Vous êtes sur la page 1sur 26

Reflexiones sobre la teoría de campo

 Parlett, Malcom

The British Gestalt Journal, 1991.

Comentario: lo que sigue es una versión impresa de una conferencia plenaria dada en la
Cuarta Conferencia Británica de Gestalt en Nottingham, en julio de 1990. En ella
presento las características básicas y la historia de la teoría de campo y sugiero que ésta
proporciona un fundamento para la teoría y práctica de la terapia Gestalt. Exploro cinco
principios básicos de la teoría de campo. Después argumento que los modelos del
conocimiento y del conocer considerados desde la teoría de campo forman parte de la
epistemología emergente que caracteriza muchas de las nuevas áreas de búsqueda, por
ejemplo, la medicina holística y la ecología. En la segunda parte de la conferencia
aplico el pensamiento de la teoría de campo al debate sobre el Self en terapia Gestalt y a
los efectos mutuos de una sobre otra cuando dos (o más) personas se relacionan. Me
centro en algunas nuevas formas de pensar sobre el campo psicoterapéutico de terapeuta
y paciente y finalizo hablando sobre la importancia de la presencia.

Introducción
Ken Evans, el organizador de esta conferencia, me invitó a hablar sobre la teoría de
campo, y estoy contento de haber tenido la oportunidad de revisar este área. Como Gary
Yontef ha dicho, la teoría de campo es “el aspecto de la Terapia Gestalt menos
discutido adecuadamente y su ignorancia distorsiona seriamente la comprensión
conceptual básica

Mis intenciones hoy son, en primer lugar, presentar los principios de la teoría de
campo como yo los entiendo desde el punto de vista de un terapeuta Gestalt. En
segundo lugar, quiero sugerir que pensar en la teoría de campo puede ser un aliado del
movimiento global del pensamiento que está teniendo lugar hoy, como se refleja, por
ejemplo, en la ecología, la medicina holística, y muchos otros enfoques alternativos que
han reaccionado contra los supuestos predominantes de la ciencia convencional. En
tercer lugar, elaboraré el pensamiento de la teoría de campo como se aplica a una unidad
social simple: el sistema de dos personas y, específicamente, la relación entre terapeuta
y paciente.

“Mapas” gestálticos
Todos sabemos que “el mapa no es el territorio” y en el trabajo gestáltico
generalmente hay varios mapas aplicables a los que nos podemos referir para dar
sentido a lo que nos encontramos en el territorio. Enfrentados, digamos, con
los esfuerzos de una mujer joven para aclarar su experiencia, o para librarse de nudos
de una confusión pasada, hay formas alternativas de caracterizar o dar de sentido a su
experiencia y al encuentro. Así, podemos estar pensando en términos del equilibrio
entre, por un lado, el apoyo y, por el otro, el reto o contacto. [N. de los T.: el término
con el que más frecuentemente se ha traducido al castellano el opuesto a apoyo es
confrontación y frustración. Aquí Malcolm Parlett no utiliza ninguno de éstos términos
sino “challenge” que parece mejor traducido como reto.] Éste era el mapa favorito de
Laura Perls.

Un mapa alternativo, el ciclo gestáltico de la experiencia , fue desarrollado


originalmente en el Instituto Gestalt de Cleveland (p. ej. Zinker 1977) y ha sido
ampliado recientemente por Petruska Clarkson (1989) en su útil y bienvenido libro
nuevo. El mapa utilizado aquí daría sentido al territorio describiendo lo que ocurre en la
experiencia de la mujer como una secuencia de pasos en la auto-regulación organísmica,
como una gestalt que se despliega en el tiempo.

Hay muchos mapas así en terapia Gestalt, y como abstracciones todos son
potencialmente útiles. Y también pueden atraparnos, si los usamos de forma demasiado
exclusiva o sin referencia a otros. (Y desde luego hay variación respecto a cuáles
utilizamos en momentos distintos. Por ejemplo, me he dado cuenta de que en mi trabajo
durante las semanas previas a esta conferencia he tendido a llevar a mis encuentros
terapéuticos puntos de vista que se derivan de la teoría de campo).

Al hablar sobre teoría de campo estoy llamando vuestra atención no hacia un mapa
específico sino hacia la sección completa del atlas. Se puede argumentar que esta
sección incluye todos los mapas que se refieren a cómo el organismo se relaciona con el
entorno, de manera que el ciclo de necesidades, la autorregulación organísmica, y la
frontera-contacto y sus perturbaciones podrían todas ser representados en términos de
teoría de campo. Sin embargo, aquí el foco va a ser solamente en llamar vuestra
atención sobre qué es la teoría de campo y en explorar un área específica de aplicación.
Mi esperanza es que reconozcáis que la teoría de campo no es simplemente una
abstracción, un conjunto de ideas que existe en los libros y en las mentes de unos pocos
teóricos, sino que es la base de un modo de percibir, y de conocer y de entender que
puede ser asimilada, como lo fue, en nuestra visión y nuestras sensibilidades como
terapeutas gestálticos cuando trabajamos.

Holismo, Contexto y la “Situación Total”


Los mapas de la teoría de campo dibujan bien el territorio de los seres humanos en
sus contextos, es decir, de gente en relación, en comunidad. La esencia de la teoría de
campo es que una perspectiva holística hacia la persona se amplía para incluir el
entorno, el mundo social, las organizaciones, la cultura. Cuanto más asiduamente
podamos navegar con los diversos mapas de la teoría de campo, más probable será que
podamos realmente percibir y reconocer la indivisibilidad de las personas con su
entorno y situaciones de vida.

“La teoría de campo no puede fácilmente ser llamada una teoría en el sentido usual”
(Lewin 1952, p. 45). Más bien es un conjunto de principios, una mirada, un método y
una forma completa de pensar que tiene que ver con la íntima interconectividad que hay
entre los acontecimientos y los marcos o situaciones en las que éstos tienen lugar. Por lo
tanto recordad que “teoría” en este caso tiene un significado amplio, denotando una
mirada teórica general o forma de apreciar la realidad.
La idea de “el campo” viene de la de campo eléctrico o magnético, originalmente en
sí misma una metáfora. Lo que ocurría a algo colocado en este campo de fuerza es una
función de las propiedades globales del campo tomado como una totalidad
dinámicamente interactiva. El campo como una totalidad es también cambiado como
resultado de la inclusión de algo nuevo.

Los primeros psicólogos de la Gestalt adoptaron esta metáfora de la Física,


interesados como estaban tanto por la fenomenología de la percepción como por intentar
ser científicamente respetables en una época en la que había una intensa presión
académica para serlo. Desarrollaron la metáfora del campo eléctrico para explicar por
ejemplo, su “Ley de Pregnancia”; ésta se refiere a la experiencia que se da cuando, al
mirar algo que es, aparentemente, sin sentido y al azar (p. ej. manchas de color), se
transforma repentinamente en una forma reconocible y significativa (p. ej., un dibujo de
una cara). El efecto de encajar en el sitio vino a ser explicado como una corrección de
un desequilibrio en el campo perceptivo; “un agrupamiento de ciertas fuerzas... operan
en un período dado y solo cesan de transformarlo cuando la forma se vuelve estable
(Hartman, 1935, p. 418). O, dicho de otra forma, cuando la gestalt se completa, es decir,
se vuelve una gestalt bien formada, fuerte, el campo se equilibra.

Mientras que la teoría de campo es discutida en los escritos de los primeros


psicólogos de la Gestalt, especialmente Kohler (1969), su más famoso exponente fue
Kurt Lewin, un profesor judío-alemán refugiado en Norteamérica, cuya contribución a
la psicología, según algunos dicen, rivaliza con la de Freud en su impacto a largo plazo
en la psicología del siglo XX (Marrow, 1969). Asociados con su nombre están no
solamente la teoría de campo, sino también la investigación-acción, la dinámica de
grupos y los grupos de entrenamiento en sensibilidad. Es considerado el fundador de la
moderna psicología social y una influencia importante en la formación de directivos y el
desarrollo organizacional (Weisbord, 1987). Mucha gente identifica a Lewin como un
psicólogo de la Gestalt, aunque, como Kurt Goldstein, él nunca se describió a sí mismo
como tal, a pesar de haber trabajado de joven con Wertheimer, Kohler y Koffka.

El pensamiento de Lewin ha sido extensamente infravalorado en la terapia Gestalt.


Una de sus más famosas citas es “No hay nada tan práctico como una buena teoría”, que
yo creo que es lo que es la teoría de campo: una buena teoría que, una vez entendida,
nos proporciona un lenguaje conceptual muy adecuado para toda la práctica de la
terapia Gestalt.

El sello distintivo esencial de la teoría de campo, en palabras de Lewin, es que


“hay que mirar la situación total” (Lewin, 1952, p. 288) más que ir paso a paso, o ítem
tras ítem, o haciendo un análisis de variable tras variable. En lugar de reducir los
fenómenos complejos interactivos separándolos en partes, el cuadro general o la
situación total es apreciada como una totalidad, con sus aspectos total-ísticos
reconocidos como tales. [N. de los T.: Aquí el autor hace un juego de palabras entre
"whole" y "whole-istic" en el que enfatiza los aspectos que tienen las partes en relación
al todo.] Hay una voluntad de tratar e investigar la naturaleza organizada,
interconectada, interdependiente e interactiva de los complejos fenómenos humanos.

Obviamente la teoría de campo no es la única teoría o perspectiva con esta clase de


mensaje. Durante el mismo período, los años 30 y los 40, en los que Lewin estaba
desarrollando sus ideas, la teoría general de sistemas estaba evolucionando también
(von Bertalanffy, 1968). Ésta se ha convertido en un atlas formidable en sí misma, con
muchas aplicaciones bien conocidas, por ejemplo en terapia de familia y en
organizaciones. Intento rodear los complejos y a la vez oscuros argumentos que han
tenido lugar en The Gestalt Journal (ver Latner, 1983, y los siguientes números) sobre si
la teoría de campo o la teoría de sistemas son compatibles teóricamente, y sobre si
ambas pueden ser igualmente válidas en la Terapia Gestalt. El hecho es que ambos
enfoques proporcionan formas útiles de representar holísticamente los fenómenos
complejos, esto es, no tratándolos aisladamente sino en sus contextos, situaciones,
entornos. Cualquiera que sea el enfoque seguido, lo que es seguro es que un punto de
vista de esta clase de amplitud es esencial para la teoría y práctica de la terapia Gestalt.

Sin embargo, como entre dos conjuntos cualesquiera de mapas, hay diferencias en
énfasis y en detalles, y como practicante gestálticos, mi propia preferencia, ciertamente,
es el mapa de la teoría de campo más que uno basado en la teoría de sistemas, entre
otras cosas porque este último enfoque ha sido más ampliamente sobresimplificado y
mal aplicado, y hablando históricamente representa una importación más tardía en la
teoría y práctica de la Gestalt.

Cinco Principios de la Teoría de Campo


Hoy trato de remodelar la teoría de campo en la forma de cinco principios o
proposiciones que caracterizan esta forma general de percibir y de pensar sobre el
contexto, el holismo y el proceso, y que yace en el centro mismo de nuestro punto de
vista y trabajo como terapeutas gestálticos.

Antes de empezar me gustaría reconocer mi deuda no solo con Lewin y también


con Kohler, sino también con Gregory Bateson (1979), y en el mundo de la Gestalt
contemporánea a Gary Yontef (1984), y Carl Hodges (1990), quienes me han ayudado a
captar mejor el punto de vista de la teoría de campo. Ellos están, por supuesto, absueltos
de cualquier inadecuación en el presente informe. Los cinco principios son los
siguientes:

1. El principio de Organización
2. El principio de Contemporaneidad
3. El principio de Singularidad
4. El principio de Proceso Cambiante
5. El principio de Relevancia Posible.

(i) El principio de organización

El significado deriva al considerar la situación total, la totalidad de factores co-


existentes. Lewin escribe:
Que ocurra o no un cierto tipo de conducta depende no de la presencia o ausencia de un
hecho o un número de hechos vistos aisladamente, sino de la constelación (estructura y
fuerzas) de un campo específico como una totalidad. El “significado" de un solo hecho
depende de su posición en el campo (Lewin, 1952 p. 150)

Todo está interconectado y el significado deriva de la situación total. Si, mientras hablo,
una bomba explotara a doscientas o trescientas yardas de esta sala de conferencias,
habría una importante perturbación del campo. Vosotros os levantaríais y yo pararía mi
charla. Nos reorganizaríamos completamente. En este nuevo marco todo adquiriría un
significado diferente. Esta habitación podría ser reorganizada en un hospital provisional,
o en el centro de mando para los servicios de emergencia, o en una morgue. Las
propiedades de las cosas están, en último extremo, definidas por sus contextos de uso.
Podríamos encontrarnos con que tenemos que poner sillas juntas para formar “camas”
provisionales para los heridos, con que las mesas podrían convertirse en camillas. El
significado deriva de su contexto de uso en la “constelación del campo específico como
una totalidad" (Lewin 1952, p 150). En otras palabras, más que pensar en términos de
las propiedades duraderas de los objetos que están tomadas como constantes, sus
características están definidas por una organización más amplia del significado general,
que “enfatiza la interdependencia” (ibid. P. 149)

Por supuesto, durante la mayor parte del tiempo, el campo, tal y como está
estructurado ahora, permanece invariable: la sala de conferencias mantiene sus
funciones cotidianas de sala de conferencias, repleta de las expectativas habituales sobre
cómo se usa, sobre los muebles y sobre el espacio. Los campos, por tanto, difieren a lo
largo de un continuo entre si su organización es familiar o novedosa. Por un lado, las
funciones se pueden fijar en ladrillos y mortero y suposiciones arquitectónicas y, por
otro lado, la estructura puede ser nuevamente revelada, improvisada con un propósito
presente y transitorio. En cualquier caso, "estructura" y "función" no están rígidamente
separadas, sino que ambas son intentos de expresar cualidades de la totalidad
interrelacionada.

Permitidme decir unas palabras sobre la aleatoriedad. Como terapeutas gestálticos


sabemos que mucho de lo que puede parecer aleatorio o inconsecuente está, de hecho,
organizado; es decir, tiene sentido en algún contexto del que podemos no ser
conscientes en parte o completamente. Si observamos que hay una persona rascándose
la rodilla, o dando golpecitos con el dedo, o dudando momentáneamente, a veces
llevamos la atención a estos epifenómenos aparentemente triviales y pasajeros. Lo
hacemos porque sabemos por nuestra experiencia que, muy a menudo, no son triviales
en absoluto. En una exploración más concienzuda encontramos que son parte de un
esquema mayor, quizá una situación inacabada en la cual se han retroflectado los
impulsos. El significado del pequeño acontecimiento se revela conforme se aclara el
contexto más amplio o la situación total. El comportamiento y la experiencia
fenomenológica que son vistos como parte del campo total, o que son contextualizados,
se perciben como organizados, como dotados de significado.

(ii) El principio de contemporaneidad


Este principio apunta al hecho de que es la constelación de influencias en el campo
presente la que “explica” la conducta presente. No se da ningún estatus causal especial
específico a los acontecimientos del pasado que, en muchos sistemas, son planteados
como “determinantes” de lo que está ocurriendo ahora. De la misma forma, a los
acontecimientos futuros, planeados o fantaseados, no se les atribuye un estatus especial
como “metas” o “incentivos” para lo que se ve que está ocurriendo en el presente.

Lewin señala que “el carácter de la situación en un momento dado” debe incluir
el-pasado-como-es-recordado-ahora o el futuro-como-es-anticipado-ahora, que
formarán parte del campo experiencial de la persona en el presente. Así, el individuo no
solo ve su situación presente, también tiene ciertas expectativas, deseos, miedos,
ensoñaciones respecto a su futuro (ibid. p. 53), y estas nociones, junto con sus
conceptos sobre el pasado, constituyen parte de su realidad presente:

El pasado psicológico y el futuro psicológico son partes simultáneas del campo


psicológico en un momento dado. La perspectiva temporal está cambiando
continuamente. De acuerdo con la teoría de campo, cualquier tipo de conducta depende
del campo total, incluyendo la perspectiva temporal en ese momento, pero no, además,
de cualquier campo pasado o futuro y sus perspectivas temporales (Lewin, 1952, p. 54,
la cursiva es mía)

En resumen, no son los acontecimientos reales, pasados o futuros, los que nos
preocupan, porque las condiciones reales del campo de estos otros momentos no estén
presentes ahora.

Podemos observar aquí que está implicada una concepción de la causalidad


radicalmente diferente a la que es más general en nuestra cultura y en otras variedades
de psicoterapia. Como terapeutas gestálticos, con nuestro foco en la experiencia
presente, no explicamos los fenómenos haciendo referencia a “causas” pasadas o
futuras. En lugar de ello nos concentramos en “lo que es” más que en “lo que fue” o
“en lo que será”, no porque queramos hacer caso omiso de la historia de una persona o
de sus futuras intenciones, como por ejemplo, su pasado de abusos sexuales o sus planes
para casarse, sino porque nuestra atención se dirige, en el caso del abuso, en primer
lugar, a cómo es recordado o evitado o se le quita importancia o es magnificado
ahora y, con sus planes de boda, estamos interesados no tanto en los planes en sí
mismos sino en la manera global en la que forman parte de su realidad presente, o,
utilizando otro término de Lewin, de su “espacio vital”.

Llevando este ejemplo más allá, podemos ver en la terapia misma que lo que
también forma parte del campo presente es la persona y la presencia de su terapeuta. El
recordar o el anticipar (el abuso pasado y el futuro casamiento respectivamente)
están teniendo lugar, por lo tanto, en un contexto humano cotidiano donde habrá un
mayor o menor grado de confianza en el terapeuta, mucho o poco apoyo ofrecido, y en
el que el terapeuta puede tener claras o no las fronteras. Estas circunstancias actuales
son, inevitablemente, parte del campo presente, y a su vez afectarán a cómo el pasado o
el futuro se recuerdan; así como su recuerdo presente, a su vez afecta a la situación total
(quizás al futuro curso de la terapia) conforme va evolucionando posteriormente. La
terapia Gestalt, como un enfoque fenomenológico, examina por tanto los
acontecimientos reales presentes en la situación de terapia en sí misma.
(iii) El principio de singularidad

Cada situación, y cada campo persona-situación, es único. Por más que a muchos
psicólogos les guste pretender otra cosa, que la conducta humana pueda ser asimilada en
la ciencia normal y en “leyes” generalizadas aplicadas para explicar la conducta, nuestra
experiencia conocida, directa y personal es otra cosa. Las circunstancias nunca son
exactamente las mismas, y diferentes personas tienen inevitablemente diferentes
perspectivas o puntos de vista, incluso aunque parezca que están localizadas en el
mismo tiempo y lugar. Todos nosotros escuchamos juntos esta conferencia, pero
nuestras experiencias fenomenológicas reales son todas distintas. Como hemos
observado tantas veces en grupos, lo que destaca como interesante o relevante para las
diferentes personas es extremadamente variado, relativo a su fondo, a su necesidad
presente, a las preocupaciones presentes que lo impregnan todo y a asuntos inconclusos
antiguos. Del mismo modo, cada persona que escucha (o que lee) lo que estoy diciendo
estará haciendo distintas conexiones, absorbiendo ciertas cosas e ignorando o poniendo
a un lado otras. Los significados serán construidos individualmente y las conclusiones
que se extraigan no van a ser idénticas.

Las generalizaciones son, por lo tanto, sospechosas. Implican un orden y una


predictibilidad que a menudo no se mantienen cuando atendemos a “lo que es”. A
menudo los recién llegados a la TG se sienten frustrados, ya que quieren respuestas a
cuestiones tales como “¿cómo trabajas en TG con la cliente que padece de anorexia ?"
cuando uno les señala cuidadosamente que no hay un procedimiento general que se
derive de una noción fija de anorexia; sino que en su lugar, el terapeuta atenderá a las
circunstancias individuales, al nivel de auto-apoyo de la cliente, al grado de consciencia
inmediata, [N. de los T.: Traducimos awareness por consciencia inmediata e implícita
del campo presente o consciencia inmediata. Además siguiendo el planteamiento de
Carmen Vázquez en la traducción de Terapia Gestalt, de Perls, Hefferline y Goodman,
el término consciousness lo traduciremos por consciencia reflexiva cuando haya
lugar.] al tiempo disponible, a la naturaleza de las resistencias, a la urgencia de la
necesidad presente y a las formas en las que la persona interrumpe el contacto, por
mencionar unos pocos de los muchos aspectos de la situación total presente que pueden
influir en lo que el terapeuta va a atender. El honrar la singularidad de cada grupo de
circunstancias y de cada persona requiere, por consiguiente, tanto respetabilidad como
voluntad de tolerar la ambigüedad y la falta de certeza. Las generalizaciones, que
implican similitudes inherentes, pueden llevar a estructuraciones de la realidad
percibida prematuras o a priorísticas, que pueden fácilmente llevarnos, después, a
encontrar en la situación presente lo que uno está buscando.

No estoy queriendo decir que no haya continuidades, similitudes y consistencias


en absoluto, ni que lo prudente sería evitar toda la masa de generalizaciones teóricas
que se relacionan con la psicoterapia. Sin embargo, si nuestra atención se concentra en
ellas como pasa tan a menudo, en un intento de explicar o dar cuenta de algo en
términos de cómodos parecidos, bajo leyes y verdades generales, entonces la realidad
de la situación presente puede no ser apreciada en toda su especificidad. Como Lewin
nos recuerda, estamos siempre tratando con una “multitud de factores coexistentes e
interdependientes”, así como con “condiciones que influyen en la conducta en una
dirección o en otra” y necesitamos una mirada y un método que cubra “lo excepcional”
y también el “caso habitual” (ibid., pp. 150-51).

(iv) El principio del proceso cambiante

Este principio se refiere a que el campo sufre continuos cambios: “uno nunca se mete
en el mismo río dos veces”. Mientras el principio de singularidad enfatiza la necesidad
de perspectivas únicas para acontecimientos únicos, el principio del proceso cambiante
se refiere al hecho de que la experiencia es provisional más que permanente. Nada es
fijo ni estático de un modo absoluto.

Incluso con el mismo individuo, el campo es nuevamente construido momento a


momento; no podemos tener dos veces la misma experiencia. Como William James
(1905) señaló: “Es obvio y palpable que nuestro estado de mente nunca es precisamente
el mismo... cuando un hecho idéntico vuelve a ocurrir, debemos pensarlo de una manera
nueva, verlo bajo un ángulo de alguna forma distinto, aprehenderlo en relaciones
diferentes de ésas en las que apareció la última vez” (p. 156)

“El momento oportuno lo es todo” es un axioma terapéutico en el trabajo


gestáltico. Todos hemos experimentado ocasiones en las que una intervención
específica hecha en un momento determinado parece exactamente “adecuada” (como
un juicio estético), es decir, es perceptivo, apropiado y útil para el cliente. Igualmente,
todos hemos tenido ocasiones en las que las intervenciones llegan un momento o dos
demasiado tarde, cuando la experiencia del individuo o del grupo se ha movido y la
intervención es, si es algo, una distracción, o bien cuando una intervención es un poco
prematura y se le priva al cliente de hacer su propia conexión.

Considerando un marco temporal más amplio de una relación en curso, existe la


misma necesidad de permanecerse “actualizado”. La realidad se despliega de formas
que nunca pueden ser predichas del todo, y lo que pensábamos que era conocido, con
certidumbre, puede ya no ser aplicable. Hay una inevitable e inherente falta de certeza
sobre cómo la gente se adapta a nuevas circunstancias, se acomoda a los cambios en su
situación y aprende nuevas formas para manejarse con los problemas en curso.

La teoría de campo es, por lo tanto, relativista. Si el campo es un flujo, si nuestras


percepciones de la realidad están siendo recreadas continuamente, y la estabilidad y el
equilibro del campo son restablecidos momento a momento, no hay,
obviamente, puntos de corte absolutos (p.ej., “aquí termina la percepción y empieza la
proyección”) ni dicotomías fijas de tipo "o esto o lo otro" (“o eres una persona asertiva
o no”). Tienen lugar forzadas y rápidas distinciones como resultado de la
conceptualización y de la clasificación, por la naturaleza del lenguaje, y no a partir de
la experiencia fenomenológica en sí misma.

De forma apropiada, los gestálticos son cautelosos con las categorías que
efectivamente se convierten en etiquetas permanentes, y las descripciones que se
vuelven definiciones fijas de una situación. Así, en lugar de dividir a la gente, digamos,
en "retroflectadores" y "no-retroflectadores”, nosotros preferimos pensar el retroflectar
como un proceso, y uno en el que todos entramos alguna vez, dadas ciertas
circunstancias. Incluso alguien que retroflecta frecuentemente no siempre lo hace.
Como Lewin (1952) puntualiza:

Un estado dado de una persona corresponde a una variedad de comportamientos y


puede ser inferido solo a partir de una determinada combinación entre la conducta
explícita y la situación.

Vamos, por lo tanto, a ser cautos con la tendencia a sistematizar, hacer


permanente y fijar en categorías y definiciones. Al mismo tiempo permitámonos
también ser cautos en la creación de una gestalt fija o nueva dicotomía en la que
nosotros “nunca utilizamos categorías diagnósticas”.

(v) Principio de posible relevancia

Este principio afirma que ninguna parte del campo total puede ser excluida de
antemano como inherentemente irrelevante, por muy mundana, omnipresente o
aparentemente tangencial que pueda parecer que es. Todo en el campo es parte de la
organización total y es potencialmente significativo. Los terapeutas gestálticos están
interesados en “lo obvio”, en volver a convertir en novedad lo que se ha vuelto invisible
y automático, o está siendo dado por supuesto o considerado irrelevante.

Así, en terapia, por ejemplo, un arraigada gesticulación, una forma de moverse, o


un estilo de hablar pueden ser considerados, por la mayoría de la gente, incluido el
cliente, como un aspecto personal “permanente”, una característica fija y, por tanto,
dada, y como algo no relevante para el tema en cuestión. Por lo tanto, en terapia Gestalt
y en la teoría de campo nada puede ser excluido a priori de la investigación.

Si tomamos la analogía del mirar críticamente cuadros que han sido


expuestos, es como si el teórico del campo no se sintiera satisfecho con mirar sólo los
cuadros en sí mismos, sino que estuviera abierto, por lo menos, a la posibilidad de que
el estilo de los marcos pueda jugar un papel importante en cómo se aprecian los
cuadros, o que el contexto de la exposición como una totalidad proporciona un brillo
especial a la naturaleza de las pinturas.

Esta apertura a cualquier cosa en el campo no es una llamada a una inclusión


exhaustiva en la que todas y cada una de las influencias que contribuyen a la realidad de
una persona o de un grupo tenga que ser incluida. No solo sería un ejercicio imposible y
nos llevaría a una concepción estática del campo, sino que además sería innecesario. El
campo está organizado y lo que es más relevante o que presiona se descubre con
facilidad en el presente. En lugar de documentar exhaustivamente lo que hay en el
campo, se atiende a lo que es momentánea o persistentemente relevante o interesante, y
esto va a mostrar cómo se organiza el campo en ese momento. La clave es, sin embargo,
que la gama de lo posiblemente relevante no esté restringida sólo a algunas partes del
campo total.

Por ejemplo, si una médico especialista le da a un paciente una explicación de su


enfermedad, esta especialista puede imaginarse que lo relevante para el paciente es
cómo de clara ha sido ella al darle la información. Aunque supongamos que lo que
realmente es más relevante (es decir, la preocupación presente) sea el grado de interés
personal y calidez (o falta de ella) con los que la doctora se comunica en el proceso de
dar la información; esto puede ser lo que está realmente organizando el campo para el
paciente, no solamente el contenido de la información. De forma parecida, uno puede
empeñarse en poner atención a una agenda previa sin dar espacio a lo que surge en el
momento debido a un criterio fijo respecto de lo que es relevante. La realidad es que
tenemos que estar abiertos a la configuración presente del campo, tanto si se ha
anticipado como si no.

Un aspecto específico del campo puede ser tan “invisible” que sea pasado por alto
sistemáticamente como si no tuviera ninguna relevancia: la presencia del observador.
Sin embargo el observador, o el comentarista, o el investigador, siempre es parte de la
situación total y, con seguridad, no puede ser excluido de ella. De forma parecida, en los
grupos de terapia Gestalt al viejo estilo, la presencia de una “silla caliente”
inevitablemente es una parte muy importante del encuadre o contexto de lo que ocurre
en el grupo. De la misma forma la presencia de una videocámara puede afectar
profundamente la situación total. El principio de posible relevancia nos recuerda que
tener en cuenta la situación total sólo requiere hacer precisamente eso.

Formas de conocimiento
Los cinco principios expuestos más arriba se superponen y no son individuales.
Más bien son cinco ventanas a través de las cuales podemos considerar la teoría de
campo, explorando su relevancia en la práctica. En cierto sentido, no debería haber
sorpresas: los principios son intrínsecos a la práctica de la Terapia Gestalt, incluso si los
profesionales no se han dado cuenta antes de que estos insights podían ser descritos en
términos de la teoría de campo.

Como una perspectiva general, una forma de hablar de la experiencia humana y


dotarla de sentido, la teoría de campo intenta captar el flujo interrelacionado de la
realidad humana sin desplegar, impregnada como está con nuestros significados e
importancias personales. Ya que la mayoría de nosotros somos miembros de familias,
comunidades, grupos sociales, organizaciones, es también un vehículo para explorarnos
a nosotros mismos en relación. No hay un punto de corte claro entre “interno” y
“externo”; el campo unificado es el lugar de encuentro de los dos.

La teoría de campo, como he dado a entender, aporta una manera de apreciar la


realidad. Como tal, como un sistema global de conocimiento, puede decirse que es una
“epistemología” (Bateson 1979, Berman 1981) que no concuerda con la epistemología
general o predominante de la ciencia normal, con la actual psicología académica y
clínica, y con muchas formas de psicoterapia distintas a la Terapia Gestalt.

La epistemología dominante de nuestro tiempo


Lo que se da por sentado en muchos círculos son una serie de suposiciones que nos
son familiares a todos nosotros, en gran medida por las formas en las que hemos sido
educados. Así, la experiencia subjetiva “no es de fiar”; la posibilidad de que se repita el
fenómeno tiene que establecerse antes de poder ser tomado en serio; las causas
específicas de los acontecimientos necesitan ser aisladas si los acontecimientos han de
ser entendidos; los problemas complejos tienen que ser traducidos a variables,
parámetros o partes componentes, para ser estudiados sistemáticamente; el
conocimiento cuantitativo supera al conocimiento cualitativo; el ser capaz de medir algo
es un paso de gigante hacia su entendimiento adecuado; el éxito en argumentos
racionales es el árbitro supremo de las diferencias entre puntos de vista; el pensamiento
holístico es vago y confuso; la objetividad es desapasionada y políticamente neutral; y
prácticamente en todos los asuntos el esforzarse en “ser científico” es altamente
recomendable.

Esta condensada caricatura es sin duda alguna demasiado simple. "Criticar la


ciencia" se ha puesto también de moda y es demasiado fácil (justo acabo de escribir
estas palabras en mi procesador de textos). No obstante, la epistemología dominante es
tan poderosa y está tan difundida, que las formas de pensamiento que están basadas en
un conjunto de principios y presupuestos fundamentalmente diferentes, como la teoría
de campo, lo tienen muy difícil para ser aceptadas generalmente, de manera especial en
círculos que han invertido mucho en la preservación de los presupuestos y puntos de
vista del statu quo epistemológico.

Tal y como está documentado (p.e., por Capra, 1982 y Berman, 1981) la
epistemología dominante durante los siglos diecinueve y veinte surgió de la revolución
científica y filosófica que asociamos con Galileo, Newton y Descartes. Antes de este
momento, hace cuatrocientos o quinientos años y antes de que comenzara la era
científica, la epistemología existente era muy distinta, y era congruente con el sistema
económico y social que existía en aquel tiempo.

Antes del año 1500 la visión dominante del mundo en Europa, así como en la mayoría
de las civilizaciones, era orgánica. La gente vivía en pequeñas comunidades cohesivas
y experimentaba la naturaleza en términos de relaciones orgánicas, caracterizadas por
la interdependencia de los fenómenos espirituales y materiales y la subordinación de las
necesidades individuales a las de la comunidad... (Capra 1982, p. 53).

Esta perspectiva iba a cambiar radicalmente en los siglos XVI y XVII. En palabras
de Capra: “la noción de un universo orgánico, viviente y espiritual fue reemplazada por
la del mundo como una máquina, y el mundo-máquina se volvió la metáfora dominante
de la era moderna (1982, p. 54) Y con la metáfora de la máquina vino la convicción,
primero en filosofía, y después en psicología cuando se materializó en una disciplina
académica, que los seres humanos también podían ser considerados como máquinas, y
su experiencia personal presente puesta a un lado y relegada a favor de “medidas
objetivas” de conducta en condiciones de laboratorio.

Una consecuencia importante de lo que ocurrió con este gran cambio fue que los
seres humanos se consideraron cada vez menos relacionados e interdependientes entre sí
y con la naturaleza. Berman lo dice elocuentemente:
La visión de la naturaleza que predominaba en el Oeste hasta las vísperas de la
revolución científica era la de un mundo encantado. Rocas, árboles, ríos y nubes eran
vistos todos como maravillosos y vivos y el ser humano se sentía en casa en este
entorno. El cosmos era un lugar de pertenencia. Un miembro de este cosmos no era un
observador alienado de él sino un participante directo en su drama. Su destino personal
estaba vinculado con el destino del cosmos, y esta relación daba sentido a su vida. Este
tipo de conciencia, “conciencia participante”, implicaba.... la identificación con lo que a
uno le rodea, y sugiere una totalidad psíquica que hace mucho tiempo que desapareció
de la escena (1981, p 16).

Así podemos empezar a ver cómo la epistemología que representa la teoría de campo
tiene un largo pedigrí; al menos, en algunas formas encaja con la más “primitiva” y
natural visión del pasado remoto en la que el dualismo estaba, si no ausente
totalmente, había, ciertamente, una división tan profunda como se ha puesto de
manifiesto en los últimos trescientos a cuatrocientos años. La frase “Conciencia
participante” es una buena forma alternativa de describir el campo unificado en el que
no hay una radical ni rápida división entre el observador y lo observado, el sujeto y el
objeto.

Berman describe el “desencantamiento” que ocurrió con el crecimiento de un enfoque


más dualista:

La historia de la época moderna, al menos a nivel de la mente, es la de un progresivo


desencantamiento... La conciencia científica es una conciencia alienada; no hay éxtasis
fundiéndose con la naturaleza, sino más bien separación total de ella. El sujeto y el
objeto son siempre vistos cada uno en oposición. Yo no soy mis experiencias, y por lo
tanto, no soy realmente una parte del mundo que me rodea (1981, p. 16).

La perspectiva de la teoría de campo reintroduce el sentido de una totalidad


unificada en la que el sujeto y el objeto dejan de estar en oposición; mi campo
experimental incluye los significados que encuentro en mi entorno; hablar de lo
establecido o del entorno tomando una realidad independiente y objetiva, separada de
mi experiencia de ella y de la experiencia de otros, es crear una entidad conceptual tal
vez necesaria para la clase de ciencia que sobrevino y para el “mundo máquina” al que
dio lugar, pero no apropiada para describir la naturaleza fenomenológica de la
experiencia humana real. Además, el cambio al dualismo no fue, en conjunto,
saludable. Como menciona Berman:

El punto final lógico de ésta visión del mundo es un sentimiento de cosificación total.
Todo es un objeto, un extraño, un no-yo, y finalmente yo soy también un objeto, una
“cosa” alienada en un mundo de otras cosas, igualmente sin sentido. Este mundo no
es mi propia obra, al cosmos no le importo y realmente no tengo la sensación de
pertenecer a él. (1981, p. 16)

R.D. Laing llegó a una conclusión similar; como resultado de varios cientos de años
de incremento de la influencia científica sobre nuestras formas básicas de apreciar la
realidad, mucho de lo que es intrínseco a la vida humana (con V mayúscula) se ha
perdido:
Quitada la vista, el sonido, el gusto, el tacto y el olor y junto con ellos se han ido la
sensibilidad ética y estética, los valores, la cualidad, la forma; todos los sentimientos,
motivos, intenciones, el alma, la conciencia, el espíritu. La experiencia como tal es
arrojada fuera del universo del discurso científico (Capra, 1982, p. 55).

Para resumir: con el crecimiento de la perspectiva científica, de la mecanización, y la


importancia dada a los enfoques cuantitativos, la objetividad y la racionalidad, tuvo
lugar una separación fundamental entre el mundo como yo lo experimento de forma
natural y “el mundo como realmente es” (supuestamente), es decir, como es descrito por
la ciencia. Y es esta separación, o alienación como Berman la llama, la que se ha vuelto
sagrada en la epistemología dominante de hoy en día y la que la teoría de campo, que
viene de una perspectiva totalmente diferente, sustituye para contrastar.

Nuevas direcciones
Pues bien, es justo reconocer que la epistemología dominante es ahora atacada desde
muchos frentes, no únicamente por los teóricos del campo. Es admitido por todos, que
lo que Donald Schon (1988) llama “racionalidad técnica” ha tenido un éxito estupendo
en la promoción del mundo-máquina.

Aunque ahora es encontrada inadecuada por muchos, incluyendo a los ecologistas,


los físicos modernos (las consecuencias de la relatividad y de la mecánica cuántica), los
practicantes de medicina holística, los arquitectos comunitarios, los economistas
alternativos y muchos otros, incluyendo a los terapeutas gestálticos.

De hecho, vivimos en un tiempo de una actividad e innovación sin precedentes, en la


que el nuevo pensamiento está siendo aplicado a muchas áreas de la ciencia y del
esfuerzo humano. Hay movimientos hacia enfoques más holísticos, puntos de vista más
relativos, y hay más reflexividad en lo que se refiere al rol del observador; las
relaciones interdependientes son más ampliamente reconocidas, y las limitaciones de
aplicar el pensamiento tipo-mecánico a áreas más allá de la ingeniería son también más
frecuentemente reconocidas (Ver Capra, 1982, para una temprana discusión de lo que él
llama “la cultura creciente”).

Específicamente, a medida que la vieja estructura epistemológica de trabajo


empieza a fallar, y la totalidad del clima intelectual y cultural siga en movimiento,
podemos esperar cambios tanto en la práctica psiquiátrica convencional como en
muchas derivaciones de la terapia psicoanalítica. Me imagino que la tendencia de
algunos de re-inventar la terapia Gestalt continuará. Otros pueden unirse al tren en el
que los terapeutas gestálticos han estado viajando durante muchos años. Lo que digo es
que mucho de lo asumido y las creencias de trabajo intrínsecas de la terapia Gestalt,
como el holismo y la auto-regulación organísmica y el centrarse-en-el-
presente, entrelazados todos juntos en el enfoque de la teoría de campo, están
siendo descubiertos independientemente y el pensamiento de gente como Lewin
reconocido por estar por delante de su tiempo. El movimiento Gestalt tiene que
desempeñar un papel importante en la nueva era que emerge.
Teoría de campo en la práctica
En esta visión de conjunto de la teoría de campo he tratado de mostrar que es una
perspectiva útil y de largo alcance. Hasta aquí mis observaciones han sido generales.
Ahora es el momento de ser más específico.

Habiendo planteado la teoría de campo como una perspectiva para la terapia Gestalt,
es necesario considerar primero qué idea del “self” es compatible con esta perspectiva.
Desde ahí examinaré la idea de la co-creación de un campo articulado por dos partes o
dos selves[N. de los T.: “selves” es el plural de “self"], y esto lleva, naturalmente, a la
cuestión de la relación terapéutica uno-a-uno.

El self

En Perls Hefferline y Goodman (1973), el self es “el sistema de contactos en


cualquier momento... el self es la frontera contacto en actividad. Su actividad consiste
en formar figuras y fondos”(p.15 de la versión española). Joel Latner (1986) se refiere al
self como “nuestra esencia, (el self) es el proceso de evaluar las posibilidades en el
campo, integrándolas y llevándolas hasta su formación según las necesidades del
organismo… el self trabaja por su completamiento....el self es nosotros-en-proceso (p.
38-39). Y para citar a Goodman otra vez – el “self es el integrador… el artífice de la
vida” (Perls et al. p. 16 de la versión española). Quizás la mejor descripción
fenomenológica del self que he oído es atribuida a Sonia Nevis: “El self es la masa
vibrante de nuestro potencial”.

Hunter Beaumont (1990) ha sugerido que nos ayudaría enormemente si adoptásemos


la práctica alemana y usáramos la palabra “Gestalt” no sólo como nombre y adjetivo
sino también como verbo. Así, gestaltear algo es crearlo o constelarlo en un patrón
global y comprenderlo dentro de una configuración. Intento seguir esta práctica
y utilizar Gestalt como verbo y como sustantivo.

Utilizando el lenguaje de la teoría de campo, y de nuevo estoy en deuda con Hunter,


podemos pensar en el self como el que configura el campo. Ésta es una definición
distinta del self, pero compatible con las otras dadas aquí. ¿Cómo enmarco mi realidad
en un momento determinado? ¿Cómo organizo mi “espacio vital”? ¿Cómo organizo mi
experiencia? Hago esto constelando u organizando (o configurando) el campo de
acuerdo con significados específicos, un proceso personal en el que ciertas partes de mi
experiencia global se vuelven figuras y otras partes se organizan alrededor de ellas,
como fondo. Y este proceso puede ser considerado como el self en acción o, en la frase
de Latner, “nosotros-en-proceso”. El self es por lo tanto (como en todas las teorías
gestálticas del self) definitivamente un proceso y no una entidad mental abstracta y
estática; nos da una forma de describir un proceso en marcha, evolucionando y
transformándose, en el que estamos implicados continuamente, configurando el campo
de la experiencia, o eligiendo nuestra realidad.
Dos personas, dos “selves”

Entonces ¿qué pasa cuando hay dos personas, relacionándose juntas y


ambas configurando sus campos al mismo tiempo? En lugar de pensar solamente en
dos campos fenomenológicos separados, vamos a admitir que cuando dos personas
conversan o se relacionan con otra de alguna forma, algo pasa a formar parte de la
experiencia que no es producto exclusivo de ninguna de ellas. Lo que ocurre entre ellos
es una función de ambos juntos. Es una realidad co-creada (Beaumont 1990) que
potencialmente incluye todo lo que está en el campo de la experiencia o espacio-vital
de cada uno de los dos participantes pero no son, simplemente, dos conjuntos de
experiencias añadidos juntos. Más bien hay un campo compartido, una tierra común de
comunicación que es mutuamente construida.

¿Cómo es esta realidad compartida traída a la existencia? Bien, si dos individuos se


sientan calladamente mirando uno al otro, como pasa en muchas salas de espera del
dentista, el espacio entre ellos va a permanecer indiferenciado y sin forma y habrá muy
poca realidad compartida. Como mucho, el espacio se llenará con mezclas de
proyecciones y adivinaciones, prejuicios sin comprobar y estereotipos no reconocidos.
Si hay un poco de contacto visual, si hay intercambios de palabras o expresiones
faciales hechas uno al otro, si se da un esbozo de comunicación y de conexión, el
espacio entre ellos empieza a volverse vivo. En una de las charlas de Fritz Perls (1969)
dice:

“Empezamos a comprender que la gente.... puede comunicarse con otros...

creando lo que él llama

Mitwelt (el mundo social tal y como es experimentado...) el mundo común que tú tienes
y que otra persona tiene.

Continúa:

Te das cuenta si la gente se encuentra, empiezan el gambito del encuentro, uno dice
“¿Cómo estás? Hace un tiempo estupendo” y el otro contesta algo más. Así van a la
búsqueda de un interés común, o un mundo común donde tienen... comunicación y
disfrute juntos, cuando van de repente del Yo y Tú al Nosotros. Así hay un nuevo
fenómeno en desarrollo, el Nosotros que es diferente del Yo y del Tú. El “Nosotros”...
es una frontera siempre cambiante donde dos personas se encuentran. Y cuando nos
encontramos ahí, entonces yo cambio y tú cambias, a través del proceso de encuentro
mutuo. (ibid. Pp. 6-7)

O por citar a Carl Hodges (1990): “El contacto organiza el campo” y la realidad
compartida, la relación empieza a tomar forma.

Podemos utilizar la analogía del baile: dos bailarines están juntos; ambos tienen
disponibles (potencialmente) toda la experiencia de baile previa a lo largo de sus vidas,
probablemente incluyendo la exposición a distintas miradas y enseñanzas; y cada
bailarín tiene un repertorio de secuencias preferidas, movimientos, ritmos o pasos de
baile. A uno puede gustarle mucho saltar por el aire, al otro moverse muy lentamente; a
uno le puede gustar trabajar en el suelo, al otro estar moviéndose a toda costa. Crean un
baile juntos, que es el producto de dos creatividades, y las cualidades gestálticas de su
danza, y como observadores de ella, nuestra satisfacción estética con la danza,
dependerá de la cualidad de su interacción, de cómo se compenetren.

Cuando empiezan, el campo compartido o la realidad común es informe e


indiferenciada. Con el contacto, con el encuentro o la interacción, el campo empieza a
estructurarse. Se dan unos pocos pasos y esto sienta un precedente. Es un poco como el
pintor expresionista abstracto que pone un manchón de pintura en el medio de un óleo
vacío. Esto empieza a estructurar el campo, empieza a organizar ésta realidad particular.
La segunda aplicación de pintura tiene que estar en relación con la primera. Y, según el
pintor va añadiendo más pinceladas, las oportunidades para hacer algo totalmente
distinto se vuelven más difíciles. Hay cada vez menos grados de libertad. Se le ha dado
forma al campo, ha sido conformado.

A medida que el campo se vuelve progresivamente más diferenciado, más


organizado, más estructurado, el giro inevitable se da cuando el campo mismo, como si
dijéramos, empieza a determinar lo siguiente que ocurra, las posibilidades creativas para
el pintor, el bailarín, las partes de la relación dependen ahora de lo que ha ocurrido
antes. El principio se puede aplicar de un modo general: damos forma a nuestras vidas,
a nuestras actitudes, a nuestros hogares, a nuestras carreras, a nuestros caracteres, a
nuestras organizaciones, y de vuelta, ellos nos dan forma a nosotros. Cuanto más fija es
la configuración del campo en un momento cualquiera, más difícil se vuelve el disolver
el patrón existente o hacer algo enteramente nuevo o fuera de él. Todos conocemos el
poder del precedente, del hábito y de la repetición, y la dificultad, incluso el terror, que
puede estar presente en el proceso de deshacer la configuración fija, la Gestalt fija.

Por lo tanto, el self es la función de hacer gestalts, el proceso de crear nuestro


espacio-vital individual en el momento, el construir nuestra realidad personal. Dos
individuos, relativamente libres de neurosis, pueden aproximarse a la creación de una
realidad compartida con mucha creatividad disponible. La danza, la gestalt co-creada,
puede ser divertida, puede ser jugar.

Vamos a suponer, sin embargo, que una o ambas partes de esta actividad tienen unas
formas especialmente estereotipadas en las que configuran sus campos, de tal forma que
el proceso de formación de gestalt o la constelación en sí misma se ha vuelto fija, ¿que
pasa entonces? Vamos a suponer que un hombre se acerca a una mujer más bien como
si tuviera filtros en sus ojos, quizás el espectáculo específico y distorsionado resultante
de considerar a las mujeres siendo como su madre o una antigua maestra de escuela
(¡como sabemos que ocurre muy raramente¡) En estos casos él está introduciendo dentro
del campo mutuo co-creado un elemento significativo de inflexibilidad. (Otra forma
más familiar de entender este proceso sería hablar de que está habiendo una
perturbación en la frontera contacto, la proyección)

Por seguir con la analogía del bailar, cuando el proceso de contactar es interrumpido
de esta forma por una parte, la danza entre los dos bailarines es afectada
inevitablemente. Así, supongamos que siempre que ella baila de una forma específica o
tiene una cierta expresión, él la percibe, debido a su proyección, a su modo fijo de
configurar, siendo crítica, o estando necesitada, o coqueta, o cualquiera que sea el
significado global que él esté elaborando, él bailará con ella como si fuera crítica,
o necesitada o que coquetea, independientemente de cual sea realmente la experiencia
de ella o de cómo ella esté configurando su realidad de estar con él. Bailando con ella de
esta forma específica, él se moverá, percibiendo y reaccionando de modos que van con
su forma específica de configurar el campo y de una forma diferente a si la estuviera
viendo de otra forma, digamos creativa, fuerte, agresiva. Dado que su realidad de él y
del baile es gobernado en parte por cómo él está bailando con ella, su propia danza
estará, naturalmente, influenciada. El baile, el acontecimiento común, será llevado hacia
una dirección de ser fijo y estereotipado, incluso si solo una parte de las dos está
configurando su campo de una forma auto-limitante.

Nosotros ayudamos a crear la realidad de los otros

La idea, de que en la creación del campo mutuo cada uno está ayudando a crear la
realidad de los otros, es para meditar. Obviamente tiene significado para lo que nosotros
hacemos como psicoterapeutas practicantes. También suscita preguntas más globales en
relación con la practica de estar en comunidad.

En una edición reciente de The Gestalt Journal, Raymond Saner (1989) ha


reflexionado sobre la moda cultural de la Gestalt en un artículo donde se refiere a “la
terapia Gestalt hecha en USA”. Se refiere a la moda concreta de exagerar el
individualismo “una sobrevaloración del cuidarse de sí mismo, de la identidad
individual, de la independencia emocional”, y lo que él llama una calculada
participación en las organizaciones. En contraste ha habido infravaloraciones de los
polos opuestos; del cuidar de la comunidad o del entorno, de la conciencia del nosotros,
del reconocimiento de nuestra dependencia personal de la organización, y de nuestra
implicación moral con ellas.

Saner, en este importante artículo, enfatiza la necesidad de un correctivo, lejos de lo


que Beaumont (1990) ha llamado la ideología del “Yo soy quién yo soy y si no te gusta
que te jodan” que ha caracterizado algunos escritos y terapias gestálticos. La suposición
de Saner es que la mayoría de los miembros del movimiento americano de la terapia
Gestalt han sobreenfatizado la “Yo”-idad, porque no son conscientes de su
predisposición cultural hacia el individualismo con su corolario, la aversión o evitación
de la intimidad duradera o del “nos”-otros comprometido. (1989, p. 59) (Desde luego
confinar esta moda cultural a los USA puede ser demasiado restrictivo. También hay
otras posibilidades: por ejemplo que la tendencia individualista pueda haber sido una
consecuencia del propio estilo de Fritz Perls, Yontef 1991)

Saner argumenta que esta moda cultural es, parcialmente debida, porque el trabajo de
Lewin y el pensamiento de la teoría de campo no han sido adecuadamente asimilados a
la teoría de la terapia Gestalt. Tomando los más relevantes principios de la perspectiva
de la teoría de campo, interconectividad, mutualidad y co-influencia. Citando a Lewin
“(La interacción humana es)... tanto una función de la persona como la persona es una
función de la situación”. Saner sigue:
“la situación terapéutica está caracterizada por el interaccionar del terapeuta y del
paciente y el co-influenciarse cada uno simultánea, continua y consistentemente (1989,
p. 61)”

Esta afirmación refuerza la puntualización hecha al principio de esta sección, que


nosotros ayudamos a crear la realidad de los otros a través de la creación de un campo
mutuo. Sus implicaciones son muchas, y son radicales para la práctica de la psicoterapia
en general.

Así, cualquier sugerencia de que el terapeuta puede actuar más o menos como si
él fuera un observador objetivo, “meramente” un intérprete de lo que está ocurriendo en
la terapia, sin ser un participante al completo, se vuelve altamente sospechosa.

Recuerdo hace muchos años al ser entrevistado por una socióloga que se enorgullecía
de sí misma sobre lo “científica” y “objetiva” que era. Hacía preguntas en un tono
parecido al de un robot y no mostraba ni una pizca de expresión cuando yo las
contestaba. No quería “introducir ningún sesgo” ni “influir mi respuesta en una u otra
dirección”. El efecto fue que yo me momifiqué. No hay ningún entrevistador a prueba
de entrevistas y desde la perspectiva de la teoría de campo no lo puede haber. Mi
entrevistadora estaba confinada en la vieja epistemología y todavía estaba operando con
sus preconceptos erróneos sobre la objetividad y la ciencia libre-de-valores.

De forma similar, argumentaría que los intentos de los psicoanalistas de “acotar” (por
utilizar una expresión bancaria) la relación terapéutica completa, estableciendo fronteras
tan inflexiblemente que, por ejemplo, no hablan si se encuentran por la calle, y no hay
auto-revelación por parte del terapeuta excepto en circunstancias extremas, son tan
absurdas como los intentos de la socióloga para tratar de no influirme. El paciente del
analista, respondiendo al campo total, a todas las circunstancias, no puede ser sino
afectado por ellas; “no hablar” es, por lo tanto, un mensaje tan significativo como el
hablar más naturalmente. Esto no implica que las fronteras no sean importantes, que no
ayuden a estructurar el campo mutuo de formas que puedan ofrecer seguridad y
construir confianza. Pero podría darse el caso de que el hipotético analista en éstas
circunstancias, siguiendo un punto de vista teórico que objetivice al paciente e ignore
las condiciones del campo de la terapia, esté actuando con una forma fundamental de
falta de respeto, enseñando el distanciarse, la artificialidad y la inautenticidad.

Ignorando lo obvio

Antes de que volquemos todo nuestro criticismo fuera, hay una tendencia similar
entre algunos terapeutas y formadores gestálticos; probablemente todos nosotros
algunas veces no contamos con algunos aspectos de la situación total en la que estamos
metidos, otra vez como si, o con el supuesto de que no importan. A veces, cuando
hacemos esto estamos ignorando lo que he llamado el Principio de Posible Relevancia y
muestra que no tenemos totalmente asimilada la perspectiva de la teoría de campo.

En nuestra historia colectiva, hay muchos ejemplos de obviar factores significativos


en la situación total. En la década de los sesenta no era extraño para algunos formadores
el tener relaciones sexuales con diferentes miembros del grupo durante la vida de un
grupo de formación, y esto lo sabían los miembros del grupo, aunque no era comentado
directamente, ni reconocido ni discutido en el grupo mismo. Tampoco quiero minimizar
los aspectos éticos, ni los efectos potencialmente adversos que éstas prácticas
conllevaban en las mujeres implicadas. Pero por el momento quiero simplemente
señalar lo absurdo del creer que tales encuentros no reconocidos no afectan al total, la
realidad mutuamente creada, la vida del grupo, de formas muy significativas. Lo que he
oído, de miembros de ésos tipos de grupos, y no es sorprendente, es que el grupo era
sentido como un entorno inseguro y estresante. (Vemos aquí el triunfo de la
individualidad sobre la comunidad, de hecho el clamoroso descuido de los efectos más
globales en la comunidad al seguir un plan privado. Como bien sabemos, las acciones
individuales raramente carecen de consecuencias más globales y efectos dominó que
afectan a otros en nuestras familias, grupos y comunidades).

Otro ejemplo de ignorar aspectos de la situación total se refiere a la amplia y continua


persecución, dentro de algunas partes de la Terapia Gestalt, de un estilo de liderazgo de
grupo en el que el trabajo del proceso grupal es deliberadamente excluido. En su lugar,
el formador o terapeuta trabaja con los miembros individuales de forma secuencial y no
hay un tiempo dado para trabajar lo que está ocurriendo de forma simultánea en la vida
del grupo como una totalidad. Hay formadores incluso que de forma abierta reconocen
que los temas de los procesos de grupo son importantes y aún así no los trabajan.

De nuevo, en estas situaciones, es como si algo del campo fuera considerado


simplemente como “dado”, tomado por supuesto y asumido como que es irrelevante o al
menos no suficientemente importante para gastar tiempo examinándolo. Me recuerda
los especialistas médicos que piensan que la forma del tratamiento médico en sí misma
es lo que importa mientras que otros aspectos de la realidad del paciente, otras partes del
campo total, como el contexto del hospital, o la actitud de los médicos, o de los
auxiliares, son de poca relevancia para el progreso del paciente y no merece la pena
dedicarles mucha atención, alguna puede ser pero no mucha. Si bien la teoría de campo
nos recuerda, primero, que la gente es afectada por la experiencia total, por el contexto
global de la actividad además de por la actividad en sí misma; y, segundo, que la
reacción global de la gente es a la realidad entera, no a aspectos parciales de ella. El
concepto de campo unificado significa que todas las influencias interdependientes
actúan juntas: la gente responde al campo unificado, no a partes aisladas o a factores
separados; éstos son, por decir algo, solo conceptos.

Es así con los grupos, la publicidad, el método de selección, la habitación en la que


tiene lugar, las relaciones del líder con cada uno, las fronteras establecidas, las
consignas del comienzo, la historia colectiva percibida por grupo, todo ésto puede (y lo
hace), algunas veces, afectar las vidas completas de los grupos, no como una única y
sola influencia sino como parte de una totalidad interdependiente. Si la perspectiva de la
teoría de campo se ha entendido plenamente e integrado en la práctica, entonces todos
los aspectos de la situación total están abiertos, por así decir, al escrutinio y a
experimentar.

El campo terapéutico
Como individuos, entonces, quienes estamos también inevitablemente en relaciones y
comunidades de un tipo u otro, experimentamos un doble proceso: tenemos efectos
sobre nuestras relaciones y comunidades y somos también afectados por ellas.
Ayudamos a crear u organizar la realidad mutua o el campo compartido y a su vez
somos creados y organizados por él. La influencia recíproca de este tipo, como hemos
visto, tiene importantes implicaciones para la práctica profesional.

Para los terapeutas se deduce una idea especialmente provocativa de la noción de


influencia recíproca, es decir, que el cambio en el cliente se puede conseguir por el
cambio del terapeuta. Dado que es un campo co-creado, una función de lo que el
terapeuta trae a él así como de lo que el cliente trae, un cambio en la forma en la que el
terapeuta actúa o siente hacia su cliente y se interrelaciona con él afectará al campo
mutuo y tendrá consecuencias para el cliente. El alcance de lo que es posible a través de
esta ruta es obviamente difícil de medir. Pero apoya fuertemente la idea de que en una
práctica impecable de la terapia Gestalt tiene que haber un lugar central para la
supervisión continua, así como una atención diaria a nuestra preparación-para-la-
práctica.

Más generalmente, la implicación es que para volvernos mejores terapeutas,


necesitamos convertirnos en seres más evolucionados, no simplemente siendo más
conscientes, ni incluso siendo más conscientes de nuestros patrones de no ser
conscientes a veces, sino permitiendo lo que Yontef (1988, p. 31) llama una “actitud
fundamental fenomenológica que impregne la vida cotidiana”, efectivamente como una
forma de estar-en-el-mundo.

En este sentido, quiero argumentar, que la terapia Gestalt no es algo que utilizamos
simplemente, como un conjunto de vestidos que nos ponemos temporalmente y después
nos quitamos. No es solo un puñado de técnicas, ni es ninguna clase de equipamiento
terapéutico que empujamos hacia un propósito clínico específico y después lo
substituimos rápidamente por otro tipo de equipo para otra meta. Si elegimos trabajar
con la disciplina Gestalt, encontramos las formas de pensar y de percibir que
caracterizan el enfoque filtrándose a través de y en nuestras vidas y relaciones. Si vamos
a actuar congruente y auténticamente como terapeutas, tenemos que reconocer que la
forma como somos, el modo en el que vivimos, no puede estar separado, de ningún
modo, de nuestro trabajo como terapeutas gestálticos profesionales. Cualquier cosa en
nuestro campo fenomenológico se vuelve parte de la matriz desde la que nosotros co-
creamos campos con los otros. Y cuando hay claridad en nuestro propio campo
presente, un mínimo de asuntos inconclusos que distraigan, y buen auto-apoyo, mayor
será la posibilidad de que nuestro bailar sea creativo y de estar centrado y disponible en
nuestras interacciones con otros.

La danza terapéutica

Otra implicación del pensamiento de la teoría de campo, ya mencionada antes, se


relaciona con cómo “la función de crear gestalts” puede en sí misma volverse
estereotipada: el campo de un individuo o un grupo puede configurarse de una forma
fijada, familiar, incluso, a menudo, auto-punitiva.
Un ejemplo puede ser que un cliente individual pueda estar intentando construir el
campo compartido o la situación de forma tal que el otro, el terapeuta, le encaje en sus
expectativas estereotipadas, es lo que necesita, que encaje en el rol diseñado que el
cliente quiere crear. Si yo soy el terapeuta, necesito, por lo tanto, estar atento a lo que
está ocurriendo, y reconocer en qué “baile” estoy siendo invitado a participar. Si me doy
cuenta de lo que está ocurriendo, puedo elegir cómo respondo – ya sea doblegarme o
mantenerme firme en contra, comentar o no, declinar amablemente o aceptar durante un
tiempo el rol que me están pidiendo que juegue.

Naturalmente la realidad del cliente también cambia constantemente: no hay una


configuración del campo en oferta, por decirlo así, el campo está siendo constantemente
re-configurado. Puede haber muchas danzas diferentes. En el curso del encuentro de una
hora la persona puede ser un joven, un niño quejicoso, un jefe oprimido volviendo a
recrear una situación de trabajo, un adolescente resistente recordando el irse del hogar,
o alguien negociando con el terapeuta sobre días de vacaciones y honorarios. Estas
diferentes configuraciones del campo representan diferentes estados del ser: implicando
quizás cambios en la postura corporal, la voz, los patrones de pensamiento y el modo de
relacionarse conmigo como terapeuta; todos éstos pueden cambiar con cada “secuencia
de baile” diferente. Y necesito reconocer éstos cambios y también el hecho de que estoy
observando diferentes “selfings” (o selves).

Estos diferentes estados del ser corresponden, de alguna forma, a los estados del yo
en Análisis Transaccional o a subpersonalidades en Psicosíntesis (Rowan, 1990). La
cuestión es que con cada clase de danza, con cada forma de configurar el campo, la
realidad que es conformada por el individuo y que me incluye a mí como
terapeuta, está pidiéndome que adopte una parte diferente de mí (Beaumont, 1990).
Así, puedo ser, como si dijéramos, creado como un “perseguidor” por alguien que tiene
una forma paranoide de conformar su campo o (por otros) como un “ayudador
potencial”, o como un “experto que me dirá que hago”. Desde luego, si soy consciente
de lo que está ocurriendo, estoy más preparado para evitar la confluencia en la
constelación de mi campo en la forma en la que se espera de mí.

Petruska Clarkson (1989) habló en la conferencia gestáltica anterior sobre los


diferentes patrones de relación que pueden darse en terapia. Los describió en términos
de arquetipos familiares. Por ejemplo, como terapeuta, puedo ser como si fuera un de
los abuelos, o me puedo relacionar con mi cliente como un hermano, o como una forma
maternal o paternal. Éstas son algunas de las formas en las que puedo estar. La
implicación que estoy perfilando es que cada una de éstas representan constelaciones
mutuas diferentes del campo que, dentro o fuera del awareness, estoy co-creando con
mi cliente.

Por lo tanto si soy seleccionado en el rol de, o juego parte de, uno que escucha
paciente, o un confrontador y establecedor de límites o, una presencia apoyadora, soy
inextricablemente parte del baile, parte del campo co-creado, la tierra común
interpersonal.

Comentarios finales
Hoy he examinado con vosotros algunos de los mapas que se relacionan con la teoría
de campo, y he intentado mostraros que la terapia Gestalt está enraizada en las
perspectivas específicas que caracterizan la teoría de campo. Cuanto más se realiza esta
conexión, más se verá la terapia Gestalt como una terapia verdaderamente contextual.
Específicamente me he concentrado en cómo atender al “entre” en las relaciones, y el
co-influenciar, la naturaleza interactiva de la danza entre la gente, puede hacernos ver el
trabajo terapéutico con una luz nueva.

En esta sección final, quiero concentrarme en algunos temas que van incluso más allá
del tema de cómo podemos afectar a otros y ser afectados por ellos. Al hacerlo voy a
tocar temas que raramente son tratados en terapia Gestalt pero según mi opinión
necesitan serlo. Algunos pueden ser fácilmente integrados en el pensamiento de la
teoría de campo como la he descrito antes. Otros, sin embargo, como tratan con el
“entre dos”, van más allá de las esferas del pensamiento convencional, y abarcan
preocupaciones “periféricas” del tipo de las que, normalmente y por casualidad, son
descartadas por la clase médica y científica. Creo que los gestálticos necesitan estar
abiertos a áreas de búsqueda que indagen dentro de fenómenos que han sido, a
menudo, notados y se ha informado de ellos de forma anecdótica pero que lo que
sucede es que caen fuera de la realidad de la ciencia “respetable” o al menos no parecen
tener una explicación sencilla.

Permitidme dar algunos ejemplos.

Primero, estoy a menudo sorprendido por cómo llegan a establecerse realidades y


procesos paralelos. Por ejemplo, en supervisión, muy fácilmente puede ocurrir y
frecuentemente ocurre, que lo que está pasando en la sesión de terapia que se discute
resulte re-hecho y representado en la misma sesión de supervisión. Así, el
terapeuta/supervisado puede ser excesivamente pasivo en el vis-a-vis con el paciente y
de pronto, el supervisor se da cuenta de su propia respuesta pasiva al supervisado. Este
fenómeno es bien conocido, y a menudo es atribuido a “procesos inconscientes” por
aquellos que hablan de inconsciente. Pero, ¿cómo trata la terapia Gestalt dichos
paralelismos? Bien, parece posible pensar en el campo co-producido que está siendo
configurado en un determinado patrón, y esto estar siendo transferido a otra
localización/período de tiempo, quizás (en la supervisión) porque están dándose
características comunes en las dos situaciones. Ésta es, naturalmente, nada más que una
explicación como la que se refiere al inconsciente, pero puede ser un punto de partida
descriptivo más fructífero. Y podemos ver aquí, en miniatura, el mismo proceso, que
implica transferencias masivas de configuraciones-de-campo, como puede ocurrir
cuando se extienden por todo el globo habilidades, actitudes y modas, o cuando una
“atmósfera” se comunica rápidamente por toda una organización. (Ver nota 1)

Segundo, hay un fenómeno a lo largo de un período de tiempo específico, digamos


que en el curso de una semana, en el que todos los pacientes parecen estar comentado
temas similares que les ocurren y que son similares a los que le preocupan al terapeuta
en su propia vida, actualmente. En el tiempo en el que un familiar mío estaba muriendo
de cáncer, había tantas referencias al cáncer por parte de mis pacientes que perdí
cualquier sensación de sorpresa, casi llegué a esperar que los pacientes mencionaran el
cáncer, o que dijeran conocer a alguien que lo tuviera, y lo hacían, mucho más de lo que
podría haber esperado por casualidad, y sin sugerencia alguna por mi parte en absoluto.
Pero ¿les “sugerí” yo de alguna otra forma que hablaran de cáncer? ¿Había algún
proceso de configuración mutuo y sutil del campo compartido en el que yo mismo
estaba implicado, que llevaba a una mayor posibilidad de que ciertos temas fueran
evocados? ¿Influimos a los que nos rodean con lo que estamos pensando? Aunque estos
problemas son difíciles para ser investigados, merecen ser examinados cuidadosamente,
si es necesario por otros métodos de investigación distintos a los normales (p. ej.
investigación co-operativa, Reason 1989)

Tercero, a menudo hay referencias informales de cómo niños pequeños,


especialmente en la etapa pre-verbal, pueden”captar” el tono emocional y los
sentimientos no hablados de sus padres y de la vida del hogar. Seguramente lo que debe
estar ocurriendo aquí es algún tipo de reacción general sensorio/afectiva al todo, a la
cualidad holística del campo total (ver nota 2). Hasta ahora, ha habido sobre este tipo de
fenómenos una escasa investigación, especialmente debida a los gestálticos. De igual
forma, echando la red más lejos, hay numerosas referencias anecdóticas de animales que
anticipan el peligro antes de que llegue. Estos fenómenos no se pueden entender, no lo
son, al menos de forma importante, salvo reconociendo el pleno alcance de la
interacción organismo/entorno, y el extraordinario número de formas en que somos
influidos por lo que nos rodea, quizás deberíamos, como teóricos del campo prácticos,
al menos mostrar curiosidad y estar más abiertos a examinar tales fenómenos. Los
escritos de Jung, por ejemplo, sobre sincronicidad (p. Ej. Jung, 1952) examinan estas
diversas clases de experiencia, y sin dejar la sólida fundamentación de la tradición
gestáltica, los terapeutas gestálticos bien podrían volverse más abiertos para hablar
sobre, y documentar, algunos de estos fenómenos.

Cuarto, más directamente evocativas de la teoría de campo, con la metáfora científica


del “campo de fuerzas”, están las sugerencias de que existen realmente campos
electromagnéticos alrededor y entre los humanos; hay quienes se atribuyen que pueden
ver auras; y los acupuntores, los especialistas de shiatsu, y quienes practican medicinas
alternativas de muchos tipos se toman, muy seriamente, las nociones de flujo de energía
y la capacidad de sanar de otras personas. No me voy a perder en las controversias que
esto hace surgir entre la medicina complementaria y ortodoxa (Fulder, 1988; Staeker y
Gilmour, 1989) pero simplemente digo que estas cuestiones sobre los efectos de los
seres humanos sobre otro forman una parte del debate.

Siguiendo con esto, sospecho que muchos de nosotros podemos haber tenido la
experiencia de haber sido afectados marcadamente solo por estar en presencia de
alguien con una conciencia altamente desarrollada. Quizás un maestro espiritual o
incluso alguien que simplemente medita mucho. Y esto hace surgir la pregunta sobre
nuestra propia presencia como terapeutas. Algunas veces pienso que la función más
importante que podemos tener como terapeutas es estar plenamente presentes, para ser
claro, estar “todo ahí”, estar presente totalmente, con una consciencia limpia. Incluso si
la cliente no está en contacto conmigo ni con su propio proceso, puedo, al menos,
permanecer con ella y con mis necesidades, sentimientos y pensamientos. Podría decirse
que, simplemente por estar plenamente presente, ya estamos ayudando a conformar el
campo mutuo de una forma más vital. Y estando "plenamente presente" es, desde luego,
otra forma de hablar de “presencia”.

Joseph Zinker (1987) ha escrito sobre presencia y estoy impresionado por lo que dice.
Por lo tanto voy a acabar citándole de una forma extensa.
Presencia, (escribe), sugiere un estado especial de estar plenamente aquí con todo uno
mismo, el propio cuerpo y el alma. Es una forma de estar con, sin hacer a. La presencia
implica estar plenamente aquí, abierto a todas las posibilidades. La presencia del
terapeuta es fondo contra el que la figura de otro self (o selves) puede florecer, brillar,
distinguirse completa y claramente.

Para el cliente, para el otro, “el intrínseco-estar-aquí del terapeuta conmueve las partes
más profundas del propio ser. Sigue:

Cuando experimento la presencia de otro, me siento libre de expresarme, de ser yo


mismo, de revelar ternura, alguna parte vulnerable, confiar en que seré recibido sin
juicio o evaluación. La presencia de mi terapeuta me permite afrontar mis propios
conflictos internos, contradicciones, temas problemáticos, paradojas; sin sentirme
distraído por directrices o preguntas demasiado determinadas. La presencia de mi
terapeuta me permite confrontarme a mi mismo, sabiendo que tengo un sabio testigo.

Zinker sigue para decir lo que no es presencia

Presencia no es una forma de poner posturas o un posar auto-consciente o luciéndose


ante otro. La presencia no es estilo. La presencia no es carisma. El carisma pide
atención, admiración. El carisma se llama a sí mismo mientras que la presencia “llama
al otro”. El carisma es una figura compitiendo con otra figura, mientras que la presencia
es fondo, “pidiendo que se escriba sobre”. La presencia no es una humildad religiosa
que posa (que es en realidad una forma secreta de orgullo). La presencia no es polémica,
no toma partido, ve totalidades. La presencia no compite. La presencia no es recargada
o dramática.

Y para acabar, Zinker examina el desarrollo de la presencia. “Algunas veces”, escribe,

Los terapeutas han aparecido como quienes, simplemente, siempre tienen presencia.
Parecen haber nacido de esta forma. (Sin embargo) la mayoría de la gente adquiere
presencia por el continuo pasar del tiempo, tiempo que les recuerda, una y otra vez,
cuánto hay que aprender y qué poco saben. Presencia es el estado de admiración
conseguido frente a un universo infinitamente complejo y maravilloso.

Agradecimientos
Me gustaría agradecer a Hunter Beaumont, Marianne Fry, Peter Hawkins, Gary Yontef,
Ray Edwards, Judith Hemming y Pat Levitsky por sus comentarios y ánimo.

Notas
1. Para los lectores familiarizados con las revolucionarias ideas sobre biología de
Rupert Sheldrake (1987), en relación con “resonancia mórfica”, hay algunos
solapamientos interesantes con el pensamiento de la teoría de campo, incluyendo
el fenómeno mencionado aquí de la transferencia de patrones complejos de
comportamiento y experiencia.
2. En un proyecto de investigación a pequeña escala, dirigido por el autor,
están surgiendo algunas evidencias de que los bebés muy pequeños responden a
las cualidades globales del campo total. Dicho proyecto está investigando los
efectos a largo plazo de haber participado como niño en la Segunda Guerra
Mundial. Parece que mientras unos pocos, recuerdos ‘conscientes’, si es que hay
alguno, pueden estar disponibles en el adulto, puede haber recuerdos
‘presconscientes’ de las experiencias originales del tiempo de guerra en la forma
de difusos y no específicos estados de sentimiento. Bien pudiera ser que ambos,
la madre y el niño, pudieran haber tenido parecidas reacciones globales, a nivel
de sentimiento a las condiciones del campo compartidas en aquella época,
incluyendo la atmósfera y el estado de ánimo popular en aquel momento de la
historia, pero, mientras la madre, podría haber tenido todo tipo de formas de
manejo y auto-gestión, el niño no las tenía, y simplemente respondió al clima
reinante, el ethos o atmósfera de guerra en la que estaba inmerso/a. Hallazgos
recientes sugieren que las reacciones sentidas de los nacidos en circunstancias
extremas similares (por ej., en Londres, en 1940-1944), pueden ser
sorprendentemente similares, junto con los efectos a largo plazo.

Referencias
 Bateson, G. (1979). Mind and Nature, A Necessary Unity. Bantam Books, New
York.
 Beaumont. H. (1990). Personal Communication.
 Berman. M. (1981). The Reenchantment of the World. Cornell University Press,
Ithaca.
 Capra. F. (1982). The Turning Point - Science, Society, and the Rising Culture.
Bantam Books, New York.
 Clarkson. P. (1988). Variations on I and Thou - the Role of Love in Gestalt
Therapy. Plenary lecture at the 3rd British Gestalt Conference. Nottingham.
 Clarkson. P. (1989). Gestalt Counselling in Action. Sage Publications. London.
 Fulder, S. (1988). The Handbook of Complementary Medicine. Coronet.
 Hartman. G. (1935 & 1974). Gestalt Psychology: A Survey of Facts and
Principles. The Ronald Press Co.New York. (Reprinted in 1974 by Greenwood
Press, Westport, Connecticut)
 Hodges, C. (1990). Field Theory and Group Process. Presentation at The Gestalt
Journal's 12th Annual Conference. Boston, Mass.
 James, W. (1905) Text Book of Psychology. Macmillan, London.
 Jung. C. G. (1952). Synchronicity: an Acausal Connecting Principle, in The
Structure and Dynamics of the Psyche, The Collected Works of C. G. Jung,
Volume 8. Routledge and Kegan Paul, London.
 Kohler, W. (1969). The Task of Gestalt Psychology. Princeton University Press.
Princeton.
 Latner, J. (1983). This is the Speed of Light: Field and Systems Theories in
Gestalt Therapy. The Gestalt Journal, Vol. VI. No 2, pp. 71-91.
 Latner, J. (1986). The Gestalt Therapy Book. The Gestalt Journal, Highland,
New York.
 Lewin, K. (1952). Field Theory in Social Science. Tavistock, London.
 Marrow, A. J. (1969). The Practical Theorist: The Life and Work of Kurt Lewin.
Basic Books, New York.
 Perls. F., Hefferline, R. and Goodman, P. (1973). Gestalt Therapy: Excitement
and Growth in the Human Personality. Penguin Books, Harmondsworth.
Hay traducción al castellano.
 Reason, P. (1989). Human Inquiry in Action, Sage, London.
 Rowan, J. (1990). Subpersonalities: The People Inside Us. Routledge, London.
 Saner, R. (1989). Culture Bias of Gestalt Therapy: Made-in-U.S.A. 'The Gestalt
Journal. Vol. XII, No 2, pp 57 -73.
 Schon, D. A. (1983). The Reflective Practitioner: How Professionals Think in
Action. Temple Smith, London.
 Sheldrake, R. ( 1987). A New Science of Life. Paladin Books, London.
 Staeker, D. & Gilmore, C. (1989). Examining Holistic Medicine. Prometheus
Books.
 von Bertalanffy, L. (1968). General System Theory. Braziller. New York.
 Weisbord, M.R. (1987). Productive Workplaces: Organising and Managing for
Dignity, Meaning, and Community'. Jossey Bass, San Francisco.
 Yontef, G (1981). Mediocrity and Excellence: An Identity Crisis in Gestalt
Therapy. ERIC/CAPS, University of Michigan. Ed. 214.062.
 Yontef, G. (1981). Gestalt Therapy: A Dialogic Method, in K. Schneider (Ed.),
Gestalt Therapy and Neurose, Ffeiffer Verlag, Munchen.
 Yontef, G. (1984). Modes of Thinking in Gestalt Therapy. The Gestalt Journal,
Vol., VIII, pp. 33 - 75.
 Yontef, G. (1991). Personal Communication.
 Zinker, J. (1977). Creative Process in Gestalt Therapy. Brunner/Mazel, New
York.
 Zinker, J. (1987). Presence as Evocative Power in Therapy. Gestalt Review,
Vol.1, No.2., Gestalt Institute of Cleveland, Cleveland, Ohio.

Traducido en el Laboratorio de Traducción de Gestaltnet.net


Coordinador de la traducción: Paulino Aparicio
Colaboradores: Eva Aroca Belmonte, David Picó Vila

Agradecemos especialmente al Dr. Malcolm Parlett su colaboración en la elaboración


de esta traducción.

Vous aimerez peut-être aussi