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El Divorcio. Tendencias, causas y consecuencias

Data · October 2015

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3 authors, including:

Manuel Ribeiro Sandra Elizabet Mancinas Espinoza


Autonomous University of Nuevo León Autonomous University of Nuevo León
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Estudio sobre el Divorcio realizado en el área metropolitana de Monterrey, Nuevo León como tesis de doctorado en Trabajo Social con orientación en Políticas
comparadas de bienestar social View project

Reproducción Humana Asistida y Familia View project

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El divorcio : procesos , causas y consecuencias

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El divorcio:
procesos, causas
y consecuencias

Manuel Ribeiro, René Landero, Thierry Blöss


(coordinadores)

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Diseño y producción editorial

Dirección del proyecto


Carlos Herver Díaz
Saúl García Escamilla

Producción: Laura Mijares Castellá


Portada:
Formación: Aarón González Cabrera
Corrección de estilo: Adriana Guerrero Tinoco

El divorcio: procesos, causas y consecuencias


© Manuel Ribeiro, René Landero, Thierry Blöss (coordinadores)

1ra. edición
©2012, Fernando de Haro y Omar Fuentes

ISBN: 978-607-437-176-5

CLAVE EDITORIAL
Paseo de Tamarindos #400 B, suite 102,
Col. Bosques de las Lomas, C.P. 05120, México, D.F.,
Tel: 52(55) 5258 0279/80/81, Fax: 52(55) 5258 2556
ame@ameditores.com www.ameditores.com
sgarcia@ameditores.com

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, archivada o transmitida en forma
alguna o mediante algún sistema, ya sea electrónico, mecánico o de fotorreproducción,
sin la previa autorización de los editores.

Impreso en México.

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Contenido

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Thierry Blöss, René Landero, Manuel Ribeiro

Tendencias sociodemográficas
del divorcio en Nuevo León . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Manuel Ribeiro Ferreira

Matrimonio, separación, divorcio, monoparentalidad . . . . 37


René Landero Hernández y Mónica T. González Ramírez

Los efectos del divorcio en las mujeres


a partir de su nivel de autonomía . . . . . . . . . . . . . . 59
Blanca M. Tamez Valdez, Manuel Ribeiro Ferreira
y Sandra E. Mancinas Espinoza

Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio . . . . . . . 99


José Moral de la Rubia

Divorcio y dinero: relaciones


de poder sustentadas en el tener . . . . . . . . . . . . . . 147
Gabriela Zamora Carmona, Sandra E. Mancinas Espinoza
y Manuel Ribeiro Ferreira

Depresión y terapia de pareja ante el divorcio . . . . . . . 189


Benito Estrada Aranda

Las fuentes de apoyo social


en hombres y mujeres divorciados . . . . . . . . . . . . . 217
Rogelio Rodríguez Hernández y Manuel Ribeiro Ferreira

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La institución del matrimonio y del divorcio:
perspectivas de las mutaciones familiares
contemporáneas, a la luz del caso francés . . . . . . . . . 249
Thierry Blöss e Isabelle Blöss-Widmer

Acerca de los autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281

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Presentación
Thierry Blöss, René Landero, Manuel Ribeiro

E l presente libro constituye el resultado de un trabajo de equipo que fue reali-


zado durante poco más de dos años y financiado por el Promep (Programa de
Mejoramiento del Profesorado) de la Secretaría de Educación Pública de la Repú-
blica mexicana.
A principios del año 2009 se creó, a instancias del Promep, la Red de Investiga-
ción sobre Familia y Divorcio, la cual está formada por tres cuerpos académicos: el
Cuerpo Académico Políticas Sociales, de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo
Humano de la Universidad Autónoma de Nuevo León; el Cuerpo Académico Psi-
cología Social, de la Facultad de Psicología de la misma Universidad, y el Cuerpo
Académico Lest-Aix en Provence, formado por investigadores del Departamento
de Sociología de la Universidad de Provence Aix-Marseille I y del Laboratorio de
Estudios sobre Sociología del Trabajo (lest) de Francia.
Cada uno de los Cuerpos Académicos aglutinaba a profesores investigadores
de las diversas instituciones participantes, así como a algunos estudiantes de pos-
grado. Por el Cuerpo Académico “Políticas Sociales” participaron Manuel Ribeiro
y Sandra E. Mancinas, así como tres estudiantes de doctorado que realizaron sus
tesis a partir de los proyectos derivados de la propia Red: Rogelio Rodríguez, Blanca
Mirthala Tamez y Gabriela Zamora.1 Por parte del Cuerpo Académico “Psicolo-
gía Social” participaron René Landero, Mónica T. González, Benito Estrada y José
Moral. Por último, por parte del grupo de Francia participaron Thierry Blöss, Isa-
belle Blöss-Widmer y la estudiante de maestría Amandine Auzias.
El objetivo general de la Red consistía en conocer, bajo una perspectiva de
género, cómo el divorcio afecta las condiciones de vida actuales de hombres y muje-
res, tanto en lo económico como en lo familiar, en lo emocional y en lo social, así
como las posibilidades de contraer segundas nupcias. De este propósito general se

1
Los tres autores obtuvieron el grado de doctor antes de la publicación de la presente
obra.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

desprendían otros, más específicos, que se reflejan en cada uno de los textos que com-
ponen esta obra.
La idea original era hacer un único proyecto de investigación en el que se involucra-
ran todos los participantes. No obstante, debido a la complejidad y diversidad del tema,
surgieron tantas preguntas de investigación que se hacía casi imposible incluirlas todas
en una sola investigación. A partir de diversas reuniones en las que participaron tanto los
investigadores de México como los de Francia, se decidió hacer varios proyectos, enla-
zados entre sí y que abordaran aspectos diversos sobre el divorcio en Nuevo León, tanto
desde una aproximación cuantitativa como desde otra cualitativa. Surgieron así cinco
subproyectos:
Uno de ellos, bajo la dirección de Manuel Ribeiro, siguió un diseño de tipo transver-
sal, cuantitativo y correlacional, con una muestra no probabilística, a través del cual se
aplicaron un total de 779 cédulas de entrevista estructurada a hombres y mujeres divor-
ciados en los 10 municipios del área metropolitana de Monterrey.
Otro estudio, también transversal, cuantitativo y correlacional, que se realizó bajo
la dirección de René Landero, incluyó una muestra no probabilística de 380 personas
divorciadas de ambos sexos del área metropolitana de Monterrey.
Un estudio cualitativo, bajo la dirección de Gabriela Zamora, en el que se aplicaron
entrevistas a profundidad a 18 mujeres y 15 hombres que habitan en el área metropoli-
tana de Monterrey.
Un estudio cuantitativo, con una muestra por conveniencia no probabilística de 264
personas de ambos sexos, tanto divorciadas como en proceso de divorcio, dirigido por
Rogelio Rodríguez.
Un estudio cuantitativo, basado en una muestra incidental (no probabilística) de 100
parejas casadas (100 hombres y 100 mujeres) de la ciudad de Monterrey y dirigido por
José Moral.
A partir de los resultados de dichos proyectos y de los diversos temas que surgieron
en torno al fenómeno del divorcio, se realizaron dos reuniones finales: la primera de ellas
en la ciudad de Monterrey en enero del año 2011 y la segunda en la ciudad de Aix en
Provence, Francia, durante el mes de abril del mismo año. En dichas reuniones se pre-
sentaron los resultados de los diversos proyectos y los primeros borradores de los tex-
tos de cada uno de los autores. A partir de una dinámica grupal, los integrantes de la red
hicieron las observaciones que consideraron pertinentes para cada uno de los textos, los
cuales, una vez corregidos, se presentan aquí.
De tal suerte, en el primer capítulo Manuel Ribeiro explora las tendencias sociode-
mográficas que ha seguido el divorcio en Nuevo León en las últimas décadas y hace una
revisión de algunas de las explicaciones que se han originado para comprender dicho
fenómeno. Asimismo, y tomando los datos de la Encuesta sobre el divorcio en Monterrey
que él mismo coordinó durante 2010 como parte de este proyecto, describe cuáles son

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| Presentación |

los motivos de conflicto y los detonantes del divorcio entre hombres y mujeres en el área
metropolitana de Monterrey.
René Landero y Mónica T. González discuten el proceso de divorcio y sus posibles eta-
pas, que inician desde el matrimonio por un mal ajuste de la pareja u otros factores, mani-
festándose en conflictos, desacuerdos y problemas de comunicación, entre otros, y que
llevan por un camino de insatisfacción a la relación diádica, hasta iniciar una “separación”
emocional y “vidas aparte”; es decir, se produce el proceso de desconyugalización. Anali-
zan la monoparentalidad y las familias reconstituidas, que son en parte producto del pro-
ceso de ruptura conyugal, y clasifican a estas formas familiares que van en aumento en el
país y de las cuales se tiene poca información estadística. Por último, describen las carac-
terísticas de una investigación que incluyó una muestra de 380 personas divorciadas de
ambos sexos del área metropolitana de Monterrey, y analizan los motivos de conflicto que
subyacen al divorcio de acuerdo con el sexo de las personas de la muestra estudiada.
Por su parte, Blanca Mirthala Tamez, Manuel Ribeiro y Sandra E. Mancinas se enfo-
can en la presentación y discusión de los resultados obtenidos en la encuesta de 2010
sobre el divorcio en Monterrey en torno a la relación encontrada entre los efectos enfren-
tados por las mujeres luego de su divorcio y el nivel de autonomía que ellas muestran en
dos momentos: antes y después del proceso. Asimismo, los autores revisan la relación
observada entre el nivel de autonomía que estas mujeres perciben haber tenido durante
su matrimonio y después de él y el nivel de bienestar que presentaban en el mismo
periodo. Como base para esta revisión y análisis de los datos, exponen una breve discu-
sión en torno a la autonomía femenina, tanto en lo que concierne a su definición y los
indicadores que han sido elegidos para medirla, como también en cuanto al papel que
ésta desempeña en el creciente fenómeno social del divorcio. El análisis de la eviden-
cia es realizado desde la perspectiva de género y tomando elementos de la teoría de la
estructuración y praxis social de Giddens.
En su texto, José Moral de la Rubia refiere un estudio empírico a partir de una mues-
tra incidental de 100 parejas casadas, cuyo objetivo fue estudiar la correlación y potencial
predictivo de un conjunto de variables demográficas, de religión, sexualidad, personalidad
y estados emocionales sobre el ajuste marital, realizando el análisis a nivel de muestra con-
junta y por sexos. El predictor más importante de ajuste diádico encontrado fue el engran-
decimiento marital, el cual parece reflejar un estilo de afrontamiento de las dificultades
maritales con idealización de las cualidades y aminoramiento de defectos y problemas.
Moral encontró que la satisfacción sexual, pero no la frecuencia de relaciones sexuales,
tuvo un efecto positivo en el ajuste diádico, siendo un predictor significativo. También
observó que el estilo alexitímico de distanciamiento y el estilo neurótico de sensibiliza-
ción y queja en el manejo de las emociones —el primero con cierto sesgo masculino y el
segundo con sesgo femenino— fueron predictores negativos del ajuste diádico, aunque
con un peso menor que el engrandecimiento marital. Además, concluyó que la alexitimia

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

potenció un mayor neuroticismo y depresión, tanto en hombres como en muje-


res. La depresión fue un predictor negativo en hombres, pero su efecto fue débil
y confuso en mujeres. Aunque el modelo de predicción por ecuaciones estructu-
rales lineales utilizado por el autor sólo presentó cualidades de ajuste adecuadas,
sin alcanzar a ser buenas, todos los modelos explicaron de la mitad a dos tercios
de la varianza del criterio.
Gabriela Zamora, Sandra E. Mancinas y Manuel Ribeiro, en su capítulo:
“Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener”, parten de un
estudio cualitativo realizado con 18 mujeres y 15 hombres que habitan en el área
metropolitana de Monterrey. Discuten el hecho de que para las parejas que pro-
crearon hijos, la ruptura matrimonial comprende, entre otros aspectos, la custo-
dia de los menores, la asignación de la pensión alimenticia y la administración de
ésta, realidades que son percibidas de forma diferente por cada uno de los ex cón-
yuges. El texto aborda las perspectivas femeninas y masculinas de los significa-
dos del pago de la pensión, explora las diferencias del dinero otorgado y recibido
y las relaciones que se generan en torno al dinero después del divorcio.
Por su parte, Benito Estrada señala en su texto que el ser humano atraviesa,
a lo largo de su vida, por muchos sucesos vitales, eventos que se espera ocurran,
como el paso de la infancia a la adolescencia o la decisión de elegir determinada
vocación. Afirma que algunos de estos sucesos son adaptativos y otros represen-
tan verdaderas crisis que conllevan estados de sufrimiento psicológico. Uno de
estos procesos de crisis es el de la separación en una relación humana específica:
el matrimonio. El autor señala que cuando esta separación finalmente tiene su
desenlace con el divorcio vincular, sobrevienen distintas reacciones, determina-
das por el curso de la relación que termina, por los años de duración, por los moti-
vos de la separación, entre otros. En algunos casos, una de estas reacciones será la
depresión, la cual afecta más a las mujeres que a los hombres y con más frecuen-
cia durante el primer año posterior al divorcio. Benito Estrada presenta algunas
estadísticas sobre el estado conyugal de la población en Nuevo León, con el obje-
tivo de conocer el estado de la cuestión. Posteriormente revisa algunos estudios
que han aportado información sobre las problemáticas que envuelven al divorcio.
Además, utiliza los datos generados por la investigación sobre divorcio coordi-
nada por René Landero. El tema central que aborda se refiere a si las parejas que se
divorcian buscaron en algún momento ayuda de un profesional de la salud men-
tal, a través de terapia de pareja, para evitar su divorcio. Descubrió que un escaso
número de parejas asistió a terapia de pareja y que la mayoría sí recibió apoyo,
pero por parte de familiares y amigos.
Rogelio Rodríguez y Manuel Ribeiro describen y analizan los resultados de
un estudio que explora algunas de las principales diferencias de género en los
patrones de apoyo informal recibidos por una muestra heterogénea de hombres
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| Presentación |

y mujeres divorciados y en proceso de divorcio en las seis áreas o tipos de apoyo


explorados por la Entrevista de Apoyo Social Arizona (ASSIS, por sus siglas en
inglés). Encuentran que el estrés asociado con el divorcio es moderado o amor-
tiguado por una serie de factores, uno de los cuales es el apoyo social. Señalan
los autores que, sin embargo, para entender a cabalidad la dinámica entre apoyo
social y el bienestar psicosocial en los divorciados se deben comprender los con-
textos interaccionales donde se provee tal ayuda. Un elemento de dichos contextos
es el referente a las fuentes o personas que proveen apoyo al divorciado o divor-
ciada. Por tal motivo, se exploran las características de las fuentes de apoyo social
recibido en hombres y mujeres que han experimentado la disolución de su matri-
monio. Los principales hallazgos obtenidos son que las mujeres tienen más fuen-
tes de apoyo en algunas áreas de apoyo social evaluadas por la ASSIS y esas fuentes
recaen en mayor medida en su familia de origen y en personas de sexo femenino;
en cambio, las fuentes de apoyo social en los hombres divorciados recaen más en
las personas del sexo masculino.
Finalmente, Thierry Blöss e Isabelle Blöss-Widmer nos presentan, casi a
manera de conclusión, una serie de reflexiones sociológicas sobre los significa-
dos del divorcio y sobre las problemáticas que de él derivan en contextos diversos.
Señalan que, como fenómeno social y jurídico, el divorcio se define por normas
y reglas diferentes de una sociedad a otra. En todos los casos, dado que consti-
tuye un momento particular del proceso conyugal, el divorcio nos alecciona sobre
las diversas formas de alianza entre los hombres y las mujeres y sobre las inte-
racciones sexuadas que prevalecen, todo ello teniendo como telón de fondo la
idea de que las parejas nunca se divorciaron tanto como a partir del momento en
que las reglas del matrimonio conocieron una verdadera democratización. Esta
tendencia constituye una de las principales paradojas de la vida de pareja en las
sociedades contemporáneas. Dicho de otra manera, el divorcio nos muestra los
significados sociales del matrimonio, así como las expectativas diferenciales de
hombres y mujeres frente a la vida de pareja, todo ello en un contexto societal
irreductible a toda noción de mundialización de las culturas o de individualiza-
ción de las costumbres.
En tanto que objeto de estudio de las ciencias sociales, la cuestión del divorcio
provoca de igual forma una serie de preguntas distintas de un país a otro. México,
al igual que Francia, no escapa a este culturalismo científico. Thierry Blöss e Isa-
belle Blöss-Widmer, desde este ángulo, analizan tanto las especificidades como los
límites de las encuestas nacionales sobre el divorcio, recalcando el interés particu-
lar de las variables sociológicas para comprender mejor dicho fenómeno.

Monterrey, Nuevo León, junio de 2011


Thierry Blöss, René Landero, Manuel Ribeiro
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Tendencias sociodemográficas
del divorcio en Nuevo León
Manuel Ribeiro Ferreira

Introducción

C uando se estudia el vasto mundo de las relaciones familiares, pocos temas


parecen ser tan controvertidos como el que se refiere al divorcio. Esta cons-
tatación se debe, en principio, al hecho de que a medida que las sociedades han
ido evolucionando, han predominado las doctrinas familísticas sobre las anti-
familísticas. Si bien las corrientes “detractoras” de la familia no son demasiado
recientes, lo cierto es que han sido marginales en comparación con aquellas que
conciben al matrimonio y a la familia como unas de las instituciones más impor-
tantes para el desarrollo del hombre y de la civilización.
En la actualidad, y en países que, como el nuestro, mantienen aún muchos de
los valores tradicionales asociados con la familia y el matrimonio, puede perci-
birse con claridad una gran preocupación por los problemas que aquejan a estas
instituciones. Ya en la década de los cincuenta, cuando el fenómeno del divor-
cio empezó a dar muestras de un crecimiento desmesurado en algunos países de
Occidente, los analistas sociales denotaban una seria preocupación por este tema;
así, en 1955, los 18 expertos entrevistados por Ogburn y Ninkoff sobre los pro-
blemas sociales de la época, sólo estaban de acuerdo en un punto: que el asunto
del divorcio constituía uno de los problemas principales de la familia estadouni-
dense (König, 1981).
En este sentido, el divorcio es percibido con frecuencia como un elemento
negativo que atenta contra la institución de la familia y el matrimonio. Ello resulta
de que la sociedad moderna evalúa a la familia por la contribución que aporta a la
vida social, especialmente a través de la socialización y del control social. De ahí
se deriva el principio de que los matrimonios deberán ser preservados (Broom y

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Selznick, 1971: 511). De hecho, en las sociedades occidentales, la idea del matri-
monio “para toda la vida” ha existido y continúa existiendo. Dicha idea está fun-
damentada tanto en creencias religiosas como en la tradición (Trost, 1986).
De tal suerte, la familia conyugal no es sólo la forma predominante de agru-
pación familiar en las sociedades occidentales contemporáneas, constituye en sí
misma un ideal en cuanto se plantea como monogamia perpetua y en cuanto se
fundamenta en la díada esposo-esposa para completarse con la tríada padre-ma-
dre-hijos. En consecuencia, la ruptura legal del vínculo que soporta la estructura
familiar (la unión conyugal), es vista como un atentado contra la estabilidad de la
institución familiar misma, por lo que los sectores más tradicionales de la pobla-
ción prevén que el aumento del índice de disolución conyugal provocará un acer-
camiento hacia la promiscuidad generalizada.1 No obstante, la fragilidad de los
matrimonios individuales no debe confundirse con el debilitamiento de la institu-
ción matrimonial, aun cuando sí pueda entenderse como resultado de cambios en
su naturaleza. La continua institucionalización del matrimonio se ve atestiguada
por la elevada tasa de reiteración del mismo entre las personas divorciadas, por
lo que puede concluirse que lo que se cuestiona es el matrimonio de cada pareja,
y no la institución misma del matrimonio. En resumen, el hecho de que un buen
número de divorciados vuelva a casarse puede interpretarse como un deseo de
enmendar el error cometido.
De hecho, aunque la gran mayoría de las sociedades reconocen el divorcio, no
hay sociedad que lo apruebe en principio. El matrimonio ideal, en cualquier parte,
es aquel en que sus miembros permanecen unidos durante toda la vida. Difiere
primordialmente de las relaciones sexuales no maritales por este factor de recono-
cimiento social y por la mayor duración de tiempo que supone tal reconocimiento
(Linton, 1959). De tal suerte, cualesquiera que sean los requisitos que las diversas
sociedades establezcan para considerar como legítima la unión conyugal, siempre
es posible observar que uno de sus fundamentos es la perdurabilidad del vínculo.
Aunque esto no quiere decir que se excluya la posibilidad de extinción del matri-
monio por medio del divorcio, traduce la tendencia hacia la estabilidad del mismo
y hacia la permanencia de la estructura familiar de la que es origen. Así pues, la
mayoría de las parejas no se casa pensando en que poco después van a divorciarse;

1
Sin embargo, es preciso señalar que el divorcio no sólo no amenaza al matrimonio, sino
que su existencia confirma de alguna manera la importancia que éste tiene para las perso-
nas y para los grupos sociales. La institución del divorcio implica el reconocimiento de que
la afinidad y la dicha son aspectos esenciales en las relaciones del matrimonio. Constituye
una expresión de los valores básicos del matrimonio, tanto como puede serlo la institución
misma. El divorcio es un procedimiento por el cual los individuos que no han podido encon-
trar tales valores en una unión, quedan libres para buscarlos en otra (Linton, 1959: 180).

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| Tendencias sociodemográficas del divorcio en Nuevo León |

la boda se concibe —por ellos mismos y por la sociedad— como un compromiso


de unión para toda la vida, hasta que la muerte los separe.
Por tanto, el divorcio es considerado como el último recurso, al que sólo se acude
cuando las relaciones se vuelven intolerables. Decía Linton (1959: 181) que todas las
sociedades se cuidan más de salvaguardar las relaciones del matrimonio y de procu-
rar su continuidad que del divorcio, y que ninguna estimula éste. Esto se debe, entre
otras cosas, a que la ruptura del matrimonio es construida socialmente como un
evento negativo en la vida de los individuos que lo experimentan (Davis y Greens-
tein, 2004). Dicha ruptura afecta no sólo a la pareja, sino también a los hijos (si los
hay) y a otras personas cercanas, como abuelos, tíos, amigos, entre otros.
En consecuencia, existen mecanismos para proteger al matrimonio, los cuales
son variados y pueden incluir sanciones sociales, legales, religiosas o económicas.
En las sociedades más sencillas y en las comunidades pequeñas en donde prevale-
cen las relaciones primarias (cara a cara), la simple desaprobación social constituye
un elemento de control muy importante. El temor a la desaprobación de los demás,
al “qué dirán”, proporciona en estos casos resultados efectivos, ya que cuando un
matrimonio se rompe, todos los miembros de la comunidad conocen las circuns-
tancias e inculpan y señalan al responsable. Es por esta razón que las sociedades
más grandes y urbanizadas presentan —en general— mayores índices de disolu-
ciones, pues en las grandes áreas urbanas los matrimonios individuales pasan desa-
percibidos y la presión social se reduce en gran medida. A esta explicación se debe
añadir que el fenómeno urbano implica un cambio en los valores de los habitan-
tes, abriendo espacios para el pensamiento más universalista y menos arraigado a
la tradición.

Incremento de las tasas de divorcio

El divorcio en Nuevo León no constituye un fenómeno reciente. En el siglo xix el


fenómeno existía en el estado, aunque no disolvía el vínculo conyugal (cfr. Calde-
roni, 2008). No fue sino hasta el año 1917 cuando surgió el divorcio vincular. Sin
embargo, durante los primeros años, la cantidad de divorcios que se producían era
mínima, aunque desde poco antes de la mitad del siglo xx comenzó a notarse una
tendencia de incremento que se continúa y se acentúa hasta la época actual.
Las estadísticas oficiales en México muestran una relación de 3.2 divorcios por
cada 100 matrimonios registrados en 1970, pasando a 6.5 en 1998 (inegi, 2000) y
a 7.4 en 2000 (inegi, 2006); en 2005 presentan un nuevo aumento, al mostrar una
relación de 11.8 divorcios por cada 100 matrimonios (inegi, 2007), y en 2008 se
incrementan a 13.9 (inegi, 2008a). Los datos muestran que, en el país, la relación
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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

existente entre el número de divorcios registrados por cada 100 matrimonios prác-
ticamente se ha cuadruplicado en el curso de las cuatro últimas décadas.
En el caso de Nuevo León, el crecimiento de las cifras de divorcio es mucho
más acentuado. En dicho estado se observa que entre los años 1994 y 1999 la rela-
ción de divorcios por cada 100 matrimonios registrados se mantuvo alrededor de
6.2 (inegi, 2001); sin embargo, para el año 2002, esta cifra casi se duplica, al lle-
gar a una relación de 11.5 divorcios por cada 100 matrimonios; en 2005 alcanzó
una relación de 15.2 divorcios por cada 100 matrimonios (inegi, 2005); en 2007
llegó a 21.0 (inegi, 2008a)2 y en 2009 fue de 28.8 (inegi, 2008a). Los datos seña-
lados nos indican cómo el fenómeno social del divorcio se ha incrementado en la
entidad en mayor medida que el promedio nacional, ya que la relación de divor-
cios por 100 matrimonios se multiplicó cuatro veces y media en tan sólo 10 años.
En 2009 la relación entre divorcios y matrimonios de Nuevo León casi duplica a la
que se observa en el conjunto del país (véase gráfica 1).

Gráfica 1. Relación de divorcios por cada


100 matrimonios en México y en Nuevo León, 1999-2009
Fuente: elaboración propia con base en datos del inegi (2008a).

Debemos ser cuidadosos, sin embargo, pues la comparación con las cifras de
nuevos matrimonios puede ser engañosa y hacer aparecer el fenómeno del divor-
cio con magnitudes superiores a las que en realidad puede tener.

En la ciudad de Monterrey, esta cifra llegó a 50.9 divorcios por cada 100 matrimonios
2

en 2007 (inegi, 2008b). Sin embargo, la cifra es engañosa porque muchos de los procedi-
mientos de divorcio de personas de otros municipios se llevan a cabo en esta ciudad, que
concentra a la mayoría de los juzgados de asuntos familiares.

18

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| Tendencias sociodemográficas del divorcio en Nuevo León |

El hecho es que en las sociedades industrializadas, las cifras de matrimonios


legales han enfrentado una reducción significativa, al dejar lugar a uniones no
sancionadas por el derecho. En países como Francia, Alemania, Estados Unidos o
Canadá (por no citar más que unos cuantos), multitud de jóvenes parejas prefie-
ren unirse de manera consensual, creando vínculos que pueden ser rotos con faci-
lidad si la relación conyugal no funciona. Esto mismo está empezando a suceder
en Nuevo León, donde se observa una reducción en las tasas brutas de nupciali-
dad. Tenemos, así, una sub-estimación de uniones que hace posible que la razón
divorcio/matrimonio aparezca con una magnitud superior a la verdadera.3
Resulta entonces que el incremento real de los divorcios, aunque muy impor-
tante, es un poco menor de lo que aparenta en la gráfica 1, ya que al establecer una
relación entre los matrimonios y los divorcios, tales datos reflejan no únicamente
el aumento en el número de divorcios, sino también la declinación en el número
de matrimonios (véase gráfica 2).

Gráfica 2. Tasas brutas de nupcialidad* en Nuevo León, 1940-2005


* Número de matrimonios registrados por cada mil habitantes.
Fuente: elaboración propia con base en datos del inegi (2008b).

En la gráfica 3 se puede observar la evolución de los divorcios y matrimonios


en números absolutos y permite apreciar la clara declinación de la nupcialidad y
el aumento de los divorcios. El hecho es que entre los años 2000 y 2008, el monto
de matrimonios se ha reducido 17%, mientras que los divorcios se han incremen-
tado 163% (inegi, 2011a).

3
En Nuevo León, según el Censo 2010, 8.9% de la población de 12 años y más vive en
unión libre (inegi, 2011b).

19

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

40,000

35,000

30,000

25,000

20,000

15,000

10,000

5,000

0
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008

Divorcios Matrimonios

Gráfica 3. Evolución de los matrimonios y divorcios en Nuevo León, 1999-2008


Fuente: elaboración propia con base en datos del inegi (2008a).

Dado que el crecimiento de un fenómeno como el divorcio en números abso-


lutos no significa mucho si no se le compara con la evolución demográfica (el cre-
cimiento de la población), algunos prefieren utilizar las tasas de divorcialidad, es
decir, las que refieren al número de divorcios registrados en un año por cada 1 000
habitantes (véase gráfica 4).

1.8
1.6
1.6

1.4

1.2

1
0.8 1.0
0.8

0.6 0.7
0.4
0.4
0.2
0.2 0.1 0.3 0.3

0
1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2005 2010

Gráfica 4. Evolución de las tasas de divorcialidad* en Nuevo León, 1940-2005


* Número de divorcios registrados por cada 1 000 habitantes.
Fuente: elaboración propia con base en datos del inegi (2008a).

No obstante, dicha medida también es imperfecta en la medida en que se ve


afectada por la estructura de edades de la población, así como por la proporción

20

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| Tendencias sociodemográficas del divorcio en Nuevo León |

de personas casadas (cfr. Amato, 2010). Es por ello que hay quienes sugieren que
es mejor utilizar una tasa más refinada, como sería utilizar el número de divorcios
registrados por cada 1 000 mujeres casadas (Amato, 2010).
En la gráfica 5 se nota mejor la tendencia ascendente y casi continua del fenó-
meno del divorcio; no obstante, cabe señalar que la correlación entre la tasa bruta
de divorcialidad y la tasa refinada es de 0.927, significativa a 0.001, lo que indica,
al fin de cuentas, que ambas son igualmente útiles para describir la evolución de
la divorcialidad.
Es curioso observar que mientras que las tasas de divorcio en México, y par-
ticularmente en Nuevo León, se están incrementando, en países como Esta-
dos Unidos están declinando. La tasa de divorcialidad en dicho país creció de
manera constante hasta 1980 y luego empezó a declinar. Así, el número de divor-
cios por cada 1 000 habitantes pasó de 2.2 en 1960 a 5.2 en 1980 (un incremento
de 136% en sólo 20 años), para luego bajar hasta 3.6 en 2006 (Amato, 2010). La
explicación de esta disminución tiene que ver, según Amato, con el incremento
de la edad al momento del primer matrimonio y con un incremento en los nive-
les de escolaridad.

10
8.68
9

5 4.38
4

3 2.17 3.55

2 1.46 2.7
0.85
1 1.58

0
1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010

Gráfica 5. Tasa refinada de divorcialidad* en Nuevo León, 1940-2000


* Número de divorcios por cada 1 000 mujeres casadas.
Fuente: elaboración propia con base en datos del inegi (2008a, 2010, 2011b).

Factores que influyen en el incremento de los divorcios

Aunque en principio el matrimonio constituye un esfuerzo conjunto de dos indi-


viduos, la institución del matrimonio es, en sí misma, una construcción social

21

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

que resulta de la intersección de coacciones estructurales e interaccionales. De tal


suerte, el divorcio puede ser explicado tanto por factores individuales como por
factores estructurales.
Entre los factores estructurales (demográficos y económicos) que han sido
citados como de riesgo para producir el divorcio en Estados Unidos de Amé-
rica, se encuentran: casarse siendo adolescente; ser pobre; estar desempleado;
tener un bajo nivel de escolaridad; vivir con su futura pareja o con otro compa-
ñero sexual antes del matrimonio; tener hijos antes del matrimonio; tener hijos
de uniones previas; casarse con alguien de diferente raza; ser el segundo o pos-
terior matrimonio; vivir en un hogar en donde alguno de los padres estuvo pre-
viamente divorciado (Amato, 2010). También se ha mencionado en reiteradas
ocasiones la participación de las mujeres en los mercados de empleos4 (Heaton,
2002; Teachman, 2010).
Por otro lado, entre los predictores individuales (interpersonales) se encuen-
tran: la violencia doméstica, la presencia de conflictos frecuentes, la infidelidad,
un bajo compromiso en el matrimonio, bajos niveles de amor y de confianza entre
los esposos (Amato, 2010).
No obstante, es preciso reconocer que al parecer existen importantes diferen-
cias entre algunas de las variables que aparecen en Estados Unidos como factores
asociados con el riesgo de divorcio y las que se observan en México. Así, por ejem-
plo, es curioso notar que mientras que en Estados Unidos la baja educación cons-
tituye un factor importante asociado con el riesgo de divorcio, en el caso de Nuevo
León parece ser lo contrario, pues el promedio de años de escolaridad de las per-
sonas divorciadas es sustancialmente mayor al de la población abierta, según los
datos obtenidos en la encuesta de 2010 sobre el divorcio en Monterrey (Ribeiro,
2010). Así, mientras que el promedio de escolaridad de las personas casadas es de
9.3 años (EdifamNL, 2010), el de las divorciadas es de 14.5 años (Ribeiro, 2010).
Del mismo modo, mientras que en Estados Unidos la edad al momento de
contraer matrimonio ha sido la variable más consistente que ha sido conside-
rada como el mejor predictor de la inestabilidad de las parejas5 (Davis y Greens-
tein, 2004), en el caso de Nuevo León no parece ser así. Si comparamos la edad
del matrimonio de las personas que respondieron a la Encuesta sobre Divorcio
en Nuevo León en 2010, con las que respondieron la EdifamNL de 2010 (que
incluyó una muestra representativa de 2 774 hogares del estado de Nuevo León),
encontramos que las parejas de la población abierta se casaron en promedio a

4
Aunque las variables mencionadas contribuyen a predecir el divorcio, no podemos
decir que sean causas del mismo.
5
Tienen mayor tendencia a divorciarse quienes se casan jóvenes.

22

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| Tendencias sociodemográficas del divorcio en Nuevo León |

menor edad que las de la población divorciada. Así, la edad promedio a la unión
en la EdifamNL fue de 23.3 años para los hombres y 20.8 para las mujeres, mien-
tras que en la encuesta sobre divorcio fueron 24.9 y 22.7 años, respectivamente
(Ribeiro, 2010).
Las gráficas 6 y 7 muestran la distribución por grupos quinquenales y en ella
se ve con claridad que los divorciados se casan a mayor edad que el conjunto de
la población.

45
40..2
40 36.0
8
34.8
35

30
25.3
25
20.0
20

15 12.9
9.9
9
10 6.4 6.1
5 2.5
2 2.8
0.8 1.6 0.7
0
Menos de
d 15 a 19 20 a 24 25 a 29 30 a 34 335 a 39 40 y más
15

Hom
mbres Mu
ujeres

Gráfica 6. Edad durante la primera unión, Nuevo León, 2010


Fuente: EdifamNL (2010).

60
52.7
7

50
41.6
37.6
40

30
20
0.1 19.7
20
11.2
8.1
10 5.3
0.9 1.6 0.7 0 0.7
0
0
Menos de
d 15 a 19 20 a 24 25 a 29 30 a 34 335 a 39 40 y más
15

Hom
mbres Mu
ujeres

Gráfica 7. Edad durante la primera unión de las personas divorciadas, Monterrey, 2010
Fuente: Encuesta sobre el divorcio en Monterrey (Ribeiro, 2010).

23

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Factores estructurales que inciden en el divorcio

Uno de los factores que han sido mencionados con insistencia en la literatura sobre
el divorcio tiene que ver con la incorporación de las mujeres al mercado labo-
ral. Dice Teachman (2010) que, desde un punto de vista empírico, el incremento
simultáneo de las tasas de divorcio y de participación femenina en el mercado de
trabajo durante los últimos sesenta años han generado interés en la relación entre
ambas variables. Por su parte, Heaton (2002) señala que las explicaciones para el
incremento de los divorcios se enfocan en varios factores, entre los que sobresale
la mayor independencia económica de las mujeres, así como el creciente indivi-
dualismo y el debilitamiento de los vínculos familiares.
En Estados Unidos, diversas investigaciones han encontrado que existe una rela-
ción positiva entre el riesgo de divorciarse y el hecho de que la mujer gane más que
el esposo o que genere una importante proporción del ingreso de la pareja (Teach-
man, 2010); está observación también es señalada por Amato (2010). Asimismo,
se ha encontrado que existe mayor riesgo de divorcio en las parejas en donde la
mujer trabaja más semanas fuera del hogar (Teachman, 2010). No obstante, algu-
nas investigaciones no llegan a las mismas conclusiones. Según Amato (2010), los
académicos de Estados Unidos tendían a asumir que el empleo y el ingreso feme-
ninos constituían factores de riesgo que favorecían el divorcio. Pero el mismo autor
señala que las más recientes investigaciones muestran ciertas inconsistencias res-
pecto de esta relación, ya que, señala, el ingreso y el empleo de las mujeres pueden
tener tanto efectos positivos como negativos sobre la relación matrimonial.
Así, por una parte, la cantidad de horas que las mujeres dedican al trabajo
parece estar asociada con una mayor percepción de problemas maritales, pero al
mismo tiempo, el mayor ingreso contribuye a mejorar otras dimensiones de la cali-
dad de vida marital, pues contribuye a aliviar los problemas financieros de la pareja
(Amato, Booth, Johnson y Rogers, 2007, en Amato, 2010). Por otro lado, Frisco y
Williams (2003, en Amato, 2010) encontraron que entre mujeres que trabajan, la
percepción de inequidad en la repartición de labores domésticas favorece la dis-
minución de la felicidad marital y la probabilidad de divorcio.
El hecho es que en Nuevo León es muy alta la proporción de mujeres divorciadas
que tenían un empleo durante el matrimonio, lo que aparentemente facilitó la rup-
tura. Esto coincide con lo señalado por diversos autores en cuanto a que el empleo
femenino y el ingreso que éste provee otorgan mayores posibilidades a las muje-
res para dejar un matrimonio infeliz. Éste parece, a nuestro juicio, un aspecto vital,
ya que la estructura familiar predominante en México sigue teniendo visos de un
fuerte patriarcalismo y se caracteriza por relaciones asimétricas entre los cónyuges.

24

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| Tendencias sociodemográficas del divorcio en Nuevo León |

En la encuesta sobre dinámica familiar en Nuevo León, realizada durante 2010


(EdifamNL, 2010), se encontró que la proporción de mujeres casadas entrevis-
tadas que encabezaban un hogar y que tenían una actividad económica era de
tan sólo 26.9%. En el mismo año, en la Encuesta sobre Divorcio en Monterrey, se
encontró que entre las mujeres divorciadas, ocho de cada diez tenían una activi-
dad económica mientras estaban casadas (Ribeiro, 2010).

Tabla 1. Proporción de mujeres casadas y divorciadas


que trabajan (trabajaban) durante su matrimonio, Nuevo León, 2010

Proporción de mujeres con empleo


Mujeres casadas Mujeres divorciadas
Trabajaba antes de casarse 72.1 80.5
Trabajaba durante el matrimonio 26.5 78.8
Trabaja después del divorcio — 82.9
a
EdifamNL (2010).
b
Encuesta sobre el divorcio en Monterrey (Ribeiro, 2010).

Muchos otros argumentos pueden ser utilizados para tratar de explicar el incre-
mento de los divorcios. Uno de ellos, sin duda, alude al proceso de secularización,
ya que, como acabamos de señalar, contribuyó a desacralizar el vínculo matrimo-
nial. Pero al mismo tiempo, las familias no tenían mucha elección: en las familias
campesinas, de artesanos, comerciantes u obreros tradicionales, los individuos no
podían hacer otra cosa; el sometimiento económico determinaba el conjunto de las
estructuras sociales y de la cultura en las sociedades tradicionales (Moreaux, 1981).
Con la desacralización del vínculo matrimonial y familiar se ha favorecido el
desarrollo de una dimensión más humana y menos divina, que hace sentir que la
responsabilidad de la unión conyugal es obra de la voluntad personal y no de la de
Dios. El prototipo unívoco de familia, sancionado con un criterio sacral, desapa-
rece y da lugar a una pluralidad de pautas de conducta. Los conflictos latentes o
reales que existen en el seno familiar salen entonces a la luz, sin la inhibición de lo
sagrado y sin el peso de la sanción divina (Leñero, 1983).
En otro orden de ideas, según Dicks (1970), en la familia tradicional cada
miembro conocía su lugar y su estatus y se ajustaba a ellos. La familia constituía
un mundo estrecho y quizás opresivo, pero emocionalmente seguro, porque no
había elección y, por tanto, no existía la posibilidad de conflicto. De hecho, en
la medida en que cada actor aceptaba e internalizaba su rol (y su consiguiente

25

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

estatus), toda posibilidad de conflicto desaparecía. Es posible que hubiera insatis-


facción por parte de algunos miembros, pero dado que legitimaban su posición
dentro de la estructura familiar, también la aceptaban. Moreaux (1981) señala que
aun cuando las tensiones y las pasiones no faltaban en un medio tan cerrado, las
condiciones propias de la vida cotidiana tendían a absorber estos factores no armó-
nicos: la comunidad de trabajo y de intereses callaba los antagonismos; la intensidad
del trabajo físico dejaba poco tiempo para la introspección, para los intercambios
verbales; la diversidad de relaciones posibles al interior del grupo aligeraba la pesa-
dumbre de cada uno de ellos; la precisión y el automatismo de los roles evitaban la
exasperación de las subjetividades. La familia tradicional estaba marcada por un
carácter de necesidad, en tanto que las familias modernas lo están por la ausencia
de este carácter.
Para Bawin-Legros (1988), las razones de lo que ella llama el desmoronamiento
matrimonial durante la segunda mitad del siglo xx refieren, principalmente, a dos
factores exógenos: uno de ellos alude al hecho de que el confinamiento domés-
tico no pudo resistir a los grandes movimientos de democratización que tocaron
a las sociedades industriales en la mitad del siglo xx. Cada miembro de la familia
buscó sus espacios de libertad y de autonomía bajo la influencia de movimientos
sociales, entre los que el más importante fue, de acuerdo con esta autora, el movi-
miento feminista. El otro factor está ligado a lo que Kellerhals y sus colaboradores
llaman “la tensión entre el nosotros y el yo”, es decir, la confrontación de aspiracio-
nes individualistas y aspiraciones comunitarias de la familia conyugal (Kellerhals,
Perrin, Steiner-Cresson, Voneche y Wirth, 1982). En este sentido, la pareja estable
fue cuestionada con violencia creciente cuando los actores sociales percibieron,
durante los años sesenta, que disponían de suficientes recursos económicos y cul-
turales para ser cotizados al exterior del hogar. Esto se aplica específicamente a las
mujeres, ya que, como señalamos con anterioridad, puede observarse una corre-
lación positiva entre el crecimiento de las tasas de participación económica de las
mujeres y el incremento de las tasas de divorcio (Kitson, Benson y Roach, 1985).
El hecho es que no hay evidencia de que los conflictos de las parejas sean
mayores hoy en día de lo que fueron hace apenas unos años; para decirlo de otro
modo, las parejas no pasaron de la noche a la mañana de una situación en donde
prevalecía la armonía a otra en la que predomina el conflicto. Lo que sucede en
realidad es que más mujeres cuentan en la actualidad con mayores recursos para
alejarse de una vida matrimonial que no satisface sus expectativas. De hecho, la
mayoría de los procesos de divorcio son iniciados por mujeres (inegi, 2006).
Otra causa importante la constituye el debilitamiento de la familia patriar-
cal, debido —en buena medida— al ingreso masivo de las mujeres al mercado de
empleos (lo que disminuyó su dependencia económica del marido), pero también
a la aparición de las nuevas ideologías de género. Moreaux señala:
26

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| Tendencias sociodemográficas del divorcio en Nuevo León |

Anteriormente un marido autoritario era visto como un inconveniente relativa-


mente soportable, porque el hombre era el jefe legítimo de la familia; porque la
existencia estaba “normalmente” hecha de un poco de alegría y mucho de pena
y porque, sobre todo, los dolores terrestres presagiaban felicidades futuras. Estas
“sabidurías”, fundadas o no, aligeraban efectivamente los dolores de las mujeres, en
tanto que las ideologías actuales, acentúan los mismos problemas revelando el des-
potismo congénito del hombre, el derecho a la alegría femenina, etc. En el primer
caso, la ideología contribuía a la docilidad de las mujeres, en el segundo acentúa o
provoca comportamientos de oposición (Moreaux, 1981).

Hace algunos años, diversos sociólogos (cfr. Michel, 1974) consideraban que los
elevados porcentajes de divorcios no constituían un fenómeno episódico que se iría
atenuando,6 sino que eran el resultado de la concepción moderna del matrimonio, el
cual se concibe fundamentalmente como una relación sentimental y erótica. Resul-
tado de ello sería la precariedad de la pareja que se formó sobre esta base.
Decía René König (1981) hace ya varios años, que habría que preguntarse
si la mayor incidencia de divorcios se debe al aumento del fenómeno social de
la quiebra de matrimonios o si más bien se trata de un incremento en el fenó-
meno jurídico de los procesos de divorcio. En otras palabras, habríamos de pre-
guntarnos si en verdad ha aumentado el número de matrimonios fracasados, o
si más bien lo que se ha incrementado es el número de miembros de matrimo-
nios fracasados que se han decidido a legalizar una ruptura ya existente. Para
Harris (1986), las elevadas tasas de divorcio contemporáneas no indican necesa-
riamente una mayor incidencia en la ruptura, sino que, hasta cierto punto, son
atribuibles a una mayor formalización de ésta, aunque agrega que dicha tenden-
cia a formalizar las rupturas no es el único factor para explicar el fenómeno.
Algunos opinan que la mayor probabilidad de divorciarse está en relación directa
con el debilitamiento de los diversos vínculos que unen a las parejas. Trost (1986)
señalaba hace ya tiempo que al principio de una relación el único vínculo que
une a la pareja es emocional (afectivo).7 Sin embargo, con el paso del tiempo, una
pareja empieza a desarrollar otros vínculos: económicos, emocionales y técnicos;
los esposos adquieren préstamos, compran muebles, incluso compran casa; con el
paso del tiempo, estos vínculos se vuelven más y más fuertes. También, a medida
que el tiempo transcurre, la mayoría de las parejas tienen hijos que los vinculan,

6
De hecho, en algunos países desarrollados, como el caso de Estados Unidos, se empieza
a notar una declinación en las tasas de divorcio. Ello no necesariamente significa que los
matrimonios empiezan a ser más sólidos, sino más bien que hay menos matrimonios (y por
ende, menos divorcios), debido sobre todo al incremento en las uniones libres.
7
Excepto en los matrimonios “forzados” (por ejemplo, aquellos que se dan como conse-
cuencia de un embarazo no planeado).

27

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

así como redes de amigos que comparten, por mencionar algo. En opinión de
Trost, en la medida en que existen más vínculos importantes, la posibilidad del
divorcio disminuye; pero en cambio, cuando los vínculos son pocos o se debilitan,
la pareja corre un mayor riesgo de ruptura conyugal.

16

14

12

10

0
0 1 2 3 4 5 6 7 8 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 36 37 42

Gráfica 8. Duración del matrimonio antes del divorcio en Monterrey (en años)
Fuente: Encuesta sobre el divorcio en Monterrey (Ribeiro, 2010).

Es quizás por ello que los matrimonios de corta duración pueden ser termi-
nados con menos coste para los interesados que los matrimonios que llevan más
tiempo, tanto desde el punto de vista económico como en términos psicológi-
cos. Para los matrimonios que llevan más tiempo, los costes son muy grandes y
constituyen en sí mismos una barrera para el divorcio; actúan como elemento de
disuasión (Harris, 1986).
Los datos de la Encuesta sobre el divorcio en Monterrey (Ribeiro, 2010) mues-
tran que, aunque el promedio de duración del matrimonio es de 7.85 años, más
de la mitad de los divorcios se presenta durante los primeros cinco años de matri-
monio (sobre todo durante el primer año) (véase gráfica 8).
Es por tal motivo que las cifras más elevadas de divorcio se presentan en matri-
monios jóvenes.

Factores interpersonales que favorecen el divorcio

Entre los factores interpersonales que favorecen la ruptura del vínculo conyu-
gal están muchos de aquellos que se relacionan con los conflictos que afectan a

28

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| Tendencias sociodemográficas del divorcio en Nuevo León |

las parejas (violencia doméstica, infidelidad, alcoholismo, discusiones continuas,


desgaste de la relación amorosa, entre otros).
Cuando nos referimos a los motivos del conflicto y que subyacen al divorcio,
tenemos tendencia a pensar que, en la mayoría de los casos, existe un sólo motivo
que contribuye a que el matrimonio se disuelva. En los hechos, la mayoría de
los matrimonios que terminan en divorcio experimentan, a lo largo de sus vidas,
una serie de problemas, inconvenientes y situaciones conflictivas que en mayor
o menor medida contribuyen a la ruptura del vínculo conyugal. Ya un estudio
reciente que se realizó en Monterrey, bajo una perspectiva cualitativa, había dado
cuenta de que para todas las personas que habían enfrentado un divorcio había más
de una razón aludida como motivo del mismo (Zamora, 2011). En la Encuesta sobre
el divorcio en Monterrey (Ribeiro, 2010), encontramos que de una lista de 19 posibles
motivos de conflicto, los entrevistados mencionaron en promedio 8.2 motivos que
influyeron para divorciarse (7.6 los hombres y 8.7 las mujeres) (véase gráfica 9).

18

16

14

12

10

0
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17

Hombres Mujeres

Gráfica 9. Número de motivos que influyeron para el divorcio, según sexo (%)
Fuente: Encuesta sobre el divorcio en Monterrey (Ribeiro, 2010).

En la tabla 2 observamos cuáles son los principales motivos de conflicto seña-


lados por los hombres y mujeres entrevistados. En general, los principales conflic-
tos son mencionados tanto por hombres como por mujeres, destacando la falta de
comunicación, la falta de comprensión, las peleas continuas, la incompatibilidad
de caracteres y la irresponsabilidad de la expareja. Es notorio que en el caso de las
mujeres más de la mitad se queja de la infidelidad de su ex pareja y de la violen-
cia que recibían por parte de ésta. También es notorio que poco más de la tercera
parte de las mujeres refiere al alcoholismo de su ex marido como un motivo de
problemas en el matrimonio.

29

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Tabla 2. Principales motivos de conflicto

Hombres Mujeres Total


Falta de comprensión 77.6 75.4 76.3
Falta de comunicación 75.2 79.6 77.8
Incompatibilidad de caracteres 70.2 65.2 67.3
Intromisión de familiares 42.5 37.6 39.7
Vida matrimonial se hizo rutinaria 48.4 54.4 51.9
Falta de amor 70.2 71.6 71.0
Alcoholismo de usted 8.4 1.3 4.2
Alcoholismo de su ex pareja 4.3 35.7 22.8
Problemas de dinero 30.7 46.6 40.1
Irresponsabilidad de la ex pareja 47.0 63.9 56.9
Pareja autoritaria 55.1 47.3 50.5
Infidelidad de usted 15.5 4.2 8.9
Infidelidad de su ex pareja 30.3 54.2 44.3
Violencia de usted 17.4 10.7 13.5
Violencia de su ex pareja 28.3 57.1 45.2
Peleas continuas 74.8 74.6 74.7
Usted se enamoró de otra persona 8.7 5.0 6.6
Su ex pareja se enamoró de otra persona 22.5 39.6 32.5
Problemas de compatibilidad sexual 33.9 43.0 39.2
Fuente: Encuesta sobre el divorcio en Monterrey (Ribeiro, 2010).

Tabla 3. Motivos que influyeron para que se divorciaran

Hombres Mujeres
Alcoholismo de ex pareja 4.3 35.7
Alcoholismo propio 8.4 1.3
Falta de amor 70.2 71.6
Incompatibilidad de caracteres 70.2 65.2
Intervención de familiares 42.5 37.6
Falta de comunicación 75.2 79.6
Falta de comprensión 77.6 75.4
Infidelidad (adulterio de ex pareja) 30.3 54.2
Continúa...

30

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| Tendencias sociodemográficas del divorcio en Nuevo León |

Hombres Mujeres
Infidelidad de encuestado(a) 15.5 4.2
Mal carácter (pareja autoritaria) 55.1 47.3
Violencia del encuestado 17.4 10.7
Violencia de ex pareja 28.3 57.1
Irresponsabilidad de pareja 47.0 63.9
Problemas económicos 30.7 46.6
Discusiones y/o peleas continuas 74.8 74.6
Vida matrimonial rutinaria 48.4 54.4
Usted se enamoró de otra persona 8.7 5.0
Ex pareja se enamoró de otra persona 22.5 39.6
Problemas de compatibilidad sexual 33.9 43.0
Fuente: Encuesta sobre el divorcio en Monterrey (Ribeiro, 2010).

En la misma encuesta se preguntó a los entrevistados cuáles de los motivos de


conflicto que habían señalado influyeron en su decisión de divorciarse. Los resul-
tados se pueden observar en la tabla 3. Destacan aquí, más o menos, los mismos
motivos que fueron señalados con anterioridad como causas de conflicto, aunque
en el caso de los hombres más de la mitad señala el mal carácter de su ex pareja y
54.4% de las mujeres señala que su vida matrimonial se hizo rutinaria.
Finalmente, se les preguntó cuáles de todos estos motivos fue el principal para
tomar la decisión de divorciarse. Para las mujeres, los tres principales fueron la infi-
delidad de su ex pareja (22.8%), la violencia y agresividad de su ex pareja (10.5%)
y el alcoholismo de la pareja (8.3%). Los hombres, en contraste, mencionan la
infidelidad de su pareja (13.1%), la incompatibilidad de caracteres (10%), la falta
de amor (7.2%) y la falta de comprensión (5.0%) (véase tabla 4). Es interesante
ver que hay una similitud con los datos que se encontraron en un estudio sobre
divorcio realizado hace 20 años (Ribeiro y Cepeda, 1991), en el cual los varones
señalaban como principal motivo de divorcio la incompatibilidad de caracteres,
la falta de amor y la falta de comprensión, mientras que las mujeres señalaron el
adulterio, el alcoholismo y la falta de amor como las tres principales causas de su
divorcio. Las diferencias fundamentales observadas en los datos de ambos estu-
dios recaen en que en el caso de la investigación que se publicó en 1991, la violen-
cia y el maltrato aparecían en séptimo lugar.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Tabla 4. Principal motivo de divorcio (detonante)

Hombres Mujeres
Alcoholismo ex pareja 0.6 8.3
Alcoholismo propio 0.9 0.2
Falta de amor 7.2 5.9
Incompatibilidad de caracteres 10.0 4.4
Intervención de familiares 4.7 3.1
Celos 3.7 0.9
Desconfianza 3.7 1.1
Falta de comunicación 7.2 3.7
Falta de comprensión 5.0 1.8
Falta de compromiso y/o desinterés 4.0 1.3
Infidelidad (adulterio de ex pareja) 13.1 22.8
Mal carácter (pareja autoritaria) 3.7 1.5
Violencia y agresividad 0.0 10.5
Irresponsabilidad de pareja 1.6 6.6
Abandono de hogar por pareja 1.6 2.2
Problemas económicos 4.7 3.5
Discusiones y/o peleas continuas 5.9 2.6
Problemas de compatibilidad sexual 2.8 2.8
Otros 19.6 16.8
Total 100.0 100.0
Fuente: Encuesta sobre el divorcio en Monterrey (Ribeiro, 2010).

Conclusiones

Las tasas de divorcio en Nuevo León han estado creciendo desde hace ya varias
décadas. No obstante, es a partir del año 1980 cuando la tendencia al aumento se
hace más evidente, acentuándose a partir del año 2000.
Esta tendencia ha provocado diversas reacciones, muchas de ellas de alarma,
en particular entre los sectores más conservadores de la población, quienes ven en
el alza de las cifras de divorcio una amenaza para las familias y para el bienes-
tar de la sociedad en general. Pero incluso entre los grupos menos conservado-
res que no perciben al divorcio como un “problema social”, no deja de existir

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| Tendencias sociodemográficas del divorcio en Nuevo León |

cierta preocupación, pues dicho fenómeno encierra una compleja problemática


con importantes consecuencias en la vida de quienes lo experimentan y en la de
quienes les rodean.
Al tratar de comprender cuáles son las causas y factores asociados con el incre-
mento del divorcio, notamos que algunos son de carácter más bien estructural,
mientras que otros tienen que ver más con aspectos individuales de interacción
entre los cónyuges.
De tal suerte, entre los factores estructurales podemos mencionar —a título
indicativo y no exhaustivo— algunos, como la incorporación de las mujeres a los
mercados de empleo, el incremento de la escolaridad de la población, la mayor
democratización de la sociedad que tocó también a los individuos al interior de
las familias, el debilitamiento de la estructura patriarcal y el proceso de seculari-
zación, aunque también se pueden citar la tendencia hacia el individualismo, la
edad al momento del matrimonio, la homogamia (religiosa, educativa, de edad y
de origen socio-económico), entre otros.
Así, por ejemplo, el ingreso cada vez mayor de mujeres al sector laboral
ofrece a éstas la posibilidad de tener mayores recursos para ser menos depen-
dientes y poder salirse de una relación de pareja poco satisfactoria. Además, se
observa un incremento importante en la matrícula escolar femenina, en parti-
cular en la educación superior y media superior, lo que parece tener un efecto
importante en el empoderamiento8 de las mujeres y en una tendencia democra-
tizadora de mayor equidad de género; esto lo sugieren las evidencias recabadas
que muestran que la escolaridad media de las mujeres divorciadas es significati-
vamente superior que la del conjunto de mujeres casadas.
Los factores hasta aquí mencionados han contribuido, al mismo tiempo, a
debilitar la estructura patriarcal de la familia y a la aparición de nuevas ideolo-
gías de género que ponen el énfasis en una mayor equidad, resultando de ello que
las expectativas femeninas no necesariamente se ajustan al modelo tradicional de
familia caracterizadas por una autoridad vertical masculina y una casi total abne-
gación y dependencia de las mujeres.
Otro factor estructural importante para explicar el incremento en las tasas de
divorcio es el que alude a una mayor secularización de la población y a la desa-
cralización de la vida familiar. Ello significa un cambio cultural importante en la
concepción que las personas tienen sobre el matrimonio, pero también de la per-
cepción que tienen acerca del manejo de su propio destino. Resulta de ello que
se produce un distanciamiento entre la norma religiosa que prohíbe el divorcio

8
Esta explicación, sin embargo, es hipotética y deberá ser puesta a discusión en estu-
dios futuros sobre este tema.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

y la decisión personal de actuar conforme a su propia conciencia, desprovista ya


de ese carácter sacral y normativo. Así, independientemente de la filiación reli-
giosa, las personas tienen tendencia a actuar más de acuerdo con sus propias
convicciones y no en función de normas impuestas por la tradición.
En cuanto a los aspectos de la interacción, están aquellos que comúnmente se
citan como las causas directas o factores interpersonales asociados con las rup-
turas conyugales. Éstos tienen más que ver con la cotidianidad de la vida de las
parejas y con sus conductas. En general, son aquellos que se asocian con los moti-
vos de conflicto que expresan las parejas. En este trabajo fueron referidos diversos
motivos, tanto de conflicto como de divorcio, con una estrecha correlación entre
ambos. Se observó que en promedio no es una, sino diversas las causas que las
personas asocian con los motivos que dieron origen a su divorcio, y que en gene-
ral, hay ciertas coincidencias entre lo que hombres y mujeres aluden como tales
motivos. No obstante, cuando hacemos referencia al motivo principal (o deto-
nante) que provocó el divorcio, se notan diferencias importantes entre los hom-
bres y las mujeres: mientras que los primeros hacen alusión principalmente a la
infidelidad de su pareja y a la incompatibilidad de caracteres, las segundas hacen
referencia también a la infidelidad del esposo (aunque en una proporción de casi
el doble de lo que refieren los varones), a la violencia y al alcoholismo de su ex
cónyuge. Esto denota la permanencia de ciertos rasgos aún característicos de la
familia patriarcal (aunque debilitada) y a la persistencia de conductas machistas
(que se asocian con el consumo de alcohol, con la infidelidad y con la violencia).

Corolario

Si bien es cierto que el divorcio es un fenómeno que apenas empieza a llamar


la atención en México (y de manera específica en Nuevo León), dado que hasta
hace muy poco tiempo parecía una manifestación un tanto marginal, no menos
cierto es que lo que sabemos de dicho fenómeno es muy poco. Aunque recono-
cemos que el divorcio no es en sí mismo un problema social, sabemos también
que el ideal, tanto individual como colectivo, es que el matrimonio sea perdura-
ble; ello debido a las consecuencias que puede tener en las personas que lo viven
(esposos e hijos) y en aquellas que se ven afectadas de forma indirecta por las
rupturas (abuelos, tíos, amigos). Por tal motivo, es importante conocer a fondo
las causas, consecuencias e implicaciones que tiene el divorcio en la vida de los
individuos, cuestión que invita a que sigamos haciendo preguntas y proporcio-
nando respuestas en torno a este controvertido sujeto.

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| Tendencias sociodemográficas del divorcio en Nuevo León |

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

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Matrimonio, separación,
divorcio, monoparentalidad
René Landero Hernández y Mónica T. González Ramírez

Introducción

L os cambios que ha experimentado la familia, en particular durante las últimas


décadas del siglo xx, han sido, en parte, producto de los acelerados procesos
de urbanización, industrialización y modernización (cfr. Ribeiro, 2009, 2010) y
han provocado que la estabilidad de las parejas se haya visto disminuida y que el
incremento en la cantidad de divorcios no haya cesado durante las últimas déca-
das. De esta manera, en el plano matrimonial se observa una disminución de
la tasa de nupcialidad y una gran inestabilidad de las uniones, consecuencia del
aumento de la tasa de divorcios (Bawin-Legros, 1988).
En tiempos pasados, la satisfacción marital no era un aspecto de vital trascen-
dencia en la vida de las personas; sin embargo, en la actualidad, es la esencia de
la vida familiar, hasta el punto de que se le considera como la principal inversión
afectiva. En otras palabras, se espera que la relación de pareja contribuya al desa-
rrollo personal y constituya la principal fuente de apoyo. Cuando las personas
sienten que este afecto se pierde, se plantean, cada vez con mayor frecuencia, la
ruptura de la relación. En el momento actual, la sociedad mexicana está viviendo
un incremento acelerado de las proporciones de divorcios y rupturas matrimonia-
les, y también dificultades de diversa índole en la familia.
Al divorcio se le ha adjudicado ser la “causa” de la crisis familiar, la inestabi-
lidad o la destrucción del matrimonio, pero en realidad ese no es el problema.
En palabras de Jacques Commaille (en Alberdi, 1981), el divorcio es sólo la parte
visible del gran iceberg que estaría conformado por todos los aspectos de la con-
flictividad matrimonial. Por otro lado, en opinión de Alberdi (1980), la frecuen-
cia del divorcio en la sociedad moderna no puede verse como reflejo de la crisis

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

del matrimonio, sino, por el contrario, como un signo de la gran importancia


que dicha institución ha adquirido. El divorcio aumenta porque la mayoría de
los individuos son más exigentes en sus demandas de satisfacción matrimonial
de lo que eran en las sociedades más tradicionales. En la actualidad, las parejas
se divorcian porque, al dar una importancia enorme al matrimonio en su vida,
no pueden soportar una relación fracasada. Del matrimonio se exige que sea una
fuente de satisfacción y de entendimiento mutuo, y si no lo es, es más probable
que se rompa; esta ruptura, en general, es un proceso que puede iniciarse desde la
relación de pareja.

El proceso de ruptura conyugal

De hecho, la “separación” es, por lo general, anterior a la ausencia o no presencia


del cónyuge en la monoparentalidad por ruptura conyugal, iniciándose en el pro-
ceso de desconyugalización, el cual inicia desde la misma convivencia conyugal,
a través de un distanciamiento paulatino entre la pareja. De acuerdo con Barrón
(2000), al comienzo se va dando un distanciamiento tanto físico como emocional
de la díada conyugal, creando un “espacio aparte”.
En cambio, para Valdés (2004), el proceso de divorcio se inicia con la etapa de
pre-ruptura. Se desencadena como resultado de la presencia de dificultades en los
estilos de enfrentamiento y modos de interacción que asumen los cónyuges en
la realización de actividades cotidianas. Dicho autor identifica dos fases en esta
etapa: distancia emocional, reflejada en la insatisfacción con el vínculo y con las
expectativas asociadas a él, negación de la realidad y surgimiento de sentimientos
de inseguridad, desilusión, tristeza, ira e irritabilidad; y conflicto manifiesto, en el
cual al menos uno de los integrantes de la pareja adquiere conciencia de las causas
reales de los conflictos y de la determinación interpersonal de éstos; puede tener
lugar como resultado la reevaluación de la relación o la definición de su ruptura.
Los miembros de pareja que llevan vidas “aparte” pueden tener razones comu-
nes, tales como intereses o perspectivas de vida diferentes, violencia doméstica o
conflictos de pareja no resueltos, hasta la construcción progresiva de los nuevos
“espacios monoparentales”. Es decir, estamos hablando de trayectorias de vida.
En los últimos años, el escenario acerca del divorcio ha cambiado de manera
radical. Como lo señalan Hunt y Hunt (1977), una parte de las personas de nues-
tra sociedad considera que el matrimonio ya no implica ser “hasta que la muerte
los separe”; para ellos, el divorcio ha dejado de ser una falla o fracaso, y es consi-
derado como la solución a un problema, que facilita a los miembros de la pareja

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| Matrimonio, separación, divorcio, monoparentalidad |

insatisfecha y en conflicto que busquen, por fuera, su salud mental. El divorcio, o


más bien el proceso que lleva al divorcio, implica varios momentos en la vida de
la pareja o del matrimonio.

Posibles etapas del proceso de ruptura conyugal

El divorcio es un proceso complejo que surge porque en una pareja están suce-
diendo al menos cinco momentos diferentes a los que podríamos denominar eta-
pas del proceso de ruptura conyugal. Aunque pueden surgir algunas o todas desde
el primer año de matrimonio, en diferente orden que el que aquí se presenta y
pueden variar en intensidad para cada pareja en el proceso de ruptura, son expe-
riencias que la mayoría de las parejas divorciadas comparte:

1. Matrimonio y no adaptación (o ajuste) a la relación de pareja. Construir


y mantener una relación de pareja es una tarea difícil. Aquí encontramos
problemas de comunicación, elevadas expectativas acerca del matrimonio
diferentes a su realidad, incapacidad para resolver sus conflictos, incluso,
debido a una relación conflictiva y/o basada en el maltrato desde su inicio,
entre otros.
2. Pre-ruptura o proceso de distanciamiento y separación emocional. Es el prin-
cipio de un proceso de hacer cada quién su vida aparte (al menos uno de
ellos es consciente de ello). Los motivos de este distanciamiento pueden ser
numerosos. La pre-ruptura comienza en el proceso de desconyugalización,
el cual se inicia (y tiene su proceso) desde la misma convivencia conyugal,
a través de un distanciamiento paulatino entre la pareja.
3. Separación de hecho y/o toma de decisión de la separación legal o divorcio.
Por lo general se inicia con la decisión de uno de ellos (o de ambos) de
separarse a nivel legal, la cual se ha estado pensando tiempo atrás, si es que
no se presenta antes abandono del hogar por parte de alguno de ellos.
4. Proceso de divorcio. La dificultad y/o conflicto de éste depende del tipo de
divorcio o trámite realizado para legalizar la separación, si hay acuerdos o
no, si hay hijos o no. Sin embargo, todo divorcio implica una pérdida, ya sea
económica, social o emocional, que tiene sus repercusiones.
5. Posdivorcio, adaptación al divorcio e inicio de otra forma de vida. La persona
que se separa debe rehacer su vida, retomar viejas relaciones y, sobre todo,
debe comenzar a percibirse de forma independiente, y no como la pareja de
una determinada persona.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

En el caso de México, entre 1950 y 2002 los divorcios se multiplicaron 7.7


veces, mientras que los matrimonios sólo se multiplicaron tres y media veces, en
tanto que la población total del país creció 3.8 veces. En 2005 se registraron 616 654
matrimonios y 70 184 divorcios; los primeros disminuyeron en casi 49 mil con
respecto a 2001; los segundos presentan una tendencia en aumento, casi 13 mil en
relación con el mismo periodo y más de 23 mil con respecto a 1995 (inegi, 2003,
2005a, 2005b, 2009b). Durante el año 2007, se registraron 595 209 matrimonios.
Respecto a los divorcios, en 2006 se asentaron 72 396 divorcios, y para 2007 la
cifra fue de 77 255. En 2008 la relación divorcios/matrimonios a nivel nacional
por cada 100 matrimonios fue de 13.9 divorcios, mientras que en el año 2000 la
relación fue de 7.4 y en 1970 de 3.2 (inegi, 2001a, 2001b, 2005b, 2010a). La edad
promedio al momento de contraer matrimonio en 2008 fue de 28.4 años entre los
hombres y 25.5 para las mujeres; en Nuevo León fue 27 y 24.7 años, respectiva-
mente (inegi, 2010a).
De acuerdo con la información de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo
2009 (inegi, 2009a), para el segundo trimestre de ese año, en el país la población
de 12 años o más asciende a 78.1 millones, de los cuales 37.1 millones son hombres
y 41 millones mujeres. De las personas de esa edad, 38 de cada 100 son solteras; 53
viven en pareja —casadas o en unión libre— y nueve están separadas, divorciadas
o viudas. Entre la población unida predominan los casados (81.7%); no obstante,
quienes viven en unión libre constituyen una proporción significativa (18.3%). De
las personas desunidas, 54.4% son viudas, 33.3% separadas y 12.3% divorciadas; de
cada cuatro personas viudas, separadas o divorciadas, tres son mujeres (75%).
Gran parte de la población divorciada es adulta o de edad mayor y se compone
en su mayoría por mujeres (69.5%); esto significa que las mujeres permanecen
más tiempo en este estado civil y que los hombres vuelven a contraer matrimo-
nio con mayor facilidad; asimismo, la mayoría ha concluido su instrucción esco-
lar básica. Por lo anterior, las personas divorciadas cuentan con mejores niveles
de escolaridad que la población general del país. La proporción de divorciados se
incrementa a medida que su nivel de instrucción es más alto, de hecho 43.5% de
los divorciados tiene estudios mayores al nivel básico (inegi, 2003) (tablas 1 y 2).
En cuanto a la educación, su influencia más importante respecto del divorcio
es la que ejerce mediante el cambio de los estilos de vida y formas de convivencia,
de modo que los niveles de educación más altos van a coincidir con el retraso de la
edad de emancipación y matrimonio; también tienen una potencial mayor capa-
cidad de independencia económica individual, lo que facilita la decisión de disol-
ver un matrimonio. De ahí que los niveles de instrucción más altos vayan unidos
a tasas más elevadas de separaciones y divorcios.

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| Matrimonio, separación, divorcio, monoparentalidad |

Tabla 1. Población de 12 años y más por sexo


y estado conyugal en México, 1990-2000*

Mujeres Hombres
Estado civil
1990 2000 1990 2000
Divorciada(o) 296 214 477 904 110 563 209 540
Separada(o) 517 302 1 330 860 162 515 468 175
Fuente: elaboración propia con base en datos del inegi (1990, 2000).
1
Proporción de separados(as) y divorciados(as) respecto a la población de 12 años y más.

Tabla 2. Divorcios por sexo y nivel de escolaridad en México, 2003

Total Sin Primaria Secun- Prepa- Superior Otros y no


estudios daria ratoria especifi-
cado*
Hombres 64 228 648 8 744 15 110 11 877 11 941 15 928
Mujeres 64 248 688 9 145 15 469 10 656 10 344 17 946
Fuente: inegi (2005b).
1
En esta columna se incluyeron las personas con carrera técnica (2 148 hombres y 4 261
mujeres), los clasificados en “otra” (433 hombres y 333 mujeres) y no especificado (13 377
hombres y 13 352 mujeres).

Aún así, debemos admitir que el divorcio es una posibilidad más del ciclo evo-
lutivo normal de la vida familiar. Consecuentemente, la familia monoparental y la
reconstitución de parejas con hijos de matrimonios anteriores es en la actualidad,
o será en el futuro, una realidad social (Barbagelata, 2001).

La formación de familias monoparentales

Todas las situaciones anteriores observan nuevos patrones culturales, los cua-
les incrementan la diversidad de los arreglos familiares y sus condiciones. Las
rupturas conyugales tienen, entre sus resultados más visibles, el incremento de
“nuevas” formas de convivencia familiar o de familias (cfr. Arriagada, 1998;
Landero, 2001, 2002, 2005; Landero y González, 2006; Landero, Estrada y Gon-
zález, 2009; Valdés, 2004), originando la formación de familias monoparentales
y su configuración diversa en cuanto a su condición, estructura, composición y

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

desarrollo cotidiano. En el caso del divorcio, estaríamos hablando de una “causa


precipitadora” de monoparentalidad vinculada con la conyugalidad, ya sea por
disolución legal del vínculo o por ruptura de hecho de la pareja (finalización de
la unión libre) que conformaba un hogar, ya sea éste nuclear, extenso o com-
puesto (Landero, 2005; Landero, Estrada y González, 2009).
La discusión en torno a las características, origen y tipología de la monoparen-
talidad contribuyen a su clarificación conceptual y empírica, en tanto que realidad
terminológica y social. Un análisis detallado de las realidades monoparentales,
muestra que la monoparentalidad no es solamente una composición familiar, sino
un conjunto heterogéneo de procesos y circunstancias socio-familiares; son reali-
dades complejas y diversas.
Sin lugar a dudas, como lo señalan Rodríguez y Luengo (2003), la diversidad
es una de las características básicas que definen la naturaleza de la monoparenta-
lidad; diversidad de circunstancias que dan origen a un tipo u otro de monopa-
rentalidad y diversidad en las experiencias, que dentro de una misma situación de
monoparentalidad generará grupos bien diferenciados (Landero, 2005).
Algunos de los elementos que van o pueden caracterizar a las familias mono-
parentales en su proceso de formación, composición y trayectoria son: el género
de la persona que va a encabezar a la “nueva” familia o forma de convivencia,
su condición legal o civil, los motivos o razones de la ruptura o separación del
vínculo (o ausencia de uno de ellos), el tipo de maternidad o paternidad, la
existencia o no de hijos; además, el tipo de hogar en el cual se desarrollará su
vida cotidiana. Éste puede ser uno diferente al anterior o un nuevo hogar, pero
puede ser el mismo, ya sea que en el hogar sólo conviva uno de los progenito-
res y sus hijos, o además de ellos otros parientes; ya sea que vayan a vivir a la
casa de los padres de ellos (retorno al hogar de origen) u otros familiares, o que
otros familiares se incorporen posteriormente al hogar monoparental (Landero,
2001, 2005).
En el caso de que la mujer divorciada —u hombre divorciado— se vaya a vivir
a (o a formar) un hogar diferente al de la convivencia conyugal anterior o que
se quede en el mismo hogar de convivencia con sus hijos, se constituiría en una
familia monoparental “simple”, formada por el progenitor y sus hijos viviendo en
el hogar, o una familia monoparental “compuesta”, formada por el progenitor, sus
hijos y otros parientes y/o no parientes viviendo en el hogar. Por otro lado, algu-
nas de las personas divorciadas, independientemente del tipo de hogar que hayan
formado o al que se hayan incorporado después de la ruptura conyugal, se vuel-
ven a casar, formando así familias reconstituidas (Landero, 2001, 2005).

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| Matrimonio, separación, divorcio, monoparentalidad |

Las familias reconstituidas

En nuestros días, las familias reconstituidas (es decir, aquellas familias en las que
al menos uno de los cónyuges había creado previamente una familia propia, o
cuando se forma un hogar donde los cónyuges —o uno de ellos— tenían ya hijos
de anteriores matrimonios) (Alberdi, 1999), son cada vez más frecuentes.
Así pues, una familia reconstituida es la formada por una pareja (casada o unida)
en la que al menos uno de ellos tiene un hijo de una relación anterior. Sin embargo,
cabe preguntarse: ¿qué pasa con los arreglos familiares donde puede haber hijos de
varias relaciones anteriores, o del estado civil (o condición de ruptura de cada uno
de los “nuevos” integrantes de la pareja) de los miembros de la pareja? Sería inte-
resante ahondar en ello, ya que puede darnos un panorama mayor de la diversidad
de formas de las familias reconstituidas, lo que puede brindar la posibilidad de cla-
sificar algunos de estos tipos de familias:

1. Familias en las que al menos uno de los cónyuges sea divorciado(a) o


separado(a) y tenga uno o más hijos previos.
2. Familias en las que ambos cónyuges son divorciados o separados(as) y uno
de ellos tiene uno o más hijos previos.
3. Familias en las que ambos cónyuges sean divorciados o separados(as) y
ambos tienen hijos previos.
4. Familias en las que uno de los cónyuges sea viudo(a) y tenga uno o más
hijos previos.
5. Familias en las que uno de los cónyuges sea viudo(a) y el otro sea
divorciado(a) o separado(a) y uno de ellos tiene uno o más hijos previos.
6. Familias en la que los cónyuges sean viudos y ambos tienen hijos previos.

Además de lo anterior están las personas que son divorciadas (o separadas de


una relación de cohabitación, o viudas, o alguna de ellas soltera) y se casan, pero
ninguno de ellos tiene hijos, lo cual representaría para las estadísticas nacionales
un hogar familiar constituido por una pareja sin hijos.
La familia reconstituida más antigua es la que proviene de la muerte de uno de
los cónyuges. El padre o la madre viudo o viuda se vuelven a emparejar y aparece la
figura del padrastro o madrastra, de los “medios” hermanos, entre otras. Este último
tipo de familia reconstituida solía ser la más frecuente en nuestra sociedad. Hace
no muchos años, la posibilidad de que la familia se quedara sin el padre o la madre
era más alta, la “necesidad” de casarse de nuevo era mayor y se hacía con más rapi-
dez o con criterios diferentes a los actuales. En la actualidad, la propensión de los

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

hombres a formar una nueva pareja y a contraer un segundo matrimonio es mayor


que la de las mujeres, mientras que ellas tienden a formar, después de la separación
o el divorcio, una familia monoparental con sus hijos; en consecuencia, como lo
señala Alberdi (1999), el aumento de divorcios no hace otra cosa que incrementar el
segundo matrimonio de los divorciados. Por otro lado, los segundos matrimonios
de ellos incrementan las familias reconstituidas.

Descripción y resultados de la muestra del estudio

Se realizó una investigación con personas divorciadas del área metropolitana de


Monterrey de 2009 a 2010, la cual fue coordinada por el Cuerpo Académico Psico-
logía Social y de la Salud. La muestra no es probabilística; sin embargo, se estimó
un tamaño de muestra de 361 con el software nQuery 6.0, que tuviera dos caracte-
rísticas: un poder estadístico de 85 y un nivel de confianza de 0.05. El total de per-
sonas entrevistadas fue de 380.
De la muestra (n = 380) estudiada de divorciados(as) del área metropolitana
de Monterrey, 37.2% corresponde a hombres y 62.8% a mujeres (véase tabla 3); la
edad promedio de toda la muestra es 37.3 años (en los hombres es de 36.9 años y
en las mujeres de 37.6), con dos hijos en promedio y con una escolaridad media
de 12 años, semejante en hombres y mujeres. La escolaridad media en el país es de
aproximadamente ocho años de estudios, menor a la de la muestra estudiada. El
promedio de edad de la muestra al momento de divorciarse es de 31.6 años, en el
caso de los hombres de 32 años y de las mujeres 31 años; además, tienen en pro-
medio 4.8 años de estar divorciados. La duración promedio del matrimonio de la
muestra total fue de 9.3 años, en el caso de los hombres de 8.6 años y de las muje-
res de 9.7 años. La edad de casamiento en los hombres es de 23.5 años y en las
mujeres de 21.5 años, un poco más baja que el promedio al casarse de los datos
reportados de 2008 por el inegi en Nuevo León (inegi, 2010a, 2010b).
Los datos del inegi sobre divorcio en México son un poco mayores que la
muestra estudiada. La edad promedio de los hombres al momento de divorciarse
es de 37.8 años y de las mujeres de 35.4 años. De las parejas casadas que se divor-
ciaron en 2008, prácticamente la mitad tuvo un matrimonio con una duración
social de 10 años o más (50.6%), seguida de quienes estuvieron casados cinco años
o menos (28.3%) y las que permanecieron unidas entre seis y nueve años (19.8%).
En el caso del estado de Nuevo León, la edad promedio al momento de divorciarse
es similar a los datos nacionales, en los hombres es de 37.2 años y en las mujeres
de 34.8 años (inegi, 2010a, 2010b).

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| Matrimonio, separación, divorcio, monoparentalidad |

Respecto a la condición laboral e hijos de las personas divorciadas de la mues-


tra estudiada, así como el promedio de hijos y si tienen o no hijos las personas
divorciadas, los datos de la muestra son semejantes a los presentados por otros
estudios en el área metropolitana de Monterrey (Landero, 2005, 2006; Zúñiga y
Ribeiro, 2005; inegi, 2003, 2009b). Asimismo, referente a la participación econó-
mica de las personas divorciadas, los resultados son semejantes a los presentados
por otros estudios en el área metropolitana de Monterrey (Landero, 2005; Landero
y González, 2006; Zúñiga y Ribeiro, 2005), ya que entre 77 y 80% de las mujeres
divorciadas ejercen una actividad económica (véase tabla 3), aunque estos resul-
tados son más altos que los datos presentados por el inegi (2009b) a nivel nacio-
nal y del estado de Nuevo León. En Nuevo León, en 2008, del total de hombres
divorciados trabajaba 82.4% (inegi, 2009b) y de las mujeres divorciadas trabajaba
54.4%. De acuerdo con la información del inegi (2010a), a nivel nacional, durante
2008, de cada 100 hombres que se casaron, 96 trabajaban al momento de contraer
nupcias. En contraste, de cada 100 mujeres casadas, 41 trabajaban.
Respecto a la participación económica de las personas divorciadas por su parti-
cular curso de vida, tienen responsabilidades económicas que solventar de manera
periódica, como su sostenimiento personal y, en algunos casos, el de su descenden-
cia. En el caso de las mujeres divorciadas y sin pareja actual, es una condición nece-
saria su incorporación al trabajo remunerado, ya que en la mayoría de los casos es
la única vía de obtener ingresos para ellas y su familia (Landero, 2005).

Tabla 3. Distribución de la muestra por condición laboral e hijos (%)

Hombres Mujeres Total


(n=140) (n=240)
Trabajo remunerado
Sí 98.5 77.7 84.5
No 1.5 22.3 15.2
Tiene hijos
Sí 76.8 86.2 83.7
No 23.2 13.8 16.3
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

En la muestra de divorciados(as), los resultados de la pregunta: “Cuando se


separó o divorció, ¿a dónde se fue a vivir?”, indican que el mayor porcentaje de la
muestra (34.9%) se fue a vivir con sus padres, seguido por quienes se quedaron

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

a vivir en la misma casa (de convivencia matrimonial, 32%) y sólo 5.1% se fue a
vivir con otro familiar (tabla 4). Sin embargo, esto difiere de acuerdo con el sexo
del entrevistado. En el caso de los hombres, el porcentaje mayor se fue a vivir con
sus padres (43.3%) y las mujeres se quedaron en la misma casa (43.8%); esto puede
deberse a que la tradición favorece que las mujeres, especialmente si tienen hijos,
se queden en el hogar. Existe una tendencia a proteger a la mujer y dejarle el domi-
cilio mientras se realiza el trámite de divorcio y se decida el reparto de los bienes
mancomunados (cuando los hubiere); es de tal suerte que algunas mujeres conser-
van la vivienda donde residían. Aún así, el porcentaje de hombres y mujeres que se
mudan con sus padres es alto, lo que indica que la familia de origen es una fuente
de apoyo importante en el proceso de separación o divorcio y que, en ocasiones, los
ingresos económicos no son suficientes para costear otra vivienda.

Tabla 4. Cuando se separó o divorció, ¿a dónde se fue a vivir? (%)

Hombres Mujeres Total


(n= 140) (n= 240)
En la misma vivienda 10.4 43.8 32.0
Con sus padres 43.3 30.0 34.9
Con otro familiar 7.5
A una vivienda diferente 38.8 23.3 28.0
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

Ante la pregunta: “¿Tiene usted pareja actualmente?”, los resultados mostraron


que, del total de la muestra estudiada, 55.7% afirmó tener una relación de pareja
y 44.3% no la tenía (tabla 5). Son más los hombres que tienen pareja (71.7%) que
las mujeres en la misma situación (46.3%), ya que, como se ha señalado, las muje-
res encuentran mayores dificultades que los varones para volver a casarse después
de una ruptura.

Tabla 5. ¿Tiene usted pareja actualmente? (%)

Hombres Mujeres Total


Sí 71.7 46.3 55.7
No 28.3 53.8 44.3
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

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| Matrimonio, separación, divorcio, monoparentalidad |

Respecto a la información dada por las personas divorciadas de la muestra


estudiada sobre los conflictos o problemas (no acuerdos, discusión, “peleas”) que
tenían durante su matrimonio, es interesante ver los porcentajes de respuestas
por sexo del entrevistado y su asociación presentados en las siguientes tablas.
En la tabla 6 se presenta, en forma general, el nivel de problemas que tenían en
su relación de pareja; cabe destacar que los porcentajes más bajos aparecen en la
opción de “pocos” problemas y los más altos tanto en hombres como en las muje-
res es en “muchos”. Además, la significancia estadística de la prueba Chi cuadrada
(Х2) es marginal, por lo que no se puede afirmar que exista asociación entre el
nivel de problemas con el sexo de los entrevistados.

Tabla 6. ¿Cuántos problemas tuvo en su relación de pareja? (%)

Pocos Lo normal Muchos


Hombres (n= 140) 6.6 16.1 77.4
Mujeres (n= 240) 7.9 26.3 65.8
X2 (2)= 5.89, p= .053
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

En la tabla 7, las respuestas, tanto de hombres como de mujeres, coinciden; los


porcentajes son bajos en “casi nunca” y “de vez en cuando”, y son altos en la afir-
mación de “frecuente”; aún así, no hay asociación de las respuestas de acuerdo con
el sexo del respondiente.

Tabla 7. ¿Tuvo problemas por la administración (control) del dinero? (%)

Casi nunca De vez en cuando Frecuente


Hombres (n= 140) 19.3 16.7 64.3
Mujeres (n=240) 6.4 24.6 58.8
X2 (2)= 3.51, p= .17
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

En cambio, en la tabla 8, las respuestas sí están asociadas con el género, en


“casi nunca” y “de vez en cuando” las respuestas son opuestas y los hombres seña-
lan menor conflicto por los gastos que las mujeres; aún así, los porcentajes son
altos en la afirmación de “frecuente” en ambos sexos y la relación es estadística-
mente significativa.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Tabla 8. ¿Tuvo problemas por los gastos (en qué gastar o comprar)? (%)

Casi nunca De vez en cuando Frecuente


Hombres (n= 140) 25.0 15.0 60.0
Mujeres (n= 240) 15.0 25.8 59.2
X2 (2)= 9.49, p= .009
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

Con respecto a si había conflicto por los amigos, hombres y mujeres coinciden
y no se relacionan las respuestas con el sexo (tabla 9).

Tabla 9. ¿Tuvo problemas en lo relacionado con los amigos(as)? (%)

Casi nunca De vez en cuando Frecuente


Hombres (n= 140) 22.1 17.9 60.0
Mujeres (n= 240) 20.8 22.9 56.3
X2 (2)= 1.36, p= .50
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

En cuanto a si había conflicto por cuál programa o película ver, hombres y


mujeres coinciden y no se relacionan las respuestas con el sexo, además de ser
menos conflictivo este aspecto, ya que el mayor porcentaje está en “casi nunca”
(tabla 10).

Tabla 10. ¿Tuvo problemas en lo relacionado


con qué programa o película ver? (%)

Casi nunca De vez en cuando Frecuente


Hombres (n= 140) 43.9 22.3 33.8
Mujeres (n= 240) 41.8 29.3 28.9
X2 (2)= 2.39, p= .302
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

En la tabla 11, las respuestas también están relacionadas con ser hombre o
mujer, sobre todo en “de vez en cuando” y “frecuente” las respuestas son opues-
tas y los hombres señalan mayor conflicto que las mujeres en cuanto a las tareas
de la casa.

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| Matrimonio, separación, divorcio, monoparentalidad |

Tabla 11. ¿Tuvo problemas en lo relacionado con las tareas de la casa? (%)

Casi nunca De vez en cuando Frecuente


Hombres (n= 140) 27.1 22.1 50.7
Mujeres (n= 240) 31.5 31.1 37.4
X2 (2)= 6.80, p= .03
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

Respecto a si había conflicto por la forma de educar (o castigar) a los hijos,


hombres y mujeres coinciden, y no se relacionan las respuestas con el sexo (tabla
12). Aún así, los porcentajes son altos en la afirmación de “frecuente” en ambos
casos.

Tabla 12. ¿Tuvo problemas en lo relacionado con la forma


de educar (o castigar) a los hijos? (%)

Casi nunca De vez en cuando Frecuente


Hombres (n= 140) 22.7 23.5 53.8
Mujeres (n= 240) 22.8 31.1 46.1
X2 (2)= 2.46, p= .29
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

Referente al conflicto en las metas u objetivos importantes (a futuro), hombres


y mujeres coinciden en sus respuestas, y no se relacionan con el sexo (tabla 13).
No obstante, los porcentajes siguen siendo altos y similares en la afirmación de
“frecuente” en ambos sexos.

Tabla 13. ¿Tuvo problemas en lo relacionado con las metas


u objetivos importantes (a futuro)? (%)

Casi nunca De vez en cuando Frecuente


Hombres (n= 140) 20.3 29.0 50.7
Mujeres (n= 240) 22.6 23.8 53.6
X (2)= 1.24, p= .54
2

Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

En la tabla 14, las respuestas tanto de hombres como de mujeres coinciden, los
porcentajes son semejantes en “casi nunca” y “de vez en cuando”, y son más altos
en la afirmación de “frecuente”, aún así, no hay asociación de las respuestas de
acuerdo con el sexo del respondiente.

Tabla 14. ¿Tuvo problemas en lo referente a las relaciones sexuales? (%)

Casi nunca De vez en cuando Frecuente


Hombres (n= 140) 27.1 30.0 42.9
Mujeres (n= 240) 26.4 29.4 43.9
X2 (2)= 0.46, p= .97
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

En la tabla 15, las respuestas referentes a dónde salir a divertirse también están
asociadas con el sexo, sobre todo en “de vez en cuando” y “frecuente” las respues-
tas son opuestas y los hombres señalan mayor conflicto en “frecuente” y las muje-
res en “de vez en cuando”.

Tabla 15. ¿Tuvo problemas en relación con dónde salir a divertirse? (%)

Casi nunca De vez en cuando Frecuente


Hombres (n= 140) 20.7 18.6 60.7
Mujeres (n= 240) 20.4 30.0 49.6
X2 (2)= 6.52, p= .03
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

Por último, en la tabla 16 se puede observar que en la respuesta de los hom-


bres sobre el principal motivo de conflicto que tenían con su pareja, los porcenta-
jes mayores fueron sobre “incompatibilidad/vidas separadas” e “interferencia de la
familia”, y en tercer lugar la “infidelidad”. En cambio, para las mujeres fueron la “infi-
delidad” y también la “incompatibilidad/vidas separadas”, pero en tercer lugar tam-
bién se encuentra la “interferencia de la familia”. Se analizó la relación entre el grado
de conflicto general con la escolaridad y con el tiempo que duró el matrimonio; los
resultados encontrados fueron significativos estadísticamente: en la relación entre
conflicto y escolaridad la correlación fue negativa (r= -0.115, p= 0.027), la rela-
ción entre conflicto y duración del matrimonio también fue negativa (r= -0.344,
p= 0.001); es decir, tenemos en esta muestra que a mayor escolaridad, menor fue
el conflicto reportado y a menos años de matrimonio más conflicto.
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| Matrimonio, separación, divorcio, monoparentalidad |

Tabla 16. Percepción del principal motivo de conflicto


que tenía con su pareja (%)
Hombres Mujeres Todos
(n= 140) (n= 240)
1. Problemas afectivos
Problemas de comunicación 8.5 7.6 7.8
Incompatibilidad/vidas 27.1 16.2 20.8
separadas
Infidelidad 14.4 25.4 20.8
Celos/desconfianza 14.4 11.7 12.4
2. Conductas abusivas
Abuso verbal o emocional 0.8 6.6 5.0
Abuso de alcohol 3.4 6.6 5.9
Irresponsable/desobligado 5.1 8.1 6.8
Presiones externas 1.7 4.6 3.4
Interferencia de la familia 24.6 13.2 17.1
Fuente: investigación propia sobre el divorcio desarrollada durante 2010.

A manera de conclusión

Ciertamente, preguntarse por las causas que llevan a una pareja a la separación o
al divorcio no tiene una respuesta fácil. Aunque una explicación obvia nos lleva-
ría a contestar que se separan porque no son felices, los motivos de esta infelicidad
o insatisfacción pueden ser numerosos: infidelidad, elevadas expectativas acerca
del matrimonio, incapacidad para resolver sus conflictos, baja tolerancia y respeto
mutuo, o simplemente paulatino alejamiento. Además, observadores externos a
la pareja aducen causas diferentes a las de los propios interesados. Así, amigos
y familiares podrían indicar que “Se casaron demasiado jóvenes”, “Han tenido
muchos problemas”, “Eran muy diferentes” o “Se encontraban en la crisis de los
cincuenta”. Por otra parte, las razones señaladas por los antiguos cónyuges pue-
den ser muy diferentes: “Bebía demasiado”, “La situación era insoportable, siem-
pre estábamos discutiendo”, “Su madre interfería demasiado”, “Me golpeaba y no
me valoraba”, “Nuestra vida sexual era horrorosa”, “Ya no me sentía atraído por él/
ella”, “Con los años ha cambiado, ya no es la persona con la que me casé y no tene-
mos nada en común”, entre otros.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

En todo caso, y sean unas u otras las razones, lo cierto es que un considerable
número de parejas decide separarse en nuestro país, y lo hace con la esperanza de
estar mejor solas, o con otra nueva pareja, que con su compañía actual. Esta deci-
sión, no obstante, y aunque en ocasiones pueda suponer una liberación, no deja de
implicar una cierta crisis. La persona que se separa debe rehacer amistades, vie-
jas relaciones y, sobre todo, debe comenzar a percibirse de forma independiente,
y no como la pareja de una determinada persona. Toda ruptura es una pérdida,
y como tal entraña cierto dolor. La separación es, de algún modo, el final de un
drama humano en algunas historias de pareja llenas de conflicto y antagonismo o
de aburrimiento y hastío (Wallerstein y Blakeslee, 1990, en el capítulo de Moral,
incluido en esta misma obra). La separación marital ha sido vista como una de las
más estresantes transiciones de la vida, involucrando aspectos emocionales, legales,
económicos, parentales y sociales. Ésta ha sido conceptualizada no como un evento
aislado, sino como una transición que captura un cambio de reglas, roles, relaciones
y recursos para los individuos y sus familias en el tiempo (Pledge, 1992).
La separación y posterior divorcio, para algunos, puede deberse también a que
no hubo adaptación o ajuste de la pareja desde el inicio del matrimonio, a la falta
de habilidades o adecuada solución de los conflictos matrimoniales y/o a pro-
blemas de salud física o mental de alguno de los cónyuges, o de los hijos (si los
hubiera). Como lo señalan Ben-Zur y Michael (2009), la adaptación cognitiva
contribuye al bienestar de las personas que han tenido una ruptura conyugal o
pérdida, como las personas viudas y divorciadas. En palabras de Muñoz-Eguileta
(2009), la disolución del matrimonio puede deberse a factores como la disminu-
ción de la atracción física entre ambos, problemas psicológicos o físicos, los celos,
la infidelidad, las luchas de poder, unas expectativas matrimoniales no satisfechas
o el afrontamiento inadecuado de los numerosos conflictos que surgen con faci-
lidad en la vida en común.
De acuerdo con los resultados de la investigación de José Moral, en su capítulo de
esta obra, se señala que el predictor más importante de ajuste diádico fue el engran-
decimiento marital, el cual parece reflejar un estilo de afrontamiento de las dificul-
tades maritales con idealización de las cualidades y aminoramiento de defectos y
problemas. La satisfacción sexual, pero no la frecuencia de relaciones sexuales, tuvo
un efecto positivo en el ajuste diádico, siendo un predictor significativo.
No obstante, existen parejas (o familias) que a pesar de vivir con conflictos, o
en “espacios diferentes”, no se separan o divorcian por algunos motivos persona-
les, familiares, religiosos o sociales; éstos siguen siendo “matrimonios” o “fami-
lias” para la sociedad y para las estadísticas oficiales. De acuerdo con Moral (en su
capítulo de este libro), el tema económico puede ser la causa que evita el divorcio,

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| Matrimonio, separación, divorcio, monoparentalidad |

a pesar del grave deterioro de la relación, viviéndose situaciones de separación de


hecho, donde incursionan con frecuencia la infidelidad y los malos tratos.
Lo anterior podría deberse principalmente a situaciones en las que la mujer
depende económicamente del esposo y en las que él controla el dinero de la fami-
lia; sin embargo, las dificultades económicas afectan a la satisfacción marital a tra-
vés de las interacciones disfuncionales que genera.
Birditt, Brown, Orbuch y McIlvane (2010), al evaluar a 373 parejas, encon-
traron que las conductas destructivas individuales y los patrones de conductas
entre la pareja predecían altas tasas de divorcio, sobre todo en el primer año de
matrimonio, y que las conductas conflictivas vienen a ser menos negativas con el
tiempo. Aún así, la satisfacción marital y el conflicto están muy relacionados; no
obstante, los matrimonios no felices no siempre presentan conflictos abiertos o
graves, y más de las parejas satisfechas ocasionalmente se involucran en conflic-
tos (Grych y Fincham, 1990).
Estos factores van creando tensión y desilusión en la pareja y de esta forma se
va erosionando el amor. La decisión de separarse de manera legal por lo general
llega después de un largo y doloroso proceso donde el conflicto, la ansiedad, una
pobre comunicación, la tristeza o el enfado se han convertido en parte habitual
de cada día (Kelly, 2003, en Muñoz-Eguileta, 2009). Análisis adicionales mues-
tran que cuanto mayor ha sido la duración del matrimonio más tiempo ha durado
también el conflicto (Muñoz-Eguileta, 2009). Por otro lado, la presencia de un
mayor número de hijos/as puede favorecer que se toleren durante más tiempo los
problemas. Además, la percepción de las fuentes de la insatisfacción marital y el
grado de control sobre la decisión de divorciarse, influye en el ajuste de los indi-
viduos en la separación marital y en el curso y resolución del proceso de divorcio
(Braver, Whitley y Ng, 1993; Gigy y Kelly, 1992). Ambos esposos deben percibir y
aceptar sus roles en la disolución del matrimonio.
La forma en la que una pareja vive su relación viene determinada tanto por las
características particulares de sus miembros (estilo afectivo, historia de aprendi-
zaje, experiencias en relaciones románticas previas, entre otros), como por el con-
texto cultural y social en el que se inicia y se desarrolla (factores culturales, roles de
género, por ejemplo). Todos estos aspectos van a ser determinantes en las dinámi-
cas de interacción que se generen en la pareja y, por tanto, en el ajuste y la calidad
de la misma. Las tendencias sociales repercuten en la forma de entender y vivir la
relación de pareja, y en el ajuste y la satisfacción con la misma (Melero, 2008).
Los conflictos interpersonales son algo inherente a la relación de pareja, inclusive
en aquellas bien avenidas (Feldman y Ridley, 2000, en Melero, 2008). El conflicto
puede tener consecuencias beneficiosas o dañinas para la relación. La dificultad no
reside, por tanto, en el hecho de que existan conflictos —que es además el modo de

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

expresar a menudo los deseos de cambio y sentimientos—, sino en cómo se resuel-


ven esas situaciones, es decir, cómo la pareja maneja los conflictos (cfr. Melero, 2008).
Las investigaciones llevadas a cabo por Gottman (1994, en Melero, 2008) han
puesto de manifiesto que un indicador de la satisfacción en la relación es el estilo
relacional que la pareja emplea, en especial en el manejo del conflicto, conclu-
yendo que los matrimonios duraderos resultan de la habilidad de la pareja para
resolver los conflictos que son inevitables en cualquier relación.
Sin embargo, existe, además, una serie de áreas características de la relación
que resultan básicas para la calidad de la misma. En términos generales, cuando
existe acuerdo entre ellas, la relación se ve fortalecida; pero, si por el contrario,
aparece un desacuerdo y la pareja no posee las habilidades básicas para solucionar
o tolerar tales desavenencias (por ejemplo, comunicación adecuada, expresión
de afecto, forma de enfrentar el conflicto, entre otras), es probable que conduz-
can a interacciones disfuncionales que dificulten el correcto funcionamiento de
la relación. La importancia de la comunicación reside en el hecho de que es el
mecanismo principal a través del cual la pareja expresa sus sentimientos y se
transmite información relevante al otro, siendo además el vehículo principal uti-
lizado en la resolución de problemas, aspectos esenciales para la calidad de la
relación. Las habilidades comunicativas se han asociado con la satisfacción y la
duración de la relación.
La afectividad es una de las facetas clave en la relación de pareja, la expresión
de afecto, el tipo de cuidado proporcionado por la pareja, el apoyo en los momen-
tos de necesidad afectiva, por mencionar algo, influyen en el nivel de satisfacción
percibido y en el ajuste con la relación. Asimismo, uno de los reforzadores más
importantes de la pareja es el sexo, la satisfacción sexual es, por tanto, una res-
puesta afectiva que surge de la valoración subjetiva de las dimensiones positivas
y negativas asociadas con la relación sexual (Lawrance y Byers, 1995, en Melero,
2008) y que ha sido asociada con la estabilidad de la relación.
En toda relación de pareja, uno de los indicadores más fiables del grado de
satisfacción conjunta es el número y calidad de las actividades de ocio comparti-
das, además de ser el tiempo libre uno de los reforzadores principales de la rela-
ción (Melero, 2008). La similitud en hábitos e intereses aumenta la satisfacción y
contribuye al sentimiento de unión.
Por ejemplo, las amistades son un recurso importante para la pareja como fuente
de satisfacción: actividades compartidas, momentos de confianza emocional, ayuda
instrumental. En general, tener amigos comunes refuerza el sentimiento de unión
entre sus miembros; las relaciones positivas con amigos o familiares disminuyen la
incertidumbre sobre la relación porque refuerzan la idea de la adecuación de los
miembros como pareja (Sprecher y Felmlee, 1992, en Melero, 2008).

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| Matrimonio, separación, divorcio, monoparentalidad |

De acuerdo con las variables analizadas en la muestra de divorciados(as) del


estudio del área metropolitana de Monterrey, el principal motivo de conflicto que
tenían las parejas durante su matrimonio fue la incompatibilidad y vidas sepa-
radas, con el mismo porcentaje la interferencia de la familia, seguido por la infi-
delidad y en tercer lugar los celos y la desconfianza. Lo que señalan Amato y
Previti (2003) coincide en parte con lo reportado por las personas divorciadas
del estudio. En su análisis tipo panel nacional, entre 1980 y 1997, clasificaron 208
respuestas de la gente sobre la pregunta: “¿Por qué sus matrimonios terminaron
en divorcio?”, y las respuestas fueron, en primer lugar, infidelidad, seguida por
incompatibilidad, abuso de alcohol o drogas, y vidas separadas. Semejante a lo
anterior, Muñoz-Eguileta (2009) señala que la disolución del matrimonio puede
deberse a factores como los celos y la infidelidad. La relación inversa encontrada
en la muestra de nuestro estudio, entre la duración del matrimonio y el número
de conflictos, concuerda con los resultados de Birditt, Brown, Orbuch y McIlvane
(2010), quienes encontraron en su investigación con 373 parejas que las conduc-
tas destructivas individuales y los patrones de conductas entre la pareja predecían
altas tasas de divorcio, principalmente en el primer año de matrimonio, y que las
conductas conflictivas vienen a ser menos negativas con el paso del tiempo.
Respecto al abuso emocional o físico, Schumacher y Leonard (2005) señalan
que el ajuste marital, la agresión verbal y física han sido asociados en la literatura,
pero esta relación todavía no es clara. Sus resultados no apoyan el rol del ajuste
marital como único predictor de subsecuente agresión física; contrario a lo indi-
cado por otras investigaciones, los resultados tampoco apoyan que la agresión
física sea el único predictor del ajuste marital (Amato y Previti, 2003). En lo refe-
rente a la escolaridad, Bramlett y Mosher (2002, en Amato, 2010) mencionan que
los individuos con estudios de universidad tienden a tener matrimonios más esta-
bles que los que tienen estudios de preparatoria o menos.
Aunque con sus limitaciones, los datos obtenidos pueden contribuir a com-
prender el fenómeno del divorcio. Un aspecto que aún queda pendiente por explo-
rar es el de evaluar sus trayectorias de vida desde el inicio del matrimonio hasta
el posdivorcio, incluso, la evaluación de la relación previa al matrimonio, inclu-
yendo las actividades que compartían en el noviazgo, considerando que una de las
principales razones mencionadas para el divorcio fue la incompatibilidad o vidas
separadas. Esto lleva a preguntarnos, ¿en qué momento inició este problema?, o si
la pareja consideraba que eran compatibles en el noviazgo y, de ser así, ¿a qué lo
atribuían?, ¿qué actividades y planes compartían antes del matrimonio?, y ¿en qué
momento cambió esta situación? Además, se sugiere en la línea de investigación del
divorcio indagar y profundizar en el rol que desempeña el afecto positivo y el apoyo
social en el matrimonio, como lo sugiere la revisión realizada por Amato (2010).

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

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Los efectos del divorcio en las mujeres
a partir de su nivel de autonomía
Blanca M. Tamez Valdez, Manuel Ribeiro Ferreira
y Sandra E. Mancinas Espinoza

Introducción

E ntre los estudios realizados sobre el divorcio, en particular los enfocados a la


situación de la mujer en el momento posterior a dicho proceso, algunos se
han enfocado en la revisión y análisis de los apoyos recibidos por las mujeres y el
impacto que éstos tienen en su bienestar (Zúñiga, 2005). También se encuentran
los estudios enfocados en la percepción de las mujeres en torno al divorcio y sus
estrategias de supervivencia (Henríquez, 1998; Molina, 1999; Rodríguez, 1997).
Sin embargo, pocos son los estudios que se concentran en la revisión y análisis
de los recursos de las mujeres para enfrentar los efectos del divorcio y su situa-
ción posterior al mismo (Bursik, 1991; Constanza, 2004; Garvin, Kalter y Hansell,
1993; Gorell-Barnes y Dowling, 1998; Mauldin, 1991; Young & Lynn, 1999).
Entre estos últimos, se advierte que dichos estudios han indagado en torno a la
autonomía de la mujer, pero de manera previa al divorcio, sobre todo respecto al
cómo las actitudes tradicionales o modernas influyen en la decisión del divorcio
(Burin y Meler, 1998; Constanza, 2004; Ribeiro y Cepeda, 1991; Vannoy, 2000).
En menor medida, se encuentran aquellos estudios que exploran la relación entre
los recursos de las mujeres, en especial la autonomía y su impacto en el bienestar
que presentan de manera posterior al divorcio (Bursik, 1991; Constanza, 2004).
La necesidad de realizar estudios sobre el fenómeno, focalizando en los aspec-
tos moderadores del nivel de bienestar, entre ellos los recursos de que disponen
las personas para lograr un mejor ajuste, ha sido señalada previamente por Amato
(2010). Es en ese punto donde se ubica el estudio aquí expuesto y cuyos resultados
principales serán revisados y discutidos. Dicha revisión se hará de forma posterior

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

a un análisis de las variables que explican o predicen el nivel de autonomía en las


mujeres, el cual conforma la base necesaria para el análisis correlacional del pre-
sente estudio.
Para lograr lo propuesto, el presente documento se concentra en la revisión y
análisis de los principales resultados arrojados por un estudio sobre divorcio reali-
zado en el área metropolitana de Monterrey durante el año 2010, el cual consistió
en la aplicación de una cédula de entrevista a 779 personas (hombres y mujeres) que
han enfrentado por lo menos una vez el divorcio, independientemente de su estado
civil actual y el sexo. No obstante, el análisis de los datos aquí presentado se concen-
tra en la sub-muestra de las mujeres encuestadas, cuyo total asciende a 457.

Autonomía femenina y divorcio

Existe una amplia discusión en torno al recurso de la autonomía femenina, qué


se ubica en la concepción de la misma y cuáles son los elementos que incorpora
en su definición, así como alrededor de cuáles son los indicadores que permiten
observar y medir su presencia en las mujeres, además de la discusión en torno a
cuáles son las variables que la explican o definen, en particular al interior de la
familia y las implicaciones de la misma en las transformaciones familiares.
La autonomía ha sido definida de múltiples formas, entre las que destacan
aquellas que se relacionan con el poder, utilizándose de manera indiscrimi-
nada como sinónimos (Jejeebhoy, 1997 y McWhriter, 1991, citados por Casique,
2004). Casique (2004) ha señalado la distinción entre estos dos términos, la cual
se encuentra principalmente en función de su carácter dinámico o estático; así,
retomando a Jejeebhoy (1997, citado por Casique, 2004), indica que el poder está
ligado al aspecto procesal, en tanto que la autonomía se trata de un concepto está-
tico, al reflejar el nivel de poder de decisión que una mujer tiene en un momento
determinado; es decir, que la autonomía va ligada al control que los individuos
tienen sobre su propia vida. Por ello se considera que la autonomía se encuen-
tra ligada con un proceso de autodeterminación del individuo, como ocurre en el
caso de la confianza en la propia capacidad para desarrollar determinadas tareas
o acciones (McWhriter, 1991, citado por Casique, 2004).
Riera y Valenciano (1993), por su parte, definen la autonomía como el poder
de decisión en torno a sus recursos y la adquisición de independencia, consi-
derando que esto, en combinación con el hecho de contar con recursos propios
(empoderamiento) y administrarlos de manera autónoma, constituye el nivel de
emancipación de la mujer. También señalan que la presencia de autonomía feme-
nina es un hecho relativamente reciente, puesto que generaciones atrás, la mujer

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

casi siempre abandonaba la dependencia paterna para inmediatamente después


depender de su marido.
A partir de lo anterior, puede entenderse que la autonomía femenina, ade-
más, ha sido relacionada con el nivel de emancipación mostrado por las muje-
res, o incluso se ha manejado como sinónimo de éste, el cual es considerado un
aspecto determinante en el incremento de la proporción de divorcios, puesto
que son las mujeres quienes recurren al mismo en mayor medida que los varo-
nes, muchas veces en la búsqueda de una alternativa para salir de una situación
insoportable, relacionada en ocasiones con la violencia sufrida por parte de su
cónyuge (Calderoni, 2008).
La autonomía ha sido considerada como una característica personal, que
—como hemos dicho— por lo común se encuentra ligada al concepto de poder,
y aun cuando ha sido utilizada como sinónimo de empoderamiento, no son lo
mismo. Con base en ello, ha sido señalado que la presencia de autonomía se
relaciona con el hecho de contar con recursos que le permitan a la mujer nego-
ciar reajustes y cambios en la distribución de tareas al interior del hogar, de tal
forma que contribuyan a superar su posición de subordinación y dependencia y
permitan que ésta logre acceder a una mayor participación en la toma de deci-
siones, así como en su disposición de recursos (de tiempos, materiales y eco-
nómicos). Asimismo, se ha señalado que la autonomía femenina, entonces, se
encuentra ligada de forma directa con el hecho de que la mujer trabaje, en tanto
que adquiriendo sus propios recursos logra obtener con ello mayor libertad y par-
ticipación en la toma de decisiones. Sin embargo, algunos estudios (Wainerman,
2002) han demostrado que el trabajo extradoméstico de la mujer y el hecho de que
ella obtenga un ingreso propio, si bien es una condición casi siempre necesaria,
ésta no es suficiente para la obtención de autonomía. Por lo anterior, el concepto
de autonomía en el presente estudio se entiende como el grado de participación
que la mujer tiene en la toma de decisiones, en particular en torno a los recursos
tanto financieros como de tiempos y materiales que conlleva una responsabili-
dad ante su propio bienestar y el de su(s) hijo(s), cuando los tiene.
Para Sen (2000) y Giddens (1984), el concepto de autonomía va ligado con el
de “agente” y las posibilidades de cambio, así como a su participación en la toma
de decisiones familiares. Es decir, se considera como autonomía aquella actitud de
libertad y responsabilidad ante el bienestar propio y de los demás, dejando atrás
la actitud de dependencia y “protección” asumida hacia el otro. A partir de la pos-
tura de estos autores, el presente estudio considera a la autonomía como el grado
en que la mujer asume su papel de sujeto y utiliza los recursos disponibles para
tomar sus propias decisiones, sobre todo las referidas al uso y control de los recur-
sos financieros, materiales y de tiempos.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

En décadas anteriores, estudiosos del tema coincidieron en considerar a la auto-


nomía femenina como un resultado del incremento en el nivel de escolaridad de las
mujeres, el cual, además, es considerado como el indicador precursor de la segunda
etapa de transición sociodemográfica, caracterizada principalmente por “cambios
en la formación y disolución familiar”, señalándose que dichos cambios se encuen-
tran relacionados de manera directa con la transformación paulatina observada en
el papel de la mujer, quien tras disponer de mayores tiempos al reducirse la natali-
dad (disminuyen tiempos de cuidado y crianza de los hijos), también presenta un
incremento en su participación laboral y el surgimiento de nuevas imágenes socia-
les femeninas y masculinas, entre otros aspectos (Ariza y Oliveira, 2004; García y
Oliveira, 2004; Quilodrán, 2003; Rendón, 2004; Ripol, 2001).
Algunos de los estudios realizados con antelación sobre la autonomía de la
mujer y su poder de decisión, manejaron como indicadores datos demográfi-
cos, tales como: nivel de escolaridad, actividad económica, edad al momento de
casarse, además de la proporción del ingreso de la mujer en relación con el ingreso
familiar. Sin embargo, estudios recientes han señalado la importancia de registrar
indicadores directos y más específicos en torno a la participación de la mujer en la
toma de decisiones y su nivel de autonomía, con la finalidad de obtener un análi-
sis más claro sobre las características de la autonomía femenina y su relación con
los procesos de transformación familiar y sociodemográfica (Kishor, 2000, citado
por Casique, 2004).
Lo anterior es un aspecto de crucial importancia en la evolución de los estu-
dios sobre autonomía, surgiendo principalmente como producto de la incorpo-
ración de la perspectiva de género en los análisis y estudios sobre ésta, lo que
además coincide con una concepción más clara y específica del término autono-
mía (Cardaci, 2004; Casique, 2004; Méda, 2002).
Casique (2004), retomando lo señalado por Jejeebhoy (1997), señala cinco
aspectos como características de una mujer autónoma:

1. Desempeñar un papel activo en la familia y la sociedad.


2. Tener influencia real en las decisiones de la familia y en las decisiones de su
propia vida.
3. Libertad de movimiento y libertad de interacción con el mundo externo.
4. Libertad para desarrollar cercanía e intimidad con su esposo o pareja.
5. Autoconfianza económica y social.

Como se mencionó con anterioridad, algunos estudios sobre divorcio se han


enfocado en la relación que existe entre la autonomía de la mujer y la decisión de
divorciarse (Burin y Meler, 1998; Constanza, 2004; Ribeiro y Cepeda, 1991). De esta

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forma, el primer estudio señala que el cambio de posición de la mujer, de actitud


tradicionalista a moderna o innovadora, es el elemento más importante en el desa-
juste de las relaciones de pareja, al chocar patrones rígidos de organización familiar
sustentados en la división de tareas entre los sexos (Ribeiro y Cepeda, 1991). Otros
autores (Barg, 2003; Burin y Meler, 1998; Jelin, 2005; Wainerman, 2002) han hecho
hincapié en esta relación presente entre la transición de la organización y dinámica
de la pareja conyugal (de tradicional a innovadora), con un mayor nivel de autono-
mía femenina y el incremento de rupturas conyugales.
Barg (2003) y Wainerman (2002) han señalado la presencia de autonomía feme-
nina como un resultado del choque de valores al interior del hogar, en donde se
observa un empuje al individualismo y la autonomía, lo que promueve la búsqueda
de metas propias, a la vez que permanecen los sistemas que se inclinan hacia la soli-
daridad y la dependencia. Ello genera un clima de tensión en el que el vínculo con-
yugal termina fracturándose, impactando en el incremento de divorcios. En medio
de esta discusión, también ha sido señalada la autonomía, aunque en menor medida,
como un elemento que puede hacer la diferencia en el bienestar de las mujeres y sus
hijos, en especial después de una ruptura conyugal y sobre todo en la conformación
de hogares monoparentales (Constanza, 2004; Henríquez, 1998).
Así, entre quienes han estudiado los efectos del divorcio, algunos han subra-
yado la importancia que tienen los recursos de la mujer en el nivel de bienestar
familiar, puesto que es ella quien por lo general queda a cargo del cuidado de los
hijos y, en muchos de los casos, también de su sostenimiento (Constanza, 2004;
Fernández, 1993, citado por Burin y Meler, 1998; Henríquez, 1998; Rodríguez,
1997; Gorell-Barnes y Dowling, 1998).
Gorell-Barnes y Dowling (1998) concluyen que cuando el progenitor a cargo de
los hijos dependientes (generalmente la madre) se desenvuelve bien, esto promueve
una sensación de progreso de la vida familiar, constituyendo una base importante
en la sensación de seguridad de los hijos. El observar que el progenitor sigue regu-
lando la vida cotidiana familiar no sólo aporta al hijo la sensación interna de que
no todo se ha terminado, sino que también puede constituir un modelo de las com-
petencias de administración cotidiana que será aprendido por los hijos.
Por todo lo anterior, el estudio de la relación entre el nivel de autonomía que las
mujeres perciben haber tenido durante su matrimonio, así como de manera pos-
terior al divorcio, y el nivel de bienestar mostrado por el mismo grupo en ambos
momentos, se torna de enorme importancia en la comprensión de este fenómeno
social y, en particular, en los efectos o repercusiones que éste provoca a nivel fami-
liar. La relevancia del estudio de la autonomía femenina se evidencia al mostrarse
resultados de estudios al respecto que apuntan a una clara relación entre ésta y el

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

nivel de bienestar, tanto individual como familiar, sobre todo en relación con la
salud y el desarrollo social (Banco Mundial, 2000, Kishor, 2000, Sen y Batliwala,
1997, citados por Casique, 2004).

Objetivo

El presente documento tiene la finalidad de presentar y discutir los principales


resultados de un estudio sobre dicho proceso dirigido a mujeres que han enfren-
tado por lo menos en una ocasión el divorcio y viven en el área metropolitana de
Monterrey. El estudio se encuentra enfocado en la relación presente entre el nivel
de autonomía percibido por las mujeres, tanto durante su matrimonio como de
manera posterior al divorcio, y el nivel de bienestar que éstas perciben tener en
ambos momentos, así como la relación entre el nivel de autonomía y los efectos
enfrentados tras el divorcio por parte del grupo de estudio.
Para el logro del objetivo previamente descrito, y como guía para el análisis de
las evidencias, fue necesario incorporar las siguientes hipótesis:

a) El nivel de autonomía percibido por las mujeres presenta un aumento des-


pués del divorcio.
b) El nivel de bienestar que las mujeres perciben tener será mayor en el
momento posterior al divorcio.
c) A mayor nivel de autonomía percibido por las mujeres respecto al momento
anterior al divorcio, menores efectos negativos presentarán tras él.
d) A mayor nivel de autonomía percibido por las mujeres de manera poste-
rior al divorcio, menores efectos negativos se presentarán en este grupo
de estudio.
e) El nivel de autonomía que las mujeres perciben haber tenido durante el
periodo anterior a su divorcio influye en el nivel de bienestar que perciben
haber tenido durante dicha etapa.
f) El nivel de autonomía que las mujeres perciben tener de forma posterior
al divorcio influye en el nivel de bienestar percibido por éstas en el mismo
momento.

Método

El estudio planteado forma parte de un proyecto de investigación más amplio sobre


el divorcio que indaga acerca de causas, situación familiar, ocupacional, de salud,
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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

emocional y otras; siendo auspiciado con recursos del Programa de Mejoramiento


del Profesorado (Promep), de la Secretaría de Educación Pública, realizado en el
área metropolitana de Monterrey de noviembre de 2009 a septiembre de 2010,
y bajo la coordinación de Manuel Ribeiro. El estudio siguió un diseño de tipo
transversal, cuantitativo y correlacional, a través del cual se aplicó un total de 779
cédulas a hombres y mujeres que alguna vez han enfrentado el divorcio, en los 10
municipios del área metropolitana de Monterrey. Sin embargo, para efectos del
análisis que nos ocupa, se tomó como grupo de estudio a las 457 mujeres capta-
das a través de la encuesta. El instrumento fue diseñado especialmente para el
propósito de la investigación y consta de un total de 219 preguntas.
La muestra no es representativa, al no disponer (hasta el momento) de infor-
mación que permita conocer el universo total de personas divorciadas en el área
metropolitana de Monterrey, y sobre todo su localización. Sin embargo, se buscó,
por un lado, contar con cierta representatividad geográfica (distribuida en el área
metropolitana de Monterrey) y equilibrar la muestra entre hombres y mujeres, de
tal forma que ello permitiese conocer la situación de ambos sexos y contar con
una muestra diversa para conocer las diferentes situaciones que enfrentan las per-
sonas divorciadas.
La muestra fue captada tanto en población abierta, a través del recorrido de
diversos ageb seleccionados de forma aleatoria en ocho municipios del área
metropolitana de Monterrey (Monterrey, Guadalupe, San Nicolás de los Garza,
San Pedro, Santa Catarina, Escobedo, Apodaca y Juárez), así como también de
personas divorciadas que acuden al Tribunal Eclesiástico de Monterrey y a diver-
sos grupos de apoyo a divorciados en los municipios de Monterrey, San Pedro,
Guadalupe y Escobedo.
Los criterios de inclusión fueron: personas que se divorciaron por lo menos
una vez y que viven en el área metropolitana de Monterrey, independientemente
del estado civil actual y del tiempo que ha transcurrido después del divorcio.
Los criterios de exclusión fueron: personas que no han realizado o concluido su
trámite de divorcio legal y personas que no viven en el área metropolitana de
Monterrey.

Perfil de la muestra

El grupo de estudio se encuentra conformado por mujeres cuya edad fluctúa entre
los 19 y 82 años de edad, con un promedio de 40.5 años y una desviación estándar
de 10.1. El nivel de escolaridad fue medido a través de los años aprobados, los
cuales fluctuaron entre 0 y 26 años, con un promedio de 14 años y una desviación

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

estándar de 4.0. Cabe señalar que dicho promedio se encuentra por encima de la
media del grupo de mujeres en la población de Nuevo León (9 años) de acuerdo
con el censo 2010, pero coincide con los niveles de escolaridad señalados respecto
a las mujeres divorciadas por otros estudios (Instituto de la Mujer en Apodaca,
2010; Ribeiro, 2010; Zúñiga, 2005), así como por los datos arrojados por las esta-
dísticas oficiales (inegi, 2008a) (véase tabla 1). Por ello podemos señalar que, en
general, las mujeres divorciadas presentan un nivel de escolaridad por encima del
promedio del grupo poblacional; es decir, la característica en torno a escolaridad
de la muestra coincide con la mostrada por el universo del que fue extraída (las
mujeres divorciadas en el estado de Nuevo León).

Tabla 1. Principales datos demográficos de las mujeres divorciadas

Variable Media Desviación estándar Rango


Edad 40.55 10.1 19-82
Escolaridad 13.9 4 0-26
Núm. de hijos 1.68 1.39 0-8
Núm. de hijos que vive con ella 1.27 1.15 0-6
Núm. de miembros en el hogar 3.3 1.6 1-16
Edad del hijo menor 12.37 1.6 1-40
Edad al casamiento 23 4.18 13-41
Núm. de veces que se ha casado 1.27 0.45 1-3
Fuente: elaboración propia.

El estado civil que predomina entre las encuestadas, de acuerdo con lo espe-
rado, es el de divorciadas (73%), siguiéndole quienes se encuentran casadas por
segunda o tercera ocasión (19%), mientras quienes se encuentran en unión libre
constituyen 7%, además de las mujeres separadas de un segundo o tercer matri-
monio (1%); en tanto, las viudas constituyen 0.1%. Como se puede observar, una
gran proporción de las mujeres permanece divorciada, y si bien se advierte una
tendencia a volverse a unir o casar (26%), mayor a la observada en estudios ante-
riores (Ribeiro y Cepeda, 1991; Zúñiga, 2005), esto se sigue presentando en menor
proporción que entre los varones (43% de los abordados por el estudio ha vuelto
a unirse o casarse). De la mano con lo anterior, se observa el número de veces
que han contraído matrimonio, quienes lo han hecho en sólo una ocasión (del
matrimonio que se divorciaron) corresponde a 77%, aquellas que se casaron por
segunda ocasión constituyen 22%, por último, las mujeres que se casaron por ter-
cera ocasión conforman 1 por ciento.

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

El estado civil y la tendencia a unirse de nueva cuenta se ve confirmada ante el


tipo de familia en que viven las encuestadas, en tanto que se advierte que más de la
tercera parte de las mujeres vive en familia monoparental, siguiéndoles quienes lo
hacen en una familia reconstruida, aquellas que viven en una familia nuclear, gene-
ralmente por haber regresado con su familia de origen y vivir con sus padres y her-
manos; en igual proporción se encuentran quienes viven en familia extensa por la
misma situación anterior, sólo que en este caso, viven en una familia integrada por
tres generaciones, mientras que aquellas que viven en hogares unipersonales cons-
tituyen una menor proporción; en una familia compuesta viven únicamente algu-
nas mujeres y en menor medida sólo con su pareja (véase gráfica 1).
Los datos anteriores indican que las mujeres divorciadas por lo general confor-
man familias de tipo monoparental al vivir sólo con su(s) hijo(s), o bien, regresan
a vivir con su familia de origen (sobre todo quienes no tuvieron hijos), mientras
que en menor medida han vuelto a unirse o casarse viviendo con una nueva pareja
e incluso los hijos de uno o ambos cónyuges. Por el contrario, quienes se quedan
viviendo solas constituyen una minoría, a diferencia del grupo de hombres obser-
vado en el mismo estudio, quienes por lo común han vuelto a unirse o casarse, o
bien, conforman hogares unipersonales.

Gráfica 1. Tipo de familia en que viven las mujeres encuestadas (%)


Fuente: elaboración propia.

Otro aspecto importante es el número de hijos nacidos vivos, en torno al cual


se observa que el número promedio es de 1.6 (véase tabla 1). Advirtiéndose así,
que casi la cuarta parte de las mujeres del grupo (24%) no tuvo hijos, mientras
que la mitad tuvo 1 o 2, 23% tuvo entre 3 y 4 hijos, 2% señala haber tenido de 5 a 6
hijos y 1% tuvo un total de 7 u 8 hijos. De acuerdo con esto, se puede advertir que

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la mayoría de las mujeres del grupo de estudio (76%) ha tenido por lo menos un
hijo, aunque en algunos casos, éste es producto de su actual unión o matrimonio
y no necesariamente del matrimonio del que se divorciaron.
La edad al casamiento es de 23 años en promedio, con un rango que varía entre
13 y 41 años (véase tabla 1). Como se puede advertir, el rango nos indica una
diversidad en este aspecto, puesto que algunas de las mujeres se casaron siendo
adolescentes, mientras que otras lo hicieron en su edad adulta; denotándose que
la edad promedio coincide con los datos arrojados por las estadísticas oficiales
(inegi, 2008a).
Respecto a la actividad económica que realizan las mujeres que han enfren-
tado un divorcio, se indagó principalmente en torno a su trabajo, observándose
que 87% trabajaba al momento de la entrevista, mientras que el restante 13% no
lo hacía. La proporción de mujeres divorciadas que trabaja es elevada si la com-
paramos con la reportada por las estadísticas oficiales de la Encuesta Nacional de
Ocupación y Empleo respecto a 2008, de acuerdo con las cuales, a nivel nacional,
70% de las mujeres divorciadas trabaja (inegi, 2008a). Cabe señalar que el dato
anterior llama la atención sobre todo si consideramos que en el caso de nuestro
grupo de estudio, éste se encuentra conformado tanto por mujeres que permane-
cen divorciadas (73%) como por aquellas que se han vuelto a unir o casar (28%),
o bien, se encuentran separadas en la actualidad (1%).

Datos sobre el divorcio

Respecto al divorcio se advierte que, de acuerdo con lo esperado, la mayoría (86%)


de las separaciones se han realizado a través de un divorcio de tipo judicial (72%
indica haber enfrentado un divorcio del subtipo voluntario, mientras que 14% rea-
lizó un divorcio del subtipo necesario). Por otro lado, 13% de las mujeres divorcia-
das realizó un divorcio de tipo administrativo, en tanto que sólo 1% subraya que su
matrimonio terminó con un proceso de anulación. En general, se advierte la ten-
dencia al incremento de los divorcios voluntarios y una disminución de los de tipo
necesario. Estos datos coinciden con lo reportado por estudios previos sobre el
fenómeno (Calderoni, 2008; Ribeiro y Cepeda, 1991 y Zúñiga, 2005), así como con
las estadísticas oficiales sobre matrimonios y divorcios (inegi, 2008a).
La persona que decidió el divorcio fue, en la mayoría de los casos, la mujer,
aunque en muchas respuestas (22%) se reportó que fueron ambos cónyuges quie-
nes decidieron terminar con el matrimonio. Una menor proporción respondió
que su ex pareja fue quien tomó la iniciativa respecto a la disolución del vínculo

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

y en una mínima proporción fue señalado que otra persona (ajena a la pareja) fue
quien decidió tal situación (véase gráfica 2). Este dato confirma lo señalado por
estudios previos, en torno a que la iniciativa del divorcio fue tomada por la mujer
en la mayoría de los casos (Constanza, 2004; Henríquez, 1998; Rodríguez, 1997;
Ribeiro y Cepeda, 1991; Zúñiga, 2005).
Respecto al tiempo transcurrido después de su divorcio, se advierte que la
media es de 7.46 años, mientras que la mediana corresponde a 5 años, lo que nos
indica que la mitad del grupo presenta un tiempo de 5 años o menos de haberse
divorciado. Sin embargo, es necesario considerar el tiempo de separación pre-
vio al divorcio, mismo que fluctúa entre 0 y 240 meses, siendo en promedio de
18 meses, en tanto que la mediana corresponde a 6 meses. Es decir, que si bien
el promedio estuvo separada durante 18 meses antes de realizar el divorcio legal,
la mitad del grupo lo estuvo durante 6 meses o menos. Otro aspecto que resalta
es el tiempo que pensaron en el divorcio, el cual corresponde en promedio a 21
meses, con una desviación estándar de 34.9 y un rango que fluctúa entre 0 y 295
meses; situación que nos indica que el promedio de las mujeres pensó en el divor-
cio durante casi dos años antes de iniciar los trámites.

Gráfica 2. Iniciativa en la decisión de divorciarse según las mujeres (%)


Fuente: elaboración propia.

En torno a la duración del matrimonio del cual se divorciaron, se advierte que


el promedio de duración social, es decir, el tiempo que permanecieron en convi-
vencia con su ex pareja hasta el momento de la separación o divorcio, es de 7.2
años, con una desviación estándar muy elevada (7.6), al presentar un rango entre
0 y 44 años. Esto permite entrever una gran diversidad entre el grupo de estudio
en torno a la duración social de su matrimonio, mientras que la duración legal

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

del mismo es ligeramente mayor en el promedio del grupo (9.29 años), lo cual se
explica principalmente por el tiempo transcurrido entre la separación física y la
disolución legal del vínculo conyugal.
Respecto a la custodia de los hijos menores de edad, se observa que en 90%
de los casos fue la encuestada quien conservó la custodia de los mismos, mien-
tras que sólo 3% indica que la obtuvo su ex pareja, en tanto que 6% señala que fue
compartida. Esta situación permite entrever que son las mujeres quienes se que-
dan a cargo del cuidado de los hijos menores casi en su totalidad, mientras que los
hombres lo hacen en esporádicas ocasiones; también llama la atención la referen-
cia que ambos hacen, aunque en pequeña proporción, a tener una custodia com-
partida, puesto que lograron un acuerdo respecto al cuidado y sobre todo tiempos
para convivir con los hijos.

Principales variables del estudio

Para la prueba de las hipótesis planteadas, se elaboraron escalas para medir tanto
el nivel de autonomía como el nivel de bienestar en ambos momentos (durante el
matrimonio y después del divorcio), lo cual representó un total de cuatro escalas, a
las cuales se sumó una quinta escala conformada por el nivel de efectos enfrentados
por la mujer tras el divorcio. Cabe señalar que para la construcción de las variables
referidas al momento anterior al divorcio (durante el matrimonio) fue sumada una
serie de ítems correspondientes a la percepción actual de las mujeres en torno a ese
periodo, por lo cual no se trata de mediciones en distintos tiempos, sino de la res-
puesta de las mujeres participantes en cada uno de los ítems en torno a su percep-
ción respecto del momento anterior al divorcio y luego al momento actual.
En lo que corresponde al estudio de la autonomía, se elaboraron dos escalas:
una para medir la percepción de las mujeres respecto a su autonomía durante
el matrimonio y otra para el percibido respecto al momento posterior al divor-
cio. En ambas escalas se incluyó un total de siete ítems. Cabe señalar que cada
escala se encuentra conformada por dos dimensiones: 1) disposición de tiempos
para cubrir sus necesidades tanto personales como sociales y familiares (con tres
ítems); y 2) libertad en la toma de decisiones, tanto respecto al uso de los recur-
sos financieros como al uso de sus tiempos, la educación y la disciplina de los
hijos (cuatro ítems). Asimismo, es necesario señalar que la comparación entre
ambas escalas, referidas a la percepción de las mujeres en torno a su autonomía
en dos momentos distintos, permite observar las diferencias presentes en torno a
este nivel entre los dos momentos, permitiendo con ello poner a prueba la hipó-
tesis “A” del estudio.

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

Del mismo modo, para la medición del nivel de bienestar mostrado por las
mujeres fueron construidas las variables nivel de bienestar antes del divorcio y nivel
de bienestar después del divorcio, a partir del puntaje obtenido tras la suma de las
respuestas a 11 ítems en cada una de las variables, relacionadas con ambos tiem-
pos —antes y después del divorcio— en los cuales se indaga respecto a la satis-
facción de la mujer en torno a diversos aspectos, tanto de su familia como a nivel
personal, así como de su salud y la de sus hijos, capacidad de decisión y autonomía
lograda. Al igual que en el caso del nivel de autonomía, en torno al nivel de bienes-
tar, la construcción de ambas variables y particularmente la contrastación entre
los resultados arrojados por ambas permite poner a prueba la hipótesis “B”.
En la tabla 2 se muestran los niveles de confiabilidad y coherencia interna obte-
nidos para cada variable a través del coeficiente alpha de Cronbach.

Tabla 2. Confiabilidad y coherencia interna de las escalas utilizadas

Variable Alpha Número de ítems


Efectos del divorcio 0.749 15
Autonomía antes del divorcio 0.780 7
Autonomía después del divorcio 0.757 7
Bienestar antes del divorcio 0.864 11
Bienestar después del divorcio 0.873 11
Fuente: elaboración propia.

Variables que explican la autonomía

Como fue señalado con anterioridad, estudios previos (Carbonero, 2007; Casi-
que, 2004; Constanza, 2004; Wainerman, 2002) indican que entre los factores que
pueden contribuir a explicar el nivel de autonomía de las mujeres se encuentra
la escolaridad de éstas, así como la de su pareja; hay quienes incluyen particular-
mente a la homogamia (igualdad entre ambos miembros de la pareja) en torno a
la edad y la escolaridad, como un factor relevante en la presencia de cierto nivel
de democracia en las decisiones y control de los recursos. Algunos otros aspectos
que se considera pueden estar interrelacionados con ello son la edad de las muje-
res, el hecho de tener hijos o no, así como el trabajo de la mujer durante su matri-
monio y, de forma particular, el significado que tiene el ingreso económico de la
mujer al interior del hogar.
A partir de estos señalamientos, se realiza una revisión de las principales varia-
bles demográficas obtenidas de la muestra de estudio para analizar el grado en
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que éstas predicen o explican el nivel de autonomía mostrado por las mujeres
durante su matrimonio; para ello se utilizó la regresión lineal múltiple, en la que
se introdujo como variable dependiente el nivel de autonomía antes del divorcio y
como variables independientes: edad, escolaridad de la mujer encuestada y de su
ex pareja, la homogamia presente en edad y en escolaridad entre la mujer y su ex
pareja, así como el número de hijos nacidos vivos y la duración de su matrimonio;
esta última es particularmente relevante por tratarse de la percepción actual de la
mujer. La prueba arrojó, a través del método Stepwise, el modelo que mejor explica
la variable dependiente, la cual incluye las variables enlistadas en la tabla 3.

Tabla 3. Modelo que explica la autonomía en el matrimonio

Indicador Valor Nivel de significancia


R 0.593
R Square 0.352
Error de la estimación 4.767
F 75.869 0.000
Beta de:
Número de hijos -0.447 0.000
Duración legal del matrimonio -0.147 0.003
Escolaridad de la ex pareja 0.116 0.005
Fuente: elaboración propia.

Los resultados obtenidos permiten señalar que la combinación entre un menor


número de hijos con una menor duración del matrimonio y un mayor grado de
escolaridad de su ex pareja, es lo que brinda una percepción de haber gozado
de mayor nivel de autonomía durante el matrimonio del cual la mujer encuestada
se divorció. De esta forma, la posibilidad de haber gozado de mayor autonomía
durante su matrimonio parece estar más en función de aspectos circunstanciales,
como el número de hijos y la duración de su matrimonio, que no obstante, logran
coadyuvar a mayores recursos en la mujer, lo cual, a la par de recursos en su ex
pareja, en particular el grado de escolaridad que ésta presenta, influye en dicho
nivel de autonomía. Es decir, la disposición de mayores tiempos de la mujer, pro-
ducto de menos hijos que atender, en conjunto con un mayor grado de libertad
frente a su ex pareja y no propiamente una situación de mayor equidad con ella,
es lo que explica en mayor medida el nivel de autonomía de que ésta goza durante
su matrimonio. Cabe señalar que al observar el valor del índice de regresión (R),

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

mismo que indica el grado en que la autonomía es explicada por el modelo, resulta
ser no sólo significativo, sino también alto.
Esta situación difiere mucho al explorar las variables que explican o predicen el
nivel de autonomía en las mujeres de manera posterior al divorcio, en tanto que uti-
lizando la misma prueba de regresión lineal múltiple, se introdujeron como variable
dependiente: nivel de autonomía después del divorcio, y como variables indepen-
dientes: edad y escolaridad de la mujer encuestada, así como la duración social y
legal del matrimonio, el tiempo transcurrido tras el divorcio, el nivel de autonomía
anterior al divorcio, el nivel de ingreso actual de su familia, las necesidades cubier-
tas (tanto propias como de los hijos) y el número de hijos. Utilizándose el método de
Stepwise, la prueba mostró el modelo que mejor explica a la variable dependiente, el
cual se encuentra constituido por las variables enlistadas en la tabla 4.

Tabla 4. Modelo que explica la autonomía después del divorcio

Indicadores Valor Nivel de s


R 0
R Square 0
Error de la estimación 2.
F 198 0.000
Beta de:
Autonomía antes del divorcio 0.397 0.000
Número de hijos nacidos vivos -0.364 0.000
Nivel actual de ingresos económicos -0.080 0.018
Escala de necesidades 0.190 0.000
Escolaridad 0.138 0.001
Duración social del matrimonio -0.125 0.007
Fuente: elaboración propia.

A partir de estos resultados se puede deducir que el nivel de autonomía presen-


tado por las mujeres durante su matrimonio, y el que ellas muestran de forma pos-
terior al divorcio, difiere mucho, no sólo por el incremento que posteriormente será
mostrado en torno de la prueba de la hipótesis “A”, sino sobre todo porque las carac-
terísticas o condiciones que explican a cada uno de éstos también difieren; en el
nivel de autonomía mostrado durante el matrimonio son particularmente los recur-
sos de su pareja (su grado de escolaridad) y la combinación de éstos con aspectos
circunstanciales, como el número de hijos y la duración legal de su matrimonio, lo

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

que explica la percepción de la mujer en torno al nivel de autonomía logrado en el


pasado; mientras que en el momento actual (posterior al divorcio), dicha autono-
mía va de la mano con el nivel de autonomía logrado durante el matrimonio, en
conjunción con el número de hijos que se tuvieron, el nivel de ingresos económi-
cos actuales, la cobertura actual de sus necesidades y las de su(s) hijo(s), así como el
nivel de escolaridad propio y la duración social del matrimonio.
Respecto a esto último, se advierte que, acorde con lo esperado, el número
de hijos que se tuvo, así como el tiempo de convivencia con su ex pareja presen-
tan una correlación negativa con el nivel de autonomía percibido en el momento
posterior al divorcio. Ello nos indica que a mayor número de hijos, pero también
de convivencia con su ex pareja, se tendrá una mayor dependencia hacia ésta, o
bien, hacia el apoyo de otros y, por tanto, menor nivel de autonomía lograda por
la mujer de forma posterior al divorcio.
La evidencia obtenida en torno al nivel de autonomía posterior permite seña-
lar que es la combinación de recursos —tanto propios como el nivel de autonomía
logrado durante el matrimonio—, la escolaridad de la mujer, el nivel de ingre-
sos actuales en su familia y la cobertura de sus necesidades actuales, así como
su mayor disposición de tiempos (al tener menor número de hijos), además de
aspectos circunstanciales —como una menor duración social del matrimonio
del que se divorció—, lo que predice o explica el nivel de autonomía mostrado
por las mujeres después del divorcio. Asimismo, resalta el que el índice de regre-
sión (R) es más elevado que el obtenido en el momento anterior al divorcio, lo
cual nos indica un alto grado de predicción por el modelo obtenido respecto de
la variable dependiente.

Cambios en el nivel de autonomía de las mujeres

Para poner a prueba la primera hipótesis, se procedió a revisar las diferencias


entre ambos momentos respecto al nivel de autonomía en las mujeres. Para ello
se presentan, en primer término, de forma descriptiva, las proporciones en que
las mujeres del estudio respondieron a cada uno de los indicadores de la variable
autonomía, tanto en el momento anterior al divorcio como en torno al momento
posterior al mismo (véase tabla 5). De acuerdo con la misma, se puede observar
que tanto los indicadores de control de recursos (disposición de tiempos) como
los de libertad en la toma de decisiones muestran una mejoría de forma general
en el segundo momento.
Además, se advierten las claras diferencias entre ambos momentos —antes
y después del divorcio— en torno al nivel de autonomía presentado, el cual se

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

observa claramente incrementado en el segundo momento en todas las dimen-


siones consideradas (véase tabla 5). También fueron comparados entre ambos
momentos los tres niveles de autonomía (bajo, medio y alto), lo cual mostró que
el incremento entre ambos es significativo, de acuerdo con el valor arrojado por la
Phi= 0.612 con una significancia estadística de 0.000.

Tabla 5. Tabla descriptiva de los resultados de autonomía (%)

Indicador Momento Nunca Rara Frecuen- Siempre Total


vez temente
Disponía de tiempo Antes 5 15 21 59 100
para satisfacer sus
Después 0.5 4 22 72 99
necesidades familiares
Disponía de tiempo Antes 21 33 17 28 99
para satisfacer sus
Después 2 11 33 53 99
necesidades sociales
Disponía de tiempo Antes 14 29 23 34 100
para satisfacer sus
necesidades personales Después 1 7 30 62 100
Tenía libertad para Antes 29 20 22 29 100
decidir sobre su tiempo
libre Después 2 3 12 83 100
Tenía libertad para Antes 28 20 21 31 100
decidir sobre el ingreso
Después 1 2 10 86 99
familiar
Tenía libertad para Antes 10 12 25 53 100
decidir sobre la educa-
ción de los hijos Después 1 1 9 89 100
Tenía libertad para Antes 11 11 23 55 100
decidir sobre permisos
Después 3 1 6 90 100
y castigos de sus hijos
Fuente: elaboración propia.

Al comparar entre los niveles de autonomía, se advierte que 34% de las mujeres
percibe un incremento entre el nivel anterior y el nivel actual, mientras que 59% se
mantiene en el mismo nivel y únicamente 6.33% registra un nivel actual menor al
mostrado durante el matrimonio. Otra prueba estadística utilizada para comparar
ambas escalas fue la prueba t, misma que permite contrastar ambos momentos del
nivel de autonomía, a través de la comparación de medias, mismo que brinda un

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

resultado cuyo valor presenta elevada significancia estadística, indicándonos que


el incremento entre ambos niveles es efectivamente significativo (véase tabla 6).
En la tabla 6 es posible observar de manera general las medidas de tendencia cen-
tral de ambas variables, en las que se puede advertir el incremento de la media, la
mediana y la moda, así como la reducción de la desviación estándar en el segundo
momento, en tanto que el rango se concentra en los tercios superiores, denotán-
dose un evidente incremento entre ambos momentos.

Tabla 6. Medidas de tendencia central de variables “Autonomía”

Medidas de Autonomía mostrada Autonomía mostrada


tendencia central antes del divorcio después del divorcio
Media 12.82 16.33
Mediana 13.0 15.0
Moda 9 15
Desviación estándar 5.8 4.6
N 457 457
Rango 0-25 7-31
T = 14.360, significancia estadística = 0.000.
Fuente: elaboración propia.

Otra estrategia de comparación entre ambos momentos del nivel de autono-


mía —que además de identificar el grado en que difieren ambos momentos, tam-
bién permite confirmar el incremento que las mujeres presentan en el segundo
momento— consistió en construir una variable a partir de la resta entre el valor
obtenido en el nivel de autonomía posterior al divorcio y el nivel mostrado durante
el matrimonio. Dicha variable registra una media de 3.5, en tanto que la mediana
corresponde a 3.0 y la moda es 0.0, con una desviación estándar de 5.2, presen-
tando un rango de entre -14 y 21 puntos (donde los valores negativos indican pér-
dida de autonomía y los positivos aumento en la misma variable). En general, las
frecuencias arrojadas por esta variable muestran que 15% del grupo de estudio
percibe una disminución en el nivel de autonomía, al arrojar valores que fluctúan
entre -1 y -14; asimismo, 13% de las mujeres indica que el nivel entre ambos
momentos permaneció igual, registrando un valor equivalente a 0; mientras que
72% señala una clara mejoría entre el nivel anterior y el actual, puesto que presen-
tan valores entre 1 y 21 puntos (véase gráfica 3).
Tras las evidencias señaladas, es posible rechazar la hipótesis nula y sostener
la hipótesis de investigación “A” planteada en el presente estudio, la cual afirma

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

la existencia de un incremento significativo entre ambos niveles de autonomía


mostrados por las mujeres —antes y después del divorcio—; ello porque permite
afirmar que el incremento del nivel de autonomía mostrado por las mujeres se ve
claramente incrementado en el segundo momento. Al retomar lo explicado con
anterioridad en torno a los factores que contribuyen a dicho nivel de autonomía,
observamos que el nivel logrado de forma posterior al divorcio va ligado con la
percepción del nivel de autonomía en el momento anterior al divorcio, en combi-
nación con el número de hijos, los ingresos familiares, la cobertura de sus necesi-
dades, el nivel de escolaridad propio y la duración social del matrimonio del que
se divorció. Esto permite entender que si bien la mayoría de las mujeres encues-
tadas percibe un claro incremento en su nivel de autonomía, éste se presenta en
mayor medida en aquellas mujeres con un mayor nivel de autonomía previo al
divorcio, menor número de hijos, así como mayor nivel de ingresos, mayor cober-
tura de sus necesidades, pero también una mayor escolaridad y una menor dura-
ción social de su matrimonio.
60%

52
50%

40%

30%

20% 17
13

10% 13
2 3
0%
Empeoró de 8 a 14 Empeoró de 1 a 7 Permaneció igual Mejoró de 1 a 7 Mejoró de 8 a 14 Mejoró de 15 a 21

Gráfica 3. Diferencia entre el nivel de autonomía


antes y después del divorcio (%)
Fuente: elaboración propia.

Retomando la perspectiva de Giddens (1984) y de Sen (2000), es posible


interpretar dicho resultado en cuanto a que la acumulación de recursos autori-
tarios (referidos al poder de decisión e influencia en las relaciones) y distributi-
vos (facultades y capacidades que le permiten el acceso y control de bienes) en la
mujer y un menor periodo de convivencia con su ex pareja (duración social del
matrimonio) conllevan a que la mujer logre autodeterminarse en mayor medida

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

en su papel de sujeto independiente y responsable de su propio bienestar y el de


sus hijos (cuando los tiene); mientras que aquellas mujeres que no logran esta
autodeterminación presentan mayores niveles de dependencia hacia su ex pareja,
en parte explicada por un mayor número de hijos que atender, aunado a una mayor
duración social de su matrimonio, lo que implica una menor disposición de recur-
sos autoritarios.

Cambios en el nivel de bienestar mostrado por las mujeres

Para una revisión de ambos momentos, antes de compararlos a través de diversas


pruebas estadísticas, se presentan de forma descriptiva las proporciones en que
las mujeres respondieron a cada uno de los indicadores que conforman la varia-
ble (véase tabla 7). Como se puede observar en estos resultados, la proporción de
mujeres que responde “siempre” se ve claramente incrementada en el momento
después, concentrándose en esta frecuencia la mayoría del grupo de estudio. Ello
nos indica una clara mejoría del nivel de bienestar en las mujeres que han enfren-
tado el divorcio por lo menos una vez.
Por otro lado, también se comparó el nivel de bienestar percibido por las
mujeres en torno al momento anterior al divorcio y el mostrado en el posterior al
mismo, para lo cual también se elaboraron intervalos que conjuntan las respues-
tas en tres niveles de bienestar: bajo, medio y alto. Dicha comparación arrojó un
valor Phi=0.247, cuyo nivel de significancia es 0.000.
De acuerdo con el cruce de niveles antes y después del divorcio, se advierte
que sólo 1% señala percibir empeoramiento en relación con lo mostrado antes del
divorcio; por el contrario, casi la mitad del grupo (48%) percibe una mejoría entre
el nivel que mostraba durante su matrimonio y el que presenta después; mientras
que 52% indica tener el mismo nivel de bienestar que en el primer momento.
Asimismo, en el análisis estadístico se exploró en torno a la diferencia existente
entre ambas variables: “nivel de bienestar antes del divorcio” y “nivel de bienestar
después del divorcio”, a través de la prueba t (paired-samples), al tratarse de dos
mediciones en una misma muestra, cuyo resultado arrojó un valor de t= 20.759
con significancia estadística de 0.000 (tabla 8). Dicho resultado permite asumir
la diferencia en el incremento mostrado por las mujeres entre ambos momentos.
Esto último se torna evidente al comparar las medidas de tendencia central entre
ambas variables (véase tabla 10), en las cuales la media se incrementa en 9 pun-
tos, la mediana en 11 puntos, la desviación estándar disminuye y en el rango se
advierte la concentración de frecuencias obtenidas en las dos terceras partes de
mayor puntaje.

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

Tabla 7. Resultados descriptivos del nivel de bienestar (%)

Rara Frecuen-
Indicador Momento Nunca Siempre Total
vez temente
Se siente satisfecha Antes 16 24 2 38 100
con su desempeño
familiar Después 1 4 18 7 100
Se siente satisfecha Antes 6 10 22 6 100
con su desempeño
en el trabajo Después 0.5 1 16 82 100
Se siente satisfecha Antes 22 2 23 31 100
con su desarrollo
personal Después 2 2 19 77 100
Se siente satisfecha Antes 2 2 2 2 100
con su vida social Después 1 5 24 70 100
Se siente satisfecha Antes 1 22 2 42 100
con su estado de
salud Después 2 4 22 7 100
Se siente satisfecha Antes 4 9 18 69 100
con la relación que
tiene con sus hijos Después 1 3 11 8 100

Se siente satisfecha Antes 30 24 1 28 100


con su autonomía Después 1 2 1 85 100
Se siente satisfecha Antes 9 13 25 53 100
con cómo le va a
sus hijos Después 2 2 2 76 100
Se siente satisfecha Antes 6 7 19 68 100
con el estado de
salud de sus hijos Después 0 4 1 8 100
Se siente satisfecha Antes 2 3 2 23 100
con usted misma Después 1 3 1 8 100
Siente que tiene
la capacidad para Antes 14 21 21 44 100
decidir lo mejor
para usted y sus Después 1 1 11 87 100
hijos
Fuente: elaboración propia.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Tabla 8. Medidas de tendencia central de variables “Bienestar”

Medidas de tendencia central Bienestar Bienestar


Media 21.18 30.08
Mediana 21.00 32.0
Moda 33 33
Desviación estándar 7.7 4.1
N 361 385
Rango 0-33 10-33
t = 20.759, significancia estadística= 0.000.
Fuente: elaboración propia.

Otra estrategia implementada para confirmar el grado de diferencia entre


ambos momentos del nivel de bienestar en las mujeres del grupo de estudio, con-
sistió en la construcción de una variable a partir de la resta del puntaje obtenido
en la variable nivel de bienestar mostrado después del divorcio y nivel de bienes-
tar antes del divorcio; la cual presenta una media de 8.7, mediana de 8, con una
desviación estándar de 8, cuyo rango es de 44 (entre -11 y 33).

60%
52
50%

40%

30% 27

20%

10% 8
8 7

0%
Empeoró Permaneció Mejoró Mejoró Mejoró
de -1 a -11 igual de 1 a 11 de 12 a 22 de 23 a 33

Gráfica 4. Diferencia entre el nivel de bienestar presentado


después del divorcio en relación con el anterior al mismo (%)
Fuente: elaboración propia.

Pero además, la distribución de frecuencias en esta variable permite obser-


var que sólo 8% vio disminuir su nivel de bienestar en el momento posterior, al

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

presentar valores negativos (de -11 a -1); asimismo, una proporción igual señala
que no percibió cambios entre ambos niveles, mientras que 84% señala percibir
mejoría entre ambos momentos (véase gráfica 4).
La evidencia revisada permite concluir que el nivel de bienestar después del
divorcio se ve claramente incrementado en comparación con el mostrado durante
el matrimonio en la mayoría de las mujeres del grupo de estudio, lo cual, además de
probar la hipótesis planteada “B”, permite poner el acento en la situación percibida
por las mujeres en ambos momentos, entre los cuales, en general, se percibe mejo-
ría, en particular en aquellos aspectos relacionados con su capacidad de decisión
respecto a ella misma y sus hijos, así como en torno a su autonomía y las relacio-
nes con los hijos. Lo anterior, además, coincide con la evidencia obtenida al indagar
respecto a los efectos enfrentados por las mujeres tras el divorcio, lo cual se revisa
enseguida.

Los efectos del divorcio

Para la revisión y análisis de los efectos mostrados por las mujeres tras el divor-
cio, se elaboró una variable a partir del puntaje o suma obtenida de 15 indicadores
en los que se pidió a las participantes hacer una comparación entre el momento
anterior y posterior al divorcio, en diversas situaciones de su vida e indicar —de
acuerdo con su percepción en cada una de las situaciones consideradas— si ésta
empeoró, quedó igual o mejoró. El resultado de esta revisión se torna particular-
mente importante en tanto que permite poner a prueba dos de las hipótesis plan-
teadas en el presente estudio: hipótesis “C”: A mayor nivel de autonomía mostrado
por las mujeres de manera anterior al divorcio, menores efectos negativos presenta-
rán tras el divorcio, e hipótesis “D”: A mayor nivel de autonomía posterior al divor-
cio, menores efectos negativos serán mostrados por el grupo de las mujeres.
De acuerdo con lo planteado, se esperaba encontrar mayor diversidad entre
los efectos percibidos por las mujeres, en los que a partir del tiempo de divor-
ciadas por un lado, y de la iniciativa o no en el divorcio, por el otro, se pudie-
sen observar tanto efectos adversos como positivos, situación que difiere en gran
medida de los resultados. Los efectos observados son mostrados de manera des-
criptiva en la tabla 9, donde se registran las proporciones en que las mujeres del
grupo de estudio señalaron en la mayoría de las situaciones de su vida percibir
mejoría entre ambos momentos, así como aquellas áreas en las que éstas perci-
ben que permanecieron igual; asimismo, se muestran las situaciones en que se
percibe un empeoramiento o efectos adversos, siendo estas últimas las de más
baja proporción.
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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Tabla 9. Comparación de los efectos entre el antes


y el después del divorcio (%)

Área Mejoró Es igual Empeoró Total


Económica 60 21 19 100
Trabajo 66 27 7 100
Salud 57 35 8 100
Estado de ánimo 84 11 5 100
Relación con hijos 71 23 5 99
Relación con ex 25 31 44 100
Ayuda recibida de parientes 54 44 2 100
Ayuda recibida de hijos 58 39 3 100
Sentimientos de felicidad 84 12 4 100
Sentimientos de soledad 74 19 7 100
Dificultades familiares 53 39 8 100
Relaciones con amigos 60 34 6 100
Vida amorosa 70 21 9 100
Frecuencia con que ve a sus hijos 54 41 5 100
Vida social 75 20 5 100
Fuente: elaboración propia.

La percepción de mejoría señalada por las mujeres es notoria principalmente


en el estado de ánimo, sentimientos de felicidad, vida social, sentimientos de sole-
dad, vida amorosa y relación con los hijos. Llama la atención que incluso áreas
como las de trabajo y económica reportan mejoría en más de la mitad del grupo.
En general, es notorio que más de la mitad del grupo indica percibir mejoría en
todas las situaciones, única excepción de la relación con su ex pareja. Mientras
que aquellas áreas que permanecieron igual en mayor proporción son principal-
mente las de apoyos (parientes e hijos), así como la frecuencia con que se ve a los
hijos, las dificultades familiares, la ayuda recibida de hijos, las relaciones con ami-
gos y el estado de salud. Por el contrario, las áreas en que se reporta percibir un
empeoramiento de su situación en mayor proporción son, principalmente, la rela-
ción con la ex pareja y —en mucho menor medida— la situación económica; no
obstante, en esta última si bien destaca la proporción que dijo percibir una situa-
ción adversa, es necesario precisar que se trata sólo de la quinta parte, mientras
que la mayoría indicó una mejoría.

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

A partir de la variable efectos del divorcio, conformada por la suma obtenida


de las respuestas a los 15 indicadores descritos en la tabla 9, es posible observar
que de manera general sólo 3.3% de las mujeres indica percibir que su situación
empeoró, lo cual ubican desde una hasta 13 áreas en que esto ocurre; asimismo, 2%
del grupo percibió que su situación permaneció igual, mientras que 94% señaló
haber percibido mejoría, situación presente desde 1 hasta en 15 de las áreas enu-
meradas (véase gráfica 5). Estos datos reflejan que, a diferencia de lo esperado, la
mayoría de las mujeres tuvo una percepción de mejoría en las diversas situaciones
de su vida que se les solicitó comparar.

94

100
90
80
70
60
50
40
30
4 2
20
10
0
Empeoró Que
edó igual Mejorró

Gráfica 5. Efectos del divorcio en las mujeres (%)


Fuente: elaboración propia.

Con la finalidad de conocer de manera específica cuáles son las mujeres que per-
ciben cambio en su situación entre ambos momentos (tanto mejoría como empeo-
ramiento), se indagó sobre la percepción de mejoría por grupos, la cual presenta
diferencias más notorias al comparar grupos de acuerdo con la participación o no
en la decisión del divorcio. La percepción más elevada de mejoría se encuentra entre
las mujeres que indicaron haber sido ellas quienes decidieron el divorcio, como es
el caso de la situación económica en la que la mejoría es indicada por 63%, en la
salud (62%), en la ayuda recibida por parte de parientes (58%), pero sobre todo en
los sentimientos de felicidad y en el estado de ánimo (89 y 88%, respectivamente)
(véase tabla 10). Esto coincide con los hallazgos de otros estudios (Gorell-Barnes y
Dowling, 1998; Wang y Amato, 2000; Wallerstein y Bakeslee, 1990).
Otro aspecto que resalta es el hecho de que el grupo de mujeres que dijeron que
la decisión de divorcio fue de su ex pareja denota en mayor medida efectos adver-
sos, en particular en la situación económica, en su vida amorosa, en su estado
de salud, en estado de ánimo, en sentimientos de soledad y en sentimientos de
felicidad. Asimismo, en las mujeres que subrayan que la decisión de divorcio fue

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

tomada por ambos miembros de la pareja, se advierte que su situación permane-


ció casi igual, sobre todo en las de ayuda recibida, dificultades familiares, estado de
salud, situación de trabajo y en la relación con su ex pareja.
Cabe señalar que para verificar la existencia de diferencias significativas entre
el grupo de mujeres que tomaron la decisión del divorcio, con aquellas que indi-
caron que su ex pareja fue quien tomó la iniciativa y, finalmente, las mujeres que
acordaron con su ex pareja la disolución del vínculo conyugal (ambos decidie-
ron), se recurrió a la prueba Chi cuadrada, advirtiéndose una serie de aspectos en
los que efectivamente existe diferencia significativa entre los grupos (véase tabla
11). De acuerdo con estos resultados, se puede decir que las diferencias percibi-
das son estadísticamente significativas, en particular en el estado de ánimo, la
vida social, los sentimientos de felicidad, la vida amorosa, así como en el estado
de salud y la situación económica; es decir, que el hecho de haber tomado o no la
decisión, sí hace una diferencia en la percepción de estas áreas, lo cual confirma
lo señalado en torno a los resultados de la tabla 10.

Tabla 10. Efectos percibidos de acuerdo con iniciativa en el divorcio (%)

Ella decide El ex decide Ambos deciden


Área comparada M I E M I E M I E
Económica 63 22 15 54 17 29 53 24 23
Trabajo 65 22 6 58 21 10 52 33 6
Salud 62 31 6 49 35 16 47 46 7
Estado de ánimo 88 10 2 73 11 16 80 16 4
Relación con hijos 55 14 4 37 18 2 44 19 3
Relación con ex pareja 20 20 28 11 20 37 18 27 25
Ayuda recibida de parientes 58 40 2 57 38 5 38 59 3
Ayuda recibida de hijos 24 14 2 18 10 0 16 19 0
Sentimientos de felicidad 89 9 2 73 16 11 81 17 2
Sentimientos de soledad 67 17 6 63 13 13 67 20 3
Dificultades familiares 47 29 6 44 34 2 43 46 11
Relaciones con amigos 54 39 6 60 33 5 60 34 5
Vida amorosa 63 16 6 51 21 18 59 21 6
Frecuencia con que ve a los 36 27 4 28 22 1 35 26 2
hijos
Vida social 75 20 5 67 26 6 72 20 4
Fuente: elaboración propia.

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

Las diferencias significativas específicas aparecen en la revisión de las diver-


sas áreas comparadas, puesto que al comparar de manera general la variable efec-
tos, en términos de mejoría, misma situación y empeoramiento, no se advierten
diferencias significativas con respecto a la participación o no en la iniciativa del
divorcio, ya que al utilizar la prueba Phi, ésta arroja un valor de 0.134, cuya signi-
ficancia estadística es de 0.234.
Asimismo, tampoco se encontraron diferencias significativas con respecto a la
situación de trabajo de la mujer (trabaja o no actualmente), la cual arrojó un valor
Phi= 0.057, cuya significancia estadística es de 0.474. Otro aspecto en el que fueron
comparados los efectos observados es entre el grupo de mujeres que tienen hijos y
quienes no los tienen, sin encontrarse diferencias significativas, puesto que el valor
de Phi= 0.113, con una significancia estadística de 0.057. Cabe señalar que en estas
comparaciones entre los efectos percibidos de acuerdo con su situación de trabajo
y existencia de hijos, también se compararon las medias de la escala construida con
base en todas las comparaciones, para lo cual se utilizó la prueba t, que tampoco
arrojó significancia estadística que marque una diferencia entre estas situaciones.

Tabla 11. Diferencias significativas de acuerdo con decisión del divorcio

Área comparada Phi Nivel de significancia


Económica 0.167 0.048
Trabajo 0.155 0.280
Salud 0.194 0.045
Estado de ánimo 0.251 0.000
Relación con los hijos 0.183 0.085
Relación con ex pareja 0.166 0.181
Ayuda recibida de parientes 0.151 0.317
Ayuda recibida de hijos 0.157 0.264
Sentimientos de felicidad 0.215 0.002
Sentimientos de soledad 0.153 0.298
Dificultades familiares 0.149 0.342
Relaciones con amigos 0.181 0.092
Vida amorosa 0.199 0.034
Frecuencia con que ve a los hijos 0.141 0.430
Vida social 0.366 0.000
Fuente: elaboración propia.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Contrario a lo señalado, en la comparación realizada entre mujeres que tienen


pareja y quienes no la tienen en la actualidad, por un lado, no se encuentran dife-
rencias significativas al utilizar la Chi cuadrada, puesto que arroja valores para
Phi= 0.102, cuya significancia estadística es de 0.097; sin embargo, al comparar
medias utilizando la prueba t, se advierte que sí existen diferencias significativas
en la percepción de los efectos entre las mujeres que en la actualidad cuentan con
pareja y aquellas que no la tienen, puesto que t= 3.198 con una significancia esta-
dística de 0.001.
Otro aspecto sobre el que se indaga la presencia de diferencias en los efectos
percibidos por las mujeres, es en torno a la temporalidad (tiempo de divorciadas),
aspecto sobre el que apunta en gran medida la literatura sobre el divorcio. Para ahon-
dar en la influencia de este aspecto en el resultado obtenido y las diferencias entre
los grupos, primero se realizó una revisión de la correlación presente entre las varia-
bles que miden temporalidad (tiempo de divorciada y duración tanto social como
legal del matrimonio), a la vez que se revisan tanto las escalas de autonomía antes y
después del divorcio como las correspondientes sub-escalas de éstas y algunas varia-
bles demográficas como escolaridad, edad e ingreso familiar (véase tabla 12).
De acuerdo con las correlaciones observadas entre los efectos del divorcio y las
variables de temporalidad, podemos deducir que el tiempo de divorciada no tiene
relevancia en la percepción de los efectos; no así la duración del matrimonio, en
particular la duración social del mismo (tiempo que vivieron junto a su ex pareja),
el cual, a medida que se incrementa, presenta menor percepción de mejoría en
las mujeres; situación similar presenta la edad, aunque influya en mucho menor
medida. Algo distinto se presenta en torno al ingreso, que influye de manera posi-
tiva en la mejoría presentada, así como en menor medida la escolaridad.
De mayor relevancia aún es la elevada correlación que presentan los efectos
percibidos con el incremento del bienestar y de la autonomía, así como los nive-
les de bienestar y autonomía mostrados por las mujeres después del divorcio,
los cuales influyen de forma positiva en la mejoría observada. Dicha situación
difiere de los niveles de bienestar y autonomía que la mujer presenta durante su
matrimonio, ante lo cual es posible señalar que aquellas mujeres que muestran
un mayor grado de mejoría en las distintas áreas comparadas en torno a efectos
del divorcio son quienes presentaban niveles de bienestar y de autonomía más
bajos durante su matrimonio.
Esto último demanda mayor atención, tanto por su relevancia para la com-
prensión de los efectos percibidos por las mujeres como por la prueba de las
hipótesis previamente señaladas en torno a la relación planteada entre autono-
mía antes y después del divorcio y los efectos de este último. Para ello, se recurrió
a la regresión lineal múltiple, en la que se introdujo como variable dependiente

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

la escala de efectos percibidos por las mujeres y como variables independien-


tes las escalas de autonomía antes y después del divorcio, así como las sub-esca-
las de las mismas, agregándose variables demográficas como escolaridad, edad
e ingreso económico actual. Cabe señalar que se utilizó el método Stepwise para
identificar el modelo de variables que mejor explica la variable dependiente.

Tabla 12. Correlaciones de efectos del divorcio con variables clave del estudio

Variable R Nivel
de significancia
Diferencia entre bienestar antes y después 0.440 0.000
Diferencia entre autonomía antes y después 0.364 0.000
Nivel de bienestar después del divorcio 0.339 0.000
Disposición de tiempos después del divorcio 0.291 0.000
Nivel de bienestar antes del divorcio -0.284 0.000
Nivel de autonomía antes del divorcio -0.255 0.000
Disposición de tiempos antes del divorcio -0.239 0.000
Nivel de autonomía después del divorcio 0.213 0.000
Libertad en la toma de decisiones antes -0.213 0.000
Duración social del matrimonio -0.171 0.000
Ingreso familiar 0.171 0.000
Apoyo recibido antes del divorcio -0.168 0.004
Cobertura de necesidades -0.154 0.001
Duración legal del matrimonio -0.142 0.003
Libertad en la toma de decisiones después 0.133 0.020
Escolaridad 0.122 0.010
Edad -0.093 0.049
Apoyos recibidos después del divorcio 0.059 0.335
Tiempo de divorciada 0.044 0.356
Fuente: elaboración propia.

De tal suerte que el modelo que mejor explica la situación de los efectos enfren-
tados por las mujeres tras el divorcio, a partir de los indicadores arrojados por la
prueba estadística, es la combinación de la diferencia obtenida (incremento) entre
el bienestar anterior y el actual, la disposición de tiempos (control de este recurso)

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

actual, el nivel de escolaridad de las mujeres y la disposición de tiempos que pre-


sentaban las mujeres durante el matrimonio. Los indicadores de la regresión lineal
obtenidos en este modelo se presentan en la tabla 13.

Tabla 13. Modelo que explica el nivel de efectos enfrentados tras el divorcio

Indicadores Valor Nivel de significancia


R 0.623
R Square 0.338
Error estándar de la estimación 3.543
Grados de libertad 6
F 22.625 0.000
Beta de:
Diferencia en bienestar 0.471 0.000
Escala de autonomía posterior 0.181 0.002
Escolaridad 0.194 0.001
Escala de necesidades 0.122 0.037
Duración social del matrimonio -0.381 0.296
Duración legal del matrimonio 0.004 0.024
Fuente: elaboración propia.

Los valores arrojados por los principales indicadores, pero sobre todo el
modelo que conjuga las variables independientes antes señaladas, nos permite
entender que la conjunción entre el incremento de bienestar mostrado por las
mujeres con su autonomía, principalmente la presente después del divorcio, junto
con la escolaridad de las mujeres, explican en gran medida los efectos mostrados
por ellas tras su divorcio. Cabe señalar que en el caso de la autonomía anterior al
divorcio (durante el matrimonio), la correlación es negativa, es decir, que a menor
autonomía en el matrimonio, se advierte una mejoría más evidente en la situación
percibida de los efectos del divorcio.
Lo anterior permite sostener la hipótesis “D”: A mayor nivel de autonomía
posterior al divorcio, menores efectos negativos serán mostrados por el grupo de
las mujeres tras el divorcio; pero no así la hipótesis “C”: A mayor nivel de auto-
nomía mostrado por las mujeres durante el matrimonio, menores efectos negati-
vos presentarán tras el divorcio. Esta última hipótesis se rechaza, en tanto que la
relación planteada por la misma difiere de la que muestran los resultados del
modelo. Es decir, quienes menores efectos adversos presentan tras el divorcio

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

son aquellas mujeres que presentaron menores niveles de autonomía antes del
divorcio y muestran un mayor nivel en el momento posterior.
Además, retomando lo expuesto en este apartado, y a partir de los resultados
mostrados, es posible señalar que la mejoría percibida por las mujeres, en parti-
cular en la comparación realizada en torno a las áreas de estado de ánimo, vida
social, sentimiento de felicidad, vida amorosa, estado de salud y económico, pre-
senta diferencias a partir del hecho de haber sido ellas quienes tomaron la decisión
de divorciarse, así como por el hecho de tener pareja en la actualidad; en tanto que
son estas mujeres quienes perciben mejoría en mayor medida.

Relación entre autonomía y bienestar antes del divorcio

Para el análisis de esta relación, primero se revisan las correlaciones entre el nivel
de bienestar de las mujeres antes del divorcio con la escala que muestra el nivel de
autonomía en ese mismo periodo, así como con las sub-escalas que la conforman:
1) disposición de tiempos, y 2) libertad en la toma de decisiones. Aunado a ellas, se
agrega cada uno de los indicadores de autonomía en el momento antes del divor-
cio, como se puede observar en la tabla 14.

Tabla 14. Correlaciones entre autonomía


y nivel de bienestar antes del divorcio

Significancia
Variable o indicador antes del divorcio R
estadística
Escala: Puntaje de autonomía global 0.466 0.000
Sub-escala: Disposición del tiempo 0.577 0.000
Sub-escala: Libertad en la toma de decisiones 0.662 0.000
Tiempo para atender necesidades de la familia 0.368 0.000
Tiempo para atender sus necesidades sociales 0.420 0.000
Tiempo para atender sus necesidades personales 0.503 0.000
Libertad para decidir sobre tiempo libre 0.600 0.000
Libertad para decidir sobre ingreso familiar 0.462 0.000
Libertad para decidir sobre educación de los hijos 0.099 0.059
Libertad para decidir sobre disciplina de hijos 0.115 0.029
Fuente: elaboración propia.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Como se observa en la tabla 14, la mayor correlación con nivel de bienes-


tar durante el matrimonio se presenta en la sub-escala libertad en la toma de
decisiones, en especial en los indicadores que apuntan a la libertad para deci-
dir sobre su tiempo libre y la libertad para decidir sobre el ingreso familiar. Le
siguen a ésta la sub-escala disposición de tiempos, principalmente por el resul-
tado de tiempo para atender sus necesidades personales y tiempo para atender
sus necesidades sociales.
Ahora bien, interesa saber cuáles de estas variables —y en qué grado—predi-
cen el nivel de bienestar mostrado por las mujeres durante su matrimonio. Para
ello se utilizó la regresión lineal múltiple, a través del método Stepwise. Así, fueron
introducidas el nivel de bienestar antes del divorcio como variable dependiente y
como variables independientes: la escala de autonomía antes del divorcio, además
de las variables demográficas relevantes: edad, escolaridad, homogamia en edad y
en escolaridad, duración del matrimonio y número de hijos.
Los valores mostrados por los principales indicadores de la regresión lineal
pueden observarse en la tabla 15, de acuerdo con los cuales el índice de regre-
sión arrojado por el modelo sugerido es bastante elevado y explica en gran
medida el nivel de bienestar que las mujeres perciben haber tenido durante el
matrimonio. Llama la atención que en el modelo queden excluidas todas las
variables independientes y que la sola escala global de autonomía que la mujer
presenta antes del divorcio explica o predice en 50% el bienestar que las mujeres
perciben haber tenido en ese mismo momento previo al divorcio. Esta eviden-
cia nos permite comprobar la hipótesis “E” planteada, tanto por el nivel de sig-
nificancia que presenta el modelo arrojado por la prueba como por el hecho de
que ésta arroja un valor elevado que permite explicar en gran medida la varia-
ble dependiente.
Los resultados obtenidos a partir de la prueba de regresión lineal permiten
señalar que la variable dependiente Nivel de bienestar mostrado por las muje-
res durante el matrimonio, es explicada principalmente por la variable indepen-
diente: Nivel de autonomía que las mujeres perciben haber tenido durante su
matrimonio en conjunto con la duración del mismo, sobre todo la legal, así como
la duración social del mismo, cuya relación es inversa, y la edad de la mujer. De
acuerdo con lo señalado con anterioridad, el nivel de autonomía percibido por
las mujeres durante el matrimonio se ve explicado, a la vez, por el número de
hijos que la mujer tuvo, así como por la escolaridad de su ex pareja y la duración
del matrimonio.

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

Tabla 15. Modelo que explica el bienestar durante el matrimonio

Nivel de
Indicadores Valor
significancia
R 0.516
R Square 0.266
Error estándar de la estimación 6.582
Grados de libertad 4
F 29.522 0.000
Beta de:
Nivel de autonomía antes del divorcio 0.519 0.000
Duración legal del matrimonio 0.433 0.002
Edad de la mujer 0.146 0.013
Duración social del matrimonio -0.321 0.022
Fuente: elaboración propia.

Relación entre autonomía y bienestar después del divorcio

Un aspecto de particular relevancia para el presente estudio es el análisis de la rela-


ción existente entre el nivel de autonomía mostrado por las mujeres de manera
posterior al divorcio y el nivel de bienestar que éstas presentan en el mismo
momento. Para ello se realiza primero una revisión de la correlación entre estas
variables. En el caso de la variable autonomía de las mujeres después del divorcio,
se revisó la correlación tanto de la escala global como también de las sub-escalas
que la conforman: 1) disposición de tiempos para cubrir necesidades, 2) libertad
en la toma de decisiones; a lo cual se agregaron cada uno de los indicadores de la
variable autonomía (véase tabla 16).
Los índices de correlación observados indican la presencia de una correlación
positiva y significativa entre el nivel de autonomía mostrado por las mujeres de
manera posterior al divorcio y su nivel de bienestar en el mismo periodo, aun-
que llama la atención que, en general, casi todos los valores de correlación arro-
jados son menores a los presentes entre ambas variables en el momento anterior
al divorcio (durante el matrimonio), con excepción de la libertad para decidir la
educación de los hijos, la cual muestra un ligero incremento en la correlación pre-
sente con respecto a la mostrada durante el matrimonio.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Tabla 16. Correlaciones entre autonomía y bienestar posterior al divorcio

Variable o indicador después del divorcio R Significancia


estadística
Escala: Autonomía global 0.223 0.000
Sub-escala: Disposición de tiempo 0.355 0.000
Sub-escala: Libertad en la toma de decisiones 0.405 0.000
Tiempo para atender necesidades familiares 0.151 0.003
Tiempo para atender necesidades sociales 0.163 0.000
Tiempo para atender necesidades personales 0.223 0.000
Libertad para utilizar tiempo libre 0.118 0.020
Libertad para decidir sobre el uso del ingreso 0.112 0.028
Libertad para decidir educación de los hijos 0.115 0.024
Libertad para decidir disciplina de hijos 0.111 0.030
Fuente: elaboración propia.

Otro aspecto que resalta es que la sub-escala libertad en la toma de decisiones


sigue mostrando la más alta correlación con el nivel de bienestar, pese a que sus
indicadores presentan correlaciones muy débiles con el bienestar. En general, vol-
vemos a observar que las sub-escalas libertad en la toma de decisiones y disposición
de tiempos, al igual que la autonomía global después del divorcio presentan una
correlación más fuerte con el bienestar. No obstante, para la prueba de la hipótesis
“D”, se recurrió de nueva cuenta a la regresión lineal múltiple, a través del método
Stepwise e introduciendo como variables independientes las incluidas en la tabla
16, además de algunas variables sociodemográficas relevantes como son: escola-
ridad, edad, tiempo de divorciada, duración social del matrimonio, número de
hijos, si trabaja o no, si tiene o no pareja; tras lo cual arrojó el modelo que mejor
explica o predice el bienestar después del divorcio (véase tabla 17).
A partir de los resultados observados en la prueba de regresión, se puede
advertir que el nivel de bienestar posterior al divorcio se explica o predice en gran
medida por la combinación del nivel de autonomía percibido por las mujeres tras
el divorcio con el nivel de escolaridad que las mismas presentan, lo cual es, final-
mente, una combinación de recursos tanto autoritarios como distributivos, de
acuerdo con lo señalado por Giddens en la teoría de la estructuración y praxis
social. Es preciso señalar que en el caso de ambas variables, se advierte que la
correlación que presentan con la variable dependiente, de acuerdo con los valores

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

de Beta, es positiva, lo que representa una contribución directa y en el mismo sen-


tido que el nivel de bienestar de la mujer después del divorcio; es decir, a mayor
nivel de autonomía en la mujer tras el divorcio, combinado con un mayor nivel de
escolaridad, será posible observar mayores niveles de bienestar en las mujeres que
han enfrentado un divorcio.

Tabla 17. Modelo que explica el bienestar después del divorcio

Indicadores Valor Nivel de significancia


R 0.518
R Square 0.269
Error estándar de la estimación 3 863
Grados de libertad 2
F 42 427 0.000
Beta de:
Nivel de autonomía después del divorcio 0.489 0.000
Escolaridad de la mujer divorciada 0.117 0.041
Fuente: elaboración propia.

A manera de conclusión

Es necesario subrayar que, a pesar de que mucho se ha dicho en torno a que el


divorcio puede ser un evento traumático para quienes lo enfrentan, las eviden-
cias obtenidas en este estudio muestran que para las mujeres, principalmente
para aquellas que deciden el divorcio, resulta ser diferente, sobre todo porque
en los efectos que perciben tras el divorcio se advierte una mayor percepción
de efectos positivos que de negativos en las áreas que se les solicitó comparar.
Asimismo, las mujeres entrevistadas señalan percibir una mejoría, tanto de su
nivel de autonomía como en el de bienestar en el momento posterior al divorcio,
comparado con el que perciben haber tenido durante su matrimonio.
A partir de la revisión y análisis de los resultados, es posible señalar que la auto-
nomía de las mujeres antes y después del divorcio muestra claras diferencias, tanto
en términos del incremento observado entre ambos momentos como en cuanto
a los factores que la explican o predicen. De esta manera, el nivel de autonomía
durante el matrimonio es explicado en función de la combinación de un recurso
distributivo, como es el número de hijos que la mujer ha tenido, con un aspecto

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

circunstancial (duración legal del matrimonio) y un recurso autoritario, como es


la escolaridad de su ex pareja, misma que al parecer le brinda una mayor libertad
en la toma de decisiones, constituyendo un recurso para lograr mayor apertura al
momento de negociar con su pareja una redistribución de tareas y funciones al
interior del hogar. Llama la atención que sea más en función de este recurso en la
pareja, que en un nivel de equidad (homogamia) entre la mujer y su ex pareja en lo
que toca al mismo recurso de escolaridad, lo que finalmente logre predecir el nivel
de autonomía percibido por la mujer respecto al periodo de su matrimonio. En el
momento posterior al divorcio, se combinan un mayor número de variables para
explicar el nivel de autonomía, partiendo de la autonomía que se tenía durante el
matrimonio, a la cual se agregan el número de hijos, el ingreso familiar actual, la
cobertura de necesidades propias y de los hijos, así como el nivel de escolaridad de
la mujer y la duración del matrimonio; aunque en el caso del número de hijos y la
duración del matrimonio, el aporte al nivel de autonomía es negativo. Estos datos
indican que el nivel de autonomía logrado tras el divorcio se ve explicado por la
combinación de recursos autoritarios y distributivos, de acuerdo con lo planteado
en el estudio.
Otro aspecto a resaltar es el concerniente a los efectos del divorcio, en los cua-
les la percepción de las mujeres, en general, es de una clara mejoría, la cual está
presente en la mayoría del grupo, pero es más evidente en los grupos de muje-
res que tomaron la iniciativa en la decisión del divorcio, así como en aquellas que
cuentan en la actualidad con una nueva pareja. Por el contrario, en cuanto a las
variables de temporalidad, se advierte que el tiempo de divorciada no presenta
una influencia significativa en dichos efectos, en tanto que es la duración social
del matrimonio (tiempo que vivieron junto a su ex pareja) la que muestra mayor
relación con los efectos, siendo ésta negativa; es decir, a mayor duración del matri-
monio, menores efectos positivos tras el divorcio. Resulta entonces que el modelo
que predice el nivel de efectos percibidos por las mujeres tras su divorcio es com-
plejo, aunque incluye en su conjunto global el nivel de autonomía percibido por
las mujeres después del divorcio.
La relación entre el bienestar y la autonomía de las mujeres con los efectos per-
cibidos por ellas tras el divorcio es innegable. Sin embargo, es necesario subrayar
que en el caso de la autonomía antes del divorcio, la relación es inversa a la mejoría
expresada por las mujeres. Ello significa que quienes presentaron menores nive-
les de autonomía en su matrimonio son precisamente quienes refieren en mayor
grado mejoría en torno a las diversas áreas comparadas entre ambos momentos.
Por último, respecto a la relación entre el nivel de autonomía y el nivel de bie-
nestar mostrado por las mujeres en ambos momentos (antes del divorcio y des-
pués del mismo), se notan también claras diferencias; por un lado, en cuanto a

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| Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su nivel de autonomía |

que las correlaciones en el momento previo al divorcio son más elevadas que en
el posterior, así como que el índice de regresión del modelo predictor es más ele-
vado; por otro lado, en cuanto a las variables que explican el nivel de bienestar
durante el matrimonio, resalta el que en ambos momentos es la escala global de
autonomía percibida por las mujeres la que predice el nivel de bienestar, permi-
tiendo sostener las hipótesis “E” y “F” planteadas en el estudio, mismas que con-
centran el propósito esencial del mismo. Cabe señalar que, en el primer momento,
es la escala de autonomía combinada con la edad de la mujer y la duración tanto
legal como social del matrimonio lo que en conjunto logra predecir en una ele-
vada medida el nivel de bienestar (durante el matrimonio), mientras que en el
momento posterior al divorcio es la combinación del nivel de autonomía (poste-
rior al divorcio) en combinación con el nivel de escolaridad de la mujer los que
conforman el modelo predictivo; no obstante, hay que reconocer que la escolari-
dad contribuye en baja proporción.
También es importante subrayar que al contar en el análisis con el modelo
explicativo del nivel de autonomía en ambos momentos, ello permite identificar
que si bien dichas escalas logran explicar en gran medida a la variable dependiente,
éstas, a la vez, son influidas por una serie de aspectos entre los que destacan: el
número de hijos y la duración del matrimonio en una correlación negativa, pero
también la escolaridad de la expareja en el momento previo al divorcio y la escola-
ridad propia en el momento posterior. Además de que en el momento posterior al
divorcio la influencia es más diversa y es una combinación de recursos tanto auto-
ritarios como distributivos lo que por un lado predice o explica el nivel de autono-
mía, pero de manera indirecta influye en el nivel de bienestar que éstas perciben
tener en ese mismo momento.
El hecho de que durante el matrimonio la escolaridad de la pareja sea de
gran relevancia para el nivel de autonomía percibido, parece señalar que es éste
el recurso que brinda una mayor apertura del cónyuge a que la mujer obtenga
mayores libertades, tanto en la toma de decisiones como en el control de los
recursos, lo que indicaría una mayor democracia al interior del matrimonio,
misma que podría estar conformada por un mayor grado de solidaridad de
corresponsabilidad entre los cónyuges, más que una solidaridad de comple-
mentariedad, basada en la especialización, que se caracteriza en una marcada
división de recursos y tareas entre los sexos. Es decir, las mujeres que gozaron
de mayores niveles de autonomía al interior del matrimonio señalan en cierta
forma haber constituido una pareja de transición de acuerdo con la tipología de
Burín y Meler (1998), y Meler (1998).
Lo anterior confirma lo señalado en el planteamiento, en torno a que de
acuerdo con Giddens y su teoría de la estructuración y praxis social, los recursos

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

tanto distributivos como autoritarios constituyen los medios o bases de poder con
que el agente, en este caso la mujer, cuenta para transformar la situación en que se
encuentra a través de la acción surgida de un mayor grado de libertad (Giddens,
1984). No obstante, es importante señalar que la situación diferencial observada
entre las mujeres respecto a los efectos percibidos y su nivel de bienestar, si bien es
menor a la esperada, también se encuentra en función de menores recursos auto-
ritarios (toma de decisiones) y distributivos (acceso a los bienes), que impiden a
la mujer actuar o transformar su situación en la misma medida que a quienes sí
cuentan con dichos recursos. En ello cabe resaltar que, aunque en menor medida
de lo esperado, la diversidad encontrada entre la situación de las mujeres (nivel de
efectos enfrentados y nivel de bienestar percibido) parece estar explicada en fun-
ción de la presencia o no de estos recursos.

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Ajuste diádico:
la cuerda floja del matrimonio
José Moral de la Rubia

Introducción

E l presente capítulo se inicia hablando de los significados del matrimonio


dentro de la sociedad latina mexicana, del amor como sentimiento base del
matrimonio en la sociedad contemporánea y del ajuste diádico como determi-
nante de la estabilidad marital o su ausencia como antecedente de la ruptura. Se
prosigue con la presentación de un estudio empírico, donde se estudia la relación
de un conjunto de variables demográficas, de religión, sexualidad, personalidad
y estados emocionales con el ajuste marital. Se observa la realización tanto sepa-
rando a hombres y mujeres como uniéndolos en una sola muestra, con la finali-
dad de identificar las diferencias y semejanzas entre ambos sexos. Expuestos estos
análisis, se discuten los datos considerando otros estudios y teorías psicosocia-
les de la estabilidad y ruptura maritales. Por último, se realiza una síntesis con-
clusiva, donde se destaca la importancia del aspecto romántico de idealización de
la pareja para el ajuste marital frente a una excesiva crítica y menosprecio, resul-
tando el ajuste a la pareja una cuerda floja por la que transitan ambos cónyuges a
lo largo de su vida marital.

Significados del matrimonio en la sociedad mexicana actual

La imagen de la relación de pareja nos ha sido dada por la sociedad y así la man-
tenemos por ser un modelo a seguir. Montecino (1996) refiere que las identida-
des de género se definen como madre para las mujeres, y como proveedor y padre
ausente para los hombres, aún hoy en día como en el pasado. La mujer, a pesar de

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su participación creciente en el ámbito laboral, sigue siendo vista esencialmente


como la que da el cuidado y atención a los hijos y esposo; a la vez, el hombre, aun-
que cada vez participa más en las labores del hogar y educación de los hijos, sigue
siendo considerado esencialmente como proveedor de la madre e hijos.
La pareja emerge como una dimensión individual, el concepto hace alusión a
un conjunto de dos unidades que tienen algo en común: una fuerte atracción que
los liga y mantiene unidos. Las palabras cónyuge o esposa/o, evocan la noción
de díada, de dúo compuesto por individualidades. Con esto se entiende que en
la pareja debe existir una complementariedad, que va más allá de compartir una
vida en común, y que dicha pareja se construye a condición de que las dos perso-
nas implicadas visualicen un objetivo común (Perrone, 2006).
El matrimonio suele ser visto como un contrato basado en obligaciones
sociales y afectivas, ya que desde la elección de pareja basamos nuestros idea-
les en normas y reglas culturales más que en nuestras propias decisiones. Las
presiones sociales y familiares pueden conducir al matrimonio hacia diversas
situaciones negativas, como el permanecer casados sólo por los hijos para evitar
conflictos con el entorno; o conducir al individuo a buscar desesperadamente
una pareja para lograr la realización social, o mantener un matrimonio para
toda la vida a pesar de que la vida en pareja sea muy insatisfactoria por falta de
salidas y oportunidades (Rodríguez, 2001).
Moral, Carrillo y Griffens (2008) estudiaron la representación del matrimonio
en una muestra de parejas de Monterrey desde el enfoque de las representacio-
nes sociales (Moscovici, 1961). Hallaron que el núcleo central de la representa-
ción del “estar casados” está constituido por obligaciones y funciones de pareja
y familia, sentimientos positivos destacando el amor, valores de fidelidad, con-
fianza y respeto, la idea de una estructura social primaria formada por padres e
hijos, así como valores y actitudes de convivencia, es decir, la imagen de una fami-
lia unida, feliz, que lucha por su estabilidad a través de valores de fidelidad, armo-
nía y paz en la convivencia. Con base en los significados compartidos desde un
análisis de clúster, se definieron cuatro grupos. El más numeroso es el que justi-
fica el estar casados por los hijos. Se le contrapone el que atribuye el estar casados
al amor. Otros destacan la compañía de la pareja y un último grupo asocia el estar
casados con tener deberes conyugales y domésticos. Los que están casados por
amor se aproximan más al núcleo de la representación social y son los que repor-
tan más ajuste y satisfacción maritales. Los que más se alejan del núcleo central de
la representación social son los que señalan el estar casados por la compañía de la
pareja, pero los más insatisfechos y con peor ajuste son los que están casados por
los hijos. Los cuatro grupos difieren en el promedio de grado de escolaridad. El
nivel más alto aparece en aquellos que dicen estar casados por amor y el más bajo

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en aquellos que destacan el estar casados y tener deberes. Parece que las personas
con más estudios acentúan la dimensión personal de los afectos y las personas con
menos estudios la dimensión social de los deberes familiares. Precisamente las
personas con menos estudios tienen más hijos. Por diferencias de sexos, los hom-
bres asocian más que las mujeres la categoría temática de garantizar una solven-
cia económica, lo que destaca que el papel tradicional de proveedor para el género
masculino aún está presente en el pensamiento social.

El amor romántico como fundamento del matrimonio


en la sociedad contemporánea

El sentimiento de amor a lo largo de la relación va teniendo una transformación.


Pasa de una pasión inicial con mucho componente sexual a un sentimiento de
intimidad y compañerismo; no obstante, nunca debe extinguirse la pasión para
una buena salud de la relación (Sternberg, 1989). De ahí la importancia de cele-
braciones como el aniversario de bodas o del día de los enamorados, de mantener
relaciones sexuales al menos una vez a la semana y pasar momentos de intimidad
de forma diaria, los cuales, si son espontáneos y disfrutados, son indicadores del
sentimiento latente (Moral, 2008a).
El amor tal como lo conocemos en nuestra cultura, no siempre ha estado ligado
a la idea de unión estable ni al amor romántico. La pretensión de estabilidad en la
pareja, en el mundo occidental, data del último siglo del Imperio romano, cuando
se impone la moral judeocristiana y se consolida a lo largo de la Edad Media. La
indisolubilidad del matrimonio coloca al ser humano ante retos de enorme exigen-
cia en el manejo no sólo de su idea acerca del amor, sino también de las emociones
que se generan cuando se avizora la ruptura del vínculo afectivo inicial. Se genera
una expectativa y un sentido de vida que la separación y el divorcio rompen. Así,
la ruptura de los vínculos sentimentales aparece como un hecho traumático, pero
no en sí mismo indeseable y, en la mayoría de los casos, tampoco inesperado, por
el grave deterioro de la relación. La separación es, de algún modo, el final de un
drama humano en algunas historias de pareja llenas de conflicto y antagonismo o
de aburrimiento y hastío (Wallerstein y Blakeslee, 1990). Los antropólogos plan-
tean que el patrón natural de emparejamiento en el homínido es la monogamia
serial, con intervalos de duración de unos siete años, siendo los últimos lazos los
más persistentes, pudiendo tenerse unos tres o cuatro lazos duraderos a lo largo de
la vida (Fisher, 1992), lo cual encaja con dificultad en el planteamiento de las socie-
dades conyugales y los divorcios de nuestra sociedad, donde las rupturas tienen
muy altos costos y obstaculizan un segundo o tercer emparejamiento.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

En la mayoría de las culturas antiguas, los lazos maritales eran arreglos de


familia, donde se presupone que el enamoramiento y vínculo se generarían con
el tiempo. Estas uniones se podían romper con ciertos costos, aunque también
tenían sus implicaciones graves en los proyectos de vida de las familias y perso-
nas implicadas.
El lazo marital motivado por el amor, sin arreglo familiar, es un devenir reciente
en el mundo occidental. Se inicia durante el periodo de la Ilustración y la Revo-
lución francesa, y se consolida en el siglo xx (Adrianses, 2000). El hecho de que
el amor se coloque como sentimiento de base en la unión marital provoca que la
ruptura tenga un mayor impacto emocional, generando un vacío mucho mayor
que la ruptura de una unión pactada, donde las razones de su sostén y ruptura,
incluso, pueden ser ajenas a la relación entre los cónyuges, como en periodos his-
tóricos anteriores.
Desde las bases de la sociedad presente, la relación matrimonial debe salva-
guardarse como objetivo de crecimiento personal y estabilidad social, pero no
a toda costa, como imponen los preceptos religiosos: lo que unió Dios, que no lo
separe el hombre. Es un grave error sostener una relación donde no haya amor y
todos los temas de convivencia sean un conflicto y una imposición, lo único que
genera es patología en todos los miembros de la familia (Kenberg, 1996). En esos
casos es más saludable una ruptura, de ahí la necesidad del divorcio para las unio-
nes creadas por el ser humano entre mujeres y hombres, a pesar del sufrimiento
emocional y sus altos costos (Poussin y Martin, 2005). No obstante, debe remar-
carse que el divorcio nunca es inocuo (Wallerstein y Blakeslee, 1990), afecta a la
maduración de los hijos (Sanz-de-Galdeano y Vuri, 2007) y al estatus económico
de ambos cónyuges, en especial de la mujer (Lehrer, 2003; Fondo de Naciones
Unidas para la Infancia [unicef], 2007). Precisamente el tema económico puede
ser la causa que evita el divorcio a pesar del grave deterioro de la relación, vivién-
dose situaciones de separación de hecho, donde incursionan con frecuencia la
infidelidad y los malos tratos.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía [inegi] (2007),
en México, durante 2006, se registraron 586 978 matrimonios, cifra menor en 1.5% a
la de 2005, que sumó 595 713. En cuanto a los divorcios, se realizaron 72 396 en 2006
y 70 184 en 2005, con un aumento de 3.2%. No obstante, debe considerarse que la
tasa de nupcialidad en México es muy alta y la tasa de divorcios muy baja en compa-
ración con los países del norte del continente, europeos, Australia, Japón y China, es
decir, en comparación con los países más desarrollados. Precisamente las caracterís-
ticas demográficas de México corresponden a un país en vías de desarrollo.
En el año 2007, la tasa bruta de nupcialidad (matrimonios por mil habitan-
tes) en México fue de 5.4%, la cual está por encima del 3 o 4% de los países

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

desarrollados. Por entidad federativa, las tasas más altas se registraron en: Yuca-
tán (7.3%), Durango (7.1%) y Guanajuato (7.0%); en contraste, Baja California
(2.5%) y Quintana Roo (2.7%) muestran los valores más bajos de este indicador
(inegi, 2007). La tasa de divorcio asciende a 13%, que es la mitad que la europea
y un quinto de la estadounidense.
La edad promedio al contraer matrimonio fue de 28.1 años en hombres y 25.3
en mujeres, unos cinco años por debajo del promedio europeo. La tasa de natali-
dad está por encima, al menos en un hijo, de los países europeos, permitiendo el
crecimiento con población autóctona, al quedar por encima de la tasa de renova-
ción generacional (inegi, 2007).
Lo que alarma a las autoridades en planificación poblacional es la tasa creciente
del divorcio, con su duplicación en los 10 últimos años, y la tendencia decreciente
de los matrimonios y número de hijos por matrimonio. Éste no es un fenómeno
aislado en México, sino que también está ocurriendo en todos los países europeos,
y en la mayoría de los países latinoamericanos (unicef, 2007). En las estadísticas
seriales de 1990 a 2007, se observa que la tasa de matrimonio en México parece
estar llevando a su valor asintótico de 5 por 1 000 habitantes, pero no así la tasa de
divorcio, la cual seguirá incrementándose probablemente hasta alcanzar a las tasas
europeas, de un cuarto a un tercio de los matrimonios. Por otra parte, el número de
hijos está bajando a un valor asintótico de dos hijos por pareja (inegi, 2007).
Los temores de retroceso demográfico y envejecimiento de la población, en un
país joven, de cultura latina y vitalidad económica, a corto plazo no son motivos
de preocupación excesiva, en el sentido de que los jóvenes no se quieran casar ni
tener hijos y que pronto decidan romper sus lazos maritales. El matrimonio goza
de salud en México y el divorcio queda como una opción cuando sea necesario.
En sí, la cultura se encarga de fomentar el matrimonio, el tener hijos y evitar la
ruptura marital a través de los procesos de socialización, ceremonias sociales, los
rumores y juegos de prestigio y oportunidades (García y Chávez, 2008; Lagarde,
1997). No obstante, a medio y largo plazos, estas tendencias demográficas van a
cobrar importancia, pues la cultura latina tradicional está cambiando. Debe men-
cionarse que hay autores, como López, Salles y Tuirán (2001), quienes señalan que
este cambio no es lineal o progresivo, sino ambivalente y contradictorio; incluso,
Leñero (1992) habla sobre la existencia en México de un neomachismo, con una
tendencia a reducir al hogar las labores de la mujer.
En la actualidad, los cambios culturales son motivo de desajuste marital. Díaz-
Loving, Rivera y Sánchez (1999) muestran que la relación entre las característi-
cas reales e ideales de la pareja y la satisfacción marital están en función de las
diferencias de significado asociadas con el género. Consideran que las diferencias
entre los sexos se deben a las variaciones en el significado que tiene para cada uno

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el concepto de satisfacción marital y amor. Para los hombres, las conductas instru-
mentales son más importantes para la expresión de satisfacción y del amor, mien-
tras que para las mujeres lo son las conductas expresivas. Los datos indican que a
medida que se hace más grande la distancia entre la pareja ideal y la real, se pre-
senta mayor insatisfacción en la pareja. Aparte, como motivo de ruptura está la
violencia manifestada en uno de los miembros de la pareja o ambos, la cual puede
estar motivada por conflictos en relación con aspectos tradicionales de género
que la pareja no satisface desde la adaptación a las exigencias de la vida en la socie-
dad actual (Díaz-Loving y Sánchez, 2002).
En la medida en que hombres y mujeres se involucran en una relación y esta-
blecen una familia, muestran comportamientos y características más vincula-
dos con los roles tradicionales de género, en especial cuando se convierten en
padres. Sin embargo, en las últimas tres décadas, se han registrado cambios tales
como: la incursión de las mujeres en los niveles educativos superiores, su incor-
poración masiva al mercado laboral, la introducción de nuevas tecnologías repro-
ductivas-anticonceptivas e incluso su incorporación académica a los estudios de
género, cambios que inciden de manera directa en el interior de la vida familiar
y de pareja. En la medida en que se han dado estos cambios, se ha generado la
posibilidad de cuestionar y reconstruir las ideas y las creencias alrededor de los
géneros, lo cual impacta de forma directa sobre los comportamientos y las rela-
ciones que se dan entre los cónyuges. Al explorar el impacto de una postura más
equitativa en el ejercicio de roles más o menos tradicionales, tanto en la familia
como con la pareja, se observa una escasa incorporación de los varones dentro del
modelo equitativo y un aumento de la demanda de cambio en las mujeres, esto es,
un incremento del conflicto y el malestar (Díaz-Loving, Rocha y Rivera, 2007).
La infidelidad constituye la principal causa de divorcio en los tribunales como
demanda de las mujeres hacia los hombres (Avelarde, Reyes, Díaz-Loving y Rivera,
1996). La diferencia entre hombres y mujeres en los porcentajes de casos de infi-
delidad en países desarrollados es de más de un tercio. Con base en la Encuesta
Social General estadounidense, Laumann, Gagnon, Michael y Michaels (1994)
reportaron que 25% de los hombres casados o en unión y 15% de las mujeres
admitían haber tenido sexo con otra persona además de su pareja al menos una
vez en su vida marital; sin embargo, menos de 4% lo reportaba en el año previo.
Wiederman (1997) también reporta porcentajes semejantes: 22% de los hombres y
12% de las mujeres han sido sexualmente infieles a sus parejas al menos una vez a lo
largo de su vida marital o de convivencia, afectando entre 20 y 25% de los matrimo-
nios. Se estima que su prevalencia es más alta en los casos que llegan a divorcio, en
8 de cada 10 parejas hay alguna infidelidad a lo largo de su vida conyugal, siendo el
porcentaje y frecuencia ligeramente mayor en el hombre (de 5 a 6 de cada 10) que
en mujeres (de 4 a 5 de cada 10) (Gómez, 2003). En los hombres, como motivos,
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se señala el impulso a la novedad y variedad, aburrimiento y trato devaluador de


la pareja. En las mujeres se señala la insatisfacción marital, falta de apoyo y el des-
pecho ante el distanciamiento o la traición del cónyuge (Eisenberg, 1999; García,
1996). Los estudios también indican que la mujer vive más preocupada y le afecta
más la infidelidad de su pareja, aunque las reacciones pueden ser más violentas en
el hombre; además, los hombres se preocupan más por la infidelidad emocional y
las mujeres por la sexual (Harris, 2003).

Etapas del amor desde el modelo de Sternberg

Sternberg (1989) describe las relaciones de amor entre las personas con base en
tres dimensiones o componentes: intimidad, pasión y compromiso. La intimidad
se refiere a aquellos sentimientos dentro de una relación que promueven el acer-
camiento, el vínculo y la conexión entre la pareja; es uno de los puntales del amor,
pero constituye una base que se desarrolla con lentitud y que es difícil alcanzar; se
expresa de manera fundamental a través de la promoción del bienestar del otro. La
pasión se identifica con la vivencia y/o expresión de deseos y necesidades respecto
al otro miembro de la pareja; comprende aspectos fisiológicos, como elevación de la
excitación general y/o sexual, la necesidad de contacto físico y/o sexual, y aspectos
psicológicos, como deseo de entrega, de afiliación y de necesidad de reciprocidad;
se expresa en comportamientos de acercamiento físico y/o sexual. El compromiso
comprende dos componentes: a corto plazo implica la decisión de amar a la per-
sona, a pesar de las dificultades que surjan, y a largo plazo supone preservar el
amor incluso en los momentos difíciles.
Sternberg (1989) no sólo describe los componentes del amor, sino que además
señala que cada persona tiene, en un momento dado, determinados niveles de
cada uno de esos componentes. El autor representa gráficamente los componen-
tes del amor en un triángulo cuyos vértices corresponden a cada uno de los tres
componentes ya mencionados: intimidad, pasión y compromiso. Estos triángulos
cobran diversas formas y sus áreas son también distintas de acuerdo a cómo cada
persona experimente el sentimiento amoroso provocado por su pareja, tanto en el
ámbito real como en el ámbito percibido y en el ideal.

El ajuste marital

Se entiende por ajuste marital el grado en que la pareja está cohesionada, satis-
fecha, funciona con armonía y se expresa afecto. El ajuste marital es clave para el
mantenimiento de la relación en el tiempo, de ahí que tome una especial relevancia

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

el estudio de sus factores determinantes (Stack y Eshleman, 1998). Se postula que


entre estos factores se halla la alexitimia o dificultad para tomar conciencia y expresar
de manera verbal las emociones (Croyle y Waltz, 2002; Yelsma, 1996; Espina, 2002).
Las medidas de ajuste y satisfacción maritales suelen estar fuertemente influen-
ciadas por una tendencia a idealizar a la pareja y dar respuestas en un sentido
socialmente deseable, de ahí la importancia de controlar este sesgo al estudiar el
fenómeno (Fowers, Applegate, Olson y Pomerantz, 1994).
Por otra parte, la sexualidad dentro del matrimonio no se rige por la satisfac-
ción de unas necesidades físicas ni por convenciones sociales, sino que está deter-
minada de manera fundamental por el afecto, comunicación y satisfacción con el
matrimonio (Hudson, 1982; Rogers, 1975), aspectos que pueden echar a perder la
sexualidad dentro de una pareja, cuando ésta es clave para la bioquímica del vín-
culo (Gonzaga, Turner, Keltner, Campos y Altemus, 2006). De ahí la importancia
de estudiar juntas sexualidad, calidad marital, afectos y comunicación.
Los individuos alexitímicos se caracterizan por la dificultad de reconocer y ver-
balizar sus emociones, una fantasía muy pobre y un estilo de pensamiento ligado
a los detalles externos sin contacto con el mundo vivencial interno. El concepto
implica un estilo de comunicación sin conciencia de las propias emociones ni las
del interlocutor, donde la experiencia afectiva no es articulada ni expresa, limi-
tándose la comunicación a detalles concretos y externos (Moral, 2008b; Taylor,
1984). Yelsma (1996), en una muestra de 79 perpetradores de violencia, 57 vícti-
mas y 70 personas en parejas funcionales, estudia un conjunto de variables sobre
orientación afectiva: alexitimia, disposición a considerar las emociones, rango de
afectos positivos, expresión de afecto positivo, rango de afectos negativos y expre-
sión de afecto negativo; y halla que el déficit de afecto positivo versus la presencia
de efecto negativo junto con niveles altos de alexitimia eran indicadores de mal-
trato físico dentro de la relación íntima, situación que constituye un caso extremo
de desajuste e insatisfacción marital. Croyle y Waltz (2002) estudiaron la relación
de la conciencia emocional con el ajuste diádico en 56 parejas y hallaron que las
mujeres son más conscientes que los hombres en respuestas a situaciones afecti-
vas de pareja, pero no en respuestas a situaciones generales fuera de la relación.
La discrepancia entre los niveles de conciencia emocional de los cónyuges estaba
relacionada con una satisfacción menor tanto en hombres como en mujeres. A
la vez, una mayor conciencia de emociones negativas activadoras (ira y resenti-
miento) se relaciona con pobre ajuste marital sólo en mujeres.
Los estudios empíricos han revelado que la alexitimia es un determinante
importante de ansiedad y depresión como estados emocionales y está fuerte-
mente asociada con el rasgo de personalidad del neuroticismo (Taylor, Bagby y
Parker, 1997), variables que afectan de forma negativa en el ajuste diádico. Por las

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características del constructo y los hallazgos empíricos cabe esperar que la alexi-
timia afectará el ajuste diádico y la satisfacción sexual al limitar la capacidad de
afrontar tensiones y problemas; pudiendo mostrar un efecto causal indirecto adi-
cional a través de la ansiedad y la depresión. Se entiende por neuroticismo el rasgo
de ansiedad o nerviosismo, indicado por inestabilidad emocional, inseguridad,
tasas altas de ansiedad, estado continuo de preocupación y tensión, con tendencia
a la culpabilidad y generalmente unido a sintomatología psicosomática.

Objetivos del estudio empírico

Esta investigación tiene como objetivos: 1) estudiar la correlación y potencial pre-


dictivo de un conjunto de variables sociodemográficas numéricas (edad, esco-
laridad, clase social, tiempo de matrimonio, tiempo de noviazgo y número de
hijos), de religión (creencias y prácticas religiosas), conducta sexual (frecuencia
de relaciones con la pareja y de masturbación y satisfacción sexual), personalidad
(neuroticismo y alexitimia) y estados emocionales (ansiedad, depresión, afectos
negativos y afectos positivos) sobre el ajuste marital, considerando el efecto de la
deseabilidad social y engrandecimiento marital; 2) contrastar un modelo de pre-
dicción donde la alexitimia actúa sobre el ajuste diádico tanto directamente como
a través del estado de ansiedad, la depresión y el neuroticismo; y 3) observar el
efecto del sexo (hombre o mujer).

Método

Participantes

La muestra quedó integrada por 100 parejas casadas (N= 200) procedentes de una
ciudad industrial del noreste de México: Monterrey. Sólo una pareja asistía a tera-
pia y ninguna se encontraba en proceso de separación o divorcio. Así, 5% de los
encuestados señaló haber tenido un divorcio anterior al matrimonio actual. La
media de edad fue de 34 años, con una desviación estándar de 10 y rango de 18 a
60 años. La media de escolaridad fue de 9.5 años con una desviación estándar de 2.
La mediana de la clase social a la que se cree pertenecer correspondió a clase social
media-media; 66% se consideró de media-media, 26% media-baja, 5% media-alta
y 3% baja. La media de años de matrimonio fue de 11 años con una desviación
estándar de 9 años y rango de 1 mes a 37 años. La media de hijos fue de 2, con una
desviación estándar de 1 y rango de 0 a 5. Asimismo, 82% reportó ser creyente

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católico, 11% cristiano no católico, 2% pertenecer a otra confesión religiosa y 5%


no profesar ninguna.

Instrumentos de medida

El cuestionario de autoinforme aplicado estaba integrado por:

■■ Consentimiento informado expreso.


■■ Preguntas cerradas sobre años de noviazgo y matrimonio, datos sociode-
mográficos (edad, sexo, escolaridad, ocupación laboral, identidad de clase
social, número de hijos, años de matrimonio, años de noviazgo y divorcios
previos), confesión religiosa, convicción religiosa, frecuencia de práctica
religiosa y motivo del matrimonio.
■■ Test de asociación libre con la palabra-estímulo “estar casado/a” (De Rosa,
1988).
■■ Preguntas cerradas sobre frecuencia de relaciones sexuales de pareja y mas-
turbación, métodos anticonceptivos empleados y emociones asociadas con
las conductas sexuales.
■■ Nueve escalas psicométricas: Escala de Ajuste Diádico (DAS) (Spanier,
1976), Escala de Valoración de la Relación (RAS) (Hendrick, 1988), Índice
de Insatisfacción Sexual (ISS) (Hudson, 1982), Escala de Engrandecimiento
Marital (MAS) (O’Rourke y Cappeliez, 2002), Escala de Alexitimia de
Toronto de 20 reactivos (TAS-20) (Bagby, Parker y Taylor, 1994), Escala de
Deseabilidad Social (SDS) (Crowne y Marlowe, 1960), Inventario de Ansie-
dad Estado-Rasgo (STAI) (Spielberger, Gorsuch y Lushene, 1970), Inven-
tario de Depresión de Beck (BDI) (Beck y Steer, 1987) y Escala de Afecto
Positivo y Negativo (PANAS) (Watson, Clark y Tellegen, 1988).

La Escala de Ajuste Diádico (Dyadic Adjustment Scale, DAS) fue creada por
Spanier (1976) y parte de una distinción conceptual entre satisfacción y ajuste,
así como del descontento con las medidas de satisfacción existente, ya que éstas
sólo valoraban el estado presente y no capturan los procesos de desarrollo inhe-
rentes al ajuste. El ajuste es un proceso de adaptación a la convivencia en pareja
donde la satisfacción es uno de sus componentes. El logro del proceso de ajuste,
según Spanier (1976), se verá reflejado en cuatro aspectos: consenso sobre asuntos
de importancia para el funcionamiento de la pareja (como finanzas, ocio, valores,
tareas domésticas y amigos), satisfacción de la pareja, la cohesión y la expresión de
cariño. Precisamente éstos son los cuatro factores que su escala de 32 ítems (DAS)

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

pretende medir, la cual es un intento exitoso de ofrecer una alternativa a la primera


medida de ajuste marital (Marital Adjustment Test) creada por Locke y Wallace en
1959. Los estudios de factores con la DAS no han conseguido reproducir la estruc-
tura deseada de cuatro factores correlacionados. Eso sí, la escala presenta una alta
consistencia interna, estabilidad temporal y validez discriminativa. Todas estas
propiedades la convierten en el instrumento más empleado en los estudios empí-
ricos y en la práctica clínica. Se recomienda su empleo desde el puntaje total y no
tanto desde las puntuaciones factoriales.
Se emplea la adaptación de la escala DAS realizada por Moral (2009a) en pobla-
ción mexicana. La escala se tradujo por el método de doble traducción indepen-
diente (inglés-español y español-inglés), con la participación de dos expertos. En
la presente muestra de 100 parejas casadas levantada en Nuevo León (N= 200), la
distribución del puntaje total de la escala DAS con sus 32 ítems se ajusta a una
curva normal (ZK-S= 1.20, p= .14) de media de 113.31 y desviación estándar de
19.45. Su consistencia interna es alta (α= .92). Al realizar la extracción de facto-
res por Ejes Principales, fijar el número de los mismos por el criterio de Cattell y
rotar la matriz factorial por el método Oblimin, se obtienen dos factores correla-
cionados que explican 36.76% de la varianza total: consenso y cohesión afectiva
(1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 18, 23, 24, 25, 28 y 30) (α= .91) y satis-
facción marital (16, 17, 19, 20, 21, 22, 26, 27 y 31) (α= .83). La correlación entre
ambos factores es de -.67. Los ítems 29 y 32 presentan problemas de consistencia
interna, de ahí que se desestiman, subiendo la consistencia interna de la escala a .93.
Los índices de ajuste del modelo de dos factores correlacionados (sin los ítems
29 y 32) son algo pobres (χ2/gl= 1.81, RMSEA= .08, GFI= .77 y AGFI= .74). Este
modelo bifactorial muestra un ajuste equivalente al de los cuatro factores correla-
cionados originales (sin los ítems 29 y 32) (consenso: 1, 2, 3, 5, 7, 8, 9, 10, 11, 12,
13, 14 y 15, satisfacción: 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23 y 31, cohesión: 24, 25, 26, 27
y 28, y expresión afectiva: 4, 6 y 30) (dχ2= 10.24, p= .04, χ2/gl= 1.86, RMSEA= .06,
GFI= .77 y AGFI= .74), los cuales no se reproducen por análisis factorial explora-
torio. La escala DAS30, cuya distribución es normal (M= 109.03 DE= 19.22), posee
validez convergente con la Escala de Valoración de la Relación (RAS) (Hendrick,
1988) y la Escala de Satisfacción Marital (ESM) (Pick y Andrade, 1988), siendo las
correlaciones positivas y altas (.79 y .69, respectivamente). Así, la escala se mues-
tra adecuada para su empleo en población mexicana y en este estudio se eliminan
los ítems 29 y 32 (DAS30).
Escala de Valoración de la Relación (Relationship Assessment Scale, RAS) fue
creada por Hendrick (1988). Es una escala tipo Likert de medida global de la
satisfacción de la relación con siete ítems que varían en un rango de 1 a 5, por
lo que presenta un recorrido potencial de 7 a 35. Su consistencia por la alfa de

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Cronbach es alta (α= .86) y cuenta con una estructura unifactorial. En cuanto a su
validez criterial, muestra una correlación moderada de .48 con el Test de Ajuste
Marital (MAT) de Locke y Wallace (1959), correlaciones de .51 a .82 con el pun-
taje total de la Escala de Ajuste Diádico (DAS) (Spanier, 1976) y sus subescalas,
además posee buena capacidad para discriminar entre parejas con y sin proble-
mas, empleándose como criterio la escala DAS, tanto en muestra control (Hen-
drick, 1988) como clínica (Vaughin y Martyastik, 1999).
Se emplea la adaptación de la escala RAS realizada por Moral (2008c) en pobla-
ción mexicana. La escala se tradujo por el método de doble traducción indepen-
diente (inglés-español y español-inglés), con la participación de dos expertos. En
la presente muestra de 100 parejas casadas levantada en Nuevo León (N= 200), la
Escala Valoración de la Relación (RAS) posee una estructural unifactorial con
base en el criterio de Kaiser que explica 38.52% de la varianza total por Ejes Prin-
cipales, con un ajuste adecuado a los datos por Máxima Verosimilitud (χ2/gl=
3.08, RMSEA= .068, GFI= .921, AGFI= .982 y CFI= .976). Su consistencia interna
es alta (α= .81). Su distribución es asimétrica negativa (Sk= -0.83, EE= 0.17), no
ajustándose a una curva normal (ZK-S= 1.76, p<.01). La mediana es de 30, media de
29.34 y desviación estándar de 4.49. Además presenta correlaciones altas con Escala
de Satisfacción Marital (ESM) (Pick y Andrade, 1988) (r= .81), Escala de Ajuste Diá-
dico (DAS) (Spanier, 1976) (r= .79) e Índice de Insatisfacción Sexual (ISS) (Hudson,
1982) (r= -54), lo que indica validez criterial y de constructo. Por tanto, la escala se
muestra adecuada para ser usada en México, sin eliminar ningún ítem.
El Índice de Satisfacción Sexual (Index of Sexual Satisfaction, ISS) fue creado
por Hudson (1982). Debido a que los ítems están valorados en sentido negativo,
se denomina en este estudio como escala de Insatisfacción Sexual. Cuanta más
alta es la puntuación, la escala refleja menor disfrute o satisfacción con la sexuali-
dad marital. El rango de puntuación de cada ítem es de 1 (en ningún momento) a
7 (todo el tiempo). La escala está integrada por 25 ítems, así el rango potencial de
la escala va de 25 a 175. La consistencia interna de la escala es alta (α= .92). Mues-
tra validez concurrente, correlacionando de forma significativa con la Escala de
Ajuste Marital de Locke y Wallace. También posee buena validez discriminativa al
clasificar correctamente a 80% de las parejas con o sin problemas sexuales, resul-
tando la correlación biserial-puntual entre la escala y la pertenencia o no al grupo
con problemas sexuales de .76. Reducida a un rango de 100 puntos (de 0 a 100),
una puntuación mayor a 30 sugiere insatisfacción sexual; y una puntuación mayor
a 70, una experiencia severa de estrés con la posibilidad de violencia.
Se emplea la adaptación de la escala ISS realizada por Moral (2009b) en pobla-
ción mexicana. La escala se tradujo por el método de doble traducción indepen-
diente (inglés-español y español-inglés), con la participación de dos expertos. En

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

la presente muestra de 100 parejas casadas levantada en Nuevo León (N= 200), la
escala resulta consistente (α= .92), la distribución es ligeramente asimétrica posi-
tiva (Sk= 0.62, EE= 0.17), alejándose del perfil de una curva normal (ZK-S= 1.59,
p= .01). La mediana es de 56, media de 60.86 y desviación estándar de 21.97. Se
obtienen tres factores correlacionados con base en el criterio de Cattell que expli-
can 54% de la varianza total: Insatisfacción sexual con la pareja y con el sexo con-
yugal (1, 2, 3, 6, 7, 8, 9, 10, 12, 16, 17, 19, 21, 22, 23 y 25) (α= .92), rechazo del
sexo conyugal (4, 5, 11, 13, 14, 15 y 24) (α= .72) y evitación sexual por parte de
la pareja o incompatibilidad sexual (18 y 20) (α= .77). El modelo de tres facto-
res correlacionados presenta un ajuste a los datos algo pobre por Máxima Vero-
similitud (χ2/gl= 2.76, GFI= .76, AGFI= .72 y RMSE = .09). Al reducirse los dos
primeros factores a cuatro indicadores: F1 (2, 9, 12 y 22) (α= .84), F2 (4, 5, 14
y 24) (α= .76), se obtuvieron índices de ajuste buenos (χ2(32)= 49.49, p= .02,
χ2/gl= 1.55, GFI= .95, AGFI= .92 y RMSEA= .05). El Índice de Insatisfacción
Sexual (ISS-25) presenta correlación significativa, negativa y moderada-alta con
ajuste diádico (DAS) (Spanier, 1976) (r= -.53), lo que refleja validez conver-
gente, y correlación moderada-baja con la escala de deseabilidad social (SDS)
(Crowne y Marlowe, 1960) (r= -.31, p<.01), reflejando escaso sesgo del manejo
de la impresión. Es independiente de la frecuencia de relaciones sexuales (r= -10,
p= .16) y del sexo (rbp= .05, p= .49). Por tanto, la escala se muestra adecuada para
ser usada en México, sin eliminar ningún reactivo.
La Escala de Engrandecimiento Marital (Marital Aggrandizement Scale, MAS)
fue creada por O’Rourke y Cappeliez en 2002 como una medida específica de
distorsión en un sentido socialmente deseable del reporte de datos sobre la vida
marital. Consta de 18 ítems tipo Likert con 7 puntos de recorrido cada uno de
-3 (totalmente en desacuerdo) a +3 (totalmente de acuerdo), teniendo un punto
medio 0 (ni de acuerdo ni en desacuerdo). Los ítems se puntúan de 1 a 7; así, la
puntuación en la escala varía de 18 a 126. Todos los ítems se puntúan en sen-
tido de engrandecimiento; así, cuanto más se puntúa, mayor es la distorsión en
el autoinforme. Hay cuatro ítems redactados en sentido inverso (2, 11, 13 y 17),
cuyas puntuaciones hay que invertir (8 – X). Los 18 ítems de la escala tienen una
consistencia interna por la alfa de Cronbach de .84 y una estabilidad test-retest
de .80 durante un intervalo promedio de 15 meses. La validez concurrente y dis-
criminante de las respuestas a la escala MAS ha sido demostrada en relación con
medidas de sesgo de respuesta, satisfacción marital y bienestar psicológico. En un
análisis factorial confirmatorio, el engrandecimiento marital saturaba en un cons-
tructo latente de respuesta sesgada, junto a autoengaño y manejo de la impresión,
sin saturaciones significativas con satisfacción marital y bienestar psicológico
(O’Rourke y Cappeliez, 2002). Por tanto, este hallazgo apoya la afirmación de que

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

el engrandecimiento marital es una medida del sesgo de respuesta de la satisfac-


ción marital.
Se emplea la adaptación de la escala MAS realizada por Moral (2007/2009) en
población mexicana. La escala se tradujo por el método de doble traducción inde-
pendiente (inglés-español y español-inglés), con la participación de dos exper-
tos. En la presente muestra de 100 parejas casadas levantada en Nuevo León (N=
200), los ítems 13 y 17 muestran problemas de consistencia interna y definición
factorial, por lo que se desestiman. La consistencia interna de los 16 ítems restan-
tes es alta (α= .78). Se definen dos factores con base en el criterio de Cattell que
explican 28.81% de la varianza total por Ejes Principales. El primer factor rotado
(Oblimin) de 13 reactivos (1, 2, 3, 4, 5, 9, 10, 12, 13, 14, 15, 16 y 18) presenta una
consistencia interna alta (α= .79) y se interpreta como enamoramiento-compren-
sión-satisfacción o de sentimientos positivos. El segundo factor de cuatro reac-
tivos (6, 7, 8 y 11) con una consistencia interna adecuada (α= .61), se interpreta
como discusión-enojo-defectos o de sentimientos negativos. El ajuste a los datos,
estimando la función de discrepancia por Máxima Verosimilitud, es adecuado
(χ2/gl= 1.865, RMSEA= .065, GFI= .894, AGFI= .860, CFI= .851). Las distribucio-
nes del puntaje total de la escala MAS16 (M= 68.75 y DE= 14.55) y su primer fac-
tor se ajustan a una curva normal. La correlación entre engrandecimiento marital
(MAS16) y deseabilidad social (SDS20) es de .39, es decir, sólo comparten 15% de
la varianza, cuando las correlaciones con satisfacción marital (RAS) (Hendrick,
1988) y ajuste diádico (DAS) (Spanier, 1976) son de .66 y 64, respectivamente, es
decir, hay más de 40% de la varianza compartida; de ahí que el concepto medido
por la escala se interpreta como estrategia de afrontamiento más próxima al ena-
moramiento y autoengaño que al manejo de la impresión, que es el aspecto de la
deseabilidad social medido por la escala SDS. Debe remarcarse que esta conclu-
sión difiere de la del estudio original de O’Rourke y Cappeliez (2002), por lo que
se requieren más investigaciones con la escala y estimar su relación con los fac-
tores de manejo de la impresión y autoengaño del Inventario Balanceado de Res-
puesta Socialmente Deseable (BIDR) (Paulhus, 1998). En este estudio se emplea
la versión de 16 ítems (sin 13 y 17) (MAS16).
Escala de Alexitimia de Toronto de 20 reactivos (20-items Toronto Alexithy-
mia Scale, TAS-20) de Bagby, Parker y Taylor (1994). Se trata de una escala tipo
Likert con 5 puntos de recorrido (de totalmente de acuerdo a totalmente en desa-
cuerdo) con 20 ítems. La puntuación total se obtiene por suma simple de ítems,
varía de 0 a 100 y su distribución se ajusta a una curva normal con media de 45 y
desviación estándar de 12. Se considera a una persona como alexitímica cuando
presenta una puntuación por encima de una desviación estándar de la media
(≥67). La escala TAS20 posee una consistencia interna por la alfa de Cronbach

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

de .82 a .86 y una estabilidad temporal de .70 en intervalos de 2 a 6 semanas. Se


compone de tres factores que explican 31% de la varianza: dificultad para distin-
guir sensaciones emocionales, dificultad para expresar las emociones de forma
verbal, así como pensamiento externamente orientado. La escala fue desarrollada
en Canadá con muestra anglófona, como versión mejorada de la Toronto Alexi-
timia Scale publicada por Taylor, Ryan y Bagby en 1985. Ha sido adaptada con
éxito a muy diversos países y se considera la medida psicométrica más sólida de
alexitimia, siendo la más empleada en los estudios que contemplan este concepto
(Taylor, Bagby y Parker, 2003).
En este estudio se emplea la traducción de Moral (2008d, 2009c). La consis-
tencia interna de los 20 reactivos es alta (α= .86). El valor del coeficiente alfa de
Cronbach de los siete ítems que definen el factor original de dificultad para identifi-
car los sentimientos (1, 3, 6, 7, 9, 13 y 14) es de .86; el de los cinco reactivos que defi-
nen el factor de dificultad para describir sentimientos (2, 4, 11, 12 y 17) es de .71 y el
de los cinco reactivos que definen el factor de pensamiento externamente orientado
(5, 8, 10, 15, 16, 18, 19 y 20) es de .57. Como en otras adaptaciones, la consistencia
interna de los dos primeros factores es alta y adecuada la del tercero (Taylor, Bagby y
Parker, 2003). Con base en el criterio de Cattell, se reproducen los tres factores espe-
rados, explicando 38% de la varianza total. El ajuste a los datos por Máxima Verosi-
militud es adecuado (χ2/gl= 2.01, RMSEA= .07, GFI= .87 y AGFI= .84). Por tanto, la
escala TAS20 se muestra adecuada para su empleo en población de parejas casa-
das mexicanas, como ya lo hizo en población de estudiantes (Moral, 2008d).
Escala de Deseabilidad Social (Social Desirability Scale, SDS) de Crowne y Mar-
lowe (1960). Se trata de una escala de 33 ítems dicotómicos que pretende medir la
tendencia a falsear la información acerca de sí mismo en un sentido socialmente
deseable, desde dos posibles factores: atribución (tendencia a atribuirse caracte-
rísticas socialmente aprobadas, pero improbables en uno mismo) y negación (ten-
dencia a negar características socialmente desaprobadas, pero probables en uno
mismo). A tal fin, 15 ítems están redactados como negación de defectos probables
(3, 5, 6, 9, 10, 11, 12, 14, 15, 19, 22, 23, 28, 30 y 32). Por otra parte, 18 ítems están
redactados como atribución de cualidades improbables (1, 2, 4, 7, 8, 13, 16, 17, 18,
20, 21, 24, 25, 26, 27, 29, 31 y 33). Estas dos dimensiones han sido apoyadas por
estudios de análisis factorial, aunque explican una proporción muy pequeña de la
varianza de la escala, menor a 15% (Loo y Thorpe, 2000; Paulhus, 1984).
Se emplea la adaptación de la escala SDS realizada por Moral (2007/2009) en
población mexicana. La escala se tradujo por el método de doble traducción inde-
pendiente (inglés-español y español-inglés), con la participación de dos expertos.
En la presente muestra de 100 parejas casadas levantada en Nuevo León (N= 200),
la escala de 33 reactivos por la alfa de Cronbach tiene una consistencia interna
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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

adecuada (α= .75). Su distribución se ajusta a una curva normal (Zk-S= 1.21, p= .11)
con una media de 17.26 y desviación estándar de 5.28. Si se fuerza la solución a dos
factores, rotando la solución por el método Varimax, se reproducen en su mayor
parte los factores esperados de negación y atribución, explicando 13.71% de la
varianza total. El primero estaría definido, con una carga factorial mayor a .30,
por 14 reactivos (3, 5, 6, 9, 10, 11, 12, 14, 15, 19, 22, 23, 28 y 30), corresponde al
factor de negación de defectos probables, explica 9.11% de la varianza y tiene una
consistencia interna por la alfa de Cronbach de .74. El segundo factor está defi-
nido por seis reactivos (8, 16, 17, 21, 25 y 26), corresponde al factor de atribución
de cualidades improbables, explica 4.60% de la varianza y tiene una consistencia
interna de .55. Con estos 20 reactivos la escala tendría una consistencia interna
de .75. Los índices de ajuste del modelo de dos factores correlacionados con los
20 ítems (FI: 3, 5, 6, 9, 10, 11, 12, 14, 15, 19, 22, 23, 28 y 30, FII: 8, 16, 17, 21, 25 y
26) son adecuados (χ2/gl1.45, RMSEA= .04, GFI= .87 y AGFI= .81) y superiores
al modelo bifactorial de 33 ítems. La correlación entre engrandecimiento marital
(MAS16) (O’Rourke y Cappeliez, 2002) y deseabilidad social (SDS20) es significa-
tiva y positiva (r= .39). En este estudio se emplea versión de 20 ítems (SDS20).
El Inventario de Ansiedad Estado-Rasgo (State-Trait Anxiety Inventory, STAI)
de Spielberger, Gorsuch y Lushene (1970) consta de 40 ítems tipo Likert de 3 pun-
tos de rango, variando de 0 (nada) a 3 (mucho). La mitad de los ítems miden estado
de ansiedad (último mes) (STAI-S) y la otra mitad rasgo de ansiedad o neuroti-
cismo (STAI-T). Presenta una estructura tetradimensional que explica entre 61 y
68% de la varianza total. El primer factor se define como presencia del estado de
ansiedad (nerviosismo, tensión, preocupación e intranquilidad), el segundo como
ausencia del estado de ansiedad (activación positiva, animación, bienestar, satis-
facción y confianza en sí mismo), el tercero como presencia del rasgo de ansiedad
(melancolía, desesperanza y sentimientos de incapacidad) y el cuarto ausencia del
rasgo de ansiedad (estabilidad y ausencia de cambios de humor). Tiene una con-
sistencia interna por la fórmula KR-20 de .83 a .92. Puntuaciones brutas entre 25
y 30 indican tanto un estado como un rasgo saliente. Por encima de 30 la puntua-
ción ya indica relevancia clínica. Se emplea la traducción realizada para población
mexicana por Spielberger y Díaz-Guerrero (1975).
En la presente muestra de 100 parejas casadas (N= 200) levantada en Nuevo
León, la distribución de esta escala de 20 ítems de la subescala de estado de ansie-
dad (definida por suma) se ajusta a una curva normal (ZK-S= 1.15, p= .14) con
media de 38.94 y desviación estándar de 11.63. La consistencia interna de los 20
ítems es alta (α= .91). Si se fuerza la solución a dos factores se explica 51.37% de
la varianza total por Ejes Principales, rotando por el método Oblimin se define un
primer factor con los 11 reactivos redactados en sentido de ansiedad (3, 4, 6, 7, 9,

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

12, 13, 14, 16, 17 y 18) (α= .93) y un segundo factor con 10 ítems redactados en
sentido de control (1, 2, 5, 8, 10, 11, 15, 16, 19 y 20) (α= .89). La correlación entre
ambos es de -.56. El ajuste a los datos de la solución de dos factores correlaciona-
dos por Máxima Verosimilitud es adecuado (χ2/gl= 2.19, RMSEA= .06, GFI= .84
y AGFI= .80).
La distribución de esta escala de rasgo de ansiedad de 20 ítems (definida por
suma simple) se ajusta a una curva normal (ZK-S= 0.71, p= .69) con media de 39.74 y
desviación estándar de 10.42. La consistencia interna de los 20 ítems es alta (α= .90).
Si se fuerza la solución a dos factores, rotando por el método Oblimin, se obtiene
un primer factor que agrupa a los 13 reactivos redactados en sentido de neuroti-
cismo (2, 3, 4, 5, 8, 9, 11, 12, 14, 15, 17, 18 y 20) (α= .87) y un segundo factor que
agrupa a los siete reactivos redactados en sentido de control (1, 6, 7, 10, 13, 16 y 19)
(α= .85). Los dos factores explican 39.10% de la varianza total por Ejes Principales.
La correlación entre ambos factores es de -.54. Con base en el criterio de Kaiser, la
solución resulta unifactorial, explicando 31.58% de la varianza total. El modelo de
un factor presenta mejor ajuste que el de dos factores correlacionados por Máxima
Verosimilitud (χ2/gl= 2.68 versus 4.77, RMSEA= .11 versus .19, GFI= 0.77 versus .59
y AGFI= .71 versus .49), aunque los índices son algo pobres.
El Inventario de Depresión de Beck (Beck Depression Inventory, BDI) es un ins-
trumento de medida, usualmente autoaplicado, de síntomas depresivos. Consta
de 21 ítems con 4 opciones puntuadas de 0 (ausencia de síntoma) a 3 (síntoma
severo). Así, el rango de puntuaciones varía de 0 a 63. Los síntomas se refieren al
humor, pesimismo, ideas suicidas, cambios en la imagen corporal y preocupacio-
nes somáticas. Se suele tomar la puntuación de 9 como punto de corte para indicar
sintomatología depresiva leve y una puntuación superior a 18 como un indicador
de sintomatología más severa, por ejemplo, compatible con trastorno depresivo
mayor. La distribución de la escala es asimétrica positiva y leptocúrtica, concen-
trándose las puntuaciones en los valores inferiores de la escala, alejándose así de
la forma de una curva normal (Beck y Steer, 1987). Los síntomas se refieren a la
última semana, de ahí que sea una escala de estado de ánimo. Beck, Steer y Gar-
bin (1988) muestran que el BDI es una medida consistente, estable y válida. En 15
muestras de población general, la media del coeficiente alfa de Cronbach resultó
de .81, variando de .73 a .92; en nueve muestras clínicas, la media del coeficiente
alfa de Cronbach fue de .86, variando de .76 a .95. Las estimaciones de estabili-
dad temporal en intervalos de dos semanas variaban de .60 a .90 en cinco mues-
tras de población general y de .48 a .82 en cuatro muestras clínicas.
En este estudio se empleó el formato simplificado de presentación de Moral
(2011a), que transforma cada ítem en un único enunciado (por ejemplo, me siento
triste), cuya frecuencia de padecimiento en la última semana indica una escala tipo

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Likert con un rango de 0 (no) a 3 (sí, mucho). En la presente muestra de 100 pare-
jas casadas levantada en Nuevo León (N= 200), la escala BDI presenta una con-
sistencia interna alta (α= .91). Su distribución es asimétrica positiva (M= 11.36 y
DE= 9.95). Con base en el criterio de Cattell, se definen dos factores que explica-
ron 39.47% de la varianza total por el método de extracción de factores Alfa. Tras
una rotación no ortogonal (Oblimin), aparece un primer factor de 11 ítems (1, 2,
3, 4, 5, 6, 7, 9, 10, 13 y 19) de síntomas cognitivo-emocionales de depresión (α= .87)
y uno segundo de 10 ítems de depresión somatizada (8, 11, 12, 14, 15, 16, 17, 18,
20 y 21) (α= .85). La correlación entre ambos factores es alta (r= .703). Por Míni-
mos Cuadrados Generalizados los índices de ajuste para el modelo de dos factores
correlacionados son adecuados (χ2/gl= 1.86, RMSEA= .07, GFI= .82 y AGFI= .79)
y estadísticamente equivalente a un modelo unidimensional (dχ2 (189 – 187= 2)=
369.11 – 365.25= 3.86, p= .14; χ2/gl= 1.95, RMSEA= .08, GFI= .82 y AGFI= .78).
Escala de Afecto Positivo y Negativo (Positive and Negative Affect Schedule,
PANAS) de Watson, Clark y Tellegen (1988). Se compone de dos escalas de 10 ítems
diseñadas para medir el afecto positivo y negativo. Los ítems poseen un formato tipo
Likert con un rango de 4 puntos, variando de 0 (muy ligeramente o nada en abso-
luto) a 4 (extremadamente). Se pide a los entrevistados informar sobre la frecuen-
cia de su humor durante las últimas semanas. De ahí que es una medida de estado
afectivo. Las estimaciones de la consistencia interna varían de .86 a .90 para Afecto
Positivo y de .84 a .87 para Afecto Negativo (Watson, Clark y Tellegen, 1988).
Se emplea la adaptación de la escala PANAS realizada por Moral (2011b)
en población mexicana. La escala se tradujo por el método de doble traduc-
ción independiente (inglés-español y español-inglés), con la participación de
dos expertos. En la presente muestra de 100 parejas casadas levantada en Nuevo
León (N= 200), con base en el criterio de Cattell, se definieron dos factores que
explicaron 41.71% de la varianza total por Ejes Principales: el primero de emo-
ciones negativas (2, 4, 6, 7, 8, 11, 13, 15, 18 y 20) con consistencia interna alta
(α= .88) y el segundo factor de emociones positivas (1, 3, 5, 9, 10, 12, 14, 16, 17
y 19) también con consistencia interna alta (α= .84). La correlación de ambos
factores es de -.36. El ajuste a los datos por Máxima Verosimilitud es algo pobre
(χ2/gl= 2.74, RMSEA= 0.10, GFI= .79, AGFI= .74 y CFI= .82). Al probar con un
número pequeño de indicadores por factor, cuatro ítems por factor, los de mayor
carga factorial (9, 16, 17 y 19 para el factor de emociones positivas; 7, 15, 18 y 20
para el factor de emociones negativas), considerando a estos dos factores como
correlacionados, se obtienen unos índices de ajuste perfectos (χ2 (19, N= 200)=
21.56, p= .31, χ2/gl= 1.13, RMSEA= .02, GFI= .97, AGFI= .95 y CFI= .99). Al subir
el número de ítems por factor a cinco (9, 14, 16, 17 y 19 para emociones positi-
vas; 6, 7, 15, 18 y 20 para emociones negativas), los índices de ajuste son buenos,

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

pero ya no perfectos (χ2 (34, N= 200) = 61.52, p<.01, χ2/gl = 1.81, RMSEA= .06,
GFI= .94, AGFI= .90 y CFI= .97). Con esta versión simplificada de 10 ítems, los
dos factores se lograron definir por el criterio de Kaiser, explicando 45% de la
varianza total por Ejes Principales con consistencias internas altas (.83 afectos
negativos y .78 afectos positivos), siendo las distribuciones de los factores asimé-
tricas, no ajustándose a una curva normal. Con la versión de 10 ítems por fac-
tor, la distribución del afecto negativo sí se ajusta a una curva normal, pero no la
del afecto positivo. La correlación del factor de afecto negativo del PANAS con el
BDI (Beck y Steer, 1987) es de .60 y con la escala de estado de ansiedad del STAI
(Spielberger y Díaz-Guerrero, 1975) es de .71. La correlación del factor de afecto
positivo del PANAS es de -.24 con el BDI y de -.49 con la subescala de estado
de ansiedad del STAI. Con la versión simplificada las correlaciones descendieron
muy ligeramente. Por tanto, la escala muestra propiedades adecuadas para su uso
en México, como también ha revelado otro estudio (Robles y Páez, 2003). En este
estudio se emplean los dos factores, cada uno con 10 ítems.
En síntesis, por análisis factorial exploratorio y confirmatorio, se seleccionan el
número de ítems de cada escala. En la escala DAS se eliminan dos ítems (29 y 32),
en la escala MAS también se eliminan dos ítems (11 y 17), en SDS se eliminan 13
ítems (1, 2, 4, 7, 13, 18, 20, 24, 27, 29, 31, 32 y 33), en las restantes se incluyen todos
los ítems. En la presente muestra (N= 200), las propiedades psicométricas de los ins-
trumentos de medida son buenas en general. La consistencia interna varía de α= .75
para la Escala de Deseabilidad Social (SDS) a α= .93 para la Escala de Ajuste Diá-
dico (DAS30). Las distribuciones de las escalas definidas por suma simple de ítems
se ajustan a una curva normal por la prueba de Kolmogorov-Smirnov, con una
p>.05, salvo la Escala de Valoración de la Relación (RAS) (p<.01), el Índice de Insa-
tisfacción Sexual (ISS) (p= .01), el Inventario de Depresión de Beck (BDI) (p<.01)
y la Escala de Afecto Negativo (NA) del PANAS (p<.01).

Procedimientos

Se trata de un estudio descriptivo-correlacional con un diseño ex post facto transver-


sal. Los miembros de cada pareja contestaron sus cuestionarios en salones separados
para evitar toda comunicación. La muestra fue levantada en el primer semestre de
2006, remunerándose por la participación voluntaria (200 pesos por pareja). Las
parejas fueron obtenidas a través de anuncios en forma de cartel publicitario. El
estudio fue financiado por el Programa de Apoyo a la Ciencia y Tecnología 2005
de la uanl. Cada cuestionario iba encabezado por una hoja informativa, donde se
garantizaba la confidencialidad y anonimato de las respuestas, terminando con

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

una pregunta cerrada de si deseaba o no tomar parte del estudio. El protocolo de


investigación fue aprobado por el Comité de Ética de la Facultad de Psicología
de la uanl, y éste se ajustó a las normas éticas de investigación de la Asociación
Psicológica Americana (apa, 2002). Las escalas fueron traducidas al español
por el procedimiento de doble traducción (inglés-español/español-inglés) con la
ayuda de dos filólogos, adicionalmente fue revisada por dos psicólogos para eva-
luar su adecuación semántica con el constructo y por una muestra de 30 partici-
pantes para evaluar su comprensibilidad. Por último, con base en las sugerencias
de cambio registradas, el autor de este artículo fijó el formato definitivo.

Análisis estadísticos

Como técnicas estadísticas se emplearon: correlación lineal de Pearson (r), la regre-


sión lineal múltiple por el método Stepwise, análisis factorial por Componentes
Principales y rotación Varimax para obtener puntuaciones factoriales ortogona-
les (método Anderson-Rubin), con las cuales se calcularon los modelos de regre-
sión lineal (predictivos) por el método Enter, análisis de trayectorias y ecuaciones
estructurales lineales con variables latentes, determinando la función de discre-
pancia por Máxima Verosimilitud desde la matriz de correlaciones. Se manejaron
siete índices para interpretar el ajuste en el análisis de trayectoria y de ecuaciones
estructurales: chi-cuadrada (buen ajuste p>.05 y adecuado p>.01), cociente de chi-
cuadrada y sus grados de libertad (buen ajuste χ2/gl<2 y adecuado <3), función
de discrepancia (buen ajuste FD<1 y adecuado FD<2), error cuadrático medio de
aproximación (buen ajuste RMSEA<.05 y adecuado<.08 o .10), índice de bondad
de ajuste de Jöreskog-Sorbom (buen ajuste GFI>.95 y adecuado >.85), índice ajus-
tado de bondad de ajuste de Jöreskog-Sorbom (buen ajuste AGFI> .90 y adecuado
>.80) e índice comparativo de ajuste de Bentler-Bonnett (buen ajuste CFI>.95 y
adecuado >.95). Para observar el efecto del sexo, los cálculos se realizaron tanto en
la muestra conjunta como en hombres y mujeres. En los modelos de ecuaciones
estructurales se emplea la modalidad de cálculo de unigrupo para la muestra con-
junta y multigrupo para los contrastes entre sexos. Se fijó el rechazo de la hipóte-
sis nula en las pruebas de contraste con una p<.05. Los cálculos se realizaron con el
programa SPSS versión 12 y AMOS versión 7.
La muestra empleada en este estudio fue de datos emparejados; no obstante,
al realizar los cálculos en la muestra conjunta, se desemparejaron a hombres y
mujeres, lo que podría introducir una variable extraña que amortiguase las dife-
rencias entre los sexos. Debe señalarse que entre las nueve variables psicométri-
cas empleadas hubo correlaciones significativas que variaron de .62 a .23 con una

120

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

media de .38, que es lo esperado en muestras independientes; además, se observó


diferencia significativa por la prueba t de Student para muestras emparejadas en
depresión y neuroticismo (mayores promedios en mujeres), así como en afecto
positivo (mayor promedio en hombres), es decir, en las variables afectivas, que
es el aspecto diferencial entre sexos más consistente en diversas investigaciones
(Brody y Hall, 2000). Como también se reporta en los estudios originales con las
escalas empleadas, los promedios de ajuste diádico (Spanier, 1976), deseabilidad
social (Crowne y Marlowe, 1960), engrandecimiento marital (O’Rourke y Cappe-
liez, 2002) y alexitimia (Bagby, Parker y Taylor, 1994) fueron equivalentes entre
ambos cónyuges en esta muestra, como lo son entre hombres y mujeres de mues-
tras independientes. Por otra parte, el empleo de variables de diferencia entre cón-
yuges en las puntuaciones totales de las escalas (lo que es posibilitado por los datos
apareados) no mejoró las correlaciones con ajuste diádico, de ahí que se emplearon
los puntajes totales, como si todos los participantes fuesen independientes. Con
base en las correlaciones y diferencias dentro de lo esperable para muestras inde-
pendientes de hombres y mujeres, y el hecho de que las puntuaciones diferenciales
entre cónyuges no mejoró las correlaciones y potenciales predictivos, se consideró
correcto el desacople de parejas realizado en la muestra conjunta, con la ventaja de
obtener una muestra de mayor tamaño que aumenta la potencia estadística de las
pruebas de contraste y la confiabilidad de las estimaciones.

Resultados

Motivo de casarse

El motivo principal por el cual las parejas decidieron casarse fue por amor
(85%), seguido de embarazo no deseado (5%) y presión familiar (2%). En el res-
tante 8% se hallan motivos señalados con baja frecuencia, como falta de mejores
opciones, belleza física, atracción sexual, cumplir con la palabra, insistencia de
la pareja, por la boda o sin motivo. La distribución de frecuencia de los motivos
es estadísticamente equivalente entre los sexos (χ2 (3, N= 200)= 3.96, p= .27).

Correlaciones con ajuste marital

En la muestra conjunta de las 100 parejas, un mayor ajuste marital (DAS30) se


asocia con una mayor tendencia a engrandecer la relación (MAS16) (.637), menor
insatisfacción sexual (ISS) (-.526), menor alexitimia (TAS-20) (-.472), menor nivel
de ansiedad tanto de rasgo (STAI-T) (-.559) como estado (STAI-S) (-.447), menor

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

nivel de depresión (BDI) (-.458), menor nivel de emociones negativas (PANAS-N)


(-.401), mayor de emociones positivas (PANAS-P) (.319), mayor deseabilidad
social (SDS20) (.353), mayor frecuencia de práctica religiosa (.245) y fe religiosa
(.230). En hombres, además, con un reporte de mayor frecuencia de relaciones
sexuales con la pareja (.311) y menor frecuencia de masturbación (-.226). En las
mujeres ni las variables religiosas y de frecuencia de relaciones sexuales o mas-
turbación están relacionadas con ajuste marital. Las variables sociodemográficas
(edad, escolaridad, clase social, años de noviazgo y matrimonio, número de hijos)
resultaron independientes del ajuste marital (véase tabla 1).

Modelos predictivos por un procedimiento


de entrada progresiva de variables

Los modelos predictivos se calculan por la técnica de regresión lineal múltiple por
el método Stepwise, introduciendo como predictores de DAS30 sólo sus correla-
tos significativos (variables con asteriscos entre paréntesis en la tabla 1). La poten-
cia explicativa de los modelos varía de 62.5% en mujeres a 51% en la muestra
conjunta. En los tres modelos, la varianza atribuible al modelo es significativa-
mente mayor que la atribuible al azar (p<.001). En ambos sexos, el ajuste diá-
dico (DAS30) es predicho por una mayor tendencia a engrandecer la relación
(MAS16) y una menor insatisfacción sexual (ISS). A la vez, en hombres es pre-
dicho por una menor depresión (BDI) y alexitimia (TAS-20); en mujeres, por un
menor neuroticismo o rasgo de ansiedad (STAI-T) (véase tabla 2).

Tabla 1. Correlaciones de DAS30 con las variables demográficas,


religiosas, de relaciones sexuales, personalidad y estados emocionales

Conjunta Hombres Mujeres


(N = 200) (N = 100) (N = 100)
r p r p r p
Edad .003 .961 .123 .224 -.103 .307
Tiempo de noviazgo -.044 .537 .044 .667 -.114 .258
Tiempo de matrimonio -.014 .847 .036 .725 -.057 .571
Tener hijos -.030 .677 .015 .885 -.068 .502
Estudios terminados .058 .417 -.022 .825 .127 .211
Continúa...

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

Clase social a la que cree .113 .110 .053 .598 .191 .057
pertenecer
Convicción religiosa .230(**) .001 .370(**) .000 .123 .226
Práctica religiosa .245(**) .001 .382(**) .000 .151 .141
Frecuencia de relaciones .053 .453 .311(**) .002 -.158 .117
sexuales
Frecuencia de masturba- -.092 .194 -.226(*) .024 .005 .964
ción
ISS -.526(**) .000 -.498(**) .000 -.545(**) .000
MAS16 .637(**) .000 .596(**) .000 .672(**) .000
SDS20 .353(**) .000 .381(**) .000 .327(**) .001
TAS20: -.472(**) .000 -.615(**) .000 -.363(**) .000
STAI-S -.447(**) .000 -.412(**) .000 -.476(**) .000
STAI-T -.559(**) .000 -.589(**) .000 -.539(**) .000
BDI -.458(**) .000 -.599(**) .000 -.363(**) .000
PANAS-P .319(**) .000 .297(**) .003 .337(**) .001
PANAS-N -.401(**) .000 -.380(**) .000 -.414(**) .000
r: Coeficiente de correlación lineal de Pearson, p: probabilidad del contraste de correlación
nula bilateral, (**) Correlación significativamente distinta a cero con una p mayor o igual a
.01. ISS: Índice de Insatisfacción Sexual, MAS16: Escala de Engrandecimiento Marital con
16 ítems, SDS20: Escala de Deseabilidad Social con 20 ítems, TAS20: Escala de Alexitimia
de Toronto de 20 reactivos, STAI-S: Escala de estado de Ansiedad-del STAI, STAI-T: Escala de
Ansiedad-Rasgo del STAI, BDI: Inventario de Depresión de Beck, PANAS-P: Escala de Afecto
Positivo del PANAS y PANAS-N: Escala de Afecto Negativo del PANAS.
Fuente: elaboración propia.

Modelos predictivos por componentes factoriales y método ENTER

En la muestra de 100 parejas, al extraer factores de la matriz de correlaciones de los


11 correlatos de DAS30 por el método de Componentes Principales, con base en el
criterio de Kaiser (autovalores iniciales mayores a 1), se obtienen dos componentes
factoriales que explican 56.86% de la varianza total. Tras rotar la matriz de compo-
nentes factoriales por el método ortogonal Varimax, se obtiene un primer com-
ponente que explica 41.04% de la varianza total. Está definido por neuroticismo
(.88), estado de ansiedad (.85), afecto negativo (.79), depresión (.74), alexitimia
(.67) e insatisfacción sexual (.60) con cargas positivas, y deseabilidad social (-.610),

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Tabla 2. Coeficientes de determinación de los modelos y su significación

Muestra Modelo B EE ß t p R R2 Raj2


Constante 102.218 8.692 11.761 .000 .719 .517 .510
Conjunta MAS16 0.549 0.079 .413 6.955 .000
(N= 200) STAI-T -0.505 0.114 -.271 -4.436 .000
ISS -0.181 0.053 -.208 -3.417 .001
Constante 113.539 9.699 11.706 .000 .801 .641 .625
TAS20 -0.315 0.090 -.275 -3.495 .001
Hombres
MAS16 0.436 0.091 .342 4.785 .000
(N= 100)
BDI -0.751 0.163 -.338 -4.603 .000
ISS -0.147 0.066 -.166 -2.232 .028
Constante 89.344 11.787 7.580 .000 .743 .552 .538
Mujeres MAS16 0.672 0.109 .486 6.141 .000
(N= 100) ISS -0.182 0.073 -.214 -2.498 .014
STAI-T -0.376 0.160 -.201 -2.353 .021
Variable dependiente: DAS30: Escala de Ajuste Diádico de 30 ítems. MAS16: Escala de Engrandecimiento Marital con 16 ítems. STAI-T:
Escala de Ansiedad-Rasgo, ISS: Índice de Insatisfacción Sexual. TAS-20: Escala de Alexitimia de Toronto de 20 ítems, BDI: Inventario de
Depresión de Beck. R: correlación múltiple. R2: correlación múltiple al cuadrado. Raj.2: correlación múltiple al cuadrado ajustada.
Fuente: elaboración propia.

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

engrandecimiento marital (-.60) y afectos positivos (-.55) con cargas negativas; así,
se puede interpretar como un componente de neuroticismo, alta emotividad nega-
tiva, alexitimia, insatisfacción sexual, desvalorización en el autoinforme y baja
emotividad positiva, esto es, con rasgos de patología afectiva. El segundo factor
explica 15.82% de la varianza total. Está definido por creencias (.88) y prácticas
religiosas (.87) y se puede interpretar como un componente de religiosidad. Se
calculan las puntuaciones de los participantes en los componentes factoriales por
el método de Anderson-Rubin, al garantizar la independencia entre las puntuacio-
nes de los componentes, ofreciendo variables con una media nula y una desvia-
ción estándar unitaria. Por la prueba de Kolmogorov-Smirnov, las distribuciones
de ambos componentes factoriales se ajustan a una curva normal (ZK-S= .55, p= .92
para el primero de patología afectiva y ZK-S= 1.08, p= .19 para el segundo de reli-
giosidad).
Ambos componentes factoriales son predictores significativos de ajuste marital
(DAS30). El modelo predictivo explica 43% de la varianza del DAS30. El primer
componente factorial de patología afectiva tiene un coeficiente de determinación
negativo (β= -.60, p<.01), y el segundo de religiosidad, positivo (β= -.26, p<.01).
Niveles de patología afectiva bajos y de religiosidad altos predicen mejor ajuste
diádico en la muestra conjunta.
En la muestra de 100 hombres, al extraer los factores de la matriz de correlacio-
nes de los 13 correlatos de DAS30 por el método de Componentes Principales, con
base en el criterio de Kaiser, se obtienen cuatro componentes factoriales que expli-
can 66.92% de la varianza total. Debido a que el cuarto componente comparte ítems
con dos anteriores y que por el criterio de Cattell (punto de inflexión de la curva de
sedimentación de los autovalores ubicado en 4), se reduce la solución a tres com-
ponentes factoriales que explican 57.75% de la varianza total. El cuarto factor en
la matriz rotada estaba definido por frecuencia de relaciones sexuales, depresión
y alexitimia. Tras rotar la matriz de tres componentes por el método Varimax, se
obtiene un primer componente que explica 25.79% de la varianza total. Está defi-
nido por neuroticismo (.83), afecto negativo (.82), estado de ansiedad (.74), depre-
sión (.72) y alexitimia (.65) con cargas positivas, y deseabilidad social (-.55) con
cargas negativas; así, se puede interpretar como un componente de neuroticismo,
emotividad negativa, alexitimia y desvalorización en el autoinforme, esto es, de
patología afectiva. El segundo componente explica 16.63% de la varianza total.
Está definido por creencias (.86) y prácticas religiosas (.82) con cargas positivas
y masturbación con carga negativa (-.62). Se puede interpretar como un compo-
nente de religiosidad y abstinencia de masturbación. El tercer componente explica
15.33% de la varianza total. Está definido por afecto positivo (.83), satisfacción
sexual (-.73), engrandecimiento marital (.56) y frecuencia de relaciones sexuales

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

con la esposa (.35). Se puede denominar de bienestar y satisfacción sexual. Se


calculan las puntuaciones de los participantes en los tres componentes factoria-
les por el método de Anderson-Rubin, al garantizar la independencia de las
puntuaciones entre los componentes, ofreciendo variables con una media nula
y una desviación estándar unitaria. Por la prueba de Kolmogorov-Smirnov, las
distribuciones de los tres componentes factoriales se ajustan a una curva normal
(ZK-S= 1.19, p= .12 para el primero de patología afectiva, ZK-S= 0.71, p= .69 para el
segundo de religiosidad y abstinencia de masturbación y ZK-S= 0.51, p= .95 para
el tercero de bienestar y satisfacción sexual).
Los tres componentes factoriales son predictores significativos de ajuste
marital (DAS30). El modelo predictivo explica 56.5% de la varianza de DAS30.
El primer componente factorial de patología afectiva (neuroticismo, emotividad
negativa, alexitimia y desvalorización en el autoinforme) determina con signo
negativo [β= -.53, p<.01]; el segundo, de religiosidad y abstinencia de masturba-
ción y el tercero de bienestar y satisfacción sexual, con signos positivos (β= -.40,
p<.01 y β= .37, p<.01, respectivamente). Menor patología afectiva, más religiosi-
dad y menos masturbación, así como más bienestar emocional, engrandecimiento
y satisfacción sexual, predicen mejor ajuste diádico en hombres.
En la muestra de 100 mujeres, al extraer los factores de la matriz de correlacio-
nes de los nueve correlatos de DAS30 por el método de Componentes Principa-
les, con base en el criterio de Kaiser, se obtiene un único componente factorial que
explica 54.74% de la varianza total. Está definido por neuroticismo (.88), estado
de ansiedad (.88), afectos negativos (.78), depresión (.78), alexitimia (.72) e insa-
tisfacción sexual (.67) con cargas positivas; y engrandecimiento marital (-.64),
deseabilidad social (-.63), y afecto positivo (-.63), con cargas negativas. Así, se
puede interpretar como un componente de neuroticismo, alta emotividad nega-
tiva, alexitimia, insatisfacción sexual, desvalorización en el autoinforme y baja
emotividad positiva o patología afectiva e insatisfacción sexual. Se calculan las
puntuaciones de los participantes en el componente factorial por el método de
Anderson-Rubin. Por la prueba de Kolmogorov-Smirnov, la distribución del fac-
tor se ajusta a una curva normal (ZK-S= 0.66, p= .78). El componente factorial es
un predictor significativo de ajuste marital (DAS30) y presenta un coeficiente de
determinación negativo (β= -0.60, p<.01).
El modelo predictivo explica 36% de la varianza del ajuste diádico. Niveles bajos
de neuroticismo, emotividad negativa y alexitimia, así como satisfacción sexual,
mayor engrandecimiento de la relación, menor sinceridad en el autoinforme y
emotividad positiva alta predicen mejor ajuste diádico en mujeres, esto es, a menos
patología afectiva y más satisfacción sexual, más ajuste diádico en mujeres.

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

Modelo por análisis de trayectorias

Se contrasta un modelo donde el engrandecimiento marital, alexitimia, el rasgo


de ansiedad (neuroticismo), depresión e insatisfacción sexual predicen el ajuste
diádico; la alexitimia predice depresión y ansiedad-rasgo; a la vez, el engrandeci-
miento marital también predice neuroticismo y depresión. Se manejan todas las
variables como manifiestas (puntuaciones totales de las escalas: DAS30, MAS16,
TAS20, BDI, STAI-T e ISS), de ahí que se trata de un modelo de análisis de tra-
yectorias. La alexitimia, engrandecimiento marital e insatisfacción sexual quedan
como variables exógenas (no pronosticadas); y ajuste diádico, depresión y neu-
roticismo, como endógenas (pronosticadas) con sus correspondientes residuos
(variables latentes). Las variables exógenas se consideran correlacionadas entre sí
y los residuos independientes. La función de discrepancia se estima por Máxima
Verosimilitud (ML) y los cálculos se realizan en la muestra conjunta (unigrupo),
así como en hombres y mujeres (multigrupo). Tras la revisión de los índices de
mejora del ajuste también se introduce la correlación entre los residuos de ansie-
dad-rasgo y depresión.
Todas las correlaciones y vías son significativas, salvo la predicción del ajuste
diádico por la depresión en la muestra conjunta (p= .13) y de mujeres (p= .12),
por el rasgo de ansiedad en la muestra conjunta (p= .09) y de hombres (p= .55), y
por la alexitimia en la muestra de mujeres (p= .50); así como la predicción de la
depresión por el engrandecimiento marital en hombres (p= .12). Se explica 54%
de la varianza del ajuste diádico, 47% de la ansiedad-rasgo y 24% de la depre-
sión en la muestra conjunta; 66% del ajuste diádico, 47% de la ansiedad-rasgo y
24% de la depresión en la muestra de hombres; y 56% del ajuste diádico, 50% de
la ansiedad-rasgo y 27% de la depresión en la muestra de mujeres. El ajuste en la
estimación multigrupo muestra índices de buenos (FD= 0.06, GFI= .98 y CFI=
.99) a adecuados (χ2(4)= 11.16, p= .02, χ2/gl= 2.79, AGFI= .81 y RMSEA= .09).
El ajuste en la muestra conjunta va de bueno (FD= 0.05, GFI= .98 y CFI= .98) a
adecuado (AGFI= .84), pero con algunos índices malos (χ2(2)= 9.35, p<.01, χ2/
gl= 4.68 y RMSEA= .14) (véanse figuras 1, 2 y 3). Si se eliminan las dos vías no
significativas en la muestra conjunta (ansiedad-rasgo y depresión sobre ajuste),
los índices empeoran tanto en la estimación unigrupo en la muestra conjunta
(χ2(7)= 120.598, p<.01, χ2/gl= 17.23, FD= 0.61, GFI= .83, AGFI= .49, CFI= .76 y
RMSEA= .29) como multigrupo entre hombres y mujeres (χ2(7)= 136.94, p<.01,
χ2/gl= 9.78, FD= 0.69, GFI= .82, AGFI= .45, CFI= .76 y RMSEA= .21), resultando
malo el ajuste. Así, se opta por definir un modelo con variables latentes.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Chi-2 (2) = 9.352, p = .009


Chi-2 / gl = 4.676
FD = 0.047
Engrandecimiento GFI = .985, AGFI = .842
-.44 CFI = .985
Insatisfacción e3
.42 RMSEA = .136
Sexual 52 -.29
-.19
-.32 e1
.47 .54
.44 -.24
Ansiedad
-.13 Ajuste
.54 Rasgo
-. 14 diádico
Alexitimia
.35 e2 -.10
.24

Depresión

Figura 1. Modelo de análisis de trayectorias con las estimaciones estandarizadas


en la muestra conjunta a través del método de Máxima Verosimilitud (ML)
Fuente: elaboración propia.

Chi-2 (4) = 11.165, p = .025


Chi-2 / gl = 2.791
FD = 0.056
Engrandecimiento GFI = .982, AGFI = .815
-.42 CFI = .986
e3
Insatisfacción .36 RMSEA = .095
Sexual 47 -.31
-.17
-.31 e1
.47 .66
.40 -.14
Ansiedad .05
.53 Rasgo Ajuste
-. 3 0 diádico
Alexitimia
.43 e2 -.35
.24

Depresión

Figura 2. Modelo de análisis de trayectorias con las estimaciones estandarizadas


en la muestra de hombres a través del método de Máxima Verosimilitud (ML)
Fuente: elaboración propia.

Modelos con variables latentes

Si este modelo se define con variables latentes, tomando cuatro indicadores por fac-
tor, los de mayor peso, al considerar un factor único en cada escala, se logra mejo-
rar el ajuste, pero se pierden vías de predicción significativas. Los indicadores de
las variables latentes serían: ajuste: 4 (demostraciones de afecto), 10 (objetivos y
metas considerados importantes), 12 (toma de decisiones importantes) y 13 (tareas

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

Chi-2 (4) = 11.165, p = .025


Chi-2 / gl = 2.791
FD = 0.056
Engrandecimiento GFI = .982, AGFI = .815
-.45 CFI = .986
e3
Insatisfacción .51 RMSEA = .095
Sexual 53 -.26
-.23
-.33 e1
.50 .56
.47 -.31
Ansiedad
-.32 Ajuste
.58 Rasgo
.0 6 diádico
Alexitimia
.32 e2 .14
.27

Depresión

Figura 3. Modelo de análisis de trayectorias con las estimaciones estandarizadas


en la muestra de mujeres a través del método de Máxima Verosimilitud (ML)

Fuente: elaboración propia.

de la casa); alexitimia: 7 (a menudo estoy confundido/a con las sensaciones de


mi cuerpo), 9 (tengo sentimientos que casi no puedo identificar), 13 (no sé qué
pasa dentro de mí) y 14 (a menudo no sé por qué estoy enfadado/a); engrande-
cimiento marital: 3 (no hay ni un solo momento en que no me sienta comple-
tamente enamorada/o de mi esposo/a), 4 (he sido totalmente honesto/a con mi
esposa/o en todo momento a lo largo de nuestro matrimonio), 9 (mi esposa/o y
yo nos comprendemos perfectamente) y 14 (nunca he lamentado mi matrimo-
nio incluso ni por un momento); insatisfacción sexual (puntuados de 1 en todo
momento a 7 en ningún momento): 2 (nuestra vida sexual es muy excitante), 9
(mi esposo/a es sexualmente muy excitante), 12 (creo que nuestra vida sexual es
maravillosa) y 22 (creo que mi esposa/o está satisfecha/o sexualmente conmigo);
neuroticismo: 5 (pierdo oportunidades por no poder decidirme rápidamente), 8
(siento que las dificultades se me amontonan al punto de no poder superarlas),
16 (me siento satisfecho/a) y 19 (soy una persona estable), depresión: 1 (me siento
triste), 2 (me siento desanimado/a de cara al futuro), 11 (me molesto o irrito más
fácilmente que antes) y 17 (me canso más que antes).
En las tres muestras (conjunta, de hombres y mujeres), la insatisfacción sexual,
depresión y neuroticismo carecen de coeficientes de regresión significativos sobre
el ajuste diádico. La alexitimia predice de forma significativa neuroticismo, depre-
sión y ajuste diádico en la muestra conjunta; en hombres tanto ansiedad como
depresión, y en mujeres sólo ansiedad. El engrandecimiento marital predice de
forma significativa el ajuste diádico y la ansiedad-rasgo en las tres muestras, pero
depresión únicamente en la conjunta y en la de mujeres. En la muestra conjunta

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

los índices de ajuste son adecuados (χ2/gl= 1.65, GFI= .86, AGFI= .83, CFI= .91 y
RMSEA= .06), aunque el modelo se rechaza por la prueba chi-cuadrada.
Se procede a simplificar el modelo para lograr que todas las vías sean significa-
tivas. En un modelo de variables latentes con engrandecimiento marital y alexiti-
mia como predictores de ajuste diádico, así como alexitimia y engrandecimiento
como predictores de neuroticismo y depresión, todos los coeficientes de regresión
resultan significativos en la muestra conjunta, salvo la alexitimia hacia la depre-
sión (p= .35) y ajuste diádico (p= .13) en la muestra de mujeres, y el engrandeci-
miento marital hacia la depresión (p= .15) en la muestra de hombres; los índices
de ajuste van de buenos (FD= 1.41, χ2/gl= 1.74) a adecuados (GFI= .88, AGFI= .84,
CFI= .91 y RMSEA= .06), aunque el modelo se rechaza por la prueba chi-cuadrada
(χ2(162)= 281.69, p<.01) en la estimación unigrupo, al igual que en la estimación
multigrupo por sexos (FD= 2.56, χ2(324)= 506.29, p<.01, χ2/gl= 1.56, GFI= .86,
AGFI= .80, CFI= .87 y RMSEA= .05). Se explica 60% de la varianza del ajuste diá-
dico, 57% de la ansiedad-rasgo y 25% de la depresión en la muestra conjunta; 62%
del ajuste diádico, 68% de la ansiedad-rasgo y 37% de la depresión en hombres; y
62% del ajuste diádico, 56% de la ansiedad-rasgo y 21% de la depresión en muje-
res. Las estimaciones de la muestra conjunta se pueden ver en la figura 4, de hom-
bres en la figura 5 y de mujeres en la figura 6.

Chi-2 (162) = 281.678, p < .001


Chi-2 / gl = 1.739
FD = 1.415
.43 GFI = .880, AGFI = .844
.39
CFI = .912
e4 mas3 RMSEA = .061 das4 e21
.66 e1
.50 .63 .50
.71 .60
e3 mas4 .71 das10 e22
.44.66 Engrandecimiento .62 Ajuste .49
.70
e2 mas9 marital das12 e23
.59 .56 .31
.34
das14 .53 e24
e1 mas14 -.35
e2
bdi1 e13
.73 .53
-.27 .25
.40 .73
-.44 bdi2 e14
Depresión .67 .44
e12 tas7 -.45
.51 .63 4 .65 .61 bdi11 e15
. 2
.37
e11 tas9 .72
bdi17 e16
.71
.84 Alexitimia
.39
e10 tas13 e3
.76
.58 .44 .62 stair5 e17
.57 .40
e9 tas14 .63
Ansiedad stair8 e18
Rasgo .67 .44

.62 stair16 e19


.38

stair19 e20

Figura 4. Estimaciones estandarizadas en la muestra conjunta por ML


Fuente: elaboración propia.

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |
Chi-2 (324) = 506.292, p < .001
Chi-2 / gl = 1.563
FD = 2.557
.46 GFI = .858, AGFI = .801
.29
CFI = .872
e4 mas3 das4 e21
RMSEA = .053
.68 e1
.51 .54 .49
.71 .62
e3 mas4 .70 das10 e22
.36.60 .40 .56
Engrandecimiento Ajuste .75
e2 mas9 marital das12 e23
.52 .60 .36
.27
das14 .49 e24
e1 mas14 -.22
e2
bdi1 e13
.70 .40
-.49 .37
.42 .63
-.55 bdi2 e14
Depresión .77 .59
e12 tas7 -.62
.79 bdi11 e15
.51 .65 . 46 .62
.38
e11 tas9 .71
bdi17 e16
.69
.83 Alexitimia
.29
e10 tas13 e3
.82
.67 .30 stair5 e17
.68 .54
.25
e9 tas14 .50
Ansiedad stair8 e18
Rasgo .71 .51

.56 stair16 e19


.31

stair19 e20

Figura 5. Estimaciones estandarizadas en la muestra de hombres por ML


Fuente: elaboración propia.
Chi-2 (324) = 506.292, p < .001
Chi-2 / gl = 1.563
FD = 2.557
.41 GFI = .808, AGFI = .751
.51
CFI = .872
e4 mas3 das4 e21
RMSEA = .053 e1
.64
.54 .71 .53
.74 .62
e3 mas4 .73 das10 e22
.51.71 .71 .40
Engrandecimiento Ajuste .63
e2 mas9 marital das12 e23
.65 .53 .28
.42
das14 .54 e24
e1 mas14 -.41
e2
bdi1 e13
.73 .62
-.17 .21
.36 .79
-.35 bdi2 e14
Depresión .59 .35
e12 tas7 -.39
.68 bdi11 e15
.53 .60 . 12 .59
.35
e11 tas9 .73
bdi17 e16
.69
.83 Alexitimia
.43
e10 tas13 e3
.73
.53 .51 stair5 e17
.56 .66
.49
e9 tas14 .70
Ansiedad stair8 e18
Rasgo .65 .42

.65 stair16 e19


.42

stair19 e20

Figura 6. Estimaciones estandarizadas en la muestra de mujeres por ML


Fuente: elaboración propia.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

En la muestra conjunta, si el modelo se reduce meramente a la variable de inte-


rés, ajuste diádico, eliminando ansiedad y depresión, el ajuste sigue resultando
adecuado (FD= 0.53, χ2/gl= 2.06, GFI= .92, AGFI= .88, CFI= .93 y RMSEA= .07),
todas las vías son significativas y se explica 59% de varianza. También el ajuste es
adecuado por el método multigrupo entre hombres y mujeres (FD= 0.95, χ2/gl=
1.84, GFI= .87, AGFI= .81, CFI= .90 y RMSEA= .06). En hombres todas las vías son
significativas y se explica 62% de la varianza. En mujeres la predicción del ajuste
diádico por la alexitimia no es significativa (β= -16, p= .16) y se explica 60% de
la varianza. El engrandecimiento toma más peso en mujeres y la alexitimia en
hombres.

Discusión

El ajuste diádico se relaciona fundamentalmente con el engrandecimiento marital


tanto en las correlaciones como en los modelos de regresión y estructurales. Esta
variable se diseñó de forma inicial como una manera de controlar un sesgo de res-
puesta en el autoinforme frente a otras escalas menos específicas de deseabilidad
social, como la de Crowne y Marlowe o el inventario balanceado de respuesta desea-
ble de Paulhus (O’Rourke y Cappeliez, 2002). Puede que el engrandecimiento mari-
tal esté reflejando no sólo un sesgo en el autoinforme, sino además una estrategia
cognitiva de afrontamiento de las dificultades maritales, próxima a la idealización
de cualidades y negación de defectos y problemas (Moral, 2007/2009). Esta estrate-
gia parece actuar no sólo en la fase de aproximación (inicial) para lograr un mayor
ajuste diádico, sino también en la fase de mantenimiento (a medio y largo plazos)
(Díaz-Loving, 1996). En los modelos de análisis de trayectorias y con variables
latentes al contemplar la vía del engrandecimiento marital hacia la ansiedad-rasgo
y depresión, se interpreta ésta como un aspecto de autoengaño.
La insatisfacción sexual es un correlato fuerte y predictor importante de ajuste
diádico, pero en los modelos estructurales pierde peso. Las investigaciones neu-
robiológicas destacan el papel del placer sexual en el refuerzo natural del vínculo
en parejas con relaciones estables y persistentes (Gonzaga, Turner, Keltner, Cam-
pos y Altemus, 2006; Grewen, Girdler, Amico y Light, 2005). El vínculo es refor-
zado a mayor número de relaciones sexuales satisfactorias. Debe considerarse que
la frecuencia de relaciones sexuales sólo presenta correlación débil en la mues-
tra de hombres y no es un predictor de ajuste diádico. En la presente muestra, la
frecuencia de relaciones sexuales entre los cónyuges es equivalente, en compa-
ración, con estudios realizados en países europeos, como España (López, 2006),

132

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

y norteamericanos, como Estados Unidos (Laumann, Gagnon, Michael y Michaels,


1994); a la vez, es mayor que en países asiáticos, como Japón (Nagao, 2007). Así, 47%
de las parejas tiene relaciones sexuales varias veces a la semana, 37% al menos una
vez a la semana, 9% al menos una vez al mes y 7% menos de una vez al mes, sin exis-
tir diferencia estadísticamente significativa entre ambos cónyuges en la estimación
de la frecuencia con que mantienen dichas relaciones (ZW= -0.84, p= .40). Además,
éstas son satisfactorias para 70% de los encuestados. Este último dato lo obtene-
mos del Índice de Insatisfacción Sexual (ISS). La puntuación como suma simple
de los 25 ítems con 7 puntos de recorrido de escala ISS se puede reducir a un rango
de 0 a 100, restando a la suma 25, multiplicando por 2 y dividendo por 3. Pun-
tuaciones mayores a 30 reflejan insatisfacción y por encima de 70 maltrato sexual
(Hudson, 1982). Sólo 30% de los 200 participantes puntúa por encima de 30 y nin-
guno por encima de 64. La distribución de ISS es asimétrica positiva y leptocúr-
tica, concentrándose en los valores bajos (de satisfacción), siendo la mediana
de 20.66. Así, aunque la satisfacción sexual es un factor a tomar en cuenta, no
es el más importante en el ajuste diádico. Esto nos señala que ajuste diádico y
vínculo no son conceptos equivalentes, teniendo determinantes diferenciales. El
concepto de ajuste hace referencia a la cohesión, comunicación y satisfacción
de la pareja (Spanier, 1976) y el de vínculo se relaciona con la atracción, deseo y
excitación que forma y mantiene una pareja (Gonzaga, Turner, Keltner y otros,
2006) o apego (Bowlby, 1969). De ahí el mayor peso de la frecuencia de relacio-
nes sexuales y de la satisfacción sexual en el vínculo.
La alexitimia o dificultad para entender y expresar las propias emociones es
un determinante de ajuste diádico muy importante en los hombres, pero no en las
mujeres. No sólo pronostica un menor ajuste diádico en hombres y muestra con-
junta (en el modelo simplificado de ecuaciones estructurales), sino también mayor
neuroticismo o rasgo de ansiedad en ambos sexos y mayor depresión. La alexiti-
mia como estilo de funcionamiento emocional está más asociado con la masculi-
nidad a nivel cultural (Moral, 2005), de ahí su mayor peso entre hombres frente a
las mujeres. Debe señalarse que el promedio en la escala TAS20, como ocurre en la
mayoría de los estudios en distintos países (Moral, 2005; Páez y Casullo, 2000), es
más elevado en hombres (M= 57.46, DE= 15.54) que en mujeres (M= 55.96, DE=
17.44), aunque sin diferencia estadísticamente significativa (t (198)= 0.64, p= .52),
al igual que reporta el estudio original de Bagby, Parker y Taylor (1994) con la
escala. Croyle y Waltz (2002) sugieren considerar la diferencia de conciencia emo-
cional entre los cónyuges como predictor de ajuste diádico. A mayor discrepancia,
mayor será el desajuste por problemas de comunicación y frustración de expecta-
tivas. Si se emplea la variable de diferencia entre los cónyuges en las puntuaciones
totales de la escala TAS-20, la correlación con ajuste diádico resulta significativa

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

en hombres (r= .24, p= .04) y en la muestra conjunta (r= -.16, p= .03), pero no
en mujeres (r= .12, p= .24), cuando la puntuación total de la escala TAS-20 pre-
sentó correlaciones significativas y de mayor magnitud en las tres muestras, lo que
incrementa el potencial predictivo, por lo que empleó el puntaje total en lugar del
puntaje diferencial.
El neuroticismo es un correlato de falta de ajuste y predictor importante en
mujeres, pero no en hombres. Precisamente, esta variable ha sido acentuada por su
importancia en estudios de predicción del divorcio, presentando sesgo de sexo, al
asociarse más con las mujeres que con los hombres (Gottman y Levenson, 2002).
Si el estilo alexitímico se relaciona más con el género masculino, el neuroticismo
como estilo sensibilizador de funcionamiento emocional, culturalmente se relacio-
naría más con la feminidad. De tal modo que la acentuación de ambos estilos, cada
uno con sesgo de género en nuestra cultura, son negativos para el ajuste marital. En
el caso del neuroticismo, las mujeres (M= 41.39, DE= 10.91) promedian más que
los hombres (M= 38.09, DE= 9.68), con diferencia estadísticamente significativa
(t (198)= -2.26, p= .02).
La depresión tiene un peso importante; así, constituye un correlato de falta de
ajuste diádico en hombres y mujeres y en la muestra conjunta; es un predictor en
hombres dentro del modelo de regresión lineal, también es predictor significativo
en las tres muestras en el modelo de análisis de trayectorias, aunque resulta un
predictor débil y no significativo en los modelos estructurales. La expectativa era
que la depresión tuviese un efecto negativo sobre el ajuste diádico, es decir, a más
estado de depresión menos ajuste diádico, por el deseo de distanciamiento inter-
personal y falta de disfrute de las actividades cotidianas que acarrea este estado
emocional negativo. Esta relación inversa se observa en las correlaciones y en
los modelos de la muestra conjunta y de hombres; sin embargo, en las mujeres,
en el modelo de análisis de trayectorias, aparece como predictor positivo, a más
depresión, más ajuste diádico. También el coeficiente de regresión es positivo en
el modelo de ecuaciones estructurales en la muestra de mujeres, aunque no signi-
ficativo (β= .11, p= .35).
Este hallazgo inesperado con la depresión femenina podría atribuirse a una
prevalencia diferencial extraña por sexos dentro de la muestra. Si adoptamos el
punto de corte de puntuaciones mayores o iguales a 9 (Beck y Steer, 1987), la pre-
valencia es alta en ambos sexos (45% en hombres y 59% en mujeres), siendo signi-
ficativamente mayor en mujeres (χ2 (1, N= 200) = 3.93, p<.05), con una diferencia
de 14%. Quizá este punto de corte no sea adecuado ante la altísima prevalencia,
al considerar la modificación de formato realizada en la escala. Si adoptamos el
punto de corte de puntuaciones mayores o iguales a 20 para la detección de posi-
bles casos de depresión (Vázquez y Sanz, 1997), tenemos que 38 participantes

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

(16% de la muestra) serían posibles casos, sin diferencia por sexo (16 hombres
y 22 mujeres, χ2 (1, N= 38)= 0.95, p= .33); y por encima de 30 habría 11 parti-
cipantes (5% de la muestra) como casos muy probables, también sin diferencia
estadística de sexo (3 hombres y 8 mujeres, χ2 (1, N= 11)= 2.27, p= .13). Si valo-
ramos como adecuada la propuesta de punto de corte para población clínica con
el BDI de Vázquez y Sanz (1997), no habría diferencia entre hombres y mujeres,
y los porcentajes estarían dentro del rango de la prevalencia en población general
de adultos, de 10 a 25% para las mujeres y de 5 a 12% para los varones (apa, 2000;
Medina, Borges, Lara, Benjet, Blanco, Fleiz, Villatoro, Rojas, Zambrano, Casanova
y Aguilar, 2003), por tanto, aspectos extraños en la prevalencia no sería el caso. El
hecho de ser una muestra emparejada por cónyuges no explica la falta de dife-
rencia en el porcentaje de casos entre hombres y mujeres con puntos de corte
altos, ya que existe diferencia significativa de medias en el puntaje total del BDI
(t (99)= -2.76, p= .01) y cuando el punto de corte es bajo también hay diferencia
en la frecuencia de casos. El tamaño pequeño de casos comparados y la diferen-
cia de porcentajes discreta (con un máximo de 2 a 1, como se esperaba) motivan
la falta de significación estadística.
La dirección no esperada de la depresión en la predicción de ajuste marital
en mujeres podría atribuirse a su interacción con el engrandecimiento. Esta con-
jetura, como la anterior, tampoco es apoyada por los datos. La correlación entre
engrandecimiento y ajuste diádico en la muestra de mujeres disminuye al con-
trolar la depresión (rp de .60 a .56), como en la muestra de hombres (rp de .67 a
.61). Además, la correlación de la depresión es negativa con el engrandecimiento
en ambos sexos, incluso más en mujeres (r= -.42) que en hombres (r= -.28). Lo
mismo sucede con la insatisfacción sexual (rp de -.54 a -46) y la alexitimia (rp de
-.36 a -.25), al parcializar la depresión en sus correlaciones con el ajuste diádico.
La depresión potencia de forma negativa estas correlaciones. Si se extraen los fac-
tores de la matriz de correlaciones entre los nueve correlatos significativos con la
escala de ajuste diádico (DAS30) en la muestra de mujeres, con base en el criterio
de Kaiser, se obtiene un único factor de neuroticismo, alta emotividad negativa
(emociones negativas, estado de ansiedad y depresión), alexitimia, insatisfacción
sexual y desvalorización en el autoinforme, junto con baja emotividad positiva;
así, la contribución de la depresión está en el sentido esperado.
Otra posibilidad en relación con el hallazgo no esperado con la depresión feme-
nina es que sea el efecto de algún estilo de afrontamiento de carácter pasivo en
mujeres frente al malestar emocional, no reflejado por el engrandecimiento mari-
tal ni capturado por las variables medidas, tampoco indicado por aspectos extra-
ños en la prevalencia diferencial de depresión entre sexos. En esta línea también
se podría conjeturar un rasgo masoquista femenino que aminora los conflictos de

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

disonancia con los roles tradicionales de género y redunda en una mejor evalua-
ción del ajuste marital, evidenciándose este rasgo en el interjuego con la alexitimia
y el neuroticismo y afectando a una porción pequeña de mujeres (Freud 1924/1976;
Kenberg, 1996). No obstante, por el escaso peso del coeficiente, incluso no signifi-
cativo en el modelo de ecuaciones estructurales lineales, y porque sólo aparece en
los modelos de análisis de trayectorias y estructurales lineales, pero no en las corre-
laciones bivariadas, parcializadas o análisis factorial, es perfectamente atribuible
a un artefacto estadístico, sin significado psicológico específico (afrontamiento o
rasgo masoquista).
Las variables de religiosidad, especialmente de seguimiento de rituales, están
descritas como incentivadores del ajuste y estabilidad en las parejas casadas (Wil-
son y Filsinger, 1986), lo que se puede atribuir a un esfuerzo de congruencia con
los preceptos religiosos y la presión social del grupo de pertenencia, la comuni-
dad religiosa. El hecho de que la correlación sólo aparezca como significativa en
la muestra de hombres puede atribuirse a la mayor varianza de las variables reli-
giosas entre los hombres. La reducida variabilidad en la mujeres, al presentar estas
variables fuerte asimetría negativa y apuntamiento (todas las mujeres son creyen-
tes y practicantes), dificulta que las correlaciones sean significativas.
Las variables sociodemográficas se mostraron independientes del ajuste diá-
dico. Los resultados al respecto en el conjunto de la literatura son poco consis-
tentes, en unos estudios se halla independencia; y en otros, relación, incluso de
distinto signo, pero siempre de baja magnitud. Por ejemplo, Glenn y Weaver
(1978), así como Pick y Andrade (1988), señalan que los hijos tienen un efecto
negativo, en especial cuando son pequeños; por el contrario, Luckey y Bain (1970)
hallan independencia y lo atribuyen a que los niños son la principal fuente de feli-
cidad tanto para matrimonios satisfechos como insatisfechos. En relación con la
clase social, se ha encontrado que en parejas de clase baja, dividiendo la muestra
de acuerdo con la ocupación, los maridos tienden a estar menos satisfechos si su
esposa trabaja (Bean, Curtis y Marcum, 1977). En el presente estudio, la identi-
dad de clase social tiende a relacionarse con el ajuste diádico sólo en la muestra de
mujeres. Al haber preguntado a qué clase social cree pertenecer, la deseabilidad
social puede sesgar mucho la respuesta. Efectivamente, si se parcializa el efecto de
la deseabilidad social, medida por la escala de Crowne y Marlowe (1960), el coefi-
ciente de correlación parcial resulta no significativo (rp= .16, p= .11).
Los correlatos y predictores de ajuste diádico están intercorrelacionados. Al
factorizar estos correlatos interrelacionados surge un factor de neuroticismo y
emociones negativas, que es el principal predictor de falta de ajuste diádico en los
modelos de regresión de entrada fija. Para prevenir divorcios sería importante en

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| Ajuste diádico: la cuerda floja del matrimonio |

la terapia de pareja evaluar e intervenir sobre este factor de patología afectiva, ya


indicado desde la terapia sistémica por Perrone (2006).

Limitaciones del estudio

Como limitaciones del estudio deben señalarse: 1) el carácter no probabilístico


de la muestra, por lo que las generalizaciones deben manejarse como hipótesis en
poblaciones afines; 2) la naturaleza de autoinforme de todas las medidas emplea-
das, quizá con instrumentos que evalúen procesos implícitos y técnicas proyecti-
vas el resultado podría diferir; 3) el carácter transversal de los datos que impide
ver el efecto dinámico de las variables en el tiempo; y 4) el que todos los partici-
pantes forman parte de una población urbana de una ciudad industrial del noreste
de México, careciéndose de datos sobre población rural y otras áreas de la República
mexicana. Como fortalezas deben indicarse la consistencia interna y validez facto-
rial de los instrumentos de medida, asimismo, la calidad de los datos. Esta calidad
se deriva de la independencia y aleatoriedad de los pares de participantes, el espacio
y tiempo adecuados para responder a los cuestionarios, la correcta comprensión de
las instrucciones garantizada por preguntas al respecto y sencillez de las mismas, la
motivación para dar respuestas sinceras sin el temor de ser observado por la pareja
y con la confianza del anonimato, y el control del efecto de fatiga en la secuencia de
presentación de escalas por la técnica de equiponderación aleatoria.
La técnica de equiponderación aleatoria supone que el error progresivo se dis-
tribuye por igual en todos los participantes gracias al azar. Entre todas las posi-
bles secuencias de presentación de pruebas o escalas se van tomando al azar tantas
secuencias como participantes posea la muestra. Se emplea en muestras gran-
des (>30 participantes), como es el caso de este estudio. Usualmente, la técnica es
apropiada para un número de tratamientos o medidas también grande. Para cons-
truir las secuencias cada escala debe aparecer una vez en cada nivel de práctica u
orden de secuencia, además debe ser precedida y antecedida por las demás esca-
las (Kerlinger y Lee, 2000).

Conclusiones

Desde las variables contempladas, el predictor más importante de ajuste diá-


dico es el engrandecimiento marital, el cual puede estar reflejando un estilo de
afrontamiento de las dificultades maritales con idealización de las cualidades y

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

aminoramiento de defectos y problemas. En su predicción de la ansiedad-rasgo y


depresión, se interpreta como autoengaño.
La satisfacción sexual, pero no la frecuencia de relaciones sexuales, tiene un
efecto positivo en el ajuste diádico, siendo un predictor significativo.
El estilo alexitímico de distanciamiento y el estilo neurótico de sensibilización
y queja en el manejo de las emociones, el primero con cierto sesgo masculino y
el segundo con sesgo femenino, son predictores negativos del ajuste diádico, aun-
que con un peso menor que el engrandecimiento marital. Además, la alexitimia
potencia mayor neuroticismo y depresión tanto en hombres como en mujeres.
La depresión es un predictor negativo en hombres, pero en mujeres tiene bajo
peso y éste es confuso.
Aunque el modelo de predicción por ecuaciones estructurales lineales con
variables latentes sólo tiene cualidades de ajuste adecuadas, sin alcanzar a ser bue-
nas, todos los modelos tienen una potencia explicativa de la mitad a dos tercios de
la varianza del criterio (el ajuste diádico).
De aquí se desprende la importancia terapéutica de fomentar la idealización y
amor por la pareja, trabajar en aspectos de personalidad y causas de estados emo-
cionales negativos para garantizar una vida conyugal larga y satisfactoria, en con-
creto en la alexitimia. Entre los aspectos de conflictos seguramente se hallan los
roles tradicionales de género, los cuales están sufriendo una profunda transfor-
mación, como destacan varias investigaciones (Díaz-Loving y Sánchez, 2002), así
como los celos y la infidelidad (Avelarde, Reyes, Díaz-Loving y Rivera, 1996). Otra
aportación de este estudio es la relevancia que tiene incluir una escala de medida
específica de deseabilidad social, como es el engrandecimiento marital, la cual
refleja procesos psicológicos importantes en la vida de la pareja, relacionados con
el autoengaño y la idealización. Así, se propone indagar más en esta interpretación
de la escala de medida.
Se debe remarcar que el ajuste a la pareja es una cuerda floja por la que transi-
tan ambos cónyuges a lo largo de su vida marital. Aunque los primeros pasos por
falta de equilibrio son los más críticos, la pérdida del paso por cansancio de igual
forma provoca la caída.

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Divorcio y dinero:
relaciones de poder sustentadas en el tener
Gabriela Zamora Carmona,
Sandra E. Mancinas Espinoza y Manuel Ribeiro Ferreira

Introducción

E n la sociedad mexicana se vienen produciendo procesos de diversificación en


los modelos de familia como resultado de diversos factores, uno de ellos es el
conflicto en la pareja y la ruptura de la misma. El incremento del divorcio refleja,
por una parte, el desarrollo de los derechos individuales al permitir concluir una
relación conyugal conflictiva. Sin embargo, por otra parte, también plantea la
necesidad de visualizar las implicaciones que conlleva como un problema social,
puesto que, independientemente de los beneficios que le pueda generar al indivi-
duo en lo particular, la expansión de las disoluciones matrimoniales repercute de
forma importante en diversos ámbitos de la sociedad.
El aumento de las disoluciones también evidencia una realidad de conflictos
matrimoniales, entre los que destacan la violencia doméstica, los problemas eco-
nómicos, la incompatibilidad entre la pareja y la infidelidad. La importancia de su
investigación va más allá de la aceptación social; se orienta a cuestiones relaciona-
das con el proceso y sus consecuencias, a las repercusiones y búsqueda de prácti-
cas equitativas de acuerdo con la situación actual debido a que modifica el papel
que desempeñan mujeres y hombres en la sociedad mexicana.
Aunque para la pareja la base del matrimonio es el amor, para efectos sociales
el matrimonio es un contrato legal que tiene consecuencias en caso de ruptura.
La disolución conyugal afecta y es percibida de forma diferente por cada uno de
los involucrados. A pesar de que el divorcio es una necesidad social y en muchos
casos el recurso más favorable para terminar una relación, tiende a ser conside-
rado como negativo; su incremento es percibido como falla en la institución de la
familia y su aceptación, para algunos, significa atentar contra el matrimonio.
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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Debido a la magnitud del problema y al hecho de que involucra y afecta a todos


los miembros de la familia en los contextos privado y público, el estudio del divor-
cio puede ser abordado desde diversos enfoques. El objetivo de este trabajo es
hacer una revisión de las diferentes posturas que asumen mujeres y hombres tras la
disolución del matrimonio en relación con el pago de la pensión alimenticia. Pre-
tende conocer los significados del valor de la pensión: el monto, el percibirla y el
otorgarla. El interés está centrado en la interpretación que ambos padres otorgan a
los significados de la pensión y al cumplimiento o incumplimiento de la responsa-
bilidad económica para con los hijos. El trabajo trata de un estudio cualitativo, se
entrevistaron a 18 mujeres y 15 hombres que habitan en el área metropolitana de
Monterrey, N. L., México, y que pertenecen a diversos estratos socioeconómicos.

El divorcio

Como fenómeno social, el divorcio cobra importancia por los cambios que surgen
en la forma de vida de los individuos. El aumento de las rupturas matrimoniales
puede ser considerado como una de las transformaciones de mayor relevancia en
las relaciones familiares en México. Su ocurrencia se ha incrementado significativa-
mente en las últimas décadas, de 3.2 divorcios por cada 100 matrimonios en 1971 a
13.9 divorcios por cada 100 uniones en 2008 (inegi, 1994 y 2009). Además, reper-
cute no sólo en los individuos y en las relaciones de pareja, sino también en la modi-
ficación de los roles que se espera deben cumplir mujeres y hombres, así como en las
expectativas sociales, económicas, culturales y políticas de la población.
Por ser un acto legal de la disolución del matrimonio, el divorcio no debe-
ría ser considerado con juicios valorativos; no obstante, aunque la mayoría de las
sociedades aceptan y reconocen el divorcio por ser una necesidad social, a dife-
rencia del matrimonio, la sociedad en general no valora de manera positiva este
recurso, a pesar de que en muchos casos es no sólo necesario, sino lo más conve-
niente para alguno o ambos miembros de la pareja y los hijos.
Existe una diferencia entre separación y divorcio. En la separación, el vín-
culo entre los cónyuges sólo queda suspendido; por tanto, ninguno de los espo-
sos puede contraer nupcias con otra persona, contrario a lo que sucede con el
divorcio, puesto que al ser la disolución jurídica del matrimonio, legalmente
desaparece el vínculo conyugal, lo que permite a los ex cónyuges contraer nue-
vas nupcias. En nuestro país existen dos tipos de divorcio: el administrativo y
el judicial, sin embargo, al estar regulados los derechos civiles de los ciudada-
nos de acuerdo con la reglamentación de cada estado, las causales de divorcio,

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

las formas, los procedimientos de obtenerlo, los derechos y obligaciones de los


cónyuges se diferencian de una entidad federativa a otra reglamentándose de
acuerdo con lo establecido en los Códigos Civiles de cada estado.
En Nuevo León, el Código Civil establece dos tipos de divorcio: el judicial y el
administrativo. El divorcio judicial, a la vez, puede ser necesario (contencioso)
o voluntario (por mutuo consentimiento). El divorcio necesario es la disolución
jurídica del matrimonio cuando alguno de los consortes da causa de él, conforme
a una o más de las 19 causales establecidas en el Código Civil del Estado. El divor-
cio voluntario se otorga cuando los cónyuges, de común acuerdo, solicitan disol-
ver el vínculo conyugal; este tipo de disolución requiere la intervención de un juez
en virtud de que los esposos contrajeron matrimonio por sociedad conyugal o los
hijos que procrearon son menores de edad. El divorcio administrativo también es
voluntario y se realiza ante el Registro Civil; puede efectuarse cuando los espo-
sos tienen más de un año de casados, son mayores de edad, no procrearon hijos
o, teniéndolos, éstos sean mayores de 30 años y no padezcan alguna discapacidad.
La disolución conyugal es un proceso que puede ser doloroso para ambos
esposos, que conlleva muchos pasos antes de la misma: el matrimonio, las difi-
cultades que la pareja no pudo resolver, la terminación de la convivencia, el pro-
ceso en el Tribunal o en el Registro Civil (en caso del divorcio administrativo) y
la obtención del divorcio.
El divorcio repercute en cada uno de los miembros de la pareja, sus bienes y
los hijos. En relación con los bienes, la distribución de los mismos depende del
tipo de régimen patrimonial que la pareja pactó al contraer nupcias. Si la unión
fue bajo el régimen de separación de bienes, cada miembro de la pareja conserva
los bienes muebles e inmuebles que estén a su nombre. En los casos en que el
matrimonio se estableció como sociedad conyugal o bienes mancomunados, ésta
se tiene que liquidar, puesto que todos los bienes que se adquirieron durante el
matrimonio forman parte de la sociedad conyugal; es decir, son de ambos cónyu-
ges, y al disolverse la unión, le corresponde a cada uno 50% de los bienes, así como
de las deudas que se contrajeron durante el matrimonio (Código Civil de Nuevo
León, 2008; Brena, 2001).
La disolución del matrimonio debería ser la solución a las dificultades entre los
cónyuges, puesto que anula el vínculo entre ellos. Sin embargo, como lo señala De
Beauvoir (1981), el problema del matrimonio (y por tanto del divorcio) es que en
ocasiones las personas se unen en su debilidad. Esta situación se plasma en las acti-
tudes que ex esposos manifiestan ante el cumplimiento de las obligaciones contraí-
das con el divorcio. Los aspectos emocionales referentes a la figura de la ex pareja
en ocasiones motivan a los actores a realizar acciones o mostrar comportamientos
perjudiciales con el objetivo de castigar o sancionar al ex cónyuge. Así, la separación

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

evidencia las relaciones de poder-subordinación entre los ex esposos, las cuales se


plasman en el incumplimiento de los acuerdos contraídos con el divorcio.
El divorcio surge del desacuerdo y en muchos casos origina hostilidad adicio-
nal entre ambas partes de las líneas familiares. Con la ruptura matrimonial con
frecuencia se deshacen relaciones entre parientes políticos, y se truncan acuer-
dos conyugales previos. Tras la disolución, por lo general existen dificultades en
la negociación y asignación de la custodia de hijos, su manutención, educación,
reparto de bienes y nuevo matrimonio de alguno de los ex cónyuges (Brena, 2001;
Goode, 1980).

Método

El presente trabajo recoge las experiencias de mujeres y hombres respecto a su


divorcio, en particular en aspectos relacionados con la pensión alimenticia. El
estudio se inserta en el campo interpretativo de las repercusiones que el divorcio
tiene en la paternidad. La información se obtuvo por medio de trabajo de campo y
observación participante en un grupo de divorciados entre 2008 y 2009. Asimismo,
se realizaron entrevistas a profundidad a 18 mujeres y 15 hombres pertenecientes
a diversos sectores socioeconómicos, con diferentes grados de educación, tiempo
de casados y de divorciados. Cabe destacar que entre los entrevistados se encon-
traban cinco ex parejas. Los relatos presentados muestran las experiencias de 33
de los participantes, entre los que se incluyen las ex parejas.
Para la selección de los sujetos de investigación se privilegiaron los casos en
que ambos ex cónyuges estuvieron dispuestos a participar. Se consideró como
criterios de elegibilidad: que tuvieran por lo menos tres meses de divorciados
—ya que se supuso que es un periodo de tiempo suficiente que les ha permitido
conocer las consecuencias del divorcio—; que tuvieran hijos; que al momento del
divorcio al menos uno de los hijos fuera menor de edad, dependiente y su custo-
dia hubiera sido asignada a alguno de los padres y, de preferencia, que alguno de
los ex cónyuges habitara en el área metropolitana de Monterrey. Dentro de estos
criterios hubo casos en que se volvieron a casar o unir a otra pareja, al momento
de la entrevista tenían una relación con otra persona o hijos de otras uniones. La
muestra incluyó sujetos con y sin pareja.
El número de casos fue estipulado con base en la pertenencia a diferentes sec-
tores socioeconómicos, puesto que, además de la pluralidad de la muestra, se
consideró que las percepciones podrían ser diferentes y hasta contrastantes. Se esta-
blecieron como criterios principales: a) priorizar los casos en que ambos miembros

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

de la pareja estuvieran dispuestos a participar; b) que incluyera un número seme-


jante de mujeres y hombres; c) que los entrevistados pertenecieran a diferentes
estratos socioeconómicos y poseyeran diferentes niveles de escolaridad, y d) dife-
rente tiempo de casados y divorciados.
Para obtener casos que correspondieran a los diferentes estratos de la pobla-
ción, se recurrió a redes de conocidos y se solicitó, asimismo, apoyo a un grupo
de divorciados y al Juzgado Noveno Oral de lo Familiar. La participación de los
sujetos fue de manera voluntaria y confidencial. A quienes consintieron colabo-
rar en el proyecto, se les informó de manera detallada los objetivos del estudio, se
les explicó sobre los procedimientos y técnicas a utilizar, se les solicitó su consen-
timiento para ser entrevistados, su aprobación para grabar las conversaciones y se
les hizo saber que la información contenida en las misma sería utilizada con fines
de investigación, guardando el anonimato de las personas y confidencialidad de
la información obtenida.
Las entrevistas se llevaron a cabo de enero a abril de 2010 y se realizaron en
los lugares y horarios que les parecían más convenientes a los participantes. Las
entrevistas fueron semi-estructuradas y se contaba con una guía en la que se
incluían preguntas sobre los aspectos sociodemográficos, el matrimonio, el divor-
cio, la custodia, la pensión, los significados de la paternidad o maternidad y de ser
divorciados.

Características de los participantes

La edad de las mujeres oscilaba entre 24 y 52 años; mientras que la de los varones
se encontraba entre 29 y 60 años. Respecto al estado civil actual de las mujeres,
tres se han casado nuevamente, cinco viven en unión consensual y tres tienen una
pareja estable con la que planean casarse o unirse. Al momento de la entrevista,
siete manifestaron no tener pareja. En el caso de los varones, todos permanecen
solteros; no obstante, dos viven en unión libre y uno más tiene pareja estable.
Por ser un requisito para el estudio, todos los entrevistados tenían hijos pro-
ducto del matrimonio del cual se divorciaron. Siete mujeres tenían hijos de diver-
sas uniones. En seis de estos casos uno de los hijos es producto de la relación con
la pareja actual. Las edades de los hijos de las mujeres iban desde 15 días de nacido
hasta 25 años. En cuanto a los varones, dos tienen hijos de diversas relaciones, uno
de ellos con su pareja actual. Las edades de los hijos van de 3 hasta 30 años. Res-
pecto al número de hijos, cinco entrevistados tienen un hijo; cuatro tienen dos
hijos; cinco tienen tres hijos y uno tiene cuatro hijos.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Siete de las mujeres entrevistadas viven sólo con sus hijos; siete con pareja e
hijos; dos con hijos y sirvientas; una con sus padres e hijos y una con suegros e hijos
debido a que su pareja vive en Estados Unidos. En relación con los hombres, cinco
viven solos, cuatro con los hijos, tres con sus padres, dos con su pareja y uno con
mamá e hija. En este último caso, la señora es discapacitada y el entrevistado es
el cuidador.

Características socioeconómicas de los participantes

Los niveles de escolaridad de los entrevistados variaban desde secundaria hasta


doctorado. En el caso de las mujeres, ocho cuentan con estudios profesionales; de
éstas, dos se encuentran estudiando doctorado, dos tienen una maestría y una más
está cursándola. Dos no concluyeron la licenciatura, otras dos poseen carrera téc-
nica, tres terminaron el bachillerato y otras tres sólo cursaron hasta secundaria.
Para determinar los niveles socioeconómicos de los participantes, se consi-
deraron la ubicación de las viviendas y los ingresos mensuales percibidos por su
trabajo,1 los cuales iban desde 133 hasta superior a 41 700 dólares al mes. En los
casos de las mujeres que trabajaban, el mayor ingreso mensual percibido fue de
3 750 dólares —como administradora de negocio familiar— y el menor 133 dóla-
res —auxiliar de oficina tres días por semana—. Para los varones, el sueldo más
alto fue superior a 41 700 dólares —como empresario— y el menor 384 dólares
por mes —como chofer.
De las mujeres participantes, una es jubilada, una es voluntaria en una organi-
zación sin fines de lucro, cuatro se dedican al hogar y 12 poseen en la actualidad
un empleo; de éstas, tres tienen trabajos informales, una cuenta con empleo even-
tual y otra posee negocio propio. En cuanto a los trabajos desempeñados, dos son
maestras, cuatro se dedican a trabajos administrativos, tres a ventas, una trabaja en
el área de la salud, otra es guardia y una más se dedica a trabajos de voluntariado.
En relación con la ubicación de la vivienda,2 dos de ellas residen fuera del área
metropolitana de Monterrey (amm), una en Estados Unidos y otra en Coahuila;

1
Si bien en México el peso es la moneda oficial, para tener una idea más estandarizada
de las cantidades mencionadas se ha utilizado el dólar estadounidense como moneda de
referencia. Considerando el tipo de cambio de 12 pesos por dólar y un salario mínimo gene-
ral diario de 55.84 pesos (4.65 USD) vigente en Nuevo León al momento de la elaboración
de este trabajo.
2
Nuevo León se encuentra dividido en 11 distritos judiciales en materia civil y fami-
liar. El primer distrito judicial con cabecera en Monterrey atiende casos de 17 municipios
correspondientes o colindantes con el área metropolitana de Monterrey (amm). Como se

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

cinco viven en colonias residenciales —cuatro ubicadas en el municipio de San


Pedro Garza García y una en San Nicolás—. Las viviendas de cuatro de ellas
corresponden a zonas de clase media y las características de los hogares de siete
entrevistadas pueden ser ubicadas en colonias de clase baja.
Respecto a los ingresos, cinco de ellas perciben —por su empleo o por ayuda
de familiares— ingresos mayores o iguales a 1 667 dólares al mes. Las que habi-
tan en colonias consideradas del sector medio y se encuentran trabajando, reci-
ben sueldos que oscilan entre 833 y 1 500 dólares mensuales; por último, para las
entrevistadas que pueden ser ubicadas en colonias de clase baja, los salarios perci-
bidos por quienes trabajan son menores a 667 dólares al mes.
En el caso de los varones, el nivel de escolaridad se presentó de la siguiente forma:
ocho tienen estudios profesionales; de ellos, uno tiene concluida una maestría, otro
la cursa actualmente y uno más posee un doctorado. Uno no terminó la preparato-
ria, dos tienen una carrera técnica y cuatro estudiaron hasta secundaria.
En cuanto al empleo de los hombres, uno de ellos se encuentra desempleado,
seis poseen negocio propio y ocho cuentan con empleo formal. Los trabajos
desempeñados variaron de forma considerable; hubo quienes expresaron labo-
rar como maestro, consultor, soldador, chofer o empleado municipal.
De los entrevistados, cuatro habitan en colonias residenciales y sus ingresos
son superiores a 6 670 dólares mensuales. De acuerdo con las características de la
vivienda, las casas de cuatro de ellos se ubican zonas de clase media y los entrevis-
tados perciben salarios mensuales mayores o iguales a 1 250 dólares. Por las carac-
terísticas de las viviendas de siete de los participantes, éstas pudieran ser ubicadas
en colonias de clase baja y los ingresos percibidos por quienes trabajan son meno-
res a 1 165 dólares al mes.

Características de los divorciados

A todas las mujeres entrevistadas se les asignó la custodia de sus hijos (salvo en
un caso en que ella la cedió, pero posteriormente la solicitó y le fue concedida).
Respecto a la pensión (tabla 1), la cantidad máxima asignada por hijo fue de 555
mensuales y la mínima de 67 dólares.

mencionó, se tomaron casos de personas que acudieron a realizar su divorcio al Juzgado


Noveno Oral de lo Familiar, a dicho Juzgado le corresponde dar servicio a personas que
viven en municipios de Salinas Victoria y Ciénega de Flores, entre otros. Por ello, se inclu-
yeron tres mujeres y dos varones que en la actualidad habitan en dichas municipalidades.
Debido a que dichos participantes habitan en las cabeceras municipales, sus condiciones
de vida son muy similares a las de los habitantes del amm, incluso los dos varones laboran en
Monterrey —las mujeres se dedican al hogar.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Tabla 1. Aspectos de la pensión

Núm. Pensión mensual Servicios


Nombre Otros gastos
hijos* (en dólares) médicos
Partes proporciona-
Alicia 1 83 ----
les de educación.
Ana 1 458. Recibe 250. ---- ----
83. No la recibe, ex pareja
Belinda 2 ---- ----
nunca cumplió.
Gastos de servicios,
Doctores, sgmm
Esther 3 1 667 ropa, viajes y
y medicamentos
colegios.
Escuela del hijo
Gloria 4 1 833 sgmm
mayor.
67. No la recibe desde
Karina 1 ---- ----
1998.
Laura 1 100 ---- ----
83. Simbólico, ella no se los
Marcela 1 ----
pide.
Clases extras y
Margarita 2 27% del ingreso o 833 sgmm educación, excepto
colegiatura (beca).
1 083. Actualmente da 775
porque una hija acabó la Pago de los
María 3 ----
carrera y la otra dejó de colegios.
estudiar.
Maria E. 1 67 ---- ----
1 358 Juicio de pensión 35%
(antes del divorcio porque la
Mariana 3 ley le otorgó a ella 5% por ---- ----
estar casada). Actualmente
en juicio por 30%.
No hay cantidad fija. Él no Prepa de la hija
Marisa 2 sgmm
tiene trabajo fijo. (UDEM).
No se asignó, tiene que
Marisela 3 hacer un trámite de pensión ---- ----
alimenticia.
Mayela 2 701 ---- ----
Continúa

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

Núm. Pensión mensual Servicios


Nombre Otros gastos
hijos* (en dólares) médicos
35% del ingreso. Nunca
Milena 1 le ha dado, desconoce el ---- ----
ingreso.
Nadia 2 267- ---- ----
Gastos relaciona-
dos con los hijos,
Silvia 2 500 sgmm
gastos de la casa,
carros, viajes.
1 667. Actualmente tienen
Pago de colegios,
problemas legales por pago
Doctores, medi- gasolina, tenencia,
de pensión, los 2 hijos viven
Alberto 3 camentos y ropa, vacaciones,
con él, aporta 233 mensua-
sgmm luz, agua y
les para la niña. Debería dar
teléfono.
667 para la hija.
No recibe (tiene la custodia
Arturo 2 ---- ----
de los hijos).
39% del ingreso. Ahora
26%, le quitaron la pensión
César 3 ---- ----
al hijo mayor. Entre 250 y
333.
433. Aumenta de acuerdo
con el salario mín. Pensión
Eugenio 3 Doctores Ropa
para 2 hijos, una hija vive
con él.
100, pero le está dando La mitad de cal-
Felipe 1 Doctores
entre 133 y 167. zado y ropa.
27% de sus ingresos. En Clases extra curri-
Gustavo 2 promedio paga entre 2 083 sgmm culares, viajes,
y 2 917. ropa y otros gastos.
Colegiaturas, reci-
Entre 667 y 833. Dejó de
bos luz, gas,
Hugo 2 pagar porque los hijos viven sgmm
comida y gastos
con él.
de los hijos.
333 sólo para su hijo
Jaime 3 sgmm Pago de escuela.
menor.
30% del ingreso. Actual-
Juan 2 ---- ----
mente 200.
Leopoldo 1 100 ---- ----

Continúa

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Tabla 1. Aspectos de la pensión

Núm. Pensión mensual Servicios


Nombre Otros gastos
hijos* (en dólares) médicos
30% del ingreso. Alrededor Escuela y
Martín 3 ----
de 233. camiones.
Va a pagar el cole-
Doctores, medi-
gio de la niña
Mauricio 1 416. Le da entre 583 y 625. camentos y
(aún no entra a la
sgmm
escuela).
200. Como el hijo es mayor
83 del pago de la
de 18 años, le deposita 133,
Doctores y casa y gastos de
Pedro 2 la hija (menor de edad) vive
medicamentos escuelas de los
con él, por eso no le depo-
dos hijos.
sita.
Ropa y mitad de
Raúl 1 333 ----
colegiatura.
Rogelio 1 67 Doctores ---
*Se consideran únicamente los hijos producto del matrimonio que dio origen al divorcio, no
los de otras uniones. sgmm: seguro de gastos médicos mayores.
Fuente: elaboración propia.

Cuatro mujeres señalaron que no reciben pensión alimenticia; dos están en


juicio por incumplimiento del pago de la pensión; una no tiene cantidad fija esta-
blecida puesto que los ingresos del ex cónyuge son variables; a otra no se le asignó,
puesto que el proceso fue por anulación del matrimonio y debe hacer un juicio
para reclamar pago de pensión, y una más señaló que le han disminuido la canti-
dad de la pensión ya que el ex cónyuge no tiene trabajo en la actualidad.
Además de la pensión, dos de ellas señalaron que sus ex cónyuges pagan
seguro de gastos médicos mayores, gastos médicos, gastos relacionados con la
educación de los hijos (clases extracurriculares) y otro tipo de gastos de los hijos
y/o el hogar. Dos señalaron que, además del pago del seguro de gastos médicos
mayores, el ex esposo también aporta para la educación y/o otros gastos, y una
más dijo que el ex cónyuge paga el seguro de gastos médicos del hijo.
Respecto a la custodia, uno de los entrevistados obtuvo la custodia legal de
sus hijos (mujer y hombre), no obstante, no recibe pensión alimenticia para los
menores; otro tiene la custodia de una hija (mientras que la ex esposa quedó al
cuidado del hijo) y en tres casos, aunque el derecho de custodia fue otorgado a la
madre, en la actualidad los hijos (mujeres y hombres) viven con el padre. En el
resto de los casos la custodia fue asignada a la ex esposa.

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

En relación con la pensión, la cantidad máxima aportada por hijo fue de 1 250
y la mínima de 67 dólares mensuales (tabla 1). Los dos entrevistados que tienen
la custodia de al menos un hijo no reciben pensión alimenticia por parte de la
ex pareja. Además de la pensión, tres de ellos pagan el seguro de gastos médicos
mayores, gastos médicos, gastos relacionados con la educación de los hijos y apor-
tan para otro tipo de gastos de los hijos y/o el hogar. Dos varones, además de la
pensión, pagan seguro de gastos médicos mayores de los hijos; dos aportan para
gastos médicos y tres más, aparte de la cantidad designada, pagan gastos relacio-
nados con educación o salud de los hijos.

El dinero en el divorcio

Una de las implicaciones que con frecuencia genera discrepancias entre los miem-
bros de la pareja tras la separación es el factor financiero. El divorcio afecta la
vida de la familia en relación con el nivel económico que se tenía, ya que al divi-
dirse los ingresos para cubrir los gastos, usualmente se da una movilidad social
descendente. El dinero constituye un aspecto central en cualquier matrimonio
puesto que es un medio para satisfacer necesidades, pero también, como lo indi-
can Prieur y Guillou (2007: 42): “representa la unión de dos historias familiares
con el dinero”. En el divorcio el factor económico es una de las diferencias a las
que se enfrenta la pareja, puesto que, por una parte, implica relaciones de poder-
subordinación entre los ex cónyuges en relación con quién lo tiene y quién lo
demanda, y por la otra, supone cambios significativos en el modo de vida.
El dinero cumple una función afectiva y simbólica que sobrepasa la satisfac-
ción de necesidades, remite a la propia identidad al reflejar el modo como hemos
sido construidos en la encrucijada entre la pertenencia al grupo social, familiar y
la propia identidad (Prieur y Guillou, 2007). Además, el dinero evidencia el lugar
que cada cónyuge ocupa en la relación de pareja. Cada individuo mantiene su
propia relación con el dinero, por lo mismo, remite al significado que cada miem-
bro de la pareja le otorga y la representación que se hace de éste.
Con el divorcio, este significado se traduce en relaciones de poder que se refle-
jan en la división de los bienes y la cantidad solicitada y ofrecida para la pensión
alimenticia. Dividir bienes, repartir gastos y acordar pagos involucra situaciones
de posibles rivalidades y regateo entre los ex cónyuges, puesto que el dinero —más
allá de su valor de cambio— es, como señalan Prieur y Guillou (2007), un objeto
que despierta sentimientos poderosos, contrastados, contradictorios y comporta-
mientos que a menudo parecen irracionales. Por lo regular, es la mujer quien pide al
hombre una mejor pensión, mientras que éste suele negociar una cantidad menor

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

a la solicitada. Para quien otorga la pensión, ésta implica una erogación que puede
ser percibida como beneficio para sus hijos y ex cónyuge, pero también puede con-
siderarse como un gasto que no se desea realizar; de esta forma, los significados del
dinero en el divorcio se traducen en cuestiones de pérdidas y ganancias.
En lo económico, el divorcio también representa para ambos miembros de
la pareja mayores demandas que cuando permanecían unidos. Para Mandelstein
(2006), es en este punto en el que muchos hombres se retiran porque se sienten
abrumados por sus sentimientos y por los drásticos cambios en la estructura fami-
liar. Sin embargo, la situación de la mujer es aún más vulnerable que la del varón,
debido a su condición social y al hecho de que algunas nunca han estado insertas
en el mercado de trabajo, mientras que otras a lo largo de su vida han tenido una
carrera laboral interrumpida por el nacimiento y crianza de lo hijos, ocasionando
la falta de una historia laboral sólida, lo cual la ubica en una situación de desven-
taja de recursos económicos (Ribeiro y López, 2006).
A diferencia de las mujeres, los hombres divorciados tienden con mayor inci-
dencia a contraer nuevas nupcias o uniones consensuales; este hecho también
representa un conflicto económico, puesto que con un mismo sueldo el varón
debe mantener a dos o quizá más familias con las consiguientes responsabilidades
(García, 1999). Además, tras la ruptura, los bienes y patrimonio de la familia tam-
bién deben ser repartidos, situación que en la mayoría de los casos crea conflictos
en relación con la equidad.
En las familias donde existe un único salario, dividir los ingresos representa
una carga económica que se debe compartir; para aquellos padres que otorgan la
pensión a sus hijos significa dividir su sueldo para cubrir el pago de la manuten-
ción establecida y cubrir sus propios gastos personales. Con base en lo planteado
por Mandelstein (2006) y ante el hecho de que en la mayoría de los casos la madre
queda a cargo de los hijos y por consiguiente el padre debe solventar la manuten-
ción, es conveniente explorar sobre los significados del pago de la pensión y del
dinero otorgado y recibido.
Al ser los hijos responsabilidad de ambos padres, con el divorcio, la ley esta-
blece que debe asignarse una pensión alimenticia para los menores. Una vez efec-
tuado el divorcio, el juez determina al miembro o miembros de la familia a quienes
les es otorgada la pensión, así como al responsable de pagar de manera periódica
una suma de dinero establecida por el mismo juez. Sin embargo, ésta, en ocasio-
nes, no cubre lo necesario o simplemente no es entregada (Brena, 2001).
La pensión, en muchos casos, no satisface necesidades a las que la familia
estaba acostumbrada, provocando que la mujer tenga que trabajar para satis-
facer los requerimientos propios y de los hijos. No obstante, aunque tenga que

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

desempeñar una doble jornada, la prioridad de la mujer sigue siendo atender a


sus hijos y cuidar el hogar (Cerruti, 2003). Ante esta realidad, es pertinente cono-
cer la percepción de quienes reciben la pensión en relación con los significados
del dinero recibido.
En los divorcios judiciales realizados en 2006 en nuestro país, la pensión ali-
menticia fue concedida de la siguiente manera: solamente a los hijos en 65% de los
casos; a la esposa e hijos en 5% de las resoluciones; solamente a la esposa en 1%
de las querellas; únicamente al esposo o al esposo e hijos en menos de 1% de los
litigios y en 24% de los juicios no ameritó concederla. Ese mismo año, en Nuevo
León, la pensión fue asignada de la siguiente forma: 71% de los juicios única-
mente para los hijos; 5% de las demandas para la esposa e hijos; 1% de los casos
sólo a la esposa; menos de 1% de los litigios sólo al esposo o al esposo e hijos, y en
18% de los divorcios no hubo necesidad de otorgarla (inegi, 2007).
Los datos muestran dos hechos significativos: primero, el rol del progenitor
varón sigue siendo circunscrito al de proveedor, y segundo, en la mayoría de los
divorcios hay hijos involucrados que requieren de la observancia por parte de sus
padres para el pago de la pensión. Por lo anterior, también es conveniente exami-
nar si el cumplimiento del pago de la pensión se relaciona o influye con la cerca-
nía o distanciamiento entre padre-hijo.
Si bien jurídicamente el incumplimiento del pago de la pensión es conside-
rado un delito que tiene consecuencias legales, en nuestro país existen padres
que desacatan su compromiso porque no lo quieren, porque no pueden o por
represalia hacia la ex esposa, dejando a la mujer la totalidad de la responsabili-
dad económica, puesto que saben que de alguna u otra forma ésta resolverá la
manutención de sus hijos.

La pensión alimenticia

Existen dos tipos de pensiones alimenticias según las circunstancias: las derivadas
del matrimonio que se deben los cónyuges entre sí y las derivadas de la filiación,
es decir, aquellas que ambos cónyuges deben a sus hijos. La pensión de alimen-
tos no se refiere únicamente al pago de éstos, su concepto es mucho más amplio
puesto que alude al pago de gastos para satisfacer las necesidades de alimento, ves-
tido, casa-habitación, asistencia médica y en el caso de los hijos también incluye
la educación (Brena, 2001).
Con el divorcio, la cantidad de la pensión es determinada por el juez con base
en la posibilidades de quien debe darla y las necesidades de quien o quienes tienen

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

el derecho a recibirla (Código Civil de Nuevo León, 2008). El juez establece la


cantidad económica que será asignada considerando las necesidades y el nivel
de vida de la pareja y los hijos, así como la escolaridad, estado de salud, edad,
capacidad para trabajar y posibilidades económicas de acuerdo con sus ingre-
sos (Brena, 2001).
Los padres tienen la obligación de contribuir al sustento económico de sus
hijos. El divorcio no exime esa responsabilidad entre los cónyuges, pero depen-
diendo del tipo de divorcio existen variaciones en la forma de determinar su
duración. De acuerdo con Brena (2001), en el caso de divorcio judicial por
mutuo consentimiento, la mujer tiene derecho a recibir la pensión alimenta-
ria por parte del ex cónyuge por el mismo periodo de duración del matrimonio,
derecho que es válido siempre y cuando no posea ingresos suficientes, contraiga
matrimonio o tenga una relación de concubinato. El hombre, a la vez, tiene el
mismo derecho a recibir la pensión cuando se encuentre impedido para traba-
jar y no posea ingresos suficientes mientras no se una en concubinato o se case
de nueva cuenta.
Si bien el derecho de pensión puede ser un beneficio para el cónyuge que se
encuentra en situación más vulnerable, esta prerrogativa no es de orden gene-
ral en las legislaciones de las diversas entidades federativas. De acuerdo con lo
establecido en la legislación de Nuevo León, cuando el divorcio es por mutuo
consentimiento, los ex cónyuges no tienen derecho a pensión alimenticia ni a
la indemnización por daños y perjuicios, salvo que se pacte lo contrario (Mena,
2005). Cuando el divorcio es necesario, el juez determina quién de los ex cónyuges
fue el culpable de la ruptura del matrimonio; de esta forma se reconoce al cónyuge
inocente y se le otorga el derecho de solicitar una pensión alimenticia.
Tal privilegio cesa cuando el que lo da carece de medios para cumplirla; cuando
el alimentista deja de necesitarla; en caso de daño grave por parte de quien la posee
a quien la otorga; mientras subsistan la causas de adicción o falta de aplicación al
trabajo por parte del alimentista; cuando el acreedor sin consentimiento de quien
da los alimentos, abandona la casa de éste sin causas justificadas, y cuando el ali-
mentista es condenado por violencia familiar en contra de quien otorga la pen-
sión. El cónyuge culpable de la ruptura conyugal pierde todo derecho de solicitar
una pensión de alimentos aunque pudiera necesitarla, y si ambos son declarados
culpables, ninguno podrá exigirle alimentos al otro (Brena, 2001; Código Civil de
Nuevo León, 2008).
Al fijarse la pensión alimenticia, se establece una cantidad monetaria sufi-
ciente para ese momento, sin embargo, con el paso del tiempo, este monto resulta
insuficiente. Es por lo anterior que en el convenio debe establecerse que dicha

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

pensión tendrá un aumento automático mínimo equivalente al incremento por-


centual del salario diario mínimo vigente en la zona económica donde habita el
deudor, salvo que los ingresos de éste no aumenten en igual proporción. En estos
casos, el incremento se ajustará a la cantidad obtenida por el responsable (Brena,
2001; Mena, 2005).
La ley no señala una cantidad precisa para el pago de la pensión; en la práctica,
los jueces han determinado entre 35 y 45% de los ingresos del deudor alimentista
y, para los casos en donde el deudor alimentario no tiene ingresos fijos o su sala-
rio no es comprobable, el juez estimará las ganancias de éste con base en los signos
de riqueza que ostente (Mena, 2005). En el cumplimiento del pago de la pensión
existen aquellos padres que asumen su responsabilidad y también quienes inten-
tan eludirla manifestando ingresos inferiores a los percibidos o nombrando a ter-
ceras personas acreedoras de sus bienes para presentarse como insolventes y no
otorgar una pensión de alimentos justa. Ante este tipo de situaciones, la legisla-
ción establece sanciones, no obstante, estas prácticas se presentan en la actualidad
y repercuten en los acuerdos del divorcio, además de que afectan a los miembros
más vulnerables de la familia.
Aunque la ley establece los derechos y obligaciones de los ex cónyuges entre
ellos mismos y para con sus hijos, y señala las repercusiones del incumplimiento
de estas obligaciones, también existe otra realidad en donde el progenitor a quien
se le asignó la responsabilidad del pago de la pensión se niega a proporcionar lo
establecido, aporta menor cantidad de la estipulada o desaparece. Ante esta difi-
cultad, el otro progenitor (en la mayoría de los casos la mujer) debe buscar los
medios para satisfacer las necesidades económicas propias y de los hijos (aunque
la ley considera dicha situación, ésta se sigue presentando y las legislaciones no
han podido solucionar el problema).

El dinero como táctica

Hablar de dinero en la pareja es referirse al poder y a la forma en que éste circula,


se distribuye y materializa en las prácticas cotidianas, en su disposición, su admi-
nistración y en la toma de decisiones. El dinero en la pareja alude al poder al inte-
rior de la misma, a la concepción ideológica que se tiene del cónyuge, al amor, a
los imaginarios de los roles de género y a los cambios sociales que trascienden
en éstos (Coria, 1998). Las figuras 1 y 2 muestran los significados que mujeres y
hombres otorgan a la pensión alimenticia.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Figura 1. Significados de la pensión para las mujeres


Fuente: elaboración propia.

Figura 2. Significados de la pensión para los hombres


Fuente: elaboración propia.

Tomando como referencia lo planteado por Coria (1998) y los discursos de


las personas entrevistadas, hablar de dinero en el divorcio es remitirse al poder
que éste representa para quien lo demanda y quien lo concede. Es hablar de la
imagen que se tiene de la pareja, de las responsabilidades que se deslindan o se

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

mantienen una vez disuelto el vínculo conyugal. Es aludir al amor reflejado en


los actos concretos que se tienen para con el ex cónyuge y los hijos, en las prácti-
cas que implican erogaciones económicas.

Cuando me salí, de todas maneras cubría los gastos de aquella casa, los gastos de
las colegiaturas, el chico estaba en secundaria o tal vez en primero de preparatoria
del Tec y el mayor acababa de entrar a la carrera en el Tec. Yo me seguí haciendo
cargo, mientras no llegábamos a un acuerdo yo seguía cumpliendo con los gastos,
no nada más de los recibos y de lo que conlleva, sino de luz, gas, comida, de todo,
aunque no estuviera en la casa, eso siempre. Ella decía: “Tú te vas hacer cargo de
los muchachos hasta que terminen de estudiar”. Yo totalmente de acuerdo y de
todos sus gastos, gastos médicos, colegiaturas, manutención y demás. Yo firmé,
incluso la abogada me decía: “Sus hijos viven con usted, ¿para qué quiere darle
una pensión?”. Yo estuve pagándole como dos años, le estuve dando 333 o 417
dólares quincenales a ella. En el contrato decía que para los hijos, pero los hijos
estaban aquí conmigo. Me preguntaban que por qué acepté y les decía [que] dos
años se pasan igual. Ahora, yo también decía, mientras ella se estabiliza y que
encuentre trabajo, tampoco voy a permitir, aunque sea no le vas a decir: “Ahí te
quedas y a ver qué haces, ráscate con tus uñas”, yo no soy así. Entonces estuve dos
años, creo, la pensión de unos 667 o 833 dólares mensuales. Lo hacía por mis hijos,
en el sentido de ¿qué va hacer su mamá? (Hugo).

Hablar de dinero en la pareja también implica asumir las realidades que con-
frontan los imaginarios de los roles de género, donde para algunos varones éstos
se manifiestan en cambios en la identidad masculina que se reflejan en la pérdida
de autoridad como padres y en su disminución del poder en la familia.

...me han robado la autoridad que debo de tener ante mis hijos, sí, me la han
robado, porque la mentalidad podrida de una mujer autoritaria, que agarra a los
hijos como agarró las casas, agarró el dinero, como objetos, es lo que no debe de
existir (César).
[El no estar todos los días con el niño me ha quitado] un poco la autoridad
como papá. Sí, pues no es lo mismo que estar con él, que estar aparte, no, no es lo
mismo que estés todos los días ahí con él y que le digas, que no haga esto, que hace
esto, no, para mí no es igual (Felipe).

Para ciertas mujeres, significa el cambio de ser esposas “protegidas” a ser muje-
res y madres protectoras; de ser dependientes económicas —si no independien-
tes— a capaces de encontrar los medios para solventar las necesidades propias y de
los hijos —y aunque esto mismo pudiera haber ocurrido durante el matrimonio,

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

es hasta después de la separación y el divorcio que algunas mujeres lo perciben


como su responsabilidad.

...tenía casi tres años sin trabajar cuando me separé, entonces, pues era mejor,
porque en una ocasión le dijo él [ex esposo] a mi hija mayor que era tanto mi
orgullo que me levantaba y me hacía seguir adelante. Porque al principio ésa era
la táctica de él: “Si no quieres volver conmigo, no te doy dinero”. Entonces lo que
hice fue, pues trabajo de lo que sea, no importa, afortunadamente y gracias a Dios
empecé como al mes en Británica de México, ahí anduve vendiendo enciclope-
dias y camínale, camínale, porque estaba tremendo. Y como a los tres meses, ben-
dito Dios me hablaron de donde estoy ahorita trabajando [...] me dijeron que era
poco el sueldo, pero yo les dije que aceptaba con tal de que me dejaran llevarme a
mi bebé y aceptaron, entonces yo dije, no, hombre, lo que sea, con tal de que gane
dinero… y fue como empecé a trabajar aquí (Marisela).
[Cuando estaba casada no trabajaba]...sí, pues me divorcié y primero entre que
conseguía trabajo me puse a vender velas y una ropita de bebé, y luego encontré tra-
bajo de asistente en un colegio y al mes y medio me hablaron del colegio donde esta-
ban mis hijos y ya me metí ahí a trabajar (Marisa).
[Durante el matrimonio el esposo no le daba dinero y al separarse debió buscar
recursos para mantenerse y mantener a su hija]. Me dije: “Bueno, pos todo, mien-
tras sea honrado”. Empecé a juntar periódico, empecé a juntar latas de botes, ¡muy
buenas pagadas!, juntabas un kilo y eran 10, 20 dólares… empecé a lavar carros
y por ser mujer, me daban 4 dólares por cada carro que lavaba… ya después, pos
empecé a agarrar un trabajo, donde era una academia de danza (Karina).

Hablar de dinero en el divorcio es señalar la modificación de los roles al inte-


rior de la familia, que se traducen en pérdida de prerrogativas para unos y nue-
vas exigencias para otros. Es, a la vez, hablar de pérdidas económicas para obtener
ganancias en otros aspectos.

Y empecé el trámite [del divorcio], él me dijo que no me iba a dar el divorcio. Y el


abogado me dijo: “Bueno, vamos a hacer una cosa, obviamente es una demanda de
pensión… para que te dé pensión para los niños”; bueno, para uno, porque, pos la
niña es la única que está registrada con sus apellidos. Porque él [ex esposo] siem-
pre ha sido muy de que no me quiere dar dinero. Entonces, obviamente él [refirién-
dose al ex cónyuge], va a decir: “No, yo no quiero darte pensión”, y así fue, metimos
la demanda de pensión y para pronto, vino a dar a mi casa y me dijo: “Oye, ¿por
qué me estás quitando dinero?”, le dije: “Pos si es el dinero de la niña, que le corres-
ponde a la niña”, [ex esposo:] “Pos no, yo no quiero darte nada”; le dije: “Ok, vamos
a arreglarlo, tú me das el divorcio y no te quito la pensión. Yo el dinero no lo nece-
sito, si no lo necesité cuando estaba sola, ahora menos, entonces tú dame el divor-
cio, y yo te quito el pago que me tienes que dar”. Y así fue, yo le retiré la demanda

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

de la pensión, y él empezó el trámite del divorcio; obviamente, tuvo que pagar a


su abogado, creo que le salió más caro… lo del asunto [refiriéndose al trámite del
divorcio] (María Elena, ex esposa de Rogelio).
Se dio el divorcio, se dio todo, y él sabía que a mi primer marido nunca le exigí
un peso. Entonces, él [ex esposo], en determinado momento, me dijo: “Si yo me
divorcio de ti, ni creas que vaya a volver a ver a mi hijo, ni creas que lo voy a man-
tener”… Cuando él me dijo, dije: “ah, pos si se está agarrando de una situación que
ya sabe que me sucedió anteriormente”; y pos que cómodo, ¿verdad?; porque a sus
otros dos hijos sí los mantenía… mientras estábamos en la relación, una parte —no
sé, un 30%, un 40%— de su salario se iba para mantener a sus primeros dos hijos.
Entonces, dije: “Ay, qué fácil, ¿verdad?”. Ya después, cuando empezó todo esto de
violencia y demás, dije: “Me sale peor el caldo que las albóndigas”; o sea, para qué
voy a exponer al niño a que me lo contamine y que luego un día llegue el niño y
me diga: “Mamá, eres una…”, ¿sí?, o cosas así. Entonces, dije: “¡No!”, y decidí que
no me diera nada (Alicia).

En la mayoría de los divorcios donde se procrearon hijos, los varones quedan


como responsables del pago de la pensión alimenticia, y aunque las legislacio-
nes contemplen obligatoriedad y sanciones en caso de incumplimiento, existen
padres que se deslindan de toda responsabilidad, del mismo modo hay quienes
cumplen con su compromiso.

Del ‘98 a la actualidad [no le paga la pensión]. Sí, nada, nada… aquí en San Pedro
[le puse una demanda por incumplimiento de pago de la pensión]. Tuve que pagar
para que me abrieran el expediente, porque ya eran diez años, cada diez años hacen
cambio de “archivo muerto” y tuvieron que ir por mi archivo hasta Escobedo para
abrir el caso y se le hizo un sumario de todo ese tiempo, basándonos en lo que
había quedado dentro del convenio del divorcio. El había ofrecido 9 dólares por
semana, conforme fuera aumentando el salario mínimo, por año, por mes, o no
sé cómo se manejará, y luego ofreció el Seguro Social, donde trabajaba, mientras
estuviera trabajando; pagar por gastos de la escuela… en su totalidad… pero no lo
cumplió (Karina).
No, fíjate que hasta eso no [tiene problema en pagar la pensión y darle dinero al
hijo que está estudiando en el extranjero]. Los hace [los pagos], se supondría que
deberían ser los cinco primeros días de mes, pero los hace los días 15 y a veces los
días 16 o 18, pero siempre me deposita… (Gloria).
De mi niño su papá no deja de darme semanalmente, me da de 25 a 33 dólares
por semana (Laura, ex esposa de Felipe).
Pues con el tiempo, pues crecen y luego te reclaman: “¿Por qué no me ayu-
daste?”. Y también pienso en eso y si no le doy, pues el día que crezca me va a recla-
mar también. Entonces, ahorita no le he dejado de dar, mientras pueda lo voy a
hacer… (Felipe, ex esposo de Laura).

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Acordamos dar pensión y lo vuelvo a repetir, yo no necesito firmar un papel


para darles alimentos a mis hijos. No necesitan obligarme. Yo sé que tengo la res-
ponsabilidad con ellos y están estudiando y creo que hasta que terminen de estu-
diar, siempre y cuando yo esté trabajando o esté en condiciones de trabajar. Yo creo
que no es necesario, sin embargo, hay que firmarlo (Martín).
Si ella me dijera: “Oye, necesito otra cosa”, en un dado caso —que ha pasado—
a veces me ha dicho: “Oye, es que no completo para esto, no completo para lo otro,
para los zapatos, que entran a la escuela, que no hay uniformes”, le digo: “No te pre-
ocupes, si yo puedo te lo compro”, y lo compro… no me causa conflicto darle a mis
hijos… ¡no! Cuando hay requerimientos, que mis hijos me dicen: “Oye, que nece-
sito un pantalón, necesito unos tenis y mi mamá dice que no tiene”, pues yo se los
compro… (Eugenio).

También hay quienes utilizan el dinero como un medio para satisfacer sus
intereses. Respecto a estos últimos, se observó que existen diversas tácticas eco-
nómicas utilizadas en relación con el dinero. Hay padres espléndidos y padres
negociadores. Los primeros utilizan su aportación monetaria y en especie para
compensar tiempos no compartidos, para demostrar afecto, para redimir culpas,
para manipular a los hijos o como mecanismo de persuasión para perjudicar al ex
cónyuge u obtener un beneficio propio.

…y a pesar de que él [refiriéndose al hijo], siempre han tenido por parte de él [ex
esposo] regalos, todo [cosas materiales que el hijo le pedía al papá]… yo no soy del
pensar de que yo te tengo que dar algo para que tú me respondas, ¡no!, tú me vas a
querer por lo que yo te dé [amor, cariño, comprensión, tiempo…], no por dinero,
tú tienes que valorar lo que yo hago, ¿sí?, porque las cosas no son con palabras, son
con hechos, y yo no tengo [dinero], ni tampoco voy a comprar el amor ni el cariño
de nadie, no me siento culpable, por eso no te lo doy [dinero] (Silvia).

Los padres negociadores son aquellos que dependiendo del interés a satisfacer
es la cantidad a erogar, el cumplimiento y constancia de la entrega. Así, cuando
desean ver a los hijos o a la ex pareja, cuando buscan pasar más tiempo con los
menores o modificar los acuerdos de visitas, cumplen con lo convenido, pero
cuando sus intereses no incluyen la relación con los hijos, dejan en un segundo
plano su responsabilidad parental.
“…no me gustaría que tuviera algo como para poder verlo [al niño]. Sí, que él
[ex esposo] tenga [derecho] ‘Ya te estoy dando dinero, ahora sí ya quiero ver al
niño’. Sí, como si tuviera un derecho a verlo, si no le das nada, no tienes derecho a
nada, por eso ya prefiero que no me dé…” (Belinda).
Un aspecto relevante del divorcio es la cuestión económica y los convenios
relacionados con el dinero y los bienes. Dado que el dinero facilita la satisfacción

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de necesidades materiales, de reconocimiento y de pertenencia, con frecuencia se


convierte en un medio de poder y control en las relaciones de pareja. Del mismo
modo, concede a quien lo ostenta un bien que satisface intereses traducidos en
beneficios o resentimientos, se convierte en una táctica que ejerce quien dispone
de éste para recompensar, sancionar y ubicar a quien lo requiere en una posición de
dependencia y sumisión. No obstante el control que subyace al dinero, para algu-
nas mujeres el hecho de no recibirlo, aunque pudiera ser un problema, también
se traduce en el mejor recurso para terminar el matrimonio, negociar el divorcio,
oponerse a mantener un vínculo con el ex cónyuge y convenir las relaciones entre
éste y sus hijos.
Al igual que en la investigación realizada por Ribeiro y Cepeda (1991), donde
mencionan que el aspecto económico no es uno de los principales motivos del
divorcio, en este estudio el dinero tampoco fue el detonante de la separación o
el divorcio. No obstante, su privación y control sí influyó para dar término al
matrimonio y es el mayor obstáculo que deben enfrentar las mujeres después
del divorcio y una de sus constantes preocupaciones, puesto que reconocen que
su futuro económico es incierto y, sobre todo, deben mantener a sus hijos. Hemos
visto que el contar con recursos financieros, además de satisfacer necesidades,
brinda a las mujeres facultades y medios para concluir una relación que no se
desea y elementos para obtener beneficios —sean éstos acuerdos más equitativos
o simplemente no depender del ex cónyuge.
No es el hecho de trabajar en sí lo que favorece los cambios en la vida de las
mujeres, sino ciertos elementos relacionados con dicha actividad, como el control
de los recursos económicos (García y de Oliveira, 2006). Lo anterior se evidencia
en las entrevistas realizadas; para aquellas mujeres que trabajaban, tener un empleo
les proporcionaba seguridad para terminar el matrimonio, pero sobre todo, les
brindaba la oportunidad de colocarse en una situación similar a la del cónyuge. Es
decir, aunque éste las chantajeara con no darles dinero, ellas se sentían con la capa-
cidad de no sucumbir ante las imposiciones económicas del ex esposo.

El dinero en la ex pareja: relaciones


de poder sustentadas en el tener

El dinero es un medio que puede ser utilizado para mantener unida a la pareja
y para tener poder sobre ésta (Coria, 1998, 1991; Prieur y Guillou, 2007), es un
objeto que con frecuencia motiva comportamientos extraños e inentendibles y
despierta sentimientos poderosos, opuestos y hasta contradictorios (Prieur y Gui-
llou, 2007). El dinero, a la vez, muestra y esconde la complejidad de las relaciones

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

que se ocultan tras él; en la pareja, su uso y disposición evidencian el lugar que
cada miembro ocupa en la familia. La ruptura, al modificar las relaciones entre los
ex cónyuges, refleja la compleja relación que existe entre el dinero-bienes y acuer-
dos del divorcio con las prácticas e imaginarios sobre la adquisición, administra-
ción y disposición del dinero.
Para algunos cónyuges, el dinero representa un instrumento que brinda
autoridad y poder durante el matrimonio, mismo que se utiliza como medio
de control y que se acentúa con la separación y el divorcio. Para unos divorcia-
dos es el medio que otorga el poder de establecer las condiciones del proceso,
los convenios legales, los acuerdos establecidos entre la ex pareja y las relacio-
nes con los hijos.

...gano 1 250 dólares al mes, ella gana 2 917, y siempre me había dicho: “Es que si
no es por mi salario, no progresamos… es que si no es por mi salario no comprá-
bamos este carro o no comprábamos este mueble o no viajábamos…”, o sea, que
mi salario nunca se vio, siempre dijo: “Tu pinche salario”, y discúlpame la palabra,
pero así era la expresión de ella y fue muy bonito demostrarle que aunque me qui-
taran pude comprar un carro, aunque también es parte del orgullo o de satisfacción
personal, si la señora antes con el 100% no estaba a gusto, ahora nada más tiene
39% que me están quitando, bueno, pues está bien, hasta que por fin voy a tener la
satisfacción de saber lo que es manejar mi dinero (César).
...yo tenía una seguridad económica: una casa propia, cosas que en el primero
[matrimonio] no tuve, y que como quiera, dije: “Me salgo de aquí”, ¿no?... enton-
ces, creo que sí me dio herramientas [tener recursos] para no tener ese miedo
que pudiera decir “estoy desvalida, estoy desprotegida”; porque yo me sentía muy
fuerte —te digo: económicamente, era independiente, tenía un trabajo estable,
tenía seguridad social para mis hijos, podía brindarles una educación segura.
Entonces, creo que… sí, o sea, no, no, tú, no dudé, por ese punto, de pedir el
divorcio (Alicia).
No, es que no, no le hablo, porque no tengo la necesidad de hablarle, de decirle:
“Oye, necesito dinero”. Ya tuve cuatro años sin su apoyo económicamente, sin
nada, y no le voy a hablar para decirle: “Oye, necesito dinero”, ¡no! Y si no me
deposita, pues yo quiero pelear la patria potestad. Me dijo [la abogada] que si en
un año no me depositaba constantemente, yo podía pelear la patria potestad, por-
que mis hijos son muy pequeños… y es el único motivo [por el] que puedo pedir
la patria potestad (Nadia).

Para otros, es un recurso que concede libertad para terminar con un matri-
monio que ya no se desea, aunque esto implique ceder bienes, acordar pensiones
irrisorias aun sabiendo que éstas no serán aportadas o llegar a acuerdos que eco-
nómicamente les perjudiquen.

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Se suponía que era mitad y mitad [de los bienes y la venta de la casa], y yo traté de
convencerlo [de] que todo se lo dejáramos a la niña… él no quiso. Entonces, como
peleamos mucho el divorcio necesario, al final él me dijo: “Si me dejas todo, te doy
el divorcio”. Entonces, firmamos que él se quedaba con todo y traspasábamos la
casa y él se quedaba con el dinero si me firmaba el divorcio. Y así fue como logré
que al final de cuentas fuera voluntario, pero él se quedó con el dinero del traspaso,
los muebles y todo […] A partir de ese momento que se salió de la casa… [cuando
acordaron que él se quedaría con todo] pero él [ex esposo] desde un principio, me
dijo: “Jamás vas a ver un cinco mío”, y así fue, jamás vi un cinco de él [a pesar de que
le asignaron 35% del sueldo como pensión para la hija, ella nunca ha reclamado esa
cantidad porque no quiere tener contacto con el ex cónyuge] (Milena).
Los muebles y todo eso se iban a quedar en la casa para que fueran de la niña,
no sé como quedó el escrito. Los dos carros que compré, yo me quedé con el chico,
o sea un Chevy, y ella se quedó con un Honda; las deudas de la tarjeta de crédito
yo me las quedé; los muebles se quedaron en esa casa, pero esta mujer [ex esposa]
los vendió; vendió la cocina, vendió los climas, vendió la sala, todo lo que con mi
esfuerzo compré ella lo regaló casi y se cambió de casa. [¿Quedaste conforme con
los acuerdos?] Pues más o menos, si era para quedar en libertad, pues qué bueno. Sí,
en verdad eso yo no lo pensaba [refiriéndose a la división de bienes], los muebles y
eso no me importaba ya estaba dañado psicológicamente, ya no me importaban, si
me quedaba con los carros o no, en verdad no lo pensé mucho, ya que se quedara
con todo y se quedó con todo lo demás (Mauricio).

El dinero como medio de control también puede ser un instrumento de nego-


ciaciones continuas, situación que, además de provocar dependencia de un miem-
bro de la pareja sobre el otro, pone a uno de los cónyuges en desventaja ante su
contraparte.

...entonces es: “Ay, es que espérame, no me alcanza, mañana te doy, mañana...”. Tener
que estar escuchando eso... no hay necesidad, ¿verdad?, o sea, tú firmaste un conve-
nio, te responsabilizaste, no hay necesidad de estar hablando o de estar esperando o
que te digan: “Ay, es que no me alcanza”, y digo yo: “Y ¿qué hago? ¿Sí?” (Silvia).
Primero le hacía cuentas y le dividía entre tres, haz de cuenta agua, luz lo dividía
entre tres, el pagaba dos partes, lo de sus hijos y yo pagaba la mía y por decirte salía
100 dólares, siempre me da… es que su estilo… es que no traigo ten 60… así es él [ex
esposo] para todo. El cheque, si te lo iba a dar el lunes, te lo daba el martes, y luego
te habla: “Oye, no la vayas a meter porque no trae fondos, mételo pasado mañana”,
así es él… [...] Claro, yo siempre estaba histérica, nunca me dio quincena era “ten”…
me acuerdo que llevaba a los niños al… “ten para el súper X cantidad” y ya iba al
súper, la próxima semana vuélvele a pedir para el súper... O sea, nunca traje efec-
tivo, creo que me dio quincena… como seis meses, fue el tiempo que me empezó

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a dar que me depositaba como la gente normal cada quincena y ya nada más ese
tiempo. Siempre fue muy desorganizado con el dinero… ¡siempre! (Marisa).

Del mismo modo, el dinero en la ex pareja puede ser percibido como un


medio para transmitir sentimientos de amor o de enojo, demostrar afecto o un
recurso para compensar o sancionar a los hijos y al ex cónyuge.

…entonces, un día lo cité y le dije [al ex esposo] que qué era lo que él quería, enton-
ces él dijo: “Acabar contigo… me cueste lo que me cueste”... Le dije: “Yo no puedo
vivir con esto, yo no puedo ver tanto odio... no quiero que mis hijos vivan en esto,
están demasiado…”, los niños estaban muy mal, muy mal… le dije: “Los únicos
que se afectan son los niños... ¿qué es lo que quieres para acabar con todo esto de
mutuo consentimiento?, porque, tú querrás... podrás acabar conmigo, pero pos mi
papá va a acabar contigo, porque pos él nada más le pasa el igual al abogado y él no
está adentro... y él va a aguantar más que tú, porque mi papá tiene más dinero que
tú...”, entonces le dije: “Pos nada más el poco dinero que puedas darle a tus hijos te
lo vas a acabar nomás en puro odio...” (Gloria).
Con lo que él les da [ex esposo] sabe que es la única manera de acercarlos [...]
ellos lo que ven: “Mi papá nos da para gastar, para vacaciones”... (Esther, ex esposa
de Alberto).
Yo corro con todos sus gastos [del hijo], ya quedamos en que le voy a comprar
un carro el otro mes que viene (Alberto, ex esposo de Esther).
Pues, cuando yo le pedía para los niños me decía que no, que si yo no tenía obli-
gación con él, él tampoco tenía obligación con nosotros, y pues ya por eso dije, pues
son sus hijos y como quiera tiene que ayudarme económicamente y por eso le metí
la demanda, y por medio de la demanda le estuve sacando dinero (Mayela).
...se le debe de dar pensión después de los 18 años, siempre y cuando siga estu-
diando. Yo metí esa demanda para quitársela, por las ofensas, porque dice que me
odia, porque dice X cosas... alcancé a tener unas copias del fotolog de él [hijo], por
ejemplo, un cuestionario: “¿A quién admiras? A mi mamá. ¿A quién odias? A mi
progenitor”… no me acuerdo qué otra, pero una respuesta bien cruel en contra
mía, “¿Por qué tanto odio? Si, hijo, yo te traté muy bien, si era tu confidente en todo
¿por qué?, ¿sabes qué?, pues te voy a quitar la pensión”. Solicité… ah, porque tam-
bién me presumió que tenía una cuenta de 30 000 dólares y que él con su negocio
estaba teniendo muy buenas ganancias [además de que la mamá le estaba pagando
todos sus gastos], “Bueno, si ya tienes tus propios ingresos, ahí muere”. No gané esa
demanda, porque no comprobé que estaba él obteniendo ingresos, pero gané por
el criterio del Juez que dice: “A ver, este muchachito, ¿cuántos años tiene?”, “Tan-
tos”, “¿Qué está estudiando?”, y le empezaron a investigar sus estudios hacia atrás,
reprobó un año de preparatoria e ingresó a la universidad, perdió un año también
[...] yo ni por aquí [se señala la frente] pensé que ése era un argumento [reprobar
en la escuela]. Yo a lo que me aboqué, es que como tiene sus propios ingresos y que

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ya tiene, 20, 21 años, dije, “Pues ya no lo ocupa”, y es de muy mal corazón, si ya no


ocupas seguir sangrando al papá, desde mi punto de vista, claro, hay veces en que
se dan derechos, ¿sabes qué?, hasta aquí y hasta aquí (César).

No obstante el control y poder que subyacen al dinero, las formas de valerse


de éste también pueden significar un beneficio para los hijos, puesto que algunos
padres y madres divorciados pretenden educar a través de sus acciones de res-
ponsabilidad, compromiso y respeto. Para ellos, aunque el matrimonio haya con-
cluido, la relación con los hijos permanece y es entendida como un hecho que va
más allá de la unión y de la pensión.

...yo no voy a dejar a mis hijos ninguna posesión, seguramente; pero la educación
es lo más importante y el ejemplo de echarle ganas y el ejemplo de ver las cosas de
forma positiva (Margarita, ex esposa de Gustavo).
[Aportar el dinero de la pensión] Pues para mí significa ver que los niños estén
bien cuidados y que haya una buena relación entre todos, ¿no?, entre mi ex esposa
y yo; entre mi ex esposa y los niños y, entre los niños y yo (Gustavo, ex esposo de
Margarita).

Las narrativas de los entrevistados sobre los significados de la pensión coinci-


den con lo señalado por Wright y Price (1986, citados en Arditti, 1991) y Amato
y Gilberth (1999, citados en Hallman, Dienhart y Beaton, 2007). De acuerdo con
los autores, los padres que tienen una relación cordial con la ex esposa y contacto
frecuente con sus hijos tienden a cumplir con sus obligaciones económicas. Los
significados otorgados al dinero sugieren que el pago de la pensión puede dismi-
nuir la cantidad de conflictos entre los ex cónyuges, puesto que dicha aportación
podría representar una señal de que las responsabilidades económicas y del cui-
dado no le corresponden únicamente a la madre (Hutson, 2007, citado en Vega y
Smith-Castro, 2009).
Asimismo, dada la asociación existente entre el pago y el contacto paterno,
los padres pueden participar compartiendo responsabilidades en la educación
de los hijos. Una mejoría en la situación financiera aunada a mayor participa-
ción del padre en la crianza de los hijos pueden, consecuentemente, conducir a
un menor estrés de la madre y, por ende, a bajos niveles de conflicto entre la ex
pareja (Vega y Smith-Castro, 2009).
Las reflexiones recogidas nos permiten apreciar que para padres y madres
divorciados, la ruptura conyugal se traduce en un conjunto de pérdidas y ganan-
cias donde se conjugan aspectos psicológicos o emocionales, económicos e insti-
tucionales. Sin pretender generalizar, éstos presentan diferencias entre mujeres y
hombres, grados de escolaridad y niveles socio-económicos.
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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

En los aspectos psicológicos o emocionales intervienen cuestiones como el


estado anímico, la moral, la religión, las propias creencias o los valores perso-
nales que llevan a cada individuo a actuar y experimentar el divorcio de manera
particular, temas que influyen en la aportación o negación del dinero de la pen-
sión, en los significados que subyacen a éste y en las formas utilizadas que tradu-
cen el dinero en un instrumento para controlar o condicionar a la ex pareja y los
hijos, o por el contrario, como un medio para satisfacer necesidades y validarse
como padres responsables.
Las cuestiones vinculadas con la seguridad económica propia y de los hijos
muestran diferencia en cuanto al género, escolaridad y nivel económico. En ellas,
las mujeres se encuentran en situación de desventaja ante los varones, no sólo
por percibir ingresos inferiores —en los casos de las que trabajan— o por quedar
como responsables de los hijos —lo cual implica mayores erogaciones—, sino
porque en muchos casos, con tal de obtener el divorcio, las mujeres accedieron a
acuerdos económicos inequitativos o desconocían los ingresos percibidos por el
ex cónyuge; por tanto, la cantidad que éste debiera aportar se basó en lo señalado
por él mismo y lo establecido por el juez con fundamento en esa afirmación. Por
lo anterior, para algunas mujeres el divorcio significó renunciar a derechos que
por ley les correspondían con tal de acceder a beneficios intangibles mucho más
valiosos como el ganar libertad o terminar una relación.
A diferencia de las mujeres, para los varones, la pérdida en cuanto al divorcio
se refiere más a cuestiones afectivas que materiales, puesto que tras el proceso los
hombres ven disminuida la relación con sus hijos, para algunos padres el no man-
tener el cuidado de los menores es sinónimo de perder a los hijos o limitar las
relaciones entre ambos. Así, la ruptura conyugal se relaciona con la pérdida del
vínculo y las relaciones cotidianas, con el poder de atenderles y de ser figura en
la vida de los hijos, aspectos que pueden relacionarse con el incumplimiento del
pago de la pensión.
Los discursos de los entrevistados muestran dos caras de la realidad del divor-
cio. El porqué de las diferencias puede vincularse al imaginario social de muje-
res y hombres, al lugar que ocupan socialmente y al establecimiento de los roles
al interior de la familia, los cuales se reflejan en las asignaciones que cada miem-
bro de la pareja habrá de tener después del divorcio. Para mujeres y hombres, el
proceso de la ruptura conyugal ha significado una serie de pérdidas, en ocasiones
necesarias para obtener beneficios posteriores. La experiencia del divorcio para
los entrevistados ha implicado un conjunto de pérdidas y ganancias en aspectos
materiales, económicos, emocionales, afectivos y simbólicos.

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

Percepciones del dinero aportado y recibido

El aspecto económico pasa a ser uno de los principales temas del divorcio. En la
asignación de la custodia, por lo general no existen mayores desacuerdos, no obs-
tante, la cantidad convenida y asignada para la pensión con frecuencia representa
un punto donde se tienen mayores conflictos. El dinero es un medio de poder que
puede exacerbarse en situaciones como el divorcio, pero también, como señalan
Prieur y Guillou (2007), el dinero en el divorcio significa diferenciar lo que es de
cada cónyuge, dividir lo que era de ambos y asignar lo que le corresponde a cada
uno. Se trata de que cada miembro de la pareja recupere lo suyo para que pueda
seguir adelante por separado, así, no sólo se relaciona con liquidar el pasado, sino
también con organizar el futuro.
El incumplimiento del pago de la pensión se ha convertido en un problema por
las repercusiones económicas que tiene en los hijos y en quien ostenta su custo-
dia. Si bien las leyes prevén sanciones ante su incumplimiento, el argumento que
subyace en su aplicación es que las legislaciones no son lo suficientemente duras
con los padres que evaden sus responsabilidades y que la única forma de garanti-
zar que se cumplan las obligaciones es mediante el establecimiento de sanciones
más severas (Weitzman, 1988, citado en Arditti, 1991). Esta postura, apoyada por
algunos investigadores y legisladores, ignora aspectos esenciales de la problemá-
tica: los factores sociales, emocionales e interpersonales que pueden contribuir a
la negativa de los hombres de pagar la manutención (Arditti, 1991).
Independientemente de lo cuestionable o no que pudieran ser estas medidas
represivas, lo cierto es que en su concepción y aplicación se omite la importan-
cia de la dimensión afectiva en el ejercicio de la paternidad (Vega y Smith-Cas-
tro, 2009). Como señala Chambers (1983, citado en Arditti, 1991), el sentido de
responsabilidad se fomenta a partir de un sentido de apego, y el apego se nutre
por la calidad de interacción. Por lo mismo, la falta de responsabilidad econó-
mica por parte de muchos padres radica en la pérdida del vínculo entre éstos y
sus hijos, más que en la falta de aplicación de las leyes.
Conocer qué lleva a los padres a cumplir o infringir sus responsabilidades
materiales implica reconocer las responsabilidades afectivas que subyacen a éstas
y las diferentes percepciones de la aportación. Existen diferencias en el cómo per-
ciben mujeres y hombres el dinero correspondiente a la pensión. En el caso de las
mujeres, existen diversos significados: a) el recibir o no dinero de la ex pareja no
hace diferencia en el bienestar de los hijos; b) es una aportación importante para
los hijos, y c) sinónimo de dependencia de la pareja.
Para algunas mujeres, el hecho de que la ex pareja les dé o no dinero, o les otor-
gue o no la cantidad la convenida, no hace diferencia en el bienestar económico de

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los hijos, puesto que han encontrado otros medios para solventar las necesidades
financieras propias y de ellos. Por lo regular, quienes tienen esta percepción son
mujeres que cuentan con un empleo permanente y cuya retribución es suficiente,
han contraído nuevas nupcias o tienen una pareja estable que se hace cargo de las
necesidades económicas de ellas y sus hijos, o de manera constante reciben ayuda
económica por parte de sus padres.

El dinero, en realidad, a mí nunca, nunca me importó, o sea, de que me diera el


dinero, nunca me importó, ¡nunca lo necesité! o, a lo mejor sí, en algún momento.
Pero, a las condiciones o a la manera que él me lo quería dar, yo preferí no…
siempre trabajé. Gracias a Dios, mis papás me ayudaron y a mis hijos nunca les
ha faltado, hasta ahorita, nunca les ha faltado nada […] sí, tengo mi casa gracias
a Dios… [de Infonavit, que ella adquirió por medio de su trabajo]… me entrega-
ron mi casa, tengo dos años con ella y pues… no, no me puedo quejar. He bata-
llado, pero creo que estoy muchísimo mejor que cuando estaba con él… he hecho
muchas cosas que con él nunca había hecho, y no hubiera hecho tampoco, yo
creo que estoy mejor. Y valió la pena, sí, sí valió la pena el haberme divorciado y
el haber dicho: “No queremos nada” [sus hijos y ella] (María Elena, ex esposa de
Rogelio).

El segundo tipo lo conforman mujeres para quienes el dinero de la pensión es


una aportación importante para sus hijos, puesto que se relaciona con la educa-
ción de los menores. Aunque algunas de ellas trabajan, el ingreso percibido por su
empleo no es suficiente para sufragar la totalidad de los gastos familiares y por lo
regular no cuentan con apoyo económico de terceras personas, por lo mismo, con-
sideran el dinero de la pensión como significativo para el bienestar de los hijos. El
valor de la aportación es relacionado con la educación de los hijos y los gastos vin-
culados con ésta, más que con los aspectos de alimentación o salud.

...lo que estoy pidiendo no es para mí, es para mi hija… ¿por qué?, porque va a
salir de secundaria, viene la prepa, viene lo más pesado y yo no tengo manera de
[pagar]… ¡bendito Dios!, se ha solventado el gasto de la guardería, de la primaria,
de la secundaria, del kínder… incluyendo uniformes, incluyendo zapatos, inclu-
yendo todo (Karina).

Por último, hay mujeres para quienes el dinero de la pensión es sinónimo de


dependencia de la pareja. En este caso, hay dos tipos de percepciones: de quie-
nes no tienen otro tipo de ingresos más que lo que les proporciona el ex cón-
yuge y de quienes no dependen de éste y tampoco quieren hacerlo. Las primeras,
por lo general, durante el matrimonio y después del divorcio han mantenido el

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

rol tradicional de madre dedicada al hogar y cuidado de los hijos, por lo mismo,
se encuentran en una situación de dependencia económica del ex cónyuge. Las
segundas cuentan con otro tipo de ingresos y por ello, esperar o recibir dinero de
la ex pareja es sinónimo de estar supeditada al ex cónyuge, aspecto del que pre-
fieren prescindir.

Al principio sí lo vi así, no quería que él tuviera nada que ver con el niño, nada,
ya quería separarme y ya el simple hecho de ya no querer estar con él y hacer las
cosas ya como fueran, no, no me importó que no me diera dinero. [No quería que
tuviera nada que ver con el niño] por cómo hizo las cosas, cuando él tenía derecho
a verlo los fines de semana, no me gustaba cómo lo trataba. Yo sí sentía como que
le tenía cierto recelo, ya cuando estaba más grandecito, cuando llegaba de trabajar
yo iba por el niño y me decía: “¿Por qué no lo dejas allá con tu mamá?, allá déjalo”,
ya le valía. El quería estar nada más conmigo y lo seguía demostrando después de
que nos separamos. Él [ex esposo] iba por el niño, era nada más el hecho de querer
tener el niño por saber que yo tenía que ir a buscarlo [al niño]. Yo sentía que con
el niño se desquitaba o no sé, a veces me daba esa impresión de que no me gustaba
que lo dejara llorando, o que, si yo no podía darle al niño para que él se lo llevara,
lo regresaba al ratito y lo dejaba llorando. Por eso busqué la manera de que ya no le
aceptaba dinero y ya no dejaba que lo viera (Belinda).

También existen diversas percepciones en relación con el dinero recibido.


Hay madres que opinan que la cantidad entregada es justa y alcanza para cubrir
las necesidades; hay para quienes no es suficiente; también quienes no perciben
dinero y prefieren no hacerlo, y mujeres que consideran que la cantidad no es
justa. Las primeras consideran que el dinero proporcionado por el ex cónyuge
satisface de forma adecuada las necesidades económicas de sus hijos, y por lo
mismo, el dinero no es motivo de conflictos entre la ex pareja.

Me parecía justo porque no era dinero para mí, yo se lo estaba pidiendo para mi
hija. Y yo veo que eso era suficiente, que era suficiente porque yo siempre he tenido
muy claro que el dinero, ese dinero es para mi hija, yo intento que ese dinero no
entre a mi casa, mi casa yo la mantengo. Ese dinero es para la escuela de la niña,
para pagar a la que cuide a la niña, etc., etc., entonces a mí me parecía suficiente
(Ana, ex esposa de Raúl).

Existen diferentes percepciones entre quienes señalan que el dinero recibido


no alcanza. Para algunas, la cantidad es insuficiente, pero saben que la ex pareja
no puede aportar más dinero y confían en que de poder hacerlo lo haría, por lo
mismo, valoran el esfuerzo realizado.

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“Porque él dice: ‘Si yo tengo, le doy más’, me consta: o sea, el verano pasado
mandó a mi hija a estudiar a Estados Unidos todo el verano, un campo de verano,
y le pagó, o sea, sí” (Margarita ex esposa de Gustavo).
También hay quienes señalan que la aportación es reducida y el dinero no les
alcanza porque el ex cónyuge no tiene una mínima idea del costo de la vida, por
lo mismo, la percepción del dinero otorgado por la ex pareja es contraria a la rea-
lidad que ellas deben enfrentar.

…él ni sabe, son 75 dólares de cuotas en la escuela, más la inscripción, 75 dólares


de cada uno… ¿cómo le hago en esa semana que son dos los niños?, que tengo que
pagar 150 por los dos, cuando hay inscripción y cuotas y el uniforme y los zapa-
tos blancos con 800 dólares, no completo. Con 67 dólares comería un niño por una
semana (Nadia).
Es insuficiente, porque los gastos de esta casa son muy fuertes [el ex esposo no
se interesa]. Mis hijos se amanecen en la computadora, los recibos de luz, de inter-
net, son muy altos. Ahorita, acabo de pagar un recibo de gas de 125 dólares, un
recibo de luz de 125 dólares, Telmex de 50 dólares por el internet… y tengo uno
que no entra dentro de la pensión, que es Cablevisión, pero es un entretenimiento
de mis hijos, porque no los puedo llevar ni al cine ni a nada, son 33 dólares, entonces
ahí es una cuenta muy grande. A mi hijo mayor le tengo que dar, va hasta Mederos,
tiene que tomar cuatro transportes, dos de ida, dos de regreso, tiene que comer en la
universidad, le doy de 6, 8 dólares diarios, más lo material, tengo que tener guarda-
ditos, unos 8, 13 cada tercer día. Mi hijo el del medio, también, no tenemos carro,
toma el transporte, le doy 2.50 diarios y mi hija menor, le doy 1.50 diarios por lo
que va a comprar en la escuela. Y aparte, la alimentación, son unos muchachos
que comen mucho, porque la adolescencia... están muy grandes, son unos niños
muy grandes: mi hijo mayor mide 1.92, el otro 1.87 y mi hija mide igual que yo
1.65 y tiene 13 años y comen mucho. Entonces, hay cosas que no les gustan, por-
que desde muy chiquitos eran alérgicos, que al huevo, que al frijol, ¡entonces, los
tengo que alimentar con mucha carne a los muchachos!; no son de uno o dos…
son hasta de tres bisteces cada uno, con ensalada, con verduras. Entonces, tienen
muy buena alimentación los muchachos, en alimentación me gasto demasiado. No
me alcanza el dinero de la pensión, no me alcanza… (Mariana).

Por último, encontramos a las mujeres para quienes la pensión es insuficiente


y no alcanza porque el ex cónyuge no está al tanto de las necesidades de los hijos y
tampoco se interesa por estarlo.

De hecho, cuando la niña le dice: “Oye, es que necesito...”, “¿Y el dinero que les
doy, qué hacen con él?” [responde el ex esposo], como si fuera mucho dinero. De
hecho, una vez le dije: “Mira, el dinero que tú le das a la niña, cuando yo voy a
cobrarlo, me gasto tanto en el camión de ida; tanto en el de regreso. ¿Sabes cuánto

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me queda cuando llego a mi casa de tus 33 dólares? 8 dólares”… o sea, no es nada.


Le digo: “La niña todos los días se lleva 1.50 dólares a la escuela. Aparte, que si una
tarea, que quiere comprar esto. O sea, no te voy a estar contando exactamente el
dinero; pero pues nada más con 15 dólares a la quincena, haz la cuenta… ¡no son ni
los 33 dólares que tú le das! O sea, y no te lo estoy cantando, nada más que no pidas
cuenta de algo que… ¡pos son 33 dólares!, le digo, ¡33 dólares no es nada!”. Yo creo
que ni para que coma la niña; o sea, no es nada (María Elena, ex esposa de Rogelio).

Así como hay madres que reciben y consideran que el dinero de la pensión
es una cantidad justa, hay mujeres cuya percepción sobre el dinero entregado es
insuficiente, también hay madres que no reciben la cantidad establecida, pero a
diferencia de quienes no les alcanza, ellas prefieren no obtener el dinero de la pen-
sión. Sus razones van desde evitarse conflictos y sentir que se han independizado
del ex cónyuge, hasta considerar la pensión no entregada como un recurso del
que pueden disponer. Así, el dinero representa un medio que da a la ex pareja el
derecho de ver a los hijos —lo cual prefieren que no suceda—; un “vínculo” per-
manente entre la ex pareja, es decir, el dinero se convierte en una forma de mani-
pulación del ex cónyuge, en el medio para tener que ver a la ex pareja —lo cual
prefieren no hacer— y la pensión no recibida representa el recurso legal por el
cual pueden reclamar la patria potestad de los hijos y hacer que el ex cónyuge
pierda todo derecho sobre los menores.

…al principio que nos habíamos separado, él [ex esposo] iba por él [niño] cada
fin de semana, pero la intención de él no era estar con el niño, sino que yo fuera
por él [niño] y él [ex esposo] querer estar conmigo… me decía: “No te voy a dar
al niño si no vienes”, porque yo le decía: “Si vas a ver al niño, pues vas por él, ahí
están mis papás”, y no iba. “No, es que quiero que tú me lo traigas”, o “quiero pla-
ticar contigo y quiero que vengas y traigas al niño y vengas por él y no sé qué…”
[refiriéndose a lo que le decía el ex esposo], o sea, se puso así. Pero ya cuando
vio que no me veía y que a veces al niño le decía que iba a ir por él y a las dos
horas lo traía y lo dejaba llorando, y yo… “Ya, ya no lo vas a ver” […] porque
pues su intención era verme a mí, o que yo lo llevara [al niño]… ya no me pare-
ció (Belinda).
Yo quería quitarle la patria potestad… por todo el tiempo que no me ha dado…
o sea, que no me estuvo apoyando monetariamente… Y le quería quitar [la patria
potestad], pero la abogada me dijo que no era posible, porque los niños están muy
chiquitos, y que el juez quiere que haiga [sic] esa unión familiar… (Nadia).

Existen dos tipos de percepciones para quienes la cantidad de la pensión no


es justa: por una parte, las madres que señalan que la cantidad es muy poca y que
ésta no satisface las necesidades básicas de los hijos. Por la otra, existen quienes

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indican que la injusticia radica en el hecho de que a la mujer le corresponda y sea


responsable del cuidado diario de los hijos, lo cual no equipara su esfuerzo con el
dinero de la manutención.

...haz de cuenta que me dio para los puros alimentos solamente 67 dólares. No
[se me hace justo ese acuerdo], pero yo ya quería que me divorciara. Es muy poca
cantidad, porque, en realidad, ahorita con ellos me llevo mucho más, mucho más
dinero… un par de zapatos te cuestan de 25, 30 dólares y son un par de zapatos
para la escuela, para el uniforme. El uniforme cuesta 47 dólares, cada uniforme de
temporada… y porque es como te digo, entre zapatos, ropa, que la ropa los niños la
hacen nada. ¡Sí!, la hacen nada… un pantalón, 20 o 25 dólares; los zapatos es igual;
playera y chaquetas, ni se diga… Simplemente, el pediatra son 25, 30 dólares, por-
que no tengo seguro; los medicamentos, que para la infección 17 dólares; que si
tiene algo mas son 25 dólares; o sea, se te fueron 67 dólares en la pura consulta y
los medicamentos (Nadia).
...digo que es injusto, porque no nada más la mamá los hizo, sino también el
papá… y que se debe compartir la responsabilidad por igual (Karina).

En el caso de los hombres, también hay diversos tipos de percepciones sobre


el aportar el dinero de la pensión. Para algunos, otorgar el dinero es un compro-
miso y deber como padres, para ellos pagar la pensión es sinónimo de asegurar el
bienestar de sus hijos y, por lo mismo, se sienten satisfechos al cumplir con su res-
ponsabilidad.

¿El pagar la pensión?, ¿qué significa para mí? Pues que la estoy manteniendo [a
la hija], bien o mal, porque es poco el dinero, pero sí, el que ella sepa que el día
de mañana que ella crezca más, que nunca le faltó ese dinero a ella, que siempre
estuvo ese dinero ahí para ella, aparte de lo que yo le doy por fuera, pues que sepa
el día de mañana que nunca, que nunca la descuidé. Eso que me rebajan es para
que ella sepa, que diga: “Pues mi papá siempre me mantuvo, con el dinero ése y
con lo que me daba por fuera”, o sea, que nunca me desobligué de ella. Porque no
me gustaría que el día de mañana me reclamara que nunca la saqué adelante, que
nunca hice nada por ella, no me gustaría que me lo reclamara (Rogelio, ex esposo
de María Elena).
[Pagar la pensión] Significa que es parte de mi responsabilidad… nada más…
o sea, no estoy haciendo nada fuera de lo normal, extraordinario, ¿no? Y cuando
nació mi hijo, porque mis tres hijos nacieron con amor… entonces, es parte de mi
amor hacia él, ¿no? … que tiene un padre que lo sigue amando y que lo sigue cui-
dando y que lo sigue ayudando hasta que ya cumpla una mayoría de edad y hasta
que trabaje y si no quiere estudiar, se dedique a trabajar o algo, o a hacer lo que a él
le guste, ¿no?, pero es parte de mi responsabilidad, nada más (Jaime).

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El significado [de pagar la pensión] en mi caso, es algo que uno tiene que darlo
voluntariamente, te digo, es algo que no debe tener tema, no debe ser un tema de
discusión. Se me hace medio absurdo, porque es algo que... no es algo que uno
tenga que dar a fuerzas, es algo que tienes que hacer con gusto porque, vaya, a mí
se me hace algo burdo, que de repente discutas de que: “Oye, es que la pensión de
los niños”, o sea, espérame, la cosa es que vamos a ponernos de acuerdo, eh, “¿con
esto crees que esté bien?, es para que ellos tengan… tú trabajas, aparte, ella tra-
baja, entonces… yo creo que es algo que uno da con gusto, yo lo doy con gusto
(Pedro).

También hay padres que se perciben como proveedores, es decir, consideran


que proveer es su obligación y siempre lo ha sido. Para ellos, el divorcio no modi-
ficó su rol como tal ni su relación con los hijos. La impresión de estos varones es
que los hijos recurren a ellos para que sus necesidades económicas sean solventa-
das más que para involucrarlos en aspectos afectivos-emocionales.

Yo no era nada más que el proveedor. Acuérdate de una cosa, los hijos son el reflejo
de lo que uno es, ¿no? Entonces, mis hijos nada más, mis hijos: “Papá, dame, papá
esto, papá necesito, papá esto y lo otro”… pero un cariño, una muestra… eso es lo
que me hacía ruido a mí. Entonces, ¿para qué estoy trabajando? […] yo lo único que
te puedo decir es que yo me veía en esa casa como solamente el proveedor, nada
más. O sea, tú trae lana para que se paguen todos los gastos y para esto y para esto
otro, pero tú no tienes autoridad porque… la mujer influye mucho en los hijos,
entonces los hijos saben por dónde se pueden ir. Entonces, yo me veo como una
figura nada más de proveedor… (Jaime).

De igual forma, existen hombres que piensan que la ex pareja podría y debería
contribuir para los gastos de los hijos. El que ambos padres contribuyan a solven-
tar los gastos puede significar la valoración de la responsabilidad —o esfuerzo—
del mismo modo que puede ser una forma de perjudicar al ex cónyuge.

...le mandé las copias a mi hijo, las sumas y todo y le dije: “No son pinches 50 dóla-
res mensuales como tú dices, si lo hacemos por promedio, son 175 dólares por
quincena, por hijo, lo que yo te estoy dando, tu mamá gana más del doble que yo,
Ok, parejos, tú debes recibir 175 míos por quincena y 175 de tu mamá, 350 dólares
se me hace una buena cantidad para mantener por quince días a un adolescente”.
Con mayor razón a un niño pequeño de primaria en escuela pública o a una seño-
rita de secundaria de escuela pública [...] Sí, pero como que ese concepto de ser nada
más el que aporte dinero y bienestar económico a los hijos o a la familia en gene-
ral, ya pasó de moda hace muchos años, ya las mujeres también trabajan y lo firma-
mos, somos pareja, somos matrimonio o por bienes mancomunados, trabajas tú,

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trabajo yo, gastas tú, gasto yo, así que también, si yo estoy aportando, ella también
debe hacerlo (César).

Asimismo, hay padres para quienes pagar la pensión establecida es una carga
difícil, en algunos casos porque han perdido sus empleos, porque sus ingresos
no son suficientes para mantenerse y mantener a los hijos —incluso hay quienes
regresan a vivir con sus padres— porque deben pagar deudas, o porque han for-
mado una nueva familia y no poseen los recursos económicos suficientes para
mantener dos hogares.

Sí, económicamente he tenido muchas broncas, porque de repente, te hablo de


cierta entrada que yo tenía ya y sí se dificultaban un poquito las cosas. Pero creo
que uno es el dueño de sus triunfos y de sus broncas también, entonces tú tienes
que saber y responsabilizarte de eso, no verlo como una carga, no verlo como un
problema X. O sea, batallo, pues sí, pero no debemos de verlo como una proble-
mática (Pedro).
...de alguna manera, hemos acostumbrado a la niña a un nivel de vida. Yo no
quiero que su nivel de vida baje. Actualmente ese nivel de vida involucra que yo
ahora sí tengo que hacer un sacrificio, ¿no? Si yo tengo que dejar de hacer cosas en
este momento o dejar de tener cosas... Es eso, sobre todo, que mi hija siga teniendo
ese nivel de vida, mínimo mantener ese nivel de vida que tiene ahora. Bueno, tam-
poco es la gran cosa, pero… para mí es importante eso. Por ejemplo, estuve sin
trabajo la semana pasada y tengo deudas, pero así como que le digo a mi ex: “¿Te
puedo dar mil dólares?”, “¿Y tú?”, “Yo, ya es lo de menos, ¿no? —le digo— déjame
darte algo, al menos por ahora”, y así como que “Estás loco”, ¿no? Pero me siento
bien [al] decir puedo, voy a volver a dar una aportación. Aunque de alguna manera
lo he hecho, ¿no? (Raúl, ex esposo de Ana).

También se encuentran quienes consideran que no deberían darle “tanto”


dinero a sus hijos. En estos casos, la relación entre padre e hijo tiende a no ser
muy estrecha y existen dificultades con la ex pareja. Entre estos padres hay dos
tipos de percepciones: por una parte, los que piensan que sus hijos no aprecian el
que él les proporcione dinero (debido a que la ex pareja administra la pensión y en
el día con día ella paga los gastos, los hijos tienen la idea errónea de que la mamá
es la única responsable de satisfacer las necesidades económicas). Por la otra, hay
quienes consideran que los gastos de la familia son excesivos y podrían tener un
nivel de vida más austero.

...me acerco a ella [ex esposa] porque le digo: “Mira, siguen gastando mucho en
teléfono y mucho en luz, y la verdad que darte 417 para comida por semana es una
grandísima cantidad, porque puedes vivir con 166 dólares”, me dijo: “Pues tú me

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das esa cantidad, porque si no me la das te vas a meter en problemas”. Le dije: “¡no!,
yo quiero pactar contigo, porque yo a ti te di locales y te di un negocio y los loca-
les y el negocio te dan para que vivas tú en lo personal muy holgada, déjame darle
a mis hijos nada más lo que necesitan, ¿para qué te doy de más?” [además, él paga
la colegiatura, seguro de gastos médicos, doctores, vacaciones, ropa, gasolina y via-
jes] [...] Me dijo: “Mira, el convenio es el convenio y lo tienes que respetar”, le dije:
“Bueno, mira, en este momento voy a tomar otra decisión, te voy a empezar a
dar menos luz porque no es justo”, y empecé nada más a quitarle lo de la luz, en
lugar de darle… me daba un recibo de 500 y yo le mandaba 250, le digo: “Mira,
si tú quieres corregir lo del gasto de la luz corrígelo, yo nada más te voy a dar la
mitad de lo que me presentes, considerando que te debo dar algo” (Alberto, ex
esposo de Esther).
...el menor, me dijo: “Es que mi mamá me compró esto, mi mamá me compró…”,
“Oye, m’ijo, es que también toma en cuenta —y le enseñé el talón de cheque— de
lo que me rebajaron para los dos [hijos] de esto, la mitad es tuya mijo, no te pon-
gas así exigente, pero sí le puedes decir: ‘Oye, mami, tengo ganas de un dulce, tengo
ganas de esto, de lo otro…’. Te lo debe de comprar, porque no es nada más dinero de
tu mamá, también es dinero mío”. Este año, “Mira, papá, me compraron, me regaló
Santa Claus una lap top, me regaló unos tenis nuevos, me regaló…”. Me sacó diez
fotos, uno como adulto sabe más o menos lo que cuestan las cosas, fueron más de
mil dólares, “Me las regaló mamá, ¿verdad?”, le dije: “M’ijo, ¡es mitad mío!, de todo
lo que te compren es mitad mío y mitad de tu mamá, no te lo compra nada más tu
mamá, o a lo mejor lo compra con dinero mío, pero eso es compartido, m’ijo”, cómo
manipulan la situación económica allá [refiriéndose a la ex esposa] (César).

Respecto a la administración del dinero de la pensión, los varones expresaron


que el cómo y en qué gasta la ex pareja el dinero no les representa problema. Con-
fían en que la ex pareja hace buen uso de éste, lo administra de forma adecuada
y dan por hecho que la pensión es utilizada para satisfacer las necesidades de los
hijos y que la ex esposa no los perjudicaría. La administración de este dinero está
relacionada con la práctica realizada durante el matrimonio de otorgar una can-
tidad económica determinada para el “gasto” familiar, de esta forma, consideran
que siguen manteniendo un rol similar al que tenían cuando estaban casados.

…nunca hemos tenido problemas [en relación con el dinero de la pensión], porque
nunca nada, nunca, ni un recibo ni nada, o sea, de que si ella puede venir o algo y
si me quiere fregar por ese lado de que: “Sabes que nunca me dio pensión, desde
que me divorcié o algo…”, fácil, porque no tengo ningún recibo, porque tenemos
buena relación, no había necesidad de eso, “Oye, pues fírmame un recibo”, se iba a
ver muy mal, no sé, pero legalmente tienes que hacerlo, pero nosotros no [conside-
ran necesario hacer ese trámite] (Leopoldo).

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Hasta el momento no [es problema] porque es parte de lo que yo tomo del


negocio. Pero sí me he puesto a pensar que en algún momento dado mi situación
cambie, pues tendría que hablar con la mamá de mis hijos, para explicarle que las
cosas cambian… y ahí sí, yo creo que tendríamos conflictos por eso, porque no
quiero decir que dejaría de darles ese dinero, pero no sé si sería el mismo. Fíjate,
a mí me pasó lo mismo que a muchas personas que conozco, yo no le quería dar
el dinero a la mamá, por mi coraje, por mi ego, por mi orgullo, por lo que quieras,
prefería comprarles las cosas a ellos. Pero, una vez platicando con los miembros
del grupo [Divorciados Anónimos], me dicen: “Pero es que, ¿cómo puedes saber lo
que en tu casa necesitan, si no estás ahí?...” “… y, lo que tu ocupas para comprarles
comida, a lo mejor no ocupan en ese momento, lo pueden ocupar para otra cosa”…
y, entendí, y dije: “Bueno, sí es cierto, mi obligación es darles manutención, pero la
que está a cargo es la mamá de ellos” (Eugenio).

Así como hubo quienes expresaron que confiaban en la distribución del dinero
otorgado, también hay padres que “sugieren” a los hijos adolescentes cómo y en
qué deben gastar el dinero que él les otorga.

...mis hijos ya ni los ven los correos electrónicos, ven que les llegó un correo elec-
trónico del papá, ni lo abren… el último que recibieron fue en diciembre y nue-
vamente diciendo cómo tienen que repartir el aguinaldo, en qué se tiene que
gastar, en ropa, en computadoras. El les pinta que esos 1 833 dólares, les toca a
ellos 583 y tantos (Mariana).

Para las mujeres, administrar el dinero recibido significa satisfacer las necesi-
dades económicas de los hijos. Las entrevistadas señalaron que una vez recibida la
pensión, la ex pareja sólo les preguntaba o se interesaba por la administración del
dinero cuando las relaciones entre ambos eran tensas y lo hacían con la finalidad
de incomodarlas. Algunas de las participantes, a manera de prevención, llevan
un registro de los gastos y guardan comprobantes de éstos, pero indicaron nunca
haber rendido cuentas de ese dinero.

Alguna vez [me pidió que le rindiera cuentas] sobre todo, bueno, pero eran en cier-
tos tiempos, etapas de conflicto que había entre él y yo, eran más bien los tiem-
pos estos de conflicto; entonces, una manera de presionar era diciéndome que me
iba a pedir cuentas de cómo me gastaba yo, “Cuando quieras”, le decía, “te puedo
dar las cuentas cuando quieras y ¡aguas!, porque me vas a deber”. Porque, pues te
digo, de los 333 o 375 que me daba, pues yo tengo que pagar 250 en la escuela de la
niña, y ahí párale de contar, luego, échale lo demás, ¿no?, de que si tengo que pagar
a alguien para que me la cuide, que si tengo… entonces, pues, en lo más mínimo
me había preocupado, pero cuando me pedía esto más bien era ese sentido de que

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teníamos conflictos por otras cosas, no era el dinero, no era un asunto de dinero,
era que teníamos conflictos por otras cosas… (Ana, ex esposa de Raúl).
El abogado me dijo: “Guarda todas las notas de todo lo que compras, hasta de
una coca; porque él te puede pedir, según la Ley, él te puede pedir cuentas”… y, yo
guardo todo, pero él nunca me ha pedido cuentas de nada; si te digo que de repente
me da el dinero en efectivo (Margarita, ex esposa de Gustavo).

En cuanto al dinero y sus significados, independientemente del nivel socioeco-


nómico, el valor que las mujeres le otorgan al dinero se traduce, primero, en edu-
cación de los hijos; segundo, en cuestiones de salud, y tercero, en alimentos. Para
las entrevistadas, la educación de los hijos tiene un valor primordial y por lo
mismo invierten en ella. Esta percepción se relaciona con la esperanza de que los
hijos tengan niveles educativos más elevados que ellas y que a través de la educa-
ción tengan mejor futuro. Sin desestimar la salud y los alimentos, consideran que
encontrarán a quién recurrir en caso de emergencia y que ellas pueden ingeniár-
selas para satisfacer las necesidades de alimentación de los hijos.
Con frecuencia, en las rupturas matrimoniales el dinero es un motivo de con-
flictos y resentimientos (Hetherington y Kelly, 2005). En la investigación sobre
los factores psicosociales que favorecen el cumplimiento del pago de la pensión,
Vega y Smith-Castro (2009) encontraron que una percepción positiva acerca de
las relaciones con la ex pareja, un mejor estatus laboral y el recurrir menos a los
consejos de amigos aumentan las posibilidades del cumplimiento de pago de la
pensión por parte del padre. Asimismo, tener buena relación con la ex esposa les
permite a los varones lidiar con las dificultades que enfrentan cuando no pueden
cumplir a tiempo con el pago de la pensión.
Existen evidencias de que el incumplimiento en el pago de la pensión puede
generar conflictos entre la ex pareja dependiendo de la calidad de la relación de
los ex cónyuges y las concepciones sobre los roles parentales (Amato y Gilberth,
1999; citados en Hallman, Dienhart y Beaton, 2007; Koch y Lowery, 1986, citados
en Arditti, 1991; Vega y Smith-Castro, 2009). En el presente trabajo, las narrati-
vas de los entrevistados nos muestran que las relaciones entre los ex cónyuges, y
el vínculo que se mantiene con los hijos, favorecen las posibilidades del cumpli-
miento del pago de la pensión, puesto que éste, además de lo que el dinero pueda
significar, implica una serie de imaginarios afectivos sobre el qué, el quién, a quién
y el por qué de la aportación.
Los discursos de los entrevistados permiten entrever que existe un perfil de
aquellos padres que no pagan o preferirían no aportar para la pensión alimenticia
de sus hijos. Independientemente del nivel socioeconómico, el nivel de educación
de los participantes o los problemas financieros que pudieran estar enfrentando,

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

quienes no contribuyen o lo hacen únicamente porque se les descuenta el dinero


de su sueldo3 son padres que: a) mantienen mala relación con su ex cónyuge;
b) han perdido el contacto con sus hijos o es distante el vínculo afectivo entre
ambos; c) la relación padre-hijo es conflictiva; d) alguno de los ex cónyuges ha
contraído nuevas nupcias o se ha unido a otra pareja y tiene hijos de esta unión.
Estos casos, a la vez, muestran una división, por una parte, cuando el varón ha
formado una nueva familia se siente más vinculado emocional y económica-
mente con ésta, por lo mismo, es más comprometido con ella. Por la otra, cuando
la mujer se ha casado nuevamente o tiene una pareja emocional estable, ésta le
ayuda con el sostén económico de los menores, aspecto que permite al ex cónyuge
deslindarse de la responsabilidad que tiene para con sus hijos.
Respecto a los significados de la pensión alimenticia, cabe destacar que las per-
cepciones que se tienen sobre la misma varían de acuerdo con el nivel socioeco-
nómico de las personas. Para quienes pertenecen a sectores bajos, la pensión
alimenticia debe cubrir y es sinónimo de los alimentos, la educación y los gas-
tos relacionados con ésta, el vestido y los servicios de salud de los hijos. Mien-
tras que para la clase media equivale a alimentación, educación y vestido, puesto
que los servicios médicos y gastos extras —de salud y educación— se conside-
ran por separado. Para los sectores altos, el imaginario de la pensión alimenti-
cia considera los alimentos, los servicios de salud, medicinas, gastos relacionados
con ropa, vacaciones, clases extraescolares y otro tipo de erogaciones relaciona-
das con el bienestar de los hijos, aunque deben ser incluidas en la pensión, no se
perciben como parte de ésta.

Conclusiones

Las diferencias de género son evidentes en cuestiones del divorcio, no obstante,


existen aspectos como el nivel de educación y el estrato socioeconómico que van
dando énfasis a los diferentes tipos de rupturas. Es por ello que existen diferen-
cias entre los sectores socioeconómicos respecto a los acuerdos de los gastos que
el progenitor no custodio debe cubrir y las demandas son mayores en las parejas
que pertenecen a niveles socioeconómicos altos.
Los significados de la pensión muestran una serie de aspectos a considerar. Por
una parte, aun después del divorcio, el dinero sigue siendo motivo de conflicto

Cabe destacar que estos casos los conforman personas que poseen un empleo formal,
3

fijo y que previo a la deducción hubo un juicio de pensión alimenticia en el que vía legal, el
juez solicita al empleador descontar del sueldo del empleado la cantidad asignada a la pen-
sión para que ésta sea cobrada por la ex pareja.

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

para algunas ex parejas. Por otra, también evidencia la emancipación de algunas


mujeres al preferir prescindir de este recurso, pero además muestra la subordina-
ción económica y, en términos de Coria (1991), el “sexo oculto del dinero y las
formas de dependencia femeninas”.
Los hallazgos encontrados reflejan la reproducción del orden simbólico al
interior de la familia, en las instituciones y la relación entre ambos. Así, por ejem-
plo, el rol del varón en la familia, la sociedad y por ende en las legislaciones, sigue
siendo circunscrito a proveer, mientras que el de la mujer es vinculado al cuidado
de los hijos. El cumplimiento de los roles de ambos es considerado como un deber
ser y su observancia es más una cuestión moral o de conciencia que de supervi-
sión de la ley.
Si bien el incumplimiento del pago de la pensión y los derechos de visita son
penados, por pertenecer al espacio privado y por ser relativos a la familia, las
repercusiones legales de su omisión tienden a ser más laxas. No obstante que la
legislación establece obligatoriedad y sanciones, éstas pocas veces se cumplen, y
aunque la ley señale que son derechos inalienables, su inobservancia evidencia
rezagos e injusticias para los miembros más vulnerables de la familia.
Detrás de la pensión alimenticia existen elementos que van más allá de la
responsabilidad económica de los padres hacia sus hijos. Ésta también implica
aspectos afectivo-emocionales y de cuidado para con los descendientes y la ex
pareja. La forma de proceder ante el pago de la pensión trasciende en la imagen
que se tiene de ese progenitor y el significado que se otorga al ser padre/madre.
Al considerar los hallazgos de este estudio, tenemos que reconocer el esfuerzo
de algunos progenitores por mantener una relación armoniosa con la pareja en
pro del bienestar emocional y económico de los hijos. Asimismo, debemos reco-
nocer que la mayoría de los padres entrevistados cumple con la manutención y
busca fomentar las relaciones con sus hijos.
No obstante, es importante retomar la existencia de algunos factores relaciona-
dos con el incumplimiento del pago de la pensión: a) los constantes conflictos con
la ex pareja; b) la escasa relación con los hijos; c) problemas derivados del monto
establecido y las eventualidades económicas que pudiera estar teniendo quien es
responsable del pago, y d) el reconocimiento del pago de la pensión más como un
acto de conciencia y convicción que de obligación legal.
Un aspecto a destacar son las consecuencias que implica la inobservancia
del pago. Por una parte, redundan en mayor número de hogares jefaturados por
mujeres, y por la otra, incrementan la vulnerabilidad de los miembros de la fami-
lia, puesto que todas las responsabilidades recaen en uno solo de los padres.
Con la disolución del matrimonio cada miembro de la pareja busca convenios
que les resulten lo más beneficioso posible a sus propios intereses. Las prioridades

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de los cónyuges suelen ser diferentes; en ocasiones, el hombre busca dar lo menos
en cuanto a dinero y bienes, mientras que la mujer desea obtener su libertad; así, en
el divorcio, la justicia va más en términos de beneficios que de equidad.

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| Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener |

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Depresión y terapia
de pareja ante el divorcio
Benito Estrada Aranda

Introducción

El camino del divorcio

M uchas personas divorciadas o durante el proceso de divorcio con las que


hablamos, ya sea en la consulta o en pláticas sociales informales, desea-
ron alguna vez salir de su matrimonio tan fácil como fue entrar en él. Para
otras personas, el divorcio es la solución a una serie de problemas que durante
años lastimaron su estabilidad emocional, social, económica y familiar. Problema
o solución, el divorcio lleva ya décadas rompiendo el vínculo legal entre dos per-
sonas, y con ello, disolviendo objetivamente también la relación amorosa y moral
que unía a la pareja, constituyendo lo que se conoce como divorcio emocional. En
este capítulo vamos a referirnos al divorcio derivado de la ruptura del vínculo legal
y emocional entre personas de diferente sexo, y a una de las múltiples consecuencias
derivadas de él: la depresión. Asimismo, revisaremos algunos aspectos y temas rela-
cionados con la terapia de pareja, que pueden ser de utilidad para identificar áreas
y recursos positivos en el matrimonio y alejarse así de la posibilidad de un divorcio.
Las cifras, tanto de la depresión como las estadísticas del divorcio, van en
aumento y no por casualidad: los problemas sociales aumentan y ello propicia
el incremento de problemas de salud mental y, en consecuencia, mayor desgaste
en la relación entre las parejas. En paralelo, el número de parejas que se divor-
cia aumentan cada año (inegi, 2000, 2006, 2009), y un buen número de estas per-
sonas presentará con probabilidad consecuencias en su salud mental (Amato y
Keith, 1991). Entre las consecuencias en la salud mental, de acuerdo con la revisión
de la literatura de Clarke-Stewart y Brentano (2006), diversos autores señalan la

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depresión (Thabes, 1997), síntomas psiquiátricos (Garvin, Kalter y Hansell,


1993; Weitoft, Haglund, Hjern y Rosén, 2002), suicidio e intentos de suicidio
(Brockington, 2001; Cantor y Slater, 1995; Kposowa, 2000; Lester, 1994; Wei-
toft, Haglund, Hjern y Rosén, 2002), mayor consumo de alcohol y adicciones
(Magura y Shapiro, 1988; Power, Rodgers y Hope, 1999; Proudfoot y Teesson,
2002; Weitoft, Haglund, Hjern y Rosén, 2002). Aunado a esto, las cifras de parejas
que contraen matrimonio van en decremento cada año (inegi, 2009).
Revisemos un poco más las estadísticas. La Organización Mundial de la Salud
(oms), lleva años estimando que para el año 2020 la depresión se habrá conver-
tido en la segunda causa de discapacidad en el mundo, sólo por detrás de la enfer-
medad cardiaca coronaria. Sus cálculos estimaron que 450 millones de personas
en el mundo están afectadas por un trastorno mental o de la conducta y que más
de 150 millones de personas sufren de depresión en un momento dado durante
su vida (oms, 2004). En cuanto al trastorno de depresión mayor, también estimó
que causa 12.15% de años vividos con discapacidad, constituyendo así la tercera
causa contribuyente a la carga global de las enfermedades. Por si fuera poco, la
misma institución señala que la depresión es una de las seis causas más frecuen-
tes de años vividos con discapacidad, además de los trastornos debidos al con-
sumo de alcohol, la esquizofrenia y el trastorno bipolar (oms, 2004). En cuanto a
las cifras sobre la presencia de la depresión en México, los datos son igualmente
preocupantes; incluso se considera como un problema de salud pública, al ubi-
carla como la cuarta causa de discapacidad, y de acuerdo con datos del Instituto
Nacional de Neurología y Neurocirugía “Dr. Manuel Velazco Suárez” (innn), es la
segunda causa de demanda de atención, con cerca de 800 pacientes nuevos al año,
de los cuales sólo la mitad se atiende (Secretaría de Salud, 2008). Hemos expuesto
ya en otros trabajos (Estrada, 2009) la postura de médicos psiquiatras del Instituto
Mexicano del Seguro Social, quienes han informado que en México, 40% de la pobla-
ción económicamente activa está deprimida (Cruz, 2005). Estadísticas de la Secretaría
de Salud indican que de 12 a 20% de la población entre 18 y 65 años de edad (más de
10 millones de personas) está deprimida o sufrirá algún episodio depresivo en
algún momento de su vida. Además, según la Encuesta Nacional de Epidemiolo-
gía Psiquiátrica (enep)(Medina-Mora, Borges, Lara, Benjet, Blanco, Fleiz, Villa-
toro, Rojas, Zambrano, Casanova y Aguilar-Gaxiola, 2003), 8.4% de la población
en México ha sufrido un episodio de depresión mayor alguna vez en la vida, con
una mediana de edad de inicio de 24 años. En cuanto a la depresión en la infancia
y la adolescencia, se estima que 2% de la población (dos millones de personas) ha
padecido depresión en la infancia o en la adolescencia con un promedio de siete
episodios a lo largo de la vida, y afirman que por lo general no reciben tratamiento
(Benjet, Borges, Medina-Mora, Fleiz y Zambrano, 2004).

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A esto hay que añadir el rezago en materia de atención en salud mental en


México, ya que sólo se invierte alrededor de 2% del presupuesto anual para el tra-
tamiento de las enfermedades mentales, cuando la oms estima que debe invertirse
10%; éste es un problema no sólo de México, sino de la mayoría de los países de
América Latina (oms, 2004).
En el año 2009 existía en México una población de más de 78.1 millones de per-
sonas con una edad de 12 años o más, de la cual 38% era soltera, 53% vivía en pareja
(ya sea casadas o en unión libre), mientras que 9% era separada, divorciada o viuda
(inegi, 2010). Se observa, así, que México se mantiene como un país de matri-
monios, ya que de las personas que vivían en pareja en ese año, predominaron las
parejas casadas, siendo 81.7%, mientras que 18.3% vivía en unión libre. Por otro
lado, de las personas desunidas, 54.4% era viuda, 33.3% separada y 12.3% divor-
ciada. El dato que se destaca en estas cifras es que, en 2009, por cada cuatro per-
sonas viudas, separadas o divorciadas, tres eran mujeres. Es probable que este
dato se relacione con la esperanza de vida en México (inegi, 2005), la cual, hasta
el año 2006 era más alta en las mujeres (77 años) que en los hombres (72 años).
Por otro lado, también se relaciona con el hecho de que los hombres al enviu-
dar, divorciarse o separarse, vuelven a unirse o casarse en mayor medida que las
mujeres (inegi, 2009).
En cuanto a la edad de los solteros y los casados, de acuerdo con el inegi
(2009), en Nuevo León se observó en el año 2008 que la mitad de las personas
solteras tenía una edad entre 12 y 19 años (50.2%). Durante este mismo año se
registraron 28 535 matrimonios. De entre la población unida, en Nuevo León
predominan los casados (86.4%). La edad promedio al momento del matrimo-
nio fue de 27 años en los hombres y de 24.7 en las mujeres, de cada 100 personas
que se casaron, 73 eran jóvenes (de 15 a 29 años). En cuanto a los datos naciona-
les en este tema, las cifras son muy similares. Esto refleja que a diferencia de otros
países, sobre todo los europeos, en México la mayoría de la población contrae
matrimonio a una edad joven y cuando se tienen sólo un par de años del egreso
de los estudios universitarios, o bien, cuando se tiene poco tiempo en un empleo.
En nuestro estudio sobre divorcio, la edad media de las personas al momento de
su primer matrimonio fue de 22.27 años con una desviación estándar de 4.29.
En contraste, en España, durante el año 2008, contrajeron matrimonio 197 216
personas, tanto hombres como mujeres superaron los 30 años de edad media al
momento del matrimonio (ine, 2010).
Por otro lado, en cuanto a la situación del divorcio en México, en el año 2008
se presentaron 81 851 divorcios concluidos; esto representa 4 596 divorcios más
en comparación con 2007. Además, no sólo aumentan las estadísticas del divor-
cio, sino que durante el año 2008 se registraron menos uniones legales que en
2007, representando un descenso de 1.4% entre ambos años. De acuerdo con estas
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cifras, el inegi (2009) estima que en el año 2008, por cada 100 matrimonios, se
presentaron 14 divorcios. En otros países estas cifras son aún más altas, por ejem-
plo, en Francia, Lambert (2009) reporta que durante 2006, por cada 100 matri-
monios hubo 47 divorcios, y asegura que cada vez menos personas se casan en
Francia. Además, señala que, de acuerdo con Prioux (2007), se estima que 30% de
las personas nacidas en Francia en la década de 1970 nunca se casarán.
A nivel nacional, los estados en donde se registraron más divorcios1 durante el
año 2008 fueron: Chihuahua (26.9 divorcios por cada 100 matrimonios), Colima
(26.7) y Nuevo León (24.4). El estado en donde llevamos a cabo la investigación
sobre divorcio que da origen a este libro se sitúa, así, como el tercero en incidencia
del divorcio en México. Por otro lado, los estados del país en donde la relación de
divorcios por cada 100 matrimonios es menor son: Oaxaca (2.9), Guerrero (4.9) y
Tlaxcala (6.4) (inegi, 2009).
En cuanto a la edad promedio de los hombres al divorciarse, en 2008 fue de 38
años y de 35.4 años para las mujeres. De las parejas casadas que se divorciaron en
2008, prácticamente la mitad tuvo un matrimonio con una duración social2 de 10
años o más (50.6%), seguida de quienes estuvieron casados cinco años o menos
(28.3%) y las que permanecieron unidas entre seis y nueve años (19.8%).3 Esto nos
deja claro que en México no sólo nos casamos jóvenes, sino que además, en con-
secuencia, cuando se presenta el divorcio, la edad media de los cónyuges es prácti-
camente la edad en la que en España o Francia comienzan a casarse las parejas de
acuerdo con las estadísticas españolas (ine, 2010) o francesas (insee, 2008). Incluso,
en este último país, el matrimonio está siendo sustituido por el “pacto civil de solida-
ridad” (pacs), figura jurídica que equipara al matrimonio tanto para efectos legales
como fiscales y aplica para cualquier tipo de convivencia en pareja, y que legalmente
son más fáciles de disolver que el matrimonio.

Estudio Longitudinal de Virginia (elv) sobre el divorcio


(Hetherington y Kelly, 2005)

Dicho estudio comenzó en 1972 y abarcó 1 400 familias a lo largo de varias déca-
das de seguimiento. El objetivo de comentar los resultados de este estudio es hacer

Relación de divorcios por cada 100 matrimonios.


1

Se define como el tiempo de convivencia de la pareja a diferencia de la duración legal


2

del matrimonio.
3
El porcentaje de no especificado de la duración social del matrimonio fue de 0.9%
(inegi, 2009).

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algunas comparaciones con nuestros resultados. Antes de exponerlos, hay que


comentar que una de las conclusiones expresadas después de años de investiga-
ción es que, por lo general, las mujeres son quienes deciden romper el matrimo-
nio y también las que preparan la separación por más tiempo (Hetherington y
Kelly, 2005). En el caso del estudio que dio origen a este capítulo, dicho resultado
se comprobó, ya que observamos que fueron las mujeres quienes tomaron la deci-
sión de divorciarse con mayor frecuencia y la infidelidad de su esposo fue la prin-
cipal causa de su decisión. El dato que también destaca es que, cuando los hombres
decidieron divorciarse, su principal motivo para tomar tal decisión fue la infide-
lidad hacia su esposa. Un reciente estudio de Ribeiro (2011) confirma también
estos resultados en personas de Nuevo León (véase el capítulo sobre tendencias
sociodemográficas del divorcio en Nuevo León en el presente libro), añadiendo
como motivos de divorcio en las mujeres la violencia y el alcoholismo de sus pare-
jas como segunda y tercera causas, respectivamente, y en los hombres la incompa-
tibilidad y la falta de amor.

Problemas de afinidad

La mitad de las mujeres del estudio elv describió como grandes problemas la falta
de comunicación y de afecto, mientras que los hombres rara vez le dieron impor-
tancia a este tema. Además, un tercio de las mujeres de este estudio mencionó la
falta de intereses comunes y un reparto injusto de las tareas domésticas como las
principales fuentes de insatisfacción en el matrimonio. Algunos eventos agravan
esta situación, como el nacimiento de un hijo, sobre todo si la esposa trabaja y
además debe hacerse cargo del hijo bajo la desigualdad previa. Asimismo, 25% de
las mujeres señaló el alcoholismo, la violencia doméstica o las infidelidades como
factores que contribuyeron al divorcio. En cambio, para los hombres del estudio,
era la actitud crítica de las esposas, sus reproches y sus quejas lo que más contri-
buía a que se sintieran decepcionados en su matrimonio. En nuestro estudio sobre
divorcio en Nuevo León, 20% de las personas de la muestra expresó que el princi-
pal conflicto que tenía con su pareja era la infidelidad, y casi 28% menciona que
la infidelidad fue el tema principal que motivó el divorcio.
En la actualidad, el fenómeno de las redes sociales posibilita encontrar a ex
parejas sentimentales y/o sexuales, o buscar aventuras amorosas “virtuales” que
aunque no llegan a consumarse en la realidad, sí han incrementado la infideli-
dad como causa de divorcio en todo el mundo. Por ejemplo, la red social Face-
book cuenta con millones de usuarios en el mundo, y de acuerdo con la Academia
Americana de Abogados Matrimoniales en Estados Unidos (aaml, 2010), las

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redes sociales aportan 80% de las pruebas de infidelidad matrimonial que se pre-
sentan en la actualidad como demandas de divorcio. Entre las redes sociales des-
taca Facebook, que aporta 66% de estas pruebas, MySpace aporta 15%, y Twitter
5% de estas evidencias.
Es un hecho de nuestra sociedad moderna que las redes sociales han modi-
ficado el comportamiento de las personas en una relación, ya que ahora la inti-
midad está al alcance de un “click”, con el cual se puede conocer el pasado de
nuestra pareja, incluso el de las ex parejas de nuestra pareja. Por ejemplo, un
estudio reciente exploró el rol que desempeña Facebook en el desarrollo de los
celos en una relación de pareja (Muise, Christofides y Desmarais, 2009). Incluso
creó la Escala de Celos de Facebook (The Facebook Jealousy Scale) para evaluar
la presencia de esta variable. En resumen, el estudio concluye que el uso de Face-
book en la pareja puede desatar comportamientos de celos e incluso actitudes
compulsivas por averiguar más información que conduzca a la verificación de
una infidelidad.

El dinero

El dinero implicó una de las principales causas por las que las parejas del estudio
de Virginia se divorciaron. Casi un tercio de las mujeres y los hombres consideró
que el dinero había sido un factor determinante en la decisión de divorciarse. Ade-
más, se observó que el desempleo del marido tiene un especial efecto negativo en
familias en donde la esposa trabaja. Lo que se observa es que la esposa asume el
control en todo lo relacionado con la economía familiar, ocupando así una posi-
ción dominante en la vida cotidiana de la familia. En consecuencia, los problemas
económicos traían consigo dificultades en el terreno de la sexualidad de la pareja.
La falta de empleo en algunos de los esposos que participaron en el estudio hacía
que usaran el sexo como un medio para conservar alta la moral. No obstante, las
esposas estaban cada vez más molestas y distanciadas de sus maridos debido a la
inestabilidad financiera y ello provocaba que rechazaran sexualmente a sus espo-
sos. El estudio encontró que la violencia física era dos veces más alta en las fami-
lias en donde el esposo estaba desempleado y la mujer trabajaba. Señala que esta
violencia, en ocasiones, estaba relacionada con los rechazos sexuales, pero era
más provocada por la pérdida de autoestima y el descenso en la posición social;
los maridos se convirtieron en personas furiosas e inseguras, lo cual nos lleva a
la siguiente causa encontrada en este estudio. Para una lectura más amplia sobre
el tema del dinero y el divorcio, remitimos a la lectura del capítulo “El dinero en el
divorcio: relaciones de poder sustentadas en el tener” que aparece en este libro.
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| Depresión y terapia de pareja ante el divorcio |

Los problemas sexuales

En resumen, los problemas en la habitación matrimonial relacionados al sexo son


de tipo cuantitativo para los hombres y cualitativo para las mujeres. Es decir, los
hombres que se divorciaron por esta causa mencionaron que consideraban que
había poco sexo, mientras que las mujeres se quejaban de la calidad del sexo, cosas
como falta de cariño, pasión o relaciones rutinarias. El estudio de Virginia señala
que la relación entre sexo y satisfacción marital no era tan estrecha en las esposas
como en los maridos, sobre todo después del nacimiento del primer hijo.

La violencia

En una tercera parte de los matrimonios de este estudio que se divorciaron, se


produjo al menos un incidente de violencia física, y ésta era ejercida por los varo-
nes contra ellas o contra sus hijos. El indicador más fiable sobre la posibilidad de
que se produzca violencia doméstica fue el abandono; los hombres abandonados
resultaron mucho más peligrosos que los que se marchaban. Otro indicador es
una historia previa de insultos y violencia verbal. Los autores del elv señalan que
las estadísticas y encuestas sobre este tema indican que el periodo previo de sepa-
ración y en los meses inmediatamente posteriores al divorcio, el índice de homici-
dios entre cónyuges se multiplica por ocho. Por ejemplo, en España, el problema de
la violencia de género cobra muchas víctimas justo en esta fase previa a la separa-
ción o alrededor del inminente divorcio. Tan sólo en el año 2010, 714 mujeres fue-
ron asesinadas por sus parejas, muchas de ellas estaban en trámites de divorcio.
Además de estas causas encontradas en el elv, fruto de nuestra observación y
atención de parejas en terapia, agregaríamos los problemas derivados de la relación
que los cónyuges mantienen con sus familias de origen una vez casados. Quizás
uno de los primeros retos para un matrimonio durante su primer año es superar
la desvinculación de roles familiares desempeñados durante los años previos al
matrimonio. Éste suele ser uno de los primeros tropiezos y motivo de discusiones
y conflictos que, de no solventarse desde el inicio, podrían mantenerse durante
los siguientes años, incluso durante todo el matrimonio, y llegar a constituir una
causa de divorcio. La queja principal en este sentido se refiere a la inexistencia de
límites entre la familia de origen de uno de los cónyuges, o bien, a lo difuso y per-
meables de los mismos, haciendo que la relación con la familia política se desgaste

4
“71 mujeres muertas en España en 2010 víctimas de la violencia de género”, El país,
19 de diciembre de 2010.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

poco a poco y, como consecuencia, también con el cónyuge. Este problema es aún
mayor si, además, la pareja recién casada vive en casa de los padres de uno de los
cónyuges, lo cual es relativamente frecuente. En nuestro estudio sobre divorcio en
Nuevo León, el cual dio origen a este libro, 44.2% de las personas encuestadas men-
cionó que luego de casarse, su primera vivienda fue la casa de los suegros (27.6%),
o bien, en casa de los padres (16.6%) de la persona encuestada. Únicamente 55.8%
tuvo casa propia para comenzar a vivir juntos en matrimonio.
En conclusión, después de analizar las principales causas por las que los
matrimonios de este estudio se divorciaron, para Hetherington y Kelly (2005)
en el elv, el amor romántico es un pegamento temporal. Esto coincide con el título
de un importante libro de terapia cognitivo-conductual de pareja: Con el amor
no basta (Beck, 1998). La teoría de Beck sobre los matrimonios exitosos coincide
con los resultados empíricos del Estudio Longitudinal de Virginia (Hethering-
ton y Kelly, 2005): el amor es importante, pero sólo una relación basada en el res-
peto, la confianza, ayuda mutua, el cariño e intereses comunes hacen posible que
el “pegamento del amor” no caduque y que la pareja se mantenga ante el inevita-
ble paso del tiempo. Beck (1998) añadiría que los matrimonios exitosos consiguen
sobrevivir, además de lo mencionado, porque consiguen apartarse de los malen-
tendidos (interpretaciones erróneas de la realidad), señalándolo como un proceso
activo que se origina cuando un cónyuge desarrolla una imagen distorsionada del
otro (es decir, no desarrolla la habilidad para auto-controlar sus interpretaciones),
basada en comunicaciones equivocadas e interpretaciones prejuiciosas del com-
portamiento del otro.

Depresión y divorcio

La literatura concerniente al impacto del divorcio en la salud mental reconoce


tres diferentes efectos en el bienestar de una persona de acuerdo con Kalmijn y
Monden (2006). Estos autores explican que el primero de ellos hace referencia
a un efecto de crisis que suele ser temporal, debido a que un divorcio puede ser
altamente perturbador siendo una experiencia emocional, con lo cual se genera
una reducción en el bienestar de las personas (Booth y Amato, 1991; Wallerstein
y Kelly, 1996; Williams y Umberson, 2004). El segundo supone el fin de una rela-
ción de pareja de soporte y, en consecuencia, la pérdida de un recurso (McLanahan
y Sandefur, 1994; Williams y Umberson, 2004). Los autores señalan que una reduc-
ción de recursos puede reducir la salud con consecuencias a largo plazo. Y el tercero
sería un efecto de alivio de los problemas maritales. Si el matrimonio tenía proble-
mas con probables efectos negativos en la salud (tales como violencia, adicciones,

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| Depresión y terapia de pareja ante el divorcio |

abuso, entre otros), el fin de este matrimonio problemático puede suponer algún
alivio (Wheaton, 1990; Williams, 2003). En consecuencia, pensamos que es más
probable que dentro de los dos primeros efectos sea en donde la depresión pueda
hacerse presente, siendo ésta la principal afectación al bienestar de las personas.
Por otro lado, como vemos con el tercer efecto, el divorcio puede resultar en algu-
nos casos en beneficio para la salud mental, al menos para uno de los cónyuges, al
representarle cierto grado de alivio.
Ahora, en cuanto a la experiencia humana del divorcio, Clarke-Stewart y Bren-
tano (2006) comentan la teoría de Wiseman (1975) sobre el divorcio, quien se
basa en una dimensión emocional y otra psicológica del proceso para proponer
cinco etapas en donde la depresión podría hacer su aparición, basándose, además,
en la teoría de Kübler-Ross (2009) sobre el proceso de duelo.
Estas cinco etapas del divorcio son: negación, pérdida y depresión, ira y ambi-
valencia, la reorientación del estilo de vida e identidad, y la aceptación e integra-
ción. A continuación se describen de manera breve (Wiseman, 1975).

Negación

Es la fase previa a los problemas en el matrimonio, éstos no son reconocidos o se


atribuyen a causas externas a la pareja. Esta fase suele durar largos años en algu-
nos matrimonios, hasta que algún suceso desencadena una crisis que saca a flote
los conflictos.

Pérdida y depresión

Una vez iniciada la crisis, el sentimiento de pérdida y la depresión pueden apare-


cer al reconocer que el matrimonio puede estar atravesando por serios problemas.
Reacciones de ansiedad y sufrimiento pueden surgir ante la inminente pérdida y
la consecuente soledad. La depresión en esta fase paraliza la vida de uno o ambos
cónyuges, haciendo más compleja la tarea de tomar decisiones sobre la perma-
nencia o no en la relación. Para Margulies (2007), es en esta fase en donde se
puede desencadenar una espiral negativa (haciendo referencia a comportamien-
tos y pensamientos negativos) entre los cónyuges, situación que crea las condi-
ciones para que surja la ansiedad y la depresión, aunque en particular para el
cónyuge que no inició el tema de la separación y divorcio, es decir, los maridos
(como hemos visto hasta ahora, las mujeres son quienes toman con mayor fre-
cuencia la decisión del divorcio).

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Ira y ambivalencia

Seguida de la depresión y los sentimientos de pérdida, suelen aparecer compor-


tamientos violentos o de venganza en las interacciones entre los cónyuges. Esta es
una etapa peligrosa para las mujeres que durante la convivencia en el matrimo-
nio sufrieron violencia (en cualquiera de sus manifestaciones, pero sobre todo
en la física) por parte de sus esposos. Es en esta fase cuando los hombres violen-
tos suelen agredir con mayor fuerza a sus parejas, incluso al grado de compro-
meter su vida.

La reorientación del estilo de vida e identidad

Una vez que sobreviene la separación, lo siguiente es aprender a vivir con la sole-
dad y con el nuevo estatus social. Implica enfrentar la realidad del divorcio, asu-
mirse como una persona divorciada y propiciar en lo posible una reflexión sobre
esta realidad y, lo más importante, sobre el futuro personal y posibles relaciones
futuras. Esto hace que sea una etapa en donde las personas se encontrarán vul-
nerables, ansiosas o solas; para combatir estos estados puede enrolarse en nuevas
relaciones con alto componente sexual y muy poco emocional. En resumen, habrá
que superar una crisis de identidad en esta fase, pero también supone la posibili-
dad de cambio y desarrollo humano.

Aceptación e integración

Esta será la última fase de resolución de la experiencia del divorcio, una vez que se
acepta el hecho y se abandona la ira; se sigue adelante con la vida y los proyectos
personales, sociales, económicos y familiares se reorganizan.
La teoría de Wiseman (1975) sobre el divorcio, basada en una experiencia
emocional y de duelo, ayuda a comprenderla como un evento complejo y trans-
formador en la vida de quienes atraviesan por él.

Depresión pre-divorcio

Como hemos visto hasta ahora, la depresión antes del divorcio aparece según
Wiseman (1975), ante la inminente ruptura del matrimonio y luego de reconocer
que existen graves problemas en él.

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En el estudio de Livingston y Kim (1992) se explica que se han hecho estu-


dios que indican niveles más altos de sintomatología depresiva en parejas durante
el periodo de ruptura (Aneshensel y Frerischs, 1982; Kaplan, Roberts, Camacho
y Coyne, 1982), aunque dichos estudios no ofrecen datos sobre una historia pre-
via de depresión en estas parejas. Por otra parte, señalan que ciertas evidencias de
la comunidad y de muestras de pacientes indican que las personas en matrimonios
infelices tienen altos niveles de depresión o una pobre salud mental (Gove, Hughes
y Style, 1983; Matussek y Wiegard, 1985).
El propio estudio de Livingston y Kim (1992) sobre las diferencias en los efectos
del divorcio en la depresión mayor en hombres y mujeres, encuentra que prevale-
cen puntuaciones más altas de depresión en hombres y mujeres experimentando
una ruptura matrimonial que en matrimonios felizmente casados.
Además, este estudio encuentra que aunque el proceso de separación o divor-
cio puede tener consecuencias importantes en lo personal, social y lo económico,
tanto para hombres como para mujeres, los hombres que participaron en este
estudio presentaron mayor riesgo de padecer depresión que las mujeres, siendo
un resultado que coincide con estudios previos (Gove, 1972; Hirschfeld y Cross,
1982; Radloff, 1975). Esto sugiere que el impacto de la ruptura matrimonial puede
suponer un mayor golpe a la salud mental de los hombres que de las mujeres.
Cuando la depresión ataca a las mujeres, suele hacerlo en una etapa tem-
prana de la ruptura matrimonial, según otros estudios (Briscoe y Smith, 1973;
Kitson, Babri, Roach y Placidi, 1989). Una de las conclusiones del estudio de
Livingston y Kim (1992) es que mucha de la literatura sobre el tema sugiere que
los problemas en el matrimonio son el “detonador” o el precursor de episodios
depresivos (Roy, 1987), asumiendo que la ruptura matrimonial y estos últimos
son eventos coexistentes.
Después de conocer las fases por las cuales con frecuencia caminarán las pare-
jas que deciden separarse y luego divorciarse, analicemos ahora los retos y tareas a
las que se enfrentan las parejas que caminan de la separación al divorcio que Clar-
ke-Stewart y Brentano (2006) reúnen de Kreider y Fields (2001):

1. Separarse emocional y psicológicamente con el objetivo de establecer iden-


tidades separadas.
2. En caso de los matrimonios con hijos, deben aprender su nuevo rol de
padres solteros.
3. Separarse económicamente y comenzar un nuevo patrimonio.
4. Reorganizar y restablecer su red social.
5. Enfrentar el proceso legal del divorcio, negociar el acuerdo económico y, en
el caso de tener hijos menores de edad, negociar también la custodia legal.

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Estas fases no siguen un camino ordenado cronológicamente, sino que se inte-


rrelacionan y, de acuerdo a Clarke-Stewart y Brentano (2006), el éxito o el fracaso
en una fase pueden alterar el adecuado afrontamiento de otra.

Depresión posdivorcio

Una vez que termina el proceso de divorcio y los miembros de la pareja se encuen-
tran con su nuevo estatus social, familiar e incluso económico, pueden sobreve-
nir estados de ansiedad y angustia que pueden acarrear episodios depresivos y
de soledad (Hetherington y Kelly, 2005). Hay que tomar en cuenta que al divor-
ciarse no sólo se rompe la relación con el cónyuge, sino, además, puede suponer
la ruptura de las relaciones con la familia del cónyuge, amistades e incluso con los
propios hijos. Como vemos, el divorcio puede llegar a crear una gran confusión
emocional, sobre todo al principio, e incluso en ocasiones una variada gama de
consecuencias en la salud mental (Amato, 2000). Por ejemplo, el estudio de Hope,
Power y Rodgers (1999, en Amato, 2000), comparó las puntuaciones de depre-
sión entre mujeres casadas y mujeres divorciadas en una muestra de Inglaterra y
encontró 180% de mayor puntuación en las mujeres divorciadas.
De acuerdo con Clarke-Stewart y Brentano (2006), la investigación sobre los
efectos del divorcio ha demostrado que, en promedio, las personas adultas divor-
ciadas son más angustiadas y deprimidas que las casadas o solteras (Davies, Avi-
son, y McAlpine, 1997). Haciendo una revisión sobre la literatura en este tema,
Clarke-Stewart y Brentano (2006) señalan también otros estudios como el de
Hope, Power y Rodgers (1999) en el que las madres divorciadas resultaron ser
200% más propensas a deprimirse que las madres casadas. En estudios como el de
Thabes (1997) se encontró que un cuarto de las mujeres que integraron la muestra
de su estudio, las cuales habían estado divorciadas en promedio durante 14 años,
tiene problemas clínicos significativos de depresión e incluso otros han repor-
tado altos niveles de síntomas psiquiátricos, en comparación con mujeres casadas
(Garvin, Kalter y Hansell, 1993; Weitoft, Haglund, Hjern y Rosén, 2002).
Clarke-Stewart y Brentano (2006) encontraron también que el suicidio y los
intentos de suicidio eran más frecuentes en hombres y mujeres divorciados alre-
dedor del mundo (Brockington, 2001; Cantor y Slater, 1995; Kposowa, 2000; Les-
ter, 1994; Weitoft, Haglund, Hjern y Rosén, 2002), y que las personas divorciadas
consumen más alcohol y desarrollan más adicciones (Magura y Shapiro, 1988;
Power, Rodgers, y Hope, 1999; Proudfoot y Teesson, 2002; Weitoft, Haglund,
Hjern y Rosén, 2002). En el Estudio Longitudinal de Virginia (Hetherington y
Kelly, 2005) se encontró que la depresión era más frecuente entre las divorciadas
con hijos varones. Encontraron que la causa era que las mujeres tenían el temor
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| Depresión y terapia de pareja ante el divorcio |

de que al divorciarse, sus hijos varones perdieran el modelo masculino y tenían la


creencia de que educar solas a un hijo varón es más difícil que a una hija (sobre
todo, cuando los hijos son adolescentes).
Después de esta revisión sobre los efectos del divorcio (Clarke-Stewart y Bren-
tano, 2006), los autores se preguntan si los problemas psicológicos que hemos
visto hasta ahora son el resultado del divorcio o si son más bien la causa. Los auto-
res responden que las personas con problemas de alcoholismo y depresión son
especialmente propensos al divorcio e incluso menos proclives al matrimonio.
Por otro lado, evidencias de la investigación determinan que estos problemas psi-
cológicos son resultado directo del divorcio. Los autores concluyen que el divor-
cio exacerba problemas psicológicos que ya estaban presentes antes del divorcio y
que se extienden una vez que éste sobreviene.

El camino hacia la autorregulación emocional posdivorcio

En el divorcio no todo es malo, y como pudimos comprobar en nuestro estu-


dio, después de un par de años las personas recuperan su estabilidad emocio-
nal. Al menos 76.5% de las personas dijo sentirse más feliz con su vida actual (al
momento de la encuesta) en comparación con su vida de casados. Pero ¿en qué
consiste el camino hacia la felicidad posdivorcio? Y sobre todo, ¿cómo pueden lle-
gar a ella las personas divorciadas?, ¿qué hace que las personas divorciadas tarden
más tiempo en encontrar la felicidad, o incluso no hacerlo?
En el elv (Hetherington y Kelly, 2005), después de 45 años de investigación en
el tema del divorcio, se afirma que la respuesta está en los factores de riesgo, en los
de protección y en la forma en que éstos actúan. Para estos autores, ambos factores
representan algo más que defensas y vulnerabilidades individuales, y será la interac-
ción entre ellos lo que propiciará que las personas desarrollen la resiliencia, consi-
guiendo así adaptarse a la nueva vida posdivorcio. A continuación se detallan los
factores de protección.

Factores de protección en el divorcio


(Hetherington y Kelly, 2005)

Madurez social

Para los autores del elv, la madurez social como protección en el divorcio repre-
senta cuatro cosas: 1) la capacidad de hacer planes para el futuro; es decir, reajustar

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el rumbo de la vida y reorganizar los objetivos personales y el nuevo proyecto


de vida; 2) el dominio de uno mismo; esto es, mantener el autocontrol como una
medida de autorregulación de la conducta, de los pensamientos y de los senti-
mientos; 3) enfrentarse a las dificultades con flexibilidad y actitud negociadora; en
otras palabras, hay que promover la adaptación a la nueva realidad, ya que la rigi-
dez y el rechazo sólo crearán sufrimiento; 4) ser socialmente responsable; la res-
ponsabilidad personal ayuda a generar responsabilidad para con los demás, si se
ayuda a los demás, los demás devuelven apoyo social.

Autonomía

El desarrollo de la autonomía posdivorcio traerá libertad, mientras que las per-


sonas que deciden quejarse por su divorcio y depender de otras personas tarda-
rán en sentir alivio.

Religiosidad

La afiliación a una religión aporta un factor de apoyo y de sostén. Creer en algo ya


es de por sí un factor de protección.

Locus de control interno

Tener locus de control interno ayuda a que después del divorcio las personas reto-
men sus recursos personales. Propicia una actitud proactiva y así se vuelven más
decididos para afrontar la nueva realidad.

Trabajo

Tener trabajo al momento del divorcio o comenzar a trabajar una vez divor-
ciado es un factor que ayuda para mantener ocupadas a las personas divorciadas
(mental y conductualmente). Esto es de beneficio para mantener un sentido de
auto-eficacia que ayude a construir la idea de que es posible seguir adelante con
la vida. En definitiva, el ingreso económico que se logra con un trabajo ayuda

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a desarrollar autonomía y seguridad, factores de suma importancia luego de un


divorcio.

Apoyo social

Las figuras que proveen apoyo social son llamadas por los autores “figuras de tran-
sición” (padres, amigos, hermanos(as), incluso un amante). Éstas proveen ayuda
desde el momento en que las personas toman la decisión de divorciarse hasta que
el proceso concluye. Facilitan la transición de la vida de casado a la vida de divor-
ciado, pero también a la de “nuevo soltero”. El elv afirma que sólo 15% de los par-
ticipantes del estudio que tenían una relación sentimental con otra persona antes
del divorcio se casaron con esa persona una vez que se divorciaban.

Una nueva relación íntima

Entre nuestra cultura es muy popular el dicho de: “un clavo saca a otro clavo”.
El elv encuentra que esto es cierto, al menos para un buen número de personas
en su estudio y adjudican al amor un papel de suma importancia para reparar el
dolor psicológico causado por una separación, afirmando que amar y ser amado
es una experiencia profunda e intensa que protege. Esto coincide con lo reportado
en este libro en el capítulo sobre los efectos del divorcio en las mujeres a partir de
su nivel de autonomía.

La posición social y económica

Los adultos del elv que tenían una educación superior y un trabajo tendían a estar
menos deprimidos, estaban más satisfechos con sus vidas y eran buenos padres
antes y después del divorcio.

La historia familiar

De acuerdo con el elv, el índice de fracaso matrimonial es más elevado entre los
hijos adultos de padres divorciados que entre los de padres no divorciados, y es

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aún más alto entre las hijas. Los comportamientos antisociales de los padres pue-
den llegar a tener un alto impacto negativo en el aprendizaje de los hijos.
Luego de conocer estos factores de protección y de riesgo, por lógica, podemos
deducir que mientras más factores de protección tengamos o podamos desarro-
llar, menores consecuencias negativas nos traerá un divorcio. Mantenerse cerca
de los factores de protección ayudará a encontrar el camino de la autorregulación
emocional, y hacer de la experiencia del divorcio una experiencia de crecimiento
y de aprendizaje constructivo.

Factores de riesgo en el divorcio (Hetherington y Kelly, 2005)

Personalidad antisocial

Tener comportamiento antisocial (peleas constantes con los amigos, la familia,


compañeros de trabajo, jefes; ser poco sensibles, impulsivos, agresivos; tener pro-
blemas menores con la ley, ira incontrolable) o una personalidad antisocial, de
acuerdo con el elv, vuelve más vulnerables a las personas a sufrir las consecuen-
cias desfavorables del divorcio.

La impulsividad

Las personas que actúan de manera impulsiva lo hacen tan rápido que no les da
tiempo de pensar en las consecuencias de sus actos. Son esclavos de sus impul-
sos, actúan visceralmente. El elv encontró que esta actitud es peligrosa luego del
divorcio, por ejemplo, al elegir una nueva pareja.

La neurosis

De acuerdo con los autores, el comportamiento neurótico conlleva un conjunto de


conductas ansiosas, obsesivas o depresivas, y al presentarse después de un divor-
cio crea diversos riesgos. El principal riesgo es que estos comportamientos alejen
el apoyo social y favorezcan la aparición de estrés y de angustia, lo cual propicia
una “parálisis emocional”. A los dos años del divorcio, los participantes del elv
que estaban bloqueados eran muy numerosos, hombres y mujeres deprimidas o
ansiosas se sentían incapaces de solucionar sus dificultades.

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Apego al ex cónyuge

Se refiere a un apego obsesivo que, lejos de beneficiar en algo, dificulta rehacer la


vida. En el elv, con el tiempo, la mayoría de las personas consiguió olvidar a su
antigua pareja, pero los que tardaban más en hacerlo era porque todavía se sen-
tían ligados a su antigua pareja por una mezcla compleja de emociones.

La cohabitación

Según el elv, la cohabitación aumenta el riesgo de divorcio y hay más rupturas


entre las parejas que cohabitan que entre las que están casadas; contrario a la
creencia popular de que vivir con alguien antes de casarse aumenta la probabili-
dad de tener un matrimonio duradero. Los autores explican que la cohabitación
atrae a las personas menos convencionales, y que por lo común son el tipo de per-
sonas que se sienten con menor obligación a cumplir con las normas.

La promiscuidad

Las personas más deprimidas del elv resultaron ser estas personas, aquellas que
después del divorcio mantuvieron una vida sexual promiscua. Este factor es aún
de mayor riesgo para las mujeres, incluso, los únicos siete intentos de suicidio a
lo largo del elv (más de 40 años) se presentaron en mujeres que tenían este fac-
tor de riesgo.

Método

Se realizó una investigación con personas divorciadas del área metropolitana de


Monterrey que fueron entrevistadas entre los años 2009 y 2010. Dicha investiga-
ción fue coordinada por el Cuerpo Académico Psicología Social y de la Salud de
la Facultad de Psicología de la uanl. La muestra no es probabilística; sin embargo,
se estimó un tamaño de muestra de 361 con el software nQuery 6.0, que tuviera
dos características: un poder estadístico de 85 y un nivel de confianza de 0.05. En
total, 382 personas fueron entrevistadas.
De la muestra estudiada, 37.2% corresponde a hombres y 62.8% a mujeres; la
edad promedio de toda la muestra es 37.3 años (en los hombres alcanza 36.9 años

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y en las mujeres 37.6), con dos hijos en promedio y con una escolaridad media de
12 años, semejante en hombres y mujeres.

Resultados

Depresión posdivorcio

Sin duda, atravesar por la experiencia del divorcio es un proceso complejo, que
con cierta frecuencia compromete la salud mental de quienes atraviesan por
ella. En este sentido, los resultados de nuestro estudio, en cuanto a depresión
se refiere, indican que sólo 4% de las personas afirma sentirse bastante desani-
mada y deprimida y 1.9% sentirse así todo el tiempo. Cabe destacar que de las
personas que refirieron sentirse desanimadas y deprimidas bastante o todo el
tiempo, la mayoría son mujeres (19 de 22 personas) y 60 de las 86 que dijeron
sentirse así algunas veces también fueron mujeres. Casi un cuarto de la mues-
tra algunas veces se siente desanimada y deprimida (22.9%), frente a 27.5% que
refiere sentirse de esta manera muy pocas veces. Casi la mitad de las personas
encuestadas (43.7%) no se ha sentido ninguna vez desanimada y deprimida.
Hay que mencionar que las personas de la muestra tenían en promedio cuatro
años y medio de haberse divorciado, razón por la cual no se observaron con-
secuencias negativas en su estado de ánimo. Se observa una ligera tendencia
a presentar más estados depresivos en los meses siguientes al divorcio y hasta
cumplir el primer año; posteriormente, las cifras van en decremento, es decir,
mientras mayor sea la distancia temporal del divorcio, menor frecuencia de
estados de ánimo depresivos.
Por otro lado, 50% de las personas de nuestro estudio expresó que ninguna
vez se ha sentido decaído al grado de que nada puede animarle. Casi la cuarta
parte (24%) se ha sentido así pocas veces, 19% algunas veces y cerca de 5% se
sintió así bastante tiempo. En contraste, 76.5% de las personas se siente más feliz
con su vida actual en comparación con su vida matrimonial; 12% dijo sentirse
igual de feliz, y sólo 2.9% se siente menos feliz. Y en concordancia, 66% de la
muestra dice no arrepentirse de la decisión de divorciarse, mientras que 29%
manifiesta que antes sí se arrepentía, pero ahora ya no, y sólo 5.4% se mantiene
arrepentido. Es interesante observar que hay una relación significativa entre esta
felicidad y el no arrepentimiento en las personas de la muestra. Es decir, las per-
sonas que expresaron un alto grado de felicidad también expresaron un alto con-
vencimiento de que la decisión del divorcio fue la correcta.

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| Depresión y terapia de pareja ante el divorcio |

Aunque no se arrepienten, la mayoría de las personas de la muestra (40%) no


sabe si volverá a casarse o a unirse a otra persona, 34% piensa volver a casarse y
26% definitivamente no piensa volver a hacerlo.

Divorcio y psicoterapia

Además de conocer la presencia de estados depresivos en las personas divorcia-


das, nos interesaba en particular conocer si las personas divorciadas que partici-
paron en esta investigación habían asistido a terapia antes del divorcio, ya sea de
manera individual o en pareja, con el objetivo de aliviar los conflictos y así evitar
el divorcio. Recordemos que en nuestro estudio participaron un total de 382 per-
sonas, 142 hombres y 240 mujeres. En total, 32 personas mencionaron que bus-
caron atención y recibieron terapia individual o de pareja antes de su divorcio, de
estas 32 personas, nueve eran hombres y 23 mujeres.
Lo interesante es que de estas 32 personas, sólo cuatro mencionan haber reci-
bido terapia en compañía de su pareja; el resto recibió terapia individual orien-
tada a mejorar su relación de pareja para evitar el divorcio. Este resultado nos da
cuenta de la escasa ayuda terapéutica que las parejas en conflicto reciben, a pesar
de que la terapia de pareja ha demostrado ser un tratamiento empíricamente vali-
dado (es decir, que a través de estudios controlados se ha demostrado su eficacia
en comparación con el no tratamiento) del cual se benefician las parejas en con-
flictos. Así lo demuestran diversas investigaciones realizadas sobre la eficacia de
los modelos de terapia para atender conflictos de pareja (Dunn y Schwebel, 1995;
Hahlweg y Markman, 1988; Plattor, 1990; Pinsof y Wynne, 1995).
Autores como Wills (2001) señalan que los resultados de los estudios sobre
terapia de pareja sugieren que al final de un tratamiento de pareja, 75% de las
parejas mejoran sus conflictos, en comparación con parejas similares que no reci-
ben tratamiento. Señala, además, que 65% de las parejas que acuden a terapia
reporta mejorías significativas tomando en cuenta sus puntuaciones en escalas
que miden la satisfacción marital. Asimismo, añade que aunque la mayoría de las
parejas se beneficia de la terapia, no necesariamente ambos cónyuges van a expe-
rimentar los mismos cambios o beneficios.
El estudio de la eficacia de la terapia de pareja deja claro que ésta funciona la
mayoría de las veces. Aun así, como hemos señalado, la mayoría de los partici-
pantes de nuestro estudio no asistió a terapia de pareja, sino más bien acudieron
a otras instancias como fuentes de apoyo, tales como los sacerdotes, ministros o

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

pastores de iglesia, la familia y amigos, y fueron las mujeres las que más buscaron
ayuda de estas instancias, en comparación con los hombres.

Percepción de la eficacia de la terapia de pareja

Para las personas que recibieron terapia, lo que expresaron que les había ayudado
más fue a darse cuenta de que los problemas no eran culpa suya, a reflexionar, pen-
sar bien las cosas, a estar seguros de la decisión, a sentirse mejor y ser personas más
seguras. A quitarse el miedo, a decidir no seguir juntos y superar el engaño. A darse
cuenta de que su esposo estaba muy enfermo, darse cuenta de que el divorcio era lo
mejor. A hablar y expresar lo que sentían y tomar una buena decisión.
Por otro lado, algunas personas reportaron que lo que menos les ayudó de
la terapia fue que en ella decían que todo era por su culpa; no ayudó a arreglar la
situación del matrimonio, insistir en no divorciarse, no evitar el divorcio, los senti-
mientos involucrados hacia el esposo, no entender el problema del esposo, y que el
esposo siguiera con la misma actitud.
Los que recibieron terapia de pareja afirman que lo que fue más útil para ellos
fue desarrollar la habilidad para hacer amigos, ubicarse en la situación del pro-
blema de la pareja, tomar las cosas con serenidad y los consejos que el terapeuta les
daba. Sin embargo, algunas personas refirieron que a pesar de acudir en pareja a
la terapia, ésta no ayudó en nada y no ayudó a evitar el divorcio.
En cuanto a ello, les preguntamos a las personas de la muestra que, si conside-
raban que la terapia les ayudó a ellos y a sus ex parejas en algo, ¿por qué, a pesar de
eso, el divorcio fue inevitable? Las respuestas fueron: debido a discusiones, falta de
madurez, el haberse hecho daño, porque la terapia les hizo ver lo que era su marido,
o falta de cooperación de la pareja. Otros refieren que la terapia ayudó a tomar la
decisión del divorcio. Necesidad de espacio y tiempo. También se menciona la falta
de experiencia, incompatibilidad o la presencia de una tercera persona en la rela-
ción de pareja. También se refieren los problemas del esposo con el alcohol o que
éste nunca quiso asistir a la terapia.

Percepción de la ineficacia de la terapia de pareja

Por otro lado, dado que habían considerado que la terapia no había sido de ayuda
para evitar el divorcio, nos interesaba conocer: ¿qué aspectos de la terapia o del
terapeuta cambiarían? Algunas personas comentaron que al terapeuta le faltó

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| Depresión y terapia de pareja ante el divorcio |

acercarse a su esposo y hacerlo reflexionar, que el psicólogo fuera hombre, por


empatía, o simplemente la falta de más sesiones de terapia.

Relación terapéutica en la terapia de pareja

Una variable estudiada en las investigaciones en psicoterapia es la relación terapéu-


tica. Es decir, la relación de trabajo cooperativa que se da entre el terapeuta y el
paciente con el objetivo de facilitar el cambio en este último. En cuanto a esto, se
preguntó a las personas de nuestro estudio que consideraban que la terapia no había
sido de utilidad para evitar el divorcio, si, en caso de necesitar en el futuro apoyo
de un psicoterapeuta para resolver cualquier otro conflicto personal o interperso-
nal, asistirían con el mismo terapeuta o con uno diferente. Aunque muy pocas per-
sonas respondieron, la mayoría respondió que escogería al mismo. Las razones
para escogerlo fueron: porque éste hizo poner las cosas en la balanza y ver cómo era
su esposo, sentirse más segura, le agradaba su manera de comunicarse, le gustaba
la forma de llevar el tema del divorcio, porque reconocía que era una persona muy
humana y confiable, y en definitiva porque el problema no era el terapeuta.
Los que prefirieron un terapeuta diferente mencionaron que fue debido a no
quedar satisfecha con la terapia, porque el terapeuta nunca estaba, porque no le
ayudó, o para ver si otro terapeuta tiene otra forma de pensar.
A la pregunta sobre qué había sido lo más importante de la terapia de pareja,
algunas personas respondieron que sentir que el terapeuta nos quería ayudar, el
terapeuta se dio cuenta de que el problema era el esposo, la atención y cómo nos tra-
taba, el hecho de confirmarme que mi matrimonio no se rescataría. En cuanto a lo
más importante de la terapia individual (sobre el tema de pareja), algunas perso-
nas respondieron que la terapia le dio más seguridad, ayudó a sentir menos culpa, a
visualizar las cosas y tomar las riendas de la familia, los consejos y retos que el tera-
peuta ponía, ayudó a la autovaloración y a subir la autoestima. Ayudó también a
comprender el divorcio y la forma en que la terapia les ayuda a ver las cosas.
También preguntamos acerca de qué les había gustado más del terapeuta con
quien estuvieron en terapia de pareja. Algunas personas respondieron de manera
general, por ejemplo: su ayuda, que con él pudo decir lo que sentía, haber sido escu-
chada y sentirse importante. Quienes estuvieron en terapia individual menciona-
ron que lo que más les gustó del terapeuta fue sentirse apoyada, su paciencia, su
método, le ayudó a levantar su autoestima, la explicación de cada cosa relacionada
a sus problemas de pareja, el ser directo, amable, demostrar importancia por su
situación, y que la hacía reflexionar.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Otras fuentes de apoyo ante el divorcio

En nuestro estudio pudimos comprobar no sólo que la mayoría de las perso-


nas de la muestra no asistió a terapia (ya sea en formato individual o en pareja
para trabajar las diferencias y problemáticas que dieron pie al divorcio) antes del
divorcio, sino que tampoco buscaron apoyo en otras instancias cercanas. 235
personas (67%) dijeron tampoco haber buscado ayuda en otras personas. No
obstante, pudimos comprobar que 113 personas (33%) sí buscaron apoyo en
otras instancias, como un sacerdote, pastor o ministro de la Iglesia (en suma
23%), en ambos padres (4%) o en alguno de ellos, en los hermanos (7%), o
en la familia en general (3%), incluso en los suegros (24%). Esta información
puede ampliarse más en este libro en el capítulo de Rogelio Rodríguez y Manuel
Ribeiro sobre fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados, en
donde se comprobó que las mujeres tienen más fuentes de apoyo social, y éstas
provienen en mayor medida de familiares y de otras personas del sexo feme-
nino. En cambio, para los hombres, las fuentes de apoyo social provienen de
amigos y de personas del sexo masculino.

Conclusiones

En este trabajo buscábamos saber si las personas que integraron la muestra en


nuestro estudio percibían estados depresivos; así, pudimos observar que éstos fue-
ron más frecuentes unos meses después y hasta el primer año posterior al divor-
cio. Pasando el primer año se observó una mejoría, lo cual indica que a menor
distancia del divorcio, puede existir mayor probabilidad de atravesar por estados
depresivos. Dado que sólo 22 personas de 387 que integraron nuestro estudio dije-
ron sentirse deprimidos y desanimados todo el tiempo (con una media de cuatro
años y medio de haberse divorciado), podemos intuir que sólo una pequeña can-
tidad de personas desarrollará un trastorno depresivo mayor después de un divor-
cio, incluso después de varios años de sucedido. No obstante, de estas 22 personas
que sí se sentían deprimidas y desanimadas, más de la mitad eran mujeres, lo cual
nos hace pensar que para las mujeres divorciadas parece haber más probabilidad de
deprimirse que para los hombres, lo cual coincide con reportes de mayor prevalen-
cia de depresión en mujeres de la población general que en hombres (apa, 2002).
Por otro lado, en nuestro estudio, la mayoría de las personas no se sentía
deprimida y quizás esto se explique por el hecho de que el promedio de años de
divorcio de la muestra fue de 4.5. En resumen, la depresión, como consecuencia

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| Depresión y terapia de pareja ante el divorcio |

del divorcio, puede aparecer con mayor probabilidad durante el primer año poste-
rior a éste y las mujeres pueden ser más susceptibles de padecerla que los hombres.
A mayor distancia del divorcio puede ser menos probable sentirse deprimido, al
menos como consecuencia directa del proceso.
También nos preguntábamos si las parejas que se divorcian, en algún momento
previo buscan ayuda de un profesional de la salud mental a través de psicotera-
pia de pareja para evitar su divorcio. Descubrimos que muy pocas parejas asis-
ten a terapia de pareja, menos de 1% de las personas que integraron la muestra
de nuestro estudio informó haber recibido terapia junto con su pareja, y aunque
ésta no evitó el divorcio, sí resultó eficaz para comprender mejor los problemas
y tomar decisiones.
Existe evidencia de que los modelos de terapia marital conductual, la tera-
pia marital cognitivo-conductual y la terapia marital orientada al insight son más
efectivos en ayudar a alcanzar cambios favorables en distintas áreas de la relación
de las parejas que el “no tratamiento” (Dunn y Schwebel, 1995). A pesar de que
hoy en día contamos con investigación que nos comprueba la eficacia de la terapia
de pareja desde varios modelos de tratamiento, las personas de nuestro estudio
buscaron muy poca ayuda en los profesionales de la salud mental y se concentra-
ron en solicitar ayuda a familiares y amigos. Este resultado significa que las pare-
jas pueden estar recibiendo bastante apoyo social de otras fuentes, pero escasa o
nula orientación especializada para afrontar los conflictos en la pareja y modifi-
car así pautas de comportamiento disfuncionales, creencias erróneas y también
para promover sus habilidades de manejo de conflictos y de solución de proble-
mas. Ante esto, sólo nos queda hacernos una pregunta retórica sobre las personas
que integraron nuestro estudio: de haber solicitado terapia de pareja, ¿cuántos de
ellos seguirían casados en la actualidad?
Descubrimos también datos interesantes sobre la percepción que tenían las
personas de nuestra muestra acerca de la eficacia y la ineficacia de la terapia de
pareja, así como datos relevantes sobre la relación terapéutica, lo cual nos faci-
lita datos cualitativos significativos para orientar el trabajo clínico con parejas en
situación de conflicto.
Por último, las consecuencias psicológicas de un divorcio dependerán de un
gran número de factores y, como hemos visto, los factores de protección dismi-
nuyen la posibilidad de sufrir emocionalmente, en este sentido, las personas que
se enfrenten a un divorcio, pueden analizar cuáles de estos factores de protección
están presentes y cuáles tendrían que trabajar con miras a su desarrollo. Se reco-
mienda la terapia de pareja como un medio eficaz para la búsqueda de soluciones
con la cual pueda evitarse el divorcio.

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Las fuentes de apoyo social
en hombres y mujeres divorciados
Rogelio Rodríguez Hernández y Manuel Ribeiro Ferreira

Introducción

U na de las transformaciones que han experimentado las familias mexicanas


desde la segunda mitad del siglo xx es el aumento de los divorcios. A pesar de
que las tasas de divorcios en México en la actualidad son bajas comparadas con las
mostradas por los países de Norteamérica y Europa Occidental, e incluso con las de
otros países latinoamericanos, han experimentado un crecimiento en términos rela-
tivos y absolutos durante los últimos 40 años (inegi, 2010). Por tal razón, es posi-
ble esperar que en el mediano y largo plazos la proporción de divorcios en México
alcance niveles similares a los mostrados por esos países hoy en día.
Hasta el momento se han logrado considerables avances en el conocimiento
de la experiencia del divorcio y sus eventos asociados. Sin embargo, tal conoci-
miento se ha producido principalmente en los países desarrollados, en especial en
Estados Unidos, por lo que es poco lo que se sabe sobre el fenómeno en México
y Nuevo León. El estudiar el divorcio en las particularidades de la sociedad mexi-
cana es de relevancia debido a que algunos autores sostienen que la experiencia del
divorcio y sus consecuencias dependerán de ciertos aspectos de la organización
sociocultural del país en cuestión (Amato, 1994). Además de esto, la investiga-
ción del divorcio en México se hace necesaria debido a la carencia de información
que fundamente las políticas públicas y programas de intervención destinados a
apoyar al creciente número de familias mexicanas que experimentan una diso-
lución marital.
Uno de los hallazgos reiteradamente encontrado en los estudios destinados a
comprender el divorcio es la naturaleza estresante del mismo, tanto en los hom-
bres, mujeres y niños involucrados (Amato, 2000). El divorcio es un evento que

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

implica cambios en todos los aspectos de la vida y hacia los cuales los divorcia-
dos necesitan adaptarse. En este sentido, las personas deben llevar a cabo dos
tipos de ajustes: a la disolución del matrimonio y al inicio de una nueva vida (Spa-
nier y Casto, 1979). El primer tipo de ajuste implica enfrentar el proceso legal,
las reacciones de la red social hacia la separación y la pérdida de la pareja, entre
otros; mientras que el segundo ajuste está relacionado con el inicio de una vida
en un nuevo hogar, posiblemente con menos dinero y sin los hijos, por ejemplo.
Este proceso de adaptación suele ser estresante, doloroso y puede provocar efec-
tos negativos que prevalecen por mucho tiempo.
Prueba de estos problemas de ajuste es la amplia variedad de datos que mues-
tran que las personas divorciadas presentan menos bienestar y más problemas
psicosociales que las personas en otros estados maritales. De esta manera, las
personas que han experimentado un divorcio registran menor satisfacción con
la vida que aquellos que están casados (Evans y Kelley, 2004). De forma simi-
lar, comparados con los casados, las personas divorciadas presentan en mayor
medida síntomas psiquiátricos (Garvin, Kalter y Hansell, 1993), consumo de alco-
hol (Magura y Shapiro, 1988), síntomas de depresión (Lorenz, Wirckrama, Con-
ger y Elder, 2006) y un mayor número de eventos dolorosos y estresantes en sus
vidas, tales como problemas con los hijos, en el trabajo y con familiares (Garvin,
Kalter y Hansell, 1993; Lorenz, Simons, Conger, Elder, Johnson y Chao, 1997).
Estos problemas de ajuste no son experimentados en igual forma por todas las
personas divorciadas, de ahí que algunos individuos se recuperan con rapidez, e
incluso hay quienes experimentan la disolución del matrimonio como un evento
de liberación y crecimiento personal. En tanto, otros tardan mucho tiempo en
volver a colocarse en los niveles de bienestar previos al divorcio. En esta línea de
argumentación, existe una serie de factores que moderan el impacto de los even-
tos estresantes que la disolución marital suele traer consigo. Uno de tales factores
que ha sido más estudiado y el cual es el centro de atención del presente capítulo
es el apoyo social, esto es, la ayuda percibida y recibida por las personas que com-
ponen la red social más cercana del individuo que puede amortiguar los efec-
tos negativos del estrés asociados con el divorcio (Hughes, 1988; Hughes, Good y
Candell, 1993; Smerglia, Miller y Kort-Butler, 1999).
Aunque la relación entre apoyo social y bienestar personal posdivorcio existe
y se ha demostrado en muchos contextos nacionales, la misma es compleja y
muestra muchos matices. Como se revisará, no todas las formas que adopta la
ayuda son igualmente efectivas para las distintas áreas del bienestar del hom-
bre o mujer divorciados. Asimismo, el apoyo otorgado se da en contextos inter-
personales moldeados por normativas socioculturales específicas (como ejemplo

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| Las fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados |

de la influencia cultural sobre el apoyo otorgado en el contexto del divorcio,


véase Tomassini, Glaser y Stuchbury, 2007), de tal manera que puede recibirse
más ayuda de unas fuentes de apoyo que de otras, de distintas formas, y pro-
bablemente, algunas sean más efectivas en beneficio del divorciado. Asimismo,
los beneficios de las conductas de apoyo dependerían de las características del
receptor de la ayuda.
Por todo lo anterior, como una contribución para comprender la dinámica del
apoyo social en el bienestar psicosocial de las personas divorciadas en el contexto
mexicano, en este capítulo se presentan los resultados de un estudio que explora
los sistemas de apoyo social informales en una muestra de hombres y mujeres
divorciados y separados en Monterrey, Nuevo León. En dicho estudio, los tipos
de apoyo evaluados son aquellos recogidos por la Entrevista de Apoyo Social Ari-
zona (assis, en lengua inglesa) creada por Manuel Barrera (1981). Se espera que
los datos presentados en estas páginas tengan posterior replicación y sean la base
para el desarrollo y mejoramiento de las intervenciones individuales y sociales
dirigidas a aumentar el bienestar de las personas divorciadas y sus familias.

Apoyo social y divorcio

Conceptualización del apoyo social

El proceso de divorcio tiende a incluir eventos estresantes tales como la caída del
bienestar económico, el separarse de una persona a la que aún puede amarse, la
pérdida del contacto con los hijos, entre otros; situaciones cuya gravedad está
mediada por una serie de recursos y factores moderadores. Algunos de estos
factores se encuentran en la persona, otros se localizan en las interacciones per-
sonales, mientras que algunos otros están en los escenarios estructurales (Amato,
2000). Uno de los factores que ha recibido atención por parte de una gran multitud
de estudios es el apoyo social.
En la presente época es aceptado que el apoyo social es un factor que modera
el impacto de una amplia cantidad de enfermedades y eventos de vida estresan-
tes. Principalmente desde la década de 1970 (aunque autores tales como Brownell
y Shumaker [1984] trazan de manera implícita los inicios del estudio del apoyo
social a principios del siglo xx con la publicación de Emile Durkheim sobre el sui-
cidio), las investigaciones emprendidas desde diversas disciplinas bajo el concepto
de “apoyo social” han tendido a encontrar relaciones positivas entre el contar con
dicha ayuda y el bienestar físico y mental de la persona.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Por ejemplo, se ha documentado que las diversas modalidades del apoyo social
son moderadores para problemas físicos tales como los relacionados con la pre-
sión arterial (Rodríguez, Burg, Meng y otros, 2008) y para problemas de salud
mental como la depresión (por ejemplo, Littlefield, Rodin, Murray y Craven,
1990). Incluso, se ha especulado que la mayor esperanza de vida que muestran
las mujeres en comparación con los hombres pudiera deberse en parte a que las
primeras tienen un mayor acceso al apoyo social que los hombres (Barbee, Cun-
ningham, Winstead y Derlega, 1993). Por estas razones, en la actualidad se con-
sidera al apoyo social como un concepto clave para entender la relación entre el
ambiente social y el bienestar de la persona.
Aunque el concepto de apoyo social puede ser fácilmente entendido de forma
intuitiva, no existe una definición única del mismo ni una sola metodología para
medir el concepto. Relacionado con esto, también se carece de una teoría integra-
dora que explique su funcionamiento. Algunos autores (Veiel y Baumann, 1992)
mencionan que el concepto de “apoyo social” ha sido definido aludiendo a cier-
tas características de las personas, sus comportamientos interpersonales o de los
sistemas sociales; y por virtud de los tipos (por ejemplo, apoyo emocional o ins-
trumental), fuentes (familia o amigos), u otras expresiones que tome la ayuda
otorgada. En la revisión de la literatura teórica y empírica sobre apoyo social lle-
vada a cabo para el presente trabajo, se encontraron algunas definiciones, las cua-
les se enumeran a continuación:

■■ El apoyo social puede incluir las características de la red social del indivi-
duo, la ayuda otorgada por otros, o la ayuda disponible cuando sea necesa-
ria (Sarason, Sarason y Pierce, 1990).
■■ Formas en las cuales las relaciones sociales moderan la influencia del estrés
en la salud y el bienestar (Albrecht y Goldsmith, 2003).
■■ Estructura, funcionamiento y evaluación subjetiva de las relaciones inter-
personales (Depner, Wethington e Ingersoll-Dayton, 1984).
■■ Intercambio de recursos entre dos individuos, el cual es percibido por el
proveedor o receptor (del apoyo) con la intención de mejorar el bienestar
del receptor (Shumaker y Brownell, 1984).
■■ El apoyo social se refiere a la provisión, por parte de la red social, de recur-
sos materiales y psicológicos con la intención de beneficiar la habilidad de
una persona de enfrentar el estrés (Cohen, 2004).

Como se puede deducir de esto, parte de la dificultad para llegar a una defi-
nición consensada sobre el término “soporte social” está en la complejidad del
fenómeno que denota. Por esta complejidad se ha afirmado que el concepto de

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apoyo social debe ser abandonado por otros constructos menos vagos e impreci-
sos (Barrera, 1986). También se ha sostenido que una mejor forma de entender
el apoyo social es refiriéndose a él como un metaconstructo o concepto general
compuesto por varios constructos subsidiarios, los cuales se relacionan en un pro-
ceso dinámico de transacciones entre el individuo y su ambiente (Vaux, Riedel y
Stewart, 1987). Estos conceptos son los recursos que son proporcionados por la red
de apoyo, las conductas de apoyo y las evaluaciones subjetivas de apoyo. No obs-
tante, a pesar de que dichas afirmaciones se hicieron hace más de 20 años, a la fecha
sigue siendo práctica común dar el nombre general de “apoyo social” al apoyo estu-
diado, independientemente del tipo o dimensión del apoyo que se aborde en un
estudio en particular.
Por otra parte, la mayoría de los estudios y las medidas utilizadas tienden a
localizarse en alguna de las tres categorías amplias de apoyo social que han sido
definidas: apoyo social como integración, apoyo social percibido y apoyo social
recibido (Barrera, 1986; Sarason, Sarason y Pierce, 1990). El apoyo social como
integración se refiere a las conexiones que la gente tiene con otras personas sig-
nificativas en su ambiente cotidiano; en otras palabras, es el “sentido psicológico
de comunidad” de la persona (Barrera, 1986). El lado contrario de este sentido de
pertenencia es el aislamiento social y la alienación.
El apoyo social percibido o disponible, por otra parte, se define como la evalua-
ción cognitiva por parte de la persona de estar cerca de los demás y ser apoyado por
ellos, y ha sido medido como la confianza del individuo acerca de la ayuda disponi-
ble por parte de los demás cuando le fuere necesario (Barrera, 1986). El apoyo social
recibido, por el contrario, incluye las acciones que los otros llevan a cabo para ayu-
dar a la persona; en otros términos, es el apoyo “real” o ejercido (Barrera, 1986).
La distinción entre apoyo social percibido y apoyo social recibido es impor-
tante no sólo en términos conceptuales, sino también porque ambos fenómenos
tienen diferentes implicaciones para el bienestar del individuo. De esta manera, se
ha demostrado que el apoyo social percibido presenta relaciones más altas con la
salud mental y el bienestar que el apoyo social recibido (Son, Lin y George, 2008);
y contra lo que pudiera pensarse, ambos fenómenos están pobremente relacio-
nados en la vida real. En esta línea de argumentación, una revisión de una serie
de estudios al respecto mostró que la correlación entre apoyo social percibido y
apoyo social recibido no era mayor a .35 (Haber, Cohen y Lucas, 2007). Si toma-
mos como referencia dicha cifra, esto significaría que el apoyo percibido está
determinado en alrededor de sólo 12% por el apoyo social recibido, lo cual signi-
ficaría que ambos tipos de apoyo son derivaciones de otra entidad más general o
incluso serían dos fenómenos distintos.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Por otra parte, y como ya se dejó entrever en uno de los párrafos anteriores, la
ayuda provista, ya sea percibida o recibida de manera real, se puede expresar en
diversas formas. Así, Barrera y Ainlay (1983), revisando 10 artículos respecto al
tema, detectaron seis distintos tipos de soporte social:

■■ Ayuda material. Esto se refiere a la provisión hacia el receptor de cosas tan-


gibles como el dinero y otros objetos físicos.
■■ Asistencia conductual o física. Este tipo de ayuda incluye el apoyar al
receptor con tareas o deberes que involucren tiempo y trabajo o activi-
dad física.
■■ Interacción íntima. Las interacciones íntimas incluyen aquellas conduc-
tas de consejería y apoyo tales como escuchar y expresar respeto, entendi-
miento y admiración.
■■ Guía directiva. La guía directiva consiste en el ofrecimiento de consejos,
información o instrucción útiles en la vida cotidiana.
■■ Retroalimentación positiva. La ayuda ubicada en esta categoría comprende
el proveer a las personas de información sobre su conducta, pensamientos
y sentimientos. Esto es, hacerle saber al receptor de la ayuda que es secun-
dado en sus opiniones y sentimientos.
■■ Interacción social positiva. Este tipo de apoyo se refiere a los intercambios
sociales que involucran diversión, esparcimiento y uso de tiempo libre.

Sin embargo, en el estudio empírico que los autores mencionados llevaron


a cabo para probar la validez de esta clasificación, sólo cuatro tipos de ayuda
emergieron: ayuda material, interacción social íntima, guía directiva e interac-
ción social positiva. Otras tipologías de apoyo más utilizadas a la fecha dividen al
apoyo social en tres grandes categorías: apoyo emocional (el cual se refiere a las
acciones que provocan sentimientos de confort y que guían al individuo a creer
que es admirado, respetado, aceptado y querido), apoyo cognitivo (el cual consiste
en información, conocimiento o consejos que ayudan a la persona a entender su
mundo y guiarse en él) y apoyo material (el cual abarca bienes y servicios tangi-
bles que ayudan a resolver problemas prácticos) (Jacobson, 1986).
De manera similar a los tipos de apoyo social percibido y recibido, las distin-
tas formas que puede tomar el apoyo tienen implicaciones diferentes para el bie-
nestar del individuo en algunos eventos estresantes. De esta forma, en el caso del
divorcio y otras situaciones que involucran estrés, se ha encontrado que no todos
los tipos de apoyo (ya sea material, cognitivo o informacional) contribuyen en
igual medida al bienestar de la persona (Hughes, 1988; Hughes, Good y Candell,
1993; Smerglia, Miller y Kort-Butler, 1999; Thompson y Peebles-Wilkins, 1992).

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| Las fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados |

A partir de toda esta discusión sobre la complejidad del concepto de apoyo


social, se hace necesario un posicionamiento respecto a qué se entiende por tal
concepto en este estudio. Así, aquí se definirá como apoyo social a la asistencia
o ayuda expresada de forma real (por contraparte a la ayuda percibida), la cual
toma diversas expresiones (material, emocional e informacional o cognitiva) y
que recibe la persona por parte de los hombres y mujeres que forman parte de su
red social más inmediata. Cabe señalar que en esta definición se pone énfasis en
los sistemas de apoyo informal (aquellos proporcionados por familiares, amigos,
pareja, entre otros) por encima del apoyo formal o institucional, aunque no se
niega la importancia de este último.
Por otra parte, en lo referente a los mecanismos de operación, se acepta que el
apoyo social —y en general las relaciones sociales— promueve la salud a través
de dos mecanismos básicos: amortiguamiento del estrés (stress-buffering) y por
medio de los efectos principales (main effects) (Cohen, 2004). El primer modelo
plantea que las conexiones sociales benefician la salud por medio de la provisión
de recursos materiales y psicológicos necesarios para enfrentar el estrés. Desde
esta perspectiva, se predice que el apoyo social beneficia a aquellos que viven
alguna adversidad; por el contrario, el apoyo social no tendría un papel impor-
tante en la salud de las personas que no están sujetas a demandas estresantes. El
apoyo social amortiguaría los efectos adversos del estrés al promover interpreta-
ciones menos amenazantes de los eventos desfavorables, a la vez que fomentaría
estrategias efectivas para enfrentar el estrés.
El modelo de los efectos principales, en contraparte, argumenta que las relacio-
nes sociales son benéficas independientemente de si la persona se encuentra bajo
estrés. Entonces, el apoyo social promueve estados psicológicos positivos (sentido
de identidad, propósito, auto-valoración y afectos positivos) los cuales inducen
respuestas fisiológicas que impulsan la salud. Este apoyo provee de información a
la persona y es una fuente de motivación y presión social para que ella o él cuiden
de sí mismos. En resumen, el modelo del amortiguamiento del estés supone que
el apoyo social funcionará principalmente en periodos de estrés, mientras que el
modelo de los efectos principales argumenta que el apoyo será efectivo en situa-
ciones libres de éste.
Todo lo señalado sobre el apoyo social puede llevar a la idea de que se trata
de un fenómeno estático. Contrario a esto y para tener una mejor comprensión
del concepto, se debe tener en cuenta que el apoyo social es un proceso dinámico
que se desarrolla en contextos específicos. Un ejemplo de un elemento contex-
tual que moldea el proceso del apoyo es el tiempo. Esto es, la asistencia se da en
momentos particulares de la enfermedad o evento estresante, y de forma simi-
lar, el apoyo otorgado puede tener distinta duración. En este sentido, se ha dicho

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que los efectos de una conducta de apoyo pueden cambiar a lo largo del tiempo,
de tal manera que una consecuencia positiva del apoyo puede disiparse con el
tiempo, volverse más fuerte o ser negativa con el pasar de los meses; y viceversa,
un apoyo que inicialmente tiene efectos adversos puede volverse positivo después
(Shumaker y Brownell, 1984).

Apoyo social y en el contexto del divorcio:


cambio en la red social y fuentes de apoyo
de la persona divorciada

Una de las áreas donde se ha aplicado el conocimiento desarrollado sobre el


apoyo social es la relacionada con el divorcio. Como ya se indicó, la disolución
del matrimonio suele implicar el enfrentarse con una serie de eventos adver-
sos, los cuales pueden afectar negativamente a corto y largo plazos a la persona
divorciada. El manejo de tales eventos puede ser facilitado por los diversos tipos
de ayuda que la persona recibe por parte de los otros individuos. Por tanto, el
conocer la manera en que el apoyo social influye sobre el ajuste postseparación
es importante para diseñar intervenciones que traten de disminuir el malestar y
fomentar el bienestar psicológico y social de las personas divorciadas y en pro-
ceso de divorcio.
Sin embargo, para entender de forma integral la dinámica que ocurre entre el
apoyo social y la adaptación a la vida posdivorcio, primero se debe tener en cuenta
el cambio en las redes sociales que todo divorciado o divorciada enfrenta. La sepa-
ración matrimonial involucra un cambio (a veces radical) del círculo social en el
cual la persona se encuentra inmersa, debido a que algunas relaciones sociales que
estaban vinculadas con la provisión de apoyo con frecuencia se pierden, a la vez
que otras pueden ganarse.
De entrada, la persona divorciada pierde una fuente muy importante de apoyo
social: su pareja. Además, puede perder contacto con amigos, con los hijos y con
la familia política. No obstante, al mismo tiempo, puede ganar otras relaciones
sociales. Estos cambios en la red social pueden ser un motivo adicional de estrés y
malestar para el hombre o la mujer divorciada. Prueba de ello son los resultados de
un estudio publicado por Mitchell-Flynn y Hutchinson (1993), quienes encuen-
tran que para una muestra de hombres divorciados en Estados Unidos, algunas de
las principales preocupaciones y dificultades en los primeros seis meses después
de la separación conyugal fueron aquellas relativas a las relaciones interpersona-
les: soledad, conocer nuevos amigos y establecer nuevas relaciones amorosas.

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| Las fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados |

En el estudio del cambio de las redes sociales, diversas investigaciones han


encontrado que la red social de los hombres y mujeres divorciados cambia en
tamaño, composición, estructura, intensidad y cercanía después de la disolu-
ción conyugal. En relación con el tamaño, Milardo (1987) cita un estudio que
indica que el círculo social de la persona separada disminuye en promedio 40%
inmediatamente después de la separación. De forma similar, estudios como los
reportados por Nelson (1995) encuentran que las redes sociales de las mujeres
divorciadas presentan unas características diferentes a las de las mujeres casadas.
Algunas de las diferencias son que, en las primeras, las redes son de menor tamaño,
proveen más apoyo y son más fluctuantes; es decir, las mujeres divorciadas reportan
tasas mayores de personas que entran y salen de su círculo social, en especial ami-
gos varones. Cabe señalar que este autor también encontró que las diferencias en el
tamaño de la red social no disminuyeron en un periodo de dos años.
Siguiendo con el tamaño de la red social, Terhell, Marjolein, Van Groenou y
Van Tilburg (2004) llevaron a cabo un estudio en Holanda donde entrevistaron
varias veces durante un periodo de 12 años a personas que habían experimentado
un divorcio. La intención del estudio era conocer los cambios en la red social del
individuo en el largo plazo. Los hallazgos relevantes para la presente exposición fue-
ron que la mayoría de los divorciados experimentó pérdidas de relaciones persona-
les inmediatamente después del divorcio y en la mitad de los casos estas pérdidas
no fueron compensadas en el largo plazo. Asimismo, para algunos divorciados, la
separación trajo ganancias en las redes sociales, aunque dichas ganancias se dieron
sólo en el largo plazo. Las características personales, tales como la autoestima y la
extraversión, no mostraron diferencia a través de los distintos cambios de redes.
Es necesario puntualizar que la ausencia en este trabajo de un grupo control for-
mado por personas en otros estados maritales no permite saber si lo encontrado
se presenta exclusivamente en las personas divorciadas.
Otros cambios de las redes sociales reportados por la literatura sobre el tema
están relacionados con la composición y la densidad. De esta manera y de acuerdo
con nociones de sentido común, Albeck y Kaydar (2002) encuentran que el cam-
bio de la red social de la vida después de la separación con respecto al tiempo del
matrimonio en una muestra de mujeres va en una dirección de tener amigos y
amigas que forman parte de parejas casadas, hacia el contar con amigos y amigas
no casadas, o personas casadas, pero sin tener contacto con su pareja. También
puede destacarse que después del divorcio existe un aumento de las relaciones
personales en ambientes laborales y escolares. Referente a los patrones de amis-
tad que muestran tales mujeres, dicho estudio encontró que la red de amistades se
compone en mayor medida de mujeres que de hombres.

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Por lo que se refiere a la fuerza de los lazos sociales, algunas veces se ha seña-
lado que una vez terminado el matrimonio, las personas intensifican sus relaciones
con los miembros de la familia y amigos. Como ejemplo se puede citar una inves-
tigación realizada por Leslie y Grady (1985), quienes, aunque con una muestra de
sólo 30 participantes, encuentran que después del matrimonio las mujeres intensi-
fican sus lazos con los miembros de su familia y las personas cercanas a ésta. Por su
parte, Albeck y Kaydar (2002) encuentran que en las divorciadas los contactos con
amigos no casados aumentan de intensidad o cercanía, aunque es necesario pun-
tualizar que otros estudios no encuentran esta tendencia. Éste es el caso de Hughes,
Good y Candell (1993), quienes reportan que en un periodo de seis meses, la
cercanía de las mujeres divorciadas con los miembros de su red permanece cons-
tante; no obstante, sí se presenta un aumento de la frecuencia de los contactos con
los mismos y más reciprocidad en dichas relaciones interpersonales.
Se puede pensar que no todas las personas que forman parte de esa red ofrecen
apoyo a la persona divorciada. Incluso, la cercanía con una persona puede impli-
car tensiones y conflictos, los cuales pudieran anular el impacto de las conductas
de apoyo o el rechazo del individuo divorciado hacia las mismas; asimismo, diver-
sas normativas culturales pueden desmotivar a un individuo a buscar ayuda. Por
tal motivo, es necesario conocer cuáles personas son las principales proveedoras
de apoyo para la persona divorciada.
En este tema, se han documentado algunos patrones respecto al tipo de perso-
nas o fuentes que tienden a suministrar apoyo a las personas divorciadas y hacia
las cuales se dirigen en periodos de estrés. De tal suerte, Chiriboga, Coho, Stein
y Roberts (1980) reportan que los participantes en una muestra de divorciados
buscaron ayuda, en primer lugar, de amigos, seguidos por el cónyuge, consejeros
(terapeutas, psiquiatras, por ejemplo) y en tercer lugar de familiares. De manera
similar, en un estudio publicado por Duran-Aydintug (1998) se encontró que
tanto hombres como mujeres divorciados reciben apoyo emocional sobre todo de
los amigos, y en menor grado de familiares.
Otras variables asociadas con las fuentes de soporte social en los divorciados
hacen referencia a las características de los proveedores de ayuda. En otras palabras,
de quién o quiénes reciben los principales actos de apoyo los hombres y las muje-
res divorciados. En este sentido, Duran-Aydintug (1998) encuentra que las mujeres
reciben más apoyo que los hombres divorciados, tanto de fuentes formales como
informales. Lo mismo es reportado por Chiriboga, Coho, Stein y Roberts (1980),
quienes además informan que las mujeres divorciadas tienen fuentes de apoyo más
diversas que los hombres divorciados.
Relacionado con esto, Burrell (2002), en un estudio de meta-análisis respecto a
la literatura empírica sobre las fuentes de apoyo social y el género del divorciado,

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| Las fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados |

encuentra que a lo largo de las investigaciones los hombres y las mujeres divor-
ciados difieren respecto a las personas que les proporcionan ayuda: mientras que
para las mujeres las fuentes de ayuda eran la familia (padres, hermanos, hijos,
entre otros) y los amigos (conocidos y compañeros de trabajo) en mayor medida,
los hombres tenían más probabilidad de ser apoyados por la pareja sentimental
(novias, amantes, etc.) y los grupos sociales (tales como clubes, equipos deporti-
vos y grupos comunitarios). Sin embargo, con tales datos no se aclara si dicha ten-
dencia es exclusiva de las personas divorciadas o si aparece en individuos en otros
estados maritales. Tampoco se aclara, debido a que estaba más allá de los objeti-
vos del estudio, cuáles de estas fuentes tienen un impacto más poderoso sobre el
ajuste psicosocial o bienestar del sujeto divorciado.

Apoyo social y divorcio:


impacto del soporte social en las reacciones
de ajuste psicosocial en las personas divorciadas

Ahora bien, la importancia de estudiar el apoyo social en el divorcio se deriva de


que tal soporte está relacionado con el bienestar de la persona divorciada. En este
sentido, se sabe que la frecuencia y satisfacción con el apoyo social recibido des-
pués de la separación matrimonial se relaciona de manera negativa con la sintoma-
tología de malestar (Waggener y Galassi, 1993). Es decir, a mayor apoyo otorgado
disminuyen síntomas tales como ansiedad, depresión y otros. Lo anterior se ha
encontrado tanto en muestras norteamericanas como en personas provenientes
de otros contextos nacionales (Kuns y Kuns, 1995; Sansom y Farnill, 1997; Stone,
2002; Waggener y Galassi, 1993; Yilmaz y Fisiloglu, 2005). Además, es importante
mencionar que el apoyo social otorgado a los divorciados no sólo tiene implica-
ciones en el bienestar de los divorciados, sino que también influye de forma indi-
recta en los hijos. Por ejemplo, hay datos que indican que el apoyo social tiene
relación con prácticas saludables de crianza tanto en hombres (DeGarmo, Patras
y Eap, 2008) como en mujeres (Colleta, 1979).
Aunque a lo largo de los estudios se muestra la existencia de una relación entre
apoyo social y ajuste psicosocial posdivorcio, se debe notar que dicha asociación
es compleja y presenta una serie de matices. A este respecto, Hughes (1988), al
revisar el estado del arte sobre el tema hasta la segunda mitad de la década de
1980, menciona que:

Mientras existe evidencia según la cual el apoyo social tiene efectos positivos (para
el divorciado), algunos estudios recientes han encontrado numerosas reservas a esa

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

relación. Más que afirmar que el apoyo social contribuye universalmente al ajuste,
parece más apropiado sugerir que algunos tipos de apoyo, para algunos individuos,
en puntos particulares en el tiempo, impactan el ajuste (Hughes, 1988: 181).

Por tal motivo, es necesario dar un repaso a algunas de las principales tenden-
cias encontradas por diversos estudios sobre la materia, de tal suerte que sea posi-
ble conocer algunos de dichos matices.
Como ya se afirmó, se ha documentado en una amplia variedad de enferme-
dades y eventos generadores de estrés que el apoyo social percibido se relaciona
de forma más estrecha con el bienestar y la salud que el apoyo social recibido. Sin
embargo, este hallazgo no siempre tiene confirmación en el caso del divorcio. Por
ejemplo, aunque Thuen y Eikeland (1998) reportan que, contrario a lo que suce-
dió con el apoyo social percibido, la ayuda recibida no guardó relación con el bie-
nestar de los participantes de su estudio (hombres y mujeres), Smerglia, Miller y
Kort-Butler (1999) revisan 15 estudios empíricos sobre la relación entre apoyo
social y ajuste personal en mujeres divorciadas y encuentran que ambos tipos de
apoyo social no muestran diferencias con respecto a su impacto en el ajuste psi-
cológico y social postseparación. Es decir, el percibir que los demás estén dispo-
nibles cuando se les necesite tiene el mismo impacto en el ajuste psicosocial que
la ayuda concreta que la red social pueda proporcionar a la persona que experi-
menta un divorcio.
Otro aspecto para tenerse en cuenta es el tipo de ajuste personal sobre el que
el apoyo social tiene influencia. Algunos autores afirman que el ajuste psicosocial
posdivorcio puede dividirse en ajuste positivo y ajuste negativo (Thuen y Rise,
2001). El ajuste positivo consta de dimensiones tales como el bienestar subjetivo
y el grado de satisfacción con la vida después de la separación marital; en tanto,
el ajuste psicosocial negativo incluye síntomas de malestar psicológico como tris-
teza, frustración, ansiedad y enojo. En estos casos, el apoyo social guarda diversas
relaciones con ambos tipos de respuestas de ajuste.
Por ejemplo, Krumei, Coit, Martin, Fogo y Mahoney (2007), a raíz del análi-
sis de varios trabajos empíricos, afirman que las relaciones sociales que incluyen
la pertenencia a redes o grupos (como, por ejemplo, ser parte de un grupo de
apoyo o iglesia) se asocian con mayor fuerza con el ajuste personal positivo. En
tanto, las relaciones “específicas”, esto es, las relaciones interpersonales de uno
a uno (como el contar con un amigo o confidente) son particularmente impor-
tantes en proteger a los individuos en los diversos aspectos del ajuste negativo
posdivorcio. Aunque se debe señalar que los autores incluyeron en su análisis
aquellos estudios referentes a las relaciones interpersonales en general, sin men-
cionar de manera explícita si aludían a la provisión de apoyo social.

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Otra dimensión que debe considerarse en la dinámica del apoyo social y ajuste
posdivorcio es la relacionada con los tipos de ayuda (material, emocional o cog-
nitiva) provistos a la persona divorciada. A este respecto, es sabido que no todos
los tipos de ayuda impactan el bienestar del divorciado en igual medida. De esta
forma, Hughes, Good y Candell (1993) encuentran que en una muestra de muje-
res recién divorciadas a las que se les dio seguimiento en un lapso de seis meses, la
asistencia material estaba pobremente asociada con su bienestar psicológico. Por
el contrario, el intimar con los demás y su retroalimentación se relacionaba con
un menor grado de síntomas de depresión.
Asimismo, en el estudio citado de Smerglia, Miller y Kort-Butler (1999),
se encuentra a lo largo de las investigaciones analizadas que el apoyo emocio-
nal influye en el ajuste personal en mayor medida que el apoyo instrumental.
Dicho hallazgo se obtiene independientemente del tipo de ajuste considerado
y de diversos aspectos metodológicos de los estudios (tamaño muestral y diseño
de investigación). Es necesario enfatizar que este análisis fue llevado a cabo con
estudios que incluían sólo a mujeres, por lo que queda pendiente por saber en qué
medida tales tendencias son similares a las mostradas por varones divorciados.

Método

Participantes

Para el presente estudio se empleó un muestreo no probabilístico por convenien-


cia y las personas invitadas a participar fueron hombres y mujeres adultos que
estuviesen divorciados, así como aquellos individuos que se hayan encontrado
en alguna fase del proceso legal del divorcio al momento de ser entrevistados. De
esta manera, se buscaron participantes potenciales en lugares que congreguen
hombres y mujeres divorciadas o en proceso de divorcio y en instituciones donde
se les ofrezcan servicios de distinta índole en Monterrey, Nuevo León, México.
Los lugares e instituciones que dieron autorización para recabar la información a
los asistentes fueron diversos grupos de autoayuda y apoyo a personas divorcia-
das, el Centro Comunitario de Salud Mental y el Tribunal Eclesiástico de la ciu-
dad de Monterrey.
La decisión de incluir en el estudio a personas que no hayan completado los
trámites legales del divorcio se da por la razón de que el divorcio legal en México
es un proceso que puede extenderse por muchos meses e incluso años, y en oca-
siones, las personas no lo pueden terminar del todo por problemas económicos.
Aunado a ello, a menudo algunas personas inician los trámites legales mucho
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tiempo después de haberse separado físicamente de la pareja. Sin embargo, un


hombre o una mujer que aún no consume los trámites legales de la terminación del
matrimonio puede experimentar los mismos problemas que una persona divor-
ciada, tales como problemas económicos, soledad, pérdida de contacto con los
hijos y los miembros de la red social del matrimonio en disolución, entre otros.

Criterios de inclusión

Las características que debieron poseer los candidatos potenciales para participar
en el presente estudio se enumeran a continuación:

a) Tener 18 años o más al momento de la entrevista.


b) Residir en el área metropolitana de Monterrey, Nuevo León, al momento de
recabar la información.
c) Haber completado los trámites legales del divorcio o estar en alguna fase de
los mismos. Aunque en México una gran cantidad de matrimonios se sepa-
ran y no realizan los trámites de la separación, el incluir este requisito dis-
minuiría las posibilidades de reconciliación con la ex pareja.
d) Recibir algún servicio en las instituciones mencionadas con anterioridad o
asistir a algún grupo de ayuda.

Instrumentación

a) Apoyo social. En la evaluación del apoyo social se aplicó la Entrevista de


Apoyo Social Arizona (assis, por sus siglas en inglés) desarrollada por
Manuel Barrera (1981) y que evalúa el apoyo percibido y recibido por parte
de las personas significativas para el entrevistado; además, esta entrevista
explora algunas de las características de esos otros personajes significa-
tivos, tales como su edad, sexo, relación con la persona, entre otros. Los
tipos o categorías de apoyo evaluados y que fueron descritos en el apartado
anterior son aquellos relacionados con las interacciones íntimas, el apoyo
material o tangible, los consejos, la retroalimentación positiva, la asistencia
física y la participación social.
La versión original de esta entrevista es en idioma inglés. Sin embargo, el
autor de la misma suministró al autor del presente estudio una versión en
lengua española de la assis, la cual, según palabras del autor (comunica-
ción personal), fue elaborada en “un país desconocido”.

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| Las fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados |

b) Datos generales. Además, cada aplicación incluyó un cuestionario autoad-


ministrado que preguntó información general, tal como sexo, edad, número
de hijos, número de años de escolaridad, si ella o él inició el divorcio, tiempo
de haber consumado la separación física y otros datos similares.

Procedimiento

En los casos donde hubo autorización por parte de los coordinadores de los gru-
pos y las instituciones de ayuda, se siguió el siguiente procedimiento: en los grupos
de divorciados el autor del estudio asistió a algunas de las reuniones sostenidas en
diversos días de la semana; mientras que en las instituciones se contactó a los parti-
cipantes que hubieran solicitado algún servicio. En ambos casos, después de contac-
tar a los participantes potenciales, se les dio una explicación del estudio y una carta
donde el mismo se describía con detalle. Asimismo, se les mostró una carta de con-
sentimiento informado y, en caso de que aceptaran participar y firmar la carta, se
les daba una copia de la misma. El tiempo de la colaboración de los participantes
osciló entre 15 y 35 minutos. Los participantes del estudio no recibieron compensa-
ción económica alguna por su colaboración.

Resultados

Características de la muestra

La muestra consistió en 264 personas, con una sobrerrepresentación de mujeres


(67%). En cuanto a su perfil, la media de edad fue de 37 años (rango= 20-70 años;
s= 9.59), la escolaridad se ubicó en 12.15 años (rango= 4-18 años; s= 3.07) y la
media de hijos por persona fue de 1.98 (rango= 0-5 hijos, s= 1.19) (véase tabla 1).
En estas variables no hubo diferencias por género. Sin embargo, ambos géneros
difirieron en su situación laboral: 3.5% de los hombres respondió que no trabaja
fuera del hogar contra 18% de las mujeres (χ²[1]= 10.58; p= ≤.01). Por el diseño
del cuestionario, no es posible saber si los participantes que no trabajan lo hacen
por elección propia o por la imposibilidad de encontrar un empleo.
Respecto a las variables asociadas con el matrimonio y la separación/divorcio, se
encontró que la media de edad para casarse fue de 22.45 años (rango= 13-42 años;
s= 4.63); siendo los hombres quienes se casan a mayor edad (t[260]= 2.35; p≤.05).
El tiempo medio de cohabitación con la ex pareja fue de 10.09 años (rango= 0.3-36
años; s= 7.79 años), sin existir diferencias entre los géneros. Entre los participantes

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

había tanto personas que ya estaban divorciadas como personas en proceso de


divorcio. En este sentido, del total de entrevistados, 58.5% ya estaba divorciado,
mientras que 41.3% aún no concluía la separación legal.

Tabla 1. Características generales de la muestra (1)

Total Hombres Mujeres


(n= 264) (n= 86) (n= 178) t gl
x s x s x s
Edad (n= 264) 37.03 9.6 36.45 9.45 37.31 9.67 -.678 262
Años de escola- 12.15 3.07 12.13 3.07 12.16 3.08 -.075 261
ridad (n= 263)
Número de 1.98 1.19 1.87 1.22 2.04 1.17 -1074 262
hijos (n= 264)
Edad de matri- 22.45 4.63 23.41 5.09 21.99 4.33 2.35* 260
monio (n= 262)
Años de coha- 10.09 7.79 9.17 7.03 10.53 8.11 -1.34 261
bitación con la
ex pareja
(n= 263)
Meses desde 52.09 40.18 49.86 38.5 53.17 41.05 -.626 262
la separación
física (n= 264)
Meses desde el 43.72 37.48 40.14 36.3 45.93 38.20 -.965 153
divorcio legal
(n= 155)
Tiempo entre la 18.74 25.11 13.41 16.6 22.03 28.74 -2.37* 152.5
separación y el
divorcio (meses)
(n= 155)
*p≤.05; **p≤.01.
Fuente: elaboración propia.

En los hombres y mujeres divorciados, el tiempo entre la separación física


del cónyuge y la conclusión del divorcio tuvo una media de 18.7 meses, encon-
trándose una diferencia entre los géneros. En este sentido, el tiempo medio de
los hombres para concluir el divorcio legal fue de 13.4 meses, comparado con
22 meses de las mujeres (t[152.5]=-2.37; p≤.05). Respecto a la decisión de sepa-
rarse, 55.7% de las mujeres mencionó que fueron ellas quienes iniciaron el fin del

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| Las fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados |

matrimonio, contra 20.9% de los hombres que afirmó que fueron ellos los ini-
ciadores. Por su parte, las mujeres que mencionaron que la separación la inició
el varón constituyeron 11.9% de la muestra, contra 19.8% de varones que afirmó
que fue la mujer la decisora. En dicha pregunta se incluyó una opción referente a
si la separación la habían decidido ambos. Dicha opción fue elegida por 32.4% de
las mujeres y por 58.1% de los hombres. Estas diferencias alcanzaron significancia
estadística (x²[2]=27.7; p≤.01).
Asimismo, a los participantes se les preguntó si al momento de participar
tenían una pareja sentimental y la mayoría contestó de forma negativa. De esta
manera, del total de personas entrevistadas, 62.9% mencionó no tener pareja en la
actualidad, contra 37.7% que confirmó tener alguna relación amorosa en la actua-
lidad. En este caso, no existieron diferencias significativas entre ambos géneros (χ²
[1]= 3.18; p≥.05).

Tabla 2. Características generales de la muestra (2)

Total Hombres Mujeres x² gl


(n= 264) (n= 86) (n= 178)
f(%) f(%) f(%)
Empleo Sí 229(86.7) 83(96.5) 146(82) 10.8* 1
No 35(13.3) 3(3.5) 32(18)
Decisor Entrevistado 116(44.3) 18(20.9) 98(55.7) 27.7* 2
Ex pareja 38(14.5) 17(19.8) 21(11.9)
Ambos 107(40.8) 50(58.1) 57(32.4)
Otra persona 1(.4) 1(1.2) 0(0)
Pareja Sí 98(37.1) 34(39.5) 64(36) .318 1
actual No 166(62.9) 52(60.5) 114(64)
*p≤.05; **p≤.01.
Fuente: elaboración propia.

Propiedades del apoyo social recibido

En relación con los patrones de apoyo social, en el presente trabajo se considera la


ayuda recibida por los participantes durante el último mes en las seis categorías de
apoyo recogidas por la assis. En la descripción y análisis de estos resultados es
importante señalar que las personas entrevistadas pueden recibir ayuda de más

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

de una persona en todas las categorías de apoyo y que cada persona que propor-
ciona apoyo puede darlo en varios tipos; por ejemplo, un familiar puede asistir
económicamente a la persona (ayuda material) y además escuchar sus preocupa-
ciones (interacciones íntimas). También debe mencionarse que en los siguientes
párrafos se describen tanto las tendencias en la muestra total como las diferen-
cias por género.
En general, el número de fuentes de apoyo fue mayor para la participa-
ción social, con 1.57 personas como promedio, mientras que la ayuda mate-
rial obtuvo el menor número, con .82 personas. En relación con las diferencias
de género, se encontró que, de manera general, las mujeres tuvieron medias
significativamente superiores de fuentes de apoyo en las interacciones íntimas
(t[174.3]=-3.38; p≤.05), los consejos (t[262]=-2.24; p≤.05) y la asistencia física
(t[175.16]=-2.61; p≤.05) (véase tabla 3). En otros términos, las mujeres fueron
escuchadas en sus sentimientos y preocupaciones, recibieron consejos y fue-
ron ayudadas en las tareas cotidianas por más personas que los hombres. En los
tipos de ayuda relativos a los préstamos de dinero y objetos materiales, la retroa-
limentación positiva y la participación social, no se detectaron diferencias entre
ambos sexos (tabla 3).
Esas fuentes de apoyo recayeron principalmente en la familia y los amigos. En
la categoría de familiares se incluyeron tanto a los miembros de la familia de ori-
gen como familiares más lejanos, tales como primos, tíos y otros. En lo referente
a la categoría de amigos, se incluyeron personas que el mismo entrevistado men-
cionaba como tales, pero también los compañeros de trabajo y vecinos. Los par-
ticipantes también refirieron como fuentes de ayuda a personas como la pareja
actual, terapeutas y sacerdotes. Estas personas fueron agrupadas en la categoría
“otras personas”. Cabe señalar que en todas las áreas de apoyo, con excepción de la
participación social, los familiares fueron las personas más mencionadas, segui-
dos por los amigos. La alusión a otras personas (pareja actual, psicoterapeutas,
entre otros) fue marginal, representando menos de 10% de menciones en todos
los tipos de apoyo social.
En algunas de esas fuentes de apoyo se encontraron diferencias entre hom-
bres y mujeres. En este sentido, las mujeres tuvieron más miembros de su familia
como fuentes de ayuda en las áreas de interacciones íntimas (t[262]= -3; p≤.05),
retroalimentación positiva (t[262]= -1.95; p≤.05) y asistencia física (t[262]= -2.51;
p≤.05). Sin embargo, no hubo diferencias entre géneros con respecto a la presen-
cia de amigos u otras personas ajenas a la familia en ninguna categoría de apoyo
(véase tabla 3).

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| Las fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados |

Tabla 3. Media de personas que otorgaron ayuda


al participante en el último mes

General Hombres Mujeres


t gl
x s x s x s
Interacciones
1.35 1.03 1.05 .98 1.49 1.02 -3.38* 174.3
íntimas
Familiares .7 .84 .48 .76 .8 .86 -3* 262
Amigos .5 .66 .45 .66 .53 .66 -.86 262
Otras personas .14 .37 .12 .32 .15 .38 -.62 262
Ayuda material .7 .82 .71 .82 .70 .81 .07 262
Familiares .48 .69 .5 .75 .47 .67 .370 262
Amigos .14 .4 .15 .36 .13 .42 .31 262
Otras personas .09 .29 .06 .24 .1 .30 -1.26 210.3
Consejos 1.12 .95 .93 .89 1.21 .97 -2.24* 262
Familiares .66 .83 .55 .71 .71 .88 262 .126
Amigos .32 .53 .26 .51 .35 .53 -1.36 174.2
Otras personas .13 .35 .1279 .37 .12 .35 .09 262
Retroalimenta-
136 1.24 1.24 1.1 1.43 1.3 -1.34 262
ción positiva
Familiares .77 1. .59 .93 .85 1.03 -1.95* 262
Amigos .42 .8 .41 .68 .42 .86 -.136 262
Otras personas .16 .45 .1977 .59 .14 .36 .83 117.23
Asistencia fisica 1.16 .93 .95 .89 1.26 .93 -2.61* 175.16
Familiares .77 .87 .58 .85 .87 .87 -2.51* 262
Amigos .26 .49 .2558 .46 .26 .50 -.128 262
Otras personas .13 .33 .1047 .31 .13 .34 -.69 262
Participación
2.34 1.57 2.39 1.6 2.32 1.6 .35 263
social
Familiares .95 1.37 .88 1.32 .98 1.39 -.521 262
Amigos 1.17 1.36 1.26 1.33 1.13 1.38 .68 262
Otras personas .16 .37 .1395 .35 .17 .38 -.60 262
*p≤.05; **p≤.01.
Fuente: elaboración propia.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Ahora bien, algunas fuentes de apoyo fueron más mencionadas que otras. De
esta forma, en las interacciones íntimas, 40% de los participantes mencionó a por
lo menos un amigo, 28% a un hermano o hermana, y 23.9% refirió a alguno de sus
padres. La categoría de apoyo material fue aquella que tuvo la mayor proporción
de participantes que mencionaron no haber recibido dicha ayuda (46.6%). De los
que sí recibieron tal asistencia, la mayor proporción la obtuvo de parte de por lo
menos uno de los padres (24.6%); seguidos por los amigos (11.4%) y alguno de
los hermanos (10.2%). Con respecto a los consejos, las principales fuentes men-
cionadas fueron los padres (31.1%), los amigos (28%) y los hermanos (18.6%).
En este tipo de apoyo, 23.9% de los entrevistados no mencionó a persona alguna
(véase tabla 4).
En la retroalimentación positiva, las fuentes de ayuda más referidas fueron
por lo menos un amigo (23.1%), alguno de los padres (20.8%) y los herma-
nos (19.3%). En la categoría de asistencia física fueron cuatro fuentes de ayuda
con los mayores porcentajes de menciones: amigos (22.7%), hermanos (19.7%),
padres (18.9%) e hijos (17.4%). Por último, en la categoría de participación
social o esparcimiento, los amigos (56.8%), hermanos (20.1%), pareja actual
(15.9%) y alguno de los padres (14.8%) fueron las fuentes de apoyo menciona-
das con mayor frecuencia.
En resumen, dentro de la familia fueron los padres y los hermanos las perso-
nas o fuentes de apoyo más mencionadas en las seis categorías de apoyo recogidas
por la assis. En la red social extra familiar las personas mayormente menciona-
das fueron los amigos. Otros tipos de personas como pareja, sacerdotes y diversos
profesionales fueron escasamente referidos por los hombres y las mujeres entre-
vistados (tabla 4).
No obstante, cada una de las fuentes de apoyo descritas con anterioridad pue-
den hacer referencia a más de una persona, por ejemplo, la categoría “padres”
incluye tanto el padre como la madre, y la categoría “amigos” puede incluir ami-
gos de uno y otro género. Para saber si alguna fuente de apoyo individual fue
mencionada con mayor frecuencia y, por tanto, tener una visión más detallada
del sistema de apoyo que presentan los entrevistados, esas fuentes compuestas de
ayuda se dividieron con base en los individuos que las forman. En otras palabras,
se analizaron por separado las fuentes de ayuda “padre”, “madre”, “hermano”, “her-
mana”, “amigo” y “amiga”. La razón de analizar por separado sólo estas fuentes de
apoyo se debe a que son las más mencionadas por los entrevistados en la mayo-
ría de las categorías.
Como puede apreciarse en la tabla 5, si se toman en consideración los datos
de ambos sexos, las amigas ocuparon el primer lugar de menciones en cuanto

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Tabla 4. Personas que otorgaron ayuda al participante en el último mes

General
Interacciones Retroalimenta- Participación
Fuente de apoyo Ayuda material Consejos Asistencia física
íntimas ción positiva social
f % f % f % f % f % f %
Nadie 46 17.4 123 46.6 63 23.9 61 23.1 57 21.6 25 9.5
Padres 63 23.9 65 24.6 82 31.1 55 20.8 50 18.9 39 14.8
Hermanos 74 28 27 10.2 49 18.6 51 19.3 52 19.7 53 20.1
Hijos 14 5.3 5 1.9 8 3 38 14.4 58 22 45 17
Otros familiares 11 4.2 12 4.5 12 4.5 12 4.5 20 7.6 27 10.2
Amigos 106 40.2 30 11.4 74 28 61 23.1 60 22.7 150 56.8
Pareja actual 24 9.1 11 4.2 20 7.6 32 12.1 33 12.5 42 15.9
Otras personas 14 5.3 9 3.4 12 4.5 21 8 3 1.1 7 2.7
Fuente: elaboración propia.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

a las categorías de interacciones íntimas, retroalimentación positiva y participa-


ción social (29.5, 17.4 y 36.4, respectivamente). En cambio, la madre fue la per-
sona que más apoyo brindó en las áreas de ayuda material y los consejos (15.2 y
24.5%, respectivamente). Para el caso de la asistencia física, la fuente de apoyo
más mencionada fue un amigo varón (12.1%). Es de notarse que la hermana fue
mencionada dentro de los tres primeros lugares en todas las categorías, excepto
en la ayuda material.
En muchas ocasiones, estas fuentes individuales de apoyo mostraron diferen-
cias entre los géneros. Tal y como se aprecia en la tabla 5, las mujeres tuvieron a
por lo menos una hermana como fuente de apoyo en mayor medida que los hom-
bres en todas las categorías; también confiaron más que los hombres en la madre
para la ayuda en interacciones íntimas, apoyo material, consejos y retroalimen-
tación positiva. Las amigas fueron otra fuente de apoyo más mencionada por las
mujeres en las seis categorías de apoyo social.
En cambio, los hombres confiaron más en uno o varios amigos varones en
todas las categorías, excepto en la asistencia física. Es de notarse que en esta
área de apoyo la frecuencia de menciones de otras personas del sexo masculino
(padre y hermanos) fue similar en hombres y mujeres (tabla 5). Además, los her-
manos varones fueron mencionados con mayor frecuencia por los hombres en
las áreas de interacciones íntimas, consejos y participación social. El padre fue
mencionado en una mayor proporción por los hombres sólo en el área de los
consejos recibidos. En resumen, las personas divorciadas de la muestra fueron
provistas con ayuda en mayor proporción por personas de su mismo sexo a lo
largo de las seis categorías de apoyo exploradas. Estas personas fueron miembros
de su familia de origen y amigos, sobre todo.
Ahora bien, todo apoyo social buscado y proveído busca cubrir o satisfacer una
necesidad. En este sentido, la assis explora con una pregunta la necesidad de apoyo
en el mes anterior a la entrevista en cada una de las seis áreas de ayuda. De estas
seis áreas, el porcentaje de participantes que escogió las opciones de “regular” y
“mucha” necesidad fue mayor en las áreas de la participación social (60%). Por
otra parte, una alta necesidad de compartir preocupaciones (interacciones ínti-
mas), ser aconsejado, recibir apoyo en la expresión de opiniones (retroalimenta-
ción positiva) y recibir ayuda en las tareas prácticas del día a día, fue expresada
entre 40% y la mitad de los entrevistados. Por el contrario, alrededor de la cuarta
parte de los hombres y las mujeres refirieron una gran necesidad de préstamos de
dinero y otros objetos materiales (en la tabla 6 se muestran estos resultados sepa-
rados por género).

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| Las fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados |

Tabla 5. Fuentes de apoyo individual:


descripción general y diferencias por género

General Hombres Mujeres


Interacciones íntimas x² gl
f % f % f %
Madre 54 20.5 8 9.3 46 25.8 9.75* 1
Padre 18 6.8 9 10.5 9 5.1 2.67 1
Hermano 20 7.6 11 12.8 9 5.1 4.95* 1
Hermana 55 20.8 4 4.7 51 28.7 20.25** 1
Amiga 78 29.5 9 10.5 69 38.8 23.77** 1
Amigo 38 14.4 24 27.9 14 7.9 18.9** 1
Ayuda material
Madre 40 15.2 8 9.3 32 18 3.39* 1
Padre 36 13.6 16 18.6 20 11.2 2.67 1
Hermano 10 3.8 6 7 4 2.2 3.56* 1
Hermana 18 6.8 2 2.3 16 9 4.05* 1
Amiga 15 5.7 2 2.3 13 7.3 3.13* 1
Amigo 16 6.1 11 12.8 5 2.8 7.16* 1
Consejos
Madre 65 24.6 14 16.3 51 28.7 4.78* 1
Padre 30 11.4 15 17.4 15 8.4 4.68* 1
Hermano 11 4.2 8 9.3 3 1.7 8.42* 1
Hermana 38 14.4 2 2.3 36 20.2 15.08** 1
Amiga 52 19.7 5 5.8 47 26.4 16.17** 1
Amigo 26 9.8 14 16.3 12 6.7 5.94* 1
Retroalimentación positiva
Madre 44 16.7 7 8.1 37 20.8 6.68* 1
Padre 17 6.4 9 10.5 8 4.5 3.43* 1
Hermano 14 5.3 8 9.3 6 3.4 4.06* 1
Hermana 40 15.2 7 8.1 33 18.5 4.88* 1
Amiga 46 17.4 10 11.6 36 20.2 3.68* 1
Amigo 21 8 13 15.1 8 4.5 12.59** 1

Continúa...

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Tabla 5. Fuentes de apoyo individual:


descripción general y diferencias por género (continuación)

General Hombres Mujeres


x² gl
f % f % f %
Asistencia física
Madre 31 11.7 6 7 25 14 2.8 1
Padre 21 8 7 8.1 14 7.9 .006 1
Hermano 26 9.8 12 14 14 7.9 2.42 1
Hermana 30 11.4 4 4.7 26 14.6 5.7* 1
Amiga 28 10.6 5 5.8 23 12.9 3.49* 1
Amigo 32 12.1 14 16.3 18 10.1 2.36 1
Participación social
Madre 30 11.4 8 9.3 22 12.4 .538 1
Padre 19 7.2 8 9.3 11 6.2 .85 1
Hermano 28 10.6 18 20.9 10 5.6 14.34** 1
Hermana 37 14 6 7 31 17.4 5.24* 1
Amiga 96 36.4 15 17.4 81 45.5 3.49* 1
Amigo 76 28.8 41 47.7 35 19.7 2.37 1
*p≤.05; **p≤.01
Fuente: elaboración propia.

Tabla 6. Necesidad de ayuda de los hombres


y las mujeres en las seis áreas de apoyo

Nada Muy poco Poco Regular Mucho Total


f(%) f(%) f(%) f(%) f(%) f(%)
Necesidad de interacciones íntimas
Hombre 20(23.3%) 21(24.4%) 16(18.6%) 22(25.6) 7(8.1%) 86(100%)
Mujer 24(13.5%) 31(17.4%) 39(21.9%) 56(31.5%) 28(15.7%) 178(100%)
Necesidad de ayuda material
Hombre 34(40%) 18(21.2%) 16(18.8%) 13(15.3%) 4(4.7%) 85(100%)
Mujer 71(40.1%) 24(13.6%) 36(20.3%) 32(18.1%) 14(7.9%) 177(100%)
Necesidad de consejos
Hombre 18(20.9%) 13(15.1%) 18(20.9%) 26(30.2%) 11(12.8%) 86(100%)
Mujer 32(18.3%) 28(16%) 32(18.3%) 51(29.1%) 32(18.3%) 175(100%)
Continúa...

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| Las fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados |

...continuación

Nada Muy poco Poco Regular Mucho Total


f(%) f(%) f(%) f(%) f(%) f(%)
Necesidad de retroalimentación positiva
Hombre 18(20.9%) 14(16.3%) 13(15.1%) 28(32.6%) 13(15.1%) 86(100%)
Mujer 35(20%) 27(15.4%) 36(20.6%) 51(29.1%) 26(14.9%) 175(100%)
Necesidad de asistencia física recibida
Hombre 20(23.3%) 19(22.1%) 17(19.8%) 22(25.6%) 8(9.3%) 86(100%)
Mujer 28(16%) 21(12%) 48(27.4%) 40(22.9%) 38(21.7%) 175(100%)
Necesidad de participación social
Hombre 4(4.7%) 10(11.8%) 16(18.8%) 35(41.2%) 20(23.5%) 86(100%)
Mujer 13(7.4%) 20(11.4%) 26(14.8%) 68(38.6%) 49(27.8%) 176(100%)
Fuente: elaboración propia.

Para saber si el género es un factor relacionado con la necesidad de apoyo,


estos niveles de necesidad fueron comparados empleando la prueba U de Mann-
Whitney. Los resultados presentados en la tabla siete indican que las mujeres
participantes tienen más necesidad de ayuda en dos de las seis áreas de apoyo
exploradas. En concreto, estas mujeres expresaron más necesidad de interaccio-
nes íntimas (U[z= -2.75]= 6093.5; p≤.05) y de asistencia física (U[z= -.13]= 7452;
p≤.05) que sus contrapartes masculinos. Es de notarse que ambos géneros no
muestren diferencias en la necesidad de apoyo material en vista del hecho de que
hay un mayor número de mujeres que de hombres que no se encontraban inte-
gradas el mercado laboral al momento de la entrevista (véase tabla 7).

Tabla 7. Diferencias de género respecto


a la necesidad en las seis áreas de apoyo recibido

Necesidad de apoyo
Retroali-
Interacciones Apoyo Asistencia Participación
Consejos mentación
íntimas material física social
positiva
Mann-
6093.5 7100 7058 7452 6074.5 7277
Whitney U
Z -2.75 -.77 -.84 -.13 -2.59 -.37
p .006 .443 .404 .896 .010 .710
Fuente: elaboración propia.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Conclusiones

Aunque con la información reportada en el presente estudio no es posible saber si


los patrones de apoyo social detectados son característicos de la población divor-
ciada o si son compartidos por la población en general, nos dan una idea de las
características generales de la red social cotidiana del hombre y la mujer divorciada
y cómo dicha red les asiste en los problemas y necesidades con los que se encuen-
tra día a día.
En relación con el tamaño de la red social que provee apoyo, se ha dicho que,
de forma general, las mujeres tienen más acceso al soporte social que los hom-
bres (por ejemplo, Barbee, Cunningham, Winstead y Derlega, 1993). No obs-
tante, en el presente estudio las mujeres tuvieron más fuentes de apoyo que los
hombres sólo en tres de las seis categorías de apoyo evaluadas. Así, hubo mayor
apoyo para las primeras en las categorías referentes a las interacciones íntimas
o apoyo emocional, los consejos y la asistencia física. En las categorías de apoyo
material, de retroalimentación positiva y de participación social, no se encontra-
ron diferencias por género. Por tal motivo, en los presentes datos la afirmación
de que las mujeres reciben más ayuda que los hombres se limita a sólo unas de
las diversas formas que adquiere el apoyo social. Sin embargo, el número menor
de fuentes de apoyo que mostraron los hombres en las áreas de compartir senti-
mientos y ser aconsejados nos habla de la necesidad de estos últimos de desarro-
llar habilidades sociales que amplíen su red de apoyo.
La falta de diferencia entre hombres y mujeres divorciados en la recepción
de apoyo de bienes tangibles o materiales es de notarse debido a que más muje-
res que hombres en la muestra estudiada están fuera del mercado de trabajo.
Como se indicó en la descripción de la muestra, 18% de las mujeres no trabajaba
fuera del hogar en comparación con sólo 3.5% de los hombres. Esto es de recal-
carse aún más por el hecho de que respecto a la necesidad de ayuda material, nin-
gún género muestra diferencias significativas. Es posible que las mujeres que no
trabajan fuera del hogar reciban, en promedio, recursos económicos del mismo
número de personas que los hombres, pero en montos mayores que estos últimos.
De igual manera, también es factible que las mujeres divorciadas generen algún
tipo de recurso dentro de su hogar, los cuales les llevan a necesitar menos recur-
sos económicos de otras personas. De manera similar, no se les preguntó si reci-
ben algún tipo de pensión o ingreso por parte de la ex pareja, la cual, en caso de
existir, puede llevarles a depender menos económicamente de las demás personas
de su entorno inmediato.
Por otro lado, a lo largo de las seis categorías de apoyo, las fuentes de apoyo se
ubicaron consistentemente en la familia nuclear de origen y los amigos. Dentro de

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| Las fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados |

la familia, los miembros mencionados con mayor frecuencia fueron los padres y
los hermanos. Es de destacarse el hecho de que fue marginal la mención de tera-
peutas, consejeros u otras personas con formación profesional en los tipos de
apoyo referentes a compartir sentimientos, ser validado en las ideas o acciones y
ser aconsejado. Lo anterior se manifestó a pesar de que casi la mitad de los entre-
vistados expresó regular o mucha necesidad en las áreas de ayuda englobadas en
la asistencia emocional y cognitiva.
Sin embargo, hubo diferencias por género respecto a la familia como prin-
cipal fuente de apoyo. En este sentido, las mujeres participantes tuvieron un
mayor número de familiares en su red de ayuda que los hombres en varias áreas
de apoyo. Esto corrobora de forma parcial lo encontrado en muestras norteame-
ricanas, donde Burrel (2002) encuentra que las mujeres tienen como fuentes de
apoyo a la familia y amigos y los hombres tienen como fuentes a la pareja y los clu-
bes sociales. Este hallazgo se encontró en las mujeres, pero los hombres no obtu-
vieron apoyo de la pareja ni de los amigos con más frecuencia que las mujeres
(de hecho, los hombres y mujeres participantes mencionaron tener pareja en la
actualidad en la misma proporción). En este sentido, la pareja no estuvo en los
primeros lugares de frecuencia a lo largo de las seis categorías de apoyo. Además
de ello, no hubo menciones relativas al rol de grupos y clubes como fuentes de
apoyo, a pesar de que una proporción de los participantes en el estudio fue reclu-
tada en grupos de apoyo hacia los divorciados.
Tomando como base a las personas que proporcionan apoyo de forma indivi-
dual, se encontró que las mujeres divorciadas recibieron ayuda de por lo menos
una hermana en todas las categorías de apoyo, con excepción de la ayuda mate-
rial; y de la madre y por lo menos una amiga en tres categorías de apoyo. En cam-
bio, los hombres mencionaron en mayor medida haber recibido ayuda de por lo
menos un amigo varón en cinco áreas de apoyo, y de por lo menos un hermano
varón en tres categorías de apoyo social. El padre fue mencionado en mayor pro-
porción por los varones divorciados como proveedor de consejos.
En resumen, la experiencia referente a las fuentes de apoyo social en la vida
posdivorcio en México tiene un matiz de género, el cual se manifestó en el hecho
de que las mujeres tienen un mayor número de personas que las asisten en varias
áreas de apoyo social que los varones. Aunque en ambos géneros estas fuentes de
apoyo recaen sobre todo en la familia y los amigos, se encontraron diferencias: las
mujeres reciben más soporte de la familia, principalmente de la madre y de por lo
menos una hermana, en varias áreas de apoyo; mientras que los hombres divorcia-
dos recibieron ayuda en una mayor proporción de por lo menos un amigo varón
y de un hermano hombre. Es decir, en esta muestra, los hombres tienden a apo-
yar a otros hombres y las mujeres a otras mujeres. Cabe señalar que fue marginal la

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

mención de personas tales como sacerdotes, psicoterapeutas y personas con algún


tipo de formación profesional.
Esta información contribuye a delinear la manera en que las personas que han
terminado su matrimonio son asistidas por su red social en las particularidades
de la cultura mexicana. En este sentido, la gran confianza en la familia como pro-
veedora de apoyo y la poca referencia a profesionales y otras fuentes extra fami-
liares puede ser una expresión de una orientación cultural colectivista propia de
México y América Latina (Hofstede, 2001), en donde hay una fuerte adhesión a
la familia y una menor cantidad de grupos fuera de ella hacia los cuales se guarda
identidad y se busca para solicitar apoyo en momentos de crisis o necesidad. En
los participantes entrevistados este familismo se expresó no obstante que son per-
sonas con un nivel educativo de 12 años, nivel que se encuentra por encima del
promedio de la población general. En este sentido, se esperaría que los rasgos tra-
dicionales de una cultura se maticen conforme crecen los niveles educativos.
Relacionado con la gran confianza en la familia como proveedora de asistencia,
la escasa frecuencia de mención de consejeros, mediadores y terapeutas por parte
de los hombres y las mujeres divorciadas indica la necesidad de que los servicios
formales de ayuda adecúen sus servicios a este tipo de población. Aunque el estu-
dio reportado en este capítulo se centra en las fuentes de apoyo informal, la entre-
vista empleada para recabar datos tenía un formato de respuesta abierta, por lo que
los participantes podían mencionar a tantas personas o fuentes como les hubiera
sido posible. Como ya se vio, la referencia a familiares y amigos fue constante,
independientemente de la necesidad expresada y del área de apoyo en cuestión.
Un aspecto que aún queda pendiente por explorar es la contribución que dichas
fuentes de apoyo tienen en el bienestar de las personas divorciadas. La cercanía
con una persona puede involucrar el intercambio de ayuda, pero también las crí-
ticas, reproches y los conflictos pueden estar presentes, posiblemente minando los
beneficios de los comportamientos de apoyo. La consecuencia de ello es que unas
personas pudieran ser más efectivas que otras en ayudar al hombre o la mujer que
experimenta o ha experimentado la terminación de su matrimonio, el conocer
cómo es importante para mejorar y/o desarrollar intervenciones a nivel individual
y comunitario acordes con las características de nuestro contexto.
Por último, existe una serie de factores que pueden limitar el alcance de las con-
clusiones antes vertidas. Como ya se indicó, no es posible saber si los patrones de
apoyo encontrados son característicos sólo de la población divorciada. Pero ade-
más, el hecho de que los participantes hayan sido reclutados en grupos e institucio-
nes de apoyo a personas divorciadas puede llevar a preguntarse sobre los patrones
de apoyo en aquellos divorciados que no tienen la oportunidad o no desean asistir
a tales grupos y organizaciones, limitando, en consecuencia, la presente discusión.

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| Las fuentes de apoyo social en hombres y mujeres divorciados |

Otros factores que pueden restringir las conclusiones del estudio son la sobrerre-
presentación en la muestra de personas con escolaridad alta y de mujeres que tra-
bajan fuera del hogar. Se espera que los estudios futuros sobre el tema superen las
limitaciones del trabajo reportado en estas páginas.

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La institución del matrimonio y del divorcio:
perspectivas de las mutaciones familiares
contemporáneas, a la luz del caso francés1
Thierry Blöss e Isabelle Blöss-Widmer

T anto antropólogos como historiadores, demógrafos y sociólogos han estu-


diado ampliamente la evolución de las diversas formas de vida conyugal,
desde la más tradicional y normativa que se impone a la pareja que se casa, hasta
la más contractual o privada en la que los miembros de la pareja priorizan los
sentimientos amorosos como cimientos de su unión. Si el divorcio —como todo
fenómeno social— se difunde y se transforma, es porque el matrimonio tam-
bién cambia en sus significados sociales y en las expectativas de cada cónyuge.
En este artículo, los autores muestran que los cambios sociales que enfrentan
las sociedades contemporáneas occidentales —a la luz del caso francés— en la
organización de la vida de pareja no pueden reducirse a una forma de indivi-
dualización de las costumbres o de desinstitucionalización de la familia. A pesar
de la disminución del número de matrimonios y de su inestabilidad creciente
(reflejada en la elevación de los divorcios), la vida de pareja continúa siendo
una institución (aunque de características cada vez más diversas) cuyo funcio-
namiento sigue siendo profundamente inequitativo. Es justo debido a que la
unión matrimonial no es equitativa que se espera que los arreglos del divorcio
lleguen a respetar una cierta forma de equidad entre las parejas divorciadas. En
la práctica, y a pesar de la evolución democrática del derecho de familia, estos
arreglos contribuyen a reproducir el funcionamiento desigual de la vida matri-
monial antes del divorcio, al asignar a cada miembro de la pareja sus propias
prerrogativas de género.

1
Traducción del francés por Manuel Ribeiro y Fernando Bruno.

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

¿Cuáles son los factores sociales que subyacen al divorcio? ¿Cuáles sus conse-
cuencias? ¿Por qué razones la atención sociológica se enfoca más sobre el antes o
el después del divorcio? En guisa de respuesta, los análisis elaborados en este artí-
culo sobre la evolución del matrimonio y del divorcio en el seno de la sociedad
francesa, constituyen —tal es su propósito— un conjunto de referencias suscepti-
bles de cuestionar la realidad mexicana, a fortiori la de Nuevo León y de su capi-
tal Monterrey, bastante próximas de las tendencias sociodemográficas observadas
en Francia.

El divorcio: una realidad social de contornos sociales


y jurídicos muy heterogéneos

Resulta evidente que tanto el matrimonio como el divorcio son construcciones


sociales que se ajustan a normas y reglas. Las mismas palabras, matrimonio y
divorcio, esconden realidades muy diferentes según las sociedades y sus culturas
(Roussel, 1980: 1025). A pesar de su larga historia, Francia no instauró el divor-
cio sino en tiempos muy recientes. Desde su creación, este fenómeno se modificó
tanto de forma cuantitativa como cualitativa. Más de un siglo de evolución ha
permitido definir el marco actual. Sin embargo, las leyes y sus modalidades tie-
nen sus límites; no nos proporcionan más que un vistazo muy parcial de la reali-
dad de la vivencia del divorcio por parte de los esposos. De tal suerte, en Francia,
el legislador distingue, desde hace casi treinta años, diferentes maneras de divor-
ciar: desde la más conflictual (aquella en la que uno de los esposos hace recaer
oficialmente la culpa sobre el otro) hasta la más consensual (aquella en la que, al
menos en teoría, ambos esposos consienten en divorciar —divorcio denominado
“por mutuo consentimiento”—. Esta segunda vía no constituye, en realidad, sino
un consenso formal en la medida en la que —incluyendo los casos en los que la
pareja está de acuerdo para divorciarse optando por esta vía más pacífica— los
motivos de desacuerdo no desaparecen. En otras palabras, el consenso mostrado
es, con frecuencia, un consenso aparente, ya que quienes se divorcian se atacan
de manera concreta en el marco de un procedimiento de mutuo consentimiento.
Tan es así, que 60% de las parejas que declaran divorciarse por consentimiento
mutuo —en el sentido jurídico del término— está, en la práctica, en situación de
conflictos de intereses. Esta realidad contradice la tendencia generalmente admi-
tida de la evolución de un divorcio que se trivializa, que se democratiza (en el
sentido en el que quienes se divorcian estarían de acuerdo en separarse por su
propio interés o por el de sus hijos). Esta interpretación, alimentada por ciertas

250

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| La institución del matrimonio y del divorcio |

fuentes estadísticas,2 simplifica la complejidad del proceso del divorcio, la per-


manencia de su extrema conflictualidad, incluyendo el periodo contemporáneo.
Tal conflictualidad está doblemente encubierta, ya sea por la extensión rápida y
casi generalizada del divorcio, o bien —como es el caso de los países como Fran-
cia—, donde el enunciado formal de los procedimientos seguidos por las parejas
que se divorcian deja pensar que el fenómeno se trivializa. En resumen, en cifras
oficiales, el divorcio culposo disminuye, pero no así el conflicto del divorcio, que
se mantiene, adquiriendo, según el país, vías jurídicas diferentes que diluyen, en
cierta forma, el contenido aparente.

Algunas referencias sobre la evolución de la legislación


sobre el divorcio en Francia:

Hasta 1975, el divorcio se rigió por una ley de 1884 (emitida bajo el imperio de
Napoleón). El divorcio no podía pronunciarse más que por una falta cometida por
uno de los esposos (divorcio de culpas exclusivas) o por los dos (de culpas recípro-
cas). Sólo el esposo “inocente” que obtuvo el divorcio podía obtener una pensión
alimentaria y, eventualmente, daños e intereses. Asimismo, era a la parte inocente
a quien eran confiados los niños. La ley votada en 1975 introdujo fundamen-
talmente un nuevo caso: el mutuo consentimiento. El divorcio culposo se man-
tuvo. Con el nuevo procedimiento de consentimiento mutuo, los esposos debían
ponerse de acuerdo, antes del juicio, sobre todas las consecuencias del divorcio
(guarda de los hijos, reparto de bienes, entre otros). Esta reforma del divorcio por
mutuo consentimiento, en 1975, iba en el mismo sentido que todas las reformas
realizadas por los países occidentales en la misma época. Las leyes posteriores ten-
drían todas ellas como objetivo el favorecer una mejor autoridad parental con-
junta (incluyendo la autorización de la custodia alternada de los hijos), y ello en el
supuesto interés de los menores.

2
Por ejemplo: la proporción de los divorcios por mutuo consentimiento está aumen-
tando con rapidez, pasando de 41% entre 1996 y 2000, a 47% entre 2001 y 2004, y lle-
gando a 55% en los años más recientes. De igual forma, los divorcios aceptados que no
representaban entre 13% y 14% del total hasta 2004, alcanzaron un nivel y una proporción
sin precedente (28 500, es decir, más que 21%). El desarrollo de los divorcios por mutuo
consentimiento y aceptados se produce en detrimento de los divorcios culposos, cuya pro-
porción está a la baja desde 1996, aunque la mayor disminución se registró durante los
últimos cuatro años (fuente: “Info Stat Justice”, Bulletin d’Información Statistique, núm.°109,
Francia, enero de 2009).

251

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

El desarrollo rápido y reciente de un fenómeno poco banal

Como lo precisan Patrick Festy y France Prioux, “cuando el divorcio fue admi-
tido en los países protestantes y poco después en los católicos, constituía una rup-
tura excepcional del matrimonio que no podía efectuarse sino cuando uno de los
esposos había cometido una falta: el divorcio era a la vez la sanción del esposo
culpable y la reparación otorgada al esposo inocente” (1975: 976). La mayoría de
las legislaciones sobre el divorcio en Europa, en un primer tiempo, atestiguó este
rasgo dominante del divorcio. La mayoría de ellas también evolucionó del mismo
modo, acordando mayor peso al mutuo consentimiento. Toca a los demógrafos
preguntarse si fue la aplicación de nuevas legislaciones más permisivas frente al
divorcio, más que el mutuo consentimiento, lo que está en el origen de esta alza
generalizada del divorcio (aunque con intensidades variables) en la mayoría de los
países europeos, entre 1960 y 1970. En todo caso, aunque el alza no deriva directa-
mente de las evoluciones legislativas, el vínculo sigue siendo fuerte. La evolución
de las costumbres aprovecha, en efecto, los cambios legislativos, ya que ellos mis-
mos se hacen eco de esta evolución de los comportamientos privados.
Al observar las diferentes cohortes de matrimonios formados desde hace unos
cuarenta años, se constata que todas las curvas de los divorcios se elevan con rapi-
dez al principio del matrimonio para alcanzar un pico (moda), por lo general
entre los 4 y 6 años. Este fenómeno ya había sido observado al examinar las cohor-
tes más antiguas (matrimonios concertados en los años 1950-1951) y ello a escala
europea. Patrick Festy y France Prioux concluyen, además, en la existencia de un
vínculo bastante claro entre el calendario del divorcio y su intensidad. En otros
términos, mientras más frecuentes son los divorcios, más elevada y más temprana
es la moda. Al observar las cohortes ulteriores, se constata que esta tendencia se
confirma —tanto desde un punto de vista longitudinal, cuando se observa el fenó-
meno al seguir la extinción por divorcio de las cohortes de matrimonios (gráfica
1)— como transversal (indicador de divorcialidad, véase gráfica 2).
La moda de los divorcios se sitúa, invariablemente, en los primeros años de la
vida marital. Concierne a una población cada vez más numerosa que se enfrenta
a este obstáculo. No obstante, una vez que esto se produce, los divorcios decre-
cen con menor velocidad que lo esperado. Esta tendencia quiere decir, según
Jean-Paul Sardon (1996: 729), que la duración del matrimonio entre las parejas
que divorcian no cesa de prolongarse, pasando de 12 años en promedio hacia el
fin de la década de los años sesenta, a 14.5 años en la actualidad (véanse las grá-
ficas 2 y 3).

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| La institución del matrimonio y del divorcio |
Número de divorciados
por 1 000 matrimonios
350

Matrimonios 2002
300
Matrimonios 1999
Matrimonios 1989
250
Matrimonios 1979
Matrimonios 1969
200

150

100

50

0
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38
Duración del matrimonio (años)

Gráfica 1. Tasas de divorcio por cohorte


según la duración del matrimonio. Francia metropolitana, 1969-2002
Fuentes: Ministerio de Justicia; insee. La gráfica se lee así: de cada 10 000 matrimo-
nios concertados en 2002 (la curva más alta), 330 terminaron en divorcio al término
de tres años de matrimonio. A título comparativo, entre los matrimonios concluidos
en 1969, alrededor de 75 terminaban en divorcio en el curso de la misma duración
de tres años. A duración igual, la intensidad del fenómeno aumenta en las cohortes
de matrimonio. Se constata también que el pico de cada curva es más precoz en las
cohortes más recientes.

Tasa de divorcio
(por 1 000 matrimonios)
30
Divorcios 2009
Después de 14.4 años de matrimonio en promedio
25 (Me = 11.35) Divorcios 1999
Divorcios 1989
20 Divorcios 1979
Divorcios 1969

15

Después de 14 años (Me = 11.35)


10 Después de 12
años (Me = 9.4)
Después de 13 años (Me = 10.51)
5

Después de 12.1 años (Me = 9.1)


0
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50

Duración del matrimonio

Gráfica 2. Tasas de divorcio por año, según duración


del matrimonio. Francia metropolitana, 1969-2009
Fuentes: Ministerio de Justicia; insee. La gráfica se lee así: de cada 1 000 divorcios
observados en 2009 (la curva más alta), la tasa de divorcio más elevada (26.2 por
1 000) se produce al cabo de cinco años de matrimonio; en promedio, los divorcios
de 2009 se produjeron al cabo de 14.4 años de matrimonio; dicho de otra manera,
en 2009, un divorcio de cada dos tuvo lugar antes de 11.35 años de matrimonio.

253

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |
Duración en años
550 15.0

500 14.5
450
14.0
400
13.5
350
13.0
300 ICD
12.5
250
Duración media de los
12.0
200 matrimonios rotos
150 11.5

100 11.0
1968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
Año del divorcio

Gráfica 3. Duración de los matrimonios de los divorciados


e Indicador Coyuntural de Divorcialidad (icd). Francia metropolitana, 1968- 2009
Fuentes: Ministerio de Justicia; insee.La gráfica se lee así: la duración media de los
matrimonios rotos (curva punteada) se lee sobre el eje vertical de la derecha. Ésta
pasa de 12 años al final de 1960 a más de 14 hoy en día. El Indicador Coyuntural
de Divorcialidad (icd) (curva continua) se lee sobre el eje vertical de la izquierda. Su
valor pasó de 113 divorcios por cada mil matrimonios en 1968 a 447 en 2009.

Este resultado puede ser considerado como destacable. Colocado en perspectiva


con el hecho de que las parejas no casadas rompen con mayor facilidad su unión
que las casadas, aun en presencia de hijos (Toulemon, 1994: 1338), permite con-
cluir, aunque de manera provisional, que el matrimonio (en Francia) parece ser un
“mejor garante de estabilidad de la pareja” que la unión consensual entre adultos, y
ello a pesar de la progresión creciente y elevada de las rupturas (gráfica 3).
El nivel elevado de los divorcios que concierne a la mayoría de los países occi-
dentales de Europa y de América del Norte implica, en consecuencia, trayecto-
rias maritales muy diferenciadas. Resulta así, por ejemplo, que “a misma duración
del matrimonio los divorcios son menos frecuentes cuando las parejas han tenido
hijos” (Festy, 1994: 1271). Dicho de otro modo, el riesgo de ruptura conyugal es
más importante para las parejas que no tienen (aún) hijos. Esta situación es, en
realidad, muy lógica: en una proporción importante de los divorcios precoces,
las parejas que se rompen tienen, en general, menos hijos que los no divorcia-
dos. Consecuentemente, “la proporción de hijos afectados por el divorcio de sus
padres durante su minoría de edad, es muy inferior a la frecuencia del divorcio”
(Festy, 1994: 1271). Además, las investigaciones que abordan el lugar del niño en
el proceso de desunión conyugal ponen el acento de igual forma en que, más que
la presencia de un hijo, es la influencia de su edad la que hay que considerar para

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| La institución del matrimonio y del divorcio |

esclarecer el proceso de desunión: la temprana edad del niño tiene un “efecto pro-
tector” sobre la relación entre los miembros de la pareja, y ello en la medida en
la que, en el curso de sus primeros años, estaría en el centro de la atención de los
adultos, de su movilización parental. Es esto lo que permite afirmar que la pre-
sencia de un niño pequeño protege a las parejas casadas del “riesgo de ruptura”
(Toulemon, 1994: 1330)

Explicar el divorcio: interés y límites de los factores evocados

Para explicar la progresión sensible del divorcio en los países occidentales, por lo
general se evoca un conjunto bastante diverso de “factores”, cuyas acciones acu-
muladas harían que ciertos países alcancen hoy en día índices elevados (Roussel,
1980: 1034). Dos tipos de factores pueden distinguirse:

■■ En primer lugar, los factores exógenos a la vida de pareja, tales como el


crecimiento de la actividad laboral de las mujeres (lo que les garantizaría
una mayor autonomía material); la evolución de las reformas de los pro-
cedimientos del divorcio (que al ser más ligeros judicialmente tenderían a
convertirse en ciertos casos en una “formalidad administrativa”); el debili-
tamiento de valores religiosos que consagran la indisolubilidad del matri-
monio, entre otros. La lista de estos factores exógenos puede ser más o
menos larga y al evocarlos corremos el riesgo de transformarlos en explica-
ciones causales que pueden ser precipitadas y, por tanto, discutibles.3
■■ La comprensión de la elevación del divorcio pasa también por la conside-
ración de factores endógenos a la vida de pareja. En el curso de los últimos
años, en efecto, se ha puesto énfasis en las transformaciones en la organi-
zación de la vida de pareja, lo que conduce a producir, en primera lectura,
una interpretación de conjunto bastante consensual. Nadie puede negar,
en efecto, que el matrimonio se ha transformado; que en la actualidad es el
resultado de elecciones personales de las futuras parejas que, en una socie-
dad que se ha vuelto masivamente salarial, se deslindan o se desmarcan de
alguna manera de la influencia directa de la familia de origen: la elección de
3
Por ejemplo, el incremento de la actividad femenina es frecuentemente considerada
como un factor de riesgo de ruptura del vínculo conyugal. Este enunciado de sentido común
se apoya en el hecho de que la mayoría de las demandas de divorcio proviene de mujeres
que ejercen un empleo. Al examinar más de cerca, se constata que la actividad profesional
es más un medio para las mujeres de asumir su autonomía en caso de crisis de la pareja que
directamente responsable de la disolución del lazo conyugal (Blöss y Frickey, 2006: 114).

255

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

pareja sería cada vez más el resultado de lógicas sentimentales que de lógi-
cas patrimoniales, incluso si en muchas sociedades las elecciones indivi-
duales siguen siendo secundarias en relación con la autoridad familiar.

Esta evolución ha sido ampliamente interpretada, no sólo como una desinsti-


tucionalización de la vida privada, sino sobre todo como la manifestación de un
movimiento de individualización de los vínculos conyugales, en el sentido de que
lo que prevalecería de ahora en adelante en la formación de las parejas sería pre-
cisamente los sentimientos de libertad de elección, pero también de cálculo y de
negociación del compromiso de cada uno de los miembros de la pareja. Por desins-
titucionalización se debe entender que:

hoy, la forma de vida privada que cada uno escoge no necesita una legitimidad
externa, conformidad social a una institución, o incluso moral. Ella se estructura,
antes que nada, en el reconocimiento mutuo de las personas que viven juntas, en el
respeto que ellas se tienen. Una buena pareja es aquella que sabe ayudar al otro a ser
él (ella) mismo(a), a desarrollar sus capacidades personales, a realizarse. La pareja se
concibe en la realización mutua del hombre y de la mujer (Singly, 1996: 9).

Por individualización —signo supuesto de los tiempos modernos— se


entiende que los individuos “quieren cada vez más preservar su identidad perso-
nal”, “ambicionan que no deben enfrentar demasiadas coacciones” (Singly, 2000:
237), incluso en el seno de la vida privada, “tratan de llevar una doble vida: no en
el sentido de dos vidas conyugales, sino en el sentido de una vida conyugal aso-
ciada a una vida personal” (Singly, 2000: 7), habiéndose transformado suficiente-
mente la familia contemporánea para permitir la construcción de espacios a la vez
propicios a las relaciones afectivas y a la libertad individual de las personas.
Tal y como se refleja en los comportamientos y en los discursos, una mayor
autonomía de cada miembro de la pareja es evidente, en el respeto recíproco de la
libertad de cada uno, en la afirmación de su propia identidad (el yo), de su diferen-
cia, de su capacidad de hacerse escuchar en el diálogo conyugal, en sus deseos, en
sus elecciones. Esta tesis que subraya el lugar creciente del individualismo en las
costumbres al interior de la relación matrimonial, que ordena a las personas que
respeten la libertad individual y la realización personal de sus parejas, está pre-
sente tanto en los trabajos de los sociólogos como en el de los psicólogos. Dicha
tesis debe entenderse, ante todo, como una consecuencia de la modernidad ideo-
lógica de las sociedades occidentales para hacer triunfar la idea de la propiedad
individual, en sus sentidos múltiples: económico, material, moral o incluso, funda-
mentalmente, existencial. Lo que prevalecería a partir de ahora para el equilibrio de

256

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| La institución del matrimonio y del divorcio |

la pareja, en coherencia con los propios intereses de cada uno, sería entonces, a la
vez, la inversión afectiva, la satisfacción de su sentimiento amoroso, pero también
de su realización personal. Esta doble exigencia constituiría el criterio funda-
mental de la relación matrimonial moderna, y al mismo tiempo, su motor prin-
cipal de ruptura. En efecto, es preciso constatar que la dimensión relacional de la
pareja se ha constituido en los últimos años como uno de los elementos princi-
pales de su fundamento. El divorcio en este contexto se transformó en una salida
normal de la insatisfacción de este equilibrio relacional necesario, en una eventua-
lidad bien integrada en las lógicas de los individuos. En esta lógica, no están ausen-
tes los motivos de insatisfacción, bien al contrario. El artículo de Manuel Ribeiro4
en el presente libro muestra bien que las encuestas no se refieren generalmente
a un motivo principal o determinante para explicar las causas del divorcio, sino
más bien a un conjunto de quejas. Manuel Ribeiro llega incluso a contabilizar y a
comparar el número medio de reproches que los hombres y las mujeres se profie-
ren. En este inventario, son las mujeres quienes llevan la delantera, prueba hipo-
tética de que su posición en la relación matrimonial es más incómoda.
Al lado del discurso generalmente admitido que menciona, casi sin límites, la
lista de factores exógenos a la nupcialidad y a la divorcialidad, se desarrolla —en
consecuencia— el que recuenta los diversos motivos internos de ruptura conyu-
gal: en tales términos, todo es motivo de ruptura; la lista de las inadaptaciones y
conflictos domésticos que cada uno le reprocha al otro es larga: la letanía de los
reproches invocados traduce el hecho de que en la nueva concepción del matri-
monio todo es motivo de reproche y sus consecuencias son en ocasiones inme-
diatas e irremediables. Dicho de otro modo, sus factores o motivos explícitos son
menos interesantes como tales que como elementos de un sistema de argumentos
que traduce de manera concreta una dinámica matrimonial basada en la inextri-
cable dialéctica del “yo” y del “nosotros”.
Esta argumentación refleja la importancia de las cuestiones sociales del equi-
librio emocional en las relaciones de pareja. En el discurso científico sobre esta
cuestión podemos constatar la parte decisiva que toma la psicología. Dado que la
norma social se orienta “al buen divorcio”, a la búsqueda de la mejor gestión posi-
ble del conflicto o del desacuerdo conyugal, y hacia el mantenimiento del diálogo
entre los padres desunidos, el rol social de las causas psicológicas es de importan-
cia creciente. La explicación del divorcio por los factores endógenos favorece, así, el
establecimiento de un peritaje psicológico que interviene en los males conyugales,

4
“Tendencias sociodemográficas del divorcio en Nuevo León”.

257

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

incluido el plan de acompañamiento terapéutico (véase en este libro el capítulo de


Benito Estrada).5
Frente a esta posición dominante de expertise utilizada por los psicólogos, psi-
quiatras y psicoanalistas, que les consagra el estatus de especialistas indiscutibles
de la pareja, la posición de los sociólogos es delicada y enfrenta dificultades para
encontrar su legitimidad científica. Esta legitimidad es menos evidente cuando el
discurso sociológico se acerca del psicológico, al tratar de explicar la crisis de la
pareja por una serie de desajustes cotidianos, que, a fortiori, retoman los motivos
explícitos enunciados por las parejas encuestadas6 (véase en este libro el análisis
de René Landero y Mónica González7). Tal legitimidad es aún menos pertinente
cuando casi no utiliza las variables sociológicas (como la pertenencia sociocultu-
ral), que hace parecer, de forma implícita, como si un único modelo matrimonial
se aplicase a todas las clases sociales.

¿Es el divorcio signo de una crisis de la institución matrimonial?

Los cambios observados en las parejas, en las sociedades occidentales contempo-


ráneas, han privilegiado ampliamente el rol creciente del individualismo de las
costumbres, su función ideológica, su presencia en la mentalidad de las parejas.
La tesis del individualismo, como lo precisa Jean-Hugues Déchaux (1998: 61), no
dio la talla al oponer los derechos del sujeto a los de la institución. Si el matrimo-
nio ha perdido popularidad es, desde este punto de vista, porque simbolizaba un
contrato inequitativo entre los sexos que se volvió inadmisible, porque era con-
siderado (a fortiori por aquellos que lo rechazaban) como un obstáculo para la
expresión del sentimiento amoroso y para la realización de la libertad individual.
En esta visión, en parte estereotipada, el sermón de fidelidad y de longevidad, de
compromiso, pero también de aceptación de “en las buenas y en las malas”, ya no
son compatibles con una visión de la vida de pareja que se espera sea más liviana,
más contractual y, en todo momento, revocable.
En este sentido, los estudios sobre el divorcio ponen sobre la mesa de manera
implícita la cuestión de la definición social del matrimonio, es decir, a la vez de su
interés individual y social. ¿Para qué sirve entonces el matrimonio? Esta pregunta

“Depresión y terapia de pareja ante el divorcio”.


5

Entre los motivos invocados por las personas encuestadas para explicar su divorcio, la
6

parte esencial de los motivos alude poco a la traición del sentimiento amoroso (adulterio,
ausencia de dialogo, desacuerdo,..) o a su fin (el fin del amor que se recibe del otro o que
se tiene hacia el otro).
7
“Matrimonio, separación, divorcio, monoparentalidad”.

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| La institución del matrimonio y del divorcio |

no admite una respuesta única ni universal, en tanto que es verdad que la insti-
tución del matrimonio, incluido el sentido jurídico del término, se diferencia, a
veces con fuerza, de una sociedad a otra: por ejemplo, se puede mencionar que el
matrimonio en Francia ya no sirve para definir la paternidad, “al hacer legítima la
descendencia”, ya que las leyes promulgadas colocan en igualdad a los hijos legí-
timos (nacidos dentro del matrimonio) y a los hijos naturales (nacidos fuera del
matrimonio). En otras palabras, como señala Françoise Héritier (2005: 14), en la
actualidad, la legitimidad de los hijos ya no está restringida en nuestra sociedad
al nacimiento al interior del matrimonio, o “los hijos nacidos en el matrimonio ya
no son los únicos legítimos”.
No obstante, la institución familiar y su pertenencia estatutaria (por no decir
su necesidad de reconocimiento estatutario) no han desaparecido, a pesar del dis-
curso social sobre la desinsti­tucionalización de la familia. El deseo de autono-
mía individual y el de pertenencia estatutaria pueden, en efecto, ser consideradas
como dos caras de una misma realidad (Déchaux, 1998: 61). Esta metáfora es
interesante, ya que nos invita a no excluir con demasiada rapidez el rol de las ins-
tituciones en el funcionamiento de las parejas. ¿Es la pareja actual una realidad
menos institucionalizada que antes? Diferentes análisis nos invitan a responder
afirmativa­mente esta pregunta; es decir, en el sentido que nos propone la evolu-
ción liberal de los senti­mientos. Sin embargo, la institución del matrimonio no ha
desaparecido. Esta expresión, de significados múltiples, como lo veremos, es la
que el divorcio mismo tiende a reforzar.
Esto significa, en primer lugar, desde el punto de vista de las interacciones en
el seno de la pareja, que la socialización de los roles sexuales garantiza siempre
una asimetría de las tareas, de las posiciones y de los estatus. Jean-Claude Kauf-
man (1992) y otros han mostrado la fuerza de los efectos de la socialización en el
funcionamiento de las parejas que transcienden o sobrepasan las veleidades teó-
ricas de la realización personal. Dicho de otro modo, el individualismo conyugal,
en tanto propensión ideológica a defender su pre-concepción personal, se opone
a las normas rutinarias de la división sexual del trabajo. Kaufman muestra cómo
con la experiencia de la vida de pareja, esta división sexual del trabajo se impone
y dicta en cierta forma su ley inequitativa, en particular en los medios desfavore-
cidos en detrimento de las mujeres. La individualización confronta, así, sus lími-
tes de clase y se difunde con mayor dificultad de lo que podemos imaginar.
Sin contar, como lo señala Jean-Hugues Déchaux, que el modelo dominante
de libre elección de pareja, basado en la búsqueda del ser amado, no ha trasto-
cado el orden social: la selección de la pareja se rige siempre por la ley social de la
homogamia, que define el perímetro de reclutamiento del ser amado, volviendo así
imposible ciertas uniones o, en otros términos, conformando la selección amorosa

259

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

a una elección de proximidad social. Esta homogamia recurrente no constituye


una garantía de igualdad social. En efecto, e incluyendo a las parejas homogámi-
cas (caso más frecuente), la desigual repartición de las tareas domésticas es un
hecho. La institucionalización de los roles sociales de género constituye —desde
este punto de vista— un proceso permanente.

Los nuevos usos sociales del matrimonio

En Francia, los años de posguerra coincidieron con el apogeo del matrimonio


(Bozon, 1991). La inmensa mayoría de las parejas estaba legalmente casada (véase
gráfica 4). En efecto, al final de los años 1960, era poco frecuente que las parejas
se formaran sin haberse casado.
%
100
95
97.2 96.4 87.5
90 97.1 93.7
85 82.2
78.0
80
75
70
65
60 % de parejas casadas
55
50
45
40
% de parejas no casadas
35
30
25
20 17.8
12.5 22.0
15
10 2.9 2.8 6.3
3.6
5
0
1962 1964 1966 1968 1970 1972 1974 1976 1978 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006

Gráfica 4. Proporción de parejas casadas


y no casadas del total de parejas. 1962-2006
La gráfica se lee así: en 2006, la proporción de parejas no casadas se elevaba a 22%
del total de parejas. Fuente: insee.

Pero en treinta años, de 1965 a 1995, la unión libre se impuso como la forma
dominante, al pasar de 10% a 90% de todas las parejas (Toulemon, 1996: 684). El
autor insiste, sin eufemismos sobre esta tendencia: “en tanto rito que instituye la
unión de dos personas con el propósito de fundar una familia, el matrimonio está
actualmente casi muerto: nueve de cada diez uniones empiezan sin casarse, un
primer nacido de cada dos nace fuera del matrimonio y esta proporción aumenta
rápidamente” (p. 702). Hoy en día, en la sociedad francesa, la gente ya casi no se
casa por el nacimiento de un niño, mientras que en los años setenta casarse en tales
circunstancias era todavía la norma, ya que un nacimiento que se producía fuera
260

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| La institución del matrimonio y del divorcio |

del matrimonio daba lugar a una regularización rápida de la unión (por ejemplo,
la proporción de matrimonios durante el embarazo pasó de 8% en 2000 a 4.6% en
2009) (insee). Esta información es corroborada por el hecho de que en nuestros
días, la mayoría de los niños en Francia nace fuera del matrimonio (53% en 2009).
Dicha proporción llega a alcanzar 63% del total de los primeros nacimientos (y es
de 39% para los segundos nacimientos).
Estos datos conciernen específicamente al vínculo estadístico entre los naci-
mientos y el matrimonio; muestran, sin equívoco, que el matrimonio ya no es
el suceso fundador de la familia: los calendarios de nupcialidad y de fecundidad
se autonomizan con lentitud. No obs­tante, en su mayoría, los niños —a fortiori
menores— viven con sus padres casados. Este modelo, aun cuando se debi-
lita, sigue siendo ampliamente dominante. Esta expresión significa que un gran
número de parejas no casadas8 termina por regularizar su situación legal.
7200
000
6800
000
6400
000 Matrimonios
6000
000
5600
000
5200
000 Divorcios
4800
000
4400
000
4000
000
3600
000
3200
000
2800
000
2400
000
2000
000
1600
000
1200
000
800
000
400
000
0
1896
1884
1888
1892

1900
1904
1908
1912
1916
1920
1924
1928
1932
1936
1940
1944
1948
1952
1956
1960
1964
1968
1972
1976
1980
1984
1988
1992
1996
2000
2004
2008

Gráfica 5. Matrimonios y divorcios en la Francia metropolitana. 1884-2007


Fuente: insee, Estado civil.

El matrimonio ha sido objeto, en el curso de las últimas décadas, de estudios


o de análisis (a menudo basados en datos provenientes de censos) que han com-
partido un diagnóstico más bien negativo o pesimista sobre la evolución del fenó-
meno: fin del matrimonio, debilitamiento de la institución, nupcialidad en su nivel
más bajo, enrarecimiento del matrimonio. El conjunto de los términos utilizados,

8
En 2006, en Francia, de cada 100 parejas, 22 están en unión libre. En 1960 eran 3%
(insee). Esta categoría está en claro crecimiento, sin que por ello podamos considerar este
estado matrimonial como definitivo, ya que un buen número de parejas no casadas regula-
riza su situación legal.

261

ElDivorcio.indd 261 5/21/2012 7:54:33 AM


| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

sin mucho matiz, ha subrayado la dimensión cuantitativa del fenómeno (su dismi-
nución relativa) para llegar a conclusiones más cualitativas sobre la desinstituciona-
lización creciente de la vida de pareja. Si, de manera paralela a la disminución de los
matrimonios, constatamos un alza sensible del divorcio (gráfica 5), entonces no hay
más que un paso para concluir que existe una crisis de la institución matrimonial.
Sin embargo, la evolución del divorcio en Francia desde la segunda mitad del
siglo xx no puede reducirse a la simple constatación de su alza, ya que como lo
hemos subrayado con anterioridad, la duración media del matrimonio a la rup-
tura de la unión, casi no ha dejado de elevarse (véase gráfica 3).

Los significados sociales de las segundas nupcias

Más que nunca, la categoría social que representan las personas casadas es una
categoría heterogénea: a los matrimonios precoces o tardíos se añaden las segun-
das nupcias. Para una visión completa, en la actualidad es conveniente que cuando
se evoque al matrimonio se sumen las primeras y segundas nupcias. Después del
divorcio, volverse a casar se impone como una consecuencia normal (véase grá-
fica 6), incluso si esta situación se presenta con mayor lentitud entre las mujeres.
%
20
Proporción de segundas nupcias de hombres divorciados
19 sobre el total de matrimonios anuales
18
17 Proporción de segundas nupcias de mujeres
16 divorciadas sobre el total de matrimonios anuales
15
14
13
12
11
10
9
8
7
6
5
4
1946
1948
1950
1952
1954
1956
1958
1960
1962
1964
1966
1968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008

Gráfica 6. Proporción de segundas nupcias. Francia metropolitana, 1946-2008


La gráfica se lee así: en 2009, de cada 100 matrimonios celebrados 19 implicaban
un hombre divorciado y 18 una mujer divorciada.

En consecuencia, con el incremento de los divorcios, la proporción de las


segundas nupcias ha aumentado de manera significativa. Uno de los hechos des-
tacados en la evolución global de los matrimonios es, en efecto, la proporción

262

ElDivorcio.indd 262 5/21/2012 7:54:33 AM


| La institución del matrimonio y del divorcio |

creciente de los matrimonios de personas divorciadas. Esta proporción, por


ejemplo, se ha más que duplicado entre 1971 y 1993 (7.8 y 16.1%, respectiva-
mente). En 2009, el porcentaje para los hombres era de 19.4% y para las mujeres
de 18.1%. Como señalaba Louis Roussel hace ya treinta años —en un momento
en que el fenómeno aún no había alcanzado la audiencia que tiene en la actuali-
dad— las segundas nupcias de los divorciados no es un simple hecho del matrimo-
nio; sino que además lo equilibra y lo sostiene (Roussel, 1981: 765). Ello constituye
hoy en día una realidad no marginal, en todos los casos, una realidad diferente
y numéricamente más importante que las segundas nupcias a raíz de la viudez
—fenómeno al que ha suplantado ampliamente durante las últimas décadas—. Su
consideración es, en consecuencia, necesaria para comprender la evolución de
los comportamientos de nupcialidad en su conjunto. Los estudios realizados en
parte por los demógrafos, han permitido medir ciertas diferencias morfológi-
cas entre las nuevas nupcias de divorciados y los primeros matrimonios, causa-
das sobre todo por la mayor diferencia de edad observada entre los miembros
de la pareja (los hombres divorciados por lo general se casan con mujeres bas-
tante más jóvenes que ellos). Tales estudios también han puesto el acento en la
complejidad de los problemas encontrados por las segundas nupcias que, en
palabras de Irène Théry, constituyen fundamentalmente uniones herederas: la
herencia de un pasado conyugal y de su ruptura más o menos traumatizante;
como herencia de un pasado familiar, los casamientos sucesivos con frecuen-
cia le imponen a las nuevas parejas con hijos de uniones anteriores una carga
de dificultades que pueden surgir de la presencia de dichos hijos (Théry, 1987;
Blöss, 1996). A fin de cuentas, como ha sido establecido en particular en Estados
Unidos al final de los años cincuenta, los matrimonios que implican al menos
una persona divorciada resultan ser más inestables y terminan con más frecuen-
cia en divorcio (Monahan, 1958).
Como quiera que sea, y tomando el punto de vista de Roussel,9 se puede consi-
derar que el alza de los índices de segundas nupcias sería más bien un síntoma de

9
Para Louis Roussel, los individuos dudan en volverse a casar después de un divorcio por-
que su matrimonio constituye una referencia ineludible en sus vidas, porque todo les vuelve
a llevar, en cierta forma, a su primera unión, incluida la segunda o tercera unión (cuando se
vuelven a casar) las razones del divorcio de su segunda unión. Esta hipótesis, se basa en reali-
dad en la constatación de una disminución provisional de los segundos matrimonios al prin-
cipio de los años setenta (sólo entre las mujeres, por observación de un indicador coyuntural
que Roussel llama Índice Sintético de Nuevas Nupcias de Divorciados). Ello se inscribe con
mayor amplitud en el marco de una reflexión que, estigmatizando de alguna manera el
divorcio y su periodo posterior, procura demostrar una desinstitucionalización de la pareja
y de la familia.

263

ElDivorcio.indd 263 5/21/2012 7:54:33 AM


| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

buena salud de la institución matrimonial, a fortiori si otorgamos al concepto de


institución matrimonial —como lo hemos hecho a lo largo de este artículo— una
acepción amplia que incluye otras formas instituidas de vida conyugal (como el
Pacto Civil de Solidaridad10 en Francia), en pleno florecimiento en las sociedades
contemporáneas occidentales (véase gráfica 7).
520,000
Matrimonios + PACS (H/F)
480,000

440,000 Matrimonios

400,000 PACS (H/F)


360,000

320,000

280,000

240,000

200,000

160,000

120,000

80,000

40,000

0
1946

1948

1950

1952

1954

1956

1958

1960

1962

1964

1966

1968

1970

1972

1974

1976

1978

1980

1982

1984

1986

1988

1990

1992

1994

1996

1998

2000

2002

2004

2006

2008
Gráfica 7. Evolución del matrimonio
y del Pacto Civil de Solidaridad (PACS). Francia metropolitana, 1946-2008
La gráfica se lee así: paralelamente a los 245 151 matrimonios concertados en 2009,
el contrato del PACS (Pacto Civil de Solidaridad) ha unido a 166 250 parejas (forma-
das por un hombre y una mujer). Esto eleva la cifra de contratos de unión de parejas
reconocidos por el Estado francés a 411 401 para 2009.

Más allá de estos aspectos cuantitativos, una de los cuestiones del análisis
sociológico consiste, probablemente, en cernir las razones por las cuales una
pareja (en la que al menos uno de los miembros ha sido divorciado) se vuelve
a casar. A este respecto, las interpretaciones que hasta ahora han dominado el
panorama del estudio del divorcio han puesto el acento en los beneficios que
podría obtener cada nueva pareja, la opción de volverse a casar se decidiría
sobre todo en términos de racionalidad o de oportunidad económica. Esta
corriente de interpretación dominante no toma en cuenta todo un conjunto de
factores que calificaremos aquí de simbólicos (ligado a la dimensión simbólica
de la institución matrimonial). El alargamiento de la duración entre el divorcio
y el nuevo matrimonio, según nosotros responsable de la disminución del índice
sintético de segundos matrimonios de divorciados (constatado por Roussel,

Después del voto a la ley 99-944, el 15 de noviembre de 1999, y según el Artículo


10

515 del Código Civil, el “Pacto civil de solidaridad (PACS) es un contrato concertado por
dos personas físicas mayores de edad, de sexo diferente o del mismo sexo, para organizar
su vida común”.

264

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| La institución del matrimonio y del divorcio |

hace alrededor de treinta años), plantea, desde este punto de vista, los límites de
una interpretación “economicista” del matrimonio. La gente se casa más tardía-
mente hoy que ayer (dos veces más tarde para los hombres y casi para las mujeres),
es decir, después de haber absorbido en cierta manera el impacto más importante
de las perturbaciones financieras consecutivas al divorcio (véase gráfica 8).
Duración promedio de tiempo
entre divorcio y nuevo matrimonio
9.0

8.0

Mujeres
7.0
Hombres
6.0

5.0

4.0

3.0
1965
1966
1967
1968
1969
1970
1971
1972
1973
1974
1975
1976
1977
1978
1979
1980
1981
1982
1983
1984
1985
1986
1987
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
Gráfica 8. Duración media del periodo entre divorcio
y nuevo matrimonio, según sexo. Francia metropolitana, 1965-2009
La gráfica se lee así: en 1965, los hombres divorciados que se volvían a casar lo
hacían, en promedio, 4.2 años después de su divorcio. En 2009, el promedio fue de
8.2 años.

De tal suerte, volverse a casar parece ser, si no más reflexionado, al menos más
alejado de las contingencias materiales y psicológicas del divorcio. La duda es pro-
bablemente mayor, la prudencia también, la elección más clara, lo que hace que
sea más tardado. ¡El matrimonio está muerto, viva el matrimonio! Esta frase humo-
rística muestra el sentido que reviste a fin de cuentas la institución matrimonial
para la vida de pareja, incluyendo la actual, a pesar de los discursos alarmistas o
categóricos sobre el ocaso de la institución matrimonial.
Considerado de manera insuficiente hasta hoy en los análisis sobre los com-
portamientos conyugales (matrimonio, divorcio…), el alargamiento de la espe-
ranza de vida constituye sin duda alguna un factor de transformación de las
trayectorias individuales de la vida privada. La esperanza de vida a los 40 años
se elevó nueve años para los hombres y 11 para las mujeres desde 1946, pasando
de una duración media de vida restante de 31 a 40 años para los primeros y de
35 a 46 años para las segundas. De tal suerte, actualmente un hombre de 40 años
puede esperar vivir en promedio hasta 80 años y una mujer hasta 86 años. Sucede
como si —al menos hipotéticamente— este alargamiento de la esperanza de vida

265

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

se convirtiera en el imaginario en un crecimiento de la esperanza de una nueva


vida de pareja.
Desde esta óptica, los estudios sociológicos se han interesado recientemente en
la conyugalidad de las parejas de mayor edad, colocando ante todo la diversidad de
las formas de vida de pareja en tal momento del ciclo de vida (vida de parejas casa-
das y no casadas, viviendo bajo el mismo techo, o bien, viviendo juntos de manera
intermitente o incluso de manera alternada [cfr. Caradec, 1996]). La limitación
de este tipo de estudios exploratorios es que combina a las personas estudiadas
(específicamente a las de más de 50 años) sea cual fuere su estatus matrimonial
anterior. Para apreciar la relación con el matrimonio, para comprender por qué los
individuos optan o no por el matrimonio (o volverse a casar), es importante tomar
en cuenta su trayectoria personal pasada y de forma concreta su estatus conyu-
gal, pero también el de su ex pareja: ¿es el divorcio más propicio que una viudez
para volver a casarse? ¿Tener hijos constituye un freno para volverse a casar? Hoy
en día, todavía quedan muchas preguntas sin respuesta y que muestran la nece-
sidad de disponer de investigaciones cuantitativas longitudinales que permitirán
situar de manera más apropiada las diversas secuencias de la vida conyugal, unas
en relación con otras, a lo largo del ciclo de vida, con el propósito de comprender
sus influencias. Los datos disponibles muestran, sin embargo, que hay una vida
matrimonial después del divorcio, con mayor frecuencia que después de la viudez,
ya que tomando en cuenta la edad más tardía a la que ésta se produce y el impacto
psicológico que provoca, rara vez es seguida de un matrimonio. Las segundas
nupcias de los divorciados conciernen particularmente a los varones, quienes se
vuelven a casar más a menudo y, sobre todo, más rápido que las mujeres. Se pro-
duce también con mayor frecuencia en la medida en que se efectuó a una edad
temprana en el ciclo de vida.

Los “hábitos nuevos” de la conyugalidad instituida

En tanto que institución secularmente inequitativa, el matrimonio ha sido objeto


de profundas críticas sociales (en particular del movimiento de emancipación de
las mujeres). Este carácter desigual del matrimonio ha diseñado, en concreto, for-
mas de dominación masculina que hoy en día son consideradas como triviales
en Francia, pero que perduran en otros países: por ejemplo, la obligación de una
mujer de llevar el nombre de su marido, de pedirle permiso para trabajar, de abrir
una cuenta bancaria, de aceptar que su marido sea reconocido como jefe de la
familia, la asimilación de su deserción del hogar conyugal (como en las fuerzas

266

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| La institución del matrimonio y del divorcio |

armadas), e incluso cuando ella es víctima de violencia. Todas estas disposicio-


nes se encuentran en el Código Civil del Matrimonio, puesto en marcha en 1804
por Napoleón.11 Este código civil gozó de una gran estabilidad durante 150 años,
antes de ser modificado durante la década de 1960.
Esta modernización del matrimonio constituye una de las principales parado-
jas de la vida conyugal contemporánea, ya que, en efecto, los cambios de actitud
frente al matrimonio en Francia —como en la mayoría de los países europeos—
trátese de su desafectación relativa o de su inestabilidad creciente (por el divorcio),
se produjeron en el preciso momento en que el matrimonio se democratizaba, por
no decir se individualizaba, poniendo más garantías y límites al compromiso de
cada miembro de la pareja,12 en específico por la reforma de los regímenes matri-
moniales de 1965. Tales evoluciones tuvieron como consecuencia permitir el paso
de un régimen de solidaridad afectiva al de una individualización de los intereses
conyugales. Los últimos avatares de esta forma de “matrimonio-asociación”, en
palabras de Louis Roussel (1980: 1030), pueden ubicarse en las evoluciones esta-
tutarias del matrimonio. En esta reforma del código del matrimonio, en efecto, la
suma de los derechos y deberes respectivos de los esposos no ha cesado de subra-
yar y de desarrollar la necesidad para cada uno de ellos, independientemente de
su sexo, de gozar de una creciente libertad, ya sea ésta financiera o profesional,
por mencionar algunos ejemplos.
A pesar de tales reformas democráticas, el matrimonio tiende a conservar una
imagen por demás restrictiva, incluso retrógrada en ciertos sectores, lo que con-
tribuye a explicar su relativa disminución. Es probablemente a raíz de esta ima-
gen depreciada que un buen número de nuevas parejas opta por nuevas formas de
unión instituidas. Después de que Dinamarca abriera el camino en 1989, Europa
tiene ahora 12 países que han legalizado las uniones por procedimientos distin-
tos al del matrimonio. Francia y Luxemburgo, por su parte, crearon en 1999 un

Este Código Civil constituye una forma “de exaltación de la autoridad del marido sobre
11

su mujer”: “el marido debe protección a su mujer, la mujer obediencia a su marido” (anti-
guo Artículo 213 del Código Civil).
12
En materia de presunción de poder bancario, por ejemplo (Artículo 221 del Código
Civil), la ley N° 65-570 del 13 de julio de 1965 prevé que “Cada uno de los esposos puede
abrir, sin el consentimiento del otro, cualquier cuenta de depósito o de inversión a su nombre
personal”. No obstante, después de 1985, la ley N° 85-1372 del 23 de diciembre garantiza
que “Respecto del depositario, se considera que el depositante, incluso después de la diso-
lución del matrimonio, tiene la libre disposición de fondos e inversiones en depósito”. En las
nuevas disposiciones legislativas sobre el matrimonio, por ejemplo, “los esposos garantizan
conjuntamente la dirección moral y material de la familia. Ellos proveen para la educación
de los hijos y preparan su porvenir” (Artículo 213 de la ley del 4 de junio de 1970).

267

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

contrato de unión civil (llamado PACS28) accesible a todas las parejas no casa-
das, sean de sexo diferente o del mismo sexo. Más de diez años después notamos
que la casi totalidad de las parejas que optaron por el PACS son parejas hetero-
sexuales (97%).
Para interpretar el hecho de que las nuevas generaciones dudan en casarse y
que la ley toma en cuenta esta reticencia haciendo más ligeras las leyes del matri-
monio, Roussel (1989: 90) evoca la existencia de una doble desinstitucionaliza-
ción. La tesis de la desinstitucionalización es frecuentemente aludida para explicar
la evolución de los comportamientos familiares, la pérdida del rol ritual del matri-
monio en la vida de pareja y en la fundación de una familia. Esta tesis es, no obs-
tante, insuficiente para comprender el deseo de las nuevas generaciones de obtener
una forma (nueva y diferente) de reconocimiento social instituido. Al lado de las
parejas casadas que están disminuyendo, pero que aún constituyen la referencia
conyugal, son cada día más numerosas las parejas que se dirigen a la institución
para ser reconocidas como matrimonios a nivel oficial, con sus prolongaciones
en términos de derecho patrimonial, sucesorio, fiscal, entre otros; es decir, el con-
junto de derechos civiles que garantizan la fuerza del vínculo de alianza en el
curso de la unión y su perennidad después de la muerte.
A pesar de todo, la institución del PACS no equivale al matrimonio y a sus
derechos y deberes. Sin ceremonia alguna, sólo la relación a un servicio de venta-
nilla y el apostillado de un documento, constituyen la prueba de un acto oficial.
Esta nueva forma institucional de vida de pareja constituye una vía supuesta, a
la vez más flexible (se entra y se sale más fácilmente que en el matrimonio) y
desacralizada (sin necesidad de pasar frente al juez de paz, y sin posibilidad de
cualquier tipo de consagración religiosa), que, sin embargo, permite un recono-
cimiento social de orden práctico que se exige como necesario (véanse las dis-
posiciones oficiales de imposición fiscal común o incluso de donación en caso
de muerte de uno de los miembros de la pareja).
Para que el doble proceso de desinstitucionalización de la pareja se lleve a
cabo, como preconiza Louis Roussel, sería necesario que los actores decidieran de
manera creciente mantener sus preferencias de vida privada fuera de los marcos
institucionales y que el sistema jurídico se esfumase de forma progresiva de los
reglamentos de dicha vida privada. Ahora bien, ya sea a través de las nuevas for-
mas instituidas de unión conyugal o de las nuevas medidas jurídicas de la gestión
del divorcio, se constata que si bien las instituciones se diversifican, no desapare-
cen, bien al contrario. La reglamentación de la vida privada se moderniza: favo-
rece, al tiempo que las regula, las nuevas formas de conciliación privadas entre
parejas (como el divorcio por mutuo consentimiento). Ello no significa que el
derecho retroceda o desaparezca. Por el contrario, las orientaciones liberales de la

268

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| La institución del matrimonio y del divorcio |

justicia en materia de conyugalidad (como el reconocimiento del plural del tér-


mino parejas) y de divorcio (incitación a una mayor autorregulación, a una mayor
libertad aparente cedida a las parejas para unirse o desunirse) se duplican de nue-
vas prerrogativas que demuestran la extensión del campo de aplicación de la ley o
de su radio de acción (si se incluye a las parejas homosexuales).
La desinstitucionalización de la pareja no es sino aparente. Ello significa, con-
cretamente, que el número de parejas instituidas (obtenido por la suma de las
casadas y de las unidas por un contrato civil [PACS], está aumentando de forma
sensible (véase gráfica 7).

Las fronteras jurídicas de la institución


del divorcio como pruebas de su existencia

Insistimos en que la desinstitucionalización de la pareja y de la familia no es más


que aparen­te, en particular en el caso del divorcio. En efecto, la cuestión del divor-
cio y de los modos de vida familiar resultantes muestran, por ejemplo, que el
“modelo jurídico” puesto en marcha en las leyes recientes sobre la familia, que
favorecen el mutuo consentimiento y el ejercicio conjunto de la autoridad paren-
tal, no se aplica, en definitiva, sino a algunas categorías de la población. Dicho
modelo oculta lo esencial de las situaciones de ruptura conyugal, en las que el
conflicto está tan presente que por lo general fuerza al Estado (encarnado por
las decisiones del Juez de lo Familiar) a utilizar medidas de protección del interés
del niño —mediante las cuales, en ausencia de acuerdo en la pareja, la madre es
designada como responsable de la tutela de los menores—. Con excepción de una
minoría de parejas, a menudo provenientes de clases medias y superiores, que se
divorcian utilizando toda la libertad de maniobra otor­gada por la ley para que
su divorcio sea un asunto privado, la mayoría de las parejas no deja de recurrir a
la autoridad y al veredicto de la institución judicial para arreglar sus diferen­dos,
con frecuencia en un clima de conflicto abierto.
En una sociedad donde la disparidad de los roles paternos y maternos sigue
siendo muy fuerte, los hijos son confiados —de preferencia— a la madre, por lo
general en conformidad con los deseos de los padres. Aunque sustentados teó-
ricamente en la búsqueda de una corresponsabilidad parental, los reglamentos
judiciales del divorcio desembocan con frecuencia en el reconocimiento de una
diferencia y de una jerarquía sexual de las responsabilidades.13 En una nueva

13
La ley del 8 de enero de 1993 es un ejemplo. Por un lado, establece el principio del
ejercicio común de la autoridad parental después del divorcio (Art. 287 del Código Civil) y

269

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

concepción jurídica del divorcio, más conciliadora, caracterizada por el aban-


dono de la idea de falta conyugal en beneficio de la de mutuo consentimiento,
ya no es cuestión de confiar los hijos al esposo inocente sino, en el interés de
los hijos, a los dos padres, lo que ofrece más garantías en materia de estabili-
dad material y afectiva (Bawin-Legros, 1988).14 Esta noción de interés del niño
se convierte así en el criterio exclusivo de organización de la familia separada
(Théry, 1998). Dicho requisito equivale a duplicar las garantías de co-parenta-
lidad educativa, afectiva y residencial que ofrecen los padres, en particular, el
padre. La atribución mayoritaria de la custodia del hijo a la madre y las dificul-
tades encontradas para acordar la custodia compartida de los hijos son prueba
de que esta co-parentalidad sigue siendo, en los hechos, un enunciado esencial-
mente ideológico. Este rasgo, casi permanente de la justicia del divorcio, mues-
tra que tal proceso, contrariamente a los puntos de vista dominantes, no está en
vías de desinstitucionalización.
La extensión del Derecho Familiar, sus reformulaciones modernistas, tienen
sus límites. La existencia de familias reconstituidas, a menudo precedidas por un
divorcio, no ha producido hasta ahora un marco jurídico que permita definir la
norma de la relación con los padrastros y en particular de atribuir un estatus al
padrastro, el cual, sea cual sea la duración y la intensidad de su vínculo con los
hijos de su pareja, sigue siendo un extraño para el ámbito de la ley, sin el menor
derecho. Esto es lo que ha hecho decir a Andrew Cherlin (1978) que los nuevos
matrimonios que involucran la presencia de hijos de uniones anteriores confor-
man una “institución incompleta”. Aquí, los límites de la institución matrimonial
y familiar constituyen en cierta manera la prueba de su existencia.

ya no obliga al juez a fijar la residencia del niño, puesto que son los padres quienes deci-
den de común acuerdo. Por otro lado, y de manera casi antinómica, la aplicación del cri-
terio jurídico de “residencia habitual”, reservado al menor en su “interés”, funciona como
una fuerza retroactiva, en la medida en que al obligar a éste a no tener sino un hogar en
casa de uno de sus padres, reintroduce, paradójicamente, la distinción entre un padre
principal (femenino) y uno secundario (masculino) y reactiva la rivalidad parental (Théry,
1998), tanto en las relaciones en el seno de la pareja separada, como en las intervencio-
nes del juez.
14
De este punto de vista, la legislación en vigor reproduce en cierta manera la división
sexual desigual de los roles parentales, sirviendo de referente principal la función mater-
nal. Aquí el sentido político sustituye al sentido común: la justificación de confiar los hijos
a su madre, que adquiere más sentido cuando ellos son pequeños, se debe a la idea que
aún prevalece de que su desarrollo psíquico, intelectual y físico depende de los cuidados,
del calor humano y del amor de su madre.

270

ElDivorcio.indd 270 5/21/2012 7:54:34 AM


| La institución del matrimonio y del divorcio |

El posdivorcio: unidad, variedad


y dificultad del objeto de estudio

Sin lugar a dudas, la realidad cuantitativa de un fenómeno tiene consecuencias


sobre los modos de analizarlo. El divorcio es, desde este punto de vista, un ejem-
plo esclarecedor de la manera en que los estudios científicos han hecho evolucio-
nar su ángulo de análisis, según sea que se encuentre en una fase marginal o que
corresponda a un fenómeno de gran amplitud (el número de divorcios por cada
100 matrimonios en Francia llegó a 55 en el año 2005, lo que equivale a un récord
del indicador) (véase gráfica 9).
La evidencia estadística del divorcio y su carácter ineludible el día de hoy en el
paisaje familiar francés, constituyen, en efecto, una de las razones principales que
explican los escasos estudios sociológicos sobre el momento previo al divorcio,
sus causas o su génesis, mientras que por el contrario, los estudios sobre el posdi-
vorcio se han multiplicado en este último periodo de elevada divorcialidad.
Las primeras investigaciones importantes realizadas en Francia en los años
setenta (justamente unos años después de que este fenómeno conociera un cre-
cimiento inédito y generalizado en Europa Occidental), conducidas sobre todo
por demógrafos, trataron sobre las condicio­nes del divorcio, en concreto sobre
los trámites emprendidos por las parejas en el momento de los procedimien-
tos judiciales: “¿Quién de los dos cónyuges ‘solicitó’ el divorcio? ¿Qué dificul-
tades encontraron las parejas divorciadas en sus relaciones con la justicia y sus
auxilia­res? ¿Cuáles fueron las decisiones de los jueces en materia de custodia de
los hijos y de pen­sión alimenticia? ¿Los interesados los consideran equitativos?”
(cfr. Roussel, 1975).
No fue sino en un segundo momento cuando los estudios realizados, tanto
en Gran Bretaña como en Francia y en Estados Unidos —en particular a partir
de los años ochenta— se abocaron a medir las transformaciones de los modos
de vida subsecuentes al divorcio, tanto en las parejas como en sus hijos. Diferen-
tes dimensiones han sido exploradas, trátese del nivel económico de las muje-
res que se encuentran más a menudo a cargo de sus hijos, como también de su
salud física y mental, así como del equilibrio y el bienestar de los hijos. Una revi-
sión rápida de estos estudios sociológicos, demográficos y psicológicos muestra
la importancia de distinguir los efectos a corto plazo de los de plazo más largo,
teniendo en cuenta, como lo dijimos antes, que la situación social después del
divorcio no es definitiva para nadie y que las uniones consecutivas de parejas
se producen confrontando a los hijos del divorcio con suegros de característi-
cas bastante diversas.

271

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |
Divorcios por 100
60 matrimonios

55

50

45
Monterrey 2007
40
Francia
35
Nuevo León
30

25 México

20

15

10

0
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009

Gráfica 9. Relación de divorcios por cada 100 matrimonios.


Comparación entre Francia, México y Nuevo León (1999-2009)15
Fuentes: inegi e insee (s/f). La gráfica se lee así: si relacionamos los divorcios a los
matrimonios cada año, Francia presenta la tasa más elevada. Por ejemplo, en 2009,
en Francia se realizaron 52 divorcios por cada 100 matrimonios celebrados, contra
15 para México. En Nuevo León se observa una situación intermedia, con 29 divor-
cios por cada 100 matrimonios, aunque la ciudad de Monterrey tiene características
semejantes a las de Francia, con 51 divorcios por cada 100 matrimonios en 2007.

El aumento de las rupturas conyugales (y del divorcio en particular), pero tam-


bién las uniones subsecuentes de parejas de padres divorciados, suscitaron nume-
rosas preguntas y alimentaron diversos estudios sobre las consecuencias vividas
por los hijos (Villeneuve-Gokalp, 1999): ¿con cuál de los padres comparten la vida
diaria? ¿Cuál es la frecuencia de su relación con el otro padre? ¿Qué efectos pode-
mos encontrar en el modo de vida de los hijos de personas divorciadas? Tantas
preguntas revelan que los problemas sociales que a menudo son señalados tratan
básicamente sobre la cuestión del prolongamiento del vínculo parental (pater-
nal) después del divorcio (en un régimen jurídico que, como hemos visto, otorga
la prioridad de la custodia de los hijos a la madre), pero también el de los efectos
potencialmente desestabilizadores del divorcio sobre el futuro de los hijos.
El estudio de la influencia de los acontecimientos biográficos sobre el trayecto
de los hijos y de los adultos ha sido, hasta hoy en día, abordado de diferentes
maneras, mezclando aproximaciones económicas y psicosociológicas. Aún tene-
mos en mente las investigaciones —en particular las estadounidenses— que eva-
luaron el costo material y moral del divorcio y de la vida monoparental sobre

15
En esta obra, tomamos parte de esta gráfica (sobre la realidad mexicana) del capí-
tulo de Manuel Ribeiro en este mismo libro: “Tendencias sociodemográficas del divorcio en
Nuevo León”.

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| La institución del matrimonio y del divorcio |

los cónyuges separados, así como sobre el desarrollo psico-cognoscitivo de sus


hijos. De hecho, debemos tomar en cuenta ciertos matices en el balance que hace-
mos a este respecto. Porque si bien se ha demostrado que la separación de los
esposos implica para la madre y sus hijos una caída en el nivel de vida (Duncan
y Hoffman, 1985), algunos estudios franceses han precisado que las consecuen-
cias materiales no son las mismas según el medio social de pertenencia. Dicho de
otra manera, el déficit económico de las mujeres que se quedan solas después del
divorcio es más importante cuando pertenecen a una categoría social desfavore-
cida (cfr. Festy y Valetas, 1990).16
Investigaciones llevadas a cabo en Inglaterra (Kiernan, 1992) muestran, por
ejemplo, que los hijos que han vivido separados de uno de sus padres abando-
nan antes la escuela y el hogar familiar, se casan más precozmente y tienen más a
menudo hijos fuera de matrimonio que los hijos educados en una pareja unida.
Estudios franceses (Archambault, 2007) establecen un menor éxito de los hijos en
caso de separación de los padres. Esta reflexión comparativa sobre las consecuen-
cias de los acontecimientos biográficos sobre el desarrollo del ciclo de vida, no es
tan simple de sostener dado que tenemos en cuenta la preocupación de multipli-
car los parámetros. De tal suerte, otras investigaciones inglesas mostraron que

si tales relaciones subsistían en el mismo medio social, la mayoría dejaban de


ser significativas si se multiplicaban los puntos de semejanza entre los matrimo-
nios disueltos y los otros matrimonios, incluyendo, por ejemplo, el interés que los
padres tenían por la educación de los hijos, la existencia de tensiones en el seno de
la pareja, la presencia de hijos concebidos fuera del matrimonio, etc. (Bhrolchain,
Chappell y Diamond, 1994).

El estudio de los acontecimientos biográficos (tales como los cambios de situa-


ción familiar) y de sus consecuencias sobre el ciclo de vida plantea, así, una serie
de problemas, relacionados de manera particular a los métodos de análisis. Si se
toma, por ejemplo, el estudio de la consecuencia del divorcio sobre la escolaridad
de los hijos —cuestión ampliamente debatida por el sentido común, en la medida
en que el divorcio todavía conserva una imagen bastante negativa en el imagi-
nario social—, subrayaremos la necesidad de disponer de datos longitudinales

16
En esta obra, los artículos de Blanca Tamez, Manuel Ribeiro y Sandra Mancinas;
Gabriela Zamora, Manuel Ribeiro y Sandra Mancinas, así como Rogelio Rodríguez y Manuel
Ribeiro, titulados respectivamente: “Los efectos del divorcio en las mujeres a partir de su
nivel de autonomía”, “Divorcio y dinero: relaciones de poder sustentadas en el tener” y “Las
fuentes del apoyo social en hombres y mujeres divorciados” abordan precisamente las con-
diciones y la organización socioeconómica del divorcio y sus consecuencias materiales.

273

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

que permitan aprehender diferentes consecuencias en la escolaridad de los hijos


antes y después del divorcio, con el propósito de evitar mostrar de manera pre-
cipitada causalidades falaces entre ruptura conyugal y comportamiento escolar.
Ciertos estudios realizados en Estados Unidos ilustran el interés de este aspecto
mostrando que la diferencia de comportamientos y de conocimientos adquiridos
a la edad de 11 años, entre los hijos de divorcio y los de las parejas estables, mues-
tra factores anteriores a la separación y que por lo tanto no pueden ser imputados
a ella, incluso en el caso que pueda deberse a dificultades familiares que preceden
inmediatamente a la ruptura conyugal (cfr. Cherlin, Furstenberg Jr., Chase-Lans-
dale y otros, 1991).
Podríamos multiplicar los ejemplos que muestran que contar con datos lon-
gitudinales permite desentrañar mejor los efectos propios de los acontecimientos
que estudiamos, como el divorcio, logrando separar otras dinámicas relaciona-
les anteriores a estos acontecimientos, o incluso en lo que se refiere de manera
más particular a las características sociales (socioeconómicas y socioculturales) de
los individuos. De tal suerte que parece ser muy arriesgado establecer causalidad
o incluso simple correlación entre el divorcio y los modos de vida posdivorcio:
numerosos problemas de comportamientos descubiertos, específicamente entre
los hijos, con frecuencia ya estaban presentes antes de la separación de los padres
(cfr. Bhrolchain, Chappell y Diamond, 1994). Ello no significa, sin embargo, que
el periodo posterior al divorcio o separación no produzca nuevas consecuencias.
No obstante, como toda secuencia del ciclo de vida, este periodo no constituye
una entidad estructural específica, aunque esclarece el conocimiento de los proce-
sos familiares que lo preceden, resumidos o simplificados por el término de “tra-
yectorias”. En consecuencia, es conveniente, como sugieren Brhrolchain, Chappell
y Diamond (1994: 1607), preguntarse y verificar de manera empírica hipótesis
acerca del papel que desempeñan los factores que preceden y suceden a la separa-
ción, con el objetivo de no imputar al divorcio, de manera demasiado apresurada,
consecuencias equivocadas o exageradas.
Tal como lo menciona Claude Martin (1997: 16), después de haber privilegiado
el estudio de los efectos psico-afectivos sobre los hijos y posteriormente los efectos
económicos y sociales de la ruptura, el debate científico sobre el momento pos-
terior al divorcio se orientó hacia la movilidad de estas situaciones y en particu-
lar hacia la recomposición familiar, aspecto sobre el que hemos podido constatar
una evolución considerable (cfr. Meulders-Klein y Théry, 1993). Las recomposi-
ciones familiares no son, sin embargo, una invención reciente. Lo que es nuevo
es su modo de constitución: antaño “en régimen demográfico de alta mortalidad”,
era después de la viudez, mientras que en la actualidad, en “régimen demográfico
de alto divorcio”, es después del divorcio. Esta transformación estructural tuvo

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| La institución del matrimonio y del divorcio |

como consecuencia la de reemplazar, más o menos, la imagen de una madrastra


(la nueva compañera de un marido viudo), por la de un padrastro (el nuevo com-
pañero de una madre divorciada).
Esta evolución refleja, por consiguiente, las transformaciones sociodemográfi-
cas reales que han tenido lugar durante estas últimas décadas y la importancia que
ha adquirido el divorcio en el comportamiento de los franceses. El claro aumento
de las familias reconstituidas resulta en buena medida de este desarrollo veloz de
la divorcialidad. Cerca de 600 mil familias reconstituidas que fueron censadas en
2006 y que albergaban a más de un millón de hijos (insee, 2009) constituyen, a
partir de ahora, un elemento fundamental del paisaje familiar. Ellas provocaron
que la vida conyugal después del divorcio sea una norma. Esta recomposición se
convirtió en un momento concreto del ciclo de la vida familiar, ya que 85% de los
hijos de divorciados presencian la formación de una nueva unión de su padre y/o
de su madre, y 66% tiene uno o varios hermanastros consanguíneos y/o uterinos
(insee, 1991).
El desarrollo de las familias reconstituidas suscitó, por parte de los investiga-
dores en ciencias sociales, un cierto número de preguntas que se refieren, en su
mayoría, a la extensión de las relaciones intergeneracionales que se consideran
producidas por ellas. Tan es así, que estas relaciones ya no son definidas única-
mente por la pertenencia a un linaje genealógico (las relaciones entre los padres
biológicos y sus hijos), sino que contribuyen, con la integración de un padrastro,
a dibujar los contornos de un nuevo parentesco social. El estudio de las relaciones
familiares y del lugar del hijo en la familia adquiere, en efecto, otra dimensión
desde el momento en que, a partir de una sola existencia, se suceden diversas his-
torias familiares; desde el momento que en materia de socialización familiar, una
pluralidad de actores (padre, madre, padrastro, madrastra) están presentes. La
aparición de esta pluriparentalidad, la emergencia de nuevas figuras parentales,
que es el caso de las recomposiciones familiares luego de uniones fecundas, como
lo precisa Didier Le Gall (1996: 139), postula —de manera muy contemporánea—
la cuestión de la transformación de los roles, de los estatutos y de las relaciones en
el seno de la familia.
La figura social dominante del padrastro se ha modificado a nivel estadís-
tico. La investigación del insee sobre “las situaciones familiares”17 revela que las
familias recompuestas reúnen a diario a más hijos con un padrastro que con una
madrastra. Cuatro veces más hijos viven con los primeros que con las segundas
(Villeneuve-Gokalp, 1993: 325). La dinámica de las relaciones intergeneraciona-
les en el seno de estas familias recompuestas cuestiona sobre el estatuto social del

17
Realizada en diciembre de 1985.

275

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

padrastro y de su integración en el juego de la socialización familiar. Los estudios


realizados han permitido comprobar que “debido a la atribución mayoritaria de la
tutela de los hijos a las madres, hay más padrastros que madrastras en la vida dia-
ria y más madrastas a distancia” (Le Gall, 1996: 143). La asociación de la figura
de un padrastro a una relación de paternidad de proximidad permanente, y de la
figura de una suegra a una relación de maternidad a distancia y con intermiten-
cia, es un elemento importante de diferenciación social de estas uniones poscon-
yugales. Estas familias donde viven juntos una madre divorciada (o en instancia
de divorcio) y un padrastro forman, en los términos de Irène Théry, “una de esas
constelaciones familiares complejas, herederas de uniones anteriores”, y consti-
tuyen un lugar privilegiado de observación de relaciones sociales de convivencia
entre generaciones.
Así, la focalización en Francia de los estudios sociológicos sobre el posdivorcio
condujo a una fragmentación del saber sobre los hogares monoparentales, sobre
la constitución de familias recompuestas y sobre las consecuencias de la separa-
ción de los padres sobre el devenir social de los hijos. En este tipo de estudios, las
hipótesis son, a menudo, discordantes. La focalización sobre el posdivorcio en
Francia no es compartida, evidentemente, por el conjunto de países. Tomando
como indicador la revista European Sociological Review, enfocada en el divorcio
en 2006,18 Lambert (2009) subraya que cuatro de cinco artículos presentados se
abocan al estudio cuantitativo de los determinantes sociales del divorcio, mientras
que sólo un artículo se refiere al estudio comparado de las consecuencias econó-
micas en Europa. También precisa que si bien la divergencia de enfoques entre la
sociología francesa, centrada en el posdivorcio, y la sociología anglosajona, cuyos
análisis se refieren con mayor frecuencia a los factores y los procesos de ruptura,
puede explicarse por la especificidad de las tradiciones nacionales, también revela
la importancia del factor político en la constitución y la orientación de los campos
respectivos de análisis (Lambert, 2009: 170).19
De manera más general, la evolución y la diversidad de los puntos de vista
científicos sobre el divorcio también varía de acuerdo con varios factores relacio-
nados, a la vez, con el papel normativo de las disciplinas y con su lucha de influen-
cia en la producción de la norma de conocimiento sobre el objeto; a la diversidad
de los modelos teóricos actuales, pero también a los contextos socioculturales y

European Sociological Review (vol. 22, núm.°5).


18

Una parte de la búsqueda americana del divorcio se alimentó, por ejemplo, del debate
19

iniciado, desde mediados de los noventa, por la reforma del Estado benefactor (Welfare
State) que acabó en la colocación de una política pública explícitamente girada hacia la
promoción del matrimonio y la restricción del número de divorcios (Lambert, 2009: 170.).

276

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| La institución del matrimonio y del divorcio |

políticos de las sociedades que constituyen —no debemos olvidarlo— el medio


ambiente social de los fenómenos estudiados.

A manera de conclusión

La aproximación temporal de las relaciones conyugales y familiares (la medida


de las trayectorias biográficas) constituyen, como lo hemos mencionado en este
texto, un medio para alejarse de los estereotipos y las categorías normativas cons-
truidas en las conciencias colectivas. De este modo, el divorcio se vuelve menos
un (micro)objeto de estudio en sí, que un observatorio del cambio social de la
vida de pareja y con mayor amplitud en las relaciones parentales.
En esta obra, ampliamente alimentada por investigaciones sobre el lugar del
divorcio en la sociedad mexicana, se solicitó a los entrevistados (hombres y muje-
res) que describieran la manera de ver su pasado y su situación presente, es decir,
que describieran y analizaran (autoanalizaran) sus interacciones familiares en
función de su propio estatuto en el parentesco. En esta perspectiva, el cuestiona-
miento biográfico toma la forma de una entrevista sociológica o psicológica que
permite obtener informaciones sobre la evolución de las relaciones que entretejen
los individuos durante su existencia y también su opinión sobre esas relaciones.
No hay duda de que las perspectivas de investigación que han sido exploradas
en esta obra van a conocer en los próximos años nuevas investigaciones. Porque
el área de las relaciones conyugales y familiares está en el centro de las interroga-
ciones y de las inquietudes más fuertes de nuestras sociedades. ¿Cómo evolucio-
nan la pareja y la familia? ¿Qué nuevas formas de organización, de autoridad y
de educación engendran? ¿Qué nuevas tensiones y solidaridades desarrollan? En
resumen, ¿cómo evolucionarán los roles y las funciones de cada uno de sus miem-
bros en una situación de inestabilidad conyugal creciente? La lista de las pregun-
tas no es, desde luego, exhaustiva; se aproxima a las interrogaciones actuales sobre
la definición del lazo familiar, el lugar en la sociedad, su importancia en los pro-
cesos de movilidad social. Nos confronta con la complejidad de las interaccio-
nes sociales que aluden a la parentalidad, a la educación, a las relaciones entre los
hombres y las mujeres.
Las investigaciones sobre la familia han experimentado, desde principios de los
años ochenta, un impulso importante en muchos países de Europa y de América.
Esta situación es la consecuencia de un conjunto de razones, sobre todo de una mul-
tiplicación de las interrogaciones que generaron sus rápidas transformaciones, y de
las incertidumbres crecientes ligadas a la función social de la pareja en sociedades
bajo profundas mutaciones. Este examen exige separar lo inmutable de aquello que
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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

sí cambia, con el propósito de evitar descubrir (o redescubrir) de manera apresu-


rada nuevos modelos. La tarea del sociólogo se entrecruza aquí, una vez más, con
la del historiador, en la preocupación general de dar cuenta de las permanencias
de duración más o menos larga, para estudiar mejor el alcance de las mutaciones.
Este examen también exige abandonar las simplificaciones que acechan todo
trabajo de elucidación sociológica. Entre la visión miserabilista de las relaciones
familiares que consagra el fin del matrimonio, la dimisión de los padres, la pérdida
de sus valores colectivos de referencia, por un lado, y la visión populista que ve en
ella la solución a todas las dificultades sociales, por el otro, el camino que se debe
tomar resulta estrecho. Más estrecho probablemente que en otro campo, porque la
familia “toca el corazón”, suscita sentimientos, impresiones, emociones que entur-
bian de forma importante el objeto de estudio.

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Acerca de los autores1

Isabelle Blöss-Widmer (isabelle.widmer@univ-provence.fr)

Es Maître de Conférences en el Departamento de Sociología de la Universidad de


Provence desde el año 2000. Es doctora en Demografía por la Universidad de Paris
1-Panthéon-Sorbonne y formada en el Instituto Nacional de Estudios Demográ-
ficos (ined). Posee dos grados de maestría en Ciencias Sociales (Paris 1 y Paris
5) y una licenciatura en Economía por Nancy 2. Enseña demografía, estadística y
métodos cuantitativos a sociólogos desde 1995. Condujo investigaciones sobre los
determinantes de la fecundidad en Asia (Vietnam) y sobre el empleo y el desarro-
llo en el Océano Índico, antes de participar en la investigación sobre el divorcio
en el marco del programa Promep. Después de haber asumido la responsabili-
dad científica de la Encuesta sobre la violencia hacia las mujeres en Francia y en
la Isla de la Reunión (2000-2008), en colaboración con la unidad de investiga-
ción “Demografía, Género y Sociedades” del ined en París, se unió al Laboratoire
Méditerranéen de Sociologie (Universidad de Provence/cnrs), de la Maison Médi-
terranéenne des Sciences de l’Homme, en la ciudad de Aix en Provence para desa-
rrollar un observatorio demográfico sobre la región del Mediterráneo.

Thierry Blöss (thierry.bloss@univ-provence.fr)

Es diplomado de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (París), titular


de un doctorado en Sociología por la Universidad de Niza Sophia-Antipolis y de
una habilitación para dirigir investigaciones, lo que le condujo al grado de Profe-
sor de Primera Clase de Sociología en la Universidad de Provence (Aix-Marseille).
Asimismo, es investigador del Laboratorio de Economía y de Sociología del Tra-
bajo (lest) del cnrs. Desde hace varios años trabaja en temas relacionados con la

1
Las síntesis curriculares son presentadas por orden alfabético.
281

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evolución de las edades y las relaciones entre generaciones, las relaciones y políti-
cas familiares, así como sobre las relaciones sociales de género. Es autor de nume-
rosos libros, capítulos de libro y artículos en revistas con arbitraje. Es miembro
del Comité de Redacción de diversas revistas francesas e internacionales y ejerce,
desde 2007, funciones de experto en la Agencia de Evaluación de la Investigación
en la Enseñanza Superior de Francia. Su actividad de cooperación científica inter-
nacional le condujo a dirigir el programa ECOS-Norte, durante el periodo 2006-
2010. Asimismo, fue profesor invitado durante el primer semestre del año 2010 en
la Universidad de Monterrey, en Nuevo León.

Benito Estrada Aranda


(bestrada@fap.uanl.mx / benitoestradaaranda@gmail.com)

Es doctor en Psicología y máster en Terapia Sistémica por la Universidad Pontifi-


cia de Salamanca y licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma de San
Luis Potosí. Es profesor investigador de tiempo completo de la Facultad de Psico-
logía de la Universidad Autónoma de Nuevo León desde 2006, miembro del Sis-
tema Nacional de Investigadores (sni) en el Nivel I, cuenta con perfil Promep y
miembro del Cuerpo Académico Consolidado de Psicología Social y de la Salud
en la línea de investigación: variables psicosociales en salud y estudios de familia.
Ha publicado numerosos artículos científicos en revistas arbitradas, internacio-
nales e indizadas, además es autor de libros y capítulos de libros. Ha dirigido tesis
de licenciatura, así como de posgrado. Actualmente participa en investigaciones
financiadas y en proyectos de colaboración con líderes académicos en México e
internacionales.

Mónica T. González Ramírez (monygzz77@yahoo.com)

Es doctora en Psicología por la uned, España, master en Ciencias y licenciada en


Psicología por la uanl. Es docente e investigadora en la Facultad de Psicología
de la uanl. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (sni, Nivel I) y del
Cuerpo Académico en Psicología Social y de la Salud (Consolidado). Ganadora de
dos premios estatales de investigación, otorgados por la Secretaría Estatal de Salud,
del premio de investigación uanl 2008 y del premio Tesis de Doctorado sobre
Juventud 2009 (Imjuve). Es autora de 45 artículos en revistas con arbitraje, 18 capí-
tulos de libros y coautora de cuatro libros. Sus líneas de investigación son Metodo-
logía de la investigación y Variables psicosociales relacionadas con la salud.

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| Acerca de los autores |

René Landero Hernández (rlandero1_mx@yahoo.com.mx)

Es licenciado en Sociología por la Universidad de Monterrey. Tiene una maestría


en Trabajo Social y un doctorado en Filosofía con orientación en Trabajo Social
y Políticas Comparadas de Bienestar Social por la uanl. Es docente e investiga-
dor de la Facultad de Psicología de la uanl. Miembro del Sistema Nacional de
Investigadores (sni, Nivel II), miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y
líder del cuerpo académico en Psicología Social (Consolidado). Ganador de dos
premios estatales de investigación, otorgados por la Secretaría Estatal de Salud y
del premio de investigación uanl 2008; autor de más de 46 trabajos publicados
(artículos, libros, capítulos), de los cuales más de 30 son artículos publicados en
revistas internacionales con arbitraje. Las líneas de investigación que desarrolla
son: Metodología de la investigación y Variables psicosociales relacionadas con la
salud y estudios sobre la familia.

Sandra Elizabet Mancinas Espinoza


(sandramancinas@hotmail.com)

Nació en Nuevo Ideal, Durango. Estudió la licenciatura en Trabajo Social en la


Universidad Juárez del Estado de Durango. Obtuvo el grado de maestría en Tra-
bajo Social y el doctorado en Filosofía con orientación en Trabajo Social y Políti-
cas Comparadas de Bienestar Social, en la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo
Humano de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Obtuvo el premio a la
mejor tesis sobre violencia a nivel maestría, convocado por el Consejo Estatal
para la Prevención y Atención de la Violencia Intrafamiliar (cepavi), Jalisco,
en 2005. Es autora de diversos artículos y capítulos de libros. En conjunto con
Manuel Ribeiro es coordinadora del libro Textos y contextos del envejecimiento en
México. Retos para la familia y el Estado, editado por Plaza y Valdés. Actualmente
se desempeña como investigadora en la Facultad de Trabajo Social y Desarro-
llo Humano de la uanl. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Sus
líneas de investigación son Envejecimiento, género y violencia.

José Moral de la Rubia (jose_moral@hotmail.com)

Doctor por la Facultad de Medicina de la Universidad de Alcalá de Henares


(Madrid, España). Psicólogo especialista en Psicología Clínica (Madrid, España).

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| El divorcio: procesos, causas y consecuencias |

Licenciado en Psicología por la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid,


España). Profesor-investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad
Autónoma de Nuevo León desde agosto de 1999. Integrante del comité edito-
rial de tres revistas científicas. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
Nivel I. Perfil Promep. Miembro de Cuerpo Académico consolidado de Psicolo-
gía Social y de la Salud, línea de investigación: Variables psicosociales relaciona-
das con la salud y la familia. Autor de numerosas publicaciones como artículos y
capítulos sobre salud, maltrato infantil, familia, sexualidad, satisfacción marital y
pobreza. Es autor de un manual de pruebas psicológicas, coautor de dos manuales
de pruebas psicológicas y de ocho libros de psicología de la salud.

Manuel Ribeiro Ferreira


(mribeiro1950@gmail.com / manuelribeiroferreira@hotmail.com)

Es licenciado en Sociología por la Universidad Iberoamericana de la ciudad de


México. Tiene una maestría en Ciencias de la Educación por la Universidad Laval
de Quebec, Canadá, y un doctorado en Ciencias de la Educación en la misma Uni-
versidad. Además cursó una especialización en Género y Desarrollo en la Univer-
sidad de Manchester, Inglaterra, y realizó una estancia posdoctoral en el Instituto
Quebequense de Investigaciones sobre la Cultura en Montreal, Canadá. Cuenta
ocho libros como autor, 10 como editor/compilador, 40 capítulos en libros, 28
artículos con arbitraje y 13 artículos en revistas de divulgación. Trabajó como
investigador en el Instituto Mexicano de Estudios Sociales, A. C., y como con-
sultor en unicef. Desde 1987 es profesor de tiempo completo Titular “D” en la
Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la Universidad Autónoma de
Nuevo León, en donde coordina el programa de doctorado. Es miembro del sni
Nivel II.

Rogelio Rodríguez Hernández (adelro@hotmail.com)

Estudió la licenciatura en Psicología y la maestría en Psicología Social en la Uni-


versidad Autónoma de Nuevo León. Recientemente obtuvo el grado de doctor en
Filosofía (Ph. D.) con orientación en Trabajo Social y Políticas Comparadas de
Bienestar Social por parte de la Universidad Autónoma de Nuevo León y la Uni-
versidad de Texas, en Arlington. Su experiencia profesional incluye la docencia
a nivel universitario y la ejecución de programas comunitarios de atención a la

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| Acerca de los autores |

juventud en situación de marginalidad en instancias de nivel municipal y estatal


en Nuevo León.

Blanca Mirthala Tamez Valdez (blancamtamez@hotmail.es)

Estudió la licenciatura en Trabajo Social en la Universidad Autónoma de Nuevo


León. En 2006 obtuvo el grado de maestra en Ciencias con orientación en Tra-
bajo Social con la tesis “La solidaridad familiar hacia los adultos mayores” por
la misma universidad. Recientemente obtuvo el grado de doctor en Filosofía
(Ph. D.) con orientación en Trabajo Social y Políticas Comparadas de Bienes-
tar Social en la misma universidad. Ha trabajado para Centros de Integración
Juvenil, A. C., para la Secretaría de Planeación y Desarrollo Universitario de
la Universidad Autónoma de Nuevo León, así como para el Instituto Estatal
de la Mujer en Nuevo León. Asimismo, ha coordinado proyectos de investiga-
ción para instituciones tanto públicas como privadas. Actualmente enseña en
la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Autónoma de Nuevo León e
imparte cursos de metodología de investigación en el programa de Educación
Continua de la misma Facultad.

Gabriela Zamora Carmona (gabriela_zamora@hotmail.com)

Es contador público y licenciada en Sociología. Tiene, además, una maestría en


Desarrollo Humano y obtuvo el grado de doctor en Filosofía con Orientación
en Trabajo Social y Políticas Comparadas de Bienestar Social por la Universidad
Autónoma de Nuevo León. Sus líneas de investigación giran en torno a las mascu-
linidades y el divorcio, temas sobre los cuales ha publicado algunos artículos.

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El divorcio: procesos, causas y consecuencias
se terminó de imprimir en XXXXXX de 2012,
en los talleres de Grupo H Impresores.
Tiraje: 1 000 ejemplares.

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