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14th January 2011 La decapitación de Goya

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Estaban todos los huesos de un cuerpo humano, excepción hecha de la cabeza que
faltaba por completo, lo que no dejó de sorprendernos grandemente a todos los allí
presentes.

Francisco de Goya y Lucientes falleció en Burdeos en 1828, Francia, donde


permaneció enterrado 71 años, hasta su traslado a Madrid hace 122, a la ciudad en la
que discurrió buena parte de su vida y donde pintó sus obras maestras, y que hubo
de abandonar forzado por las circunstancias políticas con la vuelta de Fernando VII.
A los denigrantes extravíos y entierros y desentierros de Miguel de Cervantes, Lope
de Vega y Pedro Calderón de la Barca, las mismas trazas se dieron en el caso de
Goya, pero mucho más siniestras por la desaparición y extravío de la cabeza, que
pese a que poco se ha averiguado de tan truculenta historia que engrosa la lista de
humillaciones que hubieron de padecer algunos grandes personajes de la cultura y el
arte de España, de ello hay que hablar aquí y ahora.
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%2Btumba.jpg]

Goya vivía en Burdeos. Allí falleció el 16 de abril de 1828, alrededor de las 2 de la


madrugada. Fue enterrado al día siguiente, 17, en un panteón del cementerio de la
Chartreuse en el que yacía su propietario desde hacía tres años, su consuegro el
comerciante navarro de Alsasua Martín Miguel
de Goicoechea, residente en Madrid donde era
un próspero negociante de tejidos y ropas.
Goicoechea nació en 1775 y murió en 1825, tres
años antes que Goya. Goicocechea, contrario al
absolutismo que habría de reinstaurar
Fernando VII a su vuelta a España, se vio
obligado como otros a exiliarse, instalándose
con su familia en Burdeos. El personaje era el
padre de Gumersinda Goicoechea, esposa del
hijo mayor de Goya: Javier Goya. A la muerte
del personaje en 1825 fue sepultado en un
panteón particular en Burdeos, el cual tres
años después también fue enterrado el propio
Goya, pero no debieron de hacerse bien las
cosas por alguna razón. El caso es que ambos
fueron depositados en la misma tumba sin
haber recurrido quien tenía que hacerlo a la identificación de ambos. Eso motivó que
cuando fueron exhumados para el traslado de Goya a España no hubo forma de
saber qué restos correspondían a quién. La diferencia entre ambos es que todo
estaba duplicado menos las cabezas. Faltaba una, que alguien determinó sin la
menor prueba que se trataba de la de Goya. De ahí arrancó la leyenda de que el
pintor había sido decapitado, cuando lo cierto es que el decapitado pudo ser
perfectamente Goicoechea.

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goicochea.jpg]
[https://2.bp.blogspot.com/-
Ezm4mahVsco/WD782sLONiI/AAAAAAAASlM/d1Z_uRO6wccrrBOe3RvmZoI-6eF08F77ACLcB/s1600/goicocechea.jpg]
Dos retratos de Martín Miguel de Goicoechea, pintados por Goya

Francisco de Goya murió muy probablemente de los trastornos derivados del


contacto durante muchos años con pinturas hechas con alto contenido en plomo, al
igual que Van Gogh, según expertos médicos que coinciden en señalar que Goya fue
víctima del saturnismo o plumbosis, intoxicación por ingestión de plomo, que habría
de afectarle a órganos vitales y también al cerebro, incluida la sordera.

Desde su enterramiento en 1828 transcurren 52 años hasta 1880 en que el cónsul de


España en Burdeos, Joaquín Pereyra, en una de sus visitas al cementerio de La
Chartreuse en el que yacía su esposa, se topa con la tumba de Goya en muy mal
estado. “Como desde el año 1878 tengo enterrado en el cementerio de la Chartreuse
de esta ciudad el cadáver de mi señora, tengo la costumbre de visitarlo con mucha
frecuencia. En una de estas visitas, en el año 1880, hizo la casualidad que
descubriese la tumba que encierra los restos del insigne pintor Don Francisco de
Goya y Lucientes en un estado ruinoso, y de tal manera abandonada que no puede
menos de impresionarme, sonrojándome al considerar que los restos de esta ilustre
gloria se encontrasen sepultados en el mayor olvido y abandono en tierra extranjera,
y sentenciados de que un día fuesen a confundirse en el osario común. Traté de
tomar informes sobre el particular a fin de dar cuentas a nuestro gobierno, y me
propuse procurar hacer lo posible por mi parte para que estos restos fuesen
trasladados a España a un panteón digno de tan insigne patricio.”

[http://1.bp.blogspot.com/_SzmNxEu0IIo/TTBWGnBUoBI/AAAAAAAAAiQ/bwRHbjwkKxs/s1600/3
goya%2Bpor%2Bcristobal%2B1932.jpg] Hubieron de transcurrir 4 años hasta 1884 para
que el gobierno español diese carácter oficial al estado de la tumba. Pereyra
entonces emprende las gestiones pertinentes ante las autoridades francesas para
que le autorizaran a abrirla. No se entiende muy bien el porqué de tanto empeño
sabiendo que la apertura del féretro no le
daba derecho al inmediato traslado a
España. ¿Se debió a que había llegado a
sus oídos la noticia de que Goya estaba
sin cabeza y que había que comprobarlo
antes de comunicárselo a España? No es
inverosímil pensar que el cónsul Pereyra
abriese la tumba en 1880, días después o
semanas después de su visita al
cementerio, y se topase en efecto con el
macabro hallazgo del que pudo no
informar a nadie tratándose de una
acción ilegal. Oficialmente, no obtuvo
permiso de apertura hasta pasados 8 años, es decir, hasta 1888, que es cuando
redacta el detallado informe:

“Habiéndose llevado a cabo la exhumación y reconocimiento de los restos mortales


del insigne pintor Don Francisco de Goya con las debidas formalidades, observamos
que abierta la tumba nos encontramos en presencia de dos cajas, una de las cuales
estaba forrada de zinc, y la otra de madera sencilla sin ninguna placa ni inscripción
exterior, y ambas de igual longitud, por lo que procedieron a abrirse ambas. En la
que estaba forrada de zinc se encontraron los huesos completos de una persona, y en
la otra estaban todos los huesos de un cuerpo humano, excepción hecha de la cabeza
que faltaba por completo, lo que no dejó de sorprendernos grandemente a todos los
allí presentes. Y precisamente todo induce a creer que los huesos encerrados en esta
última caja son los de Goya por ser los huesos de las tibias mucho mayores que los
contenidos en la caja de zinc y además por haberse encontrado en ella restos de un
tejido de seda de color marrón, que deben ser los del gorro conque se presume fue
enterrado Goya, así como por estando más próxima de la entrada del caveau debió
ser la última que en él se colocó. No habiéndose encontrado en la caja de madera
traza alguna de que hubiere sido abierta ni la mandíbula inferior ni diente alguno,
todo induce á creer que á Goya lo enterrarían decapitado, bien por un médico o por
algún amador furibundo de notabilidades.”

[http://4.bp.blogspot.com/_SzmNxEu0IIo/TTBWh3H6MdI/AAAAAAAAAiY/yIgRkI__0DE/s1600/4san
%2Bantonio%2B1798.jpg] Pereyra concluye extrañamente con la referencia a “un
médico o un amador furibundo de notabilidades”. ¿Qué hay que entender? No se
puede negar que resulta intrigante que el informe hablara de dos suposiciones, una
verosímil y la otra no. Es verosímil una sustracción de la tumba por “un amador
furibundo de notabilidades”, pero resulta insólito que hubiese sido “bien por un
médico”. ¿Lo supo desde el primer momento y se delató inconscientemente? El
informe exacerbó las cábalas, ayer y hoy. Algunos han supuesto que pudo ser el
mismo Goya quien diese consentimiento a su amigo el doctor Jules Lafargue para
que nada más fallecer le cortase la cabeza y la analizase. Entonces estaba en boga la
frenología instaurada por el alemán Franz Gall, que trataba de relacionar la
observación del cerebro y el
cráneo con la genialidad, la
maldad o la locura, entre otras
cosas.

La operación la suponen algunos


en secreto en el asilo San Juan
de Burdeos, lugar donde Goya se
inspiró para realizar su serie de
dibujos conocida como Los locos
de Burdeos. Es decir, que si Goya
falleció a las 2 de la madrugada, la siniestra operación tuvo que haberse hecho en las
horas que quedaban de la noche, ya que en el transcurso del día que comenzaba
Goya iba a ser enterrado. Las cosas no concuerdan realmente, porque es del todo
impensable que la familia del pintor, sus amigos y vecinos más queridos, además de
las autoridades eclesiásticas, pendientes en aquel momento del cadáver del pintor,
no se hubiesen percatado de la decapitación. Otra teoría ahonda en que se hizo lo
que se hizo porque Goya fue convencido amparándose en su deterioro mental a
causa del saturnismo o plumbosis que padecía, es decir, la intoxicación por ingestión
de plomo de las pinturas utilizadas durante muchos años, que habría de afectarle a
órganos vitales y también al cerebro, incluida la sordera.

[http://1.bp.blogspot.com/_SzmNxEu0IIo/TTBXB5DXQkI/AAAAAAAAAig/3WSDl-
MwzTU/s1600/5Goya%2Bpor%2BJose%2BLlaneces.jpg]

La desaparición de la cabeza, como sugiere Pereyra, pudo deberse también a su


sustracción de la tumba con el fin de vendérsela sencillamente a quien podía
interesarle entonces: un médico frenólogo, y que mejor ocasión para el ladrón
tratándose de un genio de la pintura del que todos en Burdeos sabían de sus agudos
padecimientos mentales. Pero el enigma vuelve a surgir cuando el informe de
Joaquín Pereyra constata que no había detectado manipulación alguna de tumba y
féretro. “No habiéndose encontrado en la caja de madera traza alguna de que
hubiere sido abierta…” Pudo mentir y pudo no ver el trabajo impecable de alguien
que además dispuso de todo el tiempo del mundo para tan macabra acción.

Pereyra obtuvo por fin permiso para abrir la tumba, pero no bastó puesto que tuvo
que esperar 3 años más para que en 1891 le concediesen la orden oficial del traslado
de los restos de Goya a Madrid. Ante aquella dilación, la tumba abierta hubo de
volver a ser cerrada a cal y canto, y así permaneció nada menos que 8 años, hasta
1899 en que se procede al traslado definitivo por tren, lo que se hace el 5 de junio por
la noche. El día 6, el tren llega a Irún; Goya entraba de nuevo en suelo español, tras
71 años ausente en el cementerio bordelés. El día 7 el tren arriba a Madrid, y el
féretro es llevado temporalmente a una cripta de la Colegiata de San Isidro, en la
calle Toledo, donde permanece un año hasta 1900, a la espera de que el panteón que
iba a acoger definitivamente a Goya se terminase, que no fue hasta el 11 de mayo de
1900. La nueva tumba se hallaba en la Sacramental de San Isidro, junto a la Ermita
de San Isidro, en lo alto de la margen derecha del Manzanares, donde la Pradera de
San Isidro que tan bien conoció Goya cuando vivía en La Quinta del Sordo
[http://madridafondo.blogspot.com/2009/12/la-quinta-del-sordo-de-francisco-de.html] . La obra
constaba en realidad de cuatro tumbas opuestas dos a dos en torno a un pedestal con
medallones sobre el que se alzaba una columna de varios metros coronada por la
alegoría de la Fama. Goya tuvo que compartir el mausoleo con Leandro Fernández
de Moratín, su amigo, Meléndez Valdés y Donoso Cortés. La tumba de Goya mira
hacia Madrid. Aun dentro de su elegante diseño, el mausoleo fue un desacierto y una
desconsideración enorme, porque Goya se merecía una obra funeraria para él solo y
en emplazamiento mejor, y no entre un marasmo de panteones y tumbas de
aristócratas y grandes burgueses, pero aun así, contemplarla unos minutos en
silencio es de una emoción impresionante que uno no se espera. La obra se había
iniciado cuatro años antes, en 1896, a cargo del arquitecto Joaquín de la Concha y
del gran escultor Ricardo Bellver, autor del Ángel Caído del Retiro, que realizaron
un trabajo impecable.

En ese cementerio permaneció Goya 19 años, hasta 1919. Compartió cementerio


entre 1900 y 1919 con Pepita Tudó, ubicada en un modesto nicho a unos cien metros
de donde estaba quien la hizo eterna. Pepita Tudó fue la Maja Desnuda y la Maja
Desnuda; también la amante y mujer del todopoderoso Manuel Godoy. 19 años
juntos, pintor y modelo, hasta que en 1919 se determina su traslado a la ermita de
San Antonio de la Florida, cuya bóveda había pintado magistralmente. Allí, en el
centro del templo, Goya reposa en su última tumba diseñada por el arquitecto
Antonio Flórez, juntamente con su inseparable consuegro, que lo acompañaba desde
los días de Burdeos. La ermita se halla a una veintena de pasos de su réplica, abierta
para evitar daños a las pinturas. A otra veintena de pasos puede admirarse un
monumento a Goya, en el que se al pintor sentado con la paleta entre las manos. Se
parece a la de Velázquez ante el Museo del Prado. A otra veintena de pasos discurre
el río Manzanares, que tan bien conocía Goya.

Detrás de ambos templos pasa un enjambre de raíles de la estación del Norte, por
donde en su día vino Goya desde Irún. Más atrás, a otros cien metros, se levanta el
espectacular macro monumento dedicado a Goya, realizado por el escultor Joaquín
Vaquero Trucios, autor asimismo de las moles del descubrimiento de América en la
calle Serrano. Y a sólo cinco pasos, el diminuto cementerio en que reposan los restos
de los fusilados la madrugada del 3 de mayo de 1808 por tropas francesas de
ocupación y que Goya plasmó en su obra maestra Los Fusilamientos del 3 de mayo.
Todo ese entorno formaba parte del Real Sitio de la Florida, cuyo último dueño fue el
rey Carlos IV desde 1792, que tenía su prolongación en el camino real de la Senda del
Rey que arranca desde la ermita-réplica de San Antonio. Un ámbito cultural de gran
lujo que se disputaría cualquier capital del mundo y que no obstante causa decepción
por deterioro, abandono, suciedad, ruido de coches, pintadas al por mayor y
afeamientos por tendido eléctrico, señales de tráfico, jardines y setos, etc.

Publicado 14th January 2011 por Carlos Viñas-Valle


Etiquetas: burdeos, goya, madrid, mausoleo, plumbosis, tumbas

2 Ver comentarios

El ángel de Olavide 28 de enero de 2012, 21:25


Curiosamente escribí hace unos meses una historia sobre la calavera de Goya que puede completar, bien en
clave algo estrambótica, la historia que usted cuenta.

http://elangeldeolavide.blogspot.com/2011/08/estuvo-la-calavera-de-goya-en-ribadeo.html

Un saludo y felicitaciones por su blog. Me ha resultado muy entretenido y he llegado a él a través de una foto
suya de un edificio de la Plaza de Olavide en su colección de Flickr.

Ángel Alda
Responder

Manuel Miguel Prado Garcia 25 de febrero de 2019, 23:28


Fantástica ,por enorme, esta biografía. Felicito al autor. El segundo apellido de Joaquín Vaquero es Turcios.
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