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sin la previa aprobación de la Administradora de


“El mundo de la Luna Roja”, y de sus traductor@s y
corrector@s.

Esta obra posee CONTENIDO HOMOERÓTICO, tiene


escenas sexuales explicitas de M/M

Apoyemos a los autores que nos brindan


entretenimiento y fomentan nuestra imaginación,
comprando sus libros.
Cuando un humano psíquico le salva la vida, Constantine
Stylianos no puede dejar de pensar en el pequeño hombre, incluso
cuando Owen se va, ignorando el vínculo entre ellos. Decidiendo que
necesita un cambio o nunca tendrá la vida que quiere, Constantine
opta por mudarse a la manada delta.

Antes de poder llegar, Constantine recibe una llamada de


auxilio. Una caza ilegal ha sido organizada, y alguien necesita su
protección. Cuando llega, descubre que el hombre que salvó a
Christian es el mismo hombre que lo salvó a él y ambos son sus
compañeros.

Pero alguien está decidido a matar a Christian y Owen tiene


algunos demonios emocionales que le impiden aceptar plenamente el
vínculo de compañeros entre los tres, y Constantine tiene que usar
todas sus habilidades para protegerlos. Si el destino elige a los
compañeros destinados a estar juntos, no puede dejar de preguntarse
por qué pone tantos obstáculos en el camino para que estén todos
juntos.
—Tienes que beber mi sangre —exclamó Owen, con
desesperación, mientras sostenía su muñeca junto a los labios
del herido.

—No puedo —se quejó el moribundo.

Owen sabía que su nombre era Constantine, pero no podía


contarle al hombre cómo lo sabía. Había algunas cosas que,
simplemente, no podía compartir con los extraños.

—Tienes que hacerlo. Si no lo haces, morirás. —Owen lo


había visto en su visión. Su visión lo confundía, pero sabía que
Constantine necesitaba beber de él o moriría. No importaba lo
que su visión le dijera, no podía dejar que eso sucediese.

—¡Entonces moriré! —gruñó.

—¡Por favor!

—No lo entiendes. No tengo el control de mí mismo. Si te


muerdo, no seré capaz de dejar de... —El hombre apartó la
mirada.

—¿De qué? —La mirada que Owen recibió del rubio, fue
significativa. Se sonrojó, cuando una intermitente imagen de los
dos, piel a piel, apareció en su mente, y luego continuó—: Es lo
que tienes que hacer. No puedes morir.

—Si insistes —gruñó Constantine y rodó sobre la espalda de


Owen, tan rápido, que apenas tuvo tiempo para respirar. Antes
que pudiera parpadear, el hombre estaba robándole toda su
ropa.
Se apresuró a ayudarlo porque tenía miedo de que, se
muriera, si no bebía algo de sangre pronto. Constantine aplastó
sus labios contra él, exigiendo su sumisión. Con mucho gusto se
la dio, fundiéndose en el firme cuerpo.

—No estoy preparado —jadeó Owen cuando Constantine


tomó sus rodillas y las empujó contra su pecho.

—Lo siento. Voy a tratar de ser lo más suave posible.

El hombre gruñó mientras empezaba a empujar su dura


polla en el culo de Owen. El hombre debió haber utilizado su
propia saliva como lubricante, ya que no había tiempo para
estirarlo. Cuando Constantine se empujó, gritó por la quemadura
y la mordedura de intenso dolor.

—Estoy bien. Apenas quema —dijo cuando se dio cuenta


que el hombre encima de él, se había congelado cuando gritó—.
Sigue adelante. Se desvanecerá a medida que te muevas.

Constantine pareció tomar sus palabras y movió sus


caderas, suave, pero rápidamente.

—Mi ángel —susurró antes de besarlo de nuevo.

Rodeó con sus brazos el cuello del hombre más grande,


amando la sensación del macizo cuerpo. —Bebé —dijo,
inclinando, sumisamente, su cabeza y dejando al descubierto su
cuello para Constantine—. Necesitas beber. Está bien, lo
entiendo.

—¡Mío! —gruñendo con fuerza, comenzó a empujarse más


rápido.

—Ahora eres mío, de nadie más —dijo antes de hundir


profundamente sus colmillos en la garganta de Owen.
Aún estaba confundido por las palabras del hombre cuando
dejó escapar un grito por el leve dolor, que rápidamente se
convirtió en un placer abrumador. Se corrió con tanta fuerza que
pensó que la parte superior de su pene podría reventar por la
presión. Ola tras ola de su orgasmo, lo golpeaba, cada una
directamente relacionada con cada succión de sangre que
Constantine tomaba de su cuello.

¿En que coño se había metido? Abrió los ojos cuando este
dejó de beber y miró profundamente a los ojos azules, casi
violetas, del gran hombre, fijos en él. En el momento en el que el
hombre gritó su liberación, ya estaba desvaneciéndose en el
negro vacío. Múltiples orgasmos eran demasiado para que los
manejara su virgen cuerpo.

Owen se despertó en el asiento trasero de un coche, con


una manta envuelta alrededor de su cuerpo. Gimió,
incorporándose poco a poco. Le dolía el cuerpo en varios lugares,
algunos buenos, otros no tan buenos. Sentiría el sexo de la noche
anterior por unos días.

Oh, Dios, ¡Constantine! Enderezándose en el asiento


trasero del coche, escuchó voces. Se volvió para ver a varias
personas de pie a unos metros de distancia. Sólo reconoció a
una, Constantine.

—No lo sé, mamá —espetó Constantine—. Te he dicho que


no recuerdo lo que pasó anoche. Me desperté junto a un hombre
desnudo con el que, obviamente, tuve sexo. Encontré mi móvil y
llamé a Papa. Llegaron aquí y eso es todo lo que sé.
—¿Cómo que no te acuerdas? —gritó la mujer frente a él—
. ¿Cómo pudiste tener sexo con un hombre? Y ni más ni menos
que con un humano. ¿Te drogó? Apuesto a que lo hizo. Es por
eso que no lo recuerdas. Jodidos humanos. Debería rasgarle la
garganta.

—Preferiría que no lo hicieras —dijo Owen. Podía ver la


animosidad, en la cara de la mujer cuando se giró para mirarlo, e
hizo que sus piernas temblaran. Dio un par de pasos hacia atrás,
temiendo que realmente pudiera cumplir su amenaza—. No
drogué a Constantine.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Constantine,


acercándose a él, sólo deteniéndose cuando Owen dio un paso
atrás. Alzó una mano en un gesto de paz—. No vamos a hacerte
daño humano. Mi madre sólo está molesta. No te hará daño.
Sólo queremos saber lo que pasó anoche.

No podía creer que lo estuviera tratando como a un


completo extraño, no después de la noche anterior. Sus
intestinos le dolieron como si alguien le hubiera dado un
puñetazo. Envolvió sus brazos alrededor de su cintura para tratar
de detener el dolor.

—Sí, como si pudiéramos confiar en que un humano diga la


verdad. —Se burló la mujer.

Miró fijamente a la pequeña y cruel mujer. Tenía la mirada


de Constantine, el mismo color de pelo, aunque su rubio se
estaba desvaneciendo y era menos brillante. Sin embargo, si se
miraba más allá del leve ceño en su rostro, se podía ver la
similitud entre ella y su hijo,

Owen estaba tan molesto y dolido, en ese momento, que ni


siquiera le importaba si lo mataban. Su corazón le decía que lo
que había experimentado, la noche anterior, con Constantine,
había significado algo. Su cabeza le decía que corriera, por su
vida.

Su enfado, por la forma en la que la mujer le hablaba, como


si fuera barro bajo la suela de su zapato, finalmente ganó. —
¿Quieres dejar de decir ‘humano’ como si dijeras ‘bicho’? Puede
que sea sólo un pequeño e insignificante humano, pero, anoche,
le salvé la vida a tu hijo.

Eso calló, a todo el mundo, lo suficientemente rápido. Bajó


la mano, dándose cuenta que estaba apuntando a Constantine.

—Vamos a empezar con tu nombre, ¿de acuerdo? —


preguntó Constantine.

—Owen Carell —dijo en voz baja—. Y tú eres Constantine


Stylianos.

—Está bien, Owen —respondió Constantine—. Así que te


dije mi nombre anoche.

—No, no lo hiciste —contestó Owen—. Simplemente sé


cosas. A veces tengo visiones. Anoche tuve una en la que yacías
moribundo en el suelo.

—Sí, claro. —Otro hombre soltó una risita—. ¿Como si


fueras psíquico o alguna mierda de esas?

Se había encontrado con esto antes, personas que se


negaban a creer en lo que podía hacer. Se acercó al hombre y le
tocó el brazo, al instante su mente se llenó de imágenes. —Tu
nombre es Alexander. Eres el hermano menor de Constantine.
Estás casado con una mujer llamada Alice, pero ella no es tu
verdadera pareja. Escondes el conocimiento de quien es tu
verdadera pareja. Y conservas una colección de novelas
románticas bajo la cama, en una caja escondida junto con los
premios de la escuela secundaria.
—¿Cómo lo hiciste? —palideció Alexander.

—Mira, si puedo aceptar el hecho de que sois hombres


lobo —dijo, respirando hondo y tratando de calmarse—. Vais a
tener que aceptar que soy diferente. Simplemente sé cosas. No
sé cómo o por qué lo hago. Sólo lo hago.

—¿Sabes lo que somos? —preguntó la madre de


Constantine, mirándolo con cautela.

—Sí, no fue muy difícil descubrirlo. —Se encogió de


hombros—. Me siguen llamando humano, y todos gruñen
mucho. Actúan muy parecido a otro hombre lobo que conozco,
Rodrick.

—Es por eso que vine aquí —exclamó Constantine, como si


hubiera recordado algo importante—. Vine a buscarte, Owen.
Necesitaba saber lo que hiciste por Rodrick, ¿por qué lo
ayudaste?

—Rodrick me dijo que estaba buscando a un amigo —


recordó Owen confundido—. Me dijo que había perdido el
contacto. No recuerdo el nombre del hombre. Rodrick tenía algo
de él, dijo que necesitaba encontrar, a sus compañeros, que ellos
sabrían dónde estaba.

—¿El hombre se llamaba Sebastián?

—Sí —dijo Owen, recordando rápidamente. Frunció el


ceño—. Sin embargo, esto ocurrió hace unos meses. ¿Qué tiene
que ver conmigo?

—Rodrick no es amigo de Sebastián. —Suspiró Constantine,


limpiándose la cara con la mano—. Te utilizó para encontrar a los
compañeros de Sebastián y secuestrar a uno de ellos. Lo
torturaron, lo violaron, y otras horribles cosas que se le pueden
hacer a un hombre.
—No lo sabía —susurró Owen con horror, sintiendo que sus
ojos le quemaban por las lágrimas—. Me dijo que tenía que darle
algo a Sebastián, algo importante. Sólo quería ayudarlo.

—Entonces, ¿por qué te pagó? —Constantine parecía


sospechar.

—La gente me paga por ayudarlos —contestó. Empezando


a ponerse a la defensiva—. Bien sea, para que los ayude a
encontrar algo o a alguien, o para que les ofrezca asesoramiento.

—¿Así que utilizas tus habilidades para estafar? —Cortó la


madre de Constantine—. Sí, eso es genial. Muy humano.

—No soy ningún artista de la estafa —espetó en


respuesta—. No ayudo sólo a quienes me pagan. He ayudado a la
policía a encontrar asesinos y algunos niños secuestrados. Me
gusta ayudar, pero también tengo que pagar el alquiler. No
cobro nada escandaloso, son unos honorarios por consulta. No
sabes lo difícil que es tener un trabajo normal. Obtengo
imágenes cada vez que alguien me toca. Sé cosas, de las
personas, que no querría saber.

—Mamá, ¿puedes calmarte por favor? —Espetó


Constantine—. Está bien, entiendo que no tenías la intención de
ayudar a Rodrick a hacer cosas malas. Fui enviado para averiguar
cómo sabías quienes eran los compañeros de Sebastián. Ya
respondiste a eso. Ahora, ¿qué pasó anoche?

—Tuve una visión en la que estabas muriéndote —explicó.


Abrazó sus brazos, más fuerte, en torno a su cintura—. Salí a
buscarte. Cuando llegué cerca del lugar de mi visión, luchabas
con otros tres tipos. Gritaban algo acerca de que no eras de su
manada y que estabas en su territorio.

—¿Y no lo ayudaste? —gritó la madre de Constantine.


Sintió que sus orejas comenzarían a sangrar en cualquier
momento. La mujer era tan cruel que hizo que sus ojos se
humedecieran, o tal vez era el polvo en el aire.

—¿Dejaste que lo golpearan?

—Hola, ¿me has visto? —le preguntó sorprendido. Hizo un


gesto señalando a su delgado cuerpo—. Mido uno setenta y peso
cincuenta y ocho kilos. Sí, claro, habría sido de gran ayuda. —
Decidió hacer caso omiso de ella a partir de ahora. No estaba
ayudando nada. Se volvió hacia Constantine.

—De todos modos, para cuando llegué a tu lado, la lucha


había terminado y los hombres te habían dado por muerto. En
mi visión, vi que bebías de mi cuello. Así que te dije que bebieras.
Eras un caos sangriento, así que pensé que necesitabas un poco.

—¡Bebiste de un humano! —gritó la mujer—. ¿Estás unido


a él?

—No lo sé —susurró Constantine. Sus cejas se juntaron.


Parecía estar tratando de recuperar su perdida memoria, de
rellenar los espacios en blanco—. ¿Qué pasó después de eso?

—Al principio dijiste que no —dijo Owen. Podía sentir el


calor en su cara cuando se sonrojó—. No estabas seguro de que
pudieras controlar tus impulsos. Te dije que estaba bien, no iba a
dejar que te murieras porque temieras que no te dejara tener
relaciones sexuales conmigo. Así que lo hicimos. Me mordiste en
el cuello y bebiste. Eso es todo lo que recuerdo hasta que
desperté en el asiento trasero de ese coche.

—Tuviste relaciones sexuales con mi hijo mientras estaba


medio muerto —la madre gritó—. Pequeño perverso, ¿cómo
pudiste hacerle eso a mi hijo? No es marica. No sabía lo que
estaba haciendo. ¿Te gustó? ¿Fue una manera fácil de echar un
polvo, aprovechándote de un desamparado hombre?
—Ya he tenido suficiente de ti —gritó Owen, señalando
hacia ella—. Todo lo que sale de tu boca son insultos hacia mí.
¿Crees que esto fue divertido para mí? ¿De verdad crees que era
así como siempre soñé perder mi virginidad? ¿Con un hombre al
que no conocía, sangrando por todo su cuerpo, siendo áspero, y
haciéndome daño? Por supuesto que no era su intención, pero
me dolió. Estaba dolorido. Estoy dolorido y para colmo ni
siquiera lo recuerda el maldito.

Dio un paso atrás cuando el rostro de Constantine palideció


y su mandíbula cayó. Sabía que el hombre debía estar
sorprendido por las palabras de Owen, pero ¿tenía que mirarlo
totalmente estupefacto? Era como si nunca hubiera considerado
tener relaciones sexuales con Owen si no hubiera sido en una
situación tan desesperada. Hizo que le doliera el corazón y le
diera un vuelco en el estómago.

—Fui a buscarlo porque tuve la visión de su muerte y no


podía ignorarlo. Tenía que hacer algo. Así que, sí, dejé que me
follara y que bebiera de mi sangre, sólo para despertar y
encontrarme a un pelotón de fusilamiento apuntándome. Un
simple agradecimiento habría sido jodidamente agradable.

Se dio la vuelta y salió corriendo. Se dirigió a casa sin mirar


atrás. Esta había sido la experiencia más humillante de su vida.
Constantine era, obviamente, hetero y no quería a Owen.

No había sentido la misma conexión que Owen había


sentido la pasada noche. Sintió como surgían las lágrimas
mientras gritaba y finalmente comenzaron a caer. Siguió
caminando, no queriendo que ninguno de ellos lo viera llorar.

Se sentía devastado. Había renunciado a su virginidad con


un hombre que lo había follado, más o menos, a un lado de una
desierta carretera. El hombre ni siquiera recordaba haber tenido
relaciones sexuales con él. Y su familia lo atacaba, culpándolo de
todo. Era la peor de sus pesadillas hecha realidad.
Owen, ¿me oyes? ¿Por favor, vuelve? Lo siento. Mi madre
puede ser muy idiota. Si puedes oírme, eres mi compañero. Por
favor, vuelve y hablemos. La voz de Constantine vibró en el
cráneo de Owen. Hizo todo lo que pudo para no tropezar por el
impacto de poder oír al hombre en su cabeza. Siguió caminando,
haciendo como que no lo había escuchado.

No quería tener nada más que ver con esto. Su corazón


estaba ya hecho añicos. Sólo quería encontrar un agujero oscuro
para esconderse y morir.

Constantine estaba lleno de dolor al ver al bello hombre


alejarse de él. ¿Cómo podía no recordar haber estado con
Owen? Sí, siempre le habían atraído los hombres, pero nunca
había satisfecho esa necesidad, en su lugar, siempre se había
citado con mujeres. Pero algo sobre Owen lo atraía. Se
entristeció cuando este no escuchó sus pensamientos y no se dio
la vuelta.

Realmente esperaba que Owen fuera uno de sus


compañeros. Sabía que sentía un tirón por él, uno fuerte.
Realmente pensó que era su compañero, hasta que el hombre
siguió alejándose. No lo escuchó. Su compañero lo habría hecho.

No podía recordar nada de la noche anterior excepto que


un ángel vino a salvarlo. Oh, el sabor de aquel ángel era el cielo,
completamente adictivo. Confiaba en que el ángel fuera Owen,
pero ahora después de lo que había sucedido esa mañana,
asumió que era la forma en la que su cerebro, intentaba darle
sentido a la noche anterior. Era una pena. Le hubiera gustado
pasar el resto de su vida con ese ángel.
—Muy bien, vamos a buscar tu coche para que podamos
volver a casa —dijo, Connie, su madre, pasando un brazo
alrededor de él.

Estaba tratando de ocultar lo enojado que estaba con su


madre. No podía entender que se comportara así con la gente
gay. Desde siempre había sabido que era gay, pero nunca había
actuado como tal, debido a los sentimientos de su madre.

Siempre había esperado que el destino fuera amable y lo


emparejase con hombres, así, podría decir que fue el destino y
no tendría que explicar que prefería a los hombres. Pero al ser el
delta su manada, y el hijo del Alfa, su misión consistía en
encontrar a sus dos compañeras, mujeres, y tener una casa llena
de cachorros.

Pensó en los niños, claro que le gustaba la idea de tener


niños. Simplemente no podía conseguir, pensar siquiera, en
tenerlos con una mujer. Tenía citas de vez en cuando, algo
ocasional, pero solo, por que tenía que hacerlo. Era la única
manera que podía fingir que era un hombre duro.

Constantine miró por la ventana del coche, sin decir una


palabra aparte de dirigir a su madre hacia Donde había dejado su
coche. Había hablado con sus padres sobre la manada delta
antes de ir a investigar al Alfa Rodrick. Sus padres fueron muy
contundentes en su negativa respuesta. No querían que se
alejara de su familia. Y, por si eso fuera poco, habían oído que los
deltas que ya formaban la manada eran gais. No toleraban eso.

Cuando Constantine vio, por sí mismo, a la pequeña


manada de seis hombres, le gusto la forma en que se trataban.
Amaban a sus compañeros y aunque eran muy diferentes entre
sí, no tenían reparos unos con los otros. Estaban reconstruyendo
la ciudad, y vivían sus vidas. Todos parecían muy felices.
Quiso quedarse en ese mismo momento, pero sabía que
tenía que terminar de investigar a Rodrick. Ese hombre le había
puesto los pelos de punta desde el momento en que lo conoció.
De alguna manera, era capaz de enmascarar su olor a delta.
Siempre había sido capaz de hacerlo. Sin saber muy bien cómo lo
hacía, esto lo ayudaba en asignaciones especiales, como
infiltrarse en el grupo de mercenarios de Rodrick.

Rodrick había sido condenado a muerte y su ejecución se


llevaría pronto a cabo, si no había ocurrido ya. Al menos había
una razón por la que alegrarse.

Todavía tenía que ponerse en contacto con Sebastián para


contarle lo que había descubierto de Owen. Constantine no creía
que fuera prudente informar, al Consejo, sobre sus conclusiones.
No sabía lo que harían si tenían conocimiento que un ser
humano, sabía de su existencia.

El viaje de regreso a Indiana no era tan malo, aunque le


llevaría unas pocas horas, eso le daría tiempo para pensar en
Owen. Sabía que iba a lamentar, durante el resto de su vida,
haber lastimado al pequeño y hermoso hombre.

Lo que es peor, ni siquiera le había dado las gracias. Owen


le salvó la vida y sacrificó mucho por él, sólo para conseguir
mierda de parte de su familia y de él.

Deseaba poder echarle la culpa de todo, al estado de shock


en el que se encontraba, pero en el momento en que fue
consciente de lo que había sucedido, pensó que tal vez,
simplemente, sería mejor dejar al pobre Owen solo.

¿Realmente, qué podía decirle para que se sintiera mejor?


Lo siento, no recuerdo que folláramos. No hagas caso a mi madre
es una idiota. Y, sí, soy realmente gay. Owen no lo había oído
cuando trató de hablar con él a través de sus mentes. No podían
ser compañeros, y todavía no podía recordar haber estado con
Owen, así que, realmente, dejar solo a Owen era lo mejor para
los dos.

Constantine se enjugó las lágrimas que caían por sus


mejillas. No podía hacer nada al respecto. Se había acabado.
Tenía que olvidar toda esta situación y seguir adelante. En este
momento, tenía que hacer frente a otra cuestión. Tenía que
enfrentarse a sus padres para decirles que había decidido
trasladarse a la manada delta, iba a ser un infierno.

En vez de dirigirse directamente a su casa, se detuvo frente


a la de sus padres para acabar de una vez. Podía ver las luces en
el interior de la casa y sabía que sus padres estaban esperando a
que llegara a casa y los llamase, por lo que se sorprendió cuando
su padre salió de la casa.

—Hijo, ¿cómo te encuentras? —le preguntó su padre


cuando se acercó a su encuentro—. Tu madre me dijo que
habían ocurrido algunas cosas, que nunca discutiríamos, pero me
preocupaba que necesitaras hablar.

—Sí, papá —dijo, frunciendo el ceño ante lo que su madre


le había dicho a su padre, típico de ella—. Pero no de lo que
pasó. Quería hablarte sobre la manada delta.

—Absolutamente no —dijo su padre con severidad. Hizo un


gesto con la mano en el aire como para cerrar el asunto. Eso
sucedía mucho en su familia—. Ya lo hemos discutido y decidido
en su contra.

—No, tú y mamá lo decidieron —dijo, cuando todas las


esperanzas de una conversación civilizada se habían
evaporado—. Los visité en mi última misión, y he tomado una
decisión. He decidido que voy a-

—Te lo prohíbo —gruñó su padre, cortándolo.


Puso los ojos en blanco cuando vio a su madre saliendo de
la casa para unirse a ellos. ¡Jodidamente perfecto! Tal vez
debería llamar a la cadena de noticias locales para que todos
pudieran ver esta disputa familiar.

—Soy tu padre y tu Alfa. Te lo prohíbo.

—No importa —dijo Constantine en voz baja, no estaba


dispuesto a gritar ni discutir acerca de eso—. Tengo treinta y tres
años de edad, padre. Soy un adulto, y más que eso, el mandato
del consejo dice que es elección de cada delta decidir en que
manada vive. No tengo que ser liberado de mi actual manada si
decido mudarme. Es completamente mi decisión. Vine a discutir
esto como un adulto, pero como eso no va a suceder,
simplemente te informo de mi decisión.

Casi se rio de la expresión de asombro en las caras de sus


padres cuando caminaba de regreso a su coche y se subía a él.
Nunca antes les había hablado así. Era su hijo, el mediano de
tres, el obediente, el que todos ignoraban a menos que
necesitaran su ayuda. Y siempre los ayudaba en todo lo que
necesitaban, porque eran su familia.

Pero ya era suficiente. Necesitaba empezar a vivir su vida


de la forma que quería, o siempre sería miserable. Bueno, más
miserable de lo que ya era, y eso era muy muy miserable. Era
hora de tratar de vivir su propia vida y tomar sus propias
decisiones.

Paró en la tienda de camino a casa, compró suministros


para embalar y sonrió. No podía recordar la última vez que había
hecho algo para sí mismo, para hacerse feliz. Se sentía realmente
bien. De regreso al coche, llamó al Alfa de la manada delta, Zac
Sheehan.

—¿Hola?
—Hey, Zac —dijo, sintiéndose repentinamente nervioso—.
Soy Constantine Stylianos. ¿Tienes un minuto? Tengo un par de
cosas que hablar contigo.

—Sí, claro, espera —dijo Zac.

Hubo una pausa antes que escuchara al hombre


susurrándole algo a alguien, y luego regresara a la línea.

—Bueno, ya estoy aquí, ¿qué pasa?

—Bueno, en primer lugar, quería hacerles saber que he


encontrado al hombre que Matt mencionó —dijo, esperando
sonar calmado mientras hablaba de Owen—. Resulta que el
hombre es un psíquico, y Rodrick le contó una jodida historia
acerca de ser amigo de Sebastián. Engañó al hombre para que lo
ayudara a localizar a los compañeros de Sebastián, diciéndole
que necesitaba devolverle algo.

—Bueno, eso resuelve ese misterio —dijo Zac—. ¿Ese


hombre va a ser un problema?

—No, está bien, parece que no quiere tener nada que ver
con los cambiaformas lobo.

Después de lo ocurrido, ¿podía culparlo? —Owen se sintió


realmente mal cuando le dije lo que Rodrick hizo con la
información. Verdaderamente creía que sólo estaba ayudando a
dos amigos a rencontrarse.

—Está bien, ¿qué es lo segundo? —preguntó Zac, sonando


curioso.

—Espero tu permiso para unirme a la manada —dijo,


rápidamente, antes de perder los nervios—. No estoy contento
con mi manada. Estoy cansado de estar tan solo, y cuando estuve
ahí, la manada tenía un gran ambiente. Podría construir mi
propia casa. He ahorrado dinero, con el que estaría dispuesto a
contribuir. No sé cuales son las necesidades de la manada, pero-

—Constantine, más despacio. —Zac se rio entre dientes—.


Ya discutimos la posibilidad de que te unieras la última vez que
llamaste para informarnos sobre la búsqueda de Owen. Nos
gustaría que te unieras a la manada, así que no te preocupes,
hombre. Estás dentro.

—¡Eso es genial! —Exclamó. Se sentía muy emocionado.


Tenía un hogar, un lugar a Donde ir, en el que podría ser él
mismo—. Voy a hacer las maletas y alquilar un camión. Debería
estar allí en una semana.

—Está bien, suena bien, hombre —respondió Zac—.


Puedes quedarte aquí hasta que acabes de construir la tuya. La
casa de Sebastián por fin está terminada, por lo que, Dobry,
Alastar y él se están mudando. Mi lugar parece ser el alojamiento
de todos mientras hacen sus arreglos.

—Bueno, solo soy yo —sintió su tristeza como un gran peso


en el pecho. Agarró fuertemente el volante para mantenerse
bajo control—. No he encontrado a mis compañeros todavía, así
que no molestaré mucho.

—Vas a encontrarlos —dijo Zac—. Van a caer en tu regazo


cuando menos te lo esperes.

Constantine esperaba que Zac estuviera en lo cierto.


Realmente lo hacia.
Constantine no hizo nada durante los siguientes días,
excepto empacar. Bueno, eso y soñar con su ángel. Realmente
deseaba haber conseguido una mejor visión de los ojos de Owen.
Los dulces verdes ojos de su ángel, era lo que más destacaba en
sus recuerdos.

Recordaba haber visto esos ojos, entonces su ángel


inclinaba la cabeza y le decía que bebiera. Un sabor maravilloso
había llenado su boca mientras bebía de su angelito. Entonces
había tenido el orgasmo más intenso de su vida, amando como
lo hacía sentirse su ángel.

Constantine no podía distinguir lo que era real de lo que su


cerebro había creado. ¿Era Owen, realmente, su angelito? ¿O era
su pequeño ángel producto de su sed de sangre? ¡Se estaba
volviendo loco!

Trató de sacar los pensamientos de su mente, pero sólo


consiguió el efecto contrario y lo hizo pensar, aún más, en el
hombre de sus sueños.

Cuando sonó el teléfono, se alegró de la interrupción. —


¿Hola?

—Hey, Constantine. Soy Jonh.

—Hola, hombre, ¿cómo te va? —preguntó, animado por el


sonido de la voz de su amigo. Jonh había sido miembro de su
manada pero, unos años atrás, había conocido a su compañera y
se había trasladado a la manada de ella—. ¿Te van bien las
cosas?
—A mí, muy bien —respondió Jonh—. Pero al primo de mi
compañera, no tan bien. Necesito tu ayuda. Christián, el primo
de mi compañera, fue expulsado de su manada por ser gay, pero
antes de que se fuera le dieron una paliza y lo dieron por
muerto. Un hombre lo encontró y lo ayudó a llegar hasta
nosotros. Ahora su manada ha descubierto que todavía está vivo
y vienen a por él. No puedo arriesgar a mi pareja y a nuestros
cachorros, ya sabes.

—Sí, entiendo eso —dijo—. Llegaré en unas horas. ¿Sigues


en el mismo lugar? —Recordó la hogareña casita en el campo,
que había visitado un par de veces durante los últimos años.
John y su compañera siempre lo hacían sentirse bienvenido.

—Sí, y gracias, Constantine —respondió John, dejando


escapar un suspiro—. Sabía que podría contar contigo. ¿Puedes
mantener a Christian en algún lugar seguro? No estoy seguro de
Donde podría ser, pero no tengo buena posición en la manada
como para proporcionarle un lugar lo suficientemente seguro.
No llevo aquí el tiempo suficiente.

—Ya se me ocurrirá algo —dijo—. Voy a tratar de llegar


antes de que caiga la noche.

—Gracias, hombre, nos vemos luego —dijo John antes de


colgar el teléfono.

Rápidamente empacó hasta la última de sus cosas. Esto era


justo lo que necesitaba, para mantenerse distraído, un sencillo
trabajo de protección. Esperaba que esto consiguiera sacar a
Owen de su mente, pero lo dudaba. Era difícil aceptar que todo
había terminado y que nunca volvería a ver al magnífico hombre
de nuevo.
Owen se sentó allí, tratando de consolar a Christian.
Cuando tuvo otra visión acerca de un hombre golpeado y dejado
por muerto, obviamente, se puso nervioso. Al principio, decidió
no hacer nada al respecto, pero luego su conciencia ganó.
Christian De'Angelos no era un gilipollas como el hombre al que
había salvado la última vez. Era dulce y agradecido y aceptó la
ayuda de Owen de buen grado.

El hombre había sido golpeado hasta quedar hecho un


sangriento deshecho. Owen llegó a él, lo levantó y lo limpió lo
mejor que pudo, luego condujo el camino a Minnesota para
llevarlo a casa de su primo.

Ahora estaban a la espera de alguien que iba a proteger y a


ayudar a Christian. Owen lo pondría al corriente y volvería a casa.

—Hey, John —escuchó decir a un hombre desde la puerta


principal. Esperaba que su mente estuviera jugándole una mala
pasada. Conocía esa voz. Pertenecía al hijo de puta al que le
había dado su virginidad, Constantine.

Dándose la vuelta, Owen maldijo su estúpida suerte.


Parado allí, tan sexi como siempre, estaba el hombre de sus
sueños, el hombre que no lo quería.

Se encogió cuando Constantine entró en la habitación y sus


ojos azul-violeta, inmediatamente, se establecieron en él.

—Owen —susurró, dejando caer la bolsa y acercándose a


él. Owen rápidamente se alejó hasta que Constantine se detuvo
y se quedó allí mirándolo con una irreconocible emoción en sus
ojos.
—Mi ángel, por favor, no me tengas miedo, respóndeme
por favor —Owen oyó la voz del hombre en su cabeza y la
ignoró.

—Mi compañero —dijo Christian, mirándolos a ambos.

Sintió como temblaba cuando fue testigo del encuentro de


Christian y Constantine. La mirada que compartieron desgarró su
corazón.

Christian luchaba para levantarse cuando Constantine se


adelantó y lo levantó. Entonces Christian envolvió sus brazos y
piernas alrededor del hombre con el que Owen había tenido
relaciones sexuales un par de días atrás.

Miró hacia otro lado por lo que ninguno de los hombre se


daría cuenta de las lágrimas en sus ojos. No quería ser testigo de
esto. Su corazón ya estaba destrozado. Esto sólo podría
empeorarlo. Se levantó para irse, ni siquiera miró hacia atrás ni
cuando al llegar a la puerta alguien lo agarró del brazo. Sabía que
era Constantine y trató de evadirlo.

—Déjame ir —declaró él, conteniendo las lágrimas.

—No, no esta vez —dijo Constantine—. Tenemos que


hablar.

Luchaba, tratando de soltarse. No podía hacer esto.


Simplemente no podía hacerlo. Constantine todavía tenía a su
compañero envuelto en sus brazos mientras trataba de evitar
que Owen se fuera. Eso lo hirió más que nada. Ahora,
Constantine realmente no lo necesitaba.

—¿Qué diablos? —exclamó Jonh al entrar en la habitación.

—Es una larga historia —dijo Constantine—. Gracias por


ayudarlos hasta que llegué, pero creo que es hora que nos
pongamos en camino. Cuanta más distancia pongamos entre
vosotros y nosotros, mejor.

—Claro, como quieras, hombre.

—Christian, Owen, ir a por vuestras cosas.

Estuvo agradecido cuando Constantine finalmente lo soltó.


Abrió la puerta, salió y se dirigió rápidamente hacia su coche.
Quería escaparse tan rápido como pudiera. Estar cerca de
Constantine era demasiado doloroso para soportarlo.

—Owen, espera —dijo Constantine mientras ayudaba a


Christian—. Todavía necesita tu ayuda.

—¿Por qué? Te tiene ahora —contestó Owen, dándose la


vuelta para mirar a Constantine—. No me necesita, y claramente
tú tampoco. Me voy a casa.

—Su manada está detrás de él, lo quieren matar —explicó


Constantine—. Saben que no está muerto, que alguien lo
rescató. Necesita tu ayuda para mantenerse lejos de ellos. Y
tengo que hablar contigo, explicarte algunas cosas, por favor.

—Obviamente, es tu compañero —dijo Owen, señalando a


Christian—. No tienes que explicarme nada. Dejaste clara, como
el cristal, tu posición el otro día. Sólo tienes que dejarlo en el
pasado.

—Owen, por favor —dijo Christian—. No te vayas todavía,


¿de acuerdo?

—No quiero meterme en tu camino —contestó Owen,


sacudiendo la cabeza. No podía sentarse y ver el vínculo entre
Constantine y Christian—. Los dos estarán mucho mejor sin mí.
Voy a causar problemas.
—Mira, vamos a salir de la intemperie —dijo Constantine—
hay un hotel, a unos quince kilómetros. De cualquier manera,
nadie debería conducir esta noche. Vamos a conseguir una
habitación, y podremos hablar.

—¿Por favor, Owen? —dijo Christian.

Por alguna razón, no podía negarle nada al hombre. Incluso


golpeado y magullado, le parecía una preciosidad, de un metro
sesenta y poco, setenta kilos, ojos plateados y pelo negro
azabache, que le caía en ondas sobre sus hombros.

—Está bien, os seguiré —Suspiró, no quería pasar por la


angustia que sabía que vendría—. Te lo prometo, ¿de acuerdo?
Vámonos ya. Estoy rendido, y necesito descansar un poco.

—Muy bien —dijo Constantine.

Owen fue hacia su coche y vio como Constantine ayudaba a


Christian a meterse en la cabina de su camión antes de regresar
junto a Owen. Se apartó de la mano de Constantine cuando este
la acercó, tenía miedo de sentir el tacto del hombre. No sabía si
podría manejarlo en ese momento, o en cualquiera.

—He soñado contigo cada noche desde que me salvaste la


vida. —Continuó acercándose, lentamente, y tomó un lado de la
cara de Owen—. No voy a perderte otra vez, mi ángel.

Owen se quedó en estado de shock. Constantine se inclinó


y besó sus labios, apenas un ligero toque, pero lo suficiente para
estremecerlo. Entonces el hombre se puso de pie y caminó de
regreso a su camioneta como si nada hubiera ocurrido.

¿Qué demonios había pasado? ¿Qué significaban las


palabras de Constantine? ¿Y su beso? Owen estaba tan
confundido que le dolía la cabeza.
Tuvo que obligarse a moverse, entrar en su coche y
arrancar el motor. Lo siguió hasta el hotel mientras intentaba
prepararse para sentirse decepcionado, tratando de aplastar
cualquier esperanza. No podía permitirse ser, nuevamente,
herido. Pero sabía que lo sería.

Constantine no podía creer el giro de los acontecimientos.


Salió del coche y se dirigió a la recepción, pensando en lo que iba
a decirle a Owen. Le pidió, al hombre detrás del mostrador, una
habitación y le dio su tarjeta de crédito. Después de unos
minutos, firmó el recibo, tomó las dos llaves electrónicas, y antes
de salir de la oficina, le dio las gracias. Todavía no tenía ni idea de
lo que iba a decirle.

Una vez de vuelta en el coche, se dirigió a la habitación.


Después de aparcar su coche, rápidamente, bajó de un salto y
caminó alrededor del coche para ayudar a Christian. Su pequeño
compañero no estaba llevando muy bien lo de estar herido,
trataba de hacerlo todo por sí mismo.

—Voy a llevarte —dijo en voz baja antes de levantarlo en


sus brazos.

—Puedo caminar —dijo Christian, haciendo pucheros con


su labio inferior. Constantine lo encontró totalmente adorable—.
No soy un inválido total.

—No, por supuesto que no —le respondió, sonriéndole—.


Tal vez me sirve de excusa para tenerte en mis brazos.

—Haces que me sea difícil hacer un puchero. —Rio


Christian. Constantine se dirigió a su habitación. Miró por encima
del hombro asegurándose de que Owen lo seguía.
Efectivamente, estaba justamente saliendo de su coche, pero no
parecía feliz de estar allí.

—Esa era la idea, Christian —respondió Constantine


mientras deslizaba la tarjeta llave en la puerta y empujaba el
picaporte. Pateó la puerta para abrirla más, y entró con Christian
en la habitación. Cuando lo dejó sobre la cama, corrió a abrir la
puerta para Owen—. Gracias por seguir con nosotros.

—Está bien —se quejó Owen, pasando junto a él—.


Entonces, ¿qué es lo que quieres?

—Owen, por favor —dijo Christian, causando que los dos


hombres se dieran la vuelta para mirarlo—. No sé lo que pasó,
pero necesito tu ayuda. Si, lo que John y Constantine dicen, es
cierto, entonces mi vieja manada ha enviado gente para
matarme. No quiero morir.

—Eso no va a pasar, Christian —dijo Constantine, agitando


su cabeza antes de ir a sentarse junto a él. Envolvió sus brazos
alrededor del pequeño hombre. No quería hacer que Owen se
sintiera incómodo, pero Christian necesitaba consuelo—. Mira,
Owen, el otro día fui un imbécil. Mi madre estaba actuando
como una total perra contigo, y no hice nada para detenerla. Lo
siento.

—Genial, eso es por lo que lo sientes —contestó Owen,


alejándose de él. Probablemente estaba tratando de ocultar las
lágrimas en sus ojos, pero Constantine las había visto.

—Olvídalo. Tienes a tu compañero.

—Soy un delta. De hecho, tengo dos compañeros —dijo


Constantine—. Todavía creo que eres nuestro compañero. Y eso
no es por lo que te pedía disculpas. Siento haber sido un imbécil.
No tengo ninguna excusa para eso. Sólo recuerdo partes de lo
que pasó.
—¿Qué partes? —murmuró Owen, volviéndose hacia él.

Había lágrimas corriendo por su rostro tal y como


sospechaba.

—¿Qué recuerdas?

—Me acuerdo de ti —dijo mientras se levantaba y


caminaba hacia Owen—. Recuerdo tu cara, especialmente tus
ojos. Recuerdo que eras mi ángel y me ofreciste tu sangre para
salvarme la vida. Recuerdo que fue la cosa más dulce que he
probado nunca, y que tuve el orgasmo más explosivo de mi vida
contigo.

—¿Estás seguro que lo recuerdas? —preguntó Owen, con


los ojos brillantes por, según entendía Constantine, esperanza—.
Por favor, no me mientas.

—Nunca te mentiría, Owen. —Constantine tiró de Owen


hacia sus brazos—. Eso es todo lo que realmente recuerdo. Y
mientras mi madre puede ser inflexible, con respecto a que soy
heterosexual, no lo soy. Te deseaba tanto entonces como lo hago
ahora mismo. Por favor, dame otra oportunidad. Prometo no
arruinarlo todo esta vez.

—Me hiciste daño —contestó Owen, empujándolo—. Sabía


que necesitabas la sangre, y me alegro de haberte salvado. Pero
también te di mi virginidad, y ni siquiera te importó lo mucho
que me dolía.

—No, me importaba. —Constantine frotó su mano sobre la


parte superior de su cabeza—. Me importa. Te lo juro. Sólo...
dios, eras virgen, y ni siquiera lo recuerdo.

Se acercó a Owen, sus manos cayeron lánguidamente a sus


lados cuando este se apartó. —Por favor, Owen, tienes que
entenderme. Me sentía herido, lesionado. Estaba fuera de mi
mente con sed de sangre. No sabía lo que estaba haciendo. Te
juro que nunca te habría lastimado si hubiera estado en mi sano
juicio.

Sintiéndose derrotado cuando Owen, simplemente siguió


mirándolo, se sentó en el borde de la cama y dejó caer la cabeza
en sus manos. Todo este lío de mierda era culpa suya.

—Constantine, explícale lo que significa ser compañeros —


dijo Christian—. No lo entiende.

Constantine levantó la cabeza y se frotó las manos por la


cara antes de mirar a Owen. —Bueno, ya sabes que soy un
cambiaformas lobo, ¿no?

Owen asintió.

—Los cambiaformas lobo tenemos compañeros para toda


la vida, si encontramos a nuestro compañero o compañeros, en
mi caso.

—¿Qué quieres decir exactamente por compañero? —


preguntó Owen—. Ya he oído el término varias veces.

—Nuestros compañeros son elegidos, por el destino —dijo


Christian—. El socio perfecto para nosotros, nuestra otra mitad,
por así decirlo.

Constantine asintió. —Cuando encontramos a nuestros


compañeros, es maravilloso, un momento de gran celebración.
Ya no estamos solos. Hay alguien con nosotros para compartir lo
bueno y lo malo, para darles consuelo, y que nos de consuelo.
Es... es...

—Es como estar completo por primera vez en nuestras


vidas —añadió Christian.

Constantine se rio entre dientes. —Sí, es como estar


completo por primera vez en la historia. —podía sentir el dolor
en el pecho cada vez que veía la cerrada expresión de Owen. No
tenía ni idea de si conseguiría llegar al hombre o no. Habría sido
tan bueno que Owen fuera su compañero, pero...

—Una de las maneras en que podemos reconocer a


nuestros compañeros es por nuestra capacidad de escucharlos,
hablar con ellos, en nuestras cabezas. —Apretó las manos a los
lados—. Pensé que eras... —tragó a través del nudo en la
garganta—. Pensé que eras mi compañero pero...

—Te puedo escuchar.

Owen susurró las palabras en voz tan baja que apenas las
pudo percibir. Extendió una mano hacia Owen. —¿Me puedes
escuchar? —el corazón le dio un vuelco, luego se aceleró al darse
cuenta de lo que Owen le estaba diciendo. Si Owen lo oía, ¿por
qué nunca le había contestado? Constantine se había confesado,
suplicando una respuesta.

Cualquier pequeña esperanza, que Constantine albergara


en su corazón, de tener un feliz para siempre con sus
compañeros, desapareció. Si Owen lo había oído y se negó a
responder, más o menos lo dejaba todo claro. Owen no lo
quería.

El destino lo había jodido de nuevo.

Apretó los puños de nuevo y hundió sus uñas en las palmas


de su mano para evitar revelar cuánto dolor le provocaba el
rechazo de Owen. Se puso lentamente de pie y asintió a Owen.

—Lo entiendo, y respetaré tus deseos —dijo, sorprendido


por la forma en que sonaba, incluso, cuando se sentía como si
estuviera muriéndose por dentro. Miró a Christian y rápidamente
miro hacia otro lado al apreciar la angustia en el rostro del
hombre.
Necesitaba un poco de aire. Necesitaba tiempo para
pensar, tiempo para asimilar el hecho de que su compañero no
lo quería. Fue hasta a la puerta y la abrió. Hizo una pausa,
volviendo la cabeza ligeramente. No quería que Owen o Christian
vieran las lágrimas que se reunían en las esquinas de sus ojos.

—Voy a ir a explorar los alrededores, a cerciorarme de que


aquí estamos a salvo. Buscaré algo de comer mientras estoy
fuera. —Con toda la calma que pudo, se dirigió hacia la puerta, la
cerró detrás de él, y entonces comenzó caminar. No tenía idea
de hacia dónde se dirigía, y realmente no le importaba.
—Siempre he sido aficionado a los humanos —dijo
Christian mientras miraba a Owen—. Siempre pensé que eran
muy espabilados, pero en realidad eres idiota, ¿verdad?

Christian no se sorprendió cuando el asombro, seguido,


rápidamente, por la indignación, cruzó el hermoso rostro de
Owen. Era la respuesta que esperaba mientras hablaba. Owen
necesitaba dejar atrás el pasado y mirar hacia el futuro, el futuro
de todos ellos.

—¿Perdón?

Resopló y giró los ojos. —No estoy realmente seguro de si


tienes alguna excusa, pero te estás comportando como un idiota.

—¿Podrías dejar de decir eso? —pataleó Owen.

Fue un buen berrinche, pero Christian pensaba que podría


haber sido capaz de hacerlo mejor. Podría haber utilizado sus
maravillosos labios para hacer pucheros. —Oblígame.

Owen frunció el ceño, arrugando la frente confuso. —¿Cuál


es tu problema? ¿Te salve tu jodida vida, y ahora me tratas como
la mierda? —Owen lanzó sus manos al aire. Parecía agitado—.
Dios, ¿son todos los hombres lobo así? Primero Constantine, y
ahora tú. ¿Qué pasa con vosotros?

Christian se recostó sobre las almohadas detrás de él y


sonrió. —¿De verdad quieres saberlo?

—No habría preguntado si no quisiera saberlo.


—Está bien, siéntate, puede llevar algún tiempo
explicártelo.

Hizo un gesto hacia un lado de la cama y esperó hasta que


Owen se sentó. El hombre realmente era demasiado lindo para
su propio bien. —Los deltas son cambiaformas lobos nacidos en
el exterior de una manada.

—Pero Constantine tiene familia. Me reuní con ellos.

—Oh, tienen padres y hermanos, incluso una manada


entera, pero realmente no pertenecen a ellas. Siempre están en
el exterior mirando hacia dentro. Los deltas despiden una
feromona, como un perfume, que lleva a otros cambiaformas
lobo a la locura. Es como un afrodisíaco de millones de dólares.
El resto de los cambiaformas lobo mataría por llegar a un delta.

—No huelo nada —protestó Owen.

—Y no lo harás porque eres su compañero. Los Alfas, los


betas, y los compañeros son inmunes al olor. —Se rio Christian—
. Las cosas se irían a la mierda, bastante rápido, si los Alfas no
pudieran mantener sus cabezas en su sitio, cada vez que un delta
está cerca, ¿no te parece?

Owen asintió, pero todavía se veía tan confuso como el


infierno. Siguió mirando a Christian, y luego cogió un pequeño
trozo de la manta y tiró de ella hacia delante.

—¿Qué tiene eso que ver conmigo?

—Debido a esta feromona, Constantine nunca puede


involucrarse con la manada. No puede asistir a las reuniones o
celebraciones. Ni siquiera a sus ceremonias. Sería enviar a la
manada a un frenesí. —Hizo una mueca. Conocía los detalles de
lo que era un delta pero, nunca pensó en ello en términos de lo
que su propio compañero podría estar pasando—. Está solo,
siempre solo. El único consuelo que tiene es el conocimiento de
que en algún momento, podría tener la suerte de encontrar a sus
compañeros.

—¿Nosotros? —susurró Owen.

Christian cabeceó. —Nosotros. Somos su consuelo, su


puerto en la tormenta. Lucha cada día para darnos las libertades
que tenemos, para hacer cumplir nuestras leyes, y para
garantizar nuestra seguridad. Hasta que nos encontró, no tenía a
nadie para cuidarlo y amarlo. Estaba solo en el mundo, incluso
en su propia familia.

—¿Y ahora?

Christian sonrió. —Ahora, tenemos que pasar el resto de


nuestras vidas amándole y mostrándole que aquello por lo que
ha luchado todos estos años, ha valido la pena.

—¿Nosotros? —preguntó Owen—. Así que entonces, ¿es


verdad? ¿Los dos somos sus compañeros?

—Sí, lo somos. Cada delta tiene dos compañeros por ahí


para ellos. Tienen mayor impulso sexual que de costumbre,
debido a su mayor cantidad de adrenalina. —Christian se rio
entre dientes—. Seremos necesarios los dos para mantenerlo
saciado.

—¿Pero cómo...? —Owen hizo un gesto con la mano entre


ambos—. ¿Sabes?

—Esa es la mejor parte. —Christian se inclinó y tocó la


punta de la nariz de Owen—. No sólo estamos acoplados a
Constantine, también lo estamos entre nosotros. Los tres
llegaremos a compartirlo todo.

Las cejas de Owen se dispararon hasta el nacimiento del


pelo. —¿Todo?
—Todo —sonrió y movió las cejas.

Los labios de Owen comenzaron a estirarse por las


esquinas, Christian estaba seguro, pero de repente se detuvo y
volvieron a bajar. Owen comenzó a sacudir la cabeza y volvió a
tirar de la manta.

—Eso suena muy bonito, pero no creo que eso ocurra. No


me quiere. Nunca lo hizo. Ahora que te tiene, ni siquiera me
necesita. Y no puedo-

—Oh, por el amor de Dios —espetó Christian—, saca la


cabeza de tu culo, ¿quieres? Está loco por ti. Hasta yo lo sé, y lo
conocí esta noche. Joder, el aire, prácticamente, arde cada
maldita vez que te mira.

Owen negó. —No, te equivocas. Sólo se apareó, o como se


llame, conmigo, porque me necesitaba para salvar su vida.

—No funciona de esa manera, Owen. O eres su compañero


o no lo eres. Y lo eres. Además, el destino elige nuestros
compañeros, no nosotros. Sabemos de ellos cuando los olemos.

—Entonces, ¿cómo es que él no sabía que era su


compañero la noche que nos conocimos? —exclamó Owen
mientras alzaba la vista, con los ojos llenos de lágrimas, hacía
Christian—. Ni siquiera sabía quién era yo al día siguiente. ¿No
crees que me debía haber olido bastante para entonces?

Christian se inclinó hacia delante y tomó la mano de Owen.


—Cariño, necesitas entender algo. Los cambiaformas lobo somos
diferentes a los seres humanos. Cuando resultó herido,
necesitaba sangre para curarse. Debido a que sus heridas eran
tan graves, entró en sed de sangre, nublando su mente. Dudo
que ni siquiera supiera su propio nombre.

—Eso sigue sin explicar por qué actuó como lo hizo. Si lo


que dices es cierto, entonces su mente se habría aclarado
cuando sus heridas sanaron y me habría olido al día siguiente,
¿no? ¿Por qué no lo hizo?

—No puedo explicar eso, solo él puede, debes darle la


oportunidad de hacerlo. —Christian señaló hacia la puerta—.
Cada vez que están cerca uno del otro las chispas empiezan a
volar. Los dos tenéis tanto miedo de ser lastimados que no
podéis ver lo que está justo delante de vuestros rostros.

Owen se veía esperanzado pero, también tan aterrorizado


que Christian decidió tener piedad de él. Además, no estaba
peleando solo en favor de Constantine, para que mantuviera a su
compañero. También luchaba por sus propios intereses. Christian
se deslizó de nuevo contra las almohadas y palmeó el colchón a
su lado.

—Mira, sé que estás cansado. Yo también lo estoy. ¿Por


qué no tomamos una pequeña siesta mientras esperamos a que
vuelva y nos traiga algo comer? Eso te dará algo de tiempo para
pensar en lo que he dicho y decidir que quieres hacer al
respecto, ¿de acuerdo?

Owen asintió, se quitó los zapatos y se arrastró hasta la


cama para acostarse al lado de Christian. Este se movió para
abrir las sabanas y estirarlas sobre ambos, entonces se acurrucó
de nuevo junto a Owen. Contuvo la respiración y deseando que
todo fuera bien, pasó el brazo por encima de la cintura de Owen.

—Buenas noches, Owen, dulces sueños.

Owen se tensó por un momento y luego lentamente se


relajó. —Buenas noches, Christian.
Constantine no sabía qué esperar cuando abrió la puerta de
la habitación del hotel, pero no era la vista de sus dos
compañeros acurrucados juntos en la cama, durmiendo. Se
quedó allí, en la puerta, por un momento, mirándolos fijamente.
Era un hermoso espectáculo.

Y uno que, llenaba su corazón de pesar y pérdida. Apretó


los labios para no hacer ruido cuando los sentimientos de
angustia comenzaron a apoderarse de él. Se inclinó contra el
marco de la puerta por un momento y simplemente los observó.
Nunca podría volver a ver ese espectáculo de nuevo.

Cuando Owen de repente se sacudió en su sueño y gimió,


cerró la puerta y puso la bolsa, con la comida que había
comprado, en la pequeña mesa junto a la puerta. Se deslizó a
través de la habitación y se arrodilló junto a la cama.

Constantine fue a acariciar a Owen notando que su mano


temblaba. La apretó en un puño, y luego dejó que se relajase
antes de tratar, de nuevo, de acariciar suavemente los suaves y
rubio rojizos rizos sobre el rostro de Owen.

Owen era un hombre muy hermoso. Cualquiera se sentiría


orgulloso de estar acoplado a él. El factor humano no era ningún
problema para Constantine. No le importaba. Su compañero era
un humano, y eso hacía que los humanos fueran valiosos en lo
que a él concernía.

Te habría amado tanto. Constantine dejó caer su cabeza


sobre el colchón. No podía creer cuanto había jodido las cosas.
Tuvo el regalo más preciado en la palma de su mano, y lo perdió
por actuar como un imbécil. Había momentos en que odiaba ser
un lobo delta.

Habría sido bueno ser un simple miembro de la manada. Ni


siquiera le hubiera importado no tener una buena posición en la
manada. Por lo menos, habría tenido una vida en manada y no la
solitaria existencia que había experimentado toda su vida. Estaba
tan cansado de estar solo.

A pesar de tener a Christian en su vida, Constantine sabía


que nunca se sentiría completo. Siempre le faltaría una parte de
él. Ese vacío sólo podría ser llenado por Owen y Owen no lo
quería.

Bueno, ya no podía hacer nada al respecto. Owen había


dejado, perfectamente claro, sus deseos y sabía que tenía que
respetarlos. Ciertamente, no había hecho nada por el hombre.

Constantine abrió los ojos y levantó la cabeza. Comenzaba


a levantarse del piso cuando vio unos ojos verde-musgo
observándolo. Se recostó en el suelo y sonrió.

—Hola —susurró.

—Hola —susurró Owen de vuelta.

—¿Descansaste algo?

—Algo —Owen asintió y señaló al hombre que dormía


detrás él—. Christian sigue estando un poco caliente, así que era
difícil conseguir estar cómodo. Creo que está sanando bien.
Parece que esta profundamente dormido.

Constantine levantó la cabeza y miró por encima del cuerpo


de Owen. Christian parecía estar, claramente, fuera de combate,
pero los moretones en su cara se estaban desvaneciendo. —El
sueño es bueno para él. Eso ayudará a acelerar el proceso de
curación.

—Sí, pienso que lo hará.

—¿Tienes hambre? He traído comida.

—Podría comer.
Lleno de pesar por no poder seguir hablando en ese íntimo
tono, se puso en pie y caminó de regreso, a través de la
habitación, para agarrar la bolsa de comida que había traído para
Owen y Christian. La llevó a una pequeña mesa y se sentó.

Owen se sentó frente a él y lo miró mientras sacaba las


cosas de la bolsa. —No es alta cocina, pero te llenará —dijo
cuando Owen se quedó mirando las hamburguesas sobre la
mesa.

—Comida es comida —dijo Owen, recogiendo una de las


hamburguesas. Tomó un bocado, luego masticó, y asintió tras un
momento—. Las he tenido peores.

Constantine no sabía muy bien qué decir a eso. Se dio


cuenta de que básicamente no sabía nada de Owen más allá de
su capacidad para tener visiones. ¿Tal vez podría arreglar eso? —
¿Cuánto tiempo hace que tienes visiones?

Los cautelosos ojos de Owen se reunieron con los de


Constantine. Tragó saliva y dio otro mordisco a su hamburguesa.
Una vez que había masticado el trozo, bajó la vista de nuevo. —
He tenido visiones desde hace tanto tiempo como puedo
recordar.

—¿Te hacen daño? —Constantine estaba fascinado por la


particularidad de Owen, arqueó una ceja cuando el hombre lo
miró.

—No, pero eres la primera persona que me ha hecho esa


pregunta. —Owen se encogió de hombros—. No siempre son
agradables, pero realmente no me hacen daño.

—¿Alguna vez tienes visiones buenas?

El rubor que llenó la cara de Owen le dijo mucho a


Constantine. Quería preguntarle más, y quería saber lo que
provocó ese enrojecimiento de la suave piel de Owen. Quería
saber si aparecía en esas visiones. No podía preguntárselo.

Constantine tocó la envoltura de la hamburguesa, mientras


trataba de decidir qué preguntarle ahora. Quería que el hombre
siguiera hablándole, aprender más sobre él. Sólo que no sabía
qué preguntar a continuación.

—¿Querías decirlo verdaderamente?

Confundido por la pregunta de Owen, lo miró, pero se


quedó aún más desconcertado por la mirada vacilante en el
rostro del hombre, sin que llegara a mirarlo directamente a los
ojos. —¿Decir qué?

—¿Qué me habrías amado? —preguntó Owen suavemente.

La conmoción lo sacudió al darse cuenta que lo había


escuchado cuando le había hablado mentalmente. Vio cómo los
dedos de Owen torcían una servilleta de papel en la mano y le
arrancaba pedazos. Todavía sin mirarlo a los ojos. Sabía que su
respuesta significaría mucho para Owen.

—Sí, cada palabra.

—¿Por qué? —Owen abrió ampliamente los ojos y miró


fijamente a los de Constantine.

—¿Por qué... ¿por qué te habría amado?

—Sí —Owen apretó la servilleta en su puño y la soltó sobre


la mesa—. No me conoces. ¿Cómo puedes decir que me has
amado cuando no sabes absolutamente nada acerca de mí?

—Porque todo en ti me atrae, la forma en la que miras, la


forma en la que hueles, incluso la forma en la que piensas, tan
confuso como es para mí. Te veo, y todo lo que quiero hacer es
sostener en mis brazos y protegerte de los males del mundo,
males con los que estoy muy familiarizado.

Owen lo miró sorprendido. Decidió ser brutalmente


honesto con él. Se inclinó hacia delante, apoyándose en sus
codos y uniendo sus manos, miró hacia el otro lado de la mesa a
Owen.

—Y luego quiero desnudarte y follarte hasta que no puedas


caminar.

Owen parpadeó. Su boca se abrió, luego la cerró de un


chasquido. Se pasó la lengua sus labios y abrió la boca de nuevo.
Constantine lo observaba, fascinado por el juego de emociones,
que podía ver, cruzando el pálido rostro. El hombre no sabía
cómo responder, podía verlo.

—El hecho que no recuerde haber estado contigo, que la


mayoría de nuestro tiempo juntos sea una neblina en mi mente,
me vuelve loco. Sé que tuvimos sexo. Sé que tomé tu virginidad.
No sé a que sabe tu piel, si brilla por el rubor del deseo cuando te
toco, o cómo se mueve, tu cuerpo, bajo el mío.

—¡Cristo! Deja de hablar de esa manera. —Gimió Owen


frotándose las manos por su enrojecida cara.

—¿Por qué? —preguntó—. Es cierto.

—Porque, el problema no es, que no quiera tener sexo


contigo.

El deseo brillaba en los ojos de Owen y se lamió los labios.


Combatiendo la ansiedad que casi eclipsaba al deseo.

—Es que no se si puedo darte mi corazón como te di mi


cuerpo, ese es el problema.
—Sí, supongo, que no lo hice muy bien con ninguno de los
dos, ¿no?

Owen contestó con un cruel bufido que Constantine sintió


como una punzada directa al corazón. Apoyó las manos sobre la
mesa y bajó la mirada hacia ellos. Su corazón empezó a doler
otra vez, y justo cuando pensaba que estaba haciendo progresos.

Constantine bajó la cabeza y cerró los ojos. Metió las


manos por debajo del borde de la mesa para que Owen no
pudiera ver que apretaba los puños. —Está bien, Owen, lo
entiendo. La jodí, y no puedes perdonarme.

Tomó una respiración profunda, abrió los ojos y levantó la


cabeza para mirar a su compañero. —Tan pronto como sepa que
es seguro, puedes irte. No voy a detenerte. —Consiguió
levantarse de la mesa y empezó a atravesar la habitación para ir
al baño. Necesitaba estar a solas para lamer sus abiertas y
sangrantes heridas.

—¿Eso es todo? ¿Simplemente me das una palmadita en la


espalda y me envías en mi camino?

—¿Qué demonios quieres que te diga, Owen? —


Constantine se dio la vuelta para mirar al hombre. Owen le
rasgaba el corazón del pecho con cada palabra que decía—. Sé
que te hice daño. Te dije que lo sentía. No hay nada más que
pueda hacer si no vas a perdonarme.

—No es que no vaya a perdonarte, sólo... me hiciste daño,


Constantine.

—Lo sé, y no hay nada que pueda hacer para arreglarlo. —


Dijo con tristeza—. Estaba sediento de sangre, fuera de mi
mente. No sabía lo que estaba haciendo. Si no hubiera estado
herido, nunca te habría hecho daño, te lo juro.
—No quiero decir físicamente. Me has hecho daño por la
forma en la que me trataste. Sabías que habíamos tenido sexo.
Incluso le dijiste a tu madre que lo hicimos, pero no hiciste nada
cuando ella me trataba como a una mierda. Y tú mismo me
trataste igual de mal, cuando actuaste como si todo lo que di por
ti, no significase nada.

—Eso no es cierto —dijo—. Lo significó todo. Sin ti, estaría


muerto.

—Eso es todo lo que te importa, ¿no? Te di mi sangre y te


salvé la vida, y eso es todo lo que ves. —Owen giró los ojos—.
Bueno, felicitaciones, señor Stylianos, vas a vivir.

Owen se dirigió hacia la puerta, y Constantine no pudo


soportarlo más. Caminó por la habitación y agarró Owen,
balanceando el hombre en torno a sus brazos. —Eres un
obstinado hijo de puta, ¿no es cierto? —dijo, justo antes de
demandar los labios de Owen con los suyos.

Owen se resistió por un momento, su cuerpo rígido entre


sus brazos, antes de derretirse. Se volvió sumiso, apoyándose en
Constantine. Sus labios se ablandaron y se abrieron
permitiéndole entrar. Presionó aún más el beso, arrebatando los
labios de Owen.

—Te amo, Owen —murmuró Constantine contra los labios


del hombre—. Quiero hacer el amor contigo otra vez, y esta vez,
quiero recordarlo. Quiero conocerte, tus necesidades y deseos,
tus gustos y disgustos. Quiero conocer tus más profundos y
oscuros secretos, y quiero decirte los míos. Quiero compartirlo
todo contigo.

Constantine levantó la cabeza para mirar hacia abajo a los


suaves verde-musgo-ojos, aturdidos de asombro. Apartó un rizo
de la frente de Owen. —Y cuando estés listo para volver a confiar
en mí, quiero tu corazón.
—¿Y si nunca estoy listo?

Por mucho que ese pensamiento le doliera, estaba


dispuesto a apostar por el futuro que podrían tener juntos. —
Entonces tomaré todo lo que me puedas dar y espero que algún
día puedas llegar a pensar que valgo el riesgo.

—¿Tengo que lidiar con tu madre? —preguntó Owen


mientras acariciaba la suave tela de la camisa de algodón de
Constantine.

—No. No estoy seguro de si te has dado cuenta, pero todo


lo que tengo está en el parte trasera del remolque tras mi
camioneta. Estoy alejándome de mi familia, uniéndome a otra
manada en la que puedo ser el hombre que estoy destinado a ser
y no el que mis padres piensan que debería ser.

—¿Te estás mudando?

—Sí, hay una manada recién formada fuera de Atlanta,


Georgia. No son más que deltas y sus compañeros. Algunos de
mis amigos viven allí ahora.

—¿Cómo se sentirán sobre que tengas dos hombres por


compañeros?

El corazón de Constantine latía más rápido por las palabras


de Owen. —Todos los miembros que, hasta ahora, la forman
tienen dos hombres como compañeros. No creo que les importe
ni un poco.

—Así, ¿Christian y yo tendríamos que mudarnos contigo?

—No, no tienes que hacerlo si no quieres, pero preferiría


que lo hicieras. —Constantine trató de contenerse a sí mismo de
no empujar a Owen cuando realmente quería reclamarlo y
gritarle al mundo que el hombre le pertenecía—. La elección
tiene que ser tuya. No voy a forzarte.
—¿Me gustará aquello? —Los ojos de Owen parpadearon
hacia Constantine, y luego hacia abajo.

Lo hará, ¿verdad? Eso sonó como si Owen estuviera


dispuesto a intentar las cosas. —Es hermosa. La ciudad está,
básicamente, por ahora desierta, pero estamos tratando de
arreglarlo, dejarla listo para nuevos miembros. Hay un río en las
afueras. Nuestra casa estará un par de kilómetros fuera de la
ciudad, sin embargo, justo al lado de un hermoso lago.

—¿Nuestra casa?

Constantine asintió. —Estoy construyendo una casa, para


nosotros, junto al lago, lo suficientemente grande para los tres,
para que tengamos un montón de espacio para movernos.

Owen frunció el ceño, y Constantine creyó que podría


haber ido demasiado lejos. —¿Los tres compartiríamos una
habitación o podemos tener nuestras propias habitaciones?

—Quería construir un gran dormitorio principal para


compartirla los tres, pero si quieres tu propia habitación, puedes
tener una. Esa será nuestra casa, de todos nosotros. Todos
tenemos algo que decir en la forma en su diseño.

—¿Una cama grande?

Constantine sonrió. No se había perdido el estrechamiento


de sus cejas, ni la ligera inclinación de los labios del hombre. —
Una cama grande, lo suficientemente grande para que los tres
podamos tener un montón de diversión en ella.

Owen se puso de puntillas y miró más allá de Constantine


hacia Donde Christian dormía. —¿Más grande que esa cama?

—Mucho más grande.


—Entonces tal vez deberíamos probar esta para que
podamos decidir exactamente lo grande que debería ser nuestra
cama.

Constantine se sentía como un coro cantando aleluya.


Agarró a Owen por sus brazos y comenzó a caminar hacia atrás
hasta que sintió el colchón golpear en la parte trasera de sus
piernas. Con una pequeña risa, Constantine se dejó caer sobre la
cama, con Owen encima de él.

—Así que, ¿qué tienes en mente, amigo?


Owen no podía creer que estuviera pensando en tener, de
nuevo, sexo con Constantine, y con Christian. Pero lo estaba, y
podía sentir que su cuerpo estaba completamente de acuerdo
con la idea. Su piel se sentía apretada y caliente. Su polla,
apretada contra su cremallera, palpitaba por salir.

La sonrisa que cubría los labios de Constantine era


interesante, pero no tanto como la dura longitud que Owen
sintió presionada contra su abdomen. Dejando claro sus deseos.
Owen recordó como se sentía esa polla golpeando en su culo y
aunque había habido dolor involucrado, el placer había superado
cualquier malestar que sintiera.

—¿Qué pasa con él? —preguntó Owen, señalando a


Christian.

—Eso depende de vosotros —dijo Constantine—. También


estáis acoplados entre ambos, no solo conmigo.

—Sí, lo sé. Christian me lo explicó. Pero eso no es lo que


quería decir. Quería saber si deberíamos despertarlo. —Owen
frunció el ceño—. ¿Estará en buena forma como para algo de
diversión?

—No lo sabremos hasta que se lo preguntemos. —


Constantine agarró el dobladillo de la camisa de Owen y empezó
a tirar de ella hasta el pecho—. Creo que debemos desnudarnos
y darle una sorpresa.
Owen sonrió y se sentó. Arrebató, el borde de su camisa, de
las manos de Constantine y se la quitó, dejándola caer al suelo.
Se detuvo cuando lo escuchó inhalar con fuerza.

—¿Qué? —Se estremeció Owen, cuando Constantine le


acarició su pecho desnudo.

—Eres tan jodidamente hermoso.

—No lo soy —Owen podía sentir el calor en su rostro, por


las palabras de Constantine.

—Lo eres, demasiado —insistió—. Entre tú y Christian, creo


que soy el delta más malditamente afortunado del universo. Los
dos hacen que mis colmillos duelan.

—¿Sí? —Owen no estaba seguro de creerlo. Christian y él,


si que estaban para caerse muerto, un maldito sueño húmedo.
Pero aun así le sentaba bien escucharlo.

—Sí —dijo y luego abrió la boca.

Sus ojos se acentuaron cuando vio que los caninos de


Constantine habían descendido. Miró los blancos colmillos
durante unos momentos, su corazón latió cuando se acordó de
como habían rasgado su carne.

—Quieres morderme ¿verdad?

—No voy a mentirte —dijo—. El deseo que tengo de


morderte es casi tan fuerte como la necesidad que tengo de
follarte, pero no te morderé hasta que me des permiso.

—Ya me mordiste una vez, y ahora puedo escucharte en mi


cabeza. Eso quiere decir que ya estamos unidos, ¿no?

Asintió, sin decir una palabra, pero Owen podía ver la duda
y ansiedad en su rostro repentinamente tenso, la preocupación
en sus ojos azul-violeta. Owen empujó la camisa de Constantine
hasta las axilas luego se inclinó hasta que sus pechos se
apretaron. Acarició con una mano el costado de la mandíbula de
Constantine.

—Entonces, todo lo que tenemos que hacer es reclamar a


Christian, ¿no? —Owen le preguntó en voz baja—. ¿Y cómo
funciona eso? ¿Tiene que morderme también, o simplemente
sólo tú? ¿Tengo que morderlo de vuelta?

—Por orden, para que puedas escuchar a Christian en tu


cabeza como a mí, también tiene que morderte —dijo.

Owen podría haber jurado que vio un ligero brillo en los


ojos de Constantine, pero se había ido antes de que pudiera
estar seguro.

—¿Es eso lo que quieres, que te reclamemos?

Owen se sentó de nuevo. Frotando las manos sobre el


amplio pecho de Constantine y le encantó la sensación de los
firmes músculos bajo sus palmas. —Si te digo la verdad, no estoy
seguro de qué es exactamente lo que quiero. Todo esto es muy
confuso para mí.

—¿Qué es lo que quieres, entonces?

El momento de la verdad. Owen tomó una respiración


profunda y la apagó lentamente. —Lo único que sé con certeza
es que quiero sentir tus brazos a mí alrededor otra vez. La única
vez, en todo este lio de mierda, que me sentí bien, fue cuando
me abrasaste por ese pequeño momento. Eso es lo único que
tiene sentido para mí.

—Puedo hacer eso —dijo, extendiendo sus brazos.

Owen casi lloró cuando sintió los brazos de Constantine.


Apretó la cara en el hueco de su cuello y sólo se mantuvo allí,
inhalando el almizclado olor de su compañero. Podía sentir las
manos de Constantine vagando sobre su espalda y luego bajando
hasta apretar sus nalgas a través del algodón de sus vaqueros.

—Te sientes tan bien en mis brazos, Owen —le susurró al


oído, haciéndolo temblar ante las palabras pronunciadas en voz
baja.

—Me gusta estar en ellos.

—Te gustaría mucho más si estuvieras desnudo.

Owen se rio entre dientes. —Pues desnúdame.

Owen gritó cuando de repente estaba de vuelta sobre su


espalda. Antes de que Owen pudiera, incluso, recuperar el
aliento, Constantine ya había desabrochado sus pantalones
vaqueros y estaba tirando de ellos.

—¡Maldición! —dijo Constantine cuando los pantalones


vaqueros cayeron en el suelo, entonces, sólo se quedó mirando
el desnudo cuerpo de Owen.

Consciente de sí mismo por la intensidad de la mirada de


Constantine, comenzó a cubrirse. Constantine rápidamente se
inclinó hacia delante y agarró los brazos de Owen,
presionándolos contra el colchón a los lados.

—No, no te escondas de mí. Eres precioso.

Owen sintió que su rostro se ruborizaba mientras miraba


hacia otro lado. —No soy tan guapo como Christian.

—No hay comparación.

Sintió como sí el hombre lo hubiera apuñalado, en el


estómago, con un cuchillo, Owen lo miró. Sabía que Constantine
tenía una conexión más fuerte con Christian que con él, porque
ambos eran cambiaformas lobo y él no era más que un ser
humano, pero nunca pensó que se lo arrojaría a la cara tan
descaradamente.

—Son dos personas muy diferentes. Ni siquiera tienen el


mismo aspecto. Christian es moreno y sexi, con todo ese negro y
largo pelo y sus profundos ojos color plata. También es muy...
enérgico. Creo que él y yo vamos a discutir mucho. Los dos
somos personas muy tercas.

A Owen, el corazón, le dio un vuelco.

—Pero tú, Owen, eres como un rayo de sol, un prado


cubierto de hierba en medio del verano. Con tu hermoso pelo
rubio rojizo y tus ojos verde musgo, me cautivas. Me dan ganas
de envolverte en mis brazos y disfrutar de todo tu calor.

—¿En serio?

—Una de las ventajas de ser un delta, es que puedo tener


lo mejor de ambos mundos.

Owen se rio por la forma en la que Constantine movió sus


cejas. Su risa al instante se volvió un gemido cuando Constantine
deslizó su mano hacía abajo sujetándolo por la cadera y tirando
de él acercándolo.

—Cons… Constantine.

Lo besó a lo largo del borde de la mandíbula, y luego se


trasladó hasta el cuello. Owen arqueó la cabeza hacia atrás,
dejando al descubierto su cuello, para los inquisitivos labios. Se
estremeció con cada pequeño detalle, con cada beso. Se sentía
como el cielo.

Cuando Constantine acercó más su cadera, Owen levantó


las piernas y las envolvió alrededor de la cintura del hombre.
Quedando su polla contra Constantine, presionándola entre
ambos.

Su aliento se atragantó cuando Constantine comenzó a


moverse contra él. La fricción de sus cuerpos provocó el anhelo
de Owen. —Piel... Necesito sentir tu piel. Quítate la ropa.

Constantine sonrió y se puso de pie. Owen se inclinó sobre


codos y lo observó quitarse sus ropas, una por una. —Deberías
haber sido stripper.

—¿Sí?

—Es sexi, como el infierno, ver como te desvistes.

Owen podía ver el efecto que, sus palabras, tuvieron en él.


La chispa del deseo invadía sus ojos. Su respiración se hizo más
rápida. También notó que sus palabras tuvieron un profundo
efecto en la polla del hombre. En el momento en el que empujó
sus pantalones, su polla rebotó y golpeó contra su abdomen.

—¡Maldición!

Constantine, flexionó sus músculos, primero a un lado y


luego al otro. Owen se rio, divertido por el sobre-exagerado
alarde de su físico. Observó de arriba abajo el sexi cuerpo
delante de él, hasta que llegó a la polla del hombre. Sus ojos se
abrieron. No podía creer que esa cosa hubiera estado en su culo.

—Eres enorme —dijo al tiempo que echaba un buen vistazo


al impresionante tamaño del hombre—. No puedo creer que eso
haya cabido. No me extraña que doliera tanto.

La cara de Constantine cayó al instante. Se dejó caer de


rodillas, se inclinó más hacia Owen, y extendió la mano para
acariciar un lado de su cara. —Lo siento mucho, Owen. Te juro
que no fue mi intención hacerte daño. Si hubieras estado
preparado, nunca te habría lastimado. Estaba demasiado
embargado por mi sed de sangre para cuidar de ti
correctamente. No volverá a suceder, lo prometo.

—¿Y si vuelves a tener sed de sangre de nuevo?

Constantine movió la cabeza. —Ahora que estamos


acoplados, soy incapaz de hacerte daño de nuevo. Incluso si
entró en sed de sangre, nuestra unión me impediría hacerte
daño de cualquier manera.

A Owen le gustaba como sonaba eso. —¿Sí?

—Te protegeré de cualquier cosa —dijo—. Incluso de mí


mismo.

Eso le gustaba incluso más. Todavía, hasta que llegara a


conocerlo, un poco mejor, sería cauteloso pero en este
momento, quería conocer el cuerpo del hombre, hasta el último
maldito centímetro.

—¿Vamos a despertar a Christian?

Constantine miró más allá de Owen, al hombre durmiendo


pacíficamente en el otro lado de la cama y luego sonrió. —Sí,
vamos.

Owen se dio la vuelta y se arrastró sobre la cama para


acostarse al lado de Christian. Estaba de acuerdo con
Constantine, Christian era un hombre magnífico. Su rostro era
largo y delgado, su mandíbula cuadrada pero no demasiado. Una
recta y fina nariz, y unos apretados labios, resaltados por las más
largas y negras pestañas que Owen hubiera visto en su vida.

Comenzaba a acariciar la cara de Christian cuando sintió un


peso pesado asentarse detrás de él. Volvió la cabeza para
encontrarse a Constantine en cuchara contra su espalda. Este
comenzó a mordisquearle el cuello mientras envolvía sus brazos
a su alrededor.
—¿Por qué no despiertas a nuestro hombre? —le preguntó
entre mordisquitos—. Yo me ocupo de ti, tú ocúpate de él.

La mano de Constantine rozó el pecho de Owen,


provocando que un escalofrío de deseo pasara a través de él.
Owen se mordió los labios para no gritar de placer por el
contacto y centró su atención en despertar a Christian.

Le acarició el costado de la cara hasta que sus pestañas


revolotearon y sus plateados ojos se asomaron ante él. Owen
sonrió. —Hola, ¿has dormido bien?

Los ojos de Christian se abrieron, aún más, cuando miró


más allá de Owen y, a continuación, le devolvió la mirada. —
Parece que no tan bien como tú. —Christian se echó a reír.

Owen podía sentir los labios de Constantine moviéndose a


lo largo de su cuello y hombro. Sabía a lo que Christian se refería.
—Dos de nosotros tres estamos listos para jugar —Owen
comenzó a trabajar en los botones de la camisa de Christian—.
¿Quieres unirte a nosotros? Constantine me asegura que sería
mucho más divertido si participáramos todos.

Christian sonrió y rodó hacia un lado de la cama para


ponerse de pie. Su aliento quedo atrapado en su garganta
cuando Christian comenzó a quitarse la ropa. Fue tan erótico de
ver como lo fue con Constantine.

—Maldita sea, te juro que vosotros dos tenéis que montar


un espectáculo para mí uno de estos días.

Constantine se rio entre dientes detrás de él. Christian sólo


lo miraba confundido. Owen sintió el calor en su rostro cuando
se dio cuenta que realmente había expresado sus deseos. Estaba
seguro de que ellos iban a pensar que era un completo
pervertido.
Descubrir que le gustaba mirar, era algo nuevo para Owen,
algo que nunca pensó que le gustaría. Estaba equivocado. Su
polla le dolía ante la mera idea de verlos juntos. Lo hacía sentirse
caliente. Su piel se estremeció.

Oh, espera, también podía ser por la lengua lamiéndole el


cuello o por los dedos tirando de su pezón. La mano, que
avanzaba poco a poco, desde su pecho hacia su polla, se podría
añadir también a la opresión en su pecho.

Cuando Constantine finalmente envolvió su mano


alrededor de su polla, este gritó y se arqueó ante el tacto. Estaba
tan inmerso en la sensación de las caricias, que apenas se dio
cuenta que Christian se había subido a la cama hasta que sintió
los labios del hombre presionando contra los suyos.

Owen se dio cuenta que estaba encajonado entre dos


hombres desnudos, dos hombres desnudos muy excitados. La
polla de Constantine se frotaba contra su culo y la polla de
Christian frotando su parte delantera.

El caliente aliento de Constantine sopló a través de la piel


de su cuello cuando los labios del hombre se movieron sobre su
piel desnuda. El aliento de Christian soplaba sobre su rostro.
Owen sintió que su cuerpo iba a sobrecargarse ante las duales
sensaciones.

Gimió, más excitado de lo que, alguna vez, pensó que


pudiera. Christian era cálido, fornido y suave en los lugares
correctos. Constantine era caliente y fornido en todos los
lugares.

Ambos hombres lo acariciaban con suavidad, pero con


firmeza. Cada toque se sentía como fuego, un ardiente
hormigueo, a lo largo de la piel de Owen. Se arqueaba buscando
una caricia, luego, retrocedía en busca de otra. Antes de darse
cuenta, estaba moviéndose de un lado a otro como un yo-yo.
—Constantine te reclamó —murmuró Christian contra su
pie—. Te mordió aquí, ¿verdad?

Owen se estremeció cuando Christian pasó la lengua a lo


largo de la marca de mordida en su cuello, causándole un
revuelo de sensaciones. La marca todavía se sentía sensible y
trajo de vuelta increíbles recuerdos que Owen mantenía
escondidos desde que Constantine lo reclamara, recuerdos con
los que planeaba fantasear cuando estuviera solo.

El reclamo por parte Constantine le había hecho daño, pero


también había le había provocado más placer del que jamás
hubiera sentido. No sabía si eso quería decir que le gustaba el
dolor o que simplemente necesitaba sentir, al hombre más
grande, reclamándolo. No estaba seguro de que le importara,
siempre y cuando volviera a suceder.

—Te voy a morder aquí, Owen —murmuró Christian antes


de morder suavemente el otro lado del cuello de Owen. No lo
mordió lo suficientemente fuerte como para romperle la piel,
pero si lo suficiente como para hacer que los pies de Owen se
curvaran.

—Sí —exclamó Owen. Sus manos se apretaron contra los


hombros de Christian. Alzó la mano, agarró el pelo de Christian, y
tiró del hombre más cerca, empujando la cara Christian hacia la
suave curva de su cuello. Su piel se estremeció. Podía sentir los
colmillos de Christian acariciando su garganta.

—Lo único que tienes que decidir es si Constantine va a


follarte mientras me follas o sí él va a follarme mientras te follo.

Owen parpadeó y movió su cabeza para mirar a Christian.


—¿Tengo que decidirlo?

Christian frunció el ceño. —Por supuesto que sí.

—¿Pero qué pasa si no puedo decidir?


—Bebé, no es ciencia de cohetes. —Constantine se inclinó
sobre Owen—. Y espero que esto sea algo que hagamos un
millón de veces. Si deseas probar un camino esta vez, podemos
probar otro la siguiente vez. Hay un montón de escenarios que
puedes probar.

Owen sonrió y ladeó la cabeza hacia atrás para mirar hacia


arriba hacia los ojos Azul-violeta de Constantine. —Realmente
me gustaría probar cosas, con vosotros, de nuevo, si eso está
bien.

—Esto está más que bien. —Constantine sonrió, se inclinó,


y le dio un beso rápido en los labios—. De hecho, creo que la
idea es perfecta.

—Tenemos lubricante esta vez, ¿no?

Christian se echó a reír y salió de la cama. Owen vio como


corría hacia su bolsa y revolvía en ella. Dejó escapar un pequeño
grito alegre y volvió corriendo a la cama con una pequeña botella
en sus manos. —Nunca salgo de casa sin él.

Owen frunció el ceño. No estaba seguro que le gustara la


repentina sensación de celos, que corrió a través de él, ante la
idea de que Christian necesitara una botella de lubricante antes
de ahora. No le gustaba la idea de Christian con nadie, excepto
Constantine o él.

—Voy a llevar el lubricante a partir de ahora —espetó


Owen mientras agarraba la botella de las manos de Christian—.
No lo necesitas, salvo cuando estás con nosotros.

La boca de Christian se abrió por un momento antes de


empezar a reírse. —Owen, mi pasado ya no importa. Estoy
acoplado a Constantine y a ti ahora. No puedo estar con nadie,
excepto con vosotros dos nunca más. No hay necesidad de
ponerse celoso.
—¿Te gustaría pensar en mi con alguien más? —espetó
Owen.

—Tú eras virgen —dijo Christian, y su sonrisa lentamente se


redujo de sus labios—. Tú lo has dicho.

—Eso fue entonces. Esto es ahora.

Christian se apartó un poco. Sus cejas se juntaron cuando


frunció el ceño. —¿Estás diciendo que quieres estar con alguien
más?

—No, pero ya sabes cómo me siento cuando hablas de tu


pasado.

Christian comenzó a moverse hacia el lado de la cama, pero


Constantine, pasando por delante de Owen, lo alcanzó y lo
agarró por el brazo. —Está bien, ya es suficiente, los dos. Se
supone que deberíamos estar pasando un buen rato,
amánDonos, y no peleánDonos. Todos tenemos un pasado, cada
uno de nosotros. Vamos a tener que aprender a lidiar con eso.

Christian se recostó en la cama mientras parecía considerar


las palabras de Constantine. Owen sintió dolor en el pecho por la
abatida mirada en su rostro. Eso no es lo que quería. Sólo
quería... Owen no estaba, exactamente, seguro de lo que quería,
pero sabía que se sentía como un idiota.

—Lo siento, Christian. —Se encogió de Owen—. No debí


saltar así. No hay nada que puedas hacer acerca de su pasado. Lo
entiendo. Sólo que cuando trajiste la botella y dijiste eso, de
repente te vi follando con todos esos hombres, yo-

—Dos —susurró Christian—. He estado con dos hombres,


eso es todo. Lo juro.

—Y nunca estarás con ningún otro hombre, excepto Owen


y yo, ¿de acuerdo? —preguntó Constantine.
Owen observó como los ojos de Christian parpadearon
hacia Constantine y poco a poco empezó a sonreír. —Prometido.

—¿Y tú, Owen? —preguntó Constantine, agarró a Owen


por la barbilla y le hizo girar la cabeza—. ¿Me prometes no volver
a estar con nadie más excepto Christian y yo?

—Sí, por supuesto, pero-

—No hay peros. —Dijo Constantine, Cubriendo los labios de


Owen con su dedo—. Nosotros, los tres, prometemos aquí y
ahora que no vamos a estar con nadie más. Solo estamos
nosotros tres en esta cama, y así va a continuar. ¿De acuerdo?

Owen asintió. Por el rabillo del ojo, pudo ver a Christian


asintiendo. Constantine asintió, quitó el dedo de la boca de
Owen y sonrió. —Bueno, creo que, ahora que lo hemos resuelto,
podemos seguir adelante con lo que estábamos haciendo. No sé
vosotros dos, pero a mí me duele la polla. Creo que necesita
tiernos y amorosos cuidados.

Owen se rio. ¿Cómo no iba a hacerlo? Constantine tenía esa


peculiar forma, de ponerlo todo en perspectiva y zanjar los
temas, a través de sus sandeces. Owen llegó a él y envolvió su
mano alrededor de su gruesa polla.

—Creo que podría ser capaz de ayudarte con eso.

Gimió, empujándose contra el férreo control. Owen


comenzó a acariciarlo, y pronto, su gemido se unió al del hombre
cuando Christian se apoderó de él.

Aunque su conversión de hacía un momento había sido


tensa, el deseo entre los tres había vuelto casi inmediatamente.
Se tocaron y se acariciaron mutuamente, presionando sus
cuerpos.
—Inclínate hacia adelante, bebé. —Constantine empujó a
Owen por la cadera—. Alza tus piernas por encima de Christian.

Owen estaba confundido, pero hizo lo que dijo. Lo entendió


cuando sintió los dedos del hombre moviéndose entre sus
nalgas. El aliento quedó entrecortado en su garganta cuando
sintió la caricia suave en contra de su fruncida entrada. Le daba
miedo, pero se sentía muy, muy bien. No sabía si alejarse del
contacto o pulsar contra él.

Presionó contra los resbalosos dedos que se presionaban


contra él. Owen gritó profundamente cuando dos de ellos
entraron en su culo. Conocía, por experiencia, que Constantine
era un hombre grande. Sabía que necesitaba estar muy bien
extendido. Pero no estaba seguro, de poder durar mucho, lo
suficiente para conseguir que Christian también estuviera
preparado.

—Chri-Christian —Gimió Owen y alargó la mano hacia el


hombre—. Tengo que prepararte. No quiero hacerte daño.

Christian sonrió y se acercó a Owen para agarrar la botella


de lubricante. —Tú disfruta. Voy a prepararme.

Los ojos de Owen, casi se salieron de su cara, cuando se


imaginó a Christian con sus propios dedos en su culo. Se lamió
los labios. —¿Puedo ver?

—¿Quieres ver como me preparo?

Asintió, incapaz de encontrar las palabras para decir lo que


quería. No tenía la menor idea de que era un voyeurista. Ahora
sabía que lo era. Le gustaba mirar. La idea de ver a Christian
estirarse a sí mismo, para conseguir estar dispuesto para su
polla, casi lo hace correrse. Sólo apretando los puños pudo
rechazar su inminente orgasmo.
Pero volvió a estar cerca cuando Christian se dio la vuelta y
se colocó en sus manos y rodillas. Owen estaba seguro que dejó
de respirar cuando roció un poco de lubricante en sus dedos, y
luego llegó a su alrededor y comenzó a estirarse.

—Joder —exclamó Constantine—. ¡Eso es caliente!

Owen asintió. Estaba bastante seguro de estar babeando.

—¿Te gusta mirar como Christian se prepara a sí mismo,


bebé? —Constantine le canturreó al oído mientras añadía un
tercer dedo en su culo. Los tres dedos comenzaron a moverse
dentro y fuera de la ajustada entrada, acompasando los
movimientos de los dedos de Christian.

—Míralo, bebé. Imagínate como va a ser cuando sea tu


dura polla en lugar de los dedos.

Owen observaba. Tenía que hacerlo. No había fuerza en la


tierra que pudiera despegar sus ojos de Christian mientras se
preparaba con sus propios dedos. Podía sentir a Constantine,
empalándolo de la misma manera, como si todos compartieran
la misma sensación en el mismo momento.

—Joder, bebé —gimió Constantine—. Eres tan estrecho.

Owen parpadeó. De repente se dio cuenta que mientras


había estado hipnotizado por la visión de Christian estirándose,
Constantine lo había llenado con su polla. Se estremeció,
sintiéndolo en su culo, los huevos del hombre se apretaban
contra él.

—No me dolió —susurró con sorpresa.

—No se supone que lo haga. —Se rio entre dientes—. Sólo


debes sentir placer, Owen.
Owen lo hizo, especialmente, cuando Constantine comenzó
a moverse. El placer atravesó su cuerpo como una chispa de
electricidad. Owen gritó y empujó su culo contra Constantine. No
podía creer lo bien que se sentía.

La súbita bofetada de una mano en su cadera, sacudió a


Owen. Confundido por el golpe, miró por encima del hombro a
Constantine.

—Vamos a rodarnos a nuestras manos y las rodillas, ¿de


acuerdo?

Owen arqueó una ceja. ¿Cómo diablos se suponía que iba a


rodar sobre sus manos y rodillas con la polla de Constantine en
su culo? Ese era como pedir lo imposible. Sin embargo, Owen
trató de dar lo mejor de sí. Constantine lo ayudó acaparando sus
caderas, mientras ambos rodaban.

Owen inhaló rápidamente y se puso a cuatro patas. La


nueva posición permitió, a Constantine, hundirse más en su culo.
Owen clavó los dedos en las sábanas y trató de recuperar el
aliento. Podía sentirlo moverse detrás de él, el cuerpo del
hombre apretado contra su culo.

—¿Christian?

Owen esperaba que Christian se arrodillase delante de él.


No estaba preparado para verlo recostarse sobre su espalda y
deslizarse hacia abajo hasta que sus duras pollas se presionaban
entre sí. Christian abrió sus piernas, las recogió sobre su pecho.

—Nuestro turno. —Se rio Christian entre dientes.

Owen tragó saliva cuando miró el rosado y estirado


agujero, esperando. De repente se dio cuenta de que nunca
había hecho esto y que no tenía ni idea de cómo hacerlo bueno
para Christian. No conocía nada sobre el sexo hombre con
hombre.
—Christian, yo no-

—Vas a hacerlo bien, Owen. Sólo haz lo que Constantine te


haga.

Owen tenía serias dudas, pero de todos modos agarró su


polla y la guio hacia la apretada entrada. El sedoso calor del
cuerpo de Christian envolvía su polla mientras, lentamente, se
hundía en el hombre.

—Oh, sí, justo ahí.

Christian gemía debajo de Owen. Este lo miró,


sorprendiéndose cuando vio que el hombre había arqueado su
cuello, y cerrado sus ojos, como si las sensaciones que pasaban
por él, fueran más de lo que podía tomar, con ellos abiertos. —
¿Justo dónde?

Constantine hizo una serie de golpes cortos. Owen pensó


que se sentían bastante bien, hasta que, Constantine, cambió su
ángulo y la cabeza de su polla chocó con algo dentro de él. Owen
se tensó y gritó abrumado por la sensación.

—Ahí —susurró Constantine al oído de Owen—. Esa es el


punto dulce, cariño.

Owen asintió rápidamente. Seguro que lo era. Se sentía


como si cada nervio, cada célula de su cuerpo, se inundara de
placer. Cuándo Constantine lo hizo de nuevo, Owen no pudo
dejar de empujar hacia delante contra Christian, y seguidamente
empujar hacia atrás contra Constantine.

No podía decidir qué sensación se sentía mejor, la


sensación de la polla llenándolo y golpeando su punto dulce o el
apretado agarre que rodeaba su polla cada vez que se metía en
Christian. No estaba seguro de que le importara. Cuanto más
rápido se movía, más sentía de ambos.
Los movimientos de Owen se volvieron erráticos, como
efecto de las sensaciones que se apoderaban de él. Sólo las
manos, de Constantine, en sus caderas, lo mantenían en línea.
No le dolía estar emparedado entre los dos hombres.

Christian lo acariciaba desde abajo, desplazando sus labios


sobre la piel de Owen. Constantine lo amaba desde detrás,
mordisqueándole el largo del cuello mientras acariciaba su
caliente piel.

Owen era simplemente el buque entre Constantine y


Christian que tomaban su placer. No podría ser más feliz sobre
eso. Si su futuro era estar en el medio de estos dos hombres, era
perfecto para él.

—Es el momento, Owen.

Owen miró a Christian confundido.

—Estoy cerca —gimió—. Quiero reclamarte mientras me


corro.

Owen no sabía como Christian podía estar cerca


considerando que el hombre no había tocado su polla, pero aun
así se inclinó cuando Christian abrió la boca y le enseñó los
colmillos, mordiéndolo. El dolor desapareció en un segundo para
ser sustituido por un abrumador placer.

Gritó, seguro que estaba a segundos de correrse. Se


sacudió. Apretando las sábanas junto a la cabeza de Christian.
Trató de mantener a raya su orgasmo hasta que sintió que
Christian se corría. Pensó que no tendría éxito cuando sintió el
líquido caliente dispararse sobre ellos.

Entonces otro grupo de caninos se hundieron en su cuello


mientras Constantine golpeaba su punto dulce con golpes
rápidos. La multitud de sensaciones fue demasiado para Owen.
Gritó su liberación y llenó a Christian con su semilla.
Un rugido tenue detrás de él se hizo eco de su orgasmo.
Sintió como la semilla de Constantine lo llenaba, mientras él, se
derrumbaba encima del sudoroso cuerpo de Christian.
Momentos más tarde, algo más se movió dentro de él. Owen se
sacudió y gritó cuando esto golpeó a su próstata, enviando más
placer a través de él.

—¿Qué demonios es eso?

—El nudo de apareamiento. —Constantine jadeó contra su


espalda—. Sólo aparece cuando follamos a nuestros
compañeros. ¿No te acuerdas de la última vez?

Owen pudo sentir como su cara se ruborizaba. —Me


desmayé después de un tiempo. No creo que mi cuerpo soporte
orgasmos múltiples.

—Vamos a tener que arreglar eso —rio Constantine—. Tal


vez cuando probemos conmigo en la parte inferior y Christian en
la parte superior, ¿eh?

Owen podía sentir palpitar a Christian bajo su oreja. Podía


sentir el palpitante cuerpo de Constantine detrás de él, el nudo
en su interior los mantenía juntos. No estaba seguro de haber
sentido algo más maravilloso en su vida.

—Creo que la otra manera podría matarnos. —Jadeó


Christian. Acarició suavemente la parte trasera de la cabeza de
Owen. Este pudo sentir como Christian entrelazaba su mano con
la de Constantine, pero extrañamente, intercalado entre los dos
hombres, no se sentía excluido. De hecho, nunca se sintió más
amado.

Owen se rio entre dientes. —Estoy dispuesto a correr el


riesgo.
A la mañana siguiente, al dejar el hotel, todos estaban de
mejor ánimo que cuando llegaron. Christian pensó que podría
tener algo que ver con el sexo de otro mundo y el apareamiento
de la noche anterior. Pero ¿qué sabía él? Caminaba alrededor
sonriendo como un idiota.

Constantine tomó una de las bolsas y se dirigió hacia fuera.


Pensando que debería ayudarlo, agarró la otra bolsa, y lo siguió
hacia el coche. Se sentía mucho mejor de sus lesiones después
de algo de descanso, comida, y sexo increíble.

—Digo que ataquemos las máquinas expendedoras —dijo


Christian, señalando en su dirección—. Nos hacemos con un par
de gaseosas y algunas patatas para mantenernos hasta que
pongamos un poco distancia, antes de parar a por comida de
verdad.

—Gran idea.

Constantine se inclinó para darle un beso rápido y cerró el


maletero después de que ambos metieran las bolsas, y se
dirigieran a las máquinas expendedoras. Una vez allí, los dos
sacaron sus billeteras y comenzaron a suministrarse de comida
chatarra.

Justo cuando estaban terminando, oyeron un fuerte ruido


que venía de su habitación, seguido por un corto grito de pronto
silenciado. Dejando caer todo de sus manos, Christian corrió
hacia su habitación.

¡Owen!
Mierda, ni siquiera había pensando en no dejar a Owen
solo. Constantine, que era mucho más rápido y más grande que
él, voló hacia allí. Además, a pesar de que había sanado casi
completamente, Christian estaba todavía dolorido por la paliza.

Al llegar a la habitación, el corazón de Christian se


desmoronó al ver la puerta abierta y la habitación desordenada.
Bueno, al menos Owen había presentado batalla. Sólo rezaba
para que no le hubieran hecho daño en el proceso. ¿Cómo
pudieron ser tan estúpidos para dejarlo solo?

—Christian, aquí dentro —dijo Constantine desde el baño.

Rápidamente se movió para unirse a su compañero y se


quedó paralizado de miedo cuando vio lo que quería mostrarle.
Había una nota con una dirección escrita con rotulador en el
espejo.

Tenemos a tu niño juguete, Christian. Tu vida por la


suya. Una hora, ven solo.

—Todo esto es culpa mía —exclamó Christian cuando


empezó a derrumbarse. Constantine estuvo allí en un instante
para atraparlo antes de caer al suelo—. Tengo que ir a buscar a
Owen. Necesito tu coche.

—No vas a ninguna parte solo —dijo Constantine con


firmeza—. Nosotros vamos de la mano.

—Dijeron que fuera solo. No quiero que lo lastimen. —las


lagrimas comenzaron a reunirse en sus ojos. Moriría si algo le
sucedía a Owen. Acababan de acoplarse. No podía perder al
hombre.

—Bebé, escúchame —dijo Constantine, levantándolo en


sus brazos—. ¿De verdad crees que van a dejar ir a Owen? Se
llevaron a un humano que sabe sobre los hombres lobo. No van
a dejar que se vaya.
—He matado a nuestro compañero —gritó Christian,
aferrándose a Constantine como si su vida dependiera de ello—.
¡Debería haber sido yo!

—¡No! Nadie muere hoy, excepto las personas que se


llevaron Owen. —Gruñó—. Esto no es culpa tuya, Christian. Tu
jodida manada son los culpables de esto, nadie más. No has
hecho nada más que amar a Owen. Él lo sabe.

—¿Cómo podemos traerlo de vuelta? Tenemos que


encontrarlo. Lo necesitamos para que nos mantenga juntos. Es
nuestro centro. No podemos perderlo.

—No vamos a hacerlo. Tengo un plan, bebé. —Besó las


mejillas de Christian mientras le enjugaba las lágrimas—. Vamos
a traerlo de vuelta. Vamos, tenemos que llegar a la dirección que
ponía en la nota.

—No quiero que también te lastimen —dijo Christian—.


¡No podría soportarlo si también te lesionaran!

—¡Por favor! Soy un Delta. —Se rio y se pasó las manos


sobre su firme pecho y abdominales—. Mira este cuerpo,
completamente fuerte y hecho para patear culos. Además, ni
siquiera pueden verme y olerme. Puedo ocultar mi olor. No te
olvides de eso.

—Sabes que cuando miro tu cuerpo, no estoy pensando en


ti luchando —se rio Christian y se limpió los ojos de nuevo. Sabía
que Constantine estaba haciendo el tonto para ayudarlo, y
Christian cayó un poco más enamorado de él allí mismo por
ello—. Es más, mis pensamientos involucran que estemos
desnudos.

—Encontraremos la forma de traer, de vuelta, a nuestro


bebé —Constantine respondió, moviendo las cejas y tendiéndole
la mano—. Necesito que confíes en mí. He estado en peores
situaciones que esta. También estoy preocupado por Owen. Pero
sé que soy capaz de manejar mejor esto, que los chicos que lo
tienen.

—Confío en ti, Constantine —dijo Christian suavemente


tomando a su compañero de la mano. Y así era. Podía ser que
acabara de conocer al hombre, pero junto con Owen, no podía
pensar en nadie más en los que confiara. El pensamiento lo
sorprendió un poco y le dio coraje—. Vamos a por nuestro Owen.

Cogieron todo lo que les pertenecía y salieron de la


habitación. Christian tomó varias respiraciones profundas
cuando Constantine le dio las llaves para que condujera. Tenía
que hacerlo porque este sería invisible cuando llegaran.

—Conduce, pero debes recordar dejar la puerta abierta


cuando salgas de la camioneta —dijo mientras subían a ella—.
Nuestro secreto se esfumaría si ven la puerta abriéndose.

—Sí, eso sería malo. —Se rio nerviosamente mientras salía


a la carretera. Se alegró de no estar solo en esto.

Mientras conducía, Constantine comenzó a quitarse la


ropa. Si lo hubiera hecho en cualquier otra situación, no habría
sido capaz de apartar los ojos de su caliente compañero. Pero la
gravedad de lo que estaba pasando mantuvo sus hormonas bajo
control.

Se quedó sin aliento cuando, por el rabillo del ojo, vio a


Constantine desvanecerse. Su manada no tenía delta, así que era
una nueva experiencia para él. Todo el mundo conocía a los
deltas y sobre todo lo que podían hacer, pero Christian nunca lo
había visto antes.

—Constantine —preguntó en un susurro.

¿Sí, mi amor? le dijo Constantine en su mente.


—Mierda —respondió—. Me siento como si estuviera en
un viaje de ácido o algo así.

Será mejor que no estés hablando por experiencia,


Christian. ¡O cuando esto termine voy a patearte el culo!

—No, no lo sé de primera mano. —Se rio. Girando a la


izquierda hacia la calle que los llevaría a la dirección que
escribieron en la habitación del hotel—. Nunca sentí deseos de
consumir drogas. No me llamaban. Prefiero que mi adrenalina
provenga de actividades mucho más naturales.

Bien. Owen y yo somos tu único fármaco ahora.


Constantine se rio en su cabeza. Está bien, no hables más con un
hombre lobo invisible en el coche. Estamos demasiado cerca.
Estaré allí contigo, Christian.

—Primero necesito que me prometas una cosa —dijo,


solemnemente, Christian—. No importa lo que pase, saca a
Owen. Puedo defenderme mejor que él, lo sabes. Voy a
mantenerlos distraídos lo mejor que pueda, pero saca a Owen.
Prométeme eso.

Te lo prometo. También te prometo, que todos saldremos


de esta. No estamos aquí para negociar tu entrega por Owen.

Christian no estaba tan seguro mientras entraba hacia un


almacén. Pero lo único claro en su mente era que su compañero
le había prometido salvar a Owen. Redujo la velocidad de la
camioneta, la aparcó, y apagó el motor. Lentamente, abrió la
puerta y salió.

—Estoy aquí —gritó mientras caminaba hacia el


abanDonado edificio. Christian se sintió como si hubiera entrado
en una turbia y pésima película de categoría B. Todo lo que
quería era mirar hacia atrás, a la camioneta, mientras se alejaba.
No se había olvidado de dejar la puerta abierta para Constantine.
Estoy a tu lado, bebé. Lo estás haciendo bien, sólo sigue
adelante.

Cuando llegó a la puerta, la abrió y se asomó sólo por un


momento. Sintió algo rozándolo. Tenía que ser Constantine,
sobre todo porque se sentía peludo. Tomando una respiración
profunda, entró por la puerta, asegurándose de detenerse justo
en la entrada, manteniendo la puerta abierta. Tenía que darle
tiempo para que entrase.

—Siempre has sido estúpido.

Un hombre se echó a reír. Christian reconoció la voz


inmediatamente. Nunca la olvidaría. Jake era uno de los
miembros de su manada que lo habían golpeado hasta casi
matarlo.

—Hola, Jake. —Caminó hacia el interior. Acercándose a


Donde estaba, pudo ver a los otros dos miembros que habían
participado en la paliza.

—Realmente, viniste solo —se burló Jake—. Maldito idiota.

—Dijiste que viniera solo u Owen moriría —respondió,


tratando de no gritar cuando Owen fue arrastrado a la vista por
Mike y Liam, los dos participantes en la golpiza, que había visto
antes. Su pequeño compañero estaba atado y amordazado, y le
goteaba sangre de su nariz.

—Estoy aquí, dejen que se vaya.

—Sí, claro —dijo Mike, girando los ojos—. Hemos


secuestrado a un humano que va a presenciar como te matamos.
Sí, claro, lo dejaremos ir, cuando el infierno se congele.

—Que se vaya ahora, antes de que me matéis —rogó


Christian—. No podrá ver nada entonces.
En ese momento, algo arañó la parte delantera de Liam,
que estaba sujetando a Owen. Queriendo aprovechar la
sorpresa, Christian cambió tan rápido como pudo y saltó sobre
Mike. Mike había sido especialmente brutal cuando lo habían
golpeado. El desagravio iba a ser bestial.

Mike no tuvo tiempo de cambiar antes de que Christian


estuviera sobre él. Dio dos golpes fuertes con sus garras en el
rostro de Mike para incapacitarlo temporalmente antes de
girarse hacia Jake.

Desafortunadamente, Jake había tenido tiempo suficiente


para cambiar a lobo, y estaba listo para él.

Saca a Owen de aquí, ahora. Le gruñó a Constantine a


través de su vínculo mental. Quería ver dónde estaba su
pequeño compañero, pero no podía darle la espalda a Jake. El
hombre era, con mucho, el más vicioso de los tres.

Al ver que Jake estaba a punto de saltar sobre él, Christian


hizo lo mismo. Se encontraron en el aire chocando duramente
entre ellos. Ignoró el dolor de las heridas que Jake le infligía,
luchando por su vida y por proteger a sus compañeros.

En algún lugar en medio de garras y sangre volando por


todas partes, levantó a Jake en el aire y lo lanzó al otro lado de la
habitación. Sólo entonces miró para ver, de pie junto a la puerta
a Owen, todavía atado y amordazado, pero por lo demás fuera
de peligro.

—Ve hacia atrás y libera a Owen —le dijo Constantine en


un voz que no era nada amable mientras se hacía visible—. Voy a
hacerme cargo de esta basura.

Conocía la tercera forma de hombre lobo. Por lo que no se


sorprendió por la apariencia de Constantine. Pero adivinó que
Owen si que lo estaba, cuando vio como los ojos del hombre
prácticamente se le salían de la cara.

—¿Estás bien, Constantine? —preguntó después de


cambiar a su forma humana y dejarse caer de rodillas abrumado
por el dolor.

—Estoy bien. Ni siquiera me tocó. ¿Puedes levantarte y


llegar hasta la camioneta con Owen? —preguntó—No te ves tan
bien, compañero.

—Estoy bien. —Se levantó lentamente, y fue cojeando


hasta Owen. La primera cosa que hizo cuando llegó junto a su
pequeño compañero fue quitarle la mordaza—. ¿Estás bien,
cariño? Lo siento mucho. Por favor, no me odies.

—Estoy bien, Christian —dijo Owen, con las manos atadas a


la espalda, antes de besarlo en la boca—. Nunca podría odiarte.
Viniste a rescatarme, luchaste por salvarme. Esto no fue culpa
tuya, y esperaba que los mataras a todos.

—Esto nunca habría sucedido si no fuera por mí —dijo,


tratando de contener las lágrimas mientras liberaba las manos
de Owen. Lo ayudó y lo guio hacia la puerta. Una vez que
estuvieron fuera, Owen pasó un brazo alrededor de la cintura de
Christian para ayudarlo—. Lo siento mucho, Owen. Ni siquiera
puedo empezar a decirte cuánto lo siento.

—No es tu culpa —contestó Owen de nuevo—. Me quedé


asombrado por lo rápido que pueden cambiar. Quiero decir sabía
que erais hombres lobo, pero nunca los había visto. Y
Constantine era invisible, ¿verdad? Quiero decir, creo que lo oí,
pero no podía verlo.

—Te secuestraron y golpearon, y de lo que hablas es ¿de la


velocidad de nuestro cambio? —se rio hasta que se dio cuenta
que le dolía al reír—. Hombre, eres realmente único en tu
especie.

—Gracias, creo —se rio Owen mientras abría la puerta y


ayudaba a Christian a entrar en el asiento del pasajero de la
camioneta—. No fue nada heroico. Todo lo que hicieron fue
golpearme en la nariz una vez, y me deje ir. No presenté mucha
pelea. Sabía que vendríais por mí, pensé ¿para qué añadir que
me den una paliza en el proceso?

—Elegante y caliente, soy un tipo con suerte —dijo,


sonriéndole ampliamente a su compañero—. Y para responder a
tu anterior pregunta, sí, Constantine era invisible. Eso es parte de
ser un delta. Pueden cambiar a lobo, o a nuestra tercera forma
que es medio hombre medio lobo. Pero también puede ser
invisible en cualquier forma. Es por eso que normalmente es
enviado a manejar a los gigantes lobos, porque no se puede
luchar contra lo que no se puede ver.

—Aunque lo entiendo, y es genial que pueda hacerlo —dijo


Owen después de haber dado la vuelta a la camioneta y saltado
al asiento del conductor—, eso todavía suena como un trabajo
de mierda para los deltas. Quiero decir ¿hacer su trabajo tiene
ventajas?

—Nosotros —respondió Christian, sonriendo de nuevo—.


Ellos tienen a dos compañeros para amarlos y cuidarlos. Por todo
lo que pasan, somos necesarios dos para hacerle recordar por
qué hacen su trabajo.

—Espero que esté satisfecho con su parte del trato. —


Owen se rio por lo bajo.

—Estoy muy feliz ahora que los tengo a los dos —dijo
Constantine, de repente, de pie en la puerta del lado del
conductor. Todavía sonaba más como un gruñido, porque estaba
en su tercera forma. Pero era visible ahora—. No tengas miedo
de mí, Owen.

—No lo tengo —susurró Owen y después volvió a mirar a su


compañero. Christian se sentó allí y observó a Owen acercarse a
Constantine. Su gran compañero delta era incluso más grande de
lo normal. Debía medir por lo menos dos metros treinta, con un
hocico alargado, lo que explicaba por qué todo lo que decía
sonaba más como un gruñido que como su voz normal. Orejas
puntiagudas brotaban desde la parte superior de su cabeza, y la
mayor parte de su cuerpo estaba cubierto de un castaño pelo
claro. Era una vista impresionante.

—¿Quieres tocarme? —le preguntó Constantine


suavemente mientras se apoyaba en la camioneta para estar más
cerca de Owen.

—Sí —contestó Owen en voz baja. Extendió la mano y tomó


un lado de la cara de Constantine—. Esto es increíble. Quiero
decir que, sabía que podían cambiar, pero verlo con mis propios
ojos, tocarte. Es casi más de lo que mi cerebro puede procesar.
Pero te juro, que no tengo miedo.

—Lo sé, podría oler tu miedo si lo tuvieras —respondió.

Christian vio como Constantine frotaba su cara contra la


mano de Owen.

—¿Así que estás bien con que cambiemos a peludo?

—Sí, en realidad me enciende. —Se sonrojó Owen—. Mis


compañeros son tipos duros y poderosos. Me resulta
increíblemente sexi.

—¿En serio? —Christian estaba completamente


sorprendido. De todos las respuestas que podía esperar de
Owen, sexi no era una de ellas.
—¿Sí, es eso malo? —Owen se volvió para mirarlo, con una
mirada de preocupación en su enrojecida cara.

—No, no en absoluto. —Se rio—. Estoy realmente


sorprendido. No conozco demasiadas personas que sepan acerca
de nosotros o que nos hayan visto cambiar. No estaba preparado
para que sexi fuera tu respuesta.

—Voy a cambiar ahora —Constantine dio un paso atrás—.


Tenemos que seguir adelante.

Por unos momentos, hubo un brillo en torno a Constantine,


y de pronto volvió a su forma humana.

—¿Christian puedes darme mi ropa, por favor?

—Por supuesto. —Se las lanzó—. Me parece una vergüenza


ocultar tu magnífico cuerpo, pero tienes razón, tenemos que salir
de aquí.

—Oh sí, me olvidé de decirte —dijo Owen, comenzando a


ruborizarse otra vez—. Después que Jake, viera a Contantine en
el hotel, hizo una llamada telefónica. Cuando terminó, les dijo a
los otros dos chicos que los refuerzos estaban en el camino.

—Joder, entonces, realmente tenemos que movernos —


dijo Constantine mientras se vestía.

Cuando terminó, se subió al asiento del conductor y


arrancó la camioneta. Tan pronto como pudieron, la camioneta
estaba de nuevo en la carretera.

—Está bien, vamos a recoger tu coche al hotel y dejar


pistas.

—Lo siento, no te lo dije antes —dijo Owen en silencio, y a


entender de Christian, parecía avergonzado—. Me olvidé por un
momento.
—Bebé, esta bien. —Constantine tomó la mano de Owen y
lo llevó a sus labios—. Con todo lo que has pasado, me alegro
que lo pudieras recordar. ¿Pueden mantener a raya el hambre
hasta que nos alejemos unos pocos kilómetros?

—Sí, claro —respondió Christian, y Owen asintió—. Voy a


viajar con Owen si eso está bien para ti. Realmente no quiero
dejarlo desprotegido. De esta forma si nos separamos, uno de
nosotros estará con él.

—Buena idea —asintió—. Pero desde que lleguemos a la


nueva manada, no tendremos que conducir por separado de
nuevo. Quiero que mis compañeros estén conmigo todo el
tiempo.

—¿Así que me mudo con vosotros? —preguntó Owen—.


Quiero decir, ¿sólo renunció a mi lugar?

—No, no, si no quieres —respondió Constantine.

Podía verle fruncir el ceño cuando se volvió para mirarlo.

—Christian se puede mezclar con los humanos mejor que


yo. Siendo un Delta, realmente necesito estar cerca de mi propia
clase, lejos de la mayoría personas. El olor que desprendemos
vuelve locos al resto de cambiaformas lobos y a los seres
humanos. Puedo ocultarlo por períodos cortos, pero no sobre
una base regular. Además, nací con la misión de trabajar para el
Consejo. No puedo dejarlo.

—Está bien, puedo ver eso —dijo Owen, asintiendo—. No


estoy diciendo no quiera vivir contigo. Pero es como si, después
de la última noche, estuviéramos casados. Necesito un poco de
tiempo para asimilarlo todo en mi cabeza.

—Lo entiendo —dijo Christian, intentando intermediar en


la conversación antes de que Constantine pudiera decir nada—.
Fuimos criados con el conocimiento de lo que significaba estar
apareados. Tú solo fuiste arrojado directamente a ello. Pero
entiende que queremos estar contigo. Si no te gusta la manada
delta, podemos encontrar algo más.

—Por supuesto. Los tres estamos juntos en esto. Christian y


yo simplemente tenemos que pertenecer a una manada. Esa es
la regla. De lo contrario, podríamos ser considerados rebeldes, y
entonces enviarían a alguien como yo para cazarnos.

—Estoy dispuesto a intentarlo, pero me reservo el derecho


de plantear la cuestión si no me gusta —dijo Owen con firmeza.

—Queremos saber lo que piensas y sientes, bebé —dijo


Constantine—. No somos lectores de mentes, y para que esto
funcione, todos tenemos que hablar de las cosas.

—Claro, como que necesito algo de ropa —declaró


Christian cuando aparcaron al lado del coche de Owen en el
estacionamiento del hotel. Realmente no se había dado cuenta
que estaba desnudo. Los cambiarformas solían estar desnudos
alrededor de otros, sobre todo después de cambiar. Pero
estaban a punto de salir en público, y su ropa había quedado
destrozada al cambiar con ella puesta.

—Hay una bolsa detrás en tu asiento —rio Constantine—.


Puede quedarte un poco grande, pero servirá.

Agarró la bolsa y la abrió mientras Constantine y Owen


salían de la camioneta. Después de encontrar unos pantalones
cortos que podían atarse y una camiseta, se los puso. Cuando
terminó, se unió a sus compañeros al lado del coche de Owen.

—¿Estás seguro que estás bien, Owen? —preguntó


Constantine revisando a su pequeño compañero.

—Estoy bien. Sólo me preguntaba ¿cuánto tiempo pasa,


hasta que el dolor se va, después de conseguir un puñetazo en la
nariz? —Rio Owen—. Es realmente palpitante.
—Um, eso es porque se ha roto —respondió Constantine
después de echarle un vistazo a la nariz de Owen—. No te va a
gustar lo que tengo que hacer, bebé, pero prometo que, después
de que la encaje en su lugar el dolor aflojará.

—¿Me dolerá? —preguntó Owen, no parecía feliz ante la


idea.

—Sí, va a doler como una perra. —Constantine hizo una


mueca—. Sin embargo, se tiene que hacer. De lo contrario,
podría curarse mal.

—Está bien, acaba de una vez —Owen cerró los ojos con
fuerza. Christian lo abrazó por la espalda por lo que no saltó
cuando Constantine le presionó la nariz y empeoró la situación.
Asintió, Constantine colocó sus manos a ambos lados de la nariz
de Owen. Con un tirón y un fuerte chasquido de la nariz,
consiguió colocarla.

—¡Jodida madre! —Owen gritó mientras se sacudía en los


brazos de Christian. Se tocó suavemente la lesionada nariz—. No
estabas bromeando.

—Lo siento, cariño —dijo Constantine, acariciándole el


pelo—. Pronto comenzarás a sentirse mejor. Vayan
preparándose para partir. Voy a ir a por unas bebidas. Unas
gaseosas frías pueden ayudar con la hinchazón si puedes
sostenerla a un lado de la nariz mientras conduces.

—Puedes soltarme ya, Christian —dijo Owen después de


que Constantine se alejara.

—¿Tal vez me gusta tener una excusa para abrazarte? —


respondió Christian y acurrucó su cara en el hueco del cuello de
Owen— Estaba realmente asustado, de no poder abrazarte otra
vez.
—Estoy muy bien —dijo Owen en silencio y se aferró a los
brazos de Christian—. Te juro que estoy bien. ¿Qué es una
fractura en la nariz? Fue mucho peor para ti.

—Gracias por no volverte loco —respondió, soltando a


Owen. Cuando este se dio la vuelta, Christian le dio un suave
beso en los labios, con cuidado de su nariz. Ellos se sonrieron el
uno al otro durante un momento, y luego se subieron al coche de
Owen. Christian estaría eternamente agradecido por la
almohada y la manta en el asiento trasero mientras se movía
hacia una posición acostada.

—Bueno, vamos a salir a la carretera —dijo Constantine,


alcanzando el coche. Le entregó a Owen algunas gaseosas por la
ventana antes de preguntarle, de nuevo, si estaba bien. Christian
se mordió el labio para no reírse cuando Owen simplemente giró
los ojos y arrancó el coche.

—Mi pequeño y bravucón compañero —Eso iba tanto para


Owen como para Christian, que se rieron mientras Constantine,
rápidamente, se metía en la camioneta. Momentos más tarde,
estaban siguiendo a la camioneta, de vuelta a la carretera
principal.

—Hey, Owen, ¿puedo hacerte una pregunta? —preguntó


Christian, al darse cuenta de algo—. No estoy tratando de
meterme contigo o ser grosero, ¿de acuerdo? Sólo soy curioso.

—Claro, adelante —dijo Owen. Mientras conducía con una


mano. La otra mano sostenía una lata de gaseosa a un lado de su
nariz.

—Eres psíquico, ¿no? —preguntó Christian, tratando de


hacer su pregunta con cuidado.

—¿Quieres saber cómo es que no vi que iba a ser


secuestrado, no?
—¿Cómo sabes que eso era lo que te iba a preguntar? —
Levantó la cabeza para mirar a Owen por el espejo retrovisor.

—Me hacen mucho, ese tipo de pregunta, cuando la gente


se entera que soy psíquico. —Owen rio por lo bajo—. Al igual
que ¿cómo es que todavía tropiezo, si veo que voy a hacerlo?

La respuesta es doble. Primero, no siempre veo todo lo que


va a pasar. Segundo, es más difícil que vea cosas sobre mí
mismo. Es como si, independientemente, de las facultades que
me da este Don, pensase que estaría engañando si pudiera ver
mi propio futuro.

—Tiene sentido —Christian se recostó, nuevamente—.


Pero también, apesta.

—De alguna manera —dijo Owen encogiéndose de


hombros—. Pero si supiera todo lo que iba a pasar en mi vida, se
perdería toda la emoción.

—Es cierto. —Se dio cuenta, realmente, de lo aburrida que


sería la vida si uno supiera como se iba a resolver todo—. Tuviste
visiones tanto de Constantine como de mí cuando nos hirieron.
¿Tienes visiones de la gente cuando tienen mucho dolor?

—No, nunca, en realidad. Y me he estado preguntando


acerca de eso. Supongo que tal vez pude sentir la angustia de
ambos y eso causó la visión. Hoy después de que me
secuestraran, tuve uno visión contigo gritando en el cuarto de
baño de nuestra habitación del hotel y a Constantine
abrazándote.

—Sí, fue después de encontrar la nota que me dejaron en el


espejo del baño.

—El punto es lo molesto que estabas. Creo que lo vi por mi


Don, pero sobre todo porque uno de mis compañeros estaba
sufriendo.
—Debes desear tener un libro de reglas de como ser
psíquico. —Christian soltó una risita—. Podría ser útil, ¿eh?

—No tienes ni idea. —Se rio en voz alta Owen—. Eso me


habría resuelto muchos problemas durante mi crecimiento. La
mitad del tiempo no tenía ni idea de qué demonios estaba
viendo. La mayoría de la gente pensaba que me había vuelto
loco.

—No creo que estés loco. Creo que eres muy especial. Eres
increíblemente valiente y cariñoso. Nunca he conocido a una
persona que iría a rescatar a alguien, que no conocía, o porque
estaba herida. No una vez, sino dos veces. Tienes un corazón de
oro.

—Gracias, Christian —dijo Owen, mirándolo por el espejo


retrovisor y sonriendo—. Nunca nadie me dijo eso antes. En
realidad, significa mucho.

Le devolvió la sonrisa, sintiéndose bien por haber hecho


feliz a su compañero. Ser tanto, un hombre lobo, como un
psíquico, los hacía diferentes de un ser humano normal. Sin
embargo Christian había crecido con otros hombres lobo. Ni
siquiera podía imaginar lo que había sido para Owen estar a solas
con su Don.

Quizás Constantine no era el único que necesitaba el amor


de dos compañeros. Owen, también, parecía necesitar todo el
amor y la comprensión que pudieran darle. Sonrió mientras se
ponía la manta sobre sus hombros. Sabía de dos lobos que serían
perfectos para el trabajo.
Constantine dejó escapar un suspiro de alivio cuando
aparcó su camioneta en el camino de entrada de Zac y apagó el
motor. Podía ver los faros del coche de Owen detrás de él. Lo
habían conseguido. Se encontraban en territorio de la manada
delta. Sus compañeros estaban a salvo.

Salió de su camioneta y vio encenderse una luz en el porche


y la puerta comenzar a abrirse. Cerró la puerta y echó a andar
hacia el coche de Owen. Sabía que debía estar saludando a su
nuevo Alfa, pero ahora mismo, comprobar a sus compañeros
parecía más importante.

Llegó junto al coche de Owen justo cuando la puerta del


lado del conductor se abrió y su compañero salió. Constantine
rápidamente envolvió al hombre en sus brazos. Se inclinó y
aspiró una profunda bocanada del olor único del hombre antes
de besarlo suavemente en su cabeza.

—Hola, bebé, ¿cómo te encuentras?

—Realmente, podría tomar algunos medicamentos para el


dolor en este momento, y tal vez algo de hielo —dijo Owen,
apretando el abrazo.

—Aparte de eso, estoy genial.

—Y Christian —preguntó, mirando más allá de Owen por la


ventanilla de atrás. Sólo pudo ver mechones de pelo negro
azabache sobresaliendo de la parte superior de las mantas. El
hombre parecía estar profundamente dormido.
—Bueno, si tienes razón y el sueño lo ayuda a sanar, debe
estar en muy buena forma. —Owen se soltó de los brazos de
Constantine para mirar al asiento trasero—. No creo que se haya
movido desde nuestra última parada.

—Así es —le aseguró a Owen—. El sueño, la alimentación y


mucho descanso, es lo mejor para él. Sin embargo, tenemos que
despertarlo. Es costumbre mostrar nuestro respeto a nuestro
nuevo Alfa.

—¿Nuevo Alfa?

—Su nombre es Zac Sheehan. Es un delta igual que yo. Es el


líder aquí.

—¿Líder?

Constantine se rio cuando oyó a alguien hablar a sus


espaldas.

—Si le preguntas a cualquiera por aquí, te dirán que


realmente es Matt el encargado. Soy sólo una figura decorativa.

—Un sexi testaferro —dijo otra persona. Constantine lo


reconoció como el compañero de Zac, Matt—. Y eres muy muy
bueno en eso.

Constantine se dio la vuelta para ver a Zac, a Matt, y a su


otro compañero, Aiden, de pie detrás de él. Sonrió y asintió hacia
Owen cuando Zac arqueó una ceja. —De alguna manera
encontré a mis compañeros de camino hacia aquí.

Zac se echó a reír. —Parece que sucede de esa manera.

—Este es uno de mis compañeros, Owen Carrell. Bebé, este


es Zac Sheehan, nuestro nuevo Alfa.
Owen asintió. Constantine sabía que su compañero estaba
nervioso por la forma en la que el hombre se acercó más a él.
Después de ser secuestrado y tener que enfrentarse a tres lobos
feroces, su reacción, al conocer a un nuevo lobo, no lo
sorprendió.

—Este es Matt Garret, uno de los compañeros de Zac. Es un


lobo como yo, pero no es un delta.

—Sí —Matt se rio entre dientes—. Sólo soy una bola de


pelo común y corriente.

Constantine sonrió. Sabía que Matt estaba tratando de


tranquilizar a Owen. Debían haber sentido la vacilación de Owen
tanto como él.

—Y por último pero no menos importante, Aiden Kane, el


otro compañero de Zac. Aiden es un lobo y el beta, pero no dejes
que te engañe. Sigue siendo un muy buen tipo.

—¿Qué es un Beta? —susurró Owen.

Sabía que Owen no se había dado cuenta que todos podían


oírlo, pero podía decir, por las sonrisas, que trataron de
ocultarlo.

—Si Zac fuera el presidente, Aiden sería el vicepresidente.

—¿Y Matt?

Zac se rio, dejando patente que había escuchado a Owen.


—El hombre detrás del trono.

—Puedo vivir con esa descripción. —Se rio Matt y se


acurrucó entre los brazos de Zac.

Constantine se sintió aliviado al oír la risita de Owen. Sabía


que si alguien podía hacerlo sentirse mejor, ese era Matt.
Había una luminosidad natural en la personalidad del
hombre. Las personas estaban contentas cuando estaba a su
alrededor.

—¿Dijiste compañeros? —preguntó Zac—. Supongo que


eso significa que hay más de uno.

—Es una larga historia, pero Christian está dormido en la


parte de atrás —dijo y señaló el asiento trasero—. Fue herido.

—Diría, teniendo en cuenta esa nariz morada y esos ojos


negros, que no es al único al que han herido —dijo Matt,
sonando serio, de repente, y dando un paso adelante fuera de
los brazos de Zac—. ¿Necesitamos matar a alguien?

—Bebé, ¿cuántas veces te lo he dicho? —preguntó Zac


mientras envolvía sus brazos alrededor de la cintura de Matt y
tiraba de él hacia atrás—. No podemos ir por ahí matando a la
gente. El consejo debe sancionarlos primero. —Zac sonrió—.
Entonces podemos matarlos.

—La manada de Christian, ordenó su caza. Lo golpearon y


lo dejaron por muerto. Owen lo encontró y lo cuidó hasta que
llegué. Descubrimos que todos éramos compañeros y tratamos
de ponernos en camino. Por desgracia, nos encontraron y
secuestraron a Owen para usarlo como cebo para atrapar a
Christian.

—¿Siguen estando detrás de tu compañero?

—Sospecho que a estas alturas están detrás de todos


nosotros —dijo Constantine—. Siento, traer esto a tu puerta,
pero no podía pensar en ningún otro lugar al que ir. Mi manada
no aceptará a mis compañeros. Tampoco lo hará la de Christian.
Y Owen es humano.

—No, no, hiciste lo correcto, Constantine —dijo Zac—.


Somos la manada de los tres ahora. Los protegeremos aquí
mejor que en cualquier otro lugar. —Se volvió hacia Aiden—. Sé
que es tarde, pero debemos llamar a Sebastián y sus
compañeros, pídeles que vengan. Estoy seguro que Constantine
quiere contar la historia, una sola vez y todos necesitan oírla.

Zac se volvió hacia ellos después de que Aiden asintiera y se


dirigiera de vuelta a la casa. —Vamos a llevar a tus compañeros
al interior, Constantine. Estoy seguro de que podemos
improvisar algo de comer, una cama limpia, tal vez una ducha si
alguno quiere.

Para gran sorpresa de Constantine, Owen dio un paso


adelante. —Una verdadera ducha ¿con agua caliente y todo? Oh
hombre, estaría muy agradecido. Siento que tengo días de
suciedad en mi cuerpo. Hemos estado lavánDonos en los baños
de los lugares Donde parábamos a descansar.

Constantine vio que Matt realmente se estremecía, cuando


se adelantó y tomó la mano de Owen. —Eso-eso es
sencillamente asqueroso, amigo. Ven conmigo. Voy a arreglarlo
de inmediato.

Matt comenzó a tirar de Owen, pero este miró hacia atrás,


por encima de su hombro, hacia el coche. —Oh, pero Christian,
está en peores condiciones que yo. Sólo tengo una fractura en la
nariz. Christian fue golpeado dos veces. ¿Podemos llevarlo
primero? ¿Tal vez darle algo para el dolor? Sé que le está
doliendo.

Constantine sonrió y abrió la puerta de atrás para alcanzar


a Christian. Owen iba a ser una maravillosa adición a su pequeña
nueva familia. Ya mostraba su cariño por Christian y por él en
casi todo lo que hacía. Constantine no podía ser más feliz.

Levantó a Christian del asiento trasero y se dirigió hacia la


casa. Cuando Christian gimió y comenzó a luchar, Owen se soltó
de Matt, y con la preocupación escrita en las tensas líneas de su
cara, corrió hacia ellos.

—¿Está bien?

—Está bien, bebe. No te preocupes. Creo que todavía está


un poco dolorido. Comida caliente y dormir bien por la noche
debería curarlo. Los lobos tendemos a curar bastante rápido.
Para mañana ni siquiera parecerá que haya estado herido.

En ese momento, los plateados ojos de Christian se


abrieron. Sonrió, tan pronto vio a Constantine y a Owen
inclinado sobre él. —Hey. —Christian

Miró a su alrededor con confusión. —¿Llegamos ya?

—¿Ya? —se rio Owen—. Has estado dormido durante


horas. Acabamos de cruzar varios cientos de kilómetros, y
dormiste todo el tiempo.

—Se suponía que me ibas a despertar para que condujera.

—No, eso no iba a suceder —Owen negó—. Necesitabas


descansar.

—Owen, soy un cambiaformas lobo —cortó Christian—.


Puedo-

Levantando una mano para detener su diatriba, Owen dijo:


—no me importa, como si eres un oso polar. Estás lesionado.
Decidí que necesitabas descansar más de lo que yo necesitaba a
alguien para conducir. Trata con eso.

Constantine apretó los labios para no reírse cuando


Christian abrió la boca como si quisiera decir algo, cerrándola, un
momento después, cuando Owen se cruzó de brazos y lo miró.

El pequeño era jodidamente terco.


Divertidas risas detrás de Constantine lo hicieron girarse.
Zac tenía su brazo alrededor de su estómago mientras se reía.

—Están jodidos, mis amigos. —Zac señaló a Owen—. Es un


pequeño dictador al igual que mi Matt. Si alguna vez pensaron en
dirigir sus propias vidas, renuncien a ello ahora porque no va a
suceder. Es el jefe.

Constantine oyó la voz de Christian y miró hacia abajo para


ver al hombre riéndose. Owen, por otra parte, tenía una ceja
arqueada como si no supiera si atreverse a negar las palabras de
Zac. Constantine no era estúpido. Mantuvo su boca cerrada y
siguió a Matt a la casa.

Matt los condujo por un pasillo hasta un dormitorio de


invitados. La habitación, era bastante agradable, con dos
armarios, dos mesitas de noche, y una gran cama. Incluso tenía
un cuarto de baño privado con una gran bañera y una ducha
separada.

—Voy a dejarlos para que se instalen y voy preparar algo


para comer —dijo Matt antes de cerrar la puerta.

Constantine se rio entre dientes cuando Owen echó un


buen vistazo a la gran ducha con sus ojos vidriosos. Sabía que el
viaje había sido muy duro para él, pero el hombre no se había
quejado ni una sola vez. Para ser humano, eso era algo que
alabar.

—¿Por qué no te desnudas y te metes en el agua mientras


me encargo de Christian? —le preguntó Constantine cuando
Owen no podía separar sus ojos de la ducha.

—¿Sí?

—Sí —oyó esperanza en la voz de Owen. Christian también


debió sentirlo. No dijo una palabra cuando lo llevó de vuelta a la
habitación y lo acostó en la cama. Constantine se sentó a su lado
y acarició el costado de la suave cara de su pareja—. Así que,
¿cómo estás, realmente?

—¿Qué os pasa a vosotros dos? Soy un hombre lobo, no un


inválido.

—Christian, me importa lo que te pase. Esto no tiene nada


que ver con lo que puedes y no puedes hacer. Tiene que ver con
el hecho de que Owen y tú significáis el mundo para mí y estoy
preocupado.

—Oh. —De repente el rostro Christian se sonrojó—. Estoy


bien, lo juro. Me siento un poco dolorido, pero nada que otra
buena noche de descanso no pueda arreglar. Ahora me siento
como si me hubiera resbalado por las escaleras en lugar de caer
por ellas.

Constantine sonrió y le palmeó el hombro. —Está bien,


entonces, eso es todo lo que quería oír.

—¿Cómo está Owen?

—Sorprendentemente, está bien. —Constantine movió la


cabeza—. Nunca he tenido nada en contra de los seres humanos,
pero siempre pensé que eran más débiles que nosotros. Ahora,
no estoy tan seguro. Ha sido un verdadero soldado a través de
todo esto.

—Es muy especial.

—Lo es, pero tú también lo eres.

—Nos necesita, Constantine, más de lo que creo que te das


cuenta.

Constantine inclinó la cabeza hacia un lado y miró a


Christian con cara seria. —¿Qué quieres decir?
—Hablé un poco con él en el coche. Creo que, a pesar de
ser humano, Owen ha vivido una vida muy parecida a la tuya,
siempre apartado. Ser psíquico, lo hace ser diferente de los
demás de su especie. Eso no debe haber sido fácil.

No le gustaba lo que Christian decía. Su vida como delta no


había sido horrible, pero ciertamente no había sido feliz. Había
estado solo la mayor parte, nunca se acercaba demasiado y
siempre sentía que la gente realmente no quería estar cerca de
él, porque podría reportarlos al consejo. Ser delta era un trabajo
en el que no hacías muchos amigos.

Pensar en Owen pasando por lo mismo, casi le rompe el


corazón. Era una existencia horrible para que cualquier persona
la viviera, pero por lo menos Constantine tenía la esperanza de
encontrar a sus compañeros. Al ser humano, Owen no tenía
nada.

—No te he dicho esto para que te pongas triste.

Sólo cuando Christian, le acarició sus labios con el pulgar, se


dio cuenta que los había apretado. Agarró la mano de Christian y
le besó la palma. —Estoy feliz de que lo hayas hecho. Necesito
saber estas cosas. Creo que por ser un delta, aprendí a ignorar
muchas cosas. Si alguna vez sientes que hay algo que debo saber,
dímelo, por favor.

Christian asintió y apartó la mano para señalar al cuarto de


baño. —Voy a descansar un poco más. ¿Por qué no vas allí y
ayudas a Owen a frotarse la espalda?

Constantine se rio entre dientes mientras se ponía de pie y


recogía la manta doblada en la parte inferior de la cama. La
sacudió, y luego la puso sobre Christian. Se inclinó y le dio un
rápido beso en los labios.
—Si entro en ese cuarto de baño, no voy a frotarle la
espalda a Owen.

—Lo sé —se rio Christian.

—Descansa un poco, bebé. Te despertaré cuando todo el


mundo esté aquí.

Esperó hasta que los ojos de Christian se cerraron antes de


caminar hacia el baño. El vapor llenaba la habitación, pero aun
así, pudo ver a Owen, desnudo bajo la niebla espesa cuando el
hombre se situó bajo el agua que caía de la ducha.

Cerró la puerta silenciosamente detrás de él, y rápidamente


se despojó de sus ropas. No apartó la mirada de Owen en ningún
momento. El hombre no se movió, se quedó allí, bajo el agua
caliente hasta que Constantine abrió la puerta de la ducha y
entró.

—Hola —susurró Owen y se volvió hacia él.

—Hola a ti también. —Dio un paso más, para colocarse


delante de él. Se inclinó hacia adelante, apoyó las manos en la
pared, a los lados de la cabeza de Owen, y empujó su cara cerca
de la de su compañero—.¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor?

Owen asintió y dejó caer su cabeza sobre el pecho de


Constantine.

—¿Podemos tener una ducha cómo esta?

—Podemos tener todo lo que quieras, bebé.

—¿Lo suficientemente grande para los tres?

—Si. —De hecho, eso sonaba perfecto.

—Realmente me gustan las duchas, entre más caliente,


mejor.
—Entonces vamos a instalar un calentador de agua extra-
grande. ¿Qué te parece?

Owen levantó su cabeza y la inclinó hacia atrás. —¿En


serio?

Constantine sonrió y se inclinó para besar los carnosos


labios.

—Todo lo que quieras, bebé, ya te lo dije.

Los ojos verde-musgo de Owen parpadearon por un


momento luego volvieron a encontrarse con los de Constantine.
—¿Y si dijera que te quiero a ti?

—Entonces me tendrás.

—¿Sin Christian aquí?

—Sí.

—¿No vamos a herir sus sentimientos, si tenemos


relaciones sexuales sin él?

—¿Quién crees que me envió aquí? —Constantine agarró


una esponja y gel de baño, roció un poco sobre la esponja antes
de volver a colocarlo en el estante—. Se supone que debo
asegurarme de frotar bien tu espalda.

—Entonces supongo que será mejor que me de la vuelta.

—Primero te frotaré por delante. A continuación, iremos


con la parte de atrás.

Comenzando por los hombros y extendiéndose hacia el


pecho, lentamente frotó, con la esponja, el cuerpo de Owen. —
No quiero dejarme nada.

—No —jadeó Owen—. Eso sería malo.


—Realmente malo.

Constantine vio la respuesta, de Owen, a sus cuidados en el


rápido aumento de su polla. Aún no había llegado a su ombligo y
la polla del hombre ya estaba dura y arqueándose hacia su
abdomen.

Para el momento en el que llegó a la ingle, el hombre se


inclinaba hacia su toque y gemía suavemente. Owen saltó hacia
atrás, y luego se estremeció cuando Constantine empezó a lavar
su saco y la suave piel detrás de ellos.

—Oh Dios, Constantine.

—¿Sí, cariño? —murmuró—. ¿Qué necesitas?

—A ti, te necesito a ti.

Constantine miró más allá de Owen y vio la pequeña botella


de lubricante resistente al agua, que sabía que estaría en el
estante de la ducha. Zac y sus compañeros se habían asegurado
de que tuvieran todo lo que necesitaba un delta antes de que
llegaran.

Dejó caer la esponja al suelo, agarró la botella de


lubricante, y roció un poco en sus dedos antes de cerrar la
botella y colocarla de nuevo en su lugar. —Pon tus brazos
alrededor de mi cuello, bebé.

En el momento en el que Owen le rodeó con sus brazos el


cuello, Constantine se agachó y extendió las mejillas del culo del
hombre. Disfrutó de la dificultad en la respiración de Owen. Lo
hacía sentirse como un dios.

Y fue aún mejor cuando puso un dedo en el culo, la cabeza


del hombre cayó hacia atrás, y un pequeño gemido se deslizó de
sus labios.
—¿Te gusta eso, cariño?

—Sí.

—¿Recuerdas como se veía Christian cuando se estiró para


tu polla? —Constantine se vio recompensado con otro gemido y
un estremecimiento. Añadió un segundo dedo en el culo
consiguiendo que el hombre se excitara aún más—. Tiene un
hermoso culo, ¿no?

Owen asintió rápidamente.

—Tu culo también es muy sexi. —Constantine podría


fantasear con el culo de Owen durante años—. Tan suave, tan
reDondo, y lo suficientemente apretado para que mi polla llore.
¿Sabes qué, Owen? Haces que me duela la polla por estar dentro
de ti.

—¡Cons-Constantine!

—¿Sí, bebé?

—¡Por favor!

—¿Qué quieres, cariño? —preguntó, empujando un tercer


dedo en el culo—. ¿Quieres mi polla en tu culo? ¿Quieres que te
folle contra la pared de la ducha, con toda esa agua caliente
cayendo sobre ti mientras te follo?

—Dios, sí, por favor.

Sacó los dedos y se limpió el lubricante restante en su polla.


Una vez que sintió que no le haría daño a Owen, lo cubrió con
sus brazos alrededor de la cintura y lo levantó. Owen abrió
mucho los ojos cuando lo presionó contra la pared de la ducha,
pero, con naturalidad, envolvió sus piernas alrededor de la
cintura de Constantine.
—Eso es, bebé. Sólo espera.

Constantine mantuvo a Owen con una mano bajo sus


caderas. Agarró su polla con la otra mano y la guio hasta la
apretada entrada de su compañero. Una vez que la cabeza se
deslizó, pasado el primer anillo de músculos, se apoderó de
Owen por sus caderas y se empujó hacia el interior.

Owen gritó. Por un momento, pensó que podría haberlo


herido, hasta que la cabeza del hombre cayó hacia atrás y pudo
echarle un buen vistazo a su rostro. Su mojada cara, brillaba e
irradiaba pura felicidad.

Constantine empujó de nuevo y vio como Owen abría su


boca. Pequeños gritos de placer salieron de los labios de su
compañero.

—¿Es esto lo que quieres, cariño?

Owen clavó los dedos en los hombros de Constantine y


asintió.

—Fóllame más duro —gritó Owen.

Estaba más que feliz de hacerlo. Empujó más duro,


golpeándolo una y otra vez hasta que Owen gritó tan fuerte que
Constantine pensó que la puerta de la ducha podría romperse
por el temblor.

Los músculos internos de Owen se cerraron sobre su polla


apretándola fuertemente cuando el líquido caliente llenó el
espacio entre ellos sólo para ser eliminado momentos más tarde
por el agua de la ducha. Constantine rechinó sus dientes cuando
sus sensaciones lo abrumaron.

Trató de empujarse de nuevo, pero el apretado agarre que


el cuerpo de Owen ejercía sobre su polla, no le permitía ir a
ninguna parte. Era como si el cuerpo de Owen se negara a darse
por vencido. Se habría frustrado si Owen no se hubiera inclinado,
y le hubiera mordido la suave piel entre su garganta y hombro.

Constantine rugió cuando el éxtasis explotó a través de él.


Su polla explotó, y llenó el culo de Owen con su semilla. Sus
rodillas amenazaron con ceder, y sintió, en la punta de su polla,
el nudo ampliándose y afianzándose dentro de Owen, lo que hizo
que el hombre gritara de nuevo.

Presionó a Owen contra la pared de la ducha y siguió


meciendo sus caderas. No podía moverse mucho, pero lo
suficiente para mantenerlo en el borde de otro orgasmo. Cuando
la respiración del hombre aumentó a un ritmo más rápido,
Constantine se inclinó sobre él.

Sangre dulce y caliente llenó su boca, mientras más semen


salpicaba contra su estómago. Succionó durante un momento
más, y luego retiró sus dientes y lamió la marca de la mordedura
para cerrarla. Inclinó la cabeza hacia atrás para mirar hacia abajo
a su pequeño y sexi compañero. Se asombro cuando se dio
cuenta que Owen estaba fuera de combate.

Se rio entre dientes cuando el nudo dentro de Owen


retrocedió y tiró de él liberando el cuerpo de su pareja.
Rápidamente movió la alcachofa de la ducha, para que el agua
cayera sobre ambos, hasta que estuvieron limpios, entonces
cerró el agua.

Levantó a Owen en sus brazos y salió de la ducha. Sacó una


toalla del estante e hizo todo lo que pudo para secar a Owen y a
sí mismo. Después de agarrar otra toalla seca, llevó a Owen al
dormitorio.

Encontró a Christian despierto, bebiendo una taza de algo


caliente mientras se reclinaba hacia atrás contra las almohadas.

—¿Pensé que ibas a descansar?


—¿Con eso? —Se rio Christian agitando la mano hacia el
cuarto de baño.

Constantine sintió el calor en su cara, y estaba seguro de


que no tenía nada que ver con la ducha caliente de la que
acababa de salir.

—No creo que ni los muertos pudieran dormir con eso.

—¿Todos nos escucharon?

—Todo el mundo escuchó a Owen, eso es seguro.

Constantine hizo una mueca. —Oh, eso va a avergonzarlo


como la mierda.

—Nadie va a decir nada, créeme. Por lo que entendí de


Aiden, Matt también es muy ruidoso. —Christian frunció el
ceño—. Y también tiene debilidad por correr desnudo.

—Espero que planee frenar ese impulso mientras estemos


aquí.

Christian se echó a reír. —Lo dudo, pero podemos


pedírselo.

Constantine movió la cabeza, puso a Owen en la cama


junto a Christian y tiró de la manta por encima de él también.

—¿Está bien?

—Sí, nos acaba de demostrar que su cuerpo puede manejar


múltiples orgasmos. Pero se desmaya después.

Christian se deslizó hacia abajo en la cama, puso su brazo


sobre el estómago de Owen, y comenzó a dibujar círculos, sobre
la piel del hombre, con los dedos.
—Vamos a tener que trabajar en su resistencia. Está
asociado a un trio delta ahora. Va a tener que ser capaz de
soportar una gran cantidad de orgasmos.

—No creo que vaya a discutir mucho.


—Así que, si puedes ver el futuro, ¿por qué no eres
millonario? —le preguntó Matt a Owen a la mañana siguiente,
cuando todos se sentaron para desayunar—. Quiero decir, ¿no
puedes ver la combinación ganadora de la lotería? O por lo
menos jugar al póker o algo así. Serías capaz de decir quién lleva
qué.

—No es una bola de cristal, bebé. —Zac se rio entre dientes


mientras se disponía a besar a Matt en la parte superior de su
cabeza. Owen mantuvo una sonrisa en su cara, pero sus manos
estaban apretadas en puños bajo la mesa. Estaba tan cansado de
que la gente que lo tratara como si fuera un truco de salón
ambulante.

—Incluso si pudiera hacer eso —dijo Owen, orgulloso de


que su voz sonara tranquila—. No creo que fuera justo usar mi
Don de esa manera. Quiero decir ¿por qué no vas por ahí y
agarras todo lo que quieras porque eres más fuerte y más rápido
que los humanos?

—Owen, no quise decir eso —dijo Matt en voz baja,


mirando hacia sus manos.

Genial, ahora era un idiota por hacer que el hombre se


sintiera mal.

—Lo sé. Está bien. —Owen se levantó y llevó su plato al


fregadero—. Voy a dar un paseo y tomar el aire.

No esperó a oír lo que alguien dijo y se dirigió al patio. Una


vez fuera, caminó a lo largo del lago, dejando que, finalmente,
las lágrimas que había estado controlando, corrieran por su cara.
¿Por qué había pensado que esta vez sería diferente? Todos los
demás eran hombres lobos, por lo que seguía siendo el extraño.
No sólo, era un simple ser humano, sino que además era un
bicho raro que tenía visiones psíquicas.

Cuando había llegado más o menos hasta la mitad del lago,


cayó de rodillas y comenzó a sollozar. Owen había estado
dormido, la noche anterior, cuando el otro delta, Sebastián y sus
compañeros habían venido a oír hablar de su situación. Se había
sorprendido cuando al despertarse, se encontró solo en la cama.

Al ir en busca a sus compañeros, se los encontró a todos


hablando de su Don. Ocultando su decepción porque,
Constantine y Christian, les hablaran a todos acerca de él, trató
de desayunar, apenas pudo tragarse la comida. Estaba tan
molesto que ni siquiera podía recordar lo que comió. A
continuación, las preguntas comenzaron justo como siempre lo
hacían.

¿Puedes predecir el futuro?

¿En qué número estoy pensando en este momento?

Y su gran favorita, la pregunta sobre si sabía los números


que saldrían en la lotería.

Realmente tenía la esperanza de que un grupo que era tan


diferente pudiera entender mejor como se sentía. Pero se había
estado engañando sí mismo. Estaría mejor por su cuenta. Había
cometido el error de confiar otra vez, y nuevamente, había sido
traicionado.

—¡Suéltame! No me toques maldito —gritó Owen cuando


sintió unos brazos rodeándolo—. ¡Déjenme en paz! Ya me han
hecho suficiente daño.
—¿Qué hemos hecho? —preguntó Constantine.
Instantáneamente soltó a Owen—. Sólo queríamos salir y
asegurarnos que estabas bien, bebé.

—No soy tu bebé —replicó Owen, mirando a Constantine.


Lo que vieron en el rostro de Owen hizo que Christian y
Constantine se encogieran—. ¡Confié en ti... otra vez! Y mira ha
dónde me ha llevado.

—Owen, no sé por qué estás tan molesto —dijo Christian,


arrodillándose, delante de él, con cuidado como si tratara de
aplacar a un paciente mental alterado. Eso, definitivamente, no
calmó su ira.

—Por supuesto que no lo saben. —Se rio, amargamente, y


se levantó—. ¡Los dos tienen la cabeza demasiado metida en sus
culos como para poder ver lo que han hecho!

—Ya es suficiente —gruñó Constantine, mirando a Owen, la


ira en su rostro se percibía en la tensión de su mandíbula.

¡Muy bien! Si Owen estaba molesto y dolido, debería por lo


menos compartirlo con sus compañeros.

—No sé por qué estás tan molesto, Owen, pero no hay


razón para hablarnos así. Necesita calmarte y tan sólo...

—¿O qué? —gritó Owen, de pie, con las manos en la


caderas—. ¿Qué pasa si no lo hago? ¿Vas a darme una paliza?
¿Van a venir todos los lobos a por mí, para poner al pequeño
humano bicho raro en su lugar?

—Por supuesto que no —dijo Constantine. La ira se deslizó


de su cara para ser sustituida por una mirada como si hubiera
sido golpeado por Owen—. Nunca te haría daño, Owen.

—Demasiado jodidamente tarde, idiota —gritó Owen tan


fuerte como pudo antes de girarse y echar a correr. No tenía ni
idea de hacia dónde iba corriendo, pero en cualquier lugar
estaría mejor que allí. Incapaz de ver, por las lágrimas, tropezó
varias veces. Enderezándose, siguió corriendo a ciegas.

Cuando sus piernas empezaron a arder, finalmente redujo


su ritmo a un paseo. Después de caminar durante lo que le
parecieron horas, se sentó en el suelo. Necesitaba descansar un
poco antes de volver y conseguir su coche. Owen no quería estar
allí, ni un minuto más, con ninguno de ellos.

Su ira era casi un ser vivo, uno con vida propia, trabajando
a través de él, hasta que no vio nada más que rojo. Fue tan
estúpido al creer en Christian y Constantine y todas sus mentiras
sobre el deseo de amarlo, anteponiendo sus necesidades a las
suyas. ¡Qué montón de mierda! Bien, se sentían atraídos por él y
querían sexo. Pero todavía lo trataban como todos los demás,
como un simple juguete para su diversión, compartiendo su Don
con sus amigos para divertirse.

Owen había pasado por esto muchas veces antes, pero no


más. Iba a entrar en su coche y conducir a su casa en la primera
oportunidad que tuviera. Owen se sentó allí deseando haber
luchado contra los hombres lobo que lo habían secuestrado. Tal
vez entonces lo habrían matado y habrían puesto fin a esta
broma cruel que tenía por vida. Ese fue el último pensamiento
que tuvo mientras rodaba a un lado, dejándose llevar por el
cansancio, que sentía hasta en el fondo de su alma, cayó
dormido.

—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Constantine,


mientras se quedaba mirando a su compañero huyendo de ellos.
Christian giró sus ojos ante el arrebato de su gran
compañero de delta. —Bueno, está bien, si él quiere ser un
mocoso y salir corriendo, buen viaje.

—¿Ya terminaste? —preguntó Christian—. Owen está


herido. Hicimos algo para hacerle daño, ¿no ves eso?

—No hice nada. He-

—No sabemos lo que hicimos, pero obviamente hemos


hecho algo —gruñó Christian de nuevo—. Fue después de que
Matt le preguntara acerca de su Don. Luego, cuando nos estaba
gritando, se llamó a sí mismo pequeño bicho raro humano.

—No creo que sea un bicho raro, ni mucho menos —


respondió Constantine, levantando las manos al aire.

—Pero ¿le dijiste que ya sabíamos que era psíquico antes


de que llegaran aquí? —alguien con un hilo de voz preguntó.

Christian se volvió para ver al compañero de Sebastian,


Dobry, de pie allí retorciéndose las manos.

—Lamento interrumpir, pero no pude evitar oír a Owen


gritando desde nuestro patio trasero.

—Está bien —respondió Constantine, restándole


importancia a las disculpas.

—¿Cómo que si le dijimos a Owen?

—Creo que Owen no sabía que todo el mundo en la


manada ya sabía que era psíquico. No estaba preparado, para lo
que pasó en casa de Zac. Piensa que vosotros, nos lo contasteis a
todos sin preguntarle primero. ¿Sabe que no es el único ser
humano en la manada?
—No le dije a Owen que Dobry también era humano. ¿Lo
hiciste? —preguntó Christian volviéndose hacia Constantine, que
se limitó a mover la cabeza.

—Así que piensa que es el único ser humano aquí y que


estábamos cotilleando sobre él la pasado noche. ¿Y qué? Les
decíamos a todos lo genial que era que nuestro pequeño
compañero fuera vidente.

—No estoy seguro de que sepa que dijeron —respondió


Dobry, encogiéndose de hombros—. Pero por lo que he oído, no
es feliz con que todos lo sepamos. Así que estoy asumiendo que
no le advertiste a Owen que todos lo sabíamos antes de que
llegara hasta aquí.

—Oh, Dios —susurró Constantine mientras caía de


rodillas—. Eso es lo que quería decir con lo de confiar en mí otra
vez. Owen nunca me va a perDonar esta vez.

—Podemos arreglar esto —dijo Christian. Se acercó y


envolvió sus brazos alrededor de su compañero de gran
tamaño—. Vamos a ir a buscar a Owen y explicárselo todo.

—Lo siento—dijo Matt en voz baja detrás de ellos.

Ambos se volvieron y miraron al pequeño compañero de


Zac. —No sabía que era un tema tan sensible para él. No estaba
tratando de ser malo. Solo tenía curiosidad.

—No creo que ninguno de nosotros lo supiera, bebé —


respondió Zac, envolviendo sus brazos alrededor de Matt,
estrechándolo—. También lo siento, sólo que, ¿con qué
frecuencia conocemos a un honesto y bondadoso psíquico?
Ninguno queríamos herir sus sentimientos, y ciertamente no nos
metíamos con él.

—Lo sabemos, Zac. —Asintió Christian—. Creo que hay


muchas más cosas de Owen que no sabemos. Ayer, me contó
algunas cosas sobre él, mientras conducíamos hacia aquí, que
casi me rompen el corazón. Creo que comprende tu dolor como
delta, pero vosotros teníais personas para explicaros las cosas.
Owen no tenía eso. Imagínate crecer, sin saber por qué eres
diferente a todos los demás y que nadie te crea cuando les dices
que lo eres.

—Oh, pobre Owen —exclamó Matt, enterrando la cara en


la camisa de Zac y llorando más fuerte.

—Está bien, bebé —susurró Zac, mientras frotaba la


espalda de su pequeño compañero—. No pensamos en lo que
fue para Owen. Tengo una idea de cómo podemos hacer las
paces con él.

—¿Cómo? —sollozó Matt y levantó la cabeza para mirar a


Zac—. ¿Cómo podemos solucionar este problema?

—¿Cómo podemos arreglarlo todo, Matt? —se rio Dobry y


fue a acariciar la espalda de su amigo.

—¡Rollos de canela! —dijeron juntos y estallaron en


carcajadas.

Christian levantó una ceja y se encontró con la mirada de


Constantine. Su compañero se encogió de hombros, obviamente
tan confundido como él.

—Dobry es un cocinero increíble —explicó Zac, al ver que


no entendían la broma—. Hace los más maravillosos rollos de
canela que cualquiera de nosotros hayamos tenido. Es su manera
de pedir perdón o agradecerle algo a alguien.

—Sin embargo, Dobry no puede hacerlos con demasiada


frecuencia —dijo Matt limpiándose los resto de las lágrimas—.
De lo contrario, voy a tener dos eternamente gruesos
compañeros.
—Te voy a mostrar algo grueso. —Zac gruñó, moviendo
juguetonamente sus cejas hacia Matt. Antes que nadie pudiera
reaccionar, Zac cargó a su compañero, por encima de su hombro
y lo golpeó en el culo, mientras este se retorcía—. Algo grueso y
duro, que tiene tu nombre escrito.

—¿A que te refieres? —preguntó Matt con voz inocente


antes de reírse de nuevo.

—Bueno, es hora de encontrar a mis compañeros. —Dobry


rio y negó antes de regresar a su casa—. Buena suerte con Owen.

—Gracias —dijo Christian, pasándose la mano por la cara y


volviéndose hacia Constantine—. Vamos a necesitarla.

—Sí, realmente la necesitaremos. —Constantine movió la


cabeza y buscó la mano de Christian—. Tenemos algunas
disculpas y explicaciones que dar.

—Tal vez deberíamos cambiar. Lo encontraríamos más


rápido. —Christian tomó la mano de Constantine y se la llevó a
los labios.

—Magnífico e inteligente —respondió Constantine antes de


inclinarse para besarlo en los labios.

Cuando se separaron, comenzaron a desvestirse. Christian


se movió rápidamente, no sólo porque realmente quería
encontrar a Owen, sino porque Constantine estaba desnudo y
eso lo hacía imaginarse lo que podría hacer con ese cuerpo.

Owen, ¿puedes escucharme? preguntó Christian a través de


su enlace de apareamiento una vez los dos estaban en forma de
lobo. Esperaron unos instantes y después corrieron en la
dirección por la que, Owen, se había ido.

Por favor, respóndenos, Owen. Vamos a explicártelo rogó


Constantine.
Christian podía oír la desesperación en la voz de su
compañero y empezó a correr más rápido.

Owen, no entendía por qué estabas tan molesto, bebé. Lo


sentimos. Por favor habla con nosotros.

En cuestión de minutos, recogieron el rastro de su rebelde


compañero y pronto lo encontraron. Owen estaba dormido,
tendido en el suelo, sucio, con sus brazos alrededor de sus
rodillas. Se veía tan triste y solo, que arrancó el corazón de
Christian.

Cambiaron, y Constantine tomó a Owen en sus brazos.

—Christian, está temblando. No hace frío. ¿Por qué iba a


estar temblando tanto?

—No lo sé, pero vamos a llevarlo a casa —dijo Christian, no


le gustaba el miedo en la voz de su compañero. También podía
oler el miedo que Constantine sentía. Los lobos podían oler las
emociones fuertes, como esta. Que el grande y fiero delta
estuviera asustado, hizo que Christian entrara en pánico.
Observó el cambio de Constantine a su tercera forma para poder
llevar, más rápido, a Owen a casa.

Christian cambió de nuevo a lobo y corrió para mantener el


ritmo de su compañero. Recordó recoger la ropa en el camino de
vuelta, llevándolas, con cuidado, entre sus dientes para no
rasgarlas. La visión de Constantine desnudo en su tercera forma
era suficiente para Zac y sus compañeros, Christian cambió de
nuevo cuando llegó a la puerta del patio. Se puso su ropa y corrió
dentro para encontrar a sus compañeros.

—Frío, mucho frío —oyó decir a Owen cuando llegó a su


habitación. Constantine estaba colocando a Owen en la cama,
bajo las sábanas, todavía en su forma de hombre lobo.
—Bebé, lo sentimos mucho —dijo Constantine. Cuando
levantó la vista hacia Christian, tenía los ojos tan grandes como
platos. Era evidente que el hombre no tenía ni idea de qué hacer,
pero tampoco Christian. En su lugar, se metió bajo las sábanas
con sus compañeros y se acercó a Owen tumbado en medio de
ellos.

—No sabía por qué estabas tan molesto.

—Déjenme morir —susurró Owen, tratando de alejarlos—.


No quiero vivir más así.

—Por favor no nos dejes, Owen —gritó Christian—. Eres


tan importante para nosotros, y te hemos encontrado. Danos la
oportunidad de explicártelo y de amarte, ¿por favor?

—No más mentiras —dijo Owen mirando a los ojos de


Christian—. No puedo aguantar más daño.

—Te juro que no te estoy mintiendo. —Christian tomó el


rostro de Owen en su mano. Tuvo que tragarse su reacción de
sobresalto, al sentir la mejilla de Owen fría como el hielo—.
Pensábamos que sabías que todo el mundo, en la manada, sabía
que eras psíquico antes de venir aquí.

—Fui enviado por esta manada para encontrarte, bebé —


explicó Constantine, las lágrimas corrían por su rostro—.
¿Recuerdas? ¿Cuando te despertaste en el asiento trasero del
coche de mi madre? Te dije que me habían enviado a buscarte y
averiguar como sabías quienes eran los compañeros de
Sebastián y por qué le habías dicho al Alfa Rodrick quienes eran.

—¿Fueron ellos? Esta manada —preguntó Owen, con los


ojos cada vez más abiertos mientras sus dientes empezaron a
castañetear—. Ellos me odian. No es de extrañar que piensen
que soy un bicho raro.
—Bebé, nadie piensa que seas un bicho raro. —Christian
giró la cara de Owen para que lo mirara—. Piensan que lo que
puedes hacer es genial. Zac y Matt, ambos, dijeron que estaban
emocionados de conocer a un verdadero psíquico y querían
saber más. Se sienten horribles por haberte molestado. No había
nadie burlándose de ti o diciendo algo malo, lo juro. Todo lo que
sentían era curiosidad por tu Don.

—No es un Don—exclamó Owen, y empezó a temblar más


violentamente—. Es una maldición, una maldición horrible que
no le desearía ni a mi peor enemigo.

—Pero así fue como nos encontraste, Owen —Constantine


besó a Owen en su pelo—. Sé que te han herido a causa de ello
antes. Pero también te ha aportado cosas buenas. A Christian y a
mí nos importas mucho. Nunca te habríamos encontrado si no
fuera porque eres psíquico.

—No quiero ser el hombre distinto nunca más —Owen


sollozó y enterró su cara en el hombro de Christian—.Ahora soy
el único humano entre todos estos lobos.

—No eres el único humano, Owen, —dijo Christian,


mirando a Constantine—. Creo que deberíamos meterlo en un
baño de agua caliente. Se está poniendo más frío.

Constantine simplemente asintió, cambió a su forma


humana, y corrió al baño.

—¿No soy el único humano? —preguntó Owen, mirando


hacia él, la confusión escrita en toda su cara—. ¿Quién más?

—Uno de los compañeros de Sebastián, Dobry, también es


humano —respondió Christian y besó los labios de Owen—. Y su
otro compañero, Alastar, es el único vampiro aquí. Pero a nadie
le importa que sean diferentes. Todo lo que importa es que
todos queremos estar con nuestras parejas y construir un hogar.
Constantine regresó con ellos, sacó a Owen de la cama y
volvió al cuarto de baño. Todavía desnudo, ayudó al totalmente
vestido Owen, en sus brazos, mientras se dejaba caer en el suelo
de la ducha.

—Por favor, Owen, quédate con nosotros —dijo


Constantine, mientras las lágrimas comenzaban a caer por su
rostro—. No te traicioné diciéndoles a todos que eras psíquico.
Ya lo sabían. Sólo fuimos unos tontos por no decírtelo, o que no
eras el único ser humano aquí. Por nada de lo que sucedió vale la
pena morir.

—Danos la oportunidad de demostrarte como puede ser la


vida a partir de ahora, Owen —le rogó Christian, entrando en la
ducha con su ropa puesta. Estaba completamente confundido
acerca de por qué el cuerpo de Owen se estaba apagando de esa
manera, pero no tenía tiempo para analizarlo—. Estoy medio
enamorado de ti a tan solo un par de días de conocerte. Por
favor, no me dejes. No podría vivir si te perdiera.

—Y te he amado desde el momento en que me salvaste, mi


pequeño ángel —dijo Constantine en voz baja—. Incluso aunque
no pudiera recordarlo todo, soñé contigo.

—¿Me amas? —preguntó Owen en apenas un susurro


mientras miraba hacia arriba a Constantine—. ¿Por qué?

—Porque estás tan lleno de amor y compasión —respondió


Constantine y le besó la cara—.Viniste a salvarnos a los dos
cuando ni siquiera nos conocíamos.

—Me aman porque los salvé —dijo Owen, mirando hacia


abajo y empezando a luchar por alejarse de nuevo—. No es lo
suficientemente bueno.

—No porque nos salvaras. —Constantine giró el rostro de


Owen para que lo mirara—. Te amo porque tu corazón es tan
grande que pondrías en riesgo tu propia seguridad para ayudar a
extraños. Y por cómo te preocupabas de Crhistian la pasada
noche cuando estaba herido. Amo sentirte en mis brazos. Tu
sabor cuando me besas. Y cómo se ruboriza tu cara cuando estás
encendido. Amo todo eso y amó todo de ti.

—¿En serio? —preguntó Owen. Las lágrimas se derramaban


por sus mejillas—. ¿Lo prometes?

—Te lo prometo, bebé —dijo Constantine, asintiendo—.


Nunca te mentiría sobre algo tan importante. Te amo por tantas
razones, sobre todo porque me haces querer ser un hombre
mejor, un hombre más cariñoso y digno de tu amor.

—Te amo —contestó Owen, inclinando su cabeza para


besar a Constantine—. Y también estoy enamorado de Christian.
Es por eso que me dolió tanto pensar que se lo habíais contado a
todos sin preguntarme. Que se estaban riendo de vuestro raro
compañero cuando no estaba presente la pasada noche.

—Eso no es, en absoluto, lo que pasó, Owen —dijo


Christian mientras lo acariciaba. Casi se puso de pie y hace un
baile feliz cuando se dio cuenta de que Owen ya no estaba
helado. Pero su compañero todavía parecía tan inseguro,
Christian tendría que esperar para celebrarlo—. Nosotros los
pusimos al corriente de lo que había ocurrido hasta ahora. A
continuación explicamos el peligro que nos persigue debido a mi
manada. Nadie se rio ni dijo nada malo de ti. Nunca lo
permitiríamos.

—Matt y Zac se sentían muy curiosos acerca de tus talentos


—Constantine continuó—. No querían herir tus sentimientos o
minimizar tus poderes. Nadie se dio cuenta que había sido muy
duro para ti tener ese Don.
—Debió haber sido muy duro para ti —agregó Christian—.
Creciendo diferente y sin tener a nadie a quien preguntarle sobre
lo que estaba pasando.

—Nadie me creía —Owen enterró la cara en el pecho de


Constantine.

Christian no quería molestar a Owen, pero tenían que salir


de la intemperie en la que estaban. Además, Owen parecía estar
mejor, sentado en el regazo de Constantine.

—¿Podemos salir de la ducha? Estoy muy caliente en estos


momentos.

—Lo que quiera, Owen —susurró Constantine contra la


cabeza de su bebé y se quedó con su pequeño compañero en sus
brazos.

Christian llegó detrás de ellos y apagó el agua. Se quitó su


mojada ropa, y luego ayudó a Constantine a sacar a Owen antes
de repartir toallas para todos. Ayudando a Owen a mantenerse
en pie, ya que, aún parecía demasiado débil como para valerse
por sí mismo, consiguieron secar a su pequeño compañero.

Christian metió la ropa en el cesto y limpió el lío mientras


Constantine llevaba a Owen a la cama. Cuando regresó a la
cama, tiró la toalla en el suelo y se metió bajo las sabanas junto a
sus compañeros.

—Lo sentimos mucho, Owen —dijo Christian y besó


suavemente a su pequeño compañero—. No teníamos ni idea de
lo que pensabas que habíamos hecho o que esto fuera así de
difícil para ti.

—Debería haber hablado contigo —contestó Owen,


mirando a Christian a los ojos como si le rogaba que lo
entendiera—. Simplemente me golpeó, y... y no podía apagar la
ira y el dolor.
—Sabemos lo que es eso —dijo Constantine en voz baja.
Deslizándose contra la espalda de Owen en cucharita—. Todos
hemos pasado por eso, por la razón que sea, o por la mierda que
la vida nos ha echado encima. Pero no estaremos solos nunca
más, bebé. Ninguno de nosotros lo estará. Los tres nos tenemos
los unos a los otros. Y aunque todos hemos sido solitarios cada
uno a su manera, tenemos que empezar a trabajar como una
unidad. No estoy diciendo esto, solo por lo que pasó, pero
Christian y yo también deberíamos haberte contado como
sucedió todo. Esto es culpa nuestra.

—Está bien, podéis tener la culpa—dijo Owen, sonriendo


mientras se volvía para mirar a Constantine—. Me siento bien
con que este lío sea todo culpa vuestra.

—Me lo imagino. —Constantine se rio entre dientes—.


¿Quieres contarnos cómo podemos ayudarte a acostumbrarte a
estar aquí? ¿Hay algo de lo que debamos informar a todo el
mundo?

—¿Como no sacar a relucir tu Don o no hacerte preguntas


sobre él? —Christian preguntó, pasando la mano por el pecho de
Owen—. Sólo tienes que decirnos cómo ayudarte, y lo haremos.

—Tal vez sólo tengo que acostumbrarme al hecho de que,


efectivamente me creen —contestó Owen sacudiendo la
cabeza—. No estoy acostumbrado a eso. Pensé que, esta
mañana, se estaban metiendo conmigo, como todo el mundo lo
hacía en el pasado.

—Matt estuvo llorando cuando se dio cuenta de que había


herido tus sentimientos, Owen —dijo Constantine—. Realmente
no creo que lo hiciera con maldad. Por lo que sé, todos los
miembros de esta manada han tenido sus dificultades y
problemas. Sinceramente, no creo que ninguno de ellos quiera
hacer sentir mal, a alguien de la manada, por ser diferente.
—Vinimos aquí porque no nos juzgarían —explicó
Christian—. Nos darían la oportunidad de ser quienes somos.
Libres para amar a quien queramos.

—No siempre es mala gente la que más te lastima —dijo


Owen en voz baja.

Christian no dijo nada, sabiendo que Owen tenía más que


decir.

—Mis padres fueron los peores cuando era pequeño, y sé


que me amaban. Solo trataron de hacer lo que pensaron que era
lo mejor para mí.

—No tienes que contárnoslo ahora, bebé —dijo


Constantine mientras jugaba con el pelo de Owen—. Ha sido un
día agotador para ti, y solo parece estar mejorando ahora.

—No, es mejor que lo cuente ahora —Owen se incorporó y


se sentó contra la cabecera—. Todavía no me han visto mientras
tengo una visión. Es como si el resto del mundo desapareciera y
estuviera viendo mi propio programa de televisión en mi cabeza.
La gente puede hablar conmigo, pero no puedo verlos ni oírlos.

Después de tomar una respiración profunda y cerrando los


ojos, Owen continuó.

—Al principio, mis padres pensaron que estaba teniendo


convulsiones. Me enviaron a todo tipo de médicos y expertos en
el cerebro. Y cuando descartaron las convulsiones, fueron
inflexibles con que había algún tipo de tumor cerebral que
causaba estas visiones. Una vez más, pasé por todo tipo de
pruebas y exploraciones, pero ningún doctor encontró nada.

—¿Qué edad tenías cuando comenzaron a llevarte a esos


médicos? —preguntó Constantine. Sus manos apretadas en
puños, como si supiera que no le iba a gustar la respuesta.
—Alrededor de nueve o diez años, creo —contestó Owen
suavemente y empezó a retorcer sus manos—. Tenía doce años
cuando me llevaron al pastor de nuestra iglesia. Me hizo todo
tipo de preguntas, y fui completamente honesto con él.
Recuerdo que pensé, es un sacerdote, no va a tratar de hacerme
daño. Vaya, si no estaba equivocado.

—¿Qué pasó? —preguntó Christian, enjugando las lágrimas


de las mejillas de Owen—. No te golpeó ni nada, ¿verdad?

—No, nada de eso. —Negó Owen—. Les dijo a mis padres


que las visiones eran obra del diablo. Intentaron realizar un
exorcismo en mí, que, sobra decirlo, no fue como ellos habían
planeado, ya que no tenía un demonio dentro.

—¿Qué hicieron entonces? —le preguntó Constantine


mirando a Christian.

Su cara reflejaba el dolor y la angustia que sentía.

—Me enviaron a un manicomio especializado en


adolescentes con problemas —Owen dijo en voz tan baja que
apenas podía oírlo—. Después de un año de medicamentos y
tratamientos, empecé a mentir acerca de las visiones. Me aislaba
lo máximo posible así que si tenía una, nadie me veía.

—¿Cuánto tiempo estuviste allí? —preguntó Christian,


tratando de mantener su enojo a raya, después de escuchar lo
que los padres de Owen, le habían hecho a su pequeño
compañero—. Quiero decir, cuando dejaste de decir que tenías
visiones te dejaron salir, ¿verdad?

—No. Parecía que, incluso después de eso, mis padres no


querían tratar conmigo —susurró Owen—. No salí hasta que
cumplí los dieciocho años y no podían mantenerme ahí sin mi
permiso por más tiempo. Me encontraba perdido. Pasé cinco
años, en un asilo lleno de locos, mientras crecía. A pesar de que,
en realidad, no estaba seguro de si, estaba loco o no, tenía que
salir de allí.

—No volviste a casa, ¿verdad? —preguntó Constantine.

—No, nunca he vuelto a ver a ver a mis padres otra vez —


contestó Owen—. Conseguí un trabajo como lavaplatos en un
pequeño restaurante. Nada que requiriera experiencia, pero
empecé a recibir imágenes de las personas con las que trabajaba.

Ya sabes, cosas que nunca hubiera querido saber, acerca de


mis compañeros de trabajo.

Al final no pude soportarlo más y renuncié. Entonces traté


de conseguir otro trabajo, pero ni siquiera fui a la escuela
secundaria. ¿Para qué estaba cualificado?

—¿Fue entonces cuando comenzaste a utilizar tu Don como


trabajo? —preguntó Christian, aunque era más una declaración.
No quería que Owen tuviera que confesar cualquier cosa que
pudiera dañarlo—. ¿Eso fue fácil para ti?

—Al principio no. —Owen negó—. Luego me tropecé con


un policía, lo de tropezar con él, es literal. Y tengo una visión
sobre un caso en el que estaba trabajando. Le dije dónde estaba
el niño secuestrado. Al principio, me detuvo, pensando que
estaba implicado. Sólo después que, rescataron al niño y declaró
que no estaba involucrado, me dejaron salir de la cárcel. Sin
embargo, el policía y yo mantuvimos el contacto. Realmente
creía en mí. Fue el primero en creerme —Owen sonrió—. Es un
gran tipo, me revisaba de vez en cuando. Asegurándose que
tenía todo lo necesario y me dejaba comida cuando sabía que
estaba un poco corto de efectivo. Desde entonces, ayudaba a la
policía cuando podía y realizaba trabajos secundarios cuando
necesitaba el dinero.
—Oh, bebé —dijo Constantine, tirando de Owen a sus
brazos—. Juro por mi vida que nunca dudé de tu Don ni pensé
algo malo de ti por ser psíquico.

—Yo tampoco —dijo Christian uniéndose al abrazo de


grupo—. Creo que, no sólo eres realmente especial, Owen, sino
que ya has tenido más mierda de las que deberías tener en toda
la vida.

—Gracias. —Se acurrucó más cerca de Owen en sus


brazos—. Voy a esforzarme más en ser más abierto y hablar con
vosotros en lugar de correr. Pero por lo menos, espero que ahora
entiendan por qué mi primera reacción es correr.

—Sí, ahora lo entendemos —respondió Christian mientras


compartía una mirara con Constantine. Realmente, ahora, lo
entendían todo muy bien. Su pequeño compañero había estado
en el infierno y regresado, ahora, era su trabajo asegurarse que
nunca jamás se repitiera.
Christian olió algo delicioso, casi tan bueno como sus
compañeros. Levantó la nariz al aire y olfateó, luego siguió el
maravilloso aroma hasta la cocina. Se sorprendió al encontrar a
Owen charlando alegremente con Matt y Dobry, sobre todo
después del desastroso día anterior.

Owen había estado tan avergonzado por su pequeño


colapso que se había negado a salir de la habitación en todo el
día. No había mejorado cuando se enteró que casi todo el mundo
los había oído, a Constantine y a él, en la ducha. Su vergüenza
hizo que tuviera la cara roja durante horas.

Christian había sentido miedo de que Owen nunca volviera


a expresar su placer de nuevo. Rápidamente comprobó que dos
orgasmos podrían aflojar las cuerdas vocales de cualquier
persona. Owen había gritado hasta que las ventanas temblaron y
Christian había disfrutado de cada momento.

—Hola, bebé —dijo Christian mientras entraba en la


habitación y se dirigía directamente hacia su pequeño
compañero. Pasó un brazo por detrás de Owen y lo besó en el
cuello, pasando la lengua por la marca de su mordisco en el
cuello de Owen—. Me preguntaba a donde habías ido.

—Matt y Dobry me sobornaron con rollos de canela. —


Owen cogió una pieza y la levantó en el aire.

Christian no era estúpido. Si ese dulce era la fuente del


maravilloso olor, iba a tomar lo que se le ofrecía. Se inclinó, y
tomó el pequeño trozo de comida de los dedos de Owen, y gimió
cuando varios deliciosos sabores estallaron a través de su lengua.
—Oh Dios mío —exclamó Christian cuando pudo hablar de
nuevo.

Owen volvió a sonreír con la mirada. —Bueno, ¿no?

—Es jodidamente fabuloso. No me extraña que salieras de


la habitación. Me habría arrastrado a través del vidrio roto para
conseguir uno —arqueando una ceja miró el plato de panecillos
de canela—. ¿Puedo coger uno?

Matt sacó una de las pequeñas y pegajosas piezas circulares


de la sartén y lo sostuvo fuera del alcance de Christian. —
¿Cuánto vale para ti?

Christian entrecerró los ojos. —¿Qué quieres?

—Nada demasiado terrible, te lo prometo. —Matt se rio


entre dientes—. Como estoy seguro que puedes imaginar, la
creación de una nueva manada de lobos lleva un montón de
tiempo. Añadido a las constantes misiones del Consejo que
envían a nuestros compañeros fuera, Dobry y yo nos sentimos un
poco solos.

Christian frunció el ceño. No estaba seguro que le gustara


hacia donde se dirigía la conversación. —¿Y? —preguntó con
cautela.

—Queremos un día, un solo día, para que todos podamos


pasarlo juntos —Dobry explicó—. Queremos hacer un picnic
junto al lago, nadar desnudos, diversión, y nuestros compañeros.

—Todos nuestros compañeros —agregó Matt.

Christian estaba confundido. —¿Y qué tengo que ver en


eso?

—Estamos un poco aislados por aquí —dijo Dobry—.


Nuestros compañeros no pueden hacer nada contra eso y lo
sabemos. Es por eso que tratamos de no quejarnos demasiado.
Pero seamos sinceros, entre Matt, Owen, y yo, no hay ni uno que
supere el metro ochenta.

—Está bien, estoy muy confundido. ¿Qué tiene que ver el


tamaño con todo esto?

—A todos nos tratan como a lana de vidrio —dijo Matt—.


Al intentar, tan duro, protegernos, a veces se olvidan de que
somos iguales.

—Tampoco alcanzo el metro ochenta —dijo Christian—.


¿Cómo puedo ayudar?

—Porque te quiero a nuestro lado cuando nos


enfrentemos. —Matt agitó el rollo de canela bajo la nariz de
Christian—. Si estamos juntos en esto y pedimos un día de
diversión, podríamos ser capaces de conseguirlo.

—¿Qué pasa con Alastar y Aiden? ¿Cómo se sienten al


respecto?

Matt frunció el ceño. —Tan grande como son, suponen un


añadido al problema.

Christian vio como los tres ansiosos rostros lo miraban


fijamente, y luego extendió la mano para agarrar el bollo de la
mano de Matt y se lo metió rápidamente en la boca. Gimió, otra
vez, mientras masticaba, preguntándose si el soborno era una
cosa tan mala.

—Bien, estoy en ello —dijo una vez que su boca estuvo


libre. Miró a los hombres saltando y riendo mientras pillaba otro
rollo de canela. Al estar recién acoplado, no se había dado
cuenta que no podría ver a su compañero tan a menudo como le
gustaba, y le gustaba ver a Constantine cada vez que quisiese. Le
llevaría algún tiempo acostumbrarse a esto.
—Gracias.

Christian miró hacia abajo para ver a Owen mirándolo.


Levantó una mano y le acarició el costado de su cara. —No hay
problema, dulzura. Sabes que haría cualquier cosa por ti, rollo de
canela o no.

—¿Estás diciendo que no querías el rollo de canela?

—¿Tengo ‘idiota’ tatuado en la frente?

Owen lo miró perplejo por un momento. Christian sabía


que no tenía un tatuaje en la frente. Se sentía bastante seguro
que si lo tuviera se habría dado cuenta esa mañana cuando se
estaba cepillando los dientes. —¿Owen?

—¿Pueden los hombres lobo mantener tatuajes? —


Christian parpadeó—. Um, sí, pero tenemos que usar un tipo
especial de tinta. ¿Por qué?

—¿Cómo te sientes acerca de ellos?

Christian se encogió de hombros. —Creo que nunca había


pensado en eso.

—¿Crees que tal vez pudieras?

Owen lo miró esperanzado, pero Christian no podía


entender por qué.

—No es que tenga un problema con ellos, Owen. Nunca


pensé en conseguir uno antes. Nunca tuve una razón para
hacerlo. —Christian miró más de cerca a la esperanzadora cara
de Owen—. ¿Quieres que me haga un tatuaje?

—Más bien estaba pensando en que todos nosotros nos


hiciéramos un tatuaje.
—¿Todos nosotros? —De repente tuvo visiones de todos
los miembros de la manada tatuándose ‘manada delta’, como
una banda de motoristas.

—Constantine, tú y yo —dijo Owen—. Algo que diga que los


tres nos pertenecemos unos a otros.

—Bebé, todo el mundo sabe que nos pertenecemos unos a


otros.

—Aquí todo el mundo lo hace —Owen hizo un gesto con la


mano alrededor de la habitación—. Pero ¿que pasa si
Constantine se va a una misión o si tienes que irse por una
llamada de negocios? No es como si pudiéramos llevar anillos ni
nada. ¿Dónde los pondrías cuando cambies?

—Por lo tanto, un tatuaje es permanente y todo el mundo


lo vería incluso si cambiamos —Owen asintió. Sus ojos verdes
musgo eran tan grandes que dominaban su rostro. Christian
podía leer tantas esperanzas en ellos, determinación, y un toque
de incertidumbre. Sabía que su respuesta era importante para
Owen.

—Creo que la idea es genial, pero tendría que ser algo de


buen gusto, no uno de esos llamativos tatuajes del corazón con
yo amo a tal y cual, ¿de acuerdo?

—¡Sí! —Owen se lanzó de la silla a los brazos de Christian


que se echó a reír mientras lo abrazaba y se preguntaba cómo
algo tan simple podía hacer a su pareja tan feliz—. Voy a diseñar
varias ideas diferentes, y podemos elegirlo todos juntos, ¿de
acuerdo?

—¿Dibujas? —Owen asintió rápidamente—. Tenía que


hacer algo para mantenerme cuerdo en el manicomio. Uno de
los otros pacientes me enseñó a dibujar. Lo he estado haciendo
desde entonces. Se podría decir que alivia mi estrés.
—Genial.

—Sin embargo, desde que los conozco, a Constantine y a ti,


me parece, que tengo otra manera diferente de aliviar el estrés.
—La cara de Owen se enrojeció mientras hablaba.

—¿Te sientes estresado, bebé? —dijo Christian,


presionando a Owen más cerca de él.

—Siento algo. —Se quejó Owen.

Christian gruñó. Podía oler la excitación de Owen. Lo puso


sobre sus pies, tomó su mano y lo sacó rápidamente, pasando a
Matt y Dobry, que se reían, y por el pasillo hacia la habitación
que compartían con Constantine.

Christian estaba atacando la ropa de Owen antes de que la


puerta estuviera completamente cerrada detrás de ellos. Sacó la
camisa de Owen sobre su cabeza, la arrojó al suelo, y luego se
puso a trabajar en los pantalones vaqueros del hombre. Owen se
rio cuando los empujó bajándolos por sus piernas.

—Oh, ¿crees que es divertido? —Empujó hacia atrás hasta


que Owen cayó en la cama rebotando. Christian se despojó de su
propia ropa y la dejó caer al suelo, y luego se subió a la cama a
horcajadas sobre la cintura de Owen. Acaparó las muñecas de
Owen, las colocó por encima de su cabeza, y se inclinó hasta que
estuvieron casi nariz con nariz.

—¿Qué tienes que decir ahora?

—Muérdeme.

Christian sonrió. —Con mucho gusto —dijo y comenzó a


inclinarse y a morder el cuello de Owen, pero el hombre volvió la
cabeza. Christian frunció el ceño y se echó hacia atrás, de
repente le preocupa que los gritos de Owen no fueran de
placer—. ¿Owen?
—Uh-uh, Matt y Dobry me hablaron de un tipo diferente de
mordida. Quiere probar eso.

Christian arqueó una ceja hacia Owen. Al ser un hombre


lobo, estaba bastante seguro de a qué tipo de mordida se refería.
Simplemente nunca pensó que su pequeño y humano
compañero estuviera interesado en tal cosa. Constantine, sí,
pero Owen, de ninguna manera en el infierno.

—¿Estás seguro, bebé?

—A decir verdad, no, pero me pareció lo suficientemente


interesante como para darle una oportunidad. —La cara de
Owen se enrojeció, y bajó los ojos por un momento.

—Matt y Dobry dijeron que es muy...

—Íntimo —completo Christian cuando le pareció que Owen


no encontraba la palabra.

Los ojos de Owen parpadearon al encuentro de Christian.


—Sí.

—Muévete hasta la parte superior de la cama, cariño, y


separa las piernas para mí.

Owen sonrió e hizo lo que le pidió, pasando rápidamente a


la cima de la cama. Su piel se sonrojó cuando separó las piernas y
se mostró a sí mismo, ante la hambrienta mirada de Christian.
Este no perdió tiempo en rastrear entre las piernas del hombre.
Se instaló en su estómago, con la cara directamente sobre la
dura polla de Owen.

—Esto es bueno, Owen —dijo Christian, acariciando la dura


polla.

—Se siente muy bien.


Christian se echó a reír, y luego rodó su lengua a través de
la cabeza de la polla. Gimió cuando las gotitas de líquido
preseminal estallaron a través de su lengua. En la pequeña
cantidad de tiempo que llevaban juntos, y con todas las cosas
que habían hecho hasta ese momento, de alguna manera se
había perdido el sabor de Owen. Era un error que no volvería a
cometer. Imaginó que la polla de Owen estaría en su boca una
gran cantidad de tiempo en el futuro. A partir de este momento.

Christian tragó toda la polla de Owen que podía en su boca.


Owen gritó por encima de él, y se arqueó salvajemente en el
aire. Christian sonrió, sintiendo las manos de Owen en los rizos
de su pelo.

Comenzando en la parte inferior, fue moviendo lentamente


sus labios por la polla hasta llegar a la cabeza. Las caderas de
Owen se arquearon, empujando su polla más profundamente en
la boca de Christian, que tragó tanto como pudo.

Chupó y lamió hasta que sintió que las huevos de Owen se


apretaban más cerca de su cuerpo. Owen agarró el pelo de
Christian. Un gemido provino de sus labios. Cuando Christian
sintió que la polla de Owen se hinchaba en su boca y las primeras
gotas de semen golpeaban su lengua, Christian hundió sus
colmillos en la polla en su boca.

Gritando, Owen se puso rígido. Cantidades copiosas de


semen llenaron la boca de Christian. Se lo tragó todo, y luego
lamió cualquier gota que se le hubiera escapado. Una vez que
Owen estuvo limpió, Christian subió a sus rodillas entre las
piernas de Owen y agarró su polla, acariciándola furiosamente
mientras miraba hacia abajo a los atónitos ojos de su
compañero.

Casi estaba allí, casi en el borde del acantilado de su


orgasmo cuando Owen se agachó y tomó sus huevos,
masajeándolos suavemente. Christian gritó, dejando caer su
cabeza hacia atrás. Se puso tenso y saltó sobre el borde.

Siguió acariciándose su polla hasta que estuvo demasiado


sensible, luego, lentamente, dejo que el placer que recorría su
cuerpo se desvaneciera. Christian volvió a mirar a su compañero,
sus ojos casi se cruzan cuando vio a Owen mover sus dedos a
través de la leche en su pecho y llevárselos a la boca,
lamiéndolos para limpiarlos.

—¡Yum! —Los ojos de Owen brillaron.

Christian dejó caer la cabeza hacia abajo para descansarla


contra Owen mientras se echaba a reír. —Por Dios, Owen, que
me vas a matar.

—No es mi intención, sin duda —dijo Owen, frotando sus


manos por los hombros de Christian—. Pero sería una forma
interesante de irse.

Christian se rio entre dientes y apretó sus labios contra los


de Owen, dándole un pequeño beso. Se acomodó contra él y
sintió a su ya frío semen aplastarse entre ellos. —¿Era eso lo que
querías?

Owen asintió. —Me gustaría tener colmillos para poder


mostrarte lo que sentí.

Parecía triste. Christian decidió que no podía consentir eso,


no cuando, momentos antes, había estado tan feliz.

—Cariño, no estoy seguro de ser lo suficientemente


valiente como para dejar que me muerdan la polla. —Christian
aparto los rizos rubios rojizos del bello rostro de Owen—. Pero
desde luego no me importaría tener mi polla en tu boca, sólo
que sin dientes.
Owen se rio. Las cejas de Christian se alzaron. Owen tenía
una risa sincera. Sonaba como la luz del sol y a pura alegría.
Christian se enamoró de ese dulce sonido justo allí y ahora.
Quería oírlo una y otra vez, todos los días, por el resto de su vida.

—Eres hermoso, ¿lo sabías?

—¿Yo?

—Sí, tú. Podría mirarte cada día. Tengo que mirarte cada
día. —Christian acarició con sus dedos los suaves labios de
Owen.

—Cristo, Owen, cada vez que veo estos jodidos labios me


los imagino envueltos alrededor de mi polla.

—¿Sí? —Jadeó Owen.

—Sí.

Los ojos verde musgo comenzaron a brillar de nuevo. Abrió


su boca y le chupó los dedos, pasando la lengua por ellos.
Christian gimió. Sintió que su polla empezaba a tomar interés en
lo que Owen estaba haciendo, empezando a endurecerse.

—Estoy tan jodidamente condenado.

Owen se rio.

—Necesitas que agarré algo más —preguntó Christian


mientras colocaba el último recipiente de alimentos en la gran
cesta de picnic que Matt le había dado. La cesta estaba bastante
llena, pero este era el día de Matt. Si había que meter algo más,
Christian lo haría.
Hasta ahora, había pollo frito, ensalada de patatas casera,
fruta fresca en rodajas, y rollos de canela. Una nevera llena de
hielo, soda, y cerveza estaba junto a la puerta de la cocina. Varias
mantas y almohadas estaban apiladas sobre la nevera.

—No —dijo Matt, enjuagando el último de los platos y


colocándolo en el escurridor—. Creo que eso es todo. ¿Los chicos
están listos?

—Dobry y Owen están eligiendo la música en estos


momentos, nada demasiado fuerte, sólo algunos temas de
fondo. Antes se llevaron una pila de toallas. Aparte de agarrar la
comida, creo que lo tenemos todo cubierto.

—Esperemos que eso sea lo único cubierto. —Matt meneó


sus cejas.

—¿Realmente vamos a ir a nadar desnudos juntos? —


Christian se sentía un poco dudoso ante ese plan. No era que le
diera vergüenza estar desnudo alrededor de otros. Sólo que no
estaba seguro de querer que nadie viera a Owen desnudo. El
hombre era magnífico con ropa. Desnudo, era impresionante.

—Bueno, no es que vayamos a darnos unos contra otros ni


nada —dijo Matt—. Estamos tratando de que nuestros
compañeros se unan a nosotros en un día de diversión y
relajación.

Christian se echó a reír. —Pero que no se relajen


demasiado.

—Sí —Matt sonrió—. Eso sería malo.

—Realmente malo.

Christian colocó la cesta de picnic en el suelo y fue a coger


la nevera. Se volvió para ver a Matt levantar la cesta de picnic en
sus brazos. —¿Todo bien?
Matt giró los ojos. —No empieces.

—Sólo preguntaba.

—Uh-uh.

—Matt, soy unos cinco centímetros más alto que tú. —


Resopló Christian—. Dame un respiro. Sólo estaba tratando de
ayudar.

—Sí, lo sé, pero a veces, todavía siento como si fueras uno


de ellos.

—¿Ellos?

—Dobry y Owen son ambos humanos y yo sólo soy un lobo


normal, sin graduación. Además de los tres deltas involucrados,
Alastar es un vampiro y tú eres un lobo, un lobo grande. En cierto
modo a veces siento como si fuéramos Dobry, Owen, y yo contra
todos vosotros, ¿entiendes?

—Ese podría ser tu problema. —Christian le dio un codazo


a la puerta y comenzó a caminar llevando la nevera. Podía oír a
Matt caminando detrás de él, ya que ambos se dirigían hacia la
orilla del lago—. No hay un ellos o tú, Matt. Somos nosotros
contra el mundo, ¿no entiendes eso?

—Tú no lo entiendes.

—Entiendo, Matt. Es necesario recordarte que mi antigua


manada me quiere muerto. Si no fuera por Owen y Constantine,
estaría a dos metros bajo tierra en estos momentos. Durante la
mayor parte de mi vida, era yo contra todos los demás. Ahora
tengo a Owen y a Constantine para cuidar de mí. Somos un
equipo, los tres. Somos nosotros contra todos los demás. —Se
encogió de hombros—. Bueno, nosotros y la manada contra
todos los demás.
—No lo sé —dijo Matt—. Parece como-

—Matt, ¿amas a Zac y Aiden?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —espetó Matt. Su rostro


adquirió una mirada feroz, con las cejas juntas en un ceño—. Por
supuesto que los amo.

—¿Crees que te aman?

—Christian, lo que-

—¿Lo crees?

—¡Sí!

—Eso es todo lo que importa —dijo Christian—. Mientras


los tres se amen, serán un equipo. Todo lo demás pueden
trabajarlo entre los tres. Apuesto a que Zac y Aiden ni siquiera
saben que te sientes excluido. Creo que deberías decírselo. Este
picnic es un buen comienzo, pero tienen que saber por qué
quieres el picnic.

Christian se rio entre dientes mientras se alejaba de Matt.


El hombre había abierto la boca mientras miraba a Christian
como si nunca hubiera pensado en hablar con sus compañeros
acerca de sus sentimientos. Christian sabía que, la única manera
de resolver las cosas, era hablar de ellas. Lo aprendió con Owen.
No cometería, de nuevo, el error de no comunicarse con sus
compañeros.

Christian coloco la nevera debajo de un árbol y se dirigió de


nuevo a la casa para coger las mantas y almohadas. Ayudó a
Matt a extender tres mantas alrededor de la cesta y luego
sacaron la comida. En el momento que acabaron, Dobry y Owen
se unieron a ellos.
—Hey, bebé. —Owen se sentó entre sus piernas y apoyó la
espalda contra su pecho. Christian envolvió sus brazos alrededor
de Owen y comenzó a desabotonar su camisa. Este era un día de
picnic y de nadar desnudos. Christian quería piel.

—¿Cuánto tardarán los chicos en llegar? —preguntó Owen,


inclinando la cabeza hacia atrás para mirarlo.

Christian sonrió. —¿Cuánto tardarás en estar desnudo?


—Una vez que tengamos la ciudad llena de miembros de la
manada, realmente, podríamos tener algo grande aquí —dijo
Zac, mientras, Aiden, Constantine, Sebastián, Alastar y él
regresaban a casa.

—¡No! Bájame —gritó alguien.

Constantine se dio cuenta de quién estaba gritando. —


Owen —susurró antes de despegar a toda velocidad para llegar a
su compañero.

En algún lugar de su cerebro, registró que los otros estaban


detrás de él, pero lo único que le importaba era llegar a su
compañero.

Cuando rodeó la casa y vio, lo que estaba pasando abajo en


el lago, no pudo dejar de reírse. Toda la angustia y la
preocupación se evaporaron. Christian estaba caminando, con
Owen arrojado por encima de su hombro, hacia el pequeño
muelle que sobresalía en el lago. Y ambos tenían sus culos
desnudos.

Constantine no perdió el tiempo quitándose la ropa. Estaba


llegando cuando Christian agarró a Owen de su hombro y lo
lanzó al agua. Decidiendo ofrecer, a su pequeño compañero, algo
de justicia, corrió, pasó sus brazos alrededor de la cintura de
Christian, y se lanzó al agua con él.

—Supongo que me lo merecía —dijo Christian, cuando


salieron a la superficie unos minutos más tarde.
Constantine y Owen se rieron de su compañero, que estaba
sonriendo ampliamente y sacudiéndose el agua de su pelo.

—Fue divertido —dijo Owen y soltó una risita—. Me olvido


de lo fuerte que sois. Nunca he sido lanzado así antes. Era un
torbellino antes de caer en el agua.

Constantine estaba a punto de ofrecer, a su bebé, lanzarlo


desde el muelle de nuevo, si lo hacía feliz, cuando el rostro de
Owen se quedó en blanco. Parecía tener la mirada perdida en el
espacio. —Owen, ¿estás bien?

—Owen, ¿qué pasa? —preguntó Christian.

Constantine comenzó a entrar en pánico cuando Owen no


respondió. Mirando a Christian, vio que su compañero tenía la
misma preocupación en el rostro.

—Matt —dijo Owen cuando finalmente volvió en sí.

Constantine quería preguntarle qué significaba, pero su


pequeño compañero comenzó a nadar hacia la orilla. Nadaron
detrás de él, queriendo saber lo que estaba pasando.

—Owen, ¿qué pasa?—preguntó Christian cuando salieron


del agua.

—¡Matt! No vayas a la casa —gritó Owen, corriendo hacia


Matt.

Por suerte, Matt no había llegado muy lejos desde el lugar


del picnic cuando Owen llegó a él, lo agarró del brazo y trató de
alejarlo de la casa. Owen miró desesperado.

—Owen, ¿de qué estás hablando? —preguntó Matt,


mirando a Owen como si hubiera perdido la cabeza.

—Te vi morir —jadeó Owen.


—¿De qué coño estás hablando? —Zac gruñó, tirando de
Matt contra él y mirando alrededor de la zona salvajemente.

Constantine vio las garras de Zac comenzar a salir cuando el


hombre se puso en modo de protección.

—El Alfa de Christian y parte de su manada están aquí —


respondió Owen, repartiendo un montón de ropa—. Algunos de
ellos están en la casa.

No esperaban que muchos de nosotros estuviéramos aquí,


por lo que algunos están esperando en la casa para agarrarnos
uno por uno. Vi entrar a Matt en la casa, y le cortaban la
garganta.

—Hijo de puta —gritó Christian y comenzó a avanzar hacia


la casa. Constantine trató de atraparlo, pero Christian lo rodeó—.
No, esta mierda termina en estos momentos. Padre, sal de ahí.

—¿Padre? —Constantine, Zac, Aiden y todos los demás


gritaron al mismo tiempo.

—Sí, el idiota que ordenó mi caza, es mi propio padre —


Christian se rompió. Constantine gruñó. Quería matar al hombre,
y ni siquiera lo conocía. Christian estaba pálido, pero sus manos
estaban apretadas en puños. Owen estaba saltando
ansiosamente de un pie a otro, mirando de uno y al otro.

Un hombre alto, uno que apestaba a dominio de Alfa, salió


de la casa con otros cinco hombres. Constantine podía oler que
todos eran cambiaformas lobo.

—Nunca entendiste el respeto, Christian.

—Te respetaba, Padre. —Christian cruzó los brazos sobre el


pecho. La mayor parte de su grupo estaba desnudo, pero eso era
normal en la vida de los cambiaformas. Los únicos que parecían
necesitar ropa eran Owen y Dobry.
—¿En tiempo pasado? —preguntó el hombre con una
sonrisa y levantó una ceja.

—Sí, ordenar mi muerte acabó con el poco respeto, que me


quedaba, por ti. Constantine, Owen, este es el Alfa De'Angelos.
Padre, me gustaría presentarte a mis compañeros, Constantine y
Owen.

—Los hombres no se aparean con otros hombres —gruñó


el Alfa De'Angelos—. Si estuvieras bien de la cabeza, lo sabrías.

—El Consejo reconoce el apareamiento —dijo Zac, dando


un paso hacia adelante—. ¿Por qué estás en las tierras de mi
manada sin mi permiso, Alfa?

—No eres un Alfa, eres un delta. No respondo ante ti —dijo


el Alfa De'Angelos con desprecio, volviendo su atención a Zac.

—De acuerdo con el consejo, soy el Alfa de este manada —


contestó Zac, levantando una ceja—. Nací un delta, del mismo
modo que naciste Alfa. Cuando la manada delta se formó, fui
elegido como Alfa. Mi compañero, Aiden, fue elegido nuestro
Beta.

—¿Elegidos? —Se rio el Alfa—. Los manadas no son una


jodida democracia —comenzó a reírse con tanta fuerza que tuvo
que inclinarse sobre su estómago.

—Nuestra manada lo es. —Aiden dio un paso al lado de su


compañero—. Tenemos un líder, pero hacemos las cosas de
manera diferente por aquí. No es que tengamos que darle
explicaciones, a un imbécil que ordena la caza ilegal de su propio
hijo.

—Será mejor que muestres un poco de respeto, muchacho


—gritó el Alfa, su risa, de repente, desapareció. Señaló con el
dedo a Aiden—. Puedes haberte dejado follar por tu Alfa para
conseguir el puesto de Beta, pero me abrí camino por mí mismo
para estar donde estoy.

—También era beta en mi última manada... —Aiden


empezó a decir, para defenderse.

Constantine vio como se encendía una bombilla sobre la


cabeza de Aiden cuando llegó a la conclusión, a la que
Constantine ya había llegado. —Nos vigilabas a todos. Esto no
era solo una oportunidad de encontrar a Christian. Has venido
aquí para destruir esta manada.

—Esto no es una manada. Es una abominación a los ojos de


Dios —gruñó el Alfa dando un paso hacia Aiden.

Constantine tuvo que darle un punto a Aiden. Ni siquiera se


inmutó ante la amenaza.

—No eres el primer jodido Alfa al que me he tenido que


enfrentar este mes —dijo Aiden con una sonrisa—. Vete con tu
mierda a otra parte. La caza que ordenaste contra Christian va
contra nuestras leyes, y perseguir a una nueva manada es un
delito de ejecución. ¿No es cierto, Alfa Sheehan?

—Eso es correcto, Aiden —respondió Zac, con la misma


mirada dura en su rostro que no había cambiado—. Ahora que
tienes elección, agarra a tus hombres, y váyanse, Alfa
De'Angelos. Son sólo cinco hombres y tú. Ni siquiera trajiste a tus
malditos betas.

—No los necesitamos para acabar con mi hijo, dos deltas,


un beta, y otro lobo. Los seres humanos ni siquiera cuentan. —
Resopló De'Angelos.

—No contabas con mis compañeros y conmigo —respondió


Sebastián riéndose—. Encantado de conocerte. Te olvidaste de
otro delta y un vampiro. Y cuento con mi otro compañero,
humano o no.
—Los vampiros tienen prohibido involucrarse en la política
de los cambiaformas lobo —dijo uno de los otros hombres de la
manada del Alfa De'Angelos.

—Está acoplado a un lobo—respondió Zac—. Eso lo


convierte en un miembro de este grupo.

—Además, nunca he sido mucho de reglas —dijo Alastar.


Estaba desnudo y apoyado, casualmente, contra un árbol, como
si estuvieran hablando de deportes y no de amenazas.

Constantine capturó la mirada de Sebastian y señaló con la


cabeza hacia los otros hombres de la manada De'Angelos.
Sebastián miró rápidamente hacia ellos, luego de vuelta hacia él
con una mirada de complicidad. Constantine podía camuflar su
olor delta, pero en este momento, no lo estaba haciendo. Los
hombres del Alfa De'Angelos ya se veían como si estuvieran
teniendo problemas para estar cerca de los deltas y su olor.

Sebastián dio un paso a un lado del Alfa y de Zac, que


continuaban gritándose el uno al otro. Constantine siguió su
ejemplo, centrándose en dos de los hombres a un lado del grupo.
Poco a poco, movió sus manos sobre su pecho y su abdomen
hacia abajo para enmarcar su ingle.

¿Qué demonios estás haciendo? Owen sonó asustado y


enojado de parte y parte. Cuando Constantine lo miró, los ojos
de Owen estaban abiertos de par en par, y su boca casi llegaba al
suelo.

Distraer al enemigo, bebé —respondió Constantine, sin


quitar los ojos de los otros hombres—. Es por eso que tenemos
este olor. Distrae a los lobos y los vuelve chiflados. Estos tipos
pueden ser verdaderos enemigos de los homosexual, pero ahora
mismo, me quieren y a Sebastián. Y sus cabezas solo piensan en
follar ferozmente.
—Los hombres inteligentes son tan condenadamente sexis
—respondió Christian en sus mentes.

Constantine tuvo dificultades para no reírse, ya que


estaban en problemas. Se acercó a los dos hombres y comenzó a
acariciar su polla. Realmente no fue fácil conseguir ponerse duro
en esos momentos. La única cosa que ayudó fue la emoción de la
inminente lucha.

—¿Te gusta lo que ves? —ronroneó Constantine y empezó


a acosar a los hombres.

—Sí, quiero. —el primer hombre alcanzó a Constantine.

—No, no —gruñó el otro—. Es un delta, un hombre.


¡Aguanta, Louie! Esta jodiendo tu cabeza.

—No me importa. Lo quiero.

—Amigo, ni siquiera eres un jodido gay —dijo el segundo


hombre, sacudiendo a Louie—. Tienes una linda novia,
¿recuerdas?

—No tiene por qué saberlo.

Louie se liberó y corrió hacia Constantine. Todo lo que este


quería hacer era golpear al tipo. En primer lugar, por haber
venido aquí, y segundo, por estar dispuesto a engañar a su pobre
novia basándose en el hecho de que nunca lo averiguaría.

¡Qué idiota!

En cambio, Constantine se mantuvo firme y esperó a que


Louie viniera hacia él. El hombre empezó a mordisquear y lamer
su pecho. Miró a un lado. Sebastián estaba teniendo el mismo
efecto sobre otros dos hombres. Parecía que Zac seguía
discutiendo con el Alfa y el otro tipo estaba demasiado ocupado
mirando los agujeros de Dobry y Owen. Genial, de entre todas las
cosas, observaba a dos detestables humano.

—Me quieres, admítelo —dijo Constantine hacia el


segundo hombre.

Louie lo seguía tocando. —Sólo tócame.

—¿Qué es este lugar? ¿Una jodida orgía constante? —gritó


el Alfa cuando se volvió para ver lo que estaban haciendo.

Rapidísimamente, Constantine cambió y golpeó a Louie.


Alastar se movió rápido para ayudar a Sebastián. Centrándose en
el segundo tipo, Constantine lo agarró bruscamente del pelo y lo
lanzó contra un árbol.

Giró la cabeza justo a tiempo de ver al quinto hombre


cambiando y lanzándose contra Owen, Constantine gritó: —¡No!
—Su corazón amenazaba con saltar de su pecho mientras saltaba
hacia Owen. No llegaría a tiempo, pero aun así tenía que
intentarlo.

Matt y Christian llegaron primero, y cambiaron a la forma


de lobo en medio del salto. Aterrizó rugiendo y gruñendo al
último hombre de pie delante de Owen y Dobry. Estos, gracias a
dios, no movieron ni un músculo.

—¡Basta! —gritó De'Angelos—. Han dejado claro su punto.

—No, en realidad no. —Gruñó Zac, colocándose


directamente delante del Alfa—. Estás vivo. Eso puede cambiar
en un segundo, ¿me captas?

—Sí, Alfa Sheehan —contestó el otro—. Estás en tu


derecho a matarnos a todos. Lo habría hecho si hubierais venido
a mis tierras. Voy a suspender la caza de Christian, siempre y
cuando, no ponga un pie en las tierras de mi manada de nuevo.
No hay un jodido problema dijo Christian en la cabeza de
Constantine, ya que él, todavía, estaba en forma de lobo. Tendría
que conseguir un ejército que arrastrara mi culo para que
volviera allí.

—Dice que no será un problema —le dijo Constantine al


Alfa De'Angelos de parte de Christian—. No volverá porque no
quiere.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó De'Angelos, levantando una


ceja.

—Lo oí en mi cabeza, a través de nuestro vínculo de


apareamiento.

—¿De verdad estás acoplado a mi hijo?

—Sí, realmente lo estoy —respondió Constantine, sintiendo


casi lástima de él. Mientras que el tipo era un total idiota, las
personas prejuiciosas y llenas de odio, se perdían mucho del
mundo. Era auto infligido por supuesto, pero de igual manera era
triste.

—Podríamos haberlos matado a todos si no fuera por su


mascota humano —dijo el otro hombre a De'Angelos.

Antes de Constantine incluso pudiera contestar, el Alfa se


movió en un instante y golpeó al hombre en la cara.

—¡He sido claro! —gritó tan fuerte que se hizo eco—. Ya


está hecho. No más amenazas. Nunca me desobedezcas otra vez.

—Sí, lo siento, Alfa —el hombre se apresuró a decir.

Realmente salió más como un gorjeo, porque el hombre


estaba tratando de colocar su mandíbula en su lugar.
—¿Cómo pudiste salir tan cuerdo, Christian? —Constantine
preguntó mientras su compañero cambiaba de nuevo a la forma
humana.

—Mi madre —respondió Christian, sin apartar los ojos de


su padre—. Era una gran mujer, que trataba a su hijo con amor y
afecto.

—No hables de tu madre, chico —gruñó el Alfa.

Constantine rodó los ojos. Esta mierda agradable y distante


del Alfa De'Angelos lo estaba haciendo viejo. —Estaría
revolviéndose en su tumba si supiera lo que estás haciendo aquí,
Dios la tenga en su gloria.

Constantine y todo el mundo parecía confundido cuando


Christian respondió echándose a reír. —Esa es la cosa más
divertida que he oído en años —dijo finalmente Christian cuando
pudo hablar, limpiándose las lágrimas de sus ojos—. ¿Quién
crees que fue la primera en decirme que era gay, Padre?

—Eres...

—No era ni de lejos tan crítica como tú. —Christian negó—.


Cuando tenía dieciséis años, se dio cuenta que me ponía
nervioso el estar desnudo delante de otros chicos al cambiar.
Mamá me llevó a un lado y me dijo que no importaba que me
excitara, que nadie sospecharía que era porque me gustaban los
otros chicos. Todos pensarían que estaba excitado por el cambio
y la adrenalina, que la mayoría de los hombres se excitaban ante
el cambio.

—Nunca me dijo eso —respondió De'Angelos, mirándolo


más pálido a cada segundo—. ¿Por qué no iba a decírmelo?

—¿Qué le habrías dicho, padre?

—Le habría dicho lo mal...


—Exactamente —respondió Christian, mirando disgustado
a su padre—. Mamá me amaba por lo que era, no sólo porque
era su hijo. Me ayudó a aprender acerca de ser gay, que no era el
único y que no había nada malo en ello. Demonios, ¡me ayudó a
esconderse de vosotros!

—¡Me traicionó!

—¡No, no lo hizo! ¡Protegía a su hijo, estaba


protegiéndome de ti!

—No quiero oír nada más —dijo el Alfa, de repente parecía


más viejo y derrotado—. Tu madre era una buena mujer. No
quiero oírte manchar su buen nombre.

—Era una gran mujer, y no estoy manchando su nombre.


Estoy diciendo por qué era tan maravillosa.

—Renuncio a ti como mi hijo, Christian —respondió


De'Angelos, mirándolo de nuevo—. Ya no estás autorizado a
utilizar el apellido De'Angelos, y la muerte caerá sobre ti, si das
un paso en nuestras tierras de nuevo.

—Bien —respondió Christian, mirando como si sólo lo


hubieran abofeteado, antes de girarse y alejarse del grupo hacia
el lago. Constantine no pudo evitar que se le escapara una
lágrima ante el dolor que su compañero estaba sufriendo. Se
arrastró por su mejilla antes de que pudiera limpiarla.

Mirando hacia Owen, vio que su pequeño compañero


sentía lo mismo.

Se acercó, tomó la mano de Owen, y le dio un suave


apretón antes de ir tras Christian. Unos momentos más tarde, se
lo encontraron llorando, sentado en el borde del muelle.
Constantine se sentó a un lado mientras que Owen se sentaba al
otro. Los dos hombres se inclinaron y pasaron un brazo por su
espalda.
—De todos modos estaba pensando que todos deberíamos
tener el mismo apellido. —Owen dijo en voz baja después de
unos momentos—. Sé que para vosotros estar acoplado es lo
mismo que estar casado, pero los humanos cambian su apellido
cuando se casan. Creo que eso y los tatuajes sería una buena
manera de demostrar a los dos mundos que nos pertenecemos
unos a otros.

—Siempre he sido un De'Angelos —respondió Christian


todavía sollozando—. No sé cómo ser otra cosa.

—¿Qué hay en un nombre? Si llamáramos a una rosa, con


cualquier otro nombre, olería igual de bien —dijo Constantine
citando a Shakespeare.

—De alguna manera, me echaron de mi familia, también —


contestó Owen suavemente—. Y Constantine es la razón por la
que nos reunimos. Creo que sería bueno si los dos nos
pusiéramos Stylianos.

—¿Realmente piensas eso, bebé? —preguntó Constantine,


sorprendido como el infierno.

—Sí, lo siento era una sugerencia estúpida, pero mi apellido


no significa nada para mí —dijo Owen casi en un susurro,
mirando hacia abajo a sus manos— Y quiero que esto sea real
entre nosotros, no sólo en la comunidad de los hombre lobo.
Quiero ser tu familia, tanto como tú la mía.

—Somos tu familia, Owen —dijo Christian, envolviendo sus


brazos en torno a su pequeño compañero—. Te quiero. Eres uno
de los dos hombres más maravillosos que he conocido, y me
siento orgulloso de ser tu compañero.

—Lo mismo para mí —dijo Constantine tirando de ambos


entre sus brazos y colocándolos entre sus piernas—. Los amo
tanto, más de lo que se puede expresar con palabras. Completan
mi vida, mi corazón y mi alma.

—Creo que tomar el apellido de Constantine es una gran


idea —respondió Christian mirando a los ojos de Constantine—.
Y no porque, de repente, este sin apellido.

—Además creo que Owen Stylianos es un nombre más sexi


que Owen Carrell. —Soltó una risita—. No es que quiera ser sexi
para cualquier persona, sino para vosotros, y eso me recuerda
algo, Constantine…

—¿Qué es eso, cariño? —le preguntó, frotándoles la cabeza


y captando el olor de sus compañeros.

Si, alguna vez dejas que otro hombre te toque, como lo


hiciste antes, te cortaré los huevos, cuando duermas, y las
esconderé para que no puedas volver a unirlas.

Constantine miró a los ojos a su pequeño compañero y vio


ira y un poco dolor.

—No me importa lo grande y lo malo que eres. No voy a


aceptar el engaño en esta relación.

—Owen, por favor, créeme —comenzó a decir Constantine


y tomó un respiración profunda—. No quiero que nadie más que
vosotros dos me toquéis. Ese hombre era un enemigo. Lo que
hice fue sólo para distraerlo. No puedo pedir disculpas por usar
las armas de mi arsenal cuando estoy preocupado por la
seguridad de mis compañeros.

—¿Realmente no te sentías atraído por él? ¿Sólo nos


protegías? —Owen preguntó, mirándolo inseguro—. ¿Lo
prometes?
—Te lo juro por el honor o por cualquier deidad en la que
creas, Owen —dijo Constantine antes de inclinarse y besarlo
suavemente.

—Está diciendo la verdad, Owen —contestó Christian,


mediando entre los dos—. Los lobos pueden oler el deseo del
otro. Constantine no estaba emitiendo ningún tipo de hormonas
que sugirieran lujuria. Las habría olido, sobre todo en mi forma
de lobo.

—Está bien, entonces no me pondré como un loco —


contestó Owen, asintiendo—. Pero sólo se te permite sacar esa
mierda si te preocupa que podamos morir. De lo contrario mi
amenaza previa entrará en juego.

—Mis huevos pueden seguir unidos a mi cuerpo. —


Ronroneó Constantine—. Pero te juro que, los dos, ya los tienen
en tus bolsillos.

—Me gusta como suena eso —dijo Owen, riéndose.

Christian apartó, a su pequeño compañero, de Constantine


y empezó a hacerle cosquillas. Constantine no tardó en unirse.
De alguna manera, Owen terminó desnudo durante el ataque de
cosquillas, y lo que comenzó como una inocente diversión pronto
se convirtió en algo más.

—Bebé, quiero que me montes más de lo que quiero mi


próximo aliento. —Constantine jadeó y comenzó a usar su
lengua en la dura polla de Owen.

—Y yo quiero follarte mientras Owen te monta —gruñó


Christian. Metió la mano en torno a Constantine y comenzó a
acariciar su polla.

—Oh, Dios, sí —se quejó Constantine. Gritó cuando sintió


algo golpearle un lado de la cabeza. Mirando hacia arriba, vio a
Matt y a Zac riéndose a unos cuarenta metros de distancia.
Luego se volvió hacia Owen y Christian, quienes también se
reían. Al ver que Owen tenía una botella de lubricante en la
mano, descubrió lo que había pasado.

—Buena puntería, Zac —gritó Christian en medio de los


combates de risa.

—Siempre aquí para ayudar —gritó Zac de vuelta,


provocando la risa de Matt, entre sus brazos—. Además, Owen
salvó la vida de mi bebé hoy. Si alguien se merece un poco de
diversión, es nuestro talentoso y pequeño humano.

Owen dejó de reír y se volvió para mirar a Zac, con los ojos
muy abiertos.

—Pensé que estabas enojado conmigo.

—No, Owen, tenía miedo por Matt —dijo Zac, volviéndose


hacia ellos—. Aiden y yo siempre estaremos en deuda contigo
por mantenerlo a salvo cuando no podíamos.

—Matt es mi amigo. Siempre lo ayudaré si puedo —


contestó Owen en voz baja.

Constantine sabía que aun así Zac pudo escucharlo por su


audición de hombre lobo.

—Esto es lo que significa ser una manada —Zac respondió


—. Humano, vampiro, hombre lobo, psíquico, o el hombre en la
luna no importa. Se trata de mirar los unos de los otros. Es
nuestra familia. No importa donde o como hemos nacido. Esta es
la familia que elegimos.

—Me gusta eso —dijo Owen, sonriendo. Zac le dio un


rápido movimiento de respecto antes de volverse hacia la casa,
con Matt todavía en sus brazos.
Owen volvió a mirar a Constantine y a Christian. —¿Sabes
otra cosa que me gustaría?

—¿Mi dura polla en tu culo? —preguntó Constantine


elevando una ceja.

—Oh, sí. —Owen se quejó cuando se inclinó hacia abajo y


le chupó su polla. Su pequeño compañero era bastante grande
para su tamaño, y le encantaba su sabor.

—Joder si —exclamó Constantine cuando sintió un


lubricado dedo de Christián empujando contra su culo. Un
momento después, sintió un poco de lubricante verterse sobre
sus dedos. Mirando por encima del hombro, vio la amplia sonrisa
de Christian.

—Tienes que conseguir que nuestro bebé este listo para tu


perfecta polla mientras yo consigo que estés preparado —se rio
Christian.

Constantine sólo pudo gemir cuando sintió otro dedo


entrar en él. Suavemente separó las piernas de Owen y deslizó
un dedo en su culo sin dejar de chupar la dura polla de su
pequeño compañero.

—¡Constantine, sí! Oh, Dios mío, esto se siente increíble —


exclamó Owen, y sus caderas parecían moverse por su cuenta.

—A él le gusta que le muerdas la polla con tus colmillos —le


susurró Christian, en voz baja, a Constantine, para que fuera el
único que lo pudiera oír.

Constantine sonrió alrededor de la polla de Owen y dejó


que sus dientes se extendiesen. Sólo cuando sintió que Owen
comenzaba a tensarse, hundió sus colmillos en la polla de su
compañero.

—Te amo —gritó Owen cuando se corrió.


Constantine se tragó hasta la última gota de la semilla y
gimió por el dulce sabor de ambrosía de su pareja. Cuando
finalmente terminó de prodigar su atención a la polla de Owen,
su pequeño compañero habló. —Me siento como un Jell-O1.

—Bueno, eso no es suficiente. —se rio por lo bajo,


Constantine—. Todavía te quiero en mi polla.

—Voy a abrazarte mientras tomo ese culo apretado tuyo —


gruñó Christian, sacó sus dedos de Constantine y le dio la vuelta
al hombre.

Constantine miró a Christian por la sorpresa. No porque no


supiera que Christian era lo suficientemente fuerte como para
hacer eso. Sino por lo que vio en los ojos de su compañero, quien
rápidamente tiró de sus rodillas hasta el pecho.

Era necesidad, cruda y visible necesidad, en los ojos de


Christian. Constantine comprendía que después de todo lo que
había pasado, su compañero necesitaba esta cercanía, este
contacto. En ese momento, mirándolo a los ojos, Constantine
estaría encantado de darle a su compañero todo lo que
necesitara para borrar la necesidad de su cara.

Christian alineó su polla con el agujero de Constantine y se


empujó dentro. Ambos gimieron cuando Christian tocó fondo.
No había nada que superase la sensación de tener la polla de su
compañero, profundamente, dentro de su culo, excepto tal vez
la polla de su otro compañero.

—Eso es tan jodidamente caliente —gimió Owen, su polla


poniéndose dura de nuevo—. Todavía puedo participar, ¿no?

—Ven aquí —dijo Christian, con el esfuerzo todavía


aparente en su rostro.

1
Es una marca de gelatina.
Constantine dejó que sus piernas cayeran a ambos lados de
Christian. Quién sujeto a Owen, y bajó suavemente a su bebé
sobre la polla de Constantine. Los tres hombres gimieron en voz
alta cuando todo el mundo estuvo en su posición. A Constantine
le encantaba la sensación de estar dentro de Owen, mientras
que Christian estaba dentro de él.

—Oh mierda, esto es incluso mejor —exclamó Owen,


agachándose y apoyando las manos en el pecho de Constantine.

Christian se inclinó con él y envolvió sus brazos alrededor


del pecho de Owen. Cuando Christian se empujó dentro de
Constantine, este sacó su polla de Owen hasta que sólo la cabeza
estaba dentro todavía. Entonces Christian empezó a tirar de
vuelta y empujó hacia abajo a Owen en de la su delta.

—Joder, sí, no te detengas, es tan jodidamente bueno —


gritó mientras se sostenía, sobre los muslos de Owen, con fuerza.
Las sensaciones eran casi más de lo que Constantine podía
tomar. Estaba follando y siendo follado, todo al mismo tiempo.
Era alucinante. Cuando Christian cogió el ritmo, Constantine
comenzó a ver, estrellas explotando, detrás de sus ojos.

—Casi allí, tan cerca —susurró Owen, cavando sus uñas en


el pecho de Constantine.

—Deja que te ayude con eso. —Gruñendo, Christian se


inclinó y lamió el cuello de Owen. La visión de Constantine se
despejó justo a tiempo para ver a Christian hundir sus colmillos
en la carne de Owen, que gritó su placer y su polla entró
erupción disparando un chorro de su semilla sobre el pecho de
Constantine.

—Los amo tanto —gruñó Constantine cuando sintió el culo


de Owen apretarse contra su polla. Rápidamente hundió sus
dientes en el cuello de Owen, al otro lado que Christian. El dulce
sabor de la sangre fue todo lo que necesitó para que su polla
estuviera a punto de explotar en el apretado culo del hombre.
Segundos después, se escuchó el grito de Christian y sintió la
semilla de su compañero llenando su culo.

—Los amo, Owen y Constantine. Son mi verdadera familia


—Constantine oyó decir a Christian antes de sucumbir al placer y
que la oscuridad se los llevara.
Owen palmeó su omoplato, varias veces, mientras trataba
de recordar las instrucciones de cuidado, que le habían dado,
para su nuevo tatuaje. Podía golpear ligeramente, pero no podía
rascarse y quería rascarse tanto.

La maldita cosa sólo tenía una semana, pero lo estaba


volviendo loco. Los tatuajes de Christian y Constantine se habían
curado en cuestión de horas. Owen, al ser humano, todavía
sufría.

Se sentía como si fuera a volverse jodidamente loco. Aun


así, era un maldito buen tatuaje, tenía tres círculos entrelazados
con un círculo grande alrededor de ellos. Cada círculo
representaba a cada uno de ellos, cada uno con un dibujo
diferente. Todos estuvieron de acuerdo en que otro compañero
escogería el diseño del círculo de un compañero.

Owen eligió el diseño de Constantine. Ni siquiera tuvo que


pensar en ello. Sólo tomó un pedazo de papel y dibujó tres lunas,
con el azul-violeta de los ojos del lobo, sobre todas ellas. Para
Owen, eso era su compañero, grande y fuerte, siempre cuidando
de Christian y de él, protegiéndolos y amándolos.

Christian eligió el diseño de Owen. Era un árbol con una


hiedra enredadas alrededor, tres veces, en un bucle celta.
Christian lo llamaba el árbol de la vida o alguna mierda por el
estilo. Owen aún no lo entendía, pero en cada punta se reflejaba
el color de los ojos de sus compañeros.

Constantine eligió el diseño de Christian, y Owen pensó que


era el más hermoso de todos los diseños que eligieron. Era una
espada con el tallo de una rosa envuelta alrededor. Del tallo
brotaban tres rosas, una de plata, otra azul-violeta, y una verde
musgo.

Sus nombres de pila, Christian, Constantine y Owen estaba


escrito en plata en el círculo exterior, cada palabra dividida por
un nudo celta.

Owen seguía sin saber cómo sucedió, porque todos dieron


sus diseños, a la artista del tatuaje por separado, y la regla era
que no podían mirar hasta que sus tatuajes estuvieran hechos,
pero todos ellos incorporaron, el tres, en sus diseños... tres
lunas, una hiedra entrelazándose alrededor del árbol tres veces,
y tres capullos de rosa.

El tatuaje era de los tres. Sin embargo, no impedía que


Owen deseara que dejara de picar. Se dio, de nuevo, una
palmada en el tatuaje y giró los ojos cuando Christian se echó a
reír y le apartó la mano.

—Ya basta —se rio Christian—. Vas a hacer que se ponga


peor.

—Es fácil para ti decirlo, señor ¡me curo jodidamente


rápido!

De la nada, Owen fue derribado al suelo. Gruñó cuando


golpeó la dura hierba y un gran cuerpo casi tan duro cayó encima
de él. Cuando levantó la mirada, unos ojos azul-violeta lo
miraban.

—Creo que necesitas que te recuerde por qué tenemos


estos tatuajes, ángel. —Constantine gruñó—. Después de todo,
fuiste el que los sugirió. ¿Preferirías que no nos los hubiéramos
hecho?

—No, sólo es que pica condenadamente mucho.


La sonrisa que se dibujó en el rostro de Constantine hizo, a
Owen, ponerse nervioso.

Había visto esa particular mirada en la cara del hombre,


una o dos veces antes, y por lo general terminaba inconsciente,
inmediatamente después. No era un mal camino para recorrer,
pero seguro que era increíblemente embarazoso, especialmente
cuando todo el mundo lo oía gritar.

—Tal vez deberías dejar de pensar en la picazón —dijo


Constantine. La sensualidad y la lujuria en la voz del hombre se
dispararon directamente a la polla de Owen—. Tal vez podamos
darte algo más en lo qué pensar.

Owen tragó audiblemente mientras pasaba de algo


interesado a duro como una roca en un abrir y cerrar de ojos. —
Está bien —gruñó.

Sintió que su rostro se ruborizaba cuando su voz se quebró


y Constantine arqueó una ceja. Realmente era vergonzosa la
poca resistencia que tenía ante sus compañeros. Lo llamaban, y
se fundía.

Lo único que impedía que Owen se metiera en un agujero


para esconderse con su roja cara, era el hecho que todo lo que
tenía que hacer era lamer sus labios y sus compañeros
comenzaban a jadear.

Owen sabía por lo que le habían dicho, sobre los lobos


deltas que Constantine tenía un aumento del deseo sexual y
necesitaba a dos compañeros para cuidar de él, pero Owen
estaba bastante seguro que se ponía más que cualquiera de sus
compañeros. Al parecer, era su diversión favorita.

—¿Crees que podríamos hacer esto dentro esta vez? —


preguntó Christian por encima de ellos—. Todavía estoy
quitándome agujas de pino de mi culo de la última vez que
follamos al aire libre.

Owen se rio por lo bajo. —Tal vez deberías haber estado


arriba entonces.

Christian gruñó. Owen se rio con alegría pura y se escabulló


de debajo de Constantine. Se puso de pie y corrió todo lo posible
hacia la casa. Podía oír a Christian y Constantine en su
persecución.

Owen sabía que podrían atraparlo, después de todo, era


humano, pero los dos hombres parecían disfrutar de sus juegos
de cógeme si puedes. Le darían el tiempo suficiente para que
entrara en la casa antes de abordarlo y agarrarlo.

Owen no podía recordar la última vez que llegó a su


dormitorio con toda su ropa. Ni siquiera estaba seguro de por
qué las llevaba, tal vez debido a su educación o algo así. A nadie
más parecía importarle todos esos hombres desnudos corriendo
alrededor.

Owen corrió por el costado de la casa y entró por la puerta


de atrás a toda velocidad, estaba agradecido de que alguien se
hubiera olvidado de cerrar la gran puerta de vidrio. Corrió a la
cocina y se dirigió por el pasillo hacia el dormitorio, cuando Matt
de repente salió de su oficina, sosteniendo un teléfono móvil en
la mano.

—Hey, amigo, un tipo está en el teléfono preguntando por


ti. —Matt se encogió de hombros—. No le había contestado,
pero seguía llamando y llamando. Pensé que podría ser
importante.

Owen patinó hasta detenerse y tomó el teléfono de Matt,


sosteniéndolo en la oreja. —¿Hola?

—¿Owen?
—¿Detective Marcus? —Owen dejó caer suspiro de alivio
de los labios cuando se dio cuenta de que sólo era su amigo—.
Hey, hombre, ¿qué pasa?

—No he sabido nada de ti en casi dos meses, Owen. Estaba


empezando a preocuparme, sobre todo cuando me enteré que
anulaste el contrato de arrendamiento de tu apartamento. ¿Está
todo bien?

Owen levantó la vista rápidamente cuando Constantine y


Christian llegaron disparados desde el pasillo. Sonrió. —Sí, todo
está bien. Me he mudado, eso es todo. Perdón me olvidé de
llamarte para que lo supieras, pero he estado un poco atrapado
con algunas cosas aquí.

—¿Dónde diablos te mudaste?

—Lo creas o no, a un pequeño lugar fuera de Atlanta,


Georgia.

—¿Por qué te mudaste? —preguntó el detective—.


¿Alguien te ha dado problemas? Deberías haber venido a mí,
Owen.

—Dos palabras, caliente y hermoso —se rio Owen.

—¿Caliente y her- conociste a alguien?

—Dos alguien, en realidad, uno es caliente y el otra es una


preciosidad. Sólo que todavía no he descubierto cuál es cuál.

Constantine y Christian sonrieron.

—Bueno, me alegro por ti, Owen, lo sabes, pero ¿crees que


tres personas en una relación es algo bueno? ¿No es algo raro?

Owen miró a sus compañeros, sabiendo que podían


escuchar todo lo que el detective le estaba diciendo. La pista más
grande fue la sonrisa en el rostro de Christian y la ceja arqueada
en Constantine.

—No, está todo bien —dijo Owen— En realidad es un poco


caliente. Deberías probarlo alguna vez.

El detective se echó a reír. —Sí, no creo que eso vaya a


suceder pronto, Owen, pero gracias por el consejo.

—Lo recomiendo. —Owen estaba sin aliento, mirando a sus


compañeros desnudarse lentamente para él. Tenía que colgar el
teléfono al detective y rápido, antes de que sólo tirara el maldito
teléfono.

—Hey, ¿tal vez podamos hablar de nuevo más tarde? Justo


estaba en el centro de... —Los ojos de Owen se abrieron al ver
como Christian caía de rodillas y se tragaba la polla de
Constantine hasta llegar a la raíz—. Tengo que irme.

Owen colgó y tiró el teléfono en el mostrador. Estaba sin


ropa incluso antes de llegar junto a sus compañeros, lanzándola
a donde quiera que cayesen. —¡Eso es tan jodidamente caliente!
—Gimió Owen, alcanzando y ahuecando los huevos de
Constantine.

Constantine gimió y echó la cabeza hacia atrás. Owen lo vio


como la oportunidad perfecta para aspirar una mancha roja en el
cuello del hombre, no era como si realmente pudiera morderlo.
Sin embargo, los gemidos de Constantine le dijeron que
apreciaba el gesto.

Cuando Constantine comenzó a follarse contra sus caderas,


fue una señal segura de que estaba cerca de la liberación, Owen
se apartó lo suficiente para que ambos compañeros pudieran
verlo. Agarró su dura polla y comenzó a acariciarse mientras
retrocedía hacia el dormitorio, obteniendo la atención de los dos
hombres.
—El primero en llegar a la cama estará en el medio —dijo
Owen antes de darse media vuelta y correr hacia el dormitorio.
Se echó a reír, mientras corría a través de la puerta antes que
cualquiera de sus compañeros y así poder lanzarse a la cama.

Owen tuvo tiempo suficiente para rodar sobre su espalda


antes de que Constantine y Christian entraran en la habitación.
Los dos hombres se quedaron parados en el extremo de la cama,
sus bocas se abrieron, y jadeaban pesadamente.

Owen inclinó ligeramente las rodillas y dejó que sus piernas


cayeran abiertas. Envolvió su mano alrededor de su polla de
nuevo y lentamente se acarició desde sus huevos hasta la punta
de la cabeza y luego hacia abajo otra vez. Las pollas de sus
compañeros parecían palpitar con cada golpe de la mano de
Owen.

Sus ojos seguían el movimiento de su mano como si los


estuviera hipnotizando cuando Owen metió los dedos de su otra
mano en su boca humedeciéndolos. Acarició con su mojada
mano su pecho y luego bajó a sus huevos y a continuación, por
debajo de su estrecho agujero.

Cuando Owen empujó un dedo en su culo y empezó a


estirarse a sí mismo, pudo oír los pantalones de sus compañeros
bajarse a gruñidos. Introdujo un segundo dedo y empujó su
mano. En el momento en el que Owen presionó un tercer dedo
en su culo, su polla se derramó mientras su mano la apretaba
con moderación.

Owen sacó los dedos y extendió la mano bajo la almohada


para buscar el lubricante. Dejó caer la botella al lado de su culo y
levantó sus piernas hasta el pecho. Owen se rio cuando sus
compañeros lo atacaron. Ni siquiera tuvo que decirles nada.

La dura y palpitante polla de Constantine se metió en su


culo al mismo tiempo que Christian se colocó a horcajadas sobre
él. Owen abrió la boca y se tragó al hombre todo lo que pudo.
Christian se movió hacia arriba para apoyar sus manos en el
colchón encima de él, cerniéndose sobre Owen.

Constantine comenzó a empujarse en él y Owen dejó caer


sus piernas, se agachó para agarrar las mejillas del culo de
Christian, y las separó. Christian gritó, y su cuerpo se estremeció
súbitamente, y Owen supo que Constantine había tomado su
silenciosa sugerencia. Sólo deseaba poder ver a su feroz
compañero delta lamiéndole el culo a Christian.

¡Eso tenía que ser jodidamente caliente!

El aliento de Owen quedó atrapado en su garganta cuando


vio a Constantine tirarse hacia atrás. Sabía lo que iba a venir
incluso antes que Christian se apartara de él. Owen lamentó la
pérdida de la polla en su boca, pero la sensación del cuerpo de
Christian hundiéndose hacia abajo sobre su polla, rápidamente,
remplazó cualquier decepción que podría haber sentido.

La parte superior del cuerpo del Christian todavía se cernía


sobre Owen, pero la parte inferior del cuerpo del hombre se
estaba empalando una y otra vez en su polla.

Se arqueó hacía arriba y pellizco el pezón encima de él,


sonriendo por el prolongado gemido que recibió. Provocar placer
a sus compañeros era casi tan bueno como recibirlo... Casi.

La polla golpeando en su culo se sentía bastante bien.


Owen podría sentirse en las alturas del éxtasis con sólo haber
conocido a Christian y Constantine. Nunca soñó con que el sexo
pudiera ser tan bueno y estaba bastante seguro, que no lo sería,
con nadie más.

Constantine y Christian lo hacían especial, lo hacían algo


maravilloso. Las llamas de la pasión ardían en todos ellos, pero la
llama sólo ardía para ellos tres. Owen ya no sentía que se había
quedado fuera o que pudiera ser dejado atrás. Sabía que estaba
justo donde debía estar, siendo amado por sus compañeros.

Owen gritó cuando el fuego que ardía en su interior se


encendió. El grito que salió de sus labios cuando se corrió en su
compañero no fue de ninguna manera varonil, y a Owen no
podría haberle importado menos que lo escucharan en ese
momento.

De repente fue superado por la incontrolable alegría de sus


compañeros cuando rugieron su liberación al mismo tiempo,
Constantine llenó su culo con su semen caliente, mientras
Christian lanzó cuerdas de nacarado semen por todo su pecho.

Owen suspiró por el agradable agotamiento. Christian rodó


hacia un lado de él, Constantine al otro. Sintió que los brazos de
sus compañeros le cubrían el pecho, cada hombre se acurrucó
junto a él. Sí, allí era exactamente donde se suponía que debía
estar.

—Yo gano.

—Owen, ángel, no estabas en el medio —dijo


Constantine—. Estabas abajo.

—Estoy en el medio ahora.

Constantine y Christian se echaron a reír al mismo tiempo.


—Me imagino que no se puede discutir con eso.

Owen le dio unas palmaditas, a Christian y Constantine, en


sus caderas. —Ahora estáis aprendiendo.
Luna_29

Nay

Nay

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