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—¡Por favor!
—¿De qué? —La mirada que Owen recibió del rubio, fue
significativa. Se sonrojó, cuando una intermitente imagen de los
dos, piel a piel, apareció en su mente, y luego continuó—: Es lo
que tienes que hacer. No puedes morir.
¿En que coño se había metido? Abrió los ojos cuando este
dejó de beber y miró profundamente a los ojos azules, casi
violetas, del gran hombre, fijos en él. En el momento en el que el
hombre gritó su liberación, ya estaba desvaneciéndose en el
negro vacío. Múltiples orgasmos eran demasiado para que los
manejara su virgen cuerpo.
—¿Hola?
—Hey, Zac —dijo, sintiéndose repentinamente nervioso—.
Soy Constantine Stylianos. ¿Tienes un minuto? Tengo un par de
cosas que hablar contigo.
—No, está bien, parece que no quiere tener nada que ver
con los cambiaformas lobo.
—¿Qué recuerdas?
Owen asintió.
Owen susurró las palabras en voz tan baja que apenas las
pudo percibir. Extendió una mano hacia Owen. —¿Me puedes
escuchar? —el corazón le dio un vuelco, luego se aceleró al darse
cuenta de lo que Owen le estaba diciendo. Si Owen lo oía, ¿por
qué nunca le había contestado? Constantine se había confesado,
suplicando una respuesta.
—¿Perdón?
—¿Y ahora?
—Hola —susurró.
—¿Descansaste algo?
—Podría comer.
Lleno de pesar por no poder seguir hablando en ese íntimo
tono, se puso en pie y caminó de regreso, a través de la
habitación, para agarrar la bolsa de comida que había traído para
Owen y Christian. La llevó a una pequeña mesa y se sentó.
—¿Nuestra casa?
Asintió, sin decir una palabra, pero Owen podía ver la duda
y ansiedad en su rostro repentinamente tenso, la preocupación
en sus ojos azul-violeta. Owen empujó la camisa de Constantine
hasta las axilas luego se inclinó hasta que sus pechos se
apretaron. Acarició con una mano el costado de la mandíbula de
Constantine.
—¿En serio?
—Cons… Constantine.
—¿Sí?
—¡Maldición!
—¿Christian?
—Gran idea.
¡Owen!
Mierda, ni siquiera había pensando en no dejar a Owen
solo. Constantine, que era mucho más rápido y más grande que
él, voló hacia allí. Además, a pesar de que había sanado casi
completamente, Christian estaba todavía dolorido por la paliza.
—Estoy muy feliz ahora que los tengo a los dos —dijo
Constantine, de repente, de pie en la puerta del lado del
conductor. Todavía sonaba más como un gruñido, porque estaba
en su tercera forma. Pero era visible ahora—. No tengas miedo
de mí, Owen.
—Está bien, acaba de una vez —Owen cerró los ojos con
fuerza. Christian lo abrazó por la espalda por lo que no saltó
cuando Constantine le presionó la nariz y empeoró la situación.
Asintió, Constantine colocó sus manos a ambos lados de la nariz
de Owen. Con un tirón y un fuerte chasquido de la nariz,
consiguió colocarla.
—No creo que estés loco. Creo que eres muy especial. Eres
increíblemente valiente y cariñoso. Nunca he conocido a una
persona que iría a rescatar a alguien, que no conocía, o porque
estaba herida. No una vez, sino dos veces. Tienes un corazón de
oro.
—¿Nuevo Alfa?
—¿Líder?
—¿Y Matt?
—¿Está bien?
—¿Sí?
—Entonces me tendrás.
—Sí.
—Sí.
—¡Cons-Constantine!
—¿Sí, bebé?
—¡Por favor!
—¿Está bien?
Su ira era casi un ser vivo, uno con vida propia, trabajando
a través de él, hasta que no vio nada más que rojo. Fue tan
estúpido al creer en Christian y Constantine y todas sus mentiras
sobre el deseo de amarlo, anteponiendo sus necesidades a las
suyas. ¡Qué montón de mierda! Bien, se sentían atraídos por él y
querían sexo. Pero todavía lo trataban como todos los demás,
como un simple juguete para su diversión, compartiendo su Don
con sus amigos para divertirse.
—Muérdeme.
—¿Yo?
—Sí, tú. Podría mirarte cada día. Tengo que mirarte cada
día. —Christian acarició con sus dedos los suaves labios de
Owen.
—Sí.
Owen se rio.
—Realmente malo.
—Sólo preguntaba.
—Uh-uh.
—¿Ellos?
—Tú no lo entiendes.
—Christian, lo que-
—¿Lo crees?
—¡Sí!
¡Qué idiota!
—Eres...
—¡Me traicionó!
Owen dejó de reír y se volvió para mirar a Zac, con los ojos
muy abiertos.
1
Es una marca de gelatina.
Constantine dejó que sus piernas cayeran a ambos lados de
Christian. Quién sujeto a Owen, y bajó suavemente a su bebé
sobre la polla de Constantine. Los tres hombres gimieron en voz
alta cuando todo el mundo estuvo en su posición. A Constantine
le encantaba la sensación de estar dentro de Owen, mientras
que Christian estaba dentro de él.
—¿Owen?
—¿Detective Marcus? —Owen dejó caer suspiro de alivio
de los labios cuando se dio cuenta de que sólo era su amigo—.
Hey, hombre, ¿qué pasa?
—Yo gano.
Nay
Nay
Gaby