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CLAUSTRO

Oposiciones Profesores de Enseñanza Secundaria


Lengua y Literatura Españolas

EJERCICIO PRÁCTICO DE LAS OPOSICIONES DE 2004

Ejercicio 4.

Los cristianos de Occidente habían visto pasar ante sus ojos, con la rapidez de una estrella fugaz,
el temido Año Mil, sin que el mundo saltara en pedazos, como algunos aguardaban, acompañado tan
solo de señales que la credulidad de las gentes acrecentaba hasta lo fabuloso: el cometa que durante una
noche de septiembre llenó el cielo con su resplandor y la tierra con la incertidumbre de alguna
calamidad inminente; el dragón que algunos ojos aterrados creyeron ver también en el cielo, o el
terremoto de que nos habla la crónica de San Medardo de Soissons. Hubo, además, otras calamidades,
menos espectaculares pero más perjudiciales y mortíferas, como la epidemia de 997, llamada el “mal
de los ardientes”, las hambres de 1002 y 1003 o el movimiento herético de Lieutard, cuyos partidarios
llegaron a pisotear el crucifijo y se negaron a pagar los diezmos, en una actitud propia —como dice
Focillon— de aquellos a los que el sufrimiento y la angustia han roto la voluntad de seguir viviendo.
Mas, unos tras otros, señales y plagas, y con ellas los temores se fueron disipando. La Iglesia
había hecho particular hincapié en resaltar que sólo a Dios le correspondía señalar la hora en que había
de comenzar la “noche del mundo”. La confianza volvía a los corazones de los que habían desesperado.

1. Analice sintácticamente desde el comienzo del texto hasta “...la crónica de San Medardo
de Soissons”.
2. Analice la estructura de las palabras y las relaciones semánticas en el texto.

Repuesta para la pregunta 1

El fragmento de texto del que se nos pide su análisis presenta una sintaxis típicamente
expositiva. Lo decimos así para empezar aportando algún comentario a la tarea analítica que se nos
encomienda: el análisis sintáctico puede convertirse en una labor mecánica y poco útil, e incluso (lo que
es peor) en una ocupación enojosa para quien debe leer el resultado, si no se acompaña de conclusiones
que aclaren las características textuales.
Las principales razones sintácticas que nos han hecho empezar por adscribir el texto a la forma
discursiva de la exposición son las siguientes:
—las casi seis líneas que nos ocupan contienen una sola oración, compuesta por hasta diez
predicados, contado el principal. La única relación existente entre esas diez proposiciones es la
subordinación o hipotaxis, en sus tres tipos generales: sustantiva, adjetiva y adverbial.
—Además, esta única oración se desarrolla mediante un orden rigurosamente lineal (sujeto,
verbo principal y complementos, que se van acumulando conforme avanza la oración). Este orden lineal
se manifiesta en un análisis gráfico (que no realizaremos por razones obvias) mediante la forma de una
“escalera”, por la ordenación casi sistemática de los complementos tras sus núcleos. Es el orden
sintáctico más neutro, el que mejor se adapta a la teórica pretensión de objetividad de un texto como
el que nos ocupa.
—En tercer lugar, siendo la sintaxis muy compuesta (un largo periodo oracional con diez

©R.García/L.E.Gómez/J.A.González/J.C.Hernanz/E.Jaenes/R.Lucena/J.L.Luengo/J.M.Rico/R.Viñuelas
Prohibida la reproducción total o parcial © 2010 Claustro S.L.
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O’Donnell, 26 41001 SEVILLA Tel. 954 50 25 98
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proposiciones), no se puede decir que sea compleja en el sentido común del término (esto es, difícil de
analizar): las relaciones entre sus proposiciones aparecen claramente marcadas por los nexos, de modo
que las dudas de interpretación sintáctica que aparecen en el fragmento (como se verá) no se deben a
la construcción de la oración, sino que son problemas sintácticos del español repetidamente debatidos
por los lingüistas.
Para no perder la visión general que hemos pretendido desde el principio, daremos a
continuación una interpretación general del fragmento. Luego nos limitaremos a explicar los casos que
requieran algún detalle o que admitan discusión. Subrayaremos los núcleos de los distintos predicados
para mayor claridad expositiva.
La oración comienza con el sujeto (Los cristianos de Occidente) del verbo principal habían
visto. Este predicado tiene, en puridad, solo dos complementos: directo (el temido Año Mil) y
complemento predicativo del complemento directo, en forma de proposición subordinada sustantiva
(pasar ante sus ojos, con la rapidez de una estrella fugaz). Cada uno de estos complementos se
desarrolla mediante una nueva subordinada: la proposición subordinada adverbial de modo sin que el
mundo saltara en pedazos complementa a la proposición de pasar; acompañado tan solo de señales
constituye una proposición subordinada adjetiva de participio en función de complemento predicativo
de el temido Año Mil. Pero, como es de rigor en la exposición, necesitada de continuos detalles, nuevos
complementos vienen a completar a los anteriores: como algunos aguardaban es una proposición
subordinada adverbial modal de la proposición de saltara; que la incredulidad de las gentes
acrecentaba hasta lo fabuloso es una proposición subordinada adjetiva en función de adyacente del
sustantivo señales, núcleo nominal de un sintagma que luego analizaremos. Los dos puntos que siguen
cumplen una función frecuentísima en los textos expositivos: introducir una aposición, en este caso tres,
coordinadas disyuntivamente, separadas dos de ellas por el punto y coma, pues la primera se ramifica
también: el cometa, el dragón o el terremoto. Esta aparente coordinación disyuntiva en realidad
pretende tener el efecto de una coordinación copulativa no cerrada: podrían ponerse otros ejemplos de
señales. Pero no hemos terminado, pues cada uno de esos sustantivos apositivos tiene su subordinada
adjetiva que lo complementa: 1) el cometa que durante una noche de septiembre llenó el cielo con su
resplandor y la tierra con la incertidumbre de una calamidad inminente; 2) el dragón que algunos
aterrados creyeron ver también en el cielo (la proposición de ver es subordinada sustantiva de
complemento directo de creyeron); 3) el terremoto de que nos habla la crónica de San Medardo de
Soissons.
Como se ve, hemos subrayado diez formas verbales, tal como se había anunciado más arriba.
No creemos necesario entrar en detalles sino en estos casos:
—La construcción habían visto pasar ante sus ojos el temido Alo Mil es un ejemplo de un
problema amplia y diversamente debatido por distintos lingüistas. Apresuradamente se suele hablar de
oraciones con dos complementos directos (las que tienen verbos factitivos, como hacer, o de
percepción: ver, oír...) Nos parece que esta explicación no es tal, pues se limita a etiquetar una
construcción relativamente frecuente en español, no a explicarla sintácticamente. Precisamente porque
es una estructura frecuente en nuestra lengua tampoco podemos aceptar la interpretación de Héctor
Campos, que las llama “cláusulas infinitivas excepcionales”1. La solución que aportamos nos parece

1
“Transitividad e intransitividad”, en Gramática descriptiva de la lengua española, Tomo II, dirigida por Ignacio
Bosque y Violeta Demonte, Espasa, , Madrid, 1999, págs. 1542 y ss.

©R.García/L.E.Gómez/J.A.González/J.C.Hernanz/E.Jaenes/R.Lucena/J.L.Luengo/J.M.Rico/R.Viñuelas
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la única posible si se quiere usar el repertorio usual de funciones sintácticas: está claro que pasar ante
sus ojos complementa, dentro del predicado, al complemento directo el temido Año Mil, del mismo
modo que lo complementaría, por ejemplo, el adjetivo interminable: habían visto interminable el
temido Año Mil.
—Hemos considerado que acompañado tan solo de señales constituye una proposición
subordinada adjetiva y no solo un sintagma porque queremos destacar el valor verbal de acompañado.
Así, preferimos analizar de señales como un complemento agente de ese verbo pasivo, mejor que como
un simple complemento preposicional del adjetivo.
En conclusión, nos reiteramos en que la sintaxis es compuesta pero no compleja (en el sentido
de ‘difícil’); las proposiciones se acumulan por la necesidad de exponer con el máximo detalle.

Repuesta para la pregunta 2

Tenemos que responder en realidad a dos preguntas, no a una sola. Quizás el enunciado parezca
estar orientado a un análisis léxico-semántico general del texto, pero la petición de que se analice “la
estructura de las palabras” nos obliga a empezar por lo propiamente morfológico.
Efectivamente, consideraremos que las palabras están formadas por unas unidades lingüísticas
denominadas monemas, las que Martinet consideró “signos lingüísticos mínimos”. Aunque hablamos
con palabras, es cierto que este término no permite una definición lingüística precisa, que sí tiene el de
monema. Dos son los tipos de monemas que existen: lexemas, con significado léxico, y morfemas, con
significado gramatical. Los morfemas pueden ser independientes o afijos: estos se dividen en
constitutivos y facultativos.
A partir de estos tipos de monemas se establece una clasificación morfológica de las palabras
que considera su estructura, no su clase gramatical ni su función. Así, se establecen los siguientes tipos:
—Palabras simples son, obviamente, aquellas que están constituidas por un solo monema, que
puede ser lexema (en nuestro texto: estrella, Año, mundo, cometa, noche, cielo, tierra, mal, Dios) o
morfema independiente (de, con, sin, que, como, tan, en, pero, o). El problema (que no podemos
considerar ahora) surge cuando se cuestiona que algunas de las preposiciones o conjunciones citadas
carezcan de significado léxico: ¿son tan gramaticales de como pero? ¿Una misma preposición no puede
tener distintos usos, unos más cargados de significado léxico y otros completamente gramaticales?
Pero también son palabras simples aquellas que tienen, además de un lexema (o morfema
independiente, tal es el caso de los determinantes) sus morfemas constitutivos: el género y el número
en el sustantivo; el género, el número y el grado en el adjetivo; el grado en el adverbio; y todos los
morfemas propios en el verbo: persona, número, tiempo, aspecto... El primer ejemplo es paradójico:
habían visto, forma verbal llamada perfecta, es en realidad una palabra tan simple (de acuerdo con el
criterio que estamos desarrollando, basado en los monemas que la constituyen) como ver, pues no tiene
más que el lexema y sus morfemas constitutivos o flexivos (flexionar una palabra no es más que
establecer sus variantes sin que cambie su clasificación formal). Otros ejemplos de este caso: ojos,
saltara, pedazos, señales, gentes, creyeron, Hubo, hambres, llegaron, propia, los, la...
—Palabras derivadas son las que tienen un lexema y un morfema facultativo o derivativo.
Todos los prefijos son morfemas de este tipo, así como todos los sufijos que no sean constitutivos
(citados antes). Es sencillo, pues, encontrarlas en cualquier texto, a no ser que se cuestione el origen

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etimológico de las palabras. Pongamos un ejemplo: la palabra corazones (última línea de nuestro texto)
puede ser percibida como un aumentativo a causa de su terminación; sin embargo, el hablante que no
sepa algo de latín será incapaz de encontrar la palabra primitiva de la que deriva. ¿Cuántos hablantes
serían capaces de relacionar el sustantivo voluntad (línea última del primer párrafo) con el verbo latino
volo? Para que los hablantes no especialistas reconozcan que una palabra es derivada, han de encontrar
la simple o primitiva de la que deriva. En el texto tenemos los siguientes ejemplos indudables:
cristianos, rapidez, fugaz, acompañado, credulidad, acrecentaba, fabuloso, incertidumbre, aterrados,
espectaculares, movimiento, herético, diezmo (evolución popular de decimus), pisotear, actitud,
confianza...
Mención aparte merece el caso de ardientes: etimológicamente es una forma del paradigma del
verbo arder; sin embargo, el participio de presente no existe en español como forma flexiva verbal. Así,
devienen en formas adjetivas derivadas para el común de los hablantes. Lo mismo podemos decir de
Occidente (etimológicamente, ‘el que mata’), solo que aquí el reconocimiento de la raíz es imposible
para quien no sabe latín.
—Palabras compuestas son las que contienen dos o más lexemas o morfemas independientes.
Del primer tipo tenemos en el texto, muy claras: terremoto e hincapié. Unos sencillos conocimientos
etimológicos permiten sumar a esta lista crucifijo y mortíferas. Del segundo tipo (más de un morfema)
solo podemos encontrar en el texto ejemplos irreconocibles por la mayoría de los hablantes: aquellos,
además.
Cabe, no obstante, ampliar el concepto de composición, saliendo de lo estrictamente
morfológico para entrar en un terreno también léxico-semántico. Nos referimos a las lexicalizaciones
de algunos sintagmas que el uso acaba convirtiendo en unidades de comportamiento (del tipo de
guardia civil). En el texto encontramos un caso claro de lo que algunos autores llaman disyunción:
estrella fugaz. Podríamos sumar otro ejemplo, limitado en este caso a los límites del texto o de la
historiografía medieval, que nos sugiere el uso de las mayúsculas en Año Mil. Otra marca formal, en
este caso las comillas, nos puede sugerir dos ejemplos de sinapsia: “mal de los ardientes” y “noche
del mundo”.
—El último grupo es el de las palabras parasintéticas. Hay dos criterios generales para
definirlas: algunos dan este nombre a los fenómenos de derivación y composición cuando se dan en la
misma palabra. Una variante más restrictiva considera que a la condición anterior habría que sumar la
de que no exista de forma aislada en la lengua el segundo elemento del compuesto con ese sufijo. Si
aceptamos esta opinión, no hay ninguna palabra parasintética en nuestro texto. Pero hay otra opinión:
llamar parasintéticas a las palabras que hacen uso simultáneo de la prefijación y la sufijación. Si
opinamos así, tendríamos que extraer de la lista de las derivadas, para incluirlas aquí, las palabras
incertidumbre y confianza.

Las relaciones semánticas que se pueden dar entrelas unidades de la lengua (no exclusivamente
entre palabras) son hiponimia, sinonimia, polisemia, homonimia y antonimia. Estas relaciones deben
ser estudiadas preferentemente en textos, en los que los significados usualmente amplios de las palabras
se concretan (se convierten en sentidos). De la polisemia no hablaremos, pues es una característica que
no suele darse en los textos (si no es por la aparición del recurso conceptista de la disemia): en ellos los
significados polisémicos potenciales se actualizan. La homonimia es una particularidad más bien léxica,
formal, que semántica: se enuncia entre estas relaciones por su necesidad de diferenciarla de la

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polisemia. Tendremos que hablar, pues, de hiponimia, sinonimia y antonimia.


La semántica estructural ha pretendido organizar los significados de las lenguas en campos
semánticos, término que se usa con propiedad para hablar de la organización significativa de una
lengua: un campo semántico implica un campo léxico, que es una estructura paradigmática constituida
por unidades léxicas que se reparten una zona de significación común y que se encuentran en oposición
inmediata las unas con las otras. Según estas definiciones, para hablar de campos semánticos o léxicos
hay que sobrepasar los límites de cualquier texto. Nosotros no queremos hacerlo, pero tampoco
queremos hablar en general de las relaciones significativas entre los vocablos del texto que no se
incluyen en los límites estrechos de los conceptos citados arriba. Para ello a la hora de hablar de campo
semántico olvidaremos momentáneamente el rigor lingüístico y llamaremos así a lo que sería un campo
asociativo (de criterio psicológico) o un campo conceptual (de criterio lógico).
La hiponimia es una relación jerárquica que precisa de la de hiperonimia y de la cohiponimia.
Hiperónimo es el término cuyo significado incluye al hipónimo. En el texto, calamidades funciona
como hiperónimo de terremoto, epidemia, hambres y movimiento herético, que son, pues, sus
hipónimos, y cohipónimos entre sí, por tanto.
El discutido concepto de sinonimia (¿existen realmente los sinónimos de lengua?) puede
ejemplificarse en el texto con la pareja plagas y calamidades. Por su aparición consecutiva en el texto,
con intención intensificadora, podemos aportar un segundo ejemplo: el sufrimiento y la angustia.
Se aprecia en el fragmento una conseguida relación de antonimia dentro de la proposición “llenó
el cielo con su resplandor y la tierra con la incertidumbre...”: el paralelismo sintáctico refuerza la
oposición significativa textual entre cielo y tierra, y resplandor e incertidumbre.
Como puede observarse por los ejemplos, las relaciones anteriores parten de una condición
morfosintáctica: solo pueden ser sinónimas, antónimas o hipónimas palabras que funcionen con la
misma categoría en el texto. Por eso se hace necesario recurrir al criterio más vago de campo semántico
para terminar de explicar las relaciones significativas internas de un texto. Pero hemos de insistir en que
no vamos a revelar la existencia de campos semánticos en el sentido estricto del término (pues requieren
el mismo basamento morfosintáctico que las relaciones antes explicadas), sino más bien de campos
conceptuales o asociativos, de repeticiones de significados (de semas) a lo largo del texto. Es una
imprecisión frecuentemente repetida en los análisis lingüísticos de textos.
Hecha la precisión, empezaremos por señalar el carácter sintético de la oración que cierra el
texto: “La confianza volvía a los corazones de los que habían desesperado”. Aquí se establece una
oposición entre confianza y una larga serie de términos aparecidos en el texto: temido, aguardaban (con
el sentido textual de ‘temían’), inminente (lo que lo es se teme más), aterrados, temores y habían
desesperado (que cierra el texto). En estos casos no se puede hablar de sinonimia, aunque haya afinidad
de significado, ni de antonimia (en todo caso, entre temores y confianza), sino de campo conceptual.

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