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SECCION 1
Me hubiese gustado iniciar de otra manera, hubiese querido que el comienzo fuese distinto,
bello, pero… realmente qué es lo bello, dónde está y cómo se encuentra la belleza, ¿está en
todas partes? ¿Está en la naturaleza? ¿En el cuerpo humano? ¿En la literatura? ¿O
simplemente estará circunscrito en aquello que denominamos como arte? ¿Estará en una
bolsa de plástico? Quizás podríamos llegar a un acuerdo sobre lo que es realmente la estética,
a lo que nos referimos con esta palabra, poniendo en claro cuál es la belleza verdadera de lo
que nos rodea, de lo que se crea, de lo que existe. Podría dar mi propia definición sobre lo
bello, sin embargo, no sería válido sin los andamios correspondientes, quizás concluya con
esto, pero lo que ahora verdaderamente importa es como lo estético fue trascendiendo a través
de los años en voces de distintos autores.
Actualmente casi todo puede ser nombrado como “arte”, desde una caja de zapatos hasta una
simple composición de objetos para realizar una construcción, sin embargo, antiguamente
los griegos y romanos tenían otra concepción de lo que para ellos debía ser considerado como
arte; una definición acotada de lo bello que iba desde la destreza, el orden, el conocimiento,
lo útil, hasta una ciencia que pertenecía al reino de lo propiamente artístico.
Para que la antigua idea del arte se convirtiera en la idea moderna, tuvieron que suceder dos
cosas: la poesía y la música tendrían que incorporarse al arte, mientras que los oficios
manuales y las ciencias serían eliminados de él. Lo primero sucedió antes de que finalizase
la antigüedad. La poesía y la música se considerarían efectivamente como artes tan pronto
como se descubrieran sus reglas (Tatarkiewicz, 2002, pág. 79). Esta tan claro que ahora estas
dos cosas, tanto la música como la poesía se encuentran tan sujetas del arte, que resulta difícil
verlas separadas de ella, pareciera que ya son una misma, y también es preciso que mientras
los tiempos cambian, las percepciones, los conceptos y las ideas están en constante cambio,
sino aún las matemáticas las estudiarían los humanistas, aunque pensándolo bien los
números, la exactitud de estos podría resultar tan bello como una escultura; como es el caso
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de los pitagóricos que creían que el arte debía ser así, como en las matemáticas, en un orden,
medida y simetría, pensaban también que la música era una manifestación del alma y permitía
la purificación de esta.
Se acostumbraba a dividir el arte entre lo útil y el que producía placer; pareciera que en
nuestros tiempos el arte sigue dividido entre estos dos puntos, aunque yo agregaría otro, el
arte basura, por el simple hecho de no tener un fin ni un principio fijo, mejor dicho, su sutileza
es rudimentaria, porque el autor no busca, refleja, revienta, es un grito que busca arrancar al
arte de su pedestal a ratos inalcanzable. Su utilidad es otra. El arte también es político.
Resumiendo, se encontraron una variedad de clasificaciones dentro del arte: las que imitan,
las productivas, las de entretenimiento, las placenteras, las artes perfectas que eran
consideradas como las ciencias, las liberales, las vulgares, las teóricas, las mayores, las
medianas y menores, entre otras.
Siendo el bien un efecto del arte, tendrían que estar al tanto nuestros artista si verdaderamente
su obra está produciendo algo beneficioso para la sociedad, para Platón, por ejemplo, lo bello
se alía al bien e incluso se le subordina, el uno es medida del otro, puesto que si el arte fuera
algo que nos trajera una sensación maliciosa este ya no sería lo que es, tendría que ser llamado
de otro nombre, aunque su fin es transmitir, esto no implica que debe ser expresado cualquier
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cosa, sino algo que nos conmueva realmente. Si observamos detenidamente, nos podemos
percatar que toda bella arte tiene una raíz, es decir una razón ser y esa razón es ética. O al
menos eso alcanzamos a atisbar, pues Platón enuncia que lo bello es autónomo tanto en su
esencia como en su fin. No obstante, Platón no logra superar los límites de la razón y su
propuesta estética se debilita en esta división que hace entre el sentimiento y la idea. Tiene
consideraciones éticas, sí, pero pierde de vista el sentido de la cuestión en un intento débil y
ciertamente vano de objetivizar el arte, de hacerlo idea formal.
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madre con su hijo van camino a la escuela y la madre toma de la mano a su hijo, cruzan la
calle no hay autos todavía, pero un hombre en bicicleta pasa cerca de ellos, tan cerca que
parece que va a atropellarlos, el niño se asusta y llora, la madre lo consuela con un abrazo y
un beso en la mejilla y el niño deja de llorar, hay calma, paz que le viene al niño del contacto
tierno de la madre, un sentido más, el del tacto, han cruzado la calle y ya están fuera de la
panadería, el aroma es fuerte, como el de toda panadería, tienen hambre ya, pero está se
intensifica con el aroma de la harina recién horneada, la madre compra varios panes, de
regreso a casa, el niño sumerge una concha en su leche y la lleva a su boca, el hambre
desaparece, otro sentido más, el gusto, pero el gusto no lo es todo, ha tenido el placer de
sentir lo dulce del azúcar y, al mismo tiempo, ha calmado el hambre, el placer deviene en
saciedad.
Los amaneceres nos son bellos porque son la continuación de la vida, es el nuevo día el que
nos despierta diciéndonos a la cara que tenemos otra oportunidad más. Si hay tantos cuadros
del sol es porque el sol significa una cosa: movimiento. El movimiento es la materia prima
del vivir y el vivir es la esencia de la estética, creamos porque estamos vivos porque tenemos
la voluntad y el deseo de crear de prolongar nuestra existencia, de ver plasmadas sensaciones
y pensamientos, de comunicar lo que no podemos comunicar con el lenguaje hablado, pero
esto no lo es todo no es sólo el placer de mirar lo que se mira, no es sólo el brillo del sol o el
afinado canto del gallo dejarlo así sería cometer el error de la estética occidental. El arte no
puede permanecer fijo como pieza de museo, no es un maquillaje, el arte trasciende las
barreras de lo ornamental. La verdadera estética es la que prolonga, amplia y comparte el
sentido de la vida.
La estética es una ética o la ética es una estética, y aquí podemos regresar al pequeño apartado
que abrimos sobre el arte basura, pues todo arte tiene un sentido político por más de que haya
quien diga lo contrario, toda obra de arte es un acto político, ya que no es una creación
personalísima. Todo ruido, todo trazo, toda letra, todo aroma, todo sabor va dirigido a alguien
más. Incluso las obras más herméticas, las pinturas más abstractas, son comunitarias, pues
requieren de un intérprete. Han abierto los ojos al mundo y el mundo las recibe, empero, no
todas logran sobrevivir no todas resisten el salto, hay las que nacen muertas y nacen muertas
porque no cumplen su función, nacen estériles al perseguir funciones egoístas. El arte perece
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cuando no persigue otra cosa que el aplauso y la prolongación de sistemas absurdos. El arte
muere cuando se vuelve autoridad, aunque hay veces en las que logra renacer, despertando
de otra manera de ahí que no convenga acotarlo con escuadra. Hay nociones básicas de lo
que es la estética, pero no puede reducírsele tanto no se trata simplemente de decir qué es
bello y que no, en ese sentido, quizá sí, la belleza se nos escapa, se desborda, pero esto sucede
porque lo bello, como la vida, está más allá de nuestras manos; nadie puede detener el sentido
del sol.
Referencias bibliográficas: