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Heidegger
y la crisis de la modernidad
Jairo Mercado R.
0 1 LA MODERNIDAD
1 El concepto de investigación.
2. La riqueza.
3 El poder.
0 .2 LA CRISIS DE LA MODERNIDAD
0 3. HEIDEGGER
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Otros, como Habermas, proponen una drástica mutación del paradigma de
la racionalidad, definido en términos del tránsito de la filosofía de la con
ciencia a la filosofía de la acción comunicativa :
0 5 RECAPITULACION Y SINTESIS
0 6 ACLARACIONES
1 2 HETERODOXIA
2 .1 LOS HECHOS
Desde finales del siglo pasado, algunos entre los más célebres filóso
fos han creído percibir en las circunstancias económicas, políticas o
culturales de la modernidad, los síntomas inequívocos del final de
una gran época. Marx, Nietzsche, Spengler, entre ellos, Heidegger
también. Marx y Spengler, asumen posiciones historicistas, de
acuerdo con la acepción que ese término tiene para Popper, es de
42 cir, deterministas o fatalistas, y en consecuencia, el paso del capita
lismo al comunismo, que predice el primero; lo mismo que la extin
ción del Occidente, anticipada por el segundo, serían resultado ine
vitable de la aplicación de otras tantas leyes de la historia. Nietz
sche y Heidegger, en cambio, proponen alternativas tendientes a su
perar el estado de cosas vigente, las cuales no estarían signadas con
el rótulo de lo inexorable. Nietzsche lo hace por medio de su tesis
del super-hombre; Heidegger, co-rrespondiendo al ser, olvidado a
raíz del advenimiento de la filosofía post-presocrática.
2 2. EL DESLINDE
2 3. EXPLICACIONES
Cuando Heidegger afirma que los alemanes "asumen las pautas del nihi
lismo circundante", acaso se refiera al decidido interés por la recons
trucción (y depuración) procapitalista de las zonas de ocupación asigna
das — en Alemania— a los aliados occidentales, durante la post-guerra;
acción la cual se anticipa a descalificar como una prolongación del
desvarío.
2 5. CUESTIONAMIENTOS
Más adelante hace todavía más explícita la vinculación entre physis (g)
y logos (g) :
Sin embargo, sólo los griegos reparan en algo hasta entonces inadverti
do : el ente “ es” , cualquier ente “ es” esto o “ es” lo otro, en particular. 77
En síntesis, reconocieron la diferencia ontológica entre el ser y el ente :
2 El s e r:
Cuando Platón pregunta por un ente, lo hace por su Idea (g); cuando pre
gunta Aristóteles, se refiere a su energeia (g), sustrayendo así ambos la
posibilidad de abordar el ser-mismo, y aluden, en cambio, a uno de los
aspectos constitutivos del ser del ente, y en ese sentido consuman el
recorte.
3 3. COLOFON
A los griegos remite por igual la vocación originaria de Occidente, así co
mo su extravío : “ ( ...) griego no significa una modalidad nacional, cul
tural o antropológica; griego es la aurora del destino en el cual el ser
mismo se ilumina en el ente 2» y aspira a una esencia del hombre que, en
virtud del destino, tiene su curso histórico en cómo la preserva en el ser y
en cómo se aparte de él, aunque sin separarse nunca de él” 24
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í2 a gran época del olvido del ser
4.1. SER Y TIEMPO
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Si bien la explicitación de la temporalidad del ser se origina en un período
histórico concreto, y en particular se remonta a los albores de la cultura
occidental, en Grecia, y lo hace como ousia (g), es decir, como presencia
constante, como actualidad; su fundamento, en cambio, es inherente a la
constitución del ser del ser-ahí. De allí que la concepción del tiempo
como el horizonte para la comprensión del ser no puede refutarse, sino
sólo en-cubrirse. Habiendo ocurrido ésto último a partir de la filosofía
post-presocrática, es menester recuperar ese concepto de tiempo todavía
olvidado :
“ En efecto, odia
el dios caviloso
la madurez intempestiva” «2.
Con es:os versos de Hólderlin, tomados de : "Aus dem Motivskreis der
Titanen’ ” , IV, 218, termina la “ Introducción a la metafísica", una de las
obras capitales de Heidegger.
La segunda etapa, la gran época del olvido del ser, encierra también sus
propias posibilidades; la sucesión de sus relevos conduce hasta la mo
dernidad.
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4 2. GRECIA
4 3 EL MEDIOEVO
Heidegger refuta uno tras otro los más caracterizados prejuicios acerca
de la diferencia entre la ciencia antigua y la ciencia moderna :
La ciencia moderna, en síntesis, deja por fuera de los ítems del ex
perimento a todas aquellas dimensiones constitutivas de la experien
cia, irreductibles a los procedimientos numéricos, provocando así su
respectivo recorte.
Roto el cerco que los árabes habían tendido — entre los siglos VIII y IX—
sobre Occidente, a través de las cruzadas, a fines del siglo XI, Europa
reconoció la relatividad de su fe, al ubicarse frente a la multiplicidad de
cultos y culturas del Oriente. De allí la concepción del yo-sujeto como
árbitro — especie de absoluto transcultural— a partir del cual se pueden
dirimir — imparcialmente— las querellas entre intelectuales adscritos a 105
diferentes credos, desde el punto de vista de su metodología racional.
De allí también que el yo-sujeto nada tenga que ver con el “ subjetivismo” ,
tal como ese término se suele interpretar en nuestros días.
4 7 NIETZSCHE
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El Nihilismo, culminación y síntesis del paulatino desplazamiento del
ser por parte del ente. Tal sería el diagnóstico de Nietzsche rela
tivo al epílogo de la modernidad. Heidegger lo registra en el si
guiente pasaje :
Heidegger: La cibernética
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5.2. LA TECNICA MECANICA
La anterior cita de Comte, conocida como la ley de los tres estados, cons
tituye una especie de manifiesto del Positivismo y reviste el mayor interés
para nosotros, cuando la ciencia matemática, en principio, y el método
científico, en definitiva, amenazan con imponerse, en Occidente, hasta
configurar un camino sin herejes ni regreso. Aun cuando una caracteri-
144 zación del Positivismo también pudiera hacerse a partir de autores más
recientes — ganaría actualidad y vigencia desde un punto de vista aca
démico— , no obstante, en lo que respecta a la mentalidad del hombre
contemporáneo — al protagonista de la época del predominio de la téc
nica— , o si se quiere, al conjunto de prejuicios que la identifican, nada
la sintetiza mejor que la ley de los tres estados, de la cual derivan ade
más las siguientes categóricas precisiones :
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Heidegger estaría de acuerdo con Comte en advertir — tras el predominio
de la técnica— el final de la filosofía, a condición de interpretar este tér
mino como "metafísica” , es decir, como la filosofía propia de la gran
época del olvido del ser, durante la cual el ser-mismo se confunde suce
sivamente con los diferentes aspectos constitutivos del ser del ente. La
metafísica, que se había ocupado en otros tiempos del hombre, del mun
do, de Dios, va cediendo una tras otra las diferentes regiones del ente a
las respectivas ciencias particulares: así mismo, la reflexión acerca de
sus conceptos fundamentales, termina haciendo eco del proceso tendien
te a la especialización del saber.
Indicio de ese proceso es que por todas partes y con las figu
ras y revestimientos más diversos aparezca lo gigantesco.
Además, lo gigantesco se anuncia al mismo tiempo en direc
ción de lo cada vez menor. Pensemos en los números de la
física atómica. Lo gigantesco se abre paso en una forma
que en apariencia lo hace desaparecer francamente : en la
eliminación de las grandes distancias mediante el avión, en el
representarse a placer — mediante una manecilla— mundos
ajenos y remotos que la radio nos ofrece en la vida cotidiana (. . .)
Lo gigantesco es más bien aquello mediante lo cual lo cuan
titativo se convierte en una calidad peculiar y, en consecuen
cia, en una destacada clase de magnitud. No sólo cada edad
es diferentemente grande respecto de las demás; en cada
momento tiene también su propio concepto de magnitud
1. Cuando el saber se coloca al servicio del dinero y/o del poder polí
tico, convertidos en otros tantos principios de selección natural de
la investigación.
Entre las tantas lecturas posibles del libro del mundo : unas se refieren al
ente; otras, al ser-mismo. No obstante, este último suele pasar inadver
tido, en esta época del predominio de la técnica, cuando nos sentimos li
teralmente sepultados por la avalancha de información que a diario se
nos viene encima.
Italo Calvino alude al deterioro del ámbito más característico de la vida hu
mana, la palabra, en términos del recorte de sus posibilidades cognosci-
162 tivas más explosivas, uniformando al consumidor, domesticando al ciuda
dano, a través de los medios de comunicación de masas, en general; de
la publicidad, en particular.
No obstante, una atenta lectura de los textos antes citados revela trascen
dentales divergencias entre Marcuse y Calvino, de una parte, y Heidegger,
de otra parte :
Aun cuando Heidegger no realiza ningún vaticinio acerca del porvenir, des
taca — entre todas— las opciones fundadas en lo sido reciente o lejano.
Lo que hoy es futuro, pronto será pasado y podrá explicarse a partir de lo
sido que previamente lo posibilita.
Eludir el camino que — por nuestra propia inercia— casi nos sentimos
obligados a seguir, en favor de otro cuya motivación es comparativa
mente más débil : he ahí una acción que se ajusta — en sentido estric
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to— a una de las más recurrentes definiciones de libertad. Olvidarse de
las sinuosidades de la tierra, mientras uno observa los fenómenos del
cielo, sería un ejemplo más de tales casos.
"Sólo un dios puede aún salvarnos", constituye una frase de difícil inter
pretación, máxime cuando desde la publicación de "Ser y Tiempo", en la
década de los veinte, a Heidegger se le clasifica como ateo. En cam
bio, la vinculación entre poetizar y pensar, fue una de sus más reiteradas
ideas, así riña, en principio, con una de las actitudes más características
de la era del predominio de la técnica, tendiente a oponer los enuncia
dos científicos y los juicios de valor, en beneficio de los primeros.
Tres son los conceptos claves en esa cita: dios, poetizar y pensar. El
primero conduce al segundo; el segundo al tercero ; dilucidar dicha se
cuencia constituye la primera etapa de su interpretación :
Dios Yahveh, Exodo, 3-14, declara : "Yo soy el que soy". El es. ¿ Y
los otros ? Ellos, las criaturas, sólo pueden "ser" de diferente manera.
En desarrollo de esa idea. Dios, durante la Edad Media, pasa a ocupar el
lugar del ser, como una de las tesis capitales de una religión positiva: el
cristianismo. Empero, la teología medieval, heredera de la filosofía clá
sica griega, también participa del desvío, es decir, es tributaria de la me
tafísica y no sólo de la religión. De allí que el concepto de divinidad
utilizado por la Escolástica, no corresponda propiamente al de ser supre
mo, sino al de ente supremo, que de ningún modo pudiera considerarse
radical ni originario.
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Poetas son los mortales que, cantando con seriedad al dios del
vino, sienten la huella de los dioses que han huido, permane
cen en su huella y de esta suerte otean para los mortales afines
el camino hacia el cambio. Pero el éter, el único donde los
dioses son dioses, es su divinidad. El elemento de ese éter,
aquello donde mora aún la divinidad misma, es lo sagrado.
Ei elemento del éter para la llegada de los dioses huidos, lo
sagrado, es la huella de los dioses huidos. Más ¿ quién pue
de sentir esa huella ? Las huellas son a menudo inaparentes
y siempre legado de una enseñanza apenas sospechada. Ser
poeta en una época de penuria significa ; reparar cantando en
las huellas de los dioses huidos
La diferencia entre el Decir — propio del mito y del logos (g)— y el len
guaje representativo — característico del habla de la cotidianidad y del
discurso de las ciencias positivas— , es una diferencia radical. ¿ Cómo
apreciarla mientras permanezcamos circunscritos a las posibilidades del
logos (g) apophantikos (g) ? Para referirnos al Decir, lo hacemos utili
zando nuestra propia habla, y en particular, ensartando palabras a través
del discurso, generalmente enunciados, y allí difícilmente escapamos a
esa inercia de siglos, caracterizada por la vigencia del lenguaje re-pre-
sentativo. ¿ Cómo saltar por encima de nuestra propia sombra ? Es
menester optar por Oiras vías, si pretendemos captar lo que el Decir tiene
de propio y de distinto. En su “ Carta sobre el humanismo", Heidegger
lo advierte taxativo ; “ La liberación del lenguaje y la gramática en una
estructura esencial más originaria le está reservada al pensar y al poeti
zar’’ 201, En otras palabras ;
Mientras los resultados del método científico suelen ser categóricos, pre
cisos, así fuera inclusive para calcular una probabilidad hasta la última
cifra decimal; los de la hermenéutica, en cambio — si se los juzga des
de ese mismo punto de vista— , no conducirían a ninguna parte; por el
contrario, encallarían en una especie de círculo vicioso. ¿ Cómo pudie
ra ser de otra manera, cuando — Heidegger— pretende des-en cubrir los
presupuestos de la actividad intelectual a pesar, pero también a partir de
una serie de prejuicios lingüísticos, históricos, biográficos, etc., que de
terminan de antemano su interpretación, es decir, cuando el habla cons
tituye la protointerpretación por excelencia, cuando el ser-mismo consti
tuye la condición de la posibilidad de los discursos mediante los cuales
se lo pretende dilucidar ?
Desde el punto de vista de la hermenéutica, el método científico sería
un procedimiento no menos unilateral que dogmático, cuando hace abs
tracción de múltiples variables cualitativamente irreductibles a su particu
lar proyecto matemático, si su concepción de la verdad como adecuación
entre el intelecto y las cosas, lo margina de una vez por todas de aque
llas modalidades del habla diferentes del iogos (g) apophantikos (g).
De allí que, en comparación al método científico, la hermenéutica gana
en rigor, es decir, en términos de la consideración exhaustiva del asunto,
lo que pierde en exactitud numérica.
Heidegger hizo todavía una lectura más profunda del asunto, cuando re
conoció detrás de la duplicidad esencial del conocimiento ontológico, la
co-apropiaclón originaria entre el ser-mismo del ente y el ser-ahí, como
fundamento último del círculo hermenéutico.
El interpretar, propio del ser-ahí, es decir, del ser que somos nosotros,
estaría mediado por la pre-comprensión ontológica del ser, la cual de por
sí constituye una interpretación, es decir, un conjunto de notas e indica
ciones portadoras de sentido. Así mismo, dicha pre-comprensión onto
lógica del ser únicamente puede ser des-en-cubierta a través del lagos (g)
mostrativo, es decir, por medio de una interpretación.
6.4. ALTERNATIVAS
196 Cuando el ser-ahí no asume las posibilidades que le son propias, cuando
no co-rresponde al ser-mismo del ente, concibe su identidad en términos
antropológicos u ónticos, en relación al ente. En particular, Aristóteles
define al hombre como animal (género próximo) racional (diferencia es
pecífica), es decir, como un ente al lado de otros entes, o si se quiere, co
mo el primero entre sus pares. Denominaciones como la de “ ciencias
humanas’’, constituyen un fiel reflejo de ese extravío : ciencias (género
próximo) humanas (diferencia específica).
1 Heterodoxias temáticas
Heterodoxias metodológicas
22. Volver a los presocráticos, cuando el mito y el lagos (g) podían con
versar, constituye una opción problemática para el hombre del si
glo XX. Durante dos milenios y medio — a partir de la filosofía clá
sica griega— Occidente ha definido su gramática, en función del
logas (g) apophantikos (g); sus métodos, desde un punto de vista
óntico y/o científico — de espaldas al pensar originario— , a tal pun
to que la lectura de los filósofos presocráticos permanece en-cubier-
ta, por una sucesión de interpretaciones espurias, cuyo árbol genea
lógico se remonta hasta la historia de la filosofía de Aristóteles, con
signada en el primer libro de la “ Metafísica” . De allí que se haga
necesaria una transformación radica! de nuestros hábitos intelectua
les a partir de :
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