cuáles son esos
efectos, aumento las chances de que usted
los sienta. Por esta razón, quiero pedirle
permiso para mencionar solamente las
consecuencias presuntamente benéficas,
a fin de estimular en usted diversas secre-
ciones de neurotransmisores. Le reco-
miendo además que no consulte la excesi-
va representación de ciertos casos que se
encuentran en Internet. Yo le diré todo al
final del tratamiento”. Algunos recomien-
dan el consentimiento delegado antes que
el engaño: el paciente podría autorizar a
alguien que recibiría toda la información
en su lugar y que juzgaría por él lo que ha-
bría que decirle o no.
La tercera propuesta se refiere a la or-
ganización de la salud. Los profesiona-
les resultarían beneficiados si recupera-
ran la cuota de atención, si brindaran un
tratamiento suave y personalizado, con-
sustancial a la maximización del placebo
que cedieron a las terapias alternativas.
| 37
En el fondo, la estrategia es bastante ha-
bitual: orquestando la falta de recursos,
los sucesivos gobiernos provocaron una
baja de la calidad de las prestaciones, que
se pretende subsanar a bajo costo me-
diante la oferta de terapias alternativas
por fuera del sistema de Seguridad So-
cial. Así se desinvierte, el mutualismo y el
modelo de la Seguridad Social se fisuran,
mientras proliferan consultorios priva-
dos de “salud y bienestar”.
Mientras tanto, la empresa francesa de
productos homeopáticos Boiron goza de
un aura contestataria, pese a su forma in-
dustrial capitalista de lo más clásica y a pre-
tensiones curativas discutibles que le valie-
ron acciones legales de grupo en Canadá y
en Estados Unidos. El laboratorio, titular de
una autorización de puesta en el mercado
“aligerada”, vende sus productos en farma-
cias sin tener que demostrar su efectividad,
al tiempo que se beneficia con el 30% de
reintegro de la Seguridad Social. Esta última
informó que en 2018 participó del reintegro
de 120 millones de productos homeopáti-
cos, por un monto de 56 millones de euros.
Hay quienes afirman que el fin del reintegro
incitaría a los pacientes a orientarse hacia
“verdaderos” medicamentos, cuyos efectos
secundarios serían más costosos.
La cuestión moral reviste dos nuevos
aspectos: ¿hay que autorizar la libre co-
municación de las empresas farmacéuti-
cas en nombre de la libertad individual de
tener acceso a lo que se quiere escuchar?
Era el argumento del cirujano Ambroise
Paré, que escribía en 1581 en su libro sobre
bezoares y polvos de momia: “Es que el
mundo quiere ser engañado y los médicos
a menudo se ven obligados a prescribir
medicamentos o, mejor dicho, a permitir a
los pacientes que utilicen los que desean”.
La única virtud del polvo de momia, de-
cía Paré, era la de atraer a los peces por su
olor… Queda por ver si una parte del costo
del polvo de momia tiene que ser cubierto
por la Seguridad Social. g
1. Roy Reeves et al., “Nocebo effects with antidepressant
clinical drug trial placebos”, General Hospital
Psychiatry, Vol. 3, N° 29, mayo-junio de 2007.
2. Jon Tilburt et al., “Prescribing ‘placebo
treatments’ : results of national survey of
US internists and rheumatologists”, British
Medical Journal, N° 337, Londres, 23-10-08.
*Codirectores de la estructura federativa de investigación
“Pensée critique” de la Universidad de Grenoble-Alpes.
Respectivamente, especialista de la Didáctica de la Ciencia
en el Laboratorio de Investigación sobre el Aprendizaje en
Contexto y en el Laboratorio de Técnicas de Ingeniería Médica
y de Complejidad, y kinesiólogo, director del Departamento de
Kinesiología. Autores de La Sécu, les vautours et moi. Les enjeux
de la protection sociale, Éditions du Détour, París, 2017.
Traducción: Victoria Cozzo
 38 | Edición 238 | abril 2019
Libros
del mes

Política Seguridad

Gaetano Pesce, Superficie elastica, 1939 (gentileza Christie’s)

Política

La política en el siglo XXI Castigar y asistir

Arte, mito o ciencia

Jaime Durán Barba, Santiago Nieto David Garland

Debate; Buenos Aires, mayo de 2018. Siglo XXI; Buenos Aires, julio de 2018.
384 páginas, 629 pesos. 400 páginas, 799 pesos.

Para Durán Barba, la “gente” es cada vez
más sofisticada e inteligente, gracias a
Internet. Las redes sociales (como en su
momento los bares, la radio y la televisión)
masificaron la participación de hombres
y mujeres en temas cotidianos; que se inte-
resan por la política y por otros asuntos. La
gente quiere hablar de ella y participar, pero
a su modo. La pornografía , los deportes, los
Nacido en Escocia en 1955, David Gar-
land es un experto en el campo de la
criminología y el control social. En este
libro, plantea una investigación históri-
ca sobre el modo en el que se estructu-
raron las leyes e instituciones de castigo
en su forma moderna. A partir de ello,
deja al descubierto las luchas políticas
e ideológicas que sostienen la práctica

La batalla
amoríos de actores adolescentes y la políti-
ca se despliegan en un registro común; sin
embargo, para Durán Barba, los políticos
siguen siendo hombres viejos, fosilizados,
penal contemporánea.
El texto hace hincapié en el pasaje de
la penalidad del siglo XIX a la del XX,
se pregunta de qué manera es posible

cultural
que se frecuentan en velorios de dirigentes modificar las pautas de castigo y san-
y fechas patrias, vestidos de trajes oscuros, ción establecidas, cómo sería posible
solemnes. Los nuevos políticos, en cambio, construir ese cambio, de qué depende,
son hombres simples, que hablan de las y cuál es la relación entre castigo y
cosas diarias, aparentemente banales. Bailan estructura social. Para responder a estos
en escenarios y ofertan, como símbolos de interrogantes se propone como caso de
En la huella de la “rehabilitación” que pujanza y prosperidad, globos de colores. estudio la transformación de la penali-
hizo Ernesto Laclau del término popu-
Teoría de la militancia Desde esta mirada, Durán Barba propone dad británica de comienzos del siglo XX.
Organización y poder popular
lismo, Selci se propone rehabilitar, dán- una política del outsider, el dirigente nuevo, De lectura clara y fluida, Castigar y
dole una fundamentación filosófica, del tipo común, que realmente sabe relacio- asistir advierte sobre el uso político de
Damián Selci el concepto de militancia, vilipendiado narse con las demandas del hombre de a pie la criminología, la asistencia, y la pena-
Cuarenta Ríos; Buenos Aires, noviembre de sistemáticamente por el gobierno de la porque es uno de ellos, al que no le expone lidad. Así, deja en evidencia cómo y por
2018. 195 páginas, 450 pesos. alianza Cambiemos desde su asunción. un programa de gobierno sino que insta a qué la cuestión del narcotráfico penetró
Se basa en el ensayo de Laclau sobre el imaginar, expectante, su futuro personal. en los discursos políticos y se utilizó
populismo, con su noción constructivis- Durán Barba no se explaya con soliloquios para justificar el incremento de polí-
ta del sujeto, y para superarlo, pasando del sujeto pueblo a la subjetividad militante, complejos. Simplifica de más. Afirma. El desa- ticas de seguridad más punitivas y de
parte de la polémica de Laclau con Slavoj Žižek, y del concepto de acontecimiento rrollo de sus argumentos es pobre, tal vez tolerancia cero. Constituye así un inte-
de Alain Badiou: la contradicción principal, propone Selci, no es pueblo/oligarquía, porque equipara a su lector con el que cree es resante aporte sobre la relación entre
sino el antagonismo en el seno del Pueblo entre el cualunque y el militante, la deno- el elector de esta época. Su obra va dirigida a el ámbito social y penal, el “complejo
minada “batalla cultural”. Cualunque remite al Frente del Hombre Común, el partido un público en construcción, emergente, a un penal-welfarista”, ideologías, consecuen-
fundado en la posguerra italiana, entre otros, por Giorgio Macri, un empresario de nuevo tipo de especialista en comunicación cias sociales y victimas y victimarios
política, en campañas, al ciudadano del siglo de la criminología y su abordaje en los
la construcción calabrés, abuelo del presidente Mauricio Macri. Ese partido, que se
XXI. ¿También al nuevo príncipe? tiempos que corren.
organizó en 1946 en torno del semanario L’uomo qualunque, postulaba un Estado
mínimo gestionado por técnicos, y apelaba al jefe de familia, aferrado a las ideas de
Alfredo M. López Rita Bárbara Schijman
propiedad y de policía, anticomunista, que sólo pide que los políticos lo dejen en paz.
El cualunque, el apolítico, sinónimo de cretino según Perón en su Conducción políti-
ca, el individuo al que interpela Jaime Duran Barba como su votante ideal, se opone
en la tesis de Selci al militante concebido como aquel que apuesta a una vida no
individual, que abandona la demanda (por la que siempre depende de otro a quien
echarle la culpa y a quien necesita), la aspiración a una intimidad tranquila, la dele-
Pensamiento En este trabajo de historia de las ideas y del
“vínculo de esas ideas con la raíz última de
gación en otros de una improbable administración eficiente e invisible, para hacerse las decisiones políticas”, como señala Horacio
cargo del conjunto, para asumir la responsabilidad de todos. El ego del militante González en la presentación, Eduardo Jozami
(incrementado por el arduo proceso que ha atravesado llevándolo a cambiar su vida) analiza “las grandes líneas de pensamiento y
antagoniza con la organización, y se resuelve en el cuadro, culminación de la mili- las políticas y acciones culturales que constitu-
tancia, aquel que “carece de un ego en el cual replegarse, todo su ser está afuera”. yeron características definitorias del liberalis-
mo argentino”, desde la Revolución de Mayo
En la novedosa teorización de Selci hay rastros de la dialéctica hegeliana y marxis-
de 1810 hasta las vísperas de la llegada del
ta, reivindicada después de décadas de ostracismo en el pensamiento occidental, y
peronismo al gobierno.
también una noción sartreana del compromiso, que asoma en la afirmación de que
Jozami se centra en la idea de pueblo en
“la libertad es asunción de responsabilidades”: el militante accede a ella al “hacerse
la tradición liberal argentina, para buscar
cargo”, y más aún el cuadro, que toma decisiones sin garantía ni respaldo.
comprender las grandes tensiones que marca-
Lo imprescindible para enfrentar al neoliberalismo, propone Selci, es una multi-
El conflicto que perdura ron la construcción nacional y que, aún hoy,
plicación de militancias y por consiguiente de cuadros, un poder popular capaz de La idea de pueblo en la tradición liberal traban el desarrollo democrático del país. En
participar en todas las decisiones políticas, “un pueblo militante”, que “se hace cargo de argentina efecto, el término pueblo con su pluralidad de
sí mismo”, encarnación de la libertad popular, ese “valor supremo”. significados alcanza su máxima ambigüedad
Al convocar a la construcción de un país militante, Selci interpela vitalmente a Eduardo Jozami en el pensamiento del liberalismo clásico,
quienes sin haber militado despiertan a ese deseo, a quienes se han maldecido por Eduntref; Sáenz Peña, donde, por un lado, permite “nombrar a todos
no lograr salir de sí cuando “la patria estaba en peligro”, a quienes añoraron, desde mayo de 2018. y, por otro, excluir a muchos”. Un liberalismo
“el fuego del acontecimiento”, la inocencia perdida. Y a quienes experimentan que 288 páginas, 350 pesos. que en el caso argentino pretende ampliar las
“hacerse cargo” es un camino de imposible retorno. bases de participación manteniendo el control
del poder. Aunque no logra cerrar las fisuras
Marta Vassallo por las que se cuela la cultura popular.

Ensayo
Insurrección cultural
Jonathan Nossitter
Piloto de Tormenta; Buenos Aires, noviembre
de 2018. 264 páginas, 530 pesos.
Este original y ágil ensayo parte de la cultu-
ra del vino para construir un alegato contra
las “fuerzas químicas homogeneizadoras”
de la agricultura industrial, que han llevado,
entre otras cosas, a la pérdida de eso que
los franceses llaman terroir: la especificidad
cultural y gustativa de un terreno, eso que,
dice el autor, hace interesante un vino.
La modernidad, con su fe absoluta en
la tecnología y su desprecio por el cuerpo
y la tierra, nos ha llevado a una descorpo-
rización tal que la gente no logra identi-
ficar el origen rural de los productos que
compra en el supermercado. Ya no consu-
mimos alimentos, sino simulacros, escribe
Nossitter recuperando la reflexión de Guy
Debord sobre “la sociedad del espectácu-
lo”. Lo importante no es que esos produc-
tos nos alimenten, sino que se construya
un relato capaz de hacerlos vendibles:
pasamos así del terroir al espectácu-
lo y, con ello, a una distopía superadora
de Huxley: las manzanas aportan cien
veces menos vitamina C que en 1950; las
naranjas, 21 veces menos vitamina A. La
media es de una reducción de 25 veces.
Esa separación de la naturaleza se
aprecia, dice Nossitter, en el remplazo
del viticultor por el enólogo, el experto
que “domina” la naturaleza y la rehace
a su antojo en un laboratorio. Frente a
este modelo, los viticultores “naturales”
no tratan de dominar, sino que aceptan,
encuentran, traducen lo que la naturale-
za ofrece: son, concluye el autor, “los tro-
vadores de la naturaleza”.
Nazaret Castro
Género
El patriarcado del salario
Críticas feministas al marxismo
Silvia Federici
Tinta Limón; Buenos Aires, octubre de
2018. 128 páginas, 350 pesos.
Con qué ideas se piensa y cuál es el con-
junto de problemas que guían sus prácti-
cas políticas son algunas de las tensiones
que atraviesan al movimiento femi-
nista. Silvia Federici, nacida
en Italia en 1942 y radicada
hoy en Estados Unidos, apor-
ta algunas pistas en el debate
entre feminismo y clase. En El
patriarcado del salario recons-
truye el proceso mediante el cual
–a fines de siglo XIX– las mujeres
fueron rechazadas de la fábrica y
Literatura
Maestros de la escritura
Liliana Villanueva
Ediciones Godot; Buenos Aires, abril de
2018. 270 páginas, 490 pesos.
Tras haber publicado en 2015 Las clases
de Hebe Uhart, Liliana Villanueva amplía su
encuadre y aborda en este libro una explo-
ración del vigoroso fenómeno de los talle-
res de escritura literaria en Buenos Aires, a
través de algunos de los que conquistaron
mayor prestigio o renombre. Se trata de
los que dictaron Abelardo Castillo, Mario
Levrero, Liliana Heker, Leila Guerriero, Ali-
cia Steimberg, María Esther Gilio, Alberto
Laiseca y la misma Hebe Uhart. Son varias
las vías de acceso que utiliza la autora:
una pequeña historia de los talleres –sitúa
su origen local en 1965–, entrevistas a los
escritores que los dirigieron, testimonios de
algunos de sus alumnos, la experiencia per-
sonal de Villanueva como alumna de Uhart,
Heker y, muy fugazmente, de Steimberg.
Ninguno de estos “maestros de la escritura”
comete el pecado de omnipotencia de creer
que un taller por sí solo puede “fabricar” un
escritor (“yo no enseño a escribir, enseño
a aprender” dice Castillo), pero todos con-
cuerdan en la incidencia positiva que puede
cumplir en el desarrollo de un escritor en
formación, en su papel de estímulo, en su
ayuda para encontrar una voz propia, en la
dotación de algunas herramientas que des-
aten su creatividad y contribuyan a extir-
par los lugares comunes de un texto. Las
metodologías que han aplicado estos maes-
tros son muy disímiles, desde las más rigu-
rosas hasta las más laxas, como la de Laiseca
–el capítulo que se le dedica es el más entra-
ñable del libro–, cuyo objetivo dominante y
casi único era “estimular la fantasía”.
Carlos Alfieri
enviadas a la casa, por lo que pasaron a
depender del salario masculino. Esto crea
una nueva jerarquía, una forma de disci-
plinamiento y una violencia latente: en
otras palabras, “el patriarcado del salario”.
Pero además, un trabajador pacificado y
más productivo. Frente a este modelo se
sublevaron las feministas en la década
del 70 y cuestionaron la naturalización
de las tareas domésticas.
Federici pone en el centro el traba-
jo doméstico como trabajo no pago. Las
mujeres –dice– producimos el
producto más precioso que
puede aparecer en el merca-
do capitalista: la fuerza de
trabajo. Alimentamos, aten-
demos sexual y emocio-
nalmente a los hombres
y los tenemos listos para
el trabajo cotidiano.
La célebre autora
de Calibán y la Bruja
Arte
Estética de la instalación
Juliane Rebentisch
Caja Negra; Buenos Aires, octubre de
2018. 336 páginas, 460 pesos.
La filósofa Juliane Rebentisch, especia-
lista en estética, ética y filosofía política,
reflexiona sobre la instalación, de crecien-
te presencia en el arte contemporáneo, en
un discurso filosófico sin perder de vista
la crítica de arte. A partir de los estudios
previos de Stanley Cavell y Michael Fried
–y frente a ellos–, disecciona el aspec-
to de la teatralidad de la instalación, su
autonomía estética, la inclusión del espec-
tador y la relación sujeto-objeto.
No hay artes puramente tempora-
les ni puramente espaciales. El carácter
híbrido de la instalación, la interme-
dialidad, la constelación entre plástica,
teatro, cine, el carácter performativo de
esta nueva experiencia estética, la acti-
tud activa del espectador –quien decide
qué mirar, desde dónde y durante cuánto
tiempo–, ponen en cuestión las nuevas
maneras de ver y entender el arte: sus
estatutos han cambiado, sus límites se
han franqueado. Theodor Adorno está
muy presente en estas disquisiciones.
Frente a la falsa apariencia de inde-
pendencia o autonomía de la obra de arte
de su contexto, las instalaciones se abren
a su contexto espacial y social, o lo tema-
tizan explícitamente. Al hablar de “espe-
cificidad de sitio”, la autora reflexiona
acerca de la obra en su espacio de exhi-
bición y su encuadre institucional, eco-
nómico, social y cultural, abriendo el arte
instalativo a su potencial político, en una
experiencia estética que puede crear un
cambio de conciencia.
Josefina Sartora
(Tinta Limón, 2011) recupera conceptos
de Marx, pero sostiene que hay un límite
en su obra que puede superarse contan-
do la historia del desarrollo del capitalis-
mo desde las cocinas y los dormitorios,
es decir, desde donde se (re)produce la
fuerza de trabajo. Y sin bien señala que
Marx no ve la esfera de las actividades
centrales para la reproducción de la vida
también aclara que escribe en un momen-
to en el que las mujeres trabajaban codo
a codo en la fábrica con los varones y el
trabajo doméstico no se había instalado
aún como estrategia para la reproducción,
ni la familia nuclear se había consolidado.
Federici es una voz que escribe en
plural: en su libro retoma y discute con las
intervenciones de otras activistas y con
esas líneas va armando un mapa teórico
que permite fortalecer la insurrección
feminista en marcha.
Josefina Payró
| 39
Fichero
Estados en disputa
Hernán Ouviña,
Mabel Thwaites Rey (comps.)
El Colectivo; Bs. As., febrero de
2019. 332 páginas, 500 pesos.
En esta compilación de artículos, los autores
(Jorge Viaña, Adrián Piva, y Juan Carlos
Monedero, entre otros) analizan auge y frac-
tura del ciclo de impugnación al neoliberalis-
mo que, con distintos grados de radicalidad,
abarcó a América Latina en los años 2000.
Conscientes de las contradicciones del proce-
so –reprimarización de la economía, extrac-
tivismo–, debaten la cuestión del Estado en
tanto lugar de concentración de poder y de las
disputas por la hegemonía.
Four
Scott Galloway
Conecta; Buenos Aires,
diciembre de 2018.
320 páginas, 749 pesos.
Profesor de negocios, emprendedor, “producto
de las políticas públicas” como el mismo se
denomina, Scott Galloway cuenta en este libro
con una gran dosis de ironía “cómo funciona el
mundo de los negocios y de la creación de valor
en la era digital”. Para ello, analiza y deconstru-
ye el funcionamiento de los “Cuatro Jinetes”
(¿del Apocalipsis?): Amazon, Apple, Facebook y
Google. Cuatro empresas cuyo valor supera el
PIB de Rusia y que plantean serios desafíos a la
democracia y a la economía global.
La fabricación de los hijos
Un vértigo tecnológico
François Ansermet
UNSAM-Pasaje 865; San Martín,
diciembre de 2018.
244 páginas, 596 pesos.
Especialista en procreaciones médicamente
asistidas y psicoanalista, Ansermet parte de
distintos casos para reflexionar sobre las posi-
bilidades, los desafíos y los límites que plan-
tean los nuevos avances científicos respecto
de una procreación cada vez más desconecta-
da de la sexualidad así como de la gestación.
¿Cuáles son las implicancias de la clonación, de
la predicción, de los nuevos modos de origen?
¿Vamos hacia un mundo totalmente fabricado?
La llama
Leonard Cohen
Salamandra; Barcelona,
enero de 2019.
348 páginas, 795 pesos.
Libro póstumo del gran poeta, novelista,
compositor y cantante canadiense fallecido
en 2016, La llama reúne poemas inéditos de
distintas décadas, letras de sus últimos discos,
fragmentos de los cuadernos que mantuvo a lo
largo de toda su vida, y dibujos y autorretratos
realizados y compilados con su último esfuerzo
vital, a modo de una ofrenda final –como señala
su hijo Adam en el prólogo–, que mantiene
ardiendo el fuego de un creador excepcional.
 40 |
El cordón sanitario
por Serge Halimi*
D
urante décadas, el poder electo-
ral de la extrema derecha funcio-
nó como una póliza de seguro pa-
ra los liberales de izquierda y de
derecha: cualquier burro mode-
rado pasaba sin mayor dificultad
la línea de llegada, en caso de competir contra una
formación política inadmisible, indeseable, repul-
siva. En la elección presidencial francesa de 2002,
el resultado de Jean-Marie Le Pen se estancó entre
una y otra vuelta, pasando de 16,8% a 17,8%. Mien-
tras tanto, el de su rival Jacques Chirac trepó de
19,8% a 82,2% de los sufragios emitidos. Esa mis-
ma jugada permitió a Emmanuel Macron ganar en
2017, aunque por una diferencia menos impactante.
Lo que dio resultado contra la extrema derecha,
los liberales piensan volver a implementarlo con-
tra la izquierda. Para evitar su eventual avance, es-
tán tratando de construir un muro de valores que
acabará por hacerla sospechosa. Para obligar así a
conformarse pese a todo a quienes ya no soportan a
los políticos en el poder por considerar demasiado
viles a sus oponentes más fuertes.
La calumnia del antisemitismo
El azar sabe hacer las cosas, y la calumnia de una
izquierda devenida en antisemita echa brotes al
mismo tiempo en Francia, Reino Unido y Estados
Unidos. Una vez definido el blanco, basta hallar un
comentario torpe, extremista o abyecto en la pá-
gina de Facebook o la cuenta de Twitter de uno de
los integrantes de la corriente política que uno se
propone desprestigiar (el Partido Laborista britá-
nico tiene más de 500.000 adherentes). Después
los medios toman la posta. Con tal de destruir a
un adversario, también pueden imputársele ideas
antisemitas que le son ajenas –del estilo: la demo-
cracia, el periodismo y las finanzas están al servi-
DEBATE
Europa y la
ultraderecha
Austeridad, autoritarismo,
migraciones, xenofobia y el
Brexit, la ultraderecha avanza.
Ante las elecciones al
Parlamento Europeo en mayo,
¿cuáles son las estrategias
desde las izquierdas?
Edición 238 | abril 2019
Editorial
Sumario
Staff 3
Dossier
¿Cómo salir de la grieta?
Editorial: Devorados por la grieta 2
por José Natanson
La verdadera década perdida 4
por Leandro Mora Alfonsín
La conversación imposible 6
por Natalia Zuazo
La grieta desnuda 8
por Martín Rodríguez y Pablo Touzon
cio de los judíos– en cuanto formule una crítica a
El “gran” trueque argentino 10
por Juan Gabriel Tokatlian
la oligarquía, los medios o la banca.
Y la rueda empieza a girar. “Si [Jeremy] Corbyn
se instalara en Downing Street, podríamos decir
Guatemala organiza la impunidad 12
por Clément Detry
que por primera vez desde Hitler, un antisemita go-
bierna a un país europeo”, finge alertar el académi-
co Alain Finkielkraut (1). La situación es igualmente
Canadá: ¡Bienvenido a “Irvingnia”! 14
por Alain Deneault
amenazante en Estados Unidos, ya que según el pre-
sidente Donald Trump, con la elección al Congreso
de varios militantes de izquierda “el Partido Demó-
El destino manifiesto de China 16
por Kishore Mahbubani
crata se volvió un partido antiisraelí, un partido an-
tijudío”. “Los demócratas detestan al pueblo judío”,
agrega. Por su parte, Bernard-Henri Lévy acaba de
Los tres días que cambiaron la historia
vincular al diputado y periodista francés François
afgana 18
por Georges Lefeuvre
Ruffin, tanto con Lucien Rebatet, autor del panfle-
to antisemita Les Décombres (Los escombros) como
con Xavier Vallat, Comisario General para los asun-
tos judíos bajo el régimen de Vichy, y con Robert Bra- Dossier
sillach, colaboracionista fusilado en la Liberación. Redes sociales, vínculos
Este fabulador apreciado por los medios habría
incluso detectado en Ruffin una “filiación conscien- privatizados
te o solapada con la prosa de Gringoire” (2), sema-
nario que destila odio antisemita, una de cuyas más Facebook contra los espacios públicos 22
famosas campañas de difamación llevó al suicidio a por Eric Klinenberg
un ministro del Frente Popular.
En Francia y Estados Unidos hubo judíos asesina- Amor online 24
dos por antisemitas. Semejante drama no debe servir por Marie Bergström
de arma ideológica a Trump, el gobierno israelí y los
intelectuales mentirosos. Si es necesario construir
un cordón sanitario, mejor será que nos proteja de ¿Es posible una Europa democrática? 26
quienes imputan a sus adversarios una infamia de la por Frédéric Lordon
cual los saben inocentes. g
España vota, Podemos duda 28
1. “Alain Finkielkraut: ‘Ich bin kein Opfer’”, Die Zeit, Hamburgo, 21-2-19. por José Antonio García Simón y Jaime Vindel
2. Bernard-Henri Lévy, “Il faut franchir le ‘point
Godwin’”, Le Point, París, 7-3-19. El revés del milagro económico etíope 30
por Christelle Gérand
*Director de Le Monde diplomatique.
Traducción: Patricia Minarrieta
El “que se vayan todos” argelino 32
por Akram Belkaïd y Lakhdar Benchiba
Australia exporta sus refugiados 34
por Lena Bjurström
Medicina: el uso razonado del placebo 36
por Richard Monvoisin y Nicolas Pinsault
ORGANIZAN:
Libros del mes 38
Editorial: El cordón sanitario 40
por Serge Halimi
Suplemento # 1:
Atlas del Agronegocio
Suplemento # 69 :
La educación en debate
Universidad Pedagógica Buenos Aires

La educación
en debate #69
¿En qué condiciones
trabajan los docentes?
por Diego Rosemberg*
L
a derogación de la paritaria
nacional docente y la pre-
pondera ncia que tomó en
los últimos a ños la discu-
sión salarial ante la acelera-
ción inf lacionaria invisibilizan en los
debates otras condiciones laborales
de los maestros y profesores que re-
sultan tan problemáticas como el ni-
vel de retribución monetaria por su
trabajo. Para echar luz sobre ellas, la
Confederación de Trabajadores de la
Educación de la República Argentina
(Ctera) publicó a fines del año pasado
los resultados de la Encuesta Nacional
de Salud y Condiciones Laborales, pa-
ra la que fueron consultados 2.283 do-
centes de 14 provincias (1). Sobrecarga
horaria, trabajo extra no remunerado,
aislamiento laboral y malas condicio-
nes de infraestructura son algunas de
las conclusiones obtenidas por el estu-
dio que, a su vez, las vincula con pato-
logías profesionales.
Si antaño, habitualmente, el salario
docente era el segundo ingreso de un ho-
gar de clase media acomodada, hoy esa
situación se modificó. De acuerdo a la
encuesta, el 65% de los maestros o pro-
fesores aportan el único o el principal
ingreso de sus familias. La vida de los
maestros, entonces, parece compleja: en
el momento de la publicación de los re-
sultados, en agosto de 2018, el piso sala-
rial docente fijado por el gobierno nacio-
nal era de 12.840 pesos, mientras que la
Canasta Básica Total, utilizada para de-
limitar qué familia es considerada pobre
de acuerdo a sus ingresos, se situaba en
20.869 pesos.
Labor invisible
Para enfrentar esta realidad e incre-
mentar sus ingresos, la mayoría de los
docentes toma más de un cargo. Según
revela la encuesta de Ctera, el 54% de
los maestros y profesores trabaja entre
24 y 45 horas reloj semanales, mien-
tras que un 8% lo hace aún más tiempo.
Sólo el 38% cuenta con un único cargo,
equivalente a 15 horas cátedra sema-
nales o 23 horas reloj. Esta carga ho-
raria se circunscribe exclusivamente
al tiempo laboral en la escuela, por lo
que no contempla las tareas realizadas
fuera de ella. Esta realidad –concluye
el informe– “expone a una sobrecarga
laboral que impacta en la salud y en la
posibilidad de desarrollar adecuada-
mente el trabajo de enseñar”. La inves-
tigación asegura, además, que existe
una correlación entre el mayor uso de
licencias médicas y la mayor cantidad
de horas trabajadas.
El 99% de los docentes encuestados
contestó que dedica horas de trabajo
por fuera del tiempo remunerado. El
54% lo hace entre 3 y 9 horas semanales,
el 21% entre 8 y 12 horas y un 11% aporta
más de 12 horas extras. Entre las tareas
que realizan fuera de la escuela, maes-
tros y profesores mencionaron la pre-
paración de materiales didácticos, la
elaboración de informes, el diseño y la
corrección de las evaluaciones, las reu-
niones con otros docentes, tareas admi-
nistrativas y actividades de formación.
La carga horaria extendida ocupa un
lugar preponderante en el desgaste del
docente, según el informe.
El estudio recuerda que la profesión
docente está altamente feminizada
(78% de quienes trabajan frente a un
aula son mujeres), y son ellas, también,
quienes se encargan mayoritariamen-
te de las tareas domésticas. Además,
señala la investigación, la seg unda
causal de licencias laborales de maes-
tros y profesores está relacionada con
el cuidado y atención de familiares.
Un dato que llama especialmente la
atención es que menos de la mitad de
los docentes –el 46%– trabaja sólo en
una escuela. La mayoría, en cambio, lo
hace en más de un establecimiento. El
33% da clase en dos instituciones, y el
21, en tres o más. Algún profesor, in-
cluso, declaró concurrir a siete institu-
ciones diferentes.
“Tener más de un cargo significa para
los docentes –subraya el informe– tratar
con las exigencias de varios trabajos que
implican diferentes comunidades educa-
tivas, distintos equipos de conducción y
numerosos grupos heterogéneos de estu-
diantes. Esto representa un obstáculo pa-
ra que establezcan un anclaje institucio-
nal y puedan desarrollar colectivamente
proyectos educativos.” Y luego agrega: “El
alto porcentaje de docentes con cursos en
dos o más escuelas significa jornadas la-
borales fragmentadas que, agravadas por
la falta de tiempos institucionales, produ-
cen aislamiento en el trabajo e impacto en
la salud de los trabajadores y en el proceso
de enseñanza y aprendizaje”.
Infraestructura y otras yerbas
Después de la muerte de la vicedirec-
tora Sandra Calamano y del auxiliar
Rubén Rodríguez, tras la explosión por
un escape de gas en la escuela Nº49 de
Moreno, la preocupación por el mante-
nimiento de la infraestructura escolar
amagó con ingresar en agenda. Sin em-
bargo, a pesar de que centenas de escue-
las del conurbano cerraron sus puertas
a la espera de reparaciones de urgencia,
con el correr de los días el tema perdió
presencia tanto en los medios de comu-
nicación como en los discursos políti-
cos. En la encuesta realizada por Ctera,
Suplemento
abril
2019
el 53% de los docentes consultados se-
ñaló que los problemas de infraestruc-
tura y mantenimiento “son un obstácu-
lo” para desarrollar su trabajo cotidia-
no. El 64% respondió, por ejemplo, que
en su establecimiento hay una climati-
zación inadecuada. Entre los principa-
les problemas edilicios, los docentes
mencionaron el mal funcionamiento de
los baños (43%), dificultades con la ins-
talación eléctrica (40%), instalaciones
de gas inadecuadas (31%), problemas de
accesibilidad (20%) y falta de provisión
de agua potable (17%).
Más allá de estos guarismos, las ma-
las condiciones de infraestructura y
mantenimiento fueron señaladas re-
cién en el tercer lugar en el orden de
importancia dentro de los problemas
que dificultan la adecuada realización
de la tarea docente. Los dos primeros
resultaron la falta de espacios institu-
cionales y equipos de apoyo para rea-
lizar tareas colectivas y, en segundo
orden, los problemas sociales y econó-
micos de los estudiantes, “que suponen
una exigencia emocional y pedagógica
que hacen necesario contar con recur-
sos específicos (psicólogos, psicope-
dagogos, trabajadores sociales)”, su-
braya el informe y agrega: “Sin embar-
go, actualmente el Estado no garantiza
ninguno de estos recursos y espacios.
De hecho, la gestión de la Provincia de
Buenos Aires está en un proceso de re-
ducción sistemática de los equipos de
orientación y apoyo escolar”.
Sobre la falta de espacios y tiempos
institucionales –la primera dificultad
señalada por los docentes–, el 81% de
los entrevistados manifestó que pueden
realizar intercambios con colegas del
mismo establecimiento en momentos
breves o en ratos ocasionales en los que
no tienen estudiantes a cargo. Sólo un
17% dijo que cuenta con reuniones de
trabajo y un 2% reconoció que no tiene
intercambios sobre cuestiones labora-
les con compañeros. “Estos datos –sen-
tencia el informe– preocupan a la hora
de hablar de educación de calidad.”
Los docentes consultados, además,
vincularon las malas condiciones la-
borales con los problemas de salud
que los afectaron en los últimos do-
ce meses. El 87% relacionó el clima de
trabajo con patologías como el estrés
y la disfonía. Un 68% lo vinculó con
problemas osteoarticulomusculares,
un 48%, con problemas digestivos, y
un 42%, con dificultades respirato-
rias. Según el informe gremial, algu-
nas de las condiciones laborales que d
 II | La educación en debate #69 ¿En qué condiciones trabajan los docentes?
d pueden a socia rse a padecimien-
tos, como el estrés, son precisamen-
te aquellas que se desprenden de la
propia encuesta: salarios insuficien-
tes, cargos múltiples, fragmentación
del trabajo en diversas escuelas, fal-
ta de espacios institucionales o áreas
de apoyo y la impotencia y el desgaste
emocional al enfrentarse con los pro-
blemas socioeconómicos y familiares
de los estudiantes.
¿Ganan mucho?
En los últimos años, las constantes dis-
cusiones por el salario de los maestros
y profesores permearon a toda la socie-
dad. La decisión del gobierno de Cam-
biemos de confrontar con los sindica-
listas docentes colocó a las medidas de
fuerza gremial y al debate por los au-
mentos de sueldos sobre el tapete. Se-
gún un informe elaborado a fines del
año pasado por el Observatorio Educa-
tivo de la Universidad Pedagógica Na-
cional (UNIPE), las remuneraciones
que perciben los trabajadores de alta
calificación de quince de las dieciocho
ramas de la actividad económica están
por encima de los sueldos que cobran
los docentes (2).
Los únicos trabajadores con alto ni-
vel educativo que perciben menos in-
gresos que los docentes son aquellos
vinculados a las ramas laborales rela-
cionadas con el arte o con los servicios
de alojamiento y comida.
En la Ciudad y en la Provincia de
Buenos Aires, jurisdicciones que tienen
los mercados de trabajo más dinámicos
del país, los docentes cobran sueldos
entre un 25 y un 30% inferiores a tra-
bajadores de otros rubros que también
poseen alta calificación. Como contra-
partida, en La Rioja, si bien los docentes
cobran por debajo del promedio nacio-
nal, al mismo tiempo su salario está por
encima del resto de los profesionales
que trabajan en esa jurisdicción.
¿Qué los motiva?
A principios de la década, Emilio Tenti
Fanfani –uno de los principales espe-
cialistas del país en educación– diri-
gió una investigación en los institutos
de formación docente (IFD) que, entre
otras cosas, procuraba descubrir qué
motivaciones llevaban a un joven a ele-
gir la carrera de maestro o profesor (3).
Las razones que obtuvieron la máxi-
ma adhesión –por encima del 60% de
las menciones– son las que tienen que
ver con la “propia personalidad” y el
“proyecto de vida”. Enseguida, apare-
cen las respuestas que refieren a la vo-
“La vocación es
lo que la sociedad
valora a la hora
de evaluar el
trabajo docente”,
dice Emilio Tenti
Fanfani.
cación: más de la mitad (54,5%) de los
estudiantes señaló que siempre quiso
ser docente. Los valores trepan al 63%
en el conurbano bonaerense y a casi el
58% en la región pampeana, Mendo-
za y Santa Cruz. Esta fundamentación
resulta aún más frecuente en las es-
tudiantes mujeres que en los varones:
58,4% y 40,5%, respectivamente.
Seg ún Tenti Fanfani, la vocación
es un viejo componente del oficio do-
cente que tiene que ver con varias di-
mensiones interrelacionadas: innatis-
mo, desinterés material, compromiso
moral con el otro y entrega al trabajo,
más allá de su valor instrumental co-
mo fuente de ingresos. Sin embargo –
agrega– para darle un sentido real al
peso que tendría el factor vocacional
en la elección de la carrera docente,
es preciso revisar también otros da-
tos. Por ejemplo, el alto porcentaje –un
44%– de alumnos de profesorados que
manifiestan que han cursado o cursan
otras carreras, distintas de la docen-
cia, en institutos terciarios o en uni-
versidades. Además, un 60% de estu-
diantes de carreras docentes manifes-
taron su interés en estudiar otra cosa,
no vinculada a la enseñanza, una vez
finalizadas las carreras actuales.
“Estas ambiciones –sostiene el in-
vestigador– obligan a pensar el estatu-
to de la decisión de estudiar en un insti-
tuto de formación docente. Por un lado,
pudo haber sido la única opción a mano
de muchos estudiantes de origen social
desfavorecido que habitan poblaciones
pequeñas donde no existen otras posibi-
lidades de realizar estudios postsecun-
darios. Por otro lado, podría constituir
una segunda alternativa para quienes,
por diferentes motivos (costo, tiempo,
dificultad), no han podido continuar
estudios universitarios. En este caso, el
IFD constituye una estación intermedia
que puede tener un valor táctico: permi-
tir el acceso relativamente garantizado
al trabajo docente y de esta manera fa-
cilitar el estudio postergado de carreras
universitarias o terciarias no docentes”.
¿Por qué este valor táctico no se ex-
plicita en las respuestas? Tenti Fanfani
arriesga una hipótesis: “Para explicar
el gran peso que tiene el motivo voca-
cional al momento de rendir cuentas
de la elección de una carrera docente,
hay que tener presente la historia de
este oficio. En el momento fundacional
e incluso en la actualidad, muchas ex-
pectativas sociales le dan un gran pe-
so a este factor. La vocación es lo que
la sociedad valora a la hora de evaluar
el trabajo docente. Es común oponer el
maestro ‘vocacional’ al maestro ‘mer-
Elisa Antokolec, Ciudadela, 1999 (fragmento)
cenario’, con toda la negatividad que
este calif icativo comporta. Esta si-
tuación es percibida por la mayoría de
los docentes y futuros docentes por lo
cual, cuando se los interroga, en gran
parte tienden a proporcionar la res-
puesta políticamente correcta, la cual
no siempre expresa las motivaciones
profundas de tal elección”.
Quizá esa expectativa social sobre
la vocación docente sea también una
de las explicaciones por las que buena
parte de la sociedad manifiesta males-
tar contra los gremios docentes cuan-
do realizan medidas de fuerza en re-
clamo de mejoras salariales y condicio-
nes laborales que permitan desarrollar
su actividad con mayor eficacia. Pero,
como plantea el estudio de Ctera, esas
condiciones aún distan mucho de las
necesarias para que los maestros pue-
dan cumplir con los ideales educativos
que demanda la sociedad. g
1. Las personas consultadas respetan la
distribución de la población docente total en
cuanto a sexo, edad y nivel o modalidad en la que
se desempeñan, tomando como parámetro el
Censo Nacional del Personal de Establecimientos
Educativos /CENPE 2014). La encuesta se
llevó adelante durante octubre y noviembre
de 2017 en Formosa, Chaco, Corrientes, La
Pampa, Neuquén, Río Negro, Córdoba, Entre
Ríos, Santa Fe, CABA, Provincia de Buenos
Aires, San Juan, Tucumán y La Rioja.
2. Leandro Bottinelli, “Docentes y otros
profesionales: ¿Quiénes ganan más”, en Datos
de la Educación, Nº1, Unipe, agosto de 2018.
3. Emilio Tenti Fanfani, “Los profesores y
estudiantes de los Institutos de Formación
Docente y la construcción de la identidad
profesional”, Buenos Aires, 2009. Se
puede consultar en: https://cedoc.infd.
edu.ar/upload/010103ESTUDIANTES_Y_
PROFESORESformaciondocente.pdf
*Docente universitario y periodista. Editor de
La educación en debate, Datos de la educación y
revista Tema (uno). Coordinador de ANCCOM.

Mario Oporto, ex director General de Cultura y
Educación de la Provincia de Buenos AIRES
“Se necesita un
gran acuerdo
multipartidario”
por Diego Herrera*
“
Lo que caracteriza al período
2016-2019 es la resolución po-
lítica del gobierno de la Pro-
vincia de Buenos Aires (PBA)
de enfrentar a los gremios do-
centes. Es tan fuerte esa decisión que
en momentos parece ser la única polí-
tica educativa vigente”, sostiene Mario
Oporto, director General de Cultura y
Educación de la PBA entre 2007 y 2011,
y diputado nacional entre 2011 y 2015.
Actualmente ejerce la docencia en va-
rias universidades nacionales.
En 2018, considera Oporto, se llegó
a una situación muy crítica en la PBA.
No pudieron cerrarse las paritarias, pe-
ro, además, tuvo lugar un hecho trági-
co: la explosión de una garrafa causó la
muerte del auxiliar Rubén Rodríguez y
de la vicedirectora Sandra Calamano en
la escuela Nº 49 de Moreno. “Esa trage-
dia, que supera todas las especulacio-
nes políticas, mostró la indiferencia del
gobierno ante las advertencias previas
a la explosión, pero también la falta de
reacción posterior al hecho”, evalúa el
ex funcionario. Y agrega: “El gobierno
reaccionó con mucha frialdad, buscan-
do crear antinomias y volcar responsa-
bilidades en el Consejo Escolar, en el
municipio o en los propios gremios”.
A ese balance negativo de la gestión de
María Eugenia Vidal se suma el dete-
rioro salarial: los docentes perdieron
gran parte de la capacidad de compra.
Oporto, que conoce de cerca la rea-
lidad educativa de la PBA, admite que
resulta dificultoso mejorar las condi-
ciones laborales: “En la PBA hay unos
10.000 edificios escolares y el margen
de conflicto es permanente. Con un
10% de edificios con grandes dificul-
tades, hay mil grandes problemas. Un
1% que esté en una situación insoste-
nible suena a poco, pero, si conside-
ramos que son cien escuelas, suena a
mucho”. Sin embargo, señala: “Este
gobierno no tuvo agresividad ni anti-
cipación en el trabajo por las condi-
ciones laborales y de infraestructura.
No hay planes de mejora ni de inver-
sión. Ni qué hablar de edificios nue-
vos. Debe de ser el primer gobierno de
la democracia que va a terminar con
menos establecimientos que cuando
asumió, porque ha cerrado estableci-
mientos y no ha inaugurado nuevos”.
La falta de reconocimiento salarial
de las horas trabajadas fuera del aula
afecta seriamente la calidad de la labor
docente. Dice Oporto: “Reconocer ese
trabajo, que sería justo, es de una eroga-
ción presupuestaria tan grande que ca-
si siempre se deja para más adelante. Si
uno piensa que, por cada cargo simple
de cuatro horas, un docente dedica dos
horas más en atención de alumnos y pa-
dres, y en planificación de clases y eva-
luación, un cargo lógico debería tener
seis horas. Eso aumentaría un 50% la
masa salarial”. Pese a la dificultad pre-
supuestaria señalada, afirma: “Es uno
de los grandes temas incómodos que
hay que tomar. Si hoy es imposible tener
cargos de seis horas que reconozcan el
trabajo fuera del aula, eso no significa
que no podamos plantearnos que cada
medida que se toma, aunque sea parcial,
se dirija a ese objetivo”.
De acuerdo con Oporto, existen
otros dos grandes desafíos para mejo-
rar las condiciones en que se desarrolla
la tarea de enseñanza. En primer lugar,
se debería lograr la concentración ho-
raria de los docentes del nivel secunda-
rio: “Que nadie trabaje en cinco estable-
cimientos, sino que forme parte de un
establecimiento único”. Otro objetivo,
añade, es que los cargos directivos sean
de dedicación exclusiva. “Habrá que
pensar diferentes medidas parciales
hasta que se puedan lograr esos obje-
tivos. Sabemos que indefectiblemente
vamos hacia esa discusión y sería bue-
no anticiparse”, opina.
La cantidad de alumnos por aula es
otro de los factores que puede afectar
el trabajo docente. “La discusión sobre
cuál es el mejor número varía según la
literatura –dice Oporto–, pero hay con-
senso en que un aula con 25 o 30 alum-
nos es mucho más manejable que una
que supere esos números. Cuando el
aula tiene 50 alumnos, el seguimiento
es casi imposible.” Si bien el entrevis-
tado cree que la pareja pedagógica re-
presentaría un salto de calidad, en lo
inmediato no parecería viable dupli-
car la inversión en salario docente. En
cambio, propone caminos intermedios:
“Pueden designarse dos o tres docentes
más por escuela que refuercen el traba-
jo con los alumnos con más dificultades
en el aprendizaje”. Por último, entien-
de que la salud laboral de los docentes
es un tema que debe tratarse con mu-
cha seriedad, y que debe ser anterior al
control del ausentismo: “Hay que san-
cionar a aquellos que usan las enferme-
dades como engaño. Pero son la excep-
ción; no el promedio. En la educación
hay una tendencia a hacer de la excep-
ción el promedio”.
Para el ex funcionario, la discusión
de las medidas que se dirijan a mejo-
rar las condiciones en que trabajan los
docentes no se puede seguir eludien-
do y, además, requieren ser puestas
en marcha “todas juntas”. Y sugiere:
“Sería muy bueno que se genere un
debate público para buscar consen-
sos sobre algunos temas que siempre
tensionan a la educación. Estas cosas
no se resuelven en un año, pero hay
que ponerse un objetivo y cumplirlo
en etapas. Para eso se necesita un gran
acuerdo multipartidario”. g
*Licenciado en Comunicación Social UBA e
integrante del equipo editorial de Unipe.
Claudia Balagué, ministra de Educación de Santa Fe
Mejores condiciones
laborales, menos ausentismo
D
esde 2013, Claudia Balagué
está frente al Ministerio de
Educación de la Provincia
de Santa Fe. Doctora en Bio-
química, antes de asumir como minis-
tra fue Decana de la Facultad de Cien-
cias Bioquímicas y Farmacéuticas de
la Universidad Nacional de Rosario
(UNR). “Desde hace 12 años –afirma–,
sostenemos una amplia cantidad de
propuestas de bienestar docente.”
¿Qué políticas se llevan adelante en
Santa Fe para mejorar las condicio-
nes laborales de los docentes?
Un ejemplo claro de esas políticas
son los concursos anuales de titulari-
zación, tanto para el ingreso a la do-
cencia como para el ascenso a cargo
de directores o supervisores. Hoy te-
nemos un 70% de la planta docente
con la estabilidad laboral que otorga
la titularización.
¿Se reconoce salarialmente el tiem-
po trabajado fuera del aula?
El salario es integral, porque incluye,
por supuesto, el trabajo en el aula, pe-
ro también todas las tareas que se desa-
rrollan fuera de ella, como la prepara-
ción de clases. En Santa Fe, se convoca a
paritarias a todos los gremios docentes.
El año pasado, en particular, se incor-
poró una cláusula de ajuste automático
del salario de acuerdo con la inflación.
No sé si hay otro gremio que haya teni-
do un incremento del 47% del salario.
El salario es integral y es muy discutido
en cada proceso paritario. Nunca ce-
rramos una paritaria unilateralmente.
¿Cómo se ven afectados los docen-
tes que toman más de un cargo para
llegar a un salario aceptable?
Por supuesto que lo ideal sería tener un
solo cargo. Siempre es recomendable
tener tiempo para sostener la capaci-
tación y el trabajo que es necesario rea-
lizar fuera del aula. Aproximadamente
un 35% de los docentes de la provincia
tiene dos cargos y tratamos de que si-
ga bajando. El reconocimiento salarial
también apunta a que un solo cargo
proporcione un salario que aporte sig-
nificativamente a la familia.
¿Cómo es la situación en el nivel se-
cundario?
Hace muchos años que intentamos
que los docentes concentren las ho-
ras en una misma escuela. El 98% de
los docentes de secundaria tiene con-
centradas sus horas cátedra en una,
dos y, a lo sumo, tres escuelas. No per-
mitimos que se tomen horas en una
cuarta escuela: debe incrementarse
la carga horaria en las escuelas en las
que ya se está ejerciendo.
¿Qué cantidad de alumnos debería
haber en un aula?
Para que pueda haber un seguimiento
de las trayectorias educativas, nunca
podemos superar los 25 alumnos. En
Santa Fe tenemos un promedio de 22
alumnos por aula. Si se emplean otros
dispositivos pedagógicos, ese número
puede variar. Cuando, por ejemplo, se
desarrolla un trabajo interdisciplina-
La educación en debate | III
rio, tal vez hay más chicos en el aula pero
también más docentes.
¿Cuáles son las enfermedades más co-
munes entre los docentes? ¿Cómo se
las previene?
En Santa Fe, hacemos un seguimiento de
los docentes a través del legajo digital. Allí
figuran las patologías que han sufrido.
Eso permite tener datos certeros que son
muy útiles para encarar políticas públicas
de prevención. Una de las patologías más
frecuentes es la de la voz. Para ello hemos
desarrollado un programa de atención fo-
noaudiológica y consultas con la Facultad
de Medicina de la Universidad Nacional
de Rosario para que los docentes apren-
dan a prevenir esas patologías.
Ese seguimiento, ¿redujo el ausen-
tismo?
Logramos disminuir el ausentismo do-
cente de un 18% a un 9%. Además de pre-
venir, también controlamos. A veces se
dan situaciones de complicidad entre un
médico y su paciente que llevan a que se
tomen licencias médicas en exceso.
¿Impacta en el volumen de licencias
que la mayoría de los docentes sean
mujeres?
Por supuesto. Siguen recayendo sobre la
mujer las tareas de cuidado y lo vemos
con las licencias por familiar enfermo.
A las docentes les damos prioridad para
que sus hijos concurran a la escuela don-
de están ejerciendo su magisterio. Eso
ayuda muchísimo.
¿Cómo afecta la infraestructura a las
condiciones de trabajo?
La infraestructura escolar debe estu-
diarse en profundidad. Para nuevas
prácticas educativas, ¿cuál es la infraes-
tructura más adecuada? El año pasado
invertimos 2.000 millones de pesos en
infraestructura. En los últimos diez años,
construimos 107 edificios escolares y de-
sarrollamos un plan de construcción de
20 nuevos edificios para institutos supe-
riores, que tradicionalmente funcionan
en espacios no adecuados (por ejemplo,
en un contraturno de una escuela prima-
ria o secundaria). También nos desvela
cómo garantizar cada vez más espacios
culturales, deportivos y artísticos, donde
los chicos puedan aprender fuera del au-
la con sus docentes.
¿La restricción presupuestaria na-
cional afecta la disponibilidad de re-
cursos para esas obras?
Debimos absorber muchas inversio-
nes con presupuesto de la provincia. En
cuanto a infraestructura escolar, nunca se
concluyeron los edificios del Plan 3.000
Jardines. El recorte de recursos que no
tenían que ver directamente con el pre-
supuesto educativo, como el Fondo Soje-
ro, nos impacta porque también los utili-
zábamos para mejoras y reparaciones en
infraestructura escolar. Lo que hay que
tener claro cuando empiezan a escasear
los recursos es dónde los destinamos. Te-
nemos la prioridad política de dedicarlos
a educación, a salud y a obras públicas que
mejoren la calidad de vida de la gente. g
D.H.
 IV | La educación en debate #69 ¿En qué condiciones trabajan los docentes?
Horacio Cárdenas, docente
Ansiedad,
nerviosismo
y estrés
D
esde 2007, Horacio Cárdenas
es maestro de la Escuela Pri-
maria N° 15 de Villa Lugano.
“Por los esfuerzos físicos y
mentales que requiere, la docencia no
es una tarea para hacer en doble cargo”,
subraya. Y lo dice con conocimiento de
causa: también es docente de Enseñan-
za de la Matemática en el Instituto de
Enseñanza Superior “Juan B. Justo” de
Villa del Parque y en la Escuela Normal
Superior N° 3 de Villa Lugano.
¿Se reconoce salarialmente el tiem-
po trabajado fuera del aula?
Para empezar, las famosas cuatro ho-
ras de trabajo en la institución son cin-
co. Entro a las escuela a las 7.30 y nun-
ca me voy antes de las 12.30. Pero nues-
tra tarea no se reduce a ese momento
que requiere una atención constante:
hay mucho tiempo de trabajo fuera de
la institución que no está reconocido
salarialmente. La planificación de las
actividades implica elegir el material
y garantizarlo (fotocopiar, recortar,
etc.). Se dedica tiempo a la revisión de
los trabajos de los alumnos.
La mayoría de los docentes deben
tomar más de un cargo para que el
salario les alcance, ¿cómo los afecta
esta acumulación de horas?
Eso explica la gran cantidad de enfer-
medades laborales. Cuando se habla de
ausentismo no se reconoce esa reali-
dad. Algunas enfermedades se expre-
san en lo físico, pero también vemos
muchos trastornos de ansiedad, ner-
viosismo, estrés. Por un lado, hay que
procesar exigencias profesionales: que
los chicos, por ejemplo, sepan las frac-
ciones. Pero, por otro, en la escuela se
convive con las condiciones sociales
de nuestros alumnos, que son cada vez
peores. Quien tiene solidaridad con el
resto sufre cuando los alumnos y sus
familias están mal.
¿Qué cantidad de alumnos debería
tener a su cargo un docente?
En nuestra escuela, venimos reclaman-
do formalmente y con acciones comu-
nitarias por el problema de la superpo-
blación. El reglamento escolar estable-
ce una cantidad de metros cuadrados
mínima por estudiante (1,35 metros
cuadrados por persona) y, antes de 2007,
existía un artículo que establecía que,
por más grande que fuera el espacio, no
podía haber más de 27 alumnos por au-
la. Ese artículo se quitó, y si las aulas son
grandes, podemos tener 35 alumnos.
Como los docentes comprometidos no
queremos perder de vista a nadie, esto
recae sobre nuestras espaldas. Cuantos
más chicos tenemos, más se acumulan
tareas y más esfuerzo se dedica.
¿Cómo repercuten las condiciones
de infraestructura en el trabajo?
Al menos en la Ciudad de Buenos Ai-
res, no es el eje sobre el cual basar el
reclamo (hay casos, como en Moreno,
que llegan al límite de llevarse vidas).
Nuestra escuela tuvo goteras, le pon-
dría más espacios verdes. Es una críti-
ca válida, pero para mí no es la central.
Si de pronto todas las escuelas se trans-
formaran en edificios como los de Fin-
landia, no cambiarían sustancialmente
los malestares laborales.
Otro reclamo habitual es la falta de
espacios institucionales para el tra-
bajo en equipo.
Parte de las horas que no se recono-
cen salarialmente son las que debe-
rían dedicarse a la formación, y eso no
consiste en acumular cursos, en jun-
tar puntos virtualmente. Me refiero
a momentos de pensamiento colecti-
vo. El Estado garantiza muy pocos de
esos momentos: unos cuatro encuen-
tros al año. Los maestros necesitamos
discutir aspectos concretos. Por ejem-
plo, qué hacemos con tal chico que no
está aprendiendo; también qué es en-
señar a leer y a escribir o por dónde
pasan los aspectos más importantes
de la Matemática. Quizá empezamos
hablando sobre la didáctica de los nú-
meros racionales y terminamos discu-
tiendo nuestra participación en la ela-
boración de la política educativa. En
definitiva esto también hace a nues-
tras condiciones de trabajo. g
D.H.
María Luján Enrique, coordinadora de la Unidad de
Prevención y Promoción de la Salud de IOMA
“Trabajar por la salud antes
que contra la enfermedad”
E
l Instituto de Obra Médico- estamos analizando cómo contribuir
Asistencial (IOMA) es la ma- para mejorar la situación”. En cuanto a
yor obra social de la Provincia las patologías relacionadas con la salud
de Buenos Aires (PBA) y brin- mental, la médica indica que son mu-
da cobertura a unos 250.000 docentes. cho más habituales entre docentes de
Desde julio de 2018, la médica María 1°, 2° y 3° grado: “Es el momento de la
Luján Enrique coordina la Unidad de vida en que los chicos requieren mayor
Prevención y Promoción de la Salud atención y, evidentemente, esa exigen-
de esa institución. “Nuestro propósito cia afecta a quienes están frente al aula”.
–dice Enrique– es trabajar más por la Si bien IOMA no puede incidir en
salud y menos contra la enfermedad, las condiciones en que los docentes
como suele ser más habitual.” trabajan, las cuales, muchas veces, oca-
De acuerdo con la especialista, cuan- sionan enfermedades, la Unidad coor-
do se trabaja con la prevención resulta dinada por Enrique se propone pro-
muy importante conocer cuáles son los mover la salud mediante la difusión
principales problemas de salud que su- de pautas de cuidado sencillas. En esta
fren los docentes. “Padecen las mismas dirección, se están ultimando los deta-
patologías que son recurrentes en el res- lles para el lanzamiento de un progra-
to de la población, como la faringitis. Sin ma de alertas sobre la salud docente.
embargo, también se ven afectados por La idea es enviar recordatorios, ajusta-
otras vinculadas con su trabajo específi- dos a cada historial médico, para que se
co”. Así, a los problemas relacionados con realicen los controles, vacunaciones y
la exigencia de las cuerdas vocales, como estudios necesarios. Por otro lado, se-
las disfonías, se suman varias enfermeda- ñala la especialista, se pretende formar
des incluidas en el área de la salud mental, a los docentes en el autocuidado: “Ca-
tales como el estrés y la depresión. minar 30 minutos por día, dedicar un
En el caso de las disfonías, sostiene momento al esparcimiento y consumir
Enrique, muchos de los docentes no frutas y verduras evitan en gran medi-
obtienen un tiempo de recuperación da las enfermedades crónicas no trans-
suficiente fuera de las aulas y eso hace misibles. Hay que educar desde el na-
que sea muy factible que en el corto pla- cimiento a la población. Tratamos de
zo deban pedir una nueva licencia: “Es actuar antes de que el docente llegue a
un problema que hay que reconocer y tener una enfermedad crónica”. g
Salarios magros, letrinas y accidentes
“En Santiago del Estero, al docente ni siquiera se le reconoce salarialmente el trabajo que hace en
la escuela. Ni hablar del que hace afuera. Con el último aumento percibido en febrero, se le paga
14.280 pesos a un maestro con hasta siete años de antigüedad. Hay localidades donde ni siquie-
ra hay agua. Escuelas donde todavía hay letrinas. Los docentes que hacen itinerancia entre las
escuelas rurales sufren muchos accidentes por el mal estado de los caminos. Acá el maestro tie-
ne que interrumpir un rato antes las clases para asistir el comedor escolar, porque no hay perso-
nal para esas tareas. El Colegio Nacional Absalón Rojas –el más grande de la capital provincial–, la
Escuela del Centenario y la Escuela Normal José Benjamín Gorostiaga de La Banda tuvieron que
sacar a los alumnos de sus edificios: hay techos rotos, paredes electrificadas, se está cayendo la
mampostería. En la ciudad de Añatuya, la Escuela Primaria Florentino Ameghino tuvo que cerrar-
se y la solución que encontraron es que los chicos estudien en la Escuela Técnica N° 4: una semana
se cursa el nivel secundario, y la siguiente, el nivel primario.” (Darío Toledo, secretario general del
Círculo Santiagueño de Docentes de Enseñanza Media y Superior –CISADEMS–)
Staff
UNIPE: Universidad
Pedagógica Nacional
Rector
Adrián Cannellotto
Vicerrector
Carlos G.A. Rodríguez
Editorial Universitaria
Directora editorial
María Teresa D’Meza
Editor de La educación en debate
Diego Rosemberg
Redactor
Diego Herrera
 |I

Suplemento

1
Abril 2019

Lucha social: resistencias y modelos alternativos

¡A transformar!
débiles en la cadena de suministro: los
campesinxs y los obrerxs.
La presión sobre los precios por parte
de las cadenas de supermercados y de las
transnacionales alimentarias no sólo es
El Atlas del agronegocio realiza una radigroafía del una de las causas principales de las malas
condiciones laborales y de la pobreza,
modelo agroindustrial reinante que, al servicio sino también del avance de la agricultura
industrial, que ocasiona graves problemas
del capital y no de las personas, provoca terribles climáticos y daños al medio ambiente. Así,
la pérdida de suelos fértiles y de la biodi-
consecuencias sociales, sanitarias y ambientales. versidad, la fertilización excesiva de los
océanos y ríos o la emisión de gases de
por Gerhard Dilger e Ingrid Wehr* efecto invernadero es, en gran parte, res-
ponsabilidad de la agricultura industrial.
El Atlas alerta sobre el uso devastador

D
écadas después de la “revolución sobre los diversos temas que se abordan: de glifosato en los monocultivos de soja
verde” del siglo XX, la agroindus- el rol de los consorcios multinaciona- transgénica, el avance de la obesidad y la
tria es más que nunca una expre- les del agronegocio en nuestros hábitos diabetes, como consecuencia de la comida
sión de nuestro mundo desigual y anti alimenticios, los daños ambientales y a ultraprocesada –Chile, Argentina y Uru-
ecológico: mientras que el proceso de la salud causados por el uso excesivo de guay están entre los que más las padecen
concentración de las empresas transna- fertilizantes y agrotóxicos en el cultivo en América Latina– o el consumo excesivo
cionales avanza –la compra de Monsanto de monocultivos transgénicos, el enor- del iceberg. En todas las etapas de la cade- de agua de las plantaciones de exportación
por Bayer es el ejemplo más reciente–, la me peso del lobby agroindustrial y los na de suministro, desde el campo hasta el de palto en Chile. También se abordan los
pobreza de las familias campesinas y de los efectos de los monocultivos, pero tam- mostrador de la tienda, se están llevan- fenómenos del acaparamiento de tierras,
trabajadores rurales aumenta. Y hay una bién las experiencias de resistencias y do a cabo procesos de concentración con la digitalización en el campo, la privatiza-
constante escandalosa, a pesar de todos modelos alternativos. un dinamismo enorme. Y son los actores ción del agua o la contaminación causada
los avances tecnológicos: unos 800 millo- más grandes los que crecen a mayor velo- por los agrotóxicos.
nes de personas siguen pasando hambre. Concentración acelarada cidad y los que imponen sus intereses y Los riesgos de la digitalización y de la
El Atlas del agronegocio, que será publi- La industria alimentaria promueve una sus reglas. genética animal y vegetal en el campo son
cado en ocho suplementos mensuales de imagen idílica de la agricultura porque analizados, al igual que el poder del lobby
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, hace sentir bien a lxs clientes, porque lxs La voraz agricultura industrial del agronegocio en la Unión Europea o
se propone una radiografía actualizada tranquiliza. Muchos ignoran que grandes La línea del conflicto transcurre casi siem- su incidencia en los mal llamados “tra-
del mundo del agro, tantas veces ideali- partes del sector alimentario se reparten pre a lo largo de las desiguales relaciones tados de libre comercio”. La conclusión
zado como una fuente de crecimiento y entre pocas transnacionales. Y la tenden- de poder: entre las transnacionales de los que se impone es que tanto en el Norte
bienestar. cia hacia la concentración del poder sigue sectores agrícola, alimentario y comercial como en el Sur, el modelo agroindustrial
Meses atrás, la Fundación Rosa Luxem- en aumento. por un lado, y la población rural o indíge- reinante está al servicio del capital, con
burgo y la Fundación Heinrich Böll, junto En los países del Sur está creciendo la na por el otro. La brecha entre sus respec- consecuencias nefastas para la vida y la
al Grupo de Ecología del Paisaje y Medio clase media, lo que está provocando un tivas participaciones en los ingresos o las naturaleza, y que su lógica desarrollista
Ambiente (GEPAMA), presentaron la tra- cambio en las costumbres de alimenta- ventas se ensancha cada vez más y la des- es compartida por todos los gobiernos del
ducción al español del Atlas en una edición ción y de consumo. Eso parece asegurar la igualdad global aumenta. mundo.
especial que cuenta con datos actualiza- demanda por los alimentos procesados en Las transnacionales agrarias, empre- Diversos estudios muestran que la
dos y con artículos específicos para Chi- todo el mundo. Hacerse con una porción sas alimentarias y comerciales impulsan agricultura familiar y la agroecología
le y Argentina elaborados por destacadxs lo más grande posible de este pastel ya la industrialización a lo largo de toda la tienen una productividad más alta que
expertxs de la región. Es esta nueva ver- no sólo es la meta declarada de las trans- cadena de valor, desde el campo hasta el los sistemas agroindustriales y menos
sión la que sirve de base a los suplementos nacionales del sector agrario, químico y mostrador de la tienda. Con sus políti- impacto ambiental. Tanto colectivos de
que se publicarán mes a mes. de alimentos, sino también de los bancos, cas de compra y de venta fomentan una productores como de consumidores están
Se trata de un trabajo anteriormente compañías aseguradoras y de las ramas de agricultura centrada en el aumento de organizándose para crear alianzas trans-
publicado en alemán, inglés y portugués, la tecnología de la información. la productividad, y en la que la lucha por nacionales que promuevan un cambio
que apunta a ampliar la difusión de este Compras o fusiones recientes o el obtener participaciones en el mercado hacia sistemas de producción con menos
material y a generar instancias de debate reparto de los mercados son sólo la punta suele desfavorecer a los miembros más insumos de agrotóxicos y fertilizantes.
Ha llegado el momento de discutir el
cumplimiento de estándares de dere-
chos humanos y ambientales a lo largo
La Fundación Rosa Luxemburgo es una institución internaciona- La Fundación Heinrich Böll es una fundación política alemana sin de la cadena de producción y suministro
lista sin fines de lucro vinculada al partido alemán La Izquierda. fines de lucro cercana al partido Alianza 90/Los Verdes. Nuestro agroindustrial. Con el Atlas del agronego-
La oficina regional de Buenos Aires actúa en actividades de for- trabajo se basa en los valores de la justicia social y ambiental y cio queremos abrir el debate para lograr
mación política en Argentina, Uruguay y Chile. Junto a nuestrxs se concentra en dos líneas principales: la promoción de la trans- un cambio necesario en la manera en la
aliadxs, trabajamos por los derechos humanos, los feminismos, la formación socio ecológica y el fortalecimiento de la democracia que producimos nuestros alimentos y en
justicia socioambiental, los procesos de democratización política participativa con un enfoque feminista. Junto con nuestras con- la forma en la que controlamos el poder
y económica, el derecho a la ciudad y los debates de las izquierdas trapartes en el Cono Sur trabajamos en temáticas de transición excesivo de las transnacionales sobre una
plurales, la divulgación del pensamiento de Rosa Luxemburgo, el energética hacia energía renovable no convencional en manos de nuestras decisiones más políticas: la
fortalecimiento de comunidades campesinas y originarias que re- de ciudadanxs y elaboramos propuestas concretas de superar el decisión acerca de cómo nos alimenta-
sisten al actual modelo de acumulación y a la mercantilización modelo agroindustrial vigente con otros sistemas de producción mos nosotrxs y nuestrxs hijxs sin perju-
de la naturaleza. Pensamos alternativas al desarrollo a través de agraria y de alimentación libres de agrotóxicos y transgénicos. dicar a las futuras generaciones. g
conceptos como el buen vivir. https://bit.ly/2RZafbT
*Directores regionales de las fundaciones Rosa
Luxemburgo y Heinrich Böll, respectivamente.
 II |
Reacciones
Protesta, boicot
y resistencia
por Reinhild Benning
En muchos países la población se resiste a las
políticas agrícolas y comerciales que fortalecen el poder
de las grandes multinacionales. El movimiento de pue-
blos fumigados en Argentina es un ejemplo de lucha.
A
pesar de que la cosecha mun-
dial podría alimentar de 12.000 a
14.000 millones de personas, 800
millones de un total de 7.500 millones
pasan hambre. La mayor parte de los po-
bres viven en el campo y del campo. Por
un lado son económicamente débiles, po-
líticamente marginados y su sustento se
ve permanentemente amenazado. Pero
la resistencia que oponen los pobres y los
más pobres contra el despojo de tierras,
la destrucción del medio ambiente y la
caída de los precios asume formas muy
diversas y parece ser incansable.
El movimiento campesino y el de los
sin tierra, surgidos en muchos países del
Sur en las décadas pasadas, tienen su
punto de partida en comunidades indí-
genas. Luchan contra los barones de la
soja, los exportadores de aceite de pal-
ma o las transnacionales mineras por
sus derechos y sus títulos territoriales. Y
contra la caída de los precios de sus pro-
ductos, que con frecuencia es fomentada
por los gobiernos. Y es que los precios
bajos favorecen a los pobres de las ciu-
dades, que suelen ser más importantes
para la resistencia que justamente opo-
nen que las personas que viven en luga-
res remotos en el campo.
Desde la década de 1990, organiza-
ciones campesinas, indígenas, pesqueras,
agrícolas y de otros grupos sociales se
MOVIMIENTO PARA 200 MILLONES DE PERSONAS
Estructura regional de La Vía Campesina en 73 países
La Vía Campesina, considerada
el movimiento social más
grande del mundo, lucha por la so-
beranía alimentaria.
han articulado a nivel internacional para
tratar de ejercer una influencia directa
sobre la política agrícola y alimentaria
internacional. Por ejemplo, en el Comite
Internacional de Planificacion para la So-
beranía Alimentaria (IPC, por sus siglas
en inglés) de la FAO, organización de la
ONU responsable de estos temas, se han
reunido 22 de estas confederaciones re-
gionales e internacionales. La más grande
y más conocida es La Vía Campesina, que
agrupa a 160 organizaciones de 73 países.
El movimiento resalta especialmente la
importancia de las mujeres para la agri-
cultura y la alimentación mundial.
La resistencia tiene muchas formas.
En India, en el 2012, cerca de 60.000
campesinos y personas sin tierra se ma-
nifestaron a favor de reformas agrarias
en marchas pacíficas que duraron meses.
Esto debido a que las marchas de 2007,
que gozaron de atención mundial, faci-
litaron el acceso a la tierra a cientos de
miles, pero la pobreza no se redujo de
manera perceptible, porque la redistri-
bución y las inversiones no bastaron.
En Europa, la resistencia de campesi-
nas y campesinos y de organizaciones no
gubernamentales tuvo como consecuen-
cia que las explotaciones agrícolas casi
no cultiven plantas transgénicas y que
no puedan usar tampoco animales trans-
génicos. Una red de 170 zonas libres de
África 1 Norteamérica
África 2 América Central
Europa América del Sur
transgénicos los combate también a nivel
político. En Alemania, aproximadamen-
te 250 iniciativas ciudadanas de la red
Granjas en Lugar de Agrofábricas impi-
den anualmente el establecimiento de 30
megainstalaciones de engorde. Junto con
alrededor de 50 organizaciones más con-
forman la campaña Mi Agricultura, que
organiza manifestaciones y congresos a la
vez que desarrolla nuevas formas de ac-
ción, por ejemplo, el cerco de mataderos
o las Disco Sopas, eventos donde se pre-
para comida para comedores populares.
Cientos de miles de participantes
exigen una política comercial diferen-
te, con reglas para las transnacionales y
derechos para las personas. Millones fir-
man en acciones online.
Organizaciones críticas del cabil-
deo revelan de manera continua cómo
es que las transnacionales ejercen su
influencia sobre el reparto de las sub-
venciones agrarias, la política comer-
cial y científica y el reparto de dineros
estatales para la investigación. También
desempeña un gran papel la colabora-
ción con denunciantes y con medios de
comunicación independientes, pues-
to que las negociaciones comerciales
se hacen a puerta cerrada y de manera
opaca. Quienes filtran información e in-
forman sobre escándalos en la industria
o en oficinas estatales casi no gozan de
protección legal. Los científicos inde-
pendientes y el Grupo de Científicos
Comprometidos con la Sociedad tam-
bién han venido contribuyendo con
información científica sustantiva. La
Sociedad Científica Latinoamericana de
Agroecología (SOCLA) viene realizando
un aporte sustantivo sobre los impactos
de la agricultura industrial en Sudamé-
rica y las alternativas productivas de la
agroecología y la agricultura familiar.
Los tratados comerciales y, por tanto,
las reglas comerciales, que les facilitan a
las transnacionales extender su control
Fuentes de los gráficos: La Via Campesina, “Members”, https://bit.ly/2zfYSjx; Heiko Spitzeck,
“Nestlés Marketing von Babymilchpulver”, en Heiko Spitzeck, Moralische Organisationsentwicklung.
Was lernen Unternehmen durch Kritik von Nichtregierungsorganisationen?, St. Galler Beiträge zur
Wirtschaftsethik 42 (2008,): 98-132; Helen Brügger, “Spionieren verboten“, en: Woz, 31-3-13, http://
bit.ly/2gFZ6tM; ARD, “Der Nestlé-Check”, http://bit.ly/2flbdH5.
Caribe
Asia Sudeste y Asia Oriental
Asia Meridional
sobre los mercados, fueron objeto de
resistencia no sólo en Europa y Nortea-
mérica. También en el Sur los afectados
se defienden contra los tratados de libre
comercio. Cuando en Camerún la impor-
tación de sobras de carne de pollo des-
de Europa casi destruyó la producción
avícola local, se inició un movimiento
ciudadano con una campaña contra los
“pollos de la muerte” europeos. Este mo-
vimiento reveló incontables abusos de la
importación a Camerún y de las condi-
ciones de higiene y movilizó a medios, a
la opinión pública y a políticos en las ciu-
dades y en el campo. La resistencia rin-
dió frutos después de tres años: en 2006
el gobierno limitó las cantidades de pollo
que se podían importar, a pesar de las
amenazas de la Organización Mundial
de Comercio (OMC).
El boicot mundial contra Nestlé de
1977 a 1984, por su agresiva campaña
publicitaria de la fórmula para bebés
(véase recuadro), ha sido quizá la acción
más exitosa contra una multinacional
de alimentos. Nestlé cambió su proce-
der y un código de la OMC regula desde
entonces ese tipo de publicidad. Pero la
reputación de Nestlé quedó arruinada
hasta el día de hoy.
El movimiento de pueblos fumiga-
dos, que crece en Argentina como una
reacción de la población urbana frente
al surgimiento de enfermedades en ciu-
dades vinculadas con el modelo agrícola
industrial se muestra no sólo como una
reacción de alerta, sino también propo-
sitiva, que demanda para su sistema de
producción alimentaria más agroeco-
logía. La fuerte reacción del pueblo de
Malvinas Argentinas, frente a la insta-
lación de un déposito de agroquímicos
dentro de su misma ciudad por parte de
la compañía Monsanto, dio lugar, luego
de meses de lucha, al retiro de la compa-
ñía. Las mujeres ocuparon un papel fun-
damental en esta lucha. g
ATLAS DEl agroNEGOCIO - 2018 / VÍA CAMPESINA
 | III

NESTLÉ: LA TRANSNACIONAL CON LA PEOR IMAGEN DEL MUNDO

Desde hace más de 40 años se critica la agresiva comercialización de su leche en polvo para bebés. Un viaje en el tiempo con la historia
previa, el boicot activo y sus secuelas hasta el día de hoy.

Antecedentes Boicot activo Repercusiones actuales

1969 Crítica del Grupo Asesor de Proteínas
de la Naciones Unidas: la publicidad directa
de la leche en polvo “saludable” en países
en desarrollo es la causa indirecta de que
las madres dejen de amamantar y los niños
mueran. Causas: agua putrefacta, prepara-
ción no estéril (diarrea), dilución, carencia
de nutrientes (desnutrición).
Nestlé publicita su leche en polvo Lactogen
en radio, con carteles y “enfermeras de la
leche”, mujeres disfrazadas de enfermeras
que participan de las ganancias por las
ventas.
1973 En el artículo de revista The Baby Food
Tragedy médicos critican la campaña particu-
larmente agresiva de Lactogen. Nestlé lamenta
que no se le haya consultado.
1974 La organización inglesa War on Want
publica el reporte The Baby Killer. El grupo
de trabajo Dritte Welt Bern (AgDW) saca la
edición en alemán de Nestlé tötet Babys
[Nestlé mata bebés].
Nestlé demanda a activistas de AgDW.
1977 La Infant Formula Action Coalition
(INFACT) convoca a un boicot contra Nestlé.
En todo el mundo se forman grupos de acción
para llamar la atención sobre el problema.
1978 Audiencia en el Senado de Estados
Unidos sobre la necesidad de un código de
ética en la mercadotecnia.
1979 La Organización Mundial de la Salud
(OMC) y la Unicef organizan una confer-
encia sobre el tema. Se funda la red Baby
Food Action Network (IBFAN).
1980 Se hace público un memorándum
interno de Nestlé acerca de un procedi-
miento planificado e intensivo en contra de
sus críticos. La Asamblea Mundial de la Sa-
lud, el órgano máximo de la OMC, aprueba
un código ético para la comercialización de
productos sucedáneos de la leche materna.
1984 La coordinación del boicot se
reúne con directivos de Nestlé que acepta
algunos puntos de crítica. Se le pone fin al
boicot.
1998 IBFAN recibe el Premio Nobel alter-
nativo (Right Livelihood Award).
2000 En una audiencia frente a la Com-
isión de Desarrollo del Parlamento Europeo
participan IBFAN y Unicef, pero no Nestlé.
2001/02 Celebridades se niegan a parti-
cipar en festivales patrocinados por Nestle.
Nestlé desestima de manera constante
las acusaciones contra su leche en polvo.
Afirma que son infundadas, desactualiza-
das o basadas en una interpretación dolosa
del código ético.
2008 Se descubre en Suiza que tres in-
formantes contratadas por Nestlé espiaron
desde 2003 a críticos de la globalización
del movimiento Attac, que entre otras
acciones preparaban un libro sobre Nestlé.
2011 Después de protestas en Laos, un es-
tudio independiente revela fallas en el ma-
terial de información. Ya en años anteriores,
productos de leche en polvo se habían

ATLAS DEl agroNEGOCIO - 2018 / SPITZECK/WOZ/ARCHIV

La transnacional suspende algunas activi-
dades críticas.
1975 La película de Peter Krieg Los niños
del biberón llega a los cines de arte.
1976 Se condena a los activistas de AgDW
a pagar multas de 300 francos, porque se
considera que Nestlé no incurrió en crimen. Al
mismo tiempo, el juez califica los métodos de
Nestlé como “poco éticos e inmorales”.
1988 Fabricantes de leche en polvo para
bebés reparten pruebas publicitarias en
instalaciones de salud. En Estados Unidos
Nestlé publicita intensivamente el pro-
ducto. Se reactiva el boicot.
1989 Según el Wall Street Journal, la
agencia de publicidad de Nestlé en Estados
Unidos recomienda infiltrar a grupos de
críticos. Nestlé se distancia de la propuesta.
1995 En Gran Bretaña se restringe publi-
cidad de la leche en polvo como alimento
para bebés.
etiquetado repetidamente en lenguas que
no entendían los grupos meta.
2013 Como consecuencia del Nestlégate,
en Suiza Nestlé y el servicio de seguridad
Securitas deben pagar 3.000 francos en nueve
casos, respectivamente, como indemnización
por “infiltración a la esfera privada”.
2015 El “Chequeo de Marcas” del canal
televisivo alemán ARD informa sobre leche
en polvo para bebés en las Filipinas. Según
Nestlé, sus representantes sólo informaban
en los centros de salud sobre los productos
del consorcio.

Alternativas por la agricultura orgánica. La agroeco-

logía apuesta a una agricultura familiar,

Los muy pequeños contra

adaptada a los ecosistemas y recursos
locales, promueve la producción y el con-
sumo local y su bandera inclaudicable es
la soberanía alimentaria, defendida por

los muy grandes

organizaciones como La Vía Campesina,
que en América Latina se concentran bajo
las perspectivas del MAELA de forma
institucional o por los movimientos cam-
por Jan Urhahn y Christine Pohl pesinos independientes que luchan por la
tierra en los sectores rurales y urbanos de
América Latina.
La agroecología apuesta a una agricultura que utilice de manera efectiva los recursos Se imitan y optimizan procesos natu-
rales al usar de manera efectiva recursos
disponibles a nivel local y que permita ciclos alimentarios y energénticos tan cerrados disponibles a nivel local, y al crear ciclos
como sea posible. En América Latina esta modalidad crece a pasos agigantados. alimentarios y energéticos tan cerrados
como sea posible. Con la agroecología se
reduce la dependencia de las transnacio-

E
n todo el mundo existe otra agricultu-
ra que está trabajando en sistemas de
alimentación ecológicos y con justi-
cia social. Paso a paso están sacando ade-
lante la transición alimentaria y agrícola.
Con el concepto de agroecología tanto los
agricultores campesinos como los movi-
mientos sociales, rurales y urbanos han
creado en todo el mundo un proyecto
alternativo a la agricultura industrial. Lo
mismo científicos y organizaciones de la
sociedad civil, órganos de las Naciones
Unidas como la FAO o el Programa de
las Naciones Unidas para el Ambiente y
diversos gobiernos están tomando el con-
cepto y escalando en sus avances.
No es extraño ahora que la agroecolo-
gía, que ha logrado un creciente lugar en el
mundo, sea equiparada con la agricultura
ecológica u orgánica o que se la confunda
con el concepto de la intensificación sus-
tentable, que tiene como objetivo produ-
cir más con menos recursos. Ambas co-
sas son equivocadas, pues la agroecología
cuestiona, al mismo tiempo, las lógicas y
las relaciones de poder inherentes al sis-
tema e impulsa procesos importantes de
acceso a la tierra, al agua o a la agrobiodi-
versidad, aspectos que en general no son
asumidos como compromisos relevantes
nales agrícolas. Para aumentar la fertili-
dad del suelo ya no es necesario recurrir a
los fertilizantes sintéticos, porque son los
restos de plantas, el estiércol animal y los
árboles (cortezas, frutos, hojas), los que se
ocupan de que haya los nutrientes nece-
sarios. Las plagas ya no se combaten con
pesticidas, sino con cultivos mixtos y poli-
cultivos: los cultivos agrícolas se siembran
junto con plantas que o bien repelen a los
 IV |

SRI: UNA ALTERNATIVA A LA REVOLUCIÓN VERDE

El sistema de cultivo intensificado de arroz: un manejo cuidadoso de plantas y suelos en lugar de grandes unidades y mucha química.

Plántulas más Uso de plántulas Amplio espacio Conservación del Fertilizante Suelo oreado y com-
Principios jóvenes (de 8 a 12 individuales (en entre las campo húmedo, en orgánico bate de la maleza
días, en lugar de 15) lugar de haces) plantas vez de inundarlo (composta) con aparatos

Cosechas Mayor Ahorro de Formación Sin costos

Consecuencias considerable- carga de agua y de de raíces más adicionales
mente mejores trabajo semillas profundas

Para pro- Con Con escasez

Solución ductores campos de recuros
campesinos pequeños

ATLAS DEl agroNEGOCIO - 2018 / CORNELL

En la fase de prueba.
Inicio con poca participación.
Fomento institucional, participación en algunas regiones.
Apoyo también por parte del gobierno, participación reconocible en varias regiones.
Apoyo por parte de la política gubernamental, muchos usuarias y usuarios en varias regiones.

El SRI ofrece muchas ventajas sociales y económicas, incluso en tiempos del cambio climático. El método se está difundiendo rápidamente.

insectos indeseados o bien atraen a los que
son útiles. Este método, que se usa en todo
el mundo, se conoce como push and pull.
En lugar de comprar las semillas hí-
bridas de las transnacionales, los agroe-
cólogos producen sus propias semillas, las
desarrollan y las distribuyen en bancos de
semillas locales y redes de trueque. Ade-
más, estas semillas campesinas están bien
adaptadas a las condiciones ambientales y
climáticas regionales.
En la agricultura convencional los
rendimientos pueden ser más altos si
los suelos, la disponibilidad de agua y las
condiciones climáticas son buenos y si,
al mismo tiempo, se usan fertilizantes y
pesticidas especiales para semillas de alto
rendimiento. Pero los agricultores con
frecuencia se deben dar por satisfechos
con localidades en las que las condiciones
no son perfectas. Además, estos grupos,
casi siempre con menos recursos econó-
micos, no se pueden permitir costosas es-
pecies de alto rendimiento, fertilizantes ni
pesticidas o incurrir en un fuerte endeu-
damiento, luego del cual no pueden salir.
Para ellos resultan más adecuados
los métodos agroecológicos, puesto
que se adaptan a las condiciones loca-
les. Por ejemplo, con un sistema suave
de intensificación del cultivo de arroz
(SRI, por sus siglas en inglés), que es
usado por 10 millones de campesinos y
campesinas en más de 50 países en Asia,
África y América Latina, se alcanzan
rendimientos hasta 47% más altos que
los logrados mediante métodos conven-
cionales. Y la fertilidad de los suelos
se conserva a largo plazo. En México y
Centroamérica, las chinampas y el mo-
delo de milpa dan de comer a millones
de personas, así como los sistemas an-
cestrales de producción en andenes en
la zona andina, la huerta Kichwa en la
Amazonia, los sistemas agrosilvopas-
toriles en Colombia, Argentina o Uru-
guay, representan un conjunto de siste-
mas productivos que escalan en todos
los niveles, desde pequeñas a medianas
unidades productivas.
También los consumidores pueden
independizarse de las transnacionales
y así contribuir a sostener las prácticas
agroecológicas locales, con lo que se lo-
gra además mejores precios y calidad. En
Europa y Estados Unidos el movimiento
de la Agricultura Solidaria (SoLaWi, por
su abreviatura en alemán) está creando
un contramodelo alternativo a las com-
pras en los supermercados. Consumido-
ras y consumidores se unen con produc-
toras y productores y planean de manera
conjunta el año fiscal de una explotación
agrícola. Los costos se asumen de mane-
ra conjunta. A cambio hay una participa-
ción en la cosecha, fijada de antemano.
En Europa, hoy en día aproximadamente
2.800 SoLaWis abastecen de alimentos a
medio millón de personas.
También los mercados semanales en
muchas ciudades se las arreglan mayor-
mente sin intermediarios. En el Norte
son, sobre todo, los mercados de campe-
sinos con su comercio de productos re-
gionales los que representan una alterna-
tiva. Pero también en el Sur los mercados
campesinos con subvenciones a nivel ur-
bano pueden facilitarles un mejor acceso
a los mercados regionales a campesinas
y campesinos que trabajen de manera
agroecológica. En Bogotá, la capital de programa de alimentación escolar esta-
Colombia, por ejemplo, las ventas en los tal. Ahora más de 45 millones de niños
mercados campesinos producen aproxi- y jóvenes de todo el país son abastecidos
madamente 25% de ganancia, a pesar de con comida, que en gran parte procede
que los precios son hasta 30% más bara- de pequeños productores y productoras
tos que en los comercios minoristas. agrícolas. Tales iniciativas para la confi-
Tanto en el Norte como en el Sur guración conjunta de sistemas alimenta-
varias iniciativas reúnen a todos los rios locales pueden ser una herramienta
actores del sistema alimentario para efectiva para la transición hacia un siste-
aglutinar capacidades y recursos. Así ma alimentario viable y democrático. Lo
se pueden crear estrategias para una mismo sucede en Brasil, donde los abas-
reorientación de los sistemas alimen- tecedores de los organismos públicos,
tarios regionales. En Estados Unidos, hospitales, escuelas, colegios, jardines de
Canadá y Gran Bretaña los Consejos infantes o cárceles, son en muchos casos,
Alimentarios ya están desempeñando productores provenientes de la pequeña
un papel de cierta importancia como agricultura familiar.
plataformas para la sociedad civil, la La integración de conocimientos y el
economía local, la ciencia, la política y la dialogo de saberes ha crecido tanto en
administración. El Consejo Alimentario América Latina, que científicos y campe-
de Toronto, por ejemplo, acordó un plan sinos se nuclean para encontrar solucio-
de acción contra los problemas del sis- nes a los problemas planteados por la
tema alimentario local, que entre otros producción. La Sociedad Científica La-
beneficios prevé ingresos más altos para tinoamericana de Agroecología (SOCLA)
los campesinos, comedores escolares e aporta conocimiento para resolver pro-
información sobre la salud. blemas técnicos de los productores (algo
En Alemania en el año de 2016 se que hasta ahora no hacían ningunos de
constituyeron Consejos Alimentarios en los INIA –Institutos Nacionales de Inves-
Berlín y en Colonia, y siguen surgiendo tigación Agropecuaria– creados emulan-
nuevas iniciativas. En el Sur hay también do las lógicas de la Revolución Verde y el
iniciativas similares: en Brasil se fun- conocido modelo de USDA), que a través
dó ya en 1993 el Consejo Nacional para de procesos de acción –participación acti-
Seguridad Alimentaria, que codiseñó el va buscan su resolución. g
Fuentes de los gráficos: Inkota, Misereor, Oxfam (Hrsg.) Besser anders, anders besser. Mit Agraröko-
logie die Ernährungswende gestalten, 2016, http://bit.ly/2gXJmyr; Urgenci, Overview of community
supported agriculture in Europe, 2016, http://bit.ly/2hsK9be; S. 35: Cornell University, Global Adoption
of SRI in 2016, http://bit.ly/2gITX2s; D. Glover, The System of Rice Intensification: Time for an empirical
turn, NJAS 57 (2011), S. 217-224, http://bit.ly/2hsFRAr; EP, Agricultural Technologies für Develo-
ping Countries, Annex 3, Case Study “The system of rice intensification”, 2009, http://bit.ly/2gXLMNt