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Parlett, Malcom
Comentario: lo que sigue es una versión impresa de una conferencia plenaria dada en la
Cuarta Conferencia Británica de Gestalt en Nottingham, en julio de 1990. En ella
presento las características básicas y la historia de la teoría de campo y sugiero que ésta
proporciona un fundamento para la teoría y práctica de la terapia Gestalt. Exploro cinco
principios básicos de la teoría de campo. Después argumento que los modelos del
conocimiento y del conocer considerados desde la teoría de campo forman parte de la
epistemología emergente que caracteriza muchas de las nuevas áreas de búsqueda, por
ejemplo, la medicina holística y la ecología. En la segunda parte de la conferencia
aplico el pensamiento de la teoría de campo al debate sobre el Self en terapia Gestalt y a
los efectos mutuos de una sobre otra cuando dos (o más) personas se relacionan. Me
centro en algunas nuevas formas de pensar sobre el campo psicoterapéutico de terapeuta
y paciente y finalizo hablando sobre la importancia de la presencia.
Introducción
Ken Evans, el organizador de esta conferencia, me invitó a hablar sobre la teoría de
campo, y estoy contento de haber tenido la oportunidad de revisar este área. Como Gary
Yontef ha dicho, la teoría de campo es “el aspecto de la Terapia Gestalt menos
discutido adecuadamente y su ignorancia distorsiona seriamente la comprensión
conceptual básica
Mis intenciones hoy son, en primer lugar, presentar los principios de la teoría de
campo como yo los entiendo desde el punto de vista de un terapeuta Gestalt. En
segundo lugar, quiero sugerir que pensar en la teoría de campo puede ser un aliado del
movimiento global del pensamiento que está teniendo lugar hoy, como se refleja, por
ejemplo, en la ecología, la medicina holística, y muchos otros enfoques alternativos que
han reaccionado contra los supuestos predominantes de la ciencia convencional. En
tercer lugar, elaboraré el pensamiento de la teoría de campo como se aplica a una unidad
social simple: el sistema de dos personas y, específicamente, la relación entre terapeuta
y paciente.
“Mapas” gestálticos
Todos sabemos que “el mapa no es el territorio” y en el trabajo gestáltico
generalmente hay varios mapas aplicables a los que nos podemos referir para dar
sentido a lo que nos encontramos en el territorio. Enfrentados, digamos, con
los esfuerzos de una mujer joven para aclarar su experiencia, o para librarse de nudos
de una confusión pasada, hay formas alternativas de caracterizar o dar de sentido a su
experiencia y al encuentro. Así, podemos estar pensando en términos del equilibrio
entre, por un lado, el apoyo y, por el otro, el reto o contacto. [N. de los T.: el término
con el que más frecuentemente se ha traducido al castellano el opuesto a apoyo es
confrontación y frustración. Aquí Malcolm Parlett no utiliza ninguno de éstos términos
sino “challenge” que parece mejor traducido como reto.] Éste era el mapa favorito de
Laura Perls.
Hay muchos mapas así en terapia Gestalt, y como abstracciones todos son
potencialmente útiles. Y también pueden atraparnos, si los usamos de forma demasiado
exclusiva o sin referencia a otros. (Y desde luego hay variación respecto a cuáles
utilizamos en momentos distintos. Por ejemplo, me he dado cuenta de que en mi trabajo
durante las semanas previas a esta conferencia he tendido a llevar a mis encuentros
terapéuticos puntos de vista que se derivan de la teoría de campo).
Al hablar sobre teoría de campo estoy llamando vuestra atención no hacia un mapa
específico sino hacia la sección completa del atlas. Se puede argumentar que esta
sección incluye todos los mapas que se refieren a cómo el organismo se relaciona con el
entorno, de manera que el ciclo de necesidades, la autorregulación organísmica, y la
frontera-contacto y sus perturbaciones podrían todas ser representados en términos de
teoría de campo. Sin embargo, aquí el foco va a ser solamente en llamar vuestra
atención sobre qué es la teoría de campo y en explorar un área específica de aplicación.
Mi esperanza es que reconozcáis que la teoría de campo no es simplemente una
abstracción, un conjunto de ideas que existe en los libros y en las mentes de unos pocos
teóricos, sino que es la base de un modo de percibir, y de conocer y de entender que
puede ser asimilada, como lo fue, en nuestra visión y nuestras sensibilidades como
terapeutas gestálticos cuando trabajamos.
“La teoría de campo no puede fácilmente ser llamada una teoría en el sentido usual”
(Lewin 1952, p. 45). Más bien es un conjunto de principios, una mirada, un método y
una forma completa de pensar que tiene que ver con la íntima interconectividad que hay
entre los acontecimientos y los marcos o situaciones en las que éstos tienen lugar. Por lo
tanto recordad que “teoría” en este caso tiene un significado amplio, denotando una
mirada teórica general o forma de apreciar la realidad.
La idea de “el campo” viene de la de campo eléctrico o magnético, originalmente en
sí misma una metáfora. Lo que ocurría a algo colocado en este campo de fuerza es una
función de las propiedades globales del campo tomado como una totalidad
dinámicamente interactiva. El campo como una totalidad es también cambiado como
resultado de la inclusión de algo nuevo.
Sin embargo, como entre dos conjuntos cualesquiera de mapas, hay diferencias en
énfasis y en detalles, y como practicante gestálticos, mi propia preferencia, ciertamente,
es el mapa de la teoría de campo más que uno basado en la teoría de sistemas, entre
otras cosas porque este último enfoque ha sido más ampliamente sobresimplificado y
mal aplicado, y hablando históricamente representa una importación más tardía en la
teoría y práctica de la Gestalt.
1. El principio de Organización
2. El principio de Contemporaneidad
3. El principio de Singularidad
4. El principio de Proceso Cambiante
5. El principio de Relevancia Posible.
Todo está interconectado y el significado deriva de la situación total. Si, mientras hablo,
una bomba explotara a doscientas o trescientas yardas de esta sala de conferencias,
habría una importante perturbación del campo. Vosotros os levantaríais y yo pararía mi
charla. Nos reorganizaríamos completamente. En este nuevo marco todo adquiriría un
significado diferente. Esta habitación podría ser reorganizada en un hospital provisional,
o en el centro de mando para los servicios de emergencia, o en una morgue. Las
propiedades de las cosas están, en último extremo, definidas por sus contextos de uso.
Podríamos encontrarnos con que tenemos que poner sillas juntas para formar “camas”
provisionales para los heridos, con que las mesas podrían convertirse en camillas. El
significado deriva de su contexto de uso en la “constelación del campo específico como
una totalidad" (Lewin 1952, p 150). En otras palabras, más que pensar en términos de
las propiedades duraderas de los objetos que están tomadas como constantes, sus
características están definidas por una organización más amplia del significado general,
que “enfatiza la interdependencia” (ibid. P. 149)
Por supuesto, durante la mayor parte del tiempo, el campo, tal y como está
estructurado ahora, permanece invariable: la sala de conferencias mantiene sus
funciones cotidianas de sala de conferencias, repleta de las expectativas habituales sobre
cómo se usa, sobre los muebles y sobre el espacio. Los campos, por tanto, difieren a lo
largo de un continuo entre si su organización es familiar o novedosa. Por un lado, las
funciones se pueden fijar en ladrillos y mortero y suposiciones arquitectónicas y, por
otro lado, la estructura puede ser nuevamente revelada, improvisada con un propósito
presente y transitorio. En cualquier caso, "estructura" y "función" no están rígidamente
separadas, sino que ambas son intentos de expresar cualidades de la totalidad
interrelacionada.
Lewin señala que “el carácter de la situación en un momento dado” debe incluir
el-pasado-como-es-recordado-ahora o el futuro-como-es-anticipado-ahora, que
formarán parte del campo experiencial de la persona en el presente. Así, el individuo no
solo ve su situación presente, también tiene ciertas expectativas, deseos, miedos,
ensoñaciones respecto a su futuro (ibid. p. 53), y estas nociones, junto con sus
conceptos sobre el pasado, constituyen parte de su realidad presente:
En resumen, no son los acontecimientos reales, pasados o futuros, los que nos
preocupan, porque las condiciones reales del campo de estos otros momentos no estén
presentes ahora.
Llevando este ejemplo más allá, podemos ver en la terapia misma que lo que
también forma parte del campo presente es la persona y la presencia de su terapeuta. El
recordar o el anticipar (el abuso pasado y el futuro casamiento respectivamente)
están teniendo lugar, por lo tanto, en un contexto humano cotidiano donde habrá un
mayor o menor grado de confianza en el terapeuta, mucho o poco apoyo ofrecido, y en
el que el terapeuta puede tener claras o no las fronteras. Estas circunstancias actuales
son, inevitablemente, parte del campo presente, y a su vez afectarán a cómo el pasado o
el futuro se recuerdan; así como su recuerdo presente, a su vez afecta a la situación total
(quizás al futuro curso de la terapia) conforme va evolucionando posteriormente. La
terapia Gestalt, como un enfoque fenomenológico, examina por tanto los
acontecimientos reales presentes en la situación de terapia en sí misma.
(iii) El principio de singularidad
Cada situación, y cada campo persona-situación, es único. Por más que a muchos
psicólogos les guste pretender otra cosa, que la conducta humana pueda ser asimilada en
la ciencia normal y en “leyes” generalizadas aplicadas para explicar la conducta, nuestra
experiencia conocida, directa y personal es otra cosa. Las circunstancias nunca son
exactamente las mismas, y diferentes personas tienen inevitablemente diferentes
perspectivas o puntos de vista, incluso aunque parezca que están localizadas en el
mismo tiempo y lugar. Todos nosotros escuchamos juntos esta conferencia, pero
nuestras experiencias fenomenológicas reales son todas distintas. Como hemos
observado tantas veces en grupos, lo que destaca como interesante o relevante para las
diferentes personas es extremadamente variado, relativo a su fondo, a su necesidad
presente, a las preocupaciones presentes que lo impregnan todo y a asuntos inconclusos
antiguos. Del mismo modo, cada persona que escucha (o que lee) lo que estoy diciendo
estará haciendo distintas conexiones, absorbiendo ciertas cosas e ignorando o poniendo
a un lado otras. Los significados serán construidos individualmente y las conclusiones
que se extraigan no van a ser idénticas.
Este principio se refiere a que el campo sufre continuos cambios: “uno nunca se mete
en el mismo río dos veces”. Mientras el principio de singularidad enfatiza la necesidad
de perspectivas únicas para acontecimientos únicos, el principio del proceso cambiante
se refiere al hecho de que la experiencia es provisional más que permanente. Nada es
fijo ni estático de un modo absoluto.
De forma apropiada, los gestálticos son cautelosos con las categorías que
efectivamente se convierten en etiquetas permanentes, y las descripciones que se
vuelven definiciones fijas de una situación. Así, en lugar de dividir a la gente, digamos,
en "retroflectadores" y "no-retroflectadores”, nosotros preferimos pensar el retroflectar
como un proceso, y uno en el que todos entramos alguna vez, dadas ciertas
circunstancias. Incluso alguien que retroflecta frecuentemente no siempre lo hace.
Como Lewin (1952) puntualiza:
Este principio afirma que ninguna parte del campo total puede ser excluida de
antemano como inherentemente irrelevante, por muy mundana, omnipresente o
aparentemente tangencial que pueda parecer que es. Todo en el campo es parte de la
organización total y es potencialmente significativo. Los terapeutas gestálticos están
interesados en “lo obvio”, en volver a convertir en novedad lo que se ha vuelto invisible
y automático, o está siendo dado por supuesto o considerado irrelevante.
Un aspecto específico del campo puede ser tan “invisible” que sea pasado por alto
sistemáticamente como si no tuviera ninguna relevancia: la presencia del observador.
Sin embargo el observador, o el comentarista, o el investigador, siempre es parte de la
situación total y, con seguridad, no puede ser excluido de ella. De forma parecida, en los
grupos de terapia Gestalt al viejo estilo, la presencia de una “silla caliente”
inevitablemente es una parte muy importante del encuadre o contexto de lo que ocurre
en el grupo. De la misma forma la presencia de una videocámara puede afectar
profundamente la situación total. El principio de posible relevancia nos recuerda que
tener en cuenta la situación total sólo requiere hacer precisamente eso.
Formas de conocimiento
Los cinco principios expuestos más arriba se superponen y no son individuales.
Más bien son cinco ventanas a través de las cuales podemos considerar la teoría de
campo, explorando su relevancia en la práctica. En cierto sentido, no debería haber
sorpresas: los principios son intrínsecos a la práctica de la Terapia Gestalt, incluso si los
profesionales no se han dado cuenta antes de que estos insights podían ser descritos en
términos de la teoría de campo.
Tal y como está documentado (p.e., por Capra, 1982 y Berman, 1981) la
epistemología dominante durante los siglos diecinueve y veinte surgió de la revolución
científica y filosófica que asociamos con Galileo, Newton y Descartes. Antes de este
momento, hace cuatrocientos o quinientos años y antes de que comenzara la era
científica, la epistemología existente era muy distinta, y era congruente con el sistema
económico y social que existía en aquel tiempo.
Antes del año 1500 la visión dominante del mundo en Europa, así como en la mayoría
de las civilizaciones, era orgánica. La gente vivía en pequeñas comunidades cohesivas
y experimentaba la naturaleza en términos de relaciones orgánicas, caracterizadas por
la interdependencia de los fenómenos espirituales y materiales y la subordinación de las
necesidades individuales a las de la comunidad... (Capra 1982, p. 53).
Esta perspectiva iba a cambiar radicalmente en los siglos XVI y XVII. En palabras
de Capra: “la noción de un universo orgánico, viviente y espiritual fue reemplazada por
la del mundo como una máquina, y el mundo-máquina se volvió la metáfora dominante
de la era moderna (1982, p. 54) Y con la metáfora de la máquina vino la convicción,
primero en filosofía, y después en psicología cuando se materializó en una disciplina
académica, que los seres humanos también podían ser considerados como máquinas, y
su experiencia personal presente puesta a un lado y relegada a favor de “medidas
objetivas” de conducta en condiciones de laboratorio.
Una consecuencia importante de lo que ocurrió con este gran cambio fue que los
seres humanos se consideraron cada vez menos relacionados e interdependientes entre sí
y con la naturaleza. Berman lo dice elocuentemente:
La visión de la naturaleza que predominaba en el Oeste hasta las vísperas de la
revolución científica era la de un mundo encantado. Rocas, árboles, ríos y nubes eran
vistos todos como maravillosos y vivos y el ser humano se sentía en casa en este
entorno. El cosmos era un lugar de pertenencia. Un miembro de este cosmos no era un
observador alienado de él sino un participante directo en su drama. Su destino personal
estaba vinculado con el destino del cosmos, y esta relación daba sentido a su vida. Este
tipo de conciencia, “conciencia participante”, implicaba.... la identificación con lo que a
uno le rodea, y sugiere una totalidad psíquica que hace mucho tiempo que desapareció
de la escena (1981, p 16).
Así podemos empezar a ver cómo la epistemología que representa la teoría de campo
tiene un largo pedigrí; al menos, en algunas formas encaja con la más “primitiva” y
natural visión del pasado remoto en la que el dualismo estaba, si no ausente
totalmente, había, ciertamente, una división tan profunda como se ha puesto de
manifiesto en los últimos trescientos a cuatrocientos años. La frase “Conciencia
participante” es una buena forma alternativa de describir el campo unificado en el que
no hay una radical ni rápida división entre el observador y lo observado, el sujeto y el
objeto.
El punto final lógico de ésta visión del mundo es un sentimiento de cosificación total.
Todo es un objeto, un extraño, un no-yo, y finalmente yo soy también un objeto, una
“cosa” alienada en un mundo de otras cosas, igualmente sin sentido. Este mundo no
es mi propia obra, al cosmos no le importo y realmente no tengo la sensación de
pertenecer a él. (1981, p. 16)
R.D. Laing llegó a una conclusión similar; como resultado de varios cientos de años
de incremento de la influencia científica sobre nuestras formas básicas de apreciar la
realidad, mucho de lo que es intrínseco a la vida humana (con V mayúscula) se ha
perdido:
Quitada la vista, el sonido, el gusto, el tacto y el olor y junto con ellos se han ido la
sensibilidad ética y estética, los valores, la cualidad, la forma; todos los sentimientos,
motivos, intenciones, el alma, la conciencia, el espíritu. La experiencia como tal es
arrojada fuera del universo del discurso científico (Capra, 1982, p. 55).
Nuevas direcciones
Pues bien, es justo reconocer que la epistemología dominante es ahora atacada desde
muchos frentes, no únicamente por los teóricos del campo. Es admitido por todos, que
lo que Donald Schon (1988) llama “racionalidad técnica” ha tenido un éxito estupendo
en la promoción del mundo-máquina.
Habiendo planteado la teoría de campo como una perspectiva para la terapia Gestalt,
es necesario considerar primero qué idea del “self” es compatible con esta perspectiva.
Desde ahí examinaré la idea de la co-creación de un campo articulado por dos partes o
dos selves[N. de los T.: “selves” es el plural de “self"], y esto lleva, naturalmente, a la
cuestión de la relación terapéutica uno-a-uno.
El self
Mitwelt (el mundo social tal y como es experimentado...) el mundo común que tú tienes
y que otra persona tiene.
Continúa:
Te das cuenta si la gente se encuentra, empiezan el gambito del encuentro, uno dice
“¿Cómo estás? Hace un tiempo estupendo” y el otro contesta algo más. Así van a la
búsqueda de un interés común, o un mundo común donde tienen... comunicación y
disfrute juntos, cuando van de repente del Yo y Tú al Nosotros. Así hay un nuevo
fenómeno en desarrollo, el Nosotros que es diferente del Yo y del Tú. El “Nosotros”...
es una frontera siempre cambiante donde dos personas se encuentran. Y cuando nos
encontramos ahí, entonces yo cambio y tú cambias, a través del proceso de encuentro
mutuo. (ibid. Pp. 6-7)
O por citar a Carl Hodges (1990): “El contacto organiza el campo” y la realidad
compartida, la relación empieza a tomar forma.
Podemos utilizar la analogía del baile: dos bailarines están juntos; ambos tienen
disponibles (potencialmente) toda la experiencia de baile previa a lo largo de sus vidas,
probablemente incluyendo la exposición a distintas miradas y enseñanzas; y cada
bailarín tiene un repertorio de secuencias preferidas, movimientos, ritmos o pasos de
baile. A uno puede gustarle mucho saltar por el aire, al otro moverse muy lentamente; a
uno le puede gustar trabajar en el suelo, al otro estar moviéndose a toda costa. Crean un
baile juntos, que es el producto de dos creatividades, y las cualidades gestálticas de su
danza, y como observadores de ella, nuestra satisfacción estética con la danza,
dependerá de la cualidad de su interacción, de cómo se compenetren.
Vamos a suponer, sin embargo, que una o ambas partes de esta actividad tienen unas
formas especialmente estereotipadas en las que configuran sus campos, de tal forma que
el proceso de formación de gestalt o la constelación en sí misma se ha vuelto fija, ¿que
pasa entonces? Vamos a suponer que un hombre se acerca a una mujer más bien como
si tuviera filtros en sus ojos, quizás el espectáculo específico y distorsionado resultante
de considerar a las mujeres siendo como su madre o una antigua maestra de escuela
(¡como sabemos que ocurre muy raramente¡) En estos casos él está introduciendo dentro
del campo mutuo co-creado un elemento significativo de inflexibilidad. (Otra forma
más familiar de entender este proceso sería hablar de que está habiendo una
perturbación en la frontera contacto, la proyección)
Por seguir con la analogía del bailar, cuando el proceso de contactar es interrumpido
de esta forma por una parte, la danza entre los dos bailarines es afectada
inevitablemente. Así, supongamos que siempre que ella baila de una forma específica o
tiene una cierta expresión, él la percibe, debido a su proyección, a su modo fijo de
configurar, siendo crítica, o estando necesitada, o coqueta, o cualquiera que sea el
significado global que él esté elaborando, él bailará con ella como si fuera crítica,
o necesitada o que coquetea, independientemente de cual sea realmente la experiencia
de ella o de cómo ella esté configurando su realidad de estar con él. Bailando con ella de
esta forma específica, él se moverá, percibiendo y reaccionando de modos que van con
su forma específica de configurar el campo y de una forma diferente a si la estuviera
viendo de otra forma, digamos creativa, fuerte, agresiva. Dado que su realidad de él y
del baile es gobernado en parte por cómo él está bailando con ella, su propia danza
estará, naturalmente, influenciada. El baile, el acontecimiento común, será llevado hacia
una dirección de ser fijo y estereotipado, incluso si solo una parte de las dos está
configurando su campo de una forma auto-limitante.
La idea, de que en la creación del campo mutuo cada uno está ayudando a crear la
realidad de los otros, es para meditar. Obviamente tiene significado para lo que nosotros
hacemos como psicoterapeutas practicantes. También suscita preguntas más globales en
relación con la practica de estar en comunidad.
Saner argumenta que esta moda cultural es, parcialmente debida, porque el trabajo de
Lewin y el pensamiento de la teoría de campo no han sido adecuadamente asimilados a
la teoría de la terapia Gestalt. Tomando los más relevantes principios de la perspectiva
de la teoría de campo, interconectividad, mutualidad y co-influencia. Citando a Lewin
“(La interacción humana es)... tanto una función de la persona como la persona es una
función de la situación”. Saner sigue:
“la situación terapéutica está caracterizada por el interaccionar del terapeuta y del
paciente y el co-influenciarse cada uno simultánea, continua y consistentemente (1989,
p. 61)”
Así, cualquier sugerencia de que el terapeuta puede actuar más o menos como si
él fuera un observador objetivo, “meramente” un intérprete de lo que está ocurriendo en
la terapia, sin ser un participante al completo, se vuelve altamente sospechosa.
Recuerdo hace muchos años al ser entrevistado por una socióloga que se enorgullecía
de sí misma sobre lo “científica” y “objetiva” que era. Hacía preguntas en un tono
parecido al de un robot y no mostraba ni una pizca de expresión cuando yo las
contestaba. No quería “introducir ningún sesgo” ni “influir mi respuesta en una u otra
dirección”. El efecto fue que yo me momifiqué. No hay ningún entrevistador a prueba
de entrevistas y desde la perspectiva de la teoría de campo no lo puede haber. Mi
entrevistadora estaba confinada en la vieja epistemología y todavía estaba operando con
sus preconceptos erróneos sobre la objetividad y la ciencia libre-de-valores.
De forma similar, argumentaría que los intentos de los psicoanalistas de “acotar” (por
utilizar una expresión bancaria) la relación terapéutica completa, estableciendo fronteras
tan inflexiblemente que, por ejemplo, no hablan si se encuentran por la calle, y no hay
auto-revelación por parte del terapeuta excepto en circunstancias extremas, son tan
absurdas como los intentos de la socióloga para tratar de no influirme. El paciente del
analista, respondiendo al campo total, a todas las circunstancias, no puede ser sino
afectado por ellas; “no hablar” es, por lo tanto, un mensaje tan significativo como el
hablar más naturalmente. Esto no implica que las fronteras no sean importantes, que no
ayuden a estructurar el campo mutuo de formas que puedan ofrecer seguridad y
construir confianza. Pero podría darse el caso de que el hipotético analista en éstas
circunstancias, siguiendo un punto de vista teórico que objetivice al paciente e ignore
las condiciones del campo de la terapia, esté actuando con una forma fundamental de
falta de respeto, enseñando el distanciarse, la artificialidad y la inautenticidad.
Ignorando lo obvio
Antes de que volquemos todo nuestro criticismo fuera, hay una tendencia similar
entre algunos terapeutas y formadores gestálticos; probablemente todos nosotros
algunas veces no contamos con algunos aspectos de la situación total en la que estamos
metidos, otra vez como si, o con el supuesto de que no importan. A veces, cuando
hacemos esto estamos ignorando lo que he llamado el Principio de Posible Relevancia y
muestra que no tenemos totalmente asimilada la perspectiva de la teoría de campo.
El campo terapéutico
Como individuos, entonces, quienes estamos también inevitablemente en relaciones y
comunidades de un tipo u otro, experimentamos un doble proceso: tenemos efectos
sobre nuestras relaciones y comunidades y somos también afectados por ellas.
Ayudamos a crear u organizar la realidad mutua o el campo compartido y a su vez
somos creados y organizados por él. La influencia recíproca de este tipo, como hemos
visto, tiene importantes implicaciones para la práctica profesional.
En este sentido, quiero argumentar, que la terapia Gestalt no es algo que utilizamos
simplemente, como un conjunto de vestidos que nos ponemos temporalmente y después
nos quitamos. No es solo un puñado de técnicas, ni es ninguna clase de equipamiento
terapéutico que empujamos hacia un propósito clínico específico y después lo
substituimos rápidamente por otro tipo de equipo para otra meta. Si elegimos trabajar
con la disciplina Gestalt, encontramos las formas de pensar y de percibir que
caracterizan el enfoque filtrándose a través de y en nuestras vidas y relaciones. Si vamos
a actuar congruente y auténticamente como terapeutas, tenemos que reconocer que la
forma como somos, el modo en el que vivimos, no puede estar separado, de ningún
modo, de nuestro trabajo como terapeutas gestálticos profesionales. Cualquier cosa en
nuestro campo fenomenológico se vuelve parte de la matriz desde la que nosotros co-
creamos campos con los otros. Y cuando hay claridad en nuestro propio campo
presente, un mínimo de asuntos inconclusos que distraigan, y buen auto-apoyo, mayor
será la posibilidad de que nuestro bailar sea creativo y de estar centrado y disponible en
nuestras interacciones con otros.
La danza terapéutica
Estos diferentes estados del ser corresponden, de alguna forma, a los estados del yo
en Análisis Transaccional o a subpersonalidades en Psicosíntesis (Rowan, 1990). La
cuestión es que con cada clase de danza, con cada forma de configurar el campo, la
realidad que es conformada por el individuo y que me incluye a mí como
terapeuta, está pidiéndome que adopte una parte diferente de mí (Beaumont, 1990).
Así, puedo ser, como si dijéramos, creado como un “perseguidor” por alguien que tiene
una forma paranoide de conformar su campo o (por otros) como un “ayudador
potencial”, o como un “experto que me dirá que hago”. Desde luego, si soy consciente
de lo que está ocurriendo, estoy más preparado para evitar la confluencia en la
constelación de mi campo en la forma en la que se espera de mí.
Por lo tanto si soy seleccionado en el rol de, o juego parte de, uno que escucha
paciente, o un confrontador y establecedor de límites o, una presencia apoyadora, soy
inextricablemente parte del baile, parte del campo co-creado, la tierra común
interpersonal.
Comentarios finales
Hoy he examinado con vosotros algunos de los mapas que se relacionan con la teoría
de campo, y he intentado mostraros que la terapia Gestalt está enraizada en las
perspectivas específicas que caracterizan la teoría de campo. Cuanto más se realiza esta
conexión, más se verá la terapia Gestalt como una terapia verdaderamente contextual.
Específicamente me he concentrado en cómo atender al “entre” en las relaciones, y el
co-influenciar, la naturaleza interactiva de la danza entre la gente, puede hacernos ver el
trabajo terapéutico con una luz nueva.
En esta sección final, quiero concentrarme en algunos temas que van incluso más allá
del tema de cómo podemos afectar a otros y ser afectados por ellos. Al hacerlo voy a
tocar temas que raramente son tratados en terapia Gestalt pero según mi opinión
necesitan serlo. Algunos pueden ser fácilmente integrados en el pensamiento de la
teoría de campo como la he descrito antes. Otros, sin embargo, como tratan con el
“entre dos”, van más allá de las esferas del pensamiento convencional, y abarcan
preocupaciones “periféricas” del tipo de las que, normalmente y por casualidad, son
descartadas por la clase médica y científica. Creo que los gestálticos necesitan estar
abiertos a áreas de búsqueda que indagen dentro de fenómenos que han sido, a
menudo, notados y se ha informado de ellos de forma anecdótica pero que lo que
sucede es que caen fuera de la realidad de la ciencia “respetable” o al menos no parecen
tener una explicación sencilla.
Siguiendo con esto, sospecho que muchos de nosotros podemos haber tenido la
experiencia de haber sido afectados marcadamente solo por estar en presencia de
alguien con una conciencia altamente desarrollada. Quizás un maestro espiritual o
incluso alguien que simplemente medita mucho. Y esto hace surgir la pregunta sobre
nuestra propia presencia como terapeutas. Algunas veces pienso que la función más
importante que podemos tener como terapeutas es estar plenamente presentes, para ser
claro, estar “todo ahí”, estar presente totalmente, con una consciencia limpia. Incluso si
la cliente no está en contacto conmigo ni con su propio proceso, puedo, al menos,
permanecer con ella y con mis necesidades, sentimientos y pensamientos. Podría decirse
que, simplemente por estar plenamente presente, ya estamos ayudando a conformar el
campo mutuo de una forma más vital. Y estando "plenamente presente" es, desde luego,
otra forma de hablar de “presencia”.
Joseph Zinker (1987) ha escrito sobre presencia y estoy impresionado por lo que dice.
Por lo tanto voy a acabar citándole de una forma extensa.
Presencia, (escribe), sugiere un estado especial de estar plenamente aquí con todo uno
mismo, el propio cuerpo y el alma. Es una forma de estar con, sin hacer a. La presencia
implica estar plenamente aquí, abierto a todas las posibilidades. La presencia del
terapeuta es fondo contra el que la figura de otro self (o selves) puede florecer, brillar,
distinguirse completa y claramente.
Para el cliente, para el otro, “el intrínseco-estar-aquí del terapeuta conmueve las partes
más profundas del propio ser. Sigue:
Los terapeutas han aparecido como quienes, simplemente, siempre tienen presencia.
Parecen haber nacido de esta forma. (Sin embargo) la mayoría de la gente adquiere
presencia por el continuo pasar del tiempo, tiempo que les recuerda, una y otra vez,
cuánto hay que aprender y qué poco saben. Presencia es el estado de admiración
conseguido frente a un universo infinitamente complejo y maravilloso.
Agradecimientos
Me gustaría agradecer a Hunter Beaumont, Marianne Fry, Peter Hawkins, Gary Yontef,
Ray Edwards, Judith Hemming y Pat Levitsky por sus comentarios y ánimo.
Notas
1. Para los lectores familiarizados con las revolucionarias ideas sobre biología de
Rupert Sheldrake (1987), en relación con “resonancia mórfica”, hay algunos
solapamientos interesantes con el pensamiento de la teoría de campo, incluyendo
el fenómeno mencionado aquí de la transferencia de patrones complejos de
comportamiento y experiencia.
2. En un proyecto de investigación a pequeña escala, dirigido por el autor,
están surgiendo algunas evidencias de que los bebés muy pequeños responden a
las cualidades globales del campo total. Dicho proyecto está investigando los
efectos a largo plazo de haber participado como niño en la Segunda Guerra
Mundial. Parece que mientras unos pocos, recuerdos ‘conscientes’, si es que hay
alguno, pueden estar disponibles en el adulto, puede haber recuerdos
‘presconscientes’ de las experiencias originales del tiempo de guerra en la forma
de difusos y no específicos estados de sentimiento. Bien pudiera ser que ambos,
la madre y el niño, pudieran haber tenido parecidas reacciones globales, a nivel
de sentimiento a las condiciones del campo compartidas en aquella época,
incluyendo la atmósfera y el estado de ánimo popular en aquel momento de la
historia, pero, mientras la madre, podría haber tenido todo tipo de formas de
manejo y auto-gestión, el niño no las tenía, y simplemente respondió al clima
reinante, el ethos o atmósfera de guerra en la que estaba inmerso/a. Hallazgos
recientes sugieren que las reacciones sentidas de los nacidos en circunstancias
extremas similares (por ej., en Londres, en 1940-1944), pueden ser
sorprendentemente similares, junto con los efectos a largo plazo.
Referencias
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